Hola! Espero que estén excelente tanto ustedes como sus amigos (antes mencioné a la familia, así que ahora le toca a los amigos :P). Este capítulo me gustó mucho escribirlo, aunque también me agoté emocionalmente en la parte final. Siempre intento ponerme en la piel de los personajes, pues así puedo describir mejor las emociones que quiero plasmar a través de letras, pero esta vez se me pasó la mano al querer experimentar los sentimientos de los personajes y terminé cansado al escribir el último tercio xD.
Espero que les guste este capítulo, pero si no ya saben que pueden decírmelo con toda confianza. Un saludo gigante y síganse cuidando mucho ;D
Esclava Sexual, Capítulo Decimoctavo
Karin había detenido el hombro masculino; como respuesta, Uchiha la miró de soslayo a la vez que comprimía los músculos de sus cejas. Entretanto, Hinata observaba la escena sin ser consciente que estaba expresando abiertamente una cara rellena de angustia. Tras incontables segundos en que la pelirroja guardó pensativo silencio, finalmente habló.
—Me advertiste que teniendo sexo contigo podría salir dañada. ¿No crees que me dijiste eso porque te preocupas por mí?
—No es preocupación por ti, simplemente me estoy lavando las manos —desdeñó él —. Si quieres tener sólo sexo, después no me culpes si terminas sufriendo sentimentalmente. La responsabilidad será toda tuya.
—Es imposible tener sólo sexo —renegó con su cabeza. Se dio unos segundos para hilvanar un argumento y luego lo soltó —. La conexión que se forma es tan potente que también termina involucrando sentimientos y abarcando las almas. Mientras más te acuestas con alguien, mayores son las posibilidades de que se forme un vínculo muy importante; de que surja el amor. ¿Realmente nunca sentiste nada por mí, Sasuke? —replicó mientras daba un pequeño pisotón contra el suelo por frustración. Detestaba la idea que, para él, lo que ambos tuvieron nunca significó más que simple placer carnal.
—Ese es el problema que te llevó a sufrir, que siempre buscas más. El amor es sólo una engañosa ficción, en cambio el sexo es completamente honesto: no te ilusiona, no te daña, no te termina, no te deja un corazón roto.
Karin bajó su cabeza, maldiciendo que Uchiha pareciese tener siempre a la razón de su parte. En el par de años que duró su relación, mantuvo la esperanza de que el guerrero la terminaría amando, que tener sólo sexo era imposible. Sin embargo, para su gran pesar, él le demostró cuán equivocada estaba.
Hinata la observó atentamente, comprobando a través de su lenguaje no verbal que esa chica todavía sentía cosas por Uchiha. Era más que evidente.
—¿Cómo se puede separar el sexo de los sentimientos? —fue la pregunta que arrojó la pelirroja, para luego acariciar nerviosamente el marco derecho de sus anteojos.
—Es cuestión de personalidades. Si no eres capaz de ser fría, entonces ni siquiera lo intentes.
Karin ensimismó su mirada, dando a la vez un suspiro involuntario. Había intentado olvidar a Sasuke iniciando otra relación, directamente utilizando a otro hombre, pero lo cierto era que un simple gato nunca podría borrar la huella de un león. Nadie podía estar a la altura de Uchiha y quizás ese era el problema que le impedía dejarlo atrás: a todos los que conocía los comparaba con él. Y era evidente quienes salían perdiendo. Volvió a suspirar, sin darse cuenta de cuanto tiempo transcurría mientras reflexionaba. Recordó todos los encuentros sexuales que habían tenido, el placer descomunal que el militar le hizo sentir y paulatinamente fue sintiendo como sus mejillas comenzaban a arder. Sacudió su cabeza para remover el libido que afloró en sus pensamientos; era una mujer adulta, no una adolescente hormonal. Tenía que tomar la decisión con la cabeza y no con lo que tenía entre las piernas.
Cuando el guerrero reanudó su caminar, la del clan Uzumaki se dio cuenta que se había ensimismado más tiempo de la cuenta.
—Entiendo que no quieras volver a ser pareja mía, ¿pero por qué no podemos ser amigos? —alzando su voz, lo detuvo con una pregunta en vez de tomarlo por el hombro nuevamente.
A unos cinco metros de ella, él giró medio cuerpo a fin de responder.
—No tengo ningún interés en formar amistades, tengo prioridades mucho más importantes.
Karin dio un suspiro tenue, procurando volverlo insonoro. Bajando un poco su cabeza, sostuvo con su índice el centro de sus anteojos durante algunos segundos, para luego ajustarlos de manera más alta en su nariz. Su orgullo le decía que rechazara las migajas que Uchiha pretendía darle, pero la nostalgia, unida a las hormonas, se encargaron de susurrarle que si rechazaba su propuesta terminaría arrepintiéndose después. Era un hecho que, pese a que nunca la había amado, en lo sexual lo había pasado demasiado bien junto a él. Estaba muy confundida, pero finalmente tomó una decisión.
—Sasuke, esta es mi respuesta... —anunció mientras se le acercaba, contoneando un poco más las caderas de manera inconsciente.
Hinata sintió que un nudo se formaba en su garganta, de modo que tragó saliva para deshacerlo. Manteniendo su distancia esperó escuchar las palabras de ella, pero su expectativa no fue cumplida. Fuese por pudor o por recordarle algún detalle íntimo, Karin se acercó a la oreja masculina, la encerró entre sus manos y susurró su contestación. Era un secreto que quedaría entre ellos y la futura guerrera fue incapaz de evitar la dolorosa punción que, durante el viaje, extirparía cualquier alegría de su pecho.
Cuando la pelirroja terminó de susurrar a la par que bajaba sus manos, Uchiha solamente asintió con un movimiento de cabeza. Luego se giró, avanzó varios pasos, le preguntó a un grumete la ubicación del capitán y se dirigió a verlo.
Hyuga quedó sumergida en un mundo paralelo, pues esto había trastocado las cosas hermosas que empezaba a sentir por Sasuke. Era muy probable que la tal Karin hubo aceptado su propuesta, por lo que no tardarían mucho para encamarse. Triste, pensó que en realidad la culpa era solamente de ella por pensar que un romance podría nacer con el despiadado guerrero. ¿Cómo podía ser tan ilusa? Él había destruido a su clan, matado a su primo delante de sus ojos, no creía en el amor, la venganza era su único objetivo, se desharía de ella tras el viaje y tendría sexo con su ex-novia esta misma semana. ¿Qué sacaba con enamorarse de él? ¿Qué sentido tendría si él evidentemente no sentía lo mismo? En realidad era una tontería fijarse en Uchiha, una ofensa a la inteligencia. Con él no tenía ningún futuro; nunca podría proyectarse, nunca podría formar una familia, nunca nada. Esa era la verdad. Estaba desilusionada, pero no de Sasuke, sino de ella en sí. Formarse expectativas habían sido sólo ilusiones sin fundamento; él no sentia nada por ella y nunca lo sentiría. Aceptando la triste realidad a la vez que daba un hondo suspiro, comenzó a caminar hacia el camarote para ducharse, mas Karin la interceptó.
—Perdona, pero me gustaría mucho conversar contigo cuando tengas más tiempo. Claro, si no te es una molestia. Mi camarote es el número ocho y si quieres hablar sólo tienes que tocar la puerta.
Lo primero que sintió Hinata fueron las supremas ganas de mandarla al diablo, pero no quiso ser así de maleducada e impulsiva. Karin no tenía culpa de nada; la culpa era de ella misma por fijarse en el hombre equivocado. Reuniendo amabilidad desde las profundidades de su ser, fue capaz de contestar sin arrojar fuego por la boca.
—Tendré en cuenta su ofrecimiento —pese a la tormenta desatada que había en su interior, su voz salió tan dulce como siempre.
—Muchas gracias por tu gentileza, espero que nos llevemos bien. Hay cosas que me gustaría preguntarte, pero ya habrá tiempo para eso. Ojalá disfrutes mucho el resto de tu día —le deseó con una sonrisa.
—Igual para usted.
—Por favor no seas tan formal, puedes tutearme con confianza —Hinata consintió con un gesto —. Nos vemos más tarde o cuando puedas. Hasta pronto —dijo efusivamente, para luego perderse por una de las galerías de eslora.
Hyuga siguió hacia su habitación y no tardó en bañarse; esta vez ni siquiera se percató de lo fría que estaba el agua gracias al calor que todavía sentía por el entrenamiento, como también por el huracán de emociones que la fustigaba. Con la tristeza arañándola, se dijo que debía dejar de importarle lo que hacía Sasuke con su vida. Él no era nada suyo en realidad, ¿por qué tendría que sentir celos entonces? Que se acostara con mil mujeres si quisiera, a ella no tendría porqué afectarle.
Tras preguntarle, el grumete le había dicho a Uchiha que el camarote del capitán estaba justo al lado de la cabina del timón. Llegó a su destino, tocó la puerta usando la aldaba y el oficial abrió mientras sostenía un catalejo en su diestra. Al parecer lo estaba limpiando, pues un paño colgaba desde su hombro.
—Buenos días, señor Uchiha —saludó de manera cortés, sin sorprenderse de verlo ya que lo estaba esperando desde que concluyó el entrenamiento que también había visto —. Adelante —lo invitó a pasar abriendo más la puerta. El militar se adentró, echándole un rápido vistazo al cuarto. Pese a ser el capitán de la nave su morada era modesta, cosa que le agradó a Sasuke. Éste también solía ser austero, ya que la ostentación material le parecía vana. De hecho, desde la recompensa que ofrecieron por su cadáver dio cuenta de cuanto podía envilecer el dinero a la gente, por lo que no le tenía más aprecio que para conseguir sus objetivos. Si deseara espetar algo sería el hecho de ser el más fuerte, no su riqueza económica —. Justamente estaba deseando verlo —continuó hablando el capitán — para preguntarle si había pasado algo malo anoche. En su reporte matutino, el vigía nocturno me ha dicho que vio a su acompañante salir corriendo como alma que lleva el diablo y que después lo ha visto a usted subir a cubierta con dos armas en sus manos.
—Hinata vio una sombra en su camarote —dijo a la vez que tomaba asiento en uno de los sillones de desgastado cuero negro.
El marino abrió desproporcionadamente sus ojos. Antes de hablar hizo lo mismo que Uchiha, pero eligiendo el sillón que estaba enfrente. Reclinó su espalda contra el respaldo, buscando más comodidad. —¿Una sombra?
—Supuestamente un espectro.
El cuarentón llevó el índice y el pulgar a su mentón, masajeándose la barba. —Tiene que habérselo imaginado, esas cosas son sólo engaños de la mente.
—Lo mismo opino yo. Seguramente lo que usted contó anoche, la predispuso para ver cosas.
—Sin embargo, tengo la obligación de precisarle algo que anoche no pude para evitarle miedo a su acompañante —su espalda se despegó del sillón, inclinándose un poco hacia el frente mientras entrelazaba sus manos.
—Hable.
—La segunda chica que murió lo hizo en el camarote número uno, el que está ocupando su novia actualmente.
A lo dicho, Uchiha abstrajo su semblante durante varios segundos. El capitán no lo interrumpió, ya que evidentemente estaba reflexionando.
—¿La segunda mujer que se suicidó usaba perfume? —preguntó el guerrero clavándole sus negros ojos.
—Sí, señor —además de lo verbal, también afirmó con su cabeza —. Usaba uno muy empalagoso, tanto que, cuando falleció, su perfume atestaba cada rincón de ese camarote.
—¿Jazmín?
—Sí, señor, jazmín. ¿Cómo lo supo? —el tono de su rostro reveló la más absoluta sorpresa.
El general ignoró de plano la pregunta recién formulada, ensimismándose nuevamente. Jazmín era el aroma que había olfateado durante menos de un segundo en la habitación de Hinata. Estaba completamente seguro, ya que sus sentidos no podían ser confundidos por el miedo como seguramente sí sucedió con ella. Y era imposible que el aroma de un perfume permaneciera tanto como cinco meses, el tiempo que había transcurrido desde los suicidios. Con suerte duraría un día o dos, pues lo contrario no sería un negocio rentable para las perfumerías. No obstante, ese camarote había permanecido abierto al público, por lo que quizás la ocupante anterior usara perfume de jazmín también. Sería una coincidencia poco probable, mas no imposible. No podía descartarlo.
—Acerca de Hiro, ¿qué opinión le merece? —preguntó por el sospechoso principal.
El capitán decidió no insistir con su pregunta acerca del perfume, pues tenía claro que el guerrero no era de la clase de personas a las que se les debía insistir. Sin dilaciones, respondió.
—Ha estado navegando conmigo durante casi tres años y nunca he tenido problemas con él. Cumple bien su trabajo y no tiene vicios como el alcohol o el cigarrillo, aunque más allá de su labor profesional no lo conozco, pues intento mantener distancia con mis subalternos. Como usted bien lo sabrá, cuando éstos agarran confianza comienzan a relajarse inevitablemente.
El militar asintió. Escatimando el tiempo, hizo ver la razón principal de su visita.
—Revisaré los informes de la guardia policial. Y le solicito cuatro libretas, ya que haré anotaciones.
—Sí, señor. Aquí mismo tengo tanto los informes como también libretas en blanco —fue por las cosas a su escritorio, abrió el cajón derecho y extrajo lo pedido.
—Bien, eso es todo —dijo cuando recibió las cosas en sus manos. Enseguida, se levantó del cómodo sillón —. Me será interesante revisar estos informes.
—Por cierto, lamento mucho lo que tuvo que vivir su novia. De todas formas sé que desechará el miedo, pues si usted la está entrenando significa que debe ser muy fuerte —pensó en abrirle la puerta por gentileza, pero se mantuvo quieto al deducir que para un guerrero aquello sería una ofensa —. Si hubieran más camarotes disponibles le aseguro que se los pasaría encantado —agregó mientras Uchiha abría la puerta.
—Hablando de camarotes —se detuvo en el umbral, hablando de espaldas —, voy a revisar el número «44», el que está sellado. Escrutaré la escena del primer suicidio.
—Por supuesto, señor. Tiene vía libre en este barco para hacer lo que usted disponga. Lo único que le suplico es que después de su inspección vuelva a sellarlo.
—Así lo haré —salió de la oficina con rumbo a popa.
El último Uchiha era muy lógico, por lo que la idea de almas en pena colisionaba con su inteligencia. Sin embargo, en el camarote de Hinata había olfateado jazmín, el perfume que usaba la segunda suicida. De eso estaba completamente seguro, de modo que no podía descartar de plano la posibilidad de que existiera vida tras la muerte, mucho menos después de haber visto a su hermano cuando su corazón dejó de latir por tantos segundos. Pudo ser una alucinación, era cierto, pero también cabía la posibilidad de que sí hubiera vida postmortem, por lo que investigaría este caso abriendo su mente, expandiendo su lógica más allá de lo que ésta permite aceptar.
El guerrero se sentó en uno de los miradores laterales de popa, puso una pierna encima de la otra a un modo varonil y comenzó a leer los reportes policiales. Le fueron más interesantes de lo que pensaba, de modo que gastó muchos minutos revisándolos al detalle. Más tarde, calculando el tiempo por instinto, supuso que ya habían pasado alrededor de unas dos horas y se dirigió hacia su cuarto, el camarote número treinta y nueve. Abrió la puerta, encontrando a Hinata lanzada sobre la cama a ojos cerrados y en posición supina. Parecía estar durmiendo, aunque Uchiha supo que no lo estaba por su respiración de ritmo normal. Fijándose en la misma, aprovechó de admirar por unos momentos sus llamativos senos. Luego se acercó al buró a fin de guardar los reportes en un cajón. Pensó que Hinata indagaría respecto a lo que había leído, pero no le preguntó ni comentó nada. Le extrañó aquello, dado que siempre mostró ser una chica muy curiosa.
—Iremos a almorzar —avisó él.
—De acuerdo —respondió abriendo los ojos, aunque sin mirarlo.
Fueron hacia la cocina y, tal como Sasuke lo anunció antes, observaron cuidadosamente la preparación de la merienda para así evitar envenenamientos. Al chef en jefe le pareció singular, pero le fue un honor que un héroe como Uchiha visitara su lugar de trabajo. Hinata pronto le dio la excusa que deseaba aprender a cocinar mejor, así que estuvo hablando con él sobre platillos y detalles culinarios. Luego, cuando el almuerzo estuvo listo, les sirvieron en un recipiente que parecía más una olla que un plato, apropiado para que las zozobras del barco no provocasen percances.
Mientras engullían, Uchiha notó que por alguna razón Hinata había cambiado radicalmente su actitud. Pese a todo el esfuerzo que debió realizar durante el entrenamiento, siempre irradió entusiasmo. Sin embargo, durante la comida reinó el mutismo, uno muy peculiar tomando en cuenta que ella era alguien comunicativa, alguien a quien le gustaba mucho conversar. Ahora, en cambio, no había dicho una sola palabra. El silencio le era cómodo al soldado, pero de todas formas no le gustó ver esa actitud tan reservada en ella.
—¿Te pasa algo? —preguntó él, yendo directamente al grano.
—Nada.
Si el militar conociera mejor a las mujeres habría entendido que ese «nada» significaba «todo», pero era demasiado literal, así que no buscaba significados soterrados. Pasaron cuarenta minutos reposando después del almuerzo y Hinata seguía enmudecida. Fue sólo entonces que elucubró que tal actitud había comenzado justo después de la conversación que tuvieron con Karin. ¿Acaso se debería a la propuesta de sexo que le hizo a la pelirroja? ¿Acaso Hinata en verdad sentía algo más por él? Era evidente que existía cierta química entre ellos, pero no la suficiente como para fijarse seriamente en el otro. Sasuke tenía muy claro que él fue quien destruyó al clan Hyuga, pulverizó a su país e intentó violarla. ¿Cómo podría ella albergar sentimientos después de todo eso? Era una ridiculez sólo pensarlo.
Sin dilaciones, comenzó la segunda parte del entrenamiento. Uchiha solicitó tizas a un marinero y éste volvió rápidamente con unas. Dibujó un círculo amplio en donde su alumna debería esquivar veinte varazos nuevamente. La práctica avanzó sin contratiempos durante el curso de la tarde. Sin embargo, en cuanto la joven consiguió el objetivo, Uchiha aumentó la dificultad amarrándole las manos tras la espalda. Por ello, muy pronto las cosas cambiarían. Hinata esquivó una estocada horizontal dando un salto en reversa, pero sus piernas ya estaban tan agotadas que no consiguió mantener el equilibrio; trastabilló inevitablemente hacia atrás y, sin posibilidad de apoyarse en sus brazos, azotó la parte posterior de su cabeza contra el suelo. El crujido de la colisión fue preocupante, pero más lo fue el hecho que el cuerpo femenino se desparramara como imitando al de un cadáver.
—¡Hinata! —fue el grito que lanzó Uchiha.
La distancia que ella alcanzó con su salto en reversa le impidió alcanzarla para sostenerla. Se acercó vertiginosamente, mientras un vacío horrible, doloroso y certero se apropió de su pecho, vaciándole los pulmones de cuajo. Arrodillándose, le dio unas palmadas en las mejillas.
—¡Hinata, responde! —dicho esto, no pasó más de un segundo para darse cuenta que ella no reaccionaría a sus pedidos. El golpe resultó tan fuerte que la había dejado inconsciente. Severa preocupación azotó su ser, ya que golpes así de fuertes en la cabeza podían resultar muy peligrosos. La tomó suavemente desde el cuello y lo alzó con sumo cuidado para verificar si estaba sangrando. Por suerte no era así, pero la intranquilidad no mermó siquiera un ápice.
—¡Llamaré al médico del barco! —el preocupado grito fue de Karin, quien había estado viendo la práctica desde una hora atrás. Se giró para ir rápidamente por el galeno.
—¡Hazlo rápido! —exigió Uchiha a viva voz, mientras desataba las manos de su alumna.
—¡Sí! —dándole más celeridad a sus piernas, respondió al mismo volumen.
Un par de minutos después llegó la chica con el doctor, un anciano de cabellos canosos y bigotes del mismo tono. Era de baja altura y llevaba en su mano un maletín donde cargaba su instrumental médico. Mientras llegaban a proa, la de anteojos ya le había contado lo que había sucedido. Tras examinar concienzudamente a Hinata, dio su diagnóstico.
—Por suerte no es nada grave, recuperará la conciencia en unas cuantas horas o quizás antes inclusive. De todas maneras mañana la examinaré de nuevo para comprobar que no se le forme ningún absceso. Dudo mucho que le suceda, pero si aparece alguno se lo drenaré y no correrá ningún peligro. Es una suerte que el piso de Jiren sea de madera, pues de haber sido metálico las consecuencias pudieron ser muy distintas. Tiene que dejarla descansar un par de días y en caso de fiebre bájesela colocándole un paño con agua fría.
Médico y guerrero hablaron un poco más, mientras Karin se limitó a observar, pues cualquier cosa que dijera en estos momentos sólo importunaría a Sasuke. Éste cargó a la malherida en uno de sus hombros para llevarla al camarote que compartían. Se sintió realmente aliviado de que nada más grave aconteciera, ya que si algo le sucedía a Hinata...
Detuvo sus pasos, abriendo labios y ojos al darse cuenta del real significado e importancia de sus últimos pensamientos. Se percató que ella le era mucho más importante de lo conveniente. Apretando sus dientes continuó su camino, abrió la puerta y sacó toallas que puso encima de la cama para que no se humedeciera con la transpiración femenina. Luego colocó cuidadosamente a su alumna en el lecho, desabrochó sus zapatos, liberó sus pies de ellos y le quitó los pequeños calcetines que portaba. Estaban muy sudados y le sorprendió que no le molestase tocarlos con sus manos. Palpar sudor de pies le habría resultado asqueroso con cualquiera, pero, para su sorpresa, con Hinata no sintió repulsión en ningún momento. Acomodó a su discípula de mejor manera en la cama; entonces la observó atentamente, pensando que debería cambiarle la ropa empapada. ¿Tendría que desnudarla para que no pescase un resfrío? La opción asomaba muy tentadora, pues, además de hacerlo por su bien, verla sin prendas le serviría para apreciar su belleza de mujer a placer. No obstante, como Hinata era joven y saludable, que se enfermara era poco probable, por lo que descartó la idea.
Acercó una silla a la cama y se sentó en ella, sin preocuparse de que pudiera deslizarse con las zozobras, pues sus más de ochenta kilos de peso impedirían tal cosa. La volvió a escrutar, retomando la idea de la preocupación tan fulminante que había sentido por ella. Su corazón realmente sufrió por lo que pudiera sucederle, entendiendo mejor que nunca que era un verdadero asco formar vínculos afectivos.
Acarició sus cabellos, su rostro, su nariz respingada; toda ella era hermosa, una verdadera creación celestial. Inevitablemente se sintió culpable por su accidente; quizás fue más duro de la cuenta atándole las manos, tomando en cuenta que era sólo una novata, que ya estaba agotada, que recién perfeccionaba su balance y que además practicaba en un barco que daba zozobras de cuando en cuando. Si ya de por sí el entrenamiento era difícil, el de Hinata lo estaba siendo incluso más.
Apoyó ambos codos en la cama y entrelazó sus manos en la zona donde debería haber un bigote. Sí, este accidente le había hecho ver cuanto le importaba Hinata realmente. Tenía conciencia que estima comenzaba a sentir por ella, pero nunca pensó que un percance así pudiera apretarle el corazón de una manera tan horrible. No le gustó sentir ese nivel tan grande de preocupación; él no lidiaba con esa clase de emociones patéticas. Nunca. Dando un sonoro resoplido frustrado, fue hacia el tintero, lo destapó, entintó la pluma y comenzó a escribir en una de las libretas. Esa sería la forma en que ella continuaría su entrenamiento en su nuevo país, pues le dejaría una guía escrita de todo lo que debía aprender: apuntes, modo de practicar, técnicas, reacciones en diversas situaciones y un largo etcétera. Para hacerlo todavía más ilustrativo, también incluiría dibujos explicativos. Comenzar la guía le sirvió para distraerse de la preocupación que aún sentía. Después de todo, el médico ya le había dicho que se recuperaría satisfactoriamente, ¿entonces por qué seguía inquieto? ¿Acaso hacerlo mejoraría a alguien enfermo o malherido? Era tan inútil sentir algo así; algo casi tan inservible como el amor.
Pasó tres horas horas escribiendo y dibujando, dándose pausas de vez en cuando para verificar la temperatura de su alumna. Finalmente, por agotamiento mental, cayó dormido involuntariamente.
Su mente salió desde las nieblas más profundas de la inconsciencia. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba? Sintió un pequeño dolor en la zona occipital y por inercia llevó su diestra para tantearse. Rebobinando los últimos sucesos, recordó que estaba entrenando y que había perdido el balance por agotamiento. Fue entonces que perdió la consciencia. Se percató que su ropa ya estaba seca, señal de que habían pasado horas desde el percance.
Parpadeando para mirar mejor, pronto sus labios se despegaron al ver que Sasuke yacía a su lado. Estaba sentado, pero la cabeza y su torso estaban sobre la cama. ¿Se había quedado dormido cuidándola?
Había una gruesa libreta cerca de él; silenciosamente la tomó entre sus manos a fin de revisarla. Lo primero que vio fue una serie de ejercicios anotados, algo así como una pauta. Pronto comprendió que era una guía de instrucciones para que siguiera su entrenamiento por su cuenta. Avanzó algunas hojas y encontró secuencias de dibujos que enseñaban técnicas de esgrima, sorprendiéndole lo bien definido que era cada trazo. Cuando pasó a la siguiente página, su boca se colmó de tanto asombro que necesitó abrirla: había un dibujo de ella con dos katanas en una posición defensiva de combate. Indudablemente se trataba de ella; las facciones eran claramente reconocibles como las suyas, el largo cabello había sido pintado con la tinta y los pantalones eran los que llevaba ahora. Era un dibujo de una calidad realmente preciosa, una que derritió su corazón de emoción. Jamás hubiese imaginado que Sasuke tuviera un talento tan grande para dibujar. Era evidente que él la apreciaba, que la quería, quizás incluso sintiera algo más que eso, pero alguien como Uchiha nunca lo aceptaría.
El guerrero la confundía tanto. Desde el encuentro con Karin había decidido no seguir involucrando sentimientos hacia él. Estuvo callada durante horas porque le había afectado mucho la situación que emergió, porque la hirió que él estuviera dispuesto a darle sexo a su ex-novia sin más. Sabía que lo carnal y el amor eran cosas distintas, ¿pero acaso no podían conjugarse ambas? ¿Acaso Uchiha no se daba cuenta que ella sufriría con lo que sucedería?
Vació de oxígeno sus pulmones en un gran suspiro, pensando nuevamente qué sentido tendría enamorarse si Sasuke ni siquiera creía en el amor. Decidió salir a tomar aire fresco a fin de meditar, ya que ahora mismo se sentía como un barco con derrotero incierto. Al salir a cubierta, vio que la noche estaba estrellada y había una luna llena emocionante; sólo un par de nubes rebeldes intentaban oponerse al reinado de la belleza cósmica. Caminó hacia proa, aunque de pronto recordó el asunto de las ánimas que se paseaban por Jiren. No había nadie que pudiese ayudarla en caso de un percance, empero, se dijo que no podía ser tan miedosa después de todos los consejos que le había dado Sasuke al respecto. Él tenía razón, debía vencer al temor pensando que era más fuerte que cualquier cosa que tuviese por delante. Avanzó hacia las banquetas con respaldo que servían de miradero y entonces vio sentada, recibiendo al viento en su cara, a la pelirroja que había sido pareja de Uchiha. Parecía abstraída en su propio mundo. Le sorprendió verla despierta a estas horas tan profundas. Detuvo sus pasos, debatiendo si volver al camarote o proseguir. Finalmente se decantó por la última opción. Se acercó al banquillo para saludarla, pues no le iba a tener tirria sólo por ser la ex-novia de Uchiha. Predecía que la tal Karin debía ser una chica especial, ya que, aunque fuese sólo por sexo, Uchiha no se habría fijado en cualquier mujer. De eso estaba completamente segura.
—Buenas noches —aunque habló suave para no asustarla, la otrora espía igualmente reaccionó dando un respingo —. ¿Te molesto si me siento aquí?
—Hinata, me sorprendiste —dijo mientras llevaba una mano al pecho para calmar su corazón, aunque rápidamente se encargó de sonreírle —. Por supuesto que no me incomodas; de hecho, estaba preocupada por el accidente que te vi. ¿Cómo estás?
—Me duele un poquito la cabeza, pero nada grave. Creo que sólo me quedará un pequeño chichón como recuerdo —tras lo dicho, se acomodó en el asiento cruzando sus piernas. Quedó a sólo centímetros de Karin.
—El médico dijo que deberías descansar dos días, así que hazlo porque los golpes en el cráneo no son para desdeñarlos como si nada.
—Supongo que haré caso, aunque no me gusta la idea de cortar mi entrenamiento. Dos días menos son una gran diferencia cuando sólo se tiene una semana para aprender todo lo posible.
La chica con lentes asintió, para después recargar la mayoría del peso de su cuerpo en el glúteo derecho.
—¿Sabes? Justamente estaba pensando en ti y en Sasuke —formó una sonrisa que a Hinata le pareció extraña. A veces resultaba difícil leer las expresiones, pues éstas podían combinar diferentes emociones. Le pareció que tanto los labios como el rostro de Karin exhibían una mezcolanza de tristeza, nostalgia y resignación.
—¿Pensando en nosotros? —repitió sólo para precisar.
—Así es. Estaba reflexionando en el tipo de relación que tienen ambos —aunque a veces fumaba cuando le ofrecían tabaco, nunca lo compraba para así evitar caer en sus adictivas garras. Sin embargo, en este momento le habría gustado disfrutar de un par de cigarrillos —. La verdad no me gusta andarme con rodeos, así que me gustaría hablar contigo de mujer a mujer.
—Se trata de Sasuke, ¿verdad? —tuvo la inmediata impresión que ocurriría una conversación importante.
—Así es. ¿Puedo hacerte una pregunta directa?
—S-sí —contestó tras dudarlo un poco.
—¿Qué sientes tú por él?
Hinata se debatió rápidamente entre cuatro opciones: ser completamente honesta, negar lo que sentía, dejar una respuesta ambigua o no contestar. Mientras daba un suspiro llegó una quinta opción, que fue la que finalmente arrojó.
—Aunque sintiera algo por él no tendría ningún sentido. Es claro que yo no le intereso como mujer.
Usando su lengua, Karin se tanteó las encías molares del lado derecho. —Sabes, hoy en la tarde, mientras miraba tu entrenamiento, Sasuke reaccionó muy preocupado cuando tuviste ese accidente. Estaba realmente desesperado y si no lo hubiese visto con mis propios ojos no me lo creería.
Hinata abrió sus labios formando la penúltima vocal. En condiciones normales saber aquello la hubiese alegrado mucho, pero seguía sin verle sentido a ilusionarse en vano. Por ello, su rostro no mostró ninguna efusividad al respecto.
—Como ya sabrás, él jamás muestra emociones así porque no se preocupa por nadie —continuó Karin —. A lo sumo lo haría por Ino, aunque incluso eso lo dudo. En cambio contigo vi claramente su mirada inquieta, el temor de que te pudiera pasar algo, el dolor de verte inconsciente.
Hyuga dejó de mirarla, desviando su rostro hacia el marítimo horizonte. En su fuero interno, le alegraba mucho que Uchiha se preocupara por ella, claro que sí, pero saberlo no servía de nada. ¿Para qué hacerse falsas expectativas?
—Se podría decir que hemos vivido cosas importantes que nos han acercado un poco, pero no hay más que una relación de maestro y discípula.
—Ya veo —permaneció en silencio por varios segundos. Luego lanzó una sorpresiva pregunta —. ¿A ti él no te ha ofrecido sexo?
La aprendiz de guerrera zozobró un poco, aunque esta vez la culpa no la tuvo Jiren. El cuestionamiento la había tomado desprevenida, de modo que su timidez propagó cierto calor en sus mejillas.
—N-no —contestó finalmente.
—¿Quieres saber por qué no lo ha hecho?
—¿Por qué?
—Porque a ti sí te quiere.
El asombro conquistó cada centímetro de Hinata. Volvió a encajar su albina mirada en Karin, volviéndola interrogativa. La pelirroja seguía observándola, aunque parecía melancólica en vez de atenta.
—N-no entiendo... eso no tiene sentido. Si me quisiera no te propondría sexo delante mío.
—Hay que ver más allá de lo aparente para encontrar la verdad; ver el iceberg bajo el mar y no sólo su punta en la superficie. Piénsalo mejor. A mí no me quiere ni como pareja ni como amiga, pero me ofreció sexo sin vacilar. En cambio a ti no te ofrece sexo, pero se preocupó de una forma que yo jamás le había visto. Cuando me mira a mí no refleja nada, pero cuando lo hace contigo sus negros ojos adquieren un cariz muy diferente. Los varones siempre dicen que las mujeres somos incomprensibles, pero hay algunos hombres, hombres como Sasuke, que también hacen cosas que nosotras no entendemos o que nos cuesta entender. Después de reflexionarlo un largo rato aquí sentada, he llegado a la conclusión que tú le significas tanto que no te ve sólo como un pedazo de carne o alguien para divertirse. A diferencia de mí, no te ha ofrecido follar porque tú le significas mucho más que sólo sexo. Le eres mucho más importante que yo —cerró su idea con tristeza.
Hinata sintió como si le hubieran revelado los secretos mejor guardados del mundo. A consecuencia, se produjo un cortocircuito en el flujo de sus pensamientos. Por ello, guardó silencio durante incontables segundos. Echando a trabajar sus neuronas, fue reflexionando las palabras de Karin y a medida que iba entendiéndolas sus labios se fueron separando por el asombro. Finalmente dio cuenta de cuán sólido era su argumento, tanto así que no logró objetar nada de éste.
—Tienes que hablar con Sasuke y confesarle tus verdaderos sentimientos —continuó Karin lanzando un consejo —. Mientras antes lo sepa, más tiempo tendrá para aceptar lo que siente por ti.
—¿D-de verdad piensas que siente algo por mí?
—Si hubieras visto lo que yo, no lo dudarías siquiera un segundo —acarició el pequeño aro circular que llevaba en su oreja —. Sin embargo, no quiere aceptarlo porque, como ya viste, él no cree en el amor. Por eso tendrás que dar el primer paso, dado que él jamás lo hará.
—Pero él es el hombre, él debería dar el primer paso...
Karin plasmó diversión en sus facciones.
—No seas anticuada, sé valiente y atrévete. Incluso podría apostar todo mi cabello a que Sasuke te corresponde completamente; así de segura estoy.
—¿Pero y tú? —preguntó dudosa —. ¿Acaso no aceptaste su oferta?
—¿Creíste que sí, verdad? En realidad le dije que me diera tiempo para pensarlo, pero después de lo que vi hoy no tiene sentido.
La de cabellos más oscuros sintió una especie de inevitable alivio con tal afirmación. —Perdóname si soy indiscreta, ¿pero tú lo amas todavía? —alzó su mirada hacia la brillante diosa de la noche.
Karin siguió la dirección que tomaron los ojos blanquecinos, observando la luna también. Luego sintió que sus labios hormiguearon algo de nerviosismo, de modo que paseó su lengua por ambos antes de responder.
—Te daré la misma respuesta que me diste tú: aunque sintiera algo por él, sería inútil.
—Entiendo.
Como si de algún modo se hubieran puesto de acuerdo, ambas entrelazaron sus miradas al mismo tiempo. Podían sentir estudiándose, poniéndose en el lugar de la otra para comprenderse de mejor manera.
—¿Podemos hablar de amor y sexo como dos chicas inteligentes y maduras? —dijo Karin de improviso, entrecerrando un poco sus párpados.
—Desde luego que sí —enfatizó rápidamente agregando un movimiento de cabeza a lo dicho.
—¿Tú qué opinas del sexo sin amor?
Mientras se acomodaba mejor en la banca, Hinata se dio unos segundos para hilvanar su respuesta.
—No es la opción que tomaría yo, pero por supuesto que no juzgo a quienes lo hacen, pues todas las personas pensamos diferente. A mí me parece que el placer momentáneo no compensa el vacío que debe sentirse a largo plazo. Yo siempre he querido darle un significado más especial al sexo, que sea un bello acto de amor. Sé que quizá suene muy cursi lo que estoy diciendo, pero eso es lo que pienso.
—No es cursi, es hermoso que pienses así —una curva apareció en el extremo izquierdo de sus labios. Después, pensativa, llevó su índice al mentón —. Te pongo otro caso: ¿qué pasa cuando una de las personas involucra sentimientos y la otra no?
Esta vez, Hyuga ni siquiera tuvo que pensar la respuesta. —En ese caso la persona que sí siente siempre saldrá perdiendo...
La de ojos granate concordó con un gesto afirmativo. Luego dio un gran y profundo suspiro.
—¿Sabes?, normalmente soy desconfiada, pero tú me generas mucha confianza por alguna razón. Quizá sea porque tienes una voz muy dulce o porque tu semblante irradia una ternura insólita. Y aún siendo así, igualmente entrenas para ser una guerrera. No me extraña que Sasuke sienta cosas grandes por ti.
La aludida no pudo evitar enrojecerse y lanzar su mirada hacia el mar por la vergüenza. —Yo lo sigo dudando —se limitó a decir.
—Y por lo visto eres tan terca como él —su ánimo era taciturno, pero la respuesta de Hyuga la inspiró a bromear.
—Puede que sea un poquito terca, pero en eso Sasuke es el campeón absoluto —bromeó de vuelta.
Karin esta vez formó una curva en las dos esquinas de sus labios. Luego acomodó unos mechones que el viento le había desordenado, se rascó la nariz y ajustó sus anteojos.
—Hinata, voy a ser completamente honesta contigo: tengo muchas ganas de acostarme con él y recordar viejos tiempos. Sin embargo, he estado luchando años para olvidar a Sasuke definitivamente. Si me encamo con él, todo lo que sentía se reactivará. Como bien lo señalaste antes, teniendo sexo tendré placer momentáneo, pero sufrimiento a largo plazo y no quiero volver a vivir lo mismo —Karin otorgó un silencio para que Hinata comentase algo, pero ella permaneció muda a la vez que la observaba atentamente. Entonces prosiguió —. Además, te mira de una forma diferente y tú lo miras de manera diferente a él, así que no me quisiera entrometer. Yo tuve mi oportunidad hace años y tendría que ser muy ciega para no darme cuenta que nunca me amará —dio un largo suspiro con sabor a pesar —. En cambio contigo puede que suceda distinto. No me considero una persona particularmente buena, pero trato de hacer lo correcto y el bien cuando puedo, así que no me gustaría causarte daño si sientes algo fuerte por él.
La aludida inclinó su mentón hacia el pecho; entonces vio una pelusa en su blusa y la agarró entre su índice y el pulgar para quitarla. —Has sido muy honesta y agradezco mucho la empatía que has tenido conmigo, pero yo no puedo inmiscuirme en una decisión que es completamente personal.
—No es sólo por empatía, sino también por orgullo propio. Sinceramente me muero de ganas por estar con él de nuevo, pero no quiero volver a sufrir por alguien que nada siente por mí. Sólo necesito que tú me des el último empujón para no dudar la decisión que ya tengo tomada. Por eso necesito confirmar qué es lo que sientes por él realmente.
Hinata bajó ambas manos a sus muslos, las cerró en puños y apretó la tela del pantalón entre sus dedos.
—Has sido muy sincera, así que yo también lo seré contigo: yo... —tambaleó su voz —, yo estoy completamente enamorada de Sasuke Uchiha. Para bien o para mal, el dolor que sentí en mi pecho me hizo darme cuenta que esa es la verdad —dijo tristemente. Decir que se ama a alguien debía ir atado con la felicidad, pero lo que sentía por el guerrero era demasiado complicado, ofensivo y dañoso.
Karin sonrió derrotada; agarró un mechón entre sus dedos para juguetear revolviéndolo lentamente.
—Entonces busca ser feliz con él. Muchas veces la felicidad no llega sola, hay que luchar para alcanzarla.
La hija de Hiashi se emocionó. No debía ser fácil para ella decirle algo así cuando era evidente que aún sentía cosas por Uchiha.
—Gracias, muchas gracias por ser tan empática conmigo —destelló su gratitud no sólo a través de palabras, sino también en todo su semblante —, pero no entiendo porqué me aconsejas si recién nos estamos conociendo. Además debe dolerte hacerlo.
La pelirroja habló tras algunos segundos de reflexión —. Creo que ayudándote a ti, también me estoy ayudando a mí misma para dejar atrás a Sasuke de una vez por todas.
—Lo entiendo perfectamente. Gracias por ser así de amable.
—Al contrario, tú lo fuiste conmigo pese al dolor que imagino sentías por dentro. Yo sólo te he devuelto la mano.
La futura guerrera sonrió contenta. Karin le devolvió la sonrisa, aunque pronto debió taparse la boca por un bostezo que arribó, prueba de que el sueño comenzaba a rodearla.
—Bueno, Hinata, te dejo porque iré a dormir —se puso de pie —. Ha sido muy agradable hablar contigo y ojalá sigamos haciéndolo después. Espero que podamos ser amigas —extendió su diestra como despedida.
—Me encantaría —estrechó suavemente la mano ofrecida.
—Hasta mañana —caminó unos pasos, para luego girarse a verla —. Descansa y cuídate el chichón.
—Tú también cuídate, Karin. Muy buenas noches —se despidió moviendo la palma en alto.
La de ojos rojizos ingresó al pasadizo que dirigía hacia su camarote, entro en éste, afirmó su espalda en la puerta ya cerrada y dio un suspiro triste que provino desde el rincón más distante de sus pulmones. Sin embargo, después se permitió esbozar una pequeña sonrisa impregnada de resiliencia. Después de tanto tiempo, ya era hora de dejar a Sasuke atrás definitivamente.
«Tienes que decirle lo que sientes. Mientras antes lo sepa, más tiempo tendrá para aceptar lo que siente por ti».
Tal consejo daba vueltas por el circuito de sus pensamientos. ¿Acaso aquel enlace de manos no era suficiente para hacerle ver lo cómoda que se sentía estando a su lado? Suspiró al esbozar la idea que no. Si para Sasuke el sexo era sólo eso, un simple toque de manos tampoco le significaría nada especial.
¿Cómo podría abordar al orgulloso guerrero y hacerle ver lo que sentía por él? Podría tomar la opción del coqueteo; sabía que muchas mujeres hacían notar así su interés. Miradas distintas, palabras más afectuosas de lo normal, acercamientos sugerentes, halagos constantes u otras cosas por el estilo. Sin embargo, lo que menos tenía ella era de coqueta. Cualquier cosa que intentara en ese sentido saldría de manera torpe. Seguramente sólo se avergonzaría a sí misma. Refregó sus labios uno contra otro, humedeciéndolos en el transcurso. ¿Lanzar indirectas verbales funcionaría? No; él no las captaría. Uchiha era un hombre al que le gustaban las cosas claras, no buscaría sentidos ocultos ni insinuaciones en sus palabras. Tras meditarlo bien, decidió que debía ser simplemente ella misma, no emplear tácticas o estrategias que no iban con su personalidad. ¿Qué mejor opción que ser sincera de una vez? Sí, se lo diría abiertamente, aunque iría preparando el terreno a través de una conversación. Respiró profundo e imaginó el momento en su mente. Estaría nerviosa, pero ya había pasado por situaciones mucho peores que delatar sus sentimientos, así que acobardarse no entraba como una opción. Ahora era una mujer mucho más valiente que antes.
Uchiha despertó, sorprendiéndose al ver que Hinata ya no estaba en el camarote. Gracias a su dormivela, generalmente escuchaba los pasos o movimientos, pero al parecer había caído profundamente dormido o ella fue muy meticulosa caminando a hurtadillas. Sintió preocupación, mas subió a cubierta desdeñándola, ya que, si Hinata se había levantado por su cuenta, eso significaba que el golpe recibido en su cabeza no tendría consecuencias. Avanzó hacia proa y la vio acomodada en una de las banquetas, recargando su espalda contra el respaldar. Se le acercó y, sólo cuando estuvo a su lado, ella pareció reaccionar. Al parecer estaba demasiado sumergida en sus pensamientos como para haber notado antes su presencia. Uchiha la miró atentamente, verificando a través de su semblante que efectivamente lucía recuperada.
—Veo que estás mejor —avanzó unos pasos por delante, encarando al mar mientras le daba la espalda a su alumna.
—Sí —una pequeña sonrisa nerviosa se dibujó en su rostro —. E-estaba mirando este paisaje tan bonito; en verdad el mar es idílico —la banca en la cual estaba sentada era alta para observar por sobre la baranda, por lo que sus pies empezaron a divertirse moviéndose en el aire de forma inconsciente.
—No le veo lo bonito, es sólo una inmensa extensión de agua por doquier —refutó usando su voz agria de siempre.
—A mí me gusta mucho precisamente porque es diferente a cualquier cosa que haya visto antes. Las olas se mueven como si tuvieran vida propia. Es algo que invita a la intimidad, a reflexionar, a pensar.
Uchiha no coincidió, pero tampoco replicó el asunto. Le llamó la atención que el ánimo de Hinata parecía haber regresado por algún motivo; toda ella irradiaba esa tierna forma de ser nuevamente. Eso lo alegró internamente.
—Estuviste muy extraña hoy —le comentó mirándola de soslayo —. ¿Acaso presentiste que algo malo sucedería? ¿Sabías que podrías golpearte la cabeza? —atribuyó lo fría que había sido a una premonición.
—Eres un hombre muy inteligente, pero tan perceptivo como una piedra —aunque de aquellas palabras se pudiera inferir recriminación, lo cierto era que el tono usado fue ameno.
—¿A qué te refieres? —se sumergió en la confusión a la vez que alzaba una ceja.
Ella enfocó su mirada blanquinosa en el único ojo que la estaba observando, hallando en éste las telarañas que sólo la extrañeza podía causar. Le pareció insólito, pero él realmente no sabía a qué se debía su cambio de actitud.
—Te lo diré más adelante —para que entendiera que su oferta a Karin la había lastimado, primero debía revelarle sus sentimientos.
Él chistó; esa fue su única contestación. Quiso indagar más al respecto, pero reunió la poca paciencia que tenía para aceptar lo dicho. Como ella misma anunció, más adelante se lo diría. Se sentó a su lado, recargó su espalda contra el respaldo y cruzó su pierna izquierda sobre la rodilla derecha de tal manera que formó una especie de triángulo. Permaneció en silencio mirando el oleaje, el cuál estaba más salvaje gracias a la fuerza del viento.
Pasaron trece minutos en que no cruzaron más palabras. Por alguna razón, a Hinata desde niña siempre le habían incomodado los silencios. Quizás fuera porque le gustaba expresarse continuamente; un afán humano de estar siempre comunicada. O quizás fuera porque los silencios siempre le parecieron incómodos porque significaba que las cosas no fluían con el otro. Sin embargo, se sentía extrañamente cómoda con Uchiha. Él era silencioso, de aquella gente que prefiere el mutismo a las palabras vanas. Ciertamente no era un tipo hablador y jamás lo sería, pero cada una de las conversaciones que había sostenido con él le habían resultado siempre muy interesantes. Empezaba a entender mejor su manera de ser, a procesarlo de forma más acertada. Se dio cuenta que las cosas también podían fluir a través del silencio, que no toda comunicación se daba verbalmente. Los animales no podían hablar, pero aún así eran capaces de formar vínculos muy profundos. Eran los gestos y los actos quienes hablaban por ellos y en ese sentido Sasuke era igual que un animal: no le estaba hablando con palabras, pero el simple hecho de estar a su lado, acompañándola allí en vez de irse, ya tenía un significado enorme. Uchiha era definitivamente diferente a cualquier hombre que haya conocido antes; tal vez por eso se sentía tan atraída, pese a que se tratara de un pecado imperdonable. Se sentía cómoda de ambas maneras: tanto conversando con él como compartiendo en silencio. Sus labios se curvaron al pensarlo.
La fémina pasó otros minutos reflexionando, hasta que, mirando el mar, le llegó una interesante idea que necesitó compartir a la brevedad. Antes que confesar lo que sentía, lo que más le interesaba era que Sasuke hallase la paz que tanto necesitaba su alma. Y el único camino para lograrla era que abandonara la venganza a fin de volverse una buena persona.
—Sasuke... —dijo su nombre para obtener su atención; cuando él la miró, continuó —. El mar es oscuro, pero, pese a serlo, se ilumina de una manera increíble. ¿Ves todos esos brillos móviles que resplandecen sobre él? Son muy bonitos —apuntó los mismos con su índice.
A las palabras de ella, el militar posó sus orbes de tono azabache sobre el océano. —Así es.
—¿Sabes?, el mar me recuerda a ti —en su tono vibró un notable aire entusiasta.
Aquella extraña afirmación lo tomó fuera de guardia y lo dejó entrever volviendo su ceño comprimido.
—¿Por qué lo dices? —la encaró.
—Porque es muy oscuro, pero con la luz apropiada puede volverse muy brillante —se volvió para verlo fijamente. Le costaba mantener la mirada en la suya, pero si quería darle mayor fuerza a las siguientes palabras entonces tenía que hacerlo —. Sé que tú también podrías brillar. Sé que tú tienes bondad guardada en lo más profundo de tu corazón. Si tan sólo lo abrieras podrías ser mejor persona día tras día —sus luceros mostraron su emoción a raudales.
El varón entreabrió su mirada, sorprendido por aquella reflexión surgida de algo tan simple como contemplar el océano. Ella nunca dejaría de sorprenderlo.
—No te hagas falsas expectativas, Hinata. Yo no soy un hombre bueno y nunca lo seré.
—Te equivocas: sólo te falta el motivo apropiado, la razón correcta, para brillar como lo hace el mar nocturno con la luz. Digas lo que digas, sé que hay bondad en tu corazón. Lo sé e Ino también lo sabe.
—Y según tú, ¿cuál sería el motivo que me podría hacer brillar? —preguntó, incrédulo.
«Quizás yo podría ser tu luz, tu guía en esto. Me gustaría mucho serlo». Estuvo a punto de lanzar esas palabras, dado que era la pregunta apropiada para decir lo que sentía de una vez, pero sintió que era demasiado pronto todavía. Quería ir preparando el terreno paulatinamente mientras reunía el valor para hacerlo.
—Y-yo no lo sé... —le fue inevitable que sus mejillas adquiriesen un color atípico, por lo que necesitó evadir su mirada quitándole el rostro y encajándoselo al mar —. No podría decirte cuál motivo te podría inspirar, pues para cada persona es distinto. Pero sí sé que la venganza no te hará brillar: sólo te traerá más oscuridad y dolor.
Uchiha dio un suspiro lento, procurando no hacerlo sonoro para que así pasara desapercibido. Después guardó silencio; entonces la heredera Hyuga necesitó mirarlo directamente de nuevo. Estaba abstraído, seguramente meditando las palabras recién dichas por ella.
—Ya nada podría hacerme brillar, Hinata. Después de todo lo que he hecho, ya nada podría —su voz se vistió con el amargo traje del pesar.
Ella hubiese querido tomarle la zurda, pero reprimió sus ansias. Comenzaba a sentirse nerviosa; sus manos entrelazadas mientras sus dedos se movían se lo hicieron saber claramente. Mordió su labio superior, para luego contestar aunando firmeza.
—Me estás entrenando, me protegiste cuando apareció ese espectro y me cuidaste con lo de mi accidente; eso también es una manera de brillar —le clavó sus emocionados ojos, quienes le agradecían abiertamente tales actos —. Frente al espejo, tú me dijiste que el peor enemigo que enfrentamos somos nosotros mismos, así que tú también tienes una guerra en tu interior, pero es una diferente a la que tengo yo. No es una de baja autoestima... es una contra el odio, contra lo que contamina tu alma. A mí me gustaría mucho poder ayudarte a sanar tu dolor de algún modo. Sé que al sanar tus heridas, yo también sanaría las mías...
Profundas palabras había dicho. El filtro que ponía su timidez sobre los labios no funcionó esta vez, pues fue el mismísimo corazón quien emergió con un brío incontenible. Si tan sólo Sasuke fuese lo suficientemente perceptivo, se daría cuenta de todo lo que había tras ese ofrecimiento de ayuda. Comprendería la verdad de los intensos sentimientos que comenzaban a nacer por él.
El feroz guerrero le lanzó una mirada curiosa. Si la luz hacía brillar al mar, entonces lo único que podría hacerlo brillar a él sería la persona que tenía enfrente. Ella tenía el don de sacar lo mejor de su persona oscura, de hacerlo sentir que sí existía una esperanza. Todo eso nadie más que ella se lo hacía sentir, ¿pero por qué tenía que ser justamente una Hyuga quien le provocaba sensaciones así?
Al sentir los negros ojos clavados de manera inmarcesible en ella, Hinata bajó su rostro como si en el suelo encontrase un refugio contra su vergüenza. Sin embargo, las ganas de esconderse apenas duraron unos segundos. Decidida, levantó su cabeza para añadir algo más.
—Te diré otra cosa que pensé acerca del mar durante este rato: cuando observas su superficie se ve una soledad cruel, pero por debajo hay mucha vida habitándolo. Creo que contigo sucede lo mismo: mucha aspereza por fuera, pero mucho por descubrir en lo profundo —el bello fluir de su voz se manifestó como una sublime caricia —. Sé que tú podrías ser un hombre de bien. Lo sé, Sasuke. Mi corazón me lo dice... —llevó una mano a la zona donde su órgano vital residía, mientras sus retinas empezaban a humedecerse por la emoción.
Uchiha se sintió agradecido por toda la confianza que Hinata depositaba sobre su persona. Sus generosas palabras provocan que las emociones emerjan a la superficie de su ser. Intenta con todas sus fuerzas conseguir la frialdad de siempre, mas era imposible no conmoverse con la chica que tenía enfrente. Ella debería odiarlo con todas sus fuerzas, pero, en cambio, realmente quería ayudarlo. Dio un suspiro, cerrando sus ojos con más fuerza de la normal.
—¿Por qué insistes con eso? —preguntó sin abrir sus párpados.
—Porque me importas —dijo sin titubear.
Él se puso de pie, dándole la espalda a la vez que cerraba un puño. Por alguna razón que no supo definir, no deseaba seguir escuchando.
—Me voy.
Ella se levantó también, mientras sus latidos comenzaron a golpear más fuerte en su pecho. Sus palmas tenían algo de sudor, de modo que las secó en el pantalón. —Me gustaría decirte algo antes que lo hagas.
—No digas nada más —exigió él de manera tosca.
—¿Por qué?
—Eres ingenua, idealista y sensible. No quiero contagiarme con las mismas enfermedades que tú tienes.
—No son enfermedades.
—Claro que lo son. No se puede enfrentar a este mundo podrido siendo como tú, Hinata. Gente como tú no sobrevive a la dureza de esta sociedad corrompida hasta sus cimientos. Este mundo no te permite tener esas cualidades, de modo que tienes que entender esto de una maldita vez: si eres ingenua siempre te engañarán; si eres idealista la realidad siempre te decepcionará; si eres sensible siempre sufrirás.
La fémina se sumió en la oscuridad de los párpados cerrados, como si quisiera concentrarse para obtener la contestación adecuada. Segundos después habló mientras abría sus luceros:
—T-tal vez tengas razón... pero no sucede así cuando se encuentra a la persona correcta —un intenso color rojo inició la conquista de sus mejillas —. Con la persona correcta no hay que sacar las espinas para defenderse, tampoco se necesita estar en alerta o tomar precauciones, porque sabes que esa persona especial no te dañará ni te lastimará, lo sabes porque confías en ella. Y yo... yo siento que tú eres la persona correcta —los sentimientos en su corazón parecieron agigantarse de repente, de una manera tan excepcional que necesitó entrecruzar sus manos sobre su pecho para que su conciencia no terminara abandonándola a través de un desmayo.
Uchiha entreabrió sus labios mientras sentía que sus signos vitales se detenían. Por un lapso fue más un cadáver que un ser viviente. Algo surgió por dentro de su pecho, algo que le resultó inexplicable. Tragó saliva, sintiéndose nervioso por primera vez en demasiados años. Si el corazón no se le había derretido, se debía sólo a un milagro. Los ojos blanquinosos lo quemaron con su honestidad, con su cariño, con la confianza que estaba depositando en él. Por primera vez, fue Sasuke quien necesitó desviar la mirada. No dijo nada, pues si lo hacía le habría temblado la voz. Sólo cuando consiguió que su temple volviera tras varios segundos, reanudó la conversación.
—No sabes lo que dices. Después de todo lo que ha pasado si piensas eso es porque realmente estás loca —espetó apretando los dientes.
—¿A-acaso no sientes lo mismo? ¿No sientes que tenemos una química distinta? ¿No sientes que conmigo no necesitas espadas ni escudos?
Uchiha chistó frustración a la par de molestia; su puño izquierdo se apretó tanto que los nudillos mostraron el blanco de los huesos. —¿De verdad piensas que me volveré un hombre noble y bondadoso? ¿Que podríamos ser felices estando juntos? ¿Tan ilusa eres?
—Sólo sé que el hombre que ansiaba violarme por una venganza y que destruyó mi clan me ha dado la libertad, una cantidad increíble de oro para vivir tranquila, me pidió disculpas por el daño que me hizo, me está entrenando para volverme más fuerte y me cuida de una forma que nunca hubiese podido creer. ¿Imaginar todo eso hace unos días no era también una tonta ilusión? P-pero aquí estamos, en medio del mar, conversando como dos personas que se importan la una a la otra. Las ilusiones sí pueden alcanzarse cuando se tiene la fuerza para convertirlas en realidad.
Sasuke apretó aún más su puño. Nació una vibración en éste que no había antes. Sin embargo, tal acto resultaba completamente disonante con toda la emoción que reflejaba su rostro. Era la más clara señal de la contradicción que estaba sintiendo su alma. Si del mar hubiera aparecido un leviatán para devorarlo no se habría resistido. Estaba demasiado confundido para pelear.
Hyuga se le acercó, poniéndosele por delante. Sentía los latidos de su corazón como estentóreos ecos en lo más profundo de un acantilado.
—Estás loca, Hinata —reprochó mientras sentía que sus manos se ponían tan yertas como una piedra.
—S-seguramente lo esté... pero no me importa si con eso logro cambiar el rumbo oscuro de tu vida.
De súbito, como si el deseo del mismísimo Jiren fuera acercarlos todavía más, dio una gran zozobra que hizo caer a la fémina en el pecho masculino.
—¡P-perdón! —dijo inmediatamente, a sabiendas del sufrimiento que debió provocarle. Rápidamente alzó su mirada hacia la de él, pero nada anormal se reflejó en su rostro. Sin duda, el orgullo de Sasuke le daba una resistencia muy alta contra el dolor. No pudo seguir pensando en ello porque la respiración se le cortó cuando se dio cuenta de lo apegados que habían quedado sus cuerpos. Tenerlo así de cerca le inyectó instantáneos nervios por doquier, haciéndole bajar la cabeza. Por pudor, quiso separarse a la vez que le agradecía por evitarle la caída, pero ni sus piernas ni su lengua respondieron como pretendía. Trabada de pies a cabeza, como si una fuerza ajena a ella la obligara a permanecer así de cerca, sólo atinó a levantar su mentón para posar nuevamente su mirada albina en la de él. Pronto las varoniles manos rodearon sus amplias caderas, para luego delinear su contorno subiendo hasta la delicada cintura. Hinata lo escrutó tímidamente, transformándose, toda ella, en curiosidad. Quizás estaba equivocándose, pero le pareció que los negros ojos resplandecían como las luces lo hacen con el mar. Nunca había visto tanta expresividad en él. Era algo que iba mucho más allá del rencor, del odio o la venganza; exhalaba sentimientos positivos, radiantes, quizás incluso había un dejo de ternura en su semblante. Hyuga supo entonces que podría mirarlo toda la noche sin cansarse. No era una exageración idealizada, puesto que ese hombre, regularmente frío y distante, ahora la observaba con una calidez encantadora, como si ella en verdad le fuese alguien muy preciada. Estuvo segura que esa forma de mirar no podría olvidarla durante el resto de sus días; que no podría desterrarla aunque lo intentase mil veces. De repente, el latido de su corazón fue extendiéndose por el resto de su ser, haciendo que sus emociones escalaran todavía más. Sensaciones que le eran desconocidas comenzaban a despertar. ¿Qué era aquella fuerza magnética que le impide despegarse de él? Al frente de ella, tenía el paisaje más hermoso que había visto en toda su vida: las estrellas titilando, el plenilunio destellando, el salvaje mar ondulando, pero todo eso no se comparaba al universo de emociones que veía en esos ojos brillantes. Ni siquiera el firmamento podía competir contra la hipnótica fuerza que el guerrero le producía.
Uchiha alzó su diestra para tocar las coloradas mejillas con cariño, con afecto. En su ser comienza a propagarse el deseo, mas se trataba de un deseo verdadero, del alma misma. Para su gran sorpresa lo que siente es algo que iba mucho más allá de la pasión física. Le parecía inconcebible, pues, tal como argumentó en los inicios de la tarde, siempre esbozó que el amor sólo era una estupidez. ¿Pero entonces qué rayos era lo que esa chica le estaba provocando? ¿Por qué comenzaba a visualizar un futuro que la incluía?
—Demonios, ¿por qué tienes que ser tan hermosa por dentro y por fuera? —en ningún caso sus palabras fueron un halago, todo lo contrario: era una queja rellena de frustración, con palpitante rabia.
—Sasuke... yo... —musitó conmovida más allá de cualquier expresión facial. Definitivamente es amor lo que siente por él. Se lo expresa claramente su corazón a través de la incandescencia que adquiría su sangre por tenerlo tan cerca. Sólo había pasado poco más de una semana a su lado, pero el tiempo poco importaba para enamorarse. E importaba todavía menos cuando ambos habían vivido una situación tan extrema como superar una terrible guerra de odio.
Inclinándose, Uchiha disminuyó la diferencia de alturas hasta que sus frentes quedaron tocándose. A la vez que jadeaban un sinfín de emociones arrebatadoras, sus labios se acercaron hasta llegar a sólo cinco centímetros de separación. Embrujados por los sentires que brillaban en ellos, los ojos de contrario color se negaban a cerrarse, mirándose fijamente como si no pudieran hacerlo nunca más. El lenguaje que exhalaban sus cuerpos gritaba por cada recoveco lo que ambos ansiaban: el primer beso. La primera manifestación de la pasión que los hechizaba cual conjuro de amor.
Cuando Sasuke acercó aún más sus labios, los ojos albinos buscaron la boca masculina. Hinata sintió que su rostro se encendía aún más, que cuando el guerrero la besara ella respondería con más ganas que las de él. Todo su cuerpo burbujeaba como si tuviera una colmena de abejas creando miel bajo su piel; como si efervescente espuma de mar corriera a través de cada una de sus venas.
«¡No la beses! ¡Es una maldita Hyuga, la descendiente de quienes te quitaron todo!». Tal como le susurra el lado más oscuro de su mente, debería pensar en ella como si fuera un veneno, un tóxico aberrante del cual renegar, pero tenía tantas ganas de besarla; tantas. Hyuga se veía tan pura, tan deseable, tan hermosa.
Son tan contradictorias las pasiones humanas; tan incomprensibles. Eran terribles las tempestades de hielo en las naturalezas impulsivas. Sasuke había aprendido a ser frío para defenderse del mundo, pero su verdadera personalidad, la del niño, era abierta, alegre y apasionada. Con el resto de gente ya jamás sería de esa manera, ¿pero podría con Hinata volver a ser quien fue alguna vez? Pese al conflicto desatado en su interior, logra exterminar de raíz aquella voz que intenta reanudar su nocivo rencor. Aquel sombrío susurro que le recuerda que es una Hyuga no volverá nunca más. Ella es mucho más que una integrante de aquel clan: es una persona noble, una mujer excepcional que resplandece preciosa bondad. Hinata es el antídoto a su dolor, la anestesia a su sufrimiento, el remedio que derrota al odio, la felicidad que pulveriza su tristeza. Ella es lo mejor que existe en el maldito mundo.
¡Lo mejor!
Sin contenerse más, la besa como si fuese un dios y un demonio al mismo tiempo. Instantáneamente, el calor ígneo que ambos sienten se vuelve voluminoso en sus bocas. Ella jamás ha dado un beso y tuvo miedo de decepcionarlo, de arruinar el momento, pero Sasuke ni siquiera le da el tiempo para sentir dudas por más de dos segundos. La devora de tal forma que la joven se deja llevar sin miedo por la impetuosidad del guerrero. Guiada por él, enlaza su lengua con ansias, con adrenalina fluyendo a flor de piel, con amor recorriéndole cada fibra. A medida que avanzan los segundos, ángel y demonio se incendian de pasión el uno al otro, maximizando el placer que se propaga por cada uno de sus sentidos aumentados por el deseo. Sin siquiera darse cuenta, Hinata rodeó con sus brazos el cuello de quien le provocaba tantas cosas, creando una cárcel que no le permitiera escapar jamás. Pronto sus curiosos dedos se encontraron disfrutando de los negros cabellos, mientras profundizaba aún más su inexperto pero apasionado beso. La afrodisíaca sensación anula sus juicios y exploran sus bocas como si fuesen bestias hambrientas. Succionan, masajean, muerden labios, acarician encías inclusive. Ambas conciencias iban nublándose velozmente, siendo arrebatadas por la potencia del instinto primario. Gracias a éste, Hyuga fue desprovista completamente de su habitual timidez a la vez que una cadena de reacciones espontáneas le erizaba cada capa de su piel. La colosal química que existe entre ellos se desborda de una manera tan increíble que comienzan a necesitarse con infernal desesperación. ¿Era normal sentir tanto con un beso?
—Hinata... —contra sus labios, la fémina se estremeció al escuchar su nombre dicho de esa manera por él. Había tanta necesidad, tanto apetito, una agonía tan grande de emoción y deseo que la sobrecogió completamente.
Aumentando su tamaño paulatinamente, ella sintió su reacción de hombre contactándole el vientre. Por un segundo pensó en desapegarse, pero, impulsada por una fuerza instintiva superior a su propia voluntad, se apretó más contra él para sentirlo todavía mejor. A velocidad fulminante, una corriente poseyó sus senos, misma que despuntó sus pezones de una forma notable. Menos de un segundo después, la misma descarga eléctrica recorrió salvajemente su entrepierna, haciéndola arder de una manera alucinante. Enseguida más oleadas constantes de calor arribaron, sorprendiéndole la velocidad a la que estaba reaccionando su cuerpo. No podía creerlo, pero ambos ya estaban completamente excitados; total y absolutamente calientes.
Mientras bebía el aliento de su ángel como si fuera brisa vernal, Uchiha dio cuenta de lo rápida que había sido su erección. Mucho más veloz que cuando intentó violarla. ¿Realmente la conexión emocional que sentía hacia ella incidió fisiológicamente en él? Le era muy complicado aceptarlo, pero asomaba como una gran verdad que ahora Hinata le provocaba un deseo mucho más vívido y profundo que lo sucedido hacía más de una semana. Era como si el éxtasis del amor se hubiese fusionado con el deseo de una forma perfecta.
El hambre carnal los obliga a seguir devorando sus bocas como si el fin del mundo ocurriera al amanecer. Las hormonas se desbocan y las feromonas se vuelven una nebulosa que exacerba el instinto hacia cimas sorprendentes. Uchiha la llevó hacia el mástil lateral para evitar la mirada indebida del vigilante nocturno o algún noctámbulo inoportuno. Extraviando el control de sus acciones, el guerrero llevó sus manos hacia los glúteos de quien le robaba el corazón y la joven, perdida también, respondió contactando los marcados abdominales con sus ansiosos dedos, recorriéndolos sin tapujos. Las respiraciones son agitadas, alteradas, anómalas; cada aliento desnudando sus ansias por consumirse, devorarse, fusionarse. Caóticos jadeos mezclados con suspiros, corporeizaron su gozo en el magnificente ambiente océanico.
Ya no había barco, no había luna, no había estrellas, no había nada que no fuera el calor incandescente de sus cuerpos, sus labios consumiéndose por la combustión de la satisfacción, el instinto sublimado hasta extinguir a la molesta racionalidad. Ya no querían ser dos seres humanos conscientes; dos animales en celo deseaban volverse.
Definitivamente esta noche había sido hecha para ellos, para que un Uchiha y una Hyuga dejaran todos los rencores a un lado. Quisieran eternizar este maravilloso momento que deshace odios y venganzas; que estar así de juntos nunca acabara. Sólo ella y él viviendo sus sentimientos por el resto de sus días, manteniéndose tan unidos que ya ni siquiera supieran donde comienza un cuerpo y donde el otro. Las emociones de ambos fluctuaban de manera frenética entre lo tierno y lo pasional, enceguecidos por la cercanía del otro. Parecía que cada una de sus células estuvieran comunicándose lanzando señales eléctricas; cada poro que los componía anhelaba contactar al otro ser. Necesitaban tocarse, acariciarse, excitarse todavía más. Convertirse en prometidos, pero esta vez volviéndolo una verdad indeleble.
Inspirado por su preciosa musa, Sasuke se abandona a sí mismo para besarle las mejillas, el mentón, el puente de la nariz, la frente, las cejas, el cuello, los hombros; había una desesperación inaudita manifestándose a través de veloces ósculos sucesivos. Quería depredar cada parte de su cuerpo, succionarla, morderla, alimentarse de su sudor, de sus lágrimas, de su excitación. Quería engullir a Hinata, devorar su ser por completo. Llegar hasta las últimas consecuencias en este mismo lugar. Ansiaba vulnerar su vagina con la brutalidad de un demonio. Penetrarla como un animal salvaje; introducirle su orgullo de macho hasta el rincón más profundo de las entrañas que la hacían mujer. Aunque intente negarlo, Uchiha la ama y no puede evitarlo. Pero aunque sienta algo tan enorme, igualmente quiere aprovecharse de ella. Sí, eso es lo que quiere ahora mismo: gozarla, subyugarla, devorar su virginidad como un energúmeno, marcarla de por vida como su primer hombre para que jamás pueda olvidarlo en el resto de su existencia. Eso quería, eso ansiaba. La ama, quiere cuidarla y protegerla, mas no podía negar sus ansias animalescas de poseerla, de hacerla pedazos, de horadarla y ensartarla hasta inundarla profundamente con su eyaculación. Eso quería el demonio que habitaba en su interior; violar su inocencia como un íncubo no dudaría en someter a un ángel. Sin embargo, para su sorpresa, también quiere hacerla explotar de placer, hacerle ver estrellas multicolores en el firmamento de sus pensamientos, que disfrute la unión de sus sexos tanto como lo haría él. Su siniestra abandonó la nalga que antes apretaba para abrir el botón que abrochaba el pantalón de ella. Sus dedos tocaron el tirante de las bragas, colándose rápidamente en la zona más íntima de la doncella a fin de ascenderla hacia un nuevo plano existencial. Al instante, pudo sentir claramente la jugosa súplica del cuerpo femenino por tenerlo entre sus piernas. Fue sólo entonces que Hinata venció la niebla de placer que oscurecía su razón, consiguiendo hablar en un hilo de voz.
—Sasuke... —masculló entre jadeos —, n-no quiero que pienses que soy una chica fácil, q-que soy una cualquiera —su tono fue temeroso, dubitativo.
Él dejó de succionar su cuello, tomó la mandíbula de ella con la mano libre e hizo que blancos y negros se contactaran.
—Nunca pensaría mal de ti, Hinata —fue la instantánea respuesta, abrumadora por su tremenda seguridad —. Confía en mí —aunque no agregó nada más, ella podría haber jurado que leyó en sus radiantes ojos «porque no te dañaré».
Pronto, la hermosa joven sintió los dedos de él contactando su punto más sensible. Acorralada contra el mástil, tiritó de placer al ser masturbada hábilmente por quien la enamoró sin pretenderlo. Hinata había perdido la batalla contra el placer. La civilidad, caída ante la verdadera naturaleza del ser. La boca de Sasuke devorando su efervescente piel cervical, los temblores uterinos de placer que comenzaban a recorrerla, las invisibles feromonas flotando en el aire, la ansiosa humedad que los dedos masculinos propiciaban... Necesitaba seguir descubriendo la satisfacción sexual, el gozo carnal, el deseo de llegar más allá. Enfervorizada por la sobredosis de sensaciones, sintió un angustioso vacío en su vagina, la cual le suplicaba ser llenada por la enorme virilidad que se frotaba contra un lado de su vientre, repletándola de ansias. Sentir por fuera los dedos de Uchiha no era suficiente, precisaba mucho más. A ese punto de locura estaba llegando, a ese grado de necesidad la hacía llegar la química producida por él.
—Sasuke, te quiero demasiado. Aunque sea una locura, incluso siento que ya te amo... —impulsada por el corazón, la boca se independizó del cerebro. Quizás era muy pronto para decirlo, pero era tanto el afecto que la agobiaba en este mismo momento que necesitó expresarlo o le terminaría consumiendo el alma. Precisaba hacerle saber su pasión, hacerle saber que el amor verdadero sí existía.
Al instante, el guerrero se congeló como si el cero absoluto lo hubiese abrazado de repente. Toda la inmensidad que significaba un «te amo» prodigado por un ángel, hizo que gradualmente fuese despertando del trance que lo poseyó. Esa declaración fue la llave que abrió las puertas de su razón; el conjuro que logró encadenar nuevamente a la bestia. Alejó su faz, quitó sus dedos de la jugosa feminidad y su mirada derivó hacia un cariz mucho más frío en cuestión de segundos. Necesitó inspirar y exhalar dos veces para invocar la calma que había sucumbido ante el deseo.
Hinata, al percibir la ausencia de movimientos, abrió sus párpados al comprender que sus palabras habían desencadenado algo imprevisto en él. Atreviéndose a indagar la verdad, dejó de lado el fogoso calor que transformó su sexo en agua y preguntó con voz tambaleante: —¿Tú me amas, Sasuke? ¿Me quieres por lo menos?
—No —fue la instantánea respuesta.
Parpadeando un trío de veces, la fémina salió del mágico ensueño recién vivido. Sintió su frente ocupada por mechones e intentó despejarlos, aunque la realidad era que no tenía ninguno; seguramente lo que quiso quitar fue la decepción que se apropió de sus pensamientos. Pronto tomó conciencia total de la locura irrefrenable que habían vivido, sonrojándose de una manera prácticamente fosforescente. ¿Cómo se pudo dejar llevar de esa manera? Una chica virginal como ella, siempre recatada por su estricta moral, había caído en una vorágine imparable de deseo descomunal. ¿Esto era todo lo que el amor podía provocar? ¿Esta era la química avasalladora que sólo había leído en libros de carácter romántico? Santo cielo, su sexo incluso estaba cremoso por la fulgurante excitación que aún seguía palpitando. La negativa de Sasuke a su pregunta pudo resultarle devastadora, pero provocó el efecto contrario; ahora lo sabía mejor que nunca: ella le provocaba sentimientos profundos a Uchiha. Era recíproco, ya estaba completamente segura. Antes él intentó violarla por venganza, pero ahora, en cuanto le dijo que lo amaba, no se atrevió a ir más allá. Tal cosa sólo podría deberse al deseo de cuidarla, a las ganas de protegerla incluso de sí mismo, al hermoso sentimiento que se llama amor.
—Estás mintiendo.
—Si eso quieres creer es tu problema, pero la verdad es que absolutamente nada siento por ti.
Esa mujer conseguía que su existencia alcanzara un hermoso sentido, pero todavía tiene demasiada oscuridad en su corazón y por lo tanto terminaría haciéndole mucho daño. Si el sentir que ella le engendra no fuese tan grande le sería mucho más fácil seguirla besando, mucho más fácil seguirla tocando, mucho más fácil hacerla suya sin ninguna clase de reparo. Usarla para su propia satisfacción, convertirla en un simple objeto de placer, deshumanizar el sexo del mismo modo que lo hizo con Karin. Sin embargo, a Hinata la quiere y eso lo cambiaba todo; esa era la única e irrefutable verdad. ¡La quiere, maldita sea! Sin más, comenzó a caminar hacia las escaleras que llevaban a su camarote para sacar sus cosas. La joven tuvo la suficiente fuerza de voluntad como para tomarlo de la mano a fin de detener su trayecto, lo cual lo sorprendió.
—Sé que estás mintiendo.
—Suéltame, Hinata —exigió con su voz más hostil, a lo que ella obedeció siendo azotada por la sorpresa —. ¿Crees que cambiaré, me volveré un hombre noble y te amaré eternamente, formaremos una familia y viviremos felices por siempre? ¿Que te diré «te amo» y estupideces como esas? Deja de ser una niña idiota, deja de ser una maldita ilusa. Lo único que me genera una patética mujer como tú es lástima.
Pese a la crueldad que intentaron las palabras masculinas, el semblante de Hinata no tambaleó. Uchiha fue sorprendido por lo mismo, aunque se contuvo de expresarlo.
—Tendrás que hacer mucho más que eso si quieres dañarme —irradió una fortaleza sin precedentes en ella —. En vez de ponerte agresivo deberías ser honesto contigo mismo y decirme la verdad.
Él apretó ambas manos esta vez. Se resignó a que Hyuga no sucumbiría a mentiras ni palabras dañosas. Era la desventaja de que ya lo conociera bien o de lo poco creíble que cambiara su actitud de un segundo a otro. Hinata cada vez sacaba más carácter, cada vez se hacía más fuerte. Eso le gustaba. Demonios, le gustaba mucho.
—Nunca debí aceptar viajar contigo —sentenció él sin girarse, aunque bajando el tono y el volumen de su voz.
—¿Por qué lo dices?
—Lo que nos separa es mucho más fuerte que lo que nos une. Así debe ser. Así será siempre.
—Si lo que dices es cierto... ¿e-entonces por qué siento una conexión tan grande contigo? Sé que tú también la sientes, no me lo niegues. Sé que te significo mucho más de lo que quieres aceptar.
Él cerró su puño izquierdo con mucha fuerza, como si fuese a dar un golpe con él. Se acercó al mástil que antes cobijó la espalda femenina y desató su rabia golpeándolo. Masculló una maldición mientras Hinata, preocupada, dirigió su mirada hacia sus nudillos. El golpe había sido fuerte, mucho más de lo conveniente; tenía que estarle doliendo a menos que Sasuke estuviera hecho de metal en vez de carne. Él abrió la mano, volviendo a hablar después de eso.
—No quiero tener una conexión así ni contigo ni con nadie.
—¿Pero por qué? ¿En verdad todavía me odias por ser una Hyuga? —su cara formó un mohín de inexorable pesar.
Él suspiró con hastío. —¿Cómo podría odiar a una mujer tan pura como tú? No, Hinata, para mi pesar ya no podría sentir eso por ti. Lo único que podría odiar es no haberte conocido antes.
—¿P-por qué lo dices? —el nudo de emoción que afloró en su pecho escaló hasta las cuerdas vocales, haciéndolas tartalear.
—Porque conociéndote antes mi vida pudo ser distinta, pero ya es demasiado tarde —exhaló pesar en un sonoro jadeo.
—No es demasiado tarde —renegó sintiendo el dolor de Uchiha como si fuese suyo —. De verdad, todavía no lo es. Podrías verme sólo como un objeto sexual como lo haces con Karin, pero no es así. ¿No te das cuenta de lo noble que estás siendo conmigo ahora mismo? Si eres así de noble con esto, puedes serlo en otras cosas también. Eres tan joven como yo, puedes darle un giro a tu vida y yo puedo ayudarte. Déjame hacerlo, por favor. Yo te quiero, Sasuke, te quiero y no puedo evitarlo. Mi familia, mi primo, mi padre, mi hermana, deben estar maldiciéndome ahora mismo donde sea que estén, pero no puedo evitar lo que siento.
Conmovido, el soldado tuvo que aceptar lo siguiente: el ángel que tenía enfrente le hacía sentir que vivir valía la pena; ella le hacía sentir que existir en un mundo tan maldito como este sí tenía un sentido. Volteándose hacia la joven, apegó su delicado rostro a su hombro. Acarició los cabellos femeninos, suspirando sin disimulo. Nada sacaría con seguir su intento de engaño, pues ella había desnudado su alma completamente.
—Hinata... te respeto, te admiro y, maldita sea, incluso siento algo por ti —lo dijo friccionando sus dientes —, pero precisamente por eso es que no puedo estar contigo. Nada puede nacer de un corazón lleno de odio como el mío. Todavía estoy repleto de furia, de ansias de venganza, de hacer sufrir a quien se me ponga por delante. No quiero dañarte, no quiero hacerlo porque no te lo mereces, así que la mejor forma de cuidarte es alejarme de ti. Yo no soy el hombre que alguien como tú necesita; he hecho cosas tan malvadas que ni siquiera me atrevo a contártelas porque sufrirías mucho si las supieras —recordó el momento en que le sacó lentamente el ojo a Hiashi, entre otros actos iguales o peores. Formuló la idea de contarle todo, incluidas las torturas que le había realizado a su progenitor, pero no quería verla sufrir por un tipo que en realidad era despreciable —. Estar conmigo es lo peor que podrías hacer en tu vida. Tienes que entender que conmigo sólo sufrirás.
Ella envolvió la cadera masculina en un sentido abrazo.
—A-agradezco tanto tu preocupación, pero eso sólo me hace confirmar que me quieres de verdad, sólo haces que me enamore todavía más de ti. Todos queremos huir del dolor, lo sé, pero si hiciera lo que me dices perdería a alguien que vale la pena. Por escapar del dolor puedes perderte de cosas que valen mucho la pena. Y sé que hiciste cosas horribles por venganza, pero también siento que deseas cambiar el rumbo, que deseas redimirte. Yo sé que hay alguien bueno habitando en tu interior. Lo sé porque me lo has demostrado —sus ojos se volvieron acuosos —. Ahora mismo tu preocupación me verifica que tienes bondad en ti. Podemos cambiar el dolor por felicidad, podemos hacerlo —apegó más su cabeza al hombro —. Sé que será un proceso largo, sé que esto será muy difícil, pero confío en ti, confío en el futuro que podemos tener juntos.
Sasuke negó con su cabeza.
—Quiero hacer lo correcto después de todo el mal que he causado y lo correcto no es que estés con un demonio como yo. Alguien como yo no te merece, alguien como yo sólo te hará sufrir, alguien como yo nunca podría hacerte feliz. Sé que no lo entenderás ahora, pero un día lo harás. Créeme: un día lo harás —dicho esto, le dio un beso que iba acorde a la pureza de ella: uno en la frente. Sus ojos de tono ébano estaban tan emocionados que brillaban. Luego volvió a alejarse, reanudando los pasos hacia su camarote.
Divergentes sentires recorrieron a Hinata, mas no había tristeza en su ser. Él la amaba, definitivamente la amaba tanto como ella a él. Sólo era cosa de tiempo para que terminara aceptando sus sentimientos, sólo debía tenerle paciencia, pero cuán difícil era convertir a ésta en una aliada cuando lo único que en realidad quería era besarlo de nuevo como una maldita loca, arrojarse a sus labios como si no hubiera un mañana. Necesitaba darle el último empujón para hacerle ver que alejarse era un error que ambos lamentarían. Mientras su alma se derretía de afecciones, una pequeña pero briosa sonrisa brotó en su faz. Decidida, bajó la escalera, entró al pasillo y dobló la curva izquierda para quedarse afuera del camarote. Las últimas palabras del guerrero agitaban su mente, buscando fervorosamente lo que podría hacer caer sus argumentos y cambiarlo todo. En cuanto halló la réplica exacta, abrió la puerta para ir en aras de la felicidad.
—Te equivocas —dijo apenas entró a la habitación. Uchiha estaba cerrando su maleta cuando se giró a verla con la misma en las manos —, la mejor forma de cuidarme no es apartarte: es quedarte conmigo. Si sientes que no me mereces, entonces conviértete en un hombre que sí me merezca. Si sientes que me harás daño, entonces lucha para no hacérmelo. Si crees que me harás infeliz, entonces vuélvete una mejor persona para que suceda todo lo contrario. Alejarte de mí es el camino fácil y sé que tú no eres de los hombres que toman ese camino. Cuídame, pero no alejándote, sino quedándote conmigo —avanzó cuatro pasos, envolviendo la mano que él tenía libre con las dos suyas. Sus emociones se liberaron a través de las lágrimas que recorrieron sus mejillas. Cerró sus ojos y, mientras su mentón tiritaba, desnudó su alma ante él —. Sé que es pronto para decirlo, pero es lo que de verdad siento en mi corazón: estoy enamorada de ti y voy a demostrarte que el amor verdadero sí existe, que no es sólo una tonta ilusión.
Sasuke no podía creerlo, pero sus ojos empezaron a diluirse como azúcar en agua. Probablemente muy pronto algunas lágrimas se derramarían. No podía entender como la chica que tenía enfrente podía invadir su espíritu con una facilidad tan pasmosa. Las entrañas de su corazón se revolvían cual torbellino, dado que sólo ella podía provocarle ese tipo de emociones tan memorables e intensas. Únicamente ella. Sintiéndose completamente vulnerable, tensó sus mandíbulas y cerró los ojos que comenzaban a escocerle. Hinata era increíble, la mejor mujer que podría encontrar en el mundo entero. Sin embargo, ella no conoce la verdad, no vio todo lo que hizo, no sabe que su padre ha sido torturado de una manera atroz. No dudaba que ella lo amara porque él también sentía algo demasiado grande, algo que sólo se podía definir como amor. Sin embargo, el sentir de Hinata no se sostendría en el tiempo cuando supiera la verdad. No quería hacerla sufrir, pero era el momento de revelársela.
—No le causé daño a inocentes, pero hice sufrir espantosamente a quienes debían rendirme cuentas —mencionó de improviso, a lo que Hinata abrió más sus luceros —. Respecto a tu clan, a los jóvenes como Neji les di una muerte rápida y honorable en combate, pero a quienes sí participaron en la emboscada y me persiguieron por tres meses, disfruté mucho torturándolos —ella soltó el enlace que había formado con la mano masculina —. La ley del talión es poco ante todo lo que hice yo. A unos les quemé las manos y corté sus espaldas; a otros les fracturé las piernas y desollé partes de sus cuerpos; y a todos les saqué los ojos, para finalmente matarlos quitándoles el corazón en vida —las facciones de Hinata se tensionaron tanto que dieron la impresión de reemplazar la piel por nervios expuestos al aire libre. Una expresión de pavoroso horror se congeló en sus ojos —. Te parecerá poco creíble, pero te aseguro que es una verdad absoluta: cuando extirpaba rápidamente sus corazones, éstos seguían latiendo aceleradamente en mi mano durante varios segundos.
—N-no sigas, por favor. N-no quiero escuchar eso —chilló de tal manera que una cuchilla pareció haber estado desgarrando sus cuerdas vocales. Rápidamente se tapó los oídos mientras su rostro se desfiguraba de dolor. Retrocedió unos pasos y apegó su espalda a la pared, deslizándola hasta tocar el suelo. Entonces se acurrucó con la cabeza gacha, mientras recuerdos con sus familiares de más edad se sucedían a una velocidad infernal.
—A los militares y a los civiles que identifiqué persiguiéndome inagotablemente, también los torturé sin contenerme —aumentó el volumen de su voz para que siguiera oyéndolo —. A unos los decapité, a otros los desollé, a otros los destripé, siempre lentamente. Disfrutaba haciéndolo, gozaba los gritos de dolor, las súplicas desesperadas llamando a sus madres, padres y hermanos —su voz se volvió notablemente oscura, como si todo el odio estuviera renaciendo nuevamente.
—¡N-no quiero seguir escuchando! —agobiada por el peso de la verdad, tembleteó de pies a cabeza mientras la mayoría de sus músculos se contraían como si gélida escarcha les cayese encima.
—Violé analmente a cuatro mujeres que reconocí muy bien pese a cuantos años habían pasado. Las violé de una manera tan bestial y mastiqué tanto sus cuellos y hombros, que recordarán por el resto de sus malditas vidas el error que cometieron al perseguir a un niño para darle muerte.
—Sasuke... por favor... —suplicó que se detuviera mientras respiraba con marcada dificultad, apenas proveyéndose de aire.
—Tienes que saber la verdad, Hinata. Tienes que darte cuenta de quien soy yo en verdad —se dio una pausa en que Uchiha necesitó tragar saliva al sentir la garganta reseca. Después de eso, su voz abandonó el sadismo que estaba proyectando —. Tu padre está en el ala este de mi mansión —a lo dicho, ella fue abrazada por la perplejidad más abismal —. Le saqué un ojo lentamente, encargándome de que sufriera lo máximo posible, para después dárselo de comida a uno de mis perros. Leonidas, el can que sobrevivió, fue precisamente quien se lo comió. No sólo eso le hecho al imbécil de Hiashi: también le he provocado terribles heridas con navajas y he quemado su espalda y piernas. También iba a cortarle sus extremidades derechas hasta que tú me hiciste reaccionar esa noche que no clavaste el cuchillo.
Hinata quiso decir algo, pero la angustia deshizo sus cuerdas vocales. Sólo gemidos de sufrimiento surgieron. Su faz se había transfigurado completamente, arrugándose de una manera anormal. Todo estaba derrumbándose dentro de ella. Sabía que él había hecho cosas terribles, pero conocer los pormenores desde su propia boca, enterarse que su padre había sufrido cosas semejantes, era un impacto difícil de aguantar. Sus ojos querían vaciar todo líquido hasta convertirse en algo tan reseco como la arena de un desierto.
—No quería decirte los detalles porque ibas a sufrir mucho, pero esa es la verdad y tienes que saberla. Sin embargo, mi odio no nació de la nada; fueron tu clan y tu patria quienes lo crearon. A ti no te mataron a tu familia sin piedad siendo sólo una niña, no te dieron cacería por tres meses incansablemente, no tuviste que vagar por los bosques escapando con terror cada día, no estuviste en los huesos porque no hallabas nada que comer, no pasaste días sin dormir porque si lo hacías te cazaban peor que a un animal, no sufriste un frío horrible cada noche porque no tenías una simple cobija. Tu padre ni siquiera se arrepiente de lo que hizo —ella inundó sus lacrimosos ojos en abrumadora sorpresa —, ¿por qué tendría que hacerlo yo? No, Hinata, no me arrepiento de mi venganza, lo único que en verdad lamento es haberte causado daño a ti. Tú no te lo merecías —por primera vez su voz se quebró, volviéndose más aguda y trémula; casi irreconocible —. Aprecio mucho que quieras ayudarme, pero eres una chica demasiado buena, gentil y pura como para estar con un ser tan oscuro como yo. Un corazón tan noble como el tuyo no merece a uno tan sádico como el mío de acompañante —su voz, su semblante, su mirada, todo tembló en dolor —. En muy poco tiempo me hiciste sentir una felicidad incalculable. Estar entrenándote, consolarte mientras lloras, protegerte, todo eso ha sido hermoso, realmente lo ha sido. No sabes cuanto me habría gustado intentarlo, tu bondad incluso me hizo soñar que podía ser alguien mejor, que podía haber redención para alguien como yo, que podía ser feliz junto a ti, pero mi pasado cruel no puede ser borrado. Después de todo lo que hice, ya es demasiado tarde —de sus ojos acuosos brotaron un par de lágrimas que ella vio caer —. Ambos debemos reconocer que esto ha sido sólo un cuento de hadas. Todos los sueños terminan y éste se acaba aquí. Es hora de despertar, Hinata.
Severamente acongojado suspiró profundo, removió con sus dedos las lágrimas sin derramar, esperó unos segundos para recuperar la compostura y abrió la puerta para dejar atrás el camarote.
Continuará.
