¡Hola! Espero que todas/os estén muy bien en este mes de junio. Demoré un poco más de lo habitual en publicar porque continué mi otro sasuhina llamado «Pandemia» e hice un Borunabi (xD), pero igualmente trato de ser constante actualizando este fic. Agradezco una vez más a ustedes, al fandom sasuhina, por la buena onda que siempre me han dado, por lo mismo para mí siempre es un gusto actualizar esta historia, haciendo que el extenso proceso de escribir y editar este episodio de más de 19,500 palabras se disfrute mucho más. Mi límite son 20,000 así que lamentablemente tuve que cortarlo justo en la mejor parte porque siempre se me pasa la mano escribiendo. Les doy mis disculpas por eso ^^u.

Como supondrán, este capítulo será mucho más tranquilo que los anteriores y he tratado de evitar detalles excesivos, aunque igualmente tuve que explicar ciertos asuntos para que no queden en el aire. Espero que el balance me haya resultado bien, que ojalá les guste este capítulo y si no ya saben que cualquier crítica yo la acepto muy gustoso, pues esta historia no es perfecta ni mucho menos, de hecho siento que tiene muchísimas cosas por mejorar, pero créanme que le pongo mucho empeño para tratar de darles algo de calidad a mis lectoras y lectores ;D

Vocabulario:

Ultramar: País o sitio que está de la otra parte del mar, considerado desde el punto en que se habla.

Miasma: Efluvio maligno que, según se creía, desprendían cuerpos enfermos, materias corruptas o aguas estancadas (Puede usarse en masculino o femenino: el miasma o la miasma)

Tasajo: Pedazo de carne seco y salado o acecinado para que se conserve.

Exequias: Honras fúnebres.

Ojeriza: Enojo y mala voluntad contra alguien.

Arrebol: Color rojo, especialmente el de las nubes iluminadas por los rayos del sol o el del rostro.

Vitualla: Conjunto de cosas necesarias para la comida, especialmente en los ejércitos.

Opíparo: Copioso y espléndido. Usado más referido a una comida o un banquete.

Paquebote: Embarcación que lleva la correspondencia pública, y generalmente pasajeros también, de un puerto a otro.

Sobretodo: Abrigo o impermeable que se lleva sobre las demás prendas.

Desembuchar: Dicho de una persona: Decir todo cuanto sabe y tenía callado.

Rada: Bahía, ensenada, donde las naves pueden estar ancladas al abrigo de algunos vientos.

Hado: En la tradición clásica, fuerza desconocida que obra irresistiblemente sobre los dioses, los hombres y los sucesos. / Encadenamiento fatal de los sucesos.

Berroqueño: Duro, áspero, poco sensible y delicado.

Balaustrada: Serie u orden de balaustres, y, por extensión, barandilla o antepecho.

Engallar: Levantar la cabeza o erguir el busto, en actitud arrogante. / Erguirse, estirarse con arrogancia.

Cabestrillo: Banda o sujeción pendiente del cuello o del hombro para inmovilizar un brazo lesionado.

Avieso: Malo o mal inclinado.

Impostar: Fijar la voz en las cuerdas vocales para emitir el sonido en su plenitud sin vacilación ni temblor.


La reina selenita brillaba en lo más alto del cielo de un estéril e inhóspito paraje. Pese a que la noche había caído hacía muchas horas atrás, el calor del sol parecía seguir ardiendo sobre la árida tierra, misma que se extendía en un vacío que parecía no tener fin. Una escuadra encabezada por un poderoso general atravesaba aquel desierto, amparándose en las tinieblas para capear insolaciones, puesto que ir de día era como atravesar la insoportable incandescencia del infierno. Durante el trayecto los soldados vieron, a la luz de las antorchas que portaban, que sólo algunos cactus tenían la osadía de nacer en un lugar que se esmeraba por ser un enemigo acérrimo de casi todo tipo de vida.

El contigente de once hombres que cruzaban la desolación montados en sus bien cuidados caballos, llevaban sobre una carreta un féretro que contenía el cadáver de un caído durante la guerra. Tras cuatro horas de viaje llegaron por fin al oasis que había permitido la fundación de una aldea en las entrañas de la nada. Mientras se adentraban en las polvorientas calles, las únicas dos personas que circulaban a horas tan tardías guardaron temeroso silencio al reconocer a uno de los hombres más fuertes que existían.

El pelirrojo general y su comitiva se detuvieron finalmente frente a una agraciada casa de adobe; era el quíntuple de amplia que el resto, pero la principal diferencia radicaba en que el jardín poseía un hermoso invernadero lleno de flores y plantas. Tras descender de un salto, el comandante dio la orden a sus subordinados de llevar a los equinos hacia el abrevadero ubicado en la plaza de la ciudad. Una vez que quedó sin compañía, giró su llave en la cerradura y se adentró en el hogar, siendo recibido poco después por una chica que lideraba a la aldea en representación de él. Ahora llevaba el pelo suelto por las prisas de levantarse, mas solía portar cuatro puntiagudos moños. El casqueteo de los caballos la había alertado de que llegaban visitas, aunque se sorprendió mucho de ver a su hermano menor, puesto que sus espaciadas visitas sólo ocurrían cada seis meses y sólo para encargarse de asuntos concernientes a la administración.

¿Por qué estás aquí? ¿Qué ha pasado? —Se reacomodó el largo pijama grisáceo que se había colocado a las prisas, abrochándose el cinturón. Por alguna razón, su pulso se aceleró rápidamente mientras sus axilas empezaron a soltar un sudor frío; su frente no tardó en hacer lo mismo. Era todo su cuerpo quien le estaba avisando que algo iba mal, puesto que sólo eso podría explicar la presencia de Gaara allí.

Hay una sorpresa esperándote afuera —dijo plasmando aquella voz sombría que parecía un siseo constante. A su vez, su acostumbrado semblante agresivo y amenazante pareció pronunciarse.

La joven ingirió saliva al suponer que lo que pronto verían sus ojos era algo desagradable, mas nunca imaginó que ese algo le destruiría el alma. Su hermano le hizo un gesto con su índice para que lo siguiera hacia la salida, lo que ella, suspicaz, tardó un poco en obedecer. De súbito un oscuro pálpito le advirtió que aunara todas sus fuerzas para lo que pudiera suceder en unos segundos más. Justo antes de que Gaara colocara su mano en el pestillo, Temari lo detuvo al enviarle una pregunta.

¿Dónde está Kankuro? Es él quien viene a verme seguido —su voz aumentó unos decibeles al tiempo que delataba preocupación.

Él se volteó, clavándole su mirada de tono turquesa.

Te está esperando afuera —se hizo a un lado a fin de que ella misma abriera la entrada.

Temari no consiguió leer nada en el semblante del militar, por lo menos nada que avanzara más allá de su habitual estampa demoníaca. El mal presentimiento aumentó su volumen hasta el punto que necesitó apretar sus puños a fin de liberar algo de su tensión. A sabiendas que sólo había una manera de averiguar lo que ocurría, abrió la puerta lentamente, casi como si tuviera miedo de hacerlo. Unos tortuosos segundos después, sus ojos se abrieron como si quisieran salir de sus órbitas al toparse con un negro ataúd que, a la luz de las antorchas de la carreta, contrastaba contra el color más pálido de la tierra seca.

¿Q-qué significa esto? —tembló su voz inevitablemente.

¿Eres tan tonta que no comprendes lo obvio?

No... —empezó a negar con su cabeza —, no puede ser cierto... —la movió de manera más rápida al tiempo que sus ojos se enaguaban —. Dime que no es cierto, Gaara... —se giró hacia él, sufriendo lo indecible —. Dímelo, por favor... —suplicó porque todo fuese una pésima broma, algo que la despertara de la pesadilla que estaba a punto de vivir.

No seas débil y acepta la realidad de una vez: Kankuro murió.

Le tomó tiempo asimilar tal información, pero, cuando lo hizo, las lágrimas no tardaron en correr por sus mejillas mientras sus manos se apretaban marcando los blancos huesos de sus nudillos. Parecía que de un segundo a otro lanzaría un golpe a quien tenía enfrente, aunque los reflejos de Gaara le impedirían siquiera rozarlo incluso si lo intentara mil veces. Empezó a hiperventilar pese a que no estaba realizando ningún esfuerzo físico; seguía parada allí sin moverse, pero su resuello no dejaba de aumentar. Sin aguantar más la vorágine de emociones torturadoras, corrió hacia el féretro de su hermano proclamando su nombre en un alarido conmovedor. Abrió la tapa barnizada y allí vio al cadáver de Kankuro con las manos entrelazadas sobre su pecho, mismas que ocultaban la estocada que atravesó su corazón. Olvidándose completamente de Gaara, Temari lloró sus penas entre gimoteos y quejidos que tarde o temprano se acallarían, pero que seguirían produciendo ecos eternos en su alma destrozada. Kankuro era el único hermano que se preocupaba por ella, el único que iba feliz a visitarla cada vez que podía, el único con el que podía entenderse. Tras muchos minutos, entre agitados resoplidos, se volteó para dirigir una mirada furibunda hacia el general.

¿¡Por qué no lo cuidaste!? ¿¡Adónde lo enviaste a combatir!? —chilló desesperada por el tremendo dolor que la fustigaba, distorsionando tanto su rostro que por unos segundos se volvió irreconocible. Las lágrimas seguían corriendo por su rostro, aunque no sentía ninguna vergüenza por ello, pues, a su modo de ver, sentir profundamente nunca debía ser motivo de deshonra.

Lo envié con sus tropas a la zona enemiga número cuatro, pero Kankuro terminó cayendo junto a la mitad de su legión —dijo como quien habla de un desconocido en vez de su hermano. Su frialdad provocó escalofríos en Temari.

¿¡A la zona cuatro!? —exclamó indignada hasta la médula de sus huesos —. Esa es una de las más peligrosas, ¿verdad? —se desgarró su voz en una sufridora agudeza al ver que él incluso parecía divertirse con la situación.

Una de las tres más peligrosas —confirmó cruzando sus brazos, desafiante.

¿¡Entonces por qué lo mandaste allí!? ¿¡Por qué!? —Buscando un soporte mayor para sus piernas, tuvo que separarlas un poco a fin de no desplomarse de rodillas al suelo. Hubiese querido dejarse caer, pero necesitaba conservar su entereza a fin de confrontar a su hermano menor. Por ello, sacó fuerzas de flaqueza que no sabía de dónde surgían realmente—. ¡Tenías que haber protegido a tu hermano! —espetó iracunda a la vez que su mentón empezaba a temblar.

Él era un soldado que acataba órdenes como todos los demás. No por ser mi hermano iba a tener privilegios. A Kankuro no le pedí nada que no hiciera yo mismo: ir al frente en una zona que debíamos conquistar.

Pero despacharlo hacia ese lugar era demasiado riesgoso... ¡No había necesidad!

Yo fui al sector tres, el cual es incluso más peligroso y aquí estoy —señaló presuntuosamente.

Sabes muy bien que tus habilidades son muy superiores a las suyas.

Eso no es culpa mía —dijo con insultante indiferencia—. Él murió por débil, punto.

¿Qué clase de demonio eres, Gaara? ¿A qué clase de criatura espantosa no le importa en nada la muerte de su propio hermano?

Incluso entre hermanos nos dividimos en ganadores y perdedores. Él murió porque era un fracasado, por ser un maldito débil y eso es todo —sentenció sin conmiseración —. Sólo los fuertes tienen derecho a vivir.

¿¡Cómo puedes decir eso de tu propio hermano!?

¿Mi hermano? Yo tan sólo lo veo como un cadáver frío y maloliente —formó un gesto de claro desprecio.

¡Eres un monstruo, Gaara! —vociferó perdiendo aún más el control —. Él en verdad te quería mucho... —tiritó todo su ser, teniendo que abrazarse a sí misma para no hacerlo más—. ¿Por qué no luchaste junto a él? ¿Por qué no trataste de salvarlo?

A ver, mujer ignorante, ¿crees que en una batalla se tiene tiempo para preocuparse por alguien más? No tienes maldita idea de lo que significa estar en una guerra. Allí es matar o morir, nada más que tu propia supervivencia importa.

Se hizo un largo silencio, ya que Gaara le arrojó una gran verdad: ella nunca había estado en un combate, de modo que no tenía la experiencia para criticarlo con argumentos más sólidos. Siguió con los puños contraídos, sintiéndolos como si fueran pesadas piedras al extremo de sus brazos. El sufrimiento se encargó de crearle múltiples gestos de manera secuencial: apretó sus labios, cerró sus párpados, gimoteó, se tiró los cabellos, le temblaron las piernas, castañetearon sus dientes. Sólo tras incontables segundos, su ser inició el proceso de normalizarse.

¿Quién mató a Kankuro? —preguntó abriendo sus lacrimosos luceros, todavía resoplando —. Espero que ese maldito ya no siga con vida, que siquiera hayas vengado su muerte.

Naruto Uzumaki fue quién lo asesinó.

Temari necesitó llevar un pie atrás para no perder el equilibrio. Su quijada inferior se separó de la superior durante varios segundos.

¿El guerrero más fuerte de la nación enemiga?

Exactamente —confirmó indolente.

La de cabellos trigueños hizo rechinar sus dientes y los huesos de sus falanges crujieron al contraerse fuertemente.

¿Cómo diablos pudiste enviar a Kankuro a una zona custodiada por un adversario tan fuerte? —reprochó apenas conteniendo las ganas de abofetearlo. Detuvo su intención sólo por saber que él detendría su mano antes de conectarlo —. ¡Lo mandaste a una misión suicida entonces! ¡Fuiste tú quien asesinó a mi hermano al enviarlo a una región tan peligrosa!

Podría haber sido Naruto, Kakashi o Hiashi, da igual a qué sector lo enviara porque en todos hay generales muy fuertes. ¿Crees que en una guerra se escoge a quién enfrentar y a quién no? No seas estúpida.

La chica volvió a friccionar sus dientes al sentirse terriblemente frustrada.

¿El tal Naruto sigue vivo?

Él contestó afirmativamente.

¿Y qué estás esperando para vengar a tu hermano? ¿O es que tienes miedo de enfrentarlo? —espetó punzante.

Ten cuidado con tu boca, Temari —advirtió oscureciendo su voz todavía más de lo normal—. No he tenido oportunidad de luchar contra él, pero apenas lo encuentre lo descuartizaré. Sin embargo —puntualizaría algo—, mataré a Uzumaki únicamente para alimentar mi propio ego. No me interesa vengar a escorias como Kankuro —escupió al ataúd en señal de asco.

La fémina no resistió más las afrentas prodigadas hacia su hermano fallecido, soltándole una furiosa bofetada al pelirrojo. Éste, para su gran sorpresa, no alcanzó a interceptarla. Fue un movimiento muy rápido que logró vulnerar a sus reflejos en reposo. Para peor, la fuerza de la mano incluso hizo que su rostro se volteara. Le pareció más un golpe dado por un hombre que uno propinado por alguien del sexo opuesto.

Te lo mereces porque no eres capaz siquiera de respetar la memoria de tu hermano muerto. Tú fuiste el verdadero culpable de que Kankuro muriera.

Gaara giró su cuello devolviéndole la mirada lentamente; sus ojos expresaron perfectamente al demonio que llevaba en su interior. Dio unos pasos hacia ella, rodeando con sus manos la garganta de la fémina a fin de asfixiarla. Sorprendentemente, Temari no luchó para zafarse siquiera.

¿Y qué tal si te envío al otro mundo para que acompañes a Kankuro? —presionó sus dedos aún más contra el gollete.

Hazlo —musitó su débil voz, plasmándose tan tenue que apenas fue audible. No obstante, la mirada seguía estando llena de rabia.

Despiadado, la sofocó hasta que la falta de oxígeno hizo que el rostro de Temari fuese poniéndose de un tono anormalmente rojizo mientras su mirar perdía la fuerza anterior. Sólo entonces la dejó caer a sus pies.

Un guerrero de alta clase como yo, no va a ensuciarse las manos con una insignificante mujer.

Ella empezó a recobrar el aliento de la misma manera en que lo hace un asmático en una descompensación. Al mismo tiempo que su diestra sostenía el peso de su torso, la izquierda se golpeaba el pecho como si quisiera reactivar el funcionamiento normal de sus pulmones. Entre aspiraciones y tosidos, logró respirar normalmente después de muchos segundos. Tras conseguirlo hizo un esfuerzo para ponerse de pie, dado que no le hablaría a su hermano menor estando de rodillas en el suelo. Tenía su orgullo muy en alto.

No tienes corazón, Gaara —como un efecto de su ahogo, su voz salió más débil de lo normal —. Pensé que algún día llegaría la hora en que te dieras cuenta de cuán importantes son los vínculos, pero te empeñas en aislarte en tu maldita soledad. Ni siquiera te importa la muerte de tu hermano, por tu semblante incluso diría que la estás disfrutando.

Los sentimentalismos se los dejo a las mujeres, todas tan patéticas como tú lo eres. Por mí puedes pudrirte al igual que Kankuro.

Temari sabía que no recibiría una respuesta diferente por parte de él, pero aun así le dolió. Que el único familiar que todavía tenía la menospreciara de esa forma le hizo trizas el alma. Sin embargo, recordó las palabras que una vez le dijo Kankuro: «Si nosotros hubiésemos sufrido todo lo que Gaara padeció, entonces también seríamos como él o puede que hasta peores». Fue aquella sentencia lo que la hizo resoplar, intentando por última vez contactar ese corazón ausente que se negaba a reaparecer.

Pues te diré algo: esta simple mujer que tanto desprecias es tu hermana mayor. Puedes no sentir nada por mí, odiarme, créeme que yo también te estoy odiando ahora mismo porque no cuidaste a Kankuro, y también quisiera matarte con mis propias manos —cerró sus puños con mucha fuerza —, pero sé que con el tiempo esta furia tremenda que cargo contra ti se va a diluir porque lamentablemente, y quiera o no, eres mi hermano. Ese vínculo puede estirarse hasta ser muy delgado, tan tenue que incluso puede marchitarse en el tiempo, pero ese hilo nunca se corta del todo. Nunca. Y cuando necesites apoyo, cuando recuerdes que tienes una hermana, para mi gran pesar, y aunque no te lo merezcas, estaré dispuesta a ayudarte. Un día quizás comprendas ese vínculo, un día quizás lo entiendas. Y si no es así, deseo que en tu amarga vida conozcas siquiera una pizca de amor.

Gaara la aplaudió lenta e irónicamente.

Gran discurso, Temari, lástima que los fuertes no necesitan a nadie. Lucho por mí y sólo por mí, pues la verdadera fortaleza es esa: aceptar que en este mundo todos estamos solos. Puedes tener muchos amigos, hermanos, primos y un gran etcétera, pero ellos no podrán estar contigo cada vez que estés mal o requieras una palabra de apoyo. —Se detuvo un momento alzando su mirada hacia la radiante luna, enfatizando su idea de que cada persona padecía la misma soledad que tal astro. —En realidad todos estamos solos —bajó su cabeza, restregándole esa verdad a su hermana a través de sus agresivos ojos turquesas —. Aprende esa lección, no esperes nada de nadie y sólo entonces podrás considerarte como alguien fuerte e independiente.

Ella vaciló unos segundos, remecida por sus palabras.

La soledad te llevará irremediablemente hacia el sufrimiento. Sé que no confías en nadie porque lo que hizo nuestro padre contra ti fue terrible, pero no puedes dejar que eso marque tu vida por siempre.

Estás confundiendo a la soledad con sentirse vacío, cosa que yo no sufro porque no soy débil como tú. Si te sientes vacía por haber perdido a Kankuro es tu problema, no el mío —sentenció cual verdad inapelable. Sin esperar una respuesta, desenganchó la carreta con el ataúd y montó en su caballo al tiempo que tomaba las riendas, listo para ir hacia la plaza a encontrarse con sus hombres.

¿No te quedarás para su funeral siquiera? —preguntó la joven sin esperanzas de recibir una respuesta positiva.

La guerra continúa, así que no tengo tiempo para despediciarlo en inútiles como Kankuro o tú.

Aquellas palabras dichas por su propio hermano le afectaron el alma nuevamente. Sintió que se le reanudaban las ganas de llorar, pero su firme orgullo se lo impidió.

No importa si me dejas abandonada aquí, tampoco si nos odiamos mutuamente, sé que un día vas a volver y entonces podrás contar conmigo pese a todo. Nunca lo olvides, Gaara, pase lo que pase siempre contarás conmigo porque somos hermanos y eso es imborrable.

Él inició su cabalgata sin mirarla siquiera, dejándola atrás sin concesiones. En ese momento no advirtió que esas palabras que le parecieron tan ridículas, las recordaría por el resto de sus días...

Al volver desde sus recuerdos Gaara percibió que sus extremidades apenas seguían moviéndose, puesto que el frío del agua las llevaba hacia una cruel hipotermia. Para colmo de males, el veneno estaba afectando su ritmo cardíaco gravemente. Sobrevivir en tales condiciones se presentaba como algo tan difícil como tratar de que una vela arda bajo una poza de agua. ¿Para qué prolongar más la agonía de lo inevitable?

»En realidad no tengo nada por qué vivir. Le espeté a Deidara que su interior era vacío, pero la realidad es que yo estoy tan vacío como él. No tengo nada por qué vivir, nada por lo que luchar, nada por lo que mi vida tenga un significado.

»¿Pero no quieres descubrir la felicidad de la que Temari hablaba?

La contestación que le pareció correcta llegó rápidamente, motivándolo a dejar de chapotear por fin. Cerró sus ojos lentamente a sabiendas que nunca más los volvería a abrir.

»En una vida llena de sufrimiento, la muerte es la única felicidad. Esa es la respuesta.

Resignado a su destino y aceptando a la parca sin más quejas, su existencia inició el proceso de hundirse hacia el fondo marino lentamente.

»¿No quieres vengarte de Deidara? ¿Esa no es una razón suficiente para sobrevivir?

Al recordar la humillación propinada por el blondo, Gaara intentó mover sus piernas, mas siguieron inmóviles como si cada una le pesara una tonelada.

»Quiero hacer pagar a ese maldito, pero el cuerpo ya no me responde.

Prueba de aquel pensamiento fue el seguir hundiéndose.

»¿No quieres volver con Temari? ¿No es ella también una razón para sobrevivir?

»¿Para qué? Ella se alegraría al saberme muerto, ni siquiera querría verme si sobreviviera. Todos estamos solos, esa es la única verdad.

»¿Pero no recuerdas sus últimas palabras en esa despedida? Ella misma te dijo que estaría allí cuando la necesitaras.

»¡Tonterías! Sólo fueron falsas palabras de cortesía.

»¿No quieres descubrir si de verdad eran sólo palabras falsas? ¿No quieres luchar para enmendar tus errores con ella?

Gaara apretó sus dientes ante lo último que su conciencia le dijo, descubriendo algo crucial:

»Temari..., en verdad me gustaría volver a verte...

Milagrosamente, su pierna derecha reaccionó moviéndose un poco. ¿Es que acaso aún había una pequeña esperanza de nadar hasta la superficie?

»En realidad no quiero perder la vida de una manera tan patética. Si voy a morir lo haré como todo un guerrero, no resignándome al destino sino luchando contra él.

Su pierna izquierda se unió al movimiento de su compañera, presta a obrar un milagro.

»Muévanse, malditas extremidades...

Una fuerza desconocida hizo que volviera a sentir ambos brazos al mismo tiempo, deshaciendo el tullimiento que los acosaba.

»¡No puedo fallecer todavía! ¡No voy a morir aquí!

Se dijo renovando sus bríos al reconocer que sí tenía dos importantes razones para seguir viviendo: la primera era resarcir los pecados que cometió contra su hermana. La segunda era vengarse del maldito rubio que lo dejó en ese estado agonizante. Pese a que sus extremidades parecían hielo antártico, consiguieron propulsar su cuerpo hasta ascender a la superficie nuevamente. Aspirando bocanadas de aire como lo hace alguien que lleva sin respirar más de un minuto, se dispuso a gritar hasta desgarrar sus cuerdas vocales. Si esta vez nadie lo escuchaba estaría condenado a la muerte, pues ya no tendría la fuerza suficiente como para mantenerse a flote. De hecho, ya era un fenómeno casi sobrenatural que siguiera consciente.

—¡Ayuda! —gritó reuniendo las últimas fuerzas que quedaban en su cuerpo, teniendo la impresión de que sus intestinos se revolvían como una serpiente atacada por espasmos.

En Jiren no sólo los soldados vitoreaban a Sasuke, sino también muchos pasajeros que se despertaron por el gran ajetreo del abordaje. Entre los civiles había una mujer ubicada a babor, quien logró escuchar algo que llamó poderosamente su atención. Por lo mismo, se dirigió hacia el antepecho sosteniendo un presentimiento en las entrañas de su alma. Al bajar la mirada avistó, entre las móviles luces de las antorchas que se reflejaban en el mar, que allí había un hombre aferrándose al casco de Jiren. Instantáneamente todas sus facciones se volvieron de piedra, aunque sus orbes temblorosos no quisieron imitar al resto de su cara. Rápidamente, y casi sin darse cuenta, arrojó un grito que se elevó por encima de las ovaciones de los soldados.

—¡Hay un hombre a punto de ahogarse! ¡Socorro, por favor!

Gracias a ese clamor, el pelirrojo general lograría ser rescatado... ¿pero sería su cuerpo lo suficientemente fuerte como para resistir el veneno que corroía su sangre?


Esclava Sexual, Capítulo Vigésimo noveno


El cansancio extremo que aún padecía, le hizo sentir a Sasuke que este hubiese sido un buen día para morir. Sin embargo, no podía darse tal lujo ahora. Apretó las mandíbulas a fin de soportar el punzante mal en su bíceps, lamentando hondamente el daño recibido allí. La flecha no se había conformado sólo con traspasar el fibroso músculo, también había destruido más de la mitad del húmero hasta casi partirlo en dos. Unos centímetros más hacia la derecha y su brazo estaría siendo sujetado sólo por los ligamentos laterales y el apretado vendaje. Para su pesar, a cada momento que pasaba más se convencía del siguiente hecho: aunque ciertamente su brazo izquierdo lograría recuperarse de semejante herida, ya nunca podría moverlo de la misma manera que antes.

El último de los Uchiha caminó más lento de lo normal, preocupándose por el punzante dolor que sentía en la pantorrilla. Seguramente los músculos gemelos se habían distendido más de la cuenta, pero sin llegar a un invalidante desgarro. Sin embargo, a partir de ahora cualquier movimiento trabajoso podría provocárselo, por lo que debería tener más cuidado al andar.

A pesar de que Hinata intuyó lo que sucedía, no mencionó nada al respecto para no herirle el orgullo; se limitó a disminuir su velocidad para ir a la par de él. Justo antes de traspasar la destrozada puerta que llevaba hacia la zona de despensas, ella se mantuvo unos momentos en el umbral a fin de contemplar las pruebas de la masacre: el pasillo estaba infectado de cadáveres por doquier, cada uno despidiendo un denso olor a sangre que se colaba por cada rincón como una miasma. Si existieran más allá de los mitos, ni siquiera los vampiros estarían a gusto en este exacerbado rojo que teñía el piso y agobiaba el aire. Uchiha, acostumbrado a ver campos de batalla inundados por miles de cadáveres, avanzó por el corredor sintiéndose a sus anchas. En cambio la fémina, petrificada bajo la entrada, sostuvo por largos segundos una mirada rellena de horror. Ya extinguida la adrenalina propia del combate, se dio cuenta que jamás había presenciado una carnicería humana igual, viendo asombrada como algunos rostros de los élites seguían marcando en sus expresiones cuán dolorosas fueron sus muertes. Era muy difícil no sentir náuseas ante un espectáculo de semejante tono, dándole plena certeza a un pensamiento que la arribó: esta noche el mismísimo infierno debía sentir envidia de Jiren.

La pareja llegó con Karin, quien, sentada sobre sus talones, acariciaba el rostro de Suigetsu mientras le susurraba cosas a la oreja no destrozada. Hyuga se arrodilló junto a ella para consolarla, mientras Uchiha se quedaba de pie observando a Sai. De pronto sintió como un hilo de sangre brotaba de su nariz, avisándole que el exceso de esfuerzo le había roto uno de los vasos sanguíneos que allí se ubicaban. Se quitó el líquido vital con el brazo sano, esperando que su amada no se percatara de lo que sucedía o la preocuparía aún más de lo que ya estaba. Fue unos segundos después que un militar habló desde el otro lado de la puerta cerrada.

—¡General Uchiha! ¡Rescatamos al general Gaara desde el mar, pero está agonizando y inconsciente! —El soldado raso debió decir «e inconsciente», mas nunca destacó por su educación linguística —. ¡El veneno de Deidara corre por sus venas! —agregó de forma atropellada.

Ante la información recibida, Uchiha instantáneamente curvó sus cejas por el gran asombro que lo invadió.

—¿Cuál es su orden, señor? ¿Lo intentamos salvar o lo dejamos morir por ser un enemigo?

Se dio unos pocos segundos para sopesar la situación; salvarle la vida al pelirrojo sin duda que podría volverlo un importante aliado en su lucha contra Danzo. Y si fallecía por lo menos le brindaría los honores que un guerrero de su talla merecía. Sus hombres lo agradecerían.

—Llamen a los médicos de cada corbeta para que lo ayuden de inmediato.

—¡Sí, señor! —llegó la veloz respuesta.

Entregada su orden, Uchiha esperó sinceramente que Gaara evadiera la muerte. No obstante, de seguir con vida, ¿querría él convertirse en un aliado? Se perdió tanto pensándolo que apenas logró escuchar que Hinata lanzaba una pregunta, aunque no se percató de que en realidad la estaba repitiendo.

—¿Gaara es uno de los tres generales de tu nación, verdad? —Cuando vio que él se lo confirmó moviendo la cabeza, continuó —. Así como en las calles de mi país se hablaban cosas horribles de ti, también oí que se rumoreaban cosas espeluznantes sobre él...

—Gaara da escalofríos —respondió Karin mientras se abrazaba a sí misma; aquel gesto pareció una manera de protegerse en vez de un intento de capear el frío —. Su mirada es muy siniestra y tiene unas ojeras casi negras porque se dice que es un demonio que jamás duerme. Hay gente que incluso le teme a él más que a Sasuke...

Hinata volvió a recordar que el vocablo de «demonio» se asociaba a Gaara tanto como a Sasuke. El que era uno de los tres generales de la nación enemiga e indicado como extremadamente peligroso, estaba a punto de abrir las puertas del otro mundo. ¿Sería un hombre como Sasuke cuando lo conoció? De ser así le daría miedo sólo de estar en su presencia, aunque, pensándolo mejor, en realidad ahora era mucho más fuerte que cuando conoció al pelinegro. Estar frente a él no debería intimidarla actualmente.

—¿Crees que sobreviva? —Karin fue quien realizó la pregunta, dirigiéndola a su antiguo novio.

—No lo sé, pero la tempestad pudo ayudarlo.

—¿La tempestad? —preguntaron las chicas al unísono, desconcertadas.

—Deidara es un guerrero muy hábil que usa veneno en la hoja de sus armas, pero la fuerte lluvia pudo deshacer buena parte del tóxico antes de estoquear a Gaara. Eso explicaría porque sigue vivo pese a que ya no debería estarlo. La ponzoña que usa Deidara no demora más de unos cuantos minutos en matar, pero él sigue luchando por seguir con vida. Eso sólo puede significar que el veneno fue diluido por el aguacero.

Ambas compartieron sorprendidas miradas. Nuevamente Uchiha las sorprendía dando juicios muy acertados.

—¿Estás seguro de querer salvar a un demonio como él, Sasuke? —preguntó poco después la chica de anteojos mientras los ajustaba de mejor modo en su nariz.

—Tener a otro general como aliado sería excelente.

—¿Pero crees que quiera unirse a tu causa? —dudó Hinata, evidentemente preocupada.

—No lo sé, pero de algo sí estoy seguro: Gaara no le tiene lealtad a Danzo, de forma que si no desea ayudarme por lo menos se apartará de mi camino —sin quitarle los ojos de encima a Sai, se dio una pequeña pausa —. Igualmente, si es que sobrevive, dudo que se mantenga neutral pues querrá vengarse de Deidara a cualquier precio.

Ambas asintieron confiando plenamente en el criterio del guerrero perfecto, pues era muy claro que alguien como él solía tomar decisiones muy acertadas.

—Bien, iré a dar mis siguientes órdenes. Traeré un médico tanto para mí como para el imbécil de Sai, seguiremos el curso hacia la nación de ultramar y compraremos torres de asedio y catapultas, ya que el castillo de Danzo será muy difícil de conquistar. Es una fortaleza que está ubicada en la cima de una colina y rodeado por un foso lleno de espinas. Está muy bien diseñada para repeler a los enemigos —chasqueó la lengua, irritado —. Tendré que usar la diplomacia para que el rey extranjero me venda maquinaria bélica y se mantenga neutral durante la rebelión —añadió incrementando su enfado.

—Mi clan forma parte del consejo del rey y tienen gran influencia en él —anunció Karin —, así que yo me encargaré de convencerlos a fin de que te apoyen enseguida. El monarca es inteligente, por lo cual debe saber que Danzo no tardará mucho en tratar de invadir su reino. A eso súmale la amenaza de Pain y no tendrá miramientos en ser neutral e incluso ayudarte para formar una alianza contigo.

—Con que se mantenga imparcial es más que suficiente. Detesto hacer pactos políticos, pero si no hay más remedio tendré que hacerlo —chistó disconforme. Tras uno segundos agregó algo más —. Bien, además de dar mis órdenes y traer a un par de médicos, también hablaré con el capitán para que Jiren sirva como transporte para las torres de asedio. Esta nave viene perfecto para tal labor —a paso lento caminó hacia la cubierta a fin de hacer lo que necesitaba.

Más tarde dos experimentados doctores, en la misma cocina, curaron tanto al guerrero más fuerte como a Sai, lavando y suturando sus heridas con una destreza acorde a sus profesiones. Por supuesto, Sasuke les exigió secreto absoluto respecto a su lesión del brazo, a lo que ambos asintieron sabiendo que podían pagar muy caro si vulneraban aquella orden. Un cabestrillo fue obligatorio, aunque el pelinegro lo ocultaría gracias a un amplio sobretodo estival. Una ligera capa agregada haría aún más difícil descubrir que estaba malherido.

Posteriormente, el pelinegro habló con el capitán de Jiren ofreciéndole un jugoso sobresueldo para que el barco cambiara su función de paquebote hacia carguero. El avezado marino, tras escuchar todo sobre la emboscada de Danzo contra la familia Uchiha, no tuvo problemas en aceptar el trato. Sasuke sólo necesitaría a unos cuantos grumetes, pero, por respeto al barbado oficial, indemnizaría a quienes quedarían en tierra. Sin embargo solicitó expresamente que Hiro, su principal sospechoso respecto al caso de las fantasmas, siguiera navegando a cambio de un suculento aumento de salario que él no rechazaría pese al peligro que significaba la guerra.


Siendo alrededor de las diez de la noche del día siguiente, las grises nubes le habían cedido el trono del cielo a la luna, quien resplandecía con fuerza pese a estar en cuarto menguante. Inconsciente aún, Gaara seguía luchando por mantenerse con vida al mismo tiempo que era cuidado por la chica que lo había visto en el mar, la cual tenía conocimientos de enfermería que la convirtieron en una gran ayuda práctica para los médicos tratantes. El humanitario gesto de la muchacha se debía a que ella también provenía de la aldea ubicada en las entrañas del desierto, tomándose como un asunto personal el salvarle la vida a un compatriota.

Las chicas de los clanes Uzumaki y Hyuga habían conversado dos horas en el camarote correspondiente a la pelirroja. Hinata, intentando distraer a su amiga de la dolorosa pérdida de Suigetsu, le explicó abiertamente la retorcida historia que la unió a Sasuke, lo que Karin, prudentemente, decidió no juzgar. Entendía de primera mano que muchas veces los sentimientos sobrepasaban a la razón, lo cual la llevó a apoyarla sin dudas. Luego, dispuestas a tomar aire fresco, salieron a cubierta mientras empezaban a tratar, por varios minutos, el tema de cómo hacer que Sai confesara lo que supiese. La más ingenua de ambas tenía la idea de ser amable y amistosa, pero su compañera le advirtió que al guerrero de élite lo entrenaron desde los cinco años para ser un instrumento de guerra perfecto, alguien sin compasión ni sentimientos que sólo veía a las personas como cosas prescindibles y desechables.

Un lapso después llegó Sasuke, anunciándole a la hermana de Hanabi que ya era hora del interrogatorio. En cuanto Karin se despidió de ambos deseándoles las buenas noches, los prometidos partieron hacia el camarote en que el prisionero pernoctaría.

—Sigo pensando que torturarlo sería mucho más efectivo —puntualizó el soldado, mientras Hinata lo tomaba desde el brazo—, pero te dije que te daría una semana y cumpliré mi palabra.

—Él hablará sin necesidad de hacerle cosas malas, ya verás —señaló muy segura.

A Sai, entretanto, el ardiente dolor de sus heridas apenas le dejó dormir anoche un trío de horas. Tenerlo esposado no era necesario bajo sus deplorables condiciones actuales, pero la posibilidad de que caminara a saltos usando una pierna había llevado a vigilarlo mediante dos guardias. Las heridas en su brazo y rodilla habían sido suturadas correctamente, pero le tomaría de dos a tres meses sanar y las posibilidades de quedar con secuelas eran altas. Sin embargo, todas las penurias anteriores palidecían ante el infortunio de no tener su cuaderno de dibujos con él, mismo que le fue arrebatado en cuanto sus custodios le registraron. Plasmar los bellos paisajes que sus misiones de espionaje le permitieron conocer era el mejor consuelo que alguien como él podía tener. Tuvo que reprimir un suspiro por lo mismo. Poco después llegaron el guerrero y la aprendiz, el primero dando la orden a los soldados de dejar sus puestos.

Hinata se acercó a una de las sillas antes ocupada por uno de los militares, sintiendo, en cuanto se sentó allí, el calor que había quedado. Miró al prisionero por unos momentos antes de hablar.

—Hola, Sai. Me llamo Hinata Hyuga y...

—No diré nada —la interrumpió él, cortante como el filo de un cuchillo.

Hyuga tiñó de comprensión sus albinas pupilas.

—¿Te duele mucho, verdad? —escrutó visualmente sus heridas —. Lo siento mucho —agregó imaginándose cuán doloroso le sería a ella tener llagas así de profundas tanto en el brazo como en la rodilla. Observando atentamente la zona afectada, sus músculos faciales se comprimieron por la preocupación.

A Sasuke no le gustó el tono ni la empatía que habían en esas palabras. Algo molesto y desconocido le pulsó en el pecho.

Pasaron cerca de diez minutos en que Hinata era la única que hablaba, pero el élite había cumplido su palabra de no decir nada más. Sus oscuros ojos seguían igual de apáticos, totalmente cerrado a siquiera intercambiar un par de frases.

—Sai, sé que no quieres hablar conmigo ni con nadie, pero si no lo haces terminarás muriendo en seis días —entrelazó sus manos, jugueteando con sus pulgares nerviosamente —. Quizás esté equivocada, pero algo en mi corazón me dice que tú no eres malvado como el resto de las Fuerzas Especiales. Podrías redimirte; si Sasuke está tratando de hacerlo tú también podrías.

—No tengo nada que hablar con una enemiga.

—Aunque me consideres tu enemiga, yo te veo como un prójimo igual a mí, sólo que en bandos contrarios por causas del destino. Pero ese destino puede torcerse.

Si al integrante de Raíz no le hubiesen enseñado a eliminar sus emociones, habría esgrimido una sonrisa burlona en este preciso momento.

—Ya que eres tan ingenua te explicaré algo importante; existen dos tipos de destinos: el interno y el externo. El interno es aquel que uno controla, las elecciones que tomas; en cambio el externo es la fuerza del mundo contra ti. Efectivamente tú controlas tu vida, pero siempre dentro de unos límites inamovibles que te impone el destino externo. Por ejemplo, quieres tener una profesión igual que los hombres, una médico, una arquitecto, elige tú cualquiera, pero por más que te esfuerces nunca podrás ser una porque las chicas no tienen permitido educarse a ese nivel. No importa cuanto luches ni cuanto te empeñes, nunca podrás tener una profesión porque naciste mujer y eso no lo puedes cambiar. Ese es el destino externo. Otro ejemplo: yo luché con todas mis fuerzas para convertirme en el guerrero más fuerte de todos, entrené un montón de años para superar a Sasuke Uchiha, pero por más tiempo que haya invertido nunca pude superarlo porque no nací con la habilidad, rapidez, ni fuerza necesaria para alcanzar un nivel tan altísimo de combate. Esa es otra prueba de que el destino externo sí existe, que todo lo importante está escrito desde un principio —su idea la esbozó sin pausas ni descansos, una clara señal de que era un conocimiento insertado, algo que Danzo lo obligó a aprender al detalle —. En síntesis —continuó —, aunque intentes cambiar los designios que rigen tu vida, siempre habrá un límite que te impedirá ir más allá. Por tal razón no importa cuantas veces se intente torcer el camino, el destino interno siempre perderá contra el externo porque la fuerza de una sola persona no puede vencer a la del mundo entero. Por eso, general Uchiha —lo miró directamente—, nunca podrás derrotar a mi rey Danzo. Y por cierto me permitiré agregar una cosa más: puede que ahora estén juntos, pero será efímero porque una relación entre un Uchiha y una Hyuga está condenada al fracaso desde un principio. Nunca podrán ser felices después de lo que pasó entre sus clanes. —Acercó su mano sana a la boca, exhalando su cálido aliento a fin de calentarla un poco —. Ahora mismo el destino externo está confabulando en contra de ustedes. Es una maldición que jamás podrán derribar aunque lo intenten miles de veces.

Hinata quedó impresionada. Su forma de pensar le recordó tanto a Neji que fue casi como estar escuchándolo a él, aunque su primo, eso sí, nunca empleó los conceptos de destino interno y externo. Observó a Sai cuidadosamente, viendo en sus ojos oscuros la fiereza de sentirse dueño de la verdad. De hecho, siendo honesta, su argumento había sido muy sólido. ¿Cómo podía objetar algo tan bien formulado? Por un momento incluso pensó en darle la razón, mas recordó que una mujer tampoco podía ser una guerrera e Ino se había convertido en una. ¿Eso no era ir contra el destino externo acaso? Sakura no era una enfermera titulada e igualmente sabía tanto como cualquiera que en efecto sí lo fuera. Por último llegó el vívido recuerdo de Naruto, el chiquillo atarantado que supuestamente nunca podría vencer a Neji en combate, pero lo había conseguido. Aquellos pensamientos le dieron el ímpetu necesario para responder sin esbozar dudas de ningún tipo.

—No me extraña que el rey Danzo o sus hombres te hayan implantado esa idea sobre el destino marcado de antemano. Lo hacen para mantenerte bajo control, para que sigas lo que te dictan ellos sin cuestionar. Lo sé porque mi padre también intentó lavarle el cerebro a mi primo Neji diciéndole cosas como esas, pero Naruto le enseñó que el destino sí puede ser cambiado —se dio una necesaria pausa a fin de organizar sus ideas —. Hace dos semanas yo era una simple esclava y ahora soy una mujer libre. Hace dos semanas yo era muy débil y ahora me convertiré en una guerrera. Por eso date cuenta que tú también puedes torcer a ese destino externo, que todo en la vida es actitud.

Sai hizo que su mirada luchara contra la de Hinata. Como si se tratara de un duelo por ver quien tenía más determinación, ninguno parpadeó.

—Cambiar el destino externo son sólo ilusiones sin base.

—Sólo eres un cobarde que se refugia en el destino porque no eres capaz de cambiarlo —intervino Sasuke, mirando con sumo desprecio a su pálido prisionero de guerra—. El destino interno sí puede vencer al externo, lo acabo de demostrar derrotando a veinte élites y tornando a más de mil soldados a mi favor.

—Lo lograste porque recibiste ayuda, sin ésta nunca podrías habernos derrotado.

—¿Y quién dijo que al destino se le debe vencer solo? Uno no tiene por qué luchar en soledad contra los designios del mundo y esa es una lección que aprendí anoche batallando junto a mis compañeros, dos mujeres incluidas —puntualizó sin demeritar el aporte dado por ellas —. E incluso si no puedes cambiar el hado que te rige, es mejor tener la valentía de intentarlo que aceptarlo sin dar ninguna pelea como lo estás haciendo tú. Sólo eres un cobarde asqueroso que no se atreve a cambiar el destino porque no tiene las fuerzas suficientes —lo miró con auténtica repugnancia.

—Aunque lo haya lanzado de forma violenta, en el fondo Sasuke tiene razón —lo apoyó ella, pese a que no le gustó el tono en que lo dijo—. Yo era una esclava suya, pero pude cambiar el destino. Si yo pude, tú también puedes, Sai —el aludido separó un poco más las pestañas superiores de las inferiores —. No tienes por qué ser siempre un sirviente de Danzo.

—Mi deuda pendiente con mi rey también es parte del destino. No voy a serle desleal.

El sonido del viento se filtró a través de una claraboya en forma de silbido. Uchiha dio unos pasos para cerrarla de golpe.

—Sé que no es una decisión fácil —prosiguió la fémina en cuanto halló una firme respuesta—, que te enseñaron a serle incondicional a Danzo desde la mismísima infancia, ¿pero de verdad quieres perder tu vida por alguien a quien no le importas realmente? Puedes cambiar tu destino tal como lo hizo Sasuke, tal como lo hizo la señorita Ino, tal como lo hice yo. Una fuerza de voluntad férrea es la única cosa capaz de hacerlo —se frotó la nariz al sentirla tan helada como un hielo. Luego continuó con la misma seguridad anterior —. Date cuenta que tu vida no le pertenece al rey porque cuando alguien salva a otra persona lo hace porque quiere, no para exigir una recompensa. Tienes que luchar, Sai, pelear contra la desgraciada marca que Shimura puso sobre tus hombros. Tú eres capaz de decidir qué deseas para tu vida.

—Es imposible superar el tope del destino —insistió sin mostrar ningún tipo de duda. El antiguo Neji habría estado muy orgulloso de él.

—Yo voy a superar ese límite derrotando a todos los que se me pongan por delante —con la espalda afirmada en una pared, dijo Sasuke alzando la voz —. Haré que mi destino interno sea superior al externo porque mi voluntad será más fuerte que la del mundo entero —adicionó cerrando su puño diestro —. Aunque te parezca imposible castigaré a Danzo de la forma mas terrible de todas; por mi hermano, por mis padres, por Suigetsu y por mi clan en general.

Sai miró fijamente al pelinegro durante un largo rato en que no sintió pasar el tiempo. Luego hizo exactamente lo mismo con Hinata, sorprendiéndose de la resolución que exhibían ambos. ¿Ese temple infinito era lo que se requería para derrotar al destino? Ver las vehementes emociones que exudaban ambos, le hicieron pensar en la posibilidad de que tal vez tuviesen al fundamento correcto de su parte. Antes, justo cuando creyó que sería asesinado por Uchiha, sintió que el vacío que llevaba cargando durante toda su existencia se expandió de una manera casi dolorosa. Estaba a punto de abrir su mente hacia nuevas posibilidades, pero entonces recordó que los sentimientos servían precisamente para trastocar los verdaderos objetivos que se perseguían, que sólo llevaban hacia el sufrimiento, que sin emociones era mucho más fácil vivir. Subiendo la guardia nuevamente sus labios soltarían algo que había marcado su vida; otra sentencia aprendida.

—Para ser un verdadero guerrero necesitas aceptar el hecho de que en realidad no estás vivo. Ni en la vida cotidiana ni en el campo de batalla se deben tener emociones porque son éstas las que te llevan hacia cosas tan inútiles como los anhelos, la piedad, los arrepentimientos o el sufrimiento. Un soldado de verdad no tiene sentimientos ni emociones porque ya está muerto.

Hinata sintió verdadera lástima, pues enseguida comprendió que esas palabras no provenían de él sino del lavado de cerebro al que lo sometieron desde niño. Sai, entretanto, intuye que Hinata no guarda silencio porque concuerde; al contrario, está buscando las palabras precisas para refutarlo. Poco después volvió a escuchar su melodiosa voz.

—Si de verdad te enseñaron a no tener sentimientos, a estar muerto en vida, no deberias serle leal a Danzo... ¿Entonces por qué lo eres? Me parece que no eres tan frío como pretendes ser. Si realmente no tuvieras sentimientos optarías por hacer lo que te conviene, no lo que le conviene a él. En el fondo sí tienes sentimientos, puedo percibirlo claramente.

Hyuga también pensó en mostrarle su cuaderno de preciosos dibujos para demostrarle que alguien que pretendía estar muerto nunca podría crear un arte tan bello, pero lo haría más adelante o Sai podría sentirse violentado. No esperaba que él cambiara de opinión de un día a otro, por lo que dejaría ese argumento para una futura conversación.

—Los sentimientos son una mugre. Éstos son la causa de todos los males del ser humano, los que provocan el dolor, el odio, la avaricia, las dudas —espetó irradiando seguridad por cada poro —. ¿No te das cuenta que tenerlos es basura?

Internamente, Uchiha le dio su parte de razón. Se preguntó qué cosa le respondería Hinata, por lo que esperó la respuesta que tardó un poco en llegar.

—Estás viendo a los sentimientos desde una perspectiva negativa. Sin ellos no podríamos sentir empatía hacia el prójimo, no experimentaríamos amor por nadie, no nos emocionaríamos con nuestros seres queridos ni disfrutaríamos viendo un lindo paisaje. Sin emociones, sin sentimientos, sólo seríamos muertos caminando. Quizás me equivoco, pero creo que tú debes saber muy bien que fingir eso no es vivir, que sólo trae un vacío interno que cada vez se te hará más insoportable.

Él frunció un poco sus labios, negando con su cabeza un poco después.

—Los sentimientos siempre te llevan hacia el mismo camino: el dolor. Naces y creces, pero a medida que lo haces vas perdiéndolo todo: la inocencia, la confianza en los otros, el idealismo, la generosidad, a los amigos que hiciste durante la infancia. Luego envejeces y sigues perdiendo cosas muy importantes: tus hijos se van lejos para hacer su propia vida; después ves morir a tus padres, a tus hermanos, a tus amigos y entonces empiezas a sentirte enfermo de que se desvanezca todo lo que quieres. Si te fijas de eso se trata la vida: perder y seguir perdiendo hasta cansarnos y morir. Y si tienes sentimientos es mucho peor porque cada vez que pierdes, sufres. No vale la pena tener afectos porque te debilitan.

El argumento estuvo tan bien esbozado que tanto Sasuke como Hinata llegaron a pensar que Sai tenía toda la razón. Sin embargo, la joven no lo vio así tras meditarlo en forma más concienzuda.

—¿Eso fue lo que te enseñaron desde pequeño? —cuestionó ella en cuanto retornó desde sus pensamientos.

El de oscuros cabellos castaños asintió en silencio.

—Sabes, una parte de mí me hace pensar que tienes razón, que los sentimientos no sirven de nada salvo para hacerte sufrir, pero otra parte de mí me dice a gritos que estás equivocado. —Bajó la cabeza haciendo que su cabello le cubriese las partes laterales del rostro, suspirando mientras buscaba las palabras precisas. En cuanto las encontró alzó su blanquinosa mirada—. No pretendo tener la razón ni ser dueña de la verdad, pero sí me gustaría que pensarás lo que te voy a decir: no deberías darle una connotación tan negativa a los sentimientos. Es cierto que perdemos muchas cosas, pero también vamos ganando otras: amigos verdaderos, un amor correspondido, experiencia, la creación de una familia propia. Creo que de eso se trata la vida a fin de cuentas: un intercambio entre pérdidas y ganancias. E ir superando las primeras es precisamente lo que nos va haciendo fuertes.

Sai cerró los ojos como si quisiera ocultar el interés que esa respuesta le había provocado.

—¿Crees que en eso consiste la fortaleza? —sin separar sus párpados, cuestionó agregando un aire desdeñoso en su voz.

—Lo sé de primera mano porque yo he perdido a toda mi familia —dijo con un gran temblor de voz que no pudo evitar. Entretanto Uchiha, por primera vez, sintió una especie de remordimiento por haber sido el causante —. Es muy difícil continuar adelante, tanto que a veces a mí también me gustaría arrancar de raíz mis sentimientos... —tragó saliva sonoramente al tiempo que sus ojos querían volverse de agua—, pero, para mí, anular la sensibilidad es el camino fácil. En mi opinión no hay que volvernos insensibles sino fuertes para superar los sufrimientos que nos envía el mundo. Los sentimientos son parte de la vida y no tienen porque volverte débil, al contrario, pueden hacerte muy fuerte porque son ellos los que te dan verdaderas razones para seguir luchando.

El dibujante, guardando silencio, no entendió algo que lo terminó irritando: era ella quien tenía sus luceros acuosos, era esa mujer la que estaba a punto de llorar, pero, por alguna extraña razón, estaba sintiéndose más débil que ella. ¿Por qué? Creyó que su cerebro se entumecía repitiendo tal pregunta, que el flujo de sus ideas se atoraba en un callejón sin salida. Un noqueo con palabras fue lo que había recibido por parte de Hinata, quien profesaba una filosofía de vida completamente diferente a la que le inculcaron desde la infancia. Aceptar esa forma de pensar simbolizaba abandonar lo que siempre lo constituyó como persona, representaba negar la principal base de su propia existencia. Apretó sus mandíbulas de manera casi imperceptible, soltando la tensión poco después. ¿Cuál era la verdad correcta? ¿La que lo ayudó a sobrevivir en un mundo inhóspito, cruel e inmisericorde; o la que le estaba enseñado Hinata? ¿Cuál era la maldita verdad?

Mientras tanto, Hinata agradeció que en Sai apareciera una expresión que por fin pudo interpretar sin problemas, pues la confusión que lo atacaba se estampó claramente a través de los reflejos en su semblante. La fémina supo que era suficiente por hoy; que se quedara sin palabras era una prueba de que algo en su interior se había remecido. Convencida de ello, daría unas últimas palabras como conclusión.

—No pretendo que cambies tu forma de pensar en un solo día, pero te pido de favor que pienses en lo que te he dicho. Por lo menos medítalo —le solicitó a su manera dulce. Luego se levantó de la silla, haciendo notar que era la despedida por el día de hoy.

Al reaccionar tras su desbarajuste mental, Sai volvió su lengua de piedra. Hubiese querido decir algo certero, pero nada sólido acudió. No sabía qué decir y eso lo desconcertaba, pues él siempre tenía respuesta para todo. Por lo menos así había sido hasta ahora. Estaba decidido a que este interrogatorio —que no parecía uno— fuera sólo un trámite, algo sin importancia, pero, por alguna misteriosa razón, Hinata logró estremecer el sólido cimiento de sus ideas. Finalmente como única despedida soltó una mirada fría e inexpresiva.

Hyuga le dio las buenas noches mientras volvía a tomarse del brazo de su prometido. Después, Uchiha llamó a los vigilantes para que retomaran sus funciones mientras ambos salían del camarote.


Tras catorce horas más de viaje, Jiren y sus escoltas llegaron a la nación de ultramar entrando en la rada al mediodía. Sin embargo, sólo el paquebote atracó, ya que las cuatro corbetas de guerra han quedado ubicadas a doscientos metros de la costa, esperando a obtener el permiso de desembarcar.

Sasuke, acompañado fielmente por Karin y Hinata, realizó los trámites diplomáticos que no tuvieron dificultad para resultar fructuosos, ya que esta nación tenía serias sospechas de que Shimura tarde o temprano también intentaría conquistarlos, de modo que un cambio de monarca les resultaría muy conveniente. Además, tal como avisó la Uzumaki, en este continente latía fuertemente la amenaza del guerrero llamado Pain, quien comenzaba a conquistar un reino tras otro a una velocidad impresionante, erigiéndose como un nuevo y temible emperador. Motivado por tal peligro el monarca extranjero, apoyado por su consejo de ancianos, firmó un pacto con Uchiha en el cual acordaba mantenerse neutral durante el conflicto, siempre y cuando después los ayudara en caso de que el supuesto dios decidiera atacarlos. También le suministrarían torres de asedio, excelentes para ofensivas a castillos, aunque no otorgarían tropas ni catapultas debido a que la avanzada del incipiente imperio era un riesgo explícito, por lo que no podían prescindir de sus defensas. Involucrarse más en la insurrección de Sasuke les sería contraproducente, cosa que el guerrero más fuerte entendió sin problemas. Para él bastaba con que este país se mantuviera neutral y había conseguido más que ello, resultando un acuerdo provechoso para ambas partes.

Al día siguiente, por la mañana, se realizó el funeral de Suigetsu, pues Uchiha no ocultó que éste lo ayudó durante la emboscada. Su amigo cayó como un héroe y por ende le brindaría los honores que se merecía. Lastimosamente los padres del peliblanco murieron un par de años atrás por una epidemia de peste, término genérico que antiguamente se aplicaba a todas las enfermedades contagiosas y altamente peligrosas. Hozuki no tenía más familiares, pero Karin se encargó de avisarles a los amigos que hizo en este lado del mar, quienes acudieron lamentando profundamente lo sucedido.

El funeral fue tan triste como se esperaba, aunque también tuvo una solemnidad extraordinaria por las hileras de soldados que levantaron sus espadas a fin de dar los honores que Suigetsu se merecía. La antigua espía fue la más afectada, sufriendo sin que sus lágrimas pudieran cesar. Jūgo, el mejor amigo del difunto, se tragó las suyas a duras penas mientras maldecía a Danzo con todas sus fuerzas. Decidido a vengar a Suigetsu, se embarcaría en la cruzada de Sasuke por acabar con el cobarde rey que había propiciado su muerte. Aunque perdiera la vida intentándolo, no iba a quedarse tranquilo hasta conseguirlo.

Después de las exequias, Hinata le hizo compañía a Uchiha procurando darle algo de solaz.

—Sasuke... sé que eres muy orgulloso, pero por favor no olvides que cuentas con mi apoyo —le recordó tiernamente—. Conmigo no tienes que ser el más fuerte de todos, de verdad.

—Lo tengo presente —dijo él sin agregar nada más, volviendo a encerrarse en sí mismo.

Ella llevaba conociéndolo apenas poco más de dos semanas, pero sabía que siempre se mantenía atento a lo que sucedía a su alrededor. Esta vez, en cambio, el alma del general permaneció completamente ajena durante toda la tarde. No había que tener mucha perspicacia para saber que tristeza delataban sus ojos, mismos que intentaban mantenerse fríos por mero orgullo. Sólo esperaba que su sufrimiento interior no le impidiese el conectar con ella durante los siguientes días.

La noche llegó y todo estuvo dispuesto para atravesar el océano nuevamente. Las torres de asedio ya estaban cargadas en Jiren, por lo cual los prometidos caminaban desde el hogar de Karin hacia el puerto a fin de abordar, mientras la de rojizos cabellos los acompañaba al mismo paso tranquilo. Finalmente, tras pocos minutos, llegaron a la plataforma balaustrada que se adentraba en el mar.

—Karin, espera un momento —ordenó Sasuke, llevando a su pareja hacia el otro extremo de la baranda.

La versada en espionaje asintió inmediatamente a sabiendas de que el castrense hablaría con Hinata algo muy importante. Él mismo se lo había informado antes del funeral.

—¿Qué me quieres decir? —preguntó Hyuga en cuanto se detuvieron; estaba confundida.

Abriéndose el sobretodo, Sasuke llevó su diestra al bolsillo de su chaqueta a fin de extraer una enrollada y pequeña vitela, el tipo de pergamino más lujoso y capaz de perdurar por miles de años. Sin desenrollar el objeto se lo entregó a su prometida, quien lo miró destellando desconcierto.

—Es el documento que acredita que eres libre —explicó sin esperar a que ella formulase una pregunta —. Está firmado por mí y cinco testigos: Karin, Jūgo, el capitán de Jiren, el sargento a cargo de mis tropas y el mismísimo rey de este país. Con esto nadie se atreverá a cuestionar tu libertad, pues además todos ellos tienen copias rubricadas.

Ella parpadeó rápidamente dos veces, tomándole tiempo anular su asombro.

—M-muchas gracias... —logró decir en cuanto reaccionó. Como las palabras de Uchiha le esclarecieron el asunto no necesitó desenrollar la vitela, guardándola en el bolsillo más grande de su blusa —. ¿Pero por qué me entregas esto ahora?

—Porque tú te quedarás aquí con Karin —declaró al tiempo que le echaba una mirada a la susodicha, quien seguía esperando al final del puente.

—¿Qué? —su voz se inquietó instantáneamente —. ¿Pero por qué? —agregó aumentando su tono preocupado a la vez que entrecerraba sus ojos, conteniendo tras sus largas pestañas la súbita sorpresa que la invadía.

—No voy a involucrarte en mi guerra personal contra el rey, así que te quedarás en esta nación junto a Karin —Hinata intentó protestar, pero Sasuke la silenció al continuar velozmente —. Ya lo hablé con ella y podrás hospedarte en su casa mientras dure la insurrección. Después de que acabe con Shimura vendré a buscarte —cerró de manera sumamente tajante.

—Sasuke... —musitó con la voz encogida, puesto que los decibeles empleados bajaron a una cantidad ínfima. No podía creer las palabras recién escuchadas —. Yo no seré una molestia, te lo prometo. Ya viste que soy muy buena disparando flechas —hizo el gesto de tener un arco entre sus manos a punto de saetear.

—Si te mantuvieras conmigo sólo correrías un gran peligro, uno que tú no debes vivir. Aquí estarás a salvo —dijo sin evidenciar matices de ningún tipo en su semblante.

—¿Entonces pretendes dejarme como si fuera un estorbo para ti?

—Exactamente. Sólo serías un estorbo —le dijo duramente, sin filtros de por medio.

Herida en su orgullo, presionó los dedos de su diestra contra la tela de su vestido. Un efluvio de desasosiego nacía a través de todo su semblante, volviéndolo anormal. Cualquiera podría haber asegurado que incluso su sombra proyectaba la misma frustración que la dueña.

—No, no sería un estorbo —rechazó con seguridad —. Pude ayudarte en tu lucha contra las FE, ¿por qué no podría ahora? No estás siendo justo conmigo, Sasuke. Estás menospreciándome.

—Yo no necesito tu apoyo, Hinata. Por si no te has dado cuenta tengo a cerca de mil guerreros profesionales a mi disposición y pronto se unirán muchos más. ¿De verdad crees que una novata de una semana puede compararse a verdaderos soldados? —espetó afilando su lengua.

Ella acusó el golpe bajando su cabeza. Luego, sin mover la susodicha, alzó únicamente su mirada.

—Yo nunca osaría compararme a gente que tiene mucha más experiencia que yo, pero quiero ayudarte tirando flechas desde lejos —dicho esto, sí levantó su testa al completo—. Te prometo que no entraré a las contiendas del campo de batalla, simplemente ayudaré como una arquera. Sabes que tengo muy buena puntería, eso no puedes negarlo.

—No vendrás y punto final.

—Si realmente soy una mujer libre entonces puedo tomar mis propias decisiones. Voy a seguir a tu lado te guste o no —lo encaró sin dudas de ningún tipo.

—¿De qué te serviría ser libre estando muerta? Una guerra no es un maldito juego, Hinata. Si vienes no estoy seguro de poder protegerte.

—Entonces sígueme entrenando para protegerme bien por mí misma. —Lo tomó de la mano sin temer que rechazara el contacto. Efectivamente Uchiha quiso hacerlo, mas ella aferró su diestra fuertemente —. Además —agregaría algo de tanta solidez argumental que su prometido no podría refutarla aunque lo intentara —, luchar para darle justicia a mi familia también es mi derecho. No puedes prohibirme eso.

Uchiha masticó la rabia gruñendo por unos cuantos segundos. Como no había una respuesta que pudiera vencerla de una manera maciza, recurriría a la autoridad masculina propia de su época.

—Como tu prometido me debes obediencia, por ende te prohíbo terminantemente insistir.

—Es cierto que siendo tu prometida te debo obediencia, pero tú como mi prometido me debes respeto y ahora mismo me lo estás faltando —retrucó inteligentemente, dejando en claro que había un conflicto que no se solucionaría tan fácil como imponiendo un mandato que a todas luces era injusto. Un abogado no habría dudado en felicitar efusivamente su respuesta.

Esta vez Sasuke resopló al estar perdiendo la paciencia. El aire que huyó de sus labios apenas abiertos casi sonó como un silbido. Por un momento quiso callarla a besos en vez de continuar un debate que sabía que perdería. Después de todo aceptaba que ella tenía el derecho, al igual que él, de vengar a sus familiares.

—Sasuke, mi clan fue obligado por Danzo a acabar con el tuyo y años más tarde él les pagó haciéndoles la guerra. Shimura es el culpable de todo lo que sucedió entre nuestras familias. Yo también tengo derecho a buscar justicia —adicionó ante el silencio de quien amaba.

—¿No te das cuenta que si vienes conmigo puedes morir? —espetó con impotencia —. Sé que tu petición es legítima, pero quiero cuidarte. ¿No lo entiendes?

—No me va a pasar nada, de verdad —acarició el dorso de la mano masculina con las dos suyas, intentando frenar la irritación que veía en su amado —. Ten la seguridad de que me mantendré disparando flechas desde lejos y apenas vea peligro me iré corriendo hacia un lugar seguro. Y también te pido, te ruego, que en el viaje de retorno me sigas entrenando para convertirme en una mejor guerrera.

—Acepto que flecheas bien, pero sigues siendo una mujer. Actúa como una: quédate en casa mientras los hombres luchan arriesgando sus vidas. Regresaré por ti cuando todo termine.

—No quiero esperar en casa, yo también puedo luchar y tú mismo lo has visto. Deseo ayudarte a construir un mejor futuro para para nosotros dos y para todos en general. Necesito pelear porque tengo el talento para hacerlo, por lo mismo no quiero quedarme al margen.

—No necesitas luchar porque yo lo haré por ti. —Quitó su diestra del enlace formado con las manos femeninas. No encontró resistencia, dándose cuenta que Hinata empezaba a disgustarse al igual que él, aunque muy poco le importó.

—Si fuera una mujer corriente podría esperar a que volvieras, pero ahora soy diferente. Hoy sé como luchar y quiero hacerlo para ayudarte.

—Hinata —dijo su nombre con ferocidad sin reprimir —, saber que estás a salvo me ayuda mucho más de lo que crees. Lo que viene será una feroz guerra; no permitiré que pierdas la vida por seguir adelante con una terquedad sin sentido.

—Hace sólo tres días vi la muerte cara a cara y no le tuve miedo —le recordó irguiendo más su espalda de forma inconsciente —. Por sus ansias de convertirse en el imperio más grande, Danzo terminará invadiendo este continente tarde o temprano de todas maneras. Así como tú quieres venganza, yo también tengo el derecho de luchar por darle justicia a mi familia. No puedes negarme eso, Sasuke —le tiritó un párpado algunas veces—. Dime, ¿me respetas?

Él cerró sus ojos y, como una forma de desatar su frustración, se apretó el tabique de la nariz con dos dedos.

—Sabes que sí —gruñó la respuesta entredientes a la vez que deshacía su gesto anterior.

—Entonces demuéstralo aceptando mi decisión. Quiero luchar a tu lado, Sasuke. Por favor, entiéndeme —dejando de lado su modo confrontacional, le pidió otorgándole más docilidad a su semblante. Sus manos se entrelazaron por detrás de la espalda, quedando inconscientemente desprotegida y sumisa ante él.

Se hizo un silencio en que lo único audible fue el mar, quien, más agitado de lo común, parecía querer dar su opinión a través de sus vehementes olas. Después de un largo lapso, Uchiha, lentamente, le dio la espalda a su amada. Quería evitar el contacto visual, ocultar las nacientes dudas que ella podría vislumbrar si se mantenía de frente.

—En cada guerra que he luchado maté incontables padres, primos, tíos, hermanos, amigos. Antes de mí lo hizo mi padre y antes de él lo hizo Madara. Si es que existe vida después de la muerte, aquellos caídos lanzan maldiciones que traspasan el tiempo y sus seres queridos hacen exactamente lo mismo a día de hoy. Ansiaron el exterminio del clan Uchiha y se cumplió cabalmente —respiró hondamente antes de proseguir—. Ahora anhelan mi muerte y la de quienes me rodean. Nunca he creído en maldiciones, pero, en efecto, todos los que aprecio mueren —dándose vuelta la miró fijamente, la tomó del costado de los hombros y delató su preocupación a través de su mirada—. No quiero que te pase lo mismo por nada del mundo —sus pupilas dilatadas brillaron afectadas emociones que finalmente no se molestó en refrenar. En realidad confiaba lo suficiente en ella como para dejar su muro de hielo a un lado.

Ella hubiese querido colocar la diestra masculina entre sus senos para que él escuchara su corazón, pero su timidez se lo impidió. ¿Cuándo podría deshacerse completamente de esa cualidad que solía coartarla? De todos modos le acarició una mejilla irradiando amor por cada célula, sus ojos brillando como auténticas perlas puestas al sol de mediodía. Que él deseara cuidarla con tanto ahínco sólo le confirmaba una vez más todo lo que sentía por ella.

—La señorita Ino no ha muerto, ¿verdad? Yo tampoco lo haré. No me vas a perder, Sasuke, te juro que no me vas a perder. Permíteme acompañarte, respétame como yo te respeto a ti y valida mi decisión. Voy a luchar contigo porque es mi derecho hacerlo, pero también porque te amo y quiero acompañarte codo a codo.

Él desvió la mirada a la vez que le quitaba su diestra y la convertía en un puño. Pese a esas conmovedoras frases estaba inconforme todavía, por lo que siguió buscando algo que la hiciera recular. Si se trataba de terquedad, Sasuke era el soberano absoluto.

—Para vencer a Danzo y al resto de sus hombres voy a seguir siendo un demonio. Te advierto que si vienes conmigo no te gustará el sadismo que verás.

—Por eso mismo tengo que acompañarte, no puedes caer en la oscuridad nuevamente. Además, ¿y si estando lejos vuelves a odiarme? ¿Y si te olvidas de mí? —preguntó genuinamente asustada de que ello pudiera ocurrir.

—No digas tonterías —rechazó de inmediato —. Jamás podría olvidarme de ti, mucho menos odiarte.

—De todas formas yo no quiero estar lejos de ti. —Volvió a colocar la diestra masculina entre sus manos a la vez que sus ojos albinos temblaban de emoción —. Derrotaremos a Danzo juntos y obtendremos la paz que tanto necesitamos. Después de eso llevaré una vida tranquila contigo por el resto de mis días.

Ninguna palabra más emergió durante muchos segundos, dado que fueron los vibrantes ojos negros y blanquecinos los que continuaron el debate.

—Maldita sea, debería dejarte aquí sin importar lo que dijeras —habló consigo mismo más que con ella.

—No lo harás porque me quieres y sabes que tengo razón. —Sonrió a sabiendas que Sasuke estaba a un tris de aprobar su proposición. Luego se abrazó a él, colocando su cabeza cuidadosamente en el fornido hombro que la cobijaría. Estando allí habló directamente a su tozudo corazón —. Sé que puedo serte útil. Te juro que no me pasará nada. No voy a morir porque quiero vivir muchas cosas más contigo antes de ir al otro mundo.

Sasuke, esbozando un rostro lleno de insatisfacción, lo comprendió por fin: lo que intenta hacer estaba marcado para el fracaso desde un principio. Había sido una pérdida de tiempo querer alejarla, mas le fascinó verla tan decidida. Ahora lo sabía muy bien: lo que realmente debía hacer era luchar junto a ella.

—¡Demonios! —expresada su frustración, también chasqueó su lengua —. No estoy de acuerdo, pero respetaré tu decisión porque sé que no podré deshacer tu voluntad. Incluso si te prohibiera seguirme tomarías un barco para hacerlo, ¿verdad? —resolló intensamente mientras ella asentía afirmativamente—. En el fondo sabía que no podría detener a tu nueva yo; comienzo a conocerte muy bien. Por eso aceptaré tu propuesta —dijo gruñendo—, pero acatarás todas mis órdenes como una subordinada sumisa o te enviaré de vuelta en un navío siendo custodiada por soldados que no te permitirán regresar —advirtió rudamente poniendo condiciones, dado que jamás daría su brazo a torcer completamente —. Prométeme que me obedecerás sin chistar —exigió encajándole su negra mirada.

—Vale; lo prometo, señor. —Dio un paso atrás e hizo un saludo militar torpe, pero vigoroso y relleno de temple.

—Descansa, soldado.

—Gracias.

Instantes después ambos se observaron como sólo lo pueden hacer dos enamorados. Sin desperdiciar tiempo, ella entrelazó cariñosamente sus dedos diestros entre los de su futuro esposo. Mientras tanto, Sasuke observó la media luna que se alzaba en el cielo, para luego dirigir su vista hacia las cimbreantes olas que reflejaban su tenue luz.

—No entiendo cómo lo haces, Hinata, pero tienes el don exclusivo de tocarme el maldito corazón. Debería dejarte aquí, deberías quedar a salvo... pero yo también te necesito a mi lado. Te necesito de verdad.

—Ay —su rostro se sonrojó rápidamente por lo siguiente que diría, pero necesitaba hacerlo —, voy a estar contigo hasta la muerte e incluso mas allá porque te amo. J-jamás te librarás de mí, Sasuke Uchiha. Nunca.

Él la atrajo más contra sí, posando su mentón en la coronilla de su chica.

—¿Recuerdas cuánto temblabas la primera vez que nos vimos? —Ladeó un poco su rostro y frotó sus mejillas contra los cabellos femeninos, fascinado por la sedosa suavidad que desprendían —. Cuando te conocí eras una cobarde, pero has evolucionado de tal manera que ya ni siquiera le temes a la muerte. Estoy muy orgulloso de ti, Hinata —declaró de manera solemne, deteniendo su movimiento anterior para mirarla fijamente. Fue algo dicho con amor; ella pudo sentirlo plenamente en su psique, lo cual causó que mucha emoción se desbordara a través de sus luceros.

—Gracias, muchas gracias de verdad, pero si lo dijeras sonriendo sería mucho mejor —la emoción corroyó sus ojos cambiando su consistencia sólida por una acuosa.

—El mundo nunca me dio razones para sonreír.

—Pero conmigo ya lo hiciste una vez y quiero ver tu sonrisa muchas veces más porque la tienes preciosa —suspiró una, dos, tres, y más veces antes de continuar —. Ahora yo seré la razón de todas tus sonrisas. Quiero serlo ahora y siempre.

—Hinata... —quiso decir algo más que esas seis letras que habían marcado su vida por siempre, pero la amatividad que sólo esa mujer podía provocarle le cerraron la garganta. No halló mejor manera de hacerle saber lo que sentía que dándole un fogoso beso que la tomó por sorpresa, pero que ella correspondió con la misma intensidad.

A los dos jóvenes se les erizó la piel como si un tipo de electricidad diferente los recorriera de pies a cabeza. Por esos breves instantes que de alguna manera se hacían eternos en sus corazones, las penurias quedaban de lado estando juntos; anuladas como si no existiera la guerra o el dolor provocado por el pasado. Unidos por sus tersos labios, sólo sus recíprocos sentimientos tuvieron importancia ahora mismo.

De repente, Uchiha llevó su diestra a uno de los portentosos pechos de su amada, palpándolos con lujuria escrita en su negra mirada. Arribando desde su sadismo intrínseco, tuvo el súbito impulso de retorcerle el seno derecho, pues tal vez así su prometida aprendería a callarse la boca y obedecer sus designios. A duras penas logró refrenar sus deseos de escucharla gritar, aunque la mitad inferior de su cuerpo no estuvo de acuerdo en controlarse. Pese a su actual debilidad física el órgano viril empezó a reaccionar ante los candentes besos que Hinata le prodigaba.

Ella perdió la noción de lo circundante o su timidez la habría alertado que estaba en un lugar abierto y que Karin aguardaba unos cuantos metros más allá. La culpa era completamente de Sasuke, pues algo tenía ese berroqueño hombre que lograba excitarla como si fuese un animal en celo en vez de una mujer. Por lo mismo su organismo inició el proceso de lubricación vaginal, preparándose para una penetración que ambos no podrían concretar todavía, aunque los suspiros y jadeos dejaron muy patente la necesidad que tenían el uno del otro.

Sólo un sonoro carraspeo de Karin logró traerlos de vuelta al mundo mortal o podrían haber seguido besándose toda la noche sin restricciones. La otrora espía hubiera deseado no interrumpirlos, pero ya llevaban más de cinco minutos encendidos y no parecía que tuvieran ganas de detenerse. Después de todo, y diciéndolo coloquialmente, ella no tenía por qué soportar que contaran dinero delante de los pobres.

Hinata reaccionó cortando el beso mientras enrojecía de modo fulgurante, dándose cuenta de que había perdido el recato en plena vía pública. Casi sin pensarlo, se quedó tapando a su prometido hasta que su miembro regresara a su tamaño normal. Sabía que Uchiha y Karin habían sido pareja, pero desde ahora sólo ella tendría el privilegio de ver a la enorme montaña que se ocultaba bajo su pantalón. Para disimular su verdadero objetivo, comenzó a arreglarle el cuello de la chaqueta como también sus desordenados cabellos. El guerrero, entretanto, se percató de que sus latidos estaban más acelerados de la cuenta debido a la excitación, lo cual le hizo recordar que debía tener sumo cuidado en su vulnerable estado actual. Vertió mucha sangre en su combate contra Naruto y había vuelto a perder una cantidad peligrosa a través de la herida en su bíceps. De hecho, el médico que lo revisó le advirtió muy seriamente que debía guardar reposo absoluto y eso sin tener conocimiento de lo sucedido con su archirrival. Por más tentadora que le resultara Hinata, no debía forzar a su corazón o podría pagarlo muy caro. Refunfuñó en su interior a causa de ello.

Una vez que todo se normalizó, el maestro y la aprendiz caminaron en dirección a la chica de lentes, quien no tuvo que esperar a que Hyuga le contara qué decisión había tomado. De antemano le resultó muy obvia.

—Me hubiera gustado mucho que me acompañaras, pero evidentemente te irás con Sasuke, ¿verdad? —sus labios recalcaron una media sonrisa que desprendía resignación.

La de ojos albinos avanzó hasta quedar al lado de su amiga, mientras el general se mantenía un poco más atrás.

—Sí —confirmó Hyuga en cuanto sus pies se detuvieron —. No podría quedarme aquí viviendo en la incertidumbre. Perdóname por no acompañarte en tu duelo —bajó su cabeza, apesadumbrada.

—Tranquila —la dispensó de inmediato—, ya me lo esperaba porque tu lugar está con Sasuke —dicho esto, se acercó a su oído para que el guerrero no oyera lo siguiente —. Aunque no lo diga por orgullo, él necesita tu apoyo mucho más de lo que crees.

—Gracias por entenderlo, Karin. —Emocionada, le dio un afectuoso abrazo que la miope correspondió efusivamente.

—Te admiro, Hinata, ¿pero por qué tienes que luchar tú? Verás un infierno de cadáveres si sigues adelante.

—Tengo la posibilidad de pelear al lado de quien amo como una igual, como una compañera digna de respeto. ¿En este mundo cuantas mujeres han tenido la misma oportunidad que yo?

—Supongo que es una forma positiva de verlo. Te deseo mucha suerte, amiga —dijo la última palabra de forma muy significativa, dándole la real importancia que se merecía. Ella no era de las que formaba enlaces de amistad con cualquier persona.

—Yo también te deseo mucha suerte, aunque no la necesitas porque eres una mujer muy fuerte. Ansío lo mejor de lo mejor para ti y espero volver a verte pronto. Nunca te olvidaré.

—Karin —el soldado más fuerte llamó su atención —, si tienes alguna novedad importante no dudes en contármela a través de algún mensajero.

—Si ocurre algo viajaré yo misma —dijo sin siquiera pensarlo.

Aquella respuesta tan veloz le hizo recordar que su antigua novia siempre estuvo dispuesta a todo por él, e incluso ahora mismo deseaba seguir ayudándolo pese a cuanto la hizo sufrir, tratándola, además, de una gélida manera que ella en realidad nunca se mereció.

—Karin...

—¿Sí?

Sasuke estuvo a punto de morderse la lengua por lo que iba a decir, pero dejó de lado su orgullosa terquedad de lado por esta vez. Después de todo, no sabía si volvería a ver a Karin otra vez y la muerte de Suigetsu no podía ser en vano; debía honrarlo poniendo en práctica la importante lección que le dejó: la gratitud no debe ser vencida por orgullos desmedidos. Nunca.

—Gracias.

Los latidos de ella dieron un glorioso vuelco ante lo afable y lo asombroso. ¿En serio Sasuke le dijo esa palabra? Nunca creyó que algo así pudiera suceder, mas la vida solía dar sorpresas. Intentando insuflar aire a sus pulmones, suspiró comprometida con la emoción que la estaba haciendo dulces añicos.

—¿Gracias por qué? —logró preguntar finalmente.

Él cerró sus párpados un largo momento al tiempo que sus labios parecían pelear entre ellos. Era evidente que lo siguiente no era algo que le fuera fácil de decir.

—Por la ayuda que me diste estos días, por la paciencia que me tuviste en el pasado, por siempre soportar a alguien tan intratable como yo —respondió al tiempo que abría sus ojos de una manera reveladora.

Los luceros de Karin se humedecieron un poco.

—Debió costarte mucho decir algo así, ¿verdad? —sonrió entre floreciente sensibilidad —. Te conozco mejor de lo que crees.

—A decir verdad me fue mucho más díficil de lo que crees, pero con Suigetsu aprendí una valiosa lección: nunca dejes para mañana lo que puedes hacer hoy. Después puede ser demasiado tarde.

—Entiendo eso —asintió moviendo su testa—. Gracias a ti también por todo; las cosas malas me enseñaron a ser más fuerte y las buenas las disfruté mucho —aunque pareciera imposible sentir las dos cosas de modo simultáneo, realmente sonrió feliz y triste a la vez —. Te deseo lo mejor, Sasuke Uchiha. Derrota al cabrón de Danzo y hazlo pagar por todos sus crímenes —le dio un pequeño apretón en el hombro —. Hinata, cuídalo por mí —mirándola, agregó un poco después.

—Así lo haré.

—Bueno, váyanse de una vez par de tórtolitos —lo dijo como si fuese una orden —. Mientras más se alarga una despedida, más triste se vuelve —complementó.

Hyuga le dio un último abrazo para luego tomarse del brazo de su amado, yendo hacia la pasarela que unía a Jiren con el puerto, pues la hora de zarpar finalmente había llegado. Una vez en la cubierta del otrora paquebote, Hinata alzó su mano y la movió en señal de despedida. La pelirroja hizo exactamente lo mismo desde tierra.

Mientras las olas se agitaban más de lo normal y la nave se perdía en el vasto horizonte océanico, Karin Uzumaki, volteándose lentamente, caminó hasta dejar atrás a quien tanto significó para ella. Había perdido la guerra del amor, pero había ganado una verdadera amiga que esperaba volver a ver tras la insurrección. En cuanto llegó a su casa, la cual estaba a sólo tres calles del puerto, miró hacia la luna dejando su máscara de fortaleza a un lado. Entonces un nombre huyó de sus labios:

—Suigetsu... me habría gustado mucho que me hubieses acompañado por mucho más tiempo. No sabes cuanto me habría gustado...

Inevitablemente las lágrimas corrieron sin parar, pues, muchas veces, era muy duro aceptar que ciertas personas especiales no llegaban para formar parte de la vida, sino sólo para incrustarse profundamente en el alma.


Una fogata tenía derredor a tres guerreros que portaban holgados y estivales abrigos negros jaspeados con unas figuras rojizas que emulaban nubes de sangre. Como telón de fondo un incendio de inmensas proporciones incineraba campos de cultivo hasta volverlos cenizas. Cualquiera habría imaginado que tal catástrofe fue propiciada por los feroces guerreros allí presentes, pero nada más lejos de la verdad: los propios rebeldes isleños lo habían hecho.

Sentados sobre el suelo, el trío de élites comían tasajos que asaban pinchados de la punta de sus espadas previamente lavadas. Junto a sus subordinados habían avanzado muchos kilómetros hacia la capital isleña, aunque aún les faltaba un enorme trecho para alcanzarla. El avance de sus tropas había sido mucho más lento de lo que esperaban; la culpa la tenía un guerrero que les hacía frente usando ataques a las líneas de suministros en vez de batallas decisivas, intentando dejarlos sin vituallas. Lo más sorprendente de todo era que tal soldado, el líder enemigo, era un mozuelo que debía rondar entre los trece y catorce años cuanto mucho.

—Estos malditos sediciosos están dispuestos a sacrificar sus propias cosechas con tal de no abastecernos —comentó Hidan, mirando con odio la marea de fuego en los campos de cereales, mismos que les habrían servido como apetitoso alimento. Ahora mismo devoraba carne seca traída desde su propia nación, mas le habría gustado tener otra cosa para variar.

—Siendo un soldado ya deberías saberlo —precisaría algo Sasori, dispuesto a aumentar la cultura bélica de su ignorante compañero —. A tal estrategia militar se le llama «Tierra quemada». Consiste en eliminar los propios campos de cultivo, víveres y suministros que puedan alimentar a un ejército invasor. Sin embargo no se limita únicamente a las reservas de comida, sino también a destruir todo tipo de transporte, refugio, pozos de agua y cualquier cosa que pueda serle útil al enemigo. Según Heródoto, los escitas vencieron a los persas utilizando la misma estrategia.

Si el fanático de las marionetas tuviese el don de ver el futuro, habría mencionado que las tropas rusas también aplicarían tal táctica contra las invasiones de Napoleón y Hitler muchos siglos más adelante.

—Me da igual cómo se llame esta maniobra, el caso es que si no obtenemos más aprovisionamiento tendremos que posponer la reconquista de esta isla inevitablemente —replicó observando la quema que cada vez adquiría más altura. Su mirada siguió las gruesas columnas de humo que se alzaban hacia el cielo, plenamente distinguibles pese a la oscuridad de la noche.

—Hay que reconocer que estos isleños tienen los huevos bien puestos. Están dispuestos a todo con tal de ser libres —añadió Kisame, respetándolos como fieros enemigos —. Lo que no me esperaba es que el líder rebelde fuese solamente un niño; uno muy hábil por lo demás —comentó mientras retiraba a su espada «Samehada» del fuego, tomando con la mano los trozos de carne dispuestos en hilera. Al ser el más alto y corpulento, también era el que necesitaba más proteínas para mantener un rendimiento alto de combate.

—Es bastante talentoso a decir verdad; me recuerda a Sasuke cuando tenía su edad —coincidió Sasori, quien estaba armando con gran destreza una de sus pequeñas marionetas. Como era el que menos comida necesitaba, sólo le había bastado una moderada ración para sentirse satisfecho —. Me interesa mucho convertir a ese chico en uno de mis títeres con base humana —sonrió siniestramente.

—De todos modos si ese jovencito llega a sobrevivir se convertirá en uno de los guerreros más fuertes —dijo muy seguro el apodado «tiburón» —. Hidan, tú que lo enfrentaste en el sector sudeste, ¿qué tan fuerte es?

El aludido recordó la contienda, sintiéndose frustrado pues estuvo a un par de centímetros de acabar con el maldito mocoso que usaba una llamativa bufanda. Masticó varios segundos y luego tragó haciendo un sonido en su garganta.

—Está casi al nivel de un élite promedio. Es muy bueno, pero lo habría matado si no se escapaba. Lo peor es que lo hizo justo cuando lo ofrendaría a mi dios Jashin.

Los expertos guerreros siguieron comentado sobre el hábil chico, hasta que el relinchar de los caballos y los saludos de las tropas de guardia les avisó que alguien muy conocido a la par de importante arribaba. El jinete recién llegado portaba el mismo abrigo distintivo que ellos, llevando además un semblante de lo más radiante. Al bajarse de su montura, la visita ajustó su dorada coleta de mejor manera.

—¿Qué tal, muchachos? —saludó a la vez que se acercaba a la fogata, aunque sin sacar sus manos del bosillo. No iba a mostrar que a su diestra le faltaba el meñique y casi la mitad del anular; por lo menos hoy no lo haría —. Les traigo dos primicias —anunció sonriente —: una muy artística y otra muy vulgar. ¿Cuál quieren escuchar primero?

—La artística, por supuesto —contestó instantáneamente el pelirrojo. Siendo un fanático del arte nunca daría una respuesta diferente.

—La vulgar —eligieron los otros dos.

—Dos son mayoría, pero Sasori tiene prioridad por ser mi gran amigo, así que primero daré la noticia artística.

—Bah, en ese caso sólo le hubieras pedido la opinión a Sasori —se quejó Hidan, formando una mueca de insatisfacción.

—Bien —prosiguió el rubio —, en primer lugar les informo que hace tres días Danzo envió pelotones para matar a Uchiha en una emboscada marítima —dio una pausa para que el cerebro más lento de Hidan procesara la información —. Sin embargo, la noticia que significa un arte esplendoroso es que maté a Gaara en el proceso. —Ufano, mostró el gozo de su logro en una amplia sonrisa.

Extrañamente los guerreros no se vieron sorprendidos, cosa que ofendió a Deidara pues su arte no fue apreciado en la grandiosa magnitud que debería haber recibido. Esperaba apasionadas felicitaciones, de modo que sus frías reacciones le fueron sumamente decepcionantes.

—¿Dónde está su cráneo? —hecha su pregunta, Sasori arqueó sus cejas.

—No pude traer su cabeza porque el maldito cayó por la borda antes de morir, pero su escudo está en mi corbeta; va a lucir muy bien entre mis trofeos de guerra. Eso sí, admito que me fue una lástima no poder convertir sus huesos en flautas.

—¿Tienes la certidumbre de que no sobrevivió? —el pelirrojo arrojó dudas, agregando enseguida algo más —. Nunca es seguro que alguien muera a menos que se vea su cadáver.

—Es imposible que siga vivo, a menos que resista el veneno y tenga branquias en vez de pulmones —mostró su confianza a través de otra sonrisa —. Pero incluso si por algún extraordinario milagro logró salvarse, entonces me encargaré personalmente de rematarlo.

El artista de mayor edad hizo un gesto de aprobación moviendo su mentón dos veces. No obstante, le fue inevitable puntualizar algo.

—Sin duda te has vuelto muy fuerte, pero también es innegable que Gaara se creía más de lo que realmente era. Estaba sobrevalorado —asumió tranquilamente contencioso —. Tu auténtica obra maestra sucederá cuando mates a Sasuke, sólo entonces podré felicitarte efusivamente.

—Es cierto lo que dice Sasori —lo apoyó Hidan inmediatamente —. El panda era fuerte, pero tampoco era para tanto —minusvaloró sin asco.

Enfadado, el blondo los miró con sumo reproche.

—Son unos malditos envidiosos que no saben apreciar el verdadero arte —rezongó enfurruñándose —. ¿A cuántos Gaaras han derrotado ustedes?

—Pues yo sí te felicito, Deidara —intervino Kisame, quien sonreía mostrando sus dientes más afilados que los de un humano común —. Te has vuelto muy poderoso; vencer a Gaara no es algo que cualquier fulano pudiese hacer —dijo sinceramente condescendiente.

—Gracias, Kisame. Ya que no eres un envidioso como los otros dos, tú sí sabes apreciar el verdadero arte —le devolvió la sonrisa —. Mi ojeriza contra Sasuke me ha llevado hacia un nivel muy superior de combate —agregó engallándose.

—Bueno, bueno, ¿y cuál es la noticia vulgar? —preguntó Hidan desatando sin tapujos su curiosidad. Después abrió su cantimplora, pues la opípara cena le había causado mucha sed.

—Tendrán que dejar la reconquista de esta isla.

Los tres guerreros comprimieron sus ceños a la vez que lanzaron inquisitivas miradas. Deidara pasó a explicar la razón poco después.

—Sasuke asesinó a veinte élites mientras yo despachaba a Gaara.

Hidan escupió el agua como un chorro horizontal. A Sasori se le cayó la marioneta que estaba armando. Kisame abrió sus ojos, deteniendo completamente los movimientos de masticación. El asombro les quitó el habla de cuajo, cosa que deleitó profundamente a Deidara.

—Se les encogieron las bolas, ¿verdad? —se burló el de cabellos dorados, muy divertido con la reacción del trío. Si en sus tiempos existieran los teléfonos celulares, habría plasmado en una foto esos rostros tan consternados.

—¿A quién se le van a encoger por una mentira así? —espetó el acólito de Jashin —. ¿Quién te va a creer un chiste como ese? —añadió molesto.

—Estás muy bromista hoy, Deidara —agregó Sasori en cuanto superó el estupor.

—Ojalá fuera una chanza, pero no vine aquí para hacerles una —borró su sonrisa para darle total seriedad a su sentencia. Luego pasó a explicar los detalles más importantes de lo sucedido durante la emboscada.

—Eso es imposible —objetó Hidan una vez que el blondo artista terminó su relato —. Derrotar a veinte élites es sólo una fantasía, un cuento de lo más infantil.

—Si no quieres creerlo, allá tú —aseveró el informante.

—Si es verdad lo que dices, Sasuke no pudo acabar con veinte élites solo. Es obvio que recibió ayuda. —Pensativo, Sasori empezó a masajear su barbilla hasta que soltó una pregunta. —¿Gaara revisó la lista de pasajeros de Jiren antes de partir?

Imitando a su colega artista, el experto en arcilla se tomó el mentón mientras sus ojos enfocaban el estrellado cielo.

—No que yo sepa, aunque también pensé lo mismo mientras venía hacia esta isla. Es indudable que Sasuke no luchó solo.

—Algún pasajero que también era un guerrero debió ayudarlo, incluso pudieron ser varios —dedujo certeramente el pelirrojo —. Es algo muy lógico, pues nadie, ni siquiera un dios, podría acabar con veinte élites solo.

—Ahora que lo dices es bastante probable —concordó Kisame, quien se había mantenido en un calmo silencio después de la noticia dada por Deidara.

—Se confiaron al dar por seguro que Sasuke estaba solo, pero en realidad sí tenía compañía —el cuadragenario que parecía casi un adolescente prosiguió su idea —. Los que pretendían emboscar resultaron emboscados; eso explica el por qué consiguió salir victorioso contra tantos guerreros de élite —conjeturó astutamente.

—Coincido contigo —dijo quien derrotó a Gaara.

—Incluso si Uchiha recibió ayuda, de todas formas acabar con veinte FE debería entrar en lo imposible —protestó airadamente Hidan; en su cabeza no cabía la idea de que una hazaña así pudiera conseguirse.

—Ciertamente es asombroso, pero no tanto como crees. Es obvio que Sasuke se atrincheró en un lugar estrecho y los élites se confiaron demasiado en su ventaja numérica. Algo parecido sucedió con los trescientos espartanos.

—Pues viéndolo así tienes mucha razón, amigo Sasori —el más joven del grupo acomodó uno de sus dorados mechones tras la oreja derecha —. Lo importante es que la nueva rebelión liderada por Uchiha será muy divertida, ya que pelear contra él y sus hombres será mucho más artístico que aplastar a estos rústicos rebeldes isleños —observó el horizonte con desdén.

—Por lo visto nosotros cuatro seremos la última línea defensiva de Danzo. —Kisame le ofreció un trozo de carne al último en llegar, quien aceptó gustosamente estirando su mano sana.

—Cinco si también contamos a Kakuzu, seguramente él también querrá patearle el trasero al Uchiha—puntualizó Hidan sin imaginarse, ni remotamente siquiera, que su compañero ya había partido del mundo terrenal —. Ya tengo ganas de volver a trabajar con él, me encanta incordiarlo mientras pone esa cara de culo épica —sonrió muy divertido.

—Sasuke tiene a Ino solamente, así que la victoria es nuestra de antemano porque nosotros somos los élites más fuertes de todos —señaló el marionetista resplandeciendo confianza.

—De todos modos Danzo tendrá que pagarnos excesivamente bien si quiere que lo protejamos de Uchiha —soltó el religioso imaginándose áureas monedas en sus manos. Sin duda alguna, Kakuzu habría estado muy orgulloso de él.

—Pero qué motivación tan vulgar es la tuya, Hidan —reprochó Deidara —. El vil dinero sólo corrompe la esencia del arte. Un verdadero artista siempre debe inspirarse en una musa que lo haga soñar, que lo motive, que lo emocione, que lo estimule a ir más allá de sus límites.

—Uy, no empieces con ese aburrimiento del arte —se quejó el aludido, tapándose los oídos para no escuchar más al respecto. Si había algo que detestaba con creces era cuando los dos artistas empezaban a intercambiar opiniones.

—Te equivocas, Deidara —refutó el pelirrojo, muy dispuesto a tener otro interesante debate —. Alguien que se inspira en cosas efímeras tiene una perspectiva ciertamente desdeñable. La musa va y viene, es demasiado volátil, por lo mismo las mujeres no son necesarias para un verdadero artista porque su existencia es breve, perecedera, fugaz. En cambio las estrellas son eternas —miró hacia el firmamento —, las montañas son perennes —señaló el gran pico que se erguía como un grandioso guardián de la pradera —, el mar es inmortal —dirigió su vista hacia el horizonte oceánico que, desde dónde estaba, apenas lograba verse —. Tener de musa a cosas eternas es mucho mejor que inspirarse en la breve e insignificante existencia de una fémina.

—Perdóname que te lo diga, amigo Sasori, pero eres un artista incompleto porque piensas que sólo la inmortalidad puede ser bella, cosa que no es así en lo absoluto. Y no me refería sólo a las musas entendiéndolas como mujeres, sino también a cosas breves pero mucho más disfrutables que las eternas. Por ejemplo ver un amanecer —miró hacia el cielo, anhelando uno ahora mismo —, presenciar el crepúsculo, gozar del arrebol floreciendo en las nubes o colorear el suelo con el llamativo color de la sangre. Todos ellos son hechos breves, pero mucho más disfrutables que las cosas inmortales. Un artista sólo alcanza la perfección cuando tiene una musa mortal que lo inspira, sea ésta una mujer o un hecho fugaz pero hermoso. El artista es sólo una comparsa, es la musa la verdadera creadora del arte, únicamente ella... —dijo expresándose tal como lo haría un hombre completamente enamorado.

—Error —refutó Sasori sin demora —. El auténtico arte proviene de ti, desde tu propio corazón, es tu espíritu emocionado quien lo crea, pues transformas a tu alma en arte. Las musas temporales no son necesarias para un verdadero artista y mucho menos una mujer, quienes pierden su hermosura apenas comienzan a envejecer. ¿Qué sentido tiene poseer o ver algo que se va tarde o temprano? En cambio la belleza eterna e imperecedera es muchísimo más valiosa.

—Sasori, respeto tu punto de vista aunque no lo comparto: todo es más hermoso porque estamos condenados a marchitarnos. Es cierto que la musa va y viene, es breve y transitoria, pero es precisamente allí donde radica la intensidad de su belleza: en su naturaleza efímera. El arte es una explosión, una de emociones breves pero potentes que representan a la vida misma. La inmortalidad en sí no le da un sentido al arte; las cosas sempiternas carecen de sentido porque puedes verlas un millón de veces, perdiendo tu capacidad de fascinación y de asombro. Imagínate ver siempre las mismas montañas o a la misma mujer sin que cambie un ápice a través de los años, sería un suplicio igual o peor al de volvernos seres inmortales.

—Una vez más te equivocas, Deidara. Sabes perfectamente que la inmortalidad es lo que todos quieren, por lo mismo un sinfín de religiones te prometen la vida eterna.

El rubio llevó un trozo de carne a su boca, para luego negar con su índice varias veces.

—Siendo inmortales todo carecería de sentido porque podrías vivir lo mismo tropecientas veces, nada sería especial. Eso lo descubrirás cuando mueras, mi amigo, te darás cuenta que la muerte también puede ser bella, que morir es sólo un paso más en el ciclo de la vida. Llegará un momento en que te hastiarás de vivir, querrás morir porque te darás cuenta que en la inmortalidad no hay preciosura, que la auténtica belleza está en ser seres efímeros. Tarde o temprano la muerte nos llega a todos y no hay manera más artística que irse de este mundo perdiendo la vida en un combate épico —sonrió imaginándose su hora final —. Caer luchando es la mejor muerte que artistas como nosotros pueden tener. Fallecer en una lucha épica es lo que te da la auténtica inmortalidad, lo que hace que te recuerden por siempre. Y si puedes llevarte la vida de tu oponente mientras falleces, todavía mejor.

—Eso es sólo un consuelo porque la inmortalidad humana es inalcanzable. Precisamente aquello la hace seductora, atrayente, fascinante. La eternidad es lo que todos anhelamos, hasta tú la anhelas aunque no te des cuenta, pero ninguno podrá alcanzarla. En eso consiste su artística hermosura.

Siguieron discutiendo apasionadamente sobre el artista y la musa, sobre la inspiración y la inmortalidad, sin prestar atención a nada más. Entretanto Hidan escuchaba fastidiado; odiaba cuando Sasori y Deidara se reunían ya que sus conversaciones sobre el arte se volvían insoportables. En cambio Kisame ignoraba al particular dúo sin dramas ni esfuerzos.

—¡Oigan! —llamó la atención el más impulsivo del cuarteto —. ¿Pueden meterse su arte por donde nunca llega la luz del sol? No entiendo absolutamente nada de sus debates de mierda.

—¿Ves, amigo Sasori? —el blondo indicó a Hidan con el índice de su mano sana, sin dignarse a darle la mirada —. Esto es lo que pasa cuando se casan entre primos: nacen esperpentos tan subnormales como Hidan.

—Oye, maldito —reaccionó cabreado —, que mis padres fueran primos no tiene la culpa de que yo saliera así. Bueno, acepto que no nací muy inteligente... ¡pero no porque mis padres fueran primos!

—Con todo respeto, Hidan, deberías pedirle a tu dios Jashin que mejore tu intelecto —le propuso Kisame, sin ánimos de burlarse.

—A decir verdad antes era peor, pero lord Jashin me dio más inteligencia cuando se lo pedí —admitió en un ataque sinceridad y abiertamente avergonzado.

El blondo y el tiburón se rieron a carcajadas mientras Sasori siguió imperturbable, aunque cuatro segundos después lanzó un comentario cizañero.

—Si esa es toda la inteligencia que tu dios te pudo dar, significa que Jashin no sirve para nada.

—Hombre de poca fe —reprochó el aludido—, cuando estés en el otro mundo el gran Jashin te violará por tus blasfemias —se mofó riéndose a su estilo histriónico.

Tras unos cuantos comentarios más los fieros guerreros coincidieron en que la reconquista de la isla debía posponerse, procurando volver hacia el castillo de Danzo. Entonces tres de los FE empezaron a caminar en dirección a las tropas a fin de anunciarles el cambio de planes, pero Kisame, en cambio, empezaría a seguirlos sólo después que se alejaran un buen trecho, dado que deseaba estar sin compañía por unos momentos.

—Derrotar a nada menos que veinte élites... —dijo perdiendo completa atención del mundo circundante. Luego alzó su mirada hacia el cielo al tiempo que sonreía ampliamente —. Estás orgulloso de tu hermano, ¿verdad, Itachi?

Dicho lo anterior, y mientras seguía recordando a su antiguo camarada, caminó sin que la curva de sus labios abandonara su peculiar rostro.


En el camarote de lujo número uno, Sasuke, sentado en la cama, empezó el proceso de desabrocharse los zapatos. En cuanto se los quitó, exhaló placer a la vez que movía los dedos de sus pies libremente. A raíz de ello se planteó la idea de comenzar a usar sandalias, aunque siempre le habían parecido mejor los zapatos por ser calzado «todo terreno». Dejó de divagar a fin de sacarse los calcetines. Luego haría lo mismo con las prendas que cubrían su torso.

—¿Quieres que te ayude? —preguntó Hinata, imaginándose que usar una sola mano debía serle incómodo.

—No es necesario.

A la joven no le sorprendió su respuesta; alguien tan orgulloso e independiente como él no aceptaría auxilio incluso si se trataba de ella. En vez de perder tiempo insistiendo se sentó a su lado, aunque después de lo acontecido en el puerto se sintió inevitablemente nerviosa; ¿sería hoy el día en que haría el amor con Sasuke? Las noches anteriores durmieron juntos en la misma cama, pero, el estado convaleciente del guerrero, sumándose a la tristeza del fallecimiento de Suigetsu, había provocado que cualquier acercamiento carnal quedara postergado. En cambio hoy, después de lo sucedido en la bahía, la excitación podría reanudarse al estar piel contra piel bajo las sábanas. Por ello se sentía extrañamente ansiosa, quizás incluso desesperada por hacer el amor, pero, enseñada desde pequeña a que una mujer nunca podía tomar la iniciativa o siquiera disfrutar sin culpas su sexualidad, reprimió sus inminentes deseos, intentando desviar sus pensamientos hacia cosas que pudieran extinguir el calor que comenzaba a sentir en su zona más íntima. La masacre presenciada, el dolor por la muerte de Hozuki, la despedida de Karin sin saber cuando volvería a verla, hicieron que su creciente libido empezara a bajar sus niveles. De todos modos, se sintió inconforme al pensar que los hombres podían expresar abiertamente su deseo por una mujer sin ser juzgados, pues era visto como algo muy normal, común, pero si sucedía lo contrario la fémina era juzgada incluso por sus propias congéneres. ¿Cambiaría algún día aquella situación? Esperaba que sí, aunque tenía muy claro que no sería pronto.

Pensativa todavía, dirigió su mirada hacia las encendidas antorchas. Una renaciente timidez le susurró que debía apagarlas antes de desvestirse y calzarse su camisón de dormir. No obstante, antes de hacerlo decidió lanzar una pregunta que le había rondado la mente durante el último par de días.

—Sasuke... ¿cómo castigarás a Danzo?

Antes de contestar, Uchiha se desplazó hacia el rincón del lecho buscando acomodarse de la mejor forma posible. Lentamente se dejó caer de lado, afirmando el peso de su torso sobre el brazo no lesionado.

—Es mejor que no lo sepas. Si te lo contara sólo lastimaría tu sensibilidad.

Ella le clavó firmemente sus cristalinos luceros.

—Créeme que ahora puedo ser dura si lo necesito.

Uchiha crispó sus labios, no muy convencido de tales palabras. Sin embargo, como ella sostuvo su negra mirada sin parpadeos ni evasiones, decidió revelarle el terrible destino que le esperaba a Shimura.

—¿Conoces la Muerte Triple?

Instantánea sorpresa trepó a las facciones femeninas. Una gran dosis de preocupación se sumó poco después.

—¿De qué se trata eso?

—Consiste en matar tres veces a una persona empleando distintas maneras.

Hinata, consternada, sintió que en su ser se estacionaba un profundo temor.

—No entiendo —la confusión hizo que su voz saliera a medio volumen —. ¿Cómo se puede matar tres veces a una persona?

—Es muy simple: torturaré a Danzo hasta que esté al borde de la muerte y justo cuando esté a un tris de fallecer, me detendré. Entonces una enfermera lo reanimará, lo recuperará y lo cuidará hasta que esté lo suficientemente saludable para soportar otra tortura. —A medida que explicaba lo anterior, el cariz del guerrero fue cambiando desde uno frío hacia uno sumamente sombrío. Su voz se volvió muy perversa también—. Ese proceso se hace tres veces, pero yo cambiaré las reglas: a la Muerte Triple la convertiré en Muerte Infinita. Danzo va a sufrir el proceso de fallecimiento y resucitación hasta que su asqueroso cuerpo no pueda aguantar más.

Hinata llevó una mano a su boca, verdaderamente horrorizada. Lo explicado de por sí era tremebundo, pero el semblante de Uchiha lo hizo mucho peor. Cada vez que hablaba del rey era como si dejara de ser él mismo, cambiando hacia una personalidad mucho más demoníaca y cruel. Hinata lo amaba con todas sus fuerzas, pero el lado oscuro de su amado seguía asustándola inexorablemente.

—E-eso es realmente espantoso, Sasuke —desplazándose un poquito sobre la cama, se alejó de él instintivamente.

—Muchas veces la curiosidad es peligrosa. Tú quisiste saberlo.

—L-lo sé... —su respiración algo nerviosa le trabó la voz como antaño —, pero nadie, ni siquiera Danzo, merece sufrir algo tan terrorífico.

—Shimura ya ha hecho ese tipo de torturas, yo sólo le devolveré el favor —justificó sonriendo de manera aviesa. Animado por su imaginación, continuó relatando el futuro que él se encargaría de crear —. En primer lugar le haré tantas heridas que la pérdida de sangre lo dejará agonizando. Luego, en cuanto se reponga, lo ahogaré hasta que esté sin respirar por dos minutos, tiempo suficiente para que no reciba daño cerebral. Más tarde le quitaré la piel lentamente; después le quemaré hasta el último centímetro de carne; posteriormente lo coceré en agua hirviendo y por último lo remataré haciéndole un castigo que se llama el «Águila de sangre». Y probablemente le haré más cosas aún, pues, tratándose de torturas, los humanos siempre hemos sido muy imaginativos —terminó sonriendo de forma sumamente psicopática.

Pese a tener la certeza de que Uchiha la amaba y que nunca le haría algo así a ella, Hinata sintió como un severo escalofrío permanente se enquistaba entre sus vértebras. Ponerse en los zapatos de Danzo le provocó un terror interno que le revolvió el estómago. Entrelazó sus dedos nerviosamente, completamente muda al no saber qué decir.

—Te advertí que si viajabas conmigo no te gustaría el sadismo que verías —precisó al notarla espantada. Su expresión asesina fue volviendo paulatinamente hacia la normalidad.

Ella acumuló mucha saliva antes de ingerirla, dándose una pausa en que su mente proyectó los suplicios dichos por el soldado. Luego, como si hubiera recibido una puñalada intangible, contestó lastimosamente:

—Yo no quiero que le hagas algo así a Danzo. Eso no es la justicia que yo estoy buscando. Es demoníaco hacerle algo así a otra persona, por más malvada que ésta sea. No podemos pagar con la misma moneda porque nada nos diferenciaría del rey.

—No voy a discutir lo mismo que con La Salamandra. Tú tienes tu propia idea de justicia y yo tengo la mía.

—Justicia y venganza no son sinónimos.

—En gente que ha hecho tanto daño como Danzo, la justicia no es suficiente castigo. Sólo la venganza puede darle lo que realmente se merece.

La lengua femenil se congeló durante un largo rato mientras una gran desilusión se le estampaba en la cara. Por un momento incluso llegó a sentir que había recibido una quemazón por dentro de su pecho. Como siempre, Sasuke le provocaba contradicciones morales muy intensas. No era algo fácil amar a un hombre que todavía tenía tanta oscuridad en su corazón. De hecho, todavía le seguía siendo un misterio como podía sentir tanta química con él después de todo lo que había sucedido entre ellos, empero, la decisión de estar a su lado no cambiaría ya.

—Si quieres dormir en otro camarote puedes hacerlo —dijo él ante su prolongado silencio.

—No quiero irme —reaccionó avivando su albina mirada —, es sólo que me cuesta lidiar con el hecho de que quieras hacerle cosas tan horripilantes a Danzo. —Inquieta, se reacomodó su melena antes de proseguir—. Si yo te pidiera que hagas justicia en vez de venganza, ¿lo harías por mí?

—Ya cedí con Sai, dándote incluso una semana para que confiese lo que sabe. Sin embargo, nunca jamás me retractaré respecto a Shimura —le advirtió severamente—. No importa cuantas veces trates de convencerme de lo contrario, él padecerá lo insufrible. La peor tortura que haya experimentado un ser humano, él la vivirá.

—Lamento profundamente tu respuesta. —Dio un ruidoso suspiro, agarrotando su mano en torno al cobertor de la cama. Después bajó su cabeza mientras su índice se movía por un muslo nerviosamente—. Sin embargo, aún tengo la esperanza de que puedas cambiar de opinión en un futuro.

—No lo haré.

El corazón femenil se agitó como las velas de un yate meciéndose al compás impuesto por una tormenta; sintió estar en el ojo de una. Aturdida por la inmensa emoción que la abrumaba, necesitó dar un par de suspiros.

—Hinata, ten por seguro que a ti nunca te haré daño —creyó oportuno aclarárselo.

—Pues me empujaste al suelo fuertemente cuando intenté defender a ese tal Hanzo. —No quería sacar cosas en cara, pero le fue inevitable no hacerlo.

—Si quieres una disculpa no te la daré porque Suigetsu valía mucho más que cualquier tipo de moral. Toma a ese empujón como parte de tu entrenamiento, pues una guerrera no puede ser una delicada florecilla.

Las palabras emergieron duras, sin deferencias. Hinata no quiso seguir con el tema por lo mismo, entendiendo que sólo prolongaría una discusión fútil. Selló sus labios mientras miraba cómo una antorcha se volvía más delgada que las otras, danzando como lo haría una diminuta víbora. Luego encajó su vista en Sasuke, quien había cerrado los párpados. Presintiendo que el sopor lo haría caer en el mundo onírico sin más, quiso decir algo.

—No quiero que durmamos enojados con el otro —señaló tristemente.

El castrense recordó que Hinata, pese a volverse muy fuerte durante el último tiempo, seguía teniendo una sensibilidad muy marcada. Dejando de lado toda su rudeza, hizo un pequeño esfuerzo para enderezar su busto, mover su diestra y acariciarle las mejillas, intentando demostrarle todo el cariño que realmente le tenía.

—No creas que estoy enfadado —le dijo modulando su tosca entonación anterior—. Es sólo que tenemos puntos de vista muy diferentes respecto a lo que es la justicia, modos de entenderla que jamás podrán conciliarse simplemente porque pensamos distinto.

—Entiendo eso —aceptó devolviéndole la misma caricia que él hacía con ella —, pero de todos modos espero que puedas cambiar lo que pretendes hacerle a Danzo.

—¿Cómo lo castigarías tú entonces? —preguntó muy intrigado.

—Le quitaría su libertad manteniéndolo en una cárcel hasta su muerte. Sin torturas, por supuesto.

—¿Y alimentarlo gratis mientras otras personas se mueren de hambre en las calles? —criticó decididamente al tiempo que detenía el movimiento de su diestra en el pómulo —. Tienes un concepto muy extraño de justicia, Hinata.

Hinata, a diferencia de él, siguió acariciándolo.

—Quizás mi forma de pensar sea peculiar, pero pienso que esa sería una justicia más humana.

—Tu problema es que quieres darle humanidad y perder importantes recursos económicos en gente que no lo merece —fue él quien quitó la mano femenina de su rostro, aunque sosteniéndola suavemente.

Una vez más quedó muy claro que el término «polos opuestos» era la definición perfecta para ambos. Frente a frente, lucharon con sus miradas sin siquiera parpadearse durante muchos segundos.

—Es mejor dejar el tema; tienes razón en que nunca nos pondremos de acuerdo —cedió la joven para después apretar sus labios.

Se produjo un extenso silencio en que varón y dama hubiesen querido inmiscuirse en la mente del otro.

—¿Crees que nuestros sentimientos se mantendrán en el tiempo a pesar de ser personas tan opuestas? —mirándola fijamente, Uchiha lanzó sus pensamientos en una pregunta sin filtros ni desvíos; directo como solía ser siempre.

Ella se dio unos segundos antes de dar una respuesta. Luego de obtenerla, se acercó a él para abrazarlo cariñosamente. Después de eso no era necesario decir más, pero también quiso añadir algo de manera verbal.

—Yo creo que nuestra relación será más difícil que otras, pero confío en que podemos lograrlo —dijo realmente esperanzada —. ¿Tú piensas lo mismo?

Él dejó caer lentamente su espalda sobre la cama y, tomándola desde la nuca, atrajo a su prometida hacia su hombro. Como respuesta ella lo rodeó con sus brazos, cuidando de no moverle el cabestrillo.

—Te diré algo importante —anunció el general—: antes de conocerte para mí cada día era doloroso. Infinitas veces me arrojé a las vanguardias enemigas en ataques suicidas porque no le temía a la muerte... le temía a la vida. Sí, Hinata —le confirmó al ver la confusión en sus ojos claros —, a diferencia de la mayoría de la gente, lo difícil para mí no era morir sino vivir. —Ella diría algo, pero él la silenció continuando velozmente—. Sin embargo, desde que te conocí la vida dejó de ser un sinónimo de amargura constante. Sé que somos muy diferentes y que lo nuestro es algo muy complicado, pero también sé que ahora me gustaría vivir muchos años para poder acompañarte.

—Sasuke... —saboreó el nombre como si fuese una ambrosía.

—Soy arisco, silencioso, sádico, poco expresivo; sé que jamás seré un hombre perfecto ni el ideal para ti, pero sí te puedo asegurar algo: voy a cuidarte con todas mis fuerzas hasta que tú quieras que así sea.

—Muchas gracias, eso era precisamente lo que necesitaba escuchar —se emocionó dándole un efusivo beso que después se volvió más dulce. Luego de separar los labios, prosiguió —. Yo te prometo que daré todo de mí para que esto resulte, no vamos a fracasar como dijo Sai. Tú me provocas muchas cosas, a veces algunas malas, es verdad, pero son más las hermosas. Eres el único hombre que puede conmoverme hasta el punto de tocar lo más profundo de mi corazón.

Ambos contemplaron sus espíritus a través del emotivo fuego que desprendían sus ojos. Blanquecinos y negruzcos encendieron brillos en sus pupilas, mezclándose al compás dictado por la provocativa intensidad del amor que recorría sus respectivos pechos. Desprendían una atracción especial; un magnetismo que sólo seres que se aman son capaces de crear. Uno innegable, inimitable...

Inigualable.

El soldado decidió perder sus dedos entre las suaves y finas hebras de morenos colores. Nunca se cansaría de pensar que ese cabello era uno de los mayores atractivos de su hermosa pareja. Brillante y sedoso como su piel; brillante y sedoso como toda ella lo era.

Ahora mismo una adicción se encarga de enlazarlos, puesto que los ojos hacen algo que supuestamente no podrían hacer: gritan. Claman sus emociones a todo volumen. Aquello le informa a Hinata que, aunque Sasuke odie a Danzo con su ser entero, en lo concerniente a ella era todo lo contrario.

De súbito los dos sienten que sus emociones ascienden, que se expanden, que les atraviesan la piel para hablar por sí mismas. Qué absurdo era ser subyugado por una sensación así cuando diecisiete días atrás atrás ambos se detestaban a muerte. ¿Tanta era la química irrefrenable provocada por la empatía hacia el otro? La respuesta llega muy clara a una velocidad sorprendente: sí, antes era un tremendo error ser una pareja, pero a día de hoy la verdadera insensatez sería no dejarse llevar por sus sentimientos. Después de la odisea que habían vivido juntos, amarse ya no era un repudiable pecado.

Ya no.

¿Sería hoy, entonces, la noche en qué unirían sus almas a través de sus cuerpos? ¿Sería hoy la noche en que Hinata pasaría de niña a mujer?


Continuará :D