¡Hola de nuevo! Antes que todo: a quienes le interese qué sucede entre Gaara, Deidara y Temari, tienen que leer lo anterior a esto.

Como pueden ver esta es la segunda parte del capítulo. Ya que siempre se me pasa la mano escribiendo (^^u) pensé en borrar esto, pero creo que puede resultarle interesante a más de alguien y por eso decidí publicarlo. Aquí está la preparación previa al choque entre Sasuke y Orochimaru, detallando cosas que a mí me parecen interesantes, pero no sé si a las lectoras sasuhinas también les sea así. Siempre trato de que la lectura sea amena y cómoda, por lo cual te digo lo siguiente: si sólo te interesa la resolución del rescate de Hinata puedes pasar directamente a la tercera parte. Si por el contrario quieres saber más de los personajes y de la historia en sí, sigue leyendo.

Si te quedas aquí muchas gracias y perdona mis desvaríos :P


Vocabulario:

Alazán: Dicho de un color: Más o menos rojo, o muy parecido al de la canela / Dicho especialmente de una caballería: De color alazán. Aplicado a caballo (usado también como sustantivo).

Incordiar: Molestar, importunar.


Capítulo Trigésimo octavo, parte II


Siendo amparados por una fogata que ardía gracias a incontables ramas secas, Orochimaru y sus hombres, acompañados también por Hinata, acampaban a orillas de un lago que era rodeado por abetos, eucaliptos y alerces, mismos que empezaban a desteñir sus copas ante la llegada del otoño. El alquimista, como si estuviese en una academia en lugar de un bosque, daba cátedra a sus lacayos empleando una vocación maestral casi encomiable. Temas como el origen del universo y de la vida, qué era el alma, los designios del destino, entre otras materias interesantes, asomaban por sus labios con una fluidez de palabra que muy pocos tenían.

A la única mujer presente le sorprendió mucho aquello, pues tenía entendido que los filósofos hablaban de una manera en que sólo podían entenderse ellos mismos. Su raptor, en cambio, explicaba asuntos complejos alardeando una simpleza apabullante. A pesar de su desfavorable situación de cautividad, y pese a ver también sus horribles alquimias de cadáveres, debía reconocer que Orochimaru tenía el don de ser un gran mentor. Era una lástima que su intelecto fuese opacado y consumido por la maldad.

De pronto, cuando se hizo una pausa, Hinata recordó que con Sasuke habían tocado el interesante tema de las dimensiones más de una vez. Meditó si mencionarlo o callarlo, llegando a la conclusión de que sería positivo tomar la primera opción. Podría mostrarse ante Orochimaru como una mujer instruida, lo cual podría generarle alguna ganancia a futuro. Sin dudarlo más puso en marcha su lengua.

—Sasuke una vez me habló de las dimensiones que usted postulaba.

Orochimaru le dirigió su mirada de serpiente, misma que lució sorpresa en un primer momento e interés al siguiente.

—Vaya, vaya, así que mi discípulo sigue recordando mis teorías. Debo reconocer que me resulta grato —dijo más para sí que para quienes lo rodeaban. Luego quiso poner a prueba a su prisionera—. Muy bien, entonces hazme el favor de explicarle a mis hombres qué es una dimensión y en qué consiste la tridimensionalidad en la que vivimos.

—Pero maestro, una simple mujer no tiene la inteligencia necesaria para enseñarle asuntos así a los hombres —protestó uno de los aprendices, ofendido en su orgullo viril. Tal actitud no era rara, pues a lo largo de la historia casi todos los maestros, fueran éstos filósofos o religiosos, rechazaban la idea de tener discípulos de sexo femenino por ser menos aptas intelectualmente.

—Veamos primero y juzguemos después —replicó el alquimista antes de que Hinata pudiera hacerlo. El que hizo el alegato no tuvo más remedio que guardar silencio. Luego el humano con aspecto de víbora la miró como si le diera un voto de confianza—. Demuéstrale a mis hombres de lo que una mujer es capaz.

Hinata no se esperaba que Orochimaru le permitiera hablar, pero no desaprovecharía la oportunidad. Se concentró al máximo a fin de hilvanar las palabras de la forma más precisa y entonces se enfocó en dejar sus nervios de lado. Era la primera vez que hablaría ante un público que no fuese su familia, pero, para darse ánimos, pensó en que ya había superado cosas mucho más difíciles.

—P-primero debo explicar qué es una dimensión física. —Se tomó varios segundos a fin de recordar lo que le había dicho Sasuke. Continuó cuando obtuvo la idea precisa—. En palabras muy simples es un espacio por el que puedes moverte. Por lo tanto las dimensiones pueden clasificarse según los grados de libertad que un cuerpo puede tomar en ese espacio. Es decir, una dimensión hace referencia a las direcciones que un objeto puede seguir en el universo.

Miró al alquimista esperando aprobación. «Prosigue» fue lo que obtuvo de parte de él. «Ay» fue lo que obtuvo de parte de su propia mente. Quisiera o no, su inseguridad nunca se le iría del todo.

—La primera dimensión es la longitud, es decir, el grado más pequeño de libertad dentro del espacio. Es básicamente una línea, un objeto sin anchura ni altura, que recorre un camino de forma únicamente longitudinal. No puede desviarse de su recta porque no es capaz de percibir otras dimensiones, no las conoce, y por ende no puede tomar otras direcciones. Está limitado solamente a seguir su línea fija. —En cuanto dijo lo último pensó que lo había explicado mejor de lo que esperaba, aunque todavía era temprano como para sentirse orgullosa.

—Por eso es unidimensional —complementó el de mayor edad.

Hinata asintió. Muchas veces Orochimaru se comportaba de una forma tan civilizada que se le olvidaba que se trataba de un forajido. Ahora fue una de esas ocasiones.

—La segunda dimensión es una superficie totalmente plana en la que te puedes mover tanto a lo largo como a lo ancho. Sin embargo, no conoce ni percibe la altura y por ende no puede tomar esa dirección.

—Vas muy bien —la animó el cuadragenario.

Hinata se acarició el paladar con la lengua, un gesto de nervios que tal como deseaba pasó inadvertido para el resto.

—A la longitud y a la anchura sumaremos un tercer atributo: la altitud. Por lo tanto se trata de nuestra dimensión, ya que en nuestras vidas interactuamos con objetos de tres dimensiones y nos movemos en un espacio que también es tridimensional. Solo hay que mirar a nuestro alrededor para comprender esta dimensión.

—¿Notan cómo hemos ido subiendo grados de libertad? —apuntó Orochimaru a sus discípulos—. A más dimensiones, menos limitado está el movimiento dentro del tejido universal.

—Sí, maestro.

—Ahora explícame qué es la cuarta dimensión espacial —ordenó quien lideraba.

—Es un espacio que nuestros sentidos no pueden percibir. Sasuke me lo explicó de esta forma: un ciego de nacimiento no puede ver los colores así como los seres humanos tampoco podemos ver esa dimensión.

—Es una buena manera de decirlo. —Tras decir esto, observó a sus discípulos—. ¿Siguen pensando que una mujer no puede enseñar?

Al no haber protesta alguna Hinata sintió una especie de felicidad rara, contradictoria, pero felicidad al fin y al cabo.

—Muy bien, muchachita. Lo has explicado tan bien que me has sorprendido. No es un tema complejo para nada, pero plasmarlo en palabras no es tan simple como parece y tú lo has hecho perfectamente.

—Gracias.

—Ahora bien: voy a explayarme sobre la cuarta dimensión, pero necesito que pongan mucha atención porque a partir de aquí se complican las cosas. Quiero que expandan las tres dimensiones espaciales; vuélvanlas tan grandes que no serán capaces de percibir la altura que va más allá de la altura, el ancho que va más allá del ancho y la longitud que va más allá de la longitud. Aunque lo intenten no podrán ir más allá porque estamos encerrados en nuestra propia tridimensionalidad, no podemos escapar de ella, no somos capaces de ascender ni escalar hacia el siguiente nivel de libertad.

—No entiendo, maestro. No logro entender el concepto de altura más allá de la altura, de longitud más allá de la longitud y de ancho más allá del ancho —explicó sin vergüenza. Orochimaru les había dicho muchas veces que no se sintieran tontos por no comprender algo, pues más tonto era no preguntar al respecto—. Siento mucho no ser digno de su sabiduría —añadió con una reverencia de cabeza.

—No te disculpes porque es muy normal. En realidad más que entender, debemos conformarnos con fantasear —recalcó la última palabra con un tono especial—. Es imposible visualizar algo que escapa a las tres dimensiones espaciales que podemos percibir. Es como querer imaginar un color que no existe. No se puede porque el cerebro humano se estanca dentro de sus propios límites biológicos. Por eso sólo logra asociar eventos conocidos, ya que está incapacitado para concebir algo totalmente nuevo.

—Estamos demasiado limitados —comentó el discípulo más alto y fornido.

—Exactamente, aunque intentaré darte otro ejemplo; uno que va en sentido contrario al anterior. Imagina que ves una cuerda extendida en el horizonte. Para ti esa cuerda es una simple línea que tiene una sola dimensión, la longitud, porque estás tan lejos que sólo eres capaz de constatar su dimensión longitudinal. Sin embargo, a medida que vas caminando y acercándote a la cuerda constatas que en realidad tiene tres dimensiones. ¡Incluso logras ver que tiene bichos caminando por él! —dijo genuinamente emocionado—. cuncunas, hormigas, etcétera, que viven en la cuerda que tú pensabas tenía una sola dimensión. En el universo sucede lo mismo: hay más dimensiones ocultas de nosotros, más grandes y más pequeñas, a las cuales no podemos llegar por las insalvables limitaciones fisiológicas que nos impone nuestra condición de seres humanos. Platón era un tarado que se creía inteligente, pero sí algo hizo bien fue explicar esto a través de su alegoría de la caverna.

—¿Entonces nunca podremos alcanzar esas dimensiones?

—Es imposible como seres de carne y hueso. Necesitaríamos ser seres de luz u otra materia desconocida que nos permitiera viajar entre dimensiones.

—Es una verdadera lástima.

—Perdón, maestro, pero yo no logro entender por qué no podemos ir a esas dimensiones. Quizás allá un hueco escondido en algún lugar de la Tierra o algo así. Si lo encontráramos podríamos viajar hacia esos lugares.

Por inercia Orochimaru lo miró tal como se mira a un niño ignorante, pero aunó paciencia.

—Te daré un ejemplo muy fácil para que puedas comprenderlo mejor: imagina que una dimensión es un río de sesenta metros de largo, con poco ancho y poca hondura. Por conveniencia ilógica una ballena aparece en el río y ocupa todo el ancho más toda la hondura, y por consiguiente sólo puede moverse en una dirección: a lo largo. Por lo tanto su fisiología tiene una sola dimensión disponible. Ahora conviértete en una trucha que ocupa toda la hondura, pero que por su menor tamaño puede moverse hacia lo largo y también zigzaguear hacia lo ancho. Ese pez es capaz de acceder a dos dimensiones. Ahora transfórmate en un pato silvestre y podrás moverte en todas las direcciones disponibles, a lo largo, a lo ancho, hundirte en el río e incluso volar sobre él. —Hizo una necesaria pausa para que sus oyentes asimilaran lo dicho. Luego continuó—. Como ves no fue la dimensión la que cambió, sino que el ser mejor adaptado a ese entorno fue capaz de moverse en más direcciones que el resto. Lo mismo pasa con las diferentes dimensiones: como seres carnales es imposible ir más allá, necesitamos convertirnos en algo diferente.

—¿Pero cómo, maestro? ¿Acaso podríamos transmigrar a través de la muerte?

—Tal lógica nos llevaría a cuestiones metafísicas que yo no pretendo abordar; prefiero centrarme en lo tangible antes que en lo intangible. Sin embargo, ¿quién lo sabe realmente? Un verdadero alquimista siempre está abierto a todas las posibilidades porque aún hay muchos misterios por descubrir.

Orochimaru siguió hablando de las dimensiones y de los seres que podían habitar en ellas hasta pasar a otros temas tan increíbles y enigmáticos como los anteriores. Hinata, entretanto, escuchaba atentamente. Jamás pensó que un hecho tan desgraciado como estar secuestrada pudiera resultarle tan interesante. Orochimaru estaba loco, pero no cabía duda de que también era un tremendo genio. Gracias a la última cualidad estaba aprendiendo y aprendería un sinfín de conceptos demasiado adelantados para su tiempo, tales como la dimensión cero, teorías sobre el origen del universo, hipótesis de qué eran realmente las estrellas, viajes en el tiempo, entender al susodicho como algo tridimensional en lugar de lineal, y un largo etcétera que le había sacudido el cerebro como jamás antes. No obstante, sobre todas las cosas, jamás olvidaría la definición que dio Orochimaru respecto al origen del universo, misma que se aprendió de memoria y que esperaba decírsela a Sasuke si algún día lograba huir.


Durante horas vespertinas dos guerreros, un hombre durmiente y una mujer vigilante, acampaban en una colina arbolada que tenía a sus pies una gran explanada. El contexto del lugar era ideal para mirar sin ser visto y así precaverse ante cualquier peligro inminente, un protocolo de guerra al que estaban plenamente acostumbrados. En esta ocasión era la de pelo dorado quien cumplía su turno de vigía, dado que Sasuke necesitaba recuperar horas de sueño después de pasar dos días en vela.

El último Uchiha, siendo guiado por su instinto durante las primeras horas de búsqueda, acudió enseguida al sitio donde Orochimaru y él tuvieron su duelo ocho años atrás, un claro cercano a una cueva que solía ser utilizada como guarida por su maestro. Obviamente no esperaba hallar a ese maldito allí, pero sí tenía la esperanza de obtener alguna pista que pudiese ayudarlo a encontrar a Hinata. Y en efecto, clavado en el tronco de un frondoso encino, pilló un pergamino escrito por el criminal. La estilizada y particular letra no dejaba lugar a dudas.

Ahora mismo, dos días más tarde, Ino le daba una releída sin que por ello perdiera concentración en su vigilancia.

Hola, querido discípulo. ¿Sigues con vida, verdad? Me jugaría el cuello a que sí, pues Danzo no es lo suficientemente habilidoso como para acabar contigo.

Ah, cuánto me habría gustado ver tu cara de asombro cuando hallaste mi firma en la playa. Seguro pensaste que el infierno ya era mi hogar, pero como puedes ver no estaba muerto, andaba de parranda. Me imagino que ahora mismo deseas saber, con suma urgencia, qué sucedió con tu amada Hinatita y en donde está. Ella me contó que ya no eran pareja, pero algo me dice que es una mentirosilla...

¿Estará viva? ¿Estará muerta? ¿Estaré haciendo terribles experimentos con ella? ¿O quizás cosas peores? Como ya sabes yo no soy un violador, pero no puedo decir lo mismo de mis lacayos. Como todo hombre ellos tienen calenturientas necesidades que, para peor, no satisfacen hace mucho tiempo. Y te aseguro que una muchachita tan linda como Hinata les resulta una tremenda tentación... je, je.

Me despido diciéndote que disfrutaré mucho haciéndote sufrir cada día. El castigo que recibirás por dejarme al borde de la muerte será nunca más encontrarla...

Te saluda afectuosamente, tu querido maestro.

—Qué hijo de puta —musitó Ino apenas controlando su furia. Suspiró rogando para que Hinata fuese capaz de aguantar las aberraciones que debía estar sufriendo o bien que pudiese morir sin tanto dolor. El suicidio era un camino factible y justificable en casos tan hórridos como el suyo.

¿Cuánto tiempo les tomaría encontrarla? Lo cierto era que podía tomar semanas, meses, o en el peor de los casos incluso años.

«Su principal virtud también es su mayor defecto. Ser tan inteligente siempre lo hace subestimar a los demás y esa será su perdición. Él no cometerá descuidos, pero sus hombres seguro que sí. Eso nos dará la llave para encontrarlo. De momento lo buscaremos en lugares en que normalmente no se esconde, sería demasiado obvio si lo hiciese en alguna caverna tal como acostumbra siempre»

Tales fueron las palabras de su compañero, pero el hecho es que ya llevaban siete días rastreando sin obtener resultado alguno y el éxito parecía más lejano que nunca. Lo único bueno dentro de lo malo era la satisfacción de que Sasuke le tuviera tanta confianza como para haberle solicitado ayuda enseguida. Por supuesto, a pesar del sufrimiento que la azotaba por la reciente muerte de su padre, no vaciló siquiera un segundo en disponerse a la búsqueda de Hinata. Y, siendo sincera, esto había logrado distraerla lo suficiente como para no derramar lágrimas a cada hora.

Se perdió en sus nostálgicos recuerdos por varios minutos hasta que un murmullo le llamó la atención súbitamente. En un primer momento pensó que algún animal andaba cerca, pero no alcanzó a tener esa idea por más de tres segundos cuando recordó lo que vio muchas veces durante las guerras anteriores: a Sasuke teniendo pesadillas.

Enfocó su mirada en él. Su rostro lucía angustiado y sus hombros se agitaban espasmódicamente. Pronto llegó otro quejido ahogado que surgió entre sus labios tensos. Ya acostumbrada a verlo sufriendo en sueños se le acercó cuidadosamente. Esto era obligatorio, pues al despertar de improviso Uchiha solía tomar su espada con la ciega intención de usarla. Un acto reflejo propio de alguien que fue perseguido incansablemente durante su infancia.

Le removió el hombro suavemente, mas no resultó. Aumentó la fuerza de su mano y Sasuke hizo lo usual: reaccionó cogiendo su arma con ojos desorbitados y respiración alterada.

—Calma, soy yo —dijo dando un par de pasos atrás por si acaso.

Él tardó un poco en dejar a un lado su semblante nervioso. Respiró y exhaló profundamente a fin de tranquilizar sus pulsaciones.

Ino dedujo que su compañero había soñado con la masacre de su clan como siempre le pasaba, aunque esta vez los nombres de sus familiares no acudieron a su boca. Se debatió entre indagar o no hacerlo hasta que la curiosidad le ganó la partida. Debía aprovechar que Sasuke parecía estar más abierto que antes.

—¿Soñaste con tu familia de nuevo?

Uchiha la regañó con la mirada, un acto innato después de aprenderlo por muchos años. Pese a ello optó por responderle; ella se lo merecía.

—Soñé que Orochimaru estaba con Hinata a orillas de un volcán. Luego la asesinaba arrojándola a la lava.

Ino abrió su boca, apenas asimilando lo contado. No fue capaz de emitir palabra alguna por lo mismo.

—Debí rematar a esa víbora cuando pude —lamentó clavando su espada al suelo con tanta fuerza que la mitad de la hoja desapareció. Sin que su rabia se fuera todavía, también agarró un pedruzco con su diestra—. De haberlo hecho Hinata no estaría en peligro ahora mismo. —Apretó el objeto como si quisiera hacerlo añicos. Luego lo tiró con fuerza.

—No le diste la estocada de gracia porque nunca fuiste tan despiadado como te empeñaste en creer. Te guste o no Orochimaru fue tu maestro y algo de estima debías tenerle.

Sasuke quiso refutar de inmediato, mas su conciencia le dijo que estaría negando la verdad sólo por una terquedad infundada. Sin las enseñanzas de la serpiente jamás habría llegado al nivel de combate que ostentaba actualmente.

—Precisamente esa debilidad que tuve me retuerce de rabia. A un tipo como él debí matarlo no sólo por el bien de Hinata, sino también por todos aquellos con los que debe haber experimentado después.

—Tú no podías saber que él sobreviviría a pesar de sus graves heridas. No eres adivino como para saber el futuro.

—No lo soy, pero esta vez me aseguraré de atravesarle el corazón —sentenció con un odio claro decorando sus ojos.

—Si me dejas cortarle la otra mano y un pie te lo agradecería —solicitó ella.

—Por supuesto.

—Lo malo es que nos costará bastante hallar a Orochimaru —recordó implícitamente que no habían conseguido ninguna pista de su paradero—. ¿Por qué crees que ha tomado esta dirección en lugar de acudir directamente con Danzo?

—Conozco a esa víbora de sobra y sé que a él no le gusta tener socios, sólo sirvientes. No obedece a nadie y por eso mismo no involucraría al rey en sus planes, pues tendría que compartir el premio principal: su venganza contra mí.

Ella reacomodó su horquilla roja, dejándola un poco más arriba en su pelo.

—Ahora que lo dices suena muy lógico. Sólo espero que tengas razón y que tu maestro no haya cambiado con el transcurrir de los años.

—Hay personas que no cambian su esencia y Orochimaru es uno de esos seres.

Ella dio su asenso. Siguieron hablando de la estrategia a seguir mientras de sus bolsas de comida sacaban algunos tasajos fríos. Lo mejor era calentarlos sobre una fogata, pero no habían prendido ninguna a fin de no revelar su posición. Después de varios minutos la plática del rescate quedó de lado, lo cual hizo que surgiera un comentario inesperado por parte del varón.

—Hacía un mes que no tenía pesadillas —comentó dando un suspiro lastimero que no se esforzó en ocultar—. Ahora que lo pienso es curioso: desde que conocí a Hinata que no las sufría.

Ino volvió a sorprenderse con la apertura que había exhibido su compañero estos días, una situación muy diferente a los monosílabos que le concedió durante años. Sin embargo, lo que más la asombró —y le gustó— era que ya no temía mostrarse vulnerable, ya no necesitaba ser ese hombre indestructible. Eso significaba que ella le generaba una confianza que seguramente sólo Hinata obtenía. Agradecía profundamente aquello.

—Quizá tus malos sueños volvieron porque ella ya no está contigo. Con Hina conseguiste una paz que antes no tenías.

Él chistó, cosa que solía hacer cuando no obtenía una respuesta satisfactoria para dar.

—¿Qué piensas hacer respecto a Hinata? —insistió con el tema—. Supongo que si vas a salvarla también la perdonarás por dejarte.

—No sabía que salvar y perdonar eran sinónimos —contestó, sardónico.

—¿Quieres salvarla, pero no perdonarla? ¿No es contradictorio?

—No veo por qué. Salvaré a Hinata porque se lo merece y no la perdonaré porque no se lo merece. Es así de simple.

Ino guardó silencio. Ahí estaba otra vez su ser rencoroso y vengativo aflorando en él. Sabía que lo siguiente molestaría al pelinegro, pero no era de esas personas que callaban verdades incómodas. Nunca lo sería.

—¿Sabes por qué te regalé seis perros? —empezó con una pregunta que la llevaría hacia el tema deseado.

—Por incordiar, supongo.

—Si te los di fue porque estabas demasiado solo. No dejabas que nadie se te acercara, ni siquiera yo, tu compañera de tantas batallas —recalcó dejando fluir su decepción al respecto—. Ahora tienes la oportunidad de estar con alguien que te ama y que amas, no desperdicies esa oportunidad por orgullo y rencor. Si lo haces lo lamentarás por el resto de tus días —aconsejó desde lo más profundo de su corazón, visiblemente emocionada.

—Me gusta estar solo. Por lo mismo no necesito a Hinata —dijo tranquilamente, como si no le afectara en lo absoluto perderla para siempre.

—Pero te gustó criar a esos cachorros, ¿verdad?

—Sí. He de reconocer que fueron un gran obsequio después de todo —admitió al tiempo que los recordaba con enorme cariño. Una sonrisa quiso surgir por los recuerdos, pero una punzada de dolor por la muerte de casi todos anuló su intención. Sus pérdidas le seguían doliendo mucho. Sin restringirse volvió a odiar a Neji y a Rock Lee por darle ese maldito sufrimiento.

—Pues Hinata es el mejor obsequio que la vida pudo ofrecerte, lo mejor que pudo atravesarse en tu camino —Suspiró fuertemente. Le hubiese gustado tener ese lugar a ella, pero hacía mucho tiempo que había aceptado que eso no era posible—. ¿Sólo por resentimiento tirarás a la basura tu posibilidad de ser feliz?

—Tú misma viste qué pasó con mis perros, todos fallecieron excepto Leónidas. Te lo digo honestamente: estoy harto de sufrir, realmente harto. —Bufó de tal manera que su última afirmación quedó todavía más patente—. Hinata prefirió a su hermana y ya está, no hay vuelta atrás.

—Pero...

—Cállate, Ino —dijo mirándola directamente, con rabia encendiéndose en sus perlas negras—. No quiero escucharte.

—No me voy a callar —objetó alzando su mentón—. Si te digo esto es porque me importas, porque gracias a ti sigo viva. Te debo mi vida y por eso siempre he querido lo mejor para ti. Y Hinata es lo mejor para ti, lo sabes perfectamente.

—No me debes absolutamente nada. Ese día andaba con ganas de matar y esos tipos tuvieron la mala suerte de atravesarse en mi camino. Eso es todo.

—Por lo que sea, pero me salvaste y eso nunca lo olvido. Date cuenta que tienes la última oportunidad que te da la vida después de sufrir tantas calamidades. Lo que más deseo es verte feliz y tengo la total seguridad de que con Hinata lo serías.

Uchiha no respondió esta vez. Dio otro bufido dando a entender que no seguiría la discusión.

—Te toca dormir —anunció sin más.

Ino suspiró resignación. Conocía muy bien los actos de Uchiha y sabía que no volvería al tema tras rezongar así.

—¿Tú no dormirás más? Todavía te faltan unas dos horas para reponerte del todo.

—La pesadilla me quitó el sueño, así que tú aprovecha de hacerlo ahora.

Ella asintió sin poner reparos. A decir verdad ahora mismo padecía una gran somnolencia. Los bostezos que le surgían lo verificaban claramente. De todos modos no le gustaba sentirse así; podría invertir esas horas buscando a Hinata en vez de perderlas en el mundo onírico.

—Si vives sesenta años, veinte los pasaste durmiendo. Es un desperdicio total de tiempo —dijo un dato que la gente solía olvidar—. Me gustaría dormir tan poco como los caballos —añadió, pues era sabido por todos los de su época que los equinos sólo necesitaban hacerlo durante tres horas al día.

Ambos los miraron por inercia. Trébol, el corcel de color negro y perteneciente a Ino, dormía recostado contra un sicómoro. En cambio el de Sasuke, un alazán de nombre Shakma, dormía de pie, un recurso común de los animales herbívoros a fin de huir rápidamente ante cualquier depredador.

Comentaron un poco más al respecto. Luego se hizo un silencio en que el semblante medio ausente de Ino fue invadido por una tristeza que no pudo ocultar.

—¿Estás pensando en tu padre, verdad? —apuntó el varón. Para su sorpresa lo había pensado bien antes de hablarle al respecto, esperando poder ayudarla en vez de ponerla aún más pesarosa.

—Él no merecía morir de esa forma... —comentó formando un rictus.

—Lo sé, Ino. —Su voz emergió mucho más suave de lo normal—. Lo lamento de verdad, pero sé que matar a Hidan te dará el consuelo que necesitas.

—Tus palabras son bien recibidas, Sasuke. Además estar contigo buscando a Hinata me ha servido mucho más de lo que crees. Gracias a esto he podido apartar un poco al dolor.

Uchiha dio su aprobación con un movimiento de cabeza. Luego, extrañamente, se ofreció a sacarle filo a sus katanas mientras dormía. Tal cosa podía parecer un hecho cotidiano, pero lo cierto era que Ino jamás había recibido un detalle así por parte de él. La fémina, a su vez, también hizo algo que entraba en lo extraordinario: le entregó sus armas sin pensárselo siquiera. Aquello era muy raro, pues los guerreros eran muy celosos con sus espadas, cuidándolas al mismo nivel que a sus seres más queridos. Pasárselas a otra persona significaba que existía un respeto, confianza y una estima a toda prueba.

La blonda desenrolló un saco de dormir hecho con pieles de osos, ideal para protegerse de la intemperie. Si Sasuke no había querido usar uno era problema suyo; ella no iba a pasarse de frío.

—Ahora dormiré —anunció—. Ojalá pueda viajar a un mundo diferente en donde pueda ver a mi papá otra vez —anheló como una niña.

—En un principio puede parecer lindo, pero en el fondo es peor —precisó enviando su mirada hacia el horizonte—. Cuando despiertas sientes una tristeza muy grande al ver que sólo era un sueño, que la realidad te golpea diciéndote que nunca más estarás con esa persona que tanto amabas.

Ino volvió su cabeza gacha mientras sus dedos apretaban el saco con fuerza. Se prolongó un silencio que sólo fue interrumpido por el canto de los grillos en los pastizales.

—¿Qué se sentirá morir? —cuestionó ella de repente—. No dejo de hacerme esa pregunta cada vez que me pongo en el lugar de mi papá.

—Dolor, impotencia, resignación, paz.

—¿Cómo lo sabes? —interpeló clavándole sus ojos, sorprendida por la seguridad con que su compañero contestó. Hablaba como si ya hubiese tenido la experiencia.

—Después de mi última pelea contra Naruto perdí demasiada sangre y estuve a punto de perder la vida. De hecho, creo que estuve muerto un lapso porque incluso hablé con mi hermano. —Su rostro se alzó instintivamente hacia el cielo, aunque terminó observando las hojas decoloradas por el otoño—. ¿Ver a Itachi fue una ilusión o algo verídico? Me gusta pensar que la segunda opción es la correcta.

Ino abrió demasiado los ojos durante y después de la íntima confesión, quedando irremediablemente muda. De todos los años que llevaban como compañeros, Sasuke no le había visto una expresión de asombro tan marcada.

—Atravesé todos esos sentires sucesivamente —continuó al leer en los ojos celestes el pedido de que siguiera explayándose—. Quizás para cada persona es diferente, pero creo que tu padre experimentó una muerte mucho más dulce que amarga. Saber que su hija y su clan estarían bien fue la clave.

La pelirrubia tardó en retomar el control de su boca que se había abierto de par en par.

—Ojalá sea así, ojalá tengas razón —ansió conmovida—, pero no puedo evitar el pensamiento de que le dolió mucho dejarme sola. —La voz le tembló en su última frase—. ¿Existirá una muerte que sea dulce en su totalidad? —Más que por curiosidad, preguntó aunando la esperanza de que así fuera.

—Quizás la muerte sea como la vida misma: experimentar todo tipo de sentimientos, pero uno tras otro y de manera fulminante. Ahora que lo pienso mejor... así lo sentí yo.

La guerrera deseó con su alma entera algo que plasmaría con sus siguientes palabras.

—Ojalá la muerte no sea tan mala como la pintan y que mi papá haya podido ver a mamá en sus últimos momentos de existencia terrenal. Eso lo habría hecho muy feliz.

—Si hay un más allá da por seguro que Inoichi está con tu madre ahora mismo.

—Es mi máximo deseo. Sería tan hermoso reencontrarnos con nuestros seres queridos.

Intercambiaron algunas palabras más, mismas que emergieron emocionadas y que se prolongaron más de lo esperado. Finalmente Ino, ya dispuesta a dormir, se introdujo en el saco de dormir.

—Espero que después de la guerra puedas ser feliz, Sasuke —dijo a modo de buenas noches—. Y espero que no seas tan terco como para descartar a Hinata.

Uchiha sabía que Ino se lo decía con el corazón puesto en sus labios. ¿Quién más podría tenerle tanta lealtad como ella? Se conmovió inexorablemente y, por lo mismo, su voz grave cambiaría un poco su matiz.

—Deseo lo mismo para ti, Ino. Te mereces la felicidad más que nadie.

Los ojos de la blonda se iluminaron por inercia. Luego apoyó su cabeza contra la maleza que haría la labor de almohada y el cansancio acumulado la hizo sucumbir rápidamente.

Sasuke se dedicó a mirarla con atención mientras dormía. Era bella y tenía una gran complicidad con ella. Por natural curiosidad necesitó comparar a las dos mujeres que más significado tenían en su vida: una como su única amiga y a la otra como el supuesto amor de su vida. ¿Quién resultaba ganadora en la contienda?

Más allá de la química que había con cada una y de las obvias diferencias que existían entre ambas personalidades, la respuesta que llegó se basó en una sola cosa que le era primordial: la lealtad. A su parecer Hinata rompió ésta de un modo irremediable, traicionándolo en pos de satisfacer los caprichos de su hermana menor. Ino, en cambio, le seguía provocando una confianza a toda prueba a pesar de que incluso trató de matarlo días atrás.

¿Era raro, no? Se preguntó el motivo de tal contradicción y llegó a la conclusión de que Yamanaka sí tenía buenas razones para su acción: salvar a su familia. Hinata, por el contrario, le fue desleal sin que hubiese un motivo realmente sólido de por medio. Fue entonces que, una tras otra, importantes preguntas arribaron a su mente:

¿Uno podía elegir de quién enamorarse?

¿Podía encontrarse un amor mejor que el primero?

¿Se podía reemplazar un amor intenso y apasionado por otro más tranquilo y fiable?

¿Podría amar a otra mujer tanto como amó a Hinata?

Las preguntas le quedaron rondando por la mente por más de veinte minutos a la vez que rememoraba el sinfín de cosas que había vivido junto a Ino.

¿Y si...?


El alquimista había enviado a sus hombres a cazar algún animal grande para la cena, mientras él recolectaba ramas para armar la pira en que lo asarían. Evidentemente Hinata pensó más de una vez en huir o aprovechar de darle un golpe, pero su captor no le perdía ojo de encima. Eso, sumándose a su falta de armas, le hacía ver que si lo intentaba sólo empeoraría su situación. No deseaba que Orochimaru cambiara la actitud condescendiente que le había otorgado hasta ahora, aunque, por supuesto, eso no significaba que iba a desaprovechar una verdadera oportunidad de escapar.

—Creo que no estás muy contenta con la idea de ser inmortal —ironizó a la vez que rompía las ramas para disminuir su tamaño y poder echarlas al saco que traía en su diestra—. Es extraño tomando en cuenta que a la gran mayoría de personas les gustaría serlo.

Ella quiso mirar hacia el lago, pero los arbustos y matorrales que se amontonaban se lo impidieron. De todas formas prefirió seguir observando tal vegetación antes que a Orochimaru. Llevaba nueve días junto a él, pero jamás podría acostumbrarse a la viborezna peculiaridad de su rostro. La perturbaba y no había vuelta atrás con eso.

—E-en primer lugar dudo muchísimo que usted vaya a tener éxito con algo tan destestable como intercambiar cuerpos. Y en segundo lugar..., ¿de qué me serviría ser eterna si la gente que quiero no? Tendría que verlos morir uno tras otro hasta quedar completamente sola por el resto de mis días, mismos que nunca acabarían. En el fondo ser inmortal significa más sufrimiento que felicidad.

Orochimaru fue sorprendido por el inesperado argumento. No tardó en contestar.

—¿Seres queridos? ¿Qué importa eso? —desdeñó plasmando repulsión en su rostro—. ¿En serio no te interesa saber qué pasará en el futuro? ¿Cómo será la vida en unos siglos más? ¿Podremos volar por los cielos? ¿Podremos llegar a otro planeta algún día? ¿Qué inventos vendrán?

—Me da curiosidad, sí, pero no vale la pena vivir todo eso sin un ser querido con quien compartirlo. Además matar a gente inocente para cumplir su meta es repudiable. Si ese es el precio a pagar para ser inmortal, prefiero no hacerlo.

—En cambio yo lo pago gustosamente —repuso con un aire risueño—. Siempre he pensado que una vida humana es demasiado corta para cumplir tus metas. No le encuentro sentido a vivir sesenta o setenta años; es un tiempo insuficiente y que pasa demasiado rápido. Créeme: no te darás ni cuenta cuando ya seas una cuarentona como yo.

—Pues yo creo que no importa cuánto vivamos, lo importante es que esos años valgan la pena —dijo con mucha seguridad y, aprovechando ese empuje, diría algo más—. Por favor deje de realizar experimentos tan macabros. Usted es muy inteligente, puede lograr su propósito de otra forma.

—Los descubrimientos se basan en el ensayo y error. El bronce, por ejemplo, no apareció al primer intento: tuvimos que descubrir que el cobre podía formar una aleación con el estaño. Lo mismo pasó con el acero: intentamos crear algo mejor que el hierro y lo hicimos agregando carbono. —Si Orochimaru pudiera ver el futuro también habría dicho que la pólvora surgiría en China gracias a los taoístas que, curiosamente, intentaban crear una poción que diera la inmortalidad—. A lo que voy, niña, es que la experimentación es inevitable para conseguir objetivos superiores. Si sustituyera a los humanos tendría que ensayar con ratones, ¿pero para qué dañar a criaturas indefensas si puedo hacerlo con seres mucho más aborrecibles?

—¿Me está diciendo que matar ratones es peor que matar humanos?

—Las ratas son mucho mejores que criminales y mendigos. ¿O acaso lo dudas?

Hinata exhaló agotamiento al tiempo que sus hombros caían. Discutir con Orochimaru era fútil, pues ningún sentido tenía darle respuestas basadas en la moral o la empatía.

—Una pregunta... —anunció él cuando terminó de llenar el saco con ramas—. ¿Por qué te enamoraste de Sasuke?

Hinata pensó concienzudamente antes de responder. No quería darle ninguna información que después pudiera usar en contra del último Uchiha.

—¿De qué serviría decírselo si usted no entiende el amor? ¿O acaso se ha enamorado alguna vez? —preguntó pese a saber de antemano la negativa respuesta. Hombres como el alquimista no pensaban en nadie más que en sí mismos.

—Soy demasiado egocentrista como para sentir eso que llaman amor —confirmó el presentimiento de ella—. Tampoco puedo entenderlo mucho, aunque sé que es un concepto insostenible a través del tiempo. El amor significa generosidad y el ser humano es egoísta por naturaleza. Es por eso que siempre se acaba.

—Yo no lo creo así.

—Pues tú eres el mejor ejemplo de eso. Por algo terminaste con Sasuke, ¿o no?

Hinata retuvo el silencio al no saber qué responder. Quería exclamarle que no terminó por decisión propia, que su hermana la había obligado. No obstante, apretó sus labios a fin de no revelar más de lo conveniente.

—¿Por qué te enamoraste de Sasuke? —ante su mudez, preguntó con renovada curiosidad—. Sé muy bien que mi discípulo odia a los Hyuga como a nada en este mundo. Que haya estado con una chica de tal linaje —dijo mirando sus ojos lunares con mucha atención— se escapa totalmente de la lógica. —Dióse una pausa para quitarse una pequeña astilla que se le había clavado en la palma. Le tomó un poco más de lo esperado, pues al ser manco hasta los hechos más simples podían complicarse—. El amor es realmente desconcertante, impredecible, y por eso no puedo entenderlo del todo aunque lo intente mil veces.

—Sasuke me dio la libertad, oro para mantenerme, me acompañó en el viaje hacia mi nuevo país, luchó para protegerme cuando mi vida corría peligro... —Sus luceros fueron invadidos por una emotividad que los hizo titilar—. Este mundo está lleno de una maldad y un dolor interminable... ¿Pero sabe una cosa? Si alguien que me odiaba tanto fue capaz de hacer todo eso por mí, quizás haya esperanza de que sí puede haber una sociedad mejor.

Orochimaru parpadeó un expresivo asombro. Sólo segundos después le dio movimiento a su lengua viperina.

—¿Me estás diciendo que Sasuke está tratando de redimirse? —cuestionó para luego dar unas buenas carcajadas—. Eso es una tontería —sentenció cuando detuvo su risa—. Él es un malvado por naturaleza.

—Eso no es verdad —refutó con suprema fuerza.

—¿Hace cuánto tiempo lo conoces?

Hinata se disgustó al sentirse en jaque. Obviamente la cantidad de tiempo jugaba en favor del alquimista.

—Un mes —contestó sin amilanarse—. Sé que suena a muy poco, pero hemos vivido situaciones tan trágicas y conmovedoras que para mí han parecido años enteros.

—Vaya, sólo un mes y hablas de él como si lo conocieras hace décadas. —Sonrió amplia y burlonamente—. ¿El amor provoca esa insensatez? Pues agradezco no haberme enamorado nunca.

Hinata no quiso proseguir. Sentía que hablar de sentimientos con Orochimaru era como tratar de que una piedra cobrase vida. Si el precio por tener una inteligencia privilegiada era el de nunca amar a alguien, entonces para ella no valía la pena el intercambio.

—Te diré algo, jovencita: yo conocí a Uchiha Sasuke mejor que tú y que nadie. Lo entrené durante cuatro años y te aseguro algo con total certeza: si no hubiese perdido a su familia, igualmente se habría transformado en alguien maligno. Lleva la oscuridad escrita en la sangre.

—Eso no es cierto. Si Sasuke hubiese tenido una infancia feliz habría sido un buen hombre.

—Eres muy ilusa. Una persona realmente buena jamás cambia aunque sea golpeada cientos de veces por la vida. Una persona buena de verdad no se cansa de serlo.

—No importa lo que diga ni el tiempo que haya pasado con Sasuke, yo lo conozco mucho mejor que usted —defendió nuevamente.

Él la miró con diversión. Luego negó con su cabeza.

—Si según tú mi ex-pupilo tiene buen corazón, ¿por qué le terminaste entonces? —volvió a retomar la pregunta que lo inició todo.

Hinata entreabrió sus labios para soltar su contestación, mas alcanzó a detenerse. Una idea que llegó a su cerebro le susurró que negociara información por información. Quizá más adelante podría servirle de algún modo.

—Si quiere que le conteste esa pregunta, primero respóndame esta: ¿de qué manera pretende destruir a Sasuke?

Orochimaru atusó sus largos cabellos con el garfio en vez de hacerlo con su mano de carne y hueso. Hinata sintió que un largo escalofrío la recorría por un acto que parecía tan simple, pero tan inquietante al mismo tiempo. ¿Sería por ver una mano que no lo era? ¿O más bien se debía a que los movimientos de ese hombre no lucían como los de un ser humano? A través de su corta vida había escuchado historias tan espeluznantes acerca de él, que, tal vez, era eso lo que la influenciaba a pensar que era una serpiente con forma humana.

—Él no es orgulloso porque sea fuerte; es fuerte porque es orgulloso —dijo sacando a la joven de sus pensamientos—. ¿Captas la sutil pero importante diferencia?

—Él no es orgulloso porque sea fuerte... —iteró al repasar la primera parte de lo dicho. La segunda la dijo sólo en su mente. Luego habló mientras frotaba el pulgar de su mano izquierda contra el dedo medio de la derecha. —Sí lo capto: el orgullo es lo que le da la fuerza, no al revés.

—Exactamente —aprobó con tono congratulatorio—. Sasuke no es fuerte de por sí, de hecho nunca lo fue y por eso se aferraba mucho a su hermano Itachi. Una vez que yo rompa su orgullo, el supuesto guerrero perfecto caerá fácilmente porque en el fondo siempre fue débil. Yo mostraré su verdadera cara al mundo.

—D-disculpe, pero eso no contesta mi pregunta. Sólo se limitó a decirme con otras palabras lo que ya me dijo en su paradoja de la fortaleza solitaria —señaló sin dejarse engatusar—. Por lo tanto tendré que repetir mi pregunta: ¿de qué manera pretende destruir a Sasuke?

Orochimaru alzó las esquinas de sus labios, formando con éstos una sonrisa simétrica. Esperaba que Hinata aceptase su contestación sin darse cuenta de que en realidad nada le había respondido, pero una vez más le demostró que era más lista de lo que su ingenua apariencia indicaba.

—Muy bien, ya que nunca escaparás de mi yugo contestaré tu pregunta a través de más preguntas porque me gusta que la gente llegue a sus propias conclusiones. De hecho la dialéctica es de lo poco que me gusta de los sobrevalorados filósofos griegos. Empiezo: ¿qué es lo único que ha sustentado la solitaria vida de Sasuke durante tantos años? ¿Qué cosa lo mantiene fuerte a pesar de todo?

—La venganza —contestó ella sin vacilar un segundo.

—¿Y qué sentimiento podría sustentar su vida una vez que su venganza se complete?

—El amor... —demoró un poco más esta vez.

—Muy bien —la felicitó como un maestro lo haría con una alumna—. A su amor ya se lo quité... —dijo mirándola fijamente—, ¿pero qué pasaría si también le quitara su venganza?

—¿Quitarle su venganza? —repitió abriendo sus ojos y comprimiendo su frente al no entender.

—O dicho de otra forma: ¿qué pasaría si yo matara a Danzo?

Ella abrió mucho sus ojos, quedando muda de inmediato.

—Sasuke sentiría toda su vida el peso de no haber podido vengar a su familia, de que no pudo cumplir su mayor meta en la vida... —musitó incontables segundos después.

—Imagínate pasar toda tu existencia buscando venganza sólo para que alguien más te la robe de las manos. El vacío que sentirá será terrible para alguien como él, pero hay un remedio que, según dicen, sana corazones...

—El amor...

—Exactamente, aunque de todos modos me encargaré de Ino más adelante sólo para asegurarme de que ella no sea una vía de escape —Hinata separó sus labios desproporcionadamente—. Sin cumplir la venganza que lo mantuvo vivo desde niño, sin tener un amor que lo consuele, sin contar con su aliada de ojos celestes, Sasuke quedará reducido a un deprimente costal de carne. Y cuando eso pase lo único capaz de sostenerlo iba a ser el amor tuyo. —La miró con destellante y efusiva malignidad—. Si no se suicida será devorado durante años por la incertidumbre de no saber qué pasó contigo: ¿te maté?, ¿te enterré viva?, ¿serás violada por mis hombres día tras día? —Los ojos horrorizados de Hinata lo motivaron a confirmarle sus temores—. Sí, hay cosas que son mucho peores que morir. La incertidumbre de no saber qué ocurrió con un ser amado, por ejemplo, es lo más trágico que puede sucederle a un ser humano. La muerte es misericordiosa en comparación.

—Usted... usted es la maldad en persona.

—Perderlo todo de nuevo reducirá su orgullo a cenizas —dijo ignorando lo anterior—, terminará enloqueciendo. Será un remedo de guerrero, una degradación del hombre que alguna vez fue el más fuerte, un fantasma sin alma caminando sobre la tierra.

—Usted es la persona más despreciable que he conocido en mi vida.

Él sonrió como si le hubieran dicho un gran cumplido.

—Gracias por tu comentario tan halagüeño, querida, pero ahora es tu turno de responder mi pregunta: ¿qué te llevó a terminar con Sasuke?

Hinata mantuvo su reticencia unos segundos, pero decidió contestar honestamente en vez de recibir algún castigo.

—Yo no quería terminar con él, mi hermana me obligó.

—Me imagino que te forzó por el pasado asesino de Sasuke. Sé que mató con sus propias manos a la mayoría de los Hyuga.

—Así es —confirmó enseguida, caridoliente.

Hablaron un poco más del tema, Orochimaru expresando otra vez su asombro ante el hecho de que una Hyuga y un Uchiha estuviesen enamorados. Era muy inteligente, pero, precisamente por eso, jamás entendería un hecho tan ilógico.

—¿Por qué perdonaste a Sasuke? —quiso indagar más.

—Porque el ojo por el ojo nos dejará ciegos a todos. Era lo correcto hacerlo.

—¿Pero lo perdonaste realmente?

—Sí.

—Yo no lo creo. De hecho, más que por culpa de tu hermana, pienso que dejaste a Sasuke porque en el fondo jamás lo perdonaste.

—Eso no es verdad —defendió enseguida con fuerza.

Él dejó el saco en el suelo y caminó tranquilamente hacia los lados en ida y vuelta. Mientras lo hacía sostuvo una mano en su afeitado mentón.

—Te diré algo que me enseñó Sasori, un guerrero de élite que fue compañero mío muchos años atrás. —Al escuchar ese nombre, Hinata recordó de inmediato al tenebroso pelirrojo que se encontró cerca del puerto—. Él tenía la virtud de entender los sentimientos mucho mejor que yo y por eso me explicó hartas cosas al respecto. ¿Quieres escuchar una?

Hinata estuvo a punto de rechazar la oferta, pero algo en su interior le susurró que podía aprender algo nuevo.

—Sí.

—El perdón es sólo una ilusión que se desmorona con el paso del tiempo. Te daré un ejemplo con algo muy mundano: una infidelidad. Perdonas al otro, pero en el fondo jamás lo perdonas. Y es por eso que sigues sintiendo dolor, desconfianza, insatisfacción. Es irónico que a pesar de perdonar no te sientas liberado del rencor, ¿verdad? ¿Por qué pasa esto? He aquí la razón: sin importar la buena intención que tengas, el perdón no significa nada si aún sigues albergando resentimiento. Si lo haces por una obligación moral, si no lo haces de corazón, el perdón no sirve de absolutamente nada. Buscarás venganza, causarle daño al otro, sacarle en cara lo que pasó, te enojarás con sólo verlo. Ahora imagínate lo que sucede en casos tan graves como el tuyo: cualquier excusa servirá para reflotar el pasado; terminarías con Sasuke por una razon u otra porque sientes que sufrir es lo que se merece de verdad. Aunque no quieras aceptarlo, en lo más profundo de tu psiquis jamás lo exculpaste. Y lo peor es que nunca podrás hacerlo porque perdonar de verdad es demasiado difícil.

—E-eso no es cierto.

—Y lo mismo se aplica al revés —continuó a la vez que ignoraba la negación dada por ella—. Sasuke nunca te perdonará el hecho de ser una Hyuga, y nunca te perdonará por haberlo abandonado.

—E-eso es mentira —objetó de nuevo sintiendo una punzada en el corazón.

—Créelo o no, eso fue lo que me dijo Sasori. La sociedad nos ha ido enseñando que el perdón nos libera, pero la realidad es que no vale la pena. Mi compañero, por ejemplo, nunca pudo perdonar a sus padres por abandonarlo. Tampoco a su abuela, quien le mintió cada día diciéndole que ellos volverían a su lado. Por eso ni siquiera intentó disculparlos. Sabía que intentarlo era inútil porque hay cosas que son imperdonables.

Hinata permaneció en total silencio. Se sintió caer derrotada ante ese argumento, comprendiendo que el perdón era mucho más complejo y difícil de lo que imaginaba. Hasta ahora no había reflexionado más allá de lo básico: darle una nueva oportunidad a Sasuke porque era lo correcto, porque lo amaba. Respiró profundo como buscando fuerzas desde el aire y entonces lanzó una respuesta con desmedida convicción.

—Yo amo a Sasuke y amar también significa perdonar. Eso es algo que usted nunca podrá entender porque no conoce el amor. Éste es más fuerte que el rencor, y más cuando sé que Sasuke tuvo razones para hacer todo lo que hizo.

—Que puedas dejar atrás tu resentimiento subconsciente es sólo una tonta ilusión, pero seré generoso y te dejaré soñar. Lo que ni en sueños podrás cambiar es el hecho de que Sasuke te odiará eternamente por abandonarlo —terminó dando una sonrisa de lo más hiriente.

Hinata sintió que sus piernas tambaleaban. Le daba miedo imaginar que ese hombre tuviese razón.

—Le pediré perdón cuántas veces sean necesarias.

—No te va a disculpar.

Hinata recobró sus ánimos al tomarlo como un desafío en vez de una sentencia.

—Entonces me esforzaré para que lo haga. Muchas veces el perdón no surge de la nada, hay que ganárselo. Eso es lo que ha hecho Sasuke conmigo también.

Orochimaru exhaló una fina ironía a través de su semblante.

—Hay gente que sólo entiende a palos y por lo visto tú eres una de esas personas. Si por algún milagro Sasuke consigue rescatarte vas a constatar por ti misma que él no te perdonará, aunque claro, no existirá esa oportunidad porque mi alumno caerá como una cucaracha ante mí.

—Haga lo que haga jamás podrá vencerlo.

—Claro que lo haré. Los que intentaron asesinarlo han fallado porque se concentraron sólo en el cuerpo. Yo, en cambio, me centraré en lo más importante: el alma. Y lo destruiré a partir de ésta.

Hinata fue asaltada por una frustración excesiva. Orochimaru lo tenía todo fríamente calculado y la seguridad con la que hablaba resultaba atemorizante. Aun así no quiso quedarse callada.

—Sasuke es demasiado fuerte, no va a poder con él aunque lo ataque de todas las formas posibles. —Trató de decirlo empleando una seguridad total, pero tuvo la impresión de que no lo consiguió.

—Ya lo veremos. Antes cometí el error de subestimarlo por ser un niño y lo pagué muy caro. —Alzó el garfio en donde antes hubo una mano—. Pero Sasuke cometió una equivocación todavía más grave: no darme la estocada de gracia. La piedad que me tuvo será su perdición.


Continúa enseguida ;D