Hola! Aquí dejo un nuevo capítulo de este fic esperando que ustedes y todos sus seres queridos, tanto humanos como animales, estén muy bien :D. Este capítulo es 100% Sasuhina pues no aparece ningún otro personaje, así que espero que lo disfruten pero de no ser así pueden quejarse con toda confianza. Créanme que yo soy alguien muy abierto a críticas. También les digo que tendré más tiempo libre ahora, así que quien quiera contactarme puede hacerlo a través de mi facebook «Mauricio Enterrador». Pueden agregarme con toda confianza ;D
Por último les doy infinitas gracias una vez más a quienes se dan el tiempo de dejar un review, pues sin su apoyo simplemente me dedicaría a otros proyectos. Ojalá que sean especialmente ustedes quienes disfruten la lectura ^^
Vocabulario de palabras «extrañas» en este capítulo:
Calorina: Calor fuerte y sofocante.
Envarado: Dicho de una persona: Estirada, orgullosa.
Enhiesto: Levantado, derecho.
Fricar: Frotar, restregar.
Hilaza: Residuo, sedimento que adquiere aspecto de hilo.
Fruición: Complacencia, goce.
Horcajadura: Ángulo que forman los dos muslos o piernas en su nacimiento.
Acezo: Acción y efecto de acezar.
Acezar: Jadear / Sentir anhelo, deseo vehemente o codicia de algo.
Espeluzno: Escalofrío, estremecimiento.
Yerro: Equivocación por descuido o inadvertencia, aunque sea sin dolo.
Saturnino: Dicho de una persona: Triste y taciturna.
Serafín: Persona de singular hermosura.
Posaderas: Nalgas.
Esclava Sexual, Capítulo Veintidoseno
Sumergidos en las llamas de los besos, un murmullo excitante comenzó a agitar a los dos jóvenes. El fuego más primitivo, el instintivo animal que todas y todos llevaban por dentro, quería absorber sus cuerpos y almas para blandir una revolución contra la razón, misma que, aunque muy útil la mayoría de las veces, para esta íntima ocasión era la cualidad menos necesaria de todas.
Dándole rienda suelta a su sentir, Hinata se dejaría llevar por su corazón e intentaría decir algo que, a su parecer, tal vez sería muy imprudente —. Sasuke, quiero que seas el hombre... —aunque ansiaba lanzar su alma a través de los labios, su innata timidez le impidió continuar.
—Continúa.
—Ay, e-es difícil decir esto —negó nerviosamente con sus manos —, p-pero... pero me gustaría mucho que tú fueras el único hombre en mi vida. Que lo que sentimos el uno por el otro se mantuviera por siempre —probablemente era muy pronto para decírselo, pero no se arrepintió en lo absoluto; estaba feliz de haber superado a la vergüenza —. Eres demasiado importante para mí —agregó desplegando tremenda emoción.
Uchiha se congeló de raíz por la inmediata emoción que lo invadió, sin verse capaz de esbozar contestación alguna.
—¿Di-dije algo malo? —preguntó ante la inacción de su amado.
—Todo lo contrario —sacudiendo sus pensamientos, reaccionó por fin —, tus palabras seguramente son las más hermosas que he recibido en toda mi vida.
Ella plasmó una dulce e instantánea sonrisa. Luego hizo una pregunta manteniendo el mismo cariz animoso en su tez.
—¿Entonces qué te pasa? Por alguna razón luces desconcertado, contrariado...
—No lo sé, Hinata... —confundido, buscó las palabras precisas que pudieran expresar lo que sentía, pero no encontró la fórmula verbal exacta —. Es sólo que me emocionaste mucho y, aunque es una sensación muy grata, también me molesta porque me estás volviendo un maldito sentimental —riñó endureciendo su voz en las dos últimas palabras —. No me estoy reconociendo a mí mismo y eso comienza a inquietarme.
—L-lo siento, pero no está mal que seas emotivo conmigo porque creo que de eso se trata el amor —le acarició la cara con sublime ternura.
—Soy un hombre que lo único que sabe es matar —dijo saturnino, moviendo su cabeza hacia la pared —, así que no sé cómo lidiar con esta clase de sentires que invaden mi pecho. Me desconcierta sentirme vulnerable ante ti.
Ella se conmovió ante su primera frase. Era ciertamente triste que Sasuke pensara que su única habilidad fuese asesinar.
—Quitar vidas no es tu único talento, también sabes dibujar muy bien. El retrato que hiciste de mí en tu guía de esgrima es realmente precioso.
Él giró su cuello nuevamente a fin de clavarle sus negros ojos; éstos lucían sorprendidos mientras los de Hinata resplandecían empatía.
—Supongo que es algo heredado de mi infancia —arguyó tocándose una ceja —. Me gustaba más dibujar que practicar esgrima —un rictus nostálgico se le formó.
—A mí también me agradaba, pero no nací buena para ello —sonrió dulcemente tras decirlo.
Él la consintió ablandando todo su semblante. —Si tuvieras más talentos de los que ya tienes, serías demasiado perfecta.
Instantáneamente el cutis de Hinata adquirió un vivo bermellón. Su lengua, contagiándose, se acalambró por la vergüenza y por lo tanto no pudo formar ninguna frase.
El soldado despedía enamoramiento a través de sus poros. Ella, atreviéndose a inspeccionarlo, supo que era amor aquello que resaltaba; lo sabe porque sus ojos están brillando como nunca antes. Incluso podría jurar que la está viendo con dulzura. El verdadero Sasuke está saliendo a flote; el de la niñez, el alegre, el que sólo quería ser feliz; sin muros protectores compuestos de odio, sin una coraza artificial de hielo. El alma del joven está en sus manos ahora mismo. Por eso la observa con afecto, por eso la mira de una forma que ella recordará por siempre.
—Sasuke..., si continuamos quizá te puede pasar algo porque estás malherido todavía —queriendo protegerlo de algún percance, le recordó su precaria salud —. No olvides que tuviste un ataque al corazón.
—Qué diablos importa eso. ¡Si la muerte es el precio por hacerte mía entonces lo pagaré sin dudarlo! —fue su irrevocable sentencia.
Como un desquiciado, Uchiha hizo que los besos se reanudaran para caldear cada trozo de sus bocas y anular sus conciencias. Sólo segundos tomó que la excitación los poseyera con fuerza de nuevo. Hinata ansiaba que la carnalidad domara todos sus sentidos de tal modo que anulase las prohibiciones que su timidez siempre intentaba imponer. Sólo liberándose de las cadenas del pudor podría tocar el edén con alma y cuerpo al mismo tiempo, por lo que, al fogoso calor de las caricias recibidas, una predadora ansiedad la acorraló de manera efervescente. Todo lo que fisiológicamente la hacía mujer empezó a palpitar en deseos por el guerrero; por eso no quiere que esta noche acabe, pretende seguir volviéndola especial, que sea el recuerdo más bello que puedan guardar en sus memorias. Sólo tras incontables segundos se permite interrumpir el beso a fin de recuperar el cálido aliento que le entregó a su amado. En ese pequeño lapso, miró los negros luceros y se asombra por la multiplicidad de emociones que reflejan. Pese a ser tan oscuros como la noche, reverberan destellos similares a los dados por las luciérnagas en la oscuridad. Está completamente segura que esa mirada tan refulgente, Sasuke nunca se la ha regalado a nadie. El imán que hay en sus orbes la abruma con su cariño silencioso pero expresivo al mismo tiempo. Está sobrepasada, como si ahora mismo viviera una sobredosis de amor. De súbito, siente que si no lo besa nuevamente terminará muriendo en vida. Quiere renacer otra vez en su boca, resucitar aquella afrodisíaca sensación a todo fulgor. Sin dilatar sus ansias, le vuelve a brindar su lengua mientras sus manos se encantan con la sedosidad de su indómito cabello. Desprovista completamente de represores atavíos, muerde suavemente los labios de quien ama; tanto el inferior como el superior caen presa de los de ella, enfrascándose en el éxtasis de saborearlos. ¿Qué tiene ese hombre que la incendia de esa manera? La está volviendo loca de deseo; incluso presiente que terminará volviéndose su esclava sexual por voluntad propia. Por lo mismo una corriente de agobiador calor se hace presente en su ser; un flujo que impulsa en su cuerpo una ignición de excitación. Está tan ávida de entregarle todo su amor que una fogosa nebulosa de feromonas se desprende hábilmente desde su cuerpo. Impulsada por la fuerza del instinto, movió sus deseosas manos hacia los tonificados abdominales y hunde sus yemas en los relieves, gozando la firmeza que exhalan. El calor que desprende esa piel la hace arder todavía más. En cada toque siente que sus dedos se electrifican, que son conectados por un magnetismo imposible de rechazar. Cuando sus ansias la obligan a apretar con un poco más de fuerza, percibió claramente como la carne se contrae como reacción. Adora tocar ese cuerpo escultural de varón en que cada músculo estaba en su punto exacto de tensión y tamaño; su fisico alardeaba tanta perfección que sintió ganas de estrujar, de arañar, de incluso morderlo para marcar esa fornida anatomía como suya. Quedó hechizada por aquel cuerpo apolíneo que las incontables batallas esculpieron como si fuera acero forjado por los dioses. Por un momento, incluso pensó que ni una ducha de agua fría podría evaporar el calor interno que estaba sintiendo. Una calorina digna de un fénix femenino.
Entretanto Uchiha contacta su frente con la de ella, dejando que su cálido hálito acaricie los húmedos belfos carmesí. Sin demora, reanudó los fogosos besos mientras comenzaba a recorrer con sus dedos las curvas de la afrodisíaca figura femenina. Le quitó la chaqueta prestada y, por debajo de la blusa abotonada, se entregó a la maravillosa labor de explorar su delicada cintura junto a la deliciosa amplitud de sus caderas. Está ardiendo como un adolescente que descubre por primera vez la sensual figura de una mujer. Por ello consuma su beso con delirio, con poder anhelante de victoria sexual, con una bestialidad que los mismos animales envidiarían. Tras un trío de minutos e impulsado por un deseo irresistible, el militar se lanzó como un lobo sobre el cuello de su víctima. Sasuke ya no es Sasuke, ha sido reemplazado por un animal carnívoro; uno que anhela hacer feliz completamente a su mujer, a la hembra que se apoderó de su alma. El calor de sus labios se encargó de devorarla ansiosamente, mientras exhala la turbulencia de su respiración en cada mordisco que le prodiga. Tanto le gustaba morder su piel que ella podría volverlo casi un caníbal. Tal como si marcara territorio, no duda en escribir con mordiscos y succiones que Hinata le pertenece. Ahora no se controlará como anoche en cubierta; en toda su zona cervical dejaría muy claro que aquel ángel es propiedad suya. Ella, cual diosa de la noche, premia su ímpetu con gemidos que expresan un paraíso de placer, como si a cada chupón recibido ascendiera hacia una exquisitez que iba mucho más allá del mundo terrenal.
A medida que el apetito carnal aumentaba su volumen, Sasuke, siempre fiel a su salvajismo, estuvo a punto de hacer pedazos la blusa, aunque logró reprimirse a último momento. Hinata merecía ser tratada como la doncella que era, de modo que la desabotonó esgrimiendo una paciencia que ni siquiera él sabía que tenía. Tras quitarle la prenda deslizó hacia arriba el mezquino brasier que le prohibía la visión que anhelaba, exponiendo ante sus ojos la perfecta redondez de esos dos senos que incitaban a la lujuria. Su reacción ante aquellas ofrendas de amor, fue igual a la de un ciego que consigue mirar después de haber estado sumido en la oscuridad desde el nacimiento. Eran pechos que una diosa envidiaría sin dudarlo, ya que eran sencillamente increíbles: grandes, cónicos y perfectamente simétricos. Ella consigue que por primera vez Sasuke se vuelva tan visual como cualquier otro hombre, mirándola de una forma adoradora. Emocionado, con la vista endulzada por lo que tenía enfrente, observa la indómita juventud destellando a través de cada célula que componía su clara piel. La contempla anonadado, obnubilado hasta la raíz de los cabellos, completamente embelesado ante la perfección que había creado la madre naturaleza. Definitivamente la preciosa anatomía femenina era una obra de arte y Hinata se encumbraba como su mejor exponente. Por ello se da el tiempo de apreciarla como no lo haría con ninguna otra mujer, calibrando su clara piel y valorando sus preciosas mamas tanto como los turgentes pezones que se entronizaban en ellas. Son éstos los que se le hacen completamente irresistibles. La luz de las dos antorchas, aunque tenues, plasman muy bien el apetitoso color sonrosado que poseen. Saliva se le acumuló en la boca al imaginarse besándolos, succionándolos, incluso mordiéndolos con apremiadora urgencia. Necesita que sean suyos, tocar sus voluptuosos encantos delanteros como no lo hizo anoche en la cubierta. Pronto llevó sus manos hacia la espalda femenina, desabrochando el sostén. Cumplida su labor su sexo hirvió de deseo inexorablemente, calentándose como un metal al rojo vivo.
—Tus pechos son tan perfectos, Hinata...
—Sasuke... —sin poder evitarlo se sonrojó por sentirse tan atrevida, pero, a diferencia de lo que ocurrió anoche y gracias a la confianza forjada entre ambos, ahora no se preocupó de parecerle una cualquiera. Sabía que Sasuke nunca pensaría eso de ella.
Sin resistir la tentación el soldado inició la tarea de palpar las golosinas carnales y, al delinearlas lentamente, podría haber jurado que fluir hacia el nirvana no podía ser mejor que la sensación que ahora estaba sintiendo. Sus yemas se regocijaron como nunca antes, puesto que ambos pechos son un verdadero orgasmo al tacto; la tersura que alardeaban era sencillamente incomparable. Como si no fuese suficiente perfección, el voluminoso tamaño se desborda en sus palmas a la vez que los erectos pezones le informan claramente cuanto lo deseaba ella. Volviéndose cada vez más libidinosos, los dedos se regocijaron al aprisionarlos con gran precisión. Motivado, siguió gozando de los porosos premios de amor; primero los mece y luego, utilizando índice y pulgar al mismo tiempo, estirándolos suavemente como si quisiera descubrir cuán flexibles son. Entonces se relame pensando en su siguiente movimiento: va a beber de ellos como si fueran gotas de agua en un árido desierto. Dispuesto a cumplir tales deseos, desciende pausadamente hasta finalmente llegar a su meta. Respira hondo para saborear el exclusivo y cautivador aroma, el cual profanó su cordura fácilmente. Acto seguido, desenvainó su húmeda lengua a sólo escasos centímetros de la piel, dispuesto a darles salivosas succiones a fin de ordeñarlos con sus labios. Resopló encima de las preciosas circunferencias y luego les da un beso esquivando tanto a los pezones como a sus auréolas. Sus labios se humedecieron con la piel cubierta por el fino sudor de la excitación. Pretendía labrar una pausa torturadora, pero el juego de provocación es derrotado por lo ingente de sus ansias: rápidamente aprieta un pezón con perfecta exactitud entre sus labios, haciendo que ella le regale un gemido atestado de goce. De hecho, se sintió tan vibrante y excitada que llegó a decir «Sasuke» con auténtica desesperación. Él, inspirado por lo excepcional del afán que ambos sentían, acumuló mucha saliva en su boca, aunque sin mover su lengua todavía. Esperó unos segundos hasta que, sin perder más el tiempo, devoró los senos de su amante con inédita gula, como si su vida dependiera de chupárselos, deleitándose con cada jugosa succión que les propina. A intervalos no calculados viaja del seno izquierdo al derecho y viceversa, volviéndose loco con la exquisita alquimia resultante del amor y el deseo maximizados. Después de un lapso Sasuke no resistió más y apretó con más fuerza un pezón, elevándolo de tal modo que el peso del seno se sostuvo únicamente por éste. Entonces Hinata se vio obligada a dar un pequeño respingo retráctil.
—N-no tan fuerte, por favor... —le pidió entre notorios jadeos.
Maldición, cuanto le costaba reprimir su lado más bestial con ella. Controlarse con una hembra tan apetitosa como Hinata era un hecho equiparable a una hazaña legendaria. Una proeza que, pese a su extraordinario autocontrol, le estaba tomando mucho esfuerzo realizar. Tras una eternidad de segundos en que suavizó la intensidad de las succiones, soltó por fin los porosos manjares que lo embriagaron con su sabor. Fue entonces que un impulso le obligó a plegarse aún más contra su amante y, entre los inquietantes suspiros y fogosos jadeos dados por ambos, comenzó a frotar su enhiesto genital contra el vientre femenil, proyectando así sus enormes ansias de penetrarla. A ojos cerrados y boca entreabierta su musa le respondió meneándose de una forma parecida, intentando acoplarse a los movimientos realizados por él. Los pasionales gimoteos que Hyuga exhalaba lo inspiran a restregarse con más fuerza, a lo que ella reacciona tomándolo por las mejillas y besándolo como si fuera la última vez que pudiera hacerlo.
El castrense siguió comiendo las dadivosas cumbres de su amada, degustando su dulce sabor y humedeciéndolas con su saliva. Él siente claramente como el cuerpo de Hinata anhela tenerlo por dentro ya mismo: sus pezones turgentes, su lengua enredándose con la de él, sus agitados suspiros. Urgido, sus dedos iniciaron el sublime trayecto hacia la íntima cavidad donde moría por entrar, esquivando el tirante de sus algodonosas bragas y colando sus cinco dedos bajo la delgada tela. A diferencia de lo sucedido en cubierta la noche anterior, la joven guardó silencio; una señal de cuanto confiaba en él ahora. Apenas la contactó, Uchiha dio cuenta de cuán excitada estaba Hinata, de lo jugosa que estaba su vulva. No era sólo humedad lo que padecía; estaba completamente empapada por culpa suya.
—Me encanta que te mojes tanto —le susurró al oído de manera más ronca de la habitual —. Es señal de cuanto me deseas —agregó mientras le mordía el lóbulo de su oreja.
Ella sintió su rostro arder, removiéndose un poco a causa del pudor.
—N-no lo digas... M-me da mucha vergüenza porque apenas han pasado unos minutos...
Tal como lo expresó, ni siquiera transcurrió el tiempo suficiente como para que estuviese tan húmeda, tan jugosa y hambrienta sexualmente. El placer había nublado su cuerpo completamente, delatando que las palabras del guerrero eran una total verdad: lo deseaba demasiado. Lo necesitaba entre sus muslos ya mismo, que despedazara su virginidad y la convirtiera en su mujer. Su timidez había sido derrotada por el animal interior que él hábilmente le extraía. Esta noche sería de Sasuke; lo tenía claro porque no podría, ni quería, resistir las ansias de que le hiciera el amor.
Adorando las tímidas palabras recién dichas, el militar creó con sus dedos un enjambre de melodiosos suspiros y seductores jadeos. Los retazos de los mismos se adueñaron de cada pared, tal como su izquierda no dudaba en poseer la parte más sensible e íntima de su futura mujer. Por un momento, la hermosa enamorada sintió que iba a desfallecer con tales caricias. La excitación era tanta que un sugerente ardor le nació por dentro, haciendo que su sexo se sacudiera con cierta violencia. Como testimonio de ello, un pequeño hilo de jugosa excitación se deslizó por el nacimiento de su muslo izquierdo.
—Sasuke... —suplicó su nombre ya carente de conciencia, la cual fue consumida por la combustión de la satisfacción.
El soldado atrapó la viscosa liquidez entre sus dedos índice y pulgar. Luego subió los mismos frente a los ojos de ella, quien notó que quedaron completamente bañados con su esencia sexual. La traslúcida humedad brilló vibrante a la luz de las antorchas. Al instante sintió un pudor que la enrojeció de manera fulgurante y que se incrementa cuando Uchiha la sorprende con algo que no esperaba: miró sus yemas con deseo y las separa lentamente cual tijera, provocando una hilaza que, todavía adherida a cada dedo, se va estirando sin cortarse, signo de lo pegajosa que Hinata estaba. En cuanto la joven supo que él comería la sustancia producida por su excitación, necesitó detenerlo imperiosamente.
—N-no lo hagas... —dijo invadida de recato, temiendo que su sabor le fuera desagradable.
—¿Por qué? —protestó enseguida.
Ella dudó antes de darle vida verbal a sus pensamientos, ya que no era el momento adecuado para dar una respuesta tan singular como la que atravesaba su mente. Sin embargo, estaba acostumbrada a ser lo más sincera posible.
—Ay... la verdad, cuando me compraste, me dejaste traumada con lo de que mi vagina tenía olor a pescado...
En medio de la tremenda excitación que los agobiaba, el argumento de Hinata surgió como un completo desacierto. Un pingüino queriendo vivir en un desierto resultaría más atinado que aquel comentario. Sin embargo, Uchiha estuvo a un tris de reírse a mandíbula batiente porque le pareció algo muy divertido. Desde su más tierna infancia que no se sentía de esa manera, por lo que una alegre sonrisa se estableció en sus labios por primera vez en demasiados años. Lamentablemente, la joven se perdió de ver aquella curva feliz debido a que había cerrado los ojos por el bochorno.
—Eso quedó en el pasado. Ni siquiera me acordaba —dijo cuando logró dominar su jolgorio interno.
—P-pero yo sí lo recuerdo muy bien...
—Olvida eso y no seas tímida; libérate completamente conmigo y déjate llevar por tu instinto. Quiero comerte entera, tener tu sabor más íntimo en la punta de mi lengua —acercándose hasta contactar sus narices por la punta, le susurró oscureciendo su voz.
—S-sé que necesito ser más osada, pero no quiero que hagas algo así porque me da mucha vergüenza todavía. Por lo menos no ahora, por favor.
Uchiha hizo una mueca de desaprobación, dado que realmente deseaba degustar a su hembra. No obstante respetó los deseos de ella, de modo que sus dedos terminaron deshaciendo lo atrapado a fin de no incomodarla.
—Lo siento, no quiero parecerte aburrida o mojigata...
—No importa; tarde o temprano te haré sexo oral y te daré todo el placer que te mereces. De hecho, me lo terminarás rogando —aseveró no sólo demostrándolo a través de sus palabras, sino también por medio de sus ojos.
Dichas tales palabras el cutis de Hinata se encendió de carmín y estuvo a punto de levantar sus manos a fin de taparse las mejillas, pero se detuvo.
—Y-yo también quiero hacértelo... sólo dame un poco de tiempo para ese tipo de cosas más atrevidas. Recuerda que yo soy virgen todavía...
—Que seas virgen me calienta todavía más... —dijo relamiéndose afanosamente —. Además, eres una hembra tan deliciosa que no sabes cuanto me cuesta mantener el control contigo.
—Yo no soy deliciosa...
—Ya te dije que no fueras tan modesta —recriminó volviendo su mirada más penetrante —; eres una chica realmente exquisita.
—Mu-muchas gracias por creer eso... —su respuesta salió de manera tan tímida que apenas se oyó.
Sasuke tuvo que hacer un gran esfuerzo para no terminar empotrándola contra la pared, refrenando a duras penas su animal interior. Rápidamente ambos prosiguieron el juego de fricarse con la ropa encima, ansiándose y provocándose por varios minutos más. Cada vez él simulaba con más intensidad la penetración, mientras ella sentía cómo aquel roce la hacía alucinar. En sofocantes oleadas, el calor que recorre el cuerpo varonil lo obliga a aferrarse todavía más contra Hinata. Resopla contra su boca porque está a punto de romper sus límites de dominio sobre sí mismo. No desnudarla de una vez y hacerla suya como una bestia salvaje resultaba un castigo. Muy pronto descubre que ella está igual que él, pues, invadida por una inaudita desesperación, brincó intentando colocar el miembro exactamente en su feminidad. Él bajó sus manos a las carnosas nalgas y, tomándola desde allí, la levanta para cumplir su deseo. Ella, entre delirantes besos, lo envuelve con sus piernas y cruza sus tobillos por detrás de los muslos de él. Ha forjado una prisión que expresa perfectamente sus inmensas ganas de tenerlo por dentro. Al igual que Sasuke, Hinata también lo desea con locura. Por culpa del otro, ambos están ardiendo más que estrellas en el firmamento. Y eso que todavía no se quitaban la ropa siquiera...
—Sasuke, te amo tanto... —le dice al oído como si fuera un delirante ronroneo. Ese hombre de una forma o de otra le hacía perder la razón. Ese agradable aroma varonil nublaba su consciencia, al tiempo que la piel de sus labios acechando los suyos la despoja de toda cordura. La inexplicable emoción le llenaba sus adentros, desbordándose como un río aumentado por cuarenta días de lluvia.
Para el varón, por causa de su respiración entrecortada y rellena de ansias, la suave voz de Hyuga sonó malditamente sensual. Empero, no es sólo eso lo cual hace que las células masculinas adquieran un frenesí desconocido: es la intensidad de los sentimientos por ella expresados lo que le crea un hervidero inigualable de sensaciones positivas. Una bellísima manifestación extrasensorial que sólo Hinata le podía causar. Entonces lo sabe de una manera palpable, omnisciente y extraordinaria: únicamente su musa tiene el don de tocar su corazón y emocionarlo de esta forma. Solamente ella puede hacer que en él nazca, germine y florezca el amor; ese infinito sentir que lo impulsa a hacerla feliz con todas sus fuerzas. Por eso está decidido a hacerla gozar hasta que estallara como una supernova; que oleadas irrefrenables de placer se apoderaran de su ser hasta hacerla temblar; que sintiera una epifanía que pareciera proveniente de otra dimensión, una en que la espiritualidad y la carnalidad se fusionarían de una manera completamente inolvidable. Que el sexo con amor, ese que pensó que no existía, abriera sus mágicas alas en toda su extensión.
Mientras tanto una nebulosa incombustible de sentimientos amorosos, mezclados a su vez perfectamente con el deseo, estallaba y removía cada una de las capas que componían la piel femenil. Hyuga realmente deseaba que el hombre que amaba la hiciera suya. Lo necesitaba de verdad; sus caricias, su mirada, su pasión desbordándose a través de ella con desesperación. En este momento sus hormonas estaban tan alteradas como la tormenta que ahora mismo se desataba en la cubierta de Jiren. Viajando desde la raíz de sus cabellos hasta el último dedo del pie, un furor incandescente se había apoderado de todo su cuerpo. ¡Necesitaba hacer el amor ya mismo! Tanto su cuerpo como su alma se lo exigían a gritos. Podía sentir claramente como sus hormonas bullían alborotadas, cobrando vida y murmurándole al oído: «Hazlo ya». Y ella no sería desobediente con ellas; desataría sus instintos más básicos sin tapujos de por medio.
—Oh, Sasuke...
Dicho el nombre de quien había marcado y marcaría su vida eternamente, profusos suspiros rellenaron de colosal amor la habitación; unos tan profundos que alteraron el aire a su alrededor. Ya con sus pies en el suelo, los luceros albinos necesitaron ver lo bien dotado que estaba su hombre; cumplido su objetivo, instantáneamente una mezcla entre miedo y deseo se amalgamó perfectamente en las entrañas femeninas. Envuelta por el erotismo y perdida en el inigualable flujo célico del placer, necesitó bajar una mano y llevarla hacia la engrosada hombría, aunque su innato decoro hizo que se quedara a mitad de camino.
—¿P-puedo tocarlo? —alzando su blanquecina mirada hacia la émula de negro color, le pidió con sensual candor. Si la voz pudiera representar perfectamente la inocencia, entonces la suya lo había hecho con honores.
Él asintió enseguida, sin explicarse cómo la timidez podía resultar tan atractiva. Antaño siempre le pareció que tal cualidad era de un patetismo ridículo, pero le encantaba ver el rostro de Hinata así de colorado. Se veía verdaderamente hermosa con ese tono jaspeando sus mejillas.
—No tienes que pedir permiso porque es tuyo, Hinata. Te pertenece —respondió todavía embelesado.
El cutis de ella se incendió de carmín inevitablemente. Sus dedos se movieron nerviosos como si pedalearan en el aire; no supo por qué esas palabras en vez de motivarla le hicieron sentir un pudor increíble. Sasuke, ansiando ya mismo su contacto, tomó la suave mano y la posó sobre su erección por encima de la tela. Hinata exhaló placer al notar la gran dureza provocada por ella y, ahorrando los segundos, perfiló suavemente aquello que más pronto que tarde estaría dentro suyo. Tuvo tal cuidado que parecía estar tocando algo hecho de porcelana, prueba, una vez más, de cuán opuestos eran ambos.
—Aprétalo fuerte —ordenó engolando su voz.
—¿P-pero no te va a doler?
Uchiha estuvo a punto de sonreír, lo cual era casi un pecado para él; por tal causa reprimió aquella curva en sus labios. Hyuga era tan inocente, tan pura, tan jodidamente candorosa.
—Todo lo contrario: será muy placentero —le aclaró para luego segurizarla dándole un corto y apasionado beso.
Confiando en sus palabras, ella procedió a apretarlo a través del pantalón. Su asombro fue muy grande cuando se percató que su puño cerrado apenas alcanzaba a cubrir un tercio de su longitud.
—Lo que tienes da mucho miedo, Sasuke...
—Puedes estar tranquila, porque esto —indicó su miembro — te provocará un placer tan descomunal que te volverás adicta a él —dijo envarado, demostrando que los hombres también podían ser vanidosos cuando estaban bien dotados.
Vio a Hinata sonrojarse de manera fulgurante, aunque luego, sorpresivamente, hizo un expresivo puchero. Después puso sus manos en los robustos hombros para separarse de él y, cuando lo logró, le dio la espalda como si por alguna razón estuviese ofendida. Avanzó dos pasos hasta quedar junto a la pared.
—¿S-seré tan adicta como Karin, verdad? —sin querer contenerlos por primera vez los celos se le soltaron de lleno, dado que necesitaba aclarar ese asunto antes de ir más allá con Sasuke. Necesitaba hacerle saber cuanto le había dolido su propuesta de sexo a la pelirroja, que comprendiera que si la amaba no podía ir ofreciéndole cama a otras. Si quería estar con ella debía asimilar que sexo y amor se fusionaban para otorgar fidelidad a la persona amada.
Uchiha parpadeó sorprendido, dado que había olvidado completamente aquel detalle. Seguramente era algo que Hinata quería resolver antes de estar con él de manera íntima.
—Por eso estuviste tan silenciosa ese día... ¿tanto te molestó la propuesta que le hice? —acercándose la tomó desde la cintura, apegándola a él nuevamente.
—Tú eres un hombre muy inteligente... ¿En serio pensaste que no me afectaría?
—Lo esbocé como una posibilidad, pero la descarté. Era imposible que sintieras algo por mí después de todo lo que había pasado.
—Sé que debería ser así... —se giró para darle el rostro —, pero una no puede controlar lo que siente el corazón...
Él guardó silencio a la vez que ensimismaba su semblante. Unos segundos después habló: —Concuerdo contigo en que los sentimientos no responden como quisiéramos, aunque no comprendo del todo por qué te dolió mi oferta a Karin. Sexo y amor son cosas diferentes.
—Sasuke... nadie quiere compartir a la persona que es especial para uno. Se quiera o no, el amor va de la mano con la posesión.
El guerrero volvió a darse unos segundos de reflexión, esta vez cerrando sus párpados en el proceso. En cuanto los abrió mirándola fijamente, la joven supo que obtendría una respuesta.
—Hinata, de saber que te afectaría no le hubiese ofrecido sexo a Karin.
Ella lo miró destellando mucha sorpresa a través de sus facciones. Se mantuvo un largo instante sin tener idea de qué contestar, aunque finalmente algo arribó como respuesta.
—No es normal que seas así de humilde, siempre eres orgullosamente testarudo —dijo mientras sus manos se entrelazaban sobre su regazo —. Pensé que insistirías con que amor y sexo son cosas distintas.
—No me recuerdes que estás ablandándome; odio eso —masculló entredientes, mientras le daba un leve golpe a la pared; fue así de sutil únicamente para no sobresaltarla o de lo contrario habría sido más fuerte —. Amor y sexo son cosas distintas, pero entiendo tus celos. Si otro hombre se atreviera a poner su mirada en ti lo despedazaría.
Hinata se estremeció por el tono profundo de la voz en su oreja. No supo si sentirse feliz por qué él le estaba admitiendo que también la celaría o preocuparse por la afirmación recién hecha. Sasuke era perfectamente capaz de cumplir su advertencia.
—Yo no le hice nada a Karin, así que por favor no dañes a nadie. Yo te estoy exponiendo mis celos de manera tranquila.
Su petición salió tan tierna como siempre, cosa que le encantó al militar.
—Me costará ser civilizado si se trata de ti. Eres mía, Hinata. Mía —recalcó endureciendo su semblante.
—¿Entonces tú eres mío también?
—Lo soy —contestó sin dudarlo.
Ella necesitó llevar sus palmas a las mejillas tanto para tapar su vergüenza como para enfriar el calor casi volcánico que las acorralaba. Sentirse dueña de aquel guerrero provocó cosas inefables en su fuero interno.
—¿M-me serás fiel?
—Tengo miles de defectos, pero ser mujeriego no es uno de ellos. Sólo una chica excepcional tiene el privilegio de ser la pareja de Sasuke Uchiha —en su última frase alardeó su innata altivez —. Y yo quiero estar sólo contigo porque eres la mujer más extraordinaria que existe en este mundo.
Los latidos femeninos se aceleraron. —Muchas gracias por tenerme considerada de esa manera, pero estoy muy lejos de ser lo que dices —su modestia volvió a relucir —. En lo que sí coincido contigo es que yo también anhelo estar a tu lado por siempre. Me encantaría que así fuese —sonrió con dulzor.
—Hinata...
Enamorados hasta tocar el infinito están ambos. Por eso la joven quiere unirse a él esta misma noche y formar una conexión tan profunda que ninguno podrá olvidar jamás. El saber que Uchiha la ama genuinamente, que lo hace con todo lo que tiene, la prendió todavía más. Su sangre está corriendo a través de sus venas como un torrentoso río, que, en consonancia con el frenesí de las caricias dadas y recibidas, aumenta más y más el caudal de su pasión. Su cuerpo expulsaba tanto calor que apenas lo estaba soportando y, precisamente por tal causa, sus manos son atraídas hacia el voluptuoso bulto que sobresalía entre los pantalones de su amor. Inyectándole el aguijón más profundo de la pasión, Sasuke consigue destruir su timidez hasta el punto de hacerla sentir una ninfómana junto a él. Sin que sea el guerrero quien impulse su mano, es ella quien desabrocha un poco el cinturón e introduce sus dedos por debajo de la tela. Le sorprende ver que no está usando bóxers ni ropa interior. Por un momento, queda pensando si bajarle la cremallera o desaflojarle aún más el cinturón para sacarle los pantalones. No lo duda más de tres segundos: opta por la primera opción, pues necesita ver el falo ya mismo. Siente que si no lo hace rápidamente sus ojos terminarán evaporándose por el deseo. Cuidadosamente, descendió el largo cierre mientras mordía su labio inferior sin siquiera darse cuenta de ello. De modo audaz, su mano extrajo lo que ansiaba y entonces un hervidero de sensaciones viajaron instantáneamente desde sus nervios ópticos hasta los ubicados en su matriz. Aunque lo intentara con todas sus fuerzas, no hubiese podido frenar el enlace visual al que permanece completamente atada. Aquello es impresionante con todas sus letras. Parecía ser la perfecta demostración de su masculinidad: enorme como su orgullo, recio como su voluntad y ardiente como su pasión. Aunque su aspecto le gusta mucho, también la asusta su grandor; eso daba miedo de verdad. Incluso existe la posibilidad que provoque más dolor que gozo. ¿De verdad tener eso por dentro podría causarle placer?
—Hinata... —ella escucha su nombre en la boca de su amado de una manera tan anhelante que la conmueve y excita al mismo tiempo. La piensa solamente a ella; la desea únicamente a ella; la necesita sólo a ella.
Encorvándose un poco, volvió a escrutar con mayor atención lo que tanto la impresiona. Mientras respiraba aceleradamente, se dio el tiempo de apreciar cada detalle: la claridad de su piel, el rosáceo glande y las dos venas sobresalientes que, ubicadas casi a cada costado, se ramificaban en otras más pequeñas. Sin aguantar más sus ganas cerró la diestra en su orgullo y le asombró comprobar nuevamente, ahora con total certeza, que su mano apenas consigue cubrir la tercera parte. Logrando vencer su sorpresa sólo tras varios segundos, agudiza al máximo su sentido del tacto a fin de apreciar cada detalle íntimo del hombre que ama. Podía sentir claramente como el flujo de su corriente sanguínea se había vuelto sumamente caudaloso por culpa de su gran excitación; el miembro está latiendo tanto que incluso llega a pensar que posee un corazón propio por dentro. De súbito un arrebato de lujuria la impulsó a cerrar más su puño, dándole un vigoroso apretón. Como respuesta, Sasuke se retorció gozando de pies a cabeza. Resoplando tan emocionada como estimulada, siguió recorriendo la prodigiosa longitud que tanto la atraía y esta vez bajó también su izquierda a fin de apretarla con ambas manos. Aquella acción provocó que una corriente de satisfacción trepase a través de todo el cuerpo de Uchiha, haciendo que las estrellas en su mente atravesaran toda la gama de colores existentes. Guiado por la fruición el guerrero no soportó más la quietud, apretando los glúteos de su musa con más fuerza de la conveniente. El quejido lanzado por ella le pareció muy excitante, mas aminoró la presión para no causarle daño. Poco después, caprichosos, los ojos albinos no pudieron evitar mirar nuevamente los atrayentes y trabajados abdominales, aunque pronto su vista necesitó regresar hacia lo que sobresalía de sus pantalones. Entonces tembló de sólo imaginárselo por dentro, dado que ese tamaño era demasiado anormal.
—Sa-Sasuke... yo...
—Sé que tienes miedo, es lógico —adivinó las siguientes palabras que diría.
—¿M-me va a doler mucho, verdad?
—Sí, porque voy a castigarte cruelmente por ser tan pura y noble. De hecho, voy a destrozar tanto tu vagina que te arderá por días enteros —ensombreciendo su voz le jadeó en su oreja; luego le mordisqueó suavemente el lóbulo.
Ella respingó levemente mientras él la volvía a atraer hacia su cuerpo para seguir besándola.
—¿Castigarme cruelmente? ¿N-no deberías decirme otra cosa para calmarme? —preguntó medrosa contra los labios que intentaban devorarla.
—No te voy a mentir, Hinata: yo soy un sádico por naturaleza. No tiene que ser hoy, pero cuando te penetre lo haré con una brutalidad demoníaca.
—P-pero yo soy virgen...
—Una vez que esté dentro tuyo sé que no podré controlarme, así que cuando quieras hacerlo debes estar preparada porque el demonio que habita en mí no podrá ser gentil. Destrozaré tu virginidad para marcarte eternamente como mía, como mi hembra, como mi mujer, como mi todo. Eres mía y te deseo demasiado como para contenerme. ¿De qué manera un demonio puede reprimirse ante el pecado? ¿Cómo podría contenerme frente a un serafín tan hermoso como tú? —le susurró mirándola fijamente.
—Sasuke... —musitó como si él le hubiese robado la voz. El ardoroso y candente aliento del guerrero provocó que una corriente eléctrica atravesara la columna femenina, haciéndola temblar. La idea de sexo violento y salvaje le inspiró temor, aunque curiosidad al mismo tiempo. Imaginarse a Uchiha haciéndole el amor como una bestia le hizo sentir cosas que no supo cómo definir exactamente, pero quizás el concepto le pareció más atractivo de lo conveniente. Debía ser una masoquista, probablemente.
El joven decidió seguir alimentando las llamas del amor por medio de besos y toques prohibidos, reanudando el fervor incandescente que palpitaba salvajemente en las entrepiernas de ambos. Ahora mismo están exultantes de pasión, contemplando el universo galopante de sus ojos con maravillosa emoción, volviéndose un éxtasis de armonía amorosa. Incluso podrían jurar que sus corazones tuvieron que agigantarse para poder sostener lo inconmensurable de sus sentimientos.
—Eres mía, sólo mía —profirió antes de besarla otra vez. Para reafirmar la sentencia recién dicha, sus manos se pasearon de nuevo por el curvado trasero de su amante, esta vez introduciéndose bajo la tela del pantalón a fin de gozar su cálida piel. Mientras la toqueteaba con desparpajo, sintió que un profundo sentimiento de tenencia se desbordaba por su cuerpo. Esa mujer le pertenecería para siempre; a él y a nadie más. Indudablemente el amor era posesivo, así que nadie podría culparlo por ser así cuando la amaba tanto. Hinata estaba destinada a ser suya eternamente.
Entretanto, la fémina se sintió tan deseada que enloqueció. Pese a ser hombre, Sasuke tenía un control supremo sobre sus instintos sexuales; ni siquiera en sus intentos de violación perdió la calma, pero ahora, en cambio, yacía ido, poseído por una locura irracional. Y a ella la hechizaba sobremanera que esas manos y esos labios la reclamasen con demencia, con auténtica desesperación. Adoraba sentirlo tan perdido y ser la mujer que, entre tantas admiradoras, era la única que él deseaba. Ella era especial entre todas las demás.
Utilizando manos y cuerpo, pasaron otros minutos explorándose ansiosamente por emocionantes minutos. Después Sasuke se sacó sucesivamente los zapatos, los calcetines y los pantalones, para finalmente sentarse en el borde de la cama. Hinata quiso imitarlo desnudándose también, pero él la detuvo, la tomó desde las caderas y la guió hacia una nueva posición que les brindaría todavía más placer. Tres segundos más tarde los carnosos glúteos de ella, cubiertos aún por su ropa, se sentaron en la horcajadura masculina. Entonces la abrumadora excitación de Hinata derrotó a su natural pudor, por lo que decidió hacer unos cuantos movimientos para acoplarse incluso mejor. Contoneando lentamente sus posaderas, las desliza hasta que su empapado genital se posiciona directamente sobre la sólida erección de quien ama. En cuanto sucedió el íntimo contacto un singular gruñido se acomodó entre los labios cerrados de Uchiha; un sonido que de abrir la boca hubiese emergido como un verdadero rugido.
—Muévete, Hinata... —generalmente cada frase de Uchiha salía como una imperativa orden, pero esta vez el tono ejercido conllevaba una gran cuota de complicidad.
Excitada a más no poder, hizo caso de tal manera que prácticamente encajó su sexo contra la abultada carne que deseaba romper salvajemente su virginidad. Cumplido esto, su arqueado trasero se refregó cadenciosamente, provocando una melodía de acelerados suspiros masculinos. Uchiha no tardó en dar más jadeos profundos de placer, gimiendo el nombre de su musa de tal manera que parecía estar teniendo un orgasmo ahora mismo. Instintivamente acercó su pecho a la espalda de su hembra y colocó su rostro sobre el hombro para morderle el cuello. Entonces el increíble aroma de Hinata envolvió su olfato, intoxicándolo en deseo. Pronto dio cuenta que, desde su punto de vista, tenía una atractiva panorámica que descendía hacia los preciosos y grandes pechos; volvió a constatar cuán increíbles eran realmente. Ella, inspirada como nunca, siguió frotándose con más intensidad contra lo que ansiaba tener por dentro. El roce fue magnífico, precioso, perfecto. De hecho, a los dos les faltó el aire de tanto placer que estaban sintiendo. Uchiha, sincronizándose a los movimientos de ella, inició una perfecta simulación de la penetración. Entre sonoros jadeos friccionan sus genitales de manera frenética, delirando por un placer que superaba a cualquier idílico paraíso; algo sin igual que burbujea a través de todas sus fibras nerviosas. A cada estocada simulada, ella se estremecía como si estuviese siendo invadida de verdad. Y cuando recibió un vampírico mordisco alzó su cabeza hacia el cielo raso inevitablemente. Un prolongado acezo que mezcló placer y dolor escapó de ella en forma prolongada. Al mismo tiempo, las manos del soldado tocaron ansiosamente los senos de su ahora mujer.
Hacer el amor con ropa ya se hacía completamente insuficiente; para ella las prendas se habían convertido en una molestia, en un estorbo que debía ser quitado de encima. Hinata lo quiere a él, a su pene, introduciéndose por dentro, volviéndola suya, llegando al clímax e inundándola a chorros con su blanquinoso semen. Como si adivinara sus pensamientos, Sasuke le dijo:
—Te desnudaré ahora mismo, Hinata. Te necesito no sabes cuanto.
—Yo también te necesito demasiado, Sasuke...
Él la cargó en sus brazos como si tuviera el peso de una ardilla y, con una delicadeza artificial, la acomodó sobre la pequeña cama. Hinata apreció que su guerrero pudiera ser capaz de dejar su ferocidad por ella, aunque sólo fuese durante el momento previo al culminante. Sin molestas demoras, Uchiha empezó a sacarle seguidamente los zapatos, los calcetines y finalmente los pantalones, los cuales deslizó desde sus amplias caderas hasta arremolinarlos en sus tobillos. Hinata colaboró levantando una pierna para que la vestimenta la abandonara y luego hizo lo mismo con la otra extremidad. Su timidez volvió a teñirle de rubor las mejillas, dado que ahora sólo sus rosadas bragas permanecían cubriéndola. Uchiha notó que éstas tenían coloridas flores bordadas en la parte superior, justo antes del elástico. Le pareció un tierno detalle, propio de alguien como ella. Un segundo después también se dio cuenta que la tela, justo en la zona donde se ubica la íntima hendidura, estaba sombreada y permeada por la ardiente lubricación de su amada. Pronto un cúmulo de saliva se amontonó en su boca ante lo siguiente que haría. Colocó su rostro entre los muslos de su amada y, antes que ella alcance a protestar, utilizó incisivos y caninos para morder con fuerza el tirante de la prenda más íntima de todas. Ignoró una pudorosa frase dicha por ella, pretendiendo bajar las bragas de una sola vez. Sin embargo, se atascaron por culpa de la ancha pelvis que Hinata alardeaba, por lo que llevó su ávida boca al extremo derecho y luego hacia el izquierdo, siguiendo esa fórmula para bajárselas hasta las rodillas. Pese a su vergüenza, a ella le pareció muy sensual que la desnudara así. De hecho ver sus calzones entre los dientes de Sasuke mientras le resplandecía amor, la terminó enloqueciendo. A causa de tenerlo así de cerca, cada milímetro de su vagina reaccionó volviéndose cremosa por la excitación. Pronto se fijó atentamente en los seductores negros ojos, los cuales parecían desbocarse ante la ofrenda que yacía entre sus piernas. Se la mira con exacerbado deseo, como si aquello fuera lo más hermoso que existe en este mundo, escrutándola de una forma tan afanosa que Hinata tuvo que dirigir sus luceros hacia la pared por un ataque de timidez. Él disfrutó ampliamente el paisaje anatómico ofrecido por la diva: sus labios vaginales eran muy finos, pequeños, simétricos y de sonrosado color. «Apetecible» fue la palabra que apareció en su mente; «estética» fue la segunda que arribó. Torturándola, se dio un tiempo para respirar aceleradamente sobre el sexo femenino mientras una ingente cantidad de saliva se acumulaba en su boca; Hyuga se percató porque la garganta de él emitió un ligero sonido cuando se vio forzada a tragarla. Uchiha permaneció quieto, dándose el tiempo de disfrutar cada segundo en que le mira aquello. Luego mordió su boca, relamiéndose ansiosamente.
—¿Estás segura que no quieres que te la chupe? Tengo tantas ganas de hacerlo... —con una voz particularmente oscura a la par de ronca, susurró sus intenciones contra lo que le estaba produciendo una excesiva salivación.
Ella no tenía dudas que el sexo oral le resultaría algo muy placentero, pero honestamente, en este mismo instante, lo que anhelaba tener de Uchiha era a su erótica montaña en vez de su boca.
—L-la verdad prefiero que me hagas el amor, porque, aunque me da miedo, lo que más ansío es sentirte dentro de mí. En serio, Sasuke... no te imaginas cuanto necesito ser tuya... —explicó a ojos entrecerrados, completamente enamorada.
Al recibir palabras tan hermosas a la par de excitantes, el castrense simplemente alucinó.
—Está bien; respetaré tu deseo por esta única vez, pero igualmente no te penetraré todavía. Haré que enloquezcas de placer para que me supliques el paso final, que desfallezcas por sentirme en tu interior. Sólo entonces podré hacerte el amor, puesto que, después del mal que te causé, necesito la prueba total de que lo ansías tanto como yo.
Sin darle tiempo siquiera a responder, la volteó en la cama dejando que las arqueadas nalgas apuntaran hacia el techo. A ella no le sería tan placentero como recibir sexo oral, pero la masturbaría para provocarle el delicioso disfrute que Hyuga se merecía. Movió sus dedos en su objetivo de manera lenta, puesto que deseaba disfrutar cada milímetro de ella.
Ladeando su cuerpo y girando otro poco su cuello, Hinata contactó su mirada contra la de tono ébano, sumergiéndose en una excepcional complicidad. Simplemente se dejó llevar, prescindiendo de su vista a fin de entregarse totalmente al resto de sus sentidos.
Uchiha se encargó de mover su pulgar sobre el pequeño órgano eréctil femenino, mientras la joven premiaba su buen hacer a través de jadeos que paulatinamente se hicieron más y más constantes. Acariciando y presionando de forma alternada, estaba decidido a llevarla hacia un placer que ella nunca sería capaz de olvidar. Inevitablemente, el cuerpo de Hinata inició una orgía de sensaciones que gradualmente fueron volviéndose más grandiosas e intensas. Toda ella estaba chisporroteando llamas incórporeas de excitación.
—Te amo, Sasuke. Te amo tanto —le dijo de manera prácticamente inconsciente. Hay tanto cariño en ese susurro que él se da unos segundos para atisbarla, aunque sólo consiguió ver sus párpados cerrados mientras sucumbía al gozo. Los jadeos y gimoteos femeninos se orquestaron hábilmente para acariciar los oídos del guerrero.
Entretanto Hinata creyó imposible excitarse más de lo que ya estaba, pero sobrepasó sus límites cuando Uchiha, apegando el fornido pecho a su espalda, despejó sus cabellos azulosos y comenzó a devorarle el cuello. A cada mordida otorgada por él, sentía que su cuerpo removía y acomodaba sus células en un constante bullir. Su corazón estaba dando estallidos en vez de latidos. Mordió su labio inferior al imaginarse siendo penetrada en vez de masturbada. Entonces una depredadora ansiedad recorrió su feminidad, anhelando en su mente el momento exacto de la invasión carnal. La imagen fue tan real que llegó a temblar de sólo evocarla. Sentía como nunca antes el vacío que necesitaba llenar cuanto antes. Él tenía el don de sacar su lado más primitivo, a la hembra insaciable que habitaba en las profundidades más ocultas de su ser. Definitivamente Sasuke es el indicado. Nadie más que él.
El autocontrol del militar no estaba preparado para soportar el deseo que genera el amor, de modo que, sin poder aguantar más, acercó su órgano viril y comenzó a emular penetraciones, frotando superficialmente a la vagina que pronto le daría caluroso refugio. Los rítmicos movimientos provocaron que el deseo en ambos se exacerbara hasta el punto de volverlo casi incontrolable. Placer paradisíaco sintió Hinata; una verdadera epifanía sexual estaba alcanzando. Realmente su intimidad estaba ardiendo. Si no estaba alucinando ya mismo, entonces muy pronto lo haría, puesto que, a cada contacto, todas sus células gemían de placer y se perdían en una irrefrenable oleada de éxtasis. Como si de algún modo su percepción se hubiera amplificado docenas de veces, incluso podía sentir en su punto más sensible el ardiente estremecimiento causado por la sangre burbujeando. Le fue algo tan claro que hasta pensó que también podría ser consciente de las pisadas de una hormiga. Su vagina estaba incendiándose, realizando una combustión celular que sólo el disfrute sexual podía provocar. Llegó a tener la genuina impresión de que todas las estrellas del cielo abandonaron su hogar en el cielo y comenzaron a llamear en el interior de su vientre. Sí, estaba siendo consumida por flamas inmateriales de pasión, tal como si un volcán hiciese erupción bajo su piel más íntima. La mismísima pasión fue quien terminó fricándose contra él en búsqueda de más placer. Suscitada por la excitación, la desesperación que la domó le cortó de lleno la respiración. Cada gota de sangre que recorría sus venas se transformó en feroz corriente eléctrica, mientras las fauces del placer la mordían sin conmiseración. Lisérgica, estaba; drogada de amor. Quería, ya mismo, la impetuosidad de su macho entre las piernas. Pertenecerle para que hiciera lo que quisiera con ella, que la castigase salvajemente, que la humillara, que la esclavizara, ¡que la hiciera pedazos si era menester! Se siente tan suya, tan sierva de él, que su única ansia era entregársele una y otra vez sin que nada más interviniese. Que le hiciera cien hijos en una sola noche, por más divertido e imposible que resultara tal cosa. Deseaba al guerrero indómito y que su gran orgullo viril la horadase salvajemente hasta inundar su matriz con su líquida esencia...
De forma inopinada, una fulgurante tormenta jaspeada de rojizos relámpagos se manifestó en el corazón de ambos jóvenes, una mucho más intensa que la lluvia que azotaba al navío. Aquel tornado de emociones señalaba, en silencio y en voz alta, implícita y explícitamente, la perfección del enorme amor que sentían el uno por el otro. Once días atrás sus existencias cruzaron sus caminos bajo la maldad de una venganza. Hoy, en cambio, el odio se había transformado en amor. Cada vivencia juntos, cada sufrimiento en común, cada dolor superado, se conjugarían para unir eternamente sus destinos en este precioso e inolvidable momento. En la soledad que ambos padecían, la compañía mutua les brindaría la esquiva felicidad. Suspiros sintómaticos de amor decoraron las paredes y gemidos colmaron el aire de placer. Locura total desprendían sus dualidades cuerpo-mente.
Sasuke la marcaría con una felicidad indescriptible y le tatuaría el gozo en la piel para siempre, llevándola hacia un límite celestial que ella jamás habría soñado siquiera alcanzar. Por ahora sólo le importa el placer de ella; esta noche es enteramente para su ángel, para nadie más que ella. En otro momento le habría sorprendido lo generoso que estaba siendo, pero ya no le sorprende que Hinata le provoque esas ganas irresistibles de hacerla feliz. Estaba enamorado de ella y, por lo tanto, también se le estaba entregando.
—Hazlo, Sasuke...
Él la giró lentamente y Hinata queda en posición supina, pues el guerrero quiere verle su rostro cuando la unión de sus genitales se concrete. Los musculosos brazos se afirmaron en la cama, a cada lado de los hombros femeninos. El momento decisivo ha llegado y las opuestas miradas comparten sus desbocadas emociones de cómplice manera. Ella respira profundo, sintiendo los nervios propios de una mujer que hará el amor por primera vez. Uchiha deja caer su torso sobre el de ella y usó su izquierda para posicionar su rígida longitud en la entrada femenina, aunque sin invadirla todavía.
—Prepárate porque esto te dolerá... —jadeando en su oído, le advirtió sin tapujos.
A sus palabras, Hinata sintió un espeluzno que combinó diferentes sentires. El hombre que ama va a darle la estocada que la atemoriza y la hace ansiar al mismo tiempo. La tensionante sensación la obliga a entrecerrar sus ojos, a morderse el labio inferior y a comprimir involuntariamente sus músculos vaginales. Acondicionó su mente para recibir el movimiento más salvaje de su amado, imaginándoselo como una dolorosa y terrible puñalada. Sin embargo, quería recibirla. La deseaba de verdad.
—E-estoy lista, Sasuke...
Por fin serían capaces de dejar sus barreras de lado, por fin se iban a amar como correspondía, por fin dejarían el sufrimiento atrás. Se pertenecían; pese a todo lo que pasó eran el uno para el otro. Sin embargo, justo unos segundos antes de que toda frontera fuese superada, justo antes que sus mentes quedaran completamente en blanco para formar el mágico enlace que los uniría por siempre, algo inesperado sucedería...
«Di mi vida para salvarte, te dije que te amaba... ¿Y así es cómo honras mi sacrificio?, ¿calentándote como una ramera con el hombre que me asesinó?, ¿traicionándome de una manera tan vil?» la inconfundible voz de Neji se incrustó en lo más profundo de su ser.
Sasuke, sin imaginar ni remotamente lo que pasaba por la cabeza de su amada, separó lentamente los labios vaginales.
«¡Eres una puta asquerosa! ¡Sabes que me extirpó un ojo y que me ha torturado de una manera horrible y aun así te atreves a coger con ese maldito! ¡Si te tuviera enfrente te mataría con mis propias manos!» oyó la hiriente voz de su padre Hiashi, rellenándose, todo él, de un odio descomunal.
«Qué decepción, hermana. Ya ni siquiera mereces que te considere como tal. No puedo creer que te entregues como una cualquiera al hombre que mató a nuestra familia» ahora fue la acusadora y triste imagen de Hanabi la que apareció para mortificarla.
Abrió sus ojos espantada, perdiéndose más allá del espacio-tiempo. Todo había sido tan real; eran las voces de ellos transformándose en sables que llegaron directamente a su cerebro. Sintiendo una culpabilidad extrema, movió su cabeza repetidamente en señal de negación. Estaba muy asustada, casi aterrada. Uchiha percibió claramente como los músculos faciales de su musa se contraían de una manera anormal, agarrotándose como si intensos calambres la estuvieran atacando. De un segundo a otro, un cambio radical había surgido en ella. De súbito Hyuga se alejó con miedo, pataleando como si enfrente tuviera al mismo Sasuke que intentó violarla y no al hombre renovado que la había terminado amando. Por lo abrupto que fue el cambio en su tez, él supuso que recordó el momento atroz en que quiso abusar de ella o cuando utilizó el maligno artefacto al que bautizó como «señor quita-inocencias». Rápidamente irguió su torso y se alejó yendo hacia atrás, creyendo entender lo que le estaba sucediendo. Aunque era cierto que no la había violado, igualmente lo hecho esa vez podía traumar a cualquiera. Era muy inoportuno que algo así interrumpiera el momento más ansiado, pero lo entendió de inmediato.
—Ya me separé de ti, Hinata —avisó con fuerza en su voz, intentando sacarla de su trance. Podía ver en ella una profunda locura en sus ojos; algo que ni siquiera cuando avistó los espectros arribó de manera tan vehemente.
Al oír esa voz de cariz diferente ella pareció volver al mundo real, aunque no por completo. Parpadeó rápidamente varias veces y el tono vesánico en su semblante fue mutando gradualmente. Miró desorientada, como si no supiera dónde estaba. Tras ojear de izquierda a derecha y viceversa logró ubicarse: estaba en Jiren, viajando con Sasuke hacia su nuevo país. Llevó una mano a su corazón como una manera de aquietarlo, a la vez que sus respiraciones comenzaban a mermar su acelerada cadencia.
—N-no puedo... —de manera automática su cabeza se movía de lado a lado, mientras la desdicha se rezumaba por cada fibra de su ser.
—Lo entiendo perfectamente —fue la veloz respuesta, mientras la tensión que había en su garganta engoló su voz involuntariamente.
En su siguiente frase la voz de Hyuga se reduciría a su mínima expresión.
—M-me gustaría tanto habernos conocido en otras circunstancias —sus piernas temblaron de tal modo que el costado de sus rodillas chocó —, sería tan lindo que nada entre nuestros clanes hubiese sucedido. Quisiera besarte sin culpas, amarnos sin restricciones y ser felices juntos por siempre... pero no puedo... —sintiéndose culpable bajó su cabeza drásticamente, mirando fijamente el suelo de madera.
—¿Me tienes miedo todavía, verdad? —preguntó Uchiha, esta vez variando hacia un tono sorprendentemente bajo. Su cuerpo permaneció tan inmóvil que parecía no estar respirando.
Hinata parpadeó dos veces rápidamente, observándolo de forma atenta. Comprobó que el brillo en los ojos del hombre que amaba se extinguió completamente; no había siquiera una pizca de luz en ellos, tal como un ser humano con las pupilas dilatadas al morir.
—No, Sasuke..., no te tengo miedo —casi como si despertara de un coma, se apresuró a negar moviendo su cabeza. Luego empezó a explicar la razón de su inesperada reacción —. Lo que pasó es que escuché a mi familia recriminándome de un modo horrible por estar contigo —dijo tan angustiada que sus luceros brillaron por las numerosas lágrimas que anhelaban liberarse pronto —. Neji, mi hermanita, mi padre, todos me estaban culpando.
—Ya veo —tras la escueta respuesta, el guerrero dio un profundo suspiro. Aunque ella lo había negado, la sola idea de que la mujer que amaba todavía le tuviera temor le resultó un terrible golpe, pues era precisamente tal emoción la que nunca más deseaba causarle. A través de la horrible opresión en su pecho, supo, una vez más, cuán vinculado estaba a esa mujer. Desgraciadamente, ya era un hecho irremediable.
Al examinar de nuevo el semblante masculino, Hinata despegó un poco sus labios por la sorpresa que la abrumó. Sasuke lucía abiertamente afligido, algo que anteriormente nunca hubiese demostrado. Entendió que, por la inmensa conexión que habían formado, ahora ella tenía la capacidad de hacerle daño. Esa era una de las posibles consecuencias cuando se elige el camino de amar: recibir o provocar heridas peligrosas en el alma.
—E-en serio —preocupada, se apresuró a corregir —: yo no reflejaba miedo por ti, sino por las cosas horribles que me decían mis parientes —su rostro marcó algunas pesarosas líneas de expresión. No quería verlo así.
Uchiha apretó sus dientes por frustración, dado que era precisamente esto lo que deseaba evitar: crear un enlace tan grande que terminase afectándole. La clave para dominar al dolor era matar la sensibilidad y él había aprendido a hacerlo casi a la perfección. No obstante, por culpa de esa mujer sus emociones estaban brotando a flor de piel, rebelándose contra la frialdad que siempre intentó imponer en su corazón. Ahora cualquier cosa que a ella le afectase, también lo dañaría a él. Sin siquiera darse cuenta bajó su mirada, la cual se fijó de manera ausente en los pies de ella.
Hyuga iba a tomar la mejilla de quien amaba, pero, pese a su abstracción, él detuvo su mano tomándola por la muñeca. Sus increíbles reflejos no dejaban de funcionar ni siquiera estando sumido en sus pensamientos.
—Sasuke... —dijo abrumada al ver que él no permitió el contacto. Entonces le arribó la seguridad de que volvería a cerrarse y lo que menos deseaba era que eso sucediese.
El varón lentamente levantó la mirada hasta la cara de quien amaba. —Es normal que sigas teniéndome miedo. Después de lo que te hice, lo extraño sería que no lo tuvieras.
La joven sintió su dolor como si fuese propio. Aunque intentase esconderlo, él se veía afectado. —Yo no te tengo miedo, de verdad... pero no puedo ser tu pareja por más que desee serlo —bajó su cabeza, mientras su lengua repasó sus labios en un gesto de ansiedad —. Perdóname...
—Si no puedes amarme, ¿entonces por qué diablos me revelaste tus sentimientos? —ahora su voz salió tan sobria como siempre. Puso sus pies en el suelo y le dio la espalda de manera brusca. Se sentía vulnerable, de modo que hacer tal cosa era una buena forma de poner un muro infranqueable entre él y ella.
Hinata se sintió tan confundida que la sensación le resultó como una opresión en su cerebro. —Qui-quizá sólo necesito más tiempo para que las cosas puedan ser distintas...
Él suspiró pesadamente antes de responder. —Da igual; evidentemente yo sólo te perturbo, sólo te provoco temor —sin demora comenzó a vestirse nuevamente, calzándose los pantalones.
Hyuga, entristecida y con la respiración agitada, se aproximó hasta llegar con él para tomarlo de la mano.
—Yo no podría acercarme así a alguien que le tuviese miedo.
El apretó sus labios, provocando, al separarlos, un leve chistado involuntario.
—Lo queramos o no, lo cierto es que esta es una relación insana y las voces que escuchaste en tu cabeza lo único que hacen es comprobarlo —se quitó la mano femenina para luego abrochar el negro y grueso cinturón.
—Sasuke... —lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos. Cuando todos los dilemas existentes entre ellos parecían resolverse, tenían que aparecer problemas que hacían reflotar todo el dolor nuevamente. Era tan injusto que se hacía insoportable.
—Te enamoraste del asesino de tu familia; sólo decirlo suena horripilante. Es una demencia, algo que eriza los nervios de cualquiera. Sin duda esto es una relación enferma, una que jamás podrá volverse sana por más que lo intentemos. Es por eso que en tu mente escuchas a tus parientes reprochándote. Y con toda razón, por cierto.
Uchiha hizo cosas tan horribles que difícilmente podría perdonarse a sí mismo, mucho menos en tan poco tiempo. La voraz guerra en su interior todavía no concluía y probablemente nunca lo haría. Aunque Hinata lo haya disculpado, aunque negase tenerle miedo, para el guerrero aquella reacción subconsciente había dejado muy claro que le seguía temiendo. Testarudo como siempre, dos ideas reflotaron con suma fuerza en su mente: protegerla alejándose de ella y el sentir que alguien como él no merecía ser feliz. No después de todas las vilezas que hizo en nombre de su venganza.
Sin poder creer cómo las cosas habían cambiado de una manera tan drástica, Hinata sostuvo la mirada del guerrero como pocas veces lo hizo.
—Fue una reacción inconsciente y mis palabras posteriores nacen sólo por la lealtad que le debo a mi familia —aumentó unas octavas el volumen de su voz —. Sé que dije lo contrario hace muy poco, pero, ay, tienes que entender que esto es muy complicado. Quizás... quizás para derrotar a mi moral sólo necesito más tiempo...
—Te lo puedo dar, pero nada cambiará. Emparejándote conmigo estás traicionando a tus familiares y yo estoy haciendo exactamente lo mismo con los míos. Ese es un hecho concreto y por lo tanto nunca mutará.
Ella bajó su cabeza con tristeza, dando un gemido que huyó entre sus labios tensos. Cerró sus ojos y la congoja se apoderó de su alma, puesto que lo último dicho por él era una total verdad. Al estar juntos, ambos estaban traicionando a sus difuntos. Esa era una realidad que permanecería inalterable sin importar cuantos días pasaran.
—Sasuke... es tan frustrante sentir que avanzamos dos pasos y retrocedemos diez. ¿De verdad piensas que nada cambiará? —preguntó angustiosamente. Las palabras de Uchiha, unidas a las horribles frases de sus propios familiares en su mente, empezaron a generarle inevitables dudas. Todas las malditas contradicciones resurgieron.
—Sí, Hinata, así lo pienso. Estar conmigo siempre te traerá dolor. Siempre. Es precisamente por eso que deseaba evitarte esto, por eso deseaba alejarme de ti. Te lo dije claramente, pero no quisiste entenderlo. Has tenido que darte cuenta de esta dolorosa manera de la verdad —cerró los ojos durante un largo momento —. Es imposible estar juntos porque yo soy lo peor que te ha pasado en la vida —su voz se desgajó hacia un tono algo más agudo, a la vez que perdía su entereza habitual.
—N-no es verdad... —para su gran sorpresa, dudó de su propia respuesta.
—Sabes perfectamente que sí lo es —dijo con rabia contra sí mismo, apretando puños y dientes por igual —. Dime que no fui lo peor que te pasó en la vida, dímelo con sinceridad y sólo entonces pensaré que sí tenemos un futuro juntos.
Ella quiso hacerlo inmediatamente, pero no pudo. De hecho, Sasuke sí era lo peor que le pasó en la vida. Había destruido a su clan, a su nación, había intentado violarla, mató a Neji delante de sus ojos... ¿Cómo podría objetar algo que, para su gran pesar, era completamente cierto?
—Ni siquiera puedes negarlo —afirmó con tristeza. Fue entonces que Sasuke lo entendió definitivamente: hiciera lo que hiciera, incluso si después de acabar con Danzo se volviese el mejor hombre del mundo, inclusive si la cuidara cada día con todas sus fuerzas, lo que había pasado jamás dejaría de doler. ¿Cómo se atrevió a pensar que estar con un demonio podría traerle algo bueno a un ángel? No, lamentablemente nunca podrían estar juntos.
Hinata terminó liberando el pesar que estaba sintiendo su alma a través de los ojos.
—P-pero también puedes ser lo mejor... sé que quieres serlo —él boqueó para contestar, pero Hinata se apresuró a interrumpirlo para seguir hablando —. Es cierto que me hiciste mucho daño, que destruiste a mi familia, pero tenías tus razones. Lo entiendo; perder a tu madre, padre, hermano, tíos, a todo tu clan de una manera tan terrible... Son dolores tan grandes que se hacen insoportables. Sólo de pensarlo se me aprieta el corazón; es atroz imaginarte aguantando ese sufrimiento desde niño. Yo no te culpo, Sasuke, lo entiendo porque yo también traté de vengarme cuando mataste a mi primo —recordó cuanto la había enceguecido tal hecho —. Sé muy bien que desde que volviste de la muerte eres otra persona; es de ese hombre del que me enamoré, de la persona que tengo enfrente ahora mismo. Con más tiempo, puedes volverte alguien bondadoso...
—No te engañes a ti misma —renegó agriando su voz —; en el fondo sabes que tengo la razón. Lo peor no puede transformarse en lo mejor, es algo absurdo —movió su cabeza con pesimismo —. Yo quisiera estar contigo sin que sintamos culpa, que todo el dolor se esfumara como por arte de magia, pero la vida no es así. Simplemente no lo es. Lo nuestro es tan difícil que sería lo mismo que contruir una casa en arenas movedizas. Es algo que está destinado al fracaso desde el principio.
La lluvia volvió a incrementarse, crepitando sobre la tablazón del barco. No obstante, ni Sasuke ni Hinata se percataron del ruido aumentado.
—Lo arruiné todo —se quejó muy acongojada —. Te es tan difícil confiar, te costó tanto abrirte conmigo y ahora vuelves a cerrarte igual que al principio.
Él la tomó de los hombros, encajándole su resuelta mirada. —No has arruinado nada; absolutamente nada, Hinata. Cada vez que quieras estar conmigo estarás traicionando a tu familia y yo a la mía; esa es la única verdad —dijo sentencioso —. Hay cosas que uno sabe desde el comienzo que están destinadas directamente al fracaso. Es mejor terminar el sufrimiento ahora mismo antes que después nos duela incluso más —le dedicó una mirada refulgente de resignación.
Sasuke se veía tan convencido de lo que decía, que finalmente la personalidad insegura de Hinata se reanudó por inercia. Tal vez era cierto todo lo que él decía y por eso un silencio tiránico se posicionó entre los labios femeninos. Mientras mantenía su cabeza gacha, un par de lágrimas decidieron navegar por el cutis de sus mejillas. Aceptando la gran solidez racional que había en el argumento de Sasuke, ella finalmente quebrantó el reinado del silencio.
—Perdóname por echarlo todo a perder.
Él cerró sus ojos durante un largo momento. Luego los abrió.
—Eres tú quien debe perdonarme, nunca debí dejarme llevar. No estás lista para esto y es obvio que nunca lo estarás.
—No lo digas, no tienes la culpa de nada. Soy yo la culpable, yo y mi moral, yo y mis temores —se lamentó mientras pasaba una mano por su flequillo —. Mi moralidad le gana a mis verdaderos sentimientos y no debería ser así.
—Claro que el yerro es mío. Soy un egoísta que quiere tenerte aunque no te merezca. En el fondo sigo siendo un canalla, un maldito demonio.
—No es así. Tú ya no eres el hombre de antes —le despejó un mechón que previamente cayó por su frente, cubriéndole uno de sus negros ojos.
—Calla, Hinata. Ya no importa.
Ella sintió que su corazón se partía en mil pedazos. Esa mirada triste la sobrecogió.
Él avanzó hacia la puerta, apenas aguantando las ganas de girarse, abrazarla y hacerla suya. Impulsada por sus sentires, ella dio unos pasos velozmente para tomarlo cariñosamente de la zurda.
—Sasuke... no te vayas así, por favor. Ahora me siento muy mal. Esta noche había sido tan especial... —dijo angustiosamente —, me sentí tan liberada llorando junto a ti, tuvimos una conversación muy interesante, vi esa cosa horrible y me atreví a enfrentar mi miedo gracias a tu apoyo. Y ahora estaba tan feliz estando juntos, queriendo que esto fuera hermoso para los dos... —tenues lágrimas cayeron de nuevo sobre sus mejillas.
Tuvo ganas de alejarla con dureza, pero, al girar su cuello, vio su mirada tan triste y apenada que no pudo evitar llevar una mano hacia sus azulosos cabellos con una terneza inconsciente. No quería verla sufrir; ella no se lo merecía. Acarició su rostro como jamás lo hizo antes, imprimiendo una suavidad digna de ser recibida por una figura de porcelana.
—Sea por mi causa o por culpa de tus familiares en tu mente, la cara de miedo que tenías no deja lugar a dudas. En el fondo sabes que nunca estar juntos es lo mejor y más saludable —lo dijo con total seguridad, aunque sintiendo como el pecho se le removía en un dolor extraño. No tenía lágrimas, pero sus ojos estaban ardiendo igualmente.
—Sí, es lo mejor... —apretando sus párpados, aceptó sin ganas tras muchos segundos.
Dichas sus palabras, Hinata sintió que ahora mismo lo estaba perdiendo en forma definitiva. Por ser un hombre tan cerrado y orgulloso, a él le costó mucho aceptar lo que sentía; de hecho, nunca antes se había abierto con nadie. Uchiha le dijo cosas preciosas esta noche porque realmente la amaba y deseaba cambiar por ella. Sin embargo, sabía que después de esto el joven se iba a alejar de nuevo, dado que esa sería su forma de cuidarla. Esta noche le había demostrado que no estaba preparada a estar con él, que probablemente nunca lo estaría. Tal vez el alejamiento era lo que debía pasar, mas le dolía tanto el corazón que no era capaz de soportarlo; se le quemaba de una forma que no entendía.
El soldado permaneció en la puerta, dando un profundo suspiro. Triste, pero resiliente, le dijo lo siguiente:
—Si existe la reencarnación quizás en otra vida podamos estar juntos, Hinata —apretó sus labios con dolor y, aunque ella no pudo verla, una solitaria lágrima intangible derramó el interior de su alma —. Quizás en otra vida...
En cuanto lo vio marchar hacia el frío pasillo, la fémina sintió una daga incrustándose en su tórax. Ese sufrimiento le hizo saber con toda claridad la siguiente verdad: después de conocer a Sasuke nunca podría volver a enamorarse. Nunca sentiría eso por alguien más porque hay amores que se meten en la piel para siempre, que no importa cuanto tiempo pase, no importa todo el dolor recibido, siguen viviéndose aunque ya no se esté junto al ser amado. Pese a que esa persona especial ya no corresponda los sentimientos o que haya una separación inevitable por causas del destino, extrañar cada día es un martirio que padecen quienes sólo pueden amar una vez en la vida. Sí, porque hay algunos que crean amores inmortales en sus corazones, que no son capaces de enamorarse nuevamente porque sus almas siguen atadas de forma eterna a la persona que les robó el ser.
Es el caso de ambos: Hinata y Sasuke eran de esas extrañas criaturas, de esa poquísima gente, que ama de manera perpetua. Sin embargo, pese a la inmensidad que ambos se profesan, estaban perdiéndose el uno al otro en este preciso momento, haciéndose añicos de una manera espantosa por la sentenciosa moral que los pudría por dentro. El cruel pasado los condenaba a estar separados porque amarse era un pecado que dolía demasiado.
Demasiado.
Continuará.
