Hola gente! Antes que todo cuento que hice una triple actualización, específicamente dividí un capítulo en tres partes separadas para hacer más cómoda la lectura. En el "Capítulo 38, parte 1" encontrarás el arco de Gaara y Deidara. En el "Capítulo 38, parte 2" hallarás lo previo al enfrentamiento entre Orochimaru y Sasuke. Y por último en el "Capítulo 38, parte 3" (en donde estás ahora) encontrarás la resolución del rapto. En síntesis si lo que te interesa es exclusivamente el sasuhina parte desde aquí. Si por el contrario te interesa saber y profundizar en más detalles de Hinata, Orochimaru y Sasuke parte del capítulo anterior. Y si te interesa Gaara lee el capítulo anterior al anterior xD. Espero que haya quedado claro :P
Como siempre espero que todos estén muy bien y de nuevo agradezco infinitamente sus reviews ya que siempre son una gran motivación para seguir actualizando. Aprovecho de contar también que estoy muy contento porque en mi país por fin han dejado de pedir el pase de movilidad y la mascarilla también ha dejado de ser obligatoria (salvo en recintos hospitalarios). Finalmente vamos recuperando la normalidad tras la pandemia y obviamente eso me alegra mucho.
Por cierto este capítulo va dedicado especialmente a Azkipi, pues, además de ser una gran lectora, hace poco más de un mes tuvo una operación. Ojalá que ya estés totalmente recuperada y espero que esta lectura sirva como un pequeño agradecimiento por tus comentarios tan detallados y completos que siempre me encantan. Aprecio mucho el tiempo que inviertes en hacerme saber tu opinión y también por la buena onda que siempre me das en cada comentario. Muchas gracias por eso :D
Vocabulario:
Obturar: Tapar o cerrar una abertura o conducto introduciendo o aplicando un cuerpo.
Restañar: Detener una hemorragia o el derrame de otro líquido.
Hojarasca: Conjunto de las hojas que han caído de los árboles.
Estampido: Ruido fuerte y seco como el producido por el disparo de un cañón.
Lingual: Perteneciente o relativo a la lengua.
Inicuo: Malvado, injusto.
Capítulo Trigésimo octavo, parte III
Finalmente, tras treinta y un días de dolorosa incertidumbre, el último Uchiha y la nueva líder del clan Yamanaka dieron con el paradero de Orochimaru y sus secuaces gracias a una pista tan inesperada que parecía sobrenatural. Aquello hizo que Uchiha dudara en seguir algo que parecía una fantasía, pero su socia, más propensa a desdeñar el sentido común, lo convenció de perseverar en lo único que tenían a mano: convertir a la pesadilla de Sasuke en un sueño premonitorio. Sonaba a locura, a desesperación, pero había dado resultado.
En efecto, Orochimaru había acampado cerca de un páramo negro y calcinado, y a menos de un kilómetro estaba la explicación: dominando el horizonte como un orgulloso monarca, se alzaba un volcán de unos doscientos cuarenta metros de altura que, apenas once meses atrás, hizo erupción. Su furia arrojó rocas ígneas a distancias tan lejanas como una legua; su lava, en cambio, no alcanzó lugares tan remotos, pero sí que destruyó toda la flora circundante a una velocidad sorprendente. Sólo la mitad de un bosque que se veía más allá había logrado sobrevivir gracias a un río que lo separó del ataque magmático.
A los primeros minutos del alba ambos élites ejecutaron la ofensiva. Ino acabó con los vigías de sendos flechazos furtivos mientras Sasuke acometía como una fiera silenciosa. Tomados por sorpresa, Orochimaru y los esbirros sobrevivientes huyeron en dirección al volcán, pero llegó un momento en que el combate se volvería inevitable. Los siete lacayos de menor rango, siguiendo lo que era común en situaciones tan decisivas, se detuvieron a luchar con el fin de permitir el escape de su líder y de sus seis hombres más apreciados.
—¡Ino! ¡¿Puedes con ellos!?
—¡Sí! ¡Ve por Hina!
Combinando sus ataques con Ino a la perfección después de tantas batallas juntos, Sasuke logró sobrepasar la línea defensiva a toda prisa sin recibir daños y cortando una mano enemiga por añadidura. La blonda aprovechó de rematar al mutilado atacándolo precisamente por su flanco manco. Enseguida el general arremetió por la retaguardia unos cuantos segundos, permitiendo que su compañera retrocediese a toda prisa una gran distancia. Así podría emplear su arco para mantener ocupados a los esbirros, pues, si peleaba de frente y los tipos resultaban más hábiles de lo esperado, podría morir por la desventaja numérica.
Orochimaru y sus seis sicarios corrían hacia el cráter del volcán, que, gracias a la mesurada inclinación de las laderas, se podía ascender sin más dificultades que un inminente cansancio.
Mientras los perseguía a toda velocidad, Sasuke vio que Hinata iba cargada al hombro por el sujeto que parecía más fuerte corporalmente. Divisarla después de treinta días en que más de una vez la pensó ya muerta, hizo que sus piernas superaran sus límites hasta el punto de alcanzar a un rezagado que, por culpa de no querer dejar su escudo, probó la hoja de su espada por entera en apenas unos segundos. Después siguió subiendo por la tierra negra y chamuscada, dispuesto igual que un demonio a evitar el terrible destino que había soñado para la mujer que todavía amaba. No iba a dejar que eso se volviera una realidad. Jamás lo permitiría.
Durante el frenético ascenso tuvo dos oportunidades de lanzar su espada a las piernas del hombretón que cargaba a la fémina, pero tuvo que desistir: un solo movimiento errático del objetivo podría causarle la muerte a quien intentaba rescatar.
Finalmente los sectarios llegaron a la cima sin que el agotamiento físico hiciera mella en ninguno de ellos. El que era más alto puso a la joven al borde, pero entonces surgió un problema imprevisto: el cráter no era un precipicio sino un declive. Si arrojaba a la secuestrada se corría el riesgo de que no cayera directamente a la lava. Por ello Orochimaru dio la orden de que le pusiera una navaja en la garganta para asegurarle la muerte en caso de que Sasuke se acercara a menos de cinco metros. El lacayo obedeció al instante.
El general arribó a la cima poco después que los perseguidos, aunque detuvo sus pasos cuando el alquimista le advirtió lo siguiente:
—No des un paso más, Sasuke, o esta mujer será degollada antes de ser calcinada por la lava. —La asomó hacia el precipicio sujetándola sólo desde las muñecas. El peligro de que cayera era máximo—. De ella no quedarán ni sus huesos.
El aludido se detuvo a unos diez metros de él, clavando sus negros ojos en los de su antaño maestro. Justo en aquel cráter, en cuyo fondo burbujeaba humeante lava incandescente, se decidiría el destino de todos los involucrados.
Hinata nunca había estado en la cima de un volcán, ni siquiera vio alguno de lejos, y le resultó tan impresionante como aterrador. El olor a azufre se manifestó fuertemente en sus fosas nasales, casi obturándolas. Pero lo que más la asombró fue ver esa masa entre rojiza y anaranjada que se movía de un lado a otro como si tuviera vida propia, haciéndola pensar que había dejado el mundo real para introducirse en uno compuesto de pesadillas.
Tragó saliva repetidas veces, inundándose de miedo al pensar que podría ser arrojada a esa gigantesca caldera. Desde un fondo insondable, uno mucho más profundo que el visible, surgían estruendosos ruidos que generaban un eco que vibró en el cuerpo de todos los presentes y que puso los pelos de punta a quien no tuviera un corazón de hielo. Era como escuchar el mismísimo rugido de la madre tierra, quien estaba lista y dispuesta a producir una nueva erupción que los hiciera desaparecer a todos en un instante.
—Serpiente longeva, debiste irte al infierno cuando tuviste tu oportunidad —espetó la victoria de años atrás—. Esta vez no seré tan compasivo: me encargaré de torturarte bestialmente antes de quitarte la vida.
El tono insolente que había en esa boca hizo que los cinco esbirros se enardecieran. Nadie trataba así al maestro de maestros.
—Cuida tu boca, traidor corta manos.
Orochimaru hizo un gesto elegante para que los ánimos se calmaran.
—Como puedes ver, discípulo, debes tratarme con el respeto que me merezco o mis hombres harán un nuevo platillo: Hinatita asada.
—Dime de una vez qué es lo que quieres para liberarla. De lo contrario todos ustedes sufrirán las consecuencias.
—Antes que todo dime cómo lograste hallarme. Mi plan no tenía errores, así que no entiendo cómo pudiste hacerlo.
—Ni lo entenderás porque no te lo diré. Ahora te ordeno que me entregues a Hinata si quieres seguir viviendo. —Puso su espada de perfil para que así viera el palpitante rojo que goteaba desde la hoja.
—¿Entregártela? —cuestionó con marcada incredulidad y desdeñando la cruenta amenaza visual. A través de su larga vida había visto un sinfín de sangre, incluyendo la suya cuando estuvo a un tris de morir—. Al contrario, soy yo quien da las órdenes aquí: tira tus armas al suelo. Luego ponte de rodillas y adórame como a un dios.
—Veo que estás más demente de lo que recordaba.
—Te lo repito: tira tus armas o esta mujer morirá.
—Ósate a matarla y también morirás tú.
La negociación iba a ser bastante dura, pues ninguno de los dos estaba dispuesto a transar. Quien lo hiciera iba a perder irremediablemente: si Sasuke bajaba sus armas no podría rescatar a Hinata y si Orochimaru se rendía todo su trabajo habría sido en vano.
—¿Lo ves, pequeña Hyuga? —El alquimista le dirigió su viperina mirada—. A diferencia tuya, este hombre jamás se arrodillaría por ti. Le importa más mantener su orgullo intacto que salvar tu vida. ¿A eso le llamas amor?
El de mayor edad esperaba que Sasuke refutara su afirmación, que intentara explicarle a Hinata que no lo haría pues quedaría vulnerable, pero el joven brindó una respuesta que lo tomó por sorpresa.
—Exactamente así es: no dejaría mi orgullo de lado ni por ella ni por nadie —dijo confiadamente, con una frialdad apabullante. Sin embargo, la víbora no se tragó la susodicha.
—Deja de actuar y ríndete de una vez, Sasuke. Cualquier tontería que hagas significará perder a tu chica. Te guste o no, estás bajo mi poder.
Ya que la serpiente no estaba dispuesta a pactar, el hijo de Mikoto miró fijamente a sus secuaces.
—Dejen a Orochimaru mientras todavía puedan. Yo también fui su discípulo y sé perfectamente que no los considera aliados, sólo herramientas útiles que desechará en cuanto se le apetezca. Los traicionará y experimentará con ustedes sin dudarlo siquiera un segundo.
—Tus trucos no funcionarán, alumno mío, porque yo no soy tan descuidado como Danzo —afirmó recordando a los mil soldados que traicionaron al rey—. Me aseguré de traer sólo a mis hombres más leales. No importa que les ofrezcas todo el oro del mundo, yo voy a darles algo mucho más valioso: la inmortalidad.
Una sonrisa sarcástica se formó inmediatamente en el rostro de Uchiha.
—¿Inmortalidad quieren, bastardos? Les aseguro que si no se van de aquí morirán enseguida, es mi última advertencia. Cinco hombres no son capaces de detenerme.
Lo dicho por Sasuke era una gran verdad aunque con una salvedad: era cierto en caso de usar ambos brazos. Con uno solo podía acabarlos también, pero sería más difícil, complejo y consumidor de tiempo. Afortunadamente, y pese a la reyerta, había logrado ocultar que su brazo izquierdo estaba dañado.
—Incluso ocho años después sigues teniendo la misma terquedad infantil —reprochó agregando un ademán de agotamiento—, así que me veo obligado a insistir de nuevo: ríndete. Estos hombres tienen el nivel de un élite promedio. Sabes perfectamente que cuando te rodeen estarás muerto.
—¿De verdad crees que élites de segunda clase podrían rodearme? —Uchiha esbozó su sonrisa más confiada y desafiante—. Para la próxima escoge mejores lacayos, Orochimaru. Debiste mantener a Kabuto a tu lado.
—Incluso si ellos no pudieran vencerte, la inminente muerte de tu amada sí lo hará.
Orochimaru le puso su cuchilla en la garganta lentamente, dándole el tiempo a su ex-alumno de apreciar el movimiento en toda su dimensión. Hinata tuvo la reacción natural de ponerse de puntillas, tratando de evitar el filo.
Los ojos blanquecinos y los negros se entrelazaron unos segundos. Sin embargo, la comunicación visual resultaba insuficiente para saber certeramente qué le diría ella de no tener esa mordaza encima. ¿No arriesgues tu vida por mí? ¿Tengo mucho miedo? ¿Despídeme de mi hermanita? ¿Te amo?
Devolvió sus ojos hacia el filósofo antes de hablar otra vez. No podía demostrarle cuánto le importaba Hinata realmente.
—Ya te lo dije: atrévete a matarla y te asesinaré de una forma peor que a Danzo.
Tales palabras tenían un significado mucho más grande del aparente, pues Sasuke le contó muchas veces a su maestro las satánicas torturas que pretendía hacerle al rey.
—No osarías ponerme a prueba. Sería muy doloroso para ti perder a esta mujer.
—Perdí a toda mi familia y me recuperé. ¿Crees que no me repondría si perdiera a esa chica?
Orochimaru curvó sus labios alardeando una desmedida confianza.
—A mí no me engaña tu actuación de indiferencia. Admítelo, Sasuke, yo soy tu mentor. Sin mí no serías el sobreviviente, el asesino nato, el guerrero casi invencible que eres hoy. Finge todo lo que quieras, pero yo sé muy bien cuáles son tus debilidades.
—¿Fingir? —Sonrió con natural prepotencia—. Tú mejor que nadie sabe que la venganza es lo que mueve cada uno de mis actos. No me obliges a repetirlo hasta el hartazgo: mátala y perderás tu sueño de ser inmortal.
El aludido quitó la daga del cuello femenil, indicándolo acusatoriamente.
—Te diré lo que pienso —habló en ese tono tranquilo, metódico y perturbador que sólo alguien como él podía emplear—. Creo que en tu interior, en lo más profundo de tu alma, estás aterrorizado de que pueda hacerle daño a esta mujer. Por eso has venido acá, por eso estás en el cráter de este volcán intentando rescatarla. Si no la amaras no estarías arriesgando tu venganza contra Danzo por ella, así que no me vengas con mentiras. Para tu pesar formaste un vínculo y eso será el motivo de tu perdición.
La sonrisa que Sasuke ya tenía se volvió tan perturbadora como las que solía dar el alquimista.
—¿Ya se te olvidó lo que me enseñaste? «Si alguna vez sientes miedo del enemigo, recuerda que él también tiene miedo de ti. El que lo domine es quien alcanzará la victoria» —recitó de memoria una de sus primeras lecciones—. Dime, Orochimaru, ¿tengo más miedo yo de perder a Hinata o tú de morir y no alcanzar tu ansiada inmortalidad?
La serpiente guardó un significativo silencio. No le gustó esa enorme seguridad que reflejaba Sasuke, no veía su punto débil asomándose. Conocía el lenguaje verbal al dedillo a fin de manipular a sus seguidores y también para enfrentar a sus enemigos, pero su otrora discípulo no mostraba una mínima grieta siquiera. Eso le contrariaba, pues lo que se suponía una victoria fácil terminó convirtiéndose en una batalla de credibilidad.
¿Quién cedería primero? ¿Alguno daría un paso atrás o ambos ya estaban condenados a perder?
—Debí matarte cuando te encontré solo, harapiento, entumecido por el frío, comiendo alimañas para sobrevivir. Lástima que no se pueda retroceder el tiempo para volver a dejarte en ese estado, pero a cambio voy a inyectarte el miedo en el cuerpo ahora mismo. —Otra vez puso su puñal en el cuello de la fémina mientras se obligaba a sonreír. Esta vez presionó el filo más contra la piel al punto que un hilillo de sangre comenzó a emerger.
Uchiha, empero, no mostró señal alguna de preocupación.
—Ahora te diré lo que pienso yo: sé que en el fondo el aterrorizado eres tú, que esa sonrisa es una cortina para ocultar el miedo que sientes de que yo no haga lo que tú crees, el pavor de descubrir que mi odio es más fuerte que todo lo demás, que soy el único al que no puedes predecir a pesar de haberme conocido por cuatro años. Quisiste matarme porque sabías que mi carácter era demasiado fuerte como para ser controlado por ti. —Lo miró con una soberbia inigualable—. Hagas lo que hagas caerás ante mí hoy y te aterra la idea de fallecer, de que tu ser, tu existencia, tu capacidad inventiva, se pierda para siempre entre las cenizas del olvido. Por eso buscas la inmortalidad con tanto ahínco: porque siempre has sido un cobarde que le teme a la muerte.
Orochimaru no contestó verbalmente esta vez. A cambio clavó la daga en el bíceps de Hinata, abriéndole sin reparos una herida que enseguida comenzó a sangrar copiosamente. Ella, amordazada todavía, chilló muda e inevitablemente. El raptor en ningún momento perdió de vista a Sasuke, atento a sus ojos al cien por ciento, esperando ver una ínfima señal de dudas o sufrimiento en su rostro. Nada llegó. Uchiha ni siquiera pestañeó. Aquello lo hizo dubitar seriamente por primera vez.
—Dejemos las caretas a un lado, Sasuke. —Sacó la hoja ensangrentada desde la carne femenina—. ¿Realmente estás dispuesto a sacrificar a esta mujer? ¿Tan egoísta eres? —lo criticó intentando mermar aquel muro de granito que era esa alma cerrada con llave.
—Reconozco que quizá tu plan hubiese funcionado antes, pero tuviste la mala suerte de que lo ejecutaste en el peor momento, justo cuando siento a esta mujer como una traidora incapaz de mantener su palabra. Si la matas me dolerá, es cierto, pero lo superaré como todo lo que he superado en esta vida. Tú, en cambio, no volverás desde la muerte porque en esta ocasión, Orochimaru, me aseguraré de que tu viaje al infierno no tenga desvíos.
Se hizo un silencio sepulcral. El aire en todo momento sentíase pesado gracias al azufre que cargaba, pero después de esas palabras gases tóxicos parecieron invadir el ambiente, dificultando aún más la respiración. ¿Provenían del volcán o eran sólo los nervios trastocando la realidad?
—¿Qué me propones entonces? ¿Que la suelte como si nada y todos contentos?
—Libérala y podrás marcharte junto con tus hombres. No me interesa lo que hagas mientras dejes en paz a este reino.
—No, Sasuke, esto no puede resolverse así de fácil. ¿Hay que darle emoción, no crees? —De manera muy lenta, sonrió vilmente.
—Muy bien, tú lo has querido así.
Dicha su sentencia, el guerrero más fuerte se acercó con una soltura que descolocó a Orochimaru y sus esbirros. El maestro tuvo que ponerle la daga en el cuello nuevamente para que el joven detuviese sus pasos. Quedó a poco más de seis metros.
—No me pongas a prueba, Sasuke. La mataré, te juro que lo haré, y vas a sufrir como no tienes idea. No soportarás la presión ejercida por la culpa —sentenció usando un temple mayor al de antes. Empezaba a sentirse apremiado.
El retoño de Mikoto volvió a sonreír.
—¿Estás tan senil que ya olvidaste lo que tú mismo me enseñaste? A pesar de lucir tan diferentes el carbón y el diamante están constituidos por el mismo elemento, pero, esencialmente, la presión extrema es lo que crea a la gema más dura de todas. Yo —se indicó a sí mismo antes de continuar— soy aquel que ha soportado toda la presión que me arroja el mundo una y otra vez hasta convertirme en un diamante. En cambio tú sigues siendo un simple carbón que se resquebraja por su temor a la muerte. Esa es la diferencia insalvable que hay entre tú y yo —lo miró con soberbio desprecio.
—De todos modos es sólo una leyenda que el diamante es indestructible —refutó tranquilamente—. También se pueden romper y eso es lo que te sucederá si pierdes a esta mujer.
—Mátala de una vez entonces —exigió con una indiferencia atronadora—. Llevar un cadáver más sobre mis hombros no hará ninguna diferencia. Hace muchos años que cargo los de mis familiares, así que, ¿de verdad crees que uno más podría derrumbarme? Qué poco me conociste, Orochimaru. Mi única meta en la vida es la venganza, todo lo demás es secundario y eso incluye a la mujer que pretendes usar contra mí. Superaré su muerte como lo hice con todo lo que me ha lanzado esta vida.
Orochimaru dudó mucho más que antes. Tanta decisión en sus ojos, tanta fuerza desplegada, tanta seguridad en su voz, haría dubitar a cualquiera. ¿No la amaba lo suficiente y por eso estaba dispuesto a sacrificarla?
—Te crees muy fuerte, ¿pero por qué no le cuentas a mis hombres cuántas veces has pensado en la bajeza del suicidio?
—Demasiadas, tantas que perdí la cuenta —contestó sin que por ello perdiera un ápice de brío—. Abandonar este mundo de mierda es muy tentador cuando sólo sientes dolor, pero aunque lo pierda absolutamente todo no caeré ni ante ti, ni ante la vida, ni ante nadie. Aunque mi alma sea destrozada seguiré luchando con todas mis fuerzas, nadie jamás podrá vencerme porque soy Sasuke Uchiha, el orgulloso hermano del grandioso Itachi Uchiha. No importa cuánto sufrimiento tenga que atravesar, soportaré la condena de ser el más fuerte hasta que llegue el día de mi muerte.
La solemnidad con la que surgió cada palabra enmudeció a los esbirros, de hecho sintieron trazos de miedo engendrándose en sus fueros internos. ¿Cómo se podía derrotar a un hombre que confiaba tanto en sí mismo?
El tensionante silencio se mantuvo por hartos segundos. La verdad Orochimaru no se esperaba esta disyuntiva; pensaba que el amor sería la perdición de su discípulo, pero su orgullosa frialdad lo hacía dudar cada vez más. Se estaba dando cuenta que su plan infalible en realidad no lo era; primeramente por haber sido encontrado de alguna forma inexplicable y en segundo lugar porque Sasuke no parecía, en absoluto, enamorado de Hinata. Lucía muy dispuesto a sacrificarla...
¿Pero sería verdad aquello?
—Desde niño fuiste arrogante y nunca pude entender el por qué —dijo contrariado, negando sutilmente con su cabeza—. Lo perdiste todo, absolutamente todo; cuando te encontré parecías más un animal que un ser humano y, aun así, seguías teniendo ese orgullo maldito que te permitía mantenerte de pie. Debo reconocer que eres un enemigo formidable, Sasuke, pero precisamente por eso quiero verte caer. —Curvó sus labios de un modo amenazante—. Te lo preguntaré por última vez: ¿de verdad estás dispuesto a perder a la mujer que amas? ¿Quieres pasar por tanto dolor de nuevo?
Sasuke fue abordado por una serie de recuerdos amargos que, de tener tiempo, lo habrían puesto nostálgico.
—Si algo me ha enseñado este mundo es que no se puede huir del dolor. Por eso no hay que tenerle miedo porque forma parte esencial de la vida. Sólo quienes aceptan esa verdad pueden convivir con el sufrimiento sin que éste los debilite sino que los fortalezca.
—Aceptar a ese desagradable compañero de vida —continuó la idea Orochimaru, recordando sus días de maestro— es lo que permite enfrentar a la desgracia con la cabeza alta. De hecho el sufrimiento debería ser más apreciado que la felicidad, pues nos pone a prueba y templa nuestro carácter como nada más —concluyó sonriendo naturalmente. Lo recién dicho fue una de las reflexivas enseñanzas que le dio a su alumno favorito cuando sólo tenía diez años. ¿Quién podría adivinar que tal lección se volvería en su contra tantos años después?—. Sin embargo —recalcó fuertemente esas dos palabras—, ¿no será que en realidad nadie te importa lo suficiente como para dejar tu venganza atrás? ¿No será que en el fondo odias a esta mujer por haberte terminado y quieres verla morir en mis manos? No debería sorprenderme en realidad, ya que ese es tu verdadero ser: un demonio vengador, alguien que no tiene redención.
El resto de presentes entendieron mejor que nunca que ellos se conocían bastante bien. Si no fuera por estar en situaciones contrarias hasta podría decirse que existía una especie de familiaridad muy extraña entre ellos, algo parecido a ver a un traicionero mejor amigo después de muchos años.
—Si tengo o no redención es algo que decidiré yo, no tú.
—No la tienes y punto —sentenció el estudioso de la alquimia—. De hecho se me viene a la mente una interesante historia que me relató Sasori cuando fuimos compañeros mucho tiempo atrás. —Observó de reojo a Hinata al recordar que, veintidós días atrás, le contó otra anécdota relacionada con el susodicho—. Queda perfecto para tu caso, pupilo, así que te la expondré: una vez, mientras patrullábamos cerca de un volcán parecido a este, Sasori encontró un bloque de ónix negro muy particular. Pese a ser voluminoso le llamó tanto la atención que no dudó en llevárselo a casa, y, olvidándose de todo lo demás, se dedicó a esculpirlo durante varios días. Cuando terminó su trabajo tuve el honor de ser el primero en verlo y le dije que había creado una espléndida obra de arte. Sin embargo, Sasori me replicó que él no había creado nada, que en el fondo la escultura siempre estuvo ahí y que su única labor fue limar las aristas. —Haciendo una pausa, movió su cuello hacia adelante y atrás con tanta soltura que dio la impresión de no tener vértebras allí. Fue algo tan viborezco como perturbador—. ¿Qué te quiero decir con esto? —continuó con una pregunta—. Que no fueron los Hyuga, ni Danzo, ni yo, los que te convertimos en un asesino despiadado...; con o sin masacre de tu familia lo habrías sido igualmente porque en el fondo no puedes evitar lo que realmente eres: un demonio lleno de odio al que le encanta tener las manos llenas de sangre.
Sasuke esta vez no contestó de inmediato, signo de que reflexionaba lo recién expuesto. Se hizo un silencio profundo.
Hinata negó con su cabeza repetidas veces desde su lugar al borde del cráter, tratando de hacerle ver a su amado que lo dicho por Orochimaru era una falsedad. Sasuke tenía un buen corazón que fue corrompido por el mundo, ella lo sabía, ella creía a pies juntillas en aquello. Él no era un malvado de nacimiento, no lo era.
—No te mientas a ti mismo: nunca te redimirás porque en el fondo disfrutaste cada una de las cosas que hiciste —continuó Orochimaru, cambiando su estrategia a fin de atacarlo de un modo psicológico y engendrarle dudas en su ser que esperaba aprovechar dentro de muy poco—. Esa es tu verdadera naturaleza y por eso nunca podrás cambiar, sólo persistir en tu esencia oscura, diabólica, llena de odio contra el mundo y a los seres que lo habitan. Envidias a quien es feliz, así como también envidiaste que tu hermano fuese el preferido de tu padre. Acéptalo de una vez por todas: siempre has querido un mundo en llamas donde sólo deambule la muerte.
La raptada empezó a emitir palabras que la mordaza convertía en gemidos ahogados. Quería decirle a Sasuke que no escuchara a ese reptil con forma de hombre, que si fuera un monstruo no habría llegado hasta aquí para rescatarla.
«No lo escuches, Sasuke. No eres una bestia, no eres un monstruo, eres un ser humano que cometió atrocidades porque fue invadido por una sed de venganza brutal, pero si quieres puedes redimirte. En el fondo eres una buena persona, lo sé». Se empeñó en decírselo con todas sus fuerzas, mas nada surgió a pesar de sus grandes intentos.
De reojo, Orochimaru la miró con la misma indulgencia que se le da a una niña torpe.
—Seguramente tu ingenua noviecita trata de decirte que tienes un buen corazón y toda una sarta de tonterías que sólo una enamorada podría decir. Sin embargo, tú mismo lo sabes mejor que nadie: aunque una serpiente cambie de piel, seguirá siendo una serpiente.
Sasuke movió sus hombros con un relajo que resultaba insultante. Después hizo lo mismo con su cuello.
—Sé que moriré con muchas culpas sobre mi espalda, tantas que dejar atrás el pasado debe ser sólo una tonta ilusión. Sin embargo, no me llevaré a la tumba el arrepentimiento de no luchar contra mis propios demonios. Tal vez sea inútil buscar redención, pero nadie me quitará ese derecho porque una vez cierta persona —dijo mirando a Hinata— me enseñó algo mejor que cualquier lección tuya: mi pasado definió quien fui, pero no define a quien puedo ser ahora.
—Ja, ¿no te das cuenta que es imposible alcanzar la redención después de todo lo que hiciste? Acepta que ya es demasiado tarde para ti. En vez de perseguir metas inútiles debiste abrazar tu verdadera naturaleza y completar tu círculo de odio a mi lado. —Lo indicó con su daga empleando un modo acusatorio otra vez—. Juntos hubiéramos conquistado el mundo entero, nos lo habríamos repartido fácilmente, pero tu estúpida rebeldía no te dejó alcanzar la mayor de las glorias.
—¿Y tú crees que habría repartido mis conquistas contigo? No, anciano, el mundo no es lo suficientemente grande para los dos.
Altamente defraudado, el alquimista chasqueó su lengua.
—Y pensar que tú eras mi proyecto estrella, por lejos mi mejor discípulo, pero al final terminaste siendo la peor decepción de todas.
—Ya basta de chácharas inútiles. Tú eres una simple culebra, en cambio yo soy una cobra real. —La última serpiente mencionada destacaba principalmente por cazar a otras. Por supuesto, eso no era necesario explícarselo a un gran experto en diversas especies animales como lo era Orochimaru—. Te daré la última oportunidad: suelta a Hinata y podrás irte con tus hombres, pero si la matas todos sufrirán las terribles consecuencias. Es la palabra de Sasuke Uchiha.
—Tu orgullo será tu peor castigo —sentenció Orochimaru—. Esto no se termina hasta que tú y tu noviecita caigan. Ahora vas a...
La frase no alcanzó a terminar, pues ocurrió algo que sorprendió a todos los presentes: en cosa de un segundo o menos, Hinata agachó un poco su cuerpo y le dio un fuerte cabezazo en la barbilla al esbirro que la aprisionaba. Éste quedó inevitablemente aturdido al removerse su cerebro dentro de la caja craneal y Hinata no desaprovecharía la oportunidad: se lanzó a correr hacia Sasuke tal como se hace en una situación de vida o muerte.
Orochimaru, escéptico ante la información poco creíble que recibían sus ojos, tardó un poco en reaccionar. Cuando lo hizo lanzó su daga directamente hacia el corazón de Hinata, al cual buscaba perforar desde la espalda. No obstante el último Uchiha, más veloz que él, arrojó su espada como un misil que interceptó el ataque. Por una cuestión de física aplicada, el arma más pequeña saltó hacia atrás por la colisión provocada por la más grande.
—¡Mátenla! —ordenó Orochimaru apenas falló. No pretendía que las cosas resultaran así, tampoco tenía animadversiones reales contra Hinata, pero gracias a su escape no vaciló en verla como una enemiga que debía ser exterminada.
Tres de los cinco lanzarían sus armas primarias y esta vez Sasuke no podría detenerlas todas. Yendo más allá del significado de la palabra desesperado, el general envió un grito a todo pulmón justo cuando las espadas salieron disparadas.
—¡Al suelo, Hinata!
Ella, fusionando oído, instinto y reflejos a una velocidad propulsada por el miedo, hizo caso de inmediato: se tiró al piso sin necesidad de mirar hacia atrás, confiando ciegamente en lo dicho por el hombre que amaba. Los filos del trío de armas le pasaron volando por encima, una incluso le alcanzó a cortar algunos cabellos que, impulsados por las ráfagas de aire subsecuentes, viajaron como encima de una alfombra voladora. Fracciones de segundo después Hinata oyó el rugido atronador de Uchiha, sus nervios siendo potenciados por la misma fuerza que tantos años lo dominó a su entera voluntad: el odio. Éste lo poseyó de tal modo que perfecta se volvería su técnica, felina su agilidad, luciferina su fuerza.
Una de las desventajas de seguir adoctrinamientos sectarios era la poca capacidad para pensar por sí mismos que tenían los involucrados, cegados por la supuesta magnificencia de su líder. Por ello, los hombres del alquimista se abalanzaron a cumplir sus órdenes sin pensar en salvaguardar sus propias vidas. Gravísimo error, pues, más concentrados en matar a Hinata que en batallar contra Sasuke, cayeron abatidos rápidamente gracias al montón de aperturas que dejaron en sus defensas. Fue tan penoso como tratar de esquivar los mordiscos de una serpiente mirándole la cola.
Espantado hasta decir basta, el último sirviente que permanecía con vida trató de huir como una gacela que iba a ser perseguida por un león, pero un movimiento fulminante de Sasuke lo decapitó en milisegundos. Por la diabólica potencia ascendente del corte, la cabeza salió volando por los aires hasta precipitarse dentro del cráter y entonces, rodando cuesta abajo como un balón, alcanzó la lava que la encendió en llamas casi al instante. Mientras se hundía progresivamente, el horrendo calor le derritió los ojos y evaporó su sangre.
El rival de Naruto no perdió tiempo viendo lo anterior, enseguida buscó a Orochimaru con su mirada a sabiendas de que era el más peligroso. Entonces, por el rabillo del ojo, vio una especie de sombra que se movía velozmente hacia la fémina. Era imposible llegar a tiempo y si lanzaba su espada no acertaría. De inmediato un pavor horripilante le estrujó el corazón: Hinata iba a morir.
La víbora humana saltó hacia ella con su puñal en alto, muy seguro de atravesarle el corazón, pero Hinata, ya en posición supina a fin de ver lo que pasaba, sorprendió totalmente a su raptor: en vez de paralizarse como una aterrada víctima, dio vueltas por el suelo de tal modo que logró esquivar la fatal acometida. Le dolió hacerlo por la herida en su brazo, pero nada significaba eso si a cambio podía salvar su vida.
La puñalada llevaba tanta fuerza que la hoja entera se clavó a la tierra compacta, siendo abandonada por Orochimaru cuando vislumbró, por el rabillo el ojo, que su antiguo discípulo ya estaba a un tris de atravesarlo con su espada. Sólo sus reflejos le permitieron evadir la estocada, aunque no del todo ya que un hilo de sangre empezó a escurrir desde su pecho. Pensó que iba a morir en el siguiente movimiento, pero el destino, tan caprichoso como siempre, quiso que Sasuke aún estuviera lesionado. De tener ambos brazos disponibles el fin del combate habría llegado inexorablemente.
El filósofo se vio tentado a sacar provecho de que Uchiha no estuviera al cien por ciento, sin embargo, una potente alerta del instinto le hizo desistir. Sin cuestionárselo huyó en reversa hasta quedar a una distancia inalcanzable para su enemigo. En tanto lo hacía intentaba racionalizar en qué demonios había fallado como para obtener este resultado tan adverso. Su agilidad mental nada demoró en hallar el factor clave que escapó completamente de sus cálculos racionales: Hinata Hyuga. Esa chiquilla, a la cual no dudó en tomar por temerosa e inútil, introdujo el caos en su trampa supuestamente perfecta.
Su deducción pronto fue ampliada a labios de Sasuke, quien se había puesto por delante de Hinata para protegerla. Precisamente por ello decidió no perseguir a su maestro, puesto que una sola evasión de éste la pondría en peligro otra vez.
—Creíste tener todo bajo control —habló al filo de sus emociones desbocadas—, pero hubo algo que no pudiste predecir: Hinata no es una mujer débil. Le estuve enseñando por muchos días a protegerse por sí misma y a evadir ataques correctamente.
—Y tan frágil e ingenua que parecía la condenada... —Hizo chasquear los dedos de su única mano—. En fin, reconozco que cometí un pequeño error de cálculo provocado por una apariencia engañosa. —Tras su última palabra cambió la dirección de su mirada hacia Hinata—. Sobreviviste, muchachita, pero no tienes tanta suerte como crees. Ahora comprobarás por ti misma qué clase de persona es Sasuke realmente. Lo verás en cuanto le digas lo que pretendo hacer contra Danzo.
El joven general alzó un poco la ceja izquierda mientras su hermana descendía en equivalencia. Por su parte Hinata no hizo ademán de contestar; sólo ansiaba que la perturbadora presencia de Orochimaru se fuese de una vez por todas.
—Perdí esta batalla, pero no la guerra —advirtió mirando al Uchiha otra vez—. Ya nos volveremos a ver, mi estimado discípulo, y en esa ocasión te aseguro que no fallaré... —Sonrió intensamente. Después, mientras se alejaba confiadamente, una carcajada de maldad mezclada con locura resonó hasta irse perdiendo por las faldas del volcán. Se reía como si hubiera obtenido un triunfo en lugar de una derrota, o mejor dicho, como alguien que sabía que tendría la victoria a largo plazo.
—Huye arrastrándote como la serpiente que eres, pero la próxima vez no escaparás de la muerte que te daré —dijo Sasuke sin importarle que su maestro lo escuchase o no. Rápidamente cambió su enfoque hacia su prioridad, acercándose sin perjuicio de vigilar lo circundante. Notó que la sangre seguía escurriendo del brazo izquierdo femenil en una cantidad preocupante.
—¿Te dañó el hueso?
—Viniste por mí... —dijo ella ignorando la pregunta para abandonarse a sus sentimientos desbordados. Lágrimas le nacían en los ojos, mismas que se empeñaría en contener a fuerza de voluntad—. Viniste a pesar de lo que pasó...
Lo dicho emergió de una manera demasiado emocionada, mas el guerrero no dejó que tal cosa se le contagiara. Fijó su vista en la lesión a fin de constatar por sí mismo cuán grave era. Aunque sangraba más de lo preferible, dudaba mucho que algo así pudiera matar a una persona tan saludable como lo era Hinata. Suspiró aliviado por ello.
—No confundas las cosas. —Endureció su corazón otra vez—. Que haya venido a rescatarte no significa que volveremos a estar juntos —añadió sumamente cortante y yendo directo al meollo.
Hinata apretó sus labios al ser dañada por la frialdad de sus palabras. No obstante, no reclamó ni objetó. No tenía derecho a hacerlo.
La faz triste que adquirió ella removió las entrañas del guerrero. La venganza lo había vuelto un maníaco obsesivo durante la última guerra, pero estando cerca de esa mujer sentía que podía caer en algo incluso peor. Qué ganas tenía de abrazarla, de besarla, de hacerle el amor allí mismo, de decirle que se alegraba como un loco de que siguiera con vida; que podría admirar su belleza por horas enteras sin cansarse, que la necesitaba tanto como una abeja al néctar, que su ausencia lo mortificaba igual que una estaca en el pecho..., pero no lo hizo. Era Sasuke Uchiha y el orgullo rencoroso que tan enraízado estaba en su carácter no se lo permitió. No después de que ella lo traicionara.
Obligándose a hacerlo, se concentró en lo más urgente ahora mismo: auxiliar a la única mujer soldado. Confiaba en sus capacidades de combate, desde luego que sí, pero no iba a dejarla sola si podía brindarle una mano.
—Ino está luchando sola cerca del bosque, necesito ayudarla. Sí, también vino a rescatarte —confirmó ante la albina mirada de sorpresa—. El rescate del clan Yamanaka fue exitoso, pero lamentablemente perdió a su padre a manos de Hidan.
Hinata llevó una palma a su boca, espantada. Recordó cuán amable fue Inoichi aquella vez que hablaron antes de abordar a Jiren, sufriendo un golpe de dolor por su fatal destino.
—¿Te sientes lo suficientemente bien para moverte?
Ella necesitó sacudir su cabeza a fin de concentrarse en lo actual.
—Sí.
—Bien, dame tu espalda porque te quitaré las esposas. Mantente firme, no hagas un solo movimiento o podría cortarte una mano.
Hinata obedeció la orden y pronto sintió como la espada de Sasuke descendía con fuerza rompiendo la cadena de metal como si fuera mantequilla. Las argollas en sus muñecas, empero, tendrían que ser quitadas más tarde.
—Salgamos de aquí enseguida. No hay tiempo para un torniquete, así que tapa bien la salida de sangre con la mano.
Hinata llevó la diestra a su herida. Antes de partir le fue inevitable echar una mirada triste a los cadáveres; no en vano había convivido con esos hombres durante un mes entero sin que le hicieran daño. Podía sonar extraño o incluso demente, pero a su juicio no eran malvados por naturaleza a pesar de que segundos atrás intentaron asesinarla. Sólo se trataba de ilusos que habían sido embaucados por falsas promesas de inmortalidad, perdiendo, por tal anhelo, su propio discernimiento en pos de seguir las órdenes de un experto manipulador. Le hubiera encantado decirle a quien amaba que ellos merecían tumbas dignas, pero entendía que ayudar a la guerrera era algo de absoluta prioridad.
Escatimando el tiempo descendieron lo más rápido posible, eligiendo para cumplir tal meta las laderas más allanadas del volcán. En ciertos lugares empinados Sasuke tomó a Hinata desde la cintura a fin de que no cayera.
Llegaron a suelo raso sin problemas. A partir de allí corrieron a todo dar hacia el bosque, aunque Sasuke se permitió disminuir su velocidad cuando Hinata se quedaba más atrás de lo conveniente. La dirección fue tomada sin vacilaciones, dado que el pelinegro sabía que Ino usaría los árboles para atacar como una cazadora furtiva. Precisamente cuando llegaron al límite que separaba la tierra volcánica de lo forestal se toparon con un par de cadáveres frescos, víctimas de la puntería amazónica de la blonda. Las flechas incrustadas en sus pechos lo dejaba muy claro.
—¡Ino! ¡Voy por ti!
—¡Sasuke volvió! —Se oyó una asustada exclamación varonil llegando desde el lado suroriental.
De inmediato apresurados pasos resonaron entre la hojarasca hasta irse silenciando al alejarse cada vez más. Evidentemente los hombres escapaban y eso era indicativo de que Ino seguía con vida. Si la hubiesen asesinado al menos habrían dudado unos segundos antes de huir, pero el miedo de enfrentar a ambos guerreros se encargó de ahuyentarlos enseguida.
Uchiha no tardó en comprobar la veracidad de su deducción: su compañera asomó en las afueras del bosque con su cara y cabellos totalmente cubiertos de barro, acción lógica de camuflaje.
—¡Hinata! ¡Me alegra tanto ver que sigues con vida! —Sus blancos dientes asomándose entre el oscuro lodo hizo un llamativo contraste en su rostro. Iba a darle un abrazo tan cariñoso como el que se le da a una hermana, pero justo entonces se percató de que la Hyuga se tomaba un brazo. Sangre teñía su manga desde el bíceps hasta la punta de sus uñas.
—Oh, señorita Ino, lamento mucho lo que pasó con su padre —dijo con el semblante y la voz muy afectados—. Sé que nada de lo que diga servirá, pero le doy mi más sentido pésame. Su papá era un hombre increíble, se lo digo de todo corazón.
Yamanaka asintió de una manera cómplice, tocándole el hombro sano con la complicidad propia de dos mejores amigas.
—Muchas gracias, Hinata, pero ya habrá tiempo para hablar de tristezas. Ahora lo importante es que estás vivita y coleando y no sabes cuánto me alegro de eso. —La renovada sonrisa que vino enseguida verificó la honestidad de lo dicho.
Hinata, tal como la primera vez que hablaron, volvió a admirarla. Esa era la resiliencia que buscaba obtener algún día; su ejemplo a seguir era Ino Yamanaka.
—¿Es muy profunda tu herida? —Ya que la mano puesta allí no dejaba más información a la vista, quiso verificar la gravedad de su estado.
—No se preocupe, le aseguro que no voy a morir por esto —contestó con una ligera sonrisa.
—Así se habla —correspondió la soldado—. Lo malo es que ahora tendré dos amigos mancos —bromeó riéndose con ganas.
Al Uchiha, por supuesto, no le hizo gracia su chanza. Normal teniendo en cuenta que su sentido del humor era muy escaso. Hinata, en cambio, se contagió rápidamente con la risa de ella.
Lo que vino después fue un pequeño informe de lo que había pasado en el volcán, con Sasuke lamentando la huida de Orochimaru. «Si tuvieras ambos brazos disponibles lo habrías acabado» lo consoló su fiel compañera. Luego rodearon el bosque dando una larga caminata, dado que adentrarse podría llevarlos hacia una emboscada. Era poco probable, pero el alquimista era imprevisible y todavía contaba con los hombres que huyeron. Lo mejor era evitar riesgos innecesarios.
Llegaron antes de lo esperado al nacimiento del río que daba sustento a la flora y fauna del lugar. La rubia aprovechó las aguas para quitarse el fango de encima, además de lavar concienzudamente sus manos. Luego examinó con detenimiento la lesión de Hinata; la sangre ya restañada dificultaba un diagnóstico preciso, pero de todos modos supo que no era algo tan grave como lo de Sasuke. El hueso no asomaba y las fibras musculares tampoco alcanzaban a vislumbrarse. Pensó en pedirle a Hinata que contrajera su bíceps para salir de dudas respecto al verdadero daño, pero lo descartó al atisbar que tal acción podría empeorar la lesión.
Sacó de sus bolsillos las vendas que siempre llevaba consigo y empezó el proceso de envoltura. Hinata aguantó el dolor estoicamente, aunque le fue inevitable soltar un pequeño quejido en el último apretón.
—En dos semanas estarás como nueva, ya verás —afirmó la soldado, optimista como casi siempre.
—Muchas gracias, señorita Ino.
La aludida correspondió de un modo cómplice. Tras ello su mirada enfocó al pelinegro.
—¿Ves que los sueños premonitorios sí existen?
—Fue una coincidencia —objetó él.
—Deja de ser tan obstinado, sabes que es verdad.
Entre confundidos parpadeos, Hinata necesitó intervenir.
—¿A qué se refieren?
—Logramos encontrarte gracias a un sueño que tuvo Sasuke. O más bien dicho una pesadilla premonitoria. Sin eso nos habría tomado demasiado tiempo hallarte, puede que años inclusive.
Hinata fue soltando su quijada paulatinamente hasta terminar formando un círculo que dejó ver su campanilla.
—¿Qué soñaste? —reaccionó preguntándole directamente al varón.
Uchiha chistó, dejando claro que no tenía ganas de responder.
—Soñó que Orochimaru te arrojaba al magma de un volcán y lo vi despertar sufriendo por ello.
—Cállate, Ino.
La florista hizo rodar sus ojos. Luego se pasó una mano por su coleta ya libre de suciedad.
—El caso —prosiguió— es que dos días después me llegó la idea de que eso podía ser una premonición. Sasuke lo puso en duda, pero decidió hacerme caso y por eso vinimos a este volcán a pesar de que está alejadísimo. —Trató de mirar al tórrido monarca de estos parajes a través del follaje boscoso, mas no lo logró por la excesiva frondosidad de las copas—. Conseguimos la victoria gracias a esa pesadilla —añadió con una sonrisa conforme.
La mente de Hinata fue nublada unos momentos por el gran asombro que la invadió. Tras varios segundos sumergiéndose en una dimensión paralela en la cual procesó la información recibida, terminó llegando a una ilusionante conclusión: si Sasuke tuvo una premonición tan acertada era porque la conexión entre ella y él seguía siendo muy grande, tal vez incluso más de lo que ambos imaginaban.
—Te saltaste un detalle muy importante —corrigió Sasuke mirando a su subordinada—: hay dos volcanes que están alejados muchos kilómetros el uno del otro. De no ser por las huellas que encontramos podríamos haber ido hacia el volcán equivocado y llegar muy tarde para rescatarte. Orochimaru se movía constantemente, ¿no? —La última pregunta la dirigió hacia Hinata.
—Es verdad, no permanecía más de dos días en el mismo sitio —confirmó ella.
—Tu sueño sigue siendo lo más importante —repuso Ino, muy segura— , pues sin él no habríamos tomado la dirección que nos hizo toparnos con esas huellas. Eso nos guio hacia el volcán correcto.
—Son coincidencias, probabilidades que tuvieron la suerte de cumplirse.
Siguieron discutiendo del tema, Ino detestando que Sasuke se empeñara en su lógica de negar que pudiera verse el futuro a través de sueños. A su juicio lo vivido por él fue algo mucho mayor que simple azar. Hinata, por su lado, apoyaba totalmente la perspectiva de la pelirrubia, aunque no quiso intervenir en el debate.
Se desplazaron hacia el lugar oculto donde situaron sus corceles, empezando el largo viaje de regreso. Así transcurrieron siete horas hasta detenerse en una colina propicia para pernoctar. Los alrededores parecían seguros, pero Ino se encargaría de verificar que lo aparente y lo real estuvieran en consonancia.
—Registraré la periferia antes de que oscurezca —anunció mientras ayudaba a que Hinata desmontase de Trébol—. Aprovechen de ajustar sus cuentas en el entretanto —añadió mirando a Sasuke. Sin esperar respuesta agitó las riendas y emprendió la inspección anunciada.
Ya a solas, el militar y la civil plasmaron tintes muy diferentes en sus miradas de color opuesto. Él, uno acusatorio. Ella, uno de culpable. Hinata sabía que lo era y por eso los luceros negros pesaban sobre los suyos: la sentencia que arrojaban era una carga tan grande que apenas podía soportarla. Necesitó desviar su vista y, así, pasaron incontables segundos sin que Sasuke dijera una sola palabra. Evidentemente quería cederle el primer paso a ella.
Hyuga, por fin dispuesta a hablar, tomó la valentía de verlo a los ojos otra vez, pero lo que halló la dejó nuevamente muda: había rencor, un tremendo afán de hacerle daño, algo que pensó que no volvería a contemplar en Sasuke. No era tan intenso como la primera vez que se vieron en aquella tienda de esclavas, no, pero esa mirada la lastimaba más que antes por la gran conexión que habían formado.
El nerviosismo regresó a palpitarle por cada poro de su cuerpo. Entonces escogió otear la bóveda celeste, esperanzada en que la luna pudiera verse a pesar de que aún no caía la noche. A veces sucedía, pero hoy no fue uno de esos días. Lástima, puesto que le hubiese gustado ver a la diosa nocturna antes que a esos penetrantes ojos negros que carecían de luz. Eso necesitaba ella, obtener un poco de luz de algún lado porque Sasuke no estaba dispuesto a iluminarse por ella. Ya no...
—Gracias por venir a salvarme —atinó a decir mientras sus índices jugueteaban a la altura de su regazo—. M-muchas gracias de verdad —repitió con esa voz tan suave, tan suya.
Uchiha no cambió un ápice su rostro. Tampoco contestó. Hinata se sintió intimidada, pero, a diferencia de antes, ninguna mudez se alargaría en sus labios.
—Perdóname por lo que pasó en la playa. Yo te prometo que...
—No me interesa lo que digas, no te perdonaré ni volveré contigo.
El corazón de ella se comprimió al palpar auditivamente tanta inquina en esa voz. Separó sus labios para disparar una pregunta, una de las tantas que inundaban su cabeza.
—¿Me odias de nuevo? —Apenas terminó de hablar, la respiración se le detuvo de golpe por el miedo a la respuesta. Lo vio endurecer sus facciones, mirándola con sumo reproche.
—No te odio, pero un león no puede estar con ratón —fulminó mientras sus ojos parecían estar vigilando algo que sucedía a mucha distancia. Quizás buscaba a Ino en la lejanía.
La Hyuga sintió que el peso de la vergüenza se le depositaba en la cabeza, misma que bajó por algunos segundos.
—Yo no soy un ratón. —Se defendió alzando su mirada de nuevo—. Te lo demostré en el volcán.
—¿Y por qué no usaste esa valentía para enfrentar a Hanabi? —espetó con dientes apretados a la vez que la enfocaba. Su semblante lucía igual que el de un lobo a punto de dar un mordisco.
—Sí lo hice, pero no me dejó más opción que abandonarte o ganarme su odio eterno. —Se dio aire con las manos al sentir que se le dificultaba la respiración. Un abanico le hubiera venido muy bien ahora—. Perdóname por ceder.
—Debiste encararla con más fuerza. Debiste hacerlo. —Apretó su puño al punto de volver totalmente blancos los nudillos.
Ella cerró sus párpados lentamente antes de responder. También dio un hondo suspiro.
—Lo sé y te pido mil perdones por eso.
—Yo no soy como tú, Hinata. Yo no perdono.
Hinata sintió que un gran peso se le depositaba en la boca del estómago. Le fue incluso más incómodo que el ardor que seguía pulsando en su bíceps.
—No seas tan rencoroso por favor. Hablaré con Hanabi y le explicaré lo que siento; le prometí que te iba a dejar, pero si es por ti faltaré a mi palabra si es necesario —dijo mostrando mucha convicción. Sólo ésta podría convencerlo.
—No pierdas tu tiempo porque ya me cansé, Hinata. Tratamos de estar juntos, hicimos lo humanamente posible, pero, por más que lo intentemos, el pasado siempre nos persigue. —Se pasó la mano por la raíz de los cabellos ubicados en su nuca; un gesto poco común en él, pero que necesitó hacer por alguna razón—. Incluso si volviéramos a estar juntos, otro percance nos separaría. A fin de cuentas lo nuestro estaba condenado desde un principio.
—Por favor no te aferres a esas excusas de nuevo. Es algo que ya habíamos superado. —Produjo una pausa en que sus facciones mezclaron tristeza con impotencia—. Sasuke... yo te amo mucho. Te amo y no puedo evitarlo... ¡No puedo! —terminó exclamando por un golpe de ansiedad. Pese a ello, su mirada siguió muy firme en la de él—. Que me maldiga toda mi familia desde el otro mundo, pero te amo.
—Tus sentimientos ya no son problema mío. Dejaron de serlo cuando preferiste abandonarme antes que luchar por lo que sentíamos.
—Déjame enmendar ese error; lucharé para hacerlo porqueyo te amo y tú me amas. No niegues lo que sientes por mí. No te mientas a ti mismo por favor.
Ese «por favor» tan sentido lo conmovió, volviéndolo de seda por un mísero segundo. Sin embargo, el rencor fue más fuerte que el amor y lo convirtió en un ser de hielo nuevamente. Así debía ser.
—Ya no te amo, Hinata. Siento mucha decepción contra ti como para hacerlo.
Necesita más aire puro porque el aroma del azufre que se había pegoteado a su ropa la intoxica, la asfixia. ¿O acaso sería el peso de sus emociones lo que realmente lo hacía? Sasuke se veía tan firme que la asaltó el profundo miedo de que esto fuera irreversible. Ya se habían despedido dos veces antes, en el puerto de la capital y en el barco llamado Jiren, pero esta vez su fuero interno le exclamaba, a todo fulgor, que la tercera vez sería la definitiva...
Y dolía demasiado.
—E-estás mintiendo.
—No.
—Por supuesto que lo haces —dijo sin aumentar el volumen de su voz, aunque a Sasuke le pareció una firme exclamación. Hinata se veía decidida a confrontarlo y, por un lado, el progreso de su carácter lo hizo sentirse orgulloso, pero por el otro acrecentó su irritación. —¿Por qué no lo piensas siquiera? —continuó ella de un modo más dulce, tratando de ablandar su reticencia—. Yo puedo esperarte, puedo esperar por ti toda la vida si es necesario, pero al menos dime que lo vas a pensar.
—No quiero pensarlo. No necesito pensarlo. No voy a pensarlo.
—¿Tan grande es la herida causada por mi error que no puedes siquiera meditarlo un poco?
Uchiha exhaló sonoramente. Su rostro dejó de ser una máscara fría e imperturbable, seguramente por una oleada de angustia que además perturbó su frecuencia cardíaca. Como si intentara recomponerla se dio dos golpes en el tórax.
—Yo te amaba, Hinata, te amaba tanto que me duele todavía, pero a cada día que pasa ese dolor se va esfumando más y más —dijo reemplazando a la congoja por orgullo—. ¿Sabes qué es lo peor? —preguntó con los ojos vidriosos ante la única mujer que fue capaz de encender su apagada alma—. Antes, de sólo imaginarte cerca del idiota de Naruto, me ardía el pecho con una violencia que jamás había sentido en mi vida, una que me enfurecía hasta las entrañas. Ahora, en cambio, siento tanta decepción que pensarte cerca de él ya nada me produce.
Hinata necesitó llevar una palma a su boca para amortiguar un par de sollozos que pretendían surgir. Necesitó calmar el nudo en su garganta carraspeando algunas veces. En cuanto creyó que su voz saldría sin debilidades ni tartaleos, prosiguió.
—Tú sabes que yo no quiero estar con nadie más contigo.
—Tu lugar es junto a Hanabi, no conmigo. —le recordó, hiriente al máximo—. ¿O ya lo olvidaste?
Hinata suspiró tristeza. Luego se miró la mano al sentirla temblar levemente; su primera intención era coartar ese movimiento, pero, por esos azares que la mente solía esbozar, recordó que algunas personas creían que podía leerse el futuro leyendo las líneas de la palma. Cuánto le hubiera gustado tener esa habilidad ahora mismo y evitar el sufrimiento que causaba la incertidumbre del amor.
—¿Por qué eres así? —Reaccionó con una sentida pregunta—. Me duele mucho que me trates de esta forma tan fría... ¿qué más quieres que haga? Ya reconocí que me equivoqué, que quiero estar contigo por siempre.
Observó con más atención a la mujer que lucía deshecha enfrente suyo. Aunque le duela verla en ese estado, su desgastado vínculo con Hinata acabará aquí y ahora. Entre ellos ya nada más quedaba por resolver.
—Pero yo no quiero estar contigo —reafirmó incluso más brusco que antes—. ¿Tanto te cuesta aceptarlo?
—Me cuesta aceptarlo porque sé que aún me amas. Mi corazón me lo dice.
—Pues tu corazón se equivoca totalmente.
Mientras su respiración se aceleraba tanto como sus latidos, pensó en dejar las cosas tal cómo estaban. Sasuke estaba demasiado resentido y por ende era mejor reunir paciencia que insistir. Sí, sabía que detenerse aquí era la mejor opción, pero le dolía tanto el corazón que esperar para estar de nuevo entre sus brazos se sentía como una tortura, más aún al tomar en cuenta que la culpable de la separación fue únicamente ella.
—Dime que no valgo la pena, dime que soy lo peor, y te juro que nunca más te volveré a molestar.
Él pretendía seguir convirtiendo sus ojos en cuchillas, decirle que, en efecto, no valía la pena, pero la determinación que le vio suscitó que su voluntad tambaleara. Incapaz de seguir mirándola desvió sus ojos como jamás lo hacía, pero esta vez le fue necesario o podría flaquear. De hecho, ya estaba ablandándose al evitar conjurar la sentencia que le permitiría sacársela de encima para siempre.
¡Qué ganas de espetarle que era una mujer sin valor alguno! Y, sin embargo, una serie de recuerdos de todo lo vivido junto a ella se lo impidió de cuajo. ¿Qué clase de hechizo había puesto en él esa mujer? ¿Por qué no es capaz de mandarla al carajo de una vez por todas? Tenía tantas ganas de hacerle daño y al mismo tiempo de no hacérselo. Malditas contradicciones humanas.
—No eres lo peor, Hinata —soltó como derrotado—. Jamás te consideraría de esa manera.
Al conmoverse, el ser de Hinata se estremeció por entero. Esa respuesta le dio la esperanza que tanto buscaba, inflando sus ilusiones hasta el infinito.
—¿Entonces por qué no me das una oportunidad de redimir mis errores? Jamás quise hacerte daño intencionalmente, sabes que nunca fue mi propósito.
—No quisiste hacerme daño, pero lo hiciste —recalcó acerando sus facciones—. Me dijiste que estaríamos juntos y que lucharíamos por lo nuestro, pero no lo cumpliste. ¿Cómo puedo confiar en ti entonces? ¿Crees que quiero ser dañado de nuevo?
—Tú sabes que mi hermana me forzó. Mi padre también quería obligarme, pero a él pude enfrentarlo mejor porque me dan igual sus amenazas. En cambio yo no quería que Hanabi me odie, por eso tuve que tomar una decisión que siempre lamentaré. —Bajó su cabeza con sumo pesar.
—No me importan tus excusas. Debiste mantenerte firme, pero te faltó la fuerza para mantener lo dicho.
Hinata avanzó un poco más hacia él, quedando a sólo un metro o menos inclusive. Aquella proximidad hizo resurgir las conexiones etéreas, esa especie de magnetismo que se activaba fulgurantemente cada vez que estaban cerca.
—Ahora no dejaré que nada me intimide, ni siquiera el odio de mi hermanita.
De repente el espacio que los separa se vuelve estorboso, tan torturador que ambos desean eliminarlo. No quieren distancia entre ellos, sólo besos, abrazos, amor. Sienten sus cuerpos vibrar por una energía invisible que embriaga sus sentidos y aumenta los latidos de sus corazones. No obstante, pese a lo anterior, Uchiha no se deja dominar por el embrujo que esa fémina es capaz de conjurar. Su belleza no lo obnubilará, su dulce voz no lo suavizará, la ternura de sus luceros no lo hará recular.
El rencor es más fuerte que todo lo anterior. ¡Lo es y lo será!
—Ya es demasiado tarde —fustigó con un gesto de rabia que consiguió herir a Hinata aún más.
La joven dio un suspiro con sabor a suprema tristeza. Su vista se dirigió hacia el horizonte como queriendo encontrar al volcán en el que estuvo a punto ser arrojada. Aunque ya estaba muy lejos para avistarlo, recordó el borboteo de la lava y se preguntó si acaso no hubiese sido mejor caer allí. Seguramente era una exageración del momento, mas estaba cansada de que siempre algo se interpusiera entre ellos, hastiada de que el destino intentara separarlos una y otra vez. Si no era el pasado entre sus clanes, eran Hiashi, Hanabi, el ataque de veinte élites o un maldito rapto.
Lo peor era que esta vez el mismísimo Sasuke se empeñaba en convertir al amor en un enfermo terminal, esforzándose por condenarlo a la muerte. Y no era la primera vez que lo hacía...
—¿Sabes? —dijo de repente tras darle rienda suelta a una larguísima espiración—. Ahora que lo pienso eres como un arcoiris —señaló casi sin voz.
—¿Por qué? —preguntó contrariado ante semejante comparación.
—Un arcoiris genera la ilusión de que moviéndote hacia él puedes tocarlo, pero no es así. —Dentro de sus zapatos de cuero, los dedos de sus pies se recogieron todos al mismo tiempo—. Lo mismo sucede contigo: pensé que podía tocar tu alma, pero la verdad es que no pude... Y por lo visto nunca podré...
—No es culpa del arcoiris rehuir de quien puede dañarlo —retrucó.
—No te dañaré de nuevo, te lo prometo —aseveró utilizando un semblante que destacó por su seguridad—. O si quieres —propondría una alternativa— castígame de la forma que quieras, pero no me obligues a estar sin ti. M-me duele mucho.
Él ve su expresión tan triste y se le revuelve el corazón como un tornado hecho de plasma en vez de vientos de distintas temperaturas. Esos ojos más puros que la luna están aguados y fijos en él, aguantando las ganas de llorar, casi rogando que haga o diga algo con tal de terminar el martirio de la separación. ¿Pero cómo hacerlo si sentía tanto rencor? ¿Cómo perdonar su abandono si ardía tanto en las entrañas de su ser?
—¿Pretendes conmoverme con tu dolor? —inquirió con una tristeza que ya llevaba impregnada de forma natural en su mirada, tan presente como el negro de sus ojos—. ¿Y qué hay del mío, Hinata? Estoy harto de sufrir, maldita sea —explota por fin, liberando sus cadenas gracias al maldito odio que lo vence. Movió su brazo funcional, señalando su propio pecho como si hubiera recibido una herida mortal. —¡Yo te amaba, Hinata! —le espetó empleando un pasado verbal que a ella la destruyó—. ¡Y si ahora está pasando esto es por tu maldita culpa! —fulminó con un grito. No sabía cuán lejos andaba Ino, pero poco le importaba que lo escuchara—. Yo no fui el que te abandonó, fuiste tú. Yo estaba dispuesto a luchar por ti como nunca lo hice por nadie, pero a cambio me aniquilaste por dentro; me hiciste ver que el amor era una puta ilusión, una falsedad incapaz de sostenerse. —Sintió que la amalgama de emociones huye de su control, que su corazón late como un tambor, por un momento incluso percibe que sus ojos lo iban a traicionar. Lo peor es que no sabía si sería por medio de una lágrima o por un súbito arranque de amor que ella no merecía. Sacudió la cabeza fuertemente a fin de evitar lo último.
Hinata llevó la mano a su boca para ahogar un nuevo sollozo, aprovechando, de paso, para morderse el dorso. En los ojos de Sasuke había visto, incluso sentido, la furia, el dolor, las ganas de atravesarla con una espada. Ahí es cuando lo asimila, ahí es cuando comprende la real magnitud de su equivocación: en su forma incrédula de mirarla. Y la mata por dentro comprobar que Sasuke ya no confía en ella.
Entendió por fin que el daño que le hizo a su hombre era mucho mayor del que creyó en un primer momento, cosa que la hizo sentirse una alimaña. Cuando terminó su relación pensó que al militar no le afectaría mucho la separación. Craso error. Uchiha era increíblemente fuerte, pero no era inmune a las terribles penas que causaba el amor. ¿Acaso alguien en este mundo tenía tal inmunidad? Sólo no tener un corazón humano podría brindarla.
Sasuke la amaba tanto que tuvo pavor de que pudiera odiarla con la misma intensidad. Antes, por algún lado, había escuchado que el amor era un arma de dos filos. Cuando lo oyó por primera vez no lo entendió del todo, pero ahora sí que lo hacía.
—Quisiera... Quisiera retroceder el tiempo para no haber tomado la decisión equivocada... —Bajó su cabeza, avergonzada. Su voz sonó dolida, un claro reflejo de cómo se sentía por dentro.
—Es tarde —dijo melancólico—. Para nosotros ya es muy tarde, Hinata.
La frase que el varón pronunció con tanto sentimiento causó mella en ella. Sus hombros perdieron firmeza y cayeron como derrumbándose. Sus piernas tuvieron la misma sensación, de modo que, sintiéndose como una equilibrista en la cuerda floja, caminó hacia el tronco de un árbol que le sirvió para reposar su espalda. La mente, siempre caprichosa, le revivió un frenesí de recuerdos felices y tormentosos, apareciendo en ráfaga los besos, las caricias, las peleas, los gritos.
—No es cierto —se atrevió a replicar aunque su voz sonó menos segura de lo que hubiese querido.
—Sí lo es —confirmó con toda la seguridad que a ella le faltaba.
—Sasuke...
Ella trata, con un movimiento dócil y lento que anunciaba su intención, tomarle la mano. Sin embargo, él levanta su palma poniéndola por delante de la cara femenil, diciéndole «detente» sin usar palabras. Hinata no tiene más remedio que retraer su acción.
—¿Por qué te cuesta tanto reconocer que sí quieres darme una oportunidad? Tú todavía me amas, yo lo sé —le aseguró entre nerviosos parpadeos.
Sasuke, en nada acostumbrado a tener disputas amorosas, sintió que toda esta situación le estaba robando energía física y mental. Estaba demasiado agotado tras pasar un mes durmiendo mal, además de pasar montando a caballo la mayoría de los días. Quería cerrar esto de una vez por todas.
—Antes sentí demasiado por ti, pero ya no.
Los ojos albinos iban poniéndose llorosos, pero desde su pecho fluyó el temple que tanto ansiaba obtener: el de una guerrera que no peleaba por territorio, poder o riquezas, sino por una razón mucho más valiosa que todo lo anterior: por amor.
Se volvería una guerrera del amor.
—Mientes —clamó, su cuerpo temblando por el esfuerzo de acercarse más a él pese a la reticencia que recibía—. Niégame que me amas, pero mirándome a los ojos —exigió con una vehemencia impropia de su ser.
Él le clavó sus furiosas perlas negras. Su diestra se colocó en la cadera con el pulgar anclado por detrás. Su otra extremidad, la lesionada, quiso completar la pose de brazos en jarras por inercia, pero el dolor que arribó le prohibió el movimiento.
—Te lo niego, ¿cuál es el problema?
Ella se estremeció al ver tanta verdad expulsada a través de sus orbes. Su mano derecha fue hacia la clavícula opuesta y desde allí sus dedos bajaron como un rastrillo a través de su pecho hasta formar un puño apretado justo sobre el plexo solar.
—Sé que mientes. —Esta vez fue azotada por un ápice de duda que le impidió imprimir la fuerza de segundos atrás.
Los labios masculinos sintieron un hormigueo que le exigía borrar la gran tristeza de Hinata a través de ardientes besos. Ni él mismo podía creerse las ansias que tenía, tantas que un poco de saliva se le acumula por la sabrosa expectativa. Ver una jugosa fruta después de pasar días enteros transitando por un árido desierto no le generaría tanta tentación como devorar esos seductores labios que tenía enfrente. Pero no. Lo que le quedaba de amor y deseo no podía ser más fuerte que su rencor. No va a flaquear ante alguien que podría abandonarlo de nuevo si Hanabi se lo exige. No quiere ese dolor de nuevo nunca más.
De súbito retrocedió dando un respingo, como si estar cerca de ella lo quemara de algún modo intangible.
—Te lo dije viéndote a los ojos, ¿y sigues creyendo que te miento? —Su voz vino ofendida y se entremezcló, además, con rabia contra sí mismo por sus recientes pensamientos.
—Sí, lo creo. —El puño de la muchacha, antes apretujado sobre su pecho, se convirtió en dedos tan estirados como las patas de una araña. Sasuke lo notó, pero no supo interpretar aquella acción. ¿Nerviosa sinceridad tal vez?
En el preciso instante en que el guerrero daría su réplica, fue interrumpido por ella.
—No hables. No lo hagas si es para mentirme de nuevo.
—¿Por qué dices que te miento? —Ahora cuestionó indignado, con la rabia propia de un inocente acusado injustamente.
—Porque de lo contrario no habrías venido a salvarme.
—Eso no significa que te ame. Habría hecho exactamente lo mismo por Ino.
El sólido argumento le detuvo la respiración a Hinata por unos segundos. Recordó entonces que derrotar a Sasuke en un debate era muy difícil, pues argumentaba muy bien. Era algo que le había demostrado incluso la primera vez que se conocieron, en aquella infame tienda de esclavas.
—Por favor, Sasuke, deja de engañarte y de querer engañarme a mí —apeló a la sinceridad en vez de la lógica del resentimiento—. Te necesito de verdad. Sé que nos amamos.
De pronto ambos conservaron el mutismo, dejando que sólo sus vistas hablaran. Hinata no apartó los ojos ni un solo segundo. En éstos había decisión, pero sobre todo pasión amorosa; una que resultaba incalculable.
¿Por qué suscita tanto miedo el amor? Era una ironía mayúscula sin duda: él, el soldado más fuerte de todos, el que desafiaba a la reina Muerte como si se tratara de una niña pequeña, se remecía de preocupación ante la expectativa de dar marcha atrás. Sin embargo, la razón era muy clara: no quería volver a ser dañado, ya estaba terriblemente agotado de eso. Necesitaba algo de paz sentimental y Hinata no podía dársela. Creyó que sí, mas se equivocó.
Miedo y rencor, entonces, se unieron a fin de no permitir que esa mujer volviese a causarle un detrimento. Por ello acera sus facciones, las incendia al recordar la separación que ocurrió justo antes de jugarse la vida en el castillo del rey, justo cuando más la necesitaba.
—No miento. Entre nosotros ya nunca más habrá nada.
Aunque el soldado no hizo ningún movimiento, a Hinata le pareció sentir una brutal cachetada.
—No me digas eso por favor —dijo lastimeramente. Su voz incluso pareció patinar por el dolor.
—Yo te amaba tanto que todavía me duele.
—L-lo siento muchísimo, de verdad no sabes cuánto lo siento...
Esta vez Hinata, sin anunciarle el siguiente movimiento ni pedirle permiso, tomó la mano del varón con la suya, capturándola entre sus dedos como si quisiera formar una atadura imposible de romper. Uchiha reflejó mucho asombro en sus ojos, puesto que no se esperaba tanta osadía. Como reacción pretendió quitar la mano al instante, pero esos luceros albinos reflejaban tantos sentimientos que no fue capaz de hacerlo. Con infinito amor, así es como ella lo ve.
Su mano cariñosa y tierna lo envuelve, traspasándole un hermoso calor que contrastaba con el frío suyo. Aquello lo reconforta, lo enternece, lo droga inclusive, y todo su rencor se desmorona como derritiéndose en magma. Intentó resistirse a su efecto narcótico, ¿pero cómo hacerlo si ya era un adicto a Hinata? Por eso tiene que aguantarse, con fuerzas sobrehumanas, las ganas de cobijarla entre sus brazos, de decirle que no desea vivir sin ella.
Todo su odio está a punto de ser destruido y, sin embargo, Sasuke quita su mano empleando el mismo modo que alguien tocando una tetera hirviendo. Los dedos de ambos, antes juntos, se soltaron inexorablemente.
—No vuelvas a tocarme —le advirtió. —No vas a chantajearme siendo mimosa.
—L-lo siento. Yo sólo quería...
—Basta, Hinata. —La cortó al tiempo que incendiaba sus ojos—. Entiende que ya nada quiero contigo.
—Sasuke... —musitó de una forma tan débil que un fantasma no envidiaría su vitalidad.
El militar se sentía tan traicionado como alguien que sufrió una infidelidad. No obstante, la ama. Ama a Hinata Hyuga como sólo se puede amar una vez en la vida; con todo su cuerpo, su alma y su mente. Amaba su personalidad tierna, sus ojos de tono lunar, su sonrisa dulce, su cabello liso y brillante, el flequillo que le oculta la frente, la tersura de su piel, su fragilidad exterior contrastada por su fuerza interior; toda ella le descubrió lo que significaba amar a una mujer, toda ella significaba amor para él...
Y, sin embargo, lo siguiente que arrojarán sus labios pondrá un punto y final entre ellos. Los momentos juntos, las confesiones, las miradas de cariño, toda la felicidad que compartieron, se extinguirá aquí y ahora porque perdonarla significaría exponerse al dolor otra vez. Duda un momento en hablar, de verdad dubita como nunca lo hace. Él también sufrirá mucho, pero su impulso rencoroso lo obliga a proseguir a cualquier costo.
Autodestrucción, ansía. ¿O quizás sólo buscaba a una persona que sí pudiera darle una paz inquebrantable? En el fondo no recibir más daño era lo único que pedía y quien tenía enfrente le había fallado en ello. Tal vez otra mujer nunca podría provocarle la misma intensidad que Hinata, pero sí algo más estable, más tranquilizador, más confiable.
—Está bien, Sasuke —dijo interrumpiendo los pensamientos de quien amaba, sin imaginarse lo que estaba a punto de suceder—. Respetaré tu decisión, pero te prometo que te voy a esperar todo el tiempo que sea necesario porque te amo como una loca —lo declaró de una manera firme a pesar de la emoción que la hizo estremecerse por entera.
Tal vez si Hinata hubiese llorado en algún momento de la discusión entonces Uchiha no haría lo que su mente le dictaba, pero la fémina seguía con una estampa impertérrita e irreconocible. Su rencor no deseaba verla así, tan sólida, tan guerrera; quería verla sufriendo, lamentando su error eternamente, ¡quería verla llorando como tantas veces la vio!
—Te diré algo que pensé mientras venía a rescatarte. —Se preparó a lanzar ponzoña verbal con el único afán de herirla—. Si tuviera que entregarle mi amor a alguien, esa mujer sería Ino.
Lo dicho la tomó completamente por sorpresa y la tensión subsiguiente que recorrió su cuerpo fue tan grande que se le cortó la respiración. Agarró su blusa desde el cuello y la estiró como si le estuviese apretando la garganta más de la cuenta, como si la asfixia fuera provocada por la ropa y no por sus emociones desbocadas.
—¿Q-qué dices? —cuestionó muchos segundos después, todavía sin poder creerlo. Yacía mucho más que impactada.
—Ino sí es leal. Ella nunca me abandonaría como tú lo hiciste, ella siempre me ha apoyado y ha estado a mi lado contra viento y marea, ella sí es una chica lo suficientemente fuerte como para lidiar con mi oscuro pasado. A diferencia tuya es una mujer con la que cualquier hombre quisiera estar, alguien mucho mejor que tú.
¿Por qué no se mordió la lengua antes de decir algo tan hiriente? Luchando con todas sus fuerzas por salir a flote, el odio que vivía en su interior había conseguido escapar. Después de todo, ¿un demonio nunca dejaba de hacer daño, verdad?
—Ya no hay vuelta atrás —espetó aún más inquina, una que azotó a la joven de raíz. Al verle la cara tan descompuesta, Uchiha entendió que su venganza estaba resultando tal como esperaba: lacerante, terrible, inicua. Y, lejos de arrepentirse, continuaría sin darle piedad—. Muy pronto le pediré matrimonio a Ino.
El silencio que sobrevino fue brutal. Hinata y sus esperanzas se hicieron trizas de una forma tan profunda, tan intensa, que sintió otro nudo atroz cerrándole la garganta e impidiendo su respiración. Si el daño en su bíceps no se lo impidiera, se habría abrazado hasta caer al suelo adoptando una posición fetal. Su dolor espiritual se somatizó a una escala tan grande que habría jurado que su cuerpo estaba aguantando algo peor que una lluvia de ácido...
Continuará.
