¡Hola! Primera actualización del 2021, esperando que ojalá hayan empezado muy bien este año. Como ya anuncié antes, este capítulo es fundamental para la relación de Sasuke y Hinata, pues aquí se decide si finalmente aceptan o no lo que sienten por el otro antes de morir. Me encantó escribir esto porque le puse mucho corazón a la parte final y me emocioné haciéndolo. No sé si parte de esa emoción se logre plasmar también en ustedes, pero ojalá así sea. De todas formas las críticas son muy bien recibidas también.
De antemano gracias por leer y mucho más a quienes me brindan su tiempo comentando. Enjoy ;D
Vocabulario:
Bruxismo: Rechinamiento de dientes involuntario que se produce especialmente durante el sueño.
Aterir: Pasmar de frío.
Aldaba: Pieza de hierro o bronce que se pone a las puertas para llamar golpeando con ella.
Ínterin: Entretanto.
Mandoble: Cuchillada o golpe grande que se da usando el arma con ambas manos. / Espada grande (Hasta ahora he usado esta palabra sólo con su primer significado, pero en este capítulo también la utilizaré como sinónimo de espada grande).
Brazal: Pieza de la armadura antigua que cubría el brazo.
Enseñoreo: Dominar algo / Hacerse señor y dueño de algo.
Pirarse: Fugarse, irse.
Esclava Sexual, Capítulo Vigésimo quinto
Hinata y Sasuke, emocionados, se observan el uno al otro compartiendo miradas cómplices. Muy pronto no iban a estar juntos siquiera como amigos, pero eso no significaba que dejaran de amarse por estar separados, dado que sus sentimientos no cambiarían aunque hubiesen miles de kilómetros de por medio. Sin embargo, ¿podía existir un amor a la distancia? ¿Podía subsistir un sentir así de grande sin que pudieran verse, tocarse o intimar carnalmente? Hinata se formuló tales preguntas intentando hallar una respuesta satisfactoria; no la encontró. Queriendo compartir sus pensamientos con el pelinegro que le robó el alma, habló.
—Sasuke... ¿Tú crees que puede existir el amor a la distancia?, ¿que existe el amor sin sexo?
Uchiha podría responder cualquier interrogante distinta, puesto que se manejaba en una gran diversidad de temas, pero en los de índole romántico no tenía idea. Solamente podía obtener conclusiones deducidas por su inteligencia.
—Puedes preguntarme sobre cualquier cosa, menos de eso. No tengo respuesta porque nunca antes sentí algo así. Como tú misma sabes, ni siquiera creía que el amor existiera.
—¿Y ahora sí lo crees? —la intensidad de su mirada se intensificó.
—Sí, ahora tengo la completa seguridad de que sí existe —no le dijo de forma textual que se debía a ella, pero se sobreentendía claramente.
—Sasuke... —dicho su nombre, por detrás de sus labios crecieron dos significativas palabras que, empero, no se atrevió a lanzar: «Te amo». Luego, superando a la emoción que la sobrecogió, continuó la temática sentimental —. El sexo es parte importante de una relación, pero yo creo que es un complemento, no una meta en sí. Por eso pienso que sí puede existir el amor de pareja sin sexo —el hermoso sonido del oleaje la distrajo unos momentos, aunque pronto volvió a enfocarse para continuar su idea —. Si estuviera contigo no sería sólo para tener sexo, sino para amarte de todas las formas posibles. Hacerte ver que los dolores y las penas no tienen porqué vivirse siempre en soledad, que se pueden compartir, que no es malo abrir tu alma con alguien más.
—¿Entonces el sexo es innecesario? —desplegó un diáfano matiz de contradicción en su talante.
Recordando lo que había sucedido anoche, la faz de Hinata se coloreó a una velocidad impresionante. Sus nerviosos dedos empezaron a juguetear sobre su regazo.
—N-no estoy diciendo que no sea necesario, supongo que es algo muy lindo hacer el amor con quien amas... —«Hacerlo contigo sin que mis familiares intervinieran en mi mente», pensó conmovida a la par de frustrada —. Hay parejas que pasan mucho tiempo distanciados por razones de trabajo, por ejemplo, y eso no significa que el amor se vea disminuido.
Sasuke frunció el ceño, no muy convencido.
—Si lo que dices existiera entonces sería una relación incompleta de todos modos. Es algo normal querer estar con la otra persona, poseerla, unir las almas a través del sexo y todas esas cosas que antes me parecían ridiculeces patéticas. Sería muy duro seguir amando a alguien a quien no puedes siquiera tocar —expresada su conclusión, Uchiha pensó en su propia situación respecto a Hinata y en la de Karin en lo concerniente a él.
—Debe ser doloroso porque cuando uno ama lo que más ansía es estar con la otra persona —coincidió ella mientras se miraba los pies, sin atreverse a decirle eso mirándolo a la cara. Todavía no se acostumbraba a ser tan directa —, pero creo que sí puede haber amor de pareja a la distancia y sin sexo, aunque, tal como dices, sería un amor incompleto, uno que no sería satisfactorio ni pleno —su índice comenzó a jugar con un mechón, enroscándolo hasta que un poco de dolor en su cuero cabelludo le avisó que ya no podría continuar —. De todos modos creo que el amor sano debería inclinarse más hacia la apreciación del otro que a la posesión en sí. Es esta última la que lleva a los celos enfermizos o a sentir que la otra persona es algo de tu propiedad.
—¿Dices que en una relación sana no deberían haber celos? ¿Acaso se puede amar sin que haya posesión de por medio?
—No estoy diciendo eso..., ay, es muy complicado el tema del amor —la punta de su lengua se asomó entre los labios en un gesto de nerviosismo —. Creo que es normal sentir celos cuando amas. Lo que está mal, en mi opinión, es cuando el egoísmo causa un enseñoreo que puede resultar dañoso porque piensas en ti mismo antes que en la persona amada. Amar es desearle lo mejor al otro aunque sea desde lejos, anteponer a esa persona especial porque quieres su bien antes que el tuyo. «Y tú has hecho eso, Sasuke; por eso sé que me amas»
Él se tomó la barbilla, sobándola mientras meditaba. Tardó en llegar a una idea que ahora lanzaría.
—Entiendo lo de la posesión exacerbada, pero en lo demás no concuerdo: si un amor se mantiene a la distancia lo único que causará es dolor por no estar con esa persona. El mejor ejemplo es Karin. Si la querencia no es recíproca como le sucede a ella, o una pareja que sí se ama va a estar separada por siempre —miró a Hinata profundamente para que supiera que se refería a ellos —, lo mejor es matar ese sentir antes de que te termine matando de dolor a ti. Es inútil amar a alguien con quien no puedes estar.
Hyuga supo enseguida que Sasuke acertó con su deducción. A ella el solo hecho de la inminente separación le provocaba sufrimiento; dolía demasiado, de hecho. Y si aquel sentir permanecía debería lidiar con esa congoja de forma perenne.
—¿Tú crees que dejaremos de sentir lo que sentimos estando alejados? —invocando el temple de una guerrera, preguntó directamente.
El guerrero nuevamente tardó en responder. —Lo sabré cuando nos separemos.
Ella bajó su mirada hacia la tablazón de cubierta, dándose cuenta, sin querer, de lo mojada que estaba por las chispas de agua. Un interesante recuerdo llegó a su mente después.
—Una vez mi institutriz Kurenai me dijo que el apego llevaba inevitablemente hacia el sufrimiento, por eso hay que tratar de amar sin que la otra persona se vuelva una necesidad, pues, al volverse una, el afecto deriva en extrañar lo que no se tiene y por consiguiente en dolor.
Sasuke la miró con un tinte cuestionador reflejándose en sus negras pupilas.
—Pero si no hay necesidad o un sentimiento de posesión hacia el otro, ¿en qué se diferencia el amor de pareja del que se le puede tener a la familia?
—Ay, no lo sé... definitivamente el amor es muy complicado —sonrió nerviosamente —. Creo que podríamos hablar del tema incontables veces y aún así seguiríamos haciéndonos preguntas. Lo que sí sé es que cuando personas que se quieren se separan por causas de fuerza mayor, no queda otra que seguir la popular frase de «si la otra persona es feliz yo también lo seré».
—Esa frase es sólo un autoengaño para ocultar el verdadero dolor de perder a quien se ama. Puedes desearle lo mejor y que sea feliz, pero la aflicción nunca se irá completamente.
Hinata enmudeció durante un gran lapso. No podía argumentar nada contra lo dicho, puesto que Sasuke tenía razón. Suspirando tristemente por lo anterior, clavó su mirada de suaves tintes lilas en el horizonte marítimo. Sus párpados se separaron más al notar algo muy extraño: allí podían verse muchas luces rebelándose contra la negrura de la noche. Contándolas rápidamente se dio cuenta que eran diez luces, pero iban separadas en cinco pares. Su extrañeza fue tanta que su cuerpo necesitó fruncir el ceño, algo muy raro tratándose de ella. Enseguida tuvo un mal presentimiento que latió con fuerza en sus entrañas más sensibles, aunque tampoco había que tener una percepción desarrollada para saber que tantas antorchas dispersas no era algo que prometiera buenos augurios.
—Sasuke, hay unas luces en la frontera del mar —indicó rápidamente —. ¿Las ves?
Uchiha puso atención y, haciendo un pequeño esfuerzo, logró ver aquellas refulgencias que parecían aproximarse lentamente. Comprimió sus cejas de tal modo que las hizo tocarse en el entrecejo. Era indudable que la luminosidad pertenecía a navíos. Por ello no tuvieron que pasar más de tres segundos para asimilar lo que estaba sucediendo.
—Ay, me dan mala espina esas luces —se decidió a hablar la hermosa joven —. Me recuerdan las historias de barcos fantasmas.
—Ojalá se tratara de eso... —como si padeciera bruxismo, hizo rechinar los dientes involuntariamente por frustración —. Son por lo menos cinco fragatas de guerra —al decirlo su mirada se apagó completamente, como si alguna entidad le hubiese succionado cualquier brillo de cuajo.
Ella abrió sus luceros, muy sorprendida por el mortecino dictamen del militar.
—¿Estás seguro? ¿Pero por qué vendrían barcos de...? —no alcanzó a terminar su pregunta, pues rápidamente entendió la macabra razón de sus presencias. Instantáneamente le sobrevino un escalofrío que pareció una estalactita recorriendo su espalda.
Uchiha no perdió segundos contestando; enseguida se dirigió hacia la bodega de utensilios a buscar un catalejo. Rebuscando encontró uno, salió con éste a popa y lo puso en un ojo para enfocar las luces. La vista aumentada reflejó a cinco corbetas navegando paralelas unas a otras, aunque muy separadas a fin de evitar maniobras de escape en «U». El espolón en cada una dejaba claro que se trataba de embarcaciones bélicas y las gárgolas en el mascarón de proa comprobaban que pertenecían a la armada de Danzo. Por la dirección contraria del viento no llevaban las negras velas desplegadas, pero, de tenerlas, también habría visto las jaspeadas nubes de sangre pintadas en ellas.
—Hijos de puta. Es obvio que vienen por mí.
Aterida tanto por la llovizna como por la insistente corriente de hielo en sus vértebras, el cuerpo de Hinata se paralizó y su lengua lo imitó. Uchiha, portando un semblante preocupado como nunca se le veía, le entregó el catalejo en las manos para que diera un vistazo. Hinata así lo hizo, confirmando visualmente tanto los espolones como las demoníacas gárgolas que adornaban las naves. No cabía duda: venían por Sasuke Uchiha o quizá por ambos. Sus piernas flaquearon sólo de pensarlo, mientras sus párpados tiritaron sin que se diera cuenta. Pensando en él antes que en ella, sus ojos comenzaron a humedecerse al entender que el hombre que amaba no tendría escapatoria. Todavía no estaba recuperado al cien por ciento y, peor aún, la próxima emboscada se realizaría por culpa de ella, dado que fue su petición la que provocó que el soldado abordara a Jiren. Caridoliente hasta transfigurarse, miró al guerrero quien parecía pensativo o resignado. Tal vez ambas cosas juntas.
—E-esto no puede estar pasando, tiene que tratarse de una pesadilla —dicha la frase de negación, sus manos se abrieron y cerraron repitiendo el mismo patrón nervioso muchas veces más.
—Llegarán en unos cuarenta minutos aproximadamente —le dio un golpe de realidad a su alumna —. Aunque las naves parezcan cercanas, en realidad todavía están lejos porque las distancias en el mar son engañosas. —Cerró un puño viendo aquellas luces, mismas que actuaban como heraldos de una muerte anunciada.
El golpe de adrenalina enervó el cuerpo femenino. La idea de que en menos de una hora Sasuke estaría muerto, drenó su moral hasta convertirla en polvo. Tenues lágrimas vibraron en sus albinos luceros.
—Es mi culpa que suceda esto... —el líquido producto del dolor se liberó, mezclándose con la llovizna —. Fui yo quien te pedí que me acompañarás, fui yo quien te puso en esta situación tan grave. Todo es mi culpa —sollozó escondiendo el rostro entre sus palmas.
—No tienes la culpa porque fue mi decisión acompañarte —rechazó enseguida —. Además nada sacas con lamentos, pues hacerlo no cambiará la situación actual. Caer en el desespero es inútil, así que debemos ser pragmáticos —reprochó tomándola de los hombros, remeciéndola —. Recuerda esto para cuando seas una guerrera: tranquilidad y control sobre tus emociones. Jamás debes sucumbir ante las circunstancias negativas. Enfócate en lo importante, dejando de lado los nervios.
—L-lo siento... pero...
—Es seguro que vienen a por mí —la cortó él —, pero tú también corres peligro inminente si te hallan aquí. Despertaré al capitán y prepararemos un bote salvavidas para que puedas escapar. Karin te puede ayudar a remar.
Ella abrió mucho sus ojos mientras sus pupilas se contraían igual que las de un felino. —¿Pero y tú? ¿No intentarás huir conmigo?
—Yo soy la prioridad de Danzo, así que me quedaré en cubierta sirviendo de señuelo. Si no me vieran aquí buscarían el bote hasta encontrarnos y todo estaría perdido.
—Pero si te quedas aquí vas a morir. ¡Ni siquiera estás bien recuperado para luchar!
—Estamos en altamar, así que no hay otra opción factible. No existe escapatoria para mí porque yo soy el objetivo principal, pero por lo menos sé que tú estarás bien, que podrás huir sana y salvo entre la oscuridad de la noche.
—No puedo abandonarte —más lágrimas se agolparon en sus ojos al tiempo que se le apretaba uno de los ventrículos cardíacos —. No puedo.
—No perderé más tiempo discutiendo —sin mirar el luminoso horizonte, lo señaló con un dedo —. Cada segundo puede hacer la diferencia para que puedas escapar. Ve por Karin y explícale la situación. Yo iré con el capitán para que prepare el salvavidas —dándole la espalda, se preparó a correr hacia su destino.
—P-pero Sasuke...
—¡Haz lo que te dije, maldita sea! —sin girarse a mirarla, volvió violenta su voz.
—Sí... —susurró sin molestarse por el tono agresivo, sabiendo que él sólo deseaba salvarle la vida.
Precipitándose a todo lo que daban sus piernas, Uchiha llegó al camarote del capitán. Usó la aldaba con fuerza tres veces y un grito de respuesta dado por el oficial le anunció que iba a vestirse. Varios segundos después, cabellos desordenados de por medio, apareció el cuadragenario abriendo la puerta. Su sorpresa fue expresiva al ver quien tenía enfrente.
—Capitán, necesito que usted y algunos marinos preparen el mejor bote salvavidas que tengan.
Como era lógico el experto en navegación todavía estaba adormilado, pero después de oír aquello despertó definitivamente. Su semblante se volvió más vivaz al realizar la siguiente pregunta: —¿Por qué? ¿Qué está pasando, señor?
—Vienen barcos de guerra a matarme y si encuentran a Hinata la esclavizarán o asesinarán. Ella tiene que escapar a cualquier precio.
El hombre de nombre extraño necesitó algunos segundos para procesar la desconcertante información recién recibida.
—¿Pero matarlo por qué? —preguntó él a ceño fruncido y ojos muy abiertos —. ¡No tiene sentido que busquen acabarlo si usted es el gran héroe de nuestra nación!
—Shimura me ve como un peligro, es por eso que ha enviado a esas corbetas para sacarme del camino. No hay tiempo que perder, mientras usted prepara el bote voy a destruir los planos de Jiren, ya que así tendré una pequeña ventaja estratégica.
—Sí quiere romperlos, allí están —reaccionando rápidamente, prendió una antorcha e indicó un cajón del estante. Yo los conozco muy bien, así que podría dibujarlos de memoria.
Mientras avanzaba hacia su destino, Sasuke continuó hablando.
—Las FE le pedirán los planos, usted sólo dígales que yo mismo los quemé —hurgó en el cajón entre los diversos papeles hasta que encontró los planos tras algunos segundos —. También le solicito que no les informe que en la cocina de este barco hay respiraderos.
—Por supuesto, señor, le prometo que de mi boca no saldrá ninguna palabra para perjudicarlo —en cuanto terminó de ponerse unos calcetines, se calzó sus negras botas.
Volteándose a verlo, Sasuke asintió. No diría gracias pues le era muy difícil decir esas palabras, mas la gratitud plasmada en sus ojos fue expresiva igualmente.
—Añadiré un consejo para usted —dijo el militar —: no les discuta en nada a las fuerzas de élite o podrían matarlo. Tampoco les haga peticiones.
—Entiendo, pero esto no tiene sentido —se acicaló la barba nerviosamente —. Este es un barco civil con un prestigio de muchos años encima. Estamos en altamar, muy lejos de la jurisdicción de Danzo. La legalidad dice que no nos pueden abordar, atacar o embestir barcos de guerra. La misma ley dice que ni siquiera el monarca está por sobre ella.
—No debería ser así, pero los reyes y sus secuaces siempre están por sobre la ley. Eso no es nada nuevo. Despierte a algunos marineros para preparar el mejor bote de salvataje que tenga.
—¡Enseguida, señor!
El avezado hombre de mar fue rápidamente a cumplir lo pedido. En el ínterin Uchiha tomó los planos, se dirigió hacia la única antorcha prendida y los incineró allí.
Hinata llegó al octavo camarote corriendo como alma que llevaba el diablo. La compunción que cargaba en su alma se le reflejaba en el rostro como si fuese una pintura incapaz de cambiar su expresión. Supuso que Karin debía encontrarse durmiendo porque ya era muy tarde, de modo que golpeó con mucha fuerza para despertarla. Sin que pasara un segundo de espera, añadió gritos para que reaccionara más rápido.
—¡Karin! ¡Karin! ¡Abre la puerta, por favor!
A los oídos de Hinata llegó un grito de respuesta. Quiso escuchar los pasos de avance hacia la puerta, pero dedujo que la alfombra los enmudecería completamente. Aquello la puso aún más nerviosa, por lo que necesitó dar otro grito pidiendo prisa. La puerta se abrió doce segundos después, aunque a Hyuga le pareció una eternidad. La pelirroja estaba sin sus anteojos, su faz era soñolienta y apenas portaba unas bragas negras de encaje que eran tapadas por un camisón de dormir que le llegaba hasta la mitad de sus muslos.
—¿Qué pasa, Hinata? Ya estaba en los brazos de Morfeo —dijo mientras se frotaba los ojos y lanzaba un largo bostezo sonoro. Tapo éste con una palma, pero de todas maneras la hija de Hiashi olfateó claramente como el aroma propio del alcohol enturbiaba el aire.
—¡Vienen barcos de guerra por Sasuke! —su voz no alcanzó a ser un grito, pero estuvo a punto.
—¿¡Qué!? —reaccionó estremeciéndose entera, como si tratara de sacarse de encima tanto al sueño como a su borrachera.
—¡Vienen a matarlo! —por hablar atropelladamente su garganta se oprimió, de modo que necesito tragar saliva para aliviarla —. Él quiere quedarse como carnada mientras yo escapo en un bote salvavidas. Por favor, despierta al señor Suigetsu. Él fue su amigo, quizás pueda convencer a Sasuke para que huya junto a mí.
La pelirroja se mordió el labio inferior, después el superior y finalmente humedeció ambos. Estrujó los dedos de una mano con la otra y finalmente consiguió asimilar lo que estaba sucediendo.
—Iré enseguida por mi guardaespaldas, sólo dame unos segundos para mojarme la cara, ponerme mis anteojos y vestirme.
Rápidamente, la antaño espía volvió a entrar en su cuarto a fin de hacer lo antes dicho. Prescindiendo de sostenes, se vistió rápidamente con un traje cualquiera del clóset y le pidió de favor a Hinata que le abrochara los zapatos, ya que al agacharse le sobrevino un mareo por culpa de los tragos que antes se había tomado.
—Hinata, iré contigo —a sus pies, miró como la futura guerrera terminaba su labor con los cordones.
—Si no quieres no es necesario —respondió con tono comprensivo a la vez que se erguía —. Puedo arreglármelas sola, así que no te preocupes por mí.
—No voy sólo para ayudarte, sino para escapar también. Las FE saben que yo fui novia de Sasuke, por lo que si me ven aquí es seguro que también me matarán o violarán. Los guerreros de Élite no tienen piedad de nada ni nadie.
—Entiendo.
Una vez lista, Karin salió del camarote y trotó en dirección al de su guardián. No quiso correr o su alcoholemia actual le provocaría un costalazo que solamente la retrasaría. Hinata la siguió sin apresurarla, comprendiendo que la pelirroja no estaba en sus cinco sentidos. Mientras llegaban a destino, la Uzumaki repasó que Sasuke ya no consideraba a Suigetsu como un amigo, por lo que sería muy difícil que éste pudiera convencerlo de pirarse. Sin embargo, quizás Hozuki podría combatir junto a él o por lo menos prestarle su equipo de combate, dado que no creía que su ex-novio hubiese traído el suyo. En cambio el guardaespaldas tenía a bordo tanto su armadura completa como su gran espada, un mandoble de acero compacto ideal para atravesar armaduras.
Finalmente ambas quedaron frente al camarote veintinueve, esperando que el otrora comandante de la Legión Colmillo Rojo se convirtiera en un sinónimo de esperanza. Tocaron escandalosamente, sin importarles en nada los reclamos que podrían surgir de los pasajeros adyacentes.
—Suigetsu está ebrio también —apuntó la de anteojos —, hay que gritar o no despertará porque tiene el sueño muy pesado.
Ambas hicieron lo antes dicho volviendo sus voces lo más agudas y molestas posibles. El otrora mejor amigo de Sasuke por fin respondió dando un grito que evidenció que se encontraba fastidiado, algo normal tomando en cuenta que a nadie le gustaba ser despertado. Vistiéndose rápidamente con un pantalón negro y una camiseta blanca, abrió la puerta volviendo inquisitivo su semblante.
—Señor Suigetsu —se apresuró a hablar Hinata —, por favor tiene que ayudarnos. A Sasuke vienen a emboscarlo muchos barcos de guerra.
Él se rascó la cabeza a la vez que arrugaba su nariz. A párpados entrecerrados, miró ávidamente a las dos chicas antes de replicar.
—¿Es una broma? —la pesada influencia del licor cortaba todo orden lineal en sus pensamientos, por lo cual lanzó la primera tontería que cruzó su mente.
—No, idiota, no te despertaríamos para eso —arguyó la de rojizos cabellos —. Por favor, tienes que ayudar a Sasuke.
La faz desesperada de las chicas, pero sobre todo la de Hinata, le dejó muy claro que el asunto era realmente grave. Recordando sus días en la milicia, se esforzó para asimilar rápidamente la actual tesitura.
—¿Cuantos barcos son? —requiriendo más información, intentó volver a pensar lúcidamente como en sus tiempos de comandante.
—Parece que son cinco, aunque no estoy del todo segura —contestó Hinata, voz vibrátil mediante.
Él sacudió su cabeza como si fuese un perro al que recién habían mojado. Tal acción no serviría para quitarle el alcohol de la sangre, pero por lo menos pareció despertar un poco. Otra vez observó las angustiosas miradas de las chicas, aunque no se concentró en profundizar o también habría descubierto otras emociones asociadas.
—Sasuke quiere quedarse en este barco como señuelo mientras yo me escabullo, así que por favor tiene que convencerlo de que escape conmigo —explicó la de ojos lunares. Inconscientemente, los dedos de su diestra tiraban de un mechón cerca de la oreja —. Usted fue su amigo y también es un guerrero, quizá él pueda escucharlo.
Hubo un remezón del barco, de modo que para mantenerse en pie el hombre llevó un brazo al umbral para afirmarse. En su estado actual ya era dificultoso no caerse, pero el mar no parecía conforme todavía.
—Lo intentaré, pero créeme que si no te escucha a ti tampoco lo hará conmigo.
—E-entre los tres —mientras lo decía, Hinata miró a Karin — podemos persuadirlo de que también escape en el bote. Sé que podemos hacerlo, tenemos que pensar positivo.
—Él mantendrá su decisión sin importar lo que digamos —afirmó el peliblanco —. Cuando Sasuke toma una decisión nunca da marcha atrás.
—¡Pero tenemos que intentarlo! —el pavor por la tragedia tensó sus cuerdas vocales más de la cuenta; tosió dos veces intentando flexibilizarlas nuevamente —. Y si no lo convencemos entonces ayúdelo a pelear, por favor —gracias a su esfuerzo anterior, esta vez su voz salió más suave e inteligible.
El de dientes afilados sopesó la situación mientras escuchaba otro sentido «por favor» de Hinata, hasta que, tras nueve segundos, finalmente llegó a una dura respuesta que ahora mismo lanzaría.
—Sasuke y yo hace mucho que dejamos de ser amigos. Los barcos que vienen son su problema, no el mío. No me interesa perder mi vida por alguien a quien no le intereso hace mucho.
Aquello fue una cuchillada introduciéndose en el corazón de Hinata. Como si lo anterior fuese un hecho real, Incluso sintió que comenzaron a fallarle los latidos.
—Señor Suigetsu, usted es el único que puede ayudarlo. Sasuke piensa luchar completamente solo quizás contra cuantos enemigos.
—Ella tiene razón, no puedes ser tan cobarde —apoyó Karin, tratando de tocarle su orgullo de guerrero.
—Digan lo que digan es mi última palabra —no se dejaría conmover; tampoco caería en provocaciones.
—Usted me dijo que gracias a Sasuke pudo abandonar la guerra y que siempre lo ayudó cuando estuvo en problemas cuando niños. Por favor, ayúdelo —insistió Hinata con marcado tono suplicante.
Él negó instantáneamente con su cabeza. —Son cinco barcos de guerra con quizás cuantos integrantes de las fuerzas especiales a bordo. Incluso si luchara junto a Sasuke desperdiciaría mi vida en vano porque no hay ninguna posibilidad de vencer. Para colmo estoy borracho ahora mismo. Aprecio mucho mi vida como para perderla inútilmente.
Hinata volvió a sufrir intensamente la respuesta.
—Lo que sí puedo hacer —continuó él— es prestarle mi equipamiento y escapar contigo en el bote para ayudarte a remar, pero luchar no. Muchos menos en un estado en que apenas puedo caminar.
La hermana de Hanabi entendió ahora el real significado de las palabras de Sasuke mientras merendaban en la cocina: «No bebo alcohol; un guerrero de élite siempre debe estar al cien por ciento de sus capacidades tanto físicas como cognitivas. Si alguien muy hábil decidiera atacarme justo en el momento en que cargo licor en la sangre, entonces él podría tomar la ventaja». Desde la horrenda persecución que sufrió por parte de los Hyuga y los civiles de su derrotada nación, Uchiha durante toda su vida tuvo que mantenerse en alerta constante, sin apenas tener momentos de relajo. Si para ella el solo hecho de pensarlo resultaba triste, vivir de esa forma durante tantos años debía serlo mucho más.
—Hay que convencerlo de escapar entonces, no hay otra alternativa —apresuró Karin, pues cada segundo que perdían podía hacer una diferencia entre huir y no hacerlo.
El trío se dirigió a cubierta, aunque, gracias a estar sobria, Hinata les sacó varios metros de ventaja a sus compañeros. Ya en el lugar echó una veloz mirada hacia el horizonte, captando enseguida las luces que a cada momento se iban volviendo más intensas. Sin demora buscó a Sasuke, quien estaba junto al capitán y algunos marinos preparando la barca salvavidas a estribor. Sin pensarlo corrió hacia el soldado dispuesta a convencerlo de escabullirse, pero él se adelantó en hablar.
—Mientras esté aquí dudo mucho que decidan seguirte, pero después de este bote lanzaremos más para despistar. Tú rema en línea recta mientras los marinos en cada una de los botes se abrirán como un abanico. Así las corbetas se verán obligadas a dispersarse si intentan capturarte.
—Sasuke, lo único que me importa es que vengas conmigo. Te lo ruego.
—Mi decisión ya está tomada —dijo sin mirarla mientras se aseguraba que las poleas para descender el bote estuvieran bien colocadas.
Ella iba a replicar, mas el arribo de Karin y Suigetsu interrumpió su futura acción. Los recién llegados intercambiaron miradas con Hyuga, quien además sintió una mano de Karin en su hombro como señal de apoyo.
—Sasuke —dijo Suigetsu ahorrándose saludos y manteniendo su distancia, dado que conocía perfectamente que el general no permitía que nadie se le acercara. Por lo que él sabía la única que actualmente tenía ese privilegio era Ino, o por lo menos hasta la llegada de Hinata así sucedía —, son cinco barcos de guerra, probablemente con doscientos cincuenta hombres cada uno si van a tope. En total deben ser más de mil soldados que vienen por ti y quizás cuantos miembros de las fuerzas especiales. Sabes que no tienes ninguna posibilidad de vencer contra una emboscada como esta —disparó su mirada hacia las luces sobre el mar —. Escapa con Hinata para que puedas protegerla; si la ayudas a remar quizás puedas conseguir un milagro, pues la oscuridad de la noche ayudará a que logres esquivar los barcos. Si arrancas hay una mínima posibilidad de que sobrevivas, en cambio si te quedas aquí morirás inevitablemente. Lo sabes muy bien.
El último Uchiha miró al que fue su gran amigo de la infancia. Su semblante fue inexpresivo, ilegible.
—Si yo también huyo tarde o temprano nos hallarían porque dos o tres remeros no se comparan a más de mil. Nos alcanzarían fácilmente porque todavía estamos lejos de la costa y eso tú también lo sabes muy bien.
—No seas terco —intervino Karin, desesperándose —, ¿no te das cuenta que si permaneces aquí morirás?
—Y si yo voy Hinata morirá también; prefiero ser yo el único que pierda la vida. Suigetsu, diles con sinceridad si hay posibilidades reales de escapar subiéndome al salvavidas —exigió con voz demandante.
El aludido tensó sus mandíbulas al aceptar la verdad. —No quisiera tener que decirlo, pero él tiene razón. Viéndolo analíticamente, si Sasuke aborda la estadística de éxito es menor al uno por ciento. Lo perseguirán y fallecerás tú tambien, Hinata —la observó a la vez que daba un suspiro de sufridora empatía.
Un dolor apareció en el estómago de la discípula. Las lágrimas se dejaron caer tan espesas que ni siquiera la llovizna fue capaz de difuminarlas. —P-pero podemos conseguir un milagro.
—Voy a quedarme como carnada y eso ya está decidido, así que no me hagas perder el tiempo discutiendo —girando su cuello, la miró directamente —. Suigetsu —esta vez lo avistó sólo por el rabillo —, si realmente quieres ayudarme ve con Hinata y cuídala. Avanza hasta la costa lo más que puedas y si ves peligro bucea cargando a Hinata. Sé que no sería mucho problema para ti ya que eres un nadador excelente.
Tanto Hinata como Karin hablaron intentando torcer el destino, mas ninguno de los dos hombres les dio atención alguna; ni siquiera oyeron sus palabras, mirándose como si solamente ellos dos existieran. Luego Hozuki hizo una mueca indescifrable, para terminar asintiendo. Aunque no le gustara, Sasuke tenía toda la razón e insistir ante tal nivel de determinación sería caer en una inútil necedad.
—Acompañaré a tu novia para protegerla —afirmó agravando su voz —, pero te entregaré mi equipo de combate primero. Traje todo lo mío conmigo: la espada primaria y la secundaria, mi armadura, una rodela y un pavés. Sabes que mi mandoble es ideal para atravesar armaduras de cuerpo entero y seguramente varios FE abordarán a Jiren portándolas.
—Está bien, déjalo todo en la cocina. Voy a luchar allí.
—¿No sería mejor el casino de juegos? Allí podrías emplear la táctica espartana porque el pasillo final es muy estrecho. Tendrías que luchar solamente contra dos guerreros al mismo tiempo.
Uchiha negó enseguida con su cabeza.
—Las FE no me atacarían en un espacio tan pequeño porque saben que yo tendría la ventaja pese a sus números superiores. Simplemente incendiarían el barco para tratar de carbonizarme o enviarían soldados rasos uno tras otro para intentar agotarme. Necesito un pasillo lo suficientemente ancho como para que los Élite se aventuren a atacarme, pero lo suficientemente angosto como para que su número no sea sinónimo de victoria inmediata. La cocina es el lugar perfecto para ello. Sé que es imposible sobrevivir, pero al menos allí podré matar a muchos guerreros antes de caer.
Apenas moviendo su cabeza, Suigetsu convino. —Está bien, iré por mis cosas para dejártelas allí. También prepararé un bolso con botellas de agua potable y alimentos, ya que en bote demoraremos unos tres o cuatro días hasta llegar a la costa.
El último Uchiha dio su asenso, aunque hizo una acotación. —Sólo usaré los brazales y los guanteletes, ya que la armadura completa me volvería demasiado lento.
—De acuerdo.
Sin perder segundos, el ahora guardaespaldas aceleró hacia su camarote esperando que su equipo pudiera ser de ayuda. No corrió o perdería el equilibrio, lo que causaría sólo más demora.
Como fueron ignoradas, tanto la pelirroja como la de cabellos más oscuros permanecieron en silencio durante ese lapso. Tras la partida del peliblanco cualquiera habría pensado que sus voces se reanudarían, mas no sucedió así. Ambas sabían que nada de lo que dijeran podría hacer cambiar la decisión de Sasuke, entendiendo también que, por más doloroso que fuese aceptarlo, él estaba en lo correcto. Lamentablemente, no había otra forma de que Hinata se salvara.
La miope le contó al castrense que acompañaría a Hinata. Luego comenzó a lagrimar mientras presionaba sus labios el uno contra el otro. Se sacó los anteojos, los colgó en su escote y disipó el líquido que empañaba su vista. Uchiha, teniendo claro que sería la última vez que la vería, quiso dedicarle unas palabras de despedida.
—Karin... sé que te causé daño, pero también sé que eres fuerte para superarlo. Te sigo respetando —fueron sus escuetas palabras, aunque en realidad tampoco necesitaba decir más que eso.
Tras la última conversación sostenida con el militar, la joven pelirroja comprendió definitivamente que amar a alguien con toda el alma no significaba que esa persona te amaría de vuelta. Empero, gracias a Sasuke y sus palabras respecto a Hinata, también entendió que la verdadera fortaleza no se demostraba llorando por lo perdido, sino yendo adelante deseándole la felicidad al otro. Quizás nunca dejaría de doler, era cierto, pero había que continuar luchando o desperdiciaría su vida. El sabor de sus lágrimas cambió entonces; de angustiosas pasaron a la conciliación, aceptando el sufrimiento como una forma de seguir desarrollándose como persona en vez de seguir hundiéndose en un pantano sin salida. Despejando con el dorso de su mano las lágrimas, le dijo lo siguiente como emocionada despedida:
—Sasuke, no te preocupes por mí porque voy a luchar para ser feliz —la determinación tomó posesión de su semblante —. Sé que nunca me amaste en esta vida, pero tengo la esperanza que cuando reencarnemos sí podré conquistarte. Te deseo mucha suerte, quizá puedas obrar un milagro y vencerlos a todos —le dio un tierno beso en la mejilla, con una pureza que pensaba que ella ya no tenía.
—El bote salvavidas está preparado, señor —anunció el capitán del barco avanzando unos pasos. No quería interrumpir la emotiva escena, pero la prioridad ordenaba hacerlo.
—Muy bien, capitán, aprecio profundamente su colaboración.
—No es nada, general.
—Voy a abordar —anunció la de ojos granate, a sabiendas de que Uchiha y Hinata debían despedirse y ella estaba sobrando.
—Karin, antes ve por una maleta parda que está en el armario del camarote número uno —dijo el soldado, entregándole la llave maestra en sus manos —. Está llena de oro, pues le servirá a Hinata para establecerse.
—Enseguida —consintió ella, yendo velozmente por la valija encomendada.
En este momento, a Hinata lo que menos le importaba era el dinero. Portando una expresión llena de angustia en el rostro, caminaba mecánicamente de un lado a otro. Se detuvo cuando sintió que le daría un calambre en la pantorrilla izquierda. Entonces miró a Sasuke, quien, empleando términos náuticos, les daba instrucciones a los marineros que subirían a otros botes para despistar. El cariz de quien amaba la asombró, pues lucía tan dueño de sí que parecía tenerlo todo bajo su control, como si nada peligroso estuviera sucediendo. ¿Ese era el temple de un verdadero guerrero, verdad?
—Sasuke, ven con nosotros —le dijo cuando él terminó de hablar a los hombres de mar —, te lo suplico otra vez. Podemos escapar juntos, quizás podamos lograrlo —le pidió llorando sin reprimirse.
El guerrero fijó su vista al mar, específicamente hacia las luces que se aproximaban; debían quedar unos veinticinco minutos antes del abordaje enemigo. Tal como anunció el capitán el bote ya estaba listo para zarpar, pero todavía había que esperar el regreso de Suigetsu y Karin.
—Quiero que estés a salvo, Hinata. Tú eres la única que importa.
—No es así, yo también quiero que estés bien —dijo atropelladamente —. No me dejes sola, por favor. Si te quedas aquí vas a morir —se arrojó a sus brazos. Él la consintió haciendo suaves círculos en su espalda con sus dedos.
—Tal vez consiga ganarles a todos.
—Sabes que eso es imposible. Todavía estás malherido... —su rostro se compungió mientras su corto flequillo, mojado por las gotas que seguían cayendo, se pegoteaba a su frente.
—Recuerda: las cosas siempre pueden ser peores. Si ellos llegaban dos días antes ni siquiera habría sido capaz de luchar. Ahora no estoy al cien por ciento, pero por lo menos aniquilaré a muchos antes de caer. Eso te lo aseguro.
—Eso no me sirve de consuelo. Yo no quiero que mueras, te necesito de verdad —despegó su cabeza del hombro a fin de mirarlo directamente a los ojos. Él tenía que ver claramente cuanto estaba sufriendo.
Uchiha acarició los largos cabellos situados en la espalda femenina, lamentando el padecimiento plasmado en el rostro de la joven. Ella realmente sentía cosas muy profundas por él. Queriendo darle una réplica apropiada, recordó la frase que Itachi le dijo en la fatídica tarde en que perdió a toda su familia.
—La mejor muerte para un guerrero es caer protegiendo lo que más ama. Eso me dijo mi hermano y ahora sé que tenía toda la razón.
Siendo azotada por una sensibilidad maximizada que la envolvió de cabeza a pies, abrió sus ojos ya rojos por el llanto que no se detenía. Llora como si quisiera convertir sus luceros en dos océanos cruzados por pequeños ríos de sangre. Él no dudó en darle cobijo apegándola contra su herido pecho, a la vez que despejaba su flequillo para darle un inocente beso en la frente. Tuvo la tentación de probar la ambrosía de sus carnosos labios por última vez, pero eso sólo contribuiría a hacer aún más difícil la desgraciada despedida.
Por el bien de ambos, más no podía suceder.
La armada de Danzo se alistaba para abordar el barco de Sasuke, pues la distancia de sus luces indicaba que en menos de media hora arremeterían contra su objetivo. El pelirrojo general había dado la orden de despertar al resto de las fuerzas especiales y que la primera línea se cubriera con sus armaduras de cuerpo completo. Una vez que los Élite estuvieron en cubierta formaron grupos en estribor, babor, proa y popa, aunque Deidara y Gaara se mantuvieron apartados del resto. El último divagaba sobre los ojos llenos de odio que poseía Uchiha, unos muy parecidos a los suyos. El blondo, en cambio, se divertía con la arcilla que trajo para matar el tiempo de viaje, modelando un pequeño pájaro que vio una sola vez en alejados lugares.
—Es una extremosidad enviar a veintidós FE para acabar con Uchiha —comentó un soldado de largos y opacos cabellos rubios, molesto tras haber sido despertado. Era el de más edad entre todos, pues ya era un quincuagenario al igual que el rey. Su cabeza se escondía tras un sólido yelmo que, en este momento, llevaba la visera alzada dejando ver sus penetrantes ojos —. Danzo le tiene demasiado miedo a ese mocoso; cuatro de nosotros bastaban y sobraban para exterminarlo.
—Recuerda que ya mató a cuatro Élites, Hanzo —puntualizó uno mientras afilaba más su espada. Su cabello gris era tan claro que alcanzaba tonos blanquinosos y sus ojos azules brillaban como si llevaran luz fosforescente por dentro. Toneri era su nombre. Su comentario se debía a que todos pensaban que fue Sasuke quien realizó tamaña proeza, sin enterarse todavía de que el verdadero causante había sido Naruto Uzumaki.
—Mató a los cuatro FE más débiles, en todo caso —precisó Zabuza, sentado al lado de Haku en una de las banquetas laterales —. Comparar a esos fracasados con nosotros es lo mismo que comparar insectos con dioses.
Kimimaro miró a Sai, quien se había acercado a proa para ver las luces de Jiren en el horizonte. Como el pálido dibujante era el hombre de confianza del soberano, le hizo una pregunta directamente.
—¿Por qué Danzo le tiene tanto miedo a Sasuke? Enviar a veintidós FE y mil doscientos cincuenta soldados deja muy claro que le tiene mucho temor, no te atrevas a negarlo.
Sai decidió contestar esa pregunta.
—Mi rey sólo quiere ser precavido porque el general Uchiha es demasiado peligroso —explicó con nula expresión facial y una voz carente de matices —. Su imagen de héroe opaca completamente a la suya. Es un hecho irrefutable que el pueblo ama mucho más a Sasuke. Regimientos enteros de soldados estarían dispuestos a seguirlo, así que una rebelión dirigida por él nos llevaría directamente a una guerra civil que podría durar varios meses o incluso muchos años. Es mejor asegurarse que muera de una vez por todas.
—Era de suponerse que aquella fuera la razón —acotó Hanzo, el que había escuchado atentamente —. En efecto: hay que aprovechar que sus tropas y su zorra rubia no están aquí para ayudarlo. Está completamente solo, en medio del mar y sin ninguna posibilidad de escapar. Por fin el guerrero perfecto ha cometido un error y todo por culpa de una mujer.
Zabuza sonrió. —Danzo tuvo mucha suerte que todos lo vieran embarcarse por culpa de esa Hyuga. Nunca más tendría otra oportunidad tan fácil para matarlo.
—Siempre lo he dicho y siempre lo mantendré —dijo el también conocido como «La Salamandra»—: las mujeres son la perdición de un hombre. Nunca se debe olvidar que son seres inferiores cuya única función es darnos placer. Después hay que desecharlas como las basuras débiles que son o solamente traerán infinitos problemas.
—Esa es una ley de vida, por supuesto —intervino Kabuto, quien había permanecido en silencio hasta ahora —. Por eso me extraña mucho que Sasuke haya caído en artimañas femeninas, y me asombra mucho más que sea una Hyuga la causante de su futura muerte.
—Puede ser muy fuerte, pero sigue siendo un muchacho —precisó el de más edad, enfatizando cierto desprecio en sus ojos —. Seguramente ella lo engatusó con la belleza de sus tetas.
—Uchiha no habría caído sólo por una tetona —puntualizó Toneri con voz varonilmente melodiosa —, mucho menos tratándose de una integrante del clan que tanto odiaba. Esa chica debe ser especial —una sonrisa muy inquietante se le dibujó en el rostro al imaginarse a Hinata en personalidad y aspecto —, por eso me gustaría mucho atraparla para hacerla mía.
La charla prosiguió, aunque Sai, fiel a su estilo implantado artificialmente, se mantuvo apartado sin hacer comentarios ni entablar relaciones más allá de su misión. Entretanto, con su complicidad acostumbrada, Haku y Zabuza comenzaron a rumorear entre ellos.
Deidara, mientras terminaba de darle una forma perfecta a su ave de arcilla, miró atentamente al dúo desde lejos. A lo largo del viaje le pareció muy curiosa la compenetración que tenían ambos, entendiendo, a su modo de ver, que allí había algo más que sólo amistad y camaradería. De hecho, Haku era tan femenino que más de una vez se había infiltrado en pueblos enemigos haciéndose pasar como mujer sin levantar siquiera sospechas. En realidad se le hizo evidente que entre ellos había una relación prohibida. No es que tuviera algo contra los homosexuales, de hecho le daban exactamente igual, pero enfurecerlos sin duda resultaría muy divertido. Dispuesto a hacerlo, caminó hacia ellos.
Suigetsu aún no asomaba, pero Karin llegó al sector de proa portando la maleta con oro y otra valija con un trío de abrigos que servirían para capear el frío nocturno. Uchiha le entregó tres monedas áureas al capitán tanto por los daños causados en el camarote número uno como por su valiosa ayuda en este mismo momento. El barbado hombre no quiso recibir la remuneración, pero el guerrero insistió de manera tan firme que le fue imposible negarse. Hinata, entre gruesas lágrimas y voz quebrada, le agradeció por todo también. Luego el hombre de mar y sus marineros se retiraron varios pasos a fin de darles la necesaria intimidad que la pareja requería. Karin, entretanto, abordó el bote de salvamento.
Llorando profusamente por la sensación horrible que recorría su cuerpo, Hinata volvió a aferrarse a Sasuke en un emotivo abrazo.
—Si no te hubiera pedido viajar conmigo esto no habría pasado, no te habrían acorralado. Yo soy la culpable de todo esto —lo apretujó tanto que, de tener la fuerza necesaria, le estaría rompiendo las costillas —. ¡Morirás por mi culpa! —El llanto la hizo sollozar mientras su voz distorsionada a duras penas fue comprensible. Sentía que se le quemaba el corazón junto a los ojos, pues tales órganos le ardían demasiado. Las lágrimas empañaron su vista de tal forma que ya ni siquiera podía trazar las facciones de quien tenía enfrente.
—Tú no tienes culpa de nada, fue mi decisión acompañarte —acariciándole el mojado flequillo por la llovizna, rechazó de manera concluyente —. De lo único que tienes culpa es de haberme hecho feliz.
—Pero fui yo quien te insistió —muy sufrida, lo encaró alzando su vista —, fui yo quien te puso en esta situación —su voz desesperada alzó su volumen sin intención.
—La decisión sigue siendo mía —volvió a refutar con total seguridad.
Pese al consuelo, ella no dejaría de pensar que era la responsable de la calamidad que se avecinaba. Por tal razón la temperatura interna en su espinazo cambió radicalmente; de tibia pasó a fría en cosa de dos segundos; una sensación desagradable que, a diferencia de un breve escalofrío, permaneció insistentemente.
—Por favor, podemos sobrevivir todos —insistió en un sentido ruego, desdeñando el malestar que recorría su columna vertebral —. De verdad podemos escapar. Si vienes conmigo puedes salvarte.
Sasuke pasó de acariciar sus mechones a hacerlo con la mejilla derecha. Desplegó inédita terneza en cada movimiento, una que a ella le hizo presionar su rostro para sentir de forma más profunda la mano de él. A los dos les fue inevitable sentirse envueltos por una emotividad sin igual.
—¿No te das cuenta, Hinata? Tú ya me salvaste.
Ella, entre temblores, le arrojó una pregunta a través de una mirada inquisitiva: «¿Por qué?»
—El odio me llevaba al sufrimiento y el sufrimiento me llevaba al odio. Era un círculo vicioso en el que me hundí durante demasiados años y habría seguido viviendo en él de no ser por ti. Pero tu empatía, tu mirada, tu sonrisa y tu tierna forma de ser me rescataron de la oscuridad. Tú salvaste mi alma —en sus titilantes ojos negros Hinata pudo leer una encendida gratitud que ardía con la fuerza de un sol —. De nada sirve tener el don de la vida si por dentro estás podrido, pero ahora, gracias a ti, he renacido. Gracias a ti moriré haciendo lo correcto, ya sin tener un corazón negro latiendo en el pecho. Gracias por salvarme, Hinata.
—Sasuke... —balbuceó su nombre mientras las lágrimas se le incrementaron. Abrió la boca para agregar más palabras, aunque nada emergió porque en su garganta se hizo un palpitante nudo tal como si el corazón se le hubiese subido allí. Enmudecida, sólo atinó a profundizar el abrazo que él siguió correspondiendo efusivamente.
Justo en ese momento llegó Suigetsu, cargando un morral con alimentos y botellas de agua potable que serían imprescindibles. Por causa de su ebriedad, también le tomó más tiempo de la cuenta llevar hacia la cocina sus pesadas espadas, los escudos, los brazales y los guanteletes.
—Sasuke, mi equipo ya está a tu disposición —anunció haciendo un saludo militar poco rígido —. Te deseo mucha suerte; espero que puedas matar a muchos antes de caer.
—No tengas duda de eso: voy a vender muy cara mi muerte.
—Tú también ten por seguro que protegeré a Hinata y a Karin con mi vida —dejó ver un par de largos puñales que llevaba al cinto.
Tras su afirmación, Hozuki estiró su diestra como saludo de despedida. Sin apartar a la mujer que amaba, Uchiha miró la mano ofrecida durante cuatro segundos, estrechándola finalmente con la misma franqueza que cuando tenían seis años. Acto seguido, el guardaespaldas abordó el bote aunque casi tropezó por estar alcoholizado. Luego, algo mareado, tanteó los remos e intercambió algunas palabras con Karin.
—Es hora que te vayas, Hinata —dejando de abrazarla, dio un firme paso atrás.
—Sasuke, ven conmigo por favor. —Le envolvió el brazo derecho con sus manos, como si al hacerlo pudiese impedir la separación que tanto la lastimaba.
Como mudos testigos y a prudente distancia, el capitán se conmovió al igual que el resto de personas allí presentes. Las despedidas siempre eran tristes, pero bajo circunstancias de inminente muerte todo el proceso se hacía muchísimo peor.
El guerrero más fuerte no se quitó las manos de ella de encima; aprovechó de guiarla hacia el tablón que conectaba el buque con el bote, disfrutando mucho el tenerla sujeta a su brazo por última vez. Motivándola a abordar le indicó con un gesto que deshiciera su agarre y, pese a que Hinata trató de oponer resistencia, retiró las manos femeninas sin aspavientos. Luego, habló tranquilamente a fruto de saber que ella estaría bien.
—Sé que un destino muy bueno te está aguardando. No lo hagas esperar —sonriéndole por primera vez, le tocó la frente con dos dedos igual como su adorado hermano lo hacía con él. Gracias a todo lo que habían vivido juntos, su aspecto ya no contenía ese odio descomunal que le lanzaba cuando la conoció, sino una pureza que sólo el más intenso de los amores podía otorgar.
Hinata conocía su manera de ser, su modo de sentir, incluso su forma de llorar, pero nunca había visto una sonrisa causada por su persona. Sólo lo había visto sonriendo sin maldad junto a sus perros, pero la de ahora le pareció una curva labial mucho más hermosa porque esta vez iba dirigida hacia ella.
—Ven conmigo —imploró mientras su circulación sanguínea aumentaba drásticamente. Quizás así mismo se desbocaba el corazón de los suicidas al saltar desde un precipicio, pues ella también sentía que estaba muriéndose en este mismo instante.
Moviendo su cabeza, él rechazó su pedido nuevamente.
—Vas a vivir por muchos años más y serás feliz con un hombre noble que te ame, formando una hermosa familia con muchos hijos que criar. Ese es tu destino, el que te mereces. En cambio yo, después de todas las atrocidades que hice, tengo que enfrentar el mío —ella hizo ademán de mover sus labios, pero él puso un dedo encima de los mismos para silenciarla —. Este viaje fue lo mejor que me pasó en la vida; gracias por hacerme tan feliz. Quisiera decirte muchas cosas más, pero el tiempo apremia —observó los barcos que cada vez se hacían más nítidos —. Ahora date prisa; es el momento de que abordes sin que hagas esta despedida más difícil. Si realmente sientes algo por mí entonces vete enseguida, Hinata.
El torrente de amor se rompió como una figura de porcelana estrellándose contra el suelo. La joven empeoró sus facciones, aféandolas con muecas de ineludible congoja. Dio su inmensa gratitud a Sasuke por medio de lágrimas en vez de palabras. «Gracias por darme la libertad» fue lo que dijeron sus enaguados luceros. «Gracias por cuidarme» agregaron segundos después.
Hinata caminó por el ancho tablón que llevaba hacia el bote salvavidas. Éste, alejado dos metros del casco para evitar colisiones por los bamboleos típicos del mar, comenzó su lento descenso una vez que Hyuga tomó asiento. Mirándose mientras la distancia entre ellos se hacía más grande, los dos jóvenes sintieron como sus corazones se atestaban de tristeza. Trece días conociéndose se desvanecían para siempre; por ello fueron grabando en sus mentes cada línea de expresión, el color de sus pieles, la forma de sus rostros y la brillantez de sus cabellos, pues lo que se presencia por última vez siempre toma otro aspecto. Sí, despedir a un ser amado a sabiendas que nunca más lo verás era algo muy distinto.
El bombardeo de sensaciones golpearon a la fémina con la fuerza de una avalancha cordillerana. Para incrementar su pesar tenía muy claro que, de conocerse en otras circunstancias, habría sido muy feliz junto a Sasuke. Sólo quedaba aferrarse a la misma esperanza de Karin: pensar que en otra reencarnación sí podrían amarse. Lamentablemente en esta vida les fue imposible porque el destino, cual deidad llena de tiranía, es una fuerza a la que los seres humanos simplemente no podían enfrentar. Después de todo, quizá la felicidad era una ilusión pasajera y la tristeza que rodea a la muerte siempre termina ganando al final. Dolía aceptarlo, pero esa era la cruel verdad.
«Aún hoy en día no puedo quitarme de la cabeza los últimos gritos de mi madre. Aún hoy en día siento el último abrazo de mi hermano antes de dar su vida para salvarme. A veces tengo pesadillas que me hacen sentir que estoy allí nuevamente. Son sueños tan reales, tan malditamente reales, que sufro la muerte de mi familia otra vez como si todo se repitiese. Muchas noches no puedo dormir tranquilo, ni siquiera endureciendo mi corazón he podido hacerlo»
Mientras le escaseaba el aire, Hinata había rememorado la vez que Sasuke le contó su tragedia; esa catastrófica emboscada que causó toda su maldad posterior.
«Hinata... no sabes cuanto odiaré las siguientes palabras, pero no me cabe duda que alguien como tú se las merece: perdóname por todo el daño que te causé». Aquel íntimo instante en el camarote treinta y nueve, después que Uchiha la protegiera del primer espectro que vio, también arribó para remecerla. Y la secuencia de sucesos experimentados durante estos trece días no se detendría todavía, pues los recuerdos siempre aparecen para agrandar el dolor que toda despedida conllevaba.
«Frente al espejo estás viendo al mayor enemigo que enfrentarás en tu vida. No olvides esto: no importa a cuantos guerreros enfrentes, tampoco importa a cuantos derrotes, el enemigo más importante al que debes derrotar es a ti misma. Siempre habrán dos voces en tu interior: una que te dirá que no puedes, que no tienes talento, que no vales lo suficiente. Esa voz es la que te limita. La otra, en cambio, te dirá que tú sí puedes, que vales mucho más de lo que crees, que tú sí tienes mucho talento, que no debes claudicar ante la adversidad. Esa voz es la que debes escuchar». Nunca olvidaría la importante enseñanza que le dio durante su primer entrenamiento.
Al instante, a una velocidad ilógica, las remembranzas siguieron golpeándola. Esta vez fue el bello momento en que le dijo que volvería por ella en cuanto acabase con Danzo. «Quiero ver tu sonrisa más veces; quiero conversar como hoy lo hicimos; quiero que me enseñes a ser un mejor hombre, uno con el que puedas estar sin reparos. Después de todo lo que hice sé que no merezco estar contigo, pero me convertiré en la mejor persona que pueda ser, una digna de estar a tu lado. Quiero hacer las cosas bien; cuidarte, darte lo mejor de mí, conquistarte cada día de mi vida»
Por último, llegaron las emotivas palabras que le dijo aproximadamente una hora atrás. Nunca podría olvidar el cariz de Sasuke en ese precioso momento.
«Un día, Ino me dijo que yo encontraría a una chica que cambiaría mi vida tal como la princesa de un hermoso cuento. Por supuesto, me burlé en su cara de sus tontas suposiciones, pero, por alguna razón, recordé la fábula que te acabo de narrar. Y ahora me doy cuenta que ella siempre tuvo razón: sí encontré a una maravillosa sirena. Está enfrente mío»
La vertiginosa oleada de remembranzas había provocado una expansión mental del tiempo habitualmente comprimido, por lo que, aunque diera la impresión contraria, en realidad sólo habían pasado escasos segundos. Muy pronto, de la misma forma que las palomas baten sus alas para llegar al nido, los desbocados sentimientos de Hinata volaron desde el pecho hacia sus ojos albinos. A través de su mirada, necesitaba despedirse expresándole la inmensidad que sentía por él, hacerle ver todo cuanto lo amaba. El descenso paulatino del bote provocó que la figura de su amado se elevara, alejándose de ella a cada segundo. Por tal razón la atacó una congoja tan sofocante que su alma no se sentía capaz de soportarla, pues aceptó definitivamente que nunca más lo vería. Nunca más. Entonces su ser físico fue poseído por su espíritu, por nada más que su esencia más profunda, entendiendo cual clarividente que, tal como lo dijo en su conversación sobre el sentido de la existencia, lo que más deseaba era vivir sin arrepentimientos. Sin arrepentimientos. Por eso se yergue en el bote de repente, dado que aún estaba a tiempo de impedir que su alma muriese; todavía está a tiempo de hacer lo que realmente siente. Se mueve hacia el borde de la barca a una velocidad que no les permite a sus dos acompañantes reaccionar. Ni Suigetsu ni Karin alcanzaron a dar un mísero paso para detenerla. Arriesgándose a caer al mar, y sin dudarlo siquiera un segundo, dio un gran salto hacia el navío a la vez que intentaba colgarse de la barra inferior de la baranda. Lo logró, aunque muy pronto tendría que soltarse por culpa de la llovizna que volvió resbaloso todo lo que había tocado. Oyó un grito por encima suyo, pero no supo las palabras que traía el mismo. Sus manos no fueron capaces de soportar su propio peso y se desprendieron inevitablemente, pero entonces una fuerte zurda, asomándose por debajo del último barandal, alcanzó a sujetarla antes de que cayese. Uniendo su diestra al proceso de subirla, Sasuke la jaló firmemente hasta tenerla en cubierta de nuevo. Escuchó como su salvador la recriminaba arrojándole una multitud de improperios, mas no le importó en absolutamente nada. Simplemente lloró abrazándolo, aferrándose a él con todas sus fuerzas.
—¿¡Estás loca!? ¿¡Qué estupidez estás haciendo?! ¿¡No te das cuenta que vas a morir si te quedas aquí!?
—Te amo —fue lo único que salió de sus labios.
Como si estuvieran en el espacio sideral el silencio se adueñó de todo, pues los gritos se acallaron de cuajo. Sin dudarlo, Hinata lo tomó de las mejillas y le dio un beso que él no pudo resistir. La impetuosidad del amor en sí, las lágrimas cayendo de sus mejillas, los temblores que daba su delicado cuerpo, todo se conjugó para que Uchiha dejara de pensar y se dejara llevar solamente por su corazón. Nunca en su vida amó tanto ni se sintió tan amado como ahora. En cuanto el desesperado contacto bucal cesó, ella habló de manera contundente.
—Te despediste deseándome muchas cosas buenas, ¿pero cómo podría ser feliz sin el hombre que amo? Sin ti ya no puedo vivir, Sasuke. Este mundo nefasto no tiene ningún sentido si tú no estás en él. Yo puedo ayudarte flecheando desde una posición oculta, así que quiero luchar a tu lado —sus labios se curvaron por la gigantesca emoción; en un momento de gravísimo peligro inminente, ella estaba feliz igualmente —. Yo soy tu prometida y mi destino es estar a tu lado. Si eso significa morir entonces lo haré sin arrepentimientos porque te amo con todo mi ser y con todo lo que tengo. Por eso quiero estar contigo incluso en la muerte.
Sasuke se emociona tanto que lágrimas se acumularon en sus ojos. La apretó entre sus brazos procurando reprimir su fuerza para no lastimarla, pero, por culpa de la pasión que lo inundaba, apenas lo consiguió.
—Estás loca.
—Si estar loca es querer ver tu sonrisa más veces, entonces lo estoy —entre las lágrimas que seguían cayendo sin parar, aceptó la demencia provocada por su sentir.
Como si fuese una prueba de su trastorno, Hyuga quería gritar, llorar, reír, correr, saltar, hacer el amor, abrazar, besar, pero, por alguna misteriosa razón, ahora mismo sentía que al lado de Sasuke estaba haciendo todo lo anterior. Irónicamente, su cuerpo debería estar secretando adrenalina como una reacción del sistema nervioso ante el riesgo de muerte, mas, aunque resultara desconcertante, lo que ardía en su interior eran descargas de dopamina, serotonina, oxitocina y endorfina, las sustancias químicas propias de la felicidad.
Uchiha volvió a besarla incluso con mayores ansias, saboreando en la boca de su musa el dulzor de su lengua, las saladas lágrimas y el frescor de la llovizna. El vendaval de emociones se expandió en ambos hasta el punto de extinguir todo lo circundante.
—Te vas a arrepentir de esto —le dijo él mientras enmarcaba su dulce cara entre las manos.
—Nunca lo haré —dijo instantáneamente alardeando una seguridad abrumadora —. Te amo hasta que llegue el fin, sea ahora o en muchos años más. Si estoy contigo puedo encarar el miedo a la muerte.
—Hinata...
—Te juro que nunca más dudaré. No importa lo que digan mis familiares en mi mente, te amo y quiero estar contigo. Y no intentes subirme al bote de nuevo porque entonces saltaré otra vez hacia ti. Yo tengo derecho a tomar mis propias decisiones porque soy una mujer adulta y quiero luchar para ayudarte.
De súbito la llovizna se transformó en lluvia, lo que ayudó a camuflar el par de lágrimas que los ojos del guerrero liberaron. Suspiró hechizado mientras un sentimiento de profunda admiración le agitaba el corazón.
—Lastimosamente, si es lo que quieres no podré detenerte. Y aunque me duele mucho la decisión que has tomado —echó un vistazo a las anaranjadas luces enemigas —, no sabes cuán orgulloso estoy de ti. Todavía no eres una guerrera, pero tienes el corazón de una.
—Tú fuiste quien me enseñó a creer en mí misma, a tratar de ser valiente sin importar la situación. Todavía me falta seguir progresando porque ahora mismo tengo miedo, pero estando a tu lado siento que puedo enfrentar cualquier cosa que me arroje el mundo, incluso si eso significa morir hoy —genuinamente sintió que su corazón había crecido hasta ocuparle cabeza, torso, brazos y piernas, pues todo su ser percibía la intensidad exacerbada de sus emocionados latidos.
Por instinto lo normal en situaciones de peligro es buscar la sobrevivencia propia, pero él quería protegerla y ella también a él. ¿Podía haber algo más hermoso que la ruptura mutua del egoísmo? Incluso frente a las puertas de la inminente parca, sus voluntades no tambaleaban en el deseo de salvar la vida del otro. Sin necesidad de palabras, ambos lo entendieron perfectamente: gracias a la fuerza de su amor ya no eran seres errantes en búsqueda de un sentido, puesto que éste lo hallaron en el otro. Precisamente por ello nunca más estarían solos.
Nunca jamás.
Mientras la estrechaba apasionadamente entre sus brazos, Sasuke le echó un vistazo enardecido a los barcos que en menos de diez minutos arribarían. Sintiendo el delicado cuerpo de su prometida aferrándose al suyo, supo, con total claridad, que por primera vez en toda su vida lucharía por una razón mucho más noble que la venganza: proteger a la mujer que amaba.
Continuará.
