Aquí está la segunda parte que espero disfruten. Recuerden que si alguien quiere leer el encuentro entre Ino y Sai tiene que leer el capítulo anterior. En cuanto al de aquí contaré que me emocionó mucho escribir el segmento final.

Cuídense mucho y hasta que un nuevo update nos vuelva a reunir :D


Vocabulario:

Felación: Práctica sexual consistente en la estimulación bucal del pene.

Feble: Débil, flaco.

Cadalso: Tablado construido para la ejecución de la pena de muerte.

Álgido: Muy frío.

Croquis: Diseño ligero de un terreno, paisaje o posición militar, que se hace a ojo y sin valerse de instrumentos geométricos / Dibujo o esbozo rápido y esquemático.

Nimbo: Nube grande, baja y grisácea, portadora de lluvia, nieve o granizo.

Prima: Cantidad extra de dinero que se da a alguien a modo de recompensa, estímulo, agradecimiento, etc.

Felonía: Deslealtad, traición, acción fea.


Capítulo Trigésimo quinto: Segunda parte


Unos minutos después Sasuke e Ino estaban en la playa junto a otros cincuenta hombres que se ofrecieron como voluntarios para completar la peligrosa misión. Un grupo de veinticinco acompañaría en el ataque al castillo, los otros veinticinco servirían como elemento distractor. En un principio podía parecer un número muy reducido como para enfrentar a las huestes de Danzo, pero al tratarse de una misión de infiltración era obligatorio hacerlo con poca gente. Una caravana militar sería divisada fácilmente y, por ende, el rey reaccionaría matando al clan Yamanaka enseguida. Por lo tanto la clave del éxito era que el grupo de asalto pasara desapercibido, posicionándose en las cercanías del palacio hasta que Gaara llegara al punto de reunión, o, en su defecto, ir hacia el pasadizo secreto sin ser detectados. Entretanto, el otro escuadrón crearía un disturbio en la entrada principal del castillo para ayudar a que los infiltrados consiguieran huir exitosamente. El plan conjunto era excelente, incluyendo salidas alternativas en caso de imprevistos. Sin embargo, seguía siendo muy riesgoso por la poca cantidad de soldados que debían completar la misión.

—Iremos por mar empleando los botes de los barcos —seguía explicando Sasuke—. Ino, tú te encargarás de matar a cualquier vigía que pueda percatarse de nuestra presencia. Como siempre tu puntería será indispensable.

La aludida asintió; aquel era un trabajo que estaba acostumbrada a realizar y una de las razones por las cuales era una soldado muy apreciada. Hinata, por su parte, deseaba ofrecerse como arquera también, pero esperaría a que Sasuke terminase de detallar la planificación.

Poco después el último Uchiha reveló, ante la gran sorpresa de sus soldados, que Naruto Uzumaki seguía con vida y que los ayudaría en el asalto contra Danzo. Tras prolongados comentarios, los soldados aceptaron de buena gana que el blondo fuese un aliado. Incluso entre sus enemigos el blondo se había ganado un merecido respeto, cuya base residía en el buen trato que siempre dio a los prisioneros de guerra y su innegable honor en batalla. Además, contar con él casi garantizaba que la misión tendría éxito.

Sasuke sacó su espada para emplearla a modo de pincel. Arrastrando la punta hizo dos croquis sobre la húmeda arena: el primero era la costa y el segundo la capital con su castillo. Allí detalló los pasos a seguir.

—Infiltrarse en la capital no será difícil —prosiguió Ino cuando Sasuke le dio tal indicación—, lo que sí lo será es penetrar en el castillo. Esperaremos la llegada de Gaara hasta el último momento. Si no llega atacaremos empleando el pasadizo secreto que nos reveló Sai.

—¿Está todo claro hasta ahora? —cuestionó el general.

—Sí, señor —respondieron los soldados.

—Si todo sale bien serán ascendidos de rango y obtendrán una prima de un kilo de oro a repartir.

—Muchas gracias, señor.

—Haremos hasta lo imposible para rescatar al clan Yamanaka.

Uchiha inició otro dibujo sobre la arena, esta vez del interior del castillo. Justo cuando explicaría la tercera fase de la infiltración, fue detenido cuando uno de los vigías se acercó corriendo para alertar algo importante.

—¡Señor! Algo se aproximaba por el mar, pero está cambiando el rumbo. De seguro tomó esa decisión porque nos ha visto.

Uchiha e Ino dirigieron sus miradas hacia el punto indicado por el soldado, pero nada lograron ver a esa distancia.

—¿Alguno alcanza a ver de qué se trata? —cuestionó el pelinegro mirando a sus hombres.

—Lo siento, señor, pero no. Está demasiado oscuro.

—Es un bote un poco más grande de lo normal —dijo Hinata, sorprendiendo a todos los presentes. ¿En serio podía verlo desde tan lejos y bajo esa oscuridad?

—¿Estás segura? —quiso confirmar Ino.

—Segurísima —respondió al instante.

Poco después entreabrió sus labios al reconocer a alguien y, sin pensarlo siquiera, se acercó corriendo hacia la dirección indicada por el vigía. Fue entonces que su quijada descendió de una forma mucho más notable. Le costó creerle a sus ojos y por lo mismo necesitó refregarlos ansiosamente, dándose cuenta de que, en efecto, no estaba en presencia de una ilusión. Reaccionando enseguida, colocó sus manos a los lados de su boca para amplificar su voz.

—¡Hanabi, soy yo! —gritó a todo lo que podían sus cuerdas vocales—. ¡Soy Hinata!

Tras varios gritos de intercambio, el bote aceptó acercarse a la costa al confiar en que Hinata e Ino estaban allí. Como era de esperar la embarcación llevaba consigo a Hanabi, Naruto, Kiba, Sakura, Chouji y a los dos canes heridos.

—¡Hermana! —gritó la castaña adolescente, acelerando una emocionada carrera hasta llegar con ella.

—¡Hanabi!

Ambas se dieron un efusivo abrazo entre elocuentes lágrimas de felicidad. Aunque pasó mucho tiempo el estrujón no se aflojó, al contrario, se incrementó hasta el punto de que se volvió ligeramente dañino. Tras la desgarradora separación que causó el ataque final, era merecido tener dicha al verse de nuevo. Se dijeron palabras que apenas comprendieron, más preocupadas de centrarse en los sentidos del tacto y de la vista que en el del oído. Sollozaron juntas sin que nadie las interrumpiera, ya que otros reencuentros también sucedían al mismo tiempo: Sasuke con su amado can Leónidas e Ino con su leal amigo Chouji. La blonda también saludó con mucha expresividad a su discípula pelirrosa, a Naruto y a Kiba, aunque este último fue el menos receptivo de todos. Seguía teniendo algunos resquemores contra ella, mismos que aumentaron al ver que Uchiha la acompañaba unos metros más allá.

El fan de los perros esperó a que las hermanas se separaran un poco y, en cuanto Hinata le dirigió la mirada, se acercó a darle un abrazo a su mejor amiga. Desde luego, ella no dudó en corresponderle como se merecía.

—Hinata, ¿de verdad eres tú? —preguntó al separarse, lo cual la fémina aprovechó para verter caricias sobre el suave lomo de Akamaru—. Te ves distinta.

—¿Distinta por qué?

—No sabría explicar el qué exactamente, pero hay algo en tu estampa que se nota distinto.

Ella sonrió al comprender que debía verse mucho más segura que antaño, algo cuyo padre también mencionó. ¿Qué más dirían de haberla mirado con sus pantalones puestos?

—Después de todo lo que he vivido creo que soy distinta —confirmó pundonorosamente.

Tras algunas palabras más al respecto, Inuzuka decidió indagar sobre su estado para cerciorarse de que se estaba tan lozana como se veía.

—¿Estás bien, Hinata?

—Sí.

—¿De verdad? ¿Sasuke no te está obligando a decir eso?

—Te prometo por mi familia que él no me ha obligado. De hecho me ha tratado muy bien.

Tanto Kiba como Hanabi formaron incrédulas muecas. Eso era muy difícil de creer y por ello pusieron fuertes objeciones. Hinata tuvo que repetir lo mismo una y otra vez hasta que venció por un momentáneo agotamiento. Sin embargo, ambos le dieron una mirada de claro rechazo hacia el Uchiha, quien, unos metros más allá, devolvió exactamente lo mismo. Luego volvió a enfocarse en su amigo de cuatro patas, Leónidas.

Hablaron un poco más de otras cosas hasta que la tensión desapareció. Entonces, la adulta sintió que ya era el momento apropiado para expresar su infinita gratitud.

—Primero que todo déjame darte muchas gracias por cuidar a mi hermanita, ella misma me dijo recién que te has portado muy bien con ella.

—Uf, no te imaginas cuántas veces he tenido ganas de estrangularla. Soportar su carácter es más difícil que cualquier peligro.

—¡Kiba! —ofendida, regañó diciendo su nombre.

Él, risueño, la miró directamente.

—Tranquila, la adolescencia es una enfermedad que se pasa con la edad —le guiñó un ojo, disfrutando molestarla una vez más. Simplemente no podía evitarlo.

—Este perro me enferma —dijo teatralmente—. No es capaz de darse cuenta que ya no soy una niña sino una mujer —dijo cruzando sus brazos sobre el pecho con altivez innata.

La de mayor edad sonrió alegremente. Al parecer se había dado una divertida dinámica entre ellos. Mientras tanto Uzumaki se entrometió de improviso para saludarla, aunque guardando una distancia prudente. Él no era tan cercano a ella como para abrazarla igual que Kiba.

—Hola, Hinata. ¿De verdad estás bien? —preguntó nuevamente a pesar de que había escuchado la respuesta dada a Kiba. No obstante, quería volver a cerciorarse de todos modos.

La aludida sonrió con su sincera preocupación a la vez que fijaba sus ojos en él. No lo veía desde comienzos de la guerra, es decir cinco años atrás, y su cuerpo ya era el de todo un hombre y no el de un adolescente. Estaba más alto y fornido, pero seguía siendo el mismo chico amable de siempre.

Sasuke no había sentido celos hacia Kiba en lo más mínimo. Era un insecto que en nada podía compararse a él, eso le dictaba su enorme ego. Sin embargo, no sucedía lo mismo con Uzumaki, a ese maldito sí lo veía como alguien capaz de llamar la atención de su prometida. Por ello observó las reacciones de Hinata, poniendo atención a cada detalle por mínimo que fuera. Si le brillaban los ojos al verlo, si sus labios se curvaban más de la cuenta, si se acercaba un poco más de lo permisible. Una sola reacción que le disgustara y le partiría la cara al blondo, puesto que, quisiera o no, sí lo veía como una amenaza pese a ser menos inteligente, menos instruido y menos fuerte. Y de lo último estaba completamente seguro al haberle ganado el último combate. No obstante, Naruto sí le ganaba en un par de cosas: nobleza y simpatía. Apretó los dientes sintiendo ganas de deshacer el trato realizado y tener un nuevo duelo mortal ahora mismo. Sin embargo, era imposible matarlo con un brazo menos. Gruñó en sus adentros de nuevo.

A medida que seguían intercambiando palabras, Uchiha comprobó que no le gustaba verlos cerca uno del otro. Simplemente no le agradaba. Por suerte para el pelinegro, Ino, tras separarse de Chouji y Sakura, se acercó a Naruto e interrumpió el reencuentro.

—¿Por qué se movieron? ¿Tropas merodeando?

—Hay patrullas desplazándose por todas partes —confirmó el rubio—, incluyendo los bordes del bosque de arrayanes. El problema era que si se adentraban tendríamos que abandonar a los canes y nunca nos perdonaríamos eso. Como ves los dos siguen heridos y no pueden correr —indicó en primer lugar a Akamaru y luego a Leónidas—. Por eso tuvimos que desplazarnos hacia la costa y tomar prestado este bote —no quiso decir la palabra robar, pues pensaba devolverlo intacto.

—Es un golpe de suerte. Nos ahorrará el tiempo de tener que ir al bosque para buscarlos.

Hinata, de reojo, había visto que el saludo entre Ino y Sakura había sido muy alegre. El cariño pudo notarse de inmediato por la estrechez del abrazo que se dieron. Luego llegó su turno de saludar a la pelirrosa y se hizo patente una gran diferencia: Haruno apenas le correspondió el gesto. Fue un saludo frío, sin alma que lo sostuviera. A razón de ello Hinata escrutó esos ojos de jade y percibió un claro disgusto en ellos, quizá incluso alguna dosis de rencor. Dedujo que se sentía traicionada por lo de Sasuke. Lamentó profundamente que pudiera estropearse la amistad que forjaron en la mansión Uchiha, aunque ahora mismo tenía cosas más graves y urgentes por atender.

—Sakura, ¿si no te molesta podemos hablar más adelante? Sé que tengo que explicarte cosas, pero...

—Tranquila —la cortó sin que la molestia de sus luceros se expresara en su voz—. Entiendo que debes hablar con tu hermana antes que todo, pero no olvides que me debes una charla.

—Lo sé. Y perdóname por no dártela ahora mismo.

La de pelo rosa dio su asenso sin más.

Sasuke iba a preguntarle a Ino por qué su esclava de cabellos rosados andaba libre, pero lo desechó al darse cuenta que en realidad no era algo que le importara. Entonces clavó sus ojos en Uzumaki, quien le devolvió la misma mirada agresiva. No necesitaron abrir la boca para expresar el odio mutuo que se tenían, pues sus ojos fueron más que suficiente para hacerlo notar.

—Naruto, por favor ayúdanos —intervino la floricultora, interrumpiendo el duelo ocular—. Mi clan, incluido mi padre, está prisionero en las catacumbas del rey. Los matará al amanecer. —Uzumaki reflejó su asombro de una manera muy expresiva. Sabía que el rey era un mal bicho, pero nunca dejaría de sorprenderlo su nivel de maldad. —Para rescatarlos haremos una misión de infiltración al castillo, pero dudo mucho que tengamos alguna oportunidad de matar a Danzo. ¿Puedes venir con nosotros de todas formas?

El archirrival de Sasuke reaccionaría a la altura de su leyenda.

—No necesitas pedírmelo siquiera —contestó marcando un tono ofendido—. ¡Por supuesto que iré contigo! —agregó inmediatamente motivado, anhelante inclusive—. Tú nos ayudaste mucho a nosotros, así que ahora es mi turno de devolverte la mano. Vamos a salvar a tu clan cueste lo que cueste, ¡de veras! —dijo desatando un optimismo que hacía pensar que cualquier objetivo, por más difícil que fuese, era posible de cumplir.

—Muchas gracias, Naruto. De verdad muchas gracias —dijo sumamente emocionada—. El destino nos hizo enemigos, pero ahora nos hará aliados ante el enemigo común.

—Nada tengo contra ti, Ino, así que cuentas con mi apoyo total —terminada su frase, dirigió sus ojos hacia su enemigo de brunos ojos—. Después arreglaremos nuestras cuentas pendientes.

—Así será —contestó él. Las miradas cruzadas entre los dos guerreros más fuertes eran violentas, atemorizadoras incluso para guerreros expertos.

—Eso sí, ¿quién estará al mando del rescate? —preguntó Uzumaki retornando su vista hacia la rubia—. Yo no pienso recibir órdenes de Sasuke —aclaró mostrando que también tenía su orgullo muy en alto.

La blonda y el pelinegro intercambiaron miradas unos momentos. Eso fue suficiente para que Uchiha no perdiera tiempo discutiendo el asunto. Por el bien de su compañera y del clan Yamanaka no iniciaría una lucha de egos contra el hijo de Kushina.

—Ino estará a cargo de esta misión.

—Sólo en lo que respecta a la infiltración, acepto tu cesión de poder —dijo formalmente su aliada.

A lo acontecido, empezaron a escucharse murmullos de los soldados presentes unos pasos más allá.

—Señor, ¿va a dejar que una mujer tome el mando por encima de usted? —se acercó el sargento destellando incredulidad.

La Legión Relámpago, liderada por Ino, ya se había acostumbrado a recibir órdenes de una chica pues habían visto con sus propios ojos cuán diestra era en combate. Sin embargo, estos hombres no pertenecían a su legión; por ello la reticencia de acatar mandatos de una fémina.

—Ella es tan capaz como cualquier hombre e incluso mejor —contestó el pelinegro, respaldando a su compañera con una convicción penetrante—. Si yo puedo aceptar órdenes de ella, ¿por qué ustedes no?

—Miren, sé que no es fácil aceptar órdenes de una mujer —añadió Ino poniéndose en el lugar de ellos—. A mi legión también le fue difícil en un principio, ¿pero de verdad se sentirán menos hombres por recibir órdenes de una chica? ¿Tan frágil es su masculinidad? —espetó hábilmente punzante.

—Perdón, es sólo que nos parece extraño que un coronel esté al mando por sobre un general —dijo astutamente el mismo suboficial, eliminando como argumento principal lo de ser mujer.

—Más allá de los grados, les pido —miró a todos los soldados— que se pongan una mano en el corazón y mediten esto: es mi clan el que está secuestrado, ¿no les parece lo más justo que sea una Yamanaka la jefa del rescate? Después de cumplir la misión Sasuke retornará al liderazgo que le corresponde.

Los militares se miraron entre ellos unos breves segundos, dando un asentimiento a través de gestos de cabeza. Fue entonces que el sargento tomó la palabra por todos ellos.

—Ahora que lo dice tiene mucha razón, señora —aceptó sinceramente—. Cumpliremos sus órdenes sin chistar —hizo la salutación militar.

Ino también puso su diestra en la sien a pesar de cuánto detestaba que le dijeran señora. De hecho sus hombres le decían comandante o coronel, pero, como esta vez había una prioridad mucho más importante, lo dejó pasar.

Uzumaki, entretanto, quedó muy conforme conque Ino fuese la líder. Poco después el resto de soldados saludó respetuosamente al rubio de ojos azules, diciéndole, además, que con él las posibilidades de éxito aumentaban mucho más.

—Perdón por interrumpirte, Sasuke —dijo su novia mientras se le acercaba—, ¿pero podrías darme un minuto por favor?

Él alzó una ceja antes de dar una respuesta positiva.

—Hablaré con mi hermanita más allá —indicó el punto en donde se reunía una tribu de palmeras.

—Imagino que no deseas que el resto escuche lo que debes hablar con tu hermana.

—Exactamente.

—De todos modos tengo que ponerte un par de guardaespaldas —repuso—. Es posible que cerca de aquí hayan arqueros furtivos.

—No te preocupes porque Kiba nos cuidará —dijo observando al susodicho—. Es una conversación privada y él es muy fuerte y confiable.

Uchiha le echó una mirada al mencionado, reconociéndolo como uno de los cabecillas enemigos. A su lado estaba la hermana de Hinata, fácilmente identificable por sus ojos albinos. Ambos lo miraban con mucho resentimiento, lo cual lo regocijó por dentro. Le gustaba ver lo que provocaba en sus enemigos, aunque, siendo seres queridos de Hinata, tendría que borrar ese concepto respecto a ellos. ¿Podría lograrlo?

Para sorpresa de su novia, Sasuke inició una caminata hacia ambos. Ella se apresuró a seguirlo esperando que no empezara una trifulca que pudiese desembocar en algo peor.

—Tú eras el comandante de la legión más débil de todas, los Lobos de Hierro —afirmó dándole una mirada despectiva al aludido—. ¿O me equivoco?

—No te equivocas en lo primero, pero sí en lo segundo. Los Lobos de Hierro éramos de los más fuertes de mi nación —defendió su honra y la de sus hombres.

—Pues acá se les conocía como los guerreros más débiles. Dudo mucho que tengas la fuerza suficiente para proteger a alguien.

—Puede protegernos mucho mejor que un malvado como tú —llegó la desafiante respuesta de Hanabi, sin amilanarse y dispuesta a defender a su amigo con uñas y dientes—. Si no fuera por él yo no estaría viva —añadió sosteniendo la negruzca mirada.

Kiba enmudeció por la sorpresa. No necesitaba que una niña lo defendiera, pero agradeció infinitamente el detalle. Se conmovió incluso.

Hinata movería su lengua antes de que la pelea verbal continuara. Anhelaba que no fuera así, pero era evidente que Sasuke tendría roces con Hanabi y Kiba. Que hubiese cambiado con ella, no significaba que con todos dejaría de lado su prepotencia habitual.

—Sasuke, él es muy fuerte y confiable —avanzó colocándose entremedio. Quería impedir que Izuzuka tuviera la mala idea de desenvainar su espada—. No pasará nada malo, te lo puedo asegurar.

—Sólo estaba probándolo a ver si tenía el honor de defenderse por sí mismo, pero veo que una niña tiene que hacerlo por él —contestó metiendo cizaña.

—Hijo de... —El afectado no alcanzó a terminar el insulto, ya que Hinata lo interrumpió.

—Él es mi mejor amigo, Sasuke —le clavó su temple a través de los ojos—. Te pido de favor que no lo sigas hostigando.

Uchiha formó una mueca de disgusto, mas ninguna réplica asomó por sus labios esta vez. A cambio sólo añadió algo más.

—Ten cuidado —dijo antes de volver a enfocarse en ultimar los detalles de la infiltración. Regresó sobre sus pasos aunque viendo de reojo a los dos. No confiaba en ellos.

Tanto Hanabi como Kiba no pudieron evitar impresionarse. Hinata había logrado que el mismísimo Sasuke Uchiha, el despiadado demonio pelinegro, accediera a una petición suya y, como si fuera poco, parecía verdaderamente preocupado por ella. Era imposible no sorprenderse.

—¿Les parece si vamos hacia ese lugar? —preguntó la Hyuga de mayor edad indicando el rincón alejado en el que se veía la tribu de palmeras, mismas que estaban inclinadas por la fuerza que solía tener el viento.

Los tres emprendieron la marcha, sus pies hundiéndose menos que en la arena más cercana al mar. Una vez que llegaron al sitio acordado vieron mejor los helechos y arbustos que, acompañando fielmente a las palmeras, se habían adaptado especialmente para resistir la elevada salinidad del ambiente. A unos metros había un roquerío que también ayudaría a dispersar sus voces.

—Perdonen a Sasuke, por favor —habló Hinata tras verlos atentamente unos segundos—. Es muy arisco con todos en un principio, pero si lo conocen se darán cuenta que no es tan malo como lo pintan.

Hanabi, dejando de lado completamente la instintiva alegría del reencuentro, se acercó un par de pasos mientras su rostro mutaba hacia una seriedad impropia de su edad. Su hermana mayor comprendió que las cosas se pondrían graves a partir de ahora. Había llegado el tiempo de los cuestionamientos y las explicaciones.

—¿Crees que quiero conocerlo? —preguntó incrédulamente—. Lo único que deseo es matarlo —añadió incendiando sus ojos en venganza.

—Te entiendo muy bien, pero hay muchas cosas que todavía no sabes —repuso su hermana—. Tengo que contártelas.

—¿Quieren que me marche unos metros más allá? —preguntó Kiba, entendiendo, por sus fijas miradas, que se produciría una conversación tan profunda como controversial.

—Quédate, tú eres como de la familia. Además necesitas escuchar esto también.

—Coincido con mi hermana —apoyó Hanabi—. Eres insoportable, pero ya naciste así y dudo que puedas cambiar. Quédate por favor.

Kiba consintió, aunque de todas maneras se alejó unos pasos para que su presencia pasara más desapercibida.

Entre los labios de las hermanas Hyuga se instaló un incómodo mutismo que contribuyó a aumentar la tensión. Si alguien pudiera leer sus mentes habría comprobado que ninguna deseaba pelear con la otra, pero que también entendían que, a pesar del inmenso cariño que se profesaban, detonaría una fuerte discusión. Lo desearan o no, existía un tema irreconciliable que tenía nombre y apellido: Sasuke Uchiha.

A diferencia de la ácida recriminación que esperaba Hinata, Hanabi lanzaría algo que a la larga sería mucho peor.

—¿Has sabido algo de papá? ¿Crees que haya muerto? —preguntó intentando mantener la voz lo más firme posible, pues Hiashi a menudo le decía que nunca mostrara las mismas debilidades que su hermana.

La joven adulta sintió como una creciente punción recorría las fibras que se encarnaban dentro de su pecho, algo que le impidió respirar normalmente.

¿Cómo iba a decirle que Sasuke lo había torturado? ¿Cómo explicarle que se había enamorado de él después de eso? Tarde o temprano lo sabría por boca del mismo Hiashi Hyuga, pero tuvo ganas de ocultarlo, de desvanecer el pasado. Tomó una nueva dosis de aire y lo expulsó por la boca cual explosión.

—Nuestro padre sigue vivo —su voz se encogió un poco, aunque no lo suficiente como para generar sospechas en su hermanita.

La quijada inferior de Hanabi se despegó un poco de su compañera.

—¿Es verdad eso? —Sus ojos saltaron de incredulidad, pero también de una incontenible emoción.

—Es verdad.

—¿Escuchaste, Kiba? —le preguntó con ojos que parecían perlas radiantes—. ¡Mi papá sigue vivo! —exclamó con una sonrisa que, de no ser limitada por las comisuras de sus labios, habría ocupado todo su rostro fácilmente.

—Me alegro mucho —le sonrió de vuelta mientras levantaba su pulgar.

La adolescente se habría lanzado a abrazarlo, pero que estuviera a varios pasos la ayudó a contenerse. Hubiera sido un exceso de cariño.

—¿Y sabes dónde está? —volvió a mirar a su hermana—. ¿Cuándo podré ver a papá?

Hinata suspiró hondamente. Si revelaba que Hiashi fue torturado, que incluso había perdido un ojo por ello, no podría explicarle absolutamente nada. Su hermanita era impulsiva, por ende las ansias de venganza tomarían completa posesión de su ser e intentaría matar a Uchiha sin medir consecuencias. Y, para empeorar todo aún más, sabía que Inuzuka la acompañaría en su afán. Por suerte estaba segura de que Sasuke no le haría daño a su hermana, pero con Kiba, por ser un guerrero, dudaba mucho que tuviese la misma piedad.

¿Sería pecado decirle una mentira blanca? ¿Sería pecado postergar la verdad para no lastimarla todavía?

—¿Papá está bien? —insistió de manera preocupada, sospechando que la mudez de Hinata significaba malas noticias.

—Lo está —dijo algo que no era un total engaño, puesto que Hiashi se veía repuesto de sus heridas. Salvo la del ojo, el resto de sus cicatrices lucían secas y su estado seguía siendo robusto, signo de que había comido bien. —Y tiene el mismo carácter fuerte y agrio de siempre —recordó la discusión hacía poco sostenida con él.

La menor comprimió el ceño al no quedar conforme. Hinata no sabía mentir y esta vez tampoco lo hizo del todo bien. Habían ciertas señas en su lenguaje corporal que la delataban. Por ejemplo tenía la punta de un pie sobre el otro y, seguramente, dentro del calzado sus dedos se movían nerviosamente.

—¿Hay algo que me estás ocultando, hermana? —intuitiva, lanzó su sospecha.

¿Cómo podría evitar que la odiara al decirle que su padre sufrió terribles torturas? En esta ocasión no pensó en la impulsividad de su hermana y un posible ataque a Sasuke; ahora sí tuvo miedo de su reacción y quiso protegerse de ésta. Hanabi adoraba a Hiashi, siempre fue su consentida, por lo cual saber que estaba en ese estado la lastimaría demasiado. Creyó que actualmente era más valiente y decidida, pero aún le faltaba un largo camino por recorrer.

—No escondo nada —mintió sintiéndose mal por ello, mas sería sincera justo antes de que viera a su padre. Lo mejor era no mortificarla todavía.

A la menor su corazón le decía que Hinata estaba encubriendo algo importante. De todos modos decidió confiar; su hermana lucía en perfecto estado de salud a pesar de ser acompañada por el demonio Uchiha y, por tanto, esperaba exactamente lo mismo en su padre. Finalmente optó por preguntar respecto al otro miembro de la familia al cual también quería mucho.

—¿Y de Neji sabes algo?

Esta vez la mayor de edad no sería capaz de postergar la verdad. No iba a mentirle dos veces. Su respiración escapó por la boca, sufriendo ante lo inexorable. Infló sus pulmones de nuevo y el mentón empezó a tiritarle levemente, luego remojó sus labios y empezó a tronarse los dedos. Esto iba a ser mucho más difícil de lo que imaginó en un principio. Recordó la muerte de su amado primo junto a Rock Lee y el dolor volvió a manifestarse. ¿El sufrimiento nunca la dejaría, verdad? La instantánea respuesta que llegó a su mente fue un triste «Nunca».

Le resultó demasiado difícil escoger las palabras más acertadas. ¿Cómo podría explicarle que Sasuke estaba cegado por la maldad, pero que en esa ocasión se había defendido? ¿Existían palabras correctas para explicar una situación así de complicada?

Por la demora de la contestación, Hanabi se estremeció. Aunque Kiba no experimentó lo mismo, sí vislumbró que lo que se venía no era algo bueno. Nada que tuviera relación con el demonio Uchiha podía serlo.

—Neji murió... —dijo abriendo los ojos por fin, mismos que ya estaban tan temblorosos como aguados. La muerte de su amado primo seguía afectándola en demasía.

Hanabi se congeló por entera. Intentando reaccionar, su ser necesitó ingerir un sorbo de saliva antes de volver a hablar. Por un momento sintió que su garganta se había estrechado tanto que el aire apenas pasaba por ella.

—¿Qué?

—Nuestro primo murió, Hanabi. Lo siento...

«Perdóname»

—¿C-cómo lo sabes? —cuestionó tartamudeando, apenas asimilando lo dicho por su hermana—. ¿Viste su cadáver? —temió recibir una respuesta afirmativa.

—Lo vi, Hanabi. —Sus labios temblaron y sintió que su corazón se oprimía de tal modo que disminuía su tamaño a la mitad o menos. Su párpado izquierdo se entrecerró algunas veces por un temblor que no pudo controlar. —Vi su muerte personalmente.

Se hizo un mutismo muy doloroso. Hanabi bajó su mirada hacia los pies de su hermana mayor; seguía una punta sobre la otra.

—¿Cómo murió? ¿Qué pasó? —preguntó todavía cabizbaja. No tenía una relación tan cercana como la de Hinata, pero una serie de recuerdos vividos con él estallaban en su mente en este mismo instante.

Hinata intentó responder, mas las palabras se le atoraron como cuchillas en la faringe. Su lengua fue incapaz de seguir moviéndose; sus ojos empezaron a humedecerse; su respiración se alteró. Hubiese querido omitir esto, pero tenía que decirlo o no estaría en paz. Infló su pecho en un nuevo suspiro antes de lanzar la verdad que lo cambiaría todo.

—Neji y Rock Lee le tendieron una emboscada a Sasuke, pero no resultó y tuvieron que combatirlo de frente...

—N-no... —musitó Hanabi con la misma voz que tendría alguien ahogándose. No fue necesario pedir detalles del combate, lo vislumbró en su mente como un relámpago de pelo negro que asesinaba a los dos guerreros sin piedad.

—L-lo siento, Hanabi. Lo siento tanto. —Se abrazó a ella sin saber si quería consolarla a ella o a sí misma; probablemente ambas cosas. —Ellos trataron de rescatarme, por eso murieron —dejó en claro que seguía culpándose por lo sucedido.

Kiba cerró ambos puños con tanta fuerza que faltó poco para que sus uñas sacarán sangre de sus palmas. No era un amigo cercano de Neji o de Rock Lee, pero los respetaba como los habilidosos guerreros que eran. En la lejanía, echó una mirada a Uchiha sintiendo la impotencia de no poder matarlo con sus propias manos. No tenía la fuerza suficiente para hacerlo, tampoco quería dejar desprotegida a Hanabi, pero de saber que Sasuke tenía un brazo herido lo habría atacado sin dudarlo. Lo maldijo y le pidió a los dioses la vida suficiente como verlo pagar por sus crímenes.

La castaña quedó paralizada mucho tiempo, sus brazos colgando como los de una muerta. En cuanto reaccionó miró hacia Kiba, buscando consuelo en él. Le hubiera gustado estar en sus brazos en vez de los de su hermana mayor. Por eso se separó de ella abrigando en sus ojos una emoción de lógica indignación.

—¡Hijo de perra! —gritó mirando al último Uchiha—. ¡Voy a matarlo! —se le desgarró la voz como las cuerdas de un desgastado violín. Avanzó para cumplir lo dicho, dispuesta a buscar el pequeño arco que había soltado en el bote. ¿Por qué le hizo caso a Kiba dejándolo allí?

Hinata la detuvo tomándola desde los hombros.

—Por favor, Hanabi, sabes que no podrás matarlo.

—¡Déjame intentarlo siquiera! ¡Déjame sacarme este dolor que me quema el pecho! —intentó deshacerse del agarre de su hermana.

—Pero mira como te tiemblan las manos de rabia, ¿de verdad crees poder hacer algo en ese estado? —cuestionó examinando fijamente esos ojos iguales a los suyos—. Además Sasuke es el único que puede salvar al clan Yamanaka —le recordó de forma grave—. Por lo menos por Ino posterga esto. Tú misma me dijiste que ella los ayudó a sobrevivir.

Hanabi bajó su mirada un momento y luego la alzó violentamente hacia su hermana mayor; enojada, iracunda.

—Viste morir a Neji... —dijo sin que sus dientes inferiores se despegaran de los superiores—. ¿¡Y te atreviste a viajar con Sasuke!? ¿Por qué, Hinata? ¿¡Por qué!? —preguntó entre incipientes lágrimas, sintiéndose lastimada hasta su esencia más ínfima por tamaña felonía.

La joven adulta, ahora más que nunca, sintió el peso de la culpabilidad subyugándola. La discusión que tuvo con su padre fue una minucia en comparación a esto.

—Perdóname, Hanabi, no pude evitarlo. Te juro que traté, pero no lo logré. Iba a viajar hacia un país desconocido sin ayuda, sin conocer a nadie. Estaba demasiado sola —dijo mientras la contención de sus lágrimas le causaban ardor en sus ojos.

A la preferida de Hiashi le temblaron las mandíbulas y ello le provocó un breve castañeteo.

—¿De verdad estás junto al hombre que mató a Neji y al resto de nuestra familia? —Necesitaba confirmarlo otra vez; simplemente no podía creerlo. —¿De verdad tienes una relación con él? —lanzó con rencor la anomalía que muchas veces comentó con Kiba durante la estadía en la mansión Uchiha. Ninguno podía aceptar que algo así fuera posible.

Se hizo un silencio tremendo, asfixiante. La de mayor edad suspiró más profundo mientras los muslos comenzaban a temblarle. Necesitó tensar los músculos para cesar tal hecho y, cuando lo hizo, tragó un sorbo de saliva que provocó un pequeño sonido cuando descendió por su garganta.

—S-sé que te costará muchísimo entenderlo, Hanabi, pero Sasuke no fue el único culpable de que pasara lo que pasó.

—Es que ni siquiera se me puede pasar por la cabeza que estés con él. ¡Es una infamia terrible! —declaró cerrando ambos puños justo en la zona donde su corazón residía—. ¿Y además te atreverás a defenderlo? —Parecía prepararse para dar una bofetada o estar luchando por contenerla.

—No quiero defenderlo, sólo te pido que entiendas que lo que pasó no fue solamente culpa de él. Sasuke incluso me salvó la vida.

Nuevo silencio. Uno tan inquietante como el anterior. Kiba quería mucho a Hinata, era su mejor amiga, pero no podía entender qué clase de locura padecía como para emparejarse con el Uchiha. ¿Estaría soñando acaso? Quería pensar que sí, de verdad hubiera deseado que todo esto fuera una maldita pesadilla.

—No lo entiendo, Hinata. ¿Qué diablos te pasa? —espetó la castaña dejando fluir sus emociones más negativas—. ¿Acaso no ves lo que hizo ese maldito contra nuestro clan? ¡Lo exterminó! ¿Y aún así te atreves a tener un romance con él?

Hinata dirigió su mirada hacia el suelo. Estaba demasiado avergonzada como para mantenerla alta. La situación era muy distinta a la que vivió con su padre, puesto que a él pudo encararlo por todos los pecados imperdonables que cometió. Mucha culpabilidad por el pasado recaía en Hiashi también. ¿Pero qué culpa tenía Hanabi? Ninguna. Por tal causa no tuvo la misma entereza al enfrentarla como sí sucedió con su padre.

—¿Sabes por qué tienes tanto miedo de hablar? Porque sabes que lo tuyo no tiene justificación —recriminó dando un fuerte pisotón contra el suelo. Algo de arena incluso saltó hacia los lados.

«Defenderé con uñas y dientes lo que siento por ti». La frase que le dijo a su amado poco tiempo atrás resurgió en su mente, dándole la fuerza necesaria para seguir argumentando en vez de desplomarse.

—Hanabi, ¿me puedes escuchar un momento antes de juzgarme? —pidió a la vez que el renovado temple se reflejaba en su semblante. Su cabeza volvió a erguirse y su espalda se puso más recta. Trataría de mantenerse así por los siguientes minutos—. Permíteme explicarte, detallarte, lo que ha pasado. No me culpes sin saber todos los antedecentes. Después puedes decirme lo que quieras, pero, por favor, oye mis palabras primero.

La cara de la adolescente estaba enrojecida; se le había subido la presión. Alzó su cabeza hacia el cielo y vio una nube cubriendo parte de la luna. Por un momento sintió que sucedía exactamente lo mismo con su hermana mayor, que una nube cubría la luz que siempre tuvo. Era Sasuke Uchiha el nimbo que la oscurecía, que la convertía en una impostora, pero lucharía empleando toda su determinación para traer de vuelta a la verdadera Hinata, a la chica noble y tímida que siempre fue.

—Habla —dijo intentando calmar la tromba sanguínea en que se había convertido su corazón.

Hinata no dudó en tomar su oportunidad rápidamente.

—Hay muchas cosas que nuestro padre nos ocultó, verdades que debes saber antes de juzgar.

La más joven comprimió su frente, lanzando una mirada inquisitiva.

—¿Qué? ¿De qué verdades hablas?

Un ventarrón silbó de una forma casi lúgubre entre ellas, sacudiendo, a su vez, sus largas cabelleras de distintos colores. Varios mechones se pusieron delante de sus rostros, obligándose a sujetarlos con sus manos. Poco después llegó otra ventolera en sentido contrario, la cual les permitió aflojar el agarre.

—Hace muchos años Danzo planeó una emboscada contra el clan Uchiha...

La explicación y las justificaciones se sucedieron después. El relato fue sucinto, pero sin evadir los asuntos más oscuros que habían sucedido: la muerte del clan Uchiha, la esclavización que sufrió por parte de su vengativo ser, el duelo que acabó con Neji y Rock Lee, su posterior libertad, el viaje en el barco y el ataque de los élites en que Sasuke le salvó la vida sin importarle si perdía la suya. Todo resumido en menos de cinco minutos, pero emocionándose en las partes que marcaron su alma para siempre.

Hanabi escuchó de manera muy atenta; a veces con ganas de taparse los oídos en los momentos más dramáticos, otras entreabriendo sus labios al saber cosas de Sasuke que se le hacían imposibles de creer. Inuzuka, por su lado, había quedado impresionado con lo relatado. Aunque le pesara, debía reconocer que el último de los Uchiha vivió cosas espantosas desde muy niño.

—Sé que Sasuke cometió muchas cosas horribles —continuó Hinata a modo de conclusión—, pero, por favor, entiendan que no toda la culpa fue suya. Él ya no es la misma persona de antes. Él ha cambiado.

Kiba, sin dejarse engatusar por lo narrado, se acercó más a su mejor amiga a fin de encararla. Uchiha podía haber sufrido mucho durante su infancia, pero eso no justificaba la brutal venganza que llevó a cabo.

—¿Cambiar? —cuestionó en primera instancia, dándole un gran énfasis a su incredulidad—. ¿Un ser lleno de maldad como Sasuke Uchiha?

A diferencia de las veces anteriores, esta vez Hinata respondió con suma rotundidad.

—Ha hecho muchas cosas por mí, pero, si aún tienes dudas, que me haya salvado la vida es la prueba más clara de que ya no es el mismo de antes.

El fanático de los perros volvió a quedar impresionado con la templanza que mostraba su amiga de infancia. No recordaba haberla visto así nunca antes.

—Lo más probable es que sólo sean lagunas mentales de un desequilibrado, momentos de supuesta bondad antes de que su verdadero ser vuelva a estallar.

—Concuerdo totalmente con Kiba —apoyó enseguida la adolescente—. Que te haya salvado no significa que no pueda volver dañarte en un futuro. Tampoco significa que no siga causándole dolor a gente inocente.

—Ustedes no han visto lo que yo sí. No han tenido la oportunidad de compartir con él como yo —dijo emocionándose. —¿Entonces cómo pueden saber si él cambió o no?

—¿Y tú lo sabes realmente, Hinata? —disintió Kiba agriando más sus facciones—. ¿Sabes cuán verdadero es su cambio y si permanecerá en el tiempo? ¿Sabes dónde comienza el Sasuke verdadero y dónde el falso? ¿Conoces dónde empieza y termina su maldad? —Hubiera continuado airadamente, mas necesitó darse una pausa para seguir hilando su argumento. —Ese maldito ha causado tanto daño que ya no tiene punto de retorno. No tiene ni merece redención. Alguien como él no tiene ese derecho. ¿Acaso los que torturó y mató tuvieron una segunda oportunidad? —La indignación hizo que la última pregunta aflorara como un agudo chillido. —¿Entonces por qué demonios él sí puede tenerla? ¿¡Por qué, Hinata!? —levantó su voz al rellenarse de frustración. Esta vez sí salió en su tono comúnmente grave.

—Quieras o no, el pasado siempre te condena —añadió Hanabi, apoyando completamente lo dicho por Inuzuka.

Eran dos contra una. La antigua Hinata no se habría atrevido a replicar, mas esta vez no dudó en hacerlo pese a la desventaja numérica. Gracias a Uchiha su carácter se había desarrollado y eso era algo que siempre le agradecería.

—Sé que el pasado no puede ser borrado, pero el Sasuke de antes y el de ahora son personas distintas. Créanme, por favor.

—No importa cómo sea ahora, él tiene que pagar con la muerte por sus crímenes pasados.

Inuzuka estaba totalmente intransigente y evidentemente podía influir en Hanabi. Por ello Hinata le pidió algo.

—Kiba..., me dejas hablar con mi hermanita a solas. ¿Puedes mirarnos desde esas rocas por favor? —indicó unas que estaban alejadas varios metros.

Él gruñó igual como lo hacía Akamaru cuando estaba enojado.

—Está bien —aceptó a regañadientes—. Hanabi, cualquier cosa estaré observando atentamente —puso su índice debajo de un ojo y tiró del párpado suavemente para bajarlo un poco—. Y no te dejes embaucar. Sasuke no merece perdón.

—No te preocupes. —A sus palabras agregó un asenso con la cabeza.

El mejor amigo de Akamaru se retiró empleando su tranco normal. Hinata reanudó la conversación cuando se alejó lo suficiente.

—Hanabi, si tan solo pudieras comprender que Sasuke... —Iba a proseguir, pero la adolescente amputó sus futuras palabras poniéndose el índice en los labios.

—Ya no sé qué pensar de ti, hermana —dijo apenas deshizo su gesto—, pero te conozco desde siempre y no quiero culparte. Al que sí puedo culpar es al Uchiha, seguramente él te embrujó de alguna manera, por algo es un demonio, pero una vez que te alejes de su maligna influencia volverás a ser la misma chica sensata y tierna de siempre.

—Si me permitieras explicarte que... —trató de decirle que su antiguo ser, ese tímido e inseguro, no volvería; pero la menor volvió a interrumpirla.

—Te recuerdo que, casi con toda certeza, somos las últimas Hyuga que quedan vivas. Soy tu única hermana además. No quiero seguir peleando contigo, ahora más que nunca tenemos que estar unidas en vez de separadas, pero por honor, por dignidad, por respeto a nuestros muertos, tienes que abandonar a ese infeliz.

—Hanabi...: aunque me separe de Sasuke mis sentimientos por Sasuke no van a cambiar —lanzó su verdad y esta vez no permitió que su hermanita la frenara a pesar de que hizo el intento.

La castaña apretó sus manos al darse cuenta que la discusión continuaría. Entendió definitivamente que quien tenía enfrente no era la misma fémina tímida que era absorbida por su personalidad más fuerte y decidida. Se percató de su gran frustración cuando sintió que se hería las palmas con sus largas uñas.

—Cuando te separes de él comprobarás cuán equivocada estás —soltó la presión que estaban ejerciendo sus dedos—. Creo que tus sentimientos fueron provocados por la soledad, por no tener a nadie a tu lado, pero ahora me tienes a mí. Tienes que tomar una decisión porque no se puede abrazar al bien y al mal a la vez. Si me amas debes demostrarlo dejando a ese diablo.

Hinata guardó silencio. Agachó su rostro con ganas de llorar, mas no lo hizo.

—¿Qué sentido tiene dejar a Sasuke si mis sentimientos por él no cambiarán? Si tan sólo pudieras entender que sólo me harás sufrir con esto y creo que ya he tenido suficiente dolor en mi vida como para tener que soportar más —arguyó decididamente.

—¿Tanto te cuesta ponerte en mi lugar?

—¿Y acaso tú te pones en el mío?

—Claro que me pongo en tu lugar y por eso mismo me cuesta tanto entenderte. Yo jamás habría iniciado una relación con el asesino de nuestra familia. De sólo pensar semejante vileza me dan ganas de vomitar —hizo el ademán de que iba a hacerlo.

—Hanabi, te juro por nuestra familia que intenté evitarlo con todas mis fuerzas, pero no pude. Sasuke también trató de impedirlo porque me odiaba con todas sus fuerzas, pero simplemente pasó. Sea por el destino, por la química, por lo que sea, pero pasó.

—Pues ahora mismo me estás haciendo un tremendo daño con esto. —Puso dos los dedos índice y medio en su propio pecho, tocándoselo repetidamente antes de seguir hablando—. Veo que tú no eres la hermana que tanto amé, eres distinta, una impostora. Ese maldito hombre te cambió.

—Hanabi..., tú sabes que yo jamás querría hacerte daño. Nunca.

—¿Cómo quieres que no sufra por lo que estás haciendo, hermana? Uchiha fue el responsable de matar a toda nuestra familia. ¡A nuestra familia entera! —repitió de una forma tan desgarradora que, a pesar de la distancia, Sasuke y el resto de soldados escucharon lo último perfectamente.

—Lo sé y créeme que también me duele mucho —su semblante expresó aquello perfectamente—, pero nosotros como clan también tuvimos culpa. No podemos obviar eso como si nada...

—Cualquiera en mi situación o en la tuya odiaría con todas sus fuerzas al hombre que aniquiló a los nuestros —sentenció alzando el mentón—. Y una persona cuerda —remarcó la última palabra diciéndola de un modo más alto y lento— jamás podría perdonarlo por algo así. Absolutamente nadie perdonaría a Sasuke Uchiha. ¿No te das cuenta de eso? Yo no soy la extraña, la rara eres tú.

La aludida cerró sus ojos al mismo tiempo que daba un largo respiro. Casi pudo sentir que el sabor del mar se colaba por su garganta.

—Siempre fui rara después de todo.

—Neji siempre lo dijo. También advirtió que eras demasiado compasiva y que ese era un gran defecto porque todos los extremos son malos —le recordó algo que dijo muchas veces—. Sabes que te tengo mucho respeto, pero tengo que decirte esto aunque te ofenda: ¿no te das cuenta que estás enferma? Perdonar a Uchiha fue el primer síntoma, pero emparejarte con él es una enfermedad incluso peor que la peste. Tu desmedida clemencia es un trastorno muy grave.

—Si pudieras entender que Sasuke ha cambiado. Si tan solo pudieras entender que perdió a toda su familia por culpa de nuestro clan y eso le envenenó el alma de un modo que no te imaginas.

Hanabi guardó silencio varios segundos, tratando de ponerse en el lugar del último Uchiha. No pudo.

—¿Eso le daba el derecho de torturar a los nuestros? —su rostro formó una amarga y contorsionada mueca.

—No le daba el derecho, pero entiende que estaba contaminado por un odio descomunal, uno que creció dentro suyo desde los seis años porque nuestro clan se lo implantó. Él tiene luz en el fondo, lo sé porque lo he visto con mis propios ojos —formando una «V» con sus dedos índice y corazón, los señaló—. Incluso le salvó la vida a Ino cuando todavía le era una desconocida. ¿Una persona malvada hubiera hecho eso?

—¡Y una mierda! —alzó su voz ya completamente sobrepasada—. No quiero seguir discutiendo. No me importa qué razones haya tenido el Uchiha, jamás lo perdonaré por acabar con los míos. No voy a descansar hasta verlo sufrir, hasta matarlo.

—¿Pero no te das cuenta, Hanabi? Es lo mismo que decía Sasuke en relación a nosotros. ¿En qué te diferencias de él si quieres hacer exactamente lo mismo?

La muchachita cerró un puño, enmudeciendo. Esta vez Hinata le había dado un gran argumento, el cual fue incapaz de contrarrestar. Gracias a su blanca piel, las venas se le marcaron de manera nítida en el dorso de la mano.

—Bien, si ese hombre es más importante que yo entonces sigue a su lado, pero no volverás a verme en toda tu vida. Nunca más te consideraré mi hermana, sino una traidora a los nuestros. Y que te quede claro que yo no hablo en vano.

A pesar de que seguía siendo una niña, lo dicho por ella era una completa verdad: nunca hablaba infundadamente. Hinata lo sabía bien porque lo había demostrado muchas veces.

—Hanabi, no me hagas esto por favor...

—Nada tienes que pensar. ¿O me estás diciendo que Sasuke es más importante que yo? Si quieres que te perdone no puedes estar con él, es así de simple.

—Tú eres muy importante para mí, siempre serás mi prioridad ante todo, pero no me hagas elegir por favor. No quiero dejar a Sasuke.

—Quieres mi perdón, ¿pero no estás dispuesta a dejar al asesino de nuestro clan? Las cosas no son así de fáciles, hermana.

—Me estás obligando a hacer algo que no quiero...

—¿No te das cuenta que es por tu propio bien? La soledad hizo que te acercaras a ese Uchiha, pero ahora me tienes de vuelta. Ahora mismo estoy furiosa contigo, pero me preocupo por ti porque te amo de verdad. Por eso haré lo que debo para alejarte de la influencia de ese maligno diablo.

—Él no es...

—Yo soy tu hermana, Hinata —la cortó de modo tajante—. Tienes que elegir: él o yo.

La de más edad cerró los ojos un largo tiempo mientras se agarraba la punta de la nariz. Su lengua se movió tres veces por el labio superior; primero para la izquierda, segundamente hacia la derecha y en tercer lugar en sentido contrario. Luego retornó a su hogar dentro de la boca. Cualquiera de la época actual habría pensado que quiso imitar a un limpiaparabrisas moderno.

Se volteó para mirar a Sasuke, quien, a lo lejos, seguía explicando el plan a seguir sobre el croquis hecho sobre la arena. Siguió observándolo a la vez que su boca se apretaba tanto que terminó desapareciendo de su rostro. Si se tratara únicamente de su padre se habría quedado con su amado sin dudarlo. Sin embargo Hanabi era su hermanita, su adoración, su más preciado tesoro; una niña que, por más fuerte que pretendiera ser, necesitaba de su custodia todavía. En cambio Uchiha era un guerrero invencible que podría lidiar con lo que fuera, incluida una ruptura amorosa. La balanza, por donde se mirara, se inclinaba a favor de su hermanita...

Al sentirse dolorida por el futuro que se abría ante sus ojos, guardó total silencio; uno tan prolongado que molestó a Hanabi y que la impulsó a presionarla.

—¿Prefieres abandonarme a mí antes que a Sasuke? ¿Tan poco significo para ti?

Hinata se le acercó un paso, dando a la vez un intenso suspiro.

—No digas eso, Hanabi, porque sabes muy bien que no es verdad.

—Pues estás demostrando lo contrario —sentenció sin estar dispuesta a ceder ni un solo centímetro.

¿Por qué era tan feliz cuando estaba con Uchiha y tan infeliz cuando no? En los momentos en que su ausencia se hacía notar se sentía muy culpable por sus sentimientos y eso era innegable. Para peor su padre y su hermana nunca dejarían de castigarla por su pecado imperdonable. El caso respecto a su progenitor no dolía tanto, su conexión con él era feble, pero su hermanita era su devoción. Por eso, estando contra la espada y la pared, tenía que dar una amarga respuesta. Inánime, echó una última mirada hacia su amado.

«Perdóname...»

—Si tengo que sacrificar mi felicidad para tu bienestar —dijo mientras la voz le temblaba; no por nervios como le sucedía antaño sino por dolor—, si eso sirve para que puedas disculparme, terminaré mi relación con Sasuke.

—¿Sacrificar tu felicidad? —preguntó incrédulamente, cejas alzadas mediante—. Tu felicidad siempre fue Naruto Uzumaki. Él era quien te gustaba, a él lo querías de verdad; sabes que te inspiraba como nadie más.

Hinata escrutó hacia los lados esperando a que el aludido no escuchara esa afirmación. En efecto estaba muy lejos como para oírla. Al parecer discutía con Sasuke, lo cual no la sorprendía.

—¿Te diste cuenta que me gustaba? —preguntó como si fuera una gran proeza saber tal secreto.

—Por favor, cualquiera que tuviera ojos se daría cuenta de lo nerviosa que te ponías en su presencia y de los sonrojos que tratabas de ocultar cuándo te hablaba. Kiba también lo sabe.

Si la situación fuese la apropiada, Hinata se habría burlado de sí misma. Y ella pensando que nadie lo sabía porque lo disimulaba muy bien...

—Las cosas cambiaron mucho durante este tiempo, Hanabi. Ya no me interesa Naruto como hombre.

—No puede ser. Me niego a creerlo. —Le dio mayor énfasis a su sentencia negando con la cabeza. —¿No te das cuenta que Naruto es alguien muchísimo mejor que Sasuke? Puede ser despistado, pero él te haría dichosa. Un hombre tan noble y valiente como él podría hacer feliz a cualquier mujer.

—No podría hacerme feliz a mí. No después de todo lo que he vivido con Sasuke.

—Pero no hay punto de comparación entre Naruto y él —hizo un notorio ademán con las manos—. Es como comparar el cielo con el infierno.

—No lo entiendes porque aún eres pequeña, pero uno no decide de quién enamorarse. Si fueras adulta, ¿acaso podrías estar con Naruto?

—¿Qué dices? —reaccionó como si alguien le hubiese dicho que existía un tercer sexo—. Por supuesto que no.

—Pues yo tampoco. No es llegar y decir «este hombre me conviene más». Es mucho más complejo que eso.

Hanabi resopló sin querer prolongar la discusión eternamente. Sólo quería escuchar lo que necesitaba de una vez.

—Óyeme bien, hermana: te estoy dando la oportunidad de redimir los pecados que has cometido contra nuestra familia alejándote de Sasuke. No quiero pelearme contigo porque siempre has sido muy buena conmigo, pero de seguir de esta manera harás que mi amor por ti se pierda. ¿En serio quieres eso?

La aludida bajó su cabeza.

—No deseo eso.

—Entonces acabemos con esto de una vez. Promete lo que te pedí.

—Pero Hanabi...

—Me estás haciendo mucho daño, Hinata. No te imaginas cuánto.

—Lo siento..., pero tú también me estás dañando a mí.

—No puedo entender por qué te cuesta tanto. —Levantó ambos brazos efusivamente para luego hacerlos caer con rabia. —Él o yo, hermana. Decide ahora mismo o nunca más volverás a verme. Te lo juro por nuestros fallecidos.

La de cabellos azulosos apretó sus labios, bajó su cabeza y finalmente dijo su triste respuesta.

—Tú.

—No te escuché. Habla más alto.

—Tú, Hanabi. Si tengo que elegir estaré contigo.

—Así debe ser. Somos hermanas y ese vínculo es indisoluble. Debemos estar unidas contra ese monstruo.

Hinata calló sin querer decir más. Apenas tenía las fuerzas para asimilar la idea de que Sasuke pasaría a formar parte de su pasado y no de su presente.

—Muy bien —felicitó su mutismo—, pero eso no es suficiente. Quiero que prometas por todos nuestros difuntos que nunca más volverás con él.

Se hizo un abrupto y tenso silencio.

—Hanabi..., Sasuke no es una mala persona actualmente...

—¿Me quieres o no?

—Te amo, Hanabi.

—Entonces promételo. Ya te dije que debías elegir: él o yo.

Hinata sintió que su corazón se oprimía tanto que juraría que había una mano estrujándoselo, tratando de que reventara por todas partes. Entre suspiros que parecían absorber todo el aire circundante, levantó su mano derecha. Todos los momentos vividos con Sasuke sacudieron su mente, incrementando aún más su congoja.

¿Cómo relegar la tremenda química que sentía hacia él? ¿Cómo dejar atrás el despertar infinito de emociones que él le provocaba? La noche en que fue suya volvió a su mente también. ¿Cómo olvidar que se le había entregado? ¿Cómo olvidar que había pecado antes del matrimonio? ¿Qué otro hombre la aceptaría al saber que ya no era virgen?

«Perdóname, Sasuke»

—Lo prometo. —A pesar de lo corta que fue la frase dicha, tartamudeó inevitablemente. —Prometo que me alejaré de Sasuke para siempre...

El par de lágrimas que Hanabi vio escurrir no lograron conmoverla. Su carácter podía ser muy duro si era necesario, tal como su padre le había inculcado.

—Muy bien —dijo conforme—. Sé que no es lo que quieres, pero a largo plazo verás que esta fue la mejor decisión que pudiste tomar. Sasuke es un demonio que sólo trae dolor a quien lo rodea.

Hinata no aceptaría en silencio.

—Conmigo no fue así.

—Como sea, vamos a avisarle al maldito Uchiha la decisión que has tomado. Quiero ver su cara cuando le digas que ya no estarás a su lado.

—No lo trates de maldito, por favor.

—No tendré condescendencias con él. Ojalá pudiera matarlo.

La mayor no deseaba continuar alegando, ¿Para qué seguir discutiendo si ya había hecho su elección? Sin embargo, no podía dejar pasar lo dicho por su pariente.

—Hanabi... —dijo su nombre con un tono de reproche—, Sasuke no es la misma persona. Él va a redimirse, lo sé mejor que nadie.

—¿Redimirse? —Negó con su cabeza para contestar a su propia pregunta. —Él ya no tiene redención porque está lleno de odio, de hecho su única salvación sería matarlo para que no haga más daño. Y tú podrías hacerlo.

Hinata separó sus párpados ampliamente. Una indignación tremenda azotó su faz.

—No me pidas algo así porque no lo haré por nada del mundo.

—¿Ni siquiera por mí?

—Ni siquiera por ti —lo dijo sin dudas—. Más que suficiente hago aceptando la dolorosa condición que me pusiste.

Hanabi chistó para después mover su boca como si estuviera rumiando un trago amargo, pero no quiso insistir en ello. Era evidente que su hermana no accedería a una petición así. Su talante dejaba claro que prefería morir antes que matar al Uchiha.

—Lo aceptaré porque sé que no eres una asesina. Me conformo con que te alejes de ese demonio para siempre.

—No le llames así, por favor.

—Discúlpame, hermana, pero le llamaré como se merece y tú no vas a prohibírmelo —A pesar de sus palabras duras, intentó que su tono saliera suave. Lo consiguió a medias—. Vamos.

—Iré yo porque tú sólo te regocijarás con nuestro dolor. No eres tan diferente a Sasuke como crees.

—No te atrevas a compararme con él —tuvo que hacer un tremendo esfuerzo para no gritar a todo pulmón—. Es mi derecho ver cómo sufre después de todo lo que nos hizo.

Hinata estuvo a punto de seguir discutiendo, mas recordó que Hanabi era una chiquilla arrebatada. Si Sasuke seguía empeñado en vengarse de Danzo, ¿cómo podría exigirle a una niña lo contrario?

Adolescente y adulta emprendieron el rumbo hacia Kiba; la primera por delante mientras Hinata la seguía por detrás. Tras una breve explicación los tres avanzaron hacia el último Uchiha.

Entretanto, el hijo de Fugaku seguía explicando la estrategia a seguir en el dibujo del castillo hecho sobre la arena. Indicaba los pasillos más estrechos, los más anchos, los puntos en que había mayor defensa y cuáles eran los sitios más propicios para atacar y huir. Fue entonces que las chicas llegaron a su lado e hicieron el anuncio de que debían hablar con él. Kiba, por su parte, se quedó junto a Naruto.

Observando el semblante cabizbajo y los ojos enrojecidos de su musa, Uchiha tuvo claro que algo nocivo iba a suceder.

—Si ya sabes la verdad —intervino Ino mirando a Hanabi fijamente— entonces sabes que tu clan y Danzo tuvieron la culpa de convertir a Sasuke en un vengador.

—No dirías lo mismo si tus familiares hubieran sido aniquilados de formas tan terribles como él lo hizo.

—En primer lugar mi clan nunca habría hecho lo que el tuyo. Nunca se habrían aliado con Danzo. Es preferible morir honorablemente que vivir de rodillas.

—No tienes que defenderme, Ino —le dijo Sasuke—. En nada me importa la opinión sesgada de una mocosa.

—No voy a permitir que te juzgue si en tu lugar habría hecho exactamente lo mismo. Sé que ahora mismo arde en deseos de matarte, se le nota en la cara.

Hinata se dio cuenta otra vez de cuánto lo apreciaba la soldado realmente. Lo defendía con un ahínco que sólo una enamorada tendría.

—Sí, en el caso de Sasuke yo también habría cobrado venganza —Hanabi admitió la verdad—, pero nunca habría torturado. Eso es algo que nadie merece. Nadie.

—¿Y qué crees que hacía tu clan con los prisioneros de guerra? ¿Darles golosinas? —protestó la blonda a través de un sarcasmo—. No vengas a hacer como si los Hyuga fueran inocentes porque en el fondo eran unos demonios terribles.

—¡Eso no es verdad! —alegó la castaña sintiéndose muy indignada—. ¡A mi gente le sobraba el honor que a Sasuke le falta!

—¡Claro que es verdad lo que te dije! —replicó exclamando—. Incluso entre ustedes mismos había una atroz división de clases y al que no aceptaba su lugar en la jerarquía lo castigaban por medio de torturas. Sí —confirmó ante los luceros completamente abiertos de la menor—, torturas —silabeó la última palabra como si estuviera diciéndosela a una infante de tres años.

El centro de gravedad de Hanabi casi cambió desde los pies hacia sus glúteos. Sólo un pie atrás impidió que se cayera de espalda.

—¿División de clases? —musitó como si su voz hubiese sido succionada—. ¿Torturas?

—Hanabi —intervino la que era su hermana—, hay muchas cosas de nuestro clan que no sabes todavía. Tengo que contártelas.

Una conversación fluyó entre las hermanas sin importar que estuvieran rodeadas por soldados. Hinata fue contándole la verdad que había aprendido con Sasuke, a lo cual una reacia Hanabi negó múltiples veces con su cabeza. Pero, aunque no deseaba dar crédito a lo que oía, debía reconocer que tenía sus propias sospechas al respecto. Se meció entre creer y desmentir durante tantos segundos que nada logró emerger de sus labios. Estaba simplemente atónita.

El mutismo reinante fue depuesto por Uchiha.

—No dispongo del tiempo suficiente como para desperdiciarlo. Si van a decirme algo, síganme.

—Está bien —contestó Hinata aunque en realidad no quería ir. No deseaba lanzarle una decisión que los destrozaría a ambos.

—Ino, encárgate de seguir afinando los últimos detalles del plan —ordenó el general.

—De acuerdo —aceptó con cierto disgusto. Habría preferido acompañar a su superior.

El guerrero caminó sin perder de vista a Hanabi; ni siquiera un pelo suyo confiaba en ella. También observó que la actitud de Hinata era la misma que tendría alguien que va hacia el cadalso, lo cual le volvió a advertir que se venían malas noticias. Finalmente llegaron al mismo rincón alejado en que ellas estuvieron antes, el que estaba lleno de palmeras y arbustos.

El trío quedó mirándose fijamente, intercambiando semblantes disonantes. Hanabi, un poco más alejada de Sasuke que Hinata, lo encaró esbozando un semblante que exhalaba claro odio.

—No creas que por devolverme a mi hermana perdonaré todo lo que hiciste contra mi familia.

—Guárdate tu perdón porque no lo necesito —rechazó él inmediatamente—. Si Hinata ya te contó toda la verdad entonces sabes perfectamente que lo hecho por mí tiene plena justificación.

—Una venganza tan desmedida y sangrienta como la tuya no tiene asidero. Eres un ser de maldad y eso no cambiará por más que lances pretextos para darle algo de solidez a tu conducta.

—Soy tan malvado que te permito vivir en vez de matarte por insolente —espetó ironizando—. Y sí, te odié a ti y a los tuyos de una manera que no podrías comprender porque no sólo perdí a todo mi clan por culpa de los Hyuga, también tuve que sobrevivir mientras una masa de civiles y militares intentaba cazarme peor que a un animal —dijo mientras su cara se crispaba ante el subidón de rencor que estaba experimentando.

—¡Pues yo también viví todo eso! —gritó a toda potencia—. ¡A mí igual me persiguieron para matarme! ¡También tuve que andar ocultándome en los bosques para seguir con vida!

—No niego que lo tuyo fuese difícil, pero tú eres una chica crecida que siempre tuvo a Kiba para protegerla —corrigió comparando ambas situaciones—. Yo, siendo apenas un mocoso, estuve huyendo completamente solo —suspiró al recordar esos terribles tiempos que lo marcaron de por vida.

Una silente Hinata tuvo que darle a Sasuke ese punto a favor. Sin embargo, no comentó nada por respeto a su hermanita.

—Como sea —contestó Hanabi con rabia—. Tú no eres el único que ha sufrido, mucha gente lo ha hecho por culpa de la guerra. —Su larga melena fue azotada por el viento, por lo cual necesitó sacarse unos mechones de la frente—. Tú hablas como si fueras el único que ha vivido cosas espantosas —agregó mientras el resentimiento brotaba en sus pupilas a todo fulgor—, pero demasiados niños han perdido a sus familiares por culpa de las malditas guerras y tienen que aprender a convivir con el dolor, no sólo tú has sido el dañado.

—Te he devuelto a Hinata. ¿Tú me devolverás a mi hermano?

Un silencio abrumador se hizo a excepción del oleaje siempre constante. Esta vez Hanabi no pudo forzar ninguna respuesta rápida. Pasaron largos segundos sin que pudiese mover su lengua.

—No importa lo que digas —habló finalmente—, nada justifica las torturas que sé que hiciste contra los míos. Yo no soy tan compasiva como la ingenua de mi hermana. Por eso no podrás vivir tranquilo porque te buscaré eternamente y el día menos pensado acabaré con tu vida.

—Entonces ponte a la fila y espera tu turno, ¿o crees que eres la única persona que desea matarme, mocosa? —señaló acentuando su altivez—. Miles lo han intentado, pero ninguno lo ha conseguido. Y tú no serás la excepción.

—Lo seré, maldito. Yo seré la excepción que acabará contigo.

—Sueñas despierta, niñata. Todavía no se inventa el arma capaz de matarme.

La mozuela dio una especie de gruñido. Después iba a decir algo, pero...

—Hanabi, por favor, basta de peleas —solicitó su hermana mayor—. ¿No es suficiente que me haya dado la libertad? ¿No es suficiente que me haya salvado la vida?

Los luceros de la menor detallaron los de su hermana e, instantes después, hizo lo mismo con su rostro completo. No podía soportar el sufrimiento que expresaba. ¿Por qué ocurría así? ¡Debería estar agradecida de que la estaba salvando de ese demonio!

—Quizá tengas razón y yo no sea la que tenga el placer de matarte... —ignorando a Hinata, prosiguió contra él—, pero me conforma saber que nunca más podrás estar con Hinata —espetó el veneno propio del rencor.

Él miró hacia su novia y, confuso, pidió una explicación a través de su mirada. Intuyó lo que iba a suceder mientras una corriente álgida recorría su espalda.

—¿A qué se refiere esta cría? —cuestionó ante el silencio de su prometida.

—Me refiero —continuó Hanabi contestando en lugar de la aludida— a que Hinata será mucho más feliz con un hombre noble como Naruto en lugar de estar con un malvado como tú.

Los ojos de Uchiha brincaron de sorpresa para luego teñirse de furia, misma que debió controlar para no terminar dándole un golpe a la adolescente. Indignado, le exigió explicaciones a Hinata empleando un semblante alterado.

La joven adulta sintió que un remolino surgía en su corazón; casi podía escucharlo zumbando en sus oídos. Estaba petrificada, como fulminada por un rayo repentino. De hecho, sus vellos se erizaron como si de verdad hubiera recibido uno.

—Yo no estaré con Naruto, Sasuke —renegó a todo lo que daba su potencia espiritual—. Te lo dice sólo para herirte.

—¡Claro que es verdad! —gritó enajenada—. Ella siempre lo amó a él; a un hombre noble, no a un bastardo como tú.

Si Sasuke fuera alguien más expresivo se habría sobado el pecho para eliminar esa mezcla de rabia y dolor que estaba sintiendo justo allí. Aunque Hinata lo había negado con fuerza, no podía negar que algo dicho por la castaña sí era cierto: Uzumaki era un hombre mejor que él. Quisiera o no, eso lo perturbó del mismo modo en que lo haría perder un duelo contra ese malnacido.

Hinata tomó a su hermana de los hombros, sacudiéndola un poco a fin de parar su dañina diatriba.

—Basta, Hanabi —exigió con una vehemencia impropia de ella—. Hablaré con Sasuke en privado, por favor.

—¡No deberías hablarle! ¡¿No ves que no te merece?!

—Por favor...

Agregándose al pedido, la adolescente vio la sufrida súplica en los ojos de su hermana mayor. Por ello, a regañadientes, decidió callar e irse. No obstante, lanzaría una última amenaza:

—Créeme que esto no ha terminado. En mí tendrás a una enemiga eterna, Uchiha Sasuke —apuntaló antes de retirarse.

Él no contestó. Aquello no le interesaba en lo más mínimo, pues agregar un enemigo más a su colección personal no provocaba ninguna diferencia.

Una vez que Hanabi tomó rumbo hacia Kiba, Hinata tuvo que carraspear para tratar de no tartamudear como solía hacerlo antes. Tenía que sacar fuerzas de flaqueza para afrontar lo que se venía.

—Perdóname, Sasuke, pero no puedo estar contigo —dijo sin preámbulos. Alargar esto sólo la haría sufrir todavía más—. Y te juro que Naruto nada tiene que ver. Absolutamente nada.

Se hizo un silencio opresivo por el golpe recibido. Sabía que las cosas se complicarían tras el encuentro que habría entre Hinata y su hermana, pero nunca pensó que su amada se rendiría así de fácil. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que se encontró con Hanabi? ¿Veinte minutos?, ¿veinticinco tal vez?

—¿Por qué? —En su desconcertación, sólo atinó a preguntar lo más obvio.

Hinata sintió que la boca se le ponía áspera y reseca, como si los músculos que permitían mover sus labios se hubiesen puesto tan yertos como una piedra. Agobiada por lo inminente respiró con marcada dificultad, proveyéndose de aire a duras penas.

—Ya pudiste verlo. Mi hermanita no quiere que esté contigo...

Sasuke notó que su corazón parecía saltarse un par de latidos. Incluso percibió un crujido dentro de su pecho y no creía que la culpa la tuviese su imaginación.

—¿Y así, tan fácilmente, le harás caso? ¿Dejaste de amarme de un momento a otro? ¿Eso me dirás?

Hinata hipó un poco, tan apesadumbrada como cabizbaja.

—No sabes cuánto me duele, pero Hanabi nunca me perdonará si sigo contigo. Me dijo que si lo hacía ya no me consideraría como su hermana, que me odiaría por siempre.

Rechazando el dolor que llegaba a conquistar su pecho, Uchiha endureció su forma de mirar. No iba a perder a Hinata sin luchar.

—Yo no voy a dejar que te separes de mí. Si debo raptarte lo haré.

Hinata se conmovió intensamente; por cómo lo dijo, por cómo la miró al decirlo. Cuánto le gustaría ser raptada por él y borrar de un sopetón ese pasado cruel que los unió. Si tan solo su hermana fuese capaz de comprender que se amaban sinceramente...

—P-perdóname, pero eso no haría que Hanabi dejara de odiarme.

—Que nos odie entonces.

—Ojalá fuera tan fácil...

—Es fácil —corrigió—. Eres tú quien lo hace difícil.

—No podría vivir tranquila sabiendo que mi hermanita me aborrece. Lo siento, pero no podría lidiar con algo así. Para bien o para mal soy así de sentimental.

Sasuke se imaginó siendo devorado por una jauría de chacales. Seguramente sería tan placentero como lo que ahora estaba viviendo.

—Ella no tiene derecho a destruir nuestro amor.

La otrora esclava necesitó pasar el dorso de la mano por su frente sudorosa.

—Es mi hermanita, Sasuke...

—Sé que lo es, y yo mejor que nadie entiendo cuán valioso es tal vínculo —recordó a Itachi, lo cual provocó que su voz no sonara tan firme como siempre—, pero ella no tiene derecho a usar eso para destruir lo nuestro.

—¿Y cómo podré obtener su perdón? Ella se siente traicionada, Sasuke, y es normal porque... —No quiso terminar su frase por lo dolorosa que resultaba.

—Porque iniciaste una relación con el asesino de tu clan —completó la frase sin ningún temor—. ¿Tú crees que para mí fue fácil aceptar lo que sentía por la heredera de los que mataron a mi familia?

—Sé muy bien que no, pero, a pesar de que me costó mucho, yo también acepté lo que sentía por ti. No somos nosotros el problema, es Hanabi quien nunca aceptará algo así. Entiéndeme por favor.

—¿No te das cuenta de que te está chantajeando de una manera asquerosa? Tu hermana sólo esta pensando en ella misma, no en lo que tú sientes. Estás cometiendo un grave error si accedes a su petición.

Hinata cerró sus párpados; un cadencioso murmullo ocular le avisaba que iba a derramar lágrimas a menos que las contuviera. Se dio el tiempo necesario para disipar la sensación, abriendo los ojos al conseguir su meta. No obstante, no pudo evitar lanzar un sufrido suspiro poco después.

—No me hagas esto más difícil por favor —rogó con labios temblorosos.

Sasuke avanzó hacia ella, tomándola desde el costado de un brazo. Lo habría hecho con ambas extremidades de tener la izquierda sana.

—Dime qué debo hacer para que sigamos juntos. Haré lo que sea necesario.

—Eso es lo peor de todo... —dijo suspirando. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no tomarle la diestra—. No hay nada que puedas hacer. Hanabi ya tomó su decisión y no la cambiará. Perdóname —se le terminó resquebrajando la voz casi como hojas de otoño pisoteadas.

Uchiha lo había intentado por las buenas, de modo que ahora se impondría por las malas.

—Digas lo que digas no permitiré que te vayas de mi lado. Si tengo que secuestrarte, ponerte en una jaula incluso, lo voy a hacer —amenazó sin resquemores.

—¿Estás hablando en serio? —cuestionó muy sorprendida.

—Por supuesto que sí. La otra opción sería matar a Hanabi, pero por respeto a ti no lo haré.

Las mandíbulas de la aprendiz se separaron expresivamente. ¿Incluso se le había pasado por la cabeza asesinar a su hermana?

—A veces me asustas, Sasuke —atinó a decir en primer lugar. Luego agregó algo más—. Si le hicieras daño a mi hermana, por mínimo que éste fuera, dejaría de amarte al instante.

—¿Y de qué me sirve que me sigas amando si no estarás a mi lado? ¿De qué, Hinata?

Ella no supo qué responder a eso. Solo bajó su cabeza mientras sentía que sus ojos se volvían acuosos de nuevo.

—Debería chantajearte tal como lo hace ella —apretó el puño por la frustración que sentía—. Si fuera el mismo de antes lo haría sin dudarlo. Te diría que mataría a tu hermana si te atrevieras a dejarme.

—Pero ya no eres el mismo de antes, por eso me enamoré de ti —precisó recordándoselo—. Sé que es muy difícil porque yo también estoy sufriendo mucho, pero tienes que respetar mi decisión.

—No quiero respetarla. Estás cometiendo un tremendo error, Hinata. Tú me perteneces, ¿no te das cuenta?

Por los nervios mucha saliva fue acumulándose dentro de la boca femenil. Cuando se dio cuenta de que la cantidad era anormal la hizo pasar por su garganta, pero se atragantó de tal modo que se puso a toser. Qué torpe seguía sintiéndose a veces, o por lo menos no sabía de nadie más que se atorara con su propia saliva.

—Este viento te está enfermando —comentó el varón creyendo que se le venía un inminente resfrío.

—No te preocupes. Me obstruí sola porque salivé más de la cuenta —explicó muy avergonzada.

A pesar de la tensión anterior, Sasuke sintió como una especie de ternura se apoderaba de él. ¿Cómo podría dejarla ir si ella era la única que lograba tal hazaña?

—Si Hanabi te odia por verte feliz junto a mí es su problema —retomó lo importante—. Te quedarás conmigo porque eres mía y punto final.

Ella, sin restringirse por ser la última vez que lo vería, le acarició una mejilla con sublime dulzura.

—Me gustaría ser tuya por siempre, de verdad que sí, pero aunque lo digas mil veces yo no soy una cosa de la cual puedas adueñarte. Tú mismo me diste la libertad.

—Y ahora mismo me arrepiento de habértela dado.

—Sasuke... —la joven entendía tan bien su dolorosa frustración; tan bien.

—Te lo repito: te quedarás conmigo y punto final. Esa es mi decisión.

Hinata se conmovió al punto de suspirar, pues la quería tanto que no deseaba perderla. Nunca imaginó que lo vería así por ella, incluso tratando de secuestrarla para que no se fuera de su lado.

—Si dices eso es porque todavía no entiendes qué es el amor.

—¿A qué te refieres? —reaccionó algo aturdido.

—Mi institutriz, la señorita Kurenai, me enseñó que el amor no aprisiona ni enjaula, que nace libremente. Extiende sus alas para que la otra persona vuele hacia uno porque eso es lo que desea su corazón; nunca puede ser una obligación. Por eso, incluso si aceptara seguir contigo, no podría ser feliz porque siempre estaría sufriendo por mi hermana.

Sasuke percibió el gran dolor que había en sus palabras. La mayoría de ellas asomaron trémulas, casi agónicas.

—Muy bonito tu discurso —lanzó uno de sus ácidas ironías—, pero lo que dices se puede aplicar perfectamente en tu contra: si el amor nace libremente entonces tampoco puede ser obligado a desaparecer. Por eso no se puede encarcelar lo que sientes sólo para complacer la venganza que intenta Hanabi contra mí. Date cuenta, maldición.

Hinata apreció una vez más la inteligencia de su amado, siendo ésta una de las cualidades que más le gustaban de él. Tan solo en unos segundos logró usar su propio argumento como base para defender el suyo. Y lo peor era que tenía toda la razón.

—Lo siento. Me duele mucho —hizo un nuevo esfuerzo para reprimir las lágrimas que deseaban descolgarse desde sus ojos—, pero tienes que respetar mi decisión.

—¿Me pides respetar algo que está completamente equivocado? ¿Respetar algo a lo que Hanabi te está forzando?

—¿No te das cuenta que no tengo opción? M-me gustaría tanto casarme contigo y cumplir la vida que proyecto junto a ti, pero no puedo hacerlo si eso significa que perderé a mi hermana para siempre.

—La perderás momentáneamente —refutó con total seguridad—. Luego recapacitará, se dará cuenta de que comete un gran error.

—Hanabi te odia demasiado, tú mismo la acabas de ver. No puedo aferrarme a una esperanza que tiene toda la pinta de ser falsa. Ella nunca me perdonará si sigo a tu lado.

Ofuscado, Sasuke la acercó hacia él tomándola por la cintura sin delicadeza alguna. Hinata ni siquiera tuvo el tiempo para tratar de apartarse cuando sus labios recibieron a los masculinos. Intentó rehusarse, incluso echó un pie atrás para separarse, pero, pese a saber que Hanabi debía estar mirándola, no pudo evitar corresponder el incendio de pasión que estaba propagándose sobre su boca. Sus brazos cobraron vida propia y rodearon el cuello masculino mientras sus pies se ponían de puntillas para disminuir la diferencia de alturas. Las lenguas se entremezclaron ansiosamente y la joven volvió a sentir que ese hombre le quitaba la cordura. Un solo contacto suyo bastaba para encender las llamas que habitaban secretamente en su cuerpo. No podía entender por qué Sasuke le hacía perder los estribos así. Una vez escuchó que los amores prohibidos eran más intensos que los permitidos. ¿Sería verdad? Tenía que serlo porque de otra forma no se explicaba cómo podía sentir tanto por ese hombre en tan poco tiempo.

Dejó de pensar cuando su prometido aumentó sus ansias. Su conciencia sólo fue capaz de volver cuando las bocas se separaron porque así lo decidió él.

—¿Quién más provocará esto en ti? ¡Dímelo! —exigió de modo muy vehemente—. ¿¡Crees que el imbécil de Naruto te hará sentir mujer!? —remató vociferando en un súbito arranque de posesión animal.

Ella agrió su rostro.

—Te juro por lo más sagrado que él no tiene nada que ver —refutó reflejando una tremenda seguridad—. Por favor no lo vuelvas a mencionar porque me ofende que pienses que yo podría pasar de tus brazos a los suyos. Yo no soy así.

Sin cesar sus ganas de matar a ese bastardo, Uchiha rechistó fuertemente. No obstante, entendía que las perlas que tenía por ojos no estaban mintiendo.

Ella le acarició el mechón que solía caer por un lado de su rostro.

—Sabes que te amo, te prometo que eso no ha cambiado, pero no puedo estar contigo —dicho esto, trató de que el aladar izquierdo quedará por detrás de su oreja. Necesitaba verle ambos ojos claramente—. Te suplico que me entiendas.

Uchiha gruñó inevitablemente. ¡Qué ganas tenía de raptarla! ¡De dejarse llevar por su oscuridad! ¡De castigarla por hacerlo sufrir de esta manera! No obstante, muy a su pesar, comprendió la amarga verdad por fin: de nada servía luchar con todas sus fuerzas si ella no quería hacer lo mismo. Para mantener una relación se necesitaba de ambas voluntades, sino era imposible. Fue entonces que un dolor indescriptible surgió dentro de su ser. De pronto cerró los párpados por un largo lapso; cuando los abrió se sintió como despertando de un coma, que esos ventidós o veintitrés días junto a ella habían sido nada más que un sueño.

—Es mi hermanita, Sasuke... —justificó otra vez mientras sentía un malestar en su estómago, una especie de indigestión provocada por la tormenta de emociones—. Lo siento de verdad, lo siento tanto —su pecho se infló y desinfló por culpa de un prolongado suspiro.

—Ya entiendo... —Su voz emergió diluida, cosa muy rara en él. —Desde un principio planeaste un tipo de venganza distinta, una que me destruyera el alma en vez del cuerpo. Ahora lo veo claramente.

—No, Sasuke... no digas eso porque no es verdad...

—¿Entonces por qué me abandonas? —Atrapó los ojos blanquecinos con los suyos. —¿Por qué tratas de destruirme el corazón?

—N-no tengo alternativa... —Le tuvo que quitar la mirada al no soportar la congoja que su prometido expresaba.

—¿Por qué me hiciste vivir este romance entonces? Yo te advertí muchas veces que esto no iba a resultar, que esto no tenía sentido ni futuro, pero insististe una y otra vez conque eso no era cierto. —Por el pesar la esquina izquierda de su boca se curvó hacia abajo, temblando unos segundos inclusive. —¿Para qué me hiciste creer en el amor si al final me ibas a traicionar? —reprochó mientras se le rompía el temple—. ¿Para qué me dijiste tantas cosas si ibas a terminar apuñalándome? —Terminó tomándose el pecho de un modo expresivo, tal como si hubiera sido atravesado por una cuchilla.

Una fuerte ventolera marina hizo que la larga cabellera de Hinata se separara de su espalda y comenzara a ondear como las olas del mar. Puso una mano por delante para tratar de bloquear la entrada del viento en sus ojos y la irritación subsiguiente, aunque, en honor a la verdad, muy poco le importaría si en este momento un huracán la arrojara lejos.

—Por favor, perdóname, tú sabes que no quiero alejarme de ti...

Sasuke esbozó una media sonrisa claramente sarcástica.

—Así es el amor, ¿verdad? Te hace confiar, compenetrarte con el otro, pensar que la otra persona es tu razón de existir, pero al final siempre te termina destruyendo el alma.

El mentón de la joven empezó a temblar sin que por ello sus labios se despegaran. También sintió cómo sus luceros empezaban a arder otra vez. No quería llorar de nuevo por nada del mundo, estaba cansada de sentirse débil por hacerlo. Ya no quería hacerlo nunca más y por eso cerró sus ojos como si hubiese avistado una tormenta de arena. Sus párpados incluso formaron arrugas.

—Sasuke... —su vista volvió a trabajar tras varios segundos—, yo estoy sintiendo lo mismo que tú. Se me pudre el corazón por dentro ahora mismo, pero ella es mi hermanita. Desde pequeñas hemos sido muy unidas... —La potencia del viento disminuyó, pero sus luceros, contradictoriamente, empezaron a arder mucho más que antes. —Entiéndeme, trata de ponerte en mi lugar por favor. Por más grande que lo nuestro sea no puedo anteponerte por sobre mi hermana. Ella es una niña que me necesita todavía.

—Dime algo... —exigió con sus emociones a flor de piel, sin reprimirlas un ápice siquiera—. ¿Crees que por llevar menos de un mes nuestra relación es desechable?

—No pienses eso... —suplicó resollando. Tuvo que frotarse los ojos para tratar de contener sus incipientes lágrimas, pero algunas lograron aventurar una rebelión a través de sus mejillas—. En estas semanas me has hecho sentir que nos hemos amado por una vida entera.

—Entonces toma la decisión correcta, Hinata. ¿No te das cuenta que yo también necesito?

—Ay..., discúlpame. —Lo último fue un gimoteo más que una palabra. —Quisiera tanto seguir a tu lado, pero no puedo... —Trató de agregar más, incluso entreabrió sus labios para hacerlo, pero simplemente no pudo seguir hablando.

Uchiha clavó sus dedos en el pecho, sintiendo ganas de arrancarse aquello que guardaba su último vestigio de humanidad. Tantas defensas construidas a través de los años para no ser dañado tras la tragedia que vivió, se desmoronaron ante esa chica que no necesitó una espada para abrirle el pecho y atravesar su corazón. Ella hizo que su alma desaparecida renaciera, pero ahora también hacía que se extinguiera.

Se sintió tan malditamente vulnerable, incluso tenía ganas de llorar por haberle entregado algo que jamás volvería a recuperar: un gran pedazo de su alma. Qué absurdo era, ¡qué absurdo! Una frase tan simple como «No puedo estar contigo» lo estaba dañando más que todas las heridas provocadas por las armas de sus enemigos. Pero esa chica, esa mujer, había llegado tan profundo que ya no sabía si podría arrancársela del alma. Y dolía demasiado.

Demasiado.

—Sasuke, te suplico que me perdones —dijo mientras, sin intención, saboreaba las saladas lágrimas que se adentraban en su boca—. Te juro que yo no quiero dejarte, pero, por más que insistí, Hanabi no me dejó ninguna alternativa...

Dando un expresivo suspiro, el guerrero más fuerte pasó a sentirse el más débil. Y todo por culpa de la fémina que tenía enfrente. Increíble, pero cierto.

—Nunca imaginé que alguien como tú pudiera ser tan desalmada, Hinata —dijo rencorosamente—. Gracias por enseñarme que los ángeles también pueden ser muy crueles.

Ella bajó su cabeza al tiempo que cerraba sus luceros, aunque, colándose por los rabillos, sus cuantiosas lágrimas vulneraron la prisión formada por sus pestañas.

—La conexión que tengo con Hanabi es como la que tú tuviste con Itachi —dijo imaginándose que esa era la mejor forma de explícarselo—. ¿Acaso tú no me abandonarías si tu hermano te lo hubiese pedido?

La respuesta no tuvo que ser pensada, llegando instantáneamente.

—Él nunca me habría pedido sacrificar mi felicidad para hacerte infeliz a ti. Él no intentaría destruirme el alma sólo para estar satisfecho. Él no habría tratado de cumplir una venganza a costa mía.

Al entender que Uchiha había lanzado una gran verdad, el sufrimiento de Hinata aumentó todavía más. Sus ojos, independientes de su voluntad, querían vaciar todo líquido hasta volverse iguales a los de un animal disecado.

—Itachi era un hombre maduro, mi hermanita en cambio sigue siendo una niña que tiene mucho rencor contra ti —trató de defenderla sin zozobrar—. No la juzgues por algo que tú también has sentido y que todavía sientes.

—Esto demuestra otra vez que el odio y el resentimiento son más fuertes. Esa es la verdad que siempre te empeñaste en negar.

—No lo tomes así. Quizás con el tiempo...

Él negó con su cabeza, a lo cual Hinata no pudo evitar el sello imaginario que se colocó en sus labios. Siendo honesta no tenía esperanza de que Hanabi pudiese cambiar de opinión.

Sasuke alzó su cabeza y miró las estrellas tratando de hallar un consuelo. Cuando sobrevivía andando por los bosques le gustaba pensar que su familia vivía ahora en esas enigmáticas luces. Eso sedaba un poco su decaída alma, pero esta vez no era un niño al que su imaginación podía brindarle fuerzas. En esta ocasión era un adulto que supo que no podía competir contra Hanabi, que todo se terminaba aquí por culpa de su maldad anterior.

Estaba sufriendo una terrible derrota, mas no se iría sin vertir las profundas verdades incrustadas en su corazón. Quería sacarse todo lo que llevaba por dentro antes de la maldita despedida.

—No sabes todo lo que habría dado para hacerte feliz —comenzó mientras convertía su diestra en un puño—. ¿Cómo explicarte en palabras lo que siento cada vez que estoy junto a ti? No me importaba cuánto tiempo tomara hacerte dichosa, sólo deseaba luchar para que así fuera. —Necesitó darse una pausa al sentir que su amargado corazón se volvía tan pesado como el plomo. —Mi máximo deseo era redimir mis pecados contigo a mi lado. Tú eras mi única inspiración para cambiar, Hinata...

La fémina se sintió como una marioneta de Hanabi, una que era incapaz de cortar los hilos que la estaban llevando directamente hacia la infelicidad. Sufrió por la voz distorsionada de Uchiha, por su talante taciturno, por sus ojos desilusionados.

—Perdóname, por favor —pidió a la vez que sus piernas tambaleaban—. Aunque no lo creas yo te sigo amando. —A pesar del pesar que la agobiaba su voz pareció encenderse nuevamente—. Si no fuera por ti seguiría estando enjaulada, esclavizada. Tú hiciste que me sacudiera las vendas de ignorancia que mi clan me puso encima, me hiciste tener fe en que la redención sí existe, me hiciste mucho más fuerte y creaste momentos que jamás se irán de mi mente. Gracias a ti conocí el amor y la pasión.

—¿Y de qué sirve todo eso si al final me ibas a abandonar?

—Lo siento tanto; tanto —siguió llorando sin poder evitarlo—. S-sólo quería que supieras lo importante que has sido para mí... —musitó sintiéndose enferma por dentro—. Quizá más adelante...

—No hay un quizá ni un tal vez —la cortó sin ganas de ilusionarse nuevamente. Nunca más lo haría—. Gracias por enseñarme que el amor es sólo una trampa, que realmente no existe, que es una maldita basura.

—No pienses así, por favor —se le quebró la voz al punto de emerger muy aguda—. N-no quiero que saques esa conclusión de lo que vivimos...

El frenesí de una nueva ráfaga de viento le heló la cara, aunque Sasuke habría preferido que eso hubiese sucedido con su corazón. Desengañado del todo, se despediría de Hinata haciéndole saber lo que muchas veces pasó por su mente.

—Qué irónico... —dijo tras unos segundos—, contigo llegué a creer que en este mundo sí existía alguien que jamás mentía, que jamás engañaba, que jamás daba falsas promesas, que jamás decepcionaba. Pensé que en ti había encontrado un tesoro que nadie más, pero me equivoqué totalmente: eres tan humana como cualquier otro.

Hinata bajó su cabeza sintiendo que una ponzoñosa flecha atravesaba su alma. El silencio que se hizo provocó que la seguidilla de sollozos sobresalieran aún más.

—M-me idealizaste mucho, Sasuke —dijo en un susurro vidrioso y apenas audible. —Perdóname por defraudarte.

A pesar del ventarrón, el soldado envió su vista hacia el mar. Luego la alzó hacia el firmamento y, por primera vez en tres semanas, volvió a sentirse completamente solo, añadiendo una oscuridad más profunda a una noche ya vacía de sentido. En su cielo la musa encarnada en una chica de pelos azulinos había dejado de brillar.

—Adiós, Hinata.

La aludida, invadida por sus emociones angustiosas, pensó en desobedecer a Hanabi. No deseaba que, años más tarde, Sasuke pasara a ser sólo un recuerdo vaporoso emergiendo entre arrepentimientos que no la dejarían dormir en paz durante incontables noches. No deseaba que el hombre que amaba desapareciera para siempre de su vida. ¿Entonces por qué lo hacía? ¿¡Por qué lo dejaba marcharse!?

—Adiós, Sasuke...

Había recordado, entre ojos desbordados por lágrimas, el motivo de la despedida: no quería que su única hermana la odiara con todas sus fuerzas por el resto de su vida. Esa era la aciaga verdad.

Curiosamente, que su compañera de armas tratase de matarlo le había sido un caramelo en comparación a este fuego incandescente. Por Hinata hubiera derrotado a Naruto, a Danzo, a todos los élites, al mundo entero de ser necesario. Sin embargo, más importante que todo lo anterior era que por ella habría ganado la batalla más importante de todas: vencerse a sí mismo en pos de ser un hombre mejor. Su novia le dio la meta de aplastar a su oscuridad y de anhelar una vida en paz a su lado, para después quitarle lo único que le daba esperanza de tener felicidad.

Se detuvo a unos pasos sin mirarla. No quería que su otrora prometida viera como la agonía de la pérdida danzaba en sus ojos. Tragó saliva y, con la voz partida e irreconocible, le dijo antes de irse:

—Esa noche debiste hundirme el cuchillo. Habría dolido menos que esto.


Continuará.