¡Hola! Espero que ustedes y sus mascotas estén muy bien (aunque creo que ellas, salvo excepciones muy raras, no pueden adquirir el Covid-19). En el capítulo anterior no puse notas así que aprovecharé de hacerlo ahora. La idea de Hanabi guerrera se me ocurrio gracias al review de DM13 para el capitulo 16, en que me decía que le gustaría verla luchando. Me pareció una gran idea, asi que la tomé enseguida. Muchas gracias por tu sugerencia DM13, los créditos van totalmente para ti.

Respecto a Naruto lo manejaré del mismo modo que a Sakura, haciéndolo más maduro que en la serie. Por supuesto, seguirá siendo despistado pero creo que no hasta el punto de caer en la estupidez xD

Por cierto he estado viendo clips en youtube para recordar cosas de la serie y vi que Akamaru tenía un tamaño más grande que el de un león y que Kiba hasta cabalgaba en su lomo. En este fic será un perro grande, pero no así de gigante.

También me han llegado algunos comentarios sobre el vocabulario que uso y me alegra ver que no resulta una molestia; siempre trato de meter palabras más o menos desconocidas sin que entorpezca la lectura, pero de todas formas iré agregando un vocabulario en cada capítulo para esos vocablos. Las definiciones estarán sacadas de la RAE y sólo plasmaré la que usaré yo, ya que muchas palabras tienen más de un significado (como por ejemplo la palabra coger :P).

Allende: Más allá de.

Alazán: Dicho especialmente de una caballería: De color alazán.

Boquear: Abrir la boca.

Boquituerta: Que tiene torcida la boca.

Mefítico: Dícese del aire o gas que, al respirarse, puede ser perjudicial.

Apulgarar: Hacer fuerza con el dedo pulgar.

Caridoliente: Que manifiesta dolor en el semblante.

Fenecer: Morir.

Terrífico: Terrorífico.

Tremebundo: Espantable, horrendo, que hace temblar.

Vacuo: Vacío, falto de contenido.

Vacuidad: Cualidad de vacuo.

Desasir: Soltar, desprender lo asido.

Aquilino: Aguileño.

Contumacia: Tenacidad y dureza en mantener un error.

Engolar: Dar resonancia gutural a la voz.

Finta (Respecto a la esgrima): Amago de golpe que se hace para engañar al contrario, que acude a pararlo.

Fintar/Fintear: Hacer fintas.

Eviterno: Que, habiendo comenzado en el tiempo, no tendrá fin.

Amativo: Propenso a amar.

Sin más que agregar espero que les agrade este capítulo =]


Naruto estaba boca abajo, extendido e inmovilizado; su zurda, desde el dorso, había sido atravesada por un estilete, el cual la clavó firmemente al suelo. Su diestra, entretanto, estaba siendo pisoteada por el pie izquierdo de Sasuke Uchiha. La espada principal de su enemigo se posaba en su cabeza, listo para darle la estocada de gracia. El larguísimo duelo mortal entre los dos guerreros más fuertes había sido ganado por el de ojos azabaches, mientras Uzumaki apretaba los dientes relleno de horrible frustración. Cualquiera que hubiese presenciado el terrible combate, se habría convencido genuinamente que los dos no eran seres humanos sino dioses de la guerra. La rapidez de sus estocadas era demoníaca y la fuerza impuesta en cada una era todavía peor. Ambos se habían herido en el pecho con la misma profundidad, muestra, una vez más, de la equivalencia de uno respecto al otro. Tajeados ambos, pasaron de luchar con dos espadas a utilizar una sola. Necesitaban lanzar mandobles para finiquitar al rival antes que el cansancio producido por la perdida de sangre los hiciera sucumbir, teniendo que dejar inconcluso el combate. La última vez que se habían enfrentado alcanzaron una fatiga tan extrema que ni siquiera eran capaces de dar un solo paso y ninguno quería que la historia se repitiera. Unos minutos después, el arma principal del rubio fue rota en dos por un fulminante golpe que intentó bloquear. Probablemente, aunque sólo fuera una diferencia de nivel microscópico, el acero forjado de Sasuke era de mejor calidad. Uzumaki adoraba su espada, pero le había fallado en el momento en que más la necesitaba, en el instante decisivo. En cuanto fue quebrada, el duelo fue perdido a velocidad de relámpago; ni siquiera alcanzó a tomar su arma secundaria o los estiletes que él también portaba. Su enemigo de negros ojos atravesó su hombro izquierdo a la altura de la axila para luego darle un puñetazo a la boca del estómago, golpe que lo inclinó hacia delante. Al instante cayó de bruces por un tirón a su brazo, mientras su zurda fue clavada al suelo y la diestra inmovilizada con un terrible pisotón. El sufrimiento físico era intenso, pero completamente soportable. Lo que no podía resistir era el dolor de perder ante Uchiha, de no completar la justicia que tanto ansiaba. Había sido derrotado. Lo único que podía hacer ahora era encarar la muerte con la frente en alto y mirando furiosamente a su gran rival. Ansiando la estocada de gracia esperó sin miedo el final de su vida, aunque pidiéndole perdón a todos los suyos por haberles fallado.

Soy y seré el guerrero más fuerte de todos —espetó Sasuke con la soberbia que otorgaba su victoria. La fulgurosa adrenalina y el éxtasis del triunfo corría a toda potencia por su cuerpo, lo cual opacaba completamente el dolor yacente en su pecho —. Incluso me he dado el lujo de capturarte con vida —restregó la humillación sometida.

El de ojos azules ardió en rabia, apretando sus dientes como si quisiera triturar una piedra con ellos. —Ganaste sólo porque mi espada se rompió, maldito.

Los perdedores siempre buscan excusas. No es culpa mía que mi espada sea mejor que la tuya.

Pese al dolor, Naruto hizo un nuevo y conmovedor esfuerzo para liberarse, pero constató que era completamente imposible conseguirlo. Uchiha, entretanto, se sacó la camiseta, la desgajó con su estilete secundario y preparó un vendaje para la gran herida que había en su pecho. La adrenalina que todavía corría por sus venas, sumado a su gran resistencia al dolor, ni siquiera le estaban haciendo sentir la gravedad real de su lesión, pero tenía claro que le esperaba un largo viaje de retorno a su hogar, el cual podría empeorar su estado.

Mátame de una vez —exigió alzando su voz; no estaba dispuesto a seguir soportando el amargo sabor de la humillación. Ser capturado vivo era lo peor que podía pasarle a un guerrero honorable. Sin embargo, para su gran pesar, Uchiha clavó la espada a un lado de su cabeza; aquello lo indignó todavía más de lo que ya estaba —. Sabes muy bien que recibir piedad del enemigo es la peor afrenta de todas. La muerte es mucho mejor que vivir masticando el amargo sabor de la derrota —dijo mirando a su émulo con supremo desdén —. Si tienes honor mátame ya —exigió vehemente.

Voy a acabar con Danzo y sus hombres —le informó oscureciendo su voz —. Los haré pedazos —a lo dicho, el rubio abrió mucho sus ojos —. Sin embargo, ni siquiera yo podría derrotar a todos los Élite estando solo. Tú serías un gran aliado.

El de ojos azules creyó que había escuchado mal, pero al ver la total seriedad yacente en la cara del pelinegro entendió que su oferta era legítima. Buscando razones que sustentaran algo así de extraño, llegó a la conclusión que espetaría ahora.

¿Quieres convertirte en rey? ¿Crees que te ayudaría a cambiar un tirano por otro?

En nada me interesa el trono. Es por venganza.

¿Venganza?

Así es.

¿Por qué? —preguntó comprimiendo el entrecejo.

El motivo no te incumbe.

Naruto ni siquiera necesitó pensar la propuesta; su respuesta llegó un segundo después.

Yo nunca me aliaré contigo; jamás lucharía junto al hombre que mató a varios de mis amigos, destruyó mi nación y torturó a muchas de sus víctimas. Prefiero cien veces la muerte antes que pelear junto a ti.

Uchiha no se sorprendió; lo asombroso hubiese sido que le dijese otra cosa. —Entiendo perfectamente que tienes tu orgullo, pero piénsalo mejor. Una vez que liquidemos a Danzo te daré otra oportunidad para asesinarme en un nuevo enfrentamiento. Podrías cumplir lo que tanto anhelas: vengar a tus compatriotas, amigos y camaradas.

Yo no quiero venganza, quiero justicia.

Llámalo como corresponde: venganza. No uses eufemismos conmigo.

Te lo repito: yo no quiero venganza, quiero justicia.

No discutiré de semántica; si consideras justicia o venganza tu modo de actuar me importa un carajo. A fin de cuentas lo que buscas es matarme, así que el efecto es el mismo —Naruto no replicó, pues quedó pensando en la afirmación hecha por Sasuke; ¿cuál era la diferencia exacta entre venganza y justicia? —. Si realmente quieres acabar conmigo —prosiguió el pelinegro —, entonces seamos aliados antes; matemos a Danzo y sus hombres —dijo cerrando su puño con furia, cosa que el rubio notó.

El silencio se prolongó durante muchos segundos, puesto que aliarse al cruel hombre que tenía enfrente era algo muy complicado de aceptar. Sin embargo, muy a su pesar, debía reconocer que la propuesta era provechosa. Podría finalizar las tiranías del malvado Shimura, para después obtener un nuevo duelo contra su archienemigo.

Sasuke sintió una dolorosa puntada en su pecho, el cual, pese a lo apretado del vendaje, seguía derramando gotas de sangre. Por lo mismo, no seguiría esperando por una respuesta.

No tengo toda la noche, así que elige de una vez: muere ahora o enfrentémonos de nuevo tras matar a Danzo.

El blondo tensó sus mandíbulas. —¿De verdad crees que podrás derrotarme nuevamente? Sólo la resistencia de mi espada provocó que ganaras este duelo. Te estás arriesgando a morir, Sasuke, porque yo no tendré compasión. Si acepto tu propuesta, en nuestro próximo combate te mataré cueste lo que cueste. Eso te lo juro. Y Naruto Uzumaki siempre cumple su palabra, de veras.

Uchiha esbozó una sonrisa desafiante. —La muerte no es algo que me preocupe; de hecho, muchas veces la he ansiado. Nuestro próximo duelo decidirá quién vive y quién muere.

Quien era unos centímetros más bajo quedó sorprendido por la afirmación de ansiar fallecer. ¿Qué razón tendría para ello? No se permitió pensar en tal asunto, ya que después de todo no le concernía. Finalmente, tras lo que pareció una infinidad de segundos, dio su respuesta.

Está bien, maldito, ambos tenemos el mismo objetivo, así que te ayudaré a exterminar al rey y a las FE. Después obtendré mi revancha, la cual te juro que perderás.

Uchiha dejó de pisotear la diestra y se agachó a fin de extraer el estilete que había clavado en la zurda. Lo removió de un solo tirón, pues de manera lenta podría haber afectado más nervios.

En dos o tres semanas lanzaremos el ataque —anunció mientras guardaba su ensangrentada arma en el cinturón.

A lo dicho, Naruto se puso de pie mientras observaba cuán grande era la herida en su mano. Por suerte había sido infligida con un estilete, los cuales poseían la hoja muy fina, de modo que no tardaría mucho en sanar. Comprobó también que su hombro no tenía dañado el hueso, lo cual significaba que su enemigo tuvo cuidado de no dejarlo fuera de combate por más de dos semanas. En cambio, sanar una fractura le habría tomado un par de meses aproximadamente. De súbito, sintió un intenso dolor en el pecho y apretó los dientes. Eso le hizo recordar que Sasuke tenía una herida de proporción similar, por lo que dirigió sus ojos hacia su vendaje. Pese a éste, parecía seguir sangrando igual que él. No quería que le pasara un percance, pues lo que más ansiaba era matarlo en batalla. A virtud de ello le hizo un ofrecimiento.

Esa herida es tan grave como la mía —señaló Uzumaki, indicándole el tórax —. Si no me equivoco, son dos horas y media cabalgando hasta tu hogar y perderás sangre inevitablemente. En una hacienda que está a cuarenta minutos hay un médico muy amable que puede suturarte. Yo acudiré con él.

Sutúrate tú porque esto no es nada para mí. Yo soy más fuerte que la mismísima muerte —su arrogancia habló por él, menospreciando completamente el volumen de su herida. Aunque la gran mayoría del tiempo era alguien muy analítico, a veces su tremendo orgullo nublaba su razón y más si por delante tenía a su archirrival. Fue un error que más tarde casi le terminaría costando la vida, puesto que cabalgar por casi tres horas empeoró la situación de una manera que nunca imaginó.

Como quieras —respondió el de ojos azules. Rápidamente se sacó la camiseta y caminó hacia el cercano lago para lavarse su herida antes de vendarla, ya que tierra se le había pegoteado cuando estuvo inmovilizado.

Dime en qué lugar te estás quedando —dio el tono de una orden, cosa que no le gusto al rubio.

Qué te importa a ti eso —riñó apretando los dientes.

Pedazo de animal, en caso de que suceda algo inesperado, como un ataque imprevisto por parte de Danzo, enviaré a una rubia para contactarte.

¿A la mujer guerrera? ¿Ino Yamanaka?

Ella misma.

Naruto le informó los dos lugares en los cuales estaba pernoctando: la cueva allende del lago y la zona boscosa donde estaban los frondosos arrayanes. Una vez que su herida estuvo limpia, procedió a vendarla fuertemente con su camiseta.

Uchiha desató a su alazán y se subió al lomo, dispuesto a iniciar el que sería un tortuoso galope.

No arremetas contra más Élites —recordó a los cuatro que habían caído ante el rubio, lo cual sirvió de invitación a este duelo — o en tu condición actual te asesinarán fácilmente. Muévete lo menos posible y recupera bien tus heridas.

Ya estando suturado no habrá problema; en mi interior hay un zorro que sana mis lesiones.

Con razón había escuchado que, además de tarado, también estabas loco —giró su caballo, dándole la espalda —. Adiós, idiota.

Adiós, maldito.


Esclava Sexual, Capítulo Vigésimo primero


Frente a la oscuridad del abierto camarote maldito, Hinata dio un gran suspiro que más pareció un gimoteo de notable sufrimiento. Sin embargo, estaba decidida a demostrarle a Sasuke que superaría esta difícil prueba. Sintiendo el cuello tensionado, comenzó a girarlo en semicírculos como una manera de relajarse. De súbito, las negras nubes que se paseaban sobre Jiren decidieron fustigar la nave como miles de látigos restallando al mismo tiempo. La intensa lluvia, que rugía cual granizar, provocó que las tablas de la cubierta castañetearan. Entonces Hinata levantó su mirada al techo del pasillo, como si quisiera ver el torrencial aguacero. La naturaleza misma había cobrado vida como una diosa encolerizada, preocupándola más de lo que ya estaba. Sólo ansió que estruendosos truenos no se hicieran presentes, pues el miedo de revisar ese camarote aumentaría muchas escalas. Sería la peor combinación que pudiera existir y esperaba que su mala suerte no fuera tanta.

—Que no hayan truenos, por favor... —entrelazando sus manos sobre su regazo imploró a Zeus, o a quien fuese el dios de los relámpagos, que tuviera misericordia con ella.

—Si quieres postergar esto y entrar mañana, puedes hacerlo —anunció Uchiha de improviso, sorprendiéndola completamente.

Ella mostró su asombro a través de su mirada más abierta de lo normal, dado que hacía sólo dos o tres minutos la estaba obligando a ingresar. Era muy extraño que cambiara de opinión tan de repente. ¿Sería una trampa para ver si aceptaba y espetarle de nuevo que era una cobarde?

—¿Por qué me das la oportunidad ahora? ¿Qué te hizo cambiar de parecer?

—En tu entrenamiento te exigí más de lo que puedes dar y azotaste tu cabeza contra el piso. El temor que padeces ahora puede provocarte un desmayo y terminar golpeándote la testa nuevamente —explicó formando disgusto en la cara.

Hinata boqueó al ver que, pese a su tono duro, Sasuke estaba ablandándose un poco con ella; aquello estuvo a punto de hacerla curvar sus labios. Respiró muy hondo, tomándose unos prudentes segundos antes de dar una respuesta. La propuesta era tentadora, pero quedaría como una débil ante Uchiha y no deseaba seguir dándole esa impresión. Como antes se lo dijo, le demostraría lo valiente que podía ser una mujer. Implantándole firmeza a sus ojos, habló.

—Muchas gracias por preocuparte por mí, pero no me voy a desmayar —le dijo con total seguridad —. Atrasar la revisión sólo hará que mi ansiedad aumente; es mejor salir de esto enseguida en vez de estar más días nerviosa y pensando que deberé hacerlo. Tú tienes razón: si realmente quiero ser una guerrera tengo que superar siempre al miedo. Además, si puedo ayudar a resolver el misterio que rodea la muerte de esas chicas, entonces quiero hacerlo.

A modo de respuesta, el soldado dibujó una mueca de aprobación en su rostro.

Ella concentró su mirada en el estilete antes entregado por Uchiha. Luego aspiró profundamente, almacenó el aire durante tres segundos y lo expelió de manera suave. Implantándole firmeza a sus ojos albinos, alargó la mano hacia su maestro.

—Toma tu arma.

Aquello causó un pasmo en Sasuke que no disimuló. Sus negruzcos ojos se abrieron un poco más de lo normal, para luego entrecerrarse al hacer una necesaria pregunta.

—¿Por qué me la entregas?

—No la necesitaré —nerviosa, ingirió saliva tras decirlo —. Si quieres que interactúe con lo que puede haber allí dentro debo entrar en son de paz, no de manera amenazante portando un estilete en mis manos.

El guerrero quedó encantado con su acertado razonamiento. Hinata nunca dejaría de sorprenderlo.

—Excelente deducción —la felicitó a la vez que volvía a guardar su arma en el ahuecado cinturón.

—Gracias...

Dicha su única palabra quedó estática por largos segundos, hasta que finalmente se palmeó las mejillas a fin de reavivarse. Boquituerta por la ansiedad, se dedicó a escuchar el azote incesante de la lluvia repiqueteando. Cuando vivía en la mansión Hyuga, le encantaba mirar los efectos que producía sobre las flores y árboles de los vastos jardines, como también oír el tono melodioso que solía esbozar. Sin embargo, bajo las circustancias actuales la tormenta sólo contribuía a erizar aún más sus terminales nerviosas.

Sin ingresar todavía, sus fosas nasales recibieron el mefítico aroma de una habitación que ha pasado cinco meses sin ventilación: pesadez, moho y humedad. La atmósfera enviciada era perfectamente capaz de revolver estómagos sensibles, aunque, afortunadamente, ella sólo había comido un emparedado que se preparó muchas horas atrás. Arrugó la frente inevitablemente, reacción natural a lo desagradable. Tuvo que llevar la zurda a su nariz para tratar de filtrar el aire de alguna manera, puesto que el hedor profundo y estancado le hizo sentir que cada respiro le quitaba meses de vida a sus pulmones.

En cuanto se acostumbró al odorífero castigo, decidió avanzar por fin. Sin embargo, al dar tres pasos hacia el interior vio por el rabillo de su ojo izquierdo un espeluznante movimiento. Al instante, un inevitable chillido de miedo se le escapó desde la garganta. Sasuke entró a velocidad de relámpago, interponiéndose entre ella y lo que estaba mirando. Dos segundos después el tono de los negros ojos fue claramente reprobatorio y se encargó de hacérselo saber mirándola por encima de su hombro. Hyuga, asomándose por un costado, se sintió genuinamente tonta: se había asustado de su propio reflejo en un gran espejo que cubría casi toda la pared. El objeto de vanidad estaba en excelente estado, aunque tenía una leve cubierta de polvo que distorsionaba parcialmente la imagen que devolvía.

—P-perdón... yo pensaba que este cuarto sería igual que los otros; por eso no me esperaba un espejo justo en la entrada —se excusó tímidamente, muy abochornada —. Pero muchas gracias por entrar enseguida —se contentó de que Sasuke acudiera de forma tan veloz a protegerla.

Él dio un gruñido a boca cerrada. Después, complementó con lo siguiente: —No entraré de nuevo, así que sé valiente.

—S-sí... pero gracias de nuevo —endulzó su voz de modo inconsciente, para luego comentar algo que llegó a su mente —. No entiendo por qué hay gente que pone espejos en las entradas, dicen que eso es invitar a la mala suerte. Lo mismo sucede con los que se ponen en las escaleras.

Una línea se marcó en la frente del varón, señal de su extrañeza. —Nunca había escuchado eso. Debieron ser supersticiones exclusivas de tu nación.

—D-debes tener razón —asintió, para luego agregar algo —. En mi país se decían muchas cosas sobre los espejos: que cuando proyectan nuestra imagen aprovechan de robarnos energía; o que, así como reflejan al revés, también cambian las energías positivas en negativas. También se contaba que los espejos en las escaleras son peligrosos porque, cuando subes o bajas de un piso a otro, se produce un símil entre pasar de la vida terrenal a la del más allá, por lo que pueden tomar tu alma y llevarla a la siguiente dimensión. Supuestamente por eso pasan más accidentes en las escaleras espejadas.

—Si hay gente que se cae de las escaleras es por estúpida. Lo demás son sólo supercherías.

—Seguramente tienes razón, pero, después de haber visto esa espeluznante figura fantasmal, ahora sería capaz de creerme que algo así es cierto.

—No seas crédula; es peligroso serlo —le dio un consejo a modo de orden.

Ella asintió, sabiendo que Sasuke se lo decía por su bien. Después ambos miraron el pequeño camarote, aunque el guerrero no permanecería aquí. Hinata estuvo a un tris de pedirle que no la dejara sola, pero resistió sus ganas.

—A-aprovecharé las luces del pasillo para prender las antorchas. Después, si quieres, puedes cerrar la puerta —dijo aparentando firmeza.

—De acuerdo.

Ella se dirigió hacia la antorcha más próxima, caminando lentamente. Por suerte el piso no estaba desgastado para rechinar su pisar. Podría seguir avanzando sin que cada pisada perforase sus nervios; eso le provocó algo de alivio entre el estrés. Al llegar a su destino sacó de su bolsillo una cajita, extrajo una cerilla y la prendió con una sola fricción. Acto seguido, compartió el fuego con la lámpara que le brindaría la preciada luz. Luego repitió el proceso con las demás. Por lo visto tenían suficiente grasa aceitada para arder durante horas, lo que le dio más tranquilidad en medio de la incertidumbre.

—Si permaneces diez minutos aquí, mañana mismo pasaremos a la tercera lección: te enseñaré a usar el arco —alentó Uchiha.

—¿De verdad? —cintiló emoción ante el futuro premio —. V-voy a estar más tiempo que eso, voy a vencer mi miedo, ya verás.

—Esa es la actitud —dicho esto, salió del camarote y cerró con fuerza la puerta tras él.

En cuanto quedó sola, observó el sitio atentamente. A diferencia del camarote que estaba ocupando ella, se percató que aquí había una lámpara que pendía del techo, misma que, como era lo habitual, estaba circundada por metal. Pensó en prenderla también para así adquirir todavía más luz, pero su altura no le permitía alcanzar el cielo raso. Poniéndose de puntillas, estiró su izquierda cuanto pudo y entonces le quedó todavía más claro: su mano quedaba fuera de alcance por más de veinte centímetros, quizás veinticinco. Sintiéndose pequeña hizo una mueca disconforme en sus labios, envidiando la mayor altura que solían tener los hombres, pero especialmente la de Sasuke.

Por estar recién encendido el fuego, las antorchas crepitaron sonoramente; aquello la llevó a poner atención nuevamente. Pronto dio cuenta que, siguiendo el compás tembloroso de las luces, su oscilante sombra se desfiguraba contra la pared de una manera preocupante. Suspiró hondo a fin de aceptar que eso era algo completamente normal; no necesitaba buscar enemigos donde no los había. Suficiente temor sentía ya.

Puesto que eran infaltables en lugares abandonados, sus ojos albinos buscaron telarañas de forma ávida, pero no consiguió hallar ninguna. «Seguramente a las arañas no les gusta viajar por el mar» pensó a la vez que sus nervios se relajaban un poco. Continuó su inspección, aunque muy pronto entendió que no habría mucho trabajo qué hacer aquí. El camarote era pequeño y estaba casi vacío. Dedujo que los muebles habían sido retirados antes que este lugar fuese sellado, puesto que sólo el espejo y un catre oxidado peleaban contra la monotonía. La cama no contaba con sábanas; sólo tenía un colchón que actualmente era un saco de tela mohosa con un par de resortes expuestos. La pintura de las paredes seguía siendo medianamente blanca, pero era más opaca que el color original y en una esquina comenzaba a descascarse. El abandono yacente aquí contrastaba completamente con la gran pulcritud del resto de la nave. Este camarote era como ver un incisivo cariado en una brillante dentadura.

Se concentró a fin de encontrar alguna pista o indicio que ayudase a resolver el caso de las suicidas, pero le tomó menos de un minuto asimilar que toda posible evidencia debió ser borrada en cuanto trasladaron los muebles. Dando un profundo suspiro inconforme, se acomodó el pelo por detrás de los hombros con ambas manos. Ahora estaba más tranquila gracias a que su instinto le avisaba que aquí no había nada terrorífico. No obstante, tal seguridad cambió de lleno cuando sus ojos se posaron en algo que había ignorado a propósito: la puerta del baño. Allí, precisamente en la tina, había muerto una chica con las muñecas desgarradas...

Tiritó al pensarlo, arrugando sus facciones en el proceso. Automáticamente sintió como el miedo se reanudaba de nuevo. La saliva fue acumulándose en su boca mientras su respiración se aceleraba de forma inevitable.

Recordó algo que llegó de improviso: una vez Neji le dijo que la energía negativa que supuestamente quedaba después de hechos así de violentos podía adherirse e impregnarse al contorno, fuese éste las paredes, objetos personales, o el suelo. Por eso no culpaba a los marinos por pedirle al capitán que sellara este camarote, ya que ella hubiese exigido exactamente lo mismo.

Permaneció estática durante incontables segundos, mirando fijamente el resquicio inferior de menos de un centímetro que quedaba entre la puerta y el suelo. ¿Se atrevería a entrar allí? ¿Y si mejor esperaba en su lugar sin hacer nada más?

«Quizás en tus ojos esté la clave para resolver el enigma de las suicidas». La frase antes dicha por Sasuke le llegó repentinamente para recordarle que tenía una misión.

Pensando en las fallecidas, regurgitó la valentía que tenía hace tan solo un par de minutos y avanzó unos pasos. Pronto, a medida que iba acercándose al umbral, la madera comenzó a chasquear como no lo hacía en el resto del cuarto, como si el piso fuese más añejo o estuviera podrido. Se estremeció con los crujidos de las tablas y el retumbar de los pasos amplificados por el vacío del camarote. El sonido infame logró crispar los nervios de sus talones de tal manera que empezaron a arder como si cuchillas estuviesen atravesándolos; incluso tuvo la genuina impresión que estaba pisando puntiagudas espinas en vez de madera. Se mantuvo a poco más de un metro del umbral, tragando saliva e implorando que la calma no la abandonara. Un frío sudor recorrió su frente y un despreciable escalofrío hizo lo mismo con su nuca. Sintió muy húmedas sus axilas, señal de que venía sudando desde hacía un rato, pero que recién ahora se venía percatando. De pronto, un hedor inquietante hizo contacto contra ella. Era apenas perceptible, pero claramente reconocible: se trataba de sangre. Enseguida supo que provenía desde el cuarto de baño: estaba colándose por la hendija inferior de la puerta...

¿Pero cómo era posible que cinco meses después se mantuviera un olor sangriento colmando el aire? Por largos segundos, su mente se meció entre llamar a Sasuke o aguantar los diez minutos sin abrir aquel tocador. Aunando valor desde los rincones más profundos de su alma, decidió proseguir por lo menos un poco más antes de salir corriendo despavorida. Sería una guerrera, por lo tanto no podía rendirse sin luchar; simplemente no podía.

—E-el miedo es un estado mental superable. Y-yo soy más fuerte que el miedo —repitió una y otra vez en voz baja, cual mantra diseñado para invocar valentía.

Lentamente avanza hacia la puerta; cada uno de los seis pasos requeridos parecían dirigirse al patíbulo en vez de estar yendo hacia un cuarto de baño. Su peso parecía haber aumentado al triple, ya que la madera daba estridentes chasquidos que devoraban sus nervios. Como si hubiese caminado una milla en vez de cuatro metros, finalmente quedó junto a su meta. El labio inferior, húmedo, le temblaba involuntariamente. Sus orejas ardieron y los latidos de su corazón se descontrolaron dentro de sus tímpanos. Aun cuando era joven y saludable, aun cuando se hallaba en una edad salva para los embates cardíacos, llegó a pensar que el solo hecho de tener miedo podría provocarle un infarto. Se imaginó que algo tras esa puerta la esperaba para darle una letal arremetida, que saltaría sobre ella y le mascaría la yugular hasta que ésta desapareciera entre sus filosos dientes.

—Y-yo soy más fuerte que el miedo —se dijo a fin de anular la crisis nerviosa que comenzaba a fraguarse en su interior. Lentamente, apretó tanto los dedos de las manos como los de los pies para dispersar de alguna manera la atosigadora tensión.

Queriendo auscultar apegó la oreja a la puerta, apenas rozando la carne contra la madera. Inmediatamente, escuchó el familiar ruido del agua ondulando cuando alguien está en una bañera... ¿O sería la fuerte lluvia lo que estaba confundiendo su audición?

No importaba lo que fuera, no entraría a ese cuarto. Jamás en la vida.

Para su horrendo pesar, desde la nada, la puerta se abrió levemente un par de centímetros. Perdiendo instantáneamente lo poco que mantenía de tranquilidad, quiso gritar pidiéndole ayuda a Sasuke, aunque logró asesinar su intención antes que saliera por la boca. Si lo hacía ya no sería entrenada y tenía que alcanzar su meta de convertirse en una guerrera. No quería fallarle ni a él ni a sí misma.

La pequeña hendija que se hizo le permitió ver sólo una negrura inescrutable. Por ello, bajo el tumulto de sus pensamientos caóticos, bajo el martilleo de sus acelerados latidos, llevó ambas manos a la zona donde su corazón habitaba, aunque por un momento pensó, genuinamente, que el mismo había cambiado su morada hacia la garganta, pues lo sintió palpitando allí intensamente. Respiró de forma entrecortada, dolorosa, vacilante, como si el tamaño de sus pulmones se hubiera reducido a menos de la mitad y tuviera que hacer un tremendo esfuerzo para ingresar algo de oxígeno.

De súbito, las antorchas comienzan a parpadear, agitándose como si fueran azotadas por una repentina brisa. Desvió su mirada hacia ellas, temiendo que pudieran apagarse todas al mismo tiempo. Era el peor escenario posible y su mente empezaba a planteárselo como una inminente realidad. Comenzó a tronarse los dedos compulsivamente, sopesando si proseguir o decepcionar a Sasuke. Estaba concentrada en ello cuando todos sus músculos brincaron de espanto. La valentía que había conseguido hasta ahora, se extinguió de raíz. Un calambre terrible dio su corazón, como si quisiera salir del pecho de su dueña para escapar de allí. A sus espaldas se produjo un susurro realmente escalofriante, ¡como si alguien le hubiera hablado directamente al oído!

Desesperada e inyectada de abrumador terror, se da media vuelta para defenderse de quien estuviera detrás suyo, aunque no consiguió ver a nadie. Esta vez quiso gritar con todas sus fuerzas, pero el terror congeló cada centímetro de sus cuerdas vocales. De pronto, el quejido de la puerta del baño abriéndose lentamente la hizo respingar nuevamente. El movimiento prosiguó hasta quedar a mitad de abrirse por completo.

Apretó sucesivamente la izquierda con la diestra y viceversa, mientras la saliva se acumulaba en gran cantidad una y otra vez en su boca. Probablemente nunca en su vida había tragado tantas veces. Secó sus sudorosos dedos en la chaqueta de Sasuke y sentirla encima le ayudó a extraer una valentía que ni siquiera ella misma sabía que tenía. Concentró su vista en divisar algo entre la negrura, ahora parcialmente aniquilada por la luces que se colaban débilmente hacia dentro. Observó la grisácea cortina corrediza que tapaba casi por completo a la bañera. Al inicio de ésta, había un pequeño sector libre de escrutar. Allí se vislumbraba parte de una sombra extraña y difusa, inmóvil e irreconocible. Podría haber sido cualquier cosa: el anaquel que contenía la jabonera; la regadera de la ducha; la sombra de una toalla colgada; o una acechante mujer muerta desde hacía cinco meses, cadavérica y putrefacta, con muñecas profundamente cortadas que derramaban grumos de sangre viscosa, esperando el momento preciso para arrojársele con una voracidad infernal...

La última probabilidad fue igual que una estaca enterrándose en su corazón. Su columna volvió a temblar, mientras sus dientes empezaron a castañetear. Apretó con fuerza sus mandíbulas a fin de acallar el sonido dental que lo único que conseguía era ponerla todavía más nerviosa. Estaba concentrada en aunar más valentía, pero, de pronto, la sombra tras la cortina pareció aumentar su tamaño, como si se estuviera incorporando. Hinata pudo escuchar claramente el ruido del agua moviéndose. Los trazos de una figura humanoide se dibujaron justo al frente suyo; una que, por su contextura delgada y cabello largo, parecía una mujer o algo que simulaba serlo...

¿Qué era lo que estaba enfrente suyo? ¿Una imagen creada por su alterada mente? ¿Una chica común y corriente? ¿Un espectro espantoso que se rehúsaba a abandonar el mundo terrenal?

Demenciales escalofríos no dudan en hacer a la joven suya, galopando dolorosamente sobre su médula espinal. El estupor extiende sus tentáculos de una forma que rompe toda lógica. De improviso, la cortina se desplazó lentamente, a tortuosa velocidad, delatando que ese movimiento sí era tangible, que sí pertenecía a este mundo. Entonces, tomándola por sorpresa, algo abyecto se posó en el borde de la tina: ¡una espantosa mano cadavérica!

Hinata no pudo aguantar más: gritó inundada de pánico, huyendo a todo lo que podían correr sus piernas.


A diferencia de su ex-compañero Hidan, Kakuzu era alguien analítico, astuto y, además, contaba con más de cinco décadas de experiencia. A virtud de ello, enseguida se percató de algo crucial: Naruto sostenía la espada sólo con la derecha cuando lo normal para enfrentar a fuerzas superiores era usar también un escudo. Entonces recordó una noticia que se había esparcido cual epidemia por el reino: cuatro FE habían sido asesinados unos cuantos días atrás. Los fallecidos no estaban entre los diez más fuertes, pero de todos modos era imposible derrotarlos sin recibir alguna lesión a cambio, por lo tanto Naruto estaba evidentemente herido. Kakuzu acertó en lo más importante de su presunción, pero se equivocaba en un detalle: en realidad las lastimaduras del rubio fueron provocadas por Sasuke Uchiha.

De súbito, un jinete se desplomó al recibir un flechazo certero que atravesó su cráneo. Dos segundos más tarde sucedió lo mismo con otro, y otro, y otro. Al parecer era una emboscada con arqueros de puntería perfecta, dado que estaban esquivando los yelmos puestos en sus cabezas para acertar justo en los ojos.

—¡Naruto no está solo! ¡En formación tortuga, ahora! —gritó con seguridad el hábil coronel, sin perder la calma en ningún momento.

Fue entonces que el de ojos azules arremetió a una velocidad infernal antes que el orden defensivo se realizara. Siete guerreros cayeron en menos de diez segundos e incluso se dio el lujo de lanzar su espada como un misil contra Kakuzu, para impedir que en el intertanto atacara a Hanabi, Akamaru o Kiba. Rápidamente, el rubio tomó otra arma de los fallecidos, pero los inteligentes militares no le darían otra oportunidad de usarla.

—¡Huyan! ¡Huyan! —gritaron despavoridos a la vez que se internaban hacia la oscuridad, dispersándose en diferentes direcciones.

—¡Idiotas! ¡Naruto está malherido, tenemos la ventaja! —bramó el esclavista.

Sus hombres no estuvieron de acuerdo; el vacío posterior se encargó de dejarlo muy claro. La situación era muy peligrosa, ya que la oscuridad de la noche impedía saber cuantos guerreros los estaban atacando. Sumado a lo anterior, comprendían perfectamente que el factor sorpresa era un gran enemigo en estos casos, de modo que, sin pensarlo dos veces, todos escaparon agazapados. Esto no era una guerra y no valía la pena arriesgar la vida por Kakuzu.

El esclavizador había quedado solo; completamente abandonado. Y por primera vez en su codiciosa vida, se dio cuenta que el dinero no era capaz de comprarlo todo. La preciada lealtad no podía ser adquirida por medio del oro.

Entretanto Naruto alzó una mano, haciéndole una señal a su distanciado acompañante que él se encargaría de quien tenía enfrente. Aunque los soldados creyeron que se trataba de varias personas atacándolos, lo cierto es que su perfecta puntería los llevó a una confusión: sólo era un soldado.

—¿Esa es la lealtad de tus guerreros? —pese a su precario estado actual, Kiba increpó con potente voz al coronel —. Un perro, un ser supuestamente inferior, disfruta de un amor que tú nunca tendrás —espetó mirándolo con lástima —. Yo jamás abandonaría a Akamaru —acarició la cabeza de su amigo canino —, quien es muchísimo más valioso que un ser inmundo como tú. Estás solo y morirás abandonado, sin nadie que te aprecie ni te quiera un ápice; ese es un buen castigo para alguien de tu calaña.

El aludido apretó los dientes antes de dar su réplica. —Cállate, perdedor, en este mundo no se necesita a nadie más que uno mismo. Sólo me quiero a mí, sólo lucho por mí. Esa es la verdadera fortaleza, la que me dio la victoria ante ti. Los guerreros que se inspiran en afectos son escoria, débiles.

—Pues yo te demostraré que tu forma de pensar es la realmente débil —intervino Naruto al tiempo que, a prudente distancia, clavó la espada en el suelo para rascarse la nariz con la única mano que podía mover. A través de ese acto, Kakuzu volvió a comprobar que su futuro contendiente estaba lastimado. Después, el blondo tomó su arma nuevamente —. Aunque si quieres rendirte, entonces te perdonaré la vida.

—Me ofreces rendirme porque en tu herido estado actual no podrás vencerme. Es evidente que no puedes usar tu brazo izquierdo. Te mataré y cobraré la recompensa de trescientas monedas de oro que Danzo ofreció por ti si seguías vivo.

Como poniéndose de acuerdo, al mismo tiempo ambos empezaron a caminar lentamente en círculos. Mantenían la distancia, merodeándose como tigres antes de combatir.

—Tu avaricia te condenará; después no digas que no te lo advertí —regañó tranquilamente —. ¿Cómo te llamas? —en duelo individual era cortesía preguntar el nombre del oponente.

—Soy el gran Kakuzu; ese es el nombre de quien te enviará al otro mundo.

—Uzumaki Naruto —aunque no era necesario, se presentó también. Sin más dilaciones, ambos contendientes corrieron hacia el frente e iniciaron la que sería una feroz batalla.

Mientras lo anterior sucedía y el combate proseguía, la hermanita de Hinata avanzó hacia su amigo con la preocupación dañando su terso rostro.

—¿Estás bien, Kiba? —sus cuerdas vocales denotaron la sequedad causada por sus desesperados gritos, propinándole una parcial afonía. Y de no tener las manos esposadas detrás de su espalda, le habría dado un abrazo lleno de emoción.

—¿Cómo estás tú? —preguntó de vuelta, con la voz un poco distorsionada por el dolor.

—Akamaru y tú son los importantes ahora, están muy heridos.

—¿Estás bien? —insistió él, sin importarle en nada su propia condición.

—Sí, sí lo estoy —confirmó destellando suma preocupación en todo su semblante, mirándole a Kiba el muñón sangrante que antes fue un dedo. Luego vio la zona de sus costillas, pero la ropa impidió constatar la gravedad real de su lesión. Rápidamente se fijó también en las dos patas dañadas del cánido.

—No te preocupes por nosotros, esto no nos matará —intentó aliviar la visible aflicción que podía ver en el rostro de la niña. Después, bloqueó la salida de sangre apulgarándola con su mano ilesa.

—Todo fue mi culpa; debimos quedarnos en el bosque. Me advertiste que era mejor dormir allí, pero mis ganas de estar en una casa arruinaron todo. Ahora estás así por mi causa —cayendo de rodillas, lloró sin contenerse. Se sentía muy culpable. Creer que su amigo moriría decapitado le había destrozado el alma.

—No seas tonta; incluso quedándonos en el bosque nos habrían encontrado igualmente.

—Pero teníamos... teníamos más posibilidades de escapar —protestó con voz entrecortada —. Perdóname —agregó sin poder mirarlo a la cara.

—Tranquila; el destino es demasiado incierto como para tener arrepentimientos por él. Quizá quedándonos allí hubiera sido peor, pues a Naruto le habría costado más ayudarnos. Tal vez ni siquiera nos habría hallado. Lo importante es que los tres seguimos vivos.

La menor apretó sus labios mientras viraba su rostro por la vergüenza. Ni siquiera pudo dar una contestación.

—¿Dónde está la Hanabi orgullosa y sonriente de siempre? Yo tengo cuatro dedos más de repuesto y sé que Akamaru se recuperará —usando el antebrazo, le acarició la cabeza a su amigo de largas orejas —, así que no te preocupes. Absolutamente nada es tu culpa porque yo también estuve de acuerdo en dormir entre las ruinas. Si lo recuerdas yo acepté rápidamente, así que la responsabilidad es de los dos.

Dichas sus palabras, Kiba también tuvo ganas de consolarla dándole un gran abrazo, pero le dio inevitable pudor por su edad. Quizás habría sido distinto tratándose de una mujer adulta. De todos modos siguió aliviándola verbalmente, mientras, como telón de fondo, se escuchaban los intermitentes sonidos metálicos de las espadas chocando. Aquello le recordó que todavía no estaban a salvo, de modo que liberaría las frágiles muñecas aprisionadas por grilletes. Se acercó al cuerpo del decapitado, le extrajo la llave desde el bolsillo y rápidamente soltó a su protegida. Entonces le dio una orden a fin de distraerla y que olvidara el asunto que tanto la preocupaba.

—Hanabi... —sin querer, jadeó dolor al decir su nombre. La zona costillar le punzó más de la cuenta —, toma dos escudos de los muertos; los pondremos por delante. No confío en el honor del tal Kakuzu; podría atacarnos o lanzar alguna espada como proyectil para sacar de concentración a Naruto.

—Sí; entiendo —la chiquilla fue rápidamente por lo encargado. Se desgañitó por la fuerza que debió ejercer para traerlos, pero consiguió hacerlo pese a lo pesados que eran. Compenetrándose sin palabras de por medio, ambos jóvenes unieron los escudos de tal forma que también protegerían a Akamaru. Ahora ella estaba más tranquila gracias a la calma que le brindó Inuzuka, entendiendo que nada sacaba con lamentarse por el pasado; tenía que ser fuerte y aprender de lo vivido. A partir de este momento se dedicaría a pagar sus deudas con Kiba a través de bondadosas e incontables acciones hacia él; era la única forma de devolverle todo lo que había hecho por salvarla.

—¿Quiénes serán los arqueros que acompañan a Naruto? —preguntó la muchacha, mirando el oscuro horizonte para tratar de ver alguno.

—No tengo idea, pero ojalá Shino esté entre ellos. Me gustaría mucho ver que sigue vivo.

Hanabi asintió, a sabiendas que el mencionado era el mejor amigo de su ahora protector. —Naruto está claramente herido —comentó cuando regresó de sus pensamientos, alzando un poco la cabeza para ver el duelo —, ¿crees que podrá ganarle a un FE ocupando un solo brazo? —preguntó nerviosamente; temerosa de la respuesta.

—Ganará, Hanabi —lo dijo con total seguridad —. Confía en él —le infundió ánimos de que sería una victoria.

Como respuesta, ella aprobó el comentario con un gesto. Pronto tomó conciencia que su largo cabello estaba tieso y hediento por la sangre que le cayó encima; la del hombre decapitado. También vio la cabeza seccionada y el resto de cadáveres que permanecían en el piso, pero no le importó. Quería ser una guerrera a toda costa, por lo que, probablemente, escenas como estas las vería a menudo. Pese a su corta edad tenía el estómago muy fuerte, digno de competir con el de una enfermera o un cirujano. Lo único que realmente le importaba era que Kiba y Akamaru pudieran recuperarse pronto.


Por la muerta viviente que había visto, Hinata no pudo aguantar más y salió corriendo a toda velocidad. Su aterrada celeridad provocó que se diera un costalazo contra el suelo, a lo que Sasuke respondió abriendo la puerta de un sopetón. Hinata ni siquiera escuchó lo que él le dijo, arrojándose a sus brazos sin siquiera recordar que él tenía malherido su pecho.

—¡P-perdóname, pero no pude resistir más! ¡Hay algo horroroso en el baño! —caridoliente hasta transfigurarse, exclamó desesperada.

Esquivando la cascada de largos cabellos oscuros, el soldado la sujetó firmemente desde el talle.

—Tranquila, yo estoy aquí —su voz emergió tan sobria como siempre —. Nada te pasará.

—Perdóname, no quería decepcionarte, pero no pude seguir luchando contra el miedo —recordando que él estaba lesionado, hundió su rostro contra el hombro masculino en vez del pecho.

Sasuke la sintió tan niña y frágil que se conmovió inevitablemente. Echó una mirada a la puerta entreabierta del baño e intentó zafarse del apretado agarre que le estaba dando su discípula. No lo conseguiría sin tener que ser demasiado brusco, por lo que prefirió hablarle. Entonces sus labios viajaron hasta la oreja de su musa.

—Revisaré la bañera, así que debes soltarme —le dijo lentamente, tal como se le habla a una persona que no está en sus cinco sentidos.

Entre la estampida de temblores que sacudía sus músculos, Hinata desasió su abrazo. Pensó en detenerlo, mas sabía muy bien que él continuaría su acción. Era necesario escrutar ese cuarto.

—T-ten cuidado, por favor.

—Tranquila, yo soy Sasuke Uchiha —desplegando una arrogancia suprema, su nombre emergió como si fuera un sinónimo de invencibilidad. Aunque ella no comulgaba con la soberbia, sí que le hubiese encantado tener una seguridad tan enorme en sí misma.

El joven avanzó hacia su meta tranquilamente, mientras, quieta, Hinata lo miraba permaneciendo en su lugar. Entrando al tocador su primera intención fue escrutar atentamente, pero la luz que se colaba desde afuera era insuficiente. Buscó el trío de lámparas que debía haber y las encendió con tres cerillas que extrajo de su bolsillo. Entonces fijó sus negros orbes en la cortina, la desplazó completamente e inspeccionó la tina con atención minuciosa. Como previó, no logró hallar nada extraño; no había ninguna criatura espantosa, tampoco sangre. El anaquel que antaño debió sostener tanto la jabonera como el envase de champú, ahora estaba vacío. Tampoco habían toallas, bálsamos o cremas. Sólo profunda vacuidad existía. Empero, esta vez no recriminaría a Hinata por ello. Ahora mismo, a un lado suyo, quizás hubiera una presencia intangible que él no era capaz de captar porque sus ojos no tenían las mismas propiedades que los de su alumna. Viró su vista, repasando con ella el lavamanos, el sanitario, el urinario para hombres y el espejo. Todos los objetos tenían una fina cubierta de polvo, a excepción de la bañera, que por alguna razón estaba casi impoluta. Olfateó profundamente varias veces y, por tan sólo un segundo, le pareció que un hedor a sangre arribó a sus fosas nasales. Aquello le resultó tan extraño como la vez en que olió jazmín, puesto que después de cinco meses ni siquiera un rastro del líquido vital debería quedar en el aire. Escuchó el externo crujir de las tablas, indicándole que Hinata se le acercaba. La vio asomar su cabeza parcialmente, ocultando el resto de su cuerpo tras el umbral.

—¿Ves algo ahora? —indagó él, desplazando la cortina de tal manera que se volvió una delgada línea apretujada.

Ella observó la tina de cabo a rabo mientras sus dedos se contraían contra la pared. No vio nada, pero inconforme con su escrutinio avanzó unos pasos para ampliar su perspectiva. Al ver incluso el fondo de la bañera no pudo creer que no hubiera nada, ni siquiera el agua que antes oyó de manera clara. Angustiada porque sería tomada por loca nuevamente, apretó sus labios antes de dar su respuesta.

—Está vacío —dijo cabizbaja —. Parece que todo fue producto de mi imaginación... —agregó tristemente.

—¿Estás completamente segura que viste algo aquí dentro?

Ella alzó su cabeza a fin de mirarlo directamente. —Sé que suena inverosímil, pero vi una figura humanoide tras la cortina. Luego la deslizó lentamente y puso una mano podrida justo en ese borde de la bañera —apuntó con su índice el lugar exacto.

Acuclillándose, Uchiha se acercó a centímetros del sitio indicado esperando encontrar alguna huella o vestigio, aunque nada consiguió. Cuando se giró para mirar a su discípula, ella se sintió como una genuina orate.

—Quizás el golpe que me di en cubierta sí afectó mi cerebro... —propuso con voz diluida.

—No, Hinata —negó tajante —. Si lo que viste es real para ti, también lo será para mí.

La joven, absorbida por la impresión, separó más sus dos hileras de pestañas a la vez que hacía lo mismo con sus labios. —¿E-entonces me crees?

—Te creo —reafirmó él a total seguridad.

Ella respiró profundamente para recuperar el aire que el asombro le había quitado.

—P-pero no hay ninguna prueba, nada que verifique que aquí hubo algo.

—Tengo fe en ti, Hinata; con eso me basta y me sobra.

A ella se le enaguaron los ojos, tan conmovida que el mentón le tiritó un par de veces. Le fue muy emocionante ver que un hombre tan lógico y racional como Uchiha, le estuviese dando total credibilidad sin pedirle ninguna comprobación a cambio.

—Sasuke... gracias por creerme. Muchas gracias de verdad.

—No es algo que debas agradecer, te lo has ganado. Sé que eres muy distinta al resto y que tus ojos también lo son.

—P-pero te decepcioné. No pude superar tu prueba, no pude superar mi miedo. Terminé gritando y huyendo porque soy cobarde y débil —unas desconsoladas lágrimas corrieron por sus mejillas.

—¿De qué hablas, tonta? —la contradijo de inmediato —. Estuviste aquí alrededor de media hora.

Hyuga abrió sus ojos a extremos sorprendentes. —¿Tanto tiempo? —preguntó realmente asombrada, puesto que para ella apenas habían pasado cinco minutos.

—No tengo un reloj a mano, pero estoy seguro que estuviste más de veinte minutos por lo menos. Pasaste la prueba, no tengas duda de eso.

—P-pero igualmente escapé, igualmente corrí espantada.

Sasuke cambio el tinte de su mirada; Hinata pudo leer condescendencia en ésta. —No esperaba que derrotaras al miedo en el primer intento; no es tan fácil hacerlo. Sin embargo entraste aquí sola, sin armas, te mantuviste más tiempo del estipulado e incluso osaste mirar el cuarto de baño. Tú sí eres valiente porque te atreves a enfrentar el temor. Lo único que te falta es dominarlo, someterlo a tu control.

Hinata abrió mucho su boca. —¿De verdad crees que puedo hacerlo?

—Por supuesto. De hecho, estoy muy orgulloso de ti —se permitió mostrar parcialmente su emoción.

—¿D-de verdad?

Él no solía confirmar preguntas con respuesta, pero esta vez hizo una excepción asintiendo con su cabeza.

—Gracias... muchísimas gracias —lanzó muy conmovida; sus pupilas se dilataron por lo mismo, aunque, por tener el mismo color que los iris, no fue un hecho perceptible —. Me alegra que no todo fuese en vano.

—Has dado un paso gigante para alcanzar la meta que anhelas. Si eres capaz de superar el miedo, podrás hacerlo con cualquier cosa que se te ponga por delante. La próxima vez que veas esa presencia no huirás, estoy seguro.

Ella aprobó moviendo su cabeza, sintiendo como sus energías se renovaban. —E-eso espero.

Intercambiaron miradas cómplices por un largo lapso. Hinata se sentía mucho más segura teniendo a Sasuke al lado, lo cual fue mermando sus nervios paulatinamente.

—¿Encontraste alguna pista? —preguntó él, cortando el silencio que se había prolongado.

—L-la verdad, no. Los muebles deben haber sido removidos cuando sellaron este camarote.

—Yo percibí un aroma a sangre por un segundo.

Hinata abrió muchísimo sus ojos. —Y-yo también, pero lo olí de manera muy intensa —olfateó de manera automática nuevamente.

Comentaron el inusual hecho por un tiempo. Después ambos salieron del baño, dándose a la tarea de revisar minuciosamente el camarote durante una decena de minutos; no les tomó más pues el vacío que había no requería más tiempo para ser investigado. Uchiha descuartizó el colchón, lanzando el relleno al suelo a fin de ver si había alguna carta u objeto escondido, mas nada afloró. Luego removió el espejo de cuerpo entero, fijándose tanto en su reverso como en la pared que lo sostenía, pero obtuvo el mismo resultado desalentador. No quiso tantear las paredes como lo hizo con el camarote de lujo, dado que ya había revisado los planos de Jiren y aquí, en esta habitación, no habían compartimentos o pasajes ocultos. Por lo visto, tendrían que resignarse a no encontrar nada incriminatorio.

Fueron al cuarto sanitario para concluir la revisión y, cuando el soldado se dispuso a remover el espejo, Hinata lo detuvo a la vez que esbozaba un cariz de suma extrañeza en su rostro. Parecía haber visto algo raro en el reflectante objeto. Por eso se acercó hasta quedar a escasos centímetros, contemplando ávidamente lo que tenía enfrente; pero pareció serle insuficiente, por lo cual puso sus manos a un lado de cada ojo, bloqueando su visión periférica para obtener la «mirada de túnel».

—Sasuke... —dijo con voz asombrada —, a-aquí... aquí parece que hay algo escrito.

El guerrero alzó levemente una ceja, mientras Hyuga se alejaba para que él también escrutase. Entonces Uchiha se acercó e ignoró su imagen reflejada, concentrándose en el espejo en sí. Sus pupilas se dilataron buscando alguna singularidad, hasta que finalmente la halló: una capa de polvo era más fina y otra parecía más espesa; aquello no era extraño, ya que las partículas polvorosas no caían de manera uniforme y mucho menos en un barco que daba bandazos de cuando en cuando. Sin embargo, en la capa más gruesa parecía haber unos trazos quizás hechos con el dedo índice. De manera muy suave echó su cálido aliento para empañar el cristal y así marcar mejor las supuestas letras. Su acción tuvo efecto, pero fue insuficiente, de modo que sacó una cerilla, la prendió y la acercó poniéndola por debajo de lo trazado, a fin que la intensidad del fuego reflejado no impidiese verlo. Fue entonces que ambos abrieron los ojos al ver lo que parecían dos letras estilizadas, separadas como si quisieran formar una corta frase: «F... H...»

Cuando la llama encendida comenzó a quemar la punta de sus dedos, Sasuke la apagó de un soplido. Miró a su discípula, quien tenía las quijadas separadas. Entendiendo que ella estaba asimilando lo recién visto, no quiso comentar nada todavía. Sacó cuidadosamente el pequeño espejo de su lugar y lo acercó a una antorcha para examinarlo por más tiempo. Efectivamente lo allí plasmado era algo muy tenue, casi invisible entre el polvo, pero estaba allí. Eso no era producto de la imaginación de Hinata, sino algo completamente tangible. No obstante, las letras eran tan deformes que ni siquiera merecían llamarse así.

—¿Qué ves tú? —quiso corroborar si su alumna avistaba lo mismo que él.

Ella reaccionó parpadeando dos veces rápidamente. —Vislumbro dos letras desfiguradas, pero son legibles de todos modos. Hay una «F» —la indicó — y una «H» —repitió su acción. Luego tomó el antebrazo de su acompañante.

Él llevó una mano a su barbilla, analizando posibilidades mientras la encaraba.

—Puede ser un fenómeno de «pareidolia» —ante la clara faz interrogativa que formó su alumna, decidió explicar aquel vocablo que no estaba en los diccionarios formales —. De manera automática, el cerebro intenta relacionar trazos o figuras difusas con cosas que ya conoce, que es capaz de identificar. Por ejemplo, es lo que pasa cuando alguien le da a las nubes formas de animales, ve rostros en el humo o piensa en ruedas ante las piedras muy circulares —se dio una pausa para que Hinata absorbiera lo contado. Luego prosiguió —. Lo que tenemos enfrente quizá sólo sea algo azaroso formado por el polvo, pero a lo cual le estamos dando el significado de letras sin que realmente lo sean.

Hinata comprobó una vez más cuán lógico podía ser Sasuke. Se abstrajo unos segundos buscando una réplica, hasta que finalmente la halló.

—Puede que tengas razón porque es verdad que estas dos letras son muy deformes y hay que forzar un poco la imaginación para divisarlas, pero también creo que es muy difícil que el polvo cayera al punto de formar trazos así; sería una casualidad asombrosa —aseguró ella al tiempo que lo miraba atentamente —. Tampoco creo que esto haya sido escrito antes de los suicidios. E-esto no es un hecho fortuito—indicó las letras en el espejo —, esto es alguna clase de mensaje —pese a sus nervios remanentes lo dijo muy convencida, cosa que a Uchiha le gustó —. Esa cosa... esa mujer —corrigió rápidamente— quiere decirme qué fue lo que le pasó realmente —tragó saliva mientras envolvía con más fuerza el brazo masculino.

Ante el buen argumento expuesto el soldado quedó muy conforme, mas, contencioso como solía serlo, quiso discrepar una vez más.

—¿Pero por qué dejar sólo dos letras en vez de un mensaje entero?

Bajando su cabeza, ella comenzó a hilvanar posibilidades en su mente durante varios segundos. Luego respondió mirando los negros ojos.

—Quizás no pueda hacer más que eso —dio su explicación —. Recuerda que esa entidad es intangible y por lo tanto no podría influir más que eso en nuestro mundo. Incluso plasmar esas dos letras de manera tan tenue, ya debió serle un enorme esfuerzo energético.

Uchiha estuvo a punto de elogiarla por la solidez yacente tanto en sus palabras como en su tono, aunque se reprimió como de costumbre. De todos modos le encantaba ver que, pese a estar nuevamente en el cuarto de baño, a su lado Hinata se sentía tan segura que podía argüir con total lucidez. Satisfecho con la respuesta dada por ella, le daría credibilidad a que lo visto eran letras hechas por la chica fantasma.

—Está claro que si esa entidad existe, necesita comunicarse contigo porque tú eres la única que puede verla. ¿Pero qué significará lo escrito en el espejo?

Esta vez la fémina guardó profundo silencio. Intentó esbozar múltiples hipótesis, pero la verdad era que nada llegaba a su cabeza. Era muy difícil deducir algo teniendo sólo dos letras.

—No lo sé, Sasuke, la verdad no se me ocurre qué puedan representar esa «F» y esa «H».

—Es muy poca información como para sacar conclusiones —concordó él.

Dicho lo anterior, el castrense revisó el reverso del espejo con la intención de hallar alguna carta adosada u otro mensaje oculto. Al no tener éxito le ordenó a Hinata que hiciera lo mismo, pues ya tenía claro que su vista aquilina era mejor que la suya. No obstante, ella tampoco pudo descubrir nada soterrado. Acto seguido, Uchiha volvió a dejar el espejo en su lugar. Inspeccionaron la tina una vez más, terminando el proceso sin novedades. Como ya no había nada más que hacer aquí, Uchiha condujo a su musa hacia la salida del camarote, pero antes de abrir la puerta se detuvo para preguntarle algo.

—¿Por qué te da tanto miedo esa presencia? —inquirió con curiosidad.

—E-es monstruosa, Sasuke —fue la rápida contestación. Sus dedos se crisparon sólo de recordarla.

—No pensé que fueras de las mujeres que se fijaran en el aspecto —recriminó acerando su mirada —. Que sea monstruosa no significa que también sea malvada. No entiendo por qué la gente suele relacionar ambas cosas. La bondad, misma que tú tanto has defendido, no debería juzgarse por criterios estéticos.

—T-tienes razón, Sasuke; seguramente me expresé mal. No es miedo porque su apariencia sea monstruosa o fea, es miedo porque sabes que lo que tienes enfrente es innatural, algo que no pertenece a este mundo. Su mano era cadavérica, huesuda, pútrida. Eso asusta porque algo así no debería moverse.

—Pero en el fondo igualmente te estás dejando guiar por su pinta grotesca, es eso lo que te provoca susto. Para la próxima vez tranquilízate, respira profundamente, cierra tus ojos un momento y, cuando los abras, ve más allá de lo aparente. Desdeña lo antinatural que te resulte, enfócandote en captar a la persona dentro de ese cuerpo podrido.

Ella no protestó; sabía que él lo decía para su bien.

—¿De verdad crees que vuelva a verla? —preguntó, medrosa.

—La verás nuevamente —dijo con absoluta seguridad —. Por eso debes estar preparada y descartar su cariz tremebundo. Tú eres la única que puede ayudarla a ella o incluso a ambas difuntas, pues nadie más que tú es capaz de percibirlas.

—T-tienes razón, Sasuke —aceptó definitivamente que lo visto por ella no quería hacerle daño. No sabía si era la misma mujer que vio en el cuarto de lujo o en la cubierta hacía tan poco, pero de haber querido atacarla habría esbozado movimientos mucho más rápidos que la lentitud intencionada que esgrimió —. No debí correr, pero me ganó el miedo. Si me hubiese quedado podría haber averiguado algo respecto a los suicidios. Podría haberla ayudado.

—No te culpes, Hinata, tu reacción fue completamente normal —dijo comprensivo, como no podría serlo con nadie más —. Por hoy, no hay nada más que hacer aquí —anunció mientras abría la puerta —. Vámonos y relaja tus nervios porque ya pasó lo peor.

—M-muchas gracias por tu apoyo —dijo conmovida a la vez que enganchaba su mirada a ese rostro que, ya fuese de perfil o de frente, no dejaba de atraerla.

—No agradezcas, sólo estoy pagando mis deudas contigo —endureció su voz, casi engolándola.

Ella sonrió por la contumacia del hombre que amaba. —Gracias igualmente.

El soldado cerró con llave la puerta y volvió a clavar las tablas formando una «X». Terminada su acción, ambos dejaron atrás el camarote maldito mientras la lluvia amainaba parcialmente su rugir.


Viendo el duelo entre los dos poderosos guerreros, Hanabi apretaba sus dedos porque el de cabellos amarillos parecía destinado a perder. Incluso Kiba, quien tanta confianza tenía en su amigo, iba perdiendo drásticamente las esperanzas. Estaba pensando seriamente brindarle ayuda, pese a que su mermada condición sólo lo convertiría en un estorbo. Era eso y no el honor lo que le impedía ir a luchar. Después de todo Kakuzu estaba peleando con ambas manos contra un hombre malherido. ¿Acaso eso era honorable?

La batalla, que ya llevaba varios minutos, era una verdadera obra de arte de la esgrima. El esclavista tenía la lógica ventaja, puesto que blandir una espada a dos manos era mucho más efectivo que usarla a una sola, como por obligación tenía que hacerlo el blondo. A cada furiosa estocada, las ráfagas de viento zumbaban de manera terrible. Salvo que fuese estrictamente necesario, Naruto evitaba al máximo posible el cruce de armas o, por la fuerza ejercida por Kakuzu, terminaría perdiendo la suya. Eso sería un final definitivo para él, por lo que finteaba, atacaba y contratacaba maximizando sus reflejos.

Los asombrosos movimientos siguieron sucediéndose uno tras otro; el coronel estuvo muy cerca de ganar gracias a la fuerza superior de sus terríficos mandobles, pero Naruto, viéndose superado y al borde de caer derrotado, usaría su carta bajo la manga: emplear su izquierda lastimada. Su espada cambió de manos en un movimiento tan rápido y preciso que el coronel, totalmente sorprendido, no alcanzó a esquivar el cortante golpe subsecuente. Entonces, un grito de dolor atronador se esparció por el aire cuando la diestra del esclavista fue cercenada casi en su totalidad, para terminar colgando tan inerte como una liana seca; quedó sujeta al brazo apenas por escasos tendones. En circunstancias normales Naruto habría cortado ambas manos completamente, pero las heridas de su axila y mano izquierda no le permitían ejercer tanta fuerza. De hecho, hacer ese movimiento ya le había sido un enorme sacrificio físico.

—¡Hijo de puta! —clamó Kakuzu, enfureciéndose a fin de ignorar el terrible dolor. Intentó atacar con su zurda, pero Naruto, a rapidez sobrenatural, intercambió su espada de la mano izquierda a la derecha, bloqueó la letal estocada lateral y cortó la otra mano del esclavizador, esta vez a totalidad. Prosiguiendo el mismo golpe, terminó de amputarle la diestra que hasta ese momento pendía como un colgajo. Todo esto en apenas un segundo.

Mientras la sangre se vertía a chorros sobre el piso, el sufrido grito fue ensordecedor.

—¡Bastardo, me engañaste! —agregó con voz agudizada por el dolor, a la vez que hórridos escalofríos atravesaron su columna al observar sus amputadas manos en el suelo.

—Mi brazo izquierdo está lastimado y me duele mucho moverlo, pero nunca dije que no pudiera hacerlo. Esa conclusión la sacaste tú mismo —pese a su agitada respiración se explicó tranquilamente, contradiciendo el sufrimiento espantoso del vencido. El acto de clavar su espada para rascarse la nariz antes de iniciar el duelo, fue precisamente para que Kakuzu confiara al cien por ciento de que no podía mover su otra extremidad. Naruto podía ser un gran despistado en la vida cotidiana, pero en duelos individuales era un genio táctico.

—Te maldigo eternamente, rubio desgraciado...

—Lo siento mucho, pero tú te lo buscaste. Te di la posibilidad de rendirte y no quisiste aceptarla.

Cayendo de rodillas, Kakuzu recordó que las cosas pudieron ser muy diferentes, pero la oferta de trescientas monedas áureas por la cabeza de Uzumaki fue demasiado tentadora para él. La codicia, uno de los pecados capitales, lo había hundido en el fango de la sangre para siempre.

Como el duelo ya había terminado, el encapuchado acompañante del blondo decidió salir desde las sombras que lo ocultaban. Avanzó llevando tanto el arco como el carcaj en su espalda, mientras dos katanas se sostenían a cada lado de sus amplias caderas. Observando desde lejos, Hanabi creyó que se trataba de un enemigo, por lo cual rápidamente fue hacia su arco y comenzó a lanzarle flechas sin titubear siquiera. Naruto quiso intervenir, pero el desconocido le hizo un gesto con la mano para que le permitiera a la niña seguir disparándole. Esquivó cada uno de los flechazos con la misma maestría con que antes lo había hecho Kakuzu, avanzando hasta quedar a la distancia precisa.

—Si quieres matarme, así jamás lo lograrías —dijo a la vez que se quitaba la capucha, dejando libres sus dorados cabellos —. Manteniéndote estática te vuelves tan predecible que esquivar las flechas se hace sumamente fácil.

—¡Bruja traidora, fuiste tú la que atacó a mis hombres! —colérico, Kakuzu vociferó usando las remanentes fuerzas que aún poseía, mismas que gradualmente perdía a través de sus muñones abiertos —. ¡Maldita puta de Sasuke!

—Tienes que moverte de forma constante —ignorando completamente los improperios del esclavista, continuó su consejo —; corre en círculos, zigzaguea y alterna la cadencia entre los flechazos para volverlos más impredecibles. Así sacarás de ritmo al enemigo, que no sabrá cuando ni cómo vas a disparar exactamente.

Hanabi se sorprendió ante ese consejo dicho con una voz tan relajada y tranquila. Bajó su arco, entendiendo que ella venía con Uzumaki. Tuvo claro que se trataba de la mujer soldado de la cual su amigo le habló antes, lo que, quisiera o no, generaba un abrumador respeto inmediato; admiración inclusive.

Kakuzu continuó sus insultos hacia la blonda, aunque paulatinamente fueron perdiendo fuerza. Ino, entretanto, se acercó a Naruto para hablarle.

—Dejémoslo aquí —propuso mirando con asco al avaro quincuagenario —, si sobrevive o muere que quede en manos del destino. Si fallece será una basura menos en el mundo; si vive, estar sin brazos lo que le resta de vida es un buen castigo para este maldito esclavizador.

El de ojos azules ensimismó su mirada. Luego caminó hacia el traficante de mujeres, acuclillándose para mirarlo a los ojos. A su juicio la decisión le correspondía a él.

—¿Qué prefieres? ¿Quedar en manos del destino o tener la muerte de un guerrero? Incluso si sobrevivieras ahora, ya te deben quedar pocos años pues estás al límite de la esperanza de vida —en los tiempos de Uzumaki vivir más de cincuenta ya era un gran logro y uno mucho más grande tratándose de un guerrero, quienes solían morir jóvenes —. ¿Quieres vivir sin ser capaz de defenderte?

Kakuzu se imaginó en el futuro, viéndose incapaz de vencer siquiera a una menuda mujer. Sin manos incluso una podría dominarlo, lo cual resultaba una ofensa demasiado grande para soportarla. Era mejor tener una muerte digna que vivir el resto de su vida degradado. Agradeció que Naruto fuese capaz de tener misericordia y dejarle la elección a él.

—Mátame. Prefiero morir con honor que ser humillado lo que me resta de vida —tras lo dicho, dio un suspiro y cerró los ojos. Su voz ya salía diluida por la anemia, la cual pronto lo llevaría a perder la conciencia.

Naruto colocó la punta de su espada en el corazón del hombre más codicioso. —¿Estás seguro?

—Completamente.

—Di tus últimas palabras —aquella opción era algo que toda persona, incluso alguien como Kakuzu, merecía tener.

Él abrió sus ojos para observar el cielo estrellado durante varios segundos, pareciéndole hermoso. Después de todo, hoy era una buena noche para morir.

—Violé a más de mil mujeres en total, así que tuve la mejor vida que un hombre pueda soñar —dijo sonriendo nostálgicamente —. Espero tener tanta suerte en mi siguiente reencarnación —ahora cerró los ojos con tristeza, señalando de esa manera que había terminado de hablar.

Naruto atravesó su corazón con un rápido movimiento; entonces Kakuzu cayó pesadamente al suelo y, entre breves estertores, feneció.

—Un hombre tan podrido como él ya no tenía remedio. Demasiado viejo para cambiar —señaló Ino, observando su cadáver con desprecio.

—Es verdad —concordó Naruto, mirándolo con el mismo tono que la guerrera.

Escatimando el tiempo, tanto Kiba como Hanabi le agradecieron efusivamente al blondo mientras éste preguntaba por sus estados y el de Akamaru. Luego, entre los labios de ambos castaños se estableció un incómodo mutismo. Fue Inuzuka quien decidió romperlo.

—¿Por qué una enemiga nos está ayudando? —frunció el ceño tras su pregunta, al tiempo que miraba a la guerrera directamente a sus celestes ojos. Evidentemente su actuar era algo muy extraño, lo cual le causaba comprensibles suspicacias.

Fue Uzumaki quien se adelantó para dar una respuesta. —Esta mujer fue quien me avisó que Kakuzu buscaba a sobrevivientes Hyuga —lo dicho sorprendió mucho tanto al fanático de los perros como a la menor de edad —. Si no fuera por ella nunca habría podido encontrarlos. Pasamos más de dos días cabagando juntos, buscándolos. Es una chica muy confiable y una guerrera de honor, de veras.

Hanabi volvió a parpadear gran asombro, mientras Ino se sentía halagada por la afirmación hecha por el rival de Sasuke.

—Mi lugarteniente, un hombre llamado Choji —detalló la militar —, me informó que Kakuzu deseaba capturar a sobrevivientes Hyuga, por lo cual no dudé en acudir con Naruto para impedirlo.

—Sé que esto les será muy costoso de asimilar —agregó el de marcas en sus mejillas —, pero he hecho una tregua momentánea con Sasuke porque ambos tenemos la misma meta: aniquilar a Danzo y sus hombres.

Tanto la niña como su protector abrieron sus quijadas sin poder creer lo escuchado.

—¿Te estás dando cuenta de lo que estás diciendo, Naruto? —cuando se recuperó del asombro, Kiba lo increpó a dientes apretados. Estaba furioso —. ¿¡Vas a luchar al lado de ese demonio!?

—Sólo por ahora —puntualizó, gravedoso —. Después tendremos un duelo en el cual le haré pagar todos sus pecados.

Kiba, junto a Hanabi, siguieron discutiéndole airadamente al rubio un par de minutos. Él no tuvo ningún problema en aceptar pacientemente sus críticas, ya que si estuviera en el lugar de ellos habría reaccionado de la misma forma. Cuando la reyerta iba camino a prolongarse más de lo conveniente, Naruto se vio obligado a confesar la humillante situación de que Uchiha le había perdonado la vida. Sólo entonces la niña y su guardián se acallaron. Les tomó muchos segundos asimilar la nueva información recibida, entendiendo lo caprichoso que era el destino conectando hechos: si Sasuke hubiera decidido asesinar a Uzumaki, ahora mismo tanto Kiba como Akamaru estarían muertos y Hanabi sería esclava del rey. Eso no significaba que ellos también se aliarían a Uchiha, nunca harían semejante bajeza, pero los caldeados ánimos llegaron a la calma por fin. Entonces la menor le lanzó una pregunta a la soldado.

—Pero no entiendo por qué tú nos ayudas —cuestionó acerando sus facciones —. No tenías ninguna necesidad de hacerlo; no es algo que ayude a vencer al rey.

—Lo hice porque conozco a Hinata —mientras lo decía, el viento le puso un mechón por delante de su ojo derecho —. Ella es una gran chica.

La muchacha dio cuenta inmediatamente que aquella rubia estaba hablando en tiempo presente, no pasado.

—¿M-mi hermana sigue con vida? —preguntó ilusionada, fulgurosa de una emoción incontenible que incluso la hizo tartamudear, algo casi imposible en ella.

—Está sana y salva —confirmó con una pequeña sonrisa —. Ahora mismo se dirige hacia el continente al otro lado del mar, con una enorme cantidad de oro para vivir por su cuenta.

Los amigos de edades distintas se miraron entre sí, como buscando compartir el enorme asombro y felicidad que los estaba poseyendo al mismo tiempo.

—¿Pero cómo es posible? —reaccionó Kiba, apenas siendo capaz de asimilar tal información.

—Si se los dijera ahora, no me lo creerían. Primero salgamos de aquí, pues los guerreros que huyeron avisarán que Naruto sigue vivo y numerosas tropas bloquearán los caminos mientras se dirigen a este sitio.

Los aludidos asintieron tras algunos segundos, comprendiendo que la guerrera tenía completa razón. Quien tenían enfrente era amiga de Uchiha, tal vez incluso su pareja, pero ahora no era el momento para recriminaciones o sospechar de sus intenciones. Quisieran o no, ella había ayudado a salvarlos.

—¿Tú eres...? —preguntó Hanabi, puesto que no conocía su nombre.

—Ino Yamanaka, comandante de la Legión Relámpago, aunque actualmente también soy enemiga acérrima de Danzo Shimura.

—Hanabi Hyuga, segunda heredera de mi clan.

—Kiba Inuzuka, ex-comandante de los Lobos de Hierro.

Hechas las presentaciones, Ino dijo: —Bien, los llevaré a un lugar seguro. Allí hay una enfermera que puede tratar las heridas tanto tuyas —miró a Kiba — como las del perro —ahora observó a Akamaru —. Después, si están dispuestos a abrir sus mentes y aceptar la verdad, entonces les contaré qué ha pasado con Hinata —dicho lo anterior, entregó las gasas que solía cargar para que Inuzuka se vendara la zona costillar y el abierto muñón, aunque por suerte la sangre ya empezaba a coagularse satisfactoriamente.

Desde luego, Naruto no tenía idea que la mencionada enfermera era su gran amiga Sakura Haruno. ¿Cómo reaccionaría ante la pelirrosa? ¿Cómo reaccionaría ella al verlo vivo?

Y mucho más importante aún... ¿descubriría Hanabi las horrendas condiciones en las que estaba su amado padre?


Siendo casi las seis de la mañana la hora de acostarse había arribado de sobra. Gracias a la compañía de su maestro, Hyuga estaba mucho más tranquila, pues los más de cincuenta minutos transcurridos desde lo vivido sirvieron para aquietar sus nervios trastocados. Por lo increíble que había sido esta noche, no tuvo dudas que la recordaría por siempre: le hizo ver a Sasuke que su vida sí podía cambiar el rumbo, se consolaron de manera mutua, le contó cosas de su vida, tuvo una conversación muy interesante sobre la muerte, vio espectros tanto en cubierta como en el camarote sellado y, finalmente, mantuvieron otra agradable plática antes de dormir. No podía creer que todo eso hubiese pasado en sólo unas horas, pero así era.

—Sasuke... nunca olvidaré esta noche tan especial. Tuvo de todo: fue muy interesante, hermosa, horrorosa y emocionante a la vez. Por eso mismo la mantendré por siempre ocupando un lugar muy destacado en mi corazón.

—Para mí también fue una noche especial —admitió abiertamente, aunque con tono neutral.

Ambos se miraron de forma diferente, intentando interpretar sus miradas y revelarse a través de ellas los sentimientos que tenían prohibidos. Ninguno precisó decir palabras para saber lo que pasaba: ni él quería irse, ni ella quería que se fuera. Por tal causa ambos estaban padeciendo la despedida, pese a que mañana mismo volverían a verse. Empezaban a necesitarse de la manera en que sólo dos enamorados podían hacerlo.

En un deseo prácticamente inconsciente, la izquierda de él se alzó dispuesta a acariciarle una mejilla. No obstante, congeló su movimiento antes que recorriera siquiera un cuarto del trayecto. No iba a mermar su aspereza por culpa de ella. Además, ¿merecía un ser tan oscuro como él tocarle la piel siquiera? La amarga respuesta que llegó a su mente lo hizo bajar su zurda instantáneamente.

Hinata se emocionó al punto que sus ojos se volvieron cristalinos. Le partió el corazón leer la contradicción escrita en la mirada de Uchiha, quien se volteó con dirección a la puerta. No deseaba dormir sola, pero tampoco quería que él se acostara sobre el suelo nuevamente. Si le pedía que se quedara tendrían que compartir cama inevitablemente, algo demasiado vergonzoso y poco apropiado, aunque le hubiera gustado mucho decírselo sin reconcomios. Impulsada por esto, no pudo evitar hacer un comentario que provino desde lo más hondo de su corazón.

—Es triste, ¿verdad?

—¿Qué cosa? —deteniéndose bajo el dintel, se giró un poco para mirarla de soslayo.

—No poder hacer lo que uno realmente quiere...

—Es muy triste, una maldición —dijo sin pensarlo siquiera. Instantáneamente cerró sus puños al darse cuenta que no filtró sus palabras, que admitió abiertamente que le dolía no estar con ella. Se frustró bastante por ello —. Maldita sea... no entiendo qué me hiciste, Hinata. ¿Por qué diablos me gusta tanto estar contigo? ¿Por qué rayos me preocupa tanto tu bienestar?

Ella no pudo contener un gran destello de emoción en sus perlas albinas. Sus índices empezaron a chocar nerviosamente entre sí, algo que no le sucedía hacía tiempo. Sintió claramente como su faz se caldeaba, signo claro de que estaba volviéndose ruborosa.

—Y-yo... yo creo que te enamoraste de mí, Sasuke —derrotando el peso de su timidez, aunque con la cabeza gacha de por medio, se atrevió a decirle la verdad sin tapujos —. P-por eso sientes todo eso, porque el amor sí existe —se sonrojó todavía más de lo que ya estaba.

Él permaneció inmóvil, enfocando su mirada hacia el frío muro del pasillo. Estuvo varios segundos en silencio, hasta que, todavía dándole la espalda, le habló agravando su voz.

—Me confundes, Hinata —reprochó convirtiendo su mano en un puño fuertemente cerrado —. Incluso si estuviera enamorado de ti, incluso si el maldito amor realmente existiera, no serviría de nada. Ya me has dicho que no puedes estar conmigo.

Ella bajó su mirada hacia el suelo al mismo tiempo que él se giraba a fin de encararla.

—L-lo siento mucho... —dijo pesarosa, mirándose los lustrosos zapatos.

Él la observó; frágil, nerviosa, tímida. Se conmovió inexorablemente, pues, a pesar de ser así, ella siempre luchaba para hacerse más fuerte y enfrentar toda clase de dificultades. Precisamente por eso recordó como la noche anterior Hinata le declaró sus sentimientos esbozando una gran valentía de por medio. ¿Por qué él no podría pelear por ella entonces? ¿Por qué no la convencía de que estar juntos no era una locura? ¿Por qué no podría convertirse en el hombre que se merecía para luchar contra el destino que los separa? No hacer nada era el camino fácil. No aceptar lo que sentía también lo era. Después de acabar con Danzo, su plan era morir ante Naruto en el próximo combate que tuvieran, puesto que, de manera muy probable, ambos terminarían matándose mutuamente. Así podría tener la muerte gloriosa de un verdadero guerrero a la vez que pagaba sus terribles pecados. Sin embargo, ya no quiere irse al infierno, ya no quiere fallecer, quiere estar con ella, con Hinata, con la preciosa ángel que se adueñó de su ser. La mujer que tiene enfrente ha trastocado su vida completamente, exponiéndole cosas que jamás imaginó aprender. Le enseñó a querer, a que la esperanza sí existe, a que el odio sí podía dejarse atrás. Ante su sola presencia siente que su corazón se le va a salir del pecho, que no puede contener todo lo que le provoca. Incluso sus ojos se humedecen de inevitable emoción. ¿Quién más podría provocarle algo así? ¿Quién más podría ser tan excepcional como Hinata Hyuga?

Mientras tanto, ella se estremece para luego paralizarse ante lo vidriosos que están esos negros orbes, señal del tremendo sentir que galopa por aquel hombre que le roba el aliento. Su timidez la conmina a cerrar sus ojos un pequeño lapso, aunque, aun así, todavía puede sentir su negra mirada penetrándola, como si su intensidad incluso fuese capaz de traspasar sus párpados cerrados. Por un momento, incluso llega a pensar que el soldado le está mirando la mismísima alma. Vuelve a abrir sus luceros cuando necesita expresarle, a través de ellos, los preciosos sentimientos que le provoca.

Guiado por la fuerza intempestiva que lo colma por completo, Sasuke la sigue observando fijamente, sin parpadear siquiera, como si mover una sola célula significara el más terrible de los pecados. La escruta, deseando desvelar cada sentimiento oculto en esas preciosas perlas cobijadas por curvadas pestañas. La palabra «mirar» se queda totalmente corta e inexpresiva. La «toca» con la mirada, como si fuese capaz de divisar la luminosa aura que la rodea. Aunque sus ojos no poseen tal capacidad, no le cabía duda alguna que la de ella debía ser tan hermosa como un arcoiris; uno resplandeciente, efervescente e indescriptible. Decidido como siempre, caminó hacia su musa; toma la mano de ella entre las dos suyas, envolviéndola con una delicadeza impropia de él, mimándola como si estuviera hecha de cristal. Sí, Hinata era realmente única; su eviterna musa y diosa. Ella podía tener el cuerpo de una mujer muy atractiva, pero su alma seguía siendo la de una niña; una a la que quiere cuidar y amar por toda la eternidad. Le parece increíble que alguien pueda provocarle tanta ternura y pasión al mismo tiempo. Generalmente las mujeres provocan una cosa o la otra, pero ambas cosas combinadas de esa forma tan perfecta en una sola chica es algo difícil de encontrar. Y él la ha encontrado; realmente ha hallado a su mujer perfecta, tanto que debe luchar para tenerla a su lado o de lo contrario se arrepentiría por el resto de su vida. Hinata es quien ha salvado su alma; sólo ella. Entonces, por primera vez desde que la conoce, se rinde completamente ante lo que siente. Sí, se rinde porque la quiere y no puede evitarlo.

¡Se rinde porque la ama con toda el alma!

—Cuando aniquile a Danzo regresaré por ti —soltó decidido a dejar todas sus aprensiones de lado.

La joven, tan roja como una manzana madura, lo mira como si no pudiera creer sus palabras. —¿P-por qué? —se atrevió a indagar.

—Podría darte la excusa de completar tu entrenamiento, pero la razón principal es que quiero volver a verte —cerró los ojos mientras se daba una pausa. Cuando ésta terminó, volvió a abrirlos con vehemencia —. Quiero ver tu sonrisa más veces; quiero conversar como hoy lo hicimos; quiero que me enseñes a ser un mejor hombre, uno con el que puedas estar sin reparos —a lo dicho, ella sintió que el corazón comenzaba a darle vueltas como un carrusel —. Después de todo lo que hice sé que no merezco estar contigo, pero me convertiré en la mejor persona que pueda ser, una digna de estar a tu lado. Quiero hacer las cosas bien; cuidarte, darte lo mejor de mí, conquistarte cada día de mi vida —se dio una nueva pausa para controlar los temblores que estaba dando su voz —. Si necesitas cortarme un brazo, quemarme las manos o torturarme para estar juntos, entonces hazlo —ella negó velozmente con su cabeza, puesto que jamás podría dañar al hombre que amaba —. Sé que no lo harás, pero estoy dispuesto a resistirlo y expiar de esa forma mis pecados si eso significa estar contigo. Hazme pagar todos mis errores, pero no me des el maldito castigo de estar sin ti. No quiero estar sin ti, Hinata. Te necesito y no puedo evitarlo.

A medida que Sasuke iba hablando, las mandíbulas de ella se iban separando más y más, dado que nunca se imaginó que alguien tan lacónico como él pudiera explayarse así. Sus ojos albinos, trémulos de emoción, fulguran el amor que siente por el soldado. Sabía muy bien lo difícil que le era decirle palabras así; un hombre que no creía en el amor, que toda su vida sobrevivió completamente solo, ahora le estaba diciendo que la necesitaba, que no quería estar sin ella. Su corazón comenzó a bombear desbocado, ido de toda razón.

—¿D-de verdad crees que una relación entre nosotros podría resultar? —preguntó ilusionándose con una respuesta positiva, reuniendo la esperanza de que amarse no era un sueño imposible.

El militar alzó el mentón de ella a fin de que lo mirase directamente a los ojos. Luego tomó la siniestra femenil, guiándola hacia donde residía su antes oscuro corazón. No dijo nada más, dado que no hacían falta más palabras: serían sus ojos y su órgano vital quienes hablarían por él. Sus sentimientos se expresarían a través de la tremenda química amativa que sólo ella provocaba en su cuerpo.

Acorralada por los hipnóticos ojos de tono azabache, Hinata simplemente se derritió. Él estaba plagado de emotividad, a la vez que la intensidad de sus acelerados latidos le hacía sentir todo lo que la adoraba. El semblante masculino reflejaba una multitud increíble de brillos, reverberando una maravillosa inspiración que sólo pueden compartir dos corazones que se aman. Entonces, como embrujadas, sus miradas permanecieron fijas una en la otra de una forma que volvió relativo el tiempo. No sólo lo volvieron relativo, escaparon de él y de las tres dimensiones espaciales también. A pesar de cuanto dolor hubo entre ambos, sus almas se habían entrelazado porque el amor que los unía era más fuerte que lo que los separaba. No era justo que ocurriera de otra forma. Después de todo el sufrimiento que ambos tuvieron que padecer, se merecían siquiera una pizca de felicidad. Quizá ésta no duraría para siempre, tal vez sus caminos volverían a separarse más tarde, pero precisamente ahora, en este momento indescriptible en el tiempo, podían ser felices. Tenían derecho a serlo.

Hyuga lo entendió; su corazón lo comprendió a cabalidad: no podía dejar de amarlo; simplemente no podía. Es ella quien, zambulléndose en el mar de sentimientos que Sasuke le provoca, lo toma dulcemente del rostro para acercarlo al suyo y, poniéndose de puntillas, posa sus labios sobre los de él. Un beso tierno, tímido, propio de alguien como ella, pero que al transcurrir de los segundos va volviéndose más anhelante, apasionado y lleno de necesidad.

Y así, la perfección escrita en el firmamento de sus almas finalmente sucedía como un designio inexorable: poseídos por aquella fuerza sobrecogedora el amor siguió germinando desde sus corazones, escalando hacia la ambrosía de sus labios. Un beso que uniría sus almas definitivamente. Un beso con el sabor excepcional del amar sin límites, uno que significaba y significaría más que cualquier otra cosa en sus vidas porque lo que sentían hacia el otro era incomparable, mágico e irrepetible.

La joven separó un momento su boca para hablarle a su guerrero, mientras su rostro se enrojecía igual que el de un rubí. —S-Sasuke... aunque lo intente mil veces no puedo eliminar lo que siento por ti ... —volvió a unir sus labios de un modo fugaz a fin de agregar algo más —, m-me gustas tanto, me encanta estar a tu lado, no puedo dejar de pensar en ti.

Uchiha respondió mordiendo suavemente el labio inferior de ella, succionándoselo y apenas controlando la desesperación que comenzaba a surgir en todo su cuerpo. Sus manos, como adquiriendo vida propia, empezaron a recorrer las adictivas curvas femeninas con un anhelo exorbitante.

—Demonios, no sé qué conjuro me lanzaste —el calor de su aliento acarició los labios femeninos —, pero yo también siento lo mismo y no puedo evitarlo —dijo mezclando frustración y amor a partes desiguales, dado que el segundo era mucho mayor que el primero —. Te necesito en mi vida para siempre, Hinata —le dijo dándole ansiosos ósculos intermitentes.

El amor inunda a cada uno de tal forma que ahora tienen dos corazones en vez de uno y cuatro pulmones en vez de dos. Sí, porque están compartiendo sus seres enteros con el otro. Por ello sus enamoradas esencias se magnifican de forma increíble: las pulsaciones, las respiraciones, los cinco sentidos en total. La belleza de estar por fin juntos los sobrepasa al punto de sentirse fluyendo por una corriente cósmica multicolor. ¿De verdad tan increíble es amarse?

Muy pronto ambos obtendrían la respuesta, puesto que serían totalmente superados por el éxtasis inigualable del quererse con locura. Ya no serían una dualidad separada, dado que todo se fusionaría: cuerpo y alma, ángel y demonio, Sasuke y Hinata.

Serían uno.

Serían todo.

Serían amor.


Continuará.


Notas Finales: ¡Hola again! Contaré que originalmente este capítulo tenía 24 mil palabras (siempre se me pasa la mano escribiendo xD), pero tuve que cortarlo porque me pareció excesivo y agotador tener que leer tanto. Además vayan preparándose para el siguiente porque creo que estará hot :P

Por último quiero invitarlas/os a seguir a una dibujante que hace unos fanarts Sasuhina preciosos. Se llama «Adori-san» y pueden encontrarla con ese mismo nombre en tumblr. Si es que pueden, dénse una vuelta por allí. Sé que ella estará muy agradecida de recibir más apoyo a su arte ^^