Hola! Como siempre espero que estén muy bien y que la pandemia no esté afectando mayormente sus vidas ;). Les cuento que recién respondí sus reviews y vuelvo a agradecer una vez más a quienes le dan apoyo a esta humilde ficción.
También quiero aclarar algo a raíz de un comentario que me llegó de una lectora en que me ha dicho que le incomodaron los comentarios machistas. En primer lugar me gustaría recordar que al principio de este fic puse una nota avisando que tendría machismo (y más si se trata de villanos como Danzo). Hay que tener claro que en tiempos antiguos la mujer era vista como un ser inferior, con pocos derechos, tenían que pedirle permiso al hombre para hablar, se llegó a debatir muy seriamente si las chicas eran también seres humanos, sufrían misoginia constante, etcétera y etcétera, así que no quiero herir susceptibilidades, pero tampoco quiero limitar este fic hacia un mundo feliz en que la mujer no sufría discriminaciones porque, de hecho, en pleno 2021 la siguen sufriendo. Aquí en Chile ya está plenamente confirmado que hasta hace muy poco les pagaban un tercio menos por hacer el mismo trabajo que los hombres, les cobraban intereses más altos por los mismos préstamos, idénticos planes de salud son más caros para ellas y es algo que sólo recientemente se ha ido modificando a través de leyes (me parece que en este mismo año 2021, algo increíble e indignante por donde se le vea). En síntesis: doy mis disculpas si algún personaje hiere sensibilidades con algún comentario machista retrógrado y ofensivo, pero la advertencia estaba muy clara al principio de este fic, así que no me odien a mí por favor ;D. Aprovecho de dejarles un saludo gigante a todas mis lectoras y a las mujeres en general. De hecho tengo la total y absoluta seguridad de que sin ustedes este mundo sería una desgracia.
Vocabulario:
Vipéreo: Viperino.
Entornar: Cerrar los ojos de manera incompleta.
Taxonomía: Ciencia que trata de los principios, métodos y fines de la clasificación. Se aplica en particular, dentro de la biología, para la ordenación jerarquizada y sistemática, con sus nombres, de los grupos de animales y de vegetales.
Morro: Parte más o menos saliente de la cara de algunos animales, en que están la nariz y la boca.
Acodar: Apoyar el codo sobre alguna parte, por lo común para sostener con la mano la cabeza.
Inerme: Que está sin armas.
Reciedumbre: Fuerza, fortaleza o vigor.
Disyuntiva: Alternativa entre dos cosas, por una de las cuales hay que optar.
Esclava Sexual, Capítulo Trigésimo primero
En las entrañas de un profundo y lejano túnel descendente que alguna vez fue una mina de hierro, el rey avanzaba junto a algunos soldados de la guardia imperial. A cada paso dado lejanos murmullos aumentaban sus decibeles, extendiéndose en forma de ecos en las cavernosas paredes iluminadas por antorchas. Los sordos ruidos pretendían alcanzar el volumen de gritos, pero ajustadas mordazas impedían aquello. Por un momento, Danzo llegó a pensar que ir al infierno debía ser una experiencia parecida a la de visitar este lugar. Tras dar una caminata que pareció eterna, llegó a una especie de antesala en que fue recibido por algunos hombres que hacían la labor de centinelas.
—El rey en persona ha venido a ver a vuestro maestro —dijo Shimura mientras miraba los siete pasillos que se le abrían por delante.
—Nuestro señor ha previsto su visita, por lo cual lo está esperando —anunció uno de los hombres—. Siga por el penúltimo pasillo de la izquierda —lo indicó con el dedo como si lo antes dicho no fuere suficiente.
El monarca, prescindiendo de sus guardias, avanzó por el penúltimo corredor de la izquierda hasta que una gran puerta de roble apareció ante sus ojos. Buscó manija, pestillo o picaporte, pero no halló ninguno. Optó por empujar la entrada con su hombro; lo que vio entonces le fue perturbador a pesar de haber presenciado un sinfín de campos de batalla repletos de cadáveres: todo tipo de órganos estaban dispuestos en hileras y colgaban desde ganchos al mismo estilo que los mataderos. No obstante, aunque el olor a sangre debería ser el sello de esta habitación, su nariz no percibió ningún aroma que no fuera el incienso que ardía en numerosos candeleros. Echó más vistazos rápidos por el sitio, descubriendo, encima de repisas, grandes frascos que contenían ojos, orejas, corazones, lenguas y dedos que flotaban en una pálida sustancia de tono verdoso que a él le era desconocida. Como postre a lo anterior, vio al hombre que buscaba dándole la espalda despreocupadamente mientras realizaba una especie de operación: cosía un brazo cercenado a un sujeto manco, quien además estaba amordazado y encadenado a una camilla de madera. El desafortunado «paciente» tenía zurcida, también, una pierna de piel negra que contrastaba completamente con el tono claro de su rostro. Dedujo, entonces, que el alquimista estaba mezclando partes de seres humanos distintos en una especie de quimera aborrecible. Fruto de ello, Shimura curvó sus labios en una mueca de desagrado. A través de su larga vida había tratado con un sinfín de hombres tan siniestros como él, pero ninguno le resultaba más perturbador que aquel enfrente suyo. Muchas veces dudó de que realmente fuera un ser humano, pues su aspecto inducía a pensar que tenía más parentesco con las serpientes.
—Mucho tiempo sin verte, Danzo. —El anfitrión, todavía de espaldas y dando una última puntada, saludó con voz de lo más afable. Ambos no se consideraban amigos, pues gente de tal calaña no formaban lazos de amistad, pero sí que existía un respeto mutuo. Orochimaru había sido el hombre que ayudó a derrocar a Hiruzen, el verdadero artífice de su muerte. Sin embargo, el ser aborrecido por el pueblo debido a su terrible fama de criminal le impedía ser rey, lo cual propició que, de común acuerdo, Shimura tomara el cargo.
—A la postre me imagino que estos experimentos tienen que ver con tu búsqueda de la inmortalidad, ¿verdad?
—Exactamente. Aunque no lo creas este ensayo me dará información clave para lograrla.
—¿Por qué lo dices?
—Esto es sólo el primer paso para ver si puedo conseguir que el sujeto A acepte las extremidades de los sujetos B y C. Sin embargo, mi siguiente objetivo es el realmente importante: pegaré la cabeza de un hombre al cuerpo descabezado de otro —sonrió emocionadamente—. Si consigo que una testa decapitada sobreviva un tiempo mientras la conecto a otro cuerpo más joven, podríamos alcanzar la inmortalidad. En un futuro esta operación se llamará «trasplante de cabeza» y será común. Lamentablemente todavía no puedo hallar una forma de suministrarle sangre oxigenada al cerebro mientras dura la operación. Por ahora la función del corazón y de los pulmones es irremplazable y eso me resulta frustrante —su voz demostró claramente lo recién dicho—. Salvando ese detalle te aseguro que alcanzar la inmortalidad es posible.
—¿No has intentado otras formas de buscarla?
—He escuchado a alguna gente que dice que bañarse en la sangre de vírgenes puede hacerte inmortal, o que después de morir nos espera una vida eterna, pero son nada más que tonterías del vulgo. A mí me interesa la verdadera perpetuidad, algo comprobable, no ilusiones sin fundamento —dijo llenando su semblante de emoción; sus ojos brillaban y sus labios sonreían. Luego fue hacia un barril lleno de agua que usó para lavarse efusivamente las manos—. En fin, supongo que no has venido por interés hacia mis investigaciones, sino por la victoria de Sasuke contra los veinte élites.
—¿Cómo sabes eso?
—Tengo poderes psíquicos —lanzó un mordaz cinismo a la vez que indicaba su cabeza.
—Hablo en serio —precisó disgustado.
—Vamos, no nos leamos la suerte entre gitanos. Al igual que tú yo también tengo oídos y ojos en cada pared.
Shimura supuso que Orochimaru tenía sirvientes que hablaron con la tripulación de Deidara. Le quitó importancia al asunto para continuar con lo verdaderamente importante.
—Efectivamente, Sasuke mató a veinte FE y, además, los más de mil hombres que envié me traicionaron. Los malditos se unieron a su rebelión.
El hombre de ojos vipéreos sonrió de tal modo que pudo notarse orgullo de maestro.
—¿Y qué tengo que ver yo con ese problema tuyo?
—He venido porque tengo un plan maestro que te involucra. Tú eres la única llave que puede acabar con Sasuke y evitar una guerra civil que puede tomar incluso años resolver. Tú podrías matarlo si te lo propusieras.
En el semblante de Orochimaru asomó un brillo de incredulidad.
—Y según tu astuto plan, ¿cómo haría eso?
—Sasuke te cree muerto —inició Danzo su explicación—, por lo que le resultaría un shock verte de nuevo con vida. Ese asombro lo inmovilizará unos segundos, mismos que puedes aprovechar para matarlo. Yo te apoyaré con arqueros furtivos que se ubicarán a cincuenta metros en un lugar a determinar. Será una emboscada con poca gente, pero infalible.
Para extrañeza del soberano, Orochimaru lanzó la misma expresión que tendría frente a un niño muy ingenuo.
—En efecto, estoy seguro que mi alumno se asombraría de verme vivo. Sin embargo su instinto guerrero lo haría reaccionar en fracciones de segundo, por lo que ese plan fallaría inevitablemente y yo pagaría el costo.
—¡Por favor! —dijo mosqueándose a la vez que hacía un expresivo ademán—, ¡Sasuke sigue siendo un ser humano! —agregó como desesperándose—. Es imposible que pueda superar al estupor tan rápido.
—¿Crees que tú conoces mejor que yo al último Uchiha? ¿Acaso fuiste su maestro también? —preguntó tranquilamente a sabiendas de que tenía a la razón estaba de su parte.
Shimura guardó silencio, pues no quería responder algo que no le gustaba.
—El instinto guerrero de Sasuke es demasiado grande —continuó el alquimista—. Lo hace reaccionar a velocidad de relámpago incluso si un gran asombro lo ataca. Lo sé muy bien porque yo fui su maestro y lo conozco mejor que nadie. Lo aceptes o no, él está a un nivel inalcanzable precisamente porque fue entrenado por mí —dijo resplandeciendo orgullo.
—Entonces únete a mis fuerzas de élite —propuso una alternativa tras varios segundos—. Tus sirvientes también pueden ayudar. Necesitaré todo el apoyo posible para acabarlo y eso te incluye.
—Como verás —alzó la extremidad que le faltaba a la altura de la muñeca, en la cual había un garfio muy parecido al que solían usar los piratas— no soy el más indicado para darle batalla a Sasuke.
—Aunque tengas una mano menos sigues siendo alguien muy peligroso y con muchos recursos, por lo cuál me gustaría que te unieras a mis tropas de élite.
—Recuerda que Sasori no estaría muy contento de verme de nuevo... —Una de las razones por las que nunca reveló que seguía vivo fue precisamente para evitarse conflictos con el marionetista que ansiaba matarlo. El susodicho sólo dejó de tener esa meta cuando Sasuke, supuestamente, le quitó ese placer. Orochimaru no le temía, pero tener una mano menos lo ponía en clara desventaja respecto al pelirrojo.
—Sé que tu incorporación a las FE provocaría una división, pero te asignaré a lugares que estén muy lejos de Sasori y Deidara. Además, también puedes usar una máscara para que nadie te reconozca.
—Sea como sea no me apetece volver a la acción con una mano menos —rechazó tranquilamente—. Ya tuve mi oportunidad de asesinar a Sasuke —le recordó— y lo único que conseguí fue perder mi diestra y casi morir en el intento. No importa si enfrente está su maestro o el diablo en persona, él lo acabará porque es demasiado fuerte.
—Parece que Uchiha no te cortó solamente la mano, sino también los huevos.
Orochimaru sonrió burlonamente.
—No estás tratando con tus soldados de inteligencia promedio, Danzo. Esas provocaciones infantiles apelando a mi hombría jamás me convencerán de luchar por ti.
Exasperado, el monarca bufó.
—Dime algo... ¿acaso no quieres venganza contra Sasuke por lo que te hizo?
—En efecto quiero venganza contra mi alumno, pero ahora mismo no es mi prioridad.
—Dame una propuesta entonces, una alternativa, un plan.
—Te diré lo más inteligente que puedes hacer: huye muy lejos porque muchos soldados se unirán a su rebelión. Será muy difícil que puedas derrotarlo.
Shimura se rascó el lóbulo de la oreja derecha con una cara que un lobo furioso no envidiaría.
—¿Me estás diciendo que incluso con todo mi ejército tengo pocas posibilidades de matarlo? —dijo tan incrédulo como mosqueado.
—Exactamente; a menos que tengas un plan B muy bueno —puntualizó mientras se agarraba el mentón—. ¿Lo tienes?
Shimura se paseó intranquilamente por la habitación. Se había olvidado completamente de los dantescos frascos e implementos que lo rodeaban.
—Nada por ahora. Lo único que tengo claro es que mataré a Ino antes de que Uchiha arribe a nuestras costas. Eso le será un duro golpe moral y no contaría con la ayuda de su perra.
Orochimaru caminó hacia una de sus repisas y tomó un frasco de experimentación entre sus manos, mirándolo asiduamente. El espeso líquido verdoso difuminaba el contenido de tal modo que Shimura no supo qué había allí, aunque tampoco quería enterarse. En casos así de repugnantes era mejor permanecer en la ignorancia.
—Es la peor idea que he escuchado en muchos años —dijo mientras seguía viendo el objeto del frasco con fascinación—. Matar a Ino justo ahora sería como cavar tu propia tumba.
Danzo alzó una ceja, misma que tiritó un par de veces antes de aquietarse.
—¿A qué te refieres? —cuestionó sin ocultar su confusión.
—Sasuke es un demonio que se alimenta del odio. No sé qué tanto puede estimar a Ino, pero si asesinas a su única aliada lo que conseguirás es volverlo todavía más peligroso. Ya has visto lo que la venganza fue capaz de provocar en él: destruyó a una nación que se volvió muy poderosa y exterminó al clan Hyuga como si fueran niños. Ciertamente el ejército también colaboró, pero si no fuera por él jamás habrías ganado esa guerra tan dificultosa. Para matar a Uchiha no puedes emplear la lucha directa, sino trampas sucias, ilícitas, deshonrosas, vamos, lo que te gusta hacer. Si los élites y tú luchan directamente contra él las posibilidades de vencer serán pocas aunque cuentes con veinte mil hombres a tu lado.
—Veo que acudir contigo ha sido completamente inútil —dijo mirándolo con desdén—. Sólo he perdido mi preciado tiempo. —Acto seguido, se dio la vuelta a fin de retirarse por donde había llegado.
—En realidad yo sí podría ayudarte —repuso—, siempre y cuando me cumplas un par de peticiones. Nada extraordinario por supuesto: sólo quiero que sigas financiando mis experimentos y que me suministres más sujetos de prueba. Si lo haces puedo decirte la forma en que puedes vencer a mi rebelde discípulo.
—Eso sí me interesa —aseveró dándole el rostro nuevamente—. Dame un atisbo de tu estrategia. Si me parece buena te daré lo que pides e incluso más.
—Conozco a Sasuke como nadie, por eso diseñé hace mucho tiempo un plan para matarlo, uno que te aseguro que es completamente infalible.
—¿Un plan infalible? —sus ojos traslucieron sumo interés.
—Así es. Todos tienen un punto débil y Uchiha no es la excepción —sonrió confiadamente.
—Te daré lo que quieras, pero dime cuál es ese punto débil. ¿Es su gran orgullo, verdad?
Orochimaru negó con su cabeza instantánea y afectadamente.
—Entonces dímelo, soy todo oídos.
El alquimista sonrió malignamente.
—Si quieres matar a Sasuke esto es lo que debes hacer...
Sai era custodiado en su camarote a la vez que se mantenía en la posición que le era más cómoda: espalda apoyada en el respaldar del catre. Habían pasado tres días desde su primera conversación con Hinata y ésta le había entregado su cuaderno de dibujos la segunda vez que se vieron, gesto contrapuesto al de los soldados que se lo requisaron inmediatamente. Ahora mismo empleaba su única mano disponible para dibujar en su objeto más preciado, afirmándolo contra su regazo. Su artístico pasatiempo le ayudaba a soportar la aflicción de las heridas que le habían impedido dormir las horas suficientes. Valoró el gesto de la chica, empero, ninguno de sus argumentos consiguió cambiar la perspectiva implantada por Danzo, por lo cual sólo esperaba a que se cumpliera el plazo de una semana para recibir la muerte a manos del último Uchiha. De todos modos debía reconocer que la Hyuga parecía sinceramente preocupada por él, algo inentendible tomando en cuenta que él la habría matado sin dudarlo. A su modo de ver, Hinata era una chica ingenua y demasiado pura como para sobrevivir en este mundo. Sus cualidades la volvían débil.
El Uchiha y la Hyuga, mientras tanto, se dirigían hacia la habitación del integrante de Raíz ya acaecida la oscuridad nocturna. A la fémina todavía le ardía su sexo por lo hecho anoche, aunque a medida que transcurrían las horas aquello fue apaciguándose paulatinamente. El soldado, por su parte, se cambió el cabestrillo y de paso comprobó que su herida lucía una pizca mejor, aunque las puntadas de dolor seguían siendo constantes.
Precisamente cuando Sai terminó de pensar en Hinata, la joven hizo acto de presencia junto al guerrero más fuerte. Los que custodiaban al malherido prisionero siguieron la rutina, abandonando el camarote después que la pareja se adentrara.
Hinata tomó asiento, acomodándose lo mejor posible. Sasuke, en cambio, permaneció de pie afirmando su espalda contra la pared. Luego de que ella saludara al prisionero de manera cortés, pasó a la ofensiva rápidamente.
—Sai, ¿alguna vez te has parado a pensar acerca de las personas que has lastimado o las vidas que has quitado?
—¿Para qué? Cuando era niño nadie se detuvo a pensar en lo que me hizo ser de esta manera. Ahora ya es demasiado tarde.
—No es tarde para reflexionar sobre lo que has hecho y empatizar con otros semejantes. No es tarde para ser una mejor persona y cultivar la bondad que sí llevas por dentro.
—Mejor persona... ¿Qué utilidad tiene serlo? La bondad conduce a la piedad y ésta, a su vez, te hace débil. Prueba de ello es que si yo me recuperara podría matarte perfectamente y la razón es precisamente la compasión que me has tenido. Si das un paso en falso o la gente te ve débil se aprovecharán de ti porque así es la naturaleza humana.
Hinata buscó afanosamente una contestación que no pudiera replicarse, pero no la halló pronto. Fue Sasuke quien tomó la palabra, aunque no de la manera en que hubiese querido ella.
—Concuerdo contigo —miró a Sai fijamente— y precisamente por eso es que en cuatro días te mataré. Danzo infectó tu cerebro de tal manera que ya no tienes vuelta atrás.
—Sasuke... —la fémina soltó su nombre de un modo afligido.
—La piedad es para los débiles salvo contadas excepciones —continuó tajante el último Uchiha, clavando sus negros ojos en los blanquecinos—. Por si no lo sabes, Danzo trató de matar al rey Hiruzen una vez y éste, tontamente, le perdonó la vida por haber sido buenos amigos cuando niños. En vez de asesinarlo como debió hacerlo, sólo lo exilió. Esa debilidad le costó el trono y también la vida. Por eso no se puede tener compasión con la gente equivocada y Sai pertenece a tal grupo —sentenció con una seguridad abrumadora.
El condenado estuvo plenamente de acuerdo a pesar de que estarlo le significaba perder la vida prontamente. Hinata, por su parte, hizo una mueca de difícil lectura mientras sentía que un nudo en la garganta le atoraba las palabras. Suspiró profundamente antes de dirigir su vista hacia el hombre de pálido rostro, quien permanecía tan inmutable como de costumbre.
—Sai, una vida entera reprimiendo los sentires que llevas por dentro sólo te provocará un inmenso vacío y tú mismo debes saberlo muy bien después de tantos años tratando de ser insensible. Date cuenta que Danzo te hizo un lavado de cerebro para su propio beneficio; a él sólo le interesa su propia persona porque es un hombre terriblemente malvado. Si te liberas de su yugo, de sus órdenes, podrás cambiar el rumbo de tu vida y comprobarás por ti mismo que la piedad no siempre es sinónimo de debilidad. Sé que podrías ser un mejor hombre si lo intentaras.
—Te equivocas porque, más allá de las órdenes de Danzo, este es el camino que deseo seguir recorriendo. ¿Para qué sirve tener sentimientos?
—Tener sentimientos te ayuda a empatizar con el otro, a desarrollar tu nobleza y tratar de ser mejor persona. Vivir todo eso te hará sentir mejor porque harás amigos y ya no estarás tan solo como ahora. Ser bondadoso te rodeará de la gente correcta.
Ella vio como la mirada de Sai parecía oscurecerse. Él apenas daba señales externas, pero alguien perceptiva como ella podía detectarlas.
—Todas esas personas con sentimientos nobles, todas esas personas que dicen tener buen corazón, jamás me tendieron la mano. Nunca. Me veían en la calle y pasaban de largo como si no existiera, como si fuera una basura, ignorándome —su voz adoptó un tono levemente más agresivo, rencoroso—. Ni siquiera pedía un pan, tampoco dinero, porque para sobrevivir me dedicaba a hurgar en la basura como una vulgar alimaña, me alimentaba de desperdicios. —Sus ojos estaban fijos en un punto determinado, sufriendo por dentro sin que el resto de su rostro lo expresara. —¿Sabes que era lo único que anhelaba? Que alguien se sentara a mi lado y conversara conmigo un rato, que alguien me hiciera saber que mi existencia sí importaba, que alguien, siquiera una sola persona, me viera como un ser humano igual a él, no despreciándome ni juzgándome por los sucios harapos que llevaba encima. Eso era lo único que quería.
El guerrero de Raíz dejó a un lado su cuaderno, encajándole sus enrabiados ojos. Entretanto Hinata se estremeció y, acto seguido, también enmudeció al realizar un esfuerzo para que su compasión no asomara en forma de lágrimas. Uchiha, en cambio, sostuvo un semblante distante.
—¿Sabes quién me rescató de la miseria? —continuó Sai—, el señor Danzo, nadie más que él —aseveró punzante—. Dime tú, ¿cómo puede estar equivocado el hombre que me salvó la vida? Si él es el malo de la historia y los demás son los buenos, ¿por qué mi rey fue el único que me ayudó? Dímelo —exigió una respuesta que le fuera satisfactoria.
Ella guardó silencio sintiendo un peso alojarse en su corazón. ¿Qué podía contestar a eso?
—Mi rey no tiene sentimientos hacia el prójimo y, sin embargo, él sí me apoyó. Me ayudó a salir del infierno de la miseria y de la hambruna cuando nadie más lo hizo. Él fue el único que me dio la dignidad que un ser humano merece, el único que me salvó. Entonces, Hinata —dijo su nombre sin ocultar su furia esta vez—, ¿por qué tendría que confiar en que los sentimientos son positivos? ¿Por qué debería tenerle fe a lo que dices? ¿Por qué? Ninguna de esas personas supuestamente buenas me ayudó cuando niño. Ninguna me trató con dignidad. Ninguna —iteró la última palabra dos veces más, subiendo el nivel de su rencor en cada repetición. Había irritación, desesperación, odio, aunque siempre de una manera controlada.
Ella se conmovió totalmente, sintiendo cada palabra como un desgarrador grito de ayuda que lo llevaba directamente a su niñez, al momento en que más necesitaba auxilio y en que nadie fue capaz de tenderle una mano. Su piel se erizó por el trágico trasfondo que había detrás de Sai. Mientras ella vivía entre lujos, mucha gente no tenía siquiera para comer. El mundo creado por la gente era muy injusto y ella no podía excluirse: también fue egoísta al no hacer nada por los desvalidos, nada por ayudarlos en vez de ignorarlos. El individualismo del ser humano en que no hay nada más importante que uno mismo había terminado engendrando a un asesino como el que tenía enfrente. Eso no lo justificaba de ningún modo, pero se podía entender que la culpa de ser así no era solamente suya.
Sasuke recordó el caso de Haku e inclusive el suyo. No es que el andrógino se lo hubiese dicho alguna vez, pero por rumores sabía que Zabuza lo rescató de la soledad y de la hambruna para recibir una devoción irrestricta. Hoy en día Sai estaba viviendo una situación igualmente dañina respecto a Danzo. Y él mismo podría haberlo vivido con Orochimaru, pues el guerrero alquimista también deseaba una lealtad enfermiza, cosa que Uchiha, por su personalidad rebelde y dominante, no le daría ni en mil años.
—Yo lo siento mucho, Sai. En verdad siento que hayas tenido que pasar por eso —tristemente, dijo ella.
—La verdad es que nadie ayuda ni protege al miserable, sólo se le golpea y se le humilla más. Para no ser golpeado, para no ser menospreciado, para que tu existencia sí tenga validez, tienes que volverte fuerte, adquirir poder y demostrarlo cada vez que puedas. A nadie le interesas si no tienes fuerza ni poder. A nadie.
—Sai, eso no es verdad. Sé que este mundo es injusto muchas veces...
—Cállate —la interrumpió tranquilamente. Su furia anterior se había apagado—. No creo en tus discursos fantasiosos. Es el egoísmo nato del ser humano lo que siempre predomina. Lo sé porque a nadie le importaba mi existencia hasta que tomé una espada entre mis manos.
Hinata iba a responder, pero Sasuke le hizo un ademán para que le permitiera a Sai seguir desahogándose.
—Sólo cuando me volví un guerrero le importé a la gente, entonces sí le temieron a las consecuencias de no escucharme, ahí sí me daban respeto. Después esas mismas personas que me ignoraban me temían terriblemente, temblando de miedo ante el niño que antes sólo recibió sus desprecios.
El hombre de Raíz no lo demostraba ahora mismo, pero ella percibió la tristeza de la persona oculta tras el soldado. En el fondo lo único que quiso fue alguien que lo ayudara durante su infancia. Le dio pena porque tenía la certeza de que en el fondo Sai nunca quiso matar a nadie; era un hombre con alma de dibujante que, de haber tenido una vida más afortunada, no se habría convertido en un asesino. En vez de ser un psicópata era un sociópata. La diferencia principal entre ambas anomalías radicaba en que el primero nacía con la maldad en la sangre sin importar si tenía una familia perfecta o una buena crianza valórica; el segundo, en cambio, era el resultado de las vilezas de la sociedad.
—Yo entiendo todo lo que me dices —dijo Hinata tras un largo lapso perdida en reflexiones—; sé que muchas veces es cierto. No puedo negar lo evidente, por más que me duela admitirlo. —Movió sus pies hacia otra posición al sentir una brisa helada recorrer sus tobillos descubiertos—. Perdiste toda empatía hacia los seres humanos porque ninguno te dio empatía a ti; incluso tus padres te abandonaron a tu suerte. —Se le amargó la voz, sintiendo que se le desvanecía al calor de sus pesarosas emociones. —Asesinando en nombre de Danzo ganaste respeto, por lo cual se volvió tu concepto de bien. Por eso al matar no sientes ningún remordimiento, porque necesitaste volverte un asesino al servicio del rey para poder sobrevivir. Sin embargo, el respeto se puede ganar de otros modos también. Con los afectos sucede lo mismo.
—¿Ganarse el respeto de otro modo? —cuestionó incrédulo—. Ahora mismo tú no estarías hablando conmigo si en vez de ser un élite fuese un mendigo. Atrévete a negarlo —le espetó desafiante.
—No importa si eres un enemigo o un pordiosero, igualmente trataría de salvarte la vida porque no siento verdadera maldad en ti —contestó decididamente y al instante.
La cara de Sai esbozó una sonrisa ensayada, artificial, estereotipada. Notificó de esa manera lo absurda que le pareció su respuesta.
—Si realmente eres honesta entonces sólo eres la excepción que confirma la regla y te advierto que te irá muy mal con una filosofía de vida tan ingenua.
Uchiha volvió a estar plenamente de acuerdo con lo dicho, aunque disfrutaba cada réplica que lanzaba su prometida. Mientras tanto, la susodicha preparó su respuesta por muchos segundos antes de soltarla.
—Lo único que sé es que por todo lo que me has contado veo en ti a más que un asesino sin piedad, calculador e insensible. Lo que veo en ti es a una persona que recibió un terrible lavado de cerebro, un niño que sólo quería sentir el calor de un hogar, ser respetado, pero que en vez de eso sólo sufrió maltratos, desprecios y humillaciones. —Bajó su mirada y apretó las manos nerviosamente contra sus muslos. —Por eso creo que en realidad por dentro estás llorando, estás quemándote por todo lo que has hecho para sobrevivir. Aunque no te des cuenta, así es.
—No, Hyuga —lanzó su apellido para imponer más distancia—, te equivocas de nuevo. Yo no estoy sufriendo por dentro ni nada de eso porque no tener sentimientos es lo que me ayudó a sobrevivir. Voy a contarte algo que casi nadie sabe, pero así entenderás de una vez por todas que eres tú quien está equivocada. —Hizo una pausa que le serviría para condensar sus recuerdos de tres años en sólo unos minutos. Luego continuó. —Cuando era niño tuve un muy buen amigo en Raíz al cual consideré como el hermano que nunca tuve. —Su voz se tornó más baja, aunque carente de emoción. —¿Sabes qué sucedió con él?
—No... —dijo imaginándose que algo muy malo le contaría. Aquello la hizo presionar ambos labios hasta convertirlos en una tenue línea que apenas se veía.
—En Raíz nos hacen formar lazos importantes con una persona, para, después de convivir por tres años, enfrentarnos en un combate a muerte. —Horrorizada, Hinata se tapó la boca con una palma. ¿Qué clase de diablo era Danzo como para hacer algo tan aborrecible? —El que es capaz de dejar sus sentimientos de lado es quien sobrevive.
A la manumisa se le cayó un poco el mentón, los ojos se le volvieron acuosos y su voz tembló antes de hacer la siguiente pregunta.
—¿-T-tuviste que matar a tu gran amigo, a tu hermano, verdad? —Se revolvió en su asiento, apenas soportando la presión que la empatía depositaba en su pecho.
Él negó con su cabeza.
—No tuve que hacerlo porque él se suicidó antes del combate. —Le tembló la voz por primera vez en años. Tragó saliva y continuó su artificial indiferencia. —Se mató por tener sentimientos, por no poder soportar el dolor de hacerle daño a quien no deseaba lastimar. —Al escuchar eso, Hinata abrió mucho tanto la boca como sus perlas albinas. —Él fue débil porque sus sentimientos lo manipularon; lo mataron —dijo abstraído, recordando al único ser querido que tuvo—. El rey Danzo me enseñó esto: «Los sentimientos son para las mujeres y para los hombres que son tan débiles como ellas». Esa es la gran verdad que me enseñó mi soberano, la que me salvó la vida durante muchos años. Tú no tienes la verdad. No la tienes.
Las mandíbulas de Hinata tiritaron. Tuvo que apretarlas para que el movimiento se aquietara. Sintió que se derrumbaba, lo que le provocó un largo y sufrido suspiro. Lo recién contado la estremeció de una manera muy grande. Era como si a ella le hubieran pedido matar a Hanabi o a Neji para seguir viviendo. Ya estaría muerta por no ser capaz de cumplir algo tan atroz. No asomaron palabras, réplicas o argumentos; sólo el silencio reinó. Desde que iniciaron el segundo viaje, por primera vez sintió que el caso de Sai le era imposible de resolver, que ella no estaba facultada para lidiar contra un trauma así de complicado. Ninguna palabra sustanciosa o filosofía de vida podría cambiar el complejo lavado de cerebro que el rey Shimura había hecho. Era algo que se escapaba de sus manos totalmente. Se sintió impotente, pues no tenía nada que decirle ahora mismo. Absolutamente nada.
—Lo siento mucho, Sai. —Se aguantó las lágrimas estoicamente—. Sinceramente no sé qué decirte, lo que me acabas de contar es horroroso. Nada de lo que te diga ahora mismo valdría la pena. Espero mañana seguir hablando contigo y tener una respuesta para ti, pues, ahora mismo, intentar convencerte de que estás errado sería inútil. Espero mañana tener algún argumento sólido —volteó la cabeza hacia la pared intentando no mostrar lo afectada que estaba. Hacerlo sólo significaría confirmarle la teoría que volvía sinónimos debilidad y sentimientos.
Hinata se tomó del brazo de su prometido y éste, a tranco lento, dejó el camarote mientras los guardias regresaban a cumplir su turno. Debía ser unos minutos pasada la medianoche, por lo que sólo algunos soldados noctámbulos permanecían en pie después de haber festejado tomando cerveza durante toda la tarde. Uchiha, como el avezado general que era, les dio permiso a sabiendas que sus hombres necesitaban alcohol y diversión o de lo contrario la monotonía del viaje les pasaría la cuenta en forma de estrés.
Ambos jóvenes se ubicaron en el barandal. Hinata miraba hacia las fragatas bélicas que cumplían como escoltas de Jiren; Sasuke, en cambio, hizo lo opuesto: al mar le dio la espalda, recargando ésta en el antepecho. Su vista observó la cubierta aunque pronto su chica se volvió su objeto de atención. Su semblante lucía sumamente apagado, mortecino. Era evidente que su conversación con Sai la había dejado trastocada. También debía preocuparla que el tiempo de vida del pálido guerrero se reducía a tres días y nada lograba conseguir todavía.
—Sasuke, necesito más tiempo —un tono de súplica se apoderó de su voz al tiempo que le tomaba cariñosamente la mano sana—. Una semana no es suficiente para que Sai cambie su forma de pensar. Está dañado a un nivel psicológico muy profundo. —Le tembló un párpado, el cual se aquietó cinco segundos después. —Por favor, necesito más tiempo para convencerlo de liberarse de las cadenas que Danzo le puso encima.
Primeramente Uchiha negó con su cabeza. Secundando lo anterior, contestó:
—Sai no cambiará su forma de pensar ni en una semana, ni en meses, ni en años. La insensibilidad ya pasó a formar parte de su esencia y, por lo mismo, nada podrás hacer para que cambie. Danzo hizo muy bien su trabajo al demostrarle que los sentimientos son inútiles porque te vuelven débil. Siempre lo tendrá presente gracias al suicidio de su amigo.
Caridoliente, Hinata desvió su mirada hacia las olas que rompían contra el casco de Jiren.
—Yo pensé que esto sería menos complicado, pero sí que lo es. Subestimé la situación. —Su lengua recorrió su paladar como si lo estuviese recién descubriendo. Terminada su acción, continuó. —Pero no pierdo la esperanza porque no siento verdadera maldad en Sai. Es sólo que ha conocido lo peor del ser humano.
—Te aconsejo que no guardes esperanzas respecto a él.
—¿Pero por qué dices eso? ¿Por qué eres tan negativo? Sé que la empatía puede hacer la diferencia, lograr cosas con él. De hecho, es un caso parecido al tuyo.
—Lo digo porque hay tipos para los cuales no existe ninguna diferencia entre la vida y la muerte, ambas no significan nada ni valen nada. Sai es uno de ellos.
La expresión de Hinata personificó al asombro perfectamente.
—Entonces Sai es como un muerto en vida.
—Exactamente —confirmó Uchiha mientras alzaba su mirada al firmamento—. Son los sentimientos los que te hacen apreciar u odiar la vida. Si no tienes lo uno o lo otro, nada tiene sentido y todo da igual.
—Pero él no es completamente frío porque tiene unos ojos que gritan que conoce la verdadera soledad; ojos que saben que estar solo es uno de los peores dolores del mundo. —Recordó a cada uno de sus familiares en una distorsión mental del tiempo. Suspiró amargamente tras hacerlo.
El guerrero más fuerte no movió su lengua al evocar su propio sufrimiento. Hinata, perceptiva como siempre, quiso cambiar el repentino pesar en que se habían sumido.
—Es muy triste ver como Danzo aprovechó su orfandad para lavarle el cerebro de una manera tan desgraciada. ¿Tú también llegaste a pensar que tanto la vida como la muerte valían lo mismo que nada?
—No —reaccionó dándole la mirada—. A mí me dio significado la venganza, por eso no podía permitirme el hecho de morir. En cambio Sai está dispuesto a sacrificarse por Danzo. Está enfermo mentalmente porque su poder de decisión es nulo. Es una marioneta del rey en vez de un ser humano.
La fémina se rascó una ceja a la vez que observaba las luces de una de las fragatas acompañantes. Otro hondo suspiro se abrió espacio entre el silencio de la noche.
—Esto podría haberse evitado si alguien le hubiera tendido la mano en el momento adecuado. ¿Cuántos Sai más hay en este mundo? ¿Cuántos más habrán? Es un niño que sufrió el desprecio y el maltrato de quienes lo rodeaban, alguien que sólo quería vivir con dignidad. Cuántos niños pasan por situaciones como las de él, de maltratos deleznables y ninguno de nosotros hace o dice nada. En verdad es una pena. Los seres humanos somos horribles y me incluyo porque nunca ayudé a nadie realmente. Nunca. Vivía distante en la mansión de mi clan, ajena al dolor que había a mi alrededor —un cariz de pesadumbre se implantó en su faz y un nudo se apropió de su corazón.
—No seas tan dura contigo misma. Es imposible ayudar a cada desafortunado que existe en este mundo.
—¿Es realmente imposible?
—Lo es.
—¿Por qué?
—Simplemente porque así es el mundo. El egoísmo innato del ser humano es lo que siempre predomina y los que son diferentes son como gotas de lluvia en un océano, no hacen ninguna diferencia.
Hinata no replicó. Solía ser alguien positiva, pero la conversación con Sai había anulado tal cualidad momentáneamente. Por ello no rebatió nada, pues, por todo lo que había visto, Sasuke tenía la razón respecto a la naturaleza humana. Sin embargo...
—Tú podrías hacer la diferencia con Sai como yo la hice contigo. Puedes decidir.
—Aunque le diera más tiempo de vida no lograrías nada. Sólo te entristecerás más por la impotencia que te daría no poder ayudarlo. Además —precisaría algo muy importante— tú no quieres sonsacarle información, sólo tratas de salvarle la vida. Yo te di un plazo de una semana para que te revele secretos de Danzo, no lo olvides —le advirtió gravedoso.
—Primero tengo que ganarme su confianza para que me diga voluntariamente lo que sabe. Y para ganármela debo salvarle la vida.
Uchiha la miró entornando sus ojos, nada convencido de lo recién oído.
—Por favor, Sasuke, sólo te pido que me des más tiempo. Sabes que tu brazo herido no te dejará atacar al rey todavía, ¿qué te cuesta darme más plazo? Dos semanas más, sólo dos semanas más y te prometo que, si no consigo nada, aceptaré que Sai no tiene remedio. Aunque me duela, aceptaré que le quites la vida porque de lo contrario seguirá asesinando sin parar.
Uchiha volvió a sentir admiración por ella. Era tan noble que lo conmovía inexorablemente. Se giró para ver el mar y deseó que éste fuese capaz de darle un consejo. Fue entonces que, a la luz de las antorchas, vio asomarse entre las olas algo sorprendente.
—Mira, Hinata —indicó presurosamente un lugar.
Ella abrió la boca en cuanto su vista divisó lo apuntado. Como si siguieran al navío, un grupo de peces estaban saltando sobre el mar alegremente. En realidad se trataba de mamíferos marinos, pero la taxonomía vendría muchos siglos después.
—¿Cómo se llaman esos peces tan bonitos?
—Me parece que son delfines, un grupo de ellos. Es muy raro avistarlos, de hecho yo nunca los había visto —su voz salió emocionada, algo raro en él.
Hinata disfrutó lo anterior al entender que Uchiha cada vez se abría más con ella, que estaba dejando a un lado su rudeza de macho alfa. Dejó de pensar y se enfocó en el bello espectáculo que quizás nunca más volvería a ver. Los pocos soldados aún despiertos también observaron a los cetáceos, aunque pensando más en cazarlos que en apreciar sus presencias, mas, para gran suerte de las criaturas, no tenían arpones a mano.
—Son realmente preciosos —comentó ella con una dulce sonrisa que Uchiha disfrutó de reojo.
—Lo son —concordó el soldado.
Los animales avanzaban en formación casi militar; daban saltos fuera del agua y se adentraban de morro nuevamente, repitiendo el mismo patrón sucesivamente. Ambos jóvenes dedujeron que no le prestaban atención al barco, que seguramente migraban hacia aguas más cálidas. Sasuke comenzó a contarlos y obtuvo el número nueve cuando cesó. Hinata, por su lado, se preguntaba como vivirían aquellas criaturas, cuáles serían sus hábitos y qué tan inteligentes eran. Lamentablemente el avistamiento duró menos de lo que hubiesen querido ls dos jóvenes, ya que dejaron atrás a Jiren rápidamente. Sin embargo, el característico sonido que emitían los delfines se escuchó antes de que desaparecieran definitivamente. ¿Un saludo de despedida tal vez? Hinata quiso pensar que sí.
—Esto debe ser una señal de la naturaleza, de la providencia, o de quien sea, para que le extiendas el plazo de vida a Sai —dijo muy entusiasmada—. Por favor, Sasuke.
El castrense observó sus ojos de tono lunar, los cuales vibraban de una manera que lo conmovió inevitablemente.
—Lo decidiré cuando el plazo finalice.
Ella reaccionó positivamente, prefiriendo ver el vaso medio lleno en vez de medio vacío. Que su novio no le hubiera dado una negativa tajante ya era un avance.
—De acuerdo, pero tengo la esperanza de que puedas extenderlo. Me harías muy feliz si lo hicieras. Sai no es una mala persona realmente, mi corazón me lo dice. Sé que salvarle la vida valdría la pena, podría volverse un aliado inclusive.
La expresión de Uchiha alivianó su dureza.
—Eres muy ingenua, Hinata, pero por alguna razón me gusta esa cualidad tuya. Me haces sentir que la esperanza sí existe.
Con súbita fuerza espiritual, se estacionó en Hinata el enorme significado que tal palabra siempre encerraba. Volcó sus sentimientos hacia su mirada, la cual se dirigió al ser que amaba.
—Tú también me haces sentir que la esperanza sí existe. Si tú reaccionaste, Sai también puede hacerlo.
El general, sufriendo marejadas de amor, le acarició instintivamente una mejilla. Hubiera querido sentir la fragancia de esa piel que anoche fue suya, pero el húmedo aire salino del mar se lo impediría. No obstante, su sentido del gusto no sería coartado. Por tal motivo acercó sus labios a los femeninos, disfrutando una nueva experiencia bucal que prolongaron deliciosamente. Después, mientras se separaban, reafirmaron sus sentimientos a través de un incorpóreo «te amo» que gritaron sus conmovidas miradas. Hinata terminó sonriendo dulcemente; Sasuke estuvo a punto de hacerlo.
—¿Estás lista para tu entrenamiento nocturno?
Si Hinata fuera lo suficientemente pícara habría hecho una broma en doble sentido. En cambio, respondió a la vez que hacía un sólido saludo militar.
—Sí, señor. Haré mi mejor esfuerzo.
En el patio de la mansión Uchiha dos chicas prácticaban esgrima luchando la una contra la otra. El sol de la mañana pegaba fuerte, pero un refrescante viento proveniente del arroyo lo convertía en un buen día para entrenar. Kiba y Naruto les daban indicaciones a ambas, especificando detalles que podían hacer la diferencia. El blondo aconsejaba a Sakura mientras el de pelo castaño hacía lo mismo con Hanabi, quien estaba dando golpes muy largos que la dejaban expuesta a los contrataques de Haruno. Hasta ahora llevaban siete batallas y en todas había ganado la pelirrosa, aunque, eso sí, nunca de manera fácil. Al ser más alta que Hanabi su extensión de brazos era más larga, lo que le daba mayor alcance en sus acometidas. La hermana de Hinata, entretanto, había intentado por todos los medios sobrepasar la defensa de Sakura, pero todavía no lo lograba.
Ino, más alejada, estaba sentada sobre un banco mientras hacía girar una de sus katanas sobre sí misma cual trompo. Un movimiento al que no le prestaba atención alguna, pues severas atribulaciones acopiaban su mente. A su lado estaban los dos canes malheridos, Akamaru y Leonidas, quienes habían congeniado de manera excelente. El perro de Kiba le vino muy bien al de Sasuke para recuperarse por la muerte de sus hermanos, ya que había estado muy decaído desde aquella terrible noche que, en su memoria canina, jamás desaparecería.
La que ahora padecía una gran tristeza era la blonda, puesto que la muerte del último Uchiha la tomó por sorpresa. Le fue muy difícil de digerir tal verdad, afectándola más de lo que jamás imaginó alguna vez. Tanto así que aún mantenía la esperanza de que hubiera podido escapar de algún modo, de que pudo sobrevivir pese a tener todo en contra. Por eso no se ha movido de la mansión todavía, empecinada en darle el beneficio de la duda. Sin embargo, a medida que los días transcurrían su esperanza iba muriendo gradualmente. El dolor consiguientelo vivió sola, fingiendo que todo marchaba bien.
De pronto, su abstracción fue interrumpida cuando vio que Naruto se le acercaba, sentándose al lado de ella a poco más de un metro. Dedujo que él procuraba no invadir su espacio personal, un acto caballeroso aunque quizás innecesario para su gusto. De hecho, le hubiera gustado tenerlo más cerca.
—Ino, no quiero ser entrometido, ¿pero estás bien? —Al no recibir una respuesta veloz, prosiguió. —Tu actitud cambió desde la visita de tu lugarteniente unos días atrás; no sé cómo decirlo exactamente, pero estás opaca, menos expresiva que antes. Sakura ha intentado averiguar qué te pasa, pero no has querido contarle nada. Supongo que decidiste no preocuparla, pero yo soy un guerrero igual que tú y me gustaría saber que te está pasando.
Ella lo miró y esbozó un inicio de sonrisa que no llegó a cumplir su potencial. Sin embargo, sí que se alegró de ver su sincera preocupación. Decidida a darle el honor que un guerrero como él merecía, quiso contarle de una vez lo que tarde o temprano igualmente sabría. Además, había algo en ese hombre que le inspiraba a no tener que aparentar fortaleza todo el tiempo, a desahogarse con confianza.
—Para mí es una noticia muy dolorosa, pero seguramente a ti te alegrará.
Él frunció el ceño y volvió inquisitivo su semblante. Ino entendió qué esperaba a que le explicara más.
—Está bien, te lo diré sin rodeos: todo se fue a la mierda. —Tras lo dicho, dio un profundo suspiro.
Un matiz de asombro pintó los azules ojos de Naruto.
—¿Qué pasó?
—Hace cerca de una semana Danzo lanzó una emboscada contra Sasuke para matarlo en altamar. Envió veintidós élites y mil doscientos cincuenta hombres. Es muy probable que ya esté muerto, pero me cuesta tanto aceptarlo que sigo negándolo. —Pesarosa, apretó sus labios hasta desaparecerlos. —Todavía tengo una pequeña esperanza de que siga vivo, pero esa ilusión se marchita a cada día que pasa... —el dolor en su voz resquebrajada fue evidente.
Naruto quedó conmocionado. Su ser se petrificó ante lo impactante de lo recién dicho. Pasó muchos segundos en que sus ideas chocaron las unas contra las otras hasta que le echó un vistazo a Ino, comprobando nuevamente que ella quería mucho a Sasuke.
—Si esto pasó hace una semana, ¿por qué no nos dijiste nada? —cuestionó disconforme—. Si Danzo envió a tantos élites podríamos haberlo atacado. Quizá todavía podríamos —propuso cerrando un puño—. Seguro que está desprotegido o por lo menos no tan protegido como antes.
—Créeme que lo mismo pensé yo, pero la guardia imperial sigue a su lado y los miembros de Raíz están vigilando desde las torretas cada rincón del castillo. Sin máquinas de asedio es imposible penetrar porque el castillo es una verdadera fortaleza; como si fuera poco tampoco tenemos un mínimo de hombres para intentarlo. Pese a que no estén los élites, es imposible matar a Danzo bajo las condiciones actuales. —Cerró sus párpados un largo rato antes de volver a abrirlos. —El rey nos ha ganado —sentenció mientras friccionaba sus dientes, amargada hasta decir basta.
—Pero tiene que haber algo que podamos hacer —no se conformaría tan fácilmente—. Danzo no puede obtener la victoria.
—Lo que más quiero es vengar a mi compañero, pero no hay modo de hacerlo. Para peor la rebelión no es posible si Sasuke no la lidera; sólo él podía convencer al ejército para ponerse de su lado.
Naruto se tronó los dedos varias veces mientras sus labios cambiaban de posición en una seguidilla de muecas.
—Quizá siga con vida. Si yo logré sobrevivir a la emboscada que me hicieron, entonces él también pudo. No hay que darlo por muerto todavía.
—No sabes cuánto me gustaría que eso fuera cierto, pero es demasiado difícil que lo sea. Ambas situaciones son diferentes: a ti no te emboscaron en medio del mar y no fueron veinte élites; sólo siete. Por milagro sobreviviste, pero, aun así, estuviste varios meses casi muerto.
Uzumaki no contestó, sólo guardó un prolongado silencio. Ino lo enfocó girando su cabeza y se sorprendió mucho al verle un semblante taciturno.
—Yo pensé que te alegrarías con la muerte de Sasuke —comentó extrañada.
Naruto suspiró para luego negar con su cabeza. La miró directamente.
—No me alegro ni estoy satisfecho. Yo quería matarlo con mis propias manos. —Convirtió las susodichas en puños muy apretados. —Es una lástima que haya fallecido así.
—Puedo entender eso —dijo ella tras una breve pausa.
De repente los ojos de azul más intenso fueron abordados por un brillo de preocupación.
—¿Y qué habrá pasado con Hinata? —su rostro se manchó con dolor. Nunca trató mucho con ella, pero parecía una chica muy buena. Le tenía estima.
Ino movió su cabeza en señal de negación.
—No lo sé; espero que esté bien y quiero creer que así es. La presa era Sasuke, no Hinata. Además, estoy segura que él hizo lo imposible por protegerla, de modo que debe estar bien. Ojalá así sea.
—No lo entiendo. Sigo sin aceptar algo así —negó con su cabeza precipitadamente—. ¿Por qué Sasuke protegería a Hinata? ¿Por qué quiso acompañarla y exponerse a una emboscada así por parte de Danzo? Tampoco asimilo la razón de que Hinata quisiera viajar con él. Es incomprensible de veras.
—Siendo sincera yo tampoco lo sé, pero es difícil aplicar la lógica a las cosas del corazón. Por más extraño que nos parezca, simplemente pasó.
Se hizo una larga y significativa pausa.
—¿Qué harás ahora? —preguntó repentinamente el varón.
—El ejército de Danzo es demasiado grande. Sin Sasuke para sumar más hombres es imposible vencerlo. Esa es la cruel realidad. Por eso me iré lejos junto a mi clan, buscaré un nuevo hogar en los confines del mundo. Tal vez viva en una isla o algo así.
—¿No piensas vengar a Sasuke? Yo por lo menos no quiero quedarme de brazos cruzados mientras Shimura se jacta de haber destruido mi nación.
—Primero es lo primero: debo procurar que mi clan sobreviva. Luego pensaré en cómo vengar a Sasuke.
—Esto es demasiado frustrante. Demasiado.
—Entiendo tu sentir perfectamente porque yo estoy igual, pero tal vez más adelante, cuando ya estés totalmente recuperado, podríamos aliarnos a las ciudades rebeldes para intentar derrocarlo. Sin embargo, las posibilidades de derrotar a Danzo sin Sasuke son prácticamente nulas. Quizás sólo podemos esperar a que pague en el otro mundo lo que no pagó en este —dijo tristemente.
Naruto se rascó la cabeza, luego las orejas y finalmente hizo lo mismo con la nariz. Acto seguido, profundizaron en la posibilidad de aliarse con la isla rebelde y algunas colonias, pero la verdad era que el futuro se veía muy oscuro.
—Tras haber estado tan cerca de la muerte, creo que es hora de que pienses en ti mismo en vez del resto. —Ino se dio el tiempo de clavarle sus ojos. —Sakura es una buena mujer —afirmó mientras su mirada cambiaba hacia la susodicha, misma que lanzaba unos varillazos diagonales a su oponente adolescente.
Naruto no tardó en colorear sus mejillas; ¿tan evidente era que su amiga pelirrosa le gustaba? En realidad nunca había sido bueno ocultando cosas, tampoco era el momento para hacerlo, así que no sacaría nada con negarlo. Al verse descubierto decidió dejar que sus palabras fluyeran naturalmente.
—Siempre estuve enamorado de ella pero nunca me correspondió, así que me resigné a verla solamente como una buena amiga. Además, ahora mismo no tengo cabeza para pensar en esas cosas.
A Ino le extrañó que Naruto dijese «estuve», un verbo usado en pasado. También le extrañó que Sakura no le correspondiera a un hombre noble y guapo como lo era Naruto. En otra ocasión hubiera querido saber más, pero, aunque ya hubieran pasado cuatro días desde la funesta noticia de la emboscada marítima, ahora mismo no estaba de ánimos para indagar sobre estados sentimentales.
—¡Lo logré por fin! —gritó una emocionada Hanabi a la vez que daba un salto de alegría. El estruendo interrumpió la atención mutua que se dedicaban ambos rubios.
—¡Bien, Hanabi! —exclamó Kiba aplaudiéndola efusivamente. Estaba muy orgulloso de ella.
Sakura se sobaba un brazo, pues había recibido un varillazo que, de ser una espada verdadera, probablemente le habría cortado su extremidad. Curiosamente, se había distraído al mirar de reojo como Naruto e Ino hablaban mirándose fijamente. No sabía por qué, pero la cercanía natural que les notó durante estos días la incomodaba. No podía clasificar tal sensación como celos, dado que ella no sentiría tal cosa por Uzumaki. Era un hombre muy bueno por supuesto, posiblemente demasiado noble para ella, pero, para su gusto, también más infantil y juguetón de la cuenta. En un hombre le llamaba más la atención la sobriedad, la madurez, la discreción, en vez de la personalidad estrambótica y arrasadora que solía tener Naruto. También le gustaba la inteligencia, pues ella se consideraba inteligente y Naruto no es que fuera muy listo precisamente. ¿Pero por qué sentía esa extraña incomodidad entonces?
Alrededor de dos horas más tarde, justo cuando el entrenamiento de las novatas cesaría, un guerrero regordete hizo acto de presencia, aunque a orillas del arroyo en lugar del portal principal como cabría esperar. Los extranjeros se pusieron alertas de inmediato, aunque Ino aclaró que era su lugarteniente, el mismo hombre que días atrás no pudieron ver por la lejanía sumándose a la oscuridad de la noche.
Chouji hizo un esfuerzo para atravesar caminando la corriente del arroyo, el cual le llegaba hasta el pecho. Ino fue corriendo hacia él y le abrió la portezuela metálica que permitía que los caballos abrevaran. Ahorrándose saludos, el recién llegado fue directo al grano.
—¡Ino! ¡No lo podrás creer, pero Sasuke sobrevivió a la emboscada! —su exclamación hizo que el resto también escuchara pese a estar hartos metros más allá. Enseguida detuvieron en seco todas las acciones que estaban realizando.
Expresiones de asombro fueron haciéndose lentamente en el rostro de la rubia, a diferencia del grupo liderado por Naruto en que los gestos fueron mucho más veloces.
—P-pero eso es imposible. —No sabía cuando ocurrió la última vez que había tartamudeado, aunque si alguien apostaba a favor de que fue más de un lustro atrás habría ganado.
—¡Lo que escuchaste, Ino! —dijo efusivamente—. Sasuke sobrevivió, no sé cómo, pero lo hizo. Todos los soldados que atracaron en el puerto están contando la noticia. Mató a veinte élites mientras Deidara y Gaara luchaban entre sí.
Cada músculo en el cuerpo de la rubia se paralizó por completo a excepción de sus párpados que se abrieron más que antes.
—¿¡Pero cómo!? —Aunque no era su intención, su voz sonó como un grito. —¿En verdad logró matar a veinte élites? —Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Incluso llegó a pensar, por un breve segundo, que Sasuke no era un ser humano sino un demonio de verdad—. ¡Lo que dices es una locura! —terminó chillando como si tuviera miedo de que todo lo dicho fuese mentira.
—Yo tampoco me lo podía creer, pero los soldados en el puerto lo están confirmando. ¡Sasuke está vivo y llegará a nuestras costas en unos días! ¡Aún podemos derrocar a Danzo!
Como si continuara pensando que se trataba de un sueño, la blonda se mantuvo quieta por varios segundos. De la incredulidad pasó a la aceptación y luego una amplia sonrisa confirmó que la tercera fase era la felicidad. Efusiva, y olvidándose completamente de que era una soldado, se dio un emocionado abrazo con Chouji. Como era de esperar duró poco, pero fue lo suficientemente largo para ambos. De modo veloz se deshicieron de lo sentimental, dando paso a que los asuntos estratégicos ocuparan sus mentes. A lo lejos, Naruto contó rápidamente la historia de la encerrona en altamar. Sakura y él aceptaron el hecho de que Uchiha había sobrevivido, mientras Hanabi y Kiba, impulsando su terquedad, se negaban a darle crédito a tal milagro.
—Chouji, tengo que reunirme con mi clan para contarles la noticia y preparar los siguientes movimientos.
—¿No puedes usar alguna paloma mensajera? —repuso añadiendo preocupación en su rostro—. Danzo ya debe haber dado la alerta roja y la orden de matarte. Yo fui precavido y me vine por otro camino pues también corro peligro.
—Se nota que nunca has entrenado a una paloma —reprochó con burla—. Se necesitan muchas semanas para que aprenda a viajar ida y vuelta y memorice los lugares a los que debe ir. Mi clan está oculto en un sitio muy recóndito, así que no puedo decirle «Oye, vuela hacia ese lugar y dile mis estrategias a papá»
—Vale, vale, perdón por ser un ignorante —se frotó la nuca al sentirse en ridículo—, pero entonces te acompañaré. No me gusta que vayas sola mientras los hombres de Danzo empiezan a merodear. Sabes que tú eres prioridad alfa.
Ella sonrió confiadamente.
—Gracias, Chouji, pero sabes muy bien que puedo cuidarme perfectamente sola. Esto es algo que sólo yo puedo hacer. Además, después tengo que hablar con alguien muy importante y necesito hacerlo a solas o no me escuchará.
—¿De quién se trata?
—Ya lo sabrás —le guiñó un ojo con complicidad.
—Te encanta hacerte la interesante —se quejó él aguantándose a duras penas la curiosidad.
Ella rió. Luego apuntó algo importante:
—Ya te hablé de Naruto y sus amigos, ¿no? —A sabiendas de que sí lo hizo, no esperó por respuesta. —Quédate con ellos y aplica el plan D si es que Danzo decide atacar esta mansión.
—De acuerdo.
—Yo probablemente regrese a horas de la madrugada ya que el camino es bastante largo —Se masajeó unos segundos la frente para luego abordar el tabique de su nariz. —Ahora te presento con Naruto y los demás, pero dame un momento.
—Claro —consintió enseguida.
Ino explicó lo sucedido para luego informar que Chouji se quedaría con ellos ya que, en caso de ataque de las huestes de Shimura, conocía bien las vías de escape de la mansión y alrededores. También les advirtió algo muy importante:
—Por favor, esto tómenlo muy en serio o habrán problemas gravísimos —musitó a un nivel casi inaudible: nunca mencionen la palabra «gordo» delante de mi compañero o lo que sucederá será incluso peor que la erupción de un volcán. Cuando escucha gordo se vuelve peor que un demonio y su nivel de combate aumenta al doble.
Kiba, Hanabi, Sakura y Naruto miraron a Ino como quienes miran a una loca de remate. Luego intercambiaron notables expresiones de incredulidad entre ellos.
—¿Estás hablando en serio o es una broma? —preguntó Uzumaki en cuanto derrotó su estado de perplejidad.
—Es muy en serio —confirmó ella con un tono acorde a lo recién expresado.
—¿Pero quiere negar la realidad o qué? Tu amigo está definitivamente gordo —señaló Kiba mientras le daba una nueva repasada visual.
Ino se arrojó a taparle la boca con su palma mientras hacía un «chist» prolongado.
—¿Eres tonto o qué diablos? —recriminó la blonda aplicando su mano cual bozal—. Te dije que esa palabra está prohibida —musitó luciendo asustada. Miró de reojo a Chouji esperando que no hubiera escuchado al imprudente de ojos rasgados y su falta de reacción la hizo suspirar aliviada. Sólo entonces sacó su diestra de la boca de Kiba.
El cuarteto se había quedado de piedra, puesto que una guerrera de élite sintiera temor era algo altamente anormal. Era la primera vez que la veían así.
—Chouji no está rellenito —musitó Ino a un decibel sólo perceptible para los allí presentes—, sólo tiene los huesos más gruesos.
Ante la psicodélica situación el grupo de cuatro amigos aceptó no decir la palabra prohibida, aunque más por confusión que por verdadera convicción. A posteriori la guerrera presentó a su compañero; entonces compartieron entre todos detalles y análisis de posibles estrategias, hasta que finalmente, entre alegres despedidas que le desearon buena suerte, Ino partió a reunirse con su clan.
En el camarote de lujo número veintitrés, un hombre de cabellos rojizos y ojos turquesas volvía desde los umbrales de la muerte tras casi cuatro días de agonía. Antes había tenido breves lapsos de conciencia entre sus delirios, empero, esta vez su mente recobraba el sentido definitivamente. Sumido en una lógica consternación trató de ver algo abriendo sus párpados, pero sintió como si placas de metal colgaran de éstos. Aunque postreramente consiguió su propósito, de poco sirvió pues su visión estaba muy borrosa. Inquieta, su mente buscó su último recuerdo y lo que encontró fue estar aferrándose al casco del navío civil mientras daba un último grito de socorro. ¿Había muerto, acaso? Desechó el sentido de la vista por ahora y se concentró en lo que percibía su cuerpo: toallas mojadas cubriéndole la frente, las axilas y la ingle; una cama sosteniéndole el cuerpo; una venda en su mano perforada. Si estaba muerto entonces la siguiente vida no se diferenciaba en nada de la primera. No. Definitivamente había sobrevivido.
¿Dónde estaba? Inspiró profundamente mientras intentaba erguir su espalda, pero al apoyar su diestra sintió un dolor punzante justo en el centro de su palma. Era la herida por la cual Deidara le inoculó su veneno. Gruñó en cuanto recordó al maldito artista; sus dientes apretados provocaron un chirrido desagradable durante unos segundos.
Cerró y abrió su mano sana varias veces; luego flexionó sus piernas sin problemas; movió en un círculo su cuello; y por último hizo rotar los hombros. Comprobó de esa forma que tenía el control total de su cuerpo, a excepción de la derecha dañada. Entonces llevó la mano que sí podía mover hacia sus rojizos cabellos, palpando que estaban húmedos. Su boca no estaba reseca para nada, lo cual indicaba que le habían dado agua constantemente, misma que la fiebre le hacía perder rápidamente.
Volvió a centrarse en el sentido de la vista; rápidamente trató de vislumbrar su herida aunque sin lograrlo todavía. Se frotó los párpados con el antebrazo hasta que sus ojos recuperaron gradualmente su funcionamiento normal. Entonces se acodó e hizo viajar su mirada a fin de hallar respuestas; grande fue su sorpresa al ver a una chica durmiendo en una silla, aunque con el pecho y la testa afirmados en la cama. No tuvo que pensar más de dos segundos para entender que esa fémina de puntiagudos cabellos castaños había sido quien lo cuidó. La escrutó atentamente, aunque su forma de dormir, cabeza afirmada entre sus brazos cruzados, apenas le dejó ver una pequeña parte de su rostro. Estaba roncando levemente, cosa rara en una mujer tan joven como parecía ser, pero Gaara no creyó que fuese algo común en ella: seguramente estaba demasiado cansada; agotada por haberlo cuidado durante días. No supo qué sentir, tampoco qué pensar. Sólo preguntas llegaron a su mente. ¿Qué pasó realmente? ¿Por qué la muchacha allí presente velaba por él? ¿Cuánto tiempo había transcurrido?
Irguió su espalda y se perdió un largo tiempo mirándola hasta que un súbito bamboleo le verificó fehacientemente que seguía en altamar. De repente, entre sueños, escuchó que lo nombraba respetuosamente como «Señor Gaara». ¿Estaba soñando con él? La pregunta estaba de sobra, pero que una mujer dijera su nombre sin ningún miedo le forzó tal cuestionamiento.
Se sentía molido, adolorido como si una tropa de dragones le hubiera pasado por encima, pero de algún modo sus músculos le suplicaban eliminar el hastío de estar cuatro días casi inmóviles. Haciéndole caso a su cuerpo intentó ponerse de pie, provocando, sin intención, que la chica a su lado despertara.
En cuanto ella lo vio consciente, abrió su boca instantáneamente.
—Se-señor Gaara, despertó —dijo lo obvio entre emocionados temblores—. Pensé que iba a morir, realmente lo pensé.
Él la miró frunciendo el ceño al no entender esa extraña efusividad.
—¿Tú fuiste la que me salvó la vida, verdad? —Aunque no fuera su intención, su voz salió tan siniestra como siempre.
—No fui solamente yo, señor, los médicos también ayudaron —dijo humildemente.
—Sin embargo, dudo mucho que ellos se alegraran tanto de verme vivo. ¿Por qué tú lo haces?
Ella se sonrojó de manera inmediata, pero logro mantener la compostura; no se tapó la cara ni desvió su mirada. Sólo deseó que las antorchas no tuvieran la suficiente luminosidad como para que él detectara su tono rubí.
—Señor, sé que no lo sabe y puede que tampoco le interese, pero si no fuera por usted yo no estaría viva ni en libertad —afirmó con una seguridad total—. Además de eso, también soy su compatriota. Nací en la aldea de la arena también —dio inicio a una tímida sonrisa—, pero mis padres emigraron cuando yo tenía seis años.
Gaara se sintió muy confundido, pues la chica que tenía enfrente no parecía tenerle miedo alguno. Sintió ganas de hacerle muchas preguntas que normalmente ni siquiera se plantearía: su nombre, edad, por qué decía que estaba viva gracias a él, empero, decidió enfocarse en cosas que ahora mismo le eran más importantes.
—¿En dónde estoy exactamente?
—En el barco civil llamado Jiren, señor. Su caso fue difícil de enfrentar porque no tenemos datos de qué tipo de veneno usa Deidara, por lo que no podíamos usar ningún antídoto. Entonces le hicimos perder un poco de sangre de su mano para que un poco de la ponzoña saliera de su sistema. A los médicos también se les pasó la idea de amputarle la mano, pero supusieron que usted prefería morir a quedar manco. A fin de cuentas nosotros poco pudimos hacer, si está vivo es más que nada gracias a la propia fuerza de su cuerpo.
—Aún tengo dos cosas por hacer en el mundo —comentó para sí mismo sin tomar en cuenta si ella lo escuchaba o no—. ¿Dónde están mis hombres? ¿Se fueron con Deidara?
—No, señor. La mayoría se unió a Sasuke Uchiha en su rebelión contra el rey.
Gaara separó más sus párpados al mismo tiempo que su boca se entreabría levemente. Matsuri, entretanto, pensó que se veía precioso con ese gesto de asombro salpicando su rostro. A veces se perdía horas mirándolo mientras lo cuidaba, sobre todo últimamente cuando el veneno daba marcha atrás, permitiéndole tener un semblante más tranquilo. No recordaba haber visto jamás algún hombre más bello que él.
—¿Acaso Sasuke sigue vivo? —preguntó el varón sin poder creerlo.
—Sí, señor, está vivo. Mató a casi todos los élites de la emboscada, sólo dos sobrevivieron. Deidara, quien huyó en la fragata líder, y un tal Sai. Sé que parece una mentira, pero le juro que es la verdad.
Gaara siguió perplejo, dado que tal información era muy difícil de digerir. La chica le dio algunos detalles más, aunque el pelirrojo no le prestó completa atención. Saber que su destino estaba en las manos de Sasuke lo hizo sentirse humillado. Como un amargo postre a lo anterior, lo más probable es que se le burlaría en la cara por haber perdido contra Deidara. Cerró su puño lleno de frustración, sin entender cómo diablos había llegado a estar en una situación tan desfavorable. Él, el segundo hombre más fuerte del reino, había quedado reducido a un cuerpo que agonizaba sobre una cama y cuidado por una mujer que ni siquiera conocía. ¿Qué humillación más grande que esa podía haber?
Reviso visualmente la habitación buscando sus armas, pero evidentemente nada había. Estaba inerme, pero eso no significaba que no pudiera romper el catre u otro mueble para hacerse una navaja artesanal.
—Escucha, muchacha, quiero que te quedes afuera de esta puerta por veinte minutos y luego llames a Sasuke Uchiha ante mi presencia.
Ella lo miró consternada, sin entender por qué de repente hacía una petición así.
—Señor, es muy tarde ya. Con toda humildad le sugiero que espere a mañana cuando se sienta mejor.
El pelirrojo general cerró los párpados un momento mientras su expresión cambiaba lentamente hacia una que resplandecía vileza. En cuanto su rostro fue adornado completamente por tal cualidad, abrió unos ojos mucho más agresivos que los anteriores.
—Haz lo que te digo o créeme que te irá muy mal —su voz emergió naturalmente oscura, maligna.
Para sorpresa del malherido, la chica le sostuvo la mirada sin demostrar ningún miedo ante su amenaza. ¿Por qué? ¿Acaso su mermado estado no amedrentaría a nadie actualmente? Justo cuando incrementaría el nivel de su oscuridad, la fémina asintió haciendo una respetuosa reverencia.
—Perdóneme por atreverme a dar mi opinión. En veinte minutos le traeré a don Sasuke Uchiha. —Hizo una respetuosa reverencia y salió por la puerta a paso tranquilo.
La disculpa no había surgido por temor; Gaara estuvo tan seguro de ello que hasta podía saborearlo. Esa mujer, de la que no preguntó siquiera su nombre, le había llamado la curiosidad. Algo sobradamente extraño si se trataba de él.
Dejó de pensar en la extraña joven y, pese a la debilidad que todavía sentía, se dispuso a romper la parte trasera de la mesa de noche. Era una suerte que Uchiha no le hubiese puesto guardias por estar entre la vida y la muerte. Su falta de precaución terminaría condenándolo. No perdió el tiempo y tanteó el material del mueble, verificando que la madera era lo suficientemente dura como para obtener un puñal capaz de atravesar la carne.
Hinata estaba de rodillas y con las manos en el suelo a fin de soportar el peso de su tórax, mientras el sudor cubría su cuerpo como si recién se hubiera dado un baño. Múltiples gotas caían sin parar sobre la tablazón de cubierta, prueba del tremendo esfuerzo físico que hizo al trotar por la proa una infinidad de veces, además de subir y bajar las escaleras una cantidad similar de ocasiones. Su boca abierta había reemplazado a la nariz en su labor de oxigenación, jadeando sonoramente en el proceso.
—¿Eso es todo? —preguntó Uchiha sin condescendencias—. Ino habría recorrido el cuádruple que tú y no estaría sudando siquiera —le picó el orgullo.
La fémina de ojos blanquecinos sintió injusta la comparación. La blonda llevaba muchos años mejorando su resistencia física y, en cambio, ella apenas comenzaba. Sin embargo, inhaló profundamente muchas veces a fin de calmar su desbocada respiración y, piernas tambaleantes de por medio, se decidió a hacer un último esfuerzo. Aunque jadeaba profusamente todavía, iba a continuar su trote hasta que ni una pizca de energía le quedara.
—Todavía puedo dar más —afirmó cuando estuvo enderezada. Aunque la voz imitó muy bien el temblor de sus piernas, salió muy digna igualmente.
Al instante Sasuke se sintió orgulloso de su musa.
—Esa es la actitud, Hinata —la animó él a su manera inexpresiva—. Mientras más sudes aquí, menos sangrarás en el campo de batalla —lanzó la verdad que todo soldado conocía.
Hinata logró dar cinco vueltas más, derrumbándose en cuanto completó la última. Quedó desparramada sobre el suelo sintiéndose como un rompecabezas al que debían armar. Si Sasuke le exigía correr más pensaría seriamente en lanzarse por la borda.
—Es todo por hoy —avisó para alegría de su novia—. Si continúas podría darte un desgarro.
De tener el aliento suficiente, Hinata le habría dado las gracias. Agotadísima, se mantuvo tres minutos en el suelo como lo haría un gusano que debió esquivar una enorme piedra soterrada. No esperaba que Sasuke la ayudara a erguirse, pero decidió tentar suerte.
—¿Podrías ayudarme a levantarme, por favor?
—Serás una guerrera —le recordó empleando su acritud acostumbrada.
—El entrenamiento ya terminó, así que te lo pido como tu futura esposa en vez de una guerrera —retrucó.
El militar observó un mástil unos segundos. Luego le ofreció su diestra y, dando un pequeño tirón, la puso de pie nuevamente.
—Gracias —sonrió agradecida.
Él volvió a colocar su espalda en el barandal, ansiando retomar sus propios entrenamientos. Desde su pelea con Naruto que no realizaba ninguno, un cambio desagradable tomando en cuenta que era una parte fundamental de sus rutinas diarias. Sólo esperaba poder recuperarse de su lesión lo antes posible.
Hinata avanzó hacia él poco después. Estaba molida por dentro, pero muy satisfecha por seguir dando pasos hacia su nuevo futuro como guerrera.
—¿En qué piensas? —preguntó ella al notarle un aire meditabundo.
—En la delicia que hicimos anoche —contestó mirándola fijamente.
Si la intención de Sasuke era sonrojarla lo había conseguido con creces. Completamente avergonzada se tapó las mejillas y desvío sus ojos hacia un punto muerto.
—N-no digas eso.
—Es la verdad —le dijo a la vez que se desplazaba hacia la punta del barandal.
La fémina esperó unos segundos antes de seguirlo. Su cuerpo se sentía como si alguien le hubiese hecho heridas por dentro de la carne. Finalmente logró dar un paso y ello propició que los demás fluyeran naturalmente. Llegó hasta quedar a un lado de su prometido, quien parecía perdido observando la vastedad del mar. Se mantuvo un grato silencio de unos minutos hasta que Hinata necesitó preguntar algo que le era demasiado significativo.
—Sasuke... —dio un lapso para que el soldado le diera su atención encarándola—, ¿cuándo se celebrará nuestra boda?
—Cuando tú quieras —respondió inmediatamente.
—Pero esto es algo muy importante que deberíamos decidir los dos de mutuo acuerdo.
Él se puso de tal manera que el viento le desordenó aún más sus cabellos. No se molestó en quitar los mechones que obstaculizaron parcialmente su visión.
—Elige si quieres casarte antes o después de la guerra —su tono autoritario le confirió a sus palabras el carácter de ser una orden en lugar de una proposición—. Yo estaré de acuerdo con tu decisión.
—A mí me gustaría casarme lo antes posible —dijo al cabo de unos segundos—. L-la verdad me siento muy pecadora por haber hecho el amor sin estar casada. —Se ruborizó al tiempo que comenzaba a entrechocar sus índices. —Los soldados empezarán a rumorear cosas malas de mí...
—Primeramente te aseguro que nadie, ni siquiera a nuestras espaldas, se atreverá a rumorar cosas de la mujer de Sasuke Uchiha. En segundo lugar: si de todos modos quieres contraer nupcias rápidamente, podemos hacerlo en cuanto lleguemos a la costa.
Ella le tomó del brazo asintiendo con una pequeña sonrisa. Luego cerró los ojos queriendo imaginar ese importantísimo momento. Sobre la oscura pantalla formada por sus párpados unidos, apareció una imagen que la hizo sentir muy feliz: un bello traje de color violeta claro, con una larga cola que se deslizaba por el suelo, la vestía en el día de su boda. Posiblemente a alguna chica actual le resultaría raro que no deseara casarse de blanco, pero antiguamente las novias elegían el color de su atuendo de acuerdo a sus preferencias. Ulteriormente un templo precioso llegó a su mente, uno decorado con esculturas y pinturas que conmovieran gratamente el corazón. Surgió, también, la imagen de Sasuke esperándola al final de la alfombra, en el altar, derritiéndola con esa sonrisa que casi nunca daba. Lastimosamente la epifanía terminó derrumbándose, puesto que a cada lado de la senda no había persona alguna. En donde deberían estar sus familiares y amigos sólo existía un vacío espectral, mortuorio...
Uchiha la vio cambiar su cariz radicalmente. La feliz sonrisa desapareció de cuajo, pasando a exhibir lo antónimo.
—¿Qué te pasa? —preguntó preocupado al sentir que ella soltaba parcialmente su brazo—. ¿Te arrepientes de querer nupcias?
—N-no, por supuesto que no —se apresuró a decir mientras volvía a aferrar instintivamente su fornido brazo—. No es nada importante, no te preocupes.
—Es importante o de lo contrario no te hubieras puesto triste de repente. Dímelo abiertamente. —Nuevamente su tono autoritario hizo acto de presencia. Estaba tan acostumbrado a dar órdenes que a veces se le olvidaba que a su prometida no debía tratarla como si fuera otro militar más.
Ella lo miró intensamente, una sombra de duda sacudiendo sus ojos en el entretanto.
—Si te lo cuento sería escarbar en el pasado y eso nos hace daño a los dos.
—De Ino siempre oí que guardarse las cosas era peor. Cuéntame.
Una mueca nerviosa se hizo en el rostro femenil. Luego decidió abrir la boca sin saber qué cosa saldría por ella. La cerró cuando se dio cuenta de que era mejor cavilar un pequeño intervalo. Finalmente, al hallar las palabras precisas, comenzó a mover sus labios esperando no balbucear.
—La verdad nunca imaginé que me casaría sin que ninguno de mis familiares estuviera presente. Me habría gustado mucho que Hanabi y Neji fueran mis padrinos de boda...
La expresión de Uchiha se hizo más rígida e incómoda, un gesto similar al que haría de tener una espina de pescado molestándole en la garganta. Su prometida tuvo razón en su advertencia anterior: el pasado volvía a removerse entre ambos como una condena. Cerró los párpados y los frotó como si estuviera cansado de tenerlos abiertos.
—En mi caso, Itachi habría sido el padrino de bodas —anheló lo imposible mientras la tarde de la masacre volvía para enterrarse como una estaca en su cerebro.
La del clan Hyuga sintió que sus últimas gotas de sudor comenzaban a secarse gracias a la brisa marina. El frío consiguiente hizo que se frotara los brazos por encima del delgado suéter que llevaba. Uchiha pensó en ofrecerle su abrigo, pero su cabestrillo quedaría a la vista de los escasos soldados que aún se paseaban por la cubierta.
—Sé que tu hermano habría sido un gran padrino.
—El mejor de todos —reafirmó él.
Ambos, paulatinamente, dejaron de vivir la realidad para sumirse en un mundo de recuerdos que alguna vez fueron felices. Entes de tristeza se volvieron.
Al cabo de un minuto, Hinata quiso cortar la agria dinámica en que seguían hundiéndose.
—¿Y a quién te hubiese gustado como madrina de bodas?
Uchiha reaccionó respondiendo automáticamente, ni siquiera tuvo que pensarlo un par de segundos.
—Ino sin duda alguna.
—Ella sería una estupenda madrina —comentó animándose al recordarla.
Él concordó mediante un movimiento de cabeza. Después movió la susodicha hacia el mar manteniendo un aire taciturno. Hinata optó por dejarlo tranquilo un par de minutos, pero el silencio que se hizo le fue incómodo. Se sintió culpable de haber cambiado el ambiente feliz que reinaba anteriormente.
—No debí decir eso, sabía que no tenía que mencionarlo y lo hice igual —lamentó que el dolor entre ellos hubiese reflotado una vez más. —Si seguimos dándole vueltas al pasado terminaremos volviéndonos seres de amargura —acotó en forma desvaída.
Uchiha ahogó un suspiro al mismo tiempo que se preguntaba si algún día dejarían de doler las terribles cicatrices que ambos tenían. No apostaría por una respuesta positiva, por lo cual prefirió no buscarla. Sin embargo, mencionaría algo que sí tenía muy claro. Entonces su negra mirada fluctuó hacia un fulgor de determinación que a Hinata le sorprendió.
—Queramos o no, el pasado siempre nos perseguirá para tratar de condenar nuestra pecaminosa relación. Lo que debemos hacer es dejarlo atrás, ganarle la carrera, y eso no se logra sólo en tres semanas. Necesitaremos mucho más tiempo.
—Tienes razón —aceptó enseguida agregando un movimiento de cabeza—. Siempre supimos que esto iba a ser muy difícil —se le quebró la voz, pero los ojos, más brillantes de lo normal, lanzaron el mismo temple que su pareja—. En una situación como la nuestra es mejor no reflexionar y simplemente sentir.
Utilizando el dorso de sus dedos, Uchiha le brindó una pequeña caricia en la mejilla. Tras ello, ensimismándose, volvió a enfocar su vista en el mar. Hinata lo observó atentamente, pero, más allá de que su pelo estaba más desgreñado de lo normal por culpa del viento, no notó nada externo que revelara tristeza. Recordó entonces que Sai no era el único que podía colocarse una máscara de frialdad en caso de necesitarlo.
—¿Sigues pensando en lo de los padrinos de boda? —preguntó intentando cortar el extenso silencio reinante.
—No; es otra cosa lo que en verdad me ocupa ahora mismo. Algo que vino a mi mente al pensar en mis familiares muertos.
—¿Qué cosa?
Sasuke cambió su enfoque desde el mar hacia ella. Entonces se dio cuenta que mirar la dulzura de Hinata calmaba las penas de su corazón mucho más que aquella inmensa masa de agua.
—A cada día que pasa las memorias que tengo de mi familia van volviéndose más vaporosas, más borrosas, como si estuvieran disipándose. Ya no recuerdo bien a mi madre, tampoco a mi padre, salvo algunos momentos puntuales que cada vez se vuelven más difusos. Quisiera que a mi cerebro llegaran más remembranzas, que se mantuvieran perfectamente allí, pero parece que la memoria es más frágil de lo que debería ser. Apenas logro obtener momentos con mis padres y el tono de sus voces lo olvidé ya. Y de mi hermano comienzo a olvidar cosas también, cosas que no querría olvidar jamás.
Las tenazas de la sorpresa erizaron los vellos de ella. La coincidencia que no se esperaba, logró que el efecto de piel de gallina también apareciera a una velocidad fulminante.
—Sé perfectamente a lo que te refieres —reaccionó tras varios segundos—. De mi madre también sólo tengo una imagen muy vaga y me gustaría que fuera distinto, recordar cómo era, qué pensaba, su manera de sentir, sus modales, sus gestos. —Dándose una pausa, su diestra aprovechó de mover hacia la espalda los cabellos que la ventolera le colocó por delante de los hombros. —Me gustaría tanto hablar con ella y preguntarle un sinfín de cosas, entre ellas por qué contrajo matrimonio con un hombre como mi padre. Seguramente fue un matrimonio arreglado como todos los de la nobleza, pero me gustaría tanto hablar con ella como dos mujeres adultas y preguntarle muchísimas cosas. —Suspiró tristemente antes de proseguir. —Por eso duele tanto la muerte, porque nunca más podrás compartir momentos especiales con tus seres queridos.
Sin saber qué añadir a la cruda verdad enunciada, Uchiha simplemente conservó el silencio.
—Insisto: es culpa mía —dijo ella lastimeramente—, el ambiente estaba alegre y yo lo he cambiado por completo.
El militar concentró su sentido del tacto en la ráfaga de viento que oreaba fieramente su rostro. Esa misma ferocidad le hizo entrecerrar los ojos al sentir que éstos terminarían irritados de seguir así. Los dirigió hacia Hinata y su clara tristeza le provocó intensos deseos de confortarla.
—No tienes la culpa de nada —dijo de modo concluyente—. Yo también insistiré: no podemos pretender que las terribles cosas que nos unieron dejen de doler en tan poco tiempo, pero creo firmemente que llegará un momento en que podremos superar el pasado.
Mientras los labios de ella temblaron de emoción, una pequeña sonrisa le apareció.
—Lo sé, Sasuke. Por eso quiero estar contigo.
Guiada por un súbito impulso de cariño, la joven tomó la diestra de Uchiha con la suya. Entonces volvió a sorprenderse por la notoria diferencia de tamaños: la mano de él prácticamente se tragó a la de ella. En cuanto superó el asombro, por primera vez se dio el tiempo de estudiarla concienzudamente, dándose cuenta de que no era la típica de un guerrero: tenía los dedos delgados, largos, y una piel tan clara que dejaba ver algunas venas azules. Su mirada viajó hacia la zurda que colgaba desde la punta del cabestrillo y entonces comprobó que sus manos tenían una armonía casi artística. ¿Qué profesión u oficio habría tenido Sasuke de no haber sido un guerrero?
—Ya es muy tarde. —Uchiha interrumpió los pensamientos de su prometida, quien dio un levísimo respingo. —Es hora de descansar —aflojó sus dedos a fin de que Hinata lo tomara del brazo en vez de la mano.
Ella, comprendiendo su acto, hizo exactamente lo que el guerrero esperaba.
—De acuerdo —cariñosamente, se aferró todavía más a él.
Volvieron al camarote número uno a paso tranquilo, sintiendo que la tristeza era reemplazada por la esperanza. Una vez que Sasuke abrió la puerta, pasó a sentarse en la cama y empezó la labor de desvestirse. Hinata se volvió ruborosa sin entender por qué; era ridículo sentirse así después de lo que hicieron anoche, pero la rutina de su timidez volvió a tomar posesión de su cuerpo. Sacudió ligeramente la cabeza.
—Voy a darme una ducha —avisó tímidamente—. Después de un entrenamiento así de intenso no debo oler muy bien que digamos —añadió chocando sus índices entre sí.
—No te siento mal aroma para nada —replicó olisqueando el aire—. Y sé que resfriado no estoy.
Ella, sonrojándose, sonrió.
—Muchas gracias, pero me siento incómoda sin bañarme.
La imaginación de Uchiha voló al evocar la imagen de Hinata desnuda bajo la lluvia artificial. Se relamió ante la idea de plasmar en la realidad aquello que acababa de esbozar en lo mental.
—Yo te bañaré —propuso incendiando su semblante con deseo.
—¿P-pero qué dices?
—Lo que escuchaste, a menos que tú no quieras.
—Ay... —dijo poniéndose nerviosa, sin atinar a nada más.
Sasuke la tomó desde el mentón a la vez que disfrutaba de su timidez. Su bruna mirada recorrió las líneas de ese agraciado rostro de tal modo que la fémina pudo sentirla como una caricia casi tangible. Ella, a su vez, se animó a dejar de lado la característica más distintiva de su personalidad, procurando destellar, a través de sus gestos, un sinfín de emociones que el soldado se permitió adorar sin restricciones. Esas perlas que imitaban la pureza de la nieve le hicieron soltar suspiros sintomáticos de amor, de los cuales se avergonzó en un principio aunque después aceptó sin resquemores.
Él la tomó desde la cintura a fin de apegar sus cuerpos. Hinata, instantáneamente, se fascinó al sentirse rodeada por su fornido brazo. Uchiha estaba herido, pero, a pesar de ello, conseguía darle una sensación de infinita seguridad y no era precisamente por el tamaño de sus músculos.
Pronto sintieron el aliento del otro volverse tan irregular como el propio, cada respiro desnudando sus ansias por unirse como anoche. Ese sentir enorme que se estancó entre ellos invadió el ambiente con una facilidad pasmosa, propagándose como un enjambre de dulzor emocional. Lo que se hacían sentir el uno al otro era simplemente increíble, magno e irrefutable.
—Bésame —exigió él de improviso.
Obedeciendo al mismo tiempo que desterraba su timidez intrínseca, Hyuga estiró sus brazos a fin de crear una tierna cárcel alrededor del cuello masculino. Entonces besó al ser amado sin saber exactamente lo que hacía pues sus labios tenían vida propia. Un minuto era toda delicadeza y en el siguiente toda vehemencia, siendo una niña en primer lugar y una mujer poco después. Guiada por sus impulsos más básicos se aventuró sin temores en la boca de Sasuke, succionando, atrapando, tentando.
—Hinata... —Su mano, posesiva, recorrió la cintura que enviaba una carta de invitación hacia las nalgas, mismas que asaltó afanosamente un poco después.
—Sasuke... —musitó su nombre tiñéndolo de amor y deseo.
Uchiha piensa en la hermosa desnudez de su futura esposa, en la tentación que está sintiendo por hacerla suya nuevamente. La carne endureciéndose en su lugar más íntimo era un recordatorio constante de cuánto deseaba ese perfecto cuerpo de mujer que se volvía un antojo sin esfuerzo. Necesitaba penetrarla.
Las ansiosas manos de Hinata se atrevieron a tantear los abdominales, para luego seguir el rumbo hacia el pantalón que ya comenzaba a cambiar su apariencia por algo que deseaba emerger a toda potencia. Fue entonces que ella se apretó contra el cuerpo de Sasuke con desesperación, con apetencia, con locura sexual. Deseaba sentir cómo se llenaba de sangre hasta quedar tan duro como el hierro. El órgano viril cumplió su anhelo al casi cuadruplicar su tamaño, cambiando su largo y espesor junto a ella. En cuanto aferró la erección entre los dedos sintió un mordisco en el cuello que la hizo alucinar estrellas. La avidez perturbadora de esa boca y la reciedumbre granítica del miembro hizo que Hinata se estremeciera por la fuerza de sus exacerbadas sensaciones.
Justo cuando Sasuke inmiscuiría sus dedos en la zona más suculenta de su amada e iniciar de ese modo los preparativos para el ritual sexual, unos suaves toques en la puerta del camarote detuvieron las acciones.
—Maldición, ¿a quién demonios se le ocurre llamar justo ahora? —protestó el soldado, enfurruñándose como un gato al que le tiran la cola.
—D-debe ser algo muy importante o nadie se atrevería a molestarte a horas tan tardías—acotó Hinata resignadamente, dando un hondo suspiro que pretendió normalizar su respiración.
Refunfuñando, Uchiha esperó a que su erección se cancelara. Luego se puso el amplio sobretodo a fin de ocultarse el cabestrillo. Dio los pasos necesarios para llegar hasta la puerta, la abrió y sus párpados se entrecerraron enseguida. Enfrente suyo estaba la chica castaña que había insistido en cuidar al demonio de la arena durante su agonía.
—Perdón por molestarlo, don Sasuke —al verle mala cara, tragó saliva antes de continuar—, pero el señor Gaara por fin ha recobrado la conciencia y ha solicitado su presencia.
Aunque Matsuri esperó alguna respuesta, nada arribó. Acto seguido trató de leer alguna emoción en el pelinegro, pero la nada que obtuvo la preocupó bastante. Como Gaara estaba de mal humor temió que el choque de sus personalidades pudiera provocar alguna reyerta que desembocara en un duelo mortal. El atisbar esa posibilidad como algo inminente hizo que sus manos se entrelazaran al estilo de un rezo, mientras los pulgares se frotaban el uno contra el otro. Decir que estaba nerviosa se quedaba corto.
—Señor, con toda humildad le pido que intente tener paciencia porque don Gaara está malhumorado.
—Yo también lo estoy —contestó él, cosa que a Matsuri la preocupó aún más—. Iré en un par de minutos —agregó cerrándole la puerta en la cara.
La chica de la arenosa aldea apretó sus labios y suspiró esperando que el encuentro entre ambos saliera bien. Aunque no le gustara, ella nada más podía hacer.
—¿Te puedo acompañar, Sasuke? —preguntó Hinata apenas terminó de hablar con la otra fémina—. No me gusta quedarme sola en este camarote, todavía no olvido lo de los espectros.
—No sería conveniente.
—¿Por qué?
—A Gaara le disgustaría mucho tu presencia por ser una Hyuga. Además esto será una conversación entre guerreros, entre generales de ejército que siguen siendo enemigos.
—Entiendo...
Uchiha se puso los zapatos tirando de los cordones para apretarlos más. Le tomó tiempo abrocharlos, ya que hacerlo con una sola mano era más complicado de lo que se pudiera pensar. Hinata lo vio atentamente, aguantándose las ganas de ofrecerle ayuda pues a Sasuke le disgustaba aquello.
—Cuídate mucho de Gaara, por favor —le solicitó de manera compungida—. Sé que eres el más fuerte, pero recuerda que actualmente sólo tienes una mano disponible.
—Serénate: él también tiene la mano lastimada y, además, sería un milagro que pudiera dar más de tres pasos.
Dicho lo anterior, Sasuke, más precavido que de costumbre por su mermada condición actual, puso un estilete en una de las fundas que tenía su abrigo. Posteriormente salió a través de la puerta a tranco muy seguro.
Al quedar sola, Hinata observó la puerta con una sensación de vacío golpeando su corazón. Estaba muy preocupada, mas no quería parecer una exagerada o poner en duda las capacidades combativas de su amado, dado que incluso con una mano menos superaría al noventa y nueve por ciento de guerreros. Convencida de tal idea fue desechando esa inquietud para reemplazarla por otra: por largos minutos fijó sus ojos en el cuarto de baño que le traía malos recuerdos. Tanto en este camarote de lujo como en el sellado las presencias paranormales que había visto surgieron desde los tocadores. Quería darse una ducha relajadamente, pero... ¿estaba sola realmente? Esa pregunta le hizo sentir un inicio de escalofrío que no recorrió su espalda; se atascó en la parte posterior de su cabeza.
Recordando el primer evento empezó a sugestionarse, percatándose, entonces, de la gran seguridad que le daba el hecho de tener a Sasuke al lado. Neji vino a su mente instantes después, recordando cuán protector solía ser con ella. Le pidió perdón por haberlo traicionado, sintiéndose culpable nuevamente por haber permitido el nacimiento de sentimientos prohibidos. ¿Cuándo cesaría aquel sentir de culpa? Le dio temor pensar que la respuesta era «nunca». Dio un triste e inevitable suspiro por ello.
Retomó su idea de ir a bañarse, diciéndose que sería una guerrera y por ende no podía dejar que el miedo la hiciera retroceder. «Ahora soy una chica distinta. Hace unas semanas temblaba de miedo, pero he sobrevivido a muchas cosas, incluyendo una emboscada de élites, así que no puedo dejar que esto me amilane. A día de hoy soy mucho más fuerte que antes»
Pero entonces... ¿Por qué se le estaba poniendo la carne de gallina? ¿Por qué el pelo de su nuca iba erizándose cada vez más? ¿Por qué sentía que unos dedos de hielo le tocaban cada región de la espalda?
De súbito, una de las antorchas se apagó. Su cerebro ni siquiera alcanzó a procesar la información que recibían sus ojos cuando se apagó otra más. La oscuridad del camarote ganó terreno, volviendo más preocupante la situación. Sólo quedaban tres luces prendidas y, por la forma en que cimbreaban sus llamas, no parecía que fuesen a prolongar su tiempo de vida. El hemisferio izquierdo de su cerebro, el más racional, intentó hallar una explicación lógica a fin de recuperar la calma que estaba perdiendo. Planteó la siguiente explicación: si el fuego se apagó era simplemente porque el sebo se había consumido. No existían entes paranormales involucrados en algo que era cotidiano. Sin embargo el hemisferio contrario, el emocional, intervino para volver a proyectar la dualidad que todo ser humano experimentaba a través de su vida: la lucha entre las emociones y la razón. Hipotetizó, entonces, que los espectros que vio antes no eran producto de una imaginación alterada; existían y querían comunicarse con ella para ser ayudadas de alguna forma. Justo cuando aceptaba esa conclusión como una verdad, le pareció oír unos pasos en el cuarto de baño. ¿Imaginaciones suyas?
No, definitivamente no...
Respiró profundamente con el objetivo de tranquilizarse. Por alguna de esas curiosidades de la mente, se acordó de Sakura y se preguntó cuán nerviosa estaría ella en su situación. Poco después arribó Ino y enseguida la tomó como inspiración, pues estaba segura de que la blonda no le temía a nada. Sin embargo, la valentía recién invocada se desmoronó cuando oyó algo muy parecido a un susurro que venía desde el cuarto que le provocaba dañinas suspicacias. Tragó saliva completamente angustiada y, como una forma de derrotar al cúmulo de miedo que nacía en su alma, trató nuevamente de dar una explicación racional a lo que estaba aconteciendo. A veces corrientes de aire podían filtrarse por algún orificio y adquirir tonos de susurros o silbidos. Tal esbozo era lo único que podía dar como una explicación sensata.
Lo que Hinata no sabía todavía es que pronto ocurriría algo que superaría con creces sus expectativas...
Mientras lo anterior sucedía, Sasuke avanzó por la planta de lujo hasta llegar al camarote número veinte. Abrió la puerta sin golpear y entonces vio a Gaara de pie portando el semblante asesino de siempre. Estaba al fondo de la habitación, con la espalda afirmada en la pared y de brazos cruzados. Seguramente estar erguido le significaba un gran esfuerzo todavía, pero su orgullo no le permitiría estar de otra forma ante su presencia. Aquello era algo que entendía demasiado bien, pues él habría hecho exactamente lo mismo.
Uchiha traspasó el umbral y cerró la puerta tras de sí; luego avanzó unos pasos hacia Gaara hasta quedar a una distancia peligrosa. La tensión que se hizo entre ellos alteró el aire al mismo tiempo que sus miradas se afilaban contra el otro. El hijo de Fugaku no lo sabía, pero el pelirrojo ocultaba en la manga de su camisa una daga de madera recién hecha, misma que utilizaría si recibía una sola ofensa, disgusto o burla.
Finalmente, ambos generales quedaron frente a frente en una disyuntiva de vida o muerte.
Respaldada por la luz de una antorcha y montada sobre su negro corcel, Ino llevaba casi cinco horas sorteando los baches y lodazales de un rústico camino circundado por frondosas coníferas. El solitario sendero, de por sí, ya era difícil de transitar, por lo cual la niebla que surgió de improviso volvió aún más laborioso el viaje. No obstante, por fin había llegado al tramo más fácil, lo que le permitió incrementar su velocidad tras la lentitud anterior. Se moría de ganas por ver a su padre y a su clan después de varios días, ya que los Yamanaka, esperando el momento propicio para unirse a la rebelión contra Danzo, habían decidido salvaguardarse en las abandonadas estepas de la nación derrotada poco tiempo atrás.
La espesa niebla fue transformándose en neblina, aunque el rango de visión apenas aumentó unos metros más. Distinguir los contornos de las cosas un tanto más alejadas era difícil, provocando que los pinos y abetos fueran fantasmas de alargados brazos en vez de árboles propiamente tales. Frecuentemente el sendero parecía perderse en un abismo insondable, pero la mujer más fuerte, como la fiera guerrera que era, siguió avanzando confiadamente a través del paraje. Esperaba llegar en una hora a su destino, mas algo inesperado sucedió: muchos metros más adelante gruesos troncos cayeron sobre el camino. Ino escuchó ello antes que verlo, pero confío inmediatamente en la barricada que vislumbró en su mente. Reaccionando como un rayo, tiró de las riendas para frenar a su equino antes de que se produjera una terrible colisión. Lo consiguió a duras penas, aunque no había tiempo de celebrar: dio un salto a tierra dispuesta a entremeterse en el bosque. Abandonar a su amado caballo le retorció el corazón, pero no tenía tiempo de ser emocional si quería salir viva. Debía ser fría por más difícil que le fuera.
Aunque intentó correr nada consiguió; un gran contingente de arqueros la tenían rodeada desde las ramas más altas de los pinos. Una flecha que le cayó unos pasos por delante y que se clavó en la tierra de forma casi vertical le informó aquello. Como si lo anterior no fuera lo suficientemente malo, un sinfín de pisadas se escucharon al interior del bosque. A la falta de ojos que pudieran atravesar la bruma, su oído le indicó que debían haber unos cincuenta soldados a cada lado del camino, muy dispuestos a matarla. La emboscada había sido tan perfecta, tan indetectable gracias a la niebla, que casi no se la podía creer. Arrepentimientos llegaron después, pero ya no se podía retroceder el tiempo a fin de tomar otro camino que evitara la trampa. Aceptando su cruel destino, desenvainó sus dos katanas dispuesta a caer como la guerrera de élite que era. La muerte le tendía sus sombríos brazos, pero no se dejaría abrazar sin luchar.
—¿¡Y cobardes como ustedes se hacen llamar soldados!? —gritó desafiante—. Si tienen algo de honor los reto a venir uno por uno, ¿¡o tanto miedo le tienen a una mujer!?
—Baja tus pulsaciones y envaina tus katanas —le ordenó alguien que emergió lentamente desde los tupidos matorrales.
Yamanaka reconoció esa odiosa voz enseguida, lo cual le crispó más los nervios. A sabiendas de que tenía total control de la situación, la figura, que portaba una armadura ligera, siguió avanzando tranquilamente hasta quedar frente a ella a unos prudentes metros. Cinco soldados a cada lado de ese hombre prendieron sus antorchas, cuyas luces le dejaron ver que, en efecto, se trataba del rey en persona. Otros cuatro guerreros se hicieron cargo del negro caballo, acariciándole el lomo a fin de tranquilizarlo.
—Te lo repito, envaina tus katanas —advirtió otra vez el monarca—. Sabes que no tienes posibilidad de escapar, así que no desperdicies tu vida y escúchame atentamente.
Haciendo caso omiso, Ino mantuvo sus armas en posición de ataque. Su lengua se paseó por los dientes incisivos mientras sus pulgares acariciaban las empuñaduras.
—¿Qué quieres? —su aguda voz sonó dominante, como si hablara con un subalterno.
—Te tengo una oferta que no podrás rechazar.
—Yo no aceptaré nada que venga de ti —previno enseguida.
El hombre alivió una contractura de su cuello moviéndolo en un círculo. Su semblante era de absoluta relajación, algo lógico tomando en cuenta que controlaba la situación de este a oeste y de norte a sur.
—Debo reconocer que eres tan insolente como asombrosa. Aun corriendo peligro de morir no muestras siquiera una pizca de temor. Sigues desafiante ante la inminente aniquilación de tu persona.
—Por supuesto que no le temo a la muerte. Muchas veces tuve que reírme de ella para convertirme en una guerrera de élite.
—Pues yo no he venido a matarte, sino a proponerte algo sumamente conveniente.
—Nada de lo que diga un marrano como tú me interesa.
—Escúchame primero y luego decide —dijo tranquilamente pese al insulto recibido. Su tono de voz evidenciaba a alguien que tenía el control de cada cosa a su alrededor.
Ino sin mover su cabeza, echó miradas de reojo a sus costados. No logró divisar a los soldados ocultos en tierra, pero sí a los que estaban en las ramas. Eran pocos porque un número mayor habría impedido una celada furtiva. A mayor número, mayores posibilidades de haberlos visto de antemano pese a la neblina. Por alguna razón ningún élite acompañaba al rey, pero estar sin escudo contra esos arqueros, sin posibilidad de cubrirse a tiempo, no le daba chances de escapar viva. Pensó abalanzarse sobre Shimura en un ataque kamikaze, pero las posibilidades de éxito eran nulas tomando en cuenta que su guardia personal estaba preparada a recibirla de antemano. Además, incluso si el soberano estuviera solo no sería una presa fácil. Estaba al nivel de un élite de primera clase, lo cual lo convertía en alguien complicado de vencer para cualquiera.
—Di tu propuesta de una vez —exigió tras descartar, por ahora, el resto de opciones suicidas.
—Como no tengo dudas que ya estás enterada, iré directo al grano: Todos sabemos que tú eres la única persona en la que Sasuke confía, la única que puede acercársele sin que se ponga alerta. Tú puedes matarlo por la espalda, darle una certera estocada en un descuido. Así evitarías una guerra civil que desangrará a muchos de nuestros compatriotas. Salvarás miles y miles de vidas.
La de ojos celestes no se sorprendió; era obvio que Danzo idearía algo así de rastrero. No obstante, se equivocaba: el verdadero maquinador había sido Orochimaru.
—Sabes perfectamente que la gente te importa un bledo. Haces esto sólo para mantenerte en el poder.
Danzo sonrió con irritante naturalidad.
—Pero a ti sí te importa nuestro pueblo, ¿o me equivoco? —replicó triunfante.
Antes de responder, la diestra de Ino apretó más la empuñadura de su katana.
—El pueblo estará mejor cuando tú dejes de ser el rey —sentenció alzando el mentón—. Además yo jamás traicionaría a Sasuke. Jamás.
Shimura se rascó una mejilla con el índice. Cuando sabía algo de antemano solía hacer ese gesto inconscientemente.
—Si aceptas mi propuesta no sólo salvarás a miles de vidas, también haré que tus riquezas sean inconmensurables. En primer lugar te daré la colonia más próspera para que la gobiernes como reina. También te entregaré dos mil quinientas monedas de oro para que realices las reformas que quieras sin que lo económico te coarte. —Sin exageraciones, los soldados casi se cayeron al suelo del asombro. La cantidad era astronómica, irreal. —Teniendo tal cantidad tus descendientes tendrían la vida asegurada durante incontables siglos, incluso milenios. Como si eso fuera poco te nombraré general suprema de mis ejércitos, por lo que nadie tendrá más poder que tú a excepción de mí.
Los milicianos seguían sin poder creer todo lo dicho por Danzo, pues era una verdadera locura de oferta, una increíblemente tentadora; una que, a juicio de ellos, sólo un loco podría rechazar.
Ino agitó su cabeza para que el mechón que solía caer por su frente dejará al descubierto su ojo izquierdo.
—Puedes ofrecerme todo el dinero del mundo, pero no haré lo que me pides. —Volvió a energizar su pose de ataque.
—Todas las personas tienen un precio. Todas —resaltó la última palabra alzando su voz—. Dime el tuyo y yo te lo concederé.
Ella lo miró con lástima mezclada con desprecio.
—Un hombre como tú nunca entendería que existimos personas que no vendemos nuestros principios ni por todo el oro del mundo. La lealtad verdadera no se vende por ningún precio. Puedes manejar a los hombres con dinero y a los animales con comida, pero nunca podrás hacer lo mismo con un Yamanaka. Nunca —recalcó de la misma forma en que él lo hizo antes.
Shimura no ocultó una gran mueca de molestia en su rostro. Durante unos segundos paseó su lengua por el paladar, sintiendo una acritud imaginaria allí. La tensión había escalado a nuevos niveles mientras el aire se volvía pesado, opresivo.
—La historia sólo recuerda a algunos privilegiados entre millones —inició un nuevo argumento—. Aceptando mi oferta, se te reconocerá por siempre como la mujer más poderosa que existió en el mundo. Durante cientos de años aparecerás en un sinfín de libros, monumentos, pinturas, poemas y canciones que alabarán tu valor. Por ende las futuras generaciones, durante los incontables siglos por venir, sabrán cómo viviste, cómo luchaste, tus grandes hazañas y hasta de qué forma moriste. Te estoy dando la oportunidad de que tu nombre se vuelva inmortal, de que la leyenda de Ino Yamanaka, la mujer guerrera, perdure por toda la eternidad. No desperdicies mi generosidad.
Ella sonrió con suficiencia total.
—Tu propuesta puede sonar muy tentadora para cualquiera, pero no para mí. No me interesa la fama o que gente futura, que nunca conoceré por cierto, reconozca mi nombre o que hablen de mí por los siglos de los siglos. Lo único que me importa es seguir mis principios. Eso es lo que me dará una muerte digna. Aunque me ofrezcas todo el oro, poder o reconocimiento del mundo, jamás traicionaré a Sasuke. Esa es mi palabra de mujer, la que tiene tanto o más valor que la de cualquier hombre.
Danzo cerró los ojos mientras daba un profundo suspiro que delató gran frustración. Se masajeó tanto la frente como los párpados durante unos segundos sin poder creer que alguien se atreviera a rechazar una oferta tan impresionante. Estaba seguro que de mil personas, novecientos noventa y nueve hubieran aceptado el trato. Sin embargo, la rubia le confirmó lo que él ya sabía de antemano: Ino era muy distinta a la mayoría. Lanzó un nuevo suspiro y abrió los párpados lentamente, manteniéndolos entrecerrados.
—Las mujeres son débiles, tontas, avariciosas, ingratas, rastreras, venenosas, volubles. Sin embargo, reconozco que tú eres la excepción que confirma la regla, así que te daré una última oportunidad. Piénsalo bien: si no te alías conmigo serás tú quien saldrá perdiendo. Pese a ser la única chica guerrera de nuestros tiempos, el mundo jamás sabrá que exististe. No serás una segunda Artemisia, no serás nada. A los escribas que se atrevan a nombrarte les cortaré las manos y les sacaré los ojos, y el que se arriesgue a tan siquiera susurrar el nombre de Ino Yamanaka será castigado con la pena de muerte inmediatamente.
—Aquí tienes mi respuesta, maldito —alzó sus dos espadas preparándose a luchar.
El monarca dio un suspiro como alguien que debe invocar paciencia para tratar con una niña pequeña. A posteriori, para gran sorpresa de la rubia, sonrió confiadamente; desafiante.
—Muy bien... quería hacer esto por las buenas, pero tú me has obligado a hacerlo por las malas. ¡Soldados, traigan al prisionero aquí!
Ante la confusa mirada celeste, dos militares avanzaron desde atrás y entonces vislumbró a alguien que le hizo sentir que se moría en dolor. La persona más importante de su vida estaba delante suyo, amordazado y atado de manos. Las dos afiladas espadas de los guardias se presionaban contra el costado de su abdomen.
—¿P-papá? —Un escalofrío corto la recorrió de pies a cabeza. Uno más largo llegó un instante después. Un tercero mucho más extenso le hizo sentir que su columna era cortada por la mitad.
Shimura, disfrutando el temor pintado en los ojos celestes, sonrió diabólicamente.
—No sólo él, también todo tu clan está prisionero en las catacumbas de mi palacio.
—¡Hijo de perra! —La desesperación hizo que emprendiera un movimiento para abalanzarse sobre el rey.
—Un paso más y tu padre tendrá otra boca en el cuello —advirtió el rey mientras esbozaba una nueva sonrisa maligna. Su mano cerrada mantenía el pulgar en alto a la usanza de los emperadores en el coliseo romano, de modo que bajar el dedo significaría la muerte para Inoichi Yamanaka.
La soldado se congeló y sus dientes se friccionaron como si trataran de romper un pedazo de metal. La cara llena de seguridad que tenía antes mutó hacia una que mostraba una angustia conmovedora.
—¿Pensabas que no me daría cuenta de los extraños movimientos del clan Yamanaka? —dijo el rey disfrutando al máximo su pregunta—. ¿De verdad pensaste que ignoraba que tenían planeado reunirse para atacarme junto a Sasuke? No eres la única espía que tengo, Ino.
Ella estuvo a punto de soltar un par de lágrimas por la rabia y frustración entremezcladas. Los ojos le tiritaban.
—Supongo —continuó Danzo— que tu padre y tu clan entero valen mucho más que un solo hombre, ¿verdad?
Ella cerró los puños apretando más la empuñadura de sus armas. Buscó los ojos verdosos de su progenitor y las emociones se desataron entre ambos. Su relación tan cercana les permitía entenderse a través de la mirada con posibilidades muy altas de acertar. Los temblorosos orbes de Inoichi parecían pedirle perdón por haberse dejado capturar, perdón por hacerla vivir una encrucijada así.
—Contesta o tu padre morirá ahora mismo —amenazó el rey, ladeando ligeramente su pulgar—. ¿Qué es lo más importante para ti? —El segundo guardia presionó la espada contra el cuello de Inoichi. La gran fuerza aplicada estaba a punto de abrirle la piel en el lugar donde tenía su manzana de Adán.
—¡Alto! —gritó desesperadamente, a lo cual el esbirro del rey detuvo su movimiento. Muy nerviosa, Ino remojó sus labios antes de volver a hablar—. Salvar a mi clan es más importante que serle leal a Sasuke, de eso no cabe duda —dijo entredientes con la voz distorsionada por el dolor. Era terrible ver a su padre a un tris de morir y sin poder hacer nada para evitarlo. La impotencia la consumía, apretando puños, labios, muslos y los dedos de los pies. Rápidamente se sumaron los hombros y los trapecios.
—Quiero la cabeza de Sasuke Uchiha a mis pies y tú me la traerás. Apenas desembarque en la costa tendrás seis horas para matarlo y acudir a mi presencia. Ni más, ni menos. Si demoras más del tiempo estipulado los tuyos van a morir irremediablemente. Y por cierto no quiero trucos, pues sabré exactamente en qué momento Uchiha llegará. Como ya debes imaginártelo he desplegado vigías a lo largo de nuestras costas. —Ante el silencio de ella, continuó. —Si no cumples o fallas en trarme el cráneo de Sasuke Uchiha, entonces mataré a tu familia de la peor forma que te puedas imaginar.
—¿Y como sé que cumplirás tu promesa de dejar libre a mi gente? ¿Me crees tan ingenua como para creer que honrarás tu palabra?
—Fuiste tú quien quiso que esto fuera por las malas. Te aseguro que yo no tengo nada personal contra tu clan. Una vez que finalices tu trabajo los liberaré, pero serán desterrados de mi imperio para siempre. Tendrás que confiar en mi palabra y no tienes más alternativa que esa, pues estás contra la espada y la pared. No tienes derecho a ninguna exigencia.
Ella tragó un gran sorbo de saliva al entender que, lamentablemente, Danzo tenía razón.
—Sasuke confía en mí, pero siempre está alerta de manera natural. Por simple costumbre todos los guerreros lo estamos aunque tengamos a un amigo al lado. Necesito más tiempo.
—Está bien —consintió a sabiendas que lo dicho por Ino era verdad—. Te daré doce horas, pero ni un segundo más. Si no llegas con la cabeza decapitada de Sasuke, ya sabes muy bien lo que les pasará a tus seres queridos.
La rubia apretó sus dedos en las empuñaduras de sus katanas, aferrándolas como lo haría un náufrago a una tabla podrida: sin esperanzas de salvamento. Más afiladas que las garras de un tigre, de muy poco servían sus armas ahora mismo. Por ello su semblante nunca antes lució tan apesadumbrado. Suspiró profundamente una vez mientras una solitaria lágrima intentaba conocer su pómulo, pero la contuvo firmemente a fin de no darle ese gusto al maldito enfrente suyo. No obstante, sabía que estando sola necesitaría desahogarse como en muchos años no lo había hecho, pues su dolor era gigantesco. Envainó una de sus katanas y se mordió el interior de una mejilla como si quisiera despertar de una pesadilla. No lo logró. Su ser cabalgó hacia una profunda abstracción hasta volver a mirar a Danzo con una furia tremenda. Lo único que deseaba era clavarle sus dos katanas en una furia asesina que nunca antes había sentido. Aunque era una guerrera experta, nunca había experimentado odio hacia sus enemigos. Hoy, por primera vez, lo sintió como un fuego que la quemaba por dentro.
Miró conmovedoramente a su padre en primer lugar. Luego volvió a clavar en el rey todo el odio que sentía. Le dolía mucho decir lo siguiente, pero la vida de un solo hombre, aunque éste fuera su compañero y amor platónico, no se comparaba con salvar a su clan de la extinción.
—No me dejas opción, maldita lacra... —Envainó la segunda katana en un movimiento desfalleciente. Luego, como si la vida hubiera abandonado su cuerpo, dijo lo que debería convertir en una cruenta realidad. —Yo mataré a Sasuke Uchiha.
Continuará.
Notas Finales: Maldito Danzo, hasta yo lo odio por ser tan hdp. Por cierto quiero preguntarles algo ya que en el capítulo anterior llegaron pocos reviews (el capítulo con menos comentarios de hecho) y eso que era la primera vez entre Hinata y Sasuke, así que les pregunto: ¿les interesa leer lemons realmente o sigo la historia sin la necesidad de ellos?
Muchas gracias por leer y si no vuelvo a actualizar en este 2021 les deseo una muy feliz navidad y año nuevo ^^
