¡Hola! Como siempre espero que estén muy bien a pesar de lo jodido que está el mundo ahora mismo. Espero que esta actualización sirva para distraerlas/os un poco y, para refrescar la memoria tras unos tres o cuatro meses sin actualizar, les digo que en la escena final del capítulo anterior Ino estaba a punto de matar a Sasuke con un navajazo por la espalda ;)

También digo que cometí un error en anteriores capitulos al usar «castrense» como sinónimo de soldado, ya que «castrense» se emplea sólo como un adjetivo, no como un sujeto. Algún día editaré ese error y en el futuro me fijaré mejor en que función cumple cada palabra ^^u


Vocabulario:

Craso: Grueso, gordo.

Aleatorio: Que depende del azar.

Aleatoriamente: De forma aleatoria.

Tortuoso: Que tiene vueltas y rodeos (Por cierto yo siempre pensé que esta palabra derivaba de tortura, pero la busqué por curiosidad y no tiene ninguna relación o.O)


Esclava Sexual, Capítulo Trigésimo Cuarto


Cerca de un arroyo que atravesaba una solitaria zona boscosa, una niña que recién iniciaba su pubertad pataleaba desesperadamente para zafarse de los dedos de unos hombres que la atacaban en manada. A pesar de que intentaba oponerse con todas sus fuerzas, la aterradora lluvia de manos recorría sus muslos, sus nacientes senos, su entrepierna. A cada contacto perverso sentía que su cuerpo iba ensuciándose, asqueándose, pudriéndose. Sólo la ropa impedía, por ahora, que la injuria fuese todavía peor.

Su mente y corazón imploraban por su amado padre, rogando que apareciera para rescatarla de esa masa de criminales. El recuerdo de su difunta madre también recorrió su cerebro como una imagen espectral.

¡Que alguien me ayude, por favor! —gritaba a todo lo que podían sus cuerdas vocales.

¡Cállate, perra! —Uno de los sujetos, el cual casi triplicaba el peso de la niña, le dio una feroz bofetada—. Por aquí no pasa ni un alma en pena, así que tus chillidos no serán escuchados por nadie.

¡Ayuda! —insistió otra vez mientras lágrimas cubrían sus mejillas como cascadas. —¡Papá! —llamó a su ser más querido a pesar de saber que no podría escucharla. Estaba demasiado lejos, a kilómetros de ella.

Aún no entendía cómo su situación cambió de un instante a otro. Tan solo un minuto atrás todo estaba en perfecto orden. El sol brillaba en el cielo a una altura baja, lo cual indicaba que la llegada del ocaso estaba próxima y, por ello, pronto daría por concluido su entrenamiento de esgrima a fin de retornar a su hogar. Sin embargo, el destino le tenía reservados planes muy diferentes. Desde la nada pasó a estar rodeada por demonios que, con la ayuda de la sorpresa, lograron desarmarla sin esfuerzo.

¡Suéltenme, bastardos! ¡Animales! —Siguió sus intentos de soltarse, de oponerse, de resistir lo que ya era imposible de evitar.

Uno de los criminales trató de silenciarla poniéndole una mano a modo de mordaza, pero la niña logró morderlo con tanta fuerza que casi le arrancó un pedazo de carne. El afectado, completamente enardecido, le propinó una bofetada que le giró la cabeza violentamente y enseguida le dio otra que logró el mismo efecto en sentido contrario.

No le pegues tan fuerte o la dejarás inconsciente. No quiero follarme a una niña que parece muerta —habló quien se desempeñaba como líder del tropel, un hombre alto y con una profunda cicatriz en el pómulo izquierdo.

Tienes razón. —Haciendo caso, detuvo su mano bruta. —Yo tampoco quiero violarla así.

Las palabras de ambos provocaron que los ojos de la púber se incendiaran de terror a la vez que un escalofrío atosigaba su columna. A sus once años, casi doce, sabía lo que era una agresión sexual, pues su padre la previno desde muy niña que tuviera especial cuidado de que nadie le tocara sus partes íntimas. Por tal razón tenía cierta conciencia de la perversión existente en el mundo, mas nunca imaginó que un día le sucedería algo así a ella. Jamás atisbó que sería presa de ese tipo de hombres que no poseían siquiera un mínimo de humanidad hacia el prójimo.

La infante está lanzada sobre el suelo, sujeta de pies y manos, perdida en el limbo de sus hórridas sensaciones. Rogaba con todas sus fuerzas que estuviera soñando una pesadilla, que lo que sucedía a su alrededor no fuera el mundo real. Una sensación de mareo le hizo saber que pronto sufriría un desmayo, pero las ansias de evitar lo inexorable inflaron sus pulmones para dar un nuevo y desgarrador ruego que intentaría tocar sus conciencias.

¡Piedad! ¡Por favor piensen en sus madres, en sus hermanas, en sus hijas! ¿Cómo se sentirían si a ellas las atacarán así?

Si intentas conmovernos jamás lo lograrás —sonrió con perversidad—. A mí hermana ya la violé tantas veces que me aburrí de hacerlo.

Tú no eres ni mi madre, ni mi hermana, ni mi hija. Sólo una desconocida que me da exactamente igual —secundó otro.

Mi madre era una puta que me abandonó cuando era un crío. Donde quiera que esté ahora espero que esté sufriendo lo indecible.

Así que tranquila, muchachita, esto lo vas a gozar como no tienes idea... —sentencio el líder de la manada, quien comenzaba a sacarse el cinturón con la fija idea de penetrarla violentamente.

Ino entonces lo supo con pavorosa claridad: esos hombres definitivamente eran demonios. Al comprender el terrible destino que se le cernía encima su cuerpo entero se transformó en un torbellino de miedo que le recorrió las entrañas. A consecuencia apretó sus dientes y sus tendones, incluso su corazón se oprimió como si los ventrículos redujeran su tamaño a cada latido. Pese a que se sacudía peor que una epiléptica no conseguía liberarse.

¡Ayuda, por favor!

Uno de los sujetos le puso la mano encima sin darle tiempo a mordérsela.

Deberíamos ponerle una mordaza —sugirió alguien de largos cabellos y barbado mentón.

No —rechazó el que hacía de jefe—. Quiero escucharla gritar cuando entremos en ella.

Se arrepentía tanto de no hacerle caso a su padre cuando le advirtió que nunca fuera sola al bosque, que no necesitaba entrenar en un lugar tan alejado. Cuánto dolía ahora no haber seguido su consejo. Muchas veces sintió que su progenitor era más estricto de la cuenta, incluso le parecía molesto, pero tenía muchos años de experiencia y sólo quería protegerla, que nada le pasara. ¿Por qué tenia que ser tan rebelde? ¿Por qué la juventud la llevó a cometer el craso error de sentirse invencible? Pensaba que nada le pasaría a ella, a una aprendiz de guerrera...

Cuán errada estaba.

Pronto Ino sucumbió por el miedo ante lo desconocido. Cerró sus párpados con todas sus fuerzas, como si aquel inútil esfuerzo pudiese servir de algo. Absurdamente esperanzada los mantuvo fuertemente juntos, anhelando que la realidad fuese borrada milagrosamente; que, cuando abriera los ojos de nuevo, estaría en su cama mientras su papá le contaba uno de los hermosos cuentos que aprendió de su amada esposa. Sin embargo, por más que lo ansiara, la realidad no podía ser cambiada por la mente a menos que ésta adopte a la locura como vía de escape. Y, lamentablemente para ella, todavía tenía a la cordura como indeseable aliada...

Dos hombres a cada lado le sujetaban sus brazos y los otros dos que le sujetaban los muslos se hicieron a un lado. El victimario principal depositó sus rodillas suavemente en el suelo y sonrió de manera profundamente perversa cuando le separó las piernas. Echó un vistazo alrededor por la simple costumbre de asegurarse de que nadie más, aparte de sus secuaces, viera lo que solía hacer. Al comprobar la soledad del lugar, se sacó la chaqueta parda de encima. Luego desabotonó su camisa grisácea, la lanzó al suelo y su pecho peludo quedó al descubierto.

El asustado corazón infantil se desgajó en una alarma que se propagó a través de cada capa de su piel. Todas las alertas sensoriales de su cuerpo se prendieron y gritaron pavor a través de un estridente grito celular. Uno que enervó sus cabellos y vellos como si de escarpias se tratase. Tenía noción de que iba a suceder, pero, el susurro tétrico de los hojas de los árboles parecía advertirle que de esto no saldría viva.

Él llevó sus dedos hacia los largos cabellos de oro, acariciándolos con cierta delicadeza. La hija de Inoichi se sacudió violentamente para quitarse de encima el contacto de esas rancias manos, pero sus esfuerzos no dieron los frutos ansiados. El maldito siguió el juego unos segundos, disfrutándolo ampliamente. Más temprano que tarde, acercó su faz a ella y relamió sus propios labios con enfermizo deseo carnal. Luego inhaló profundamente, ansiando que el aroma de la niña acariciara de mejor manera sus nervios olfativos. En su mente era diferente al contaminado olor de una mujer adulta; Ino resplandecía virginidad a través de toda su piel, una pureza que él se encargaría de desgarrar salvajemente.

Poco a poco, el frío infame que recorría cada rincón de su cuerpo le hizo ir comprendiendo que lo que estaba viviendo no era una aviesa pesadilla... era la cruel e inclemente realidad. Al entenderlo, progresivamente abrió sus ojos celestes, viendo la pálida luz crepuscular que se colaba entre las copas de los árboles. De repente, un estrépito de temor irrumpió en su interior.

¡Malditos, mi padre es Inoichi Yamanaka y los matará a todos! —gritó teniendo la esperanza de que la fama de su progenitor los hiciera declinar sus intenciones.

No me hagas reír, mocosa. No hay testigos y a ti te quitaremos la vida para que no hables. Nadie sabrá quiénes te hicieron esto.

Y no hagas tanto escándalo por algo que te va a encantar. ¡Deberías agradecernos!

Tales respuestas terminaron de aniquilar su ser completamente. De improviso vio como algunos de esos pantalones que la rodeaban empezaban a hincharse en la horcajadura. Nunca había visto algo así, pero sabía qué significaba. Sabía lo que iba a pasar y eso la aterraba a un nivel que nunca experimentó antes y que nunca más volvería a sentir. El acecho del terror rellenó el ser femenino aún más. No habría salvación. En su mente, visualizó a su padre y el inmenso amor que le prodigaba cada día. Quería estar a su lado. Necesitaba volver a verlo antes de morir.

La sombra que tenía enfrente se le colocó encima, echándole encima sus más de ochenta kilos de peso. La sujetó firmemente desde su dorada coleta y aspiró el aroma de su cuello, queriendo deleitarse, en cada profundo respiro, con esa fragancia de niña consentida. Le pareció tan adictivo que estuvo seguro de que jamás la olvidaría. Luego siguió husmeándola con ansias, disfrutando el miedo causado por su depravación.

De repente, cortando el flujo de sus pensamientos, Yamanaka sintió una cosa viscosa y cálida, a la vez de fétida, que se deslizó por su mejilla derecha. Él lamió a su presa infantil un par de veces más como quien se da el tiempo de saborear un apetitoso bocado antes de deglutirlo.

Eres una niña deliciosa... —le susurró al oído cual halago. Tras lo dicho, las callosas manos comenzaron a deslizarse a través del contorno de la víctima.

Y entonces Ino supo lo que era el terror. El terror de verdad.

Asqueada al punto máximo, intentó zafarse de nuevo con todas sus fuerzas. Se sacudió en forma demencial, totalmente esquizofrénica, intentando librarse. El asco, la repugnancia que sentía, no tenía parangón con absolutamente nada que haya sentido antes.

El perverso ser humano, que ni siquiera merecía llamarse de esa manera, comenzó el ritual de desnudarla. En primer lugar le destrozó el vestido de cuerpo entero y luego hizo lo mismo con la blusa. Fue entonces que se dio cuenta de que la pequeña ni siquiera usaba sostenes todavía. Sonrió complacido ante aquel detalle. Mientras su víctima intentaba defenderse inútilmente, terminó por quitarle las bragas, prenda que guardó en un bolsillo como si se tratara de un invaluable trofeo. Observó, al igual que el resto de hombres, como el sexo femenino ya estaba cubierto por vello púbico, un signo de que ya había iniciado el paso hacia la adolescencia.

Si hay pelito no hay delito —dijo jocosamente uno de los violadores, causando risas en todos sus cómplices.

La rubia, entre lágrimas que ya casi no la dejaban ver nada, intentó juntar sus muslos con brutal desesperación, pero el cuerpo que tenía encima se lo impidió.

El líder de la banda criminal irguió su espalda y el silencio que se hizo de súbito permitió que se escuchara claramente como el cierre de su pantalón se abría.

Ino cerró los párpados para no mirar lo que saldría por la bragueta. Quería dejar de sentir, de oír, de oler, de palpar, de vivir.

De no haber sido porque habían otros seis hombres esperando su turno, el degenerado se habría encargado de mostrarle su miembro como si se tratara de una obra de arte que debía de ser apreciada. Ojos enloquecidos mediante, se dispuso a hacer añicos esa intimidad de niña y proclamarla como suya, tal como un demonio sediento de lujuriosa enfermedad. Se posicionaría encima de ella, preparándose a desvirgarla de la manera más cruenta posible. En tan sólo unos segundos lo peor de todo finalmente llegaría...

Pero algo pasó.

Suéltenla o los mataré a todos —se escuchó una voz que mezclaba de un modo extraño lo juvenil con lo grave. El recién llegado había escuchado unos gritos de auxilio atravesando el bosque, comprobando, al arribar, lo primero que sospechó: esa chiquilla iba a ser violada por turnos.

Muy sorprendidos, los delincuentes se giraron para ver al incauto que tuvo la osadía de amenazarlos. Era un chico que no debía medir más de un metro con cincuenta y, a juzgar por tener la voz cambiada ya, de unos doce o trece años de edad.

Habría sido mejor que siguieras de largo, mocoso, porque acabas de convertirte en un testigo y por ello tendremos que quitarte la vida.

Son ustedes los que van a morir hoy.

Los malhechores se rieron a carcajadas.

¿No deberías echarte a correr y llamar a tu mami?

El tono burlesco pretendía ofender, mas no lo consiguió. El infante arrojó una confiada sonrisa agresiva que hizo relucir sus blancos caninos.

No necesito huir de hombres que muy pronto serán cadáveres.

Ino logró ver al mozuelo cuando levantó su cuello. Debía tener su misma edad cuanto mucho. ¿Por qué un niño desafiaba a siete hombres adultos como si valieran nada? ¿Sería verdad lo que estaba pasando frente a sus luceros o ya estaría alucinando por el miedo?

El jefe criminal guardó su pene medio erecto dentro del pantalón, se incorporó, le puso un pie encima a la niña para que no se moviera y habló ensombreciendo su semblante.

Esto no es un cuento de hadas en que puedas hacerte el héroe, mocoso. —Hizo un gesto para que sus esbirros desenvainaran sus espadas, lo cual obedecieron de inmediato. —Pero ya que en tu mente infantil no hay un gramo de cordura te dejaré elegir a tu oponente. ¿Contra quién de nosotros quieres morir?

Uchiha sonrió malvadamente, intimidante. Se sacó la capa de encima dejando ver dos espadas ancladas en los costados de sus caderas. Las desenvainó lentamente antes de contestar.

Luchen todos contra mí.

Aquella enorme seguridad, sumada a su talante oscuro, provocó tal extrañeza en los criminales que sus despreciativas sonrisas terminaron borrándose. No era normal el tremendo desplante de soberbia que exhalaba ese chiquillo. Había algo en él que lucía insano, perturbador, incluso demoníaco.

Espera... yo le reconozco —dijo uno rompiendo el tenso silencio que se había formado—. Ese no es un chico común y corriente, es el niño prodigio, el que consiguió convertirse en un capitán de legión —agregó intentando ocultar sus nervios, aunque sin lograrlo del todo.

A lo dicho se provocó un silencio muy tenso. Sólo un día atrás había corrido la voz de que un jovencito experto en esgrima había logrado entrar al ejército y que, además, se convirtió en líder de una legión al matar en un duelo al anterior capitán. Era una información muy reciente, pero que iba propagándose de boca en boca por el reino a una velocidad vertiginosa.

Sigue siendo sólo un mocoso y nosotros una manada. Aunque sea un capitán de legión, siete hombres adultos no pueden perder contra un niño. Es ridículo.

Es cierto. No tiene la experiencia suficiente como para vencernos —apoyó otro alardeando confianza.

El orgullo de no ser amedrentados por un simple niño no los hizo dudar en atacarlo, pero, de saber que enfrente tenían a un sobreviviente Uchiha, quien además era discípulo de Orochimaru, habrían huido como almas que lleva el diablo. Tan ignorantes como envalentonados, se lanzarían contra él sin medir consecuencias.

¡Mátenlo! —ordenó el jefe criminal.

Uchiha corrió hacia atrás, dando la impresión de que iba a huir.

¡Que no arranque ese maldito!

Los delincuentes, confiados en que el chico escapaba, no alcanzaron a reaccionar cuando Uchiha se giró corriendo de vuelta hacia ellos. En menos de un santiamén cuatro de los hombres sintieron el terrible dolor de que algo frío y metálico atravesaba sus corazones. La agonía que los poseía se expresó a través de gorgoreos difusos y del vívido color rojo que palpitaba manchando sus ropas. Los otros dos, por estar un poco más atrás, lograron sobrevivir seis segundos más antes de que sus yugulares fueran cortadas como mantequilla. Entre asmáticos respiros intentaron aferrarse inútilmente a la vida.

Ni siquiera habían pasado veinte segundos y seis de los siete facinerosos ya estaban heridos de muerte. El jerarca de la manada, con los ojos inyectados en miedo, sólo atinó a dar unos pasos atrás mientras su mano, premunida de una espada aserrada, temblaba de modo irrefrenable. Ese infante, que con esfuerzo le llegaba al pecho, había asestado estocadas letales sin recibir siquiera un maldito rasguño. ¿Realmente era un niño? ¿O era un demonio que había tomado la forma de un niño?

¿Y basuras como ustedes creyeron que podían matar a un capitán de legión? Qué patéticos.

Esbozando una incrédula y temerosa mirada, el último delincuente supo que si lo enfrentaba iba a morir. Dando por cierta su presunción, lanzó su espada a modo de misil y se giró para huir a toda velocidad, pero enseguida sintió algo duro, filoso y frío en la zona de su vientre. Ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar cuando notó que la sangre escapaba a chorros por el corte. Había sido atravesado por el metal en tan solo un mísero segundo. Con la boca entreabierta bajó su cabeza y vio como la chiquilla rubia movía el arma, con ambas manos y con todas sus fuerzas, para abrirle aún más las entrañas. Ino había aprovechado la distracción del combate para volver a tomar su espada que le fue arrebatada por sorpresa, atravesando con ésta al hombre que se disponía a ser el primero en violarla.

Sasuke, desde su perspectiva, observó como la punta ensangrentada sobresalía por la espalda del delincuente. Y disfrutó profundamente al ver como la hoja empezaba a moverse en forma horizontal y luego vertical. Parecía el inicio de un turbulento torbellino.

Entre quejidos espantosos el malhechor abrió los ojos totalmente conmocionado, apenas tomando noción de que una niña, la chiquilla que se supondría sería su víctima, lo estaba enviando al oscuro pozo de la muerte como si fuera un ente sediento de sangre. Cayó al suelo de espaldas, retorciéndose en un dolor que no fue capaz de gritar.

Iluminados por una fuerza desgarradora, cada nervio de Ino fue contactado por el afán de venganza.A pesar de sus once años la furia la invadió tanto que siguió, a dos manos, apuñalándolo sucesivamente.

¡Muérete, maldito!

La pequeña ingresó en un trance demencial que no le permitió compasión de ningún tipo. El arma se alzó por sobre sus hombros una y otra vez, desatando toda su furia en cada frenética estocada, hundiendo la hoja en la carne del maldito criminal sin cesar, sin darse tiempo a detenerse un mísero segundo. Entre gruesas lágrimas gritó todo su dolor mientras chorros de sangre saltaban para manchar su desnudez.

¡Nunca más le harás daño a nadie! —dio un alarido desgarrador, conmovedor—. ¡No te levantarás nunca más!

El homicida, femicida y violador, esta vez sintió el pavor de la muerte en sí mismo al ser asesinado de una forma igual o peor a las que él realizó en su vida delincuencial. Entre profusos estertores, agonizó hasta que sus sombríos latidos se extinguieron por fin. El karma le cobró todas sus deudas, falleciendo de forma acorde a alguien de su calaña.

Incluso cuando los ojos del maldito perdieron el don de la vida, abiertos y perdidos en el vacío de la nada, Ino continuó el trabajo de apuñalarlo cual energúmena. Sólo tras un par de minutos, en el momento en que dio cuenta de que ya estaba muerto, acabó su frenesí de inusitada violencia. Entonces tuvo la imperiosa necesidad de engullir bocanadas de aire para regular la tremenda agitación de su ritmo cardíaco. Por un momento incluso pensó que de verdad su corazón saldría a través del pecho. El cofre abierto de colérica adrenalina fue bajando paulatinamente su dosis gracias a la venganza, que, como una gran amiga, le dio tranquilidad y consuelo tras lo vivido.

De pronto recordó la sangre que tenía encima y, completamente asqueada, trató de quitársela de encima como si le quemara el cuerpo. Desesperada, recogió del suelo los jirones de su ropa destrozada para usarla a modo de trapos. Fue sólo cuando se deshizo de la suciedad que recordó que no estaba sola. Por inercia atinó a cubrir su desnudez poniendo un brazo extendido sobre ambos pechos y una mano en su entrepierna.

Uchiha había quedado sorprendido unos segundos por la furia anómala que había poseído a esa chica. ¿Así estuvo él cuando mataron a su familia? Presenció gustoso los dos minutos de trance sádico y luego, cuando la chica empezó a quitarse la sangre de encima, observó su desnudez con curiosidad. Evidentemente, el poco desarrollo de los senos indicaba que debía ser una chiquilla de su edad o menos. Después sacudió la sangre de sus dos espadas, las envainó, recogió la capa que había botado al suelo antes de luchar, avanzó unos pasos y le entregó su prenda a la fémina para que se cubriera.

Ino sufría algunos temblores por el frío y la furia que recién iban cesando en su cuerpo, pero reaccionó tomando la larga prenda a fin de ponérsela. Ambos intercambiaron profundas miradas entonces.

Y-yo nunca había asesinado a nadie... —dijo al darse cuenta de la locura que la había poseído, sintiéndose culpable por lo hecho. Algunas lágrimas asomaron de nuevo.

Si tienes cargo de conciencia por matar a un monstruo significa que estás demente —le contestó con su hosquedad habitual. Acto seguido, escupió el cadáver del único occiso que no fue aniquilado por él.

«Monstruo» fue la palabra clave que Yamanaka asimiló enseguida. En realidad a tipos como esos ni siquiera podía considerárselos como personas. Por tal razón no sufriría por ellos ni ahora ni nunca. Echó una última mirada al resto de monstruos disfrazados de hombres. Todos estaban indudablemente muertos. Si el Diablo existía iba a quedar muy satisfecho con los siete nuevos trofeos que llegarían a su reino.

De la nada la mente de la jovencita rebobinó el tiempo al recordar el vil ataque que la tomó desprevenida. El estrés de lo recién padecido volvió con fuerza, provocando que cayera de rodillas al flaquearle las piernas. Entre lágrimas que se reanudaban miró a su salvador con infinita gratitud. Gracias al muchacho que tenía enfrente, el carrusel del destino giró desde una inminente violación hasta el asesinato de sus agresores. Aunque todavía no entendía cómo podía existir alguien con una velocidad de combate tan inhumana, no era el momento de buscar explicaciones.

M-muchas gracias por ayudarme. Muchas gracias de verdad. Me salvaste la vida.

Los penetrantes ojos negros fueron cubiertos parcialmente por sus párpados.

Te la salvé, pero la culpa de vivir una situación así es solamente tuya —la condenó duramente, a lo que ella abrió sus labios muy sorprendida. Esperaba palabras de consuelo, no una ácida recriminación—. Si sales a solas siendo tan tarde, y además en un lugar tan alejado, estás llamando al peligro.

La culpa no es mía, es de ellos —indicó los cadáveres aleatoriamente mientras intentaba contener nuevas lágrimas—. Ellos querían violarme, asesinarme —se defendió con la voz desgarrada.

Pues si no te cuidas pasan cosas como estas —volvió a castigarla verbalmente.

Evidentemente quien la había rescatado distaba mucho de ser un héroe o un caballero de brillante armadura. Su primera impresión había estado totalmente equivocada. Tocada en su orgullo decidió responder pese a que seguía sintiéndose débil.

Yo creo que lo que hay que hacer es enseñarles a los hombres a respetar, a controlar sus impulsos, en vez de culpar a las mujeres diciéndoles que se cuiden.

Digas lo que digas, una chica no debería andar por lares tan solitarios como estos —sentenció él. Y enardeciendo su mirada agregó algo más—. No siempre habrá alguien como yo para salvarte —le advirtió.

Ino tragó saliva mientras guardaba silencio. Su mentón tiritaba, pero más de rabia, impotencia e indignación que por el pánico anterior. A pesar de sus ojos todavía llorosos, había retomado el control de su espíritu combativo.

Pero tú sí puedes salir tranquilamente a la hora que quieras, ¿verdad? —espetó con una expresiva mueca—. Eso no es justo.

El mundo no ha sido, no es, ni será justo. Nunca.

Ino se sintió en desventaja al seguir de rodillas. Echando mano de su orgullo usó sus manos como soporte y, tras hacer un esfuerzo similar al de un cachorro que camina por primera vez, se puso de pie. Apenas pudo sostenerse, pero lo hizo.

¿Por qué me echas la culpa a mí? —Lo miró directamente a los ojos, dándose cuenta de que ese chico sólo le sacaba unos tres centímetros de altura—. Yo estaba tranquila, sin hacer daño a nadie, y esos malditos aparecieron de la nada. Esos engendros son los culpables, no yo —dijo con voz quebrada, sufridora.

No sé de qué te sorprendes, ¿o acaso has vivido aislada del mundo todo este tiempo? Hay hombres que son más peligrosos que cualquier bestia salvaje.

Es que yo nunca pensé que podría pasarme algo así. Lo veía tan distante, tan lejano; pensé que podría sucederle a cualquier otra pero jamás a mí...

En la confianza está el peligro. Sólo contéstame a esto sinceramente: ¿qué habría pasado hoy si yo no hubiera pasado casualmente por aquí?

Habría muerto violada por ellos... —su voz materializó perfectamente su congoja.

Agrádecele a los dioses, si es que crees en ellos, que mi camino habitual estuviera cerca de aquí. Cuídate porque yo no te salvaré dos veces —le advirtió dándole énfasis a su mirada—. De hecho si te pillo sola otra vez por aquí, seré yo mismo quien te matará —añadió amenazante.

Ella, vulnerable todavía, bajó su cabeza sin ánimos de seguir discutiendo. Él le echó una última mirada prepotente y se giró para regresar por el mismo lugar del que apareció.

Recuerda esto siempre —le habló de espaldas sin dejar de avanzar—: tú no puedes ir a donde quieras porque eres una mujer viviendo en un mundo de hombres. Si olvidas esa verdad, tarde o temprano terminarás violada o muerta.

El alma de la blonda se enardeció ante lo dicho. Estaba estresada y no quería seguir la disputa, pero sus palabras le parecieron demasiado injustas como para aceptarlas en sumiso silencio.

Entonces voy a luchar por cambiar esa supuesta verdad. Si no puedo tener los mismos derechos que un hombre ya estoy muerta de todas formas —dijo con voz decidida, cosa que sorprendió a Uchiha de tal modo que detuvo sus pasos. Tras vivir una situación tan tramatizante, ella no debería ser capaz de hablar siquiera. —Ambos sexos deberíamos tener igualdad en derechos y deberes.

Él la miró de soslayo.

Sigue pensando así y muy pronto terminarás en la hoguera. La mujer es un ser inferior al hombre y la que no acepte esa verdad es quemada bajo el pretexto de ser bruja.

Precisamente por eso entraré al ejército, para que nadie me acuse de bruja por pensar distinto.

Sasuke formó una media sonrisa maldadosa.

¿Una mujer entrando al ejército? Es lo más estúpido que he escuchado en toda mi vida.

Pues yo convertiré esa supuesta estupidez en una honrosa realidad —dijo mientras volvía a recoger su espada del suelo. Sasuke dio cuenta de que era más pequeña que el promedio, una acorde a su tamaño.

Esa arma es tuya, ¿verdad? —preguntó para confirmarlo. Le seguía siendo difícil de creer que una chica tuviese una espada propia.

Sí —confirmó enseguida—. Eso es lo que estaba haciendo aquí, entrenándome para llegar a la milicia algún día.

Es una tontería lo que pretendes.

No para mí.

Sólo eres una niña caprichosa que todavía no madura. Lo que debes hacer es aceptar el lugar que te corresponde porque la guerra no es cosa del sexo débil —dijo con desprecio—. Lo que sí te corresponde es cocinar, limpiar la casa, críar hijos y chupar bien el pene de tu macho. Para todo eso las mujeres sí que tienen un gran talento natural.

Ino ya sentía incomodidad contra su salvador, pero ahora su alma estaba hirviendo de rabia. Pasó del agradecimiento a odiarlo en un santiamén.

No voy a aceptar el lugar que me corresponde aunque me lo digan todos los hombres que existen en este mundo. Seré una guerrera, entraré al ejército y me convertiré en una soldado de élite. Juro que lo haré o moriré en el intento.

Sasuke chistó evidentemente disgustado. Le molestaba que una fémina aspirase a cumplir fantasías en vez de aceptar su lugar en el mundo. Sin embargo, no podía negar que le generaba interés una meta tan particular y por ende quiso indagar al respecto.

¿En verdad estás decidida a entrar a la milicia?

Así es —confirmó con firme voluntad a pesar de su vulnerable estado actual.

Si realmente quieres ser un soldado debes estar dispuesta a morir. ¿Lo estás?

Sí.

El pelinegro no pudo evitar una emoción de asombro por la determinación que mostraba esa niña. Su rostro, empero, no expresó lo que su interior sentía.

Yo soy el nuevo capitán de la Legión Estigia —se presentó tras unos segundos.

¿De la Legión Estigia? —repitió musitando invadida por el estupor. Gracias a su padre sabía de primera mano que tal legión era una de las tres mejores del reino. Sólo alguien excepcional podía comandarla, pero, después de ver cuán letal era ese chico, no le extrañó que ya tuviera un rango así de importante a pesar de ser tan joven.

Él no solía responder preguntas obvias, de modo que tampoco lo hizo ahora. A cambio agregó lo siguiente:

Y pronto seré el guerrero más fuerte de todos.

El más fuerte de todos... —repitió en un susurro impactado. Si él estaba sorprendido con el temple de ella, lo mismo sucedió al revés.

Ven a verme cuando creas que puedas resistirme un duelo durante medio minuto, pero te advierto que pelearé a muerte. Si consigues sobrevivir a mis ataques durante ese tiempo yo mismo firmaré tu autorización para entrar al ejército.

Ino tragó saliva. Medio minuto parecía poco, pero asomaba como casi imposible resistir los ataques de alguien que venció a seis adultos en menos tiempo. Sin embargo, su indómito carácter no le permitió amilanarse.

¿Y si te gano?

Uchiha dio cuenta nuevamente de que no estaba ante una niña común y corriente. Debía reconocer que tenía muchas agallas y más teniendo en cuenta que, sólo minutos atrás, había vivido una situación que a cualquier adulta la tendría en shock por días.

Eso es imposible, pero si logras un milagro entonces me convertiré en tu subordinado.

Trato hecho.

Además que te quede claro que una cosa: si pasas mi prueba significará que tú no eres una mujer: serías la reencarnación de un hombre en el cuerpo de una.

¿Por qué?

Porque nadie del sexo débil sería capaz de resistir medio minuto luchando contra mí. —Ino iba a protestar, pero él la calló con un hosco ademán. —Además los hombres no aceptarían órdenes de una mujer.

Todas las mujeres les hemos dado órdenes a hombres, ¿o acaso tú no le obedecías a tu madre?

Hablo de hombres adultos, no de niños. En una guerra las chicas no son respetadas, de modo que si aspiras a liderar una escuadra tendrás que aceptar esa condición. De lo contrario no podrás entrar a la milicia.

Si no me queda otra aceptaré, pero en mi vida personal seguiré actuando como una mujer porque eso es lo que soy.

Haz lo que gustes, pero recuerda que ninguna fémina puede estar a la altura de los varones; eso es ridículo. Por lo tanto si alguna lo consiguiera sólo significaría que es la reencarnación de un hombre en cuerpo de mujer.

La rubia enmudeció sin saber qué responder a eso, pues desde pequeña se sintió diferente de alguna manera. No era la típica chica que le gustaba jugar con muñecas o que aspiraba a casarse y tener hijos. Ella desde siempre quiso entrar al ejército y de esa forma salirse de lo dictaminado por la sociedad. ¿O acaso una mujer estaba condenada a seguir siempre el mismo estereotipo y si pensaba distinto su espíritu era el de un hombre? Yamanaka aún no lo sabía, pero Sasuke insistiría tanto con esa idea que lograría insertarle una duda que en el futuro permanecería años con ella.

El capitán de doce años se viró dispuesto a regresar por su alazán, mismo que había quedado en las afueras meridionales del bosque.

E-espera, por favor... —reaccionó ella al verlo alejándose—. ¿Me puedes decir tu nombre?

Él la miró soslayadamente.

Por ahora puedes llamarme Kaseus Achihu.

Mi nombre es...

No me interesa saberlo —la cortó al instante, volviendo a darle la espalda—. Sólo cuando te ganes mi respeto te daré el permiso para que me lo digas.

Dicho esto, el soldado prosiguió su camino.

Oye..., a pesar de que eres muy hostil te doy muchas gracias por salvarme —dijo sintiendo que las lágrimas querían reanudarse—. Te juro que nunca olvidaré lo que hiciste por mí. Nunca.

Él le echó una última mirada por encima del hombro. Luego retomó sus pasos sin más.


«Juro que nunca olvidaré lo que hiciste por mí. Nunca». Aquellas palabras volvieron a Ino como un bombardeo cerebral, lo cual produjo que el movimiento de su navaja se detuviera a un centímetro de Sasuke. El recuerdo que sobrevino como un centelleante relámpago le impidió asesinarlo. Para su tremenda desgracia así fue.

¿Cómo podría hacerlo? ¿Cómo si en realidad aún seguía amándolo?

A Uchiha le pareció percibir una pequeñísima ráfaga de aire en su espalda, mas no le dio importancia alguna. ¿Por qué tendría que dársela si su fiel compañera estaba justo allí? Siguió avanzando despreocupadamente, dado que ni en cien vidas habría imaginado que la mano de Ino había buscado matarlo por la espalda.

La rubia tendría una segunda oportunidad y esta vez no pensaba desaprovecharla, pues la invasión de una serie de recuerdos junto a su amado padre eran el mejor aliciente para cumplir lo que debía. Entonces observó un segundo a su afilado puñal como solicitándole fuerzas. También abrió su boca y respiró a través de ella silenciosamente, anhelando controlar la prominente agitación de sus nervios convertidos en verdaderas estalactitas.

Volvió a caminar por el pasillo, aunque, en esta ocasión, teniendo a su clan presente fijamente en el corazón. Tenía que actuar, no había otra salida. Juró por todos los suyos que ahora no fallaría, que no habría un tercer intento. Una vez que Uchiha estuvo a su alcance elevó el puñal a la altura de la espalda masculina y lo guio sin dudas hacia el corazón de quien le salvó la vida. Las lágrimas se intensificaron en sus luceros por ello.

En ese preciso instante Hinata apareció por el salón con la intención de preguntarles qué deseaban cenar. Traía un pedazo de queso sujeto entre sus labios, mismo que cayó al suelo al atisbar el ataque.

—¡Cuidado, Sasuke! —gritó despavorida.

En décimas de segundo Uchiha relacionó el grito con una estocada por la espalda. Al igual como sucedió en la emboscada hecha por Neji y Rock Lee, no perdió tiempo volteándose; su mente vislumbró el ataque hacia su corazón y actuó en consecuencia. Ladeó su cuerpo de tal modo que el brazo de Ino sólo cortó el aire y un segundo después evadió otra estocada a la vez que la agarraba de la muñeca derecha. Sin embargo no alcanzó a doblársela pues la zurda de ella ya enviaba otro navajazo que, de no saltar atrás, le habría atravesado su órgano vital.

Uchiha todavía no asimilaba lo que estaba pasando, ni siquiera tomó conciencia de que era Ino quien lo estaba atacando. Sacó su estilete desde el cabestrillo y, contratacando por instinto, buscó la garganta del adversario. Ino hizo exactamente lo mismo, lo que provocó que el filo de ambos pasara casi rozando el cuello del otro. Un par de movimientos más hizo que sus armas chocaran sacando chispas hasta que la rubia, por la mayor fuerza de su oponente, se vio obligada a retroceder dando un salto hacia atrás.

Yamanaka supuso que los pensamientos de Sasuke debían ser caóticos, de modo que no perdería siquiera un segundo: siguió arremetiendo buscando el corazón o la garganta de su actual enemigo. Si el guerrero más fuerte se salvó fue gracias a que el frenesí del combate le impidió tomar conciencia de que era su compañera quien lo atacaba. Desde luego, su instinto guerrero afilado al máximo también fue vital para concentrarse únicamente en el duelo. Al producirse una separación que les permitió estar frente a frente, el soldado tuvo los segundos suficientes para asimilar lo que estaba pasando: Ino, su única aliada, era quien buscaba matarlo.

El último Uchiha trató de decir algo, pero la tremenda sorpresa que se le atragantó en la garganta le impidió el habla. Sus labios se separaron apenas un centímetro, empero, aquello ya era muy significativo en alguien que suprimía cualquier tipo de asombro en combate. Por más que lo intentaba, sus negros ojos no podían digerir el hecho tan inverosímil que sucedía por delante. La blonda, su única aliada por muchos años, empleaba todas sus fuerzas para quitarle la vida. Sin embargo, estaba con los ojos enrojecidos por cuantiosas lágrimas.

Los alaridos de Hinata pidiéndole a Ino que se detuviera emergían vaporosos, casi intangibles, casi provenientes del inframundo. Estuvo gritando durante todos los segundos del enfrentamiento, pero sólo ahora los contendientes pudieron percatarse de ello.

—¡Por favor deténganse, señorita Ino!

—¡No puedo parar ahora!

Sólo cuando escuchó el dictamen de su compañera, a Sasuke le salió la voz nuevamente. Estaba haciendo un esfuerzo enorme para contener la vorágine de emociones que estaban azotándolo por entero.

—¿¡Por qué diablos me atacas!? ¿¡Por qué!? —Su voz sufrida, desgarrada, desplegó el dolor que se vive al ser traicionado, el de ser casi apuñalado por la espalda.

No hubo contestación, puesto que la blonda volvió a la carga otra vez. Sasuke tuvo claro que debía mantenerse en el estrecho pasillo o sus opciones de ganar disminuirían. Si salía a los salones principales Ino tendría el espacio suficiente para atacarlo con sus katanas en lugar de los puñales y, en su condición actual, evadir armas tan largas le resultaría más difícil. Se enfrascó en una seguidilla de ataques y contrataques a una velocidad espeluznante, consiguiendo sostener su sitio a duras penas.

Por primera vez Hinata veía a Ino en combate y quedó atónita al ver cuán peligrosa lucía. Esa era la estampa de una verdadera guerrera, el semblante de alguien que estaba a la par de los mejores élites de sexo masculino. En sus manos bruñían, a la luz de las antorchas, ambos puñales de acero puro. Impresionaba que alguien con lágrimas en sus ojos pudiera intimidar tanto.

—¡Basta, Ino! —exigió el varón—. ¿Por qué haces esto? ¿¡Por qué!?

—¡No tengo opción! —gritó a todo pulmón su frustración.

—¡Siempre hay opción! —contrarrestó él.

Ella negó por medio de su cabeza.

—Lo siento, Sasuke, pero tengo que matarte —dijo temblando un poco aunque no quisiera—. Debo hacerlo o mi clan entero morirá. —Se dispuso a embestir nuevamente adoptando su pose de combate más ofensiva. Su tamaño disminuyó al flexionar un poco más sus piernas, mientras la diestra se alzaba por encima de su cabeza y la siniestra a la altura de la rodilla. Iría por el todo o nada en un feroz ataque dual, completamente decidida a matarlo o a morir en el intento.

A sabiendas de lo que se venía, Uchiha maximizó su agilidad mental y llegó a una conclusión certera a velocidad de relámpago.

—Danzo tomó prisionero a tu clan, ¿verdad?

La soldado afirmó lentamente con su cabeza. Enseguida añadió: —Lo siento, pero matarte es la única forma de salvar a los míos. Si no lo hago serán masacrados.

Uchiha recordó instantáneamente lo gran tipo que era Inoichi. Suspiró hondo al entender el sufrimiento por el que debía estar pasando su subordinada.

—Ino..., no me obligues a luchar contra ti. No quiero hacerlo. —Bajó su arma como prueba de ello, aunque sin soltarla. —Podemos hallar una solución.

—No hay solución —espetó muy segura—. ¿Crees que ya no lo pensé cientos de veces? ¿Crees que disfrutaré matándote? Perdóname, pero tienes que morir.

—Lady Ino, por favor reaccione —rogó Hinata volviendo su voz más íntima que histérica. Sufría recordando al blondo de ojos verdes que tan bien la había tratado en su florería, pero tenía que haber otra alternativa para salvarlo—. Ustedes son amigos.

«¡Usted lo amaba! ¡Quizás lo ama todavía!» añadió su mente un segundo después. Su boca estuvo a punto de revelar el secreto para que reaccionase, mas logró contenerse esta vez. Sin embargo, no descartaba gritarlo a los cuatro vientos si con eso conseguía detener esta catástrofe.

—No te metas, Hinata. Tú harías lo mismo si tuvieras que salvar a tu clan —esgrimió sin pestañear.

—La desesperación te está nublando el juicio —insistió Uchiha acertando de lleno, pues en la mente de la soldado la vil escena de su padre siendo asesinado se repetía como un maldito maleficio incapaz de detenerse.

—¡Basta! —proclamó enardeciéndose más—. No voy a dejar que me engañes, no permitiré que suavices mi instinto asesino. No haré caso a nada de lo que me digas.

—Por favor, señorita Ino, le ruego que baje su arma —suplicó la de ojos lunares. Y, confiando en que no le haría nada, avanzó un paso hacia ella.

—¡Te dije que no te metieras, Hinata! —amenazó sin perder vista a Sasuke. No la tomaría por sorpresa—. ¡Salvaré a mi familia aunque tenga que matarlos a los dos juntos!

Quieto en su lugar, Uchiha volvió a levantar su estilete al tiempo que su rostro se ensombrecía.

—Contra mí haz lo que quieras, pero da un solo paso hacia Hinata y te mataré sin compasión.

Yamanaka volvió a centrar su atención en el general, sintiendo que, ante tal amenaza, sus zafiros celestes por fin dejaban de enaguarse. De pronto sus armas empezaron a girar desde la empuñadura como si fueran manejadas por un malabarista. Tal acción mostraba que sus temblores de emoción habían desaparecido por completo.

—¿De verdad crees que podrías quitarme la vida con un brazo menos?

—No quiero hacerlo, pero si me obligas no voy a dudar.

—Subestimarme es el mismo error que un sinfín de hombres cometieron. Y sabes muy bien como terminó la historia en esos casos —advirtió entornando sus celestes luceros. Parecía ofendida, lo que de ser cierto sólo aumentaría su determinación de acabarlo—. Combatí mil veces a tu lado y me enseñaste todo lo que sabes. No creas que podrás vencerme con un brazo lesionado.

Para Uchiha aquella era una verdad muy peligrosa. En efecto Ino conocía sus movimientos demasiado bien, lo vio pelear cientos de veces. Esa era una ventaja exclusiva que ella tenía por sobre cualquier otro guerrero: difícilmente sería capaz de sorprenderla, por lo cual era el peor rival que podría tener en su condición actual. La probabilidad de perder la vida era muy alta.

—Nunca te mostré todas mis cartas —rechazó él confiadamente—. Y si intentaste matarme por la espalda es porque sabes que de frente no podrías vencerme ni teniendo un brazo extra —espetó exhalando su altivez de siempre.

La primera frase generó extrañeza en Ino, pero la descartó al imaginar que Sasuke estaba fanfarroneando para insertarle dudas. La segunda oración si la contestaría.

—Sé mejor que nadie cuán fuerte eres y vencerte me será más difícil en un duelo, pero te aseguro que lo haré. —Sus navajas dejaron de girar. Lentamente adoptó casi la misma posición de combate anterior; la única diferencia radicaba en que la mano a la altura de la rodilla era la diestra y la alzada era la zurda. A Sasuke le quedó claro que Ino estaba completamente decidida a darle muerte, que nada la detendría en su misión. —Salvar a mi familia me dará las fuerzas para derrotarte.

—No lo haga, señorita Ino —imploró la Hyuga—. Si continúan uno de los dos va a morir. ¡Puede que ambos tengan ese destino! —añadió horrorizada.

—No te metas, Hinata.

Cualquiera habría asumido que la orden vino desde los labios de la blonda, mas fue Uchiha quien la dio.

—Pero Sasuke...

Acerando su mirada, Uchiha la incitó a silenciarse.

—El combate es inevitable —arguyó cuatro segundos después—. Incluso si lo postergamos volvería a ocurrir lo mismo más tarde. Esto se terminará ahora.

La manumisa observó alternadamente a uno y a otro, comprobando de nuevo, a través de sus talantes, que ninguno se detendría. Las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas como pequeñas cascadas. Amaba a Sasuke, pero nunca podría desear la muerte de Ino, quien desde un principio se portó muy bien con ella. Se sintió tan impotente, tan débil, tan incapaz de pararlos. Si tan sólo tuviera más fuerza podría haberse entrometido, podrían haberla escuchado de ser una guerrera como ellos. Sus manos se apretaron a cada lado de sus muslos.

El guerrero de primera clase sujetó el estilete de tal modo que la yema de su índice diestro se desplazó por el filo. La diminuta herida que le produjo con apenas un roce, le hizo ver que el metal estaba en su punto perfecto. Su arma penetraría la carne de su compañera tal como lo haría un ariete en la puerta de un castillo. Entonces cerró sus párpados un segundo, pero aquel mísero tiempo fue suficiente para que su mirada cambiara su tono radicalmente: ahora estaba llena de furia, de creciente odio. Eran los ojos de antaño que a Hinata tanto atemorizaban. La necesidad de ganar resucitó al guerrero totalmente sanguinario.

La arquera novata, al reconocer el tinte de maldad que cubría el alma de su amado, sintió como un escalofrío se eyectó a través de su espalda. Y cuando vio los luceros celestes obtuvo la misma y desagradable sensación gélida. Iban a matarse, podía leerlo en los semblantes de ambos claramente.

De súbito, a la coronel le llegó la idea de capturar a Hinata en vez de enfrentar a Sasuke en un duelo. Chantajéandolo con una daga en el cuello de su amada, estaba segura que él mismo se quitaría la vida para salvarla. No obstante, desechó la idea velozmente. Iba a conseguir la victoria de frente y con el honor que su clan se merecía. Esta vez no sería un ataque por la espalda; por tal motivo afiló sus facciones y lo único que se permitió visualizar fue el hundimiento de sus puñales en el cuerpo de Uchiha.

Era increíble como el corazón de ambos latía a mil por segundo y, pese a ello, sus manos se mantenían firmes, sin el más mínimo temblor. Simple y llanamente el temple de un guerrero era asombroso.

—¡Tú lo quieres, Ino! —gritó Hyuga sin revelar del todo la confesión que recibió en el muelle. Entre querer y amar había una diferencia y esperaba salvaguardar aquella.

A pesar del último y desesperado intento de la civil por parar la contienda, ninguno de los guerreros escuchó esa tercera voz. Los que antes eran amigos se habían convertido en fieros enemigos y ya nada podría cambiar eso. Verificando aquello fue la blonda quien finalmente se abalanzó primero, lanzando una lluvia de puñaladas.

El combate fue feroz e Ino tuvo todo el tiempo la ventaja gracias a su brazo extra y a las patadas que, gracias a la enorme flexibilidad de sus piernas, casi actuaban como dos brazos más.

Uchiha trató de chocar armas para que su fuerza superior la desarmara siquiera de un puñal, pero nada consiguió ante los reflejos de su aliada. Fue retrocediendo, lenta pero inevitablemente, hasta el final del pasillo. Su brazo herido, entretanto, reabría la herida suturada al forzar unas evasiones indispensables.

Hinata, entre espantosas muecas y apretones espasmódicos de sus músculos, cerró los ojos un momento. No quería mirar el resultado, no deseaba ver a ninguno morir. Unos segundos después abrió sus perlas albinas al sentirse una cobarde. Dispuesta a impedir la muerte de su amado iniciaría una carrera hacia la espalda de Ino para tratar de sujetarla e impedir esta locura. No obstante, su intención fue coartada cuando sucedió algo que tiñó sus cuerdas vocales en un alarido de espantoso dolor.

Cinco segundos antes sucedió algo que la blonda no se esperó, ya que jamás le vio a Sasuke hacer algo así. Siempre había pensado que no tenía la flexibilidad suficiente como para enviar una patada alta, mas, cuando recibió una tan fuerte en su diestra que le obligó a soltar esa navaja, supo que era verdad lo dicho anteriormente por su compañero: jamás mostró todas sus cartas frente a ella. Pronto vio la muerte delante de sus orbes celestes cuando el estilete de Uchiha se dirigió a su garganta, empero, alcanzó a evadir dando dos pasos atrás.

El pelinegro continuó la embestida para rematarla arrinconándola contra la pared, pero Ino haría su movimiento estrella: evadir abriéndose de piernas sobre el suelo para apuñalar el vientre enemigo. Sin embargo el general, gracias a su velocidad, alcanzó a ponerle una rodilla en la entrepierna para detener la futura acción. Si Ino conocía a Sasuke perfectamente, la misma ventaja se aplicaba para él.

La única mujer guerrera, empleando ambas manos, bloqueó el puñal de Uchiha con el suyo a pocos centímetros de su garganta. No obstante, la tremenda fuerza de Sasuke no podría contenerla ni usando ambas extremidades, por lo que su propia navaja iba acercándose a su cuello a un ralentí de espanto.

Justo cuando el guerrero más fuerte iba a matarla, el ensordecedor grito de Hinata lo distrajo por menos de un segundo, pero fue suficiente para que Yamanaka pudiera alejar el estilete empleando todas sus fuerzas. Entonces ambos atacaron de tal manera que asestarían cortes en sus gargantas. Justo cuando la muerte llegaría para los dos al mismo tiempo, detuvieron el filo de sus armas en el pescuezo del otro. El metálico frío les congeló la piel mientras intercambiaban miradas imposibles de leer.

Ambos habían ganado y perdido al mismo tiempo, sosteniendo sus vidas desde un hilo que pendía de la voluntad del otro. Un movimiento, aunque fuera de tan solo un centímetro, provocaría que ambos cayeran degollados.

—Baja tu arma, Ino —demandó el varón—. Si nos matamos mutuamente no podrás salvar a tu clan.

—No la bajaré porque no les fallaré. Te conozco mejor que nadie y sé que no perdonarás mi traición.

—Señorita Ino, por favor... —se escuchó la pálida voz de Hinata desde unos metros atrás.

—Sé muy bien que no haces esto porque quieras —continuó Uchiha—. Tus lágrimas lo dejaron muy claro.

—Sea como sea no bajaré mi arma. Si lo hago me cortarás sin piedad y yo necesito salvar a mi clan.

—Te aseguro que ya no soy el mismo de antes. No voy a matarte, al contrario, voy a salvar a tu familia.

—¡Mentira! Sólo tu muerte puede salvar a mi clan. Sólo eso.

—¡Carajo! ¡Por lo menos date el tiempo de escuchar! —espetó Uchiha desatando toda su frustración—. Ya tengo en mi mente dos planes para salvarlos. Y ambos son factibles.

Hinata esta vez permaneció en silencio, tapándose la boca con ambas manos al temer que una intervención suya podría empeorar las cosas en vez de mejorarlas.

—Dos planes que no tienen ninguna posibilidad de éxito —contestó la blonda. Su hoja temblaba levemente en el cuello de Sasuke.

El pelinegro dio un hondo suspiro. De súbito la furia desapareció completamente de sus ojos, poniéndose por primera vez en el lugar de Ino. Estaba desesperada y tal emoción impedía pensar bien, prohibía reflexionar. Después de todo, quizás a él le hubiera pasado lo mismo que a ella de estar en su caso.

—Te equivocas completamente, pero siempre has sido muy leal de modo que yo te seré leal ahora. Si realmente crees que mi muerte salvará a tu clan, si de verdad crees que alguien tan traicionero como Danzo cumplirá su palabra, entonces te daré la oportunidad de cortar mi garganta sin consecuencias. Apelaré a lo que te dice tu corazón.

—¡No lo hagas, Sasuke! —clamó una suplicante Hinata, temiendo lo peor.

Sin apartar su manzana de Adán de la navaja de Ino, Uchiha inició el movimiento de quitar su estilete del cuello de su compañera. Entonces dejó caer su arma, la cual restalló su metálico sonido al rebotar hasta quedar girando sobre sí mismo como un reloj enloquecido. Quizás una caprichosa analogía de que el tiempo se había alterado completamente, dado que cada segundo parecía una decena de minutos. Por decisión propia había quedado vulnerable ante su compañera, apostándose la vida al esperar que la sensatez triunfara sobre la desesperación.

Hinata no pudo evitar caer de rodillas estrepitosamente al imaginarse lo peor. Rogó con toda su alma que el oscuro presentimiento que martillaba su pecho estuviese equivocado.

Los semblantes de ambos atravesaron un sinfín de sentimientos que estallaban en la brillantez de sus temblorosos ojos. Éstos hablaban, gritaban y ardían en las pupilas del otro. A su vez, el silencio sepulcral volvió todo aún más tensionante.

—¿A qué esperas? —Extendió su único brazo sano hacia el lado en otra señal de que no iba a defenderse, de que estaba a su merced. —Asésiname para que compruebes por ti misma que estás equivocada —exigió irguiendo su mentón aún más, dándole mayor amplitud para que le cortara la garganta de una vez.

—Ino, por favor reacciona... —suplicó Hinata con lágrimas en los ojos, todavía sin levantarse. Y si su amado moría dudaba de que quisiera hacerlo nuevamente.

La navaja en la mano de Ino temblaba. Mantenerla firme asomaba tan difícil como hacer un dibujo en el agua. El temple guerrero había desaparecido; ahora sólo quedaba el sufrimiento de la mujer. De pronto la piel de Sasuke soltó una diminuta gota de sangre al ser rasgada levemente.

—En tu corazón sabes de sobra que Danzo matará a tus familiares y que luego hará lo mismo contigo —dijo sin inmutarse a pesar de lo anterior—. Tu mente también lo sabe. No te mientas a ti misma con una falsa esperanza.

Sufriendo una nerviosa dicotomía, la aludida apretó sus labios al punto que desaparecieron hasta quedar sólo una hendidura en reemplazo. Una mitad de ella quería matarlo, pero la otra luchaba con todas sus fuerzas para evitarlo. Una parte se llamaba desesperación, la otra sensatez. Batallaron de forma encarnizada por un tiempo que se hizo demasiado extenso, pero finalmente un lado consiguió derrotar al otro.

Aunque era difícil aceptarlo, bajó su arma y la dejó caer al entender que Danzo no iba a cumplir su palabra. Cabizbaja, sintió a las lágrimas correr por su rostro nuevamente. Se permitió llorar como no lo hizo en muchos años, específicamente desde esa ocasión en que casi fue violada. La tensión de tener que matar al hombre que aún amaba, el pesar de quitarle su oportunidad de ser feliz junto a Hinata, se reunió con el sufrimiento de perder a su padre próximamente, de que toda su familia sería exterminada sin remedio. Su alma estaba siendo triturada.

—Has tomado la decisión correcta. —Uchiha le puso una mano en el hombro y se encorvó un poco para ponerse a la altura de sus ojos.

—Mi clan morirá por mi culpa —dijo de un modo conmovedor y entrecortado por los sollozos que no podía controlar. —Mi padre, Sasuke, mi familia...

Siguió llorando sin parar, derrumbada espiritualmente. Su cuerpo se contagió de tal debilidad, por lo que de repente sus piernas flaquearon como si ya no pudieran sostener su tronco.

Sasuke la sujetó firmemente del costado de su brazo, afirmándola. Pensó en reconfortarla dándole un abrazo por primera vez, pero se contuvo porque, como el tipo duro que era, eso de consolar le parecía propinarle una humillación al otro; hacerlo sentir tan endeble como para necesitar apoyo. Sólo los débiles necesitan aquello e Ino era todo lo contrario: la persona más fuerte que había conocido. Precisamente por eso, a pesar de lo recién sucedido, la respetaba como a nadie. Sabía que se repondría por sí misma y que terminarían atacando a Danzo juntos. Podría jurarlo ante el mundo entero si era necesario.

—Tu familia no morirá. —Contactó su frente con la de ella para encajarle la fuerza yacente en sus negros orbes. —Aún tenemos dos opciones para salvarlos: la primera es enviar a alguien tras Gaara y que él se presente al rey como el aliado que se supone que es. Podrá entrar sin restricciones al castillo y aprovechar de ir a las catacumbas para liberar a los tuyos.

—Partió hace casi dos horas —replicó ella, su corazón hinchado de dolor mediante—. Sabes que será muy difícil alcanzarlo con tanta ventaja de por medio. Será demasiado tarde cuando se entere.

—Hay esperanza porque su caballo también lleva a una mujer en su lomo, por lo cual Gaara tendrá que darle unos descansos. No es imposible darle alcance.

La blonda no lució para nada convencida. Luego vio de reojo como Hinata se les acercaba, aunque manteniendo una distancia prudente. Parecía no querer entrometerse.

—¿Cuál es la segunda alternativa? —dijo volviendo a clavar su zarca mirada en Sasuke.

—Sai. Él puede revelarnos dónde están los laberintos ocultos del castillo.

Esta vez Yamanaka no sólo se vio poco convencida, también negó con su cabeza.

—Él nunca traicionaría a Danzo. Ya sabes como son los miembros de Raíz; a todos les lavaron el cerebro.

—Hinata ha ayudado a ablandarlo durante el viaje y yo le di un golpe a su mente hace dos días. Actualmente tiene dudas respecto a Shimura, pues mató a un amigo suyo. Si lo intentas quizás puedas persuadirlo de algún modo.

—No resultará —sentenció hundida—. Prefiero abocarme en el plan de Gaara. Es la única esperanza que tengo.

Hinata se acercó unos pasos más.

—No subestimemos la inteligencia de Sai. Hay esperanza, lady Ino, de verdad que la hay —dijo resplandeciendo un optimismo que era demasiado necesario en este momento.

—Así que no lo dudes más —apoyó el varón a su dama—, mientras más tiempo perdamos peor se volverá la situación.

El silencio hizo acto de presencia de la misma forma que lo hace en el espacio exterior. Ino fue incapaz de decir nada por largos segundos que, empero, fueron respetados por la pareja presente. Al final expresó una duda entre temblores de voz.

—¿De verdad crees que lo lograremos? —preguntó mirando al varón.

Dándole un suave apretón en el hombro, Uchiha generó una complicidad que en nueve años jamás se permitió.

—Vamos a salvarlos. Te lo prometo.

Los ojos celestes volvieron a llenarse de incontables lágrimas. Sabía como nadie cuán vengativo era su compañero, pero incluso tras intentar matarlo, inclusive con el brazo sangrando por su causa, arriesgaría la vida para rescatar a la familia Yamanaka. Y, además, se lo prometía con una increíble seguridad que parecía provenir de otro mundo. Sintiéndose horriblemente culpable retrocedió un par de pasos, chocó su espalda contra el muro y se dejó caer deslizándose hasta que sus glúteos tocaron el suelo. Sus piernas se extendieron por el suelo, quedando casi despatarrada. Simplemente no tenía las fuerzas suficientes para mantenerse de pie.

—Perdóname, Sasuke. —Lloró mientras se frotaba los párpados con sus palmas. —Te ataqué por la espalda, lesioné más tu brazo en un duelo injusto y casi te corto la garganta. Soy una traidora que merece la muerte.

A sabiendas de que se venía una batalla muy difícil en el castillo de Danzo, una en que sus vidas estarían en juego, Uchiha se deshizo de cualquier reconcomio a fin de hacer lo que le dictaba el corazón. Ino se lo merecía después de tantos años de lealtad. Se sentó al lado de ella, la miró fijamente y, en un movimiento algo hosco, deslizó el dorso de sus dedos hacia sus pómulos para borrar la evidencia líquida de su angustia. Era la primera vez que tenía un detalle así con su aliada, pero, gracias a su amada Hinata, ya no era el mismo hombre de antes. Comprendía perfectamente lo que era perder a su padre y al resto de su familia de una manera tan injusta. A él le hubiese encantado que alguien lo apoyase cuando perdió a los suyos. Cuánto le hizo falta recibir una frase de aliento en aquella horripilante tarde que nunca olvidaría. No iba a dejar que su compañera atravesara el mismo dolor.

Jamás.

—También traté de matarte. Soy yo el que debería disculparse.

—¿Disculparte...? —musitó asombrada, puesto que nunca se esperó que le dijera algo así—. Tú sólo te defendiste. Yo soy la culpable de todo.

—No tienes culpa de nada —la censuró él— porque sólo querías salvar a tu familia. Es lo que debías hacer. El único culpable es Danzo y juro que lo haremos pagar.

—Sasuke... —gimió su nombre entre temblores—, aunque trates de consolarme no tengo perdón. Soy una traidora, una deshonra.

—Todo lo contrario, Ino, estoy muy orgulloso de ti —dijo mirándola directamente a los ojos. Ella seguía sumida en un asombro que no podía deshacer—. Tú fuiste la única persona en la que confié durante muchos años. Soy yo quien actuó mal por haberte tratado tanto tiempo de una forma en que no debía, obligándote a que te consideraras un hombre simplemente porque eras demasiado fuerte. Fui un canalla, pero voy a pagar ese pecado rescatando a tu padre y a tu clan.

La guerrera se emocionó de tal modo que no podía creer lo que estaba sucediendo. ¿Alguien como Uchiha diciéndole que se había equivocado? ¿Alguien como él pidiéndole perdón? Una vez más comprobó el gran cambio que había logrado Hinata con él. Al recordarla movió su cabeza para mirarla; los observaba con una sonrisa que se fundía con lágrimas de emoción que le caían desde sus perlas blanquecinas.

—No perdamos más el tiempo —dijo el soldado perfecto al mismo tiempo que se ponía de pie—. Salvaremos a tu clan cueste lo que cueste. Y lo haremos juntos, mujer. —A diferencia de tantas otras veces no dijo la última palabra con desprecio. Y nunca más lo haría.

Ino contempló como Sasuke le tendía la mano para ayudarla a levantarla. Dudó unos momentos, pues seguía sintiéndose desmerecedora de tal gesto tras haber intentado matarlo por la espalda. Sin embargo, Hinata, con una sonrisa conmovida, caminó hacia ella y también le tendió la diestra. Ver que ambos, uno al lado del otro, no le guardaban ningún rencor incrementó las lágrimas en sus luceros que imitaban el cielo. No estaba sola como tantas veces pensó durante estos días. Era un dulce hecho que sus dos amigos nunca la abandonarían. Sin dudarlo más, tomó sus manos y se incorporó con la ayuda de ambos sintiendo que la esperanza se renovaba, de que ellos eran capaces de crearla.

—Muchas gracias, Sasuke. —Movió su antebrazo para despejar sus lágrimas aunque no lo consiguió con todas. Caían demasiadas. —Muchas gracias, Hinata.

Ambos aludidos asintieron de manera cómplice. Un emocionado suspiro femenino emergió despues y Sasuke no supo si provino de Hinata o de Ino. Poco después, dejando el conmovedor momento atrás, la de ojos albinos observó la sangre que pulsaba en Sasuke.

—¿Cómo está tu brazo? —cuestionó preocupada.

—Tranquila, no es grave —respondió restándole importancia a pesar de que sentía un dolor latiendo allí desde hacía minutos.

—Déjame curarte —pidió la blonda—. No estarías sangrando si no fuera por mi culpa —añadió amargando su rostro.

—Hinata lo hará —rechazó enseguida—. Tú ordénale a tres soldados que vayan en busca de Gaara enseguida.

—¿Y si voy yo misma? Peso cincuenta y tres kilos —dio tal dato, pues, a menor peso del jinete, mayor velocidad tendría el caballo. De hecho tal obviedad siempre se aplicaba en los hipódromos.

—Te prefiero a mi lado por si lo de Gaara no resulta. Atacaremos el castillo sea como sea y es mejor que estés conmigo.

—Entiendo. Entonces enviaré a los tres soldados más pequeños como reemplazo mío.

Sasuke dio su aprobación con un gesto.

—Después ve a hablar con Sai, él será el plan B. Intenta sacarle la información de los pasadizos secretos, pero ten siempre presente que el plan A es Gaara. Lo de Sai es sólo un respaldo, pues nos puede mentir y llevarnos directamente hacia una trampa.

—Sí.

—Ino, dependerá de ti convencerlo.

—Lo haré —dijo mientras volvía a recoger sus puñales del suelo y los volvía a colocar en su respectiva funda. Su mirada se tiñó de oscuridad—. Claro que lo haré.

Hinata temió por Sai. Si la guerrera incluso trató de matar a Sasuke para salvar a su clan, entonces el pálido guerrero corría serio peligro.

—¿Cómo pretende conseguir que Sai revele todo? —preguntó la aprendiz.

—Lo sabré cuándo esté con él.

—¿Va a torturarlo? —indagó vislumbrando lo peor.

—Es una posibilidad. ¿Tú trataste de convencerlo siendo amable, verdad?

—Sí.

—¿Y funcionó?

—No... —contestó dando un suspiro pesaroso, comprendiendo lo que deseaba enfatizar la soldado.

—Si un método no sirve entonces hay que probar otro. Para obtener resultados distintos no se puede hacer lo mismo que antes.

—Lo entiendo, pero ojalá no tenga que llegar a ese punto.

—¿De verdad piensas que podría sacarle información siendo amable? —cuestionó con incredulidad evidente.

—Sí, de verdad lo creo —ratificó su posición—. ¿Usted piensa que no?

—Lo veo muy difícil. —Sintió un cosquilleo alrededor de las sienes, por lo que le encargó a sus dedos el trabajo de disipar la incómoda sensación. —Al tal Sai lo entrenaron desde los cinco años para ser instrumento de guerra perfecto; le enseñaron a no tener compasión, a carecer de sentimientos, a ver a las personas como cosas desechables.

—Le quitaron su niñez...

—Si lo piensas es muy trágico; alguien que sólo sabe luchar es bastante triste.

—Se parece a ti, Sasuke... —comentó mirándolo. Él se sostenía la herida del brazo para que la sangre coagulara mientras movía su cuello en círculos. Seguramente quería soltar la tensión acumulada en sus músculos cervicales.

—No me compares con esa cucaracha —contestó deteniendo sus movimientos—. Yo jamás habría permitido que alguien me lavara el cerebro —sentenció a la vez que comenzaba a caminar—. Iré a lavarme la herida del brazo —anunció a sabiendas de que Hinata le preguntaría dónde iba—. Enseguida regreso.

—Yo te ayudaré —ofreció su novia tan solícita como siempre.

—Quédate aquí —ordenó a su modo autoritario. No quería que Hinata viera la real condición de su extremidad o se perturbaría.

La aludida aceptó sumisamente el mandato, pues no quería serle molesta. Devolvió su mirada hacia Ino en cuanto Uchiha desapareció y regresó al tema del élite prisionero.

—Creo que si Sasuke está conociendo más cosas además de luchar por venganza, Sai también podría cambiar. Por favor no lo torture, él no confesará de esa manera —le vertió abiertamente su preocupación.

—La violencia es el único lenguaje que comprende Sai, de modo que siendo amable no se conseguirá nada —concluyó muy segura.

A lo dicho, Yamanaka empezó a caminar hacia la puerta de salida de esta mansión. Hinata supuso que no deseaba perder más tiempo charlando y la siguió por inercia.

—Discrepo, lady Ino —dijo poniéndose a su lado—. A Sai le lavaron el cerebro, allí radica su problema, así que las torturas no lograrán cambiarlo. Lo único que puede hacerlo reaccionar es el diálogo, la razón, porque lo suyo es una cuestión puramente mental.

—El problema es que a mí no me interesa cambiarlo, lo único que me importa es que confiese. —Se reacomodó la horquilla roja que sujetaba su pelo por el lado izquierdo. —No creas que deseo torturarlo, pero si tengo que hacerlo no lo voy a dudar.

—Pero es un ser humano también. Va a cometer el mismo error que Danzo: verlo como una simple herramienta en vez de una persona. Ese no es el camino que debemos seguir.

Ino se detuvo, le puso una mano en el hombro y la miró fijamente.

—Eres muy buena, Hinata, pero para sobrevivir en este mundo también se necesita maldad. Haré lo que tenga que hacer para salvar a mi familia, ¿lo entiendes, verdad?

La aludida bajó su cabeza un breve momento. Luego la alzó.

—Lo entiendo, pero ojalá no tenga que llegar a que nadie puede ser eternamente frío e insensible, si existiera alguien así entonces no sería humano. Con Sai hay que tocar las teclas correctas y hablará mejor que un piano.

—Lo tendré vigente en mi mente. Espero convencer a Sai de confesar sin usar métodos de coacción, ¿pero si tú no tuviste éxito por qué habría de tenerlo yo?

—Yo no pude lograrlo porque se cansó de escuchar las palabras de una amable civil. —Dio un largo e inevitable suspiro con sabor a impotencia. —Pero con usted se entenderá mejor porque es una guerrera igual que él, la verá como alguien digna de su respeto —afirmó muy segura—. Es algo que noté cuando habló con Sasuke; Sai parecía más interesado en sus palabras que en las mías.

—Ya veo.

—Eso sí, si me lo permite me gustaría decirle un consejo que quizás pueda ayudarla.

—¿Cuál?

—Dele un abrazo.

—¿Un abrazo? —cuestionó muy extrañada. Sus cejas casi se tocaron en el entrecejo por lo mismo.

—Me he pasado horas enteras pensando en cómo hacer reaccionar a Sai y creo que eso podría funcionar. Estoy segura que él nunca ha recibido uno y eso podría conmoverlo, hacerle ver lo bonito y emocionante que es dejarse llevar por los sentimientos, que amparándose en su frialdad artificial nunca podrá ser libre ni feliz. Recibir eso que le hizo falta cuando niño puede hacer la diferencia.

—¿De verdad crees que serviría de algo?

—A veces un abrazo puede cambiarlo todo.

Ino quedó muy pensativa al respecto, reflexionando profundamente tales palabras. ¿Un abrazo podía significar tanto? Quizás para alguien que nunca recibió uno sí podía tener un gran significado. Sólo aquellos que habían vivido en la más profunda soledad podían entender el valor real de algo que parecía tan común.

—Creo que lo haré —dijo medianamente convencida—. Sí, lo haré —reafirmó ya convencida del todo unos segundos después.

—Suerte, señorita Ino —forjó una sonrisa que irradiaba optimismo.

—Gracias, Hinata.

La soldado siguió su camino hasta llegar a la puerta de salida, la abrió y, a tranco rápido, se fue hacia el lugar en que Sai estaba siendo custodiado.

En cuanto la vio salir, Hinata giró sobre sus talones a fin de ir con Sasuke. Caminó rascándose una ceja a la par que se apretaba un seno para desatar de algún modo el estrés que cargaba. Su mente repasó el duelo alegrándose de que ninguna muerte ocurriera, mas el futuro asomaba muy oscuro. Viera por donde se viera, asaltar el castillo de Danzo ahora mismo asomaba como una locura total. Sus mandíbulas se apretaron fuertemente al imaginar a los dos soldados muriendo en el intento.

Llegó al cuarto de Sasuke dando pisadas tan suaves que él, concentrado en su herida, no se percató de que su amada estaba viéndolo a través del espejo. Éste reflejaba el brazo ya desnudo, cuyo color era de un morado casi negruzco en toda la zona lesionada. Se veía simplemente horrible. Además su rostro esbozaba una mueca de claro dolor, algo muy preocupante teniendo en cuenta que ese hombre había cauterizado su pecho sin emitir queja alguna.

Unos segundos después, al alzar su mirada hacia el espejo, Uchiha tomó noción de que su futura esposa lo miraba con ojos de espanto.

—No te acerques —ordenó enseguida, queriendo ocultar la precaria situación de su extremidad.

La fémina esta vez no aceptó sumisamente. Muy inquieta, se acercó rápidamente para ver con sus propios ojos la lesión que aún sangraba. Llevó una palma a su boca al ver lo mal que lucía.

—Sasuke...

—Tranquila —la cortó él—, no es algo grave.

—¿Como que no es grave? —protestó alzando un poco su voz, cosa rara en ella. La preocupación se anudó en sus ojos de tal forma que parecieron retorcerse—. Se te abrieron las cicatrices por los dos lados —señaló al mismo tiempo que sus labios se curvaban hacia abajo.

—Sólo se rasgaron superficialmente, de hecho ya está coagulando la herida. Mucho peor sería si se hubiesen abierto hasta llegar al hueso.

—Pero ve cuán oscuro está tu brazo —insistió exhalando angustiada perturbación.

—Es únicamente el bíceps, mira el color del resto. —Indicó su antebrazo, el que lucía su tono natural de piel. —Además no hay pus y esa es una buena señal.

Lo dicho no atenuó la nerviosa intranquilidad de Hyuga. Su mirada, atada a la lesión, parecía estar en presencia de un horrible demonio. Aunque esta vez no realizo comentarios, Sasuke interpretó perfectamente su expresión.

—¿Tan mal se ve?

Los luceros albinos se humedecieron antes de contestar.

—Es como si estuviera pudriéndose...

—Si este maldito brazo no mejora a pesar de las limpiezas y cambios diarios de cabestrillo, más no se puede hacer.

Eso era lastimosamente cierto. Si Uchiha había cumplido bien los cuidados que la zona requería entonces su recuperación sólo quedaba en manos del destino.

—Déjame ayudarte al menos. En todos estos días no me has dejado vendarte siquiera. No entiendo por qué sigues comportándote tan orgulloso conmigo, voy a ser tu mujer y necesito que confíes en mí. Aunque te creas indestructible no lo eres, a veces también necesitas ayuda como todo ser humano —reprendió con toda confianza.

Uchiha resopló frustración.

—Está bien, véndame el brazo si eso quieres.

Hinata no perdió el tiempo: agarró las blancas telas sobre el lavabo, pero lamentó el no tener algún ungüento a mano; tampoco hierbas medicinales para moler. Resignada, empleando un cuidado que sólo un hada tendría, fue envolviéndole la extremidad. Sin embargo, un poco de sangre todavía fluyendo manchó el vendaje recién puesto.

—Deberías llamar a un médico para suturarte de nuevo.

—No tengo tiempo para eso. Además cada vez sale menos, ya está coagulándose.

Hinata terminó cediendo; era cierto que el flujo ya era tenue. Continuó el proceso de vendaje para luego hacer un firme cabestrillo. Pensó que le costaría más, mas no fue así.

—Podrías ser una buena enfermera si quisieras —comentó tanteando la tensión de las telas. Para su sorpresa habían quedado perfectas.

—No me gusta ver ni oler sangre. Tampoco me gusta lidiar con brazos como el tuyo, me da nervios, pero lo hago por ti. Con un desconocido no podría.

—Entonces la pila de cadáveres que dejé en Jiren fue como un festín para ti —ironizó.

—No me lo recuerdes, por favor. —Arrugó su nariz al sentir que su memoria olfativa traía de vuelta el aroma de la sangre y de las tripas desparramadas. —¿Te sientes un poco mejor? —Cambió tema mirándole su extremidad.

—Estaría mejor si me dieras un pequeño masaje. Siento un tirón en el hombro y contracturas en los omóplatos.

—P-pero yo nunca le he dado un masaje a un hombre —dijo un poco nerviosa—. No sé si lo haré bien.

—Sé que lo harás excelente —aseveró para luego sentarse en el borde de la bañera.

La fémina agradeció esa confianza a la vez que formaba una expresión de amor en sus facciones. Finalmente, cuando dio cuenta que estaba demorando más de la cuenta, se adentró en la tina y posó sus manos en los hombros de Sasuke. Su piel todavía estaba húmeda por el reciente duelo contra Ino. Empezó a mover sus dedos con mucho cuidado un lapso que no sintió pasar. No sabía si estaba haciéndolo bien o mal, pero deseaba que la primera opción fuese la correcta. Unos cuantos segundos después una exhalación de alivio le verificó que su anhelo estaba cumpliéndose.

Sasuke se permitió disfrutar las delicadas manos de su amada como si fuera la última vez. Para no tener experiencia previa su manera de masajear estaba resultando excelente. Sintió como la tensión de sus hombros y los nudos nerviosos formados en su espalda se derretían, algo muy necesario en vista de que otra terrible batalla se avecinaba.

Estuvieron dos minutos sumergidos en sus pensamientos hasta que Hinata no pudo evitar volver a sentir la aterradora sensación que se le presentó durante el duelo. Sus manos se detuvieron inevitablemente.

—Me dio tanto miedo que Ino pudiera matarte —comentó acongojada, pero de un modo que difería de todos los matices anteriores. A Sasuke le pareció increíble como su voz podía tener tantas variantes distintas.

—Gracias a ti sigo vivo. Me salvaste otra vez gracias al grito que me diste.

—Es increíble el destino. Yo sólo quería preguntarles qué deseaban de cenar y llegué en el momento más oportuno.

Él le acarició una mano a modo de gratitud.

—Yo también tuve miedo —admitió de repente a pesar de su tremendo orgullo. ¿Pero con quién más podía ser sincero sino con la mujer que amaba?

La fémina parpadeó dos veces al tiempo que se separaba de él. Lo miró fijamente entonces, casi sin darse cuenta de la enorme sorpresa que yacía en su propia cara.

—¿Tú teniendo miedo?

—Sí, miedo de no volver a verte.

«De no ver tu sonrisa, tus ojos preciosos, los pucheros que haces de tanto en tanto, de no volver a oler el perfume de tus cabellos. Mientras me enfrentaba a la muerte que Ino encarnaba sólo pensaba en que debía sobrevivir para volver a verte» agregó mentalmente. Hubiese querido decirle todo eso también, mas todavía le costaba abrir tanto su alma.

—Sasuke... —soltó conmovida a pesar de que sólo escuchó lo dicho verbalmente.

Como se produjo un silencio, el guerrero perfecto se animó a profundizar más esta vez.

—Siempre pensé que lo que me hacía invencible era no temerle a nada, pero desde la pelea con los élites en Jiren me doy cuenta que seguir vivo para poder verte un día más me da una fuerza que antes no tenía. —El brazo le volvió a arder, mas ignoró aquello como un león a una hormiga. —Quizá sea sólo una idealización mía, pero sí sé, con total seguridad, que el sabor de la victoria es distinto gracias a tu existencia.

Las pupilas de ella vibraron como si se separaran de los iris, enterneciéndose de una manera que únicamente el amor podía crear.

—Tú también me inspiras a seguir adelante y a ser más fuerte. De hecho ahora mismo me estoy aguantando las lágrimas para no parecerte una llorona sin remedio. —Con sus labios tiritando de emoción, sonrió.

—Si quieres llorar, hazlo —la alentó—. Hay que vivir cada día como si fuera el último y más estando a las puertas de una batalla.

—No me digas eso por favor. —La bella sonrisa murió tan rápido como llegó. —Quisiera tanto encadenarlos a ti y a Ino para que no vayan a ninguna parte. Quisiera ser egoísta por una vez, o por lo menos deshacerme de este tremendo miedo a que la maldad de Danzo termine ganando.

Sasuke se puso de pie y la acercó empleando su brazo sano, cobijándola entonces en su fornido pecho.

—¿En cuántas batallas más tendrás que participar, Sasuke? —preguntó acurrucándose y anhelando que la respuesta fuera «Ninguna». Quería que le mintiera, que le diera la ilusión de que mañana vivirían en paz durante el resto de sus días. Aunque fuera un engaño, en este preciso momento habría sido feliz siendo engañada.

—Ser mujer de un guerrero es difícil —fue lo que Hinata recibió.

«Cuánta razón tienes», pensó ella. Ahora mismo le destrozaba el corazón el sólo pensar que pudiera morir. Entonces comprendió que si los soldados debían ser fuertes, sus parejas también debían serlo. Sin embargo ahora mismo sentía que no tenía la fortaleza suficiente, que aún le faltaba un largo camino por recorrer.

—¿De verdad crees que podrás salvar al clan Yamanaka? —inquirió repentinamente. Buscaba llenar su carencia de temple con una respuesta positiva suya. Eso la llenaría de vigor, estaba segura.

El militar guardó silencio unos segundos, cosa que terminó perturbando a la fémina. Su pregunta surtió el efecto contrario al que deseaba, pues Sasuke no era de los que dudaba sino de los que afirmaba enseguida. Eso le hizo ver cuán mal pintaba la situación realmente.

—Sí.

Lo que Hinata tanto ansiaba llegó de improviso. No obstante, su sensibilidad especial percibió que era una respuesta por deber más que por convicción, destilando, entonces, preocupación por cada milímetro de sus ojos. Tuvo más claro que nunca que el asalto al palacio sería una operación prácticamente suicida. Sin poder evitarlo llevó una mano a la mitad de su pecho; algo empezó a causarle una gran molestia allí.

—Tengo un mal presentimiento, Sasuke —dijo tras una prolongada pausa—. Y no es uno cualquiera, es algo que me hace doler el corazón de una manera que no te imaginas, que me quema y que se enquista en las entrañas más profundas de mi ser. —Uchiha tomó noción de que ese delicado cuerpo se estremecía junto a sus últimas palabras. —Creo que algo muy malo pasará... —concluyó muy asustada.

—Tu augurio no se cumplirá —desechó volviendo a su seguridad habitual—. Yo no permitiré que los Yamanaka mueran.

—Ni siquiera puedes levantar tu brazo izquierdo todavía...

—¿Y qué más da? De hecho, ya me estoy haciendo a la idea de que nunca se moverá igual que antes —lo dijo como si fuera poca cosa, pero lo cierto era que para un guerrero tal hecho podía ser letal. Un inexorable suspiro sacudió sus pulmones por lo mismo.

—No digas eso que me preocupo todavía más...

—En la tormenta es cuando se conoce al buen marinero.

—Pero recuerda que tú no eres marinero... —objetó recordándole ese pequeñísimo detalle.

Como no se esperaba esa gracia involuntaria, Uchiha sonrió como nunca se lo permitía. Hinata disfrutó esa curva de sus labios intensamente. ¿Era la segunda vez que lo hacía sin coartarse, verdad?

—Me refería a que en la desgracia es cuando se conoce a los mejores guerreros.

—Sé que Ino y tú son grandiosos, lo acabo de ver con mis propios ojos, pero tengo miedo; miedo de que vayan a morir intentando lo imposible. Tu brazo se ve muy mal, Sasuke... —Dicho lo anterior hubiese querido retroceder el tiempo para no expresarse con tanto miedo, pero aminorarlo no cambiaba la verdad lanzada.

Uchiha hizo que la mudez reinase por un lapso. Luego la derrocó.

—Acepto que preferiría no ir al castillo ahora, pero no hay más alternativa. Tengo la plena convicción de que todo saldrá bien, pues las dudas en nada me benefician.

—Vengo de un clan guerrero, Sasuke, y sé que con un brazo tan lesionado sólo quedan dos opciones: retirarse de la profesión militar o la muerte en batalla... —Tragó saliva a sabiendas de que a él le dolería mucho lo arrojado.

Otro silencio se produjo.

—Puede que te sorprenda, pero retirarme no me sería difícil. Nunca quise ser un guerrero realmente. —Hinata abrió la boca ante esa confesión. —Tuve que convertirme en uno para poder vengarme, pero mis sueños de infancia eran otros. Ahora, sin embargo, no puedo retirarme hasta que acabe con Danzo Shimura. Sólo entonces cerraré el ciclo de odio que ha guiado mi vida durante tantos años.

—Lo entiendo —dijo de manera sufrida—, pero una vez que eso termine te retirarás y viviremos juntos como marido y mujer, ¿verdad?

—Así será.

—Seremos granjeros porque quiero vivir alejada de la vorágine de las ciudades. Plantaremos cereales y tendremos ovejas, perritos pastores, caballos y cerditos. —Sonrió ilusionada, sus ojos brillando al imaginar un futuro así—. Creo que los terrenos de tu mansión son perfectos —añadió—. La tierra está muy seca, pero con dedicación podríamos cultivar un sinfín de cosas allí.

El guerrero hubiese querido dejarse llevar por tanto optimismo. No obstante, tenía que lanzar una pregunta clave.

—¿Y qué pasa con Hanabi? ¿Crees que se tomará bien que seas mi esposa?

La cara de ella se oscureció al instante. ¿Por qué Sasuke tendría la manía de arruinar los momentos felices?

—No sé cómo reaccionará..., pero sí sé que defenderé con dientes y uñas lo que siento por ti.

—¿Aunque sea un pecado?

—Aunque sea un pecado.

Él se conmovió con la fuerza de su determinación.

—Me encantaría que todo saliera bien, Hinata, me gustaría tanto obtener paz después de tantas guerras.

—Así será, Sasuke. Así será. —Su pecho fue sacudido por una fulgurante esperanza renovada. —Sé que veremos a nuestros niños corriendo entre las flores del jardín, jugando libres de miedo y batallas. —Imaginó esa vida con tanta ilusión que una sonrisa destelló ampliamente en su cara.

Sasuke disfrutó aquella visión tan feliz de su amada, emocionándose profundamente. Él también quería aferrarse a ese destino que iba a florecer en cuanto Danzo dejase de existir. Sin embargo había algo, no sabía qué, que insistía en sentirse como una espina insertándose en su corazón. ¿Un mal augurio parecido al de Hinata tal vez? Dejó de pensar cuando percibió, por sorpresa, los tibios labios de su ángel posándose sobre los suyos.

El beso se volvió apasionado, emotivo, mágico, ambos sintiendo la necesidad de vivirlo como si fuera el último que podrían darse.

El irresistible placer que estaba sintiendo por aquellos dulces labios, provocó que al militar le acudieran ganas de hacerle el amor otra vez. Qué lindo sería que esta noche no existiera ni belicismo, ni élites, ni Danzo; sólo ellos dos. Sin embargo, fue precisamente ese pensamiento el cual le recordó que estaba perdiendo valiosos minutos. No sabía cómo lo hacía, pero Hinata tenía el don de siempre distorsionarle la noción del tiempo. Lamentándolo mucho, no tuvo más remedio que separar su lengua de la de ella.

—Tengo que irme.

Hinata fue despertada del lindo sueño para volver a vivir la realidad de la inminente batalla. El dolor en su alma se manifestó nuevamente. Era inevitable.

—Debo avisarle a Jugo la nueva contingencia —prosiguió él con una explicación—, además de preparar a un escuadrón distractor.

—Cuídate, por favor —solicitó al tiempo que entrelazaba sus manos como rezando.

Él se acercó, la agarró desde la cintura y le dio un significativo beso en la frente. Luego se colocó a un lado de su oreja.

—Te amo —susurró ansiando, con todas sus fuerzas, que el futuro que ambos deseaban pudiera cumplirse.

—Y yo a ti, Sasuke. De verdad que no sabes cuánto.


Continuará.


Notas Finales: Cómo ha cambiado Sasuke csm, hasta yo mismo me sorprendo de lo conseguido por Hinata xD. También quiero darles mis excusas si sintieron un excesivo protagonismo de Ino, pero quería dejar clara cuál era su historia pasada con Sasuke y avanzar en su relación aceptando que Ino era una mujer y que siempre lo fue. Con esto se aniquila el último rastro de machismo del Uchiha. Además sé que ella es mucho más aceptada que Sakura, así que me decidí a darle más pantalla por eso también.

También contaré que la escena de la casi violación y muerte de los criminales está inspirada en todos esos hijos de puta que abusan mujeres. Desde que escuché del mediático caso de "La manada" sucedido en España tenía esta escena en mente. Lamentablemente es algo que pasa seguido, incluso en Argentina sucedió un caso similar hace poco. Por eso aproveché la fantasía, la escritura en sí, para darle el final que me gustaría darles a todos esos degenerados.

Por cierto también aviso que el siguiente capítulo será publicado en una semana o dos como máximo porque ya tengo escrito el 75% aproximadamente. Por como va quedará bastante dramático.

Por último no puedo despedirme sin darles muchísimas gracias por comentar. Este fic se acerca cada vez más a su final y me emociona que este primer proyecto de longfic sasuhina tuviese un apoyo que no esperaba. Por eso mismo trato de dar una historia a la altura de lo que este fandom se merece. Puedo lograrlo o no, pero por esfuerzo nunca me quedaré. Muchas gracias y hasta el próximo capítulo gente :D