Hola, espero que todas/os estén muy bien de salud y con mucho ánimo para enfrentar el último mes de este 2020. Muchísimas gracias también por cada uno de sus comentarios. Me permito dedicarle este capítulo y este fic en general a mi gato llamado «Chancho», un ser que me hizo muy feliz el tiempo que compartió conmigo. Sé que su nombre es ridículo o gracioso, pero se lo puse porque era muy goloso cuando llegó a mi casa y siempre comió como un cerdo. Obviamente estoy triste por su partida, pero no crean que voy a decaer o que necesito palabras de apoyo. Hace tiempo que acepté a la muerte como parte de la vida. Menciono esto porque Chancho muchas veces me acompañó mientras escribía este fic, estando tranquilamente a mi lado o interrumpiéndome cuando ponía sus patas en mis manos o en las teclas. Él fue parte muy importante de esta historia, así que se la dedico como un pequeño y merecido homenaje por toda la alegría que siempre me brindó.
Vocabulario:
Boyante: Que tiene fortuna o felicidad creciente.
Alborada: Tiempo de amanecer o rayar el día.
Atalayador: Que atisba o procura inquirir y averiguar todo lo que sucede.
Mácula: Mancha.
Boscaje (Pintura): Cuadro o tapiz que representa un paisaje poblado de árboles, matorrales y animales.
Rescoldo: Brasa menuda resguardada por la ceniza / Residuo que queda de un sentimiento, pasión o afecto.
Querencia: Acción de amar o querer bien.
Alirrojo: De alas rojas.
Denante: Antes.
Zarco/Zarca: Dicho especialmente de los ojos: De color azul claro (Usaré este término a menudo con la mirada de Ino).
Esclava Sexual, Capítulo Vigésimo tercero
Tus lágrimas se incrementan porque sus palabras te hirieron por su verdad. Él estaba dispuesto a todo por ti, pero ya nunca más te besará, tocará o acariciará. Pese a ser alguien que se ha declarado abiertamente como un sádico, en todo momento se comportó a la altura de un caballero para cuidarte en tu primera vez. En cada mirada, en cada gesto, en cada acción, comprobaste nuevamente lo importante que realmente le eres. Alguien como Sasuke te ha puesto en primer lugar, incluso queriendo darte placer por medio de sexo oral. Te prioriza porque, a pesar de ser un egoísta por naturaleza, contigo no lo es. A ti quería darte satisfacción, a ti quería hacerte feliz, a ti quería amarte con todas sus fuerzas. Por ti quería enfrentar al mundo entero...
En cambio tú sigues dudando por culpa de los traumas morales que te agobian. Pronto sientes algo parecido a una puñalada, una intangible que te revuelve el estómago, abriéndose paso hasta llegar al corazón. Nunca imaginaste que esta separación pudiera dolerte tanto. El gran sufrimiento que padeces te está confirmando, ahora mismo, cuanto lo amas realmente. Todo cuanto lo necesitas, todo lo que Sasuke significa para ti. Ese dolor que te destruye borra absolutamente toda duda: estás total e irreversiblemente enamorada. Sabes que por ningún otro podrías sentir algo tan profundo. Y entonces te das cuenta que si el dolor es así de enorme, entonces la felicidad también lo será. Sólo tienes que luchar por alcanzarla. Sólo tienes que atreverte a destrozar esa desgraciada moral que ata lo que realmente quieres, que encadena tu verdadero sentir.
Cuando vuelves desde el laberinto de tus pensamientos ves que él ya no está en la puerta, mas todavía oyes su caminar resonando en el pasillo. A cada paso dado por él, sientes como si un tumor cancerígeno surgiera en lo más profundo de tu alma. Rápidamente te calzas las bragas e ignoras la humedad que aún yace en tu entrepierna. Sin importarte la desnudez de tus pechos te lanzas hacia él corriendo a todo lo que das, pues tus piernas son impulsadas por tu alma en vez de los músculos. Corres porque si lo pierdes te perderás a ti misma también. Corres porque esto es lo que sientes, esta es tu realidad: has nacido para amarlo; has nacido para estar con él; has nacido para ser completamente suya.
Clamas su nombre con desesperación mientras las lágrimas ni siquiera recorren tus mejillas; caen directamente al suelo por la vehemencia que ejercen tus extremidades inferiores.
El soldado de alto rango se detiene. Apenas llegas con él, te apresuras a revelarle todo lo que sientes.
—P-perdóname... yo... —vas a decirle cuanto lo amas, pero no te deja continuar.
—No hagas esto más difícil, Hinata.
Percibes claramente el pesar que se desborda en su tono de voz. Él ya no quiere hablar, no quiere pensar, no quiere sentir. Sin decir más palabras retoma su camino, pues tú le acabas de secar el corazón al importarte más una moral equivocada que el amor recíproco que se tienen. Por eso está completamente reacio a hablar; a siquiera tenerte cerca; alejarse de ti es su única meta. Lo has echado a perder todo, absolutamente todo.
¿Pero acaso te rendirás así de fácil? ¿Dejarás escapar al amor de tu vida?
Ahora es tu turno de luchar por él. No en unos días, no en unas horas, porque no necesitas siquiera pensarlo: necesitas sentirlo, necesitas vivirlo. Te urge verificarle todo lo que te provoca, demostrarle que no aceptarás sus palabras, mostrarle que sí lo amas desesperadamente y con todo lo que tienes.
¡Vas a luchar por Sasuke porque lo amas con todo tu ser!
—No te vayas, por favor —sin dudas te arrojas hacia él, abrazándolo por la espalda a fin de impedir que se marchara —. No te vayas… —acomodaste una mejilla en su zona escapular izquierda, intentando auscultar los latidos de su corazón.
—Suéltame —fue la brusca respuesta.
—No lo haré —rechazas valientemente.
—Suéltame —te repitió a un volumen más alto de voz —. Estoy harto de ti y de tus volubles sentimientos.
—Sasuke... —dijiste de forma luctuosa, mientras las lágrimas se acumulaban en tus luceros.
—No volveré a caer en tus patéticos discursos idealistas. Ya no —te advirtió duramente.
—Perdóname, por favor. Podemos estar juntos, sé que podemos.
—Aléjate, te lo advierto —contestó cerrando sus puños como si fuese a dar un golpe.
—Quiero estar contigo. De verdad quiero estarlo.
—Cállate de una vez, me enferma tu presencia.
El asco que sentiste en su voz te hirió como si fuera un golpe tangible. Dudaste por un segundo, aunque en los siguientes desterraste fieramente tal afección. Te pusiste por delante suyo, tomándolo cariñosamente desde sus puños cerrados. Éstos se distendieron un ápice; pudiste percibirlo. Mirándolo muy emocionada le dirías aquello que, de no liberar, terminaría destruyendo tu pecho.
—Si te hiciera caso te perdería para siempre y no quiero eso. No seas rencoroso y perdóname, por favor. Te prometo que todo valdrá la pena, absolutamente todo.
A diferencia de antes, el militar se limitó a contestar únicamente a través de un bufido.
La emoción desmenuzaría tu voz hasta hacerte tartamudear, por lo que golpeaste tu pecho para evitarlo. Luego, cariñosamente, volviste a tomar la mano varonil que antes soltaste.
—Yo te amo, Sasuke Uchiha.
—Pero yo no.
Supiste que mentía por la leve zozobra que dio su voz. Fue casi imperceptible, pero no para ti. Queriendo sentir su calor te apegas a él, aunque procurando no lastimarle su herido pecho. Alzaste tu blanquinosa mirada hacia la suya cuando no correspondió tu sentido abrazo. Tras unos cuantos segundos que alteraron la noción del tiempo, tu lengua logró emitir los sonidos que permitían el habla.
—Dime a los ojos que no me amas.
Él bajó su mentón para clavarte sus negras pupilas. Su mirada se hizo tan penetrante que no pudiste evitar un estremecimiento anómalo.
—Te maldigo, Hinata.
Un puñal inmaterial avanzó desde tus oídos hasta tu corazón, atravesándolo sin piedad. Tambaleaste al ver que te lanzaba el mismo odio que la primera vez que te vio en la tienda de esclavas. Pensaste que te derrumbarías de dolor, pero un lapso después te diste cuenta que no contestó tu pregunta. Aunque te maldijo, no fue capaz de decirte lo que le pediste. Te maldecía precisamente porque no podía dejar de amarte; esa fue la conclusión a la cual llegaste. Eso es lo que deseaba tu alma con todas sus fuerzas.
—Dime que no me amas —repetiste aunando una entereza que sabías que lo impresionaría.
Por segunda vez desde que lo conociste, Sasuke no fue capaz de sostenerte la mirada. Una especie de gruñido provino desde su boca cerrada. De reojo también notaste que cerraba sus puños con fuerza, con impotencia.
—Estúpida mujer —bramó entredientes —. ¿No entiendes que esto está condenado al fracaso? ¿No comprendes que quiero protegerte del dolor?
Pese a lo violento del tono usado, el significado de sus palabras te dieron el alivio que necesitabas. Aunque no permitía que su corazón hablara en desnudez, te acababa de confirmar que seguía sintiendo lo mismo que tú.
—Sufriré mucho más si te alejas de mí... yo te amo, Sasuke. De verdad, te amo con toda mi alma.
Friccionando sus dientes, aunque resignado al mismo tiempo, Uchiha dejó avanzar unos segundos que te parecieron una eternidad. Repentinamente, deshaciendo su renuencia, te abraza sin contenerse más. Era inútil tratar de moderarse, pues lo que sienten el uno por el otro es recíproco. Para bien o para mal, ya no había vuelta atrás.
—¿Estás realmente segura que deseas intentarlo? —busca cerciorarse de cuán fuerte es tu determinación.
—Sí; completamente —contestas al instante —. Sin dudas, sin resquemores, sin arrepentimientos. Eres el hombre que amo y no voy a dar marcha atrás.
—¿Qué hay de tu lealtad a Neji, a Hanabi y a tu padre?
Mientras tu corazón daba latidos adolescentes en vez de adultos, enganchas tu mirada lunar a la azabache.
—Sé que, estén donde estén, lo terminarían entendiendo... y si no fuera así, entonces les pediré perdón cada día de mi vida. Pero no te voy a dejar nunca más —invadida por el alud de sentimientos, no permitirías una respuesta. Te disparaste a sus labios imitando el ímpetu de una flecha, desbordada por el amor que te palpitaba fuertemente por dentro. Rompiendo las malditas cadenas de la moralidad, tomas posesión de su deliciosa lengua entre gemidos de incipiente excitación. Lo besas como si tuvieras la certeza que el día de mañana un leviatán te devoraría por la ignominia que estabas cometiendo, pero la respuesta de Uchiha es tan fogosa e incendiaria que no te importa mientras puedas seguir gozando de su boca. Ambos se encargan de crear una sinfonía inigualable de emociones provocada por la maravillosa orquesta de sus almas.
Unos ochenta segundos después él te empotró contra la pared y te levantó una pierna, anclándola en su brazo a fin de presionarse enteramente contra ti. Gemiste dentro de su boca al sentir su erecta longitud. Negada a pensar y determinada a sentir; así quieres estar y así te hace sentir tu demonio. Alcanzar la libertad de la mano de él es lo que anhelas. Ser tú y nadie más que tú, desplegando tus virtudes y defectos sin temor a ser juzgada desde el otro mundo. Esto es lo que eres cuando estás a su lado: una mujer libre de atavíos y de prohibiciones. No más moral, no más miedo, no más timidez. No hay tiempo para dilatar las cosas, pues el viaje terminará pronto y tendrán que esperar una gran cantidad de días para verse nuevamente. Entonces lo sabes mejor que nunca: es vivirlo ahora o nunca. Perdida en el placer, pero consciente de tu gigantesco amor, no titubearás en pedirle lo que de verdad anhelas. Vas a convencerlo, en cuerpo y alma, de que sí tienen un hermoso futuro juntos. No tienes duda de que lo amas y que Sasuke te ama también a ti. Precisamente por eso no temes equivocarte: porque sabes que no es sólo tu verdad, sino también la de él.
—Hagámoslo, Sasuke. Quiero acabar lo que empezamos.
—No estás preparada —sentenció él sin dejar mermar su férrea determinación.
Una de las cosas que te encantaba era eso: que tu soldado realmente deseaba cuidarte.
—Estoy lista. De verdad que sí —entre acezos, reafirmaste muy segura.
—No quiero volver a vivir lo mismo de antes. No me retractaré de nuevo en el momento culminante por tus dilemas morales —espetó lo hacía poco ocurrido.
—¿Deseas que te lo ruegue, verdad? Si eso quieres entonces eso haré porque sé que me lo merezco —antes de realizar lo antes dicho, le diste un candente y delicioso beso que ayudaría a ablandar su voluntad —. T-te suplico que me hagas el amor, Sasuke. Eso es lo que más quiero.
—Hinata... —todo su semblante mostró la emoción que le provocó tu dulce sumisión.
—Hazme tuya ahora mismo. Te lo ruego...
Cuando su mirada se enfoca en ti, reflejó una sobredosis de sentires prácticamente sobrenaturales. Su mano se alzó para tocarte una mejilla.
—Pase lo que pase esta vez no me detendré —te advirtió.
—Por favor, no quiero que te detengas por nada del mundo —de forma natural tu voz emergió sumamente sensual, aunque tú misma no te percataras de aquello.
Sin luchar más contra lo que realmente ansiaba, y sin previo aviso, Sasuke te cargó en sus brazos como si fueses una recién casada a punto de vivir la noche de bodas. Por lo menos, así te sentiste mientras te aferrabas a él. Te encantó estar en esos brazos que te llevaban como si pesaras cinco kilos en vez de cincuenta y algo. Era tan recio, tan fuerte, tan hombre.
Atravesando el umbral, Uchiha enganchó su pie a la puerta y le dio un tirón que la cerró por inercia. Caminó hasta la cama, arrojándote sobre ella cual saco de patatas.
—Esta vez será a mi modo —te avisó claramente, endureciendo sus rasgos.
—Puedes hacer lo que quieras conmigo. Me lo merezco.
Aquellas palabras fueron el detonante para que el general de ejército se abalanzara sobre ti, sin estar dispuesto a frenar su inmanente ferocidad. Con su diestra te tomó de la nuca para alzar más tu cabeza y así propinarte un furioso beso, mientras su izquierda se perdía lascivamente entre la delicia de tus piernas. Dejando caer su peso sobre ti, tu guerrero prácticamente te incrustó contra la cama. Entiendes que le encantaba ser dominante, posesivo, demostrar quien es el que manda; aquello se le hacía muy difícil evitarlo.
—Yo seré el único que posea tu cuerpo —profiere a la vez que te toma violentamente desde los cabellos enraízados en tu nuca —, voy a ser yo el que te toque, el que te coma, el que destroce tu virginidad, el que te haga gritar de dolor y gemir de placer —te dice entre besos que interrumpe y reanuda velozmente —. En la cama haré que lo olvides todo: tu timidez, tu moral e incluso tu apellido no existirán a mi lado. Eres mía, Hinata. Mía para siempre —sentencia mirándote fijamente, enceguecido como un voraz depredador ante su inocente presa.
Terminadas sus palabras cambió tu boca por tu cuello, dándote unos mordiscos que poco le faltaron para ser tildados de satánicos. Los consiguientes gemidos que diste parecieron aumentar su deseo aún más; realmente se había transformado en una bestia hambrienta de tu piel. Invadido por una desesperación incontenible se apretó más contra tu cuerpo, asegurándose de que su alterado miembro te hiciera sentir la fuerza de sus pulsaciones. El calor de su carne desnuda te informó que él ya se había desprendido de sus pantalones. Para tu sorpresa no fuiste consciente del momento en que realizó tal acción; estás tan nublada que quizás tú misma se los quitaste instintivamente. Lo único que sí sabes con certeza es que el aroma Sasuke se te hace muy grato. No hay perfumes ni lociones en su cuerpo, sólo una piel que te encanta mucho más que lo antes mencionado. Pones tus manos en su espalda y lo abrazas con todas tus fuerzas, como intentando decirle que nunca más quieres separarte de su lado. Uchiha reaccionó clavándote esos negros ojos que, gracias a tu exclusiva culpa, ya nunca más serán inexpresivos contigo. El cabello negro que resbalaba por su rostro lo hacía ver salvaje, lo cual, por alguna razón desconocida para ti, acrecentaba tu deseo de una forma irrefutable. Queriendo todavía más, deshaces tu abrazo, posas tu palma derecha en su fornido pectoral y notas que su corazón late tan alborotado como el tuyo; ambos órganos están nutriéndose mutuamente. Tus albinas pupilas contactan las suyas y la avalancha de emociones te sobrepasa descaradamente. Sabes que Uchiha nunca será tierno ni cariñoso, pero vuelves a entender que no necesitas que sea así, no requieres frases de amor cuando su mirada expresaba todo lo que sentía por ti de una manera mística. Tan sólo lo necesitas a él, a su forma de ser que terminó enamorándote como una loca. Entonces lo supiste con total convicción: no puedes aguantar más, necesitas ser suya ahora mismo, necesitas entregarte y poseerlo a la vez. Ansiabas, sin demora alguna, el órgano viril en tu interior. Pese al temor que te engendraba por su tamaño, era una urgente necesidad, algo perentorio. No podías esperar a tenerlo por dentro. Realmente lo deseas demasiado y esperas que nadie te culpe por ello. De verdad esperas que si un día alguien ajeno supiera tu historia, pudiera comprender la inmensidad que sientes. Lo amas y él te ama a ti. Es simplemente inevitable.
—Sasuke... hazme tuya. Márcame como tu mujer.
—Veo que estás muy ansiosa —exhaló orgullosa satisfacción en su voz. Adoraba verte así de perdida.
Ruborizándote dulcemente, contestaste de manera anhelosa. —Sí, honestamente no aguanto más. Quiero pertenecerte ya mismo.
—Yo también te necesito.
Como si quisiera verificártelo te besa alocadamente; luego separó más tus piernas, colocó su orgullo de macho en la calurosa entrada que pronto lo recibiría y se inmiscuyó lo suficiente para abrir tus labios genitales sin adentrarse. Al instante los nervios se apoderaron de ti, causando que tus pulmones acelerasen su funcionamiento y que tus pechos subieran y bajaran como consecuencia. Cuidando de no cristalizar la penetración todavía, Uchiha empezó a recorrer el contorno de tu sexo frotándolo hábilmente; una y otra vez, sin parar, sin detenerse. Tú gemiste de manera voluminosa, aunque no supiste si por temor, por gozo o por impaciencia. Probablemente fue por las tres cosas juntas.
Invocando una suavidad impropia de él, introdujo su glande apenas un par de centímetros, asegurándose de no destruir tu virginidad todavía. Posteriormente se acerca a tu oreja y los jadeos producidos por su excitación te estremecieron sobremanera.
—Prepárate, Hinata, porque voy a hacerte pedazos —una corriente de nervios te recorrió al escuchar su acentuado tono sádico. En tu mente se clavó la sensación de su primera estocada antes de que efectivamente la hiciera. Por tal razón, todos tus músculos se tensaron mientras mordías tus labios para no gritar.
En verdad estás aterrorizada, pero también muy feliz, dichosa, boyante, emotiva hasta decir basta. Por eso lo besas desatando el ciclón de sensaciones que, impetuosas, se arremolinan alrededor de tu corazón. Todo el afecto, el miedo, la necesidad y el deseo se amalgamaron en una sola palabra: amor. En este amanecer helado de lluvia buscas resucitar tu alma junto a la suya, iniciando una nueva vida en que la compresión y la empatía se empinarían como los emblemas de sus vidas. Volando por el vasto cielo de las emociones desatadas, te encumbras hacia un amanecer de fuego incandescente; uno que significa un nuevo comienzo tanto para ti como para él. Un nuevo comienzo en donde, después de la entrega total, ambos unirán sus caminos de manera eviterna.
En cuanto concluiste tu apasionado y prolongado beso, ambos se lanzaron la mirada más cómplice que hayan compartido nunca. Sin ninguna duda que asomase, los dos supieron certeramente que ninguno deseaba seguir esperando. Aun así, Sasuke toma tus manos y las pone por encima de tu cabeza, entrelazando sus dedos entre los tuyos. Entonces te conmueve que tenga la gentileza de hacerte la siguiente pregunta:
—¿Lista?
—Sí, Sasuke —respondes muy segura, mientras tu corazón da estallidos en vez de latidos.
Finalmente, el hombre que amas va a darte la estocada carnal. Por consiguiente aprietas boca, manos y vagina por igual. Tu carne más íntima llamea envuelta en el fuego de la pasión, pues ni siquiera la frialdad del ambiente logra bajar la temperatura de tu cuerpo en combustión. Esperando su puñalada cierras tus párpados, pero finalmente abres uno de tus luceros para ver su rostro en el momento de la unión. Quieres mirarlo en aquel momento que se grabará en tu memoria para siempre. No hacen falta palabras para saber que él está haciendo lo mismo contigo; te observa de una forma que te enamora todavía más. Sin embargo, de repente el cariz facial del guerrero cambió. Al instante te sobrevino un temor: ¿acaso era él quién estaba dudando ahora? No lo sabes, pero esta vez nada detendrá este mágico momento. Absolutamente nada.
—No lo pienses, Sasuke. De verdad quiero entregarme a ti, ser tuya por siempre.
Él tardó un poco en volver en sí, aunque terminó asintiéndote. Luego te dijo una frase que jamás podrías olvidar.
—No culpes a un demonio por desear tanto a un ángel...
Entonces, de una forma absolutamente salvaje y sin ninguna piedad de por medio, te penetró hasta el fondo con un movimiento súbito a la par de violento, estirando tu vagina a una magnitud que te hizo gritar como si estuvieras siendo asesinada. El dolor fue terrible, como una verdadera cuchillada dada directamente a tu matriz. El estruendoso alarido que diste fue indescriptible a la par de impresionante, puesto que el amor de tu vida destrozó tu virginidad en milisegundos, rellenándote de una forma que no logras siquiera comprender. Seguramente ya habías despertado a todos los pasajeros del navío, aunque no te importó; ibas a seguir clamando tu sufrimiento corporal, mas tu demonio te tapó la boca con su izquierda a fin de evitarlo. Sin posibilidad de desahogarte vocalmente, la mano que tenías libre decidió clavar sus uñas en la fornida espalda varonil. Fue un acto reflejo, no algo que hubieses hecho por voluntad propia. Por su parte, el inclemente guerrero no te brindó siquiera un segundo para que tu cuerpo se acostumbre al suyo: tal vez motivado por la dosis de sangre que empezaba a sentir, empezó a moverse con una crueldad inimaginable. Tú le has despertado completamente el sadismo que habita en lo profundo de su alma, exacerbando su instinto animal a escalas demenciales. Entra en ti una y otra vez, sin parar, sin detenerse. Embiste tu intimidad convertido en una feroz fuerza de la naturaleza. Un huracán, un terremoto o una avalancha, resultarían poca cosa en comparación.
No pudiste evitar dar lastimeros gemidos que rebotaban sobre la palma que cubría tu boca, dado que la invasión masculina te estaba resultando demasiado dolorosa; tu vagina acusaba sus estocadas ardiendo desproporcionadamente. El miembro de Sasuke realmente te llenaba de una manera inhumana. Sin hallar alternativas, tensaste tus mandíbulas para desahogar el sufrimiento físico de alguna manera, pero no funcionó. Trataste de hablarle para suplicarle piedad, mas sólo sonidos ininteligibles salieron desde tu boca. A párpados cerrados él estaba perdido, energúmeno, poseído por el mal; quería horadar tu esencia femenina, atravesarla, dañarla, empalarla. A una velocidad luciferina se hunde y sale de ti, a veces profundizando sus puñaladas y otras veces no. Te lo incrusta y te lo arranca; una, y otra, y otra vez. Son infinitas las veces en que entierra lo suyo en lo tuyo. Estaba ido, realmente loco.
Recordando que tenías una mano libre clavándole tus uñas en su espalda, la llevaste hacia la mano que acallaba tu boca y la aflojaste lo suficiente como para hablar en un hilo de voz.
—M-me duele mucho, Sasuke... —le pediste compasión.
Él detuvo sus sañudos movimientos, mirándote mientras jadeaba de satisfacción.
—Pronto sentirás tanto placer como yo —te dice con la respiración entrecortada. Sabes que Intenta comprenderte, pero de todos modos presientes que, dijeras lo que dijeras, él no cesaría el ritmo bestial que estaba ejerciendo.
—Ha-hazlo más suave, por favor... —insistes.
—No puedo ser gentil porque me calientas demasiado, Hinata.
No puedes luchar contra la lujuria sádica escrita en sus negros ojos. Cierras tus párpados y te resignas a tu destino, aunando la esperanza de que el supuesto e inminente placer no tardaría en llegar. Siguió penetrándote, aunque esta vez notaste que su profundidad y rapidez no era tan radical como antes. Una emoción dulce cobijó tu pecho en cuanto notaste que tus palabras sí habían mermado su vehemencia. No del todo, pero sí lo suficiente. Al transcurrir de un par de minutos, una sensación diferente comenzó a gestarse en tu interior. Tu cuerpo por fin estaba aceptando al de tu pareja, pasando del sufrimiento hacia un principio de placer. Paulatinamente, el último fue ganando la batalla desatada en tu sexo al difuminar la sensación dolorosa y cambiarla por una deleitosa corriente; una que fue expandiéndose habilidosamente desde tus nervios genitales hacia los yacentes en el resto de tu organismo.
De improviso él detuvo sus moderadas estocadas, saliendo de ti enteramente. Contempló tu mirada como si quisiera admirarla de forma ávida, anhelante. Tú tiñes tus luceros con el mismo tono que exhalaba Sasuke. Tras aquellos segundos de mutua fascinación, te hace una inesperada pregunta.
—¿Quién es tu dueño?
Sorprendida por su cuestionamiento, permaneces en silencio durante tres segundos sin atinar a responder. Grave error.
—¡Ay! —gritaste al sentirlo penetrarte hondamente de nuevo, sin pizca de compasión.
—¿Quién es tu dueño? —repitió su cuestionamiento; su voz fue tan oscura y demandante que te estremeciste entera.
—T-tú lo eres, Sasuke...
—¡Dilo más fuerte! —vuelve a extraer su miembro completamente y te da otra estocada tan profunda, que incluso podrías jurar que estaba yendo incluso más allá del útero.
—¡Tú eres mi dueño, Sasuke! —por el dolor reanudado, tu voz se agudizó de una manera que hasta a ti te asombró.
—¡¿Quién es tu hombre?! —preguntó mientras salía de tu interior otra vez.
—Tú eres mi h... ¡Ay! —gritaste inevitablemente cuando te castigó adentrándose aún más profundo —. ¡Tú eres mi hombre, Sasuke! —gritaste con todo el corazón puesto en tus labios—. ¡Tú y sólo tú! —respondiste desesperada.
—¿¡Por cuánto tiempo?! —repitiendo su acción, vació tu interior.
—¡Por siempre! ¡Eternamente!
—¿¡A quien amas con todas tus fuerzas!?
—¡A ti! ¡Sólo a ti!
—¿¡Quién es el mejor guerrero de todos!?
—¡Tú! ¡Es obvio que tú eres el mejor, Sasuke! ¡Nadie se compara a ti!
Él te sonríe de forma perversa, tanto que sus caninos asomaron parcialmente por sobre sus labios.
—Esa es mi chica —te susurra al oído usando su voz más oscura.
—Sasuke, por favor no me lo hagas tan fuerte. Recuerda que es mi primera vez.
A manera de inmediata respuesta, él volvió a hundirse en ti provocando que crisparas hasta los dedos de los pies. Inexorablemente necesitaste dar un grito descomunal que, en esta ocasión, Uchiha no bloqueó con su mano. Quería escucharte, adorar tu alarido.
—Soy despiadado, ya deberías saberlo... —te castigó impulsándose con más fuerza dentro tuyo, causando que te desgañitaras al mismo tiempo que clavabas tus uñas en su espalda.
—M-me duele mucho cuando te hundes tanto... —se distorsionó tu voz.
—Me encanta que te duela.
—Hazlo un poco menos profundo, ¿sí? —pediste sumisamente.
—Me cuesta demasiado controlarme contigo, Hinata. Te deseo tanto que no lo entenderías, pero está bien; te lo haré de manera más sutil.
—Sasuke... —dijiste su nombre entre emocionados suspiros, excitándote más al sentirte comprendida. Ese hombre personifica al sadismo, pero está dispuesto a ceder por ti. A cada minuto aumenta tu encanto por él. Sencillamente no puedes evitarlo.
Los minutos transcurrieron y el amor de tu vida fue disminuyendo tanto su violencia como su velocidad. Entonces, por alguna razón desconocida, una contradicción extraña empezó a nacer en tu ser. No querías que te lo hiciera tan fuerte, pero tampoco deseabas que te lo haga sutilmente. Denante estaba haciendo que te doliera, pero ahora te das cuenta que ese martirio también te provocaba cosas desconocidas, te hacía perderte e ir más allá. De alguna manera su vehemencia implacable te estimulaba de una manera singular. Te sorprende ver que, a pesar del sufrido ardor, te gusta sentirte tan deseada que el hombre que amas no sea capaz de controlarse, volviéndose energúmeno por tu exclusiva culpa. ¿Serías una masoquista enferma? ¿O era algo común a todas las mujeres excitarse con un nivel tan grande de rudeza y posesión?
—Deseo entregarme a ti sin condiciones, Sasuke. Si quieres puedes hacerlo más fuerte —enmarcaste su rostro entre tus dedos, dándole un beso fugaz pero muy intenso —. Ya me siento preparada y creo que lo gozaré.
A modo de respuesta, él unió su corazón al tuyo a través de los labios. La excepcional complicidad que inmediatamente sentiste, te haría atesorar este precioso momento de forma perpetua. Posteriormente siguió haciéndote el amor, esta vez desatándose en tu interior como una ardiente tempestad. Aumentando progresivamente la rapidez de sus embates, aún no puedes creer cuán profundo invade en tus entrañas. A cada sonoro gemido que lanzabas, Uchiha respondía con movimientos más impetuosos que los anteriores. Aunque tu cuerpo todavía no se acopla al suyo a la perfección, el frenesí de sus movimientos te hace desvariar cada vez más. Es verdad que todavía hay rastros de dolor, pero un intenso placer comienza a eclipsarlo. Una especie de energía ignota comienza a crecer en tu genital, acrecentándose para conseguir que sólo deleite puedas sentir. Segundos después el gozo gana la batalla definitiva contra el padecimiento. Sí, sus potentes penetraciones van implantándote una locura que hace que todos tus sentidos se pierdan de la realidad a fin de preparar tu ascenso hacia un mundo celestial. Para tu gran asombro, él incrementó todavía más la rapidez de sus estocadas carnales. Creías que eso era imposible, que ya había alcanzado un límite, pero estabas muy equivocada. Era sobrenatural la velocidad aplicada por él, haciéndote sentir que te desvaneces en un océano de placer. Tal como el azúcar se disolvía en el agua, tú te estabas derritiendo bajo el cuerpo de quien tanto amas.
—Hinata… —gimiendo tu nombre como si fuese el de una diosa, él enlazó sus manos a las tuyas, agregando un nivel de intimidad que te quitó el aliento. Te desea a ti, te adora a ti, te ama a ti; únicamente a ti. Atrapada en el deseo, etérea, ingrávida, te hizo sentir.
—Sasuke... te amo...
Te piensas en el paraíso al sentirte poseída y amada por un hombre otrora tan indolente como él. Quizá ser una persona así de fría no era lo ideal, pero ahora sabes que lo poco que expresa Sasuke siempre es verdadero e intenso, que su amor por ti lo hace sobrepasar todos los muros con los que se había escudado. Dejas de pensar cuando el frenético ritmo de penetración causó estragos de contracciones en tu matriz. Por el delirio que crea en ti abrasadoras sensaciones, quieres mover tu pelvis hacia arriba y hacia abajo, hacia izquierda y derecha, en todas direcciones y en ninguna a la vez. Entretanto tu corazón bombea sangre que burbujea en cada vena, agitadas por la tórrida tormenta de pasión a la cual eras sometida; segundos después una indescriptible sensación te nacía en el vientre y en la cabeza al mismo tiempo, como si un campo electromagnético te recorriese entera. Envolviendo con más fuerza la ardiente erección de quien amas, tu vagina parecía estar haciendo ignición. El calor aumentaba y aumentaba a cada bendita fricción. Presientes que caerás desmayada por la intensidad de tu emoción mezclada con la excitación. Realmente ya no das más, pues sientes que tus fuerzas comienzan a abandonarte. Es demasiado agradable lo que estás sintiendo. Tus cuerdas vocales formaron incontables gemidos de placer y, cuando sentiste un retorcijón en tu vientre, supiste que el orgasmo pululaba en tu interior queriendo liberarse. La incipiente ebullición llegaste a sentirla incluso en tu cerebro, como si éste también convulsionara para advertir la intensidad con que tu clímax llegaría. Arqueaste tu cuello sin abrir los ojos, mientras tu vagina, por inercia, apretó todavía más el sexo de tu macho. Las contracciones que se están gestando serían tan intensas que significarían la liberación total de lo terrenal. Tu conciencia, el conjunto de tus huesos, tu carne, todo lo córporeo en sí, se deshacía de una manera trascendental. Necesitas explotar, estallar, ¡perder la maldita razón!
Y entonces, para tu tremendo asombro, todo cambio de súbito. De un segundo a otro la presencia de Sasuke encima tuyo se esfumó; su aroma, su carne, sus gemidos de placer. Instantáneamente abriste tus luceros y lo que viste te provocó mucho miedo: incontables ojos iguales que los tuyos te rodeaban, mirándote furiosamente. Intentaste ver sus cuerpos, pero la insondable oscuridad se encargaba de ocultarlos. Eran sólo sus encendidos orbes los que te condenaban. Buscando protección te acurrucaste contra la cama a la vez que cerrabas tus párpados, pero entonces empezaste a escuchar sus voces retumbando aterradoramente en tus oídos.
—¡Traidora a tu clan! ¡Puta repugnante! —el volumen atroz de los gritos causó repetidos ecos que resonaron como estentóreos truenos.
—N-no soy traidora ni puta... —protestaste en un hilo de voz casi inaudible.
—Sabes perfectamente que sí lo eres. ¡Maldita desleal!
—No lo soy...
—¡Zorra ingrata! ¡Indigna mujerzuela!
—¡No lo soy! ¡No lo soy!
Al despertar irguiendo su espalda, Hinata gritó en el mundo real las mismas palabras que en el intangible. Al tiempo que sus manos apretaban fuertemente los bordes de sus sábanas, respiró aceleradamente y de manera entrecortada. Un lapso después llevó su zurda al pecho, intentando maquillar a su órgano vital con tranquilidad. A través de aquel sueño su subconsciente forjó una realidad alternativa a la que terminó separándola de Sasuke, pero, incluso allí, volvió a suceder lo mismo que anoche: sus familiares castigándola por medio de crueles vituperaciones. Bajó su cabeza con suma tristeza al entender la clara señal enviada por lo más profundo de su mente: nunca podría estar con Uchiha. Aunque lo quisiera con todas las fuerzas de su alma, la historia se repetiría una y otra vez. Se hundió un prolongado tiempo en sus pesimistas reflexiones, hasta que terminó percatándose de que su zona más íntima estaba inclusive lubricada. Se mantuvo cavilando en lo sorprendente de tal hecho, mas la congoja no tardó en volver a tocar las puertas de su alma, recordándole la destrucción de un futuro amoroso junto al soldado.
Boquituerta, recargó su espalda en el respaldo de la cama y contrajo sus piernas a fin de abrazarlas. Miró hacia la puerta, deseando que Uchiha entrara diciéndole que amarse no era irrealizable. Al aceptar que tal cosa no sucedería quiso meter su cara entre las rodillas, pero dio cuenta que no era lo suficientemente flexible para conseguirlo. De todos modos intentó hacer su cuerpo lo más pequeño posible, como queriendo esconderse del mundo. Permaneció largos minutos sufriendo en silencio; sólo cuando el ardor en su pecho cesó algunos niveles dio cuenta de lo tarde que ya debía ser. Ayudada por la luz de la única antorcha que anoche dejó prendida, miró hacia el reloj comprobando que ya eran las diecisiete horas y algunos minutos. Desde que abordó a Jiren su horario biológico había cambiado radicalmente, dado que antes jamás se levantó a horas tan tardías.
Sin salir de la cama estiró su izquierda hacia el velador, abrió el cajón y, entre las cuatro libretas, tomó aquella en que había escrito sus pensamientos anteriormente; su improvisado diario de vida. Anoche estuvo tan angustiada que no fue capaz de plasmar sus emociones en letras, de modo que aprovecharía de hacerlo ahora que se sentía un poco más tranquila. Se incorporó acercándose al buró, se sentó en la silla, abrió el cajón, sacó el tintero, cogió con su zurda la pluma y la entintó suavemente, lo justo y preciso para que no terminara manchando las hojas. Con todo ya dispuesto, empezó a plasmar sus sentires.
He tenido un sueño erótico con Sasuke, uno que me daría mucha vergüenza contarle a alguien. Incluso me da nervios relatarlo aquí, y tampoco tengo los ánimos para detallarlo porque terminó muy mal. Lo que sí quiero contar es el quebranto que me agobia de pies a cabeza. Me falta el aire como si mis pulmones se hubiesen achicado y me duele el corazón como si alguien lo estrujara entre sus manos. He dado un prolongado respiro mientras escribía esas mismas líneas. Francamente, si ahora mismo se detuvieran mis latidos me daría exactamente igual. Hoy es uno de esos días en que sólo quieres morirte, en que no le hallas sentido a seguir viviendo. Ni siquiera tengo ganas de escribir; mi cabeza está gacha y siento una opresión dolorosa en la boca del estómago. Estoy moviendo la pluma porque esta es mi manera de llorar, de desahogar lo que llevo por dentro. Algunas lágrimas caen, mientras recuerdos de todo lo que he vivido con él se anclan en mi mente. Quise ayudarlo, hacerle creer que ser felices juntos era posible, pero todo se vino abajo por culpa de mis paranoias morales y ahora estoy tan sola que se me quema todo por dentro. ¿De esta forma se ha sentido Sasuke desde la niñez? ¿Cómo aguantó una soledad así? ¿Fue su meta de conseguir venganza lo que lo hizo sobrevivir al dolor, verdad? Yo, en cambio, apenas llevo un par de meses sufriendo por haberlo perdido todo y ya siento que la muerte es mejor que la vida. Ni siquiera lo de ser una guerrera me anima a continuar, aunque espero con todas mis fuerzas que se trate de algo temporal y no permanente. Necesito recuperarme, pero ahora mismo estoy viviendo las dos caras que se pueden vivir al amar: de estar tan excitada que anoche perdí el control a sentir que mi alma se está incinerando en este mismo instante.
La inmoralidad la transformé en el más profundo cariño. Oh, Neji... ¿me perdonarías por eso? ¿Serías capaz de entenderlo? ¿Qué me dirías? Daría lo que fuera por escuchar una respuesta tuya...
Sé que lo que me pasa está mal, ¿pero de qué manera puedo aniquilar un sentimiento tan grande? La decisión de no clavarle el cuchillo fue la más complicada y dura de mi vida, pero desamarlo también es una prueba muy difícil. Quisiera amarlo sin impedimentos, de verdad que me encantaría poder hacerlo, pero mi conciencia y mi subconsciente me castigarían durante el resto de mis días. No podría vivir siendo su pareja, no podría ser feliz a su lado a sabiendas que asesinó a los míos. Tuvo sus razones, lo sé muy bien, pero duele igualmente.
Nos conocemos hace solamente doce días y no puedo creer que en un lapso tan corto me sienta tan conectada a él. Esto me lleva a cuestionarme algo: ¿cuánto tiempo toma enamorarse? ¿Una semana? ¿Un año? ¿Un día? Siempre pensé que para caer prendada se necesitaban varios meses de conocerse, de muchísimas semanas compartiendo, que amar en pocos días era imposible... ¿Pero realmente se puede encajar algo tan complejo como los sentimientos en un margen de tiempo? Conocer a Sasuke me ha dado la respuesta a esa incógnita. Ahora sé, mejor que nunca, que el amor simplemente se siente en lo más profundo del alma sin importar la cantidad que haya pasado. En cuanto encuentras a esa persona especial, en cuanto sientes esa química irrepetible, la cuarta dimensión deja de importar. Cuando conectas tanto con una persona el amor crece sin que puedas hacer nada al respecto; extrañas al otro sin importar que la razón te diga que no deberías hacerlo, porque enamorarse es algo tan mágico y trascendental que no puede limitarse. A pesar de todo cuanto nos separa y de las cosas malas que sucedieron, no me hizo falta más tiempo para labrar un tremendo vínculo. Para muchos sería una locura y seguramente tendrían toda la razón si el ser humano sólo fuese un ente vacío sin alma, pero tenemos una y eso es lo que hace que el amor no responda a la lógica; simplemente sucede. Por eso mismo este dolor que me calcina el pecho me hace saber todo lo que siento por él, confirmándome que mi sentir es tan fuerte que se volvió inefable. Nostalgia, tristeza, angustia..., siento que una lesión enorme apareció en mi corazón. Nunca pensé que el amor pudiera doler tanto y es principalmente culpa mía.
He detenido mi escritura porque el barco dio un par de bandazos que alargaron mis trazos hasta ocupar la mitad de la hoja. No se ve estético, pero al parecer el mar está más bravío que ayer. De todos modos aproveché de cerrar mis párpados un largo rato, masajeándolos antes de continuar mi pequeño relato. Mientras esperaba que las olas dieran tregua, estuve pensando lo siguiente: ¿De qué me sirve decir todo lo anterior si a la hora de la verdad no me atrevo a luchar por lo que siento? Sasuke tiene completa razón en lo que me señaló... ¿Para qué abrí su alma? ¿Para qué lo hice pensar que podíamos superar el pasado si al final yo terminaría huyendo? Le acabo de secar el corazón. Él nunca me lo demostrará porque es muy orgulloso, pero mi empatía me hace saber el gran daño que le causé. Acabo de destruir todas sus ilusiones; a alguien que jamás se ilusiona, que jamás siente, que jamás se libera de la inmensa tristeza que carga por dentro. Por primera vez se ha atrevido a soñar, por primera vez ha sentido felicidad, por primera vez ha sentido amor... Y yo he destrozado todo eso, ilusionándolo en vano y convirtiendo su mar de sentimientos en un desolado desierto.
Sasuke... no te imaginas cuanto lo lamento, no sabes cuanto quisiera verte ahora mismo. Perdóname por hacer que tu alma se cierre nuevamente, porque sé que eso harás. Vas a destruir lo que sientes por mí porque no quieres sufrir más y lo peor es que no podré hacer nada para cambiar tu decisión. Aprieto mi puño diestro al pensar que lo he arruinado todo. Tiemblo de miedo ante la sola idea de que te he perdido para siempre, pero creo que ya no darás marcha atrás. De hecho, tal vez sea lo mejor porque mis dilemas morales siempre te lastimarán. Para mi pesar siempre estaré pensando en mi familia, dudando porque mis escrúpulos así me lo exigen. Lamentablemente no tengo el control de mi subconsciente, nadie lo tiene, y al estar contigo volveré a escuchar a mi gente recriminándome, espetando que les doy una traicionera puñalada por la espada. Terminaría haciéndote daño como lo hice anoche. Amarnos está condenado directamente al fracaso porque tenemos un cimiento demasiado doloroso como para construir una relación. No puedo insistir en amarte si en realidad no tengo la seguridad de que podré dejar atrás el pasado. Sería muy cruel y egoísta de mi parte intentarlo de nuevo. Mi sueño seguramente es una amarga premonición. Tú necesitas una chica que te apoye y ame al cien por ciento, no alguien como yo. Tal como antes lo dijiste, sólo nos queda el miserable consuelo de que quizás en otra vida podamos ser felices juntos...
Hinata cerró la libreta que había convertido en su confidente de papel. Miró la portada negra y sus pensamientos siguieron volando hacia Sasuke. Una lágrima muy tenue, apenas visible, bajó de manera muy lenta por el pómulo, como si quisiera desafiar a la gravedad que la atraía. Cuando Hinata sintió que el líquido le generó un incómodo picor en la mejilla, la asesinó con sus yemas. Prontamente, más compañeras acuosas persiguieron el trayecto trazado por la primera. Estaba cansada de llorar, mas sus ojos insistían en desafiar a su voluntad.
—Sasuke...
Lo amaba, aquello lo tenía muy claro, pero, lastimosamente, enamorarse del asesino de su familia era algo que no tenía futuro posible.
El glorioso oro que brillaba en los cielos iba cambiando su amarillo color hacia el tono anaranjado propio del crepúsculo. Pese a eso, la temperatura seguía calurosa y no había brisa que resfrescara. Lo que sí era un alivio era el camino poblado de árboles que amenizaban la visión gracias a los diferentes pájaros que se asomaban entre las ramas, mirando nerviosamente o mostrando sus coloridas alas al vuelo. Empleando su único brazo actualmente hábil, Naruto conducía un carruaje que fue abandonado por el escuadrón de Kakuzu, mismo que originalmente estaba destinado a transportar posibles prisioneros Hyuga. Mientras tanto, Ino iba un gran trecho por delante cumpliendo la función de atalayadora, esperando ver posibles tropas y tener margen de reacción. Como era de suponer habían tomado un camino rural muy poco transitado, pero nunca estaba de sobra ser precavido. Por ello, ya tenían trazados eficaces planes para superar cualquier clase de contingencia. Unos doscientos metros después que atravesaran un pequeño puente, Ino alzó la mano a lo lejos y Naruto detuvo el vehículo instantáneamente. Entonces la rubia joven retrocedió para reunirse con él unos segundos más tarde.
—Por fin atravesamos la zona de Deidara —informó ella, a la vez que indicaba un riachuelo que se entremetía en el bosque —. Ahora podemos prescindir de vigilancia.
—¿Estás segura?
—Completamente. A partir de este paraje mi autoridad como coronel es incuestionable ya que es mi sector. Sólo no se asomen si encontramos soldados y todo estará bien.
—Es un alivio —respondió el blondo despejándose el sudor de la frente con el antebrazo que sí podía mover.
En la parte trasera del techado carromato, Kiba acariciaba la testa de su amigo canino intentando aliviar el dolor que aún debía sentir en sus muslos malheridos. Por el otro lado, Hanabi no estaba acostumbrada a perder horas de sueño, de modo que había caído dormida afirmándose contra el hombro de su amigo. En cuanto Ino se acercó, Inuzuka le echó una mirada recelosa por la ventanilla. A la soldado no le extrañó aquello; tenía muy claro que su persona lo incomodaba tanto a él como a la niña. Ser la aliada de Sasuke les provocaba tirria y no esperaba que eso cambiara a corto plazo. Era algo muy normal, de hecho.
—Bueno —la hija de Inoichi se aprestó a decir algo —, hay que tomar otro descanso.
—¿Otro más? —protestó el de ojos rasgados, pues once recesos en diecisiete horas le parecía excesivo.
—Nuestros caballos son purasangre, no animales de tiro. Si seguimos avanzando iremos cada vez más lento y terminará siendo contraproducente —explicó tranquilamente la hábil guerrera —. Unos veinticinco minutos serán suficientes.
—De acuerdo —consintió el de mejillas marcadas; también se encargó de lanzarle una mirada reprobatoria a su amigo de castaños cabellos.
Ino guio el vehículo hacia un claro que se abría paso entre la arboleda. Hecho esto, desenganchó los caballos para llevarlos a que saciaran su sed en el arroyo. Hanabi despertó cuando los equinos relincharon de gusto, de modo que tanto ella como Kiba aprovecharían de orinar, refrescar sus rostros y rellenar sus cantimploras. Naruto, antes que cualquier cosa, decidió seguir a la aliada de Sasuke para agradecerle por su valiosa ayuda.
—Eh, Ino —la llamó antes de trotar hasta llegar a su lado, justo a pocos metros del curso de agua.
A modo de respuesta ella lo miró fijamente, notando algo preocupante que se le escondía bajo el brazo.
—Se te abrió tu herida —apuntó hacia la axila, comprendiendo que usar su extremidad herida en la lucha contra Kakuzu le había pasado factura.
Él miró su zona sobacal como si recién notara el líquido vital escurriendo. Sus ojos delataron sorpresa, aunque rápidamente desdeñó la idea de que fuera algo grave. Era apenas una pequeña mácula que, a su juicio, no tenía significado.
—No te preocupes por eso —siguió avanzando tranquilamente.
Ambos caminaron a la misma velocidad pausada, coordinándose inconscientemente. Pasaron algunos segundos en silencio, hasta que ella lo quebrantó.
—No debí dejar que pelearas contra Kakuzu; fui yo quien tenía que hacerlo en tu lugar —hizo una mueca que combinó arrepentimiento y decepción a la perfección.
—Yo quería luchar contra él, de modo que muchas gracias por respetar mi deseo —expresó afablemente.
—La próxima vez no lo haré —advirtió seriamente —. Tu herida en la axila ha quedado peor de lo que ya estaba, así que tardará más en sanar.
—Es algo sin importancia, de veras —verbalizó sus pensamientos.
—No te hagas el macho conmigo, necesitas vendarte —dicho esto, el riachuelo quedó a unos centímetros y entonces soltó a los agotados caballos —. Yo te ayudaré.
—No quiero ser una molestia.
—Es todo lo contrario, es un honor ayudar a un grandioso guerrero como tú —dijo halagüeña; luego deshizo su coleta quitándose la cinta roja que la creaba.
Él cerró los párpados un largo instante. Después abrió sus esferas azules destellando en ellas un matiz de tristeza.
—Ningún guerrero es grandioso porque las guerras a nadie engrandecen —precisó con tono muy firme. Acuclillándose, acumuló agua en sus palmas y la bebió felizmente.
Mientras los equinos abrevaban tranquilamente varios metros más allá, Ino se arrodilló y hundió su cabeza por completo bajo el agua, refrescándose a gusto. Al tiempo que lo hacía, pensaba en la curiosa sentencia dicha por Uzumaki. Una vez satisfecha con el frescor dado por el afluente, se puso de pie y miró al guerrero.
—Es algo muy extraño encontrar a un soldado pacisfista... —comentó ceñuda mientras el agua caía desde su cabeza hacia su traje, lo cual era una bendición bajo el calor actual —, aunque entiendo que las guerras demuestran el gran fracaso que somos como especie, trayendo además las peores bajezas del ser humano. También sé que haber matado a cientos en batalla no es algo que merezca alabanzas —cerró sus párpados unos momentos para luego abrirlos y darle mayor énfasis a sus palabras —, ¿pero no te parece hipócrita detestar la guerra siendo alguien que precisamente es un guerrero? —le cuestionó directamente, como siempre solía serlo.
—Yo no combato porque me guste matar o me atraiga derramar sangre, me hice un soldado porque quería labrar un futuro mejor para mis compatriotas y para todas las personas en general —imitando a Ino, hundió su cabeza por completo en el agua aunque por menos tiempo. Al emerger, prosiguió —. Sueño con el día en que seamos lo suficientemente inteligentes como para que este mundo nunca más necesite militares, pero mientras tanto somos un mal necesario porque siempre habrá gente egoísta que no escucha razones, malvados que intenten imponer injusticias, criminales con poder, y por ende se necesita la fuerza de un guerrero para detenerlos. No es un pecado combatir cuando la causa que sustenta tu lucha es justa. Eso es lo que aprendí de mis dos maestros.
A pesar de ser despistado, Naruto parecía tener una moral muy alta. Ino comenzó a sentirlo atrayente, tanto por su forma de pensar como por su personalidad en sí. Ya llevaban dos días conociéndose, tres si también contaba hoy, y le gustaba que fuese alguien accesible, de personalidad mucho más abierta que Sasuke.
—Concuerdo contigo; no tengo más que agregar al respecto —dijo mientras rehacía su cola de caballo, la cual resplandecía las gotas de agua que tenía encima —. Ahora te vendaré, así que sácate la camiseta.
En cuanto Uzumaki desnudó su torso a regañadientes, la guerrera de élite tuvo que hacer un gran esfuerzo para no delatar su interés. Los celestes luceros tocaron lugares estratégicos del cuerpo varonil, saboreando cada detalle a la vez que aparentaba calculada indiferencia. Los pectorales eran tan fornidos como se los esperaba y los tonificados abdominales resultaban otro premio visual. No fue necesario más tiempo para saber que Naruto no sólo estaba a la altura de Sasuke en la esgrima, sino también en su atractivo corporal. También dio cuenta que poseía algunas cicatrices producto de los flechazos recibidos en la emboscada que casi lo mató, pero la marca realmente llamativa era la que se ubicaba en su pecho. Mientras Sasuke lucía una «X», Naruto exhibía una cruz. Aunque la última herida todavía estaba fresca por el reciente duelo de apenas unos días atrás, estaba correctamente suturada y relumbraba buen aspecto de sanación. Sin querer caer en más distracciones, alzó su vista y se encontró conque Uzumaki también la estaba escrutando a ella, mas desvió la mirada un par de segundos después. ¿Sería tímido, acaso? Se dijo que no, pues guerreros vergonzosos era imposible que hubieran. Obligándose a mirar la herida axilar, se concentró en lo que debía hacer y terminó el proceso de vendaje sin contratiempos.
—Por ahora se detuvo el sangramiento, pero necesitarás puntos y una escayola para que no muevas el brazo por simple instinto. Si te soy sincera tu herida en el pecho luce bien, pero la de tu brazo está muy fea.
—Ya se sanará, no te preocupes. Muchas gracias por tu ayuda, Ino —dijo con una pequeña curva en sus labios.
Ambos se miraron unos momentos, asintiendo el uno al otro de manera cómplice. Luego Uzumaki decidió comentar algo.
—¿Sabes?, los guerreros de mi patria te conocían como «La diestra del Diablo», pero pareces una buena persona.
—Qué lindo apodo me tenían —bromeó con una sonrisa resignada —, aunque supongo que, por ser compañera de Sasuke, un sobrenombre así era inevitable.
—¿Pero por qué alguien como tú es aliada de un demonio como él? —su extrañeza se hizo más que evidente.
—Él no es el ser maléfico que todos creen. No negaré que ha hecho cosas espantosas, pero siempre tuvo razones de fondo para todas ellas.
—¿Razones de fondo para torturar? —exhaló ingente incredulidad.
—Sí —dándole énfasis a sus palabras movió su cabeza de arriba hacia abajo dos veces —, el ojo por ojo y diente por diente es una ley vigente. Sasuke no le causó daño a inocentes, sólo hizo pagar a quienes se lo merecían.
—¿De qué hablas? —expresó indignación en su voz —. Nada excusa las atrocidades que hizo y nadie merece padecer torturas. Nadie —dijo de manera muy firme.
—En eso te equivocas radicalmente. Si alguien daña a los tuyos hay que devolver el daño; la venganza también es una forma de justicia. No es la mejor manera, pero está completamente justificada. ¿O acaso tú no quieres matar a Sasuke para castigarlo?
—Sí, quiero enviarlo al más allá por todos sus crímenes. Lo odio como no tienes idea, pero nunca lo torturaría. Eso es ir demasiado lejos; aquello no es justicia sino simplemente maldad.
—¿Y quién lo decidió? ¿Quién eres tú para decidir qué es la justicia? —la soldado negó con su cabeza como diciéndole que él no tenía derecho a juzgar. Enseguida añadió algo más —. Cualquiera en la situación de Sasuke habría hecho lo mismo o incluso peor. Su venganza está plenamente justificada.
La ferocidad que Ino desplegaba en su semblante le dejó claro a Naruto que debatir con ella no tendría sentido. Los dos pensaban diferente y eso no cambiaría. En vez de alegar decidió hacer una pregunta.
—¿Por qué a Sasuke lo mueve la venganza?
—No puedo darte más información porque se trata de algo que pertenece a su privacidad. Lo que sí te puedo decir es que si tengo que dar mi vida por él la daría sin dudarlo. Mi lealtad es a toda prueba y no se debe a que sea un demonio sin corazón —le dijo sin titubeos de ningún tipo, dejándole muy claro la veracidad de su afirmación.
Ambos se observaron con tensión en sus rostros. Hasta ahora se habían llevado de una manera increíble pese a ser antiguos enemigos, pero, tratándose de Sasuke, la confrontación era evidentemente inevitable. Uzumaki abstrajo su mirada, pensando por qué alguien como su archirrival recibía una lealtad así de alguien que no parecía ser una mala persona en lo absoluto. Ino interrumpió el cavilar del guerrero.
—Mi papá me enseñó que en este mundo existen básicamente tres grupos de personas: las buenas, las malas sin remedio y los buenos que cambiaron por culpa de la maldad que hay en nuestra deleznable sociedad. Son éstos quienes pueden redimirse porque una vez tuvieron un buen corazón palpitando en el pecho —su voz se endureció, aminorando lo aguda que solía ser —. Ahora te pregunto: ¿A qué grupo crees que pertenece Sasuke?
Uzumaki observó fijamente la zarca mirada que parecía querer perforarlo. Por unos breves segundos se distrajo, siendo absorbido por su fuerte personalidad. En cuanto volvió en sí se encargó de contestar.
—No lo conozco como para responder tu cuestionamiento. Lo único que sé es que, sin importar el grupo al que pertenezca, él merece un castigo terrible y yo se lo voy a dar cueste lo que cueste. Todo debe pagarse en la vida.
—No te lo niego, aunque créeme que Sasuke ya ha sufrido bastante. La vida se encargó de destrozarle el alma cuando era pequeño e inocente.
Sus miradas se profundizaron hacia el otro. A Naruto desde siempre le habían gustado las chicas con carácter y por lo mismo había caído prendado por Sakura. Quizá si hubiera detenido sus pensamientos en ello se habría dado cuenta que Yamanaka le pareció atractiva en este mismo momento, pero el tema de Uchiha impidió que su mente consciente se percatara de ello.
—Ino, debes tener muy claro que Sasuke y yo tendremos un duelo a muerte.
—Eso es asunto de ustedes —contestó de inmediato, para luego dar un suspiro casi imperceptible —. Y entiendo que tienes motivos muy razonables para pensar lo peor de él, pero debo decirte que no lo juzgues con tanta severidad sin saber su historia, sin conocer todos los datos. Nadie está libre de cobrar venganza, ni siquiera la persona más pura —su voz se suavizó, volviéndose conciliadora.
Naruto no negó ni afirmó; solamente mantuvo un silencio inexpresivo. Entretanto, Yamanaka vio como un par de hermosos pájaros alirrojos alzaban el vuelo y se permitió envidiarlos; ellos no tenían que sufrir odios ni cargar rencores que destruían sus almas.
Después de escribir en su diario de vida y tomarse varios minutos buscando paz, Hinata se sintió algo mejor. Por lo mismo retomó su idea de seguir entrenando, así que, decidida a fortalecer sus brazos tal como le dijo Sasuke, realizó ejercicios de «lagartijas» durante más de una hora. Le fue mucho más difícil de lo que pensaba, mas le sirvió para desfogar la tromba de sentimientos que cargaba encima. Luego realizó pausadamente todas sus tareas matinales, ducha incluida entre éstas. Una vez vestida y con sus cabellos ya secos, se miró al espejo para ver si estaba presentable y entonces sus ojos brincaron al notar algo que la descolocó. Su cuello tenía manchas de tono violáceo; parecían moretones que, gracias a su piel clara, destacaban de una manera muy llamativa. Se ruborizó al instante recordando la locura que habían desatado anoche con Sasuke, la que sí fue enteramente real. ¿Esos eran los llamados chupones, verdad? El guerrero, intencionalmente o no, había marcado su cuello como suyo. ¿En cuanto tiempo se borrarían esas máculas? ¿Qué diría la gente si las veía? No demoró en acordarse que ayer mismo había usado una bufanda, la que también ocuparía hoy a fin de ocultar la evidenciable lujuria padecida. Por suerte empacó tal prenda al imaginar que el viento sobre el mar debía ser molestamente helado.
Mirándose la zona manchada, suspiró profundo al recordar la deliciosa forma en que él la había signado; debía reconocer que, pese al problema resultante, había valido completamente la pena. Su rostro empezó a arder, pero lo hizo mucho más al evocar las fricaciones en su zona más íntima. Sacudió su cabeza a la par de sus pensamientos; de nada servía resucitar las cosas que Sasuke le provocaba.
Se enroscó muy bien la bufanda y repasó la guía de instrucciones que su maestro le había dejado. Se detuvo un largo momento en el hermoso dibujo que hizo de ella, tocándolo con sus dedos como si estuviera acariciando a Uchiha mismo. Simplemente no pudo evitarlo.
En cuanto su alma adquirió la firmeza suficiente como para saber que no rompería en lágrimas, salió a cubierta para tomar el frescor del aire antes que la lluvia se reanudara. No había comido nada en todo el día, pero su estómago no se había quejado de ello; seguramente entendía que los ánimos no eran los propicios para ingerir alimentos. Tras dejar atrás los pasillos de segunda clase, la brisa comenzó a dar caricias en el rostro femenil, oreando asimismo sus largos cabellos morenos con tonos azulosos. Ya ubicada en proa se sentó en el banco que convirtió en su favorito, al cual le habían puesto una cubierta impermeable ya que debía estar húmedo. Allí, esperaría pacientemente que el paisaje marítimo le brindara tranquilidad a su espíritu. No obstante, habría preferido un brillante sol en vez de las nubes grises que sincronizaban perfectamente con el color actual de su corazón.
Karin llegó cuarenta y dos minutos después. La saludó afablemente e intercambiaron palabras de cortesía un par de minutos. Hyuga hubiese querido desahogar el doloroso peso que punzaba dentro de su pecho, mas no quería molestarla con problemas que ningún consuelo podría resolver. Además se conocían desde hacía muy poco; sería un exceso de confianza tomarla como una confidente. En cuanto gotas de lluvia empezaron a caer nuevamente, la otrora espía invitó a Hinata a su camarote. Éste también se ubicaba en la planta de lujo, plasmando el número ocho en su puerta.
—¿Quieres tomar un vino tinto de pura cepa? —preguntó Karin en cuanto ambas se habían adentrado.
—No, muchas gracias.
Tras asentirle, la de anteojos se dirigió hacia un pequeño barril, abrió el grifo que tenía a un lado y dejó caer la bebida alcohólica en un jarro de roble similar al del bar, con la única diferencia que esta vez Karin le puso una tapa rosca encima, puesto que el mar ya no estaba tan calmo como anoche. Luego colocó una bombilla en el agujero y se permitió dar un gran y sabroso sorbo. Una exhalación de satisfacción provino después.
—Ese barril no estaba en mi camarote —indicó Hinata con el dedo que servía para ello.
—Si viajas en clase de lujo puedes pedir uno de vino o de cerveza, ya que viene incluido en el servicio. No lo ponen de antemano porque hay algunos pasajeros que no beben y sólo les ocuparía espacio extra.
—Oh, ya veo.
—Por cierto, ¿tú en qué camarote te estás quedando?
—En el número treinta y nueve.
—¿Viajas en segunda clase? —su tono de asombro fue evidente. No esperó una respuesta antes de formular otra pregunta —. ¿Y Sasuke cuál camarote ocupa?
—El número uno, pero —se adelantó a dar una explicación — originalmente yo ocupaba el camarote de lujo. Le pedí cambiar porque me dio mala espina dormir allí —sabiamente, omitió el asunto de los espectros para no alarmar a su nueva amiga.
Karin llevó una mano al mentón. —Ya se me hacía raro porque a Sasuke no le gustan las comodidades ni los lujos. Dice que sólo ablandan el espíritu de un guerrero.
Siguieron platicando sobre algunas cosas triviales hasta que sus labios derivaron nuevamente hacia el guerrero más fuerte, la persona que indirectamente las había enlazado.
—Karin, ¿cuanto tiempo duró tu relación con Sasuke?
La aludida saboreó un nuevo trago antes de responder. Dándole la espalda a Hinata caminó hacia el espejo de cuerpo entero, viéndose allí atentamente.
—Dos años, un mes y veintiún días —incluso sabía el tiempo exacto que habían estado juntos; una prueba más de cuanto había significado Uchiha para ella —. Pero de ese par de años —precisaría algo que a su parecer era importante —sólo habremos estado unos siete meses juntos en total, puesto que el resto del tiempo él estaba luchando en guerras o yo cumpliendo labores de espionaje.
—Comprendo.
Hinata no necesitó ver su rostro para saber que había adquirido un cariz triste; escuchar el tono de su voz fue más que suficiente. De cierta manera le era inevitable compadecer a Karin, pues amar a alguien que no corresponde debía ser doloroso. Años separada de él no le sirvieron para asesinar lo que sentía por el orgulloso militar. ¿Acaso ella también tendría que vivir una situación similar?
Se hizo un silencio que se estiró por un lapso de varios segundos.
—¿Te pasa algo, Hinata? —a la vez que se giraba cuestionó preocupada, mirándola agudamente —. Tu mirada está tan decaída como tu semblante.
La aludida se tanteó el interior de una mejillas con su lengua inconscientemente. Sus dedos juguetearon con su flequillo, pensativa en si debía abrirse o no. Neji ya no estaba para darle su apoyo, Kiba probablemente había muerto y Tenten seguramente corrió el mismo destino. En realidad no tenía a nadie... ni siquiera a Uchiha.
—Oye —habló Karin —, no sé si acaso sigas teniendo problemas con Sasuke, pero ni se te ocurra dejarlo escapar o intentaré quitártelo —chacoteó, intentando disipar la tristeza que se sentía en el ambiente.
Fue una chanza, pero Hyuga no era tan ingenua como para no saber que muchas veces la verdad se escondía entre las bromas.
—De todos todos modos él y yo no podemos estar juntos.
La de anteojos lanzó una mirada que podía interpretarse como incredulidad. —No lo entiendo. Si se quieren, o incluso se aman, ¿por qué no dejan sus diferencias de lado?
—Es lindo pensar que el amor todo lo puede, pero lamentablemente no es así.
Karin no movió su lengua, salvo para torcerla contra el interior de su mejilla. Observando el semblante abstraído de la futura guerrera, mantuvo el silencio durante varios segundos sopesando la situación.
—Eso significa que no habría problemas si yo quisiera reconquistar a Sasuke, ¿verdad? —presionó mirándola fijamente.
—Quieres luchar por él una última vez, ¿cierto?
La cuestionada dio un pequeño respingo y bajó su cabeza, sintiéndose algo incómoda. —No.
La única contestación de Hyuga fue teñir su semblante en comprensión.
—No me crees, ¿verdad? —cuestionó Karin enderezando su mirada, para luego dar un suspiro y ajustarse sus lentes.
—¿Te crees tú misma?
La del clan Uzumaki no fue capaz de decir algo, pues había sufrido un jaque mate mental.
A Hinata le resultó evidente que la chica enfrente suyo deseaba tener una última oportunidad con Sasuke; por lo menos intentarlo. Pensando únicamente en el bien de él, dedujo que quizás Karin era la verdadera chica correcta, pues ella era alguien que no tenía ninguna duda en amarlo, alguien con quien el soldado ya sostuvo una relación, alguien que realmente podía hacerlo feliz. Él se merecía serlo. Si Ino tuvo la valentía de dejar ir su amor en pos de ayudarla antes de zarpar, tal vez ahora era su turno de hacer lo mismo. Generosa como siempre, Hyuga no lo dudó más. Aunque le doliese lo siguiente que diría, todo quedaría en las manos del destino.
—Karin... —su mirada se perdió en un precioso boscaje colgado en las paredes, mientras sus manos se entrelazaban sobre su regazo. La diestra acariciaba la muñeca izquierda con cierto grado de nerviosismo. Necesitó respirar profundamente antes de soltar su idea —; si quieres luchar por Sasuke eres libre de hacerlo.
La de cabellos más gruesos tardó unos segundos en reaccionar, como si su asombro tan grande le hubiese quitado el don del habla. Fue un estupor lo que recorrió su cuerpo de proa a popa. Hizo un pequeño ruido con su boca, uno imposible de encasillar dentro de una palabra del vocabulario. Quizás «chistado» habría sido lo más cercano para definirlo.
—¿Por qué me dices eso, Hinata? ¿No estás enamorada de él, acaso?
Ella suspiró hondamente antes de contestar. —Creo firmemente que el amor verdadero siempre quiere lo mejor para la otra persona —sus ojos exhalaron mucha determinación —. Pensé que yo podía ser eso para Sasuke, pero en realidad él siempre tuvo razón: soy sólo una tonta idealista. Lastimosamente que vivamos un romance es sólo una utopía. Él mismo me dijo que una relación entre nosotros sería lo mismo que contruir una casa en arenas movedizas y, aunque me daña aceptarlo, tiene toda la razón. Sasuke tiene derecho a ser feliz y yo tengo escrúpulos que me son muy difíciles de superar —encorvándose y apretando sus manos contra los muslos, dijo caridoliente.
Karin caminó de derecha a izquierda de forma ansiosa. Llevó sus labios a la bombilla y tragó un buen sorbo de vino. Momentos después Jiren dio un bandazo, pero lo aguantó sin perder el equilibrio.
—Agradezco mucho la hidalguía que tienes conmigo, pero creo que yo no podría hacerlo feliz. En cambio tú sí has tocado su corazón. No me tientes a perseguir un imposible, por favor.
—No te he dicho que luches por Sasuke, sólo te dije que si quieres puedes hacerlo —aclaró dulcemente —. La decisión es completamente tuya, Karin. Si sientes que sólo conseguirás más dolor entonces no te arriesgues.
La aludida se ensimismó, meditando cada palabra recién oída. Cuando sintió sus piernas un poco más débiles que antes, se sentó junto a Hinata en la amplia cama.
—No sé qué cosa tan grave habrá pasado entre ustedes; imagino que debe ser algo muy complicado como para querer dejar lo que sientes por él atrás, pero sea lo que sea creo que podrían superarlo. El tiempo sana todas las... —se interrumpió antes finalizar la conocida frase, puesto que no creía que aquello fuese verdad. Todos lo decían como un lema de vida, pero lo cierto era que nada había curado su corazón roto. Aunque ya no como antes, lo cierto era que seguía sufriendo por un amor imposible.
Hinata tomó las manos de la pelirroja entre las suyas, envolviéndolas cariñosamente.
—Ni siquiera tú crees que el tiempo sane todas las heridas —precisó con gran seguridad —. Sé que intentarlo una vez más es lo que realmente quieres. Aunque trates de esconderlo tras una sonrisa, tu mirada destella mucha tristeza. Yo me doy cuenta de esas cosas porque tengo una sensibilidad despierta —explicó para luego darse una pequeña pausa —. Sasuke está más abierto ahora, de modo que quizás tú también puedas tocar su alma ahora —le dolió decirlo, mas era lo que pensaba.
—Ser noble está muy bien, pero incluso una virtud así se convierte en un defecto cuando es excesiva. ¿Estás segura de lo que estás diciendo?
Ella dio un profundo suspiro antes de volver a hablar. Pensó que iba a contestar de forma tajante después de eso, pero le volvió a faltar el aire tanto como las ganas de dar una respuesta que, en lo más profundo de su mente inconsciente, sonaba más como un error que como un acierto.
—Yo conozco a Sasuke hace poco menos de dos semanas. Tú, en cambio, incluso tuviste una relación amorosa con él. Sinceramente creo que tienes derecho a luchar por tus sentimientos; yo no soy nadie para prohibirte eso. Sería muy injusto de mi parte cuando tú también quisiste ayudarme. Recién hace dos días me motivaste a que luchara por mis sentimientos. Sé que tu intención ha sido buena y que quisiste apartarte del camino, así que, después de eso, devolverte la mano es lo menos que puedo hacer por ti.
Karin miró hacia el horizonte marítimo, hundiéndose en una necesaria abstracción. Prolongó ésta durante un par de minutos, mismos que Hinata no interrumpió por estar en la misma situación que ella. La que una vez fue espía no logró llegar a ninguna conclusión satisfactoria. Estaba demasiado confundida. El hemisferio racional de su cerebro le decía que Uchiha no quería nada con ella, pero el más sentimental le susurraba que todavía había una esperanza. Hinata misma le había dicho que el arisco guerrero parecía estar más receptivo, de modo que no era imposible tocar su corazón o siquiera intentarlo por última vez antes de rendirse definitivamente. En realidad no perdía nada porque ya estaba resignada a su destino, pero, si se atrevía a luchar por última vez, podría obtener su victoria más importante.
—Hinata, no me gustaría que me vieras como una enemiga por querer a Sasuke.
La aludida cerró sus ojos antes de contestar. Luego los abrió. —Nunca te consideraría de esa forma, pues yo no soy nadie para arrebatarte tu derecho a intentarlo. Lo mío con Sasuke es tan difícil como tratar de vencer a un león a puñetazos.
—Siento mucho que sea así. Y también te agradezco infinitamente que seas tan generosa. Eres una chica muy buena de verdad; dudo mucho que me vuelva a encontrar alguien como tú.
—M-muchas gracias, sólo intento ser la mejor persona posible.
—De todas formas, si lucho por él o me resigno definitivamente a mi destino no es algo que pueda decidir a la ligera. Necesito pensarlo detenidamente. Lo que siento por Sasuke se volvió tiránico y me da miedo. Querer a un hombre hasta el punto de sentir que no puedo vivir sin él me parece peligroso, insano, doloroso. La línea que separa el amor de la obsesión es muy delgada.
—Entiendo eso, aunque también creo que el amor siempre va acompañado de una pequeña cuota de obsesión. Es inevitable —dijo lo último a voz más baja —. En todo caso, espero que te vaya muy bien con la decisión que tomes, sea cual sea.
—Gracias, Hinata —plasmó una sonrisa pequeña en un principio, aunque luego se amplió mucho más —. Ahora te serviré un vino y no te aceptaré negativas. ¿De acuerdo?
Hinata aceptó por amabilidad, mas la verdad era que no tenía ánimos de beber. Quizás estaba siendo demasiado altruista, pero, aunque eso significara perderlo, lo que más deseaba era que Sasuke pudiera ser feliz.
Horas más tarde, sentada frente a un espejo de cuerpo entero, la antaño espía cepillaba sus cabellos con un aceite de almendras a fin de darles más brillo y sedosidad. Envidiaba a Hinata en el asunto capilar: su dócil melena no tenía las puntas partidas como solía sucederle a ella; además brillaba de una manera excepcional y su fineza era sobresaliente. A Karin nunca se lo habían dicho, pero más de una vez sintió que su rojizo pelo era más denso que el de un hombre, cosa que le incomodaba. Lo que sí le gustaba mucho era ser pelirroja, ya que poca gente tenía esa característica distintiva.
Terminada la labor de embellecer su cabellera y aprovechando que el mar se había calmado por fin, se maquilló apropiadamente las mejillas, sombreó tenuemente sus párpados y echó rímel a sus pestañas, curvándolas sin llegar a exageraciones. Luego se pintó los labios con un rojo de tono suave para después colocarse su mejor lencería negra de encaje. El sostén elegido no era el más cómodo que tenía, pero apretaba bien sus pechos el uno contra el otro para darles un mayor volumen aparente. Finalmente se calzó un vestido de cuerpo entero, el cual ceñía su cintura y avivava la amplitud de sus caderas como si fuera un corsé. En cuanto finalizó su labor se observó en el espejo, quedando más que conforme con el resultado. Sabía que Sasuke no era alguien que le diera importancia a lo exterior, pero quería darse el gusto de rechazar su oferta alardeando su mejor versión. Así se daría cuenta de que no sólo se perdía a una mujer muy entregada y apasionada, sino también alguien muy hermosa físicamente.
¿Cómo reaccionaría él? Para su pesar lo más probable es que aceptaría su negativa sin darle mayor importancia. Ya podía verlo caminando tranquilamente como si nada hubiese sucedido. La molestaba pensar aquello como una inminente realidad. Le gustaría verlo ceder ante su belleza, viéndole insistir en su propuesta, que le mostrara que la deseaba con ansias.
¿Y si Sasuke persistía en tener un encuentro sexual? ¿Podría ella rehúsarse realmente? ¿Para qué ponerse su mejor ropa interior si su única intención era eludirlo? Entendió entonces que su subconsciente la estaba traicionando, que si Uchiha mostraba un poquito de interés terminaría cayendo igualmente con él. Era inexorable. Suspiró con resignación, preguntándose si acaso no era mejor simplemente quedarse en su propio camarote. Tras meditarlo por muchos segundos, decidió proseguir con su idea. No estaba dispuesta a desperdiciar todo el tiempo que invirtió arreglándose, de modo que sucediera lo que tuviera pasar y fin del asunto. Estaba preparada para enfrentar cualquier cosa que sucediera; todo sería bienvenido.
Para darse más valor se bebió otras dos jarras de vino y luego caminó hacia el camarote que tenía estampado el número uno, tocando la puerta con sus nudillos cuando llegó. Al no recibir respuesta insistió, mas nada aconteció por un par de minutos. ¿Habría salido a comer? Pensaba buscarlo por otros lugares de la nave cuando la entrada se abrió repentinamente. La oscuridad interior era absoluta; ni siquiera había una antorcha prendida, por lo cual Karin dudó si era Sasuke quien tenía enfrente. Sólo su consabida estampa soberbia le comunicó que, en efecto, se trataba de él. Dispuesta a saludarlo irguió más su espalda y, como se puso nerviosa inevitablemente, carraspeó para aclarar su voz. Era increíble que después de años él siguiera provocándole sensaciones así en su corazón.
—Sasuke, ¿podemos hablar? Tengo una información que te puede resultar muy interesante.
Él miró directamente los ojos de tono granate. Como era de esperar las infaltables gafas lucían en el rostro femenil, dándole ese cariz de intelectualidad que alguna vez le llamó la atención.
—Habla.
Karin se sintió decepcionada, dado que la mirada del castrense ni siquiera bajó una fracción de segundo para inspeccionarla un poco. Pese a que se lo esperaba, su reacción indiferente le fue muy decepcionante.
—Si no es molestia conversemos en tu camarote, por favor. Esto es algo que debe mantenerse en secreto por ahora.
—Pasa y cierra la puerta —fue su parca orden y, dándole la espalda a la vez que sacaba una cerilla, caminó hacia una antorcha que se encendió rápidamente.
Sin sorprenderse por su adusta actitud, Karin le echó un vistazo al camarote y le causó sorpresa ver jirones de la alfombra azulina acumulados en una esquina. Además el piso de roble tenía una hendija extraña justo tras atravesar la puerta. Iba a comentar el asunto, pero en realidad no era nada relevante; a Sasuke sólo le molestaría su curiosidad, por lo que desistió de exponerla.
—¿Puedo sentarme? —dicho esto, ajustó la unión de sus lentes más alto en el tabique de su nariz.
—Hazlo donde quieras —tomó asiento en el sillón más grande.
La pelirroja se colocó enfrente, específicamente en un sillón individual. Hubiese querido mover éste para acercarse un poco más al guerrero, pero, al igual que en su propio camarote, los muebles estaban adosados al suelo. Inconscientemente se fijó en lo bien que le sentaba a Sasuke el pantalón que llevaba. Al pensar en ello, a su mente volvió el excitante recuerdo de lo que por dentro guardaba. No pudo evitar mirarle la entrepierna durante un trío de segundos, notando una vez más, entre las insinuantes líneas que se formaban en la tela, lo bien dotado que estaba Uchiha. Avergonzada de sí misma, se sonrojó ante el matiz libidinoso que habían adquirido sus pensamientos. Maldito hombre que incitaba al pecado y maldita ella por ser una pervertida. Recordando que era mejor disimular su mirada, la alzó procurando no volver a bajarla.
—En el oriente más lejano del otro continente hay un reino que se está convirtiendo en un nuevo imperio. El que está encumbrándose como emperador es un guerrero muy peligroso; de hecho ya ha derrotado a los mejores espadachines de su hemisferio. Según algunas informaciones que he recibido, se ha proclamado como un dios que cambiará este mundo y mucha gente está comenzando a idolatrarlo. Se rumora que está formando un ejército realmente devastador y, como ya debes saber de sobra, los imperios se expanden aplastando a las naciones opositoras. Si ese sujeto es tan megalómano como se cuenta, sólo es cosa de tiempo para que intente llegar a nuestras fronteras —Karin vio como el talante de Sasuke cobraba un brillo de interés —. Aunque no me gusta que arriesgues tu vida, sé que eres un soldado al que le encantan los desafíos y ese sujeto asoma como uno muy bueno; por eso te lo comento.
—Efectivamente: un guerrero sin una batalla que pelear no sirve de nada. Tu información es sustanciosa, pero actualmente tengo un compromiso bélico muy importante con Ino. Me es imposible postergarlo —dijo ensombreciendo su semblante, cosa inevitable cuando el malnacido de Danzo arribaba a su mente.
Mientras la conversación proseguía, Hinata llegó al camarote de Sasuke sin que sus pasos hicieran ruido gracias a la alfombra que cubría el pasillo. Después de lo que había pasado anoche necesitaba ver a Uchiha; anhelaba saber cómo estaba, también si continuaría siendo su maestro o cortaría de raíz su entrenamiento. Lo extrañaba y por eso ahora estaba allí, dispuesta a tocar su puerta. Su mano quedó suspendida a sólo centímetros cuando oyó la voz de Karin en el interior, lo cual hizo brincar su corazón de funesta manera. Nunca pensó que la pelirroja tomaría acción tan rápido, empero, todo era por culpa de su propia nobleza desmedida. Triste y cabizbaja giró su cuerpo a fin de retirarse, pero su mente envió a sus piernas la orden de no hacerlo. Anulando protestas éticas, apegó su oreja a la puerta dispuesta a oír la plática. Si ésta subía su tono, escuchando gemidos o siquiera un silencio sospechoso, entonces trataría de impedir que algo entre Karin y Sasuke ocurriera; todavía podía golpear la puerta e interrumpir lo que podría destruir los últimos pedazos de su corazón.
—Ese hombre que se cree un dios caería derrotado enseguida contra ti —continuó la otrora espía —. Pain es el seudónimo por el cual todos lo conocen.
—Ya he oído ese nombre antes. Debe ser un gran guerrero como para que su prestigio haya cruzado inclusive el mar.
—Nada en comparación contigo, por supuesto. Sé que lo vencerías.
—Eso es obvio porque nadie está a mi altura.
—Sé muy bien que eres el mejor —le guiñó su ojo izquierdo, con complicidad zalamera —. El nombre de ese tipo significa «Dolor», por cierto —acotó mientras cruzaba sus muslos, haciendo que el vestido se deslizara más arriba en sus piernas perfectamente depiladas.
—El dolor lo sentirá él si alguna vez llegamos a enfrentarnos —esbozó su cariz más desafiante. Luego retornó hacia su talante de frialdad habitual —. ¿Tienes algo más que decir?
—Sí; tal vez te importe saber que actualmente Suigetsu es mi guardaespaldas.
—Eso no me interesa —despreció fríamente.
Inconforme, ella torció una esquina de sus labios.
—Él fue tu amigo, Sasuke.
—Eso quedó en el pasado, al igual que la persona que alguna vez fui.
Ella bajó su cabeza, entristecida.
—¿Algo más que añadir? —presionó él.
Hyuga se sintió aliviada oyendo tal pregunta, pues era evidente que Uchiha no deseaba extender la charla más de la cuenta. Entretanto Karin sintió un hormigueo en el estómago, el cual le advirtió claramente que el momento que esperaba por fin había llegado.
—Sí; sobre tu oferta de sexo...
—Ya no hay oferta —sentencioso, la interrumpió de cuajo.
Hyuga abrió su boca mientras la joven de pelo bermellón reaccionó igual de sorprendida, frustrándose mucho un par de segundos después. Quería ser ella quien rechazara su propuesta, mostrarle que podía dejarlo atrás, que ya lo había superado, pero él se le adelantó malogrando de lleno sus intenciones.
—¿Por qué? —atinó a preguntar mientras intentaba organizar sus pensamientos.
—Simplemente porque así lo he decidido.
Insatisfecha, procedió a indagar más. —¿Qué te hizo cambiar de parecer?
—Quería recordar viejos tiempos, pero en realidad no me provocas nada.
Karin apretó sus labios con fuerza, intentando ignorar el golpe directo a su vanidad. Repasó su melena con la diestra, como si estuviera peinándola con sus dedos. En su mente contó hasta cinco; una forma de amortiguar la ira creciente que estaba gestándose en su interior. No quería pelear con él, o por lo menos no todavía.
—¿Por qué dices eso? —solicitó una explicación más concreta.
—Saca tus propias conclusiones.
Enrabiada se levantó del asiento, dio un taconazo al suelo, le dio la espalda y cruzó sus brazos.
—Siempre fuiste de ese modo conmigo... nunca me permitiste tocar tu corazón. Siempre tan duro, frío y distante. Y aún así me terminé enamorando de ti como una maldita tonta... —girando un poco su cuerpo, lo miró de soslayo.
En la rojiza mirada, Uchiha atrapó una tristeza perfectamente escrita. Guardó silencio unos segundos antes de dar una contestación. —Yo te advertí, continuamente por cierto, que no me interesaba ninguna relación de tipo romántico.
—Lo sé —despejó algunos mechones que se posaron en su frente —. Lo sé... —iteró luctuosamente.
—¿Entonces por qué insistes ahora? Tú no eres de las personas capaces de separar sexo y sentimientos. Saldrás dañada nuevamente.
De reojo, Karin vislumbró dosis de empatía en la negra mirada.
—¿No quieres hacerme daño? ¿Es eso verdad?
—Es una suma de cosas, Karin. Ya estoy harto de causar sufrimiento —dijo gravedoso.
Ella vio que, tal como Hinata le dijo durante la tarde, Sasuke efectivamente parecía estar más abierto. Caminando hacia él se sentó a su lado, cerca del posa brazos del sillón. Se mantuvo cerca, aunque lo suficientemente alejada como para no invadir su espacio personal. Dispuesta a recuperar su maltratado ego, decidió tentar al macho candente que se ocultaba tras el hombre gélido.
—Yo también puedo separar el sexo de los sentimientos si así me lo propongo —endulzó su voz al mismo tiempo que su mirada se volvía insinuadora. Se sacó los anteojos y, lentamente, mordió el armazón de la oreja derecha en forma muy provocativa. La sensualidad que expelía su lenguaje corporal dejó muy claro que deseaba intimar —. ¿Estás seguro que no quieres tener una noche de placer? —preguntó queriendo ver su reacción, esperando verlo ceder ante su belleza de mujer.
Detrás de la puerta, la de ojos blanquinosos tensó sus puños y labios a igual intensidad. Realmente celosa, se preparó a tocar fuertemente la puerta. ¿En qué pensaba cuando le dijo a Karin que era libre de luchar por Uchiha?
—Estoy muy seguro —verificó sin ninguna emoción.
Al oír tal respuesta, Hinata relajó tanto sus músculos como su apretujado corazón. Quizá muchos no se lo pensarían dos veces para gozar de una chica hermosa, pero Sasuke era un hombre que tenía un dominio perfecto sobre sí mismo y eso lo convertía en alguien muy confiable si de fidelidad se trataba. Lealtad que, de todos modos, a ella no le debía.
La antaño espía, incrementando su seductora coquetería, comenzó a chuparse el índice sensualmente, sacándolo y metiéndolo de su boca en una clara simulación de estar dándole sexo oral.
—¿De verdad estás seguro? —tanto su actitud como su voz tomaron un cariz aún más erótico —. Sabes que lo pasaríamos muy bien...
—No seas vulgar —dijo mirándola con severo disgusto —. Tú eres más elegante que eso, Karin.
Ella detuvo la labor que estaba realizando con su dedo, extrayéndolo de sus labios. Una mueca extraña se dibujó en los mismos.
—Antes no te molestaba... ¿o no lo recuerdas? —cambiando su tonalidad anterior, su talante se volvió seco mientras su boca se torcía más de lo que ya estaba.
—Las cosas son distintas ahora, lo sabes muy bien.
—Si son tan diferentes, ¿entonces por qué me ofreciste sexo si te ibas a retractar? ¿Un verdadero hombre hace eso? —alzó el mentón, tensó sus mandíbulas y se colocó los lentes nuevamente. No había que ser experto en lenguaje no verbal para notar que se sentía muy ofendida, lo cual la llevó a cuestionar su hombría e intentar tocarle el orgullo.
—Simplemente surgió algo imprevisto que me hizo cambiar de planes —contestó tan flemático como de costumbre. No caería ante absurdas e infantiles acusaciones, pues él sabía perfectamente que era el macho más recio de todos.
—¿Ese imprevisto se llama Hinata, verdad?
—Eso no es de tu incumbencia.
—Sé muy bien que es por ella... —lo tomó del brazo, específicamente del lado contrario al codo —. ¿Acaso no eras tú el que no creía en el amor? ¿No eras tú el que separaba perfectamente el sexo del amor? ¿Qué te pasó entonces? —lo encaró acerando su mirada.
Sasuke se soltó del agarre con un vehemente movimiento, mirándola con llamas destellando en sus negros ojos. Supo que Karin buscaba que se tragara sus palabras, cosa que no haría por una cuestión de mera altivez.
—Una persona independiente y autosuficiente no necesita fantasías como el amor. Tal imbecilidad es para gente tan vacía que necesita llenarse por medio de otros.
—¿No te das cuenta? Estás completamente enamorado de ella, de Hinata, sólo que eres tan terco que no quieres admitírmelo.
—Tonterías.
—Eres demasiado obstinado... es obvio que estás prendado de ella. Es por iniciativa propia que deseas serle fiel.
—Yo no le estoy siendo fiel a nadie. ¿Tanto te cuesta aceptar que ya no me interesa acostarme contigo?
—No quieres hacerlo porque estás mezclando el sexo con el amor y eso sólo pasa cuando estás enamorado. Tú, que presumes de separar tan bien sexo y sentimientos; tú, que niegas al amor, ¿no has podido hacerlo ahora, verdad? No quieres estar conmigo porque sientes mucho más por Hinata de lo que quieres aceptar. Te sientes tan unido a ella que, aunque ni siquiera tengan una relación, le estás siendo leal en este mismo momento.
—No digas estupideces —rechazó alzando la voz —. No lo hago por ella.
Tras la puerta, Hyuga alzó sus manos entrelazándolas sobre su pecho, como queriendo contener sus emociones. Tuvo la seguridad que Sasuke estaba mintiendo; lo estaba haciendo por ella a pesar de lo que había pasado anoche.
—Pruébalo entonces —lo retó Karin —. Demuéstrame que no la amas y dame siquiera un beso.
—No tengo nada que comprobar. Pensé que podía ofrecerte sólo sexo, pero tus insinuaciones a nada me incitan.
—Mentiroso —siseó erizando su semblante a la vez que se ponía de pie. Por un momento pareció un puerco espín esgrimiendo sus espinas —. La amas a ella. Por fin sabes lo que es el amor. Lo acepto y me rindo, ella se ganó tu corazón tan frío y esquivo. Es por eso que le eres fiel... ¡porque sabes que ella sufriría si lo supiera!
—Cállate —cuando no había una réplica satisfactoria que lanzar, ordenar silencio era la solución.
Era verdad; amaba a Hinata con locura. Para su desgracia estaba total e irreversiblemente prendado de ella. Después de todo el amor sí existía y lamentaba profundamente su descubrimiento. Sería mucho mejor haber evitado el dolor que durante todo el día le carcomió el pecho. Por una cosa de obstinado orgullo le era difícil admitirle a Karin que efectivamente se había equivocado, que el amor, muy a su pesar, era una realidad tangible. Sin embargo, con un suspiro agotado de por medio, decidió ceder a medias.
—Yo no sé si lo que siento puede encasillarse bajo el concepto de amar, pues lo que siento por ella va más allá de definiciones. Y no soy yo quien mezcla sexo y amor, es Hinata quien lo hace. Por eso no quiero hacerle daño y acostándome contigo se lo causaría inevitablemente —la fémina se impresionó por el sentido cariz que había en su tono de voz —. ¿Ya oíste lo que querías escuchar? —preguntó desafiante.
La que deseaba ser una guerrera sintió como sus ojos se humedecían en apenas un segundo. Sus piernas flaquearon al punto que tuvo que mover un pie atrás para mantener el balance. Por el otro lado, Karin comprimió sus labios de tal manera que desaparecieron por unos segundos. Miró hacia abajo, provocando que sus anteojos descendieran un poco en su nariz. El tinte que adquirieron sus ojos granate fue de decepción mezclado con desilusión. Quería vencer a la terquedad del soldado, pero no pensó que escucharlo desde su propia boca la afectaría tanto. Su mentón tiritó un par de veces lentamente.
—Yo deseaba formar parte de tus pensamientos como algo más que carne —musitó ella, afectadamente— y que me recordaras con el cariño con que yo te recuerdo a ti, pero, después de varios años de ausencia, apenas me viste te comportaste sumamente cortante. ¿Crees que no duele, Sasuke?
—Simplemente no quería que te ilusionaras en vano.
Karin aceptó su respuesta sin aspavientos. Podría intentar obtener una merecida disculpa, pero lo conocía lo suficiente como para saber que intentarlo resultaría fútil. Además, el guerrero tenía razón respecto a que ella terminaría ilusionándose si cambiaba su trato arisco por uno más sutil.
—¿Por qué ella sí pudo tocar tu corazón y yo no? —preguntó tristemente, resignándose por fin a nunca ser amada —. Yo te lo di todo, Sasuke, todo lo que una mujer puede entregarle a un hombre. Y sabes que cuando digo todo significa absolutamente todo, tanto en lo espiritual como en lo sexual. ¿Qué tiene Hinata que no tenga yo? —dijo despechada sin poder evitarlo. El estar parcialmente alcoholizada tampoco ayudaba en nada.
—Yo nunca te pedí nada —le recordó sentencioso al tiempo que afilaba su mirada —. Tú sabías cómo era yo y quisiste arriesgarte igualmente. Es como si te quejaras porque un mozo te trae el mismo platillo que ordenaste. Y respecto a Hinata, para mi gran pesar, tengo una conexión irrepetible con ella; aunque es inútil sentirla de todas formas, dado que no podremos ser una pareja.
—No puedo entender eso. Si lo vuestro es recíproco, ¿entonces por qué no luchas por ella?
Él apretó sus quijadas con impotencia. —Soy el mejor guerrero de todos, pero esa es una batalla que ni siquiera yo puedo ganar.
Karin, visiblemente sorprendida, y sin adivinar que Hinata estaba igual que ella, preguntó el por qué.
—Tanto ella como yo hemos decidido tomar caminos distintos. No hay vuelta atrás y tampoco me interesa que haya una. Tengo asuntos más importantes que darle atención a un amor imposible —cerró con natural frialdad, pues sus palabras eran veraces en su totalidad.
A sus palabras, Hyuga sintió como su corazón se rompía en mil pedazos que no podría volver a unir.
—No sabes lo que estás diciendo —objetó la experta en espionaje —, en serio que no lo sabes. Muchos teorizan que sólo se ama una vez en la vida, que el resto de las veces lo único que hacemos es intentar revivir el mismo sentimiento con otra persona, pero que nunca será igual de intenso. Nunca —dijo lo último con voz apagada y semblante diluido, como si la llama que mantenía su chispa vital apenas fuera un moribundo rescoldo —. Superar a tu verdadero amor no es tan fácil como crees; de hecho yo todavía no puedo conseguirlo —se lamentó mientras se aireaba usando sus manos a modo de abanico —. ¿Cómo se puede hacer algo así? —preguntó entristecida, sufrida.
Hinata también quería tener una respuesta a esa importante pregunta; por ello la esperó con ansias.
Uchiha se dio varios segundos para hilvanar una réplica que fuese sólida. —Yo no sé nada de querencias, por lo tanto no puedo aconsejarte. Lo que me dice mi inteligencia es que tú realmente no me extrañas a mí, sino que echas de menos sentirte enamorada. Quieres resucitar eso que te hizo sentir viva, pero, aunque volviésemos a estar juntos, nunca serías feliz porque yo nunca te corresponderé. Lo nuestro ya fue, ya pasó, Karin. Tienes que ser lo suficientemente valiente para seguir avanzando.
Ella cerró sus luceros. —Lo sé —volvió a abrirlos con fuerza —, pero jurar una y otra vez dejar de amar a la persona equivocada no es una decisión que le pertenezca a la mente, sino al corazón. No soy la única persona que sufre por amor porque los sentimientos no son matemáticas ni álgebra, simplemente se sienten. Por eso es tan difícil superar a alguien que marcó tu vida para siempre. Ojalá me diera amnesia para olvidarte sin más, pero las cosas nunca son así de fáciles —sus ojos se llenaron de lágrimas que, pese a ser cuantiosas, fueron derramándose a cuentagotas. Lamentablemente, Karin también era de esas personas excepcionales que amaban una sola vez en la vida.
Él se conmovió, aunque se obligó a reprimir un suspiro que delataría la tormenta de empatía que azotaba su persona.
—Yo estoy viviendo mi propio karma con Hinata —su negra mirada se tiñó con algo parecido a la resignación —. Sin ella siento que me falta algo en el pecho, como si me hubiesen arrancado el alma o peor, y no es una exageración. Ahora sé cuanto se sufre al no estar con la persona que se ama; el experimentar un vacío por dentro porque no estás con ella, porque la extrañas, porque no puedes tenerla —se puso de pie mientras cerraba sus puños —. Amar es horrible —la expresión de su rostro tuvo absoluta consonancia con sus últimas palabras —. Lamento haberte hecho un daño así, Karin. De saber que lo nuestro te afectaría tanto nunca hubiera iniciado una relación contigo. Si pudiera volver el tiempo atrás evitaría causarte ese dolor que ahora puedo entender muy bien.
—Sasuke...
Aquel nombre salió como un pequeño susurro de asombro, puesto que Uzumaki nunca se esperó que el fiero guerrero le hablara y la mirara de una forma tan emotiva. Se dio cuenta que el último Uchiha realmente había cambiado, que ya no era el mismo tipo gélido de antes. Hinata había logrado lo que parecía imposible: que la verdadera personalidad del joven saliera a flote.
—Karin —continuó él, mirada penetrante mediante —, yo no merezco tu sufrimiento. Deja de añorar el pasado y, cuando te sientas preparada para ello, busca un buen hombre porque es doloroso estar siempre solo. Es muy triste.
—¿Conmigo te sentiste solo a pesar de lo que tuvimos? —preguntó tras unos segundos en silencio.
—La respuesta no te gustará.
—Dímela —exigió con fuerza.
Él la miró fijamente, expresando lo que sentía su alma a través de los ojos.
—Durante toda mi vida siempre me sentí muy solo... excepto con Hinata.
A la vez que cerraba sus párpados, ella bajó su cabeza tristemente. —Entiendo.
La mujer que Sasuke amaba fue atacada por un remolino de emoción que casi le provocó una arritmia. Se sintió sobrepasada, apenas comprendiendo el peso de las palabras recién escuchadas.
—No quiero causarte más daño, Karin —continuó el maestro espadachín —, pero en el fondo sabes que conmigo nunca serías feliz. Busca un hombre que ame cada rincón de tu alma, alguien que te cuide como yo nunca podría hacerlo.
Las negras pupilas tenían el resplandor que sólo las verdades pueden proyectar. Por ello, las lágrimas en los ojos de rubí brotaron con más intensidad.
—Sé que es lo que debo hacer... ¿pero cómo se puede dejar ir al amor de tu vida? Dímelo, Sasuke —de manera inconsciente se acercó a él, engarfiando sus dedos sobre su fornido brazo —. Dime cómo vas a sobreponerte al amor que sientes por Hinata; quizás así pueda hacer lo mismo para superarte definitivamente.
Él se dio unos segundos de reflexión.
—No creo que haya una fórmula. Y si existe alguna entonces cada uno debe descubrirla por sí mismo.
—Yo he buscado la manera por años y todavía no la encuentro...
Una sensación luctuosa se apoderó del militar. —Suena poco alentador, pero quizás es imposible olvidar al amor de tu vida. Quizá sólo queda resignarse, aguantar el dolor y desearle lo mejor desde lejos. Eso es lo que haré yo con Hinata.
—¿Quererla como se quiere al prójimo? Eso es muy triste...
—La vida lo es.
Sasuke, Karin y Hinata fueron inundados por la desdicha, misma que los taladró con una fuerza que dañó sus estructuras anímicas más básicas. Cuán triste era tener un corazón enamorado si éste no podía brindarse a la persona que le daba sentido a cada latido. Coincidiendo sin saberlo, en los pensamientos de los tres se instaló la trágica frase antes dicha por Uchiha:
«Quizás es imposible olvidar al amor de tu vida. Quizá sólo queda resignarse, aguantar el dolor y desearle lo mejor desde lejos»
Continuará.
