Hola. Antes que todo quiero desearles una muy feliz navidad y un año nuevo muy próspero. Espero que todas las metas que se fijen se cumplan y que la felicidad las y los envuelva de manera constante. Sin embargo, el dolor también forma parte de nuestras vidas inevitablemente, así que también les deseo mucha fortaleza para que puedan superar esos momentos amargos que todos vivimos y viviremos. Yo, por ejemplo, he tenido un diciembre bastante difícil pues sufrí una pérdida que me caló muy hondo, pero la vida continúa y aquí estoy actualizando con mucho ánimo pese a todo. De hecho, escribir este capítulo me sirvió para distraerme y espero que ustedes también lo disfruten.
También les digo que, a diferencia de siempre, esta vez no he respondido sus reviews del capítulo anterior porque aproveché el tiempo escribiendo (y además diciembre es mi mes más ocupado por lejos), pero lo haré después de navidad con muchísimo gusto :)
Nuevamente felices fiestas y muchas gracias por leer y aún más gracias por comentar. Enjoy girls and boys ;D
Vocabulario:
Ondisonante: Dicho del mar: que suena con el oleaje.
Barracón: Edificio rectangular de una planta, construido por lo general con materiales ligeros, para albergar tropas, prisioneros u otros grupos de personas.
Luminiscencia: Propiedad que tienen algunos cuerpos de emitir luz sin elevación de temperatura (La luminiscencia de las luciérnagas).
Exangüe: Desangrado, falto de sangre.
Ferrugiento: Que contiene hierro o está dotado de alguna de sus propiedades.
Empellón: Empujón recio que se da con el cuerpo para sacar de su lugar o asiento a alguien o algo.
Sofisma: Razón o argumento falso con apariencia de verdad.
Camorrista: Que fácilmente y por causas leves arma camorras y pendencias.
Liberta/o: Esclavo a quien se ha dado la libertad, respecto de su patrono.
Achares: Celos, penas, tormentos amorosos.
Luctuoso: Triste, fúnebre y digno de llanto.
Esclava Sexual, Capítulo Trigésimo segundo
En el camarote número uno el silencio se hizo tan profuso y opresivo que Hinata hasta podría haber jurado que sintió su corazón martillándole fuertemente los oídos. El mutismo espectral ni siquiera fue cortado por lo ondisonante; de hecho, el mar estaba sorprendentemente pacífico. Aunque quizás tal actitud era la consabida calma antes de la tormenta...
Una antorcha comenzó a parpadear repetidamente, una señal probable de que iniciaba el proceso de apagarse. La joven ingirió la saliva que se había acumulado en su boca, sintiéndola tan espesa como la carne de una res. Remojó sus labios, repitiendo la misma acción un número cercano a la veintena. Empezó a tocarse los dedos de cada mano uno por uno, como si quisiera verificar que todos estuviesen bien. Un nuevo suspiro delató la angustia que la asaltaba, pero, determinada a no dejarse intimidar, se palmeó las mejillas sonoramente a fin de reavivarse.
—Voy a ser una guerrera, así que, sea como sea, esta vez enfrentaré mi miedo aunque vea algo escabroso —se dijo sin temblores de voz que interfirieran con la templanza que iba adquiriendo. Aprovechando la susodicha, emprendió el rumbo hacia el cuarto de baño.
Sus pasos se detuvieron en cuanto quedó frente a la puerta. La antorcha que iba extinguiéndose dio unos chasquidos que no lograron perturbarla. En su mente también apareció su apellido para infundirle más valor, pues, aunque los cuadragenarios de su clan habían cometido graves errores, seguía estando muy orgullosa de los jóvenes como Neji.
La puerta no se entreabrió sola como le ocurrió en el camarote sellado. Recordando que debía entrenar su zurda, la alzó poniéndola delante de sus ojos para comprobar cuán nerviosa estaba; curiosamente no temblaba. Respiró profundo una vez más, colocó la mano sobre el pestillo y abrió lentamente, dispuesta a atisbar qué había dentro antes de ingresar.
La oscuridad era tan apabullante que apenas retrocedió ante las luces del cuarto principal. Intentó ver algo, pero incluso sus ojos más aguzados que los del resto nada lograron dilucidar. Resopló insatisfecha, aunque muy pronto halló consuelo al decirse que era mejor eso que divisar algo siniestro...
Decidida a terminar lo que empezó, dio unos lentos pasos que pretendían llevarla hacia las antorchas del tocador. Apenas se adentró un poco se percató de que, a diferencia del resto del camarote, el frío que había aquí era anómalo, opresivo.
Sacó desde un bolsillo la cajita de cerillas que siempre portaba, pero entonces su piel adquirió el mismo tono que el de la nieve. Quedó paralizada al captar como las cortinas de la bañera se movían de modo onduloso, como si alguien estuviera agitándolas.
Trató de irse, pero los pies no le respondieron a su cerebro. No supo cuánto tiempo transcurrió, pero en el momento en que sus ojos se acostumbraron a la oscuridad vislumbró una luminiscencia distinta, opalescente, que provenía desde el lugar que más miedo le causaba.
Súbitamente todos sus músculos brincaron de espanto cuando una zurda desplazó la cortina hasta la mitad de la tina, posando la mano lentamente sobre el borde de cerámica. Era una mano cadavérica, huesuda, plomiza, exangüe.
Los latidos de Hinata alcanzaron el punto de la taquicardia, mientras, inyectada de terror, retrocedió en reversa tratando de salir de ese modo por la puerta. La buscó a tientas, mas su espalda chocó contra la pared. El no tener una rápida vía de escape, acrecentó aún más lo que de por sí parecía imposible de aumentar. Estaba casi por entrar a un ataque de pánico. Por ello apegó su espalda dispuesta a gritar el nombre de Sasuke a gritos. De hecho su lengua se movió para hacerlo, pero el miedo también se la congeló de tal forma en que ni siquiera fue capaz de tartamudear. Estaba totalmente acorralada, aunque una luz de raciocinio le permitió darse cuenta de que la entidad próxima a ella no se le acercaba ni parecía desearlo. Permanecía tras la ducha quietamente, sin atisbos de querer mover la pútrida mano o su cuerpo que debía estar en un estado similar. Con nervios engarfiados, Hinata se puso de puntillas mientras los músculos de sus hombros se tensaban todavía más, pero, valientemente, luchó contra su impulso de ir hacia la puerta para salir huyendo. Tenía que ser fuerte como nunca lo fue antes, tenía que enfrentar esto sin depender de Sasuke si realmente quería convertirse en una guerrera.
Azuzada por la adrenalina que se ponía de acuerdo con sus renovados pensamientos, escrutó con mayor detenimiento la mano que colgaba desde el borde de la bañera. Sintió horror cuando captó que desde la muñeca se derramaba sangre que, en forma de pequeños hilos, descendía por el lado externo de la bañera. No era el brillante líquido carmesí lleno de vida sino uno opaco, viscoso, corrosivo. Hinata apretó los dientes como si padeciera bruxismo. De algún modo supo que lo que estaba viendo era etéreo e inasible, ya que las gotas no causaban ningún sonido al caer sobre las tablas.
Tragó saliva de manera sonora mientras su mentón tiritaba, aunque sin pestañear siquiera una vez. Abrió la boca para insuflar más aire a sus pulmones, preparándose mentalmente para ver la cara de esa presencia humanoide.
La figura, cobijada por lo umbrío, se movió de manera muy lenta hasta que, de soslayo, su cabeza quedó por delante de la cortina. El largo cabello liso quedó de tal modo que le cubrió la fisonomía. Hinata dedujo que, tal como una noche se lo dijo Sasuke, aquel ente no quería asustarla y por ello procuraba no darle la cara.
Hyuga esperó a que los temblores que sacudían sus músculos se detuvieran. Su órgano vital palpitaba como si quisiera salírsele del pecho para escapar de allí, pero su cerebro logró resistir aquel impulso de sobrevivencia. Humedeció sus labios y apretó los dientes; después aclaró su garganta antes de hablar o sino de su boca sólo saldría un bisbiseo ininteligible.
—T-tú... t-tú quieres... ¿t-tú quieres decirme algo? —Pese a su carraspeo anterior, tuvo que luchar bastante para que las palabras emergieran.
Cuando lo que tenía enfrente movió su cabeza una vez en forma afirmativa, nuevos escalofríos demenciales la recorrieron rápidamente, obligándola por inercia a temblar. No esperaba recibir alguna respuesta, pero, aunque pareciera algo digno de una esquizofrenia, la presencia había interactuado con ella. ¡La estaba oyendo!
Por estar muerta de miedo, su mente no fue lo suficientemente ágil como para evitar un asombro inútil. Había quedado petrificada demasiado tiempo. No sabía cuánto duraría este encuentro, pero sí sabía que debía sacarle el máximo provecho posible. Adivinando que la fantasma sólo podría comunicarse de esa forma en lugar de darle respuestas verbales, decidió lanzar preguntas que pudieran responderse con un «sí» o con un «no».
—¿Fuiste asesinada?
Un nuevo movimiento afirmativo hizo que el miedo de Hinata fuera mermando en pos de una severa tristeza. Fue una tan profunda que el mutismo reinó en el ambiente durante varios segundos. Hasta pudo escuchar el ruido de su propia respiración resonando como un eco lo hacía entre montañas. En cuanto volvió en sí recordó al principal sospechoso que había mencionado Sasuke.
—¿Fue Hiro quién te mató?
El espectro volvió a asentir. Hinata volvió a quedar paralizada por los profundos síntomas del pasmo. No sólo su cuerpo sufrió aquello sino también su cerebro, el cual fue incapaz de procesar otra pregunta que sólo se pudiera responder de manera positiva o negativa. Quería preguntarle en donde podía hallar pruebas, por qué le había quitado la vida, que debía decirle a sus familiares, hasta que después de una serie sucesiva de ideas, formuló la que, no sabía todavía, sería la última pregunta.
—¿Podrás descansar cuándo tu asesino sea castigado, verdad?
Lo sobrenatural volvió a mover su cabeza de arriba hacia abajo una vez. Después de ello, el brillo comenzó a desvanecerse paulatinamente, lo cual provocó que la hija de Hiashi se desesperara. Tan contradictoria eran las emociones humana que después de haber padecido un miedo aterrador ahora no quería, por nada del mundo, que aquella fémina espectral desapareciese.
—¡Espera, no te vayas! ¡Te prometo que él pagará por lo que te hizo!
Esta vez no hubo ninguna respuesta. Hinata no supo si estaba alucinando, pero, al fijarse en la mano demacrada, notó que estaba cambiada: en algún momento se había vuelto tersa, juvenil, saludable. ¿Quizás era su propio miedo lo que provocó una imagen tan siniestra de ella? ¿O saber que obtendría justicia cambió su grotesca apariencia? Completamente anonadada, siguió observando con ojos muy abiertos como la presencia se difuminaba de la bañera hasta desaparecer. Junto a ella, el frío anormal también se extinguió. Todo volvió al cauce de la normalidad. Todo.
Hinata lamentó profundamente no haber hecho preguntas de manera más rápida; aquello le desanimó el rostro. También se arrepintió de no haber nombrado a la chica del otro camarote. ¿También fue asesinada por Hiro? La instantánea respuesta que llegó a su mente fue un sí rotundo.
La novia de Sasuke no lo sabía todavía, pero la fantasmagórica mujer nunca más volvería a aparecer.
En el camarote numero veintitrés se produjo un duelo de miradas escalofriante; la negra era penetrante aunque calmada; la turquesa era perturbadora e iracunda. La tensión en el ambiente fue gigantesca, como si de repente el aire se hubiese vuelto ferrugiento a la par de turbulento; una tormenta que estaban provocando sus semblantes. Aderezando lo anterior, se hizo un silencio mucho más inquietante que escuchar amenazadoras bravatas. Era una mudez prolongada y alarmante que helaría los huesos de quienes no estaban acostumbrados a situaciones de alto impacto.
—Veo que por fin has despertado.
—¿Crees que por matar a veinte élites te tendré miedo? —cuestionó acerando sus facciones aún más.
—Sé muy bien que no.
—¿Por qué diste la orden de rescatarme?
—Porque no soy tu enemigo, Gaara. Mi único enemigo es Danzo Shimura.
—¿Crees que te debo favores por no matarme?
—No.
—Sin embargo, no creo que me hayas ayudado por ser un buen samaritano. —En sus labios jugueteó una sonrisa de lo más irónica.
—No te obligaré a nada, pero atacaré a Danzo y tú serías un gran aliado. Tener a otro general de mi parte acarrearía todavía más tropas a mi favor, lo cual aseguraría una victoria total contra el rey.
El de ojos turquesas masticó el asunto a la vez que comprimía sus músculos superciliares. Finalmente llegó a una réplica que ahora mismo soltaría.
—Atacarlo no sería ningún problema para mí, sin embargo, ¿por qué motivo debería ayudarte? Si quieres decirme que por rescatarme te debo favores podemos enfrentarnos ahora mismo. Prefiero matarte o morir antes que tener deudas contigo —fue su orgullo quien tomó posesión de su lengua.
—Enfrentarnos a muerte mientras Danzo sigue haciendo de las suyas sería un enorme desperdicio. No pretendo que me seas leal o algo por el estilo, pero podrías conseguir una revancha contra Deidara, vengarte por lo que te hizo.
—No necesito de ti para obtener una nueva pelea contra él. Ese maldito pagará muy cara la osadía de haberme dejado en este calamitoso estado. Y no creas que me derrotó por ser mejor que yo, sólo tuvo muchísima suerte; una que es imposible tener dos veces.
—Ese duelo lo volverás a perder si no moderas tu orgullo —puntualizó él.
Entre sus brazos cruzados, Gaara cerró el puño sano con todas sus fuerzas.
—Que tú hables de moderar el orgullo es francamente irrisorio —contraargumentó mordazmente.
Uchiha no quiso caer en el juego de las provocaciones, puesto que ello llevaría inexorablemente hacia un combate inútil y que no deseaba tener.
—Tienes tres días más para decidir si quieres volverte mi aliado, lo mismo que le queda a este viaje si no hay contratiempos.
Al no continuar el tema anterior, Gaara entendió que Uchiha realmente deseaba evitar una confrontación.
—¿Me darás la posibilidad de mantenerme neutral? ¿O tengo que apoyarte incondicionalmente?
—Si quieres mantenerte neutral eres libre de hacerlo, pero eres un guerrero tan vengativo como yo. Dudo que quieras tomar esa opción mientras Deidara, muy probablemente, alardea el haberte matado. Sé que quieres hacerlo pagar y uniéndote a mí lo conseguirás de manera más fácil.
Gaara se abrió a la posibilidad de aceptar gracias al sorprendente tacto que había tenido Uchiha hasta ahora.
—Voy a pensar tu propuesta —dijo tan expresivo como un témpano de hielo—. Te daré mi decisión después.
—En todo caso tengo que advertirte algo para que no te lleves sorpresas después —previno Sasuke en forma gravedosa. No quería revelar lo siguiente, pero dilatar tal asunto sólo lo volvería peor.
—Habla.
—Naruto sigue vivo y atacaremos al rey juntos.
El pelirrojo separó ampliamente sus párpados.
—¿Ese maldito está vivo? —soltó sin creerlo en un principio, pero dos segundos después comprendió que Uchiha no mentiría con algo de ese calibre—. Si es así es imposible que seamos aliados y tú sabes muy bien el motivo. Lo que hizo Naruto jamás lo perdonaré.
—Lo mismo debe decir él de ti —contrarrestó—. Tú le mataste a Shikamaru, su mejor amigo —le recordó mientras pasaba, despreocupadamente, su diestra por la frente.
—¡Y él mató a mi hermano! —rugió enardeciéndose—. Tú, mejor que nadie, sabe que eso es imperdonable.
—No te digo que lo perdones, jamás lo haría —precisó casi tan rabioso como quien tenía enfrente—, sólo espero que pospongas tu afán de venganza hasta que acabemos con Danzo. Sé inteligente para ordenar tus prioridades.
—Imposible. No estaré en paz hasta matarlo.
—Si no pudiste con Deidara, menos con Naruto —le dijo la verdad sin tapujos ni transigencias.
Gaara, sintiéndose severamente ofendido, estuvo a un tris de abalanzarse sobre Sasuke empleando su puntiaguda daga artesanal, pero logró controlar ese impulso asesino en el último momento. Lo que no consiguió dominar fueron sus mandíbulas fuertemente cerradas producto de la ira.
—Voy a puntualizar dos cosas respecto a eso —siseó amenazadoramente—. La primera es que Deidara no es el mismo de antes, está a un nivel superior actualmente, uno que incluso podría derrotarte a ti. La segunda es que me confié más de la cuenta, un error que mi enemigo aprovechó por una fortuna providencial.
—Los que pierden siempre buscan excusas —espetó agresivamente. Su carácter belicoso había traicionado sus primeras intenciones de conciliación—. Acepta tu derrota como un hombre y mejora para vengarte.
—Tú has querido esto, Uchiha. No soy un cobarde, así que no te atacaré por sorpresa. —Sacó la daga de madera desde la manga, empuñándola firmemente. —No importa que trates de ocultarlo, sé que también estás lastimado porque es imposible vencer a veinte élites sin recibir heridas. Aquí, en este mismo camarote y en igualdad de condiciones, te demostraré quien es Gaara de la arena cuando se enfurece. Prepárate a morir.
—Muy bien, si no me dejas opción tendré que derramar tu sangre —aceptó Sasuke sin vacilar, sacando su estilete desde la funda.
Quizás la confrontación estaba marcada por el mismísimo destino, dado que la lucha de egos entre guerreros tan fuertes como ellos resultaba inevitable. Tal pecado condenó a las fuerzas especiales que abordaron a Jiren y haría lo mismo, dentro de muy poco, con un pelirrojo o un pelinegro.
¿Podría Sasuke sobreponerse a la inmovilidad de su brazo izquierdo? ¿Podría Gaara emplearse al máximo tras salir recientemente de un grave estado de envenenamiento?
Justo cuando aquellas preguntas serían dirimidas de mala manera, una chica de cabellos castaños abrió la puerta de un sopetón y, corriendo a todo lo que daban sus piernas, se interpuso entre ellos extendiendo sus brazos hacia los lados. Enseguida miró a Sasuke como dándole a entender que daría su vida por defender a Gaara. Había estado escuchando todo el tiempo detrás de la puerta procurando intervenir si era necesario. Sus pies descalzos indicaban que se sacó los zapatos para que, al acercarse al camarote, sus pisadas no generaran ruidos que la delataran previamente.
—¡No peleen, por favor! —dijo mirando en primer lugar a Sasuke y en segundo al pelirrojo—. Se los suplico, no dejen que sus egos destruyan lo que podría ser una fructífera alianza.
Sasuke bajó su estilete antes de hablar.
—El que desea morir por mi mano es Gaara. Yo no tengo ninguna intención de luchar, pero si me veo obligado lo haré sin piedad.
Matsuri volteó su rostro hacia su compatriota con un gesto suplicante perfectamente escrito en su faz. Él la ignoró por completo.
—No voy a permitir ninguna ofensa de tu parte, Uchiha —advirtió manteniendo su daga en alto.
—No sabía que decir la verdad era una ofensa —contratacó de manera sardónica.
—Don Sasuke —intervino la fémina—, por favor le suplico que no le eche más leña al fuego —dicho esto miró a Gaara, quien parecía querer embestir de un momento a otro. Probablemente lo hubiera hecho de no estar ella estorbándole el camino.
—Aunque te moleste escucharlo —se dirigió al de ojos verdosos, desoyendo de plano a Matsuri— esta es la realidad: Mientras Deidara entrenaba como un energúmeno para acabar conmigo, tú te conformaste y te estancaste en tu nivel actual, enorgulleciéndote por no necesitar de ningún maestro para progresar —dijo empleando una seguridad despampanante—. Tienes un gran potencial escondido todavía, Gaara, pero si quieres sacarlo deberás entender que, aunque nos disguste mucho, ciertas cosas no se pueden lograr sólo con el orgullo.
El aludido lo miró atenuando parcialmente su furia, aunque seguía portando un claro enfado en su rostro. Sus cejas, tan tenues que no se veían a menos de un metro, se curvaron al punto de tocarse en el entrecejo.
—¿A qué te refieres exactamente?
—La fuerza de un guerrero es proporcional a la de sus maestros —arguyó cambiando un poco la acidez de su tono anterior, aunque su natural aire de superioridad se mantuvo inmutable—. Yo tuve a Itachi y a Orochimaru enseñándome, sin ellos nunca habría alcanzando el nivel que tengo actualmente. Sé que tú has sido autodidacta, logrando una esgrima increíble sin ayuda de nadie. Sin embargo, por falta de maestros, tu estilo de pelea es poco versátil pues dependes demasiado de tu escudo. Aquello es lo que aprovechó Deidara y si quieres derrotarlo tendrás que anular ese defecto.
Gaara miró a Sasuke de una manera extraña e ilegible. Matsuri se tanteaba las muelas izquierdas con su lengua, ansiando que ambos pudieran llegar a un acuerdo. Ella había conseguido parar la inminente batalla una vez, pero si retomaban aquella dinámica agresiva nada podría hacer para detenerlos. De un empellón la sacarían del medio como a una muñeca de trapo.
—Acepta que puedes mejorar y entrena para conseguirlo. Si lo quieres, esa derrota te impulsará a hacerte aún más fuerte. Depende de ti vencer a Deidara en vez de refugiarte en sofismas. —Envainó el estilete, dándole a entender que no era un enemigo. Después apartó el mechón que solía caer sobre su ojo izquierdo. —Quizás no lo entiendas ahora mismo, pero el mejor maestro de todos es el fracaso. Eso solía decir mi hermano.
A diferencia de Uchiha, el hombre de ojos trasnochados sostuvo su postura desafiante mientras su arma se mantenía del mismo modo en su mano.
—Señor Gaara, por favor, no se le ocurra luchar en su vulnerable estado —pidió Matsuri de un modo tan atropellado como angustioso—. Se lo suplico: únase a la rebelión de don Sasuke, ayúdelo a derrocar al malvado rey que nos gobierna. —Sus ojos enfatizaron, sin intención, la fuerza de su petición.
Esa multitud de esperanzados brillos en los negros luceros femeninos, le hicieron sentir a Gaara que algo flaqueaba en su voluntad. No entendía por qué esa jovencita parecía preocuparse tanto por él. Era ilógico teniendo en cuenta que nunca la había visto en su vida y que, por lo general, la gente solía tenerle mucho miedo. Confundido por ella, mermó un tanto su disposición pendenciera. Su improvisada daga incluso bajó sin que se diera cuenta, cosa que ningún hombre, ni siquiera la nueva actitud conciliadora adoptada por Sasuke, podría haber logrado.
—Supongo que una vez que mates a Danzo tomarás el trono. —Encaró al pelinegro mientras estrechaba los músculos de la frente, aunque ninguna arruga se le formó en ella.
—No me interesa ser el rey, hago esto por venganza.
Gaara alzó una ceja.
—Aunque sea por venganza, de todos modos el reinado estará a tu alcance fácilmente sin Danzo. ¿Por qué desecharías ese tremendo privilegio?
—Yo soy de esos hombres a los que el poder corrompe. Si fuese el rey no sería muy diferente a Danzo y prefiero evitar que eso pase. Una vez que esto termine sólo quiero vivir en paz; seré un simple fantasma errante que se olvidará de este mundo.
El proveniente de la arena observó fijamente a Uchiha mientras hablaba. En ningún momento consiguió atisbar un momento de duda en lo dicho.
—¿Quién será el rey entonces?
—Lo elegirá el pueblo, pero, evidentemente, tú también quedas descartado de la lista por las mismas razones que yo: tienes demasiada oscuridad —sentenció anticipándose a un posible deseo de Gaara por obtener la corona—. El rey debe ser alguien noble e inteligente: piadoso con quien lo merezca, pero impiadoso con quien no tiene remedio. No puede cometer los graves errores de compasión que Hiruzen tuvo con Danzo y con Orochimaru.
—De todas maneras el pueblo no me elegiría como rey —apuntó con certeza.
—Entonces —retomaría lo verdaderamente importante— dime de una vez si aceptarás aliarte conmigo. Respecto a Naruto, pueden arreglar sus cuentas pendientes después de la guerra.
—Tendrás que elegir entre él y yo.
—Sabes que desechar la ayuda de Naruto sería un desperdicio.
—Yo no lucharé en el mismo bando que él y esa es mi última palabra —condicionó fieramente. Un segundo después cruzó sus brazos de tal modo que su mano dañada no sufrió dolor, mientras su daga continuaba a la vista—. Uzumaki es respetado pese a que fue un enemigo nuestro, pero sabes perfectamente que él ya no tiene tropas a su favor. En cambio yo podría provocar que todos mis hombres se unan a tu rebelión.
Uchiha no se dio el tiempo de sopesar lo mencionado. La decisión era más que obvia.
—Acepto —dijo sin más.
—Muy bien, seremos aliados entonces. —A diferencia de la frialdad que mostraban ambos hombres, Matsuri casi dio un salto de alegría a la vez que una linda sonrisa embellecía sus facciones. —Sin embargo, iré a mi aldea para arreglar un asunto pendiente antes de involucrarme de lleno en la guerra —anunció entrecerrando sus ojos.
La dama allí presente sintió unas ganas fulgurantes de pedirle a su compatriota que la llevara también a ella, mas le pareció muy osado. No quería darle la impresión de ser una atrevida, aunque se moría por ir junto a él.
—No hay problema. El ataque definitivo será en un par de meses, pues, tal como lo adivinaste, tampoco estoy al cien por ciento.
Ambos se dieron un último vistazo que, sin ser amigable, por lo menos no contenía la acometividad anterior. Uchiha giró sobre sus talones y se fue del camarote sin despedidas de por medio.
Matsuri, con una sonrisa aliviada decorando su rostro, posó sus manos entrelazadas sobre su pecho. Destelló dosis de orgullo a sabiendas de que quizás, sin su intervención, ambos podrían haberse matado.
Gaara pretendía mirarla por primera vez de pies a cabeza, pero, por estar descalza, detuvo su inspección apenas la inició. Esos pequeños dedos se recogían contra las tablas; quizás por frío, quizás por otra razón. No era un fetichista de los pies, de hecho le parecían la parte más deslucida que una mujer tenía, pero extrañamente los de ella le parecieron bonitos, delicados, armónicos. Estaba seguro que jamás en su vida se le había venido un pensamiento tan... ¿fino? ¿cursi? Ni siquiera conocía la palabra exacta para definir algo tan singular.
—Oh, señor, perdóneme por molestarlo con mis horrendos pies —se excusó al ver que el soldado se los miraba destellando contrariedad, aunque no por la razón que ella, erradamente, suponía—. También le ruego que me disculpe por haber entrado a su camarote de golpe, pero tenía mucho miedo de que pudiera luchar a pesar de su convalecencia —agregó nerviosamente.
—Muchacha, dime tu nombre.
Para la joven aquella solicitud le fue como una caricia directa al corazón. Él, a través de esa petición, la estaba reconociendo como alguien digna de conocerse. Los latidos que la mantenían viva se incrementaron como queriendo inyectarle todavía más vida.
—Es un gran honor que quiera saber mi nombre, don Gaara —formó una elegante genuflexión—. Yo me llamo Matsuri —terminó sonrojándose a la vez que, avergonzada, su mirada se dirigía hacia el suelo.
—Bien, Matsuri, le has salvado la vida a Sasuke —dijo de modo altanero aunque en el fondo sabía que, probablemente, lo dicho debía aplicarse al revés—, así que no pidas disculpas, felicítate por ello.
—Señor, sólo sé que me alegro mucho de verlo mejor. —Sus demostrativos ojos se aguaron de alborotada emoción.
Gaara la miró profundamente sin comprender al tipo de mujer tan rara que tenía enfrente. Hasta parecía tener sentimientos hacia él por alguna razón desconocida. Lo que todavía no sabía es que si supiera la historia de Matsuri, cuánto influyó él en su vida, podría captar el motivo de su devoto actuar. Lo que sí tenía claro era que su curiosidad por ella subió muchos escaños, aunque no lo suficiente como para querer saciarla inmediatamente. Quizás más adelante le haría preguntas personales, pues, para su sorpresa, no sintió que fuera una pérdida de tiempo conocerla más.
Sasuke quedó conforme con el resultado obtenido en su reunión, aunque, de saber tiempo atrás que rescataría a Gaara propiciando una improbable alianza, habría matado a Uzumaki cuando lo derrotó. De todos modos las cosas sucedieron así por algún motivo, por lo que tendría al poderoso blondo como un as bajo la manga.
Venía por el pasillo cuando le llamó la atención ver a Hinata afuera del camarote, con la espalda afirmada en la puerta, tan ensimismada que ni siquiera notó su presencia hasta que lo tuvo al lado. Su semblante era nervioso y los dedos de sus manos se movían como pedaleando a diferentes velocidades. Una arruga mostraba su apretujada frente.
—¿Sucede algo?
Ella dio un respingo. Luego, impulsivamente, reaccionó abrazándose a Sasuke desde el lado derecho, esquivando a su brazo lesionado.
—A-acabo de vivir una experiencia que me puso los pelos de punta —dijo agitadamente, necesitando desahogar lo que removía su pecho.
—¿Tus ojos vieron algo paranormal, verdad? —adivinó enseguida.
Ella asintió efusivamente varias veces antes de detener su movimiento compulsivo. Sus labios se tensaron.
—Ya sé quién es el asesino. No tengo ninguna prueba, pero aquello que vi me lo dijo.
Uchiha alzó ambas cejas, asombrado como pocas veces en su vida lo había estado.
—¿Pudiste hablar con ella?
—No como lo hacemos tú y yo —sus palabras fluían un poco más rápido de lo normal—, pero le hice unas preguntas que ella respondió moviendo su cabeza de manera afirmativa o negativa.
Uchiha no la cuestionó ni pondría en duda lo que había visto, simplemente se dejó llevar por sus palabras dándole todo el crédito. Estaba seguro que le diría el nombre de Hiro, su principal sospechoso, pero no quería influenciar su respuesta. Esperaría a que ella se lo confirmara.
—¿A quién responsabilizó?
—A Hiro —tragó saliva nerviosamente antes de seguir explayándose—. Le pregunté si fue asesinada y movió su cabeza positivamente. Luego le cuestioné si Hiro fue el autor y ella lo confirmó. —Su rostro corrompió su tersa belleza al arrugarse en una seguidilla de muecas angustiosas. —Siendo lógica no puedo descartar que fuese una alucinación mía, pero te juro que fue algo tan vívido, tan real...
—Sigo pensando que tus ojos tienen la habilidad de ver otra dimensión que se superpone a la nuestra, una intangible a la que los demás no tenemos acceso. Quizás me equivoque, pero, sea como sea, lo que me dices coincide con lo que ya me suponía respecto a Hiro.
—Él es tu principal sospechoso, ¿verdad?
—Así es.
—¿Por qué?
—Todo apunta a él. Lo negativo es que no tengo ninguna prueba concluyente, sólo hechos sospechosos. Sin embargo, lo que me acabas de decir reafirma mi hipótesis de que él mató a las chicas o por lo menos a una de ellas.
—Tú leíste los informes de los casos, ¿verdad? ¿Me puedes explicar por qué es el principal sospechoso? Quizás podría ayudarte a encontrar alguna prueba en contra de Hiro.
—No dudo de que eres muy inteligente, pero el tuyo es un intelecto más emocional que analítico —puntualizó él, dudando que pudiera serle útil en esto.
—Sé que tenemos distintos tipos de inteligencia, pero quizás ambas cualidades son necesarias para resolver este caso. Creo que puedo ayudarte.
Uchiha lo pensó durante una decena de segundos, llegando a la conclusión de que su novia podía contribuir a resolver el caso. Además, por lo general, las chicas solían ser más detallistas. Tal vez ella podría hallar algo que, hasta ahora, había pasado desapercibido.
—Está bien, quizá puedas ser de ayuda. Te contaré los detalles y luego te entregaré los documentos para que tú misma puedas leerlos.
—En mi país no existían ese tipo de informes —comentó interesada por ello.
—Fue el clan Uchiha quien fundó la fuerza policial de mi nación, lo que conllevó a una modernización de las investigaciones. Ahora cada caso grave se estudia concienzudamente, se archiva y se envían copias a los cónyuges o parientes. Toma mucho tiempo, pero hace al proceso más formal y respetable que el del resto de reinos.
—No sabía que tu familia había hecho una mejora tan grande —mencionó sorprendida.
—Hay muchas cosas que todavía no sabes de mi clan —afirmó para luego abrir la puerta y entrar al camarote. Una vez dentro ambos se sentaron en la cama, uno al lado del otro, y entonces Sasuke prosiguió con lo más importante—. La medicina está muy atrasada aún como para dilucidar causas de muerte de manera exacta, así que los investigadores del caso concluyeron que se trató de dos suicidios, aunque asumiendo que las formas de morir fueron distintas. Dieron por sentado que la primera mujer falleció por una pérdida excesiva de sangre, producidas por los profundos cortes que se hizo en las muñecas mientras estaba en la bañera del camarote sellado. Dedujeron que se cortó porque estaba pasando por una depresión y decidió matarse por eso. Ya lo sabes: cuando en la vida sólo sientes sufrimiento la muerte aparece como una tentadora opción para dejarlo atrás.
—Pobre chica... —soltó tan conmovida como dolida.
Comenzó a imaginarse tomando el lugar de la gente que se quitaba la vida. ¿Qué problema tan grande empujaba a tomar una decisión así? Ella también quiso morir muchas veces, pero finalmente había desistido, dándose cuenta, posteriormente, que seguir luchando era siempre el camino a seguir. Más tarde pensó en el caso más probable: el de que ambas chicas hayan sido asesinadas, pero no quiso profundizar en esa situación por lo aterrador que resultaba. El ser empática no sólo traía ventajas, sino también sufrimiento.
—El primer caso pudo ser un asesinato que se hizo pasar por suicidio —continuó Sasuke de improviso—, pero es imposible verificarlo. Lo que realmente me da mala espina es lo ocurrido con la segunda mujer, la del camarote de lujo.
Ella abrió mucho sus ojos y luego solicitó una explicación volviendo inquisitivo su semblante. Sasuke, entonces, se dispuso a explayarse.
—Se concluyó que esa chica murió porque se cortó las venas también. Sin embargo, ya que sus heridas no eran lo suficientemente profundas, supusieron que la verdadera causa de deceso fue asfixia por sumersión.
—Se ahogó en la bañera, ¿verdad?
—Exactamente —confirmó a la vez que le asentía—. Las heridas eran tan superficiales que la muerte por desangramiento asoma como algo muy difícil, por ende la verdadera causa fue ahogamiento. Las fuerzas de orden llegaron a la conclusión que la chica sufría una depresión, así que se cortó las venas como una forma de desahogarse, pero sin tener la intención de matarse. Como explicación postularon que la pérdida de sangre le provocó un desmayo que la llevó a fallecer bajo el agua. Supuestamente, un desafortunado accidente.
Mientras cavilaba el asunto, Hinata puso sus labios como queriendo imitar la boca de un pato. Se hizo un silencio prolongado, mismo que fue roto por Sasuke al realizar una importante pregunta.
—¿Tú has visto a dos fantasmas distintas o es sólo una?
Ella parpadeó como si despertara de un trance. Le dirigió la mirada, aunque quitándosela después para reflexionar sin distracciones.
—La verdad no lo sé —dijo amargándose notoriamente—. El miedo no me dejó advertir diferencias entre las apariciones que vi —se lamentó mientras el barco daba un bandazo que su equilibrio sorteó perfectamente.
A Uchiha no le sorprendió que Hinata, después de navegar ida y vuelta por casi dos semanas, no trastabillara siquiera un poco. Una de las ventajas de entrenar en un navío era mejorar el balance.
—Para mí el segundo caso es muy sospechoso. —Se tomó el mentón, acariciando inconscientemente los nacientes vellos que formarían una barba en caso de no afeitarse.
—Si tenía pequeños cortes entonces perdió poca sangre. No debió sufrir ningún desmayo, ¿no crees? Esa muerte huele mal.
—Sí. Da mala espina —concordó enseguida.
—¿Y el primer caso? —preguntó mientras se rascaba la coronilla. Luego repasó su larga melena con los dedos.
—Me parece más coherente con un suicidio.
—¿Por qué?
—Según los testimonios anotados de los familiares, las personalidades de ambas eran diferentes. La primera chica era taciturna, introvertida, depresiva. Su perfil coincide con una posible suicida. La segunda, en cambio, era muy alegre y efusiva; tenía una muy buena vida económica además. No tenía razones que la orillaran a matarse.
La Hyuga prolongó una «M» entre sus labios.
—Quién sabe —dijo finalmente—. Las apariencias engañan y, muchas veces, alegres sonrisas pueden ocultar una depresión.
Sasuke permaneció en silencio a la vez que meditaba sobre ello. ¿Por qué alguien sonreiría bajo ese estado anímico?
—¿Ninguna dejó cartas de despedida para sus familiares? —Hinata interrumpió los pensamientos de él.
—Ninguna.
—Eso es raro, ¿no crees? Cuando alguien se quita la vida suele explicar sus motivos en una misiva para darles algo de tranquilidad a sus seres queridos.
—El ser humano es impredecible de todos modos —arguyó él, descartando que fuese algo tan extraño.
—¿Ambas mujeres viajaban solas? —preguntó la beldad tras un meditabundo silencio.
Así, por medio de constantes preguntas, la dama siguió indagando mientras Uchiha daba respuestas concisas.
—¿Qué te dice tu instinto? ¿Suicidios o asesinatos? —preguntó él tras un silencio prolongado de ella. Enseguida la vio atentamente, esperando con interés su respuesta.
Hinata frunció sus labios para luego morder el superior en su esquina izquierda.
—Hay cosas, incongruencias, que me hacen pensar que ambos casos fueron femicidios.
—Mi hipótesis es que por lo menos la segunda mujer fue ahogada y después sus venas fueron cortadas para que su muerte pasara como un suicidio. De hecho ese es el crimen perfecto: el asesinato que se hace pasar por suicidio o accidente.
—¿Pero por qué alguien querría matarla? ¿Cuál sería el motivo?
—El robo suele ser la razón más frecuente, pero en estos casos está descartado porque no les quitaron nada. Me inclino a pensar que pudo haber sido un crimen pasional; por ejemplo, alguien que se cobró alguna infidelidad. Por simple estadística lo más probable es que se trate de un hombre, ya que el ochenta por ciento o más de los asesinatos son cometidos por uno, aunque no descarto a una mujer celosa como la asesina. Las chicas suelen planear muy bien sus crímenes y éste está perfectamente ejecutado. De todos modos mi sospechoso principal es uno solo.
—Hiro, ¿verdad?
—Exactamente.
Hinata posó el índice de manera horizontal entre sus labios; lo mordió suavemente.
—¿Por qué? ¿Acaso tenía algún vínculo con las víctimas?
—No que yo sepa, pero presta atención a este detalle crucial: cada noche en Jiren había dos vigías; uno en el mástil más alto de proa y otro en el más alto de popa. Revisé las bitácoras de hace cinco meses y adivina quién estaba como guardián de proa durante la temporada en que ambas chicas murieron...
—Hiro.
—Exactamente. Recuerda que fue él quien encontró la llave maestra en la cubierta, por lo que podría haber matado a la segunda víctima e incluso a la primera entrando en sus camarotes sin ser avistado. —Se dio una pequeña pausa. Luego prosiguió. —Precisamente porque era el guardia de este sector nadie más podría haberlo notado.
Hinata, empleando sus dedos, se acarició los labios en un gesto nervioso. Luego, al sentirlos resecos, los humedeció con su saliva.
—Es demasiada casualidad —comentó segura.
—En efecto: es una coincidencia demasiado forzada. Por eso pienso que Hiro mató a esa chica y, probablemente, a la primera también.
—¿Pero por qué devolverle la llave maestra al capitán si planeaba ser un feminicida en el futuro? Pasarla lo haría sospechoso instantáneamente, pues sería fácil suponer que le sacó una copia antes. Podría habérsela guardado sin más.
—La entregó porque el capitán iba a cambiar todas las cerraduras. Si eso sucedía la llave maestra no serviría para nada, por lo que Hiro perdería acceso a los camarotes. Por eso apareció milagrosamente en la cubierta.
Hinata llevó su mirada hacia el suelo, tan pensativa como ajena a lo circundante. En cuanto regresó de su abstracción dio el visto bueno a través de un significativo asentimiento.
—Sólo tengo una duda que me inquieta... —Tomó un hondo respiro antes de lanzarla. —Hiro podría haber dejado la llave tirada en cubierta para que fuera entregada por otro y así quedar libre de toda sospecha, ¿entonces por qué decidió pasarla él mismo?
—Fácil: al entregar la llave maestra,el capitán confiaría en él como un hombre honesto, de modo que seguramente subiría un grado y, por lo tanto, mayor sueldo recibiría. La ambición, la avaricia, ha condenado su crimen perfecto.
Hinata abrió sus ojos al no encontrar fallas en sus deducciones.
—Sasuke, eres increíble —dijo verdaderamente impresionada. Uchiha, casi sin dedicarse a ello, ya tenía el caso prácticamente resuelto, cosa que la inepta fuerza policial no consiguió en meses de investigación. —Entonces fue Hiro, fue él quien mató a esas pobres chicas. Estoy segura que la primera mujer también fue víctima de él. —Su empatía le produjo una fuerte punción en el pecho. Llevó sus manos para tratar de comprimir tal sensación.
—A él apuntan todas las sospechas. Lo malo es que no tengo ninguna prueba definitiva, sólo conjeturas potentes. Cinco meses después es muy difícil hallar algo que lo incrimine.
—¿Qué piensas hacer entonces?
—Lo arrestaré en un camarote en cuanto lleguemos a la costa. La casa de Hiro está precisamente en la ciudad en la que desembarcaremos, así que le encargaré a mis hombres que busquen pruebas allí. Puede ser algún objeto en su habitación, o algún amigo o vecino que verifique que Hiro conocía a las víctimas.
—Ojalá se encuentre alguna prueba que lo culpe. Sólo entonces esas chicas podrán descansar en paz.
—Tranquila, si no se hallan pruebas yo lo haré confesar —dijo mientras se imaginaba torturándolo despiadadamente.
Hinata notó oscuridad en el rostro de su amado, pero, por ahora, prefirió no comentar nada al respecto. Si Hiro era el culpable, lo más seguro era que en su casa hubieran pruebas de su deleznable crimen. Un lapso después recordó lo que su perturbador encuentro paranormal le hizo olvidar momentáneamente.
—Por cierto, ¿qué pasó con Gaara? —Un matiz de preocupación se desbordó por su semblante.
—Seremos aliados contra Danzo.
—¡Qué bueno! —exclamó feliz mientras tomaba la mano varonil cariñosamente. Luego demostró su emoción dándole un efusivo beso que podría haber desembocado en más de no ser por el gran cansancio que ambos padecían. Necesitaban dormir.
Mientras cabalgaba sobre «Trébol», el fiel amigo equino que le habían devuelto intacto, Ino se cuestionaba si acaso el tremendo asco que le tenía a Danzo le robó parte de su consabida astucia. Sabía que a veces, cuando se está bajo una presión tan grande, incluso ella podía equivocarse pese a su experiencia bélica. En vez de rechazar inmediatamente la proposición del soberano, ¿haber aceptado pudo cambiar las cosas a su favor? ¿Realmente Danzo estaba dispuesto a darle todo lo que le mencionó? Analizó la pregunta extensamente, dándose cuenta de que, a final de cuentas, nadie prometía más que el que no iba a cumplir. Rechazarlo fue definitivamente la mejor decisión. En caso de aceptar, Danzo la habría tenido vigilada las veinticuatro horas del día y su clan de todos modos estaría prisionero hasta que matara a Sasuke, lo que le impediría tener algún margen de acción. Rechazándolo, en cambio, tenía disponible una libertad suficiente.
¿Pero libertad para qué? Si organizaba junto a Uchiha un ataque contra el palacio, al primer choque de espadas su familia entera perdería la vida instantáneamente. Imaginó a su padre, al cual amaba devotamente, siendo degollado mientras la sangre huía a chorros de su garganta abierta. Sus ojos se humedecieron copiosamente por ello. Luego pensó en sus tíos, en sus primos, en sus abuelos, recibiendo el mismo destino fatal. No podía dar marcha atrás, simplemente no podía recular. Matar a Sasuke le destruiría el alma, tampoco confiaba en que Danzo cumpliera su palabra, ¿pero qué otra alternativa tenía para salvar a su clan? Sufrió espantosamente al sentirse una esclava sometida a los designios de Shimura. Pocas lágrimas, aunque gruesas a su vez, saltaron hacia el viento.
Cortó el testimonio acuoso de su dolor maximizando su fuerza de voluntad, pero los desesperanzados sollozos permanecieron durante todo el trayecto hasta la mansión. Obedeciendo el impulso de alejar funestos pensamientos respecto a su padre, se le pasó por la cabeza la idea de hacer una emboscada junto a Kiba y a Hanabi, quienes no dudarían en matar a Sasuke siquiera un segundo. Así les delegaría a ellos la responsabilidad de asesinarlo, lo cual haría que su conciencia no se sintiera tan culpable. Podría lavarse las manos utilizándolos como ejecutores.
No. Acabar con Sasuke era su responsabilidad, pues, tal como lo dijo el monarca, sólo ella podía aniquilarlo con garantías de salir viva tras ello. Hanabi y Kiba no lo conseguirían. En cuanto a Naruto, él jamás aceptaría algo tan deshonroso. Sakura, a su vez, en ningún momento había mostrado rencor alguno hacia su amo. Estaba sola en esto y así tenía que ser.
Finalmente detuvo su corcel unas docenas de metros antes de llegar al portal que daba la bienvenida a los terrenos Uchiha. Estuvo un largo rato allí hasta tener la seguridad de que sus ojos no delatarían que había llorado y que su garganta no temblaría al hablar. Tal como en sus trabajos de espionaje, tendría que echar mano a sus grandes dotes de actuación. Sólo entonces, cuando obtuvo la tranquilidad necesaria, avanzó nuevamente.
Fue recibida animosamente por Chouji, mientras Naruto y Sakura no se quedaron atrás. Los otros dos, en cambio, mantuvieron una prudente distancia. Sería la menor quien precisamente le informaría una decisión irrevocable que habían tomado entre la mayoría.
—Lady Ino —habló Hanabi después que las bienvenidas terminaran—, agradecemos mucho su ayuda, pero ni Kiba, ni yo, ni Naruto, deseamos seguir una hora más en casa de Sasuke Uchiha. Él mató a mi familia y es una ofensa a todos los míos que yo esté aquí. —Dándole a su aspecto un matiz de dolorosa seriedad, dejó claro lo gravísimo que era el asunto. —No me importa si mi piadosa e ingenua hermana lo perdonó, yo no lo haré ni en mil reencarnaciones.
La de ojos celestes pensó en lo bien que le venía esto. No tendría que despacharlos o fingir durante los siguientes días que todo andaba bien, ellos se irían por cuenta propia. Por supuesto, no les pondría ningún obstáculo.
—Entiendo muy bien tu postura, Hanabi, por lo que no te detendré —dicho lo anterior, viró su mirada hacia el resto—. Se los dije antes de que entraran a esta mansión y se los repito ahora: son libres de marcharse cuando gusten.
El trío más interesado en abandonar el hogar Uchiha, asintió.
—Sólo me gustaría pedirle un favor antes de irnos —añadió la de pardos cabellos.
—Si puedo concedértelo, lo haré sin problemas.
—Por favor, apenas desembarque avísele a mi hermana que necesito verla y hablar con ella urgentemente. Quiero oír de su propia boca qué es lo que ha vivido durante este tiempo. Por supuesto, solicito con todas mis fuerzas que Sasuke Uchiha no esté presente en ese encuentro —endureció su albina mirada al mencionar al hombre que odiaba con toda su alma.
—Ten por seguro que se lo diré tan pronto como arribe a la costa. Tienes mi palabra.
—Gracias.
—Estaremos en el bosque de arrayanes —informó Naruto—, en el mismo lugar donde me hallaste a mí.
—De acuerdo.
—Cuando el ataque contra Danzo se inicie, no olvides avisarme porque allí estaré.
—Descuida, sé que no te perderías esos combates por nada del mundo. —Ino ejecutó una sonrisa de lo más convincente. Luego, a sabiendas de que Sasuke iba a morir por su mano, le pediría un favor al protector de Hanabi—. Kiba, sé que tú eres un gran amante de los perros y por lo mismo me gustaría pedirte un favor: ¿Podrías aceptar a Leónidas como un regalo y cuidarlo como su nuevo dueño?
—¿Quieres que cuide al perro de Sasuke Uchiha? ¿Yo? —cuestionó como si hubiera recibido una terrible afrenta.
—Leo estaba muy deprimido por la muerte de sus hermanos hasta que llegó Akamaru. Tú mismo has visto lo bien que se llevan y lo felices que son estando juntos. —Caminó unos pasos hacia los cánidos fin de mirarlos mejor. —Recuerda que los animales no tienen la culpa de lo que hacen sus dueños.
Inuzuka resopló ante el perfecto argumento dado por la blonda. Superó a su frustración comprendiendo que ella tenía toda la razón. A Sasuke le tenía un rencor increíble, pero su can no tenía por qué recibir el mismo sentir.
—Está bien, yo me haré cargo de Leónidas.
—Gracias.
—Antes no me gustaban los perros —intervino Hanabi, mirando a los canes cariñosamente—, pero el tiempo que he compartido con Akamaru me ha hecho quererlo muchísimo.
—Los perros son animales maravillosos con las personas que quieren —señaló Kiba con ojos brillantes—, pero también pueden ser muy feroces con quienes no. Por defendernos Akamaru daría su vida.
—Lo sé, no tengo dudas de eso porque yo misma lo he visto.
Sakura, quien se había mantenido silente, dio un paso al frente. Entendía que sería una despedida de pocos días, pero una especie de sensibilidad distinta, o quizás su experiencia padeciendo una cruenta guerra, le advertía que los planes podían cambiar de un momento a otro.
—Señorita Ino... —se dispuso a contarle que se iría con ellos a pesar de que su condición de esclava todavía no era abolida.
—Tranquila, Sakura, no tienes que darme explicaciones —dijo como si le hubiera leído la mente—. Yo le diré a Sasuke que te di la libertad. Esta es tu gente, así que ve con ellos sin dudarlo.
La aludida reaccionó conmoviéndose. Todo lo sucedido últimamente la había puesto más sensible; de hecho se le corrieron un par de lágrimas, mismas que enjugó empleando su antebrazo. Cuando pequeña solía ser muy llorona y, pese a sus esfuerzos, aún no lograba superar eso completamente.
—Yo no sé como agradecerle. Nunca me trató como una esclava ni abusó de su poder, siempre me vio como un ser humano igual a usted. No olvidaré eso.
Ino sonrió; mitad actuación, mitad sinceridad. Pensó que tener a su clan secuestrado le impediría toda clase de sentir positivo, pero las palabras de la pelirrosa habían sido gratificantes de verdad. Un pequeño consuelo ante el tremendo estrés que llevaba oculto en su pecho.
—En serio: No hay nada que agradecer. —Se tomó la horquilla que sujetaba su rubio pelo por el lado izquierdo antes de continuar. —Además veo mucho potencial en ti. Ahora mismo eres como el botón de una rosa, pero sé que florecerás muy espinosa si Naruto te sigue entrenando, frente de marquesina.
Esta vez Sakura no se molestó por su apodo; quizá por ser una despedida, quizá porque ya se había acostumbrado.
—Aunque yo no tengo pasta de maestro —puntualizó el aludido—. Tú le enseñarías mejor que yo —añadió con total seguridad.
Uzumaki, también sabiendo que las circunstancias cambiaban por diversas vicisitudes, había aprovechado de observarla atentamente mientras hablaba con Kiba y luego con Sakura, poniendo completa atención a cuán hermosa era Ino realmente. Tenía un cuerpo modélico y su rostro era precioso. Para su gusto Sakura era el prototipo máximo de belleza, pero la rubia había roto sus cánones. Dejó de pensar en cosas superficiales y se centró en su personalidad: entonces supo que la iba a extrañar mucho. Suspiró por lo mismo.
Ino, por su parte, quedó mirando al blondo como si nunca más lo fuera a hacer. Durante estos días congenió demasiado bien con él y le hubiera gustado compartir más tiempo juntos. Ciertamente no era muy inteligente, también era más distraído de la cuenta, pero esos defectos los suplía con otras virtudes que la habían encantado. Además, descontando esas feas marcas abigotadas de sus mejillas, era un hombre muy atractivo. A la altura de Sasuke incluso. Se recriminó severamente por pensar en cosas nimias mientras su clan estaba secuestrado, aunque posiblemente su mente buscaba, con desespero, alguna vía de escape para aminorar el terrible dolor que sentía.
—Sé que serás un buen maestro, Naruto.
—Muchas gracias, trataré de serlo. ¿Nos volveremos a ver, verdad? —preguntó sin ocultar sus ansias de recibir una respuesta positiva.
La Yamanaka dudó unos momentos. Realmente no sabía qué iba a pasar con ella después de matar a Sasuke, pero decidió dar una respuesta aunque ésta pudiera resultar una mentira.
—Puedes apostar a que sí —fingió una risita perfecta.
—Qué bueno. —A diferencia de ella, él se mostró genuinamente feliz.
Haruno, entretanto, volvió a sentir una extraña mordida en su pecho al verlos interactuar así. A fruto de eso formó una inevitable mueca.
Chouji había terminado de comerse un pan enorme con cecinas cuando se despidió de su compañera sin alargarse más de la cuenta. Así, el goloso hombre que conocía estos parajes como la palma de su mano guiaría a los extranjeros para evitar emboscadas. Subieron a los malheridos canes a la carreta que servía para acarrear leña, mientras Hanabi y Kiba los acompañarían dándoles caricias de tanto en tanto.
Ino quedó sola tal como deseaba, atrapada en en el hondo pozo del abatimiento. Entrando a la mansión, cerró los ojos y empezó a prepararse mentalmente, desde ya mismo, para cometer el asesinato a traición al que era obligada.
Su alma volvió hacia los tiempos en que era sólo una niña, llevándola a los oscuros meses que sufrió tras la muerte de su madre. Sin dudarlo, su progenitor abandonó el ejército para encargarse de ella, de la florería y de las labores del hogar sin que por ello perdiera un ápice de su hombría. Él era su más grande inspiración y el principal causante de que saliera de la depresión que la fustigaba, siempre atento a consolarla y animarla cada vez que se hundía. No tenía ninguna duda, absolutamente ninguna, de que la diosa fortuna le había entregado al mejor padre del mundo. Empezó a llorar en silencio y recordó el melodioso silbido que Inoichi entonaba cuando los pesares la consumían antes de dormir. Buscando el mismo consuelo sus labios silbaron del mismo modo, pero las lágrimas no se disiparon como cuando era niña...
Verificó entonces que la magia no la provocaba la melodía en sí, sino la presencia del ser que contribuyó a darle la vida.
—Papá...
El crepúsculo se extinguía para dar paso a una nueva noche. Hinata y Sasuke cenaban en los comedores de la cocina, justo en la habitación que abría paso a la zona de despensas en donde habían muerto los élites. A ella no le gustaba este sector; sus ojos especiales no habían divisado nada singular todavía, pero no le extrañaría ver algo paranormal despues que veinte guerreros murieran allí en circunstancias tan violentas. No obstante, la presencia de Sasuke siempre ayudaba a tranquilizarla, algo parecido a lo que anteriormente le sucedía con Neji. Suspiró al recordar a su amado primo, algo que le sucedía constantemente. Y de manera seguida, también, le pedía perdón por haberlo traicionado.
Terminaron de comer unos salmones ahumados aderezados con rodajas de tomates y lechugas. Tras un modesto reposo, Hinata se levantó a lavar los platos por iniciativa propia. Uchiha sufrió una contradicción al verla, pues no le gustaba que su prometida reparara en labores domésticas que no le correspondían aquí, pero también le complacía ver cuán hacendosa era. A pesar de pertenecer a la nobleza de su nación, ella jamás ponía peros ni malas caras al lavar la loza; un indicativo de que, además de volverse una guerrera de gran nivel en el futuro, también sería una gran ama de casa.
Cuando cesó sus labores Hinata volvió a la mesa, aunque, buscando mayor cercanía, esta vez se sentó al lado de Sasuke en vez de enfrente. Le tomó la mano cariñosamente, entrelazando sus miradas un lapso que no sintieron pasar. A menudo en compañía del otro conseguían escapar de la dimensión temporal. Después, a sabiendas de que sólo quedaban dos días para que Sai falleciera, la fémina decidió indagar más sobre tal asunto antes ir a verlo.
—¿Te puedo hacer una pregunta? —Al asentimiento del guerrero, ella prosiguió con más confianza—. Sé que todavía falta para que hagas tu decisión, ¿pero has pensado en qué harás con Sai? —preguntó preocupadamente.
—De hecho, ya tengo una decisión —dijo como quien hablara de un asunto de menor importancia, aunque el hecho de que se soltara de la mano femenina reflejó lo contrario.
Ella abrió sus párpados mientras sus pupilas se contraían.
—¿Qué elección has tomado? ¿Lo dejarás vivir dos semanas más? —preguntó esperanzada, aunque sin querer hacerse ilusiones o la caída sería más dura.
—Voy a ponerte una condición. Si la aceptas, entonces Sai seguirá con vida.
Hinata extendió su sorpresa desde sus ojos hacia el resto de su rostro, transformando sus rasgos en una pregunta viviente.
—¿Cuál condición?
—Si le permito a Sai seguir viviendo, no quiero escuchar una sola protesta respecto a lo que le haré Danzo. No lanzarás súplicas de compasión hacia él, ni intentarás detener las horripilantes torturas que le causaré. No quiero escuchar nada que pretenda defender al rey del terrible castigo que voy a propinarle. Tienes que prometerlo por tu familia, sólo entonces permitiré que Sai se libre de la muerte.
Hinata apretó sus puños al sentirse contra la espada y la pared. Luego los distendió lentamente.
—Si te prometo eso, ¿no matarás a Sai ni siquiera en dos semanas más?
—Es un hecho que me sirve más vivo que muerto y por ende lo dejaré a salvo, pero siempre y cuando acates lo que te dije. —Arrastró la silla hacia atrás para alejarla de la mesa, haciendo que las patas rasguñaran el suelo. —Elige: Sai o Danzo.
Hinata repasó las torturas que le contó Sasuke respecto a Shimura. No quería que nadie, ni siquiera alguien tan ruin y malévolo como el rey, recibiera un castigo así, pero si rechazaba la propuesta no podría salvarle la vida al dibujante. Le dolió el corazón al tener que tomar una sola opción, mas sabía que el élite tenía la posibilidad de redimirse, que aún era joven para cambiar su modo de vida asesino, que no tenía verdadera maldad. En cambio Danzo, tanto por edad como por su nivel de malevolencia, ya era un caso totalmente perdido. Sucumbió a la tristeza de tener que aceptar algo así, pero no tenía más alternativa.
—No me gusta, pero si es la única manera de que Sai se salve entonces aceptaré tu propuesta —su voz tembló sin poder evitarlo—. Si lo dejas con vida, te prometo que no haré nada para evitar el castigo que pretendes darle al rey.
—Muy bien, es un trato bajo palabra. Danzo va a sufrir lo indecible y no quiero que tu compasión intervenga.
—De acuerdo —suspiró pesadamente—. ¿Le puedo dar la buena noticia ahora mismo a Sai? Mientras antes lo sepa, menos demorará en ponerse de nuestro lado.
—Esta vez quédate al margen. —Se puso de pie y apegó la silla a la mesa, esta vez levantándola en vez de arrastrarla. —Seré yo quien hablará con Sai.
—Pero, Sasuke —su tono cogió un tono de alarma—, tú no tienes tacto para decir las cosas; eres demasiado camorrista. Yo, en cambio, puedo lograr cosas con él a través de la empatía.
—Ni la empatía ni las palabras suaves funcionarán con él. A Sai hay que remecerlo, estremecerlo, destrozar su conciencia para que su vida dé un giro radical.
—Pero... —movió sus labios sin saber qué saldría por ellos. Precisamente por eso se detuvo.
—Has tenido cinco días para lograr cambios con él y nada has logrado —aseveró aprovechando su silencio—. Tus métodos no han funcionado, así que es hora de probar los míos.
Hinata sintió algo parecido a ir caminando por la tierra firme que le proporcionaba su empatía y, de repente, empezar a hundirse en las arenas movedizas de la antipatía de Sasuke. ¿Podría su dura aspereza conseguir un cambio positivo?
—Está bien, tienes razón en que yo no he conseguido ningún avance. Pero si tu brusquedad tampoco funciona, podríamos hacer una mezcla de ambos estilos: el rudo tuyo y el suave mío. Hablar los dos con él.
—No habrá necesidad de eso porque mi modo prevalecerá por encima del tuyo —dijo con una certeza sobresaliente.
La actitud tan convencida de Uchiha sorprendió a Hinata. ¿Acaso tenía algún plan o algo parecido? ¿Por qué estaba tan seguro de que él sí haría una diferencia con Sai?
Como de costumbre, el varón le ofreció el brazo a su prometida y juntos avanzaron hacia la planta de segunda clase. No demoraron en llegar al camarote del pálido guerrero perteneciente a Raíz. Tras cumplirse el protocolo de todos los días con los guardias, la dama tomó asiento y Sasuke recargó su espalda en una pared.
—¿Cómo se llamaba tu hermano de Raíz? —inquirió el general.
Sai no pensaba responder preguntas el día de hoy, pero el honor que deseaba seguir dándole a su amigo lo obligó. Además, el hecho de que alguien tan fuerte como Sasuke se interesara por su nombre era innegablemente significativo.
—Shin.
—¿Él te dio palabras de despedida antes de suicidarse?
—No.
—¿Lo viste suicidarse? ¿Se quitó la vida enfrente tuyo?
—No.
—Tal como me lo imaginaba —acentuó el aire de superioridad que siempre lo rodeaba.
—¿Qué quieres decir?
—Fue Shimura quien lo mató. —Sai, como muda respuesta, sintió como un escalofrío recorría su médula espinal. —Estoy seguro que lo del suicidio es un cuento que te inventaron en Raíz para hacerte ver que los sentimientos son para débiles, pero en realidad es Danzo quien mata al guerrero que tiene menos potencial y lo hace pasar por suicidio. Ese es tu rey, un maldito inescrupuloso capaz de hacer cualquier cosa con tal de mantenerse en el poder.
—Estás mintiendo. —Además de lo verbal, también negó con su cabeza.
—¿Por qué no suicidarse delante tuyo y decirte unas palabras de despedida? ¿Realmente crees que Shin se habría matado sin decirte absolutamente nada?
Las dudas se mostraron en los ojos de Sai.
—Estoy totalmente seguro de que Shimura lo asesinó. Él es el culpable y no me cabe duda de que eres lo suficientemente inteligente como para darte cuenta de eso. Únete a mí y te vengarás del maldito que mató a tu único amigo.
—Mi rey no me habría engañado con algo así.
—Tú lo conoces mejor que nadie, por lo cual sabes que él ha hecho cosas muchísimo peores que esa. ¿Realmente crees que Shimura no te engañaría o que tiene un mínimo sentimiento hacia ti? Pregúntatelo maduramente y percátate de que, incluso si Shin no fue muerto por el rey, igualmente los obligaría a matarse entre ustedes. Sólo por eso Danzo merece la muerte.
Sasuke había tocado la fibra exacta para remecer a Sai: a su mejor amigo, a su único vínculo sentimental. El pálido hombre quedó reflexionando, recordando a su entrañable ser querido. ¿Acaso Shimura fue el verdadero artífice de su muerte? ¿Acaso ni siquiera le dio el honor de morir en combate? Por primera vez, sí, por vez primera, el de pálido rostro se planteó la posibilidad de cuestionar los actos de Danzo.
—Hay una probabilidad muy alta de que toda tu vida haya estado basada en una mentira —espetó el novio de Hinata.
Sai tragó saliva y selló sus labios ante la crudeza de lo dicho. Una serie de recuerdos volvieron a él; momentos felices que vivió mientras estuvo en los barracones de Raíz junto a Shin. Éste prefería morir en batalla, no se habría suicidado antes del combate. Y, en caso de querer protegerlo, se habría dejado quitar la vida por él. Conocía lo suficiente a su amigo para saber que la teoría de Uchiha podía ser una completa verdad.
—Hinata me ha dicho que haga la diferencia contigo —sin preámbulos, fue directo a otro tema tan importante como el anterior—, así que te demostraré que la piedad no siempre significa debilidad. Por eso yo, Sasuke Uchiha, el guerrero más fuerte que existió, que existe y que existirá, he decidido no asesinarte.
Las facciones de Sai permanecieron completamente indiferentes, aunque sus negruzcos ojos no pudieron evitar un leve tono de confusión.
—¿Por qué? —preguntó a su modo impersonal—. No entiendo el motivo de que alguien tan despiadado como tú tenga compasión de mí.
La respiración de Uchiha se esfumó cuatro segundos como si sus pulmones hubieran perdido la vida. Tras ello, dio un respiro profundo que los resucitó. Cerró los ojos y se adentró en una dimensión paralela en que su mente volvió a la noche en que Hinata dejó caer el cuchillo en vez de clavárselo en el corazón. Allí estaba la respuesta que ansiaba Sai y, quizás, también era la solución al odio en sí: la fuerza espiritual.
—Hinata me mostró otro tipo de fortaleza que yo desconocía o que quizás me negué a ver. Hubo un momento crucial en que ella me demostró que es más fuerte que yo.
El impacto de sus desconcertantes palabras hizo que Sai no pudiera bloquear una dosis de asombro que trepó desde su alma hasta los ojos. La fémina presente, entretanto, obtuvo una sensación similar.
—¿Hinata más fuerte que tú? —Si antes fueron los pulmones de Uchiha los que se petrificaron, ahora le tocó el turno a los de Sai.
—Sé que parece muy absurdo, aunque ahora mismo te explicaré la razón: seguramente ya sabes que por venganza asesiné a la mayoría del clan Hyuga; lo que no sabes es que Hinata tuvo la oportunidad de matarme y, en vez de hacerlo, me perdonó la vida. —Por primera vez la expresión del dibujante mostró abiertamente la enorme confusión que estaba padeciendo. —El mundo fue tan injusto conmigo que el rencor me consumió, pero, gracias a la piedad que recibí por parte de ella, estoy tratando de convertirme en un mejor hombre. Es muy difícil, no te imaginas cuánto me cuesta controlar el odio que llevo por dentro, pero sé que voy a lograrlo y el primer paso lo daré dejándote vivir.
La dama admiró la fuerza de sus palabras, la convicción de sus ideas, la manera en que la nombró como un ejemplo a seguir. Se conmovió tanto que su alma tembló por entera.
Sai paralizó sus labios durante un largo rato. Las palabras de Sasuke consiguieron contactarlo más, pues no era necesario conocer profundamente a Hinata para saber que se trataba de alguien compasiva por naturaleza. No creía que le fuera un gran esfuerzo exculpar a un enemigo. El último Uchiha, en cambio, era inmisericorde y además tenía un pasado incluso más angustioso que el suyo. ¿Por qué le estaba perdonando entonces? ¿Por qué, tratándose de Uchiha, esa piedad no lo hacía ver débil en lo más mínimo? Incluso su aura parecía aumentar su fuerza, como diciéndole sin necesidad de palabras que él sí tenía el control de su destino. Sufrió una confusión mental muy grande por ello.
—El no tener piedad fue lo que te ayudó a sobrevivir antes, pero también puedes ser un gran guerrero teniéndola. Tú, como yo, también puedes elegir. —Usando sus dientes, ajustó el negro guante sin dedos que cubría su diestra. —No somos un producto de las circunstancias, somos el resultado de nuestras decisiones. Eso lo aprendí de Hinata.
El mejor guerrero de todos había realizado dos jugadas muy astutas: demostrarle que la piedad no lo volvía débil e insertarle la duda, la idea, de que Danzo había sido el verdadero autor de la muerte de su amigo. Existía una gran diferencia entre quitarse la vida voluntariamente y un asesinato a sangre fría que se hizo pasar por un suicidio, sin siquiera tener la oportunidad de defenderse. Era un pequeño gran paso para que Sai empezara a cuestionar verdades que desde su niñez consideraba absolutas.
Sin más que añadir, Sasuke le ofreció su brazo a Hinata y ésta, todavía muy sorprendida, lo tomó por inercia. Su prometido nunca dejaría de asombrarla: en sólo unos minutos avanzó a pasos agigantados lo que ella no había podido en casi una semana. De todos modos, disfrutó mucho el hecho de que la hubiera puesto como un ejemplo a seguir.
Dos horas después de la conversación con Sai, Hinata y Sasuke permanecían en proa como solían hacer después de cada entrenamiento nocturno, cuya terminación ocurrió veinte minutos atrás. La discípula ya se había dado una ducha corta, cambiado la ropa y colocado una bufanda que en el día servía para ocultar sus chupones y en la noche para capear el viento. De repente, chilló de emoción cuando dejó de enfocar el mar y notó a un pequeño animal en uno de los navíos de guerra, específicamente el que viajaba a estribor de ellos. Intentaba escalar un mástil empleando sus garras.
—¡Un gatito, Sasuke! ¡Míralo! —apuntó la otra cubierta como si nunca en su vida hubiera visto uno. Una sonrisa muy alegre adornaba su faz mientras se movía de lado a lado como si, de algún modo, eso pudiera aumentarle su visión.
A Sasuke le pareció tan tierna su actitud que estuvo a punto de sonreír. Si no fuera tan propenso a evitarlo, lo habría hecho.
—¿Qué tiene de raro?
Ella lo miró con sorpresa.
—¿Acaso es normal que hayan gatos marineros? —preguntó confundida.
Esta vez Sasuke no sólo tuvo que aguantarse las ganas de sonreír, sino de reírse abiertamente. Los músculos de su boca sintieron un picor por el esfuerzo de contenerse.
—Como comprenderás, en situaciones bélicas no siempre hay tiempo o personal suficientes para ser prolijos con el aseo. Por eso los gatos vienen perfecto para evitar plagas de roedores.
Ella abrió su boca, para irla cerrando en cuanto asimiló rápidamente lo mencionado. Era muy lógico, de hecho.
—Es demasiado bonito —comentó observando su pelaje anaranjado—, me encantaría hacerle cariño ahora mismo.
—En el antiguo Egipto los consideraban dioses —lanzó un dato anecdótico que leyó pocos meses atrás—; supongo que por lo útiles y hermosos que son.
—Entonces es un minidios, porque se nota muy jovencito todavía —dijo ella muy sonriente—. ¡Mira! ¡Se detuvo a mirarnos! —añadió en cuanto el felino detuvo su escalada, dirigiendo su cabeza hacia ellos. Luego, soberbiamente, les quitó la vista como si fueran indignos de su gatuna atención—. Hasta tiene tu actitud, Sasuke —bromeó jocosamente mientras le tocaba el brazo de modo cómplice.
Al aludido le pareció muy gracioso el comentario. Luego siguieron observando al animalito, quien llegó hasta la mitad del mástil y luego bajó a cubierta en donde se perdió de vista. Después de abordar algunos temas más, Hyuga quiso preguntar algo que, no se imaginaba, desembocaría en una conversación sumamente importante.
—Sasuke... —dijo el nombre de su amado repentinamente—, tengo una duda que me ha asaltado durante estos días.
—Expónela.
Todavía algo cansada por la práctica, Hyuga pensó en pedirle a su novio que tomarán asiento en la banca más cercana, pero desechó la idea al no querer mostrarse débil ante él. Decidió, entonces, depositar el peso de su cuerpo en una sola pierna e ir alternando la misma acción entre una y otra cada un par de minutos.
—Esto... —jugueteó con su bufanda nerviosamente—, si no quieres responderla lo entenderé, pero me gustaría saber algo respecto a esa noche que cambió nuestros destinos... ¿Contra quiénes luchaste? ¿Quiénes te produjeron esa terrible herida en tu pecho?
Uchiha formó una mueca de disgusto en su cara. Hinata sabía que la pregunta no le agradaría, aunque deseaba saciar su curiosidad igualmente. Un silencio se mantuvo por muchos segundos.
—Mi herida fue provocada por un solo hombre —respondió cerrando el puño sano.
—¿Por un solo hombre? —iteró sumiendo su tono en un asombro total. No le cabía en la cabeza que eso fuera posible, menos después de ver a Uchiha en combate. Incluso sin estar al cien por ciento consiguió derrotar a diez élites solo y a los otros diez con ayuda de Suigetsu. ¿Cómo era posible, entonces, que un único guerrero pudiera combatirlo de igual a igual? Era una locura.
—¿No adivinas quién? —Esta vez fue el varón quien la cuestionó, pero empleando un modo más brusco al usado por ella anteriormente.
Hinata bajó su mirada, ensimismándose. El nombre de Naruto Uzumaki llegó a su mente segundos después, pero eso era imposible ya que él había muerto durante la guerra. Descartando al rubio, ¿quién más podría estar a su altura? ¿Gaara tal vez?
—No lo sé —contestó finalmente.
—El causante fue Naruto —dijo a la vez que sentía que la herida en el pecho le volvía a arder, aunque, posiblemente, lo que en verdad le ardía era su orgulloso corazón—. Tuve un duelo a muerte contra él.
Los ojos de Hinata se desorbitaron e incluso dio un respingo como si alguien le hubiera tratado de dar una puñalada. La adrenalina reactivándose fue eliminando velozmente el agotamiento que hacía poco padecía.
—P-pero... pero eso es imposible. Naruto murió durante la guerra...
—Eso pensábamos todos, pero el maldito seguía con vida. El día que conociste a Ino fue precisamente porque venía a informármelo. —Como respuesta a lo dicho, Hyuga separó sus labios de tal modo que hasta se le vio la campanilla en su garganta. —Se recuperó de sus heridas —continuó Sasuke— y vino buscando venganza, aunque la endulzó llamándola justicia.
La joven se tapó la boca con ambas manos nerviosamente, apenas pudiendo creer lo recién escuchado. Su cerebro se declaró en huelga por muchos segundos hasta que un inusitado miedo llegó para mortificarla.
—Entonces... ¿mataste a Naruto? —Plasmó su angustia en la cara de forma notoria. De recibir una confirmación no sabía si podría superar la muerte de Naruto dos veces, no después de saber que seguía vivo.
Verle esa preocupación disgustó bastante a Uchiha, quien enfatizó tal sentir mirándola fijamente.
—¿Él y tú eran amigos? —cuestionó endureciendo su voz—. Te importa mucho saber su destino. —Alzó una ceja al tiempo que su frente se comprimía.
La dama quedó cavilando la respuesta; en verdad no sabía si su relación con el blondo era lo suficientemente cercana como para llamarla amistad. Su demora irritó a Uchiha todavía más.
—Hablaba tan poco con él que no sé si me consideraba una amiga —dijo de modo dubitativo, aunque en lo siguiente resplandecería seguridad—, pero yo sí lo consideraba de esa forma. ¿Él sigue con vida? —Con ansias que no disimuló, retomó lo verdaderamente importante.
—¿Qué tan amigo era para ti?
Ella, a diferencia de antes, se dio el tiempo de mirar a Sasuke con atención y comprobó lo enfadado que se veía. Entendió que había mostrado un interés desmedido por Naruto y apretó los labios al sentirse insegura de qué contestar. Para ella, el despistado rubio fue el primer chico que la hizo sentirse romántica, tierna y soñadora. ¿Debía decírselo a Sasuke o acaso mentir era mejor?
—¿Y bien? —presionó él con el firme propósito de no dejarle espacio a meditar.
—E-era alguien importante para mí.
Uchiha pronunció un gesto de contrariedad.
—Esa no es una respuesta a lo que te pregunté. ¿Hay algo que me estés ocultando o que no quieres decirme? —inquirió mirándola fríamente—. Contéstame ya —exigió vehemente.
—N-Naruto... —sintió que las palabras se le atragantaban—, Naruto me gustaba... —confesó al sentirse apremiada, pero vacilante de que decir la verdad fuera lo acertado. A ella no le agradaba mentir, poquísimas veces lo hizo, pero quizás en ocasiones como esta la sinceridad debía ser moderada; quizá las mentiras blancas eran perdonables si traían un bien mayor. En todo caso daba igual a estas alturas: ya lo había revelado.
El militar cintiló un asombro que, a velocidad relampagueante, mutó a una furia que puso a prueba su autocontrol. Una sombra de odio se instaló en la negra mirada que se clavó en la albina como dos hirientes dagas. La compenetración, la magia anterior, se había roto totalmente. Al ver ese rostro iracundo, Hinata sintió un estremecimiento que volvió a debilitar sus piernas. Previniendo una posible caída, se agarró firmemente a la baranda mientras crecientes temores la invadían. Entendió que había cometido un grave error y se culpó por no haber detenido su lengua.
—Sasuke..., eso fue mucho tiempo atrás... —intentó excusarse mientras, acalorada, liberaba un poco su cuello de la bufanda.
—No tienes que darme explicaciones por tu pasado —dijo la última palabra de la misma forma en que lanzaría un insulto. De inmediato rompió contacto visual como si no fuera digna de posarle sus ojos.
La liberta se sintió muy incómoda al ver lo que había provocado. Se avecinaba una fuerte discusión que trataría de evitar.
—No tengo que darte explicaciones, pero me gustaría entregártelas... —Iba a proseguir, pero su prometido la interrumpiría.
—No me interesa —la cortó con voz dura, ponzoñosa.
Se hizo un silencio fúnebre. Sólo las velas en los mástiles producían sonidos al ser movidas por la moderada brisa. Hinata dedujo que era mejor callar o de lo contrario sólo empeoraría las cosas. Comprendió que Uchiha estaba padeciendo lo mismo que vivió ella con Karin: celos, achares. Sabiendo de primera mano lo desagradable que era sentirlos, aunó paciencia y trató de no seguir preguntando si Uzumaki seguía con vida. Sólo rogó en sus adentros que así fuera.
Al soldado lo cubrió un manto de decepción contra Hinata, pero también contra sí mismo. Un hombre tan arrogante como él nunca habría sentido celos de ningún otro, pues nadie le llegaba siquiera a los talones. No obstante, tal paradigma se rompía precisamente con Naruto, su gran adversario, el detestable desgraciado que, quisiera o no, veía como un igual digno de respeto. Rugió en sus adentros al sentir que se había equivocado al no matarlo cuando tuvo la oportunidad. Como un torbellino que lo invadía, le renacieron las ansias de destriparlo salvajemente, pero esta vez no para demostrar que Sasuke Uchiha era el más fuerte de todos, sino por Hinata: para que nunca más oyera el nombre del rubio, para jamás volver a verle esas emocionadas expectativas, para destruir sus esperanzas de saberle con vida.
—Vete a dormir —le ordenó sin querer verla más por hoy.
—Sasuke, yo...
—Quiero estar solo —la interrumpió de una manera tan cortante que una navaja habría sentido envidia.
Hinata bajó su cabeza con tristeza. Se debatió entre hacerle caso o continuar rumbo al camarote.
—No quiero irme mientras estás enojado conmigo —habló a baja voz, como si subir un decibel más fuese un pecado. No deseaba que él tomara su comentario como un desafío a su autoridad.
—No seas hipócrita —lanzó mirándola fieramente—. Mejor dime de una vez la verdadera razón por la que no deseas irte: saber si Naruto sigue vivo o no.
Hinata permaneció en silencio unos segundos.
—Es verdad que quiero saber qué pasó en tu combate con él —admitió—, pero también es cierto que no deseo irme a dormir sintiendo que me odias. Me hace mal eso.
Esta vez fue Uchiha quien extendió el mutismo.
—Si te quedas vamos a discutir fuertemente —advirtió sin mirarla—. Es mejor que te vayas —reiteró acariciándose una ceja.
La fémina se volvió boquituerta. Empezó a masajearse los dedos cuando notó un pequeño pedazo de piel que se alzaba a un lado de la uña del pulgar; un indoloro padrastro. Habría intentado quitárselo de no ser por la situación mucho más importante que actualmente la envolvía. Caviló muchos segundos más, hasta que decidió hacer caso a su prometido e irse sin más. Caminó unos pasos a fin de cumplir su propósito, pero no pudo evitar voltearse.
—Sé que no quieres escucharme, pero necesito decirte una última cosa antes de irme: yo nunca sentí por Naruto lo que he llegado a sentir por ti. Ni siquiera es comparable.
Antes de que ella se volteara para encaminarse nuevamente al camarote, Sasuke diría algo más. Quería ver con sus propios ojos la reacción que tendría al enterarse de lo siguiente:
—Él sigue vivo —dijo entredientes—. Le gané el duelo, pero le perdoné la vida para que enfrentáramos juntos a Danzo.
La dama curvó sus labios automáticamente, aunque un par de segundos después trató de borrar su alegría. Uchiha, entretanto, tuvo ganas de encandenarla, de espetarle que él era su dueño, iniciar una discusión violenta. Un sentimiento nocivo de posesión se apoderó de su ser, pero logró controlarlo realizando un gran esfuerzo. Ya no era el mismo hombre de antes, pero sus reminiscencias oscuras pulsaban queriendo salir a flote.
Justo cuando la hermana de Hanabi diría algo, el general agregó algo más: —Aunque después de la guerra voy a matarlo cueste lo que cueste.
Abatida, agrió su rostro mientras sus hombros caían como si de repente le hubieran puesto piedras encima. Por más que tratara, no podía ocultar que imaginar la muerte de su amigo le destrozaba el corazón. Naruto era un buen hombre; en ningún caso merecía morir y menos siendo tan joven todavía.
Al ver la nueva reacción de su prometida, Sasuke tuvo ganas de darle una bofetada. Luego maldijo al blondo con toda su alma mientras su odio iba acrecentándose paulatinamente. Como en los viejos tiempos, algo pernicioso comenzaba a desbordarse dentro de él. El demonio que habitaba en su interior no le dejaba conciliar la idea de que pudiera sentir algo por su máximo rival.
Caminó hacia ella y la tomó del mentón a fin de que sus opuestos ojos se entrelazaran.
—¿Crees que Naruto es un hombre mejor que yo?
HInata lo observó asombrada, confundida, incluso intimidada.
—E-eso no importa, yo te amo a ti —dijo manteniéndole la mirada a duras penas, la cual le recordó, inevitablemente, al Uchiha infectado por la sed de venganza.
El militar soltó la barbilla de ella a la vez que en su cara se gestaba una clara disconformidad.
—No temo admitir mi crueldad, la podredumbre que todavía habita en mi ser. Respóndeme sin evasivas.
Ella, desasosegada, entrelazó sus manos sobre su abdomen al sentir un peso sobre el estómago. Entretanto, las intensas luces ubicadas en proa acentuaron el leve tono lila que tenían sus luceros.
—Bueno, Sasuke..., aunque él sea más bondadoso yo te amo a ti. Naruto es noble, pero no tuvo que vivir todas las cosas horripilantes que tú sí.
—Eres muy considerada, Hinata, pero yo no lo seré con ese bastardo: ahora más que nunca ansío matarlo —puso su oscuro corazón en cada palabra, incendiando la crudeza de su odio—. Tras derrotar a Danzo acordamos enfrentarnos en un nuevo duelo a muerte, cuyo perdedor obviamente será él.
Ella abrió mucho sus párpados, sufriendo por el terrible futuro que se cernía sobre ambos guerreros.
—Sasuke..., esa noche que llegaste a la mansión estuviste a un paso de morir desangrado. Incluso tuviste un infarto —le recordó angustiosamente, afeando sus bellas facciones en una mueca compungida—. Si se enfrentan de nuevo van a morir los dos. No lo hagan, por favor.
—Es una lucha tan inevitable como el sol ardiendo cada mañana —repuso casi emocionado—. Está escrito en las estrellas —agregó imaginando sus dos espadas bañadas en la sangre de su archirrival—. La pregunta es: ¿Quieres que muera él o yo?
Afligida por el odioso cuestionamiento, negó varias veces con su cabeza mientras se formaba un puchero en sus labios.
—Ninguno, por supuesto —dijo con la voz quebrada.
—Elige a quien de los dos prefieres ver muerto —insistió alzando un poco su voz.
—Yo no quiero ver a ninguno morir —repitió su contestación anterior. Su respiración se hizo más agitada.
—¡Que elijas te digo!
Hinata le mantuvo la mirada, aunque hubiese preferido no hacerlo: destellaba una feroz inquina, una que no sabía si iba dirigida hacia Naruto o hacia ella.
—No quiero elegir porque me duele mucho —arguyó, desconsolada. De hecho, que su mano apretara fuertemente una esfera metálica llena de espinas le hubiera parecido mejor—. Pero si tengo que hacerlo, obviamente querría que vivieras tú.
Eso pareció calmar un poco al soldado, anestesiando la fulminante furia que lo había asaltado. Aunque lo remanente lo obligó a lanzar una nueva mirada punzante.
—¿Por qué te pones así? —inquirió ella con tristeza—. Me duele mucho que actúes así.
—Me enferma que la nobleza de ese imbécil haya podido llamar tu atención —bramó dándole la espalda.
—A mí también me enfermaba que Karin se te acercara de una manera tan coqueta, pero no reaccioné como tú.
—¡Es muy diferente! ¡Ni siquiera estábamos juntos en ese momento! —vociferó al mismo tiempo que se volteaba a encararla—. Además, ¿alguna vez luchaste a muerte con Karin? ¿Acaso era tu máxima enemiga?
La joven enmudeció, entendiendo por fin el motivo de sus celos. Después de todo, él tenía razón en lo que estaba exponiendo: que Uzumaki fuese su archirrival multiplicaba la gravedad de la situación muchas veces.
—Lo de Naruto fue algo que quedó muy atrás, Sasuke —intentó sonar lo más conciliadora posible. Quiso tomarle su diestra también, pero sabía perfectamente que él rechazaría el contacto.
—No me importa que fuera hace años, me enfurece saber que estuviste interesada en él. Yo soy tu dueño, Hinata; me perteneces desde el mismo momento en que aceptaste casarte conmigo y voy a defender lo que es mío como el peor de los demonios si es necesario. Y más si se trata del imbécil de Naruto.
Jamás había visto a Sasuke tan posesivo y no supo qué sentir al respecto. Por un lado deseaba recriminarlo, pero por el otro vivió una extraña satisfacción al sentir que le era tan importante. ¿Sería una chica rara por eso?
—Lo de Naruto —inició una explicación empleando un tono afable que buscaba contrarrestar su agresividad— fue algo sin mayor importancia y que pertenece a mis tiempos de niñez y pubertad. Él nunca se fijó en mí siquiera.
—¿Y si lo hubiera hecho?
Silencio. Hinata quedó analizando la pregunta por inercia hasta que se dio cuenta de que había cometido un gran error; debió lanzar una respuesta instantánea.
—Ahora estoy contigo y eso es lo único que me importa. —Esta vez sí trató de tomarle la mano, pero, tal como lo supuso antes, él la retiró sin dudarlo.
Otra incómoda mudez apareció para incrustarse en sus corazones. Uchiha pasaba por una montaña rusa de emociones negativas, llenándose de fulgurante resentimiento. Tenía ganas de golpear a alguien o de patear alguna cosa. Era la primera vez en su vida que sentía celos y no sabía cómo diablos lidiar con ellos.
—¿Crees que no te amo? —cuestionó sintiendo que su alma se caía al suelo—. ¿Crees que me habría entregado a ti si no lo hiciera? —agregó dolida.
El pelinegro alzó su mirada hacia el firmamento para buscar a la diosa selenita, cuya timidez de hoy sólo le dejó mostrar una mínima porción de su luz. Su casi ausencia también explicaba la actual tranquilidad del mar, dado que su influencia gravitacional sobre las mareas era menor. Por supuesto, aquello se descubriría muchos siglos después.
—Sería muy necio de mi parte si dudara de lo que sientes —dijo con voz más calmada. Haber buscado la luna le había servido.
—¿Entonces por qué te pones así? Me hace daño discutir así. —Sin intención, formó un puchero que la hizo ver más niña que mujer.
Uchiha se daría todo el tiempo del mundo para analizar tal pregunta y llegar a una conclusión más profunda. En el entretanto, decidió explorar el cielo en busca de las estrellas que permitían navegar sin perder el rumbo. Pronto halló la más fundamental de todas: la polar. Una vez que estuvo satisfecho con su escrutinio, se dedicó a rastrear en el pozo más profundo de sus sentimientos. Pasaron minutos, pero Hinata no lo interrumpió a sabiendas de que no debía presionar por una respuesta o la misma se adulteraría. Finalmente lo esperado arribó.
—Odio sentir que terminaré necesitándote más de lo que tú me necesitas a mí —dejando caretas de frialdad a un lado, se sinceró sin tapujos de por medio—. Aborrezco sentir que si esto se termina yo seré el que sufrirá más. —Un respiro profundo y sonoro extendieron sus pulmones. —Absolutamente todo me fue arrebatado: mi hermano, mi madre, mi padre, mis tíos, mis primos, mis abuelos; recientemente también perdí a Suigetsu... —tartaleó un poco su voz—. No quiero vivir lo mismo contigo porque me haría pedazos por dentro.
Era muy razonable el temor a la pérdida que sentía Uchiha. Gracias a que tuvo la confianza suficiente para explayarse, Hinata lo entendió perfectamente, haciendo que todo calzara en su circuito mental como una llave en su cerradura. Se mordió el labio inferior con fuerza e inspiró profundamente antes de contestar.
—Yo comprendo bien lo que me dices porque yo también te necesito; también me da miedo que lo nuestro se termine —somatizó lo dicho a través de un hormigueo en su estómago—. Yo lo he perdido todo al igual que tú y eres lo único que me queda a día de hoy.
El brazo lesionado del varón, en la zona más crítica, empezó a arderle como fuego. ¿Sería el hueso intentando reconstruirse lo que provocaba esa sensación? Suspiró e ignoró el dolor, pasando a meditar muchos segundos.
—Desde niño he estado rodeado de tanto dolor que quizás me volví alérgico a ser feliz. Cuando me siento así contigo, me empiezan a aflorar dudas de que todo terminará inevitablemente, de que lo nuestro es sólo una fantasía que sólo me llevará hacia más sufrimiento —terminó tensionando su mandíbula inferior.
—Sasuke... —musitó muy conmovida.
—Nunca viví algo así con Karin —continuó sincerándose—, es primera vez que me pasa esto y me molesta mucho tener miedo de perderte. —Comenzó a mover un dedo por la baranda, tanteando su textura. Fue algo prácticamente inconsciente. —Me cuesta controlar la rabia que me da imaginar que pudieras sentir algo más por Naruto. Y que me importe tanto me enfurece más todavía. —Cesando el acto anterior, dio un golpe al metal.
Caridoliente, Hinata lo miró comprensivamente.
—Sasuke, me gustaría decirte...
—Olvídalo —la interrumpió queriendo concluir el asunto, deseando deshacer su nuevo y extraño nivel de sensibilidad. Se mordió un labio por frustración—. Sentir esto por ti fue un error; debí seguir la regla de que los guerreros nunca muestran su corazón hasta que una espada lo revela.
Hyuga, abriendo sus párpados al máximo durante un breve lapso, sintió un tornado de dolor por dentro.
—¿Te arrepientes de amarme? —preguntó realmente afligida.
—No, Hinata —contestó enseguida, sin vacilaciones de ningún tipo—. Lo que lamento es saber que Naruto sería una mejor pareja para ti. Con él no sufrirías por estar con el hombre que mató a casi toda tu familia; no tendrías que estar con alguien que tiene tanta oscuridad como yo. De hecho, si ahora mismo lo tuviera enfrente mataría a ese desgraciado sin dudarlo un mísero segundo —se ennegreció su alma nuevamente.
La manumisa fue envuelta por el miedo de imaginar qué pasaría si el rubio estuviera presente. Si antes ya se odiaban, aquel sentir se había incrementado al doble o al triple en Uchiha y todo por haber soltado su lengua. Daba miedo lo que podría suceder en el futuro. Un combate dantesco, con ella entremedio intentando detenerlos, apareció en su mente. ¿Sería, acaso, una premonición?
—Uno no elige de quien se enamora. —Atrapó los ojos de Sasuke con los suyos. —No importa que Naruto sea un hombre más bondadoso, yo quiero estar contigo porque te amo. Mi decisión la tomé cuando salté de vuelta a este barco —refrendó iluminando su semblante.
—Pero nuestra relación es impulsiva, endeble, movida por la pasión. Tiene un cimiento que recién está construyéndose y que podría desmoronarse ante cualquier viento fuerte. Hay que aceptar esa verdad.
—No me perderás —condensó todo lo anterior a una sola y decisiva frase.
—¿Estás segura?
—Segura.
A pesar de la certeza que Hinata desplegó en su talante, Uchiha no fue abordado por ninguna clase de satisfacción. La verdad era que su pasado perverso le engendraba un profundo temor: el hecho de que Hinata pudiera arrepentirse de estar con él, que se sintiera sucia, manchada e indigna, que le dijera que se alejara, que ya no lo amaba, que estar juntos era imposible. Si quisiera terminarlo, ¿sería capaz de dejarla ir? Aunque su modo de amarla fuese arisco, de corazón deseaba lo mejor para ella. Sin embargo, sentir que «lo mejor» era Naruto lo volvería a convertir en un demonio muy parecido al que alguna vez fue.
—Di eso cuando veas a tu padre —advirtió gravemente—. No es lo mismo escuchar lo que le hice que mirarlo; el impacto será mucho mayor.
Los ojos albinos saltaron ante lo dicho. Un emotivo y casi inaudible «papá» huyó de sus labios.
—Nuestra relación puede terminar una vez que compruebes su estado actual —añadió Uchiha en tono sorprendentemente luctuoso—. Quiero estar contigo por el resto de mis días, pero va a ser difícil que tú quieras lo mismo después que lo veas —auguró depositando sus ojos en el mar, para luego volverlos hacia el rostro de ella—. Te lo dije esa noche, pero te lo repito: le saqué un ojo y tiene muchas cicatrices en su piel, incluyendo quemaduras en sus piernas. —Observó como el rostro femenil se desdibujaba en múltiples contracciones, lo que le produjo, a él, profundas sacudidas espirituales.
La joven dama imaginó todo lo dicho, sintiendo como el pasado volvía a luchar contra ambos. Dañada en sus estructuras psicológicas más básicas, su mente buscó consuelo a través de las lágrimas, pero ya estaba cansada de llorar tantas veces últimamente; agotada de su sensibilidad. Aunque sintió que sus ojos se escocían, la fuerza de su voluntad cumplió su propósito de contenerse estoicamente. Centrando su albina mirada en la negra, realizaría una pregunta clave que podría cambiar las cosas entre ellos para mal.
—¿Te arrepientes de torturarlo?
—No —contestó enseguida—. Todos mis seres queridos murieron horriblemente por culpa de Hiashi y de Danzo. Después de matar de esa cobarde manera a los Uchiha, ¿crees que tu padre se merecía un castigo menor al que le he dado?
Hinata bajó su cabeza, meditabunda. Canalizó sus pensamientos hacia la obtención de una respuesta, pero era una pregunta muy difícil de contestar. ¿Qué condena merecía una acción así? Un clan entero aniquilado por la espalda y la persecución de un niño a fin de matarlo eran cosas que no tenían perdón. Se agarró los flequillos de la frente, tirándolos hacia abajo en señal de impotencia. Humedeció sus tensos labios después.
—Nunca podré justificar ninguna clase de tortura —dijo doliente—, pero entiendo por qué lo hiciste.
El último Uchiha quedó conforme con lo dicho, aunque advertiría algo importante.
—Tienes que prepararte para hablar con Hiashi. Te aborrece de una manera que te hará sufrir mucho.
La de sedosos cabellos tragó saliva y quizás, por una asociación de ideas, le pareció sentir el gusto de la congoja al fondo de la garganta. Sin embargo, recordando cuán mal la había tratado siempre su padre, la embargó un renovado brío que iba creciendo a cada segundo.
—Sé que me dirá crueldades —suspiró tristemente antes de proseguir—, pero él no tiene ninguna autoridad moral para juzgarme. No alguien que mató a su propio hermano, no alguien que impuso una división terrible dentro de mi clan, no alguien que mató a traición a tu familia en vez de haberse aliado para luchar contra Danzo. No importa lo que me diga, esta vez no agacharé la cabeza ante él como solía hacer; esta vez lo encararé por todas las cosas horribles que hizo.
Él asintió confiando plenamente en que así sucedería.
—Que quieras casarte conmigo será el peor castigo para Hiashi, tal vez incluso más que las torturas, pero un latiente presentimiento me dice que nuestro matrimonio no se realizará.
Hinata no se sintió capaz de negarlo rápidamente. La imagen de su padre sufriendo se sumó a la de su familia, provocándole renovados arrepentimientos. Para peor, aún no sabía que Hanabi la esperaba ansiando recriminarla con todas sus fuerzas.
—Y algo en mi interior —continuó Uchiha— también me dice que deberé matar a Naruto si deseo que seas completamente mía —sentenció mordazmente a la vez que se alejaba de la proa hacia la popa, dejándola sola.
Ella lo supo entonces: algo se había fracturado esta noche.
Continuará.
