Hola! Espero que estén muy bien y con muchos ánimos en este mes de marzo =]. Como siempre les doy muchísimas gracias por su apoyo constante. Sus reviews siempre me sacan una gran sonrisa y me animan a continuar regularmente. Ya respondí todos los comentarios con cuenta y a los anónimos les doy muchísimas gracias por aquí. También me alegra mucho ver que las/os haya emocionado el capítulo anterior. Lo hice así porque en situaciones de vida o muerte es cuando afloran los verdaderos sentimientos con una fuerza extraordinaria, así que el ataque de las FE me pareció el momento ideal para resolver lo que se venía fraguando desde hacía más de 300 mil palabras.

Hablando de palabras anuncio que este episodio originalmente tenía veinticinco mil, pero me pareció una exageración e incómodo tener que leer tanto en un solo capítulo, de modo que tuve que partirlo y reducirlo a dieciséis mil palabras sí o sí. Por eso todo lo que viene a continuación pueden tomarlo como un capítulo de transición.

El episodio en sí me fue complicado de escribir, ya que en el caso de las peleas es mucho mejor verlas que leerlas. Por eso traté de no meterme más de la cuenta en detalles técnicos para no volver tedioso el combate, aunque tampoco quise saltarme todos los pormenores pues son necesarios para hacer creíble lo que sucede. Espero haber logrado un balance que resulte siquiera un poquito emocionante, pero igual creo que me quedó más detallado de la cuenta. Por eso si no te gustan las luchas minuciosas te recomiendo que no leas este capítulo y esperes el siguiente ;)

Por último, otra vez muchas gracias por acompañarme hasta aquí y por darle tanto apoyo a esta historia ^^. De hecho tenía pensado hacer una lista de agradecimientos en este episodio, pero, como tuve que partirlo, la haré en el siguiente.

Vocabulario:

Sangradura: Parte hundida del brazo opuesta al codo.

Sangría: Parte de la articulación del brazo opuesta al codo.

Chist: Interjección para imponer silencio.

Ariete: Máquina militar que se empleaba antiguamente para batir puertas o murallas, consistente en una viga larga y muy pesada, uno de cuyos extremos estaba reforzado con una pieza de hierro o bronce, labrada, por lo común, en forma de cabeza de carnero.

Arietar: Atacar o batir con ariete.

Inerme: Que está sin armas.

Acezo: Jadeo.

Falange: Cuerpo de infantería pesada, que formaba la principal fuerza de los ejércitos griegos.

Cornada (Esgrima): Treta de la esgrima vulgar, consistente en una estocada que se tira poniéndose en el plano inferior para herir hacia arriba elevando algo la punta de la espada.

Andrógino: Dicho de una persona: De rasgos externos que no se corresponden definidamente con los propios de su sexo (la usaré con Haku).

Vindicta: Venganza.

En ristre: Dicho de un objeto: Empuñado y, ordinariamente, dispuesto para ser utilizado.

Sidra: Bebida alcohólica, de color ambarino, que se obtiene por la fermentación del zumo de las manzanas exprimidas.

Piélago: Mar.

Dicterio: Dicho denigrativo que insulta y provoca.

Baladrón: Fanfarrón y hablador que, siendo cobarde, presume de valiente.

Baladronada: Hecho o dicho propio de baladrones.

Agorero: Que predice males o desdichas. Dicho especialmente de la persona pesimista.


Esclava Sexual, Capítulo Veintiseiseno


El mar luchaba fieramente contra la lluvia, como si el agua salada y la dulce decidieran enzarzarse en una guerra privada. A lo lejos las luces de las corbetas anunciaban que muy pronto los hombres imitarían a la naturaleza, aunque derramarían un líquido rojizo muy diferente al del océano o al del cielo.

Gracias a que las situaciones de vida o muerte son las que hacen aflorar los verdaderos sentimientos con una fuerza impresionante, Hinata por fin pudo resolver su conflicto interno y aceptar que amaba a Sasuke con toda su alma. Por ello, no dudó en saltar hacia el barco aunque eso le significara perder la vida. El guerrero más fuerte, conmovido hasta las entrañas más profundas de su ser, daría a cambio todo lo que tenía por protegerla.

Mientras ambos se abrazaban expresando la inmensidad que sentían por el otro, Suigetsu hizo un gesto para que los marinos, a través de las poleas, regresarán a bordo el bote salvavidas. Karin, completamente sin palabras ante el valeroso acto de la Hyuga, tuvo que luchar para reprimir las lágrimas de emoción que deseaban huir de sus luceros bermellón. Admiró a la chica que deseaba convertirse en una guerrera; admiró su pasión, su valentía, su lealtad y la inmensidad de ese amor que la impulsaba a superar incluso el miedo a la muerte. Ahora era capaz de entender perfectamente por qué Sasuke se había enamorado de ella. Dejando de lado la emoción que la embargaba, se preguntó qué debía hacer ahora. Escapar ya no era una opción, puesto que, al parecer, Suigetsu se quedaría en el barco y ella no podría huir remando sola; terminaría perdiéndose en la vastedad del mar. Por el momento, esconderse y rogar para que las FE no la encontrarán asomaba como la única opción a seguir.

—Sasuke —dijo Suigetsu, tras acercarse hasta quedar a unos pasos de los enamorados. El aguacero se incrementó, pero no le fue una molestia en lo absoluto, dado que lo estaba ayudando a dejar el sopor del alcohol a un lado —, voy a luchar contigo.

Él, separando sus labios de los femeninos, le dedicó una mirada reticente.

—Así como estás sólo me serías un estorbo —señaló su estado de ebriedad, aunque sabía perfectamente que, pese a ello, Suigetsu igualmente podría serle de gran ayuda.

—Tu novia ha decidido quedarse aquí. Yo te prometí que la cuidaría y eso es lo que haré. Soy un hombre de palabra, aunque cumplirla me signifique un sacrificio —afirmó de forma hierática.

—Si eso quieres está bien, pero si luchas a mi lado no puedo garantizar que salgas con vida.

—Lo sé, pero, además de mi palabra de honor, también tengo mi orgullo de guerrero. Echaré mano de él para proteger a tu novia —miró de manera profunda a la de ojos blanquecinos, quien agradeció su lealtad dando un sentido «gracias».

Uchiha movió su cabeza levemente en señal de aprobación. Rápidamente daría un par de instrucciones, puesto que el tiempo apremiaba.

—Hinata, Suigetsu, Karin, síganme a la cocina —dicha su primera orden, miró al oficial líder de Jiren para dar una segunda —. Capitán, avíseme cuando los barcos estén a menos de cincuenta metros.

—Así lo haré, general.

Sasuke apresuró sus pasos mientras era seguido por todos imitando su velocidad. En cuanto entraron al destino el pelinegro cerró la puerta, llevando a sus compañeros hacia la profundidad del pasillo para no ser escuchados desde afuera. Si los marinos oían lo que iba a decir, tal vez alguno podría delatar sus planes a las fuerzas de élite. Ser precavidos era imprescindible. Luego se acercó a una de las conservadoras de carnes, volteándola para vaciar su contenido y así poder moverla de modo más fácil. Suigetsu entendió enseguida que Uchiha la pondría al final del pasillo para bloquear el muro de la retaguardia contra arietes. Hinata quiso acercarse para ayudar a su amado, pero el peliblanco la detuvo con su diestra a fin de tomar su lugar. A su juicio, los trabajos que incluían fuerza física no debían ser realizados por mujeres si había un hombre que pudiera reemplazarlas.

—Sé que sobrevivir parece imposible —junto a Hozuki, comenzó a empujar la despensa hacia el fondo. Si hubiera estado en plenas condiciones no habría aceptado ayuda, pero en este caso necesitaba desgastarse lo menos posible antes de la batalla —, pero, aunque no lo crean, tengo varias ventajas a mi favor: la primera es el factor sorpresa de que no estoy solo; la segunda es que los enemigos se confiarán más de la cuenta en su gran ventaja numérica; la tercera yace en que conozco todas las formaciones de batalla y soy tan hábil que aquí puedo contrarrestarlas todas —en cuanto terminó de voltear la primera despensa junto a Hozuki, inició el mismo trabajo con otra. —. Las FE tampoco están acostumbradas a atacar en grupos grandes ni a trabajar en equipos de más de tres, por lo que su coordinación tendrá fallas que podré aprovechar. Y para rematar tendré mayor amplitud de movimiento, pues soy un solo hombre que tendrá a disposición todo el pasillo. En cambio ellos estarán formados de manera tan compacta que les costará desplazarse sin chocar unos contra otros. Ganar no es imposible.

—Viéndolo así tienes mucha razón —coincidió Hozuki. Pronto la despensa chocó contra el fondo, levantándola verticalmente a fin de cubrir la mitad del muro —. Probablemente te atacarán usando la formación A —dedujo velozmente para luego mover su lengua por la parte trasera de sus dientes. Luego continuó. —La somnolencia me la quitó la lluvia y la embriaguez ya se me está pasando gracias a la emoción por la próxima batalla, así que puedo ayudarte a contrarrestar las formaciones de batalla.

En efecto Hozuki no estaba mintiendo: el alcohol en su torrente sanguíneo comenzaba a ser neutralizado por la acción de la adrenalina, misma que ayudaba al sistema nervioso a optimizar las reacciones del cuerpo ante un peligro inminente.

—No debes atacar junto a mí porque te necesito como un as bajo la manga. Tu presencia será una sorpresa que resultará clave para obtener la victoria —parló de manera más veloz que de costumbre, dado que el tiempo apremiaba.

—Pero son las fuerzas de élite, Sasuke —le recordó en forma gravedosa, temiendo que su enorme orgullo lo estuviera cegando —. Debería combatir desde el principio contigo —refutó arrugando su frente. A la vez, sus puntiagudos dientes se asomaron por el lado derecho de su labio inferior.

El guerrero perfecto fue hacia la segunda conservadora, arrojando al suelo la sal y las carnes otra vez.

—No —por el esfuerzo recién hecho volteando el mueble, su voz se entrecortaría levemente —; te repito que necesito que seas un factor sorpresa hasta el final, eso nos dará una pequeña ventaja.

El de ojos violáceos acarició su manzana de Adán en una variante del gesto reflexivo de tomarse el mentón.

—De acuerdo —consintió dándole crédito a la astucia del que alguna vez fue su amigo.

—Karin —Sasuke viró su mirada hacia ella —, puedes esconderte si quieres, pero las FE me han odiado desde siempre, de modo que pagarás muy caro si hacen un rastreo y te encuentran. Tengo un plan que te involucra y que podrá salvarnos a los cuatro si todo sale correctamente. ¿Estás dispuesta a ayudarnos?

Ella, dando un suspiro resignado, bajó su cabeza para luego dirigirle una mirada a la de ojos lunares. Quería ser tan audaz como ella, pero en su última misión de espionaje supo lo que era estar a punto de morir y no quería volver a padecer ese miedo.

—Primero dime tu plan, Sasuke. Si veo que es bueno entonces sacaré fuerzas de flaqueza de no sé donde. Después de ver el coraje de Hinata lo menos que puedo hacer es tratar de estar a su altura. Si ella es tan valiente como para quedarse a luchar yo también debo serlo, pero necesito escuchar tu estrategia.

—Este es el plan —inició la explicación del susodicho mientras, apoyado por Hozuki, empujaba la despensa hacia el fondo —: escuchen atentamente porque no hay tiempo para repetirlo. Suigetsu —se dio el tiempo de enviarle una mirada penetrante que él tardó un poco en ver —, tú te quedarás al fondo de este pasillo con Hinata, con tu armadura puesta y detrás de mi posición. Acabaré con unos cuantos FE en solitario para que confíen plenamente en la idea de que estoy solo. Después, cuando yo grite «Ahora», avanzarás al ataque por mi flanco derecho. Daré el grito sólo cuando sea totalmente necesario.

—De acuerdo.

—¿Y yo qué haré? —preguntó Hinata en cuanto ambos guerreros acomodaron la segunda conservadora contra el fondo. Los dos muebles, uno al lado del otro, cubrieron la pared perfectamente.

—Preferiría que sólo te escondieras detrás de dos alacenas más que colocaremos a modo de trinchera —dijo el general.

Hinata lo miró asombrada, como no creyendo lo recién escuchado. Le tomó un par de segundos para asimilar que su amado habló seriamente.

—Yo no salté a este barco de vuelta para no hacer nada. Quiero ayudarte, Sasuke.

—Sé realista, Hinata —la miró directamente al tiempo que endurecía sus facciones —; apenas has entrenado cuatro horas como arquera.

—Pero tú mismo viste que acerté casi siempre en la diana —objetó ella con decisión.

—Las circunstancias serán radicalmente diferentes. Tienes buena puntería en condiciones relajadas, pero jamás has disparado bajo una situación de vida o muerte.

—Nunca seré una buena guerrera si no enfrento una situación de presión. Precisamente por eso tengo que ayudarte.

—Incluso si fueras una arquera profesional no podrías. El pasillo es muy estrecho y habrá movimientos tan veloces que podrías acertar en Suigetsu o en mí por error.

Ella bajó su cabeza, entristecida. Nuevamente volvía a ser una inútil que no podía hacer nada, aunque no aceptaría tal destino de una manera tan fácil.

—Por lo menos puedo lanzar flechas a las esquinas del techo para generar algo de presión a los enemigos, que sepan que no pueden sobrepasarte porque pueden recibir un saetazo.

Uchiha dio un suspiro que tuvo un claro color a resignación. No quería que Hinata se arriesgara, pero no utilizar su gran puntería sería un desperdicio total. Dejando de lado quien era un guerrero y quien una alumna, quien era hombre y quien mujer, necesitaban trabajar todos en equipo si realmente querían sobrevivir. Lo entendió gracias a esa chica tan especial que tenía enfrente, admirándola una vez más.

—Ya que insistes aceptaré que sí puedes hacer algo más. En cuanto Suigetsu y yo ganemos terreno avanza hasta esta posición del pasillo —a fin de ejemplificar sus palabras, Sasuke se colocó justo donde el pasillo se ensanchaba gracias al hueco dejado por las dos despensas —; cuando creas que puedes acertar, entonces lanza una flecha directamente hacia la cerradura de la puerta. Tienes que darle justo en medio para que el cilindro mecánico interno se corte de tal manera que trabe la puerta; así ningún Élite podrá darse a la retirada cuando vean que en realidad no estoy solo.

—¿Y si no logró acertar o la flecha no corta la mitad del cilindro? —Pese a su determinación actual, su forma de ser no pudo evitar ser agorera al ponerse en el peor de los casos. Fallar era una posibilidad alta, pues la estrechez del pasillo, sumado a los múltiples guerreros agrupados, haría complicado atinar. Enseguida sintió los nervios de tener que dar justo en el objetivo.

—Tranquila —la calmó él a sabiendas de que, pese a su gran talento innato con el arco, Hinata seguía siendo sólo una civil sin experiencia en combate —, que dispares es sólo una medida para trabar la puerta y que los Élite no puedan retirarse, pero no creo que ellos sean tan cobardes como para abandonar la lucha ante el giro sorpresivo de que no estoy solo. Es solamente una precaución extra, de modo que no te sientas con una carga tremenda sobre tus hombros. Si fallas no importará —astutamente le quitó toda presión de encima, pero lo cierto era que aquel movimiento sí era importante. Si el comandante de las FE era más inteligente que orgulloso, daría la orden de retirada al ver que Uchiha no estaba solo. Aquello significaría un cambio radical de planes que Sasuke ya no sería capaz de predecir.

—Entendido, intentaré darle a la cerradura. No —corrigió enseguida —, no lo intentaré, voy a dar en la diana —le dijo a su amado, recordando las palabras que él siempre le recalcaba en sus entrenamientos: «intentar no sirve de nada, hazlo o no lo hagas».

Él, muy conforme, aprobó con un movimiento de cabeza.

—Lo importante es que mantengas la serenidad. Si no aciertas al primer intento lo harás en el próximo. Y si ves que la flecha no se hunde en la cerradura enseguida, dispara una segunda o tercera hasta que penetre por lo menos unos diez centímetros. Entonces tendrás la seguridad de que el mecanismo de cierre interno se cortó por la mitad.

—Sí.

—De todos modos, tanto si aciertas como si no lo haces, retírate rápidamente hacia el fondo del pasillo y cúbrete junto a Karin tras las despensas que coloque allí. Servirán como trinchera.

—¿No haré nada más que eso? —preguntó asombrada —. Te reitero que yo puedo ayudarte flecheando a las esquinas del techo —afirmó plasmando aparente seguridad en su talante.

Uchiha negó con su cabeza automáticamente.

—En las luchas también se dan saltos y podrías clavarnos una saeta a Suigetsu o a mí por error —acomodó un mechón tras su oreja izquierda —. Me ayudas mucho más si sé que estás a salvo, por lo cual esa debe ser tu prioridad.

Hinata movió su boca para articular una protesta, pero, muy a su pesar, entendió que su amado tenía razón. No tuvo más remedio que aceptar su instrucción.

Sasuke, sin perder el valioso tiempo que corría en contra, miró a su amigo de la infancia.

—Suigetsu, sé que estás medio ebrio, pero necesito que recuerdes bien la posición de los cadáveres en el suelo. Quizás, en algún momento de urgencia, deje este pasillo a oscuras apagando las antorchas con la sangre de algún brazo cortado.

—De acuerdo, créeme que me fijaré muy bien.

Con la afirmación «algún brazo cortado» las chicas allí presentes tuvieron claro que debían prepararse para ver una horrible masacre.

—¿Y yo que haré? —preguntó la que ahora llevaba sus anteojos en el escote.

—Karin, tú protegerás a Hinata cuando dispare las flechas hacia la puerta. Para ello usa esta tapa de la despensa —agarró una entre sus manos a la vez que mostraba su densidad —, es de metal, grande y lo suficientemente gruesa para frenar un posible contrataque de flechas —dicho esto, le entregó el improvisado escudo en las manos —. Después harás lo mismo que Hinata: ocúltate detrás de cada alacena y quédate allí hasta que todo termine. No hagas nada más.

Karin asimiló velozmente lo que debía hacer, levantando y bajando la metálica tapa a fin de tantear su peso. Era liviana, por lo cual predijo que no le resultaría un problema correr con ella.

—Me siento tan inútil —sin darse cuenta la lengua de Hinata se independizó del cerebro, soltando lo que le carcomía por dentro en un susurro casi inaudible. No obstante, Uchiha lo escuchó igualmente.

—Con lo que harás me ayudarás mucho más de lo que crees. Lo importante es que tú y Karin sigan vivas.

La de ojos como perlas apretó sus labios el uno contra el otro. La insistente sensación de sentirse inservible era muy desagradable, algo que nunca más quería volver a experimentar, pero en este caso era simplemente ineludible.

—Lo entiendo —dijo Hyuga con evidente pesar, aunque tratando de lidiar con su frustración.

—Debes entender que eres una civil todavía, es imposible que puedas ayudar más en un combate —cerró el asunto para unos segundos después añadir —. Espero que todos hayan entendido perfectamente su labor.

—Sí —contestaron ambas chicas, mas Suigetsu no unió su voz a las de ellas.

—Sasuke, sólo quiero hacerte una pregunta final... —anunció el peliblanco, sintiendo un peso en la boca del estómago —, ¿realmente crees que podamos conseguir el milagro de sobrevivir? —su preocupación se plasmó claramente en sus facciones —. Lo digo para prepararme a recibir la muerte de una vez; no quiero aferrarme a una falsa ilusión.

El cuestionado no respondió enseguida. Las miradas de sus compañeros se fijaron en él, aunque el general no se percató de ello. En cuanto regresó desde sus pensamientos, dio su respuesta.

—Sinceramente nuestro destino es morir aquí.

Sasuke se caracterizaba por lanzar la realidad sin tapujos, de modo que esta ocasión no fue la excepción. Asumiendo la verdad de lo inexorable, los ojos de sus compañeros se volvieron trágicos, apesadumbrados, sufridores. Todos querían oír algo que les diera esperanza, pero sus expectativas fueron hechas añicos sin compasión. Sin embargo...

—Nuestro destino es morir aquí —continuó enardeciendo su negra mirada — porque tenemos todo en contra, pero yo odio ese destino, así que no pienso obedecerlo. ¿Ustedes lo aceptarán así de fácil?

Intercambiando entre ellos la sorpresa que abrumó sus miradas, entendieron tras una decena de segundos que aceptaron las palabras de Sasuke sin siquiera protestar, lo cual significaba que ninguno de ellos creía realmente en la victoria. De lo contrario, habrían refutado enseguida la afirmación del guerrero perfecto.

—No nos someteremos a la fatalidad que se cierne sobre nosotros —aunque fue Hinata quien habló, también representó los pensamientos de Karin y Suigetsu.

—Cuando reflexionaba sobre el destino —prosiguió Sasuke — siempre pensé que debía enfrentarlo solo, pero ahora me doy cuenta que a veces tu propia fuerza no alcanza para cambiarlo. Y en esas ocasiones son tus seres queridos, tus compañeros, quienes pueden ayudarte a vencer el destino. Estando solo no tenía ninguna posibilidad de vencer, pero, aunque parezca imposible, junto a ustedes puedo derrotar a los élite.

—El trabajo en equipo nos hace más fuertes, pero para conseguir la victoria primero hay que creer sinceramente en ella; creer que juntos podemos destrozar el destino —agregó Hozuki chocando los nudillos de su puño izquierdo contra los del derecho.

—Es cierto que ya no estás solo, Sasuke. Ninguno de nosotros está solo —dijo Karin esta vez, sintiendo que tal afirmación le daba fuerzas para continuar adelante.

—Vamos a sobrevivir —dictaminó sin dudas quien tenía el grado de general.

Sus tres compañeros asintieron de manera inmediata, percibiendo como la determinación volvía a fluir intensamente a través de sus espíritus.

—Yo iré a traer al resto de mi armadura para equipármela —avisó Hozuki —. Como me dijiste que sólo usarías los guanteletes y los brazales dejé el resto en mi camarote.

—Ve deprisa.

—Sí.

—Karin, ¿puedes ayudarme a cargar mi equipo? —la solicitó el de cabellos blanquecinos.

—Por supuesto —accedió enseguida.

El guardaespaldas y la espía jubilada salieron rápidamente de la cocina, comprobando, por medio de una rápida ojeada, que los barcos ya eran plenamente distinguibles. El pensar que muy pronto se desencadenaría una encarnizada batalla hizo que sus latidos se precipitasen. ¿Podrían sobrevivir los cuatro ante la enorme amenaza que se les venía encima? Es más, ¿podría sobrevivir uno de ellos siquiera?

Al quedar en compañía de la mujer que amaba, Sasuke prestó atención a la lluvia que rugía sobre las tablas y techados de Jiren. Hyuga, en cambio, escrutó ávidamente el sitio lleno de bandejas, ollas, sarténes y cucharones, esperando que este no fuera su lugar de muerte. No se trataba de que lo considerase un emplazamiento repelente o que lo despreciara por ser una cocina; de hecho, respetaba mucho a los chefs y a todo cocinero en general, pero sin duda que prefería morir en un lugar más hermoso. Si pudiera elegir en dónde, entonces escogería una casa que compartiera con Sasuke después de erigir una hermosa familia. Pensando en ello, y mientras miraba el fuego de las antorchas, una solitaria lágrima descendió por su mejilla derecha sin que se diera cuenta.

Uchiha, quien no perdía detalle de lo que sucedía derredor, la acercó en cuanto vio de reojo tal muestra de dolor. No quería convertirse en alguien afectuoso, pero quizás nunca más podría hacerle saber todo lo que sentía por ella. Liberándose de reprensiones, la apoyó contra su pecho al tiempo que sus manos se pusieron instintivamente en el fino talle femenil. Le besó la frente intentando inyectarle más fuerzas para afrontar lo que se venía encima.

—Sasuke... —reaccionó diciendo su nombre —, me gustaría tanto que todo saliera bien y que pudiésemos vivir nuestro amor...

—A mí también. Por eso, para protegerte, tengo que dejar de lado mi humanidad —alejándose del fornido pectoral que la cobijaba, ella alzó su mirada pestañeando dos veces por la sorpresa. Él le clavó sus ojos exhalando su inquebrantable determinación —. No quiero volver a ser quien fui, pero a menos que lo haga no podré salvarte. El demonio que vive en mí regresará momentáneamente o de lo contrario moriremos todos. Tienes que estar preparada porque cortaré brazos, abriré vientres que escupirán sus vísceras, partiré cuerpos por la mitad —Hinata abrió sus ojos mientras un gesto de angustia se le formaba en el rostro —; esa es la realidad de una batalla y si quieres ser una guerrera debes tener la piel muy dura para convivir con la sangre derramada.

Escuchar lo que pasaría era atroz, pero Hinata comprendió que en esta ocasión no había más alternativa que ser inmisericorde.

—Haz lo que debas hacer sin dudas porque Karin, Suigetsu y yo dependemos de ti.

—Tú tampoco tengas dudas: si tienes la oportunidad de dispararle a algún Élite no demores siquiera un segundo. Olvida tu empatía porque ellos no la tendrán contigo. Si caes en sus garras te esperará un hado peor que la muerte —respiró profundamente por la nariz y exhaló por la boca antes de proseguir —. Esos hombres son sanguinarios que no merecen ninguna compasión, manténlo siempre presente en tu mente. Incluso han asesinado niños y embarazadas sin ninguna piedad. Ellos no merecen clemencia porque la inhumanidad no merece humanidad. Sé muy bien que matar va contra tus principios, pero esto es asesinar o morir. No existe más.

—Sí; lo haré porque quiero que sobrevivamos todos. Sé que la verdadera maldad sí existe y la representan ellos. No voy a dudar por nada del mundo.

—Muy bien, créeme que estoy muy orgulloso de ti —le dijo estrechándola contra su cuerpo como si no quisiera soltarla nunca más —. Te juro que voy a protegerte aunque sea lo último que haga en mi vida.

—Sasuke... —el nombre recién dicho salió entrecortado por toda la emoción que la embargó.


Al mismo tiempo que todo lo anterior sucedía, el vigía de la corbeta principal bajó del mástil para informarle al pelirrojo general algo que, observando por su catalejo, le había llamado mucho la atención.

—¡Señor! —Se colocó a tres metros de él e hizo sonar sus talones. Un segundo después, y pese a que Gaara no lo estaba viendo, llevó su mano a un costado de la frente en un estricto saludo militar —. Un bote salvavidas se alistaba para dejar a Jiren, pero una mujer saltó hacia el barco de nuevo. El general Uchiha la sujetó cuando parecía que iba a caer y la subió a bordo de nuevo.

Gaara, de brazos cruzados y dándole la espalda al informante, no dijo nada por un lapso que se extendió más de la cuenta. «Quieres salvar a esa mujer porque te enamoraste de ella, ¿no es así, Sasuke Uchiha? Aunque me cuesta creer que alguien como tú pudiera caer en algo tan patético. Lo único que importa es el bien propio, pero parece que lo has olvidado. Por culpa de eso muy pronto experimentarás la muerte»

—Retoma tus funciones —ordenó sin más cuando regresó momentáneamente desde sus pensamientos.

—Sí, señor.

«De todos modos reconozco que me causa mucha curiosidad. Tú eres como yo, te alimentas del odio al igual que yo y tu mirada siempre ha desprendido una furia similar a la mía. De hecho, a ambos nos han tildado de demonios. ¿Entonces qué fue lo que te hizo valorar a esa mujer hasta el punto de embarcarte en el puerto a la vista de todos? ¿Qué tiene ella que te hizo cometer un error así?»

Mientras Gaara seguía cavilando sobre las razones de Sasuke, Deidara llegaba a la mitad de babor. Iba dispuesto a importunar al dúo conformado por Haku y Zabuza, aunque cualquiera que se le atravesara en el camino recibiría el mismo trato agresivo que ellos.

—¿Qué tanto cuchichean, par de maricones? —Se les puso enfrente alardeando una sonrisa de lo más insidiosa.

Ambos aludidos le dirigieron indignadas miradas. Sin dilación, el que tenía la cara embozada se irguió de manera desafiante.

—¿A quienes les dices maricones, pedazo de alimaña?

—A los dos que ahora mismo estoy viendo, hum.

Antes que Zabuza lanzara una nueva réplica, Haku se adelantó.

—Y si yo fuera homosexual, ¿habría algún problema? —encaró al blondo, aunque, a diferencia de su maestro, su tono de voz y semblante permanecieron en armonía.

—Conmigo ninguno, pero con la ley sí. Sabes muy bien que los sodomitas deben ir a la cárcel.

—Tonterías. Las Fuerzas Especiales estamos por sobre la ley —precisó Haku firmemente.

Al alzamiento paulatino de voces, los demás guerreros caminaron para tomar palco alrededor de la discusión recién nacida.

—Exactamente: estamos por sobre la ley, pero aún así no se atreven a salir del clóset —señaló mirándolos con notable desprecio —. No me molestan los homosexuales sino los maricones camuflados como ustedes, cobardes incapaces de aceptar sus verdaderas tendencias sexuales, hum.

—Cállate, artista de pacotilla —intervino Zabuza de forma más agresiva que la anterior —. Vienes aquí porque necesitas la atención que tu arte de mierda no es capaz de recibir.

Aquello fue un golpe verbal que pilló al de pelo dorado con la guardia baja. El punto débil que le hacía perder los estribos era precisamente cuando atacaban sus dotes artísticos. Por ello odiaba profundamente a Sasuke Uchiha, ya que él le había hecho incontables desprecios tanto a su esgrima como a sus preciosas figuras de arcilla. Ese odio lo había motivado a entrenar inagotablemente hasta alcanzar un nivel que pudiera darle pelea a ese bastardo.

—Quieres defender a tu hembra postiza, ¿verdad? —contestó intentando no mostrar la ira que sentía por dentro, pues significaría que los insultos a su arte sí le dolían mucho —. Entonces lucha contra mí si quieres callarme. Demuéstrame que, pese a ser un maricón que le gustan los traseros de otros hombres, eres un guerrero de verdad —sonrió desafiante, disfrutando el semblante colmado de furia que lanzó Zabuza.

Los demás guerreros que se habían aglomerado decidieron no intervenir, a virtud de que un duelo entre Deidara y Zabuza sería un espectáculo muy disfrutable.

—Si eso es lo que quieres te mataré ahora mismo —amenazó Momochi llevando una mano al mandoble que iba sujetado a su espalda —. Te crees muy hombre, pero ni siquiera pareces uno.

Deidara sonrió a la vez que desenvainaba su espada con la derecha y cargaba su rodela en la zurda.

—Si realmente quieres tener una oportunidad contra mí, pelea junto a Haku o matarte sería demasiado fácil. —Para recalcar su arrogancia, dio un gran y despreocupado bostezo que incluso mostró la campanilla en su garganta.

—No necesito ayuda para silenciar esa boca insolente para siempre. —Tomó su gran arma entre las dos manos, poniéndola por delante de manera amenazadora.

El andrógino, quien no quiso interrumpir a su compañero antes de tiempo, puso a trabajar su boca.

—Uso el pelo largo como mujer, me visto como mujer, mi voz es suave como la de una mujer y tengo actitudes femeninas, ¿qué culpa tendría Zabuza si yo realmente le gustara? —cuestionó mirándolo fijamente, sin parpadear —. En todo caso puedo asegurarte que él no es homosexual, pero yo sí lo soy. Y si tengo que entregar mi vida por defender a mi maestro, lo haría sin temor ni quejas.

Lo dicho por Haku podría haber tomado por sorpresa al resto de soldados, pero no fue así ya que muchos lo suponían de antemano. De haber sido un civil habría sido encarcelado o apedreado hasta morir por admitir abiertamente su tendencia sexual real, pero, ser un guerrero de élite al mismo tiempo que alumno y compañero de Momochi, le permitiría evadir ese funesto destino.

Deidara dejó fluir su curiosidad a través de una pregunta clave: —¿Por qué te sacrificarías por alguien que sólo te ve como una simple herramienta para cumplir sus objetivos?

—Solamente a través de los ojos de los otros es que nuestras pequeñas vidas tienen significado; cuando no hay alguien que te mire o siquiera te voltee a ver es como si no existieras. A mí nadie me necesitaba en todo el mundo, era insignificante. Entonces llegó Zabuza y me hizo sentir que sí era importante para alguien, le dio un sentido a mi vida, un propósito para seguir adelante. Él fue quien me rescató de la dolorosa soledad.

El experto en moldear arcilla plasmó molestia en sus facciones. Los músculos de sus brazos se le tensaron sin necesidad de apretar más sus armas entre las manos.

—¿No te da vergüenza, Momochi? —le cuestionó, mirándolo fijamente con ojos llameantes de repulsión —. Aprovecharte de un sujeto con carencias afectivas y nula autoestima para recibir una lealtad enfermiza es mucho más ruin que cualquier crimen que yo haya hecho.

Sin saber por qué, el aludido guardó silencio. Probablemente aquellas palabras le habían llegado directamente al cerebro, cuestionándose por primera vez si utilizar a Haku como un arma desde que era un niño había sido un error. Sin embargo, su discípulo no imitó su pensativo mutismo.

—Estar con Zabuza es mi decisión, nadie me ha obligado a serle leal —aclaró con firmeza —. Es mi propia voluntad la que me impulsa a enfrentarte para defender su honor —esta vez desenvainó las dos espadas que llevaba apegadas a sus caderas, dado que el conflicto ya era inexorable.

—Luchen juntos porque para mí no hace ninguna diferencia. A los dos los mataré porque no están a mi nivel, hum.

Un exasperado Kabuto, quien se había acercado hacía poco, intervino para detener la inoportuna discusión. Velozmente se colocó entre los inminentes duelistas.

—Eres demasiado conflictivo, Deidara. ¿Qué diablos pretendes? —aunque reprendió con voz tranquila, su mirada estaba enardecida.

—Incordiar es un arte y tengo ganas de matar. Si Sasori estuviera aquí las cosas serían diferentes, pero llevo cinco días aguantándolos a ustedes, a tipejos sin sentido del arte y que no tienen nada de geniales. Y ya que durante estos días Gaara ha demostrado que me tiene un miedo evidente, busco otros rivales que puedan saciar mi sed de sangre.

—Falta muy poco para que puedas luchar contra Sasuke y demostrar que eres más fuerte que él, ¿o acaso le tienes tanto miedo que no quieres enfrentarlo? —el tono escuchado fue muy oscuro, propio del general pelirrojo, quien se había acercado al notar la evidente alza de voces que anunciaba una reyerta mortal.

—Mi estilo de pelea necesita espacios amplios. Uchiha seguramente se encerrará en un lugar muy estrecho y un duelo así no me es conveniente. No soy un idiota para ignorar que bajo esas circunstancias me sería imposible derrotarlo. ¿Qué me dices de ti, Gaara? ¿Te da miedo enfrentarlo solo?

—Nunca he dicho que yo sea más fuerte que él, pero si sé que soy mucho más fuerte que tú —su tono amenazante habría intimidado a cualquier fulano, pero quien tenía enfrente no era cualquiera.

—¿Comprobémoslo ahora mismo? —lo desafió con una sonrisa tan amplia que mostró el blanco perfecto de sus dientes —. Enfrentar a Sasuke en ventaja numérica es bastante deshonroso; veinte Élites pueden cumplir perfectamente esta misión sin que nos echen en falta a nosotros —dijo enfatizando su manera más pendenciera —. Ya que Uchiha desaparecerá muy pronto, estoy muy ansioso por asesinarte y consagrarme como el guerrero más fuerte de todos.

Como signo claro de que perdió la paciencia definitivamente, el de rojizos cabellos desabrochó su escudo, moviéndolo desde la espalda hacia sus manos. Esta vez no recularía por el deber que conllevaba su grado de general; ahora sólo seguiría sus deseos personales obedeciendo a la intensa sed de sangre que punzaba en sus adentros.

—Me parece muy bien; voy a destriparte ahora mismo. —Gaara era el mejor ejemplo de que la vileza podía ser representada perfectamente a través de la voz.

—Excelente. Les demostraré a todos que mi arte es más fuerte que el tuyo. —Cargó su pequeño y liviano escudo, el cual era así para obtener mayor movilidad. Poco después se puso en guardia de ataque, destellando suprema confianza a través de una nueva sonrisa.

A sabiendas de que un gran espectáculo daría inicio, el resto de guerreros de élite se reunieron alrededor de los duelistas procurando, eso sí, dejarles el espacio necesario para que un enfrentamiento de tal calibre se realizara sin problemas. Entretanto, fastidiado por el nuevo choque de egos, Kabuto dio un paso a fin de colocarse entre los dos contrincantes esperando que su acto produjera el mismo resultado de antes. El resto de soldados lo abucheó por entrometido, pero el de anteojos no se detendría por eso; continuó como si no los hubiese oído.

—Señores, esto es... —rápidamente fue interrumpido por Gaara, quien lo amenazó descaradamente.

—Esta vez no, Kabuto. No intervengas o saciaré mi sed de sangre contigo. —Para darle total veracidad a su frase, esbozó su semblante más demoníaco e intimidante.

—Lo mismo te digo, cuatro ojos —complementó el blondo, aunque a su modo más jocoso y despreocupado —. No te metas o comprobarás por ti mismo cuán doloroso puede ser mi arte.

—Muy bien, mátense si eso quieren. Allá ustedes —resignándose salió de la línea de enfrentamiento, pues en esta ocasión le resultó evidente que ya no podría detener a ninguno de los dos.

—¿Cuál es la prisa para enfrentarse? —cuestionó Kimimaro tranquilamente, hablando desde su posición entre la ordenada multitud de militares —. Después de matar a Sasuke pueden disputarse el título de más fuerte, pero ahora tenemos una misión por delante de nuestros ojos.

—La existencia de Deidara me molesta mucho más que la de Uchiha —arguyó el pelirrojo.

—El sentido de la vida no se trata de complicadas cuestiones filosóficas, sino de divertirse al máximo. Y matando a Gaara sé que me entretendré muchísimo —explicó también sus razones.

—Hanzo, quedas a cargo del ataque a Sasuke —ordenó el general —. Asumirás el liderazgo mientras asesino a este imbécil.

Él asintió conforme, aunque Kabuto se dispuso a disentir.

—Yo debería tomar el liderazgo —su mirada viró hacia La Salamandra para argumentarle su postulación —. Eres un gran guerrero, Hanzo, pero eres muy precipitado. En cambio yo soy mejor estratega; por eso quiero ser yo quien tenga el mando —explicó la razón de su pedido.

—Yo tengo derecho de antigüedad, por lo tanto yo lideraré el ataque —le dio un tinte de furia tanto a sus facciones como a su voz. Su barbilla también se alzó evidenciando prepotencia agregada.

Kabuto lanzó mil insultos en sus adentros, mismos que exteriormente sólo se expresaron en una mueca de irritación. No confiaba nada en el criterio de Hanzo, puesto que ser un gran guerrero no iba siempre de la mano con una gran inteligencia. El mejor ejemplo de ello era Naruto Uzumaki, quien, pese a no ser alguien lúcido, sí tenía la sensatez de permitir la toma de decisiones estratégicas a un hombre mucho más listo que él, Shikamaru Nara.

—Bien, vayamos de inmediato por el maldito Uchiha —ordenó el nuevo comandante.

—Preferiría ver el combate entre Gaara y Deidara antes de ir por Uchiha —objetó Kabuto nuevamente.

—Me divertiré jugando con Deidara un largo rato antes de matarlo —respondió quien provenía de un árido desierto —, así que no pierdan el tiempo y vayan de inmediato por Sasuke.

—El que se divertirá contigo seré yo, Gaara —puntualizó enseguida Deidara, sonriendo burlonamente —. Me haré unas flautas con tus huesos y a tu cráneo lo guardaré como un trofeo que me servirá para tomar rica sidra.

—Una vez que Uchiha esté muerto —el pelirrojo ignoró las chulescas palabras de su rival —, no quiero ofensas a su cadáver. Tendrá los honores que un guerrero de su clase merece.

—Si resiste nuestro ataque por más de dos minutos tendrá honores; si no lo hace sólo significará que era un sobrevalorado que no merece tal respeto —precisó Hanzo engrosando aún más su ya grave voz.

Tal como lo mencionó Sasuke cuando explicó su estrategia, liderar a tantos miembros de la élite guerrera era una situación muy compleja por la tremenda e inevitable lucha de egos que existía. Por tal razón los mejores guerreros no solían actuar en grupos de más de tres, puesto que, a mayor número, mayores serían los problemas que surgirían entre ellos.

Concluidas las interrupciones el blondo y el pelirrojo se miraron desafiantes, ambos creyendo plenamente en la propia victoria sobre el otro. Mientras tanto, Zabuza y Haku se dieron una mirada cómplice. Si por alguna razón el remedo de artista lograba vencer a Gaara, serían ellos quienes se encargarían de darle una trágica muerte por las ofensas recibidas.

—Bien, soldados, ¡préparense para el abordaje! —comandó La Salamandra.

Así, gracias a su enconada rivalidad Gaara y Deidara quedarían fuera del ataque contra el último Uchiha. Aquello significaba una gran ayuda, puesto que los dos Élite más fuertes brillarían por su ausencia. ¿Pero sería suficiente para que Sasuke, Hinata, Karin y Suigetsu pudieran sobrevivir?


Escatimando el tiempo Uchiha volteó otras dos despensas que contenían carne y sal, vaciándolas del todo. En cuanto iba a moverlas hacia el fondo del pasillo Hinata ofreció ayudarlo, pues aquellos muebles se veían pesados. En otra situación el guerrero más fuerte habría desechado la ayuda de una mujer, pero, tal como sucedió con Suigetsu, necesitaba conservar al máximo su energía; entonces, como si llevaran años trabajando en equipo, ambos sincronizaron sus fuerzas para empujar las despensas. Éstas provocaron un chillido metálico sobre el piso, que cesó cuando quedaron acomodadas al fondo del pasillo, pero esta vez dejando un espacio que serviría como una repentizada trinchera. Una vez concluido el trabajo, Hinata hizo un comentario.

—Lamento mucho no poder ayudarte más; me da mucha rabia ser tan débil... —dijo muy acongojada mientras se apretaba secuencialmente los dedos de una mano con la otra.

—Es normal; eres una civil que no lleva entrenando siquiera una semana —ella iniciaría una protesta, pero él agregaría algo antes que la iniciara —. No te culpes por ser débil, cúlpate si permaneces débil. Practicando apropiadamente sé que te convertirás en una gran guerrera en un futuro.

—Si es que sobrevivimos... —no pudo evitar el peso de la realidad abrumándola.

—Sobrevivirás —dijo de inmediato, sin ninguna dubitación de por medio.

—¿Y tú? —cuestionó muy preocupada, puesto que su respuesta no la dijo en plural. ¿Acaso pensaba sacrificarse por ella?

Ensimismándose, él se tomó tres segundos antes de responder.

—También sobreviviré —aunque lo dijo muy convencido, Hinata captó que su breve demora en contestar podía significar lo contrario. Uchiha estaba muy seguro de que ella saldría con vida, pero respecto a él no tenía la misma certeza.

—Yo no quiero que mueras por mí, Sasuke. Si tienes la posibilidad de salvarte dejándome atrás, hazlo —fijó su mirada en la negra; por primera vez en mucho tiempo los ojos albinos fueron penetrantes —. Tú eres el único que puede castigar a Danzo por sus horribles fechorías; por eso tú debes ser la prioridad.

—Tranquila: vamos a sobrevivir los cuatro.

Gracias a tales palabras, a la fémina se le relajaron un poco los desbocados nervios. No obstante, súbitamente la asaltó una preocupación; una que no se centraba en ella sino en él. Dudó si verbalizar sus pensamientos, pero si no lo hacía ahora quizás no podría nunca.

—Sasuke..., si me pasa algo...

—Nada te sucederá porque yo te protegeré —replicó como lo haría un tigre salvaje si tuviese la capacidad de hablar. Su inmensa determinación fluyó intensamente —. ¿Sabes? —dijo unos segundos después, apenas recordó algo importante —, cuando te golpeaste en la cabeza mientras te entrenaba —alzó su faz hacia el cielo raso, como si pudiera ver la lluvia a través de él —, cuando pensé que te había pasado algo grave, por primera vez en muchos años volví a sentir miedo.

Los labios femeninos se abrieron formando un anillo, curvándose luego en una pequeña sonrisa emocionada. Que alguien tan orgulloso como Sasuke le expresara abiertamente su temor a perderla, le brindó felicidad pese al gran peligro que se avecinaba.

—E-es natural sentir miedo cuando nos importa alguien. Yo también tengo mucho miedo de perderte. La muerte es mala, pero son los vivos quienes quedan sufriendo lo indecible.

—Por eso ninguno hará sufrir al otro muriendo. Sobreviviremos ambos.

—Lo sé, Sasuke, lo sé... pero, por favor, si me pasa algo no dejarás que el odio te gobierne de nuevo. Tienes que brillar por tu cuenta, no por mí sino por ti.

Se hizo un profundo silencio. Duró apenas unos cuantos segundos, mas, mientras componían miradas de tonos distintos, ambos lo sintieron como una eternidad. Habían alcanzado un nivel de complicidad tal que ambos supieron, sólo observándose, que un desacuerdo surgiría enseguida.

—No digas tonterías, nada te pasará.

—Promételo, Sasuke: si yo muero brillarás por tu cuenta —insistió muy decidida —. Tu alma no puede volver a caer en la oscuridad, no cuando por fin has encontrado la luz.

—No voy a prometer algo que no cumpliría.

—Pero...

Negando con la cabeza, él la silenció colocándole un dedo en sus finos labios.

—El mar no brilla por sí solo.

Ella parpadeó rápidamente a la vez que sus pupilas se contraían; una reacción fisiológica causada por su sorpresa. Pronto solicitó una explicación a través de sus luceros.

—Tú me dijiste que me parecía al mar, ¿lo recuerdas? —Fue entonces que Hinata recapituló la noche en que hizo una comparación entre él y el piélago, misma noche en que le confesó sus sentimientos. Ella corroboró por medio de un asentimiento que aquello se mantenía presente en su mente. Entonces Uchiha continuó hablando —. Siguiendo tal analogía yo tampoco puedo brillar por mí mismo, sólo puedo hacerlo si tú me guías con tu luz —quitó su dedo de los rojizos labios femeninos, acariciándole el contorno de la nariz como si tocara algo muy frágil —. Te necesito conmigo porque tú eres mi única inspiración para mejorar. Si mueres volveré a caer en el odio inevitablemente.

—Sasuke... —sin poder evitarlo, su voz dio un requiebro de emoción que le impidió seguir parlando.

—Voy a salvarte, pero necesito que no tengas dudas de que vamos a sobrevivir. ¿Quieres estar conmigo?

—Sí —contestó de inmediato —, es lo que más quiero en el mundo —añadió aferrándose a él instintivamente.

—Entonces tienes que vivir y enseñarme a ser un mejor hombre. Yo soy el mar y tú eres la luz —encorvándose, colocó su frente sobre la de ella de forma cómplice —. Sólo a tu lado puedo dejar la oscuridad del odio atrás; sólo un ángel puede cambiar a un demonio.

—Sasuke...

—Muchos años atrás perdí a quienes amaba, así que no volveré a perder a quien amo ahora. Te juro que te voy a salvar como tú me salvaste a mí, Hinata. No morirás hoy.

—Pero tú también tienes que sobrevivir —le estrujó una mano entre las suyas, siendo más demandante que rogativa.

—Viviré. Viviré por ti. Viviremos ambos.

Hyuga confió plenamente en su mirada llena de brío; por eso es ella, quien, zambulléndose en el mar de sentimientos que Sasuke le provoca, se pone de puntillas para besarlo, pero ni siquiera así alcanza la altura de sus labios. Entonces, con una fuerza impropia de ella, lo toma desde la nuca para que se incline un poco, posando por fin sus apasionados labios sobre los de él.

—Vamos a sobrevivir, Sasuke —dijo cuando concluyó el conmovedor beso —. Y después vamos a tener muchos hijos para restaurar nuestros clanes —sonrió mientras lagrimaba, pues su emoción era tanta que se necesitó llorar y sonreír a la vez.

El la cobijó entre sus brazos. —Vamos a ganar y entonces haremos todo lo que tú quieras.

Tanta determinación en su semblante le hizo sentir a Hinata que lograr la victoria no era imposible. Comprendió que a veces, cuando se tienen dudas, lo único que se necesita es que el ser amado las disipe.

Poco después, Karin y Suigetsu llegaron junto al barbado capitán; éste anunció rápidamente que las FE ya estaban a menos de cincuenta metros de arribar.


Las cinco naves de guerra se acoplaron al ya detenido Jiren, aunque sólo los soldados de la corbeta principal realizarían el proceso de abordaje. No era conveniente subir a más de doscientos cincuenta hombres, puesto que, probablemente, provocaría el hundimiento del paquebote por sobrepasar el límite de peso.

Al ser un verdadero titán de la ingeniería naval de su época, el barco de pasajeros les sacaba algunos metros de altura a las naves de guerra, las cuales eran más ligeras a fin de tener mayor maniobrabilidad en las batallas océanicas. Por tal razón, los soldados rasos necesitaron poner escaleras a fin de llegar a la cubierta. Los veinte guerreros de élite subieron por ellas sin apresurarse, ya saboreando en sus mentes la ineludible muerte del último Uchiha.

Mientras el desplazamiento de tropas sucedía, muchos pasajeros despertaron tanto por la fuerte lluvia como por las órdenes que a gritos iba dando Hanzo. Quienes salieron de sus camarotes a indagar se asombraron al ver cinco naves rodeándolos y la gran cantidad de militares que corrían de aquí para allá. Parecía que se preparaban para enfrentar una batalla naval de proporciones míticas en vez de venir a luchar contra un solo hombre. Por ello, únicamente los más audaces se atrevieron a plantear que tantos pelotones tenían como único objetivo acabar con Sasuke.

El aguacero empezó a caer de manera más copiosa a la vez que el mar, como alentado por Poseidón, se volvía más bravío. Hanzo habló de forma grosera y humillante con el capitán de Jiren, quien le contó que Sasuke había destruido los planos y que lo esperaba dentro de la cocina. Entonces el élite le solicitó información sobre ella, la que todos los guerreros oyeron atentamente. El dato más relevante fue que los muros exteriores estaban hechos de roble, pero los interiores tenían revestimientos de acero para evitar accidentes, ya que la cocina era el lugar más propenso a tener incendios por las chispas. Aquella era una precaución de diseño naval muy lógica, la cual obviamente Sasuke aprovecharía.

Hanzo y sus hombres avanzaron hacia su destino, aunque, antes de entrar, Kabuto Yakushi tuvo la necesidad de lanzar una sagaz sugerencia.

—Hay que traer el ariete para hacer un ataque conjunto desde la retaguardia y la vanguardia a la vez.

—¿No escuchaste que la cocina está recubierta de metal sólido? —replicó el líder de opacos cabellos rubios —. Podríamos esperar incluso dos horas hasta que los soldados sean capaces de arietarla.

—Ya llevamos navegando ciento cinco horas. Esperar un par más no significa nada.

—Justamente porque llevamos mucho tiempo embarcados es por lo que debemos terminar esto cuanto antes.

—Además, ¿tú crees que alguien tan listo como Sasuke no ha bloqueado la retaguardia poniendo despensas y estantes? Si esperamos que suban a bordo el ariete y que destruyan las paredes de acero junto a los obstáculos que pondrá Uchiha, entonces podemos estar hasta cuatro horas parados aquí —complementó Toneri.

—Pero sería una forma de asegurarnos que hubiese cero bajas —insistió Kabuto desplegando ahínco en cada palabra.

Hanzo denegaría la petición porque, a su parecer, era un claro cuestionamiento a su autoridad e inclusive a su astucia. Sin embargo, no alcanzó a contestar ya que la proposición de Yakushi tampoco fue bienvenida por el resto de las fuerzas de élite.

—Si muere alguien sólo significa que nunca mereció ser un FE —dijo Haku manteniendo su armónica compostura habitual.

—Somos veinte FE contra un solo sujeto y aun así quieres tomar cautelas excesivas —adicionó otro soldado llamado Ginkaku, quien estaba tan irritado como Hanzo.

—Incluso mi abuela es más valiente que tú, Kabuto —se mofó el hermano gemelo del anterior, quien se llamaba Kinkaku.

Las airadas recriminaciones prosiguieron, pero el aludido se apresuró a explicar el motivo de su polémica propuesta.

—Sólo no quiero confiarme demasiado en nuestra ventaja numérica. Ustedes saben tan bien como yo que tal cosa no siempre es sinónimo de victoria. Se dice que los trescientos espartanos mataron a veintitrés mil antes de caer. ¿Quieren otro ejemplo? El enemigo más terrible que tuvo Roma, el gran general cartaginés Aníbal, muchas veces logró derrotar con sus tropas a ejércitos romanos que los triplicaban o incluso cuadruplicaban en número.

—Somos las Fuerzas Especiales, prácticamente dioses en la tierra —desdeñó Hanzo con ácida prepotencia —. No es necesario tomar precauciones así contra un solo hombre.

—Ya tenemos una ventaja numérica increíble, así que nuestra credibilidad quedará completamente diluida ante los soldados rasos si demoramos tanto en atacar. Pensarán que somos unos cobardes y perderemos autoridad. Es más, yo mismo me perdería el respeto —esta vez fue Sai quien se explayó.

Pronto el discípulo de Orochimaru inició una nueva protesta, pero fue cortado por Hanzo.

—Basta, Kabuto; además de hacer el ridículo, también estás siendo un maldito cobarde. El general Gaara me encomendó el liderazgo a mí, así que obedecerás mis órdenes o tendré que obligarte a hacerlo —de manera amenazante espetó su posición actual, llevando su diestra a la empuñadura de su espada primaria.

Presuntuosamente mientras despreciaban a Uchiha, el resto de los FE no dudaron en apoyar a La Salamandra. El único que estuvo de acuerdo con la idea de esperar fue Zetsu.

Kabuto, ya derrotado por la inmensa mayoría, apretó los dientes al darse cuenta de cuán difícil era ir en contra de un montón de ególatras.

—Aceptaré lo de atacar rápidamente, pero me sigue pareciendo un error menospreciar tanto a Uchiha. Más de uno morirá por vuestra ceguera.

—¿Y que más da que muera alguno? Te recuerdo que Danzo nos ofreció una inmensa fortuna de mil monedas de oro para repartir, de modo que habrá más dinero disponible para todos si Sasuke consigue acabar a uno u otro —puntualizó Hanzo mientras estrellaba un puño contra la palma del otro —. A mí no me preocupa caer porque sé cuán hábil soy como guerrero.

—Así es —apoyó Momochi soberbiamente —. ¿De verdad confías tan poco en ti mismo que tienes miedo de morir ante Sasuke? Eres patético.

Kabuto apretó sus dientes sin que se notara exteriormente. Ciertamente era tentadora la idea de tener más oro, pero tenía un mal presentimiento que no conseguía alejar de su pecho.

—La soberbia y la avaricia nos puede pasar la cuenta —advirtió por última vez.

—Cállate y obedece de una vez. Tu cobardía da vergüenza ajena.

Concluidos los preparativos para la emboscada, Hanzo y los diecinueve élites restantes entraron a la cocina llevando candiles portátiles a fin de iluminar sin depender de las luces del interior. En cuanto escrutaron el sitio comprobaron que las palabras del capitán era ciertas: no podrían provocar un incendio aunque lo intentaran, puesto que los muros estaban recubiertos por metal y, además, también habían pequeños respiraderos para que el humo propio de las cocinas no provocara asfixias. Tales circunstancias no los sorprendieron; era evidente que Uchiha escogería la mejor ubicación para sostener el combate.

Allí, enfrente de ellos y a nueve metros, estaba el guerrero más fuerte con un gran pavés por delante. Las antorchas estaban encendidas en una sola orilla de la pared, lo cual provocaba que su rostro fuera iluminado por un solo lado mientras el otro permanecía en la penumbra. Quizás era una prueba del estado en que estaba su alma actualmente: entre la luz y la oscuridad.

La lluvia se incrementó en cuanto el silencio se apoderó del lugar. Gracias a las lámparas que iluminaban perfectamente el inicio de la cocina, Sasuke contó con precisión cuantos élite eran en total: veinte. Buscó al guerrero más peligroso después de él, Gaara, pero no consiguió encontrarlo. Ciertamente su ausencia haría todo menos dificultoso. Tampoco logró divisar a Deidara, Kisame, Sasori o Hidan. Eso significaba que cinco de los diez FE más fuertes no estaban presentes; en realidad seis si también descontaba a Ino. La situación seguía siendo horrible, pero las ausencias enemigas aumentaban la esperanza de victoria indudablemente.

—Quién diría que Sasuke Uchiha finalmente quedaría acorralado —fue el ponzoñoso saludo de Hanzo.

—¿Acorralado? —desdeñó con un desplante que irradiaba suprema soberbia —. Son ustedes los pobres tontos que han venido aquí a morir.

—¿Estás diciendo que veinte FE no son suficientes para vencerte? —preguntó burlonamente.

—Danzo cometió un grave error al enviar a sólo veinte; debió enviarlos a todos si realmente quería asesinarme.

A excepción de Sai, el resto de soldados de alto rango dieron rienda suelta a estridentes carcajadas.

—Sé todo lo engreído que quieras porque será la última vez que podrás serlo —sentenció Zabuza. Después movió su cuello en círculos, preparándolo para la batalla.

—Pagarás muy cara la muerte del maestro Orochimaru —complementó Kimimaro, mostrando su sed de venganza.

—Además de nosotros, afuera también te están esperando mil doscientos cincuenta guerreros para destrozarte. Que incluso bajo tales circunstancias sueñes con una victoria es realmente conmovedor —dijo Kabuto, intentando amedrentarlo siquiera un poquito.

—Es mejor que te rindas de una vez —añadió Toneri —. Si lo haces te prometo que cuidaré de la chica Hyuga muy bien. ¿Está detrás tuyo, verdad? Date por vencido y tendrá el beneficio de que la haré mía suavemente —sonrió insidiosamente.

Uchiha estuvo a punto de apretar los dientes, pero se contuvo de hacerlo o de lo contrario demostraría que las palabras de ese imbécil le habían llegado.

—Toneri, me encargaré de que tu muerte sea muy dolorosa.

—No seas un iluso soñador —contestó el aludido a su vez.

—Lo mío no es un sueño porque voy a convertirlo en realidad —Sasuke interrumpió las bravatas que seguramente continuarían dando los otros élites —. Son ustedes los que morirán esta noche porque así lo he decidido yo.

—Debes estar muy loco, mocoso —se burló Hanzo.

Al fondo del pasillo y oculto tras las despensas que hacían la labor de trinchera, Suigetsu no pudo evitar coincidir con el blondo. Aunque, tal vez, la locura era precisamente lo que se necesitaba para superar los límites y convertir lo imposible en posible.

Tanto el vestíbulo como el pasillo eran estrechos de manera uniforme, lo cual hizo que el segundo pelotón, diez hombres que estaban equipados con pesadas armaduras de cuerpo entero, se ubicaran en la vanguardia configurando dos filas de cuatro hombres y una tercera con dos. El último par pudo posicionarse con más soltura gracias a tener mayor espacio. El cuarteto delantero colocó sus lanzas en ristre mientras los de atrás desenvainaban sus espadas. Mientras tanto el primer escuadrón, el cual era compuesto por los élites más fuertes, sólo haría la función de disparar flechas una vez que se abriera un hueco en la defensa de Sasuke.

Un hombre llamado Dosu hizo sonar la punta de su lanza contra el suelo, provocando un chillido metálico amenazador.

—¿Lo escuchas, Sasuke? —preguntó mientras continuaba el desagradable ruido —. Es el sonido de lo inevitable; el sonido de tu muerte.

—¿De verdad creen que enclenques como ustedes podrán matarme? Sólo son insectos que no valen siquiera un meñique mío —lanzó un insolente dicterio.

—Di lo que quieras, pero tu insoportable arrogancia muy pronto llegará a su fin.

—Voy a descuartizarte, maldito, así que tiembla por el miserable destino que te espera —agregó otro soldado, al que Sasuke ni siquiera conocía.

—¿Temblar por cobardes que necesitan atacar en masa a un solo hombre? ¿Temblar por guerreros que son mucho más débiles que yo? Lo único que me provocan es infinita lástima —. La altanería en su tono de voz fue máxima; el cariz en su rostro inigualable en prepotencia; la mirada de repugnancia, inolvidable.

—No nos juzgues como cobardes, sólo reconocemos tu fuerza. Aunque nos pese, ninguno de nosotros sería capaz de vencerte en un duelo individual. ¿Cuantos años tienes?, ¿veinte? —preguntó sin esperar respuesta, ya que continuó enseguida —. A pesar de ser tan joven, ya te has forjado un prestigio que es temido por incontables naciones. No cabe duda que eres un digno sucesor de Madara y de Itachi, pero tanto tu propia historia como el linaje de los Uchiha se terminará hoy y para siempre.

—Al contrario, aquí se acaba vuestra historia. Matarlos a todos ustedes, a más de la mitad de las FE, me dejará el camino libre para aniquilar al imbécil de Danzo —curvó sus labios malignamente. La sonrisa psicopática de antaño fluyó de manera natural en su rostro.

—Hablas como si realmente creyeras que nos vencerás. Es muy divertido ver cuán fantasiosa puede ser la gente que está al borde de la muerte.

—Dentro de muy poco comprobarás que no es una fantasía. Soy el guerrero más fuerte que existió, que existe y que existirá en toda la historia. Por eso, en menos de diez minutos serán cadáveres que arrojaré por la borda para nutrir a los tiburones, aunque seguramente ellos no querrán comer basura.

—Tan arrogante como siempre, pero ya no podrás serlo nunca más porque ahora nosotros te pondremos en tu lugar: el otro mundo. Créeme que disfrutaremos mucho viéndote morir.

—Hasta nunca, Sasuke Uchiha —concluyó Kabuto.

Tras esas palabras finales, la lluvia se volvió un crudo rugido al golpear los techados como si quisiera perforarlos. Al mismo tiempo, las antorchas prendidas castañetearon como presintiendo la tremenda energía cinética que muy pronto se pondría en marcha. Sasuke esperaba un ariete golpeando por la retaguardia, pero tuvo claro que la arrogancia de Hanzo había desdeñado la idea. Mejor para el pelinegro, aunque de todos modos tenía muy claro que debería pagar un precio para vencer a tantos enemigos. Por ello se concientizó para ignorar el dolor de raíz; ya fueran cortes profundos o la pérdida de un brazo, iba a seguir luchando como si sus nervios estuvieran completamente anestesiados.

El combate mortal no se dilataría más, pero, a diferencia de lo lógico y esperable, fue Sasuke quien, poniéndose también un estilete entre los labios, se arrojó contra el contingente embistiendo con su gran escudo por delante a fin de evitar los inminentes contrataques de las lanzas. En total debía acabar con veinte guerreros de élite en filas de cuatro en cuatro. ¿Podría conseguir una hazaña de tal magnitud?

—¡Formación G, ahora! —Acostumbrado a dirigir sus propias tropas, Kabuto olvidó completamente que el líder de esta operación era Hanzo. La alineación mencionada era la más defensiva de todas, cubriéndose con los escudos del mismo modo que una falange griega. Era prácticamente impenetrable.

—¡Formación A, soldados! —corrigió el verdadero líder nombrando instantáneamente al ataque más ofensivo, para luego increpar violentamente a Kabuto e incluso amenazarlo de muerte.

En el intervalo los guerreros encorazados sufrieron la descoordinación en sus propias carnes, pues ya habían obedecido la primera orden. Era demasiado tarde como para cambiar la alineación, lo cual aprovechó Sasuke para alzar su pavés y, dejando caer el peso del mismo con furia, rompió por la mitad dos lanzas que pretendían mantenerlo a distancia. Tal ofensa, sumándose a la orden dada por Hanzo, hizo que los dueños de las armas rompieran filas para atacarlo. El de ojos negros esperaba aquella reacción tras la contradicción de mandatos, por lo que rápidamente buscaría penetrar los puntos débiles que habían en todas las armaduras. El más letal e importante era la visera de los yelmos, pues no podían proteger los ojos contra una hoja tan fina como la de un estilete. La única forma de hacerlo habría sido tener un visor sin agujeros, lo cual sería una estupidez pues dejaría al guerrero bajo una ceguera completamente inútil. Las otras vulnerabilidades radicaban en las axilas, las sangraduras, la ingle y las corvas. Esos lugares tenían protecciones muy débiles o derechamente no tenían ninguna, ya que todo cuerpo humano necesita flexibilidad en esas zonas claves o, de lo contrario, tendrían la misma gama de movimientos que una piedra; ni siquiera podrían caminar o contraer el brazo para atacar. Sabiendo perfectamente todo lo anterior, Uchiha intentó traspasar la axila de uno de los impacientes, pero no por nada el enemigo era un guerrero de élite, logrando evadir la estocada pese a cargar una pesada armadura. A su vez contratacó rápidamente, aunque sin alcanzar el éxito.

—¡Pero qué mierda, Kabuto! ¿¡Por qué diste órdenes tú si el líder soy yo!? ¡Y además utilizando una formación tan defensiva como la G! ¿¡No tienes orgullo, acaso?! —siguió vociferando Hanzo, realmente furioso.

—¡Fue por costumbre, maldita sea! —contestó Kabuto, excusándose violentamente a su vez.

—¡Métete en la cabeza que yo estoy al mando! —ejerció su autoridad a través de otro grito.

La discusión continuaría, pero Sasuke no perdería el tiempo escuchando la lucha de egos: se arrojó nuevamente intentando abrir un hueco en la sólida defensa de gruesos escudos. No consiguió lo deseado, pero su intención de herir el orgullo guerrero del segundo escuadrón estaba causando efecto.

—Son una vergüenza, ¡ni siquiera deberían llamarse guerreros! —espetó Uchiha tras quitarse el estilete de la boca, realizando una calculada punción verbal.

—Cállate, maldito. No somos principiantes como para caer en insulsas provocaciones —refutó Ginkaku, sin imaginar que varios de los temperamentales guerreros ya estaban ansiosos por romper filas, puesto que la falta de liderazgo era un pecado letal en batallas grupales. Para empeorar las cosas, Sasuke volvió a arremeter contra ellos como si fuese él quien tenía la ventaja numérica. Esquivó hábilmente un par de lanzadas que pretendían mantenerlo a distancia, intentando, a su vez, hallar una brecha entre los escudos reunidos a la perfección. No lo consiguió, pero estuvo a punto.

—¡Todo es tu culpa, maldito Kabuto! —bramó Hanzo mientras lo tomaba de la solapa, olvidando de lleno el hecho que debía seguir dando órdenes.

Harto de la situación, fue Toneri quien llamó a la cordura colocando una mano en el hombro del impulsivo blondo.

—Los soldados están esperando tus órdenes, Hanzo —su voz, fuerte pero tranquila, contrastó de manera drástica con las de aquellos que discutían fuertemente.

El aludido gruñó al darse cuenta que se dejó llevar por su ira. Soltó a Kabuto al tiempo que lanzaba un comando usando su voz más potente.

—¡Formación F!

La vanguardia obedeció inmediatamente, esgrimiendo espadas y lanzas para alejar a Sasuke lo máximo posible. En cuanto él estuvo a una distancia no peligrosa, la primera línea se acuclilló para que los arqueros disparasen un ataque masivo de flechas, empero, ese intervalo menor a un segundo le permitió a Uchiha tomar el estilete de su boca y arrojarlo con tanta rapidez que estuvo a un tris de atravesar la cabeza de Zabuza. Sus impresionantes reflejos lograron salvarlo, pero el roce del afilado metal le hizo sangrar instantáneamente una ceja. Dando un grito de furia respondió disparando una flecha, a lo que el resto de arqueros se sumó velozmente. Sin embargo, la descarga masiva de saetas no hicieron mella en el gran pavés que esgrimía el guerrero más fuerte.

Se hizo una pequeña pausa, la cual fue aprovechada por el último Uchiha para sacar su estilete secundario del cinturón y ponerlo en su boca al igual que hizo con el primario. No había logrado acabar con nadie todavía, pero aquello era normal tomando en cuenta que se enfrentaba a la élite guerrera. Por lo menos había conseguido romper dos lanzas, además de haber estado muy cerca de matar a Zabuza Momochi por exceso de confianza.

—Formación A —mandó el líder, esta vez en pleno control de sus emociones.

La Salamandra iría inmediatamente en conquista de la victoria, pues la ordenación recién nombrada era la más ofensiva, la que más aprovechaba la ventaja numérica y la más lógica de utilizar. Dos guerreros atacarían de frente usando lanza y escudo mientras dos lo harían por los flancos utilizando mandobles. Eso era precisamente lo que Uchiha estaba esperando: avanzaría antes que ellos del mismo modo que un lobo sorprendería a un león al atacarlo directamente a los ojos. La ventaja de conocer las formaciones sería vital para que Sasuke pudiera contrarrestarlas. Los Élite habían sido demasiado confiados al no improvisar, al no salirse de lo previamente establecido. Justo cuando los cuatro guerreros comenzaron a correr hacia su contrincante, el hermano de Itachi, más veloz que un lince, fue hacia ellos clavando su espada secundaria en la sangría del enemigo que venía por el flanco derecho. La lentitud de los otros dos soldados encorazados que venían por el frente le permitió contenerlos empujando el escudo hacia ellos, mientras se sacaba el estilete de la boca y, gracias a la fina hoja, atravesó el agujero en la visera del que corría por la izquierda, clavando el arma por el ojo hasta llegar a lo más profundo del cerebro. Al retirar el arma el órgano ocular quiso salir junto a la hoja, pero el estrecho visor impidió su escape. El élite cayó fulminado instantáneamente, sin que su cuerpo tuviera tiempo de emitir siquiera alguna convulsión.

Sorprendidos por tal nivel de velocidad y precisión, la primera línea tuvo que retroceder. El herido robó la espada de Sasuke al sacarla de su brazo, pero Uchiha recogió del suelo la que usaba el recién muerto.

—Uno menos —sentenció como quien se deshace de un insecto. Sin embargo, no se conformaría con tan poco; inició un nuevo ataque antes que el segundo escuadrón pudiera reorganizarse. Dejando el escudo de lado, levantó el armado cuerpo del occiso para cubrirse de una posible lluvia de flechas, lo lanzó hacia la primera fila y, esquivando una estocada a una velocidad infernal, clavó la espada contra la corva del enemigo lesionado en la sangradura, provocando que cayera de rodillas. Tal posición fue perfecta para que Uchiha terminase matándolo a través de la visera de la misma forma que al otro.

—Dos menos —dijo encargándose de que todos lo escucharan claramente.

—¡Vuelvan a la G! —ordenó Hanzo, sorprendido completamente de que Sasuke contuviese ataques conjuntos de cuatro Élites sin mayores problemas. Cierto era que el segundo pelotón no era tan hábil como el primero, pero Sasuke era más fuerte de lo que pensaban y la estrechez del pasillo jugaba a su favor. Lo correcto en este caso de angostura habría sido retroceder y reagruparse mezclando tanto armaduras como infantes ligeros, pero, ni el orgullo de Hanzo, ni los constantes ataques de Sasuke, estaban dispuestos a permitirlo.

El combate prosiguió mientras Hinata y Karin, asomando cuidadosamente sus cabezas tras la protección de las despensas, miraban con la boca muy abierta. En cambio, Suigetsu ya había visto a Sasuke luchando en guerras anteriores, por lo que no compartía el mismo asombro. Sin embargo, le era inevitable admirar la velocidad inhumana unida a su frialdad para luchar de una manera tan precisa. Parecía un verdadero demonio que tenía todo calculado de manera perfecta.

Hinata, desde su posición, separó más sus labios cuando sucedió algo inesperado. Pudo ver que alrededor de Sasuke surgía un aura que parecía deformar su imagen como el aire caliente de un desierto. Era un hecho similar a la ocasión en que intentó violarla, pero esta vez aquella energía desconocida no era negra sino grisácea. Dirigió su vista hacia el fondo, en donde estaban ubicadas las FE, y en ese lugar observó auras muy oscuras aunque no tan voluminosas como la que poseía de su amado. Era sorprendente la diferencia de tamaños. No pudo seguir pensando en ello, dado que la velocidad del combate era tan anormal que en cosa de segundos vio como el hombre que amaba acabó con otros dos Élites como si fueran poca cosa. Después de darle muerte a ese par, lo que fulguraba desde el cuerpo de su amado pasó del color plomizo a uno más oscuro, ennegreciéndose progresivamente. ¿Sería su imaginación quien creaba esa especie de fuego negro en él? ¿Estaría volviéndose loca por el estrés? No, por primera vez ya no tuvo dudas que sus ojos eran distintos a los que tenía el resto de la gente. Esa energía alrededor de Sasuke no la estaba imaginando, realmente era algo que sólo ella podía detectar. La tensionante situación había desatado en sus ojos albinos algún tipo de habilidad desconocida, una que difícilmente tendría una explicación satisfactoria desde la lógica humana.

Mientras continuaba observando ávidamente, dos guerreros más volvieron a caer. En realidad las armaduras se habían vuelto un perjuicio en vez de una ventaja, ya que los veinte kilos de peso volvían los movimientos demasiado lentos como para enfrentar a alguien tan veloz y preciso como Sasuke. Precisamente por ello los FE más fuertes decidieron no portar corazas, pues en un espacio tan angosto contra alguien tan veloz era mejor tener rapidez que una defensa imperfecta.

El soldado perfecto esquivaba con extraordinaria precisión los ataques lanzados en su contra. Aunque su cuerpo era demasiado sólido como para considerarlo flexible, su tiempo de reacción superior le permitía hacerlo. A tal destreza había que sumarle que su cuello sí era tan elástico como el de una serpiente, lo cual le posibilitaba avanzar sobrepasando las estocadas dirigidas a su cráneo. Ahora mismo estaba realizando movimientos cervicales que ni siquiera el mejor boxeador de la historia podría igualar. Los brutales entrenamientos a los que Orochimaru lo sometió no habían sido en vano y, gracias a ello, Sasuke ya había asesinado a seis FE en menos de tres minutos. Sin embargo, no tenía tiempo para vanagloriarse: volviéndose un huracán infernal, siguió arrojándose contra ellos vez tras vez para impedirles siquiera pensar.

Tras cosa de cinco minutos, Uchiha, completamente solo, había acabado con nueve de los guerreros más poderosos del planeta. Era impresionante que sus movimientos fuesen tan rápidos, fuertes y precisos al mismo tiempo. Que las chicas estuvieran asombradas era normal, pero incluso Suigetsu comenzó a pensar que el guerrero enfrente suyo no era un ser humano. Sin embargo, dejando de lado elucubraciones sobrenaturales, no era sólo la colosal habilidad de Sasuke la que hacía primar una inesperada ventaja;también existía otra diferencia clave entre él y los enemigos que tenía enfrente: mientras los Élite sólo luchaban por dinero, él estaba luchando por proteger a Hinata y a Karin. Por lo tanto las FE no estaban combatiendo solamente contra el guerrero más fuerte, sino también contra todo lo que él deseaba proteger. Su motivación de salvar a su amada lo impulsaba a superar cualquier tope. Los Élite, en cambio, no tenían nada que los empujara a ir más allá de sus límites, salvo la inmensa cantidad de dinero que recibirían. Si morían no era sólo porque fueran guerreros inferiores, sino porque sus motivaciones eran muy débiles en comparación a las que tenía Sasuke.

«Proteger lo que se ama es lo que te hace verdaderamente fuerte» fue lo que le enseñó Itachi una vez. Y sus palabras tuvieron toda la razón del mundo.

Ya sólo quedaba un guerrero del segundo escuadrón, el último con coraza. El escalofrío que recorrió su cuerpo lo hizo retroceder como un niño ante una fiera bestial, por lo que Hanzo, indignado ante el pobre desempeño general de quienes creía excelentes soldados, perdió la paciencia definitivamente.

—¿¡Y se hacen llamar guerreros de élite!? ¡Son sólo escoria! —espetó el de cabellos dorados rugiendo furiosamente. Avanzó hacia el que caminaba en reversa ahora mismo, le levantó el brazo y, desde la axila, atravesó con su espada la malla protectora para así llegar al cerebro siguiendo la ruta dictada por el cuello. La muerte del hombre llamado Dosu fue instantánea además de miserable, pues su cadáver fue lanzado por su asesino hacia la orilla a fin de que no molestara en la mitad del pasillo.

Entretanto, Sasuke lidiaba contra su agotamiento lo mejor que podía. Ocultándose tras el escudo, respiraba a través de la boca intentando que el paso del aire hacia sus pulmones no fuese sonoro. Afortunadamente el fuerte sonido de la lluvia lo ayudó a no quedar en evidencia. Aún así, los soldados que conformaban el segundo pelotón fueron sólo un aperitivo en comparación a la letalidad del primero. Pronto atacarían Hanzo, Zetsu, Kabuto, Kimimaro, Sai, Toneri, Ginkaku, Kinkaku, Haku y Zabuza. Diez guerreros que conformaban a la verdadera élite, lo máximo en combate.

—Se acabaron los juegos, Uchiha. Ahora comprobarás por ti mismo la gran diferencia que hay entre fuerzas especiales de nivel promedio y semidioses como nosotros —amenazó Toneri, soltando el arco para desenvainar la espada.

—Pagarás caro lo que le hiciste a lord Orochimaru —agregó Kimimaro mientras se ponía por delante de todos, muy ansioso por cobrar vindicta.

—Hay que improvisar, pues Sasuke conoce todas las formaciones —puntualizó Kabuto, desenvainando también.

—Así es —concordó Zabuza con algo que más pareció un gruñido que una frase —. Ataquémoslo como queramos.

El hijo de Mikoto había previsto que el patrón para contrarrestar se rompería a mitad de la batalla, por lo que ahora se venía lo realmente difícil. De hecho, a partir de este punto Sasuke habría sido aniquilado tarde o temprano; eso era una realidad irrefutable que incluso el guerrero más fuerte sabía perfectamente. Sin embargo, las tornas del destino cambiarían gracias a la estrategia previamente diseñada.

—¡Ahora!

A las palabras dichas por Uchiha el encorazado Suigetsu surgió desde el fondo, avanzando hacia el flanco derecho hasta colocarse junto al pelinegro.

—¡Mierda! ¡Sasuke no está solo!

Hinata dio un trío de pasos para salir de la trinchera hecha por despensas, juzgando certeramente que darle a la cerradura con una flecha seria imposible teniendo a diez hombres por delante. De todos modos todavía podía atacar a los élites, por lo cual avanzó unos pasos más para que ellos tuviesen menos tiempo de evadir algún saetazo suyo; rápidamente colocó una flecha en el arco y se preparó a disparar en el caso de que cualquier enemigo se pusiera en su punto de mira. Karin, un poco después, se puso por delante de su compañera decidida a cumplir la labor de escudera de la mejor forma posible.

Todas las acciones anteriores se realizaron en apenas seis segundos. Pronto la confusión asaltó a los FE, dado que no sabían cuantos soldados estaban apoyando a Uchiha realmente. Desconocer ese dato les impidió arrojarse a atacar; ser precavidos era una premisa que no debían traicionar o, por la ausencia de armaduras que cubrieran sus cuerpos, podrían ser estoqueados de manera letal. A su vez, ni Sasuke ni Suigetsu estaban dispuestos a darles tiempo para pensar: rápidamente intercambiaron escudos, pues, al no ser tan hábil como Uchiha, Hozuki necesitaba protegerse con el gran pavés en vez de la pequeña rodela. Entonces, siendo ayudados por la ignición de adrenalina, se abalanzaron como leones contra sus presas. De hecho, los avezados enemigos de élite sintieron cada uno de esos pasos como si fueran creados por un ejército entero.

Muy pronto se escucharon repetidos choques de espadas que ni siquiera el vozarrón de la lluvia era capaz de aniquilar. Después, un pavoroso grito se escuchó en cuanto el demonio pelinegro atravesó la cabeza de otro guerrero. La espada entró desde la oreja derecha y salió por la izquierda como si fuese un relámpago horizontal. Los restos de los sanguinolentos sesos del desafortunado Ginkaku se esparcieron por el suelo.

—¡Hijo de puta! ¡Te destriparé! —exclamó su gemelo Kinkaku.

Codo a codo junto a Suigetsu, y enfrascados en una terrible refriega de velocidad espeluznante, Sasuke le dio una estocada que le abrió todo el abdomen al furibundo hermano. Un nuevo y estremecedor grito se oyó entre la oscuridad. La sangre brotó en una cantidad que parecía industrial, mientras el estómago, el páncreas, el hígado y los intestinos, luchaban entre ellos para ver quien era el primero en salir del cuerpo; finalmente fueron las tripas las que se abrieron en abanico mientras abandonaban la piel que alguna vez las contuvo.

Pese a convivir con la parca a menudo, morir así era una perspectiva aterradora para cualquier guerrero, lo cual hizo que las FE se replegaran mientras sentían un escalofrío golpeando fieramente sus zonas lumbares. Aprovechando tal retroceso, Hozuki y Uchiha ganaron terreno blandiendo sus espadas en un asalto perfectamente combinado, esperando matar a cualquiera que se atreviera a sobrepasar la línea de ataque.

Sai, sin importarle recibir el mismo destino cruel gracias a su carencia de emociones, contratacó presionando de una manera fenomenal tanto al guardaespaldas como al verdadero objetivo. A un lado del dibujante, Kimimaro siguió buscando venganza con la misma pasión que un energúmeno. Mientras eso sucedía, Hanzo y Toneri se animaron a acompañar la salvaje acometida. De súbito, Uchiha decidió utilizar el ambiente a su favor: retrocediendo sin tropezar, aprovechó de darle una feroz patada a las vísceras de Kinkaku, desparramándolas sobre el suelo. Ello provocó que Sai, en su abrumador avance, resbalara por culpa de tal viscosidad. Entonces Sasuke movió su espada buscando el vientre del pálido guerrero, aunque los sorprendentes reflejos de éste le permitieron evadir la muerte dando un salto hacia atrás. Sin embargo su rodilla alcanzó a ser tajeada profundamente, lo cual lo hizo caer de espaldas. Fue sólo gracias a las vehementes estocadas de Kimimaro que logró permanecer con vida, aunque ya no podría volverse a levantar. Muy pronto, Hanzo y Toneri lo tiraron para atrás al tiempo que seguían estoqueando. Debían aprovechar a toda costa el retroceso de los rebeldes de cabellos opuestos.

—¡Tu mujer será mía, maldito Uchiha! —gritó el de brillantes ojos azules, intentando perturbar su concentración.

La tormenta de espadazos complicó la defensa de los dos amigos, quienes de seguir así terminarían cayendo inexorablemente. Previendo esto, Sasuke emplearía una técnica propia de las artes marciales: utilizar el poder físico del rival para beneficio propio. Chocó espadas de manera sistemática transformando al duelo en una batalla de fuerza bruta. Toneri se decidió a bloquear el arma de Uchiha para que Hanzo o Kimimaro aprovecharan de darle muerte; si tenía suerte incluso podría romper la hoja. Para conseguirlo envió un brutal mandoble directamente al acero de Uchiha, confiando en que, por la colocación actual de su brazo, cruzarían espadas forzosamente. Aquello significaría la victoria, empero, Sasuke no necesitó mover su extremidad para evitar el choque de metales: con un espectacular movimiento de muñeca hizo que su espada cambiara de posición, lo cual provocó que el ataque de Toneri pasara de largo. Su defensa quedó expuesta por menos de un segundo, pero alguien tan letal como Sasuke no necesitaba más tiempo para matar: su espada continuaría el camino hacia el vientre de Toneri en un terrible movimiento de cornada. El militar de ojos azules intentó retroceder, mas no alcanzó a hacerlo; el acero de Uchiha le entró por la ingle y subió cortando su carne hasta partirle el inicio del esternón. El grito fue espeluznante aunque Sasuke decidió no dañar su corazón, dado que, por sus bravuconadas de poseer a Hinata, gozaría escuchando su dolor. Además los futuros alaridos servirían para infundirles temor a los soldados rasos que, expectantes, se mantenían afuera.

Muy pronto Zetsu y Kabuto se unieron a la barbárica acometida de Hanzo y Kimimaro, lo cual hizo que Uchiha y Suigetsu fueran desplazados gradualmente hacia el fondo. Entretanto, Haku se acercó a Toneri a fin de confirmar qué tan grave era su herida. Aunque estaba acostumbrado a ver daños así de espantosos, de todos modos no pudo evitar sentir compasión. Fue precisamente ésta la que lo motivó a darle muerte atravesando su cabeza, puesto que una lesión tan grave lo llevaría irremediablemente a la muerte. Zabuza, como lo conocía muy bien, entendió que lo había matado por piedad, una cualidad que seguía teniendo pese a todas las batallas encarnizadas que habían vivido juntos.

Sasuke necesitó retroceder más a razón de que perdía velocidad paulatinamente por el cansancio, mientras Hozuki intentaba ponerse a la par de los élites. De continuar reculando pondrían en riesgo a las chicas irremediablemente, pero los espadazos enemigos se sucedían a una velocidad tan endiablada que cualquier guerrero promedio habría caído en menos de un segundo.

Atacando a la vez que corría por la derecha del pasillo, Kabuto sobrepasó la línea defendida por Suigetsu a fin de clavarle un estilete en el cerebro a través de la visera. El guardaespaldas no podría hacer nada por evitarlo, puesto que las fulminantes estocadas de Hanzo y Kimimaro se lo impedirían. La caída de Hozuki llegaría en cosa de un segundo, pero Uchiha, reaccionando como un relámpago, se encargó de protegerlo lanzando una estocada hacia Yakushi a la vez que mantenía a raya a Haku y Zabuza sólo con la rodela. Sin embargo, no podría proteger a su amigo de infancia dos veces o sería él mismo quien perdería la vida ante sus propios atacantes. Kabuto, recuperándose rápidamente del retroceso que dio para evadir la hoja de Sasuke, presionó nuevamente a Suigetsu obligándolo a dejar un espacio libre entre él y el muro. Sin pensarlo dos veces, Yakushi corrió los pasos necesarios para posicionarse a espaldas del peliblanco y derribarlo tajeándole las corvas que las armaduras no protegían, pero entonces una flecha pasó rozándole una sien e incluso le cortó algunos cabellos. Si no fuera por su temor de darle a Suigetsu, Hinata incluso lo habría matado al primer disparo. Aunque estaba sorprendido, Kabuto, como el estratega nato que era, decidió en milisegundos ir por quienquiera que estuviera al fondo antes que hiciera un segundo tiro. Si allí estaba la Hyuga también, Uchiha tendría que abandonar su posición dejando a Suigetsu a su suerte, quien no podría contrarrestar en solitario los embates de los otros guerreros de élite. La victoria estaba al alcance de la mano.

Karin y Hinata vieron a Yakushi como un monstruo que venía a despedazarlas. La pelirroja dio un chillido inevitable, paralizándose al recordar el miedo que sintió cuando casi la mataron al descubrirla espiando. Hyuga supo que no tendría suficiente tiempo para cargar una flecha, apuntar correctamente y disparar, por lo que reaccionando instintivamente, soltó el arco y jaló de Karin con todas sus fuerzas a fin de salvarla. Rápidamente se puso por delante de la miope a fin de protegerla.

Sasuke, percatándose de lo que sucedía, giró sobre sus talones dispuesto a correr hacia ella. Para su horrible pesar demoró más de dos segundos, pues Hanzo y Kimimaro presionaron con iracundos espadazos. No alcanzaría a llegar a tiempo y el corazón se le apretujó en un remolino de inexplicable dolor.

—¡Te quitaré a tu mujer como tú me quitaste a mi maestro! —Kabuto esgrimió su espada de tal manera que se introduciría de punta en el corazón de la heredera Hyuga.

—¡Hinata! —gritaron al unísono Karin y Sasuke.

Como si se tratara de una cámara lenta en su cerebro mas no en su cuerpo, Hyuga recordó todo lo que había practicado en sus clases de esgrima, que, por obra y gracia de Uchiha, se habían centrado exclusivamente en la evasión de ataques enemigos. Dando los pasos atrás de la misma manera en que los aprendió, esquivó dos estocadas como si fuese una experta en vez de una novata, pero, al chocar contra la despensa, la tercera arremetida significaría su muerte. Toda su vida pasaría delante de los ojos en menos de un tris, pues su cerebro entendió que había llegado su inexorable final.

«¡No morirás, Hinata!»

Desde su todavía alejada posición, un desesperado Sasuke lanzó su espada hacia Kabuto como si fuera un vertiginoso misil. El de ojos viperinos tuvo que responder bloqueando el golpe con una habilidad sobresaliente, pero enseguida llegó un estilete que estuvo a punto de incrustarse en su cerebro a través del ojo izquierdo. Sin embargo, sus reflejos sobrehumanos le permitieron volver a interceptar el segundo golpe, desviándolo hacia un lado del pasillo. Uchiha corría como si segundos después fuera a perder sus piernas, pero había quedado a manos desnudas, inerme completamente frente a Kabuto. Éste sonrió triunfante ante la maravillosa oportunidad concedida, ya que esta vez nada podría salvar al maldito pelinegro. Muy seguro de ello, sus dos espadas atacarían para darle muerte; una desde arriba y otra desde el costado. Todo parecía perdido, pero Uchiha desdeñó el maldito cansancio, no hizo caso a la distancia que lo separaba de su adversario e incluso tergiversó al mismísimo tiempo...

¡Su final no podría llegar hasta que Hinata estuviese a salvo! La protegería del hórrido destino que le esperaba, de modo que, como un felino, dio un gran salto hacia adelante que le permitió atrapar las muñecas de Kabuto. Éstas, por el feroz agarre, se detuvieron antes que las espadas cumplieran su objetivo de atravesar el corazón. Ahora sólo sería una cuestión de fuerza bruta; quien lograse superar al otro en tal aspecto se llevaría la vida del contendiente. Eso era lo que parecía, pero, a una velocidad luciferina, Sasuke usó la mejor arma biológica con la que cuentan los seres humanos: los dientes. Bajó su cabeza, mordiendo la mano de Kabuto con tanta fuerza que le desgarró la carne y muchas venas, obligándolo a aflojar una espada por el terrible dolor. Uchiha se la arrebató, colocó la empuñadura entre sus dedos izquierdos y entonces el guerrero de élite gritó de terror instantáneamente.

—¡No lo hagas!

—¡Esto es por Hinata!

Poseído por una violenta furia frenética, Sasuke enterró con tanta fuerza el metal que la sangre en el corazón de Kabuto salió como si fuera un géiser.

Los agonizantes gorgoreos de la víctima resonaron en los oídos de Hyuga, dándose cuenta, una vez más, que el infierno sí existía y lo creaban los demonios llamados seres humanos. Por un momento creyó que iba a caer en una conmoción emocional, pero alejó aquella sensación con todas sus fuerzas. Tenía que estar en sus cinco sentidos, tenía que ayudar a Sasuke pese al repulsivo olor a sangre que se colaba por sus fosas nasales.

Todo lo acontecido desde que Yakushi fue por Hinata transcurrió en apenas ocho segundos. Mientras aquello sucedía, Suigetsu lamentó el no haberse ido con Karin en el bote salvavidas. ¿Por qué decidió ayudar a Uchiha? ¿Acaso esa amistad de niños prácticamente olvidada los seguía uniendo? No lo sabía, pero lo que sí tenía claro es que ya no había tiempo de arrepentimientos. Ahora mismo debía enfrentar la decisión más difícil de su vida: retroceder hasta poner en peligro a sus tres compañeros o mantenerse en el lugar conteniendo a cuatro Élites, algo que para él era imposible de lograr por más de unos cuantos segundos. Si no se replegaba ahora mismo la sentencia sería perder la vida. Tal encrucijada la resolvió en un mísero segundo al darle certeza al siguiente pensamiento: si su amigo de infancia moría, morirían todos. En cambio si él fallecía, el pelinegro todavía sería capaz de salvar a Karin y Hinata. Precisamente por eso Uchiha debía ser la prioridad, pues era el único capaz de alcanzar la victoria.

«No quería morir aún, pero tarde o temprano todos nos vamos. Gracias por todo, Karin»

Sin dudarlo, se mantuvo en su lugar procurando resistir los embates enemigos el máximo tiempo posible, empero, las estocadas que vinieron eran tan rápidas que comprendió, en apenas tres segundos, que iba a perder su vida inevitablemente pese a su armadura. Por ello, no se iría en soledad hacia el otro mundo. A sabiendas que el siguiente movimiento era tan impredecible como arriesgado, soltó su gran escudo y dio un salto en reversa mientras desenvainaba su espada más grande. Entonces liberó los limitantes mentales que controlaban su fuerza, sin importarle desgarrar sus músculos o romperse un hueso por el exceso de esfuerzo, dado que éste sería el último movimiento que realizaría en su vida. Ejerciendo un poder físico monumental atacó a Kimimaro, quien, sorprendido por la velocidad anómala en que esa gran espada se movía, trató de evadir y bloquear a la vez, pero hiciera lo que hiciera ya estaba condenado: la gruesa hoja cortó su carne de tal forma que lo partió por la mitad. Hanzo estuvo a un tris de recibir el mismo destino, pero alcanzó a dar el paso necesario que le permitió evitar convertirse en la segunda víctima. El terrorífico cercenamiento hizo gritar a su víctima de una manera inolvidable a la par de atroz. No obstante, ahora mismo Hozuki pagaría el costo de su hazaña. Sin ser capaz de reaccionar a suficiente velocidad, recibió un lacerante mandoble de Hanzo, el cual le pegó a un costado del yelmo de tal manera que el filo de la espada, gracias a la fuerza imprimida en el atroz golpe, logró penetrar el metal protector a una profundidad letal. El peliblanco se estrelló contra el piso de bruces, mientras una cascada de sangre se colaba por la hendija que la espada había abierto.

—¡Suigetsu! —gritó Karin inundándose en desesperación, igualando incluso el volumen de los espantosos alaridos que daba el dividido Kimimaro.

Llevaban conociéndose muchos meses y siempre había pensado que su guardaespaldas era un idiota sin remedio, pero también lo consideraba un hombre muy leal; tanto que incluso había dado su vida por salvar a sus compañeros sin dudarlo siquiera. Verlo caer le provocó un intenso dolor en el pecho, entendiendo, en apenas una centésima de segundo, que apreciaba a Hozuki mucho más de lo que pensaba. Por eso su corazón se destrozó en mil pedazos al verlo tendido en el suelo, ya occiso.

Como si sus latidos se hubieran detenido por completo, Uchiha trastornó sus facciones mientras sus ojos llamearon dolor al calor de un vívido recuerdo, mismo que probó una vez más la increíble capacidad del cerebro para alterar el tiempo en situaciones límites.

Dos niños que poseían cabellos de colores opuestos exploraban una zona muy alejada que, por tener animales peligrosos, los adultos les habían prohibido visitar. Sin embargo, traviesos como los infantes solían serlo, decidieron desobedecer aquella restricción. Por eso transitaban alegremente al borde de un cerro, el cual tenía una pendiente que fungía como un límite natural entre la planicie y el frondoso bosque que podia verse al fondo. Nada hacía presagiar que muy pronto un accidente sucedería: de súbito el piso cedió ante las pisadas de Suigetsu, quien cayó rodando estrepitosamente hasta llegar al pie de la colina. Por fortuna el pasto estaba muy crecido, lo cual le daba a la cuesta una consistencia menos dura que evitó una desgracia fatal. Aunque Hozuki sufrió los rasguños propios de una caída semejante, tales marcas superficiales palidecían ante el esguince que recibió su tobillo derecho, lesión que, pese a no ser tan grave como para impedirle caminar, sí le prohibiría poder regresar por la pendiente. El dolor le fue igual que sentir fuego quemando sus articulaciones, pero su orgullo de incipiente guerrero trató de aguantar las lágrimas que añoraban escapar. Lo consiguió a medias, puesto que algunas gotas huyeron inevitablemente.

¡Suigetsu! —gritó Sasuke desde la cima — ¿¡Estás bien!?

El citado evitó alzar su mirada para no mostrar la evidencia líquida de su dolor. Tomándose todo el tiempo del mundo, reunió su aliento para luego soltarlo a través de un sufrido y desgarrado grito.

¡Creo que me rompí el tobillo! ¡Me duele mucho!

Tras un breve y preocupado intercambio de palabras, el niño accidentado, entre gimoteos, le pidió a su compañero que fuera por ayuda. Sin embargo, Sasuke le daría una sorpresiva contestación.

¿Eres tonto? En este bosque viven animales feroces que te pueden volver su cena. Antes de ir por ayuda tengo que subirte a la cima de nuevo y alejarte de esta zona riesgosa.

El tonto eres tú —replicó entrando a un estado que combinaba dolor y enojo a partes proporcionales —, ¿cómo pretendes subirme de nuevo? Tienes que ir por ayuda lo antes posible.

Chist. —La interjección de silencio fue acompañada por el ademán de ponerse un dedo sobre los labios. —Habla más bajo o llamarás la atención de los lobos o de los osos —señaló como una orden.

Entonces no me hagas hablar más de la cuenta, tarado. Ve a pedir socorro ahora mismo.

¿Y abandonarte como si nada? Eso no es lo que hace un miembro del clan Uchiha.

Es inútil que intentes hacer algo más, Sasuke. No eres Hércules, así que vete enseguida.

Demoraría mucho porque estamos muy lejos. Tengo un mal... —no supo cuál término exacto emplear, de modo que decidió ocupar uno que se asemejara a la palabra que su vocabulario aún desconocía —, tengo un mal sentir.

¿Entonces qué? —lanzó un chillido involuntario por el dolor que abrumó los centros nerviosos de su tobillo —. ¿Acaso pretendes bajar y subirme a la cima de nuevo?

¿Por qué no? Soy muy fuerte porque soy un Uchiha.

Mejor ve por ayuda lo antes posible. No creo que nada me vaya a pasar.

¿Está seguro?

Sí.

El de ojos negros estuvo a punto de retirarse, pero fue entonces que ambos escucharon una especie de aullido a lo lejos, específicamente en los confines del bosque.

Ambos reflejaron instantáneo asombro en sus ojos, aunque por la distancia que los separaba no pudieron notar que compartían la misma sensación.

¿Sigues deseando que me vaya? —sin alzar su mirada indicó el cielo con un dedo, haciéndole ver al de dientes afilados que la noche no tardaría en caer.

Lo cierto es que después de oír ese sonido bestial, Hozuki sintió un profundo miedo recorrerle su espalda. Su mente imaginó una jauría de lobos babeando al verlo, mientras la luna actuaba como única testigo de su desgracia. Sin embargo, pese a la gran amistad que lo unía a Sasuke, no quiso confesarle su temor abiertamente por la gran rivalidad existente entre ellos.

No quiero quedarme solo aquí, pero no podrías subirme aunque quisieras. Sé que nada me sucederá; ni los osos ni los lobos podrán conmigo porque soy el más fuerte y valiente de todos los niños —aunque no era un fanfarrón, igualmente soltó una necesaria baladronada a fin de darse ánimos; quizás así no terminaría cayendo en el pánico que su interior le anunciaba.

No pienso irme dejándote allí abajo —aseveró nuevamente, muy seguro de que esas serían las palabras que diría su hermano de estar en su lugar. Como siempre sucedía, Itachi asomaba como su gran ejemplo a seguir —. Quizás tengas razón que nada te sucederá, pero también puede que no. Es mejor no correr riesgos; una vez que te suba entonces iré por ayuda.

Pero Sasuke es muy peligroso, puedes lastimarte tú también y entonces sí que tendremos problemas.

Tranquilo, no está tan empinado. Además clavaré mi cuchilla como soporte en el barranco para no caerme.

El desgreñado niño no aceptó más discusiones respecto a su decisión: se movió varios metros para llegar a una zona en que el declive era menos pronunciado y, sin dudarlo, comenzó el trabajoso proceso de descenso. Lo tuvo complicado pues el alto pastizal podría hacerle dar un paso en falso, aunque también le dio la seguridad de que un costalazo no podría quitarle la vida. Finalmente su esfuerzo no lo traicionó, llegando al suelo sin imprevistos.

Suigetsu despejó el rastro de sus lágrimas, esbozando una sonrisa de alivio al verlo junto a él. Utilizando su camiseta, Sasuke le hizo una especie de torniquete tratando de imitar el que su madre le hizo cuando le había sucedido una torcedura parecida. A su juicio la lesión del peliblanco no parecía nada grave, o por lo menos no algo que tardará mucho en recuperarse.

Súbete a mi espalda como cuando jugamos al caballito.

Tengo miedo, Sasuke —admitió para después morderse levemente el dorso de su diestra —. Me da miedo que te puedas caer.

Siendo sincero yo también tengo algo de miedito, pero no te abandonaré —se agachó para cargarlo —. Te subiré por el precipicio, te lo prometo.

La seguridad que mostró su amigo, le permitió a Suigetsu confiar en él. Entonces, sin dudarlo más, se encaramó a su espalda agarrándose al cuello con ambos brazos.

Oye, intenta sujetarte de mi pecho porque si lo haces de la garganta no me dejas respirar.

Qué delicado que saliste.

No soy yo el que tiene los ojos llorosos —contratacó, hábilmente punzante.

Si tuvieras el tobillo como yo, estarías chillando como un bebé —se defendió él.

Ya cállate que necesito concentrarme.

El pequeño Uchiha tuvo que ascender lentamente, cuidándose de que sus manos o pies no resbalaran o entonces el esguince de Hozuki podría estropearse aún más. El esfuerzo de llegar a la cima le hizo sudar mares, pero finalmente lo consiguió sin que sucediera ningún percance. Cualquier adulto habría pronosticado que un niño no podría remontar una ladera así cargando a otro, pero, sin importar la edad, nunca había que subestimar a la voluntad inquebrantable de un Uchiha.

Por fin llegamos —dijo el de cabellos como la noche, exhausto como nunca. Prueba de ello fue el sudor que recorría su frente y los jadeos caninos que huían de su garganta.

Extremando el cuidado, el hijo de Fugaku bajó lentamente a su amigo procurando que su pie lastimado no se afirmara en el suelo. En cuanto lo consiguió ambos pudieron recostarse uno al lado del otro a la vez que miraban el cielo. Entre los acezos que daba el de ojos oscuros, Suigetsu colaría unas palabras que su amigo nunca olvidaría.

Gracias por ayudarme —le dijo emocionado. Poco después ambos estrecharon manos con infantil fuerza física, pero descomunal fuerza espiritual —. Amigo, te prometo por todos los dioses que un día te voy a devolver este favor.

Muchos años más tarde, Suigetsu había cumplido su promesa de niños a costa de su propia vida.


Continuará.