Hola estimadas/os lectores! Espero que sus parejas (quienes tengan) estén muy bien y a salvo del covid. Este es otro capítulo que, durante el último tercio, me emocionó muchísimo escribir. Una vez más me ha sorprendido la enorme química que me provoca esta pareja, nunca imaginé que sería así o sino habría llegado antes al fandom Sasuhina :P. Y no sólo por ellos en sí, sino también por las increíbles lectoras y lectores que tiene. Agradezco de manera gigante cada uno de sus comentarios; ya respondí a todos quienes tienen cuenta y a quienes no la tienen les agradezco muchísimo por aquí. Todos ustedes son una maravilla y han hecho que esta pareja me encante todavía más. La motivación que me dan a través de sus reviews es sencillamente genial.

En este capi, un poco antes de la mitad, vuelvo a confrontar las visiones y filosofías de vida radicalmente distintas que tienen Hinata y Sasuke. Ojalá les guste leerlo tanto como a mí escribirlo :)


Abrazándose a sí misma mientras su espalda seguía afirmada contra la pared, Hinata se mantuvo llorando por un tiempo que no sintió pasar. La opresión que había en su pecho no le permitía respirar normalmente, por lo que necesitó abrir la boca por minutos enteros para ingerir oxígeno en una proporción adecuada. Cayó en llanto por un prolongado tiempo, desahogando así el punzante sufrir que sacudía sus entrañas y alteraba su ritmo cardíaco. Las palabras de Sasuke habían sido cuchilladas que habían atravesado su dualidad cuerpo-alma como mantequilla. ¿Cómo se podía reaccionar ante todo lo dicho? Era una situación por la que nadie debería pasar, una coyuntura demasiado compleja y dolorosa. Su amor hacia él había sido herido de muerte; después de lo escuchado sería incapaz de mantenerlo vivo. Quisiera o no, sus sentimientos estaban condenados a desaparecer. Desde un principio Sasuke siempre tuvo toda la razón: era imposible que pudieran tener un futuro juntos.

Se quitó los zapatos y los calcetines, dejándolos a un lado de la puerta. Caminó hacia el baño, se sacó los pantalones, se bajó los calzones y, aunque ya no sentía húmedo su sexo por la excitación anterior, igualmente utilizó papel higiénico por si acaso. Evocando fuerzas de flaqueza reunió el ánimo de lavarse los dientes, para luego colocarse el camisón de dormir, aunque dudaba mucho que pudiera entrar al mundo onírico. Probablemente se desvelaría hasta el amanecer. Miró hacia la cama y fue entonces que, encima de ésta, encontró una hoja suelta que tenía un mensaje de Uchiha: «No olvides trabar tu puerta. Y mañana acude con el doctor para que te haga un chequeo médico».

Suspiró mezclando sentires dispares. Él realmente se preocupaba por ella; por lo mismo le había contado toda la verdad.

Agarró el par de libretas negras que estaban sobre la cama; una resultó ser la guía de esgrima y la otra estaba en blanco. Extrajo el tintero, acomodó la silla cerca del pequeño buró y se dispuso a escribir en el cuaderno virgen con su izquierda. Sasuke se lo había encomendado como parte de su entrenamiento y este era el momento más propicio para iniciar su tarea. Necesitaba desahogar todo el dolor que cargaba su pecho y, a falta de alguna amiga confidente, la única forma de hacerlo era escribiendo. Siempre quiso tener un diario de vida, un lugar de confesiones e intimidades que nadie más podría ver, pero su vivir le parecía tan rutinario y poco emocionante que desechó tal idea. Sin embargo, ahora su destino había dado un vuelco total, experimentando un sinfín de cosas impactantes en poco más de una semana. Si comenzara desde que conoció a Sasuke, podría ocupar incontables páginas relatando los sucesos. Cuando por fin estuvo lista empezó a escribir con su zurda, descubriendo rápidamente que era más difícil de lo que imaginó en un principio.

No sé qué hacer, no sé qué pensar, no sé cómo reaccionar. Las lágrimas me agobian y estoy hipando de angustia. Me costará mucho dormir esta noche. Tengo un tornado de sentires revolviéndose en mi interior. Acabo de recibir mi primer beso, pero el hombre que me lo dio me ha llevado desde el paraíso hacia el infierno en cuestión de minutos. Hace poco sentía una conexión tan increíble con él y ahora, en cambio, nuestras almas navegan a cientos de kilómetros la una de la otra. Y seguirán distanciándose aún más...

Después de todo lo que hizo, ¿puede haber redención para un hombre como Sasuke? ¿Es demasiado tarde ya? Esas son las preguntas que martirizan mi mente, me sacan llanto y me provocan sentidos sollozos. El dolor es inexpresable, pero sé que él también lo siente. Un hombre tan orgulloso como Uchiha, que jamás había derramado lágrimas en tantos años, ya lo hizo dos veces conmigo. Eso es porque sí tiene empatía latente, porque sí posee bondad. Ahora que lo recuerdo, incluso cuando estaba totalmente cegado por sus ansias de venganza fue capaz de detenerse antes de violarme. Y esta noche ha preferido contenerse antes que seguir tocándome, me ha contado toda la verdad porque yo le importo mucho. Sé que me quiere de verdad, es indudable que quiere protegerme.

¿Puede el mal ser compensado por un bien posterior? ¿Está dispuesto Sasuke a volverse una buena persona?

Ojalá esta situación amorosa nunca se hubiera producido, pero uno no elige de quien enamorarse, simplemente pasa sin que puedas evitarlo. Pasa cuando te supera la química, la piel, una inteligencia que te encandila, una forma de ser que te fascina, un carisma que te encanta. Creo que enamorarse es como una entidad libre que decide a independencia de la voluntad del individuo. Yo no elegí enamorarme de Sasuke, pues si hubiese podido evitarlo juro por toda mi familia que lo habría hecho. Lo que sí es una decisión es amar a esa persona que te es especial. Aunque mucha gente suele confundir ambos conceptos, estoy segura que enamorarse y amar son cosas distintas. Enamorarse va de la mano con la química, con lo hormonal, con lo pasional. Amar, en cambio, es ir más allá de lo primero; es algo que va ligado directamente al alma, a tomar la decisión de estar con esa persona porque vale la pena estar con ella, porque te hace feliz, porque sabes que no hallarás a ninguna otra que te provoque una profundidad igual. Con Sasuke sentí algo que, por más que lo intente, no puedo describir en letras. Es algo simplemente inefable, algo que sólo puede vivirse. Nunca podré olvidar la calidez de su piel, el amor que provocó en mi corazón cada una de sus caricias, el sabor de su boca en la mía, el incendio que me causó sentir su sexo contra mi vientre, el roce de sus dedos acariciando mi zona más íntima, sus ganas de protegerme cuando dio marcha atrás, el gran cariño que había en sus negros luceros... todo ello quedará impreso por siempre en los recovecos más profundos de mi alma. Sin embargo, aunque esté enamorada de él, no puedo tomar la decisión de amarlo...

Lidiar con las atroces torturas que Sasuke hizo me resulta imposible. Me consuela saber que no dañó a inocentes, aunque eso no es suficiente. ¿Puedo aceptar su pasado tan cruel? En el fondo, todo se reduce a esa pregunta clave. Sé que es un hombre diferente ahora, pero al besarlo, al tocarlo, al querer unirme a él, siempre estaré recordando a mis familiares cruelmente torturados. Siempre sentiré que los estoy traicionando de una manera imperdonable. El respeto a mis difuntos debe ser mucho más importante que cualquier otra cosa. En la balanza de lo correcto e incorrecto, Sasuke tiene razón: lo que nos separa pesa mucho más que lo que nos une. ¿Pero por qué me duele así el corazón al seguir la decisión acertada? ¿Por qué se me quema el pecho ante la sola idea de alejarnos? Tanto estar con él como no estarlo me lastima mucho. Me duele tanto que no sé qué hacer. Estoy más confundida que nunca, eso es lo único que sé.

Me he dado una pausa larga antes de seguir. He releído lo narrado hasta ahora y apenas entendí la mitad. Usar la zurda para escribir es más difícil de lo que pensaba, pero me gusta lo novedoso que resulta. Creo que ahora estoy un poquito más tranquila, por lo menos las lágrimas se han detenido por fin. Supongo que mis ojos ya están extenuados de llorar.

Más allá de las contradicciones que fustigan mi alma, tengo que hablar con él para preguntarle qué sucederá con mi padre. Estoy segura que Sasuke sigue despierto al igual que yo; podría ir a buscarlo ahora mismo, pero no me siento con las fuerzas suficientes para hacerlo.

A la única conclusión que llegué tras escribir mis pensamientos es que Sasuke me corresponde de la misma forma que yo a él, pero no tengo más alternativa que destruir lo que siento. Ahora mismo lo extraño, pero no puedo extrañarlo. Estoy enamorada, pero no puedo amarlo. Lamentablemente es imposible estar juntos después de las atrocidades que hizo...

Hinata terminó su escritura, cerrando la libreta y dejándola a un lado. Seguir plasmando sus pensamientos y sentires sólo la haría caer en la redundancia. Se desveló pensando una y otra vez en el difícil tema. Cada vez que asomaba la posibilidad de estar con el guerrero pese a todo, su ser interno la recriminaba diciéndole que recordara todo lo que hizo contra sus familiares de más edad. La lucha en su alma era terrible, maldita, cruel, pero ya se había decidido: iba a alejarse de él.

Eventualmente agotó toda su fuerza pensando y cuando arribó el amanecer terminó cayendo en un sueño turbulento.


Esclava Sexual, Capítulo Decimonono


Sasuke quería lastimarse a sí mismo, provocarse heridas, sacarse pedazos de carne a través de mordiscos para expiar de alguna forma el tremendo sufrir que le causó a Hinata. Y si no fuera porque necesita estar en plenitud de condiciones a fin de castigar a Danzo, lo habría hecho. Verla así, destruida emocionalmente, le quemaba el pecho y le escocía el alma de una manera tan horrible que apenas era soportable. Quisiera o no, haber visto su dolor lo dañaba a él también. Nunca pensó que podría formar una conexión así de extraordinaria, jamás quiso que le sucediera esto, pues incluso estaba comenzando a cuestionar su venganza. Cerró sus puños con suma fuerza. No; cada una de sus víctimas se lo merecía. Ellos no tuvieron que vivir muchos años aguantando el terrible dolor de perder a todos sus seres queridos por un cobarde ataque a traición. No tuvieron que soportar desde la niñez algo tan pernicioso en completa soledad. No tuvieron que lidiar constantemente con horrorosas pesadillas. No necesitaron luchar contra la persistente idea del suicidio porque el sufrimiento impedía hallar un solo día de paz. Todos esos malditos tenían que recibir su castigo. Sin embargo, si pudiera volver atrás en el tiempo, lo que sí retractaría sería su nivel de crueldad. Como su hermano Itachi lo dijo en aquella inolvidable visión, el odio lo había convertido en un monstruo. Le hubiese gustado ser menos despiadado, no haber torturado, para así evitar el sufrimiento que Hinata padecía esta misma noche. Empero, no hay forma de retroceder el tiempo, lo único que se puede hacer es enfrentar las consecuencias de nuestras acciones.

Las entrañas le seguían ardiendo tanto por su brutal pasado como por causarle dolor a ese ángel que se hacía pasar por humana. Desgraciada mujer. Se estaba volviendo un maldito sentimental por culpa de ella. Él, el guerrero más fuerte, el general implacable, el temido por todo el mundo conocido y con la fama que un poderoso demonio alabaría de rodillas, se sentía cayendo por un precipicio sólo por haber visto llorando a la heredera del clan que le quitó todo.

Tensó las mandíbulas por frustración, muy decepcionado de sí mismo, mas la imagen de Hinata destrozada no podía salir de su mente. Lamentablemente así era; por lo mismo llevaba horas sin dormir. Si los vínculos pudieran corporeizarse, entonces el que ellos estaban formando era muy fuerte pese al poco tiempo transcurrido. No obstante, aún estaba en ciernes, todavía era posible destruirlo. Tenía que hacerlo ahora o más adelante sería irremisible.

«Si sientes que no me mereces, entonces conviértete en un hombre que sí me merezca». Aquella frase se repetía una y otra vez en su cerebro. ¿Podía haber redención para un hombre tan contaminado como él? ¿Podría perdonarse a sí mismo después de toda su crueldad? ¿Podría, desde ahora, esgrimir a la bondad como estandarte de vida?

Intentaba no pensar en ella, pero le resultaba una misión imposible. Le partía el corazón imaginarla llorando a raudales en este mismo momento, mas tenía plena confianza en que derrotaría al dolor. Ella había superado cosas terribles porque, aunque no lo pareciera, era una mujer muy fuerte. Incluso teniendo una personalidad evidentemente tímida, se había atrevido a revelarle sus sentimientos con una férrea voluntad. Ella luchaba por lo que sentía, por sus principios, por sus sueños, por sus ideales. Por todo ello, la admiraba de verdad. Inevitablemente sus ojos se humedecieron, aunque su tremendo orgullo se encargó de que aquello no prosperase más.

Recordó la vehemencia vivida horas atrás; al pensar en sus carnosos y rojizos labios belfos, se le manifestó un hormigueo efervescente. Llevó los dedos de su izquierda a la boca, como si realizando tal acción pudiese tocar los labios de Hinata en vez de los suyos. Su lengua emergió para saborear los últimos rastros de aquel inolvidable beso. Era el primero que la doncella daba y, como venía siendo lógico, por momentos hubo torpeza. Sin embargo, logró eclipsar la misma con la inmensa pasión que no dudó en entregarle a él.

Aunque pudiera parecerle extraño a muchos, para Uchiha un beso era más significativo que fornicar. Por tal razón nunca buscó los labios de Hyuga cuando intentó violarla. Follar podía hacerlo cualquier animal bruto, pero besar era un acto puramente humano y, por lo tanto, más importante en su propia escala de valoración. Teniendo sexo nunca se había sentido comprometido sentimentalmente con la otra persona; en cambio, con aquel exquisito beso dado a Hinata sufrió un alud de sentires que aún palpitaban a todo fulgor en su pecho. ¿Acaso existiría una diferencia de calibre similar entre copular y hacer el amor?

—Hinata...

Al decir su nombre de manera anhelante, un vacío pesaroso apareció dentro de él. Verla llorar con tanta angustia, moquiteando como si fuese una niña pequeña, le seguía desgarrando el alma. Fue tan feliz estrechándola entre sus brazos, tan feliz besándola, tan feliz viviendo intensamente lo que sentía, que le habría encantado guardar silencio sin más. Estaba consciente que contarle todo a Hinata mataría su naciente amor por él, pero ella merecía saber la verdad por más que le doliese a ambos. Por todo lo pura y noble que había sido con él, era su obligación darle una sepultura digna a sus sentimientos de enamorada, sin engaños, sin mentiras y yendo totalmente de frente. Sasuke Uchiha había sido cruel, sádico y demoníaco, pero el honor que le inculcó su hermano siempre fue algo primordial en su vida. No iba a hacerle daño a Hinata a través de un amor sustentado en una falacia.

Nunca más le haría daño. Nunca jamás.


Hinata se levantó muy tarde; aquello lo supuso apenas despertó, pero lo comprobó al mirar la hora: eran casi las cinco de la tarde. Había dormido mal y no se sentía del todo repuesta, pero por lo menos no experimentó ningún terror paranormal como antes le sucedió en el cuarto número uno. Rápidamente realizó todas sus tareas matinales. Luego, una vez vestida, su piel cervical percibió que la temperatura era más baja de lo que una tarde estival debería ser. Por suerte recordó que, previendo que el viento sobre el mar debía ser helado, había empacado una bufanda. Cuando la enroscó a su alrededor, suspiró profundo al recordar la deliciosa forma en que Sasuke besó su cuello. Nunca imaginó que éste pudiera ser tan sensible, que tanto placer pudiera surgir allí. Su rostro ya estaba haciendo ignición, pero lo hizo mucho más al evocar los dedos de él en su zona más íntima. Sacudió su cabeza a la par de sus pensamientos; debía olvidar a Sasuke y recordar lo sucedido anoche en nada la ayudaría a cumplir tal misión.

Cuando subió al puente preguntó por la ubicación del médico, llegando con él para que revisara su cabeza. Por suerte el galeno no encontró nada anormal, por lo que, dándole un par de recomendaciones, le permitió el alta. Después se volvió a encerrar en su cuarto, repasando la guía de instrucciones que Sasuke le había dejado. Se detuvo por un largo momento en el hermoso dibujo que hizo de ella; simplemente no pudo evitarlo.

La noche llegó, se calzó su bufanda nuevamente y salió a cubierta para tomar el aire fresco. No había comido nada en todo el día, pero su estómago no se había quejado de ello. Seguramente entendía que los ánimos no eran los propicios para ingerir alimentos.

Contradiciendo los sentimientos pesarosos de su corazón, hoy era día de fiesta en Jiren. Se aprovecharía que el mar estaba en bonanza, lo cual significaba muy escasos o nulos bandazos, permitiendo beber tranquilamente. Alegres tonadas de un ritmo parecido al del jazz actual llegaban a sus oídos desde la zona que correspondía al casino. Escuchó las canciones románticas entonadas por la orquesta como si fueran una cruel ironía a su situación. Le hubiese gustado bailar con Sasuke ahora mismo, como dos simples jóvenes sin trágicas historias de vida. Sí, habría disfrutado mucho conocerlo en circunstancias distintas, sin venganza ni rencores, sin que hubiese vivido esa terrible masacre que condenó su vida hacia el odio. Quizás así, de esa manera, podrían haber estado juntos.

Entre suspiros llegó a proa. Por alguna razón que no supo interpretar, Hyuga no quiso elegir la misma banqueta de anoche. Se sentó en una ubicada más atrás y se distrajo viendo a unos niños jugando al escondite, inquietos como solían serlo. Cuando éstos se fueron observó disimuladamente a un par de parejas besuqueándose. Fue entonces que percibió unos pasos detrás suyo, deseando que se tratara de Sasuke, mas ya conocía su forma de caminar perfectamente. No era él, pues quien se le acercaba daba pasos más cortos y rápidos. Sin voltearse, apostó mentalmente que debía ser ella: Karin Uzumaki. Al escuchar su voz confirmó que había acertado.

—Hola, Hinata —colocándose por delante saludó en tono alegre, aunque sin esbozar sonrisas —. El médico a bordo me preguntó por ti en la mañana porque deseaba revisarte, pero no pude decirle donde ubicarte porque yo no sé cuál camarote ocupas.

—Hola, Karin —al tiempo que se ponía de pie, saludó extendiendo su mano —, no te preocupes, ya lo vi y me dijo que estaba todo bien. Por suerte no fue más que un golpe sin consecuencias.

—Me alegro mucho —correspondió su saludo, para luego sentarse a su lado. Volvió a sorprenderse por la amabilidad que desprendía Hinata tanto en sus modales como en su semblante. Era muy raro que fuese así tomando en cuenta que sería una guerrera. No es que Ino fuera tan áspera como Uchiha, pero no destacaba por ser gentil precisamente. Cuando observó mejor a Hinata, se dio cuenta que tanto su rostro como su mirada estaban bañadas por el cariz de la tristeza. Fue entonces que se decidió a preguntarle el motivo. —¿Te pasó algo, Hinata? Tienes una cara que un muerto no envidiaría.

La cuestionada abrió la boca a fin de contar someramente el asunto que tanto la aquejaba, pero ninguna sílaba consiguió emerger. Todo intento de formar una frase se atascó en su garganta.

—Son penas de amor, ¿verdad? —dedujo certeramente. Enseguida cruzó una pierna sobre la otra, posando ambas manos sobre la rodilla que quedó más alta —. ¿Ya le dijiste a Sasuke lo que sentías por él? ¿Qué te dijo?

—Nos queremos, pero no podemos estar juntos.

Aunque siguieron hablando del tema, Hinata no profundizó más de lo recomendable ni entró en detalles que prefería guardarse para sí. Sólo le contó a grandes rasgos que ambos no podían ser una pareja, ya que existían demasiadas cosas que los separaban. A la pelirroja le pareció muy extraño, pues, mientras ambos se quisieran, deberían ser capaces de superar cualquier impedimento de raíz. Pensaba en ello cuando Hyuga la sorprendió con una pregunta inesperada.

—Karin... ¿por qué te enamoraste de Sasuke?

Los rojizos luceros se esquinaron, señal de que su dueña inició una reflexión.

—Es un poco largo de contar. Yo fui espía... —iba a proseguir, mas Hinata la interrumpió.

—Lo sé; eso me lo contó la señorita Ino.

—¿Te habló de mí? —preguntó sorprendida a la par de entusiasmada.

—Sí; me dijo que eras una chica inteligente, habilidosa y de buenos sentimientos —. Pronto llegó a su mente la frase estrella con que la rubia también la describió, «Y con Sasuke era más caliente que un fogón», aunque prefirió omitir ese detalle que podría resultarle incómodo a ambas. No quería imaginarse cuán ardiente pudo ser ella con el guerrero. Tenía la sensatez para controlar al monstruo de los celos, pero eso no significaba que no sintiera enfado. Era humana también.

—Me alegra saber que Ino me tenga bien considerada —comentó Karin, contenta —. ¿Cómo está ella? Hace mucho que no veo a esa cabrona —comentó con gracia.

Como la militar salió a la palestra, ambas hablaron de ella unos minutos mientras formaron sonrisas al recordarla. Luego, la chica que contaba con un guardaespaldas continuó narrando su historia de vida, la cual la terminaría involucrando a Uchiha.

—Me hice espía porque en mi familia hubieron algunos y yo no quería ser sólo una dueña de casa más. Nada contra ellas, sé que es una labor muy pesada cuando se tienen niños pequeños, pero yo aspiraba a ser más de lo que se nos permite a las mujeres. Fue entonces que me decidí a cambiar mi destino, pues se rumoreaba que la agencia de espionaje buscaba a una chica. Yo era adolescente aunque me sentía madura para mi edad, así que me presenté, me aceptaron y me entrenaron. Que fuera tan joven no fue una contra sino una ventaja, pues nadie sospecharía de una chiquilla. Además, aunque no lo creas, nosotras somos mejores que los hombres en labores de espionaje. Generalmente somos más perceptivas detectando cosas veladas, levantamos menos suspicacias, podemos seducir a tipos importantes para enterarnos de secretos de alto impacto e incluso podemos matarlos en un descuido —se dio una pequeña pausa, acarició uno de sus aretes y continuó —. También me habría gustado ser una guerrera como Ino, pero lamentablemente no tengo talento para el combate. Soy un poco corta de vista —indicó sus anteojos —, mis reflejos no son lo suficientemente buenos y me canso muy rápido. Por eso admiro mucho que tú quieras convertirte en una, es algo muy difícil de lograr siendo mujer. De hecho, casi imposible.

—Muchas gracias —dijo sonrojándose —, pero yo también la admiro a usted; para ser una espía se necesita ser muy valiente.

—En realidad para mí era sólo un juego —repuso —. Era pequeña todavía y la imprudencia de la juventud me hizo desestimar los riesgos, pero cuando me descubrieron y estuvieron a punto de matarme sufrí el terror más grande de mi vida. No pude seguir trabajando en lo mismo porque en realidad no soy valiente; sólo era una ignorante del peligro que corría.

—Pero querer seguir con vida no significa que no seas valiente —puntualizó Hyuga, muy convencida.

—Gracias, pero no me molesta ser más miedosa de lo que pensaba. Ahora simplemente quiero disfrutar mi vida lo más que pueda; eso fue lo que me enseñó mi experiencia cercana a la muerte.

—Lo entiendo muy bien.

Ambas intercambiaron miradas cómplices unos segundos. Luego Karin continuó hablando.

—A Sasuke lo conocí por culpa de mi primer trabajo de espionaje, ya que tuve que reportarme con él para entregar mi informe. En un principio no me cayó bien; era muy atractivo y lo sigue siendo, pero demasiado arrogante y prepotente. Generalmente no me gustan los chicos así, por más lindos que sean físicamente. Sin embargo, en mi segunda misión conocí a Ino y compartimos dos meses juntas en el país más allá del río sureste. Allí, en una conversación íntima, me contó que él le había salvado la vida sin siquiera conocerla.

—¿Le salvó la vida a una desconocida? —asombro poseyó tanto a su boca como sus ojos.

—Sí —además de lo verbal, Karin también lo confirmó con un movimiento de cabeza —. Incluso se arriesgó a morir para salvarla.

«Por ser una Hyuga probablemente has conocido lo peor de Sasuke, pero si no fuera por él yo ni siquiera estaría viva». Gracias a su excelente memoria, recordó las palabras de Ino cuando se conocieron por primera vez. También vino a su mente la hermosa parábola que le había narrado, específicamente el siguiente trozo: «Como el cactus la protegió con su sombra, la loba se hizo su amiga aunque él no lo quisiera». Lo recién escuchado de labios de Karin era otra prueba más que Uchiha sí tenía bondad en su interior. Pese a su gran tristeza interna, una pequeña sonrisa se formó en su alma.

—Cuando supe eso —continuó la chica de lentes — me di cuenta que, detrás de su arrogancia y su gélida coraza, había un alma que guardaba más de lo que parecía. Fue un proceso difícil acercarme a él, pero paulatinamente lo fui logrando hasta que caí enamorada. Entonces me esforcé mucho para conquistarlo, incluso reconozco que tuve que coquetearle descaradamente —un avergonzado sonrojo pintó su rostro, poniéndose a tono con el color de sus cabellos —, pues Sasuke es un hombre muy selectivo con las mujeres. En esos años yo estaba muy enamorada y era pequeña e ilusa, así que no me di cuenta que terminaría sufriendo mucho. De todas maneras no lo culpo de nada, él siempre me advirtió que no me podía dar más que sexo. Yo pensaba que intimando terminaría enamorándose de mí, pero me equivoqué rotundamente —terminó suspirando con resignación.

Siguieron parlando de forma entrañable tanto de Uchiha como del peligroso trabajo de espía. Por causa de la primera impresión, Hinata pensó que no podrían fluir cosas con la pelirroja, pero la realidad era que había surgido una química de lo más amistosa. Quizá no tanta como la que tuvo con Ino, a quien admiraba profundamente, o con Sakura, quien la ayudó mucho en sus días en la mansión Uchiha, pero Karin era una chica agradable e inteligente. Estaba segura que con algo de tiempo podrían volverse buenas amigas.

Así, sin darse cuenta, Hinata paulatinamente fue recuperando su alicaído ánimo gracias a la conversación. Después, la misma llegó al punto en que Karin sacó a flote que tenía un guardián, lo que cambiaría la dinámica actual.

—¿Tiene un guardaespaldas? —preguntó Hinata muy interesada, pues en su nuevo país ella también necesitaría contratar uno o dos.

—Sí; como fui espía necesito tener uno siempre, aunque antenoche le dije que podía tomar este viaje como si fueran vacaciones y desde entonces ni siquiera se ha acercado a preguntar cómo estoy. ¡Vaya guardaespaldas! —se quejó refunfuñando —. Es un idiota como pocos, pero te puede caer bien de todos modos. Él fue amigo de Sasuke cuando eran pequeños.

—¿Amigos cuando niños? —su pregunta se fusionó con una exclamación de emoción —. Entonces eso significa que él conoció la verdadera personalidad de Sasuke —dijo intentando reprimir su entusiasmo, aunque no lo consiguió completamente.

—Sí —confirmó enseguida —; además fue comandante de la Legión Colmillo Rojo, una de las tres bajo las órdenes de Sasuke.

—¿Él es un FE? —preguntó, preocupada. Desde su encuentro con tres guerreros de élite en las cercanías del puerto, tenía claro que eran hombres muy peligrosos a la par de temibles. Sabía que Ino fue muy amable con ella pese a pertenecer a las FE, pero debía ser la excepción a la regla.

—No, su habilidad no llega a tanto como la de un Élite, aunque se defiende muy bien de todos modos. No cualquiera llega a comandar la Legión Colmillo Rojo —cuando se percató de la preocupación plasmada en la cara de Hinata, agregó: —Tranquila, él es como Ino. No es un sanguinario —le guiñó un ojo.

—Qué bueno —alivio apareció en sus facciones —; entonces me gustaría mucho hablar con él y preguntarle cosas sobre Sasuke.

—¿Quieres conocerlo ahora mismo?

El semblante de Hinata se volvió dudoso, pero tras unos segundos se iluminó. —Sí, me gustaría mucho.

—Vamos entonces, adivino que ahora mismo debe estar viendo a la orquesta en el salón de fiestas.

Ahorrando tiempo, ambas se levantaron del asiento para hallar al mencionado sujeto. Karin caminaba por delante mientras Hinata la seguía por detrás. Ambas notaron que las tonadas que aún sonaban habían cambiado de lo romántico a lo festivo.

Se adentraron en la lujosa y amplia sala de eventos que Hinata aún no conocía. En primer plano estaba la orquesta, la cual estaba tocando una canción puramente instrumental; en la contigüidad estaba la pista de baile en donde unas parejas bailaban mejor que otras, y al fondo, contra la pared, estaba el amplio bar que presumía una gran gama de licores, además de bien dispuestos grumetes-cantineros que estaban copados de trabajo ahora mismo. Había una fila de taburetes al lado de la barra como también alejadas mesas con sillas corrientes. Karin buscó los singulares cabellos de su guardaespaldas en la barra, mas no lo encontró. Entonces dirigió su vista hacia las mesas y, en la más alejada y arrinconada, lo atisbó. Él tamboreaba sus dedos siguiendo el compás de la música; a pesar de estar sin compañía parecía estar de lo más entretenido, pues su semblante y la sonrisa en sus labios así lo denotaba. Una robliza jarra de licor reposaba en uno de los huecos de su mesa. Éstos eran parecidos a los que habían en las butacas de muchos cines a fin de sostener las bebidas, cosa que se necesitaba todavía más en un barco que se balanceaba de vez en cuando. Sin dilaciones, la chica de rojizos ojos avanzó hacia él mientras Hinata la seguía, pero quedándose un poco atrás.

—Oye, bellaco —llamó su atención Karin —, se supone que eres mi guardaespaldas y en dos días no te he visto ni la sombra. Podría estar muerta y tú ni cuenta te habrías dado.

Él parpadeó asombro antes de responder y, como solía ser alguien distraído, no dio cuenta de la cercana presencia de Hinata.

—Pero si me dijiste que tomara estos días como vacaciones, ¿o no? —arguyó como válida defensa.

—Sí, pero no creo que sea tan costoso saludar una vez al día por lo menos.

Él se agarró la cabeza para revolver sus cabellos, mezclando frustración y gracia a partes iguales —. Nunca te entenderé: dices una cosa y quieres que haga otra. Eres tan complicada como todas las mujeres —dicha su verdad universal, agarró su cerveza para darle un sorbo.

Karin resopló. —Mejor déjemoslo, lo importante es que traje a una amiga para que la conozcas. Es la discípula de Sasuke —la presentó poniéndole una mano en el hombro.

Él congeló sus labios en el jarro, justo antes de llevarse a la boca un nuevo sorbo que disfrutaría su estómago. La alegría que llevaba en el rostro se borró al instante. Alzó su mirada lentamente, plasmando molestia en sus facciones.

—¿Eres una Hyuga, no es así? —en cuanto sus ojos se posaron en los albinos, cuestionó con talante poco amable.

Hinata se sorprendió ante la inesperada reacción de malestar, pero rápidamente se dio cuenta que, por ser un guerrero retirado del ejército, debió conocer a su clan.

—Esto... sí, soy una Hyuga. Me llamo Hinata —extendió su mano, aunque podría jurar que el sujeto enfrente no correspondería el gesto. Era evidente.

—¿El clan guerrero de la patria enemiga? —intervino una asombrada Karin. Aunque ella no conocía todo lo que había sucedido entre las familias de Hinata y Sasuke, sí sabía que los Hyuga eran enemigos feroces, de modo que le extrañó mucho que su ex-novio estuviera con una de ellos como acompañante. También tenía conocimiento de que tenían ojos perlados muy peculiares, pero pensó que la mirada de Hinata sólo se trataba de una simple coincidencia. Cosas más raras había visto, de manera que no le otorgó importancia.

—¿Es algo muy malo ser una Hyuga? —incómoda, preguntó la futura guerrera. Bajó la mano en cuanto comprobó que su saludo no sería correspondido.

—La división del general Hyuga siempre dejó cabezas decapitadas y guerreros empalados como advertencia tras sus victorias. Una vieja táctica para amedrentar al enemigo. Jamás vimos algo así con las divisiones de los generales Uzumaki, Jiraiya o Hatake; ellos sí tenían un código de honor —le dedicó una mirada claramente recriminatoria —. Tanto Hiashi como sus soldados, muchos pertenecientes a tu clan, fueron muy crueles durante la guerra.

Hinata sintió como si le hubieran dado una bofetada mientras su mirada se llenaba de honda tristeza. Lo peor era que ni siquiera podía hacer el intento de defender a su padre, ya que lo conocía de primera mano. No le cabían dudas que en tiempos de guerra debió volverse alguien inhumano. Y siendo el líder de los Hyuga era muy probable que éstos, al seguir sus órdenes, desembocaran en la misma actitud despiadada y brutal. La reacción de aquel hombre le había dejado claro definitivamente que su familia también había cometido pecados muy graves. Antes de decir algo, cerró los ojos a la vez que sus pulmones enviaron un sentido suspiro.

—Yo lo siento mucho —se sintió tan avergonzada de ser hija de Hiashi que no fue capaz de confesar que lo era.

—Aunque no me extraña tal crueldad de un hombre que fue capaz de matar a su propio hermano —agregó punzante.

Hinata se estremeció de pies a cabeza, mientras Karin miraba a su guardián con pasmo total. Nunca lo había visto así de agresivo con alguien.

—¿E-entonces es verdad que él mato a Hizashi? —preguntó por el destino de su fallecido tío.

—Es algo que deberías saber. ¿Tan ignorantes eran las mujeres de tu clan? —espetó sin mermar su disgusto.

—Oye, Suigetsu, relájate —repuso Karin golpeando el piso con su pie, llamándole la atención con decisión —, ella no tiene la culpa de lo que pasó en la guerra. Si Sasuke la perdonó pese a su linaje, tú tampoco deberías tenerle rencor.

El hombre reaccionó ante la juiciosa voz dada por la pelirroja. Solía ser alguien simpático, pero sólo pensar en el apellido «Hyuga» le crispaba los nervios de mala manera. Le era inevitable.

—Está bien —dijo mirando a su protegida, luego encaró a la de cabellos morenos —, disculpa si soné muy agresivo; habitualmente soy alguien amable, pero ver tus ojos me recordaron los horrores de la guerra. Sin embargo, si Sasuke no tiene rencores contra ti yo tampoco te los tendré. Comprendo que uno no elige la familia en que nace.

—Y-yo también entiendo su reacción. Lamento mucho haberlo importunado —dijo a la vez que se volteaba con pesar, dispuesta a retirarse. Era evidente que aquel sujeto no deseaba su presencia.

Karin le dio un golpe en el hombro a su guardaespaldas peliblanco, mirándolo furibunda. Suigetsu entendió enseguida el mensaje.

—Eh, Hinata, no te vayas —la detuvo alzando su voz, se puso de pie enfrente de ella e inclinó su cabeza en señal de humildad —. A veces soy un poco tarado, así que te reitero mis sinceras disculpas. Podemos conversar tranquilamente si así gustas.

—Gracias, pero no quiero serle una molestia.

—No lo eres, en serio —alzó su mirada, mas no su cabeza —. Te pido de favor que olvides mi primera reacción. Sé que no eres la culpable de las cosas que hizo el general Hiashi.

La fémina buscó honestidad en sus ojos, hallándola inmediatamente. Sin pensarlo dos veces, volvió a extender su mano como saludo. —Muchas gracias por comprender que yo no tuve nada que ver; de mi parte no existe ningún problema con usted.

—Tampoco de mí habrá ninguno contigo —el hombre con dientes más afilados de lo normal estrechó la siniestra ofrecida, además de volver su semblante mucho más afable.

—Hinata —Karin se acercó más a su oreja para darle un consejo —, te sugiero que cuando alguien desconocido deduzca que eres una Hyuga, lo niegues. Tu abolengo puede generar odio incluso en el país hacia donde viajamos, así que puedes usar mi apellido, Uzumaki, si así gustas. Somos un clan de tradición y puedes decir que eres una prima lejana mía. De ese modo nadie reaccionará mal contigo.

—E-entiendo. Muchas gracias por el consejo. Sería un gran honor para mí usar el mismo apellido de Naruto para evitar problemas.

Karin respondió a través de una sonrisa.

—Siéntate, por favor —la invitó Suigetsu a la vez que desplazaba una silla en forma caballerosa. Quería demostrarle que su arrepentimiento era sincero —. ¿Qué se te antoja tomar? Aquí tienen una cerveza exquisita, te la recomiendo completamente.

—Esto... la verdad no soy buena bebiendo —se acordó de cuando tomó vino para una fiesta de cumpleaños y la cabeza comenzó a darle vueltas al punto que se le dificultó caminar con normalidad. Neji no dejó de molestarla por su poca resistencia al alcohol, ya que apenas se había tomado un par de vasos como para quedar así. Inmediata nostalgia la abordó al recordar a su adorado primo.

—Tranquila, la cerveza tiene poco grado alcohólico, así que no te afectará en nada —señaló la pelirroja.

—Además la cerveza tiene el poder de curar todos los males —señaló Suigetsu con animada gracia.

—Está bien —aceptó por amabilidad. Sólo un par de veces había bebido cerveza. La primera vez no le gustó nada, pues, pese a ser una fina, la encontró muy amarga. Empero, la segunda vez que probó una le pareció más degustable; por lo mismo esperaba que la recomendada por aquel hombre fuera tan buena como señalaba.

—Trae una grande para mí también, por favor —solicitó Karin.

El peliblanco asintió, para luego dirigirse a la barra a fin de realizar su pedido.

La otrora espía se sacó los anteojos, colgándolos en la unión de su escote. Luego se frotó los ojos como si tuviera cansancio visual, para después parpadear repetidas veces a fin de aclarar más su vista. Terminada su acción le habló a su compañera, observándola de manera nítida ya que no tenía problemas para mirar objetos cercanos. Era cuando se enfocaba en cosas lejanas que éstas se le difuminaban.

—Sé que la primera impresión es importante, pero dale una oportunidad a Suigetsu. Es un tonto, pero es buena gente y leal. Con el tiempo te caerá bien.

—No hay problema, de verdad. Entiendo que mi clan hizo cosas malas... —dijo con evidente dolor.

—Es lo que sucede con las guerras, sacan lo peor de la gente.

Hablaron unos minutos más hasta que Suigetsu llegó finalmente con dos grandes jarras que posó en los espacios hundidos de la mesa. Jugo de limón había sido agregado a cada cerveza en una buena dosis y sal relucía por los bordes de las jarras, lo que en ciertos lugares se conocía actualmente como «michelada». Hinata miró como la espuma iba desvaneciéndose y se tentó a beber un sorbo del rubio líquido. Su lengua vivió su propia fiesta con lo deliciosa que le pareció. Era muy distinta a las que había probado antes, realmente exquisita. Si no fuera por su ánimo todavía decaído incluso hubiese sonreído. Aunque no hizo ello, sí lanzó placer gustativo a través de una exhalación.

La conversación fluyó sin problemas hasta que finalmente el guerrero más fuerte salió a colación. Fue entonces que Karin dio la excusa que deseaba disfrutar de un par de cigarrillos, por lo que se fue a la zona de fumadores, la cual tenía el piso embaldosado para evitar que cenizas caídas por accidente provocaran algún incendio. En realidad no tenía ganas de fumar, pero volver a escuchar las virtudes de Uchiha en nada la ayudarían a olvidarlo, por lo que prefirió irse.

—Señor Suigetsu, si no es una molestia me gustaría mucho saber cómo era Sasuke cuando niño —solicitó atentamente la aprendiz de guerrera.

—Hace tiempo Karin me hizo la misma pregunta —tras decirlo, el ex-militar llevó un nuevo sorbo de su cerveza a los labios. Luego se ensimismó de esa manera en que se buscan recuerdos en la mente. Cuando éstos llegaron comenzó a hablar —. Sasuke era mi mejor amigo hasta que ocurrió la desgracia que acabó con su familia. Solíamos jugar, nadar y practicar esgrima juntos...

Fue relatándole cosas que había vivido junto a Uchiha, destacando la ayuda que el pelinegro le brindó cuando cayó por un inclinado barranco; que nunca lo abandonó en peleas contra otros niños incluso cuando estaban en desventaja numérica; las competencias que hacían constantemente en esgrima, cazando o nadando por riachuelos y otras anécdotas de ese tipo. Le contó orgullosamente que él era mejor nadador que Sasuke, pero que éste no se rindió hasta que logró superarlo en ese aspecto. «Desde niño siempre fue muy terco» fue la afirmación que estuvo a punto de hacer sonreír a la fémina. Habló de juegos y otras cosas, hasta que llegó a la tragedia que lo hizo creer que su gran amigo había muerto.

Hinata se sobrecogió al conocer un poco mejor el pasado de su otrora amo, aunque Suigetsu seguía sin saber detalles importantes como que, dos años después de la masacre, fue entrenado por el terrible criminal llamado Orochimaru. Si el pelinegro se había vuelto una cruel máquina de guerra, en gran parte se debía a que su maestro se dedicó infatigablemente a potenciar su sed de venganza.

—Teniendo doce años recién cumplidos, Sasuke era demasiado joven para ser reclutado, pero su habilidad era tan impresionante que resultó imposible negársele el cupo en el ejército. En ese tiempo nadie sabía que se trataba de él, pues ingresó como Kaseus Achihu, su nombre pero con diferente orden en las letras. De todas formas cuando yo entré a la milicia, dos años más tarde que él, lo reconocí inmediatamente, aunque nunca me dijo quien era realmente. De nuestra amistad ya no quedaban ni cenizas y su mirada era muy diferente a la de cuando éramos niños. Estaba llena de odio, de maldad —dijo formando una mueca disconforme en sus labios —. Cuatro meses después de mi ingreso, cuando se volvió el guerrero más fuerte y se ganó el grado de General por derecho propio, reveló que era Sasuke Uchiha, el último sobreviviente de su clan. Yo intenté acercarme, retomar la amistad, pero él ya no era el mismo de antes; se había convertido en alguien sumamente frío, agresivo, hermético, alguien muy diferente a quien yo conocí. De todas formas logré entrar a su división y comandar a la Legión Colmillo Rojo. Yo participé en cuatro guerras cortas, que duraron apenas un trío de meses, hasta que llegó la última contra tu nación. Ésta fue terrible, verdaderamente maldita, así que, agotado de ver tanta crueldad por doquier, me retiré a los dos años de lucha. Como sabrás, ningún guerrero puede abandonar una guerra porque se le considerará un desertor y el castigo consecuente es la muerte. Sin embargo, cuando lo hablé con Sasuke, él tuvo la gentileza de permitirme la salida; supongo que lo hizo por honor a nuestra antigua amistad.

Conversando, el tiempo se fue volando rápidamente. De hecho, siendo casi las dos de la madrugada, la orquesta ya había dejado de tocar y ahora guardaban sus instrumentos musicales, tales como violonchelos, contrabajos, trompetas y algún otro. Las mesas ya estaban casi vacías, pues sólo algún que otro noctámbulo seguía en el lugar. Un mozo se les acercó, anunciándoles que en diez minutos se cerraría la sala de eventos. Entonces la fémina de cabellos oscuros formuló un comentario clave.

—Por todo lo que me ha contado sobre la infancia Sasuke, veo que era un niño muy bueno y leal.

Ante tal pregunta, Suigetsu formó una sonrisa notálgica. Manteniendo aquella curva en sus labios, respondió de manera ensimismada.

—Era un gran chico, el mejor amigo que alguien hubiese podido tener. Es una lástima que lo que pasó lo haya cambiado tanto; estoy seguro que, de no suceder lo de su clan, habría sido un gran hombre, alguien de noble corazón.

Hinata sintió que lágrimas intentaban agruparse en sus ojos, de modo que frotó ambos para difuminarlas; iba a ser una guerrera y ya no podía ser tan emocional como antes, lo sabía bien, pero el candor con que Suigetsu hablaba del Sasuke infante le tocó el corazón.

—Él todavía puede ser un gran hombre —afirmó con un temblor de voz inevitable.

—¿Eh? —lució abiertamente su confusión.

—Señor Suigetsu, muchas gracias por hablar conmigo —se levantó de la mesa y tomó su jarra ya vacía, dispuesta a dejarla en la barra —. Me ha ayudado mucho, muchísimo, no sabe cuanto. Le estaré por siempre agradecida.

—No te entiendo —puso su cara más desorientada —. ¿A qué te refieres?

—Es muy largo de explicar, pero le aseguro que me ha ayudado mucho tanto a mí como a Sasuke. Nos vemos y ojalá duerma muy bien.

—Bueno —se revolvió los cabellos como una manera de lidiar con su desconcertacón —. Fue un gran gusto hablar, de verdad.

—Para mí también lo fue. Ya conversaremos más cuando coincidamos nuevamente.

Suigetsu la observó irse hacia la barra, extrañándose de que una Hyuga pudiera ser tan atenta y cordial. Siempre se imaginó a las mujeres de ese clan como brujas bigotonas, peludas, grotescamente musculosas y con modales que un ogro despreciaría, pero se había equivocado completamente; Hinata exhalaba genuina candidez. Entendió la razón de que Sasuke la tuviese como acompañante, además de estarle enseñando las artes bélicas: ella era una gran chica.

Tras entregar su jarra, la de cabellos con tonos azulosos fue hacia la zona de fumadores. Allí Karin estaba conversando con otro joven, tal vez formando una nueva amistad, quizás ligando o simplemente dándose mutua compañía mientras aspiraban el tabaco. Hinata se despidió de la pelirroja y subió a cubierta para respirar aire puro. Notó, una vez más, que éste entraba a los pulmones de una forma mucho más limpia, acendrada y profunda que en tierra firme, sin polvo levantado por el viento o rastros de flores. Observó a las bellas luciérnagas estelares en la bóveda celeste y ubicó a la luna, que, más tímida que anoche, portaba su traje menos luminoso. Después puso su atención en el horizonte, dándose cuenta de algo notorio pese a la oscuridad gobernante: como heraldos que anunciaban una cercana tormenta, nubes muy negras se veían a lo lejos. Por alguna pesimista razón, Hinata tuvo la impresión que la borrasca que se aproximaba venía precisamente para azotarla a ella.

Hablar tanto con Karin como Suigetsu había cambiado ampliamente su perspectiva, sumiéndose, por lo mismo, en un abismo de reflexiones. El culpable de sus dilemas existenciales y morales arribó a su mente con toda potencia. Sabía que Uchiha tenía bondad en su corazón, pero conocer su niñez le dejó mucho más claro que él podía ser alguien mejor si se lo proponía. Desde su experiencia de muerte ya no era el sujeto aterrador de antes, aquel hombre que fue contaminado por un odio irrefrenable. ¿Pero podría mantener sus sentimientos por él? ¿Podría seguirlo ayudando pese a todo lo que hizo?

«Tú eres la única que puede esquivar sus espinas y curar su dolor. No lo olvides, Hinata». Las palabras de Ino llegaron a su mente de improviso. Sabía que tal afirmación era completamente acertada: sólo ella tenía la llave que podía generar un cambio en el alma de Sasuke. ¿Pero cómo lidiar contra un pasado tan sanguinario como el suyo?

Meditabunda, una idea muy interesante a la par de curiosa se manifestó tras un lapso: Karin, Ino, Sakura y ella estaban o estuvieron enamoradas del guerrero más fuerte. Quizás el sentir de su amiga pelirrosa no llegara a algo tan profundo, pero era evidente que se encaminaba hacia ello también. Ciertamente Sasuke era alguien muy apuesto, mas sería imposible que todas ellas cayeran sólo por la instintiva atracción física. Resultaba indudable que cada una le vio virtudes que consiguieron tocar sus corazones. Un ser verdaderamente maligno, un malvado sin remedio, nunca habría provocado amor y cariño en cuatro chicas tan distintas entre sí. Definitivamente el soldado tenía bondad, una que no sólo ella había sido capaz de vislumbrar, por lo tanto su redención sí era posible. Entonces reafirmó su decisión, esta vez sin dudas: aunque ya no pudiera sentir lo mismo hacia él, iba a seguir ayudándolo. Sabe muy bien que es la única que puede hacerlo.

Presintiendo que el militar vendría a proa igual que anoche, lo esperó allí para hablar. Aunque no era la única razón: lo extrañaba también. Cierto era que se había distraído en el bar, pero igualmente este día se le había hecho muy largo sin verlo. El tiempo quemó muchos minutos, mas ninguna señal de él hubo. ¿Acaso no saldría de su camarote esta noche? ¿O quizás estaba en los miradores de popa?

Suspirando, apretó su meñique izquierdo entre el pulgar e índice diestros. Tenía mucha paciencia, pero la idea que Uchiha se alejaría de ella para siempre acabó con ésta. Se levantó tan decidida como una guerrera debía serlo, debatiéndose entre ir a popa o acudir directamente al camarote número uno. Por instinto determinó ir hacia el lado contrario del barco. Cuando llegó a su destino se dio cuenta que este sector era más umbrío, apenas iluminado por algunos faroles. Si un espectro quisiera dar un paseo, aquel era un lugar bastante propicio. Apretando sus dientes, tragó saliva y respiró profundamente para erradicar sus temores paranormales. Se ajustó más la bufanda al cuello, puesto que el frío se hizo mucho más intenso aquí. Le resultó muy extraño, pues ni siquiera corría una leve brisa como para que hubiera un cambio de temperatura tan notable entre la proa y la popa. Humedeció sus labios y sintió que por alguna razón la piel se le ponía de gallina. Había algo perturbador en el aire, por lo que una advertencia se hizo hueco entre sus huesos. La voz del presentimiento, a la cual podía sentir latiendo tanto en su mente como en su pecho, le susurraba que era mejor irse de este lugar cuanto antes. Sin avanzar más, escrutó por última vez esperando hallar a Sasuke, pero el rincón más alejado no podía ser inspeccionado visualmente por la falta de luz. Sin atreverse a caminar más, decidió llamar a quien buscaba.

—S-Sasuke... ¿e-estás aquí? —alzó su voz, la cual salió notablemente pávida.

No hubo respuesta, aunque una súbita ráfaga de viento llegada desde la nada silbó como si expresara una trágica condena. Hinata, para salud de sus ya engarfiados nervios, no quiso quedarse más tiempo aquí. Sin pensarlo dos veces, se giró rápidamente y se echó a trotar hasta que dejó atrás aquel frío tan intenso. Fue entonces que sintió un gran alivio al vislumbrar la figura de Uchiha acercándose. En su izquierda llevaba un martillo que también podía sacar clavos y una de sus espadas iba apegada a su cadera. Hinata pensó contarle sobre la inquietante atmósfera que sintió antes en la popa, pero lo descartó al presentir que el guerrero diría que sólo eran imaginaciones suyas. Se observaron unos momentos, aunque él continuó su camino sin decir más. La discípula tuvo claro que su maestro no deseaba hablar, pero no se dejó amilanar: apresuró sus pasos, colocándose a su lado.

—Sasuke, ¿y ese martillo? —observó el susodicho.

—Revisaré el camarote sellado —respondió colocándose su máscara de inexpresividad.

—¿El cuarenta y cuatro? ¿El maldito? —reaccionó muy preocupada. El silencio consiguiente le comprobó una vez más que él no contestaba preguntas con respuesta. —P-preferiría que no lo hicieras, no durante la noche por lo menos —añadió nerviosamente.

—Aprovecharé que todos duermen para mantener la investigación en secreto. Si inspeccionara el camarote durante el día más de alguien se daría cuenta.

—E-entiendo —ella lo siguió por detrás, recordando con nostalgia las veces en que él solía ofrecerle el brazo. Le hubiese gustado saber qué estaba pensando Uchiha en este momento. ¿Verla ahora le causó alguna emoción? ¿La había extrañado como ella a él? ¿Se desveló anoche también?

Se adentraron por el pasadizo techado que llevaría hacia el camarote sellado, el cual estaba sólo a unos cuantos metros del que actualmente ocupaba Hinata. Cuando giraron por el brazo de la izquierda la joven detuvo al militar justo frente a su puerta, la número treinta y nueve.

—Sa-Sasuke, ¿podemos hablar un momento? —cada vez lo hacía menos, pero esta vez tartamudeó inevitablemente. Sabía que la siguiente conversación marcaría el destino de ambos; probablemente sería la más importante que tendrían en sus vidas.

—Duerme; es tarde.

—No puedo hacerlo porque todavía me duele el pecho —dijo la verdad abiertamente a fin de que el guerrero bajara sus muros defensivos.

El joven apretó levemente el martillo entre sus dedos, específicamente el mango de madera. Hinata no bajó su mirada, pero igualmente se percató de aquella impotencia.

—No quería causarte daño, pero era necesario que supieras la verdad —su voz salió ligeramente más suave de lo normal. Hubiera sido un cambio imperceptible para quien no lo conociera como ella sí.

—Sé que no quieres hacerme daño —cerró sus párpados y, al hacerlo, espontáneas lágrimas comenzaron a reunirse. Logró disiparlas tras un esfuerzo, aunque le fue difícil. Luego llevó la zurda a un bolsillo, rebuscando un poco antes que sus dedos tocasen el frío metal de la llave. Giró ésta en la cerradura e invitó a pasar al soldado.

Hyuga quitó la bufanda de su cuello, guardándola en el ropero. Luego se sentó en la cama. Él, entretanto, dejó el martillo a un lado y tomó la silla del buró para situársele en frente. Con sus movimientos uno de sus negros ojos fue cubierto por un mechón, de modo que lo despejó con la zurda. Pasaron un minuto en silencio, inspeccionándose. Uchiha vislumbró claramente cómo la tristeza se había apoderado de ella y chocó su lengua contra la parte trasera de sus dientes incisivos; un gesto interno que no podía ser detectado en el exterior, pues estaba acostumbrado a no mostrar emociones pesarosas. Sólo la ira estaba permitida para ser expresada abiertamente. Sin embargo, con Hinata estaba empezando a soltarse más y no pudo evitar que surgiera una mirada de tinte triste. No quería verla sufrir, pero, fuera como fuera, su pasado cruel lo condenaba a hacerle daño. La única forma de aliviarla sería a través del siguiente ofrecimiento.

—Cuando acabe con Danzo viajaré de nuevo para verte, entonces podrás torturarme y matarme para vengar a tu familia. Ese es tu derecho y lo único que puedo ofrecerte para aliviar tu dolor.

Ella tragó saliva con la intención de frenar la corriente de asombro que estrechó su garganta. Paralizó su mirada en la de Uchiha; tuvo muy claro que él hablaba completamente en serio. No había siquiera un milímetro de duda en sus orbes o semblante.

—No haré nada de eso.

Las facciones de él mostraron desconcertación, pues, más allá de su asombro, Hinata no evidenció ninguna lucha interna, dubitación o reflexión. Su respuesta fue tan veloz como decidida.

—Después de saber toda la verdad, ¿no te arrepientes de no haberme hundido el cuchillo esa noche? ¿No quieres venganza? —espetó lo que le parecía innatural. Ella estaba yendo contra la verdadera esencia humana, cosa que lo volvió a disgustar.

—No me arrepiento de mi decisión. Tampoco necesito vengarme —declaró exhalando una seguridad inquebrantable.

El castrense expulsó un asombro descomunal a través de su talante; sus cejas se comprimieron tanto que terminaron contactándose. Por un instante, sintió que había caído en un cenagoso pantano.

—No te entiendo, Hinata. Te estoy dando la oportunidad de castigarme, de devolverme el daño, ¿por qué no quieres hacerlo?

—Dime, Sasuke... ¿acabar con mi familia y destruir mi país alivió tu dolor?

Él apretó sus párpados y se tomó varios segundos antes de responder. Ella casi pudo oler su conflicto interior.

—No.

—La venganza tampoco aliviaría el mío. Matarte o torturarte no hará que mis familiares revivan. Lo único que ganaría al hacerte esas cosas sería más sufrimiento, tal como el que tú estás sintiendo ahora.

Por alguna razón, quizás por frustración, la columna vertebral del joven fue presa de un molesto cosquilleo. No se trató de un escalofrío, sino de algo que permaneció más tiempo del prudente. Quiso negar de manera tajante que sintiese aflicción por su crueldad, pero no sería cierto...

Sí la sentía.

—No existe otra forma para sanarse —disparó su terquedad una vez más —; lo único que puede aliviar el dolor es acabar con quien lo provocó. Si quieres curar tus heridas, debes asesinarme.

La lengua femenina se secó, o por lo menos tuvo esa impresión, por lo que acumuló un poco de saliva para humedecerla. Luego la tragó para volver a cuestionar.

—¿Entonces crees que torturando y matando a Danzo se aliviará tu dolor?

Sasuke debatió la pregunta consigo mismo. La respuesta llegó a su mente en una clara negativa, pero decidió volverse escéptico. No iba a permitir que Hinata lo influenciara al punto de querer detener su venganza. Danzo era el ser más aborrecible que podía existir, la persona que más merecía sufrir sobre la faz de la Tierra.

—Lo sabré cuando acabe con él.

—No importa lo que le hagas, tu sufrimiento no disminuirá así. ¿Sabes por qué lo seguirás sintiendo?

—¿Por qué?

—Porque tienes una conciencia y un buen corazón en lo más profundo de tu pecho. Por eso no lastimaste inocentes, por eso te detuviste antes de violarme, por eso salvaste a Ino de la muerte, por eso me diste la libertad, por eso ahora mismo estás sufriendo por todo el daño que causaste. Por eso no necesito vengarme ni torturarte, porque ya estás siendo castigado. Para las personas que tienen una conciencia, ésta es el peor castigo.

La lengua del guerrero se pegó al paladar, afirmó un codo en el respaldo de brazos de la silla y se masajeó la frente como si un dolor de cabeza hubiese llegado de improviso. La inconformidad crecía tanto que parecía estar presionando cada pared de su cráneo.

—Después de todo lo que te conté, ¿todavía sigues pensando que tengo un buen corazón escondido?

—Tú eres diferente de la gente que es realmente malvada. A ti te contaminó el odio, eso fue lo que oscureció tu corazón —se removió en la cama y, por culpa de su rápido movimiento, sintió que los bordes apretados de su nuevo pantalón le mordieron la carne alrededor de la cadera. Extrañó al anterior que era más corto, pues le brindaba mayor comodidad —. Yo no podré sentir lo mismo por ti, pero, aunque mis sentimientos no puedan mantenerse, sigo pensando exactamente igual que antes: puedes redimir tus pecados volviéndote una buena persona, alguien que pague sus errores haciendo el bien —se dio una reflexiva pausa para poder completar de buena forma su idea. Sus muslos se juntaron como señal de nervios inconscientes —. Tú, a diferencia de otros, tienes una conciencia que te está haciendo sufrir por todo lo que hiciste, que te hace darte cuenta que erraste el camino. A pesar de las cosas horribles que hiciste, sé que puedes ser alguien distinto. Sigo pensando que puedes ser un buen hombre —su voz emergió de manera trémula, imitando la situación en la que había caído su semblante.

A Uchiha se le sobrecogió tanto el corazón que sus ojos se enaguaron. Desvió la mirada al sentirse vulnerable e invocó dureza desde lo más profundo de su pecho. Cuando la consiguió, la encaró nuevamente para negar con su cabeza.

—Eres demasiado idealista. Deberías vengarte, castigarme, no intentar ayudarme. No entiendo tu forma de pensar, Hinata. ¿En verdad eres humana?

—Sasuke... porque tienes una conciencia es que quieres expiar tus pecados y morir en mis manos. Porque te duele lo que hiciste es que no dudas en darme esa oportunidad, pero el odio recíproco sólo provoca más odio. Mi clan también tuvo mucha culpa en que pasara lo que pasara, no toda la responsabilidad es tuya y matándote sólo ganaría más congoja de la soportable. Creo que hay que torcer eso, cambiar el rencor. Esa es la única forma de cambiar el círculo de odio y sufrimiento que nos gobierna a nosotros y a este mundo en general. Yo sé que quieres cuidarme, protegerme, entrenarme, porque eso es lo que has hecho desde que volviste de la muerte. No es demasiado tarde, no mientras quieras redimirte de verdad —no pudo reprimir más sus lágrimas, las que cayeron silenciosamente a través de sus pálidos pómulos.

Los negros orbes de Sasuke no pudieron evitar la emoción que arribó a ellos. Hinata, una vez más, le demostraba que era una mujer extraordinaria. Una de esas personas que jamás se pueden olvidar, que marcan la vida, que aparecen una vez en décadas o incluso siglos.

—Aunque quiera cuidarte, sólo terminaré causándote más sufrimiento. Ahora mismo quisiera abrazarte, protegerte, consolarte —admitió con dificultad plasmada en su rostro —, pero los brazos de un demonio no están hechos para eso, sino para dañar. Aunque velara por ti con todas mis fuerzas, mi pasado cruel te seguiría lastimando por siempre.

Hinata calló por unos momentos, profundamente conmovida. Las lágrimas se incrementaron, pues lo dicho por él era aceptar abiertamente que la quería. Sabía que era de ese modo, pero oír los sentimientos de Sasuke en una forma más explícita provocó un hermoso calor en su corazón. Mientras despejaba las lágrimas en sus mejillas y reprimía las que todavía no huían de sus ojos, quiso arrojarse a sus fornidos brazos y simplemente olvidar el pasado. Borrarlo de la misma forma en que lo haría una amnesia permanente. Sin embargo, al meditarlo concienzudamente, dio cuenta que tal cosa era una equivocación.

—El pasado no se puede borrar, tampoco se puede ignorar, pues el pasado que se olvida está condenado a repetirse. La única forma es aceptarlo y aprender de él para no cometer los mismos errores. Más allá de mis sentimientos, más allá de si yo pueda aceptar tu pasado, eres tú quien debe superar lo que hiciste. Si sigues pensando que tu ser pretérito te condena a hacer daño, que tus brazos serán los de un demonio por siempre, entonces nunca serás capaz de mejorar como persona. Eso es lo que creo.

Uchiha la admiró de nuevo sin poder evitarlo. Su inteligencia, su manera de argumentar, su emoción en cada palabra... ¿Cómo no podría sentir algo fuerte por una mujer tan especial como ella?

—Tienes la maldita razón, Hinata —a lo dicho, ella abrió tanto labios como ojos. Pensó en darse un pellizco para comprobar que no estuviera soñando, pues, después de oír esa frase, dudar de la realidad era muy lógico. Sasuke era un hombre demasiado tozudo —. Aceptaré mi pasado a fin de cambiar mi futuro, pero tú no tienes ninguna necesidad de aceptarlo. Simplemente vive tu vida y olvida que me conociste. Será lo mejor.

—N-no podría olvidarte aunque lo intentara millones de veces, ni con amnesia podría. Al igual que el pasado, las personas que te marcan la vida tampoco se pueden borrar.

Mientras daba un emocionado respiro, él cerró sus ojos. —Tú también has marcado mi vida.

Hinata lloró sin sollozos, con tranquilidad, aunque igualmente las mucosas de su nariz trabajaron. Sacó un pañuelo de tela rosada desde el bolsillo, limpiándose la nariz sin hacerla sonar. Tras hacerlo, lo dobló cuidadosamente y estiró su mano para dejarlo encima del velador. No quiso guardarlo, puesto que seguramente volvería a necesitarlo. Miró a su maestro directamente a los ojos, aunque pronto le llamó la atención que su índice izquierdo estuviese recogiéndose y extendiéndose sobre el muslo. Uchiha no tenía tics nerviosos ni gesteaba de esa manera; por lo menos ella nunca le había visto acciones así. Su cuerpo se mantenía siempre tranquilo, inexpresivo, pero ahora parecía querer moverse hacia ella a fin de consolarla. Podría apostar que estaba conteniéndose.

—¿Qué harás con mi papá? —sintió un dolor punzante al imaginar el umbrático futuro que le esperaba a su progenitor. ¿Podría convencer a Uchiha de no torturarlo más? ¿Podría persuadirlo de darle la libertad igual que a ella?

—Aunque no se lo merece, a mi vuelta lo dejaré libre por ti. Le daré el dinero suficiente para que viaje a buscarte.

—¿En verdad lo dejarás libre? —su asombro fue el que preguntó por ella.

—Sólo por ti —confirmó aguzando su mirada —, pero te advierto que te odia. Él sabe que me perdonaste la vida cuando tuviste la oportunidad de acabar conmigo.

Ella apretó sus manos sobre los muslos, suspirando tristemente. —No me extraña que me odie, en el fondo siempre lo hizo. El hecho que no te haya matado sólo hará que ese sentimiento aumente, pero, pese a eso, sigue siendo mi padre.

—Lo sé, Hinata. Por eso mismo no quería contarte lo que le hice; sabía que sufrirías al enterarte.

La fémina asintió, comprendiendo que contarle toda la verdad también fue difícil para Uchiha. Él tenía empatía; una quizá en ciernes y poco desarrollada, mas la tenía. Eso era un hecho muy claro. Cuando sintió que las piernas se le entumían, se levantó de la cama y caminó algunos pasos mientras recordaba algo que la entristeció. Luego el colchón volvió a hundirse en el mismo lugar de antes, dado que Hinata se sentó allí nuevamente.

—Fue mi papá quien dio la orden de perseguirte ese trío de meses, ¿verdad? —en sus luceros el dolor se reflejó perfectamente. En realidad ya sabía muy bien la respuesta.

—Así es —al confirmarlo, cerró el puño derecho con tanta fuerza que los nudillos casi sobresalieron por sobre la piel —. A Danzo le daba igual si yo sobrevivía o no, pues se suponía que el secreto de que él maquinó la emboscada nunca saldría a la luz. ¿Cómo sabes que fue Hiashi quien dio la orden? —preguntó al tiempo que distendía su diestra.

—Cuando era pequeña, mientras caminaba por las afueras de la oficina de mi padre, una vez lo escuché dando la orden a los guerreros de mi clan que cazaran una presa durante tres meses, que ésta no debía sobrevivir de ningún modo. Pensé que hablaba de un animal muy peligroso, pero ahora me doy cuenta de la verdad. Nunca en mi vida me habría imaginado que se refería a un niño... —temblorosa tristeza acopió su semblante.

Uchiha clavó una mirada acusadora en ella. El hervidero de emociones negativas lo obligó a levantarse de la silla. Tuvo ganas de golpear a alguien o de romper algo. El espejo apareció como un buen objetivo para saciar sus deseos, mas logró contenerse.

—Tu clan podrá haber sido bueno contigo y todo lo que quieras, pero conmigo fueron peor que demonios. No sólo conmigo se comportaron así, tu padre también fue muy cruel durante la guerra, incluyendo terribles castigos a los prisioneros. Si a mí me hubiesen capturado, te aseguro que por venganza me habrían torturado de la misma o peor forma de lo que hice yo. Sé que los jóvenes como Neji, Hanabi o tú no estaban enterados de esas cosas, pero los Hyuga superiores a las tres décadas hicieron cosas horrorosas. Dos caras tenían —de no ser porque tenía a Hinata enfrente, habría escupido al suelo como representación de su desprecio.

Ella apretó sus labios en un claro gesto de angustia.

—Eso fue lo que me dijo la señorita Ino cuando la conocí: «los de tu clan eran demonios que se hacían pasar por santos». Nunca se me olvidará esa frase —se dio una pausa involuntaria, pero que era necesaria de todos modos —. Las guerras sacan lo peor de los seres humanos y sé que mi padre tiene demasiados defectos —agigantándose en su pecho, sintió un dolor peor que la picadura de un escorpión. De manera subconsciente seguía pensando que Sasuke fue el malvado y su clan los bondadosos, mas la verdad era que, un gran pocentaje de su familia, azuzados por su líder, habían cometido actos atroces también. Dolía mucho darse cuenta que sus seres queridos no eran lo que ella siempre pensó. Sintió un sudor frío recorrer su frente y lo despejó con el dorso de su izquierda. Luego, tragando saliva antes de hacerlo, formuló una pregunta que la estremeció pese a que ya sabía perfectamente la respuesta —. ¿Mi padre mató a su hermano gemelo Hizashi, verdad?

—¿Es necesario confirmarlo? —reprochó endureciendo su semblante al igual que su voz —. Ino averiguó los secretos de tu clan en un solo día. Tú, que vivías dentro, no pudiste hacerlo en toda tu vida.

Hinata se sintió tan avergonzada de sí misma que volvió su cabeza gacha. Si hubiera tenido la misma capacidad que una tortuga, entonces la habría escondido dentro del caparazón. Pronto tomó conciencia que la temperatura de su cuerpo era disonante en diferentes sectores de su cuerpo. Sentía la nariz caliente, los pies gélidos, las manos tibias. La garganta se le puso tan seca que la saliva ya no sería capaz de aliviarla.

—Sé que mi pecado fue vivir en el sopor de la ignorancia y te pido perdón por eso. Cada vez que intentaba averiguar cosas sólo recibía respuestas evasivas y me dejé llevar por la comodidad de no saber nada, de permanecer en la inopia, porque era una mujer muy débil. Ahora soy consciente que mientras yo vivía tranquila, tú padecías un sufrimiento espantoso; uno que nadie debería padecer jamás. Sabiendo todas las cosas ocultas de mi clan podría haber intentado cambiar algo, pero por eso mismo quiero ser diferente ahora, quiero ser fuerte, quiero conocerlo todo por más que me duela —tomó los dedos de su diestra con la izquierda, haciéndolos crujir de manera insconsciente —. ¿Hay algo más que deba saber de mi familia?

—Es mejor que no sepas más —dijo dándole la espalda.

—Por favor, no me dejes en la ignorancia como lo hizo mi clan por ser mujer. Quiero saber la verdad. Necesito saber por qué Neji me odiaba tanto cuando éramos pequeños.

El soldado llevó su mirada hacia el espejo. Desde donde estaba parado no podía ver su reflejo, pero sí el de Hinata. Su bello rostro ahora lucía demacrado, triste y ojeroso. Habría preferido evitarle lo siguiente, puesto que le dolería mucho. Dando un suspiro que no se molestó en camuflar, inició la revelación que ella ansiaba saber.

—Tu clan estaba dividido en una casta primaria y otra secundaria: los alfa y los beta.

Ella abrió mucho sus ojos, alzando la cabeza también. Estaba segura que esos términos los había oído en cuchicheos entre paredes.

—¿Casta primaria y secundaria? ¿Alfa y beta?

—Los alfa era la línea de sangre dominante; los beta la que debía servirlos. Una relación muy parecida a la de amos y esclavos —otorgó una pausa para que Hinata asimilara la información que estaba recibiendo. Seguramente ahora mismo su cerebro estaba atravesando una crisis de asombro —. Tu clan era muy antiguo, mucho más que el de los Uchiha, así que desde los inicios de la historia tenían una regla muy especial cuando se daba a luz hermanos gemelos: el que nacía primero pasaba a ser el alfa, mientras que el segundo se convertía en el beta. Desgraciadamente hace unos cuarenta años nacieron gemelos: Hiashi y Hizashi. Tu padre, por ser el primero en nacer, pasó a ser el alfa, mientras el padre de Neji pasó a ser el beta. Sólo una diferencia de un par de minutos en el parto provocó que el destino fuese radicalmente distinto entre ellos. Por ende, sus descendencias también tuvieron un hado distinto: Hanabi y tú formaron parte de la línea primaria, mientras que el futuro de Neji quedó confinado a servirlas.

—N-no puede ser... —el pasmo diezmó casi todo el volumen de su voz. Y si Uchiha pudiera ver el aura, entonces habría comprobado que la de Hinata se había reducido a su mínima expresión energética —. Por eso... por eso mi primo decía que todos teníamos un destino fijado del cual no podíamos escapar... —cerró ambos puños a un costado de sus muslos, presionándolos contra el colchón. Sus ojos comenzaron a arder y necesitó abrir su boca por la repentina falta de aire en sus pulmones. ¿Cómo era posible que a ella nunca le hubiesen dicho nada? ¿Acaso cuando cumpliera cierta edad le informarían sobre la injusta división que imperaba en su clan?

Él la miró sin saber qué hacer exactamente. Tenía ganas de abrazarla, pero al mismo tiempo contarle todo le estaba provocando un regocijo retorcido. Por fin Hinata descubría la verdad respecto a su parentela.

—Aún falta lo peor de todo, así que prepárate —mientras sus ojos se sostenían muy fijos en los de ella, le advirtió con voz dura —. Al llegar a los veintiún años, según las reglas arcaicas de tu clan, el gemelo beta tenía la única oportunidad en su vida de elegir su propio destino, de tener albedrío. Sin embargo, tal cosa era sólo una falsa ilusión. El beta debe escoger entre dos caminos: el primero es morir en un honroso combate ceremonial. La segunda opción es ser capado y vivir el resto de su vida de esa manera. Quedar eunuco representaba la cobardía de aferrarse a la vida a cualquier precio, dejando de lado el honor. Un hombre sin huevos, literalmente. Como comprenderás, ningún varón que tenga una pizca de dignidad permitirá que lo castren. La única decisión posible era la muerte. Y si por alguna razón el beta decidiera rebelarse contra su destino, su persona más querida es muerta instantáneamente por la casta primaria. En el caso de Hizashi, su hijo Neji habría sido la víctima.

Hinata sintió que su alma colgaba de un escarpado precipicio mientras que sus pensamientos, atascados en el borde del mismo, no lograban adquirir un flujo suficientemente coherente. Atada a su profunda perplejidad por muchos segundos, apenas reaccionó negando con su cabeza repetidas veces. Tras otro lapso importante, deshizo el feroz nudo que se formó en sus cuerdas vocales.

—E-eso no puede ser cierto. T-tienes que estar en un error —una parte de la colcha se arremolinó entre sus dedos recogidos por los nervios —. Las circunstancias exactas de la muerte del tío Hizashi estaban envueltas en un misterio, pero murió luchando. Eso fue lo que me dijeron.

—De hecho, en eso no te mintieron: realizaron el combate ritual, simulando un duelo en que el ganador está decidido de antemano: el alfa mata al beta como representación de su superioridad natural.

La diestra femenina casi desapareció bajo la cabellera, a fin de masajear un lado de su cabeza. La palma de su zurda, entretanto, se posó sobre la frente como si quisiera detener el estallido de pensamientos dolorosos.

—E-estás equivocado, esa información es errónea, mi clan no podía ser así de retrógrado —como si sus cuerdas vocales tuvieran la misma consistencia que el agua, su voz vibró horriblemente.

—Yo ya te he contado la verdad, si quieres caer en negación eres libre de hacerlo, pero el odio que Neji te profesaba es la mejor prueba que todo lo dicho es cierto.

Una fulgurante oleada de severo malestar trepidó por cada fibra de ella. Sus piernas tiritaron de forma inexorable, haciendo castañetear ligeramente el suelo de madera bajo ellas. Tras muchos segundos, cuando el sufrimiento se volcó hacia la aceptación de la verdad, apretó los músculos de sus pantorrillas y muslos para detener el movimiento involuntario que los poseía.

—Neji... —pese a ser sólo dos cortas sílabas, un horrible estrépito de congoja cabalgó a través de su garganta —. Mi primo debió sufrir tanto...

—¿Ahora comprendes quién era tu clan realmente, verdad? Ahora te das cuenta de lo retrógrados y barbáricos que eran los Hyuga —disfrutando su reacción, atacó dispuesto a descompensarla todavía más.

Hinata bajó su cabeza, apesadumbrada. Entre incipientes sollozos, sintió como el líquido ocular se esparcía a través de sus mejillas hasta caer en sus muslos. Neji siempre guardó el secreto a pesar de la angustia que cargaba por dentro. Su padre murió de esa manera por culpa de una tradición digna de demonios y aún así quiso rescatarla, aún así se volvió su mejor amigo, aún así la cuidaba con todas sus fuerzas.

—Neji... —un sufrido gemido se enquistó en su boca cerrada, prolongándose más allá de la lógica.

—Tu clan quedó arraigado a las costumbres salvajes del pasado, sin evolucionar y siguiendo a un líder que es una escoria como persona. Ése fue el gran error que cometieron.

Ella tensó sus mandíbulas para dominar la fricción que iniciaban sus dientes. Le hubiese gustado caminar de lado a lado como una forma de desahogar sus nervios, pero no creyó tener la fuerza suficiente para hacerlo; sus piernas flaqueaban.

—¿Cómo mi padre fue capaz de cometer tamaña barbarie? ¿Cómo mis parientes pudieron ser tan incivilizados? —la decepción que sentía hacia su familia se le incrustó como un terrible puñal en la espalda. No podía creer que las personas que la cuidaron desde niña pudieran esgrimir semejante crueldad. No podía creer que tuvieran una dicotomía tan abominable.

Al parecer Uchiha todavía no superaba su odio a Hinata completamente, ya que una suerte de placer tóxico sintió al verla sufrir. Aunque de todos modos no tardó en recriminarse mentalmente; ella se empeñaba en ayudarlo, en perdonar sus errores, ¿y él sólo disfrutaría su dolor? No se dejaría contaminar por la oscuridad, no contra la mujer más pura que podría conocer en esta vida o en otras. Decidido, caminó hacia la cama y se sentó a su lado. No iba a dejarla sola ahora, tenía que apoyarla o él mismo no se lo perdonaría. Sin dudarlo, puso una mano en su hombro.

Ella dirigió sus pupilas hacia él, sorprendida con su gesto. Empero, nada sería suficiente para paliar la devastadora presión que había en su pecho.

—Durante toda mi existencia viví bajo una mentira. Fue mi padre quien debió morir en lugar del tío Hizashi. Fui yo quien debió morir en lugar de Neji —sus lágrimas ampliaron su grosor al tiempo que sus hombros se movían al compás dictado por su respiración anómala —. Estoy cansada, Sasuke, cansada de esta vida injusta, cansada de la crueldad que hay en este mundo, cansada de estar sola, cansada de vivir. Honestamente ya no aguanto más; sólo quisiera fallecer de una vez —saber la verdad la había llevado a un punto de desesperanza total, haciéndola sentir que cada uno de sus latidos carecía de sentido.

Uchiha alzó su mirada hacia el techo monocromático. En la zona de su garganta, la manzana de Adán se movió cuando tragó saliva. Luego cerró los ojos, comprendiendo perfectamente que ella estaba sufriendo un momento de flaqueza por todo lo descubierto.

—Muchas veces me dije cosas parecidas —admitió abiertamente —. Siempre pensé que mi hermano Itachi fue quien debió sobrevivir y no yo —Hinata lo miró, notando el dolor que había en su semblante —. Muchas veces sólo quería dejar de existir y abandonar este mundo de mierda, pidiendo al dios de turno que alguien fuera lo suficientemente habilidoso como para superarme y clavarme una espada en el corazón. Sin embargo, siempre seguí luchando porque el sufrimiento no me iba a derrotar. Cada día que enfrentamos, cada día que nos levantamos, ya estamos siendo fuertes porque tomamos la opción de seguir adelante. La decisión más importante que tomamos cada día de nuestras vidas es esa: la de no suicidarnos, la de seguir luchando pese al dolor, la de seguir encarando al mundo pase lo que pase.

—Sasuke...

Él direccionó su mirada hacia ella; suma emoción se reflejaba en sus ojos de tono azabache. —Nadie se hizo fuerte sin vivir batallas difíciles. La fortaleza se ve en estos momentos, Hinata. Es ahora cuando debes demostrar quien eres y lo que vales. Ya has superado muchas cosas difíciles, así que ésta también la dejarás atrás. Aunque no te des cuenta, tú eres una persona muy valiente —la tomó de un costado de la cabeza e inclinó ésta hacia su hombro, cobijándola sin aprensiones.

Ella quedó patitiesa, dándose cuenta que en realidad no estaba sola; no durante este viaje por lo menos. Entendiendo lo difícil que era para Sasuke dar gestos así, no esgrimió ninguna resistencia para dejarse reposar en su robustez.

—Gracias, Sasuke, gracias de verdad —ajustó más su cabeza en la unión del pecho con el hombro, sintiéndose más tranquila y reconfortada. Pasaron un trío de minutos compartiendo en silencio sus tristezas, mientras Uchiha no tuvo reparos en acariciar los sedosos cabellos femeninos.

—¿Estás mejor? —preguntó él, condescendiente como nunca antes lo fue y quizás como nunca más lo sería.

—Sí..., pero que Neji tuviera que sufrir de esa manera es algo que siempre me lastimará —olvidó que la nariz servía para respirar y a cambio lo hizo por la boca abierta, provocando que su garganta se secara de golpe. Tragó saliva, intentando disipar la amarga sensación —. Pese a la tragedia que aconteció con su padre, mi primo fue capaz de dejar su odio de lado. Siempre me cuidó muchísimo —sin poder contenerlas, más lágrimas se derramaron.

—Él dejó de odiarte porque tú no lo odiaste de vuelta. Lo sé porque tú hiciste lo mismo conmigo.

Ella precisó pasar su antebrazo para deshacer las aflictivas gotas que enturbiaban su vista. Luego se separó un poco para poder mirar directamente los orbes del guerrero. —El odio sólo genera más odio. La única forma de cortar ese círculo infernal es con afabilidad, con afecto, con amistad, con amor. Sé que me dirás que soy muy idealista y una ingenua, pero eso es lo que pienso —Uchiha sintió que su corazón se derretía ante la gran brillantez yacente en los luceros femeninos —. Aborrecer de vuelta me parece el camino fácil, así que ser amable cuando alguien me lanza odio es la opción que yo quiero seguir.

Uchiha hinchó sus pulmones a través de un gran respiro. —Eres una chica extraordinaria; por eso tu primo dejó de odiarte y yo también lo hice —al sentir sus labios resecos, los humedeció antes de volver a hablar —. Lamento que las circunstancias se hayan dado de tal forma que Neji perdiera su vida. Si tan sólo nos hubiésemos conocido unos días después... —siseó al tiempo que cerraba párpados y puños por igual. Guardó inevitable silencio, el que Hinata consintió. Luego, quizás sintiéndose culpable en algún grado, reabrió su propuesta —. ¿Estás segura que no quieres matarme para vengarlo?

—Muy segura —la respuesta fue espontánea, indubitable —. Yo no quiero asesinarte, sino ayudarte.

Uchiha percibió que algo extraño se desataba en sus ojos; era el flujo que anticipaba lágrimas de emoción. Por supuesto, su alma orgullosa se encargó de prohibirlas hábilmente.

—No entiendo cómo puede existir alguien como tú —exhaló frustración y admiración a dosis iguales —. ¿Incluso después de todo lo que te conté sigues sin odiarme y quieres ayudarme? ¿Tienes claro todo el dolor que provoqué realmente?

Ella reúne fuerzas a través de un profundo suspiro y le vuelve a encajar su determinación, expresándola a través de cada centímetro de su semblante.

—Sé que lo que hiciste fue espantosamente horrible... —sonó tan triste, tan amargada, que algo se conmovió dentro del guerrero de forma irremisible —, pero también sé que estás siendo castigado por tu propia conciencia. Además, mi clan también tuvo mucha culpa de que pasara lo que pasara. ¿Cómo podría condenarte después de la injusta masacre de tu familia y de todo lo que tuviste que pasar siendo apenas un niño? Tantos años acumulando odio te cegaron inevitablemente y aún así no dañaste a inocentes —se produce un significativo silencio. Hinata dio un par de suspiros buscando las palabras precisas, las que podrían expresar de la mejor manera posible lo que deseaba. Cuando volvió en sí alzando su mirada, vio como Sasuke enfocaba toda su atención en ella —. Todos en este mundo hemos cometido errores y pecados, algunos más graves que otros, pero, pese a todo el mal que hiciste, yo sigo pensando que en el fondo eres bueno, Sasuke. Me lo has demostrado a mí, a una Hyuga que tanto odiabas, a través de hechos —cuando sintió que su garganta se estrechaba volviendo su voz más aguda de lo normal, se detuvo para recuperar la compostura. También extendió la pausa a fin de seguir hilvanando una sólida argumentación. Demoró largos segundos, pero Uchiha esperó pacientemente, adivinando que todavía no concluía su idea. Finalmente, tras acariciarse una mano con la otra, la hermosa fémina prosiguió su razonamiento —. Tengo la firme convicción que tu pasado marca quien fuiste, pero no tiene por qué definir quien eres ahora y quien serás en el futuro. El pasado no define a una persona arrepentida y que desea cambiar; la definen sus actos, su presente. Si tú quieres que lo pretérito te condene por siempre es porque tú lo decides así, porque no tienes la valentía suficiente para cambiar. Pero yo sé, en el fondo de mi alma y con todas las fuerzas de mi corazón, que tú sí eres valiente y que sí tienes la bondad necesaria para torcer el destino y enmendar tus errores; que tú sí puedes forjarte un sendero diferente al que te dicta tu sangriento pasado. No es demasiado tarde, Sasuke. Tú puedes ser un mejor hombre, estoy convencida de que puedes serlo... —sus perlas albinas se colmaron de silenciosas lágrimas, mismas que terminan deslizándose hasta caer por su mentón.

Uchiha quedó enmudecido; total y absolutamente callado. La emoción que la joven despliega es fulminante, arrolladora, invasiva. Su oscuro corazón se retuerce ante esa acuosa y trémula mirada. Pese a todo, ella sigue insistiendo en ayudarlo. Lo emociona tanto que después de todo lo vivido entre ellos, que después de la horrorosa ponzoña narrada por él anoche, Hinata siga confiando en que tiene más luz que oscuridad.

—Es por eso que te admiro, Hinata. Sólo un ángel como tú podría querer ayudarme aun después de todo lo que le he revelado. Pese a lo difícil que es, tú lograste cortar las cadenas que impone el odio. Además no sólo lo derrotaste, también lograste transformarlo en afecto, empatía y comprensión. Únicamente alguien extraordinario y excepcional es capaz de hacer algo así. Sin embargo, digas lo que digas, sea como sea, hagas lo que hagas, mi odio no se detendrá hasta que Danzo pague por todos sus crímenes. En estos momentos no puedo infectarme con la compasión ni con la bondad, o las fuerzas especiales me asesinarían fácilmente. La batalla es inminente y ésta no se puede ganar con amabilidad. Soy un vengador, Hinata, un demonio que se alimenta de la venganza; sin ella jamás me habría convertido en el guerrero más fuerte —el desamparo que sintió ella la obligó a bajar su cabeza —. Entiendo todo lo que me has dicho, lo comprendo a la perfección con una lucidez que incluso me sorprende, pero todavía no puedo torcer mi camino oscuro mientras Danzo siga sin pagar sus pecados. Muy pronto desataré un infierno de sangre contra él y sus hombres; es por eso que necesitas apartarte de mí.

Hinata se silenció, puesto que la réplica de Sasuke fue contundente. Comprendía muy bien que Shimura debía ser castigado; había cometido demasiados crímenes contra la humanidad como para quedar impune.

—Entiendo lo que dices, pero yo no quiero alejarme de ti. Antes yo era una mujer muy débil y tú un hombre muy cruel, pero después de conocernos ambos hemos cambiado: yo ya no soy débil y tú ya no eres un malvado. Me gustaría completar este proceso, que me enseñes a ser más fuerte y yo enseñarte a ser alguien noble, alguien que contra Danzo busque justicia en vez de venganza. No quiero que el camino que iniciamos se corte y todo se pierda. Deseo seguirte ayudando, quiero que me sigas entrenando, quiero que las cosas sigan como hasta ahora.

Él se acarició una ceja, formando pequeños círculos con su índice en vez de seguir la línea dictada por el vello. Luego habló.

—Ayudándonos podemos potenciarnos para ser mucho más de lo que somos. ¿Es eso lo que quieres decir?

—Sí, es la unión lo que hace la fuerza y yo sigo confiando en que puedes ser un hombre mejor. En lo que respecta a Danzo, puedes cambiar la venganza por justicia. Y en lo que respecta a nosotros el dolor nos unió a ambos, pero no tiene porque ser éste quien nos siga manteniendo unidos. Podemos cambiar el sufrimiento por benevolencia y entendimiento. Por respeto a mi familia es muy difícil que pueda seguir sintiendo lo mismo que antes por ti, pero, incluso si eso se desvanece, puedes contar con mi sincera amistad.

—Ya no me cabe duda que eres un ángel. Sólo una podría ser tan bondadosa —si las emociones de Sasuke fueran ardientes llamas, la gigantesca magnitud que tenían ahora habrían carbonizado su alma.

La afirmación del soldado surgió tan sincera, tan honesta, que Hinata es vencida por el fulguroso sentir que la abandona a través de sus ojos nuevamente. Esta vez las lágrimas corrieron por sus mejillas en forma dispar, ya que su ojo derecho estaba liberando más que el izquierdo.

—Sólo soy una persona llena de defectos que trata de hacer el bien cómo puede, así que no me idealices por favor. No soy un ángel —dijo avergonzada, mirando como algunas gotas oculares caían en sus muslos.

—Sí lo eres porque has hecho mucho más de lo que cualquier ser humano haría. Muchísimo más —dejando reprimendas a un margen, rompió las ataduras de su artificial frialdad y se acercó más a ella para envolverla entre sus brazos. Apegó el dulce rostro femenil a su pecho y descansó su barbilla sobre los finos cabellos oscuros con tintes azulosos.

—Sasuke, tu herida... te lastimarás.

—Al diablo el dolor físico; sólo quiero sentirte aquí, cerca de mi corazón, así que cállate —si cosas tan contrarias como la brusquedad y la sutileza pudieran unirse por un mísero instante, entonces él lo había hecho perfectamente tanto en su tono de voz como por las palabras en sí.

Derritiéndose de emoción ella hizo caso sin protestar, aunque intentando desapegarse un poquito para causarle menos daño. Se sintió reconfortada entre sus brazos, pues, alguien que esgrimía la insensibilidad como estandarte, estaba expresándole un cariño sin precedentes. Por lo mismo, el solo acto de que él la abrace tiene un significado tremendo, pues Uchiha nunca demostraba afecto por nadie. Es algo diferente a lo de anoche, ya que ahora la pasión no estaba involucrada para exacerbar sus sentidos: esta vez había cariño puro, comprensión, amparo, amor. El vínculo que ambos han formado es tan grande, tan único y especial, que hagan lo que hagan les resultará imposible deshacerlo.

Una emotividad impresionante comienza a pulsar por cada recoveco del guerrero más fuerte. ¿Qué era el sentir tan gigantesco que estaba inundando su pecho? Es algo que le es completamente desconocido, pero que se acumula, que se agrupa, que se agiganta e intenta escalar hacia sus ojos con una fuerza sobrecogedora. Los sentimientos, unidos a las emociones, lo abruman por su colosal grandor. ¿Será porque por primera vez ha derrotado de raíz la frialdad? ¿Será porque por primera vez ya no se siente solo?

¿Será porque el maldito amor sí existe?

—Hinata... yo quisiera... —su tono de voz salió quebrantado; escucharse a sí mismo hablando le resultó perturbador, pues nunca le había temblado la voz de esa forma. Por lo mismo, necesitó cortar sus siguientes palabras.

—Dime, Sasuke... —entre lágrimas, escuchando el avivado latido del corazón masculino, preguntó de manera anhelante.

«Quisiera darte las gracias por querer ayudarme pese a todo, gracias por haber hecho tanto por mí, gracias por tenerme fe. Eres y significas demasiado para mí». Todo eso le dijo mentalmente, aunque no podría hacerlo de manera verbal. Era una lástima que los seres humanos no poseyeran el don de leer los pensamientos. Una verdadera lástima.

—Nada —fue lo que el guerrero dijo finalmente.

—No seas así, dime lo que querías decirme —su tono salió suplicante, anhelante —. Abre tu alma conmigo como yo lo hago contigo, por favor —Uchiha estaba mucho más receptivo, más abierto, más humano, por lo que no desaprovecharía una oportunidad que tal vez nunca se repetiría.

Dando un profundo suspiro, el joven cierra los ojos y junta la fuerza suficiente como para liberar su alma de las cadenas que siempre la oprimen. Ella se merece que ponga el cien por ciento de su corazón en los labios. Sí, se lo merecía.

—Yo quería... yo quería darte las gracias por querer ayudarme a pesar de todo lo que hice, Hinata —masculló entredientes; la dificultad para decirlo fue evidente.

—Sasuke... —saboreó su nombre, conmovida.

Súbitamente, la emoción se le hace incontrolable al soldado. No entiende qué es lo que está pasando, pero los ojos le arden sin que pueda seguir evitándolo. A través de dos finas hebras líquidas, el sinónimo del dolor se desliza por su barbilla hasta tocar los cabellos femeninos. Para impedir que más lágrimas siguieran la ruta marcada por las dos anteriores, apretó los párpados de manera tan fuerte que incluso creó arrugas en ellos. Sin embargo, pese a su esfuerzo no es capaz de contenerlas. Por el resquicio de sus rabillos se le desborda maldita sensibilidad; Hinata le ha contagiado su enfermedad. Asqueado de sí mismo hace un movimiento para separarse, pero ella se lo impide apretándolo con todas sus fuerzas, como presintiendo lo que pretendía. Su fornido pectoral se humedece todavía más cuando las lágrimas femeninas también se incrementan.

Sin alzar su mirada para no dañar su orgullo, Hyuga le dijo lo siguiente con todo el amor que rebrotaba en su corazón de manera inexorable.

—Por favor confía en mí, Sasuke. Confía como yo lo hago contigo —por estar contra su pecho, él sintio como si le hubiera hablado a su corazón directamente.

Sabiendo perfectamente a qué se refería ella, respondió luego de dar un suspiro destinado a borrar el temblor que probablemente daría su voz.

—Calla, Hinata. Los hombres no lloran —pese a su esfuerzo, sus palabras salieron trémulas igualmente.

—Pero los seres humanos sí. Y yo estoy aquí como tú lo estás para mí...

La sintió tan radiante, tan preciosa, la persona con más luz y bondad que podría conocer jamás. Ella era pureza angelical, el ser más loable que pisaba la faz de la Tierra.

Odio; venganza; dolor; tristeza; comprensión; perdón; consuelo; cariño; esperanza. Ambos atravesaron por todas esas palabras de una forma increíblemente intensa en tan sólo diez días, uniéndolos a ambos quisieran o no. Uchiha entendió definitivamente la confianza plena que podía generar la persona correcta, soltando por fin todo el dolor guardado por tanto tiempo dentro de su corazón. Por primera vez desde la niñez, se permitió sentirse vulnerable porque la mujer que tenía enfrente le daba la seguridad para hacerlo, porque la quería más que a todo en el mundo, porque la amaba.

—Gracias por creer en mí, Hinata... —pese a sus cruentas revelaciones, pese a la propuesta de venganza que le ofreció, ella seguía rehusándose a caer en el rencor o el odio, seguía teniéndole fe. «Quiero pensar que la luz es más fuerte que la oscuridad. Quiero pensar que tu bondad sí puede ser más fuerte que tu maldad...». Aquella frase que dijo cuando le perdonó la vida volvió a su mente.

Realmente la admiraba.

Su mentón se reacomodó en la cabeza de Hinata, abandonándose al peso de sus emociones sin preocuparse de nada más. Descontando la masacre y los tres meses posteriores, nunca antes estuvo tan desprotegido, tan inerme, tan vulnerable. Sin embargo, con ella no le importa sentirse así; incluso le agrada desprenderse del peso que su tremendo orgullo siempre le ha puesto encima. Por primera vez en tantos años sus defensas podían bajar, las espinas podían caer y su corazón podía abrirse para desnudar su alma ante alguien. Quizá sólo fuera por esta noche, pero con el ángel enfrente suyo no necesitaba ser el más fuerte de todos, el insuperable, el invencible; con ella podía ser el hombre dañado hasta las entrañas por una masacre injusta; el niño que sólo necesitaba una pequeña palabra de aliento; el crío que necesitó un abrazo relleno de afecto en el momento más terrible de su vida; el joven que ansiaba desahogar el dolor que acarreó por sí solo durante tantos años; el ser humano que se arrepentía de su crueldad.

Su llorar era sin sollozos, masculino, tranquilo. Hinata se aferró más a él y simplemente cayó en llanto, desahogando todo su dolor también, sanando sus heridas junto a quien las había provocado. Se siente tan pequeña y protegida en sus brazos, mas, contra todo pronóstico, también fuerte y decidida. No sólo estaba siendo consolada, ella también lo consolaba a él, curando mutuamente las terribles llagas que dañaban sus almas heridas. ¿Se podía estar triste y feliz al mismo tiempo? ¿Podía uno mezclar a la perfección sentimientos tan dispares? Ella era la prueba que sí. Al mismo tiempo se sintió reconfortada, acongojada, aliviada, astrosa; pero sobre todas las cosas, esperanzada. En un mundo donde todos deben ponerse una coraza para evitar daños, sentir un alma desnuda era un privilegio. Y uno mucho mayor tratándose de alguien tan cerrado y hermético como Sasuke Uchiha, el orgulloso guerrero que, ahora mismo, se atrevía a derribar sus muros porque confiaba completamente en ella.

Los recuerdos se almacenan porque el cerebro elige qué guardar y qué descartar. En el preciso momento en que se experimenta una vivencia memorable, rara vez se toma conciencia que ésta permanecerá por siempre en la mente. Sin embargo, Uchiha tuvo claro que este abrazo lenitivo lo atesoraría hasta el día de su muerte. Para un hombre orgulloso es muy difícil llorar, muy difícil mostrarse vulnerable, muy costoso abrir el alma ante otra persona por más especial que ésta sea. Fuera un pensamiento correcto o errado, lo cierto es que llorar era sentirse humillado, derrotado ante los pesares de la vida, débil. Por ello las lágrimas se prohíben, se ocultan, se da la espalda o se cierran los ojos hasta que éstas se difuminan. Sin embargo, con Hinata las cosas son muy distintas. A ella sí podría dejarla entrar en su espíritu, pensamientos, emociones, flaquezas. Sasuke nunca ha hecho el amor, pero duda mucho que le resulte más significativo que permitirse llorar delante de ella. Concretar un vínculo romántico por medio del arte amatorio era algo completamente natural, pero, formar una conexión tan grande a través de gruesas lágrimas que nunca antes se atrevió a derramar, emergía como un hecho que iba mucho más allá de lo excepcional.

La ama; esa es la maldita verdad. Un sentimiento tan avasallador, tan increíble e indescriptible sólo podía ser amor. Con la boca podría negarlo mil veces, pero al propio corazón no se le puede engañar.

Aunque él no lo sepa, la fémina está sintiendo exactamente lo mismo. A pesar de que no pueda amarlo, aunque no pueda estar con él, la irrespetuosa verdad, la imperdonable verdad, es que ella también lo ama.

—Hinata... pase lo que pase, eres y serás muy importante para mí —jamás su voz había salido tan temblorosa, tan fulgurosa de emociones. Su izquierda acariciaba los finos cabellos femeninos, mientras su diestra hacía lo mismo con la espalda.

—Sasuke... —se refugió aún más en él, mientras sus manos envolvían el fornido torso sin vergüenzas —, tú también eres muy importante para mí. Siempre lo serás.

¿Qué le ha hecho ese hombre? ¿Por qué cada frase suya le significa tanto? ¿Por qué, pese a toda la crueldad que le relató, no puede dejar de lado la inmensidad que le provoca? Nada debía sentir hacia él a fin de respetar a sus difuntos, pero su alma no estaba de acuerdo en obedecer tal designio. Aunque Uchiha ya no era su amo, logró convertirse en algo mucho más significativo: en el propietario de su corazón. Fue entonces que Hinata se percató de algo importante que la sorprendió mucho: a medida que Sasuke iba cambiando, la palabra que la unió a él también daba un inesperado giro. ¿Sería el destino, acaso?

Era muy curioso, pero entre amo y te amo sólo habían dos letras de diferencia.

Y entre amo y amor sólo una...


Continuará.