Hi people, espero que estén muy bien en este resto de abril. Como siempre muchísimas gracias a quienes dejan comentarios, esta vez no he podido responderlos porque he estado más ajetreado que de costumbre y el tiempo libre lo dediqué a terminar este capítulo, pero apenas lo publique les contestaré con mucho gusto (Nota: Sisori94 te aviso que tienes los mensajes privados deshabilitados, así que no puedo responderte). Espero que sean precisamente ustedes quienes más disfruten este capítulo por la buena onda que siempre me entregan en sus reviews :]
Vocabulario:
Tósigo: Veneno, ponzoña.
Estoque: Espada estrecha, que por lo regular suele ser más larga de lo normal, y con la cual sólo se puede herir de punta.
Batahola: Bulla, ruido grande.
Vernal: Perteneciente o relativo a la primavera.
Restañar: Detener una hemorragia o el derrame de otro líquido.
Herbolar: Inficionar algo con veneno / Envenenar a alguien.
Celada: Emboscada de gente armada en paraje oculto, acechando al enemigo para asaltarlo descuidado o desprevenido.
Pila: Pieza grande de piedra o de otra materia, cóncava y profunda, donde cae o se echa el agua para varios usos.
Felonía: Deslealtad, traición, acción fea.
Sañudo: Que tiene saña / Propenso a la saña.
Ruindad: Cualidad de ruin / Acción ruin.
Umbrático: Perteneciente o relativo a la sombra / Que causa sombra.
Esclava Sexual, Capítulo Vigésimo Octavo
El sonido del oleaje luchando contra la lluvia seguía galopando a lomos del viento. El ambiente auditivo era tétrico, pero lo realmente aterrador eran los pausados pasos de Sasuke acercándose al último élite con vida, Sai. La caminata se detuvo en cuanto cazador y presa quedaron a escasos centímetros. Uno estaba de pie, el otro sentado a piernas extendidas sobre el suelo. Uno se disponía a provocar un dolor inimaginable, el otro se preparaba a soportarlo.
A sabiendas de que era mejor prevenir que lamentar, Uchiha verificó visualmente cuán graves eran las lesiones de Sai, dado que nadie le aseguraba que no pudiera sobrepasar sus límites y levantarse de nuevo esgrimiendo algún puñal oculto. Pronto corroboró que tanto los tendones de su bíceps izquierdo como los de la rodilla fueron profundamente tajados, lo cual le impediría sostenerse en pie o mover su brazo. Seguramente ambas zonas le ardían como lava hirviendo.
—Elige qué deseas perder primero, maldito: las manos, las piernas o los ojos —le colocó la punta de la espada en la manzana de Adán.
—No voy a dejar que le hagas daño a él también. ¡Basta de maldad! —a espaldas del soldado, Hinata aseveró de manera desafiante.
—Cállate; sólo eres una hipócrita que intenta quedar bien con su propia conciencia —tras lo dicho, chasqueó la lengua —. Yo, en cambio, daré la justicia que Suigetsu se merece.
Por un momento ella pensó suplicarle que detuviera su siniestra acción, pero, por todo lo que llevaba conociendo al pelinegro, sabía que hacer tal cosa no cambiaría su decisión. A Sasuke jamás había que implorarle, había que enfrentarlo cual leona. Enardeciéndose para que su semblante no tambaleara, se arrojó sin miedo hacia una nueva y feroz reyerta verbal.
—¡La verdadera justicia no puede estar impulsada por el odio, así que detente de una vez! —exclamó con una determinación tan abrumadora que incluso a ella misma le sorprendió. Antaño el simple hecho de alegar le causaría tartamudeos, una mirada gacha y temblores de piernas, pero haber conocido a Uchiha la convirtió en alguien mucho más fuerte.
Entretanto Sai sufría una intensa desconcertación interna, pues no entendía por qué esa mujer intentaba defenderlo. Su carencia de empatía muchas veces le impedía comprender el sentido de las contradictorias acciones humanas.
—Me estás pidiendo demasiado, Hinata. No voy a perdonar a este infeliz aunque intentes protegerlo mil veces —farfulló entredientes.
El hijo de Fugaku, usando su brazo no lesionado, repitió la acción que también esgrimió contra Hanzo: alzó la espada hasta que chocó contra el techo. Sai puso atención a la ensangrentada hoja que muy pronto también se impregnaría con su líquido vital. Resignándose a quedar sin extremidades o a que el más allá lo cubriera con su tétrico manto, enfrentó su macabro destino como un guerrero debía hacerlo: a ojos abiertos.
—Ahora mismo me estás haciendo un tremendo daño con esto —su lengua fue poseída por un grave tinte de decepción —. ¿No te das cuenta que si lo torturas me estás torturando a mí también? Pero veo que en nada te importa lastimar a la mujer que supuestamente amas —lo acusó sin dar mínima tregua, pues la vida de un hombre dependía de ella.
—¡Quiso asesinarnos! ¡Me destrozó el brazo! ¡Y por su maldita culpa también murió Suigetsu! ¿¡Cómo te atreves a defenderlo!? —insistió mirándola de soslayo, mientras sus dedos se contraían fuertemente contra la empuñadura de la espada. Muy pronto la dejaría caer sobre la pierna enemiga a fin de cortarla.
—¡Entonces también mátame a mí porque Suigetsu falleció por mi culpa! ¡Él aún seguiría con vida si yo le acertaba la flecha al hombre que nos atacó!
—¿¡Acaso tú le clavaste una espada a Suigetsu?! —girándose para verla, replicó desatando sus negras emociones a todo volumen —. ¡¿Acaso tú viniste a emboscarme en masa?! ¡No defiendas lo indefendible!
—¡Lo indefendible es la tortura que le hiciste a ese hombre —indicó el cadáver sin extremidades — y lo que piensas hacerle a este otro! —esta vez apuntó a Sai.
—¿Piensas que lo padecido por Hanzo era una tortura? —dándole el rostro, plasmó en éste una media sonrisa sardónica —. En realidad eso fue una dulce brisa vernal en comparación a lo que sufrirá Danzo —sus facciones se volvieron sumamente sombrías, como si un demonio hablase por él.
Tanto por las palabras en sí como por su forma de decirlas, Hinata sintió un escalofrío espectral pisoteando su columna.
—De verdad quieres matar el amor que siento por ti... —se diluyó su voz de manera aflictiva.
—Si dejas de amarme es mejor para los dos. Somos demasiado diferentes; en el fondo una relación entre nosotros no tiene ningún futuro. Aunque tratemos de negarlo, ambos lo sabemos perfectamente.
—Si salté hacia este barco es porque te amo, Sasuke. Y por eso mismo me estás haciendo un daño tremendo con la barbaridad que pretendes —su mirada se volvió trémula de sufrimiento —. ¿No te das cuenta de eso?
Uchiha cerró su mano empleando casi todas sus fuerzas en ello. Si la empuñadura del mandoble de Hozuki tuviese vida, habría gritado por la presión ejercida en su contra.
—¿Por qué diablos te empeñas en defender a hombres de esta calaña? Es algo que no puedo entender.
—Tú también asesinaste y violaste e igualmente te di la oportunidad de vivir.
Karin, quien escuchaba atentamente la discusión, quedó muy sorprendida por tales palabras. ¿Sasuke un violador? Si había una legión de mujeres que hasta pagarían por acostarse con él... ¿entonces por qué haría algo así de ruin? Como si eso fuera poco, antes también oyó que Hinata le espetó el haber torturado a sus familiares. ¿Qué clase de historia retorcida existía entre ambos?
—¡No te atrevas a compararme con escorias como las FE! —exclamó sumamente ofendido, como si lo hubieran abofeteado sin motivo. De ser Hinata un hombre le habría partido la cara a golpes inmediatamente —. Lo que yo hice fue por venganza; los malditos y malditas que sufrieron mi furia se lo merecían con creces y jamás lastimé niños. Lo mío tiene plena justificación, en cambio este hombre mata simplemente por el placer de hacerlo.
—Sé muy bien que tenías tus razones, pero eso no quita el hecho de que cometiste cosas iguales o peores que este hombre: violaste, torturaste y mataste —su cuerpo entero se estremeció, mas fueron sus piernas quienes lo demostraron con más intensidad —, e igualmente yo te di la oportunidad de vivir sin saber que tenías causas sólidas tras tu maldad. ¿Por qué no escuchas las razones de él para hacer las cosas que hizo? ¿Por qué no controlas tu odio y lo sustituyes por la sensatez? Tú eres un hombre muy inteligente, no te dejes llevar por la cólera que te invade ahora.
Él cerró su puño aún más fuerte que antes; la espada vibró entera por lo mismo.
—No se trata de dejarse llevar por la furia, se trata de justicia. Ésta consiste en dar a cada uno lo que se merece. ¿De verdad crees que él amerita sobrevivir después de todas las cosas que ha hecho en nombre de Danzo? Él contribuyó a que Suigetsu fuese asesinado, de modo que la vindicta es el único camino que se puede tomar contra él.
—Una persona se vuelve mucho más grande dando piedad que dando venganza —su voz olvidó el cariz anterior, imprimiendo un tono conciliador aunque muy firme al mismo tiempo —. Por favor, no dejes que tu odio te siga consumiendo.
—¿Tú crees que este bastardo nos dejaría vivos si estuviera en nuestro lugar?
«No lo haría» respondió Sai en su mente.
—Seguramente no, pero tú no tienes por qué ser igual a él. Sé que tú eres mejor que un demonio; sé que puedes ser más fuerte que tu odio —aseguró muy convencida —. Por eso me enamoré de ti y por eso también quiero creer que harás lo realmente deseas cambiar y convertirte en una mejor persona entonces demuéstramelo.
Los dientes de Sasuke crepitaron su furia, gruñendo a modo de respuesta. Las palabras de su amada resonaron en su cerebro como un suplicio de maldita moralidad. Dejarse llevar por el odio era mucho más fácil que reprimir todo el dolor que traía encima. Mordió por dentro su labio inferior producto de la frustración que hacía presa de su alma. Recuerdos de su infancia junto a Suigetsu volvieron a martirizar su espíritu, mientras el mandoble se hacía cada vez más pesado en su diestra. ¿Para qué refrenarse por un desgraciado como ese? Era mucho más sencillo dejarle caer el arma encima que contener su cólera.
El élite, quien observaba atentamente, leyó en los negros ojos que la duda implantada por esa mujer desapareció completamente: Uchiha había tomado la decisión de continuar su terrorífico castigo. Lamentablemente, aquello podía darlo como un hecho seguro.
De súbito e inesperadamente, el talante en el guerrero más fuerte cambió de un matiz sañudo hacia uno de extrañeza, misma que fue demostrada por las cejas que se curvaron después. Luego comprimió la frente al escrutar con mayor esmero al de cabellos castaños, reconociendo de quién se trataba tras unos segundos. El furor anterior lo había cegado al punto que no le importó siquiera su identidad; ello se sumaba al hecho de que sólo lo vio un par de veces, encuentros fugaces que se produjeron en el suntuoso palacio de Shimura. Coincidir de manera tan escasa con él no era algo raro, puesto que el blanquecino soldado siempre realizaba misiones de alto secreto. De hecho, Ino jamás lo había visto a pesar de cuantos años llevaba en el ejército.
—Tú eres Sai, el hombre de confianza del rey e integrante de Raíz —afirmó muy seguro, dado que su extrema palidez no dejaba lugar a dudas.
Hinata delató confusión en su mirada, la cual viajó desde Sasuke hacia Sai y viceversa.
—No lo soy —respondió el aludido, intentando ocultar su verdadera identidad.
Negándolo consiguió el efecto contrario al deseado, puesto que Uchiha sabía de sobra que el hombre más leal al rey actuaría de esa manera en caso de ser capturado.
—Tienes mucha suerte, maldito; por ahora te dejaré vivo.
Hinata expresó su alivio a través de un gesto que no necesitó palabras para captarse perfectamente.
—Muchas gracias, Sasuke, créeme que hiciste lo correcto —tras lo dicho suspiró hondamente, desahogando así el estrés de sus recientes emociones —. No te arrepentirás de tu decisión —lo observó regalándole respeto a través de sus luceros.
—Te equivocas rotundamente: no lo he dejado vivo por tus absurdas palabras de compasión, sino porque es una fuente de información valiosa —argumentó de modo sentencioso —. Él sabe secretos muy útiles respecto a Danzo; el horario exacto de los relevos de la guardia imperial, cuantos guerreros conforman a Raíz y el lugar exacto de los pasadizos ocultos en su castillo es la información que voy a obtener por medio de él.
Hyuga sintió el golpe de la decepción fustigándola. Pensó que Uchiha lo hizo por consideración hacia ella, porque también deseaba cambiar el odio que en él habitaba, pero su tajante afirmación le dejó claro que habría despedazado a Sai de no ser por su utilidad. Suspiró tristemente por tal razón.
Mientras tanto, el guerrero de élite supo que nada sacaría insistiendo en falsear quién era realmente. Sin tapujos, miró a Sasuke dando una declaración de valiente lealtad:
—Yo nunca traicionaré a mi soberano porque si lo hiciera me estaría traicionando a mí mismo. Lo mejor que puedes hacer es acabar conmigo de una vez porque absolutamente nada te revelaré.
—Ya me esperaba una respuesta tan estúpida, pues a todos ustedes, miembros de Raíz, les lavaron el cerebro desde niños para servir al imbécil de Danzo.
—Mi rey no es ningún imbécil —rechazó tal descalificativo tranquilamente —. Sin él yo habría muerto de hambre abandonado en las calles como si fuese una basura; me dio una vida digna cuando mi único destino era la muerte.
—¿De verdad eres tan estúpido como para creer que lo hizo por ayudarte? Para Shimura sólo eres una herramienta desechable, una simple bazofia útil.
—Sea cual sea la razón, lo hizo y eso es lo único que me importa. Le debo mi vida, por lo que jamás cometeré una felonía contra mi rey. Además él es el único capaz de traer prosperidad y grandeza a nuestro pueblo, tanto así que muy pronto nos convertiremos en un imperio que permanecerá por siempre en las entrañas más profundas de la historia humana.
Uchiha lo miró con genuina e infinita lástima.
—Como siempre, no faltan los miserables como tú que avalan a hombres sedientos de poder en vez de rebelarse contra ellos. ¿Pero qué más se puede esperar de alguien perteneciente a Raíz? —dijo lo último con supremo desprecio.
—¿Qué es Raíz? —interrumpió Hinata, muy curiosa por saber la razón de que su prometido repitiese tal palabra.
—Es una rama de las fuerzas de élite —contestó Karin desde su posición en el pasillo, cosa que volvió algo distante su voz amargada —. Son huérfanos criados desde pequeños como guerreros al servicio del rey; hombres acondicionados para dejar atrás todo tipo de emociones. También son esclavos de la idea que Danzo es una especie de mesías al cual le deben lealtad total.
Hyuga pestañeó muy sorprendida, para luego llenarse de pesar. La explicación de Karin dejaba claro que el hombre enfrente suyo había recibido un adoctrinamiento muy complejo; alguien que, precisamente por tal razón, no era igual que el resto de las fuerzas especiales.
—Sasuke...
—¿Qué diablos pasa, Hinata? —además de su voz, también evidenció su disgusto en el rostro.
—Tengo un presentimiento derivado de las palabras de Karin. —Llevó sus manos a la zona donde residía su corazón antes de continuar hablando. —A diferencia de los otros élite, este hombre no es un malvado por naturaleza. Podría redimirse o por lo menos intentarlo —añadió muy segura.
Uchiha observó el semblante compasivo de la Hyuga, molestándose con su forma de ser tan noble. Entretanto Sai exhaló extrañeza debido a la chica que, por alguna razón que aún no lograba dilucidar, parecía querer ayudarlo en vez de tratarlo como el enemigo que realmente era.
—Me importa muy poco si es un malvado por naturaleza o no —su mirada viajó desde Hinata hacia el prisionero a fin de amenazarlo —. Si eres inteligente pronto me revelarás los secretos mejor guardados de Danzo; si lo haces te mataré sin dolor. Sin embargo, si tu cerebro es tan pequeño como para seguir siéndole leal a ese bastardo, entonces vas a padecer cosas que son mucho peores que la parca —sentenció gravemente. Su cariz demoníaco volvió a teñir su aspecto.
—Por más que me tortures, no confesaré nada —replicó él sin amilanarse.
Uchiha lo miró con prepotente virulencia.
—Bien, tú lo has pedido: te torturaré de una forma tan sádica que suplicarás la muerte como vía de escape.
—Sasuke, no hagas semejante maldad...
—Calla, Hinata, estos son asuntos bélicos en los que una mujer tan compasiva como tú no debe inmiscuirse; tengo información crucial al alcance de la mano y no pienso desaprovechar la oportunidad de obtenerla. No seas tan tonta como para pensar que una guerra se gana dando piedad.
Buscando alternativas la joven meditó una posible solución. Ésta llegó rápidamente, por lo que enseguida daría una proposición que podría evitar ese dantesco dolor:
—Yo puedo hacer que hable sin necesidad de que hayan torturas de por medio. Sólo necesito algo de tiempo.
Uchiha la miró fijamente antes de dar su respuesta, empero, su inexpresividad tanto ocular como facial no le permitió a la fémina adivinar si aceptaría o rechazaría.
—Bien, tú te encargarás de que confiese lo que sabe —dijo tras algunos segundos, aunque pondría una importante condición irrevocable —. Tendrás siete días para conseguirlo o yo lo torturaré hasta matarlo. Es mi última palabra.
—D-de acuerdo... —su voz tropezó por la agresiva seriedad que destilaban esos brunos ojos.
Pese a su decisión, Uchiha no contuvo su furia del todo: le dio un gran puñetazo a Sai, uno que por mera suerte no le tiró algún diente. El lomo del hombre más leal a Danzo chocó contra el suelo, sintiendo su mandíbula arder como prendida en fuego. Por fortuna, como a todo guerrero integrante de Raíz, le habían enseñado que el dolor podía ignorarse a través de la resiliencia mental. Para conseguir aquello, siendo apenas un niño, lo habían torturado a base de lacerantes latigazos hasta acostumbrarlo a convivir con las penurias físicas. Su espalda estaba llena de cicatrices debido a ello.
Karin estaba segura que sin la fémina de ojos albinos Sasuke habría mutilado a Sai sin dudarlo, comprobando cuanta influencia tenía su amiga en el guerrero más fuerte. Le fue inevitable sentir sana envidia, dado que ella jamás logró una conexión así de estrecha con el pelinegro. Su mirada se desvió entonces hacia Suigetsu, comprendiendo, por el inmenso dolor que sentía, que tal vez él era el hombre con el cual compartir su vida. Pensarlo de ese modo hizo que la congoja se incrementara, pero lastimosamente ya era demasiado tarde para arrepentimientos. ¿Por qué no se valora lo que se tiene hasta que se pierde? ¿Por qué los humanos caen en una necedad así?
—No van a tener una semana —advirtió Sai, llevando su mano sana a la mandíbula como si quisiera reacomodarla en su lugar —. Aún es muy pronto para cantar victoria, general Uchiha: la realidad es que quedan mil doscientos cincuenta soldados por derrotar, tienes un brazo inutilizado y Suigetsu ya no podrá ayudarte, así que ustedes tres están perdidos —impersonal como un hielo, anunció el peso de la abrumadora verdad que se les venía encima —. Larga vida al rey —proclamó una intencional e irritante provocación.
Como respuesta el hijo de Mikoto le dio una brutal patada, una tan feroz que llegó a superar la trompada anterior. Prueba de ello fue que le arrancó de raíz un premolar, el cual Sai se vio obligado a escupir entre un manantial de sangre que estuvo a punto de tragar. Para su gran sorpresa, el punzante dolor que sintió en la encía le fue incluso peor que el del brazo.
—Si no quieres seguir perdiendo dientes, mantén cerrado tu inmundo hocico.
El aludido prefirió guardar silencio, lamentando la osadía de hablarle así a Sasuke mientras era un simple prisionero. Solía ser un ejemplo de fría prudencia, pero los insultos al rey Danzo consiguieron tocarle una fibra desconocida. Entre el insufrible dolor, al menos tuvo el consuelo de que el perjudicado no fue uno de sus dientes delanteros.
Hyuga no esperaba esa tremenda patada por parte de Uchiha, pero, aunque tuvo ganas de criticarlo fieramente, decidió no hacerlo esta vez. Entendía que necesitaba descargar el sufrimiento que cargaba por la muerte de su amigo, además que fue el atrevimiento de Sai lo que provocó su violenta reacción.
—¿Estamos perdidos, verdad? —cuestionó Karin desde atrás, desbordando pesimismo. Aunque no gustase, el miembro de Raíz no erraba en su afirmación: la situación era más que nefasta. Sin el guerrero peliblanco y con Uchiha teniendo una extremidad inoperante, sería imposible derrotar a más de mil soldados aun sacando provecho de la estrechez del pasillo.
—Tenemos que hallar alguna forma de escapar de aquí porque es imposible que Sasuke pueda derrotar a tantos soldados —precisó la otra fémina, buscando soluciones en vez de lamentos.
—Hinata, pásame las vendas que tienes —dijo Sasuke de manera inexpresiva —; primero voy a parar la hemorragia en mi extremidad, ya que en mi estado no puedo perder más sangre. Preferiría usar la cauterización, pero la herida es muy profunda y si se queman los ligamentos nunca se volverán a conectar; inutilizaría mi bíceps por siempre. Con el pecho da igual porque se mantiene prácticamente estático en su lugar, pero con el brazo haces un montón de movimientos indispensables —gruñó cuando los perforados músculos pares se movieron un poco, sintiendo un gran dolor por ello.
Sin demora, la prima de Neji se apresuró a quitarse la camisola de botones a la vez que le daba la espalda a Sai. En cuanto terminó su acción empezó a desenrollar los vendajes que aprisionaban sus senos, sonrojándose al sentir que la mirada de Sasuke se le posaba encima. Nerviosa por lo mismo, aunque a sabiendas que pudores infantiles no tenían cabida en una situación tan grave, terminó su labor dejando sus senos libres delante de él. Dejó de lado su vergüenza por un bien mayor, aunque de todas formas no se atrevió a mirarlo a los ojos por su natural timidez; con la cabeza gacha procedió a realizarle un improvisado vendaje que serviría para contener la sangre, aunque de todas maneras se hacía perentorio realizar suturas. Había que traer al médico del barco o acudir con él lo más pronto posible.
—Siento mucho lo de tu brazo, necesitas puntos de manera urgente —dio empáticas palabras ante el dolor que mostraban esos dientes apretados. Luego volvió a colocarse su blusa, abrochándosela torpemente.
—Estoy mejor que esos malditos por lo menos. —Entre tantos cadáveres, miró a los pocos que la escasa luz conseguía iluminar.
—Lo lamento —dijo la miope, suspirando al atisbar un futuro muy tenebroso para los tres.
—Karin —mencionó su nombre Hinata —, ¿tienes alguna idea para poder escapar?
—No se me ocurre nada aún. Lo de escondernos en las despensas no servirá si no ven el cadáver de Sasuke.
De súbito, extrañados por el gran lapso transcurrido, los soldados que esperaban afuera abandonaron su actitud pasiva.
—¡Comandante Hanzo! ¿Están todos bien? ¡Vamos a tirar la puerta abajo!
—¡Seré yo quien la derribe, así que retrocedan o pagarán las consecuencias! —ordenó Sasuke en su tono más amenazante.
Se hizo un silencio muy profundo por incontables segundos, hasta que los pasos ulteriores informaron que los militares se alejaban de la entrada.
—¿Qué haremos ahora? —cuestionó la otrora espía, jalándose algunos mechones nerviosamente —. No tardarán mucho para que decidan usar arietes.
El rival de Naruto caminó hacia la puerta, sacando de un tirón la flecha que se había incrustado en la cerradura.
—Yo me tomaré otros minutos de descanso mientras ustedes golpean la puerta. No la tumben, sólo aflójenla chocándole una despensa o usando como un ariete algún cuerpo con armadura.
—¿Pero qué plan tienes en mente? —cuestionó una preocupada Hinata.
—No perderé valioso tiempo en explicaciones. Sólo confíen en mí y hagan lo que digo.
Ambas chicas intercambiaron miradas con él, aceptando su mandato como si fuesen experimentadas militares. Poniéndose de acuerdo verbalmente, prefirieron arietar la entrada empujando una conservadora en vez de cargar uno de los pesados cadáveres encorazados. Entonces despejaron el pasillo arrojando a los occisos hacia las esquinas, mientras sus rostros se contorsionaban por la repulsión que tal labor les causó. Luego pusieron todas sus fuerzas en golpear la puerta hasta que después de varios minutos se aflojó sin abrirse.
Durante el proceso anterior, Uchiha se colocó parte de la coraza de Suigetsu: el sólido peto y los brazales. Por su terrible lesión en el bíceps, tuvo que apretar sus mandíbulas a fin de soportar el dolor de cargar peso extra en su brazo dañado. Éste podría empeorar, mas no tenía otra opción si quería ocultar la herida de los milicianos. Posteriormente recogió sus dos espadas, las cuales habían quedado tiradas sobre el suelo por el ajetreo de la batalla. Una vez que las chicas le informaron que la puerta ya estaba suelta, el enemigo número uno de Danzo se dispuso a salir.
—Llegó la hora de encargarme de los pelotones del rey —sentenció el de ojos negros, alardeando una seguridad descollante mientras esgrimía su ensangrentada arma primaria.
—¿Pero qué dices? —un tono de asombro acopió la voz de la espía retirada —. ¿¡Estás planeando un ataque directo contra tantos guerreros!?
—No te dejes llevar por el pecado del orgullo —aconsejó Hinata, muy alarmada ante lo que pretendía hacer —. Todavía no has descansado lo suficiente, tu bíceps está perforado y son mil doscientos cincuenta hombres —añadió sintiendo que los nervios de su espalda se volvían tensionados nudos.
—Ese número es poca cosa ante Sasuke Uchiha —avanzando hacia la puerta, dijo con una seguridad tan soberbia que impresionaría a cualquiera que lo escuchara.
—¡¿Estás loco?! —gritaron las dos mujeres al unísono.
—Quédense aquí.
—¡Pero Sasuke!
El pelinegro hizo caso omiso al histérico grito de ambas. De una espartana patada abrió la puerta recién suelta, avanzando a través de ella como si su cuerpo estuviera en perfectas condiciones.
El feroz duelo entre Deidara y Gaara había sido una obra maestra de la esgrima, tanto así que muchos soldados, muy seguros de que Uchiha sería derrotado por las FE, observaban desde la cubierta de Jiren a los encarnizados rivales. Si no fuera por el respeto que un combate así requería, incluso habrían aplaudido como si estuviesen en el coliseo romano presenciando a dos fervorosos gladiadores.
Las maniobras iban y venían a una velocidad demencial, pero el nivel de sus habilidades era tan parejo que no habían conseguido provocar ninguna herida al otro. Era algo casi semejante a la equivalencia existente entre Sasuke y Naruto, aunque había una pequeña gran diferencia: Gaara comenzaba a resentir la fatiga mientras Deidara seguía respirando normalmente pese a ser quien más había embestido. Aquello era algo extraño tomando en cuenta que el atacante siempre gasta más energía que el defensor, aunque tal regla se había roto por una razón muy lógica: el gran escudo del pelirrojo pesaba más que la ligera rodela de su enemigo, por lo cual el astuto blondo inició una batalla de desgaste en vez de una que involucrara rápida letalidad. Tal como un chacal persigue a enemigos más ágiles hasta atraparlos por cansancio, Deidara daría el zarpazo definitivo en cuanto Gaara estuviera en su momento físico más vulnerable.
El proveniente de yermas tierras se había confiado demasiado en su aparente superioridad, aceptando que había ignorado un grave problema por culpa de su inflado ego: era un grandioso guerrero, pero su modo de luchar dependía demasiado de su escudo, lo cual lo volvía poco versátil. Deidara, al contrario, se había entrenado durante años exclusivamente para derrotar a Sasuke y aquellos esfuerzos rindieron plenos frutos. Sus bravatas no fueron sólo palabras infundadas y lo más preocupante de todo era que todavía no empleaba sus célebres dardos envenenados.
El rubio continuó atacando y retirándose con una ligereza llena de pericia, aprovechando muy bien el amplio espacio del que disponía, mismo que era ideal para su estilo de lucha que privilegiaba velocidad por sobre fuerza. Quedar acorralado allí era prácticamente imposible.
—¿Qué pasa, Gaara? ¿No eras más fuerte que yo? —sonrió alardeando insidia. A diferencia del general, el amigo de Sasori denotaba un frescura insultante.
Entre jadeos que intentaba ocultar, el de iris turquesas se alejó unos metros y tomó aire profundamente antes de dar una pausada respuesta.
—Di lo que quieras, pero mi odio es mucho más fuerte que el tuyo. Por eso seré yo quien te aplastará.
—¿En serio piensas que tienes más odio que yo? —cuestionó resplandeciendo incredulidad —. Para mí tu existencia es tan molesta como ir caminando tranquilamente por la calle y pisar caca de perro. Nada puede generar más inquina que eso —argumentó enfatizando su modo burlón.
—Te tomas todo a la ligera porque tú no conoces el dolor que te lleva al verdadero odio. Escudas tu sed de sangre llamándolo arte porque no tienes nada en qué sustentar tu miserable existencia. Jamás perderé ante alguien tan vacío como tú.
—Patrañas —desdeñó con un gesto de repulsa —. Tú matas por venganza contra el mundo, ¿no? En cambio yo soy feliz luchando porque no niego a la verdadera naturaleza humana: gozar del poder y de las victorias obtenidas a través de la sangre. Por eso no perderé contra alguien que basa su vida en el rencor en vez de hacerlo en el arte más genuino de todos. La tristeza del odio jamás ganará contra la felicidad que brinda el arte —sonrió orgullosamente —. Te enseñaré que un ser tan lamentable como tú no puede ganar este duelo, hum.
No hubo más palabras, pues serían sus armas quienes hablarían por ellos. Sorprendentemente, el de cabellos dorados dejó caer su rodela, envainó la tizona y le dio la espalda, exponiéndose voluntariamente a ser atacado. Si Gaara mordía el anzuelo podría ser el final del combate, mas permaneció en su lugar esperando aquello por lo que Deidara había adquirido una gran fama: sus fulminantes ataques a distancia con armas de cadenas. Poquísimos en el mundo podían usar con efectividad el martillo meteoro, la kusarigama o los dardos de cuerda, por lo cual casi nadie sabía como contrarrestarlos. Esa era otra ventaja añadida a la tremenda versatilidad que el blondo poseía.
—¿Qué pasa, Gaara? Estoy de espaldas y no te atreves a atacarme... ¿Tan cobarde eres? —punzó buscando malherir su orgullo.
—El cobarde eres tú. Ven y pelea de frente como un verdadero hombre. —Decidido a no caer en la trampa, permaneció en su lugar esperando el relampagueante ataque que se aproximaba.
—Ya te confronté cuerpo a cuerpo —lo vio de soslayo —, pero luchar contra ti es demasiado aburrido; lo único que sabes hacer es cubrirte con tu escudo. Así nunca serás un verdadero artista.
Dicho lo anterior, el de coleta se volteó como un rayo para golpear con un martillo meteoro de dos cabezas, el cual consistía en dos pequeñas bolas de acero concentradas en los extremos de una larga cadena. Tenía la ventaja de usarse desde lejos, además de poder golpear tanto de manera recta como desde cualquier ángulo. Sus movimientos eran difíciles de predecir por las curvaturas y desvíos que esgrimía la cadena en las manos de un experto. Su nombre se debía a que pegaba tan rápido como un meteoro, siendo capaz de romper el cráneo o reventar los huesos del enemigo en un mísero instante. Gaara supo que lo siguiente sería muy difícil, pero confiaba en sus reflejos para cubrirse con su escudo y evadir hasta hallar la forma de acercarse. Tal como deseaba Deidara la lucha prosiguió volviéndose arte, hasta que logró enrollar su cadena en la espada enemiga y arrebatarla de un feroz tirón. Al tiempo que esquivaba un golpazo de la otra esfera, el general se vio obligado a desenvainar su espada secundaria.
—Asombroso, ¿verdad? —dijo el rubio, sonriendo ampliamente a la vez que detenía sus ataques —. Las cadenas a menudo son subestimadas, pero en manos de un maestro son extremadamente peligrosas. Un arma es una herramienta que se usa para matar, pero el peligro no proviene del objeto sino de quien lo usa. Incluso un simple pedrusco se convierte en letal si está en las manos adecuadas, hum.
Queriendo asegurarse de que Gaara no alcanzase a atacarlo, el rubio retrocedió unos pasos hasta quedar unos metros por detrás de un mástil. Entonces soltó su martillo meteoro y extrajo una variante personal de los dardos con cuerda: los punzones envenenados, su verdadera arma estrella. Éstos estaban atados a una cadena más ligera y fácil de maniobrar, lo que le generaría aún más ángulos de ataque. Una simple rozadura de los punzones contra la piel era suficiente para que la ponzoña disminuyera paulatinamente las capacidades reactivas y cognitivas del enemigo. Y si la hoja llegaba a clavarse completa, la muerte estaría asegurada sin importar el lugar en donde fuese la herida. Sin embargo, el metal de la cadena tenía la desventaja de que podía ser cortado por una espada, lo cual lo dejaría completamente vulnerable al no portar un escudo. La suya era una jugada temeraria, pero no se podía ganar a oponentes tan fuertes como Gaara sin correr riesgos. Esta vez iría en serio totalmente, pues el verdoso veneno untado en las hojas, pese a ser muy espeso, se disiparía bajo la lluvia más temprano que tarde. Haciendo girar la cadena en ambas manos, se preparó a realizar un ataque decisivo.
El general esta vez no tuvo la precaución anterior: se arrojó contra Deidara confiando en que podría cortar la cadena antes de que el punzón diestro llegara a destino, mientras bloqueaba el izquierdo con el escudo. Sin embargo, su adversario leyó aquel movimiento e impulsó la cadena hacia el cielo para luego hacerla descender rápidamente. Gaara logró cortarla tal como antes lo planeó, pero, usando el cercano mástil, el otro extremo dio un trepidante giro en «U» que prosiguió su curso para atacarlo por la espalda, la única forma de vulnerar su defensa perfecta. Incapaz de retroceder su escudo a tiempo tuvo que ladear su cuerpo, pero el punzón alcanzó a darle un rasponazo en el antebrazo. Deidara no se preocupó de retraer la cadena: aprovechando el golpe por la retaguardia, se lanzó por la vanguardia desenvainando nuevamente sus espadas, mas el pelirrojo consiguió detenerlo e incluso hacerlo retroceder. Ambos, ya en quietud, se observaron unos momentos sabiendo que la contienda estaba muy cerca de llegar a su fin. El pelirrojo había recibido una herida no letal, mas bastaba sólo un arañazo para que el veneno viajara a través de la sangre hasta lentificar el sistema nervioso del enemigo. Para empeorar las cosas la adrenalina hacía que el torrente sanguíneo se acelerara, lo cual provocaría que las toxinas recorrieran todo su cuerpo prontamente. La victoría pertenecería al rubio en menos de dos minutos.
El de pelo carmesí rugió de furia al aceptar que la única manera de detener el futuro tullimiento era cortar su extremidad, pero aquello no le daría la victoria ante Deidara; al contrario, sólo le acarrearía una derrota segura. Decidido a matarlo antes de que el tósigo surtiera efecto, se lanzó contra el blondo para estoquearlo aunque perdiera la extremidad dañada.
El fanático del arte sabía que ahora se venía lo más complicado: aguantar contra un Gaara que, jugándose la vida en la ruleta del todo o nada, lo atacaría frenéticamente durante los próximos segundos. A duras penas consiguió evadir el huracán de metal, pero el pelicorto estaba cada vez más cerca de rajar su carne. Ello lo obligó a tomar una de esas decisiones reactivas que se toman en décimas de segundo: tendría que buscar la muerte de su enemigo ahora mismo o el occiso podría ser él. Desde la espalda desenfundó dos estoques herbolados con los que intentó punzar hábilmente, lo cual hizo retroceder al hermano de Temari hacia la proa. Tal acción era lo que Deidara estaba esperando para definir el duelo a su favor: afirmó sus pies en las alas de la cercana gárgola y, dando un salto desde allí, incrustaría sus armas en la cabeza de Gaara como dos rayos que descendían desde el cielo.
El demonio del desierto, alardeando una velocidad fulminante, alcanzó a reaccionar cortándole el meñique por entero y la mitad del anular; ambos en la diestra. El objetivo era dejarlo manco del todo, pero el rubio alcanzó a mover su órgano prensil de modo que pudo evitar el máximo daño, aunque perdiendo su arma primaria en el proceso. Entonces Deidara, usando su zurda e ignorando al dolor de una manera extraordinaria, clavó el segundo estoque envenenado en la mano armada de Gaara, misma que se vio obligada a soltar su espada por el terrible daño a sus tendones. Enseguida su hombro bloqueó el gran escudo mientras buscaba atravesar el corazón del general. Él intentó evadir su sentencia de muerte soltando el pavés para aligerarse y, acto seguido, dio un salto en reversa que lo hizo chocar accidentalmente contra la baranda. Ésta le provocó una horrible voltereta que lo terminó arrojando de espaldas por la borda.
Gaara lamentó perder el duelo de una manera tan humillante, dado que no fue capaz siquiera de concluirlo apropiadamente. Sabía que el veneno que corría por sus venas pronto extinguiría su vida, pero curiosamente, mientras penetraba un par de metros en el mar por la fuerte caída, lo que llegó a su mente no fueron las grandes victorias contra poderosos guerreros ni las riquezas obtenidas bajo el costo de la sangre. Nada de eso tuvo sentido en su hora final; para su asombro quienes aparecieron en sus recuerdos fueron dos personas a quienes arrojó múltiples desprecios, agravios e injurias. A la vez que el agua salada intentaba entrar en sus pulmones, lamentó sinceramente haber maltratado constantemente a sus dos hermanos, uno de ellos fallecido durante la última guerra. ¿Por qué no se dio cuenta antes de que Kankuro y Temari no se merecían tal vileza? ¿Por qué entender esa verdad justo antes de morir, cuando ya era inútil? Manteniéndolos presentes en su conciencia arrepentida, las luces navales desapareciendo le anunciaron que el ocaso de su vida había llegado. Sin ayuda que pudiera evitar su fatal destino, se hundió progresivamente hasta que la falta de aire se encargó de oscurecer sus funciones orgánicas.
Aunque el tormento físico que sentía en los sitios de las amputaciones era muy intenso, el rubio no chilló, no apretó sus dientes, no se quejó; su tolerancia al dolor superaba en muchas escalas al de un humano promedio. Al mismo tiempo que restañaba sus abiertos muñones se acercó al antepecho para ver el cuerpo del pelirrojo, pero el infeliz había sido devorado por el mar. Tal cosa se le hizo una lástima, pues, tratándose de Gaara, una rápida muerte por ahogamiento no lo satisfacía. Le habría encantado que aquel maldito saliera a flote para verlo sufrir hasta que la ponzoña le quitara la vida.
Súbitamente escuchó que desde Jiren le brindaban algunos aplausos y vítores, pero aquello no compensaba el hecho de que su mano quedase mutilada. Mientras se normalizaba su respiración permaneció dos minutos esperando que el general obrase un milagro, hasta que se convenció de que efectivamente había muerto ahogado. Entonces regresó su vista hacia la cubierta, observando como sus dedos desigualmente cercenados eran azotados por la incesante lluvia. «Los guardaré como un recuerdo al menos» se dijo a la vez que los recogía y los echaba cariñosamente en uno de sus bolsillos.
Deidara se había llevado una enorme victoria, pero tuvo que pagar un alto costo para cualquiera e incluso peor para un guerrero: perder el meñique entero y la mitad del anular. Dio un suspiro resignado al pensar que desde ahora le sería un poco más difícil actuar como arquero o maniobrar al mismo tiempo una espada y un escudo. Buscando necesario consuelo se dijo que la vida estaba llena de sorpresas desagradables, pero un verdadero artista, como él se pensaba, siempre debía tener resiliencia ante las desgracias e incluso tomar inspiración de ellas. Era cierto que su mano ya no estaba igual que antes, pero, pese al precio pagado, tanto el combate como su resultado habían sido una verdadera obra maestra. Sonrió amplia y felizmente por ello.
—Es muy artístico que alguien proveniente de un desierto haya muerto ahogado en un océano, ¿verdad, Gaara?
El victorioso pelinegro abrió la puerta que dividía la estrecha zona de despensas con la más amplia de preparación de comidas, cerrándola tras de sí. Allí esperaba un escuadrón de soldados rasos, quienes, pese a imaginar que los anteriores golpazos eran producidos por Uchiha, despegaron sus párpados desmesuradamente en cuanto lo vieron empuñando su espada llena de sangre. El silencio de asombro mezclado con temor fue absoluto.
—Vayan a cubierta —ordenó como el general que era.
Los guerreros se miraron entre ellos nerviosamente. Estaban sumamente confundidos, ya que seguía siendo difícil de tragar que Sasuke Uchiha obtuviera el triunfo contra veinte guerreros de élite. Ver a un tigre hablando o a un perro maullando les habría sido mucho más fácil de creer.
—Si no obedecen los mataré a ustedes también.
Los guerreros respondieron inmediatamente al sentir un escalofrío recorriendo sus columnas desde la raíz del encéfalo.
—Sí, señor. Enseguida vamos. —Casi corriendo, los militares cumplieron la orden de salir de la cocina.
Hinata, quien oyó la orden dada por él, esperó a que se enmudecieran los pasos para abrir la puerta con cerradura destrozada. Karin permaneció unos metros atrás de ella, aunque muy atenta a lo que sucedía.
—Sasuke, no salgas a cubierta o te asesinarán entre todos —lo detuvo agarrándolo de su diestra, implorándole casi en pánico.
—Tranquila, te aseguro que nada me pasará —le dijo mirándola profundamente —. Confía en mí y sólo quédate aquí —se soltó de ella sin escucharla más.
A paso firme Uchiha caminó hacia la puerta de salida de la cocina y, abriéndola lentamente, avanzó hasta quedar un paso por delante del umbral. Al verlo, los milicianos en cubierta no pudieron evitar una expresión de total asombro, dado que su presencia significaba que la veintena de élites cayó ante él de formas que era mejor no imaginar. Inmediatamente se sintieron amedrentados; de hecho, alrededor de la mitad de los allí presentes dieron un pequeño paso atrás, tal como, por instinto, se retrocedería ante la presencia de un sanguinario demonio. Cada uno de ellos se sintió como un animal sufriendo en una trampa que iba más allá de su capacidad de entendimiento. El triunfo del general en verdad les fue una demencia inexplicable, algo que costaba mucho digerir racionalmente.
—¡Soldados! —vociferó con fiereza, llamando la atención de la horda —. ¡Por mi grado de general, como también por la autoridad que me da la victoria, todos ustedes quedan bajo mis órdenes!
Los doscientos cincuenta hombres que abordaron a Jiren se miraron unos a otros nerviosamente, queriendo intercambiar pensamientos sin necesidad de batir sus lenguas. Superada la enorme sorpresa inicial, los de las líneas traseras comenzaron a rumorear entre ellos. Entretanto el sargento a cargo de las tropas durante la ausencia de las FE, se atrevió a dar un paso adelante con una seguridad acorde a la de un militar.
—Señor, si nos ponemos bajo su mando significaría que estaríamos traicionando a nuestro monarca, a nuestro reino en sí.
—¿En serio pretenden defender a un rey que ni siquiera es capaz de pelear sus propias batallas? ¿Quieren dar su vida por alguien que ha iniciado incontables guerras sólo para satisfacer sus ansias de poder? A él sólo le interesa seguir expandiendo nuestros límites sin importar cuantas muertes de soldados se produzcan. Sé que muchos de ustedes tienen familias que quieren volver a ver, así que basta de desperdiciar sus vidas luchando por alguien que no lo merece.
A raíz de las palabras del comandante, los soldados comenzaron a debatir entre sí. Momentos después la lluvia diluyó su fuerza como si pretendiera facilitarles la comunicación.
—Puede que tenga razón en su argumento —inició una réplica el suboficial a cargo —, pero solamente somos mil doscientos cincuenta hombres, apenas una fracción del ejército de Danzo. Aunque lo tengamos de nuestro lado, muchos soldados rasos morirán si luchan a su favor.
—Estoy seguro que la mayoría del ejército se pondrá de mi lado en cuanto sepan que Danzo trató de matarme enviando una cobarde emboscada marítima. Y el hecho de que haya logrado matar a veinte élites será un gran aliciente para añadir más aliados.
—Es verdad —alzando la voz, intervino un hombre sin ningún grado —, el rey Shimura acaba de perder a más de la mitad de las FE. Es un golpe muy duro del cual le costará recuperarse.
La multitud se animó ante lo dicho, parlando fervorosamente acerca de la posibilidad de ir contra el soberano. Ya que las voces eran mucho más altas que antes, Sasuke supo claramente que no demorarían en unirse a su causa. Sin embargo, el sargento vertió una objeción.
—Señor, si nos insurreccionamos causaremos una guerra civil que debilitará a nuestra propia nación y los enemigos externos podrían aprovechar nuestra división para atacarnos. Todo lo que hemos construido a lo largo de los años se perdería.
Fue una inteligente suposición que debía ser rebatida con un razonamiento igual de sólido. Las simples valentonadas no conformarían a los guerreros más astutos y experimentados.
—Dudo mucho que alguna nación extranjera se atreva a ir contra nosotros, pero para prevenir que suceda simplemente debemos derrocar al rey rápidamente. Vencer a su ejército nos tomará poco tiempo si la mayoría de sus soldados se me une —alardeó una seguridad tan grande que capturó muchas voluntades opuestas instantáneamente —. Mi fuerza, popularidad y prestigio supera con creces al de Danzo, lo que ayudará a que muchos se sumen a la sublevación —agregó una total e incuestionable verdad.
Lo argüido fue la perfección hecha argumento. No obstante, el sargento quiso hacer una última pregunta antes de dar su anuencia. Tenía que lanzarla en nombre de los que todavía disentían.
—¿Realmente busca el bien del pueblo o sólo su beneficio personal? Perdóneme si soy muy directo, señor, pero si se trata de lo segundo no creo que haya una gran diferencia entre Danzo y usted.
Lo arrojado por el valiente sargento fue una pregunta crítica. Gracias a ella, Uchiha se dio cuenta de que muy poco le importaba la gente del reino o los militares enfrente suyo; su única motivación real era la venganza y cualquier beneficio que resultara de ésta sería sólo un efecto colateral. No deseaba buenaventura para las personas de su nación, sólo consumar su odio a Shimura por medio de espantosas torturas.
Hinata, quien había escuchado atentamente desde el salón principal de la cocina, intentó adivinar los pensamientos de su amado, puesto que, a diferencia de las contestaciones anteriores, esta vez había guardado silencio durante varios segundos. Entrelazó sus dedos nerviosamente, rogando que todo pudiera salir bien.
El de cabellos desgreñados se balanceó un rato entre la verdad y la mentira, decantándose finalmente por la segunda. Lanzaría un discurso manipulador, falso y viciado; uno que dijera que su única intención era luchar por el bien de la gente. Sin embargo, para su gran sorpresa, algo en su mente lo detuvo aunque no supo qué cosa exacta provocó tal reacción. Definitivamente no tenía alma de político. Los soldados que esperaban por una respuesta arriesgarían sus vidas por seguirlo; lo justo era que se enteraran del motivo genuino. En realidad que todos supieran la ruindad del rey le sería beneficioso en vez de perjudicial; podría sumarle más adeptos inclusive. A producto de ello juzgó correcto dejar fluir la verdad a través de sus labios, pues era la única forma de que los guerreros enfrente suyo lo apoyaran sin plantear más dudas.
—No les voy a mentir: no atacaré a Danzo para cambiar su régimen de invasiones y conquistas... lo haré por venganza. Que el pueblo resulte beneficiado será un efecto consecuente, pero mi verdadero motivo es ese —su faz permaneció ajena a la centelleante saña que nació en sus ojos —. Fue Shimura quien planeó la aniquilación del clan Uchiha, matando a mis familiares en una traicionera celada hace muchos años. —Muchos «Oh» de asombro se escucharon simultáneamente, como si se tratara de un coro sincronizado. El general prosiguió tras ello. —Esa tarde sentí la soledad más horrible que se pueda imaginar, para luego ser perseguido incansablemente durante tres meses a fin de darme muerte. Después vinieron dos años en que tuve que comer mugres mientras me congelaba de frío cada noche, viviendo bajo el alero de inmundos escondrijos y cavernas, manteniéndome sin una sola palabra de apoyo durante demasiado tiempo. —En todo lo dicho no parpadeó siquiera una vez; su mirada tenía la fijeza propia de quien recuerda hechos traumáticos. —Todo el sufrimiento que padecí fue causado por lo que planeó el bastardo del rey —escupió al suelo como señal de su desprecio.
Los soldados se miraron entre sí, murmurando con claros tintes de estupor reflejados en sus rostros. La misma tónica prosiguió durante muchos segundos, hasta que uno se atrevió a hablar dirigiéndose al general.
—Yo nunca imaginé que nuestro soberano hiciera una canallada así, pero, después de la nueva emboscada que ordenó contra usted, queda claro qué clase de hombre es.
—Nosotros somos simples soldados rasos que cumplimos órdenes —agregó otro —. No sabíamos que el rey Danzo había asesinado a su clan.
—Ese maldito me lo quitó todo, menos la venganza —aseveró incendiando sus negros ojos —. A ésta me he aferrado durante muchos años para sobrevivir al dolor, volviéndose mi fuerza, mi motivación, mi única razón de vida. —Su ímpetu le hizo cerrar el puño sano hasta clavarse las uñas en la palma. —Por eso la buscaré incansablemente, sin cejar. Aunque sea lo último que haga, Danzo va a pagar muy caro por su crimen. —Sus ojos brillaron al calor provocado por su inimaginable odio. Tras una pausa agregó algo más. —Imagínense, por tan sólo unos segundos, el dolor de que te arrebaten todo lo que amas por un cobarde ataque a traición.
El silencio se hizo absoluto, pues muchos de los allí presentes tenían queridas familias también. Caminar sobre una vereda llena de afiladas espinas, quedar ciego o ser comido por hienas sonaba menos doloroso que lo recién contado. El exterminio del clan Uchiha era algo de conocimiento general, pero nunca se figuraron que el verdadero causante pudiera ser el rey Shimura.
—¿Entonces a quién apoyarán? ¿A mí, quien siempre he luchado en la línea frontal y codo a codo junto a la infantería; o a Danzo, el hombre que ni siquiera es capaz de pelear sus propias batallas? —espetó la gran diferencia que existía entre ambos —. Tienen diez minutos para pensar su decisión. Si la respuesta es positiva les prometo que los recompensaré, que todo valdrá la pena. Si es negativa tendremos que enfrentarnos y, aunque tengan la ventaja de ser más de mil, muy poco me importa. Haré lo que deba hacer.
Uchiha estuvo a punto de volver a la cocina para darles el tiempo necesario para tomar una resolución, pero un soldado no necesitó siquiera dos segundos para dar una firme respuesta.
—Yo no tengo nada qué pensar, señor. Puede contar conmigo para vengarlo y así cambiar el rumbo que nuestra nación ha tomado desde que Danzo derrocó al legítimo rey, su majestad Hiruzen.
Enseguida otra voz profunda se dejó escuchar.
—Sin ningún honor de por medio, veinte Élites entraron a atacarlo sacando provecho de una encerrona. Y usted ha sobrevivido a lo que parecía imposible. No sé en qué momento dejó de importar el código de honor en un campo de batalla, pero no me alisté en el ejército para atacar a un solo hombre en masa. Cuenta conmigo, señor.
—Yo ya estoy cansado de luchar contra todos mis vecinos y no vecinos —agregó un tercero —. Sé que, de seguir de la misma forma, más temprano que tarde moriré en el campo de batalla dejando viuda a mi mujer y huérfanos de padre a mis hijos. No quiero eso. Sólo ansío dejar de lado estas guerras de conquista y vivir en paz de una vez.
Una seguidilla de múltiples voces se unieron efusivas; la gran mayoría no tuvo que pensar a quién apoyarían. Sin embargo, como suele suceder, también hubieron algunos disidentes que, previendo que Uchiha recibiría soporte mayoritario en su rebelión, empezaron a moverse entre el tumulto a fin de regresar al barco líder que ahora estaba a cargo de Deidara. Uno de ellos, empero, tuvo el suficiente coraje como para protestar dirigiéndose a sus camaradas.
—¡Si siguen por este camino el ejército de Danzo los aniquilará! ¡La traición al rey se paga con la muerte!
—¡Si contamos con Sasuke Uchiha seremos invencibles! —fue la inmediata respuesta que el sargento alzó entre la llovizna.
—¡Que viva Sasuke Uchiha, carajo!
—¡Larga vida al mejor soldado de todos!
—¡Alabado sea el guerrero invencible!
—¡Que viva el futuro rey!
Los fuertes vítores continuaron estruendosos. Primero sólo los soldados en Jiren armaron jolgorio, aunque muy pronto, al correrse la voz de lo que estaba pasando, los hombres en las fragatas restantes se unieron a la rebelión confirmándolo a través de voluminosas exclamaciones. El joven general realmente logró darle la vuelta a una situación que parecía imposible de resolver.
Entretanto, Deidara buscaba a los médicos que habían en todo barco de guerra, aunque pronto vio como algunos soldados descendían presurosamente por la escalera. Supuso que las FE ya habían cumplido la misión de exterminar al último Uchiha, pero entonces el viento trajó a sus oídos los jubilosos gritos de apoyo hacia el general. Usando su índice empujó el lóbulo de su oreja hacia delante, como si tal acto aumentase su audición. En cuanto oyó más exclamaciones enfervorizadas, expresó su enorme extrañeza curvando sus cejas a la vez que sus azulados ojos enfocaban el casco de Jiren ávidamente. Hubiese querido observar la cubierta, pero la diferencia de altura entre el titán de pasajeros y la corbeta le impidieron hacerlo.
—¿Pero qué demonios? —muy consternado, preguntó al aire en voz alta.
—¡Señor! —se acercó uno de los fieles a Danzo para informarle lo que estaba sucediendo —. ¡Sasuke mató a todas las fuerzas de élite!
Por espacio de cuatro segundos todo signo de vida exterior en Deidara desapareció de cuajo. Después parpadeó dos veces en cuanto logró procesar lo recién informado.
—Debes estar bromeando —dijo mientras presionaba los muñones que antes sostuvieron sus dedos perdidos —. Eso es completamente imposible —agregó abriendo sus ojos casi de manera sobrenatural, pues el golpe que le dio el asombro fue demasiado fuerte como para condenarlo a la indiferencia.
—Yo tampoco sé como lo hizo, pero lo hizo. Es un demonio, un dios, quizás incluso sea ambas cosas fusionadas...
—¿No tenía siquiera heridas? —preguntó el de cabellera dorada, preocupado por la respuesta que recibiría.
—¡Nada! ¡Absolutamente nada! —respondió histéricamente otro de los soldados —. ¡Los mató a todos y no tiene siquiera rasguños! —añadió mientras sus piernas temblaban levemente.
El escalofrío que sintió el artista fue el más potente que había sentido en toda su vida. Incluso llegó a sentir una gran dosis de miedo, algo que no padecía desde la más tierna niñez. Como si fuera poco también tragó saliva nerviosamente, algo que nunca hacía.
—Para peor la gran mayoría de nuestros compañeros ha decidido unirse a él para acabar con el rey Danzo. Seguramente en las otras corbetas sucederá lo mismo, pero como puede ver, señor, nosotros sí somos leales a nuestro monarca —le dijo esperando una felicitación que jamás llegaría.
—¿Va a luchar contra el general Uchiha, señor comandante? —preguntó otro de los soldados ante el prolongado mutismo espectral.
—¿No ves que yo sí estoy herido, alimaña? —alzó su mano mutilada para dejarlo todavía más claro, aunque, siendo honesto consigo, que Uchiha acabara con veinte Élites le había mermado la confianza. Ni estando sano podría ganarle en este mismo instante.
—Perdón, señor —respondió temiendo por su vida. Maldijo que sus padres no le hubieran enseñado a no hacer preguntas estúpidas.
—Parece una locura, pero ahora somos nosotros los que estamos en desventaja numérica —dijo Deidara, apenas asimilando tal hecho. Luego, moderando su voz, agregó —. Nos marchamos antes de que Sasuke y sus nuevos hombres decidan hacer un abordaje. Hay que separar este barco inmediatamente sin alertarlos, de modo que todos vayan a los remos en silencio. Encárguense de propagar mi orden a quienes no la han escuchado.
—Sí, señor —dijeron todos al unísono, guerreros que no alcanzaban a ser siquiera una quinta parte de la tripulación anterior.
El amigo de Sasori no perdería el tiempo intentando convencer a los insurgentes de que revocaran su decisión; que Uchiha matase a veinte guerreros de élite le permitiría persuadir a cualquiera de traicionar al soberano. De hecho, Sai ya había anunciado tal cosa en un caso hipotético, por lo que no era algo realmente sorprendente. Lo que sí causaba un asombro con tintes de terror era que ese maldito hubiese podido acabar a todos los FE. ¿Cómo demonios lo había conseguido?
Aprovechando la batahola que seguía oyéndose, la nave líder empezó a separarse. Algunos soldados en Jiren se percataron de aquel movimiento, pero sólo cuando la corbeta ya estaba alejada varios metros.
—¡General Uchiha! ¡El barco de Deidara está escapando!
«¿Así que el artista de pacotilla estuvo comandando la emboscada? ¿Por qué no vino a luchar contra mí entonces?» se preguntó el pelinegro, muy intrigado al respecto.
Dejando de lado sus primeros cuestionamientos, Sasuke sopesó los pros y los contras de dar la orden de perseguir al navío líder. Muy a su pesar, no tuvo que pensarlo por más de unos segundos para descartar una persecución: aún sentía un agotamiento extremo y su brazo izquierdo estaba gravemente lesionado, por lo cual no podría luchar contra Deidara. Ni hablar de comandar un asalto contra Danzo sino hasta dentro de un par de meses, cuando estuviese totalmente recuperado. En cambio, de estar en mejores condiciones podría haberlo atacado por sorpresa apenas regresando al país en sólo cinco días.
«Maldita sea la hora en que Sai me hirió» rugió mentalmente, pensando desquitarse más tarde con el causante de su desgracia.
—Dejen que se larguen sin más. Esa nave es la más rápida de la flota y, aunque perderá velocidad por tener menos remeros, Deidara es innegablemente astuto. No me cabe duda de que daría la orden de lanzar al mar todo el equipamiento pesado e incluso las provisiones a fin de alivianar la nave todavía más. En conclusión, perseguirlo sería gastar fuerzas en vano —ocultó la verdadera razón de una manera magistral, aunque lo expuesto era plenamente certero de todos modos.
—A su orden, general Uchiha —contestó el experimentado sargento, juzgando que era la decisión correcta.
—¿Por qué Deidara no vino a luchar contra mí? —volvió al asunto que había ocupado sus primeros pensamientos.
—Señor, quien comandaba la misión era el general Gaara, pero él lo asesinó hace muy poco en un duelo justo.
Mientras veía como los guerreros volvían a comentar lo inesperado del desenlace, Uchiha tuvo claro que el demonio pelirrojo sí vino comandando la emboscada, pero por alguna razón se enfrascó en un combate a muerte con Deidara y éste había resultado vencedor. Le sorprendió mucho que alguien tan hábil como Gaara perdiese, aunque también era cierto que el «artista» tenía un enorme potencial combativo. Fuera por la razón que fuera, aquel combate le facilitó las cosas para exterminar a las fuerzas especiales.
—Sargento, queda a cargo de las tropas durante mi ausencia —dijo cuando regresó desde el mundo de sus pensamientos —. En unos minutos daré mis siguientes instrucciones —agregó.
—A su orden, señor —contestó prestamente el aludido a la vez que hacía un enérgico saludo militar.
El hermano de Itachi regresó por la puerta de la cocina, cerrándola tras de sí. Allí lo esperaba la chica que amaba, a quien le brindó una mirada que sostuvo tal sentir.
—Estás a salvo, Hinata —declaró resplandeciendo adulta solemnidad, aunque en su interior el corazón le daba latidos puramente adolescentes.
A ella se le colmaron los ojos de lágrimas, sin tener claro cuál emoción causaban las mismas. Sentía gratitud al mismo tiempo que recriminaciones y críticas, cosa que denotaba claramente la paradoja existente en sus sentires. Sasuke seguía provocándole heridas intensas en su alma: pasó de protegerla dispuesto a dar su vida por ella a torturar de una forma espeluznante al guerrero de cabellos amarillentos. Tan confusa como emocionada, luchó para permitir que la mejor sensación triunfara en su ser.
—Gracias por salvarme. —Ansiaba arrojarse a su pecho buscando solaz, pero se limitó a darle gratitud sin movimientos. Su voz estaba quebrada, pues, aunque intentaba evocar su dulzura habitual, no lo conseguiría después del sadismo visto.
Sasuke observó una multitud de emociones divergentes batallando en los luceros albinos. No la culpaba.
—Fue algo mutuo porque tú también me salvaste —dijo enganchando su negra mirada a la blanquinosa. Luego, esgrimiendo una lentitud calculada, movió su cuello en círculos al sentirlo demasiado tirante.
Se hizo un prolongado e incómodo silencio. Ambos no disimularon que se estudiaban como si se estuvieran conociendo por primera vez.
—¿Lo de convencer a los soldados lo tenías planeado desde que viste los barcos en el horizonte? —preguntó esperando romper la invisible tensión formada entre ellos.
—Efectivamente —confirmó mientras detenía sus movimientos cervicales —. En ajedrez no importa si todos los peones siguen en pie, si pierden a su rey se acaba el juego. Precisamente por eso les destruí el concepto que tenían de Danzo. A eso debes sumarle que acabé con las fuerzas especiales, así que persuadirlos fue cosa fácil.
Una vez más quedó impresionada con la gran capacidad analítica de Uchiha. No sólo era formidable como guerrero, sino también como estratega. En verdad nunca dejaría de sorprenderse con sus habilidades.
Él caminó hacia una pila, tomó uno de los jarros colgados en las perchas y se sirvió un gran cantidad de agua, bebiéndola a fin de aliviar el árido desierto en que se había convertido su garganta. Sus ansias fueron tantas que hilos de agua escurrieron por su barbilla y cuello; tras muchos segundos su insoportable sed terminó apagándose por fin. Luego tomó dirección a una de las sillas de los comedores del servicio, acomodándose cuidadosamente para no dañar su brazo todavía más. Sin embargo, de no ser por tal razón, se habría dejado caer como alguien que pasó décadas de pie. Estaba más agotado que nunca en su vida y le dolía todo el cuerpo; ello no era de extrañar después del increíble esfuerzo realizado.
Hinata sintió un golpe extraño en su pecho al observarlo detenidamente; Sasuke había ganado la batalla, pero no tenía la estampa de alguien victorioso. Ahora mismo su mirada destilaba una preocupación que le estremeció el corazón. Poco después el joven se sacó el brazal y ella vio como su extremidad recién libre temblaba levemente; seguramente el corte de sus músculos dificultaba la firmeza natural de la extremidad.
—Sasuke..., lamento mucho lo de tu bíceps —su voz se estremeció al decirlo.
—Hay cosas peores —afirmó sin mirarla.
—Pero quizás quedes con secuelas... —le dijo amargando su rostro; un par de lágrimas surgieron inexorablemente.
—Da igual, esta lesión es la nada misma si a cambio conseguimos vencer a veinte élites. Lo único importante es que he dado un paso gigante para acabar con Danzo, aunque tuve que pagar un precio muy alto para conseguirlo...
Ella supo inmediatamente que se refería a Suigetsu. No quería mencionarle el tema para no reavivar aquel dolor, pero era algo que nadie podría quitarse de la cabeza. Se habían salvado, mas la perdida del peliblanco había sido un duro golpe para todos. Por ello, Uchiha ya no tenía la mirada cálida que le dedicaba hasta antes de la reciente emboscada; seguía expulsando una ira que le hacía temblar el corazón.
—Él murió por mi culpa... —sus luceros brillaron su desdicha en las incontables lágrimas que se iban acumulando —. Si yo le acertaba la flecha al hombre que nos atacó, Suigetsu seguiría con vida —el acuoso testimonio de su dolor cayó de sus pestañas como las gotas del rocío lo hacen desde una hoja.
De haber tenido el brazo izquierdo sano, Sasuke hubiera entrelazado sus manos bajo el mentón.
—Eres una civil que apenas practicó cuatro horas con un arco. Es tu primer combate real y, pese a eso, nos salvaste a Karin y a mí. No eres responsable de nada, los únicos culpables son esos malditos de las FE.
Ella recibió sus palabras como un alivio que llegó directo a su pecho, tanto que casi hubiera jurado que la mano de él le acariciaba el corazón directamente. En su interior seguiría sintiéndose culpable quizás por el resto de sus días, pero que Uchiha la eximiera de toda condena le quitó un tremendo peso de encima. Ambos se contemplaron durante largos segundos, intercambiando sentimientos en silencio.
—Karin está muy afectada —recordó a quien ya consideraba su amiga —. Después que te ganaras a los soldados se fue llorando hacia el cadáver de Suigetsu. No sé cómo consolarla; siento que todo lo que yo haga o diga será inútil —su mirada viajó hacia sus propios zapatos, los cuales tenían la punta embadurnada con viscosa sangre.
—Sientes eso porque sabes que el apoyo en estos momentos no mermará su dolor en nada. Sólo puedes acompañarla, hacerle sentir tu presencia en silencio. Ve con ella.
Hyuga formó un gesto angustioso en su semblante.
—¿Y tú?
—Quiero estar solo.
Silencio. Luego ella dio un sentido suspiro; uno tan profundo que impregnó sus pulmones en la atmósfera.
—No deberías vivir el dolor en soledad —atinó a decir.
—Cada uno tiene sus propias formas de manejar el sufrimiento.
—Quisiera ayudarte —insistió. Luego, por los nervios, infló su mejilla derecha sin darse cuenta.
—Tranquila, ya descargué gran parte de mi dolor despedazando a Hanzo —contestó punzante, mirándola directamente.
La fémina bajó su cabeza sintiendo sus luceros arder al enaguarse más que antes, viviendo como un guantazo lo hiriente de su sentencia. Sólo esperaba que fuera por lo reciente de la batalla y no algo que se mantuviera a través del tiempo. En cuanto percibió sus negros ojos mirándola, alzó su cabeza comprobando que la enfocaba fijamente.
—Si estás decepcionada porque torturé a Hanzo, entonces espera a ver lo que le haré a Danzo —advirtió con tono drásticamente severo —. Lo que él sufrirá será un millón de veces peor y nada de lo que digas o sientas me hará cambiar de parecer. Si no eres capaz de lidiar con eso es mejor que te olvides de mí desde ya mismo.
Hinata cerró sus ojos por un extenso momento; un suspiro profundo escapó desde sus pulmones después. Estaba muy desilusionada de Sasuke por su atroz ensañamiento contra el asesino de Suigetsu, eso era cierto, pero fuese por la razón que fuese se había detenido con Sai, lo cual le daba una pequeña esperanza de cara al futuro. Quería creer que él sí podía cambiar, que intentaría derrotar al ingente odio que aún cargaba encima.
—Yo no deseo que nuestros sentimientos den vueltas en un círculo vicioso una y otra vez; no quiero retroceder de nuevo todo lo que avanzamos. Si salté a este barco es porque te amo y anhelo estar contigo, pero también necesito que dejes atrás ese rencor que te consume el corazón. De lo contrario, aunque te quiera, nunca podremos ser felices juntos.
Esta vez fue el turno de Uchiha para cerrar sus ojos, aunque él no suspiró como sí lo hizo Hinata. Parecía estar preparando su respuesta antes de darla. Luego separó sus párpados hasta dejarlos entreabiertos, iniciando la labor de mover sus labios.
—No puedo dejar de lado mi odio contra personas que no merecen misericordia. No puedo ser como tú, Hinata. Si mi rencor contra ti se extinguió es porque me di cuenta que tú eres una gran persona que no tiene por qué pagar los errores cometidos por tu clan. Sin embargo, Hanzo se merecía un terrible castigo, de modo que si pudiera torturarlo otra vez lo haría sin dudarlo. Y algo mucho peor sucederá con Shimura porque no pienso darle ninguna compasión; sólo un sufrimiento infernal padecerá ese maldito.
Hinata abstrajo su mirada, entristecida. Estaba muy claro que en el alma de Sasuke el odio volvía a resurgir como si se tratara de un fénix oscuro. Aquello lo percibió de una manera tan clara que incluso le dolió. Entonces, atravesada por el mar de recientes emociones, lloró intensamente. Lo hizo por él, por ella, pero sobre todo por el umbrático futuro de venganza que les esperaba a ambos...
—Después que termine la guerra contra Danzo, ¿por fin obtendrás paz en tu alma?
—Lo sabré cuando finalice con él. Ahora mismo sólo sé que mi corazón, además del odio contra Shimura, también está lleno de rabia contra mi propia persona.
—¿Contra ti mismo? —musitó sorprendida, parpadeando dos veces rápidamente —. ¿Por qué? —alzó la voz que antes apenas se oyó.
Él cerró su puño con fuerza. Sus facciones se oscurecieron instantes después.
—Ni siquiera le di las gracias a Suigetsu por ayudarme —lamentó con voz diluida a la par de amargada —. Murió sin que supiese que nunca olvidé nuestra amistad de niños —unió sus párpados a la vez que un sentido suspiro invadió el ambiente.
Conmovida, Hinata arrastró una silla hacia su prometido. En un principio las patas rechinaron contra el suelo, por lo cual la levantó hasta colocarla enfrente de él. Entonces procedió a sentarse sin cruzar las piernas, posando sus palmas sobre los muslos. Hubiese preferido envolver las manos de Sasuke entre las suyas, pero su lenguaje no verbal le indicaba que estaba reacio al contacto físico.
—Sólo cuando mueren nuestros seres queridos nos damos cuenta de lo poco que hicimos por ellos —dijo melancólicamente —. Un saludo más efusivo, una palabra de afecto, dar mayor atención o haber compartido más tiempo con esa persona... Queramos o no, siempre quedan arrepentimientos. Todo eso yo lo sé muy bien...
Él bajó la cabeza hacia el suelo en un gesto derrotado que Hinata nunca le vio antes.
—Me gustaría tener el don de retroceder el tiempo —comentó alzando el rostro mientras un mechón caído le tapaba el ojo derecho. Frustrado, sus dedos se presionaron contra el muslo.
—Créeme que a mí también me gustaría cambiar muchas cosas...
Ambos intercambiaron marchitas miradas. Alrededor de un minuto después, Hyuga necesitó plantearle dudas esperando respuestas positivas a cambio. De lo contrario, el pesar sería como una bola de nieve que incrementa su tamaño a medida que rueda cuesta abajo.
—¿Seguiremos sufriendo de esta forma hasta acabar con Danzo? —Hecha su pregunta, una especie de frío constante le golpeó las sienes. —¿Te convertirás en un mejor hombre después? ¿Algún día podré sentirme orgullosa de ser tu mujer?
Sasuke no dijo nada. A Hinata no le pareció que él estuviese ignorando sus preguntas, sino que estaba tan abstraído que ni siquiera las oyó. Estuvo a punto de arrojarlas nuevamente, mas algo la frenó justo antes de que abriese los labios. Aún estaba sufriendo por la sádica conducta del guerrero, pero, después de que la salvara arriesgando su vida, quizás este no era el momento para criticarlo. Comprendió que esta vez no necesitaba recibir respuestas positivas de parte de él..., sería ella quien crearía la actitud correcta. Por eso le tomó la mano, colocándola tiernamente entre las suyas.
—Vas a derrotar a Danzo y yo estaré a tu lado pase lo que pase —por el contacto en su diestra él la miró, dándole la atención que se merecía —. Nuestra historia juntos ha estado llena de tristeza, pero confío en que todo esto ha sido sólo un prólogo que prosperará a partir de ahora. Sé que vas a ser un mejor hombre y entonces yo me sentiré muy orgullosa de ser tu mujer —una media sonrisa esperanzada se coló entre sus lágrimas plagadas de afecciones.
Por el voto de confianza recibido, Uchiha sintió como un peso extraño se intentaba poner en su pecho. Por esta ocasión deseó creer que Hinata tenía razón; quiso creer en sí mismo como ella lo hacía en él. Sin pensárselo le posó la frente encima de la suya, mientras la nueva cercanía hizo que el aroma femenino le acariciase la nariz. No le respondería a su musa por medio de palabras, pero sí le compartió su alma a través de su palpitante mirada. Esa muda contestación era lo único que Hinata necesitaba para saber que él también la amaba, que deseaba tenerla a su lado y seguir luchando para transformarse en una mejor persona.
—Apoyemos juntos a Karin, ¿sí? —en medio de una danza de sensibilidad, sus ojos albinos destellaron cristalino afecto —. Nadie debería vivir el dolor en soledad.
—Vamos —accedió velozmente, poniéndose de pie tras un esfuerzo. La diestra de él y la zurda de ella continuaron entrelazadas; una significativa prueba de que enfrentarían unidos lo que se les pusiera por delante. Para bien o para mal ya no habría vuelta atrás.
Mientras todo lo anterior sucedía, un hombre que estaba más muerto que vivo encontró en la imagen de su hermana, en las ganas de volver a verla, la fuerza suficiente como para bucear y salir a flote muchos metros más allá. Tenía que hacerlo así o de lo contrario Deidara lo remataría lanzándole sus malditas dagas. Se mantuvo flotando muchos minutos a la vez que pedía auxilio, pero las ruidosas aclamaciones de los guerreros, sumándose a la debilidad de su voz, impidió ser escuchado por alguien. La toxicidad ya contaminaba la mayoría de su torrente sanguíneo, lo cual lo llevaría a perder sus últimos atisbos de conciencia en apenas unos cuantos segundos. Si nadie lo veía a tiempo para rescatarlo, muy pronto sería devorado eternamente por el mar. E incluso si tenía la fortuna de recibir socorro, las posibilidades de sobrevivir serían mínimas por culpa del veneno...
Continuará.
Hola de nuevo. Antes que todo una pregunta seria: ¿Quieren que Gaara sobreviva? ¿Creen que sería un buen aporte a la historia o es un personaje innecesario?
Ahora paso a explayarme mucho más que de costumbre para explicar algunas cosas que quizás puedan resultarles interesantes. Por ejemplo aviso que con este capítulo se termina la segunda etapa de esta historia, la cual pueden llamar como la «saga del viaje» o «saga de la aceptación».
Contaré también que pensé seriamente terminar este fic en el capítulo anterior, dándole una muerte épica a Sasuke salvando a Hinata. Me parecía un final emocionante, pero siento que esta historia todavía puede dar más, así que por lo mismo voy a continuarla ya que se me hace interesante el futuro encuentro entre Hiashi, Hanabi, Hinata y Sasuke, la guerra contra Danzo y por supuesto hacer unos lemons sasuhina sin que sean sueños o se interrumpan en la mejor parte :P. No sé cuán largo será el tercer y último arco argumental, pero calculo que tendrá entre diez y veinte capítulos. Pretendo que sea la mejor etapa del fic ya que tendrá más drama, más batallas y más lemons, por lo que espero seguir entreteniéndolas/os con esta modesta historia.
¿Por qué maté a Suigetsu? En un principio sólo quería dejarlo manco porque a mí también me cae muy bien, pero se me hizo poco creíble que contra todos los élite no hubiera ninguna baja, así que decidí darle una muerte honorable y a partir de ésta volver a reflotar el lado oscuro de Sasuke, mostrar que la venganza y el odio siguen profundamente incrustados en su corazón.
¿Por qué Deidara le gana a Gaara? Trato de hacer paralelismos con la serie original y ya que Deidara derrotó a Gaara quise hacer lo mismo aquí. Pensé en cortarle un brazo tal como sucede en el anime, pero al final decidí amputarle sólo dos dedos para que siga usando sus armas de cadenas. Por cierto si les interesa ese tema pueden buscar en youtube o en google el martillo meteoro, la kusarigama o los dardos de cuerda, son armas poco conocidas pero muy efectivas en manos expertas.
Espero que la inclusión de Karin no haya estado de sobra, sino que fuera un aporte a la historia ya que la metí para darle más vida al viaje y hacerlo más entretenido (lo mismo con las fantasmas que funcionaron para que Sasuke y Hinata se acercaran más, sin ellas me habría tomado mucho más tiempo enamorarlos).
También me alegra ver que empatizaron con Sasuke pese a sus maldades, pues recuerdo que en los inicios del fic hubo gente que incluso me pidió que lo matara (algo muy comprensible por cierto xD).
Para finalizar les cuento que la última etapa de esta historia pueden llamarla como la saga de Danzo, de la venganza, del lemon o también puede tener el nombre de otro personaje muy importante que aparecerá después.
Saludos gigantes y no olviden seguir cuidándose mucho ;D
