¡Hola y muy buenas! Aquí llega la primera actualización de este año 2023.

Si me lo permiten quiero dedicarle este capítulo a Hinasa258, quien siempre me regala reviews y mensajes privados muy interesantes que atesoro igual que a premios muy valiosos. Muchas gracias por la pasión que siempre muestras hacia esta historia, a mí me da muchísima inspiración y alegría que este proyecto te motive al punto de incluso releer los capítulos que más te gustaron. Eres uno de los motivos por los que siempre trato, dentro de mis modestas posibilidades, de dar algo que sea digno de leer.

También quiero agradecer muchísimo todos los reviews que me han llegado, tanto de personas sin cuenta como de las que sí tienen. Me gustó ver que todas las respuestas quieren que Hinata y Sasuke queden juntos a pesar de todo, al parecer sólo eran dos personas las que deseaban lo contrario. Si la gran mayoría los quiere juntos es porque el desarrollo de su relación no va por mal camino (o eso quiero creer xD). Y por cierto: sepan disculpar mi tardanza en responder comentarios, ya saben que la vida laboral y personal nos suele quitar mucho tiempo, pero como siempre estaré respondiendo dentro de poco sin falta ;)

Por último quiero darle muchos saludos a todos y especialmente a Isabel y a Chany-sensei. Muchísimas gracias por su apoyo y su interés en esta historia ^^


Vocabulario:

Avizor (el adjetivo): Atento o vigilante (Los ojos avizores del centinela. Mente avizora).

Costurón: Cicatriz o señal muy visible de una herida o llaga.

Charpa: Cabestrillo.

Lisérgico: Relativo al consumo de alucinógenos.

Ínfula (en plural): Vanidad pretenciosa.

Torvo/a: Dicho especialmente de la mirada: Fiera, espantosa, airada y terrible a la vista.

Paroxismo: Exaltación extrema de los afectos y pasiones.


Los ojos celestes miraban a los negros tratando de captar cada detalle escrito en ellos, aunque, de todos modos, no le era necesario observar a Sasuke para adivinar que reaccionaría mal ante sus siguientes palabras. Aun así, tenía que decirlas si quería ayudarlo a obtener la reconciliación que, aunque tratara de negarlo, en el fondo deseaba con todas sus fuerzas. No en vano fue capaz de admitir que el cuento recién relatado le tocó sus fibras espirituales.

Sé que no te va a gustar, pero aquí te va mi propuesta...: pídele matrimonio a Hinata de rodillas mientras te disculpas por el daño que le hiciste.

Los luceros del Uchiha reaccionaron abriéndose gradualmente. Luego la boca los imitó, separándose la mandíbula inferior de la superior un par de centímetros. Como guinda de la torta fue su semblante entero el que se convirtió en la muestra más vívida de un impacto descomunal. Superando tal sensación tras un octeto de segundos, lanzó toda su artillería verbal en contra de la ridiculez dicha por su aliada. Ésta, entretanto, esperó a que hiciera todos sus descargos. Una vez que finalizaran daría su mejor esfuerzo para profundizar su argumento.

Ella se merece que le pidas matrimonio como los dioses mandan y no como antes, en que lo hiciste como si fuera cualquier cosa. Por eso arrodíllate ante ella, vuélvete sumiso por una sola vez en tu vida, hazle ver así cuán importante es para ti, deja que ella vea cuánto la amas. No te reprimas, libera tu corazón o la vas a perder de verdad y para siempre. La decisión es tuya, por supuesto, pero yo te sugiero que tomes mi consejo porque va con la mejor de las intenciones.

Está muy claro que no lo voy a hacer. Ni por ella ni por nadie me pondría de rodillas.

Bueno, tampoco es necesario que lo hagas así —reacomodaría su propuesta para que le fuera más fácil aceptarla—, puedes pedírselo de pie también. Sin embargo, si te arrodillas significará que incluso estás dispuesto a dejar tu orgullo de lado por ella, cosa que le hará entender a Hinata cuán importante es para ti. Es algo que valorará eternamente.

Ya tienes mi respuesta.

De todos modos me gustaría darte algo por si cambias de opinión.

Desabrochó uno de los bolsillos de chaqueta y, desde ahí, sacó un brillante anillo de oro que tenía un pequeño rubí en su cima. Evidentemente su alto valor dejaba claro que sólo podía ser costeado por gente de gran poder económico.

¿Y eso? —preguntó mirando al objeto con mucha extrañeza.

Es una sortija que usaba cuando necesité actuar como una mujer casada en mis misiones de espionaje. Pocas veces me la puse, pero siempre la llevo conmigo por si acaso. Nunca se sabe cuando tendré que emplearla de nuevo —dijo con la sonrisa propia de una travesura. Sasuke dedujo que se había divertido mucho fingiendo ser una dama casada y de alta alcurnia—. Como puedes ver —le acercó más el dorado metal— luce como el primer día de forjado y quita el aliento de lo hermoso que es.

El varón le echó una ojeada por curiosidad. Debía reconocer que el objeto era una obra maestra de la orfebrería. Pensó en tomarlo con sus manos para examinarlo aún mejor, mas supuso que si hacía eso Ino ya no lo aceptaría de regreso.

Guárdalo.

¿Por qué?

Reconozco que el anillo es precioso y que se ve como nuevo, pero a Hinata no le daría algo que ha sido usado antes.

Entiendo eso, pero una propuesta de matrimonio sin anillo es como un guerrero sin armas.

¿Podría reemplazar la sortija por otra cosa? —inquirió él, verdaderamente interesado en la respuesta. No se dio cuenta de que tal pregunta significaba que se estaba abriendo a la posibilidad de hacer lo dicho por Ino.

La experta arquera se llevó un dedo al mentón. Pensaba. En cuanto le arribó una idea hizo chasquear los dedos.

Un ramillete de flores —dijo mientras devolvía el anillo al que era su hogar, el bolsillo de la chaqueta. Lo abrochó y continuó su parlar—. Estoy segura de que a Hinata le parecerá mejor eso que cualquier anillo. —Estuvo a punto de agregar el «de veras» que solía emplear Naruto como muletilla, mas alcanzó a detenerse o se vería envuelta en una pelea completamente inútil con Uchiha. —¿Te acuerdas de ese lugar lleno de flores por el que pasamos un par de días antes de llegar al volcán? Esa pradera es ideal para que te comprometas con ella.

De todos modos no pienso hacerlo.

La líder Yamanaka no dudó en hacer un movimiento de jaque mate.

¿Qué vale más? ¿Hinata o tu orgullo?

No llegó réplica alguna. La experta arquera, queriendo ser optimista, imaginó que la falta de una contestación negativa implicaba una afirmativa.

Si ella es más importante entonces hace lo que te digo.

¿Te volviste loca? —espetó apenas ella concluyó, enfurruñándose como un gato a punto de ser lanzado al agua—. ¿De verdad quieres que haga eso?

Hinata lo merece —repuso—. ¿O crees que no?

Sea como sea yo jamás haría eso. Ni siquiera por ella.

Siguieron hablando; en un momento dado Sasuke incluso le dio las gracias a Ino antes de mandarla a dormir, pero de todos modos estaba muy seguro de que no realizaría lo propuesto por su compañera. En ese momento no fue capaz de vislumbrar cuán fuerte era lo que sentía por esa chica de cabellos azulosos a la que insistía en ver como una traidora, mas, muy a su pesar, la idea de perderla le mostró la irrefutable verdad que subsistía en su terco corazón...

La seguía amando con todo lo que tenía.


Esclava Sexual, Capítulo Cuadragésimo primero


Sasuke impulsó su única mano disponible desde la espalda, dejando ver un hermoso ramillete de coloridas malvas, girasoles, gardenias y violetas. Hinata entendió, entonces, la razón de que él le pidiese cerrar sus ojos: se había movido para recolectarlas con un sigilo tan cuidado que ella no fue capaz de captar su momentánea ausencia.

—No tengo ningún anillo de compromiso —explicó mirándola fijamente—, de hecho pienso que ningún anillo o regalo sería digno de ti, pero de todos modos quiero ofrecerte este ramo como una prueba de todo lo que siento por ti.

Hinata vio como la colorida ofrenda relucía en la diestra varonil. Mientras su propia mano tiritaba como gelatina, tomó el ramillete, le acercó el rostro y se endulzó la nariz con la aromática fragancia producida por la madre naturaleza, misma que superaba por mucho a cualquier perfume de fabricación humana. Pese al placer que inundó sus nervios olfativos, el obsequio apenas logró captar su atención cinco segundos. Las flores eran preciosas y su aroma deleitoso, tales atributos sin duda que encantaban como un hechizo, no obstante, lo que le resultó verdaderamente adictivo fue la gigantesca ternura que destellaba el semblante de Sasuke, cualidad que parecía imposible en él. Sus negros ojos incluso se abrillantaban por la sobredosis de sentires que lo agobiaban. Contagiada por tal fuerza, ella también sintió que su ser se derretía y apasionaba al mismo tiempo. Tuvo ganas de cantar, de correr y de chillar, todo causado por la misma emoción: alegría sin igual.

—Si estoy soñando por favor no me despiertes... —atinó a decir tras largos e incalculables segundos.

—No es un sueño.

—E-es que me cuesta tanto creerlo... ¿Tú haciendo algo así? No me negarás que parece una fantasía.

—Entiendo perfectamente tu incredulidad. De hecho me fue muy difícil hacer esto, me parece una tontería cursi e indigna de mí, pero quería verte feliz y parece que lo conseguí.

«Sí que lo conseguiste», respondió Hinata en sus adentros. El estar arrodillado ante ella, sumándose a su tono mucho más suave que de costumbre, convirtieron su propuesta de matrimonio en un lindo éxtasis. Que un gesto así viniera precisamente de alguien tan orgulloso como Uchiha, también multiplicaba su valor.

Sintiendo que el aliento le faltaba, tuvo que carraspear a fin de normalizarse siquiera un poco.

—Gr-gracias, Sasuke —dijo con voz temblorosa mientras los ecos de sus emociones seguían retumbándole en el corazón—. Gracias por este gesto tan lindo—. Percibió que los ojos se le humedecían y que, a diferencia de tantas otras veces, Sasuke la haría llorar de felicidad en vez de dolor. Es que todo le fue demasiado lindo, demasiado valioso, demasiado inolvidable; algo simplemente indescriptible.

Él, como muda pero significativa respuesta a su gratitud, le dio un dulce beso en el dorso de la mano. Después decidió esperar pacientemente, sin presionar una contestación. Su musa necesitaba asimilar lo que estaba pasando, entenderlo a cabalidad antes de dar el ansiado «Sí, acepto».

Ella, abducida por todo, pensó que rechazar una propuesta de matrimonio tan bonita sería un terrible pecado, mas algo en su interior se empeñaba en susurrarle que mantuviera la compostura, que él volvería a hacerle daño, que ambos seguían siendo incompatibles. El amor contra el miedo se enfrentaban una vez más, una de tantas otras.

—Esto es lo más hermoso que has hecho por mí —dijo tratando de que la emoción no le impidiese hablar. Lo consiguió a medias—. Ay, sé que me vas a odiar por lo siguiente..., pero si ahora te dijera que «sí» lo haría por compromiso, no porque esté segura de que esto sea lo mejor para nosotros. Y creo que para una decisión tan importante necesito estar completamente segura.

Uchiha sintió como el aliento se le cortaba repentinamente. ¿Después de lo que había hecho por ella se atrevía a decirle eso? Un subidón de rabia se apoderó de su alma, cuya manera de fluir fue convertirle la mano en un puño muy apretado. Estuvo a un tris de enviar uno de sus mordaces ataques verbales, pero logró contenerse. Pasaron muchos segundos en que su ira transmutó lentamente hacia la tristeza. En todo caso era mejor sentir eso que buscar daño contra quien, pese al rechazo, seguía amando.

—Ya veo. —Rompió por fin el sello que se había puesto sobre sus labios, mismos que ahora tenían las esquinas curvadas levemente hacia abajo—. Supongo que tienes razón.

Dicho lo anterior se puso de pie, sintiéndose igual que un barco a la deriva. Mientras la decepción se pintaba en su rostro, dio un suspiro tan profundo que a él mismo sorprendió y, sin hallarle sentido alguno a permanecer aquí, se dispuso a cumplir su idea de marcharse en soledad hacia la urbe. Sin embargo, apenas se giró sintió la presión de una suave mano cogiendo la suya.

—Por favor quédate. Yo no he dicho que no quiera casarme contigo —le alertó aumentando la firmeza del agarre, tratando de impedir que se fuera de su lado. Él reaccionó acentuando un gesto inquisitivo y tuvo que hacer un esfuerzo para no quitarse la zurda femenina de un tirón—. Puedes tomar mi respuesta como un «sí» condicional porque deseo proponerte algo. Escúchame antes de que te marches.

Renuente, Sasuke finalmente cortó la unión de manos dando el jalón hacia atrás, aunque de modo menos vehemente de lo que hubiese querido. Sus ojos la enfocaron como quien mira a una desconocida.

—Dime tu propuesta —dijo con la voz un poco más ronca de lo normal, un hecho causado, probablemente, por la rabia que volvía a impulsarse desde su pecho.

Al percibir la sombra del resentimiento, Hinata comenzó a mover su lengua sobre la comisura derecha de sus labios de una forma en que casi parecía querer golpearla. En cuanto su nerviosa acción se detuvo, prosiguió.

—Nos tomará un mes regresar a la ciudad entre las montañas. Me gustaría mucho estar contigo durante ese tiempo porque deseo conocer al verdadero Sasuke. Por eso quiero que no te reprimas, que te liberes junto a mí de las cadenas que mi clan y Danzo le pusieron a tu personalidad.

—¿Quieres conocer a mi verdadero yo? —Su entrecejo se comprimió tanto que formó una arruga vertical.

—Sí. Deseo que descubramos juntos quién eres realmente.

El guerrero recordó que su caballo seguía muy cerca suyo, a sus espaldas específicamente, y se acercó a fin de acariciarle la crin. ¿Qué mejor medio para sacarse el enojo que darle afecto a su fiel animal?

—Eso ya es imposible, Hinata. —La miró de soslayo—. Entiendo lo que quieres, pero la única forma de recuperar quién fui sería no haber vivido la masacre que mató a mi clan.

Hinata bajó su mirada hacia el arroyo, cuyo flujo no dejaba de sonar melodiosamente.

—¿Pero por qué no intentarlo al menos?

—Porque sería inútil. Ya me convertí en la venganza personificada y eso es imposible de revertir.

—Yo creo que sí se puede.

—Te equivocas.

Se provocó un silencio que fue interrumpido sólo por un suspiro. De pronto, Hinata vio como el travieso hocico de Shakma intentaba devorar su ramo de flores, pues su mente equina no dudó en verlo como una deliciosa merienda.

—Oye, no —reprendió acercando el ramo contra su pecho a fin de protegerlo—. Son mías, goloso —terminó con esa voz tan dulce que más parecía una caricia que un reproche.

Como el corcel hizo caso omiso, Hinata tuvo que darle la espalda y moverse unos pasos de vuelta al arroyo. Aun así, Shakma la siguió dispuesto a satisfacer su gula.

—Sasuke, dile a tu caballo que no se coma mi regalo —le solicitó mirándolo mientras se encorvaba, intentando cubrir las flores con su cabeza.

—Te lo mereces por no aceptar el matrimonio —dijo duramente.

—Por favor...

Él estuvo a punto de machacarla de modo verbal, pero, ante ese ruego tan sentido, logró despertar a su empatía. Se acercó de nuevo a la orilla y le dio a su corcel una palmada en una de sus ancas. Tal cosa significa que se fuera a otro lado, lo que el animal cumplió yéndose hacia Trébol, el compañero que servía de montura para Ino.

—Muchas gracias —dijo la fémina acercando su nariz a las flores otra vez. La fragancia combinada de tantas especies diferentes le resultaba igual que una droga adictiva.

Así, el Uchiha y la Hyuga quedaron juntos envolviéndose en un profundo mutismo de nuevo. A Hinata le pareció que la mirada negra era acusatoria, rencorosa, y era precisamente eso lo que la hacía dudar de casarse: el constante vaivén de sentimientos negativos que llenaban el pecho de Sasuke y que los hacía sufrir a ambos. Eso le daba miedo y no creía que fuera justo casarse si existía en ella una sensación así.

El varón, por su parte, se concentró en el arroyo como una medida para dejar su disgusto atrás. Su instinto cazador, ese que le permitió sobrevivir a solas en su infancia, se despertó con la meta de atrapar algún pez de buen tamaño. Desenfundó una navaja desde su ancho cinturón y no tuvo que esperar mucho para que lo ansiado hiciera acto de aparición: un par de truchas nadaban alegremente siguiendo la corriente. Justo cuando atravesaría a la menos afortunada, detuvo el acero antes de que entrara al agua.

—¿Por qué la dejaste escapar? —preguntó Hinata, quien había seguido atentamente toda la acción.

—Recordé que Ino traería comida, así que la habría matado en vano —explicó al tiempo que volvía a enfundar su arma corta. El pez, sin saber la suerte que tuvo, terminó perdiéndose más allá junto a su compañero o compañera.

Hyuga asintió con un movimiento de cabeza mientras le nacía una pequeña sonrisa, dándose cuenta de que Uchiha sólo cazaba para alimentarse y jamás por diversión. No le extrañó pues incluso desde un principio, cuando la maldad lo consumía, logró percibir en él una sensibilidad distinta respecto a la naturaleza. La mejor prueba era el trato amistoso que le daba a sus perros y a sus caballos, a quienes, evidentemente, respetaba mucho más que a los seres humanos. Nada raro tomando en cuenta que fueron personas y no animales los que lo persiguieron por meses sin más motivo que obtener una suculenta recompensa.

La fémina dejó sus pensamientos atrás y trató de ver más peces por el arroyo, aunque pronto su intención derivó hacia la búsqueda del reflejo de su rostro en el agua, meta que no pudo obtener gracias a que la rapidez del torrente distorsionaba su imagen. Por eso le hubiese encantado tener un espejo a mano; así podría ver la sonrisa que se le asomaba y verificar, con mayor claridad, que Sasuke era capaz de hacerla feliz pese al pasado, de que sí había una esperanza real para ellos. Que su mente siguiera repasando, con insistente alegría, el bello momento en que le pedía matrimonio era otra prueba de que sí anhelaba un futuro junto al Uchiha.

De pronto su despierta mente, perdiéndose en su idea del espejo, terminó creando una analogía que podría ser útil ahora. Quiso meditarla por más tiempo, pero el varón retomó su idea de irse. Era claro porque iniciaba nuevos pasos hacia su morral.

—Sasuke, quiero decirte algo. —Esperó por varios segundos a que él le diera su total atención antes de continuar. Él se detuvo y la miró soslayadamente—. Creo que ahora mismo tu alma es como un espejo sucio: no puedes ver cómo eres realmente.

Como primera reacción las cejas de Sasuke cambiaran de posición momentáneamente. Como segundo acto sus negros ojos fueron abordados por un notorio brillo de interés.

—Expláyate —ordenó a la vez que abandonaba el soslayo, dándole todo su rostro.

—Para verte en el espejo primero tienes que limpiarlo de la suciedad. Si no lo haces sólo obtienes un reflejo borroso y distorsionado de ti. Y así no puedes saber cómo eres realmente.

Él alzó una ceja. No estaba de humor para mensajes crípticos.

—¿Quieres decir...?

—Que, al igual que sucede con un espejo, para ver tu verdadero reflejo primero tienes que quitar la suciedad. Para saber quién eres de verdad primero tienes que despejar tu alma del odio que la cubre. Es eso lo que no te permite ser tú mismo, «ser» en todo el significado de la palabra.

Sasuke estuvo a punto de separar sus labios un poco. Nunca dejaría de admirar la inventiva que tenía Hinata cuando de emociones se trataba.

—Es una idea muy interesante la que has formulado.

Hinata alegró su mirada al ver que el miliciano se había tomado bien lo dicho. Motivada por ello, continuó con más brillo en su talante.

—Creo que yo puedo ayudarte a limpiar el espejo de tu alma para que sepas quién eres realmente.

—¿Y cómo pretendes conseguirlo? —remarcó un tono incrédulo.

—Ayudándote a dejar el odio atrás de una vez por todas. Ayudándote a liberar tus ojos del rencor que siempre expresan. —Presintió que Uchiha iba a protestar, por lo cual tomó la palabra antes de que lo hiciera. —No te pido que lo olvides contra el rey, sé que eso es imposible, pero me gustaría mucho que durante este mes te olvidaras de todo lo anexo a nosotros, que te concentres únicamente en lo nuestro y en quién eres de verdad.

Uchiha cayó en un ensimismamiento. Hinata, por su parte, lo observó de una forma escudriñadora mientras comía ansias para que él aceptara quedarse con ella por treinta días. Con esa idea fija en la mente necesitó agregar lo siguiente:

—Has estado tan consumido por la venganza que no has podido vivir tu propia vida. Ahora tenemos un mes para que puedas hacer lo que sientes sin tener que reprimirte. Al final de ese tiempo daré mi respuesta a tu propuesta de matrimonio. ¿Eres capaz de tenerme esa paciencia?

—¿Me pides eso estando en los inicios de una guerra?

—De mi mamá recuerdo muy poco, pero sí sé que su lema favorito era este: la paciencia es amarga, pero su fruto es dulce.

A Sasuke le gustó tal consigna, dado que desprendía mucha verdad. Sin embargo, lo que más llamó su atención fue el hecho de que Hinata mencionase a su progenitora, cosa que solía evitar. En cambio había citado muchas veces a su institutriz, la tal Kurenai.

—A tu madre casi nunca la nombras —puntualizó para después acariciarse la garganta. Sus dedos terminaron subiendo hasta la barbilla.

Hinata bajó su cabeza y contrajo su boca. Un suspiro emergió amortiguado por su intención de contenerlo.

—Recuerdo muy poco de ella. Tenía una enfermedad o un maleficio muy raro que la hacía estar postrada en cama casi siempre. Mi padre solía aislarla cuando le venía una tos compulsiva y eso le sucedía a menudo. Por eso tuve pocas ocasiones de compartir con ella —explicó sin alzar la cabeza todavía. Su respiración chocaba contra su pecho—. No suelo hablar de ella porque, pese a todos los años que han pasado, me sigue doliendo mucho eso.

—Lo comprendo perfectamente —dijo a la vez que una serie de vaporosos recuerdos con Mikoto cruzaban su mente. Como era lógico también le hubiese gustado compartir mucho más tiempo con ella—. Pero volviendo al tema —dijo rápidamente para escapar del estado de amargura en que ambos iban a sumergirse—: ¿entiendes que lo que me pides es muy complejo y difícil?

Ella volvió a alzar su particular mirada.

—Sí, pero creo que el asedio de Danzo tomará mucho tiempo por lo difícil que es el acceso a la ciudad base. Además Naruto está con tus hombres y eso es una garantía de que podrán resistir hasta que lleguemos. Por eso aprovecha este tiempo para recuperarte bien. Es mucho mejor que llegues sano a tener que forzar tu brazo y correr el riesgo de lesionarlo aún más. —Se dio una pausa para darle una elocuente mirada, dejando que ésta complementara lo dicho anteriormente. Tras muchos segundos retomó el habla—. Tomemos estas semanas para que descubramos juntos quién eres realmente; démonos el tiempo de compartir, de ver cómo sigue esto, de sanar nuestras heridas mutuamente. Por eso quédate conmigo y veamos qué pasa.

De la garganta del varón huyó un sonido extraño que difícilmente podía catalogarse bajo una palabra específica, pues parecía una mezcla entre gruñido, quejido y murmullo. Hinata interpretó tal combinación como una señal de disconformidad.

—Descubrir mi verdadera personalidad a estas alturas es imposible.

—Es mejor intentarlo que no hacerlo —repuso decididamente—. Y que te quedes conmigo no significa que dejaremos de avanzar, sólo tardarás unos días más en llegar.

Sasuke aún estaba dolido por el hecho de que Hinata no haya aceptado de inmediato su proposición de matrimonio, pero, pese a ello, debía reconocer que lo dicho por ella sonaba tan coherente como atractivo. La observó de una forma indagatoria, descubriéndole una miríada de ilusiones que lograron derretir la barrera que él deseaba interponer entre ambos, dándose cuenta, una vez más, que Hinata Hyuga tenía el aspecto más dulce y enternecedor que haya visto en cualquier ser humano. Después de todo valía la pena esperar un mes por ella. Qué rayos, valía la pena esperar incluso una vida entera por ella.

Haciéndole caso a su último pensamiento, su mano se extendió hasta la mejilla femenina en una caricia un poco tosca, pero con la ternura y la profundidad de quien vence sus dilemas interiores y se atreve a dejarse llevar.

—Está bien. Acepto quedarme contigo.

La dama dio un pequeño brinco de emoción, sonriendo felizmente.

—Es la mejor decisión que pudiste tomar, ya lo verás. Dejaremos que las cosas fluyan a través de este mes sin necesidad de apresurarlas.

Como acto seguido, los dos fueron hipnotizados por la esperanza que afloraba en sus luceros de colores tan distintos. No supieron cuánto tiempo permanecieron atados a la contemplación del otro, pero sin duda que debieron ser varios minutos que, como siempre, no habían sentido transcurrir. Luego de la elevada complicidad forjada, Sasuke comenzó a caminar alrededor de Hinata. Ella trató de seguir dándole la cara, pero...

—No te muevas.

—¿Q-qué haces?

—Calla.

La joven que había pasado de aristócrata a esclava y de esclava a liberta, se rascó el cuello por la confusión que le arribó. No obstante, optó por hacer caso aunque sintiendo que en cualquier momento Sasuke la apretaría contra su cuerpo... ¿O quizás era lo que ella misma ansiaba?

El joven general se detuvo por detrás de ella por muchos segundos, aunque hubiese preferido una vista con un vestido más apegado a su cuerpo. Después prosiguió su movimiento hasta quedar mirándola en su perfil, llamándole la atención la fineza de su respingada nariz. Finalmente dio unos pasos más y quedó frente a ella al igual que en un principio.

—¿Qué hacías? —preguntó ella todavía confusa.

—Disfrutaba la paronámica que me da la criatura más linda que han visto mis ojos.

Hinata sintió que el aliento se le detenía justo en la garganta, lo cual le provocó un tosido que por suerte se fue tan pronto como llegó. ¿Era Uchiha Sasuke el que estaba hablando?

—¿T-tienes fiebre? —atinó a decir con nerviosismo.

—¿Por qué lo dices?

—Nunca me habías dicho algo así antes. Esas palabras no parecen tuyas.

—¿No querías que fuera libre para ser quién realmente soy? —preguntó con tono de queja—. Ahora estoy poniéndolo en práctica —añadió como certera explicación.

La futura arquera se sintió tan cohibida que fue incapaz de pronunciar palabra. Mientras tanto, él volvió a buscar el ángulo perfecto de su amada del mismo modo que un fotógrafo desea capturar la mejor imagen de su musa o, yendo más allá, como un artista que necesita pintar a su inspiración para convertirla en una inolvidable obra de arte. No obstante, Sasuke se dio cuenta de que estaba cometiendo dos equivocaciones: en Hinata todo estaba en perfecta armonía, lo cual provocaba que no pudiera escoger ningún ángulo de ella. Su perfil, su vista frontal, su curvilíneo cuerpo, su espalda, sus piernas; todo le lucía precioso. El segundo error estribaba en que Hinata no necesitaba ser convertida en una obra de arte..., ya era una por sí misma.

—Eres tan hermosa que ninguna mujer podría compararse contigo —añadió sin intención de seducirla, al contrario, sus palabras nacieron porque él había sido seducido por ella.

La incredulidad llenó su pecho inmediatamente. ¿Ella era la mujer más hermosa? ¿Lo decía en serio o se estaba burlando? En su opinión ella estaba por debajo de muchas, cosa que su padre también alimentó al recalcarle que Hanabi era mucho más linda, que tenía un cabello más «aristocrático» y una sonrisa más reluciente. No era de extrañar, entonces, que las palabras de Uchiha le resultasen como una mentira blanca; una que era muy dulce por cierto, aunque no por ello se transformaba en verdad.

—A-agradezco mucho tus palabras, pero no es cierto lo que dices —dijo mientras presionaba su índice contra un muslo, una nueva variante de su gesto infantil de entrechocar los dedos—. Seguramente el amor que sientes te enceguece y no puedes ver la verdad.

—¿Y cuál es esa verdad?

—Que hay muchas mujeres que son más bonitas que yo.

—¿Me estás llamando mentiroso?

Ella se puso más nerviosa al notar un claro dejo de agresividad en la voz de Sasuke.

—N-no quería decir eso... —De repente se sintió tan torpe, tan boba—. Ay, perdóname..., sé que cualquier mujer estaría agradecida por recibir palabras así, pero mi autoestima no es lo alta que yo quisiera. No me termino de convencer que soy linda, mucho menos podría creerme que soy la chica más hermosa de todas. Es una locura.

—Tú sabes, mejor que nadie por cierto, que yo jamás halago. Y mucho menos lo haría en vano. —La tomó de una mejilla para que sus orbes se enfocaran.

Era muy cierto. Uchiha no era alguien que agasajara, todo lo contrario: si podía despedazar a alguien con palabras no dudaba en hacerlo. Lo había visto muchas veces ya. Fue entonces que Hinata sintió como un gran calor invadía su cara. Eventualmente tuvo la necesidad de apaciguar ese incendio facial, de modo que le quitó su mirada a los negros ojos, dejó el obsequio de flores a un lado y llevó sus manos hacia el arroyo. Allí refrescó sus carrillos, manteniendo sus palmas hasta que el tono colorado terminara diluyéndose. Pasada la vergüenza, estuvo a punto de decirle a quien amaba que ella también lo consideraba el hombre más guapo que había visto, pero se contuvo al recordar cuán presuntuoso era Uchiha. Decirle eso sólo causaría que su enorme y problemático ego se acrecentara todavía más. En cambio, decidió realizar una pregunta que le arribo poco después.

—¿Y si fuera fea me amarías?

—Con el cuerpazo que tienes no me importaría, sólo te pondría una bolsa en la cara para ocultar tu fealdad.

—Sasuke...

Y ahí aparecía de nuevo ese puchero que el soldado adoraba por algún motivo. Seguramente porque tal cosa la hacía lucir incluso más tierna de lo que ya era.

—Te amaría igual aunque tuvieras un montón de cicatrices encima, incluso si te ocurriera un accidente que te deformara el rostro.

Por esos recuerdos incrustados en la niñez, que muchas veces uno mismo olvida hasta que un detonante los hace emerger de nuevo, Hinata trajo a su mente una historia verídica que ahora mismo relataría.

—¿Sabes? Cuando era pequeña solía ir a la plaza de mi ciudad. Allí había una mendiga que tenía quemado su rostro profundamente. —La voz le dio un inexorable brinco hacia la tristeza. Lo mismo hicieron sus facciones un poco más tarde—. Según escuché había quedado así por culpa de un incendio del que apenas pudo escapar. Y su marido, en vez de apoyarla, la echó a la calle por considerarla un monstruo.

—No me extraña; lo mismo pasa con muchas personas que tienen la lepra. Incluso con ancianos sucede: sus familias se olvidan de ellos como si nunca hubiesen existido.

La joven asintió.

—Yo era muy pequeña y le tenía miedo a esa pobre mujer. Fui tan tonta. —Apretó los labios al rellenarse de frustración.

—¿Y qué pasó con ella?

—No lo sé —dijo tristemente—. Un día simplemente desapareció y no se le vio nunca más. Me gustaría pensar que pudo rehacer su vida y encontrar alguien que la quisiera pese a su rostro quemado, pero supongo que es sólo una ilusión fantasiosa... —Tras lo dicho se miró la punta de los pies.

—Quizás se fue a una zona rural en donde no tendría que recibir muecas y rechazos de la gente.

A ella le sorprendió que Sasuke quisiera pensar de forma positiva, ya que por lo general hacía lo contrario. ¿Trataba de darle un consuelo, verdad?

—Ojalá que haya encontrado un sitio en donde pudiese vivir en paz.

—Sea como sea la vida se encargará de hacer pagar a su esposo, aunque eso debió hacerlo ella misma. Unas cuántas cuchilladas habrían bastado. —Como de costumbre, puso a la venganza como estandarte.

—No digas eso; no creo que convertirse en asesina le hubiese ayudado —dijo largando un suspiro. Antes de continuar se removió el flequillo y por inercia se frotó la frente durante unos segundos—. Ese caso siempre me hizo reflexionar que el aspecto físico importa mucho más de lo que a los seres humanos nos gusta admitir.

—Pues si te pasará eso yo no te abandonaría. No lo hice a pesar de toda la rabia que tenía contra ti, así que tampoco lo haría por algo así.

Los ojos de ella enfocaron los negros.

—¿Lo dices en serio?

—¿Soy alguien que haga bromas? Dudo que pudiera enamorarme de una mujer deforme desde un principio, pero sí sé que, una vez enamorado, jamás la abandonaría aunque algún accidente le desfigurase la cara.

Ella, conmoviéndose, no tuvo dudas de que así sería. Una de las innegables cualidades de Sasuke era su arisca honestidad.

—¿Y si se me cayerán algunos dientes me seguirías amando?

—Aunque te faltaran todos.

—Oh, Sasuke, yo también te amaría aunque tuvieras mil cicatrices de guerra en tu cara.

—Espero no tener ninguna al término de esta guerra. Me basta y me sobra con la «X» que tengo en el pecho —concluyó con expresivo disgusto; aunque no por los costurones en sí, sino por quien se los había hecho.

Hinata puso su izquierda justo en aquel lugar marcado por el acero y le brindó una agradable caricia. El guerrero atrapó esa mano poniéndole encima la suya y le devolvió el mimo.

—¿Y si me pusiera gorda también me amarías? —preguntó de repente.

—Te impondría una dieta. Ser fea o deforme no se puede cambiar, pero ser gorda sí.

Como era lógico, en tiempo antiguos no se conocían los trastornos de tiroides u otros factores endocrinos que, más allá de la glotonería, también podían causar obesidad. El adiposo lo era simplemente por culpa de su floja voluntad evitando los placeres culinarios.

—Ah, qué injusto eres. —Volvió a hacer otro puchero—. Yo te aceptaría aunque te pusieras tan gordo como Chouji.

Sasuke en un principio reprimió una sonrisa, pero recordando que Hinata quería verlo pleno, terminó soltando una curva bucal que se amplió más de lo que él mismo pensó, una que incluso mostró parte de sus bien cuidados dientes.

—Eres especial, Hinata —aseguró en un murmullo que, por la singularidad de su tono, extasió a la fémina.

—Gracias por creer eso de mí...

La negra mirada cambió gradualmente hacia otro matiz más cristalino. Al sentirse observada con mayor atención, la ternura de Hinata fue mutando hacia un tipo de nerviosismo grato. Tuvo que bajar la cabeza ante uno de esos ataques de timidez inherentes a su personalidad. Se revolvió suspirando mientras su cara enrojecía de golpe, aunque, como siempre, fue en sus mejillas donde el color alcanzó su máxima expresión.

Batallando contra su vergüenza logró derrotarse a sí misma y alzar su mirada otra vez. Una corriente le recorrió la columna al comprobarse igual de admirada que una preciosa escultura. Los luceros brunos la escrutaban rápidamente desde la cabeza a los pies y viceversa, como si tratara de saborear todo su cuerpo en un par de segundos.

El guerrero, en total disfrute visual y embelesado por la mirada inocente que ella le confiaba, acarició los cabellos azulinos con su diestra. Pero aquello se le hizo insuficiente, pues era muy triste tener dos manos si una no era capaz de tocar al ser más bello que podía existir. Por eso se alejó dos pasos de ella y empezó a sacarse el molesto cabestrillo. Le hubiese encantado ahorrar tiempo quitándoselo de un solo tirón, mas tuvo que aunar paciencia y cuidado para no dañarse.

—¿Qué haces? —reaccionó una preocupada Hinata.

—Lo que ves.

—P-pero tu brazo...

—Si no lo muevo se me terminará atrofiando —explicó al tiempo que intentaba deshacer el nudo que había en el cuello—, así que tranquila, llevo unos días sin que me duela nada de nada y ahora mismo necesito tocarte con ambas manos.

Había tanta necesidad en su voz que Hinata no pudo evitar la sensación de que una corriente le recorría las células de la médula. Abrumada por la sensación tardó en enviar una protesta y, cuando se dio cuenta, ya era demasiado tarde como para detenerlo.

—Déjame ayudarte por lo menos —dijo resignándose a que hiciera lo que le daba la gana, cosa que sucedía la gran mayoría de las veces.

Así, la hija mayor de Hiashi le facilitó las cosas al joven general, ayudándolo, con el mayor de los cuidados, a quitarse la charpa conformada por una blanca tela entremezclada con vendajes. En cuanto el brazo izquierdo quedó en desnudez, ella le dirigió sus ojos blanquecinos. De forma contraria a lo que esperaba, la extremidad lucía su color natural de piel y la cicatriz aparecía cerrada correctamente. De no ser por ésta, cualquiera diría que el brazo del Uchiha jamás recibió un flechazo que le había roto el hueso.

—¿Ves? Te dije que la carencia de pus era una buena señal. Al igual que mi mente, mi cuerpo también es superdotado —espetó vanidosamente.

—¿De verdad no te duele?

Sasuke lo demostró empíricamente: movió el brazo extendido de lado a lado sin problemas. Luego trató de contraerlo confiadamente, pero entonces sí sintió un dolor punzante. Aún le faltaba tiempo de sanación.

—Puedo moverlo extendido, pero soy incapaz de contraerlo bien todavía. —Dicho esto, demostró hasta que punto podía flectar su extremidad: apenas unos cuatro o cinco centímetros—. Espero que sea sólo cuestión de tiempo para retomar mi gama normal de movimiento. Sea como sea pienso que tuve suerte; pude perder el brazo por una infección gangrenosa. Incluso morir por eso.

—Es verdad, me alegro mucho de que te estés recuperando.

Siguieron comentando acerca de eso y otras cosas de menor importancia hasta que de repente la comunicación verbal fue reemplazada por una grata red de complicidad emocional que se expresó a través de los ojos, aunque Sasuke no entendía la razón de que ello sucediera. No habían tocado ningún tema que pudiese revolverle las fibras íntimas... ¿Entonces por qué sentía que su corazón se desbocaba por tan solo mirarla?

Quizás, pensó, se debía a que Hinata era la única persona que tenía la facultad de promover en él lo sensitivo, de hacerle experimentar un goce similar al de la contemplación de la lluvia a través de una ventana. No sólo se disfrutaba la visión, se saboreaba, se sentía, hasta se podía oler la humedad a través del cristal. Lo mismo le sucedía con su musa: el solo hecho de tenerla enfrente lo conmovía aunque nada le dijera, aunque no lo mirase, aunque los separara un gran muro de pecados imperdonables. De algún modo sintió que la conexión con ella se acrecentaba a niveles estratosféricos y tuvo claro que no se trataba sólo del obvio enlace espiritual. No. Era una especie de energía magnética que se hacía patente físicamente, que le alteraba el ritmo cardíaco y que lo inundaba con ganas de llorar a pesar de estar experimentando felicidad. Era como si la simple existencia del otro, sin más aditamentos que su sola presencia, lo llevara a un mágico lugar en que todos los males del mundo dejaban de existir.

¿Estaría volviéndose loco por culpa de ella...? Era muy probable.

De pronto Hinata lo sorprendió al tomar sus labios con los suyos. Y lo sorprendió aún más toda la pasión que derrochó en los siguientes besos que le dio. Una vez repuesto, fue él quien varió el ritmo y la intensidad a medida que el tiempo de unión bucal se extendía, convirtiendo a Hinata en una chiquilla tierna durante un lapso y en una mujer ardiente en el siguiente. La delicadeza y la vehemencia se alternaron con una perfección lisérgica mientras el húmedo sonido de sus bocas devorándose se adueñaba del ambiente.

Siendo tan inevitable como lógico, el delicioso beso propició que a Hinata la piel se le erizara mientras los latidos de su corazón empezaban a desmandarse con mayor fuerza, maximizando, a su vez, el alcance normal de sus cinco sentidos. La sublime agitación de sus nervios sensoriales se concentró en sus senos, poniendo de punta sus pezones. Ya estaba completamente caliente, invadida por una locura que ansiaba deshacer todos los límites de la compostura y concretar la unión ya mismo. Sabía que eso pasaría, a fin de cuentas era normal desear así al hombre que tanto amaba, pero le asombró el poco tiempo que tardó en sentir unas ganas tan grandes de copular.

Más calor en sus pieles, más descontrol en sus pulmones. Separaron las bocas un momento para contemplarse de pupila a pupila, disfrutando también de los jadeos que el otro regalaba. En sus pensamientos ya estaban haciendo el amor.

—Sasuke...

Gimió dentro de la boca del soldado cuando él, por encima del vestido, empezó a tocarle el sensible centro nervioso que se ubicaba entre sus piernas. Los dedos masculinos, dispuestos a ser un instrumento de placer, se extendieron profanadores, invasivos, intoxicantes, adictivos. La Hyuga se sintió una víctima, pero no de él sino de la fuerza de su propio deseo exacerbado. Y fue trastornada aún más cuando Uchiha le presionó su erección contra el vientre. Ella, por una instantánea e instintiva reacción, contestó apretándose más contra él, agitada por por las ingentes ganas de ser suya. Eran sus mismísimos cuerpos los que gritaban exigiéndose desnudos en vez de cubiertos por estorbosas ropas.

—Hagámoslo aquí mismo —le propuso él empleando un susurro ronco, para después dejar que su cálido aliento le chocara cerca de la oreja—. Quiero darte el placer que te mereces...

Lo dicho le recordó el momento en que se sintió cruzar las puertas que la enviaron hacia otra dimensión, esa sensación de ingravidez máxima que le proporcionó la excepcional vivencia de su primer y único orgasmo. Toda ella anhelaba vivir algo así otra vez, todo su ser necesitaba acoplarse al de él. La efervescencia de sus sentidos fue tal que no tuvo dudas de que pronto llegaría a ese punto del gozo en que Sasuke podría pedirle cualquier perversidad condenable y ella se lo cumpliría encantada, aunque, precisamente por eso, tenía que decir algo antes de perder la cordura.

—P-pero podría llegar lady Ino.

—Eso lo hace más emocionante.

—N-no, Sasuke. Me moriría de vergüenza si nos descubriera.

—¿Y qué más da? Así aprende cómo se hace el amor de verdad.

Ella se revolvió entre su brazo, queriendo retroceder al recordar otra cosa que podía matar la pasión.

—Además estoy media velluda —dijo con gran vergüenza—; mis muslos, mis axilas... Mientras estuve raptada apenas tuve tiempo para poder depilarme las canillas y las pantorrillas una sola vez. Y nada más que eso pude.

—Me da igual —contestó con suprema indiferencia.

—¿En serio?

—En serio —confirmó sin hacerse problema alguno—. No es lo ideal, pero te deseo como un loco aunque estés tan peluda como un oso.

—Oye, no te pases —se quejó haciendo uno de sus involuntarios pucheros—. Tampoco es para tanto.

—¿Entonces a qué esperamos? —A lo dicho volvió a tocarla impúdicamente.

—P-pero... —se le alteró la voz por el renovado contacto— es que...

—Deja de comportarte como una niña y conviértete en una mujer. Mira a tu alrededor —extendió su mano, invitándola a escrutar todo lo que los rodeaba—. ¿No crees que hacer el amor en un sitio tan bonito como este nos será una experiencia inolvidable?

Algo herida en su orgullo de adulta dio un largo y profundo suspiro, de modo que, venciendo las trabas que la timidez insistía en poner sobre ella, decidió por fin dejarse llevar. Se entregaría a la perversión creada por el amor de ese hombre que representaba a la tentación.

—Hágamoslo entonces... —dijo en un tímido aunque incitante susurro—. Ámame, Sasuke Uchiha —exhaló su nombre de una forma que terminó siendo un anheloso gemido, cosa que estimularía al guerrero todavía más.

Todo asomaba perfecto para entregarse al otro como enloquecidas criaturas, pero de repente un imprevisto transformó las emociones amativas de Sasuke en preocupación. Shakma dio un relincho y dos segundos después Trébol hizo lo mismo. Acto seguido, los cascos de ambos produjeron el sonido de una carrera conjunta. Tal cosa alertó al general, quien no lo pensó dos veces antes de separar su cuerpo del de su numen.

—Agáchate —le ordenó enseguida.

Ella, como si despertara de un trance, parpadeó repetidas veces al tiempo que sus pupilas se ensanchaban.

—¿Qué pasa? —preguntó mientras veía como Sasuke corría hacia su espada con la cabeza gacha. Sólo entonces se dio cuenta de que estaba pasando algo grave.

—Los caballos detectaron algo —dijo en un murmullo que, pese a su poco volumen, fue suficiente para que Hinata alcanzase a escuchar. De tener tiempo se habría explayado, pero dedicaría esos valiosos segundos a averiguar qué estaba pasando. —Puede que Orochimaru ande cerca —agregó a la vez que se alejaba.

A pesar de tener un arroyo a su lado, Hinata sintió que la garganta se le secaba como si estuviese en un arenal. Se sintió impotente al no poder hacer más, pues no tenía arco ni flechas a mano. Sin embargo, divisó la espada secundaria de Sasuke y la tomó a fin de usarla si era necesario. Obviamente no era rival para guerreros entrenados como lo eran los secuaces de Orochimaru, muchos menos podría luchar contra el alquimista, pero si iba a morir lo haría luchando como una valiente.

Pasaron muchos segundos en que a Hinata se la comieron viva la preocupación y la intriga, pero no lanzó ninguna pregunta para no delatar su posición. En el barco llamado Jiren, Sasuke le había enseñado a no alzar la voz en momentos así, puesto que el enemigo podría ubicar su posición fácilmente guiándose por el oído. La paciencia y la calma debían erigirse como metas.

Finalmente la figura de Uchiha se asomó a lo lejos. Eventualmente se aproximó a ella caminando de forma erguida y pausada, aunque con la extrañeza pintando sus facciones.

—Nada sospechoso logré ver —anunció con la espada en su diestra todavía. Le gustó ver, por cierto, que su tizona secundaria estaba en la mano de Hinata. Había tomado la iniciativa de defenderse en vez de paralizarse por el miedo—. De todos modos tú tienes mejor ojo que yo, así que echa un nuevo vistazo.

Ella asintió dejando el arma a un lado. Colocó su mano a modo de visera para capear el sol y recorrió visualmente cada sector tanto lejano como cercano. Nada fuera de lo normal encontró, sólo mariposas y abejas que revoloteaban buscando néctar. Los caballos, entretanto, se habían quedado quietos más allá.

—Tampoco veo nada.

—Entonces fue una falsa alarma —conjeturó el varón—. Seguramente las abejas molestaron a los corceles y éstos se cambiaron de lugar.

—Yo ni siquiera me di cuenta de eso —comentó Hinata, sorprendiéndose otra vez de cómo Sasuke, por más excitado que estuviera, no perdía el control de su espacio circundante.

—Los equinos son animales muy sensibles, por eso son grandes vigilantes. Pueden detectar peligros a muchos metros y por eso siempre hay que estar atento a sus reacciones. Si no fueran animales herbívoros podrían ser guardianes tan buenos como lo son los perros.

—Ya veo. No lo voy a olvidar. —Su cerebro, obedeciendo lo dicho, envió la información a ese rincón especial en que se guardaba lo más importante—. Lo bueno es que sólo fue una falsa alarma. Cuando mencionaste a Orochimaru me asusté mucho.

—Lo mencioné para encender rápidamente tus alertas corporales, pero también podía ser una jauría de lobos emigrando o algún oso que se acercaba. Por estos lares es mucho más probable encontrarnos con animales salvajes que con mi maestro y sus hombres. Si gustas un día te contaré como un oso casi me devoró cuando niño.

Hinata formó una inevitable expresión de pasmo. Sasuke debía tener muchas historias lúgubres que contar respecto a su sobrevivencia por los bosques.

—¿Estás bien? —preguntó Uchiha al verla intranquila todavía.

—A-ahora estoy mejor —reaccionó dando unos parpadeos—, pero me dio miedo. Todavía no logro controlar esa desdichada emoción —dijo sintiendo culpa.

—No tengas vergüenza porque reaccionaste muy bien al tomar mi espada. —Orgulloso de ella, le acarició la melena que le caía como una cascada en su espalda—. A decir verdad yo también tuve miedo, pero no por mí sino por ti. Temí que pudiera pasarte algo.

—¿De verdad?

—De verdad —confirmó enseguida. Y dejándose llevar por un ataque de sinceridad, continuó—. Y como quieres que deje atrás mis aprensiones tendré que decirte algo más.

—¿Qué cosa? —cuestionó muy interesada.

—Cuando estabas secuestrada por Orochimaru tuve mucho miedo de que ya estuvieras muerta. Y la posibilidad de perderte en ese cráter..., creo que nunca en toda mi vida sentí un temor así de grande.

En un principio ella despegó mucho los párpados y, cuando volvieron a su posición normal, sus luceros anunciaron ganas de indagar más.

—Pero delante de tu maestro te veías tan seguro, tan inquebrantable —expresó lo que en ese momento la hizo dudar incluso a ella, puesto que Sasuke podía ser un excelente actor cuando así lo deseaba.

—Tenía que verme así, pero créeme: me costó mucho fingir que no me importabas lo suficiente.

La boca femenina ilustró una dulce y hermosa sonrisa. Y el notorio temblor que llegó después a su garganta le hizo saber que se había conmovido en demasía. Que Sasuke se abriera sin pensárselo dos veces era otro avance en su arisca psique.

—Muchas gracias por no abandonarme. Muchas gracias de verdad.

Los labios de él quisieron curvarse igual que los de su musa, pero se mantuvieron rectos como solía sucederle. Sonreír cuando lo había perdido todo seguía pareciéndole un pecado contra sus muertos, aunque Hinata, a cada día que pasaba, lo ayudaba a superar esa traba que le imponía su mente.

—A pesar de todas las discusiones que podamos tener, nunca te abandonaré si corres peligro. Eres lo más importante para mí, más que cualquier otra cosa que tenga en este mundo.

Ante esas palabras tan sentidas, Hinata creyó que su sangre iba a volverse azúcar derretida. Siguieron hablando abiertamente y por un largo lapso de los sentimientos que albergaban, pero de pronto la dulzura de abrir sus almas dio un abrupto vuelco cuando el alquimista volvió a ser mencionado. Clavándose en la mente femenil como una estaca, llegó un recuerdo que le iniciaría un martirio.

«¿Qué pasaría si yo le quitara su venganza a Sasuke? ¿Qué pasaría si yo matara a Danzo? Imagínate pasar toda tu existencia buscando venganza sólo para que alguien más te la robe de las manos. El vacío que sentirá será terrible para alguien como él»

¿Cómo había podido olvidar la amenaza de esa serpiente devenida en humano? La única explicación admisible era que su cerebro quería eso afuera suyo a toda costa. ¿Pero entonces por qué tenía que recordarlo justo cuando se estaba reconciliando con el amor de su vida? Qué ganas tuvo de sufrir una amnesia temporal que le hiciera olvidarlo. Meditó si mantenerlo en secreto, ocultar lo que causaría una nueva pelea, pero sabía que si lo hacía el soldado no se lo perdonaría. Lo tomaría como una nueva traición.

Justo cuando Sasuke se disponía a reavivar la pasión dándole un sabroso beso y un hábil manoseo, Hinata, buscando algo de relajo, quedó mirando a una de las abejas que se paseaba alegremente de flor en flor. Se preguntó dónde estaría el panal que era su hogar y si sería capaz de resistir las lluvias otoñales e invernales que se venían. Sintió hambre cuando pensó en deliciosa miel, pero todo lo anterior quedó de lado apenas su mente retomó la preocupación anterior. Su semblante, expresivo por naturaleza, dejó ver abiertamente su interioridad.

—De repente tu cara se ha puesto muy extraña, como contrariada. Algo te sucedió, está muy claro.

Ella se alejó de él unos pasos y, evidentemente nerviosa, daría inicio a un anuncio con el fin de preparar el terreno.

—Disculpa, Sasuke, pero tengo que decirte algo grave... —anunció cambiando el matiz de su voz, pasando de ser uno ameno y jovial hacia uno que evidenciaba preocupación.

El varón alzó una ceja, intrigado por el cambio que se había dado en ella. Iba a decirle que no se ahogara en un vaso de agua, pero el semblante femenino enfatizó sus palabras a un nivel en que él decidió no alegar.

—Dímelo entonces.

En Hinata una súbita tensión le escaló desde los dedos apretados de sus pies hasta comprimirle los labios. Incluso sus cabellos parecieron revolverse por voluntad propia en vez de ser impulsados por la brisa. Aclaró su garganta, ingirió saliva y suspiró profundo antes de enfrentar al Uchiha.

—Como mencionaste a Orochimaru volví a recordar un asunto que había olvidado de plano. Ahora mismo cavilaba si callármelo o no, pero te conozco y sé que si no te lo cuento enseguida nunca me perdonarás.

—¿Tan grave es? —frunció el ceño al mismo tiempo que sus hombros parecieron erizarse.

Ella suspiró de un modo hondo y sonoro. Ya sentía el peso de sus futuras palabras achicándole la garganta. Para su pesar no podría mantener guardado un secreto así, aunque esperaba poder convencer al guerrero de que permitir la muerte de Danzo a manos de Orochimaru podría salvar miles de vidas.

—Lo es. Por eso necesito que te prepares porque esto nos hará pelear de una manera fuerte de nuevo...

—Dímelo de una vez.

—Pero antes quiero recordarte que me dijiste que me tendrías paciencia. Intenta cumplir eso y no estalles como antes. Tratemos de hablarlo civilizadamente, en calma. —Justo cuando Sasuke respondería, Hinata se le adelantó temiendo recibir una negativa—. Yo te prometo que recién lo recordé, pues todo lo que pasó me hizo olvidarlo —necesitó aclarar otra vez.

—No dilates más el asunto que es peor. Dime de una vez a qué te refieres —masculló, exigente como casi siempre.

Hinata inhaló profundo a fin de relajarse con el aroma floral que rodeaba el ambiente. Necesitaba hacerlo, pues, deseara o no, lo que diría iba a provocar un nuevo duelo de convicciones.


Dos guerreros de élite, mismos que además tenían una gran amistad tras haber sido compañeros por varios años, atravesaban la doble fila de esfinges marmóreas que adornaban la antesala al salón del trono. Sus rostros, iluminados por los incontables apliques, llevaban la confianza propia de quienes han caminado un sinfín de veces juntos.

—Te lo digo, mi amigo, el artista busca eternizar su existencia a través del arte. La verdadera inmortalidad no es física, es espiritual. Que te recuerden por lo que hiciste incluso siglos después, eso es inmortalidad.

—Eso es sólo un consuelo, Deidara. La inmortalidad es una sola y punto. No le busques la quinta pata al gato porque de nada te sirve ser recordado si no estás en el mundo para disfrutarlo.

—Pero te insisto, ¿qué sentido tiene crear arte si no eres reconocido como el autor de la obra? El objetivo de un artista es ser admirado por las genialidades que hace, validar su existencia por medio de su legado artístico. A través de tu obra alcanzas la verdadera inmortalidad.

El pelirrojo negó con su cabeza antes de replicar.

—La intención del arte no es eternizar a su autor, éste es lo que menos importa. Lo único importante es su obra y las emociones o reflexiones que es capaz de provocar. Eso de «eternizar tu existencia a través del arte» es sólo ego absurdo y nada más. El arte no necesita un autor porque se expresa por sí mismo —dijo como si una inspiración divina hubiese tocado su oscura alma—. Así que te lo repetiré: el arte es un regalo del autor hacia su público o hacia la humanidad en sí, no una forma de hacer valer tu existencia. El ego, la fama y el dinero lo único que hacen es corromper al arte; son sólo trampas para el artista. El verdadero camino del arte es buscar la perfección sin aditamentos que lo contaminen.

—Como siempre estoy en completo desacuerdo contigo, mi amigo Sasori. Yo quiero una inmortalidad distinta a la tuya y para alcanzarla necesito que mi nombre quede grabado en la historia. Sin autor no habría obra, por lo tanto él es lo realmente importante.

—Estás mal enfocado. Tienes que ver al arte como un obsequio a la humanidad en vez de verlo como un obsequio a ti mismo. Sólo entonces tu arte alcanzará la perfección. Grábate esto para siempre: el arte es generosidad, no egoísmo.

—El arte es generosidad, no egoísmo... —repitió Deidara como embelesado—. Suena bonito, tan bonito como suena el amor, pero ambas cosas son sólo sueños de opio. La verdad es que todos los artistas, incluyéndote, buscan reconocimiento, fama.

—Estás errado —sentenció dándole una fija mirada—. ¿Alguna vez has visto mi firma en mis obras?

—No... —dijo tomándose el mentón, claramente pensativo.

—Eso prueba que te equivocas. El arte que se hace tan solo por amor al arte es el que desprende la belleza más pura y loable de todas. Su pureza no tiene precio y por eso es mejor que una obra que nace corrompida por la búsqueda de fama y dinero.

Por primera vez en muchos años Deidara fue silenciado largos segundos por el argumento de su cuarentón compañero. Le pareció muy interesante, aunque seguía sin estar de acuerdo.

—En todo caso la musa varía para cada artista —precisó con renovadas energías—. También es válido que se encuentre inspiración en la fama y el oro, eso no tiene por qué influir en la calidad de la obra. Al observador no le importa el proceso ni en qué te hayas inspirado, sino el resultado final. Eso de que el dinero corrompe al arte es una idea anticuada y pasada de moda.

Sasori negó con su cabeza dos veces, remarcando un modo lento pero efusivo.

—Si el arte nace para ganar dinero eso no es arte, es comercio. Si el arte nace para ganar fama eso no es arte, es erostratismo.

—¿Erostratismo?

—Es una palabra que nació a partir de Eróstrato, un tipo que, por afán de reconocimiento, incendió una de las siete maravillas del mundo: el templo de Artemisa en la ciudad de Éfeso. Ya siendo un anciano, Eróstrato consideró que en su vida no había hecho nada que valiese la pena y por eso decidió alcanzar la fama quemando el susodicho templo.

Lo relatado por Sasori también se aplicaba en casos mucho más actuales. Un claro ejemplo ocurrió con el homicidio de John Lennon, cuyo asesino argumentó que lo hizo para que su nombre se grabara por siempre en la historia.

—Pues yo jamás escuché hablar del tal Eróstrato, así que poca notoriedad obtuvo —comentó el pelirrubio con una sonrisa burlona—. Aunque por lo menos intentó darle un significado a su existencia. —Se encogió de hombros dispuesto a darle el turno de habla a Sasori, pero entonces quiso añadir algo más—. De todos modos, yo concuerdo en que es mucho mejor ser famoso por cometer crímenes memorables que ser un don nadie toda la vida.

—Pero una cosa es la fama y otra el arte —refutó Sasori—. Cualquier mediocre puede ser famoso, pero no cualquiera puede hacer arte.

—Y milagrosamente, y por esta única vez, coincidiré contigo en eso. También te agradezco que me contarás la historia del tal... ¿Cómo se llamaba? —se rió de nuevo por olvidar al hombre del incendio que supuestamente se volvería una celebridad criminal—. En fin, siempre es un agrado escuchar a alguien tan culto como tú, amigo Sasori.

—He tenido la fortuna de tener más tiempo para instruirme. No en vano soy quince años mayor que tú.

Justo en ese momento llegaron a la puerta que daba la bienvenida al trono, posponiendo la interesante discusión para más adelante.

—Bienvenidos, generales —dijo quien comandaba la guardia imperial, mencionando los nuevos rangos de los recién llegados—. Su majestad los está esperando.

Atravesaron la puerta y caminaron por la larga y fina alfombra roja con ribetes dorados, llegando hasta los peldaños que mantenían el trono en una altura de un metro y medio. Sentado allí estaba Danzo, quien, pese a estar con una copa de vino en la diestra, mantenía un semblante intranquilo. Ello se incrementó por la ausencia de uno de sus mejores guerreros de élite.

—¿Y Kisame? —cuestionó el sexagenario rey, severamente extrañado por su ausencia.

Los artistas no hicieron ninguna reverencia ni atención especial. A pesar de que Shimura era el monarca, siempre lo trataron de igual a igual. Si se daba ínfulas con ellos simplemente no luchaban a su favor.

—Te tenemos malas noticias —anunció Sasori—: el Tiburón no participará en la guerra.

—¿¡Qué!? —dijo poniéndose de pie en un movimiento vehemente.

—Escuchó de los soldados que participaron en la emboscada contra Sasuke que fuiste tú quien mandó a matar a Itachi. Como ya debes saber él y Kisame eran grandes compañeros, por lo cual ha desistido de ayudarte.

—Maldito traidor —dijo arrojando el vaso contra la pared, mismo que derramó su contenido mientras se rompía en un montón de pedazos—. Nunca debí confiar en él. Ahora entiendo por qué dejó escapar al maldito Uchiha cuando huyó del castillo. No debí creerle cuando me dijo que ya estaba fuera de alcance.

—Enfurecerte de nada sirve, deberías alegrarte de que por lo menos no estará en tu contra —arguyó el pelirrojo con suprema calma—. Nos dijo que no ayudaría a Sasuke.

—¿Y tú le creíste?

—Kisame es leal a Itachi, pero también a nosotros que hemos sido sus compañeros desde que él murió. Porque nos tiene respeto decidió no involucrarse en la guerra y eso deberías agradecérnoslo. Créeme que al tiburón le encantaría ver tu cabeza empalada en la plaza principal.

Shimura guardó silencio. Sin Hoshigaki la guerra se tornaría de un color más oscuro del que ya tenía.

—¿Saben dónde está ese traidor?

—Ni idea —contestó Deidara al tiempo que se encogía de hombros—. Ya sabes que él no tiene casa ni un lugar fijo en donde dormir.

Danzo chasqueó su lengua. Lucía una profunda frustración.

—Eso hace que sólo me queden ustedes dos, Hidan y Gaara, aunque de este último no me fío ni un pelo. —Cerró el puño, mismo que clavó sus uñas en la palma—. Maldita sea la hora en que envíe a tantos élites a altamar, ¿pero quién, en su sano juicio, se habría imaginado que Sasuke acabaría con todos ellos?

Sasori, haciendo caso omiso a los lamentos del rey, se le acercó subiendo por los peldaños de la pequeña escalinata hasta quedarle a sólo un par de metros.

—Quiero hacerte una pregunta, Danzo. —Le encajó la mirada, una que tenía claros tintes de suspicacia—. Me han llegado rumores de que Orochimaru sigue vivo.

El soberano comprendió enseguida hacia dónde iría el tema. Trató de no externalizar la preocupación que lo azotó por dentro, pues si un Kisame neutral ya era lo suficientemente malo, tener en contra al pelirrojo sería todavía peor.

—Supongo —continuó Sasori, y por alguna razón aquella palabra emergió muy peligrosa en su boca— que si tú supieras que ese maldito sigue con vida me lo dirías, ¿verdad?

—Por supuesto. Sé que tenías cuentas que ajustar con él, por lo cual no dudaría en contártelo —mintió descaradamente, con la perfección propia de quien tiene una vasta experiencia en el arte de engañar. —De todos modos Orochimaru murió hace años, el resto son sólo habladurías infundadas.

—Por tu propio bien espero que sea cierto lo que dices.

El semblante del rey pareció erizarse.

—¿Me estás amenazando, Sasori?

La tensión en los dos pares de ojos escaló dramáticamente.

—Tómalo como quieras. Sólo te diré una cosa: ten cuidado con creerte más listo de lo que eres. La victoria depende de nosotros y si por alguna razón me entero de que Orochimaru tenía contacto contigo no voy a apartarme como lo hizo Kisame, buscaré tu muerte afanosamente.

—Y si mi amigo Sasori desea matarte, te aseguro que yo también querré lo mismo —añadió Deidara, quien, pese a pensar de una manera muy diferente al pelirrojo, lo consideraba como un maestro digno de admirar.

Danzo se forzó a sonreír con suficiencia.

—El que nada hace, nada teme. Pueden estar tranquilos al respecto.

«Después de ganar la guerra los mataré a ambos en alguna emboscada»

—¿Cómo ha ido el asedio durante este mes? —preguntó Shimura, deseando cambiar el tema lo más rápido posible.

—Es inviable entrar a la ciudad —contestó el marionetista—. Han montado una defensa impenetrable.

—¿Alguna posibilidad de hacer un asalto por mar?

—Imposible. Nuestras fragatas mantienen un bloqueo, pero tratar de internarse en la playa sería un suicidio. Cualquier barco encallaría por las enormes rocas submarinas y hacerlo en botes nos expondría al diluvio de flechas de los arqueros. Para peor cerca de la orilla tienen una serie de profundas zanjas, empalizadas muy bien hechas e incluso algunas catapultas ya instaladas.

—Era lo esperable —dijo mientras se sacaba la enjoyelada corona de la cabeza, dejándola en el reposabrazos del trono—. Supongo que habrá que ser pacientes para matarlos de hambre.

—Sin embargo, la guerra pinta más complicada para nosotros que para ellos —repuso el artista de mayor edad—. Ya hay algunas revueltas en las colonias y se rumorea que la isla rebelde, al mando de ese chiquillo con bufanda llamado Konohamaru, está planeando aliarse con el resto de insurrectos para derrocarte. Muchos ya lo están apoyando porque dice ser el nieto de Hiruzen y el legítimo heredero al trono.

—Así que el nieto de Hiruzen seguía con vida después de todo... —chistó tras lo dicho. Había perseguido a toda la descendencia de su predecesor, pero, para su desgracia, jamás logró hallar a Konohamaru. Hoy en día ya era un guerrero adolescente en vez de un indefenso bebé, lo cual haría más difícil asesinarlo.

—A eso súmale que se ha propagado por todo el reino que tú fuiste el culpable de la masacre del clan Uchiha y, como es lógico, muchos soldados te han perdido el respeto como rey por tu modo cobarde de proceder. A diferencia de lo que inspira Sasuke, a ti ya empiezan a verte como una rata rastrera y sin honor —dijo sin tapujos—. Y que siendo rey no tengas un solo descendiente también ha puesto en cuestionamiento tu hombría.

Danzo tensó sus mandíbulas, notándosele externamente de una forma muy clara. Desde hacía años tenía un harén a su disposición, pero nunca había logrado engendrar un retoño. En nada le gustaba la idea, pero, más temprano que tarde, tendría que hacer pasar a un hijo ajeno como suyo.

—Y todavía falta lo peor —siguió el pelirrojo—: a Naruto ya se le ha visto en la primera línea y él por sí solo ya inspira temor a cualquier guerrero común. Ahora imagínate al Uchiha y al Uzumaki luchando codo a codo.

—Al verlos en el frente los soldados no querrán combatirlos...: van a ponerse una faldita y se irán a cocinar —comentó jocosamente el de pelo rubio. Era el único que parecía contento por la situación desfavorable, algo que no era de sorprender pues le encantaban los desafíos como a nadie más.

—¿Te divierte mucho esto, Deidara? —preguntó el rey entre molesto y consternado.

—Bastante a decir verdad. Que la guerra sea difícil le dará más sabor a la victoria.

El rey dio un suspiro con sabor a fastidio, aunque por lo menos le satisfizo ver que creía ciegamente en el triunfo.

—¿No tienes algún guerrero prometedor en Raíz? —preguntó Sasori—. Necesitamos toda la ayuda posible si realmente queremos ganar.

—Tengo a un niño que tiene un tremendo potencial, pero apenas tiene siete años. Siendo realistas no duraría mucho en el frente.

—Una lástima. De todos modos guárdalo como un as bajo la manga. En un caso crítico es mejor utilizarlo que no hacerlo.

—Así será.

—Por cierto —anunció Deidara— te tengo más malas noticias.

—¿Más todavía? —espetó el rey con ganas de desquitarse quemando a alguna inocente por bruja.

—Para tu gran regocijo así es —confirmó burlonamente—. Muchos integrantes de las Legiones Estigia y Relámpago están concentrándose al oeste, en el monte Escanor para ser más específico. Curiosamente la Legión Shukaku también está perdiendo integrantes, aunque de una manera más lenta. De seguro tratan de pasar desapercibidos mientras te traicionan.

—Siempre supe que Gaara no era de fiar —dijo tras dar un par de gruñidos. Luego se mordió el labio con tanta fuerza que estuvo a punto de hacérselo sangrar—. Ese maldito debe haberse puesto en contacto con su legión para ayudar a Sasuke en su rebelión.

—Es lo más probable.

—Deidara, ¿puedes matar a Gaara de una vez por todas? Ya es hora de que dejes tus juegos a un lado y luches en serio contra él.

—Está bien. Mi hombro sigue dañado, pero, después de nuestro último duelo, él quedó en peor estado que yo —dijo irradiando confianza a través de una sonrisa.

—Debiste matarlo cuando fue a tu mansión, pero no, tenías que esperar a lucirte delante de testigos, ¿verdad? —recriminó con hastío. De todos los hombres a su mando al que más le costaba entender era a ese rubio de coleta. De no ser por su enorme talento combativo lo habría encerrado en una prisión años atrás, puesto que carecía de la disciplina que todo militar debía poseer. Además su personalidad caótica lo hacía demasiado impredecible y hombres así siempre representaban un peligro.

—Despreocúpate, él no es rival para mí. Ya lo he demostrado dos veces —dijo orgullosamente al tiempo que se señalaba el pecho con el pulgar—. Ahora mismo iré a la Aldea de la Arena con mis tropas, pues ellos serán el público que todo artista necesita. Y en esta ocasión no seré tan generoso como para dejar a Gaara vivo.

—Entretanto yo tomaré el liderazgo del asedio a la ciudad —anunció Sasori sin perder el tiempo—. No confío en la inteligencia de Hidan —mencionó al susodicho pues ahora mismo él estaba comandando tal misión—. En cualquier momento puede cometer una de sus idioteces.

—A ti te necesito para algo más dificultoso —repuso Danzo—. Me han llegado informes de que Sasuke no se encuentra en la ciudad, tampoco Ino. Nadie los ha visto hace más de un mes, así que lo más lógico es pensar que ambos tratarán de reunirse con sus respectivas legiones. Tendrás que interceptarlos antes de que lo consigan y para ello pondré a tu disposición un montón de tropas. La ventaja numérica te dará la victoria total sobre el Uchiha y su perra.

—Eso suponiendo que los encuentre.

—Lo harás —dijo Danzo depositando mucha confianza al que consideraba su hombre más capaz. Después miró a Deidara—. Una vez que tú acabes con Gaara te unirás a la misión de búsqueda de Sasori.

—De acuerdo.

—Entretanto —continuó el monarca— yo iré con una miríada de tropas a eliminar a las legiones traidoras radicadas en el oeste.

—¿Vas a liderar tropas? ¿Tú? —cuestionó un asombrado Deidara, pues desde que Shimura se convirtió en rey no había participado activamente en ninguna guerra.

—No me queda alternativa si quiero ganar. Los soldados tienen que verme junto a ellos para que no piensen que soy un cobarde. De paso, hacerlo también les levantará la moral y evitará más deserciones —dijo muy consciente de que, aunque peligrosa, era la mejor estrategia a seguir—. Mi vejez ya se nota, pero todavía tengo un fuego muy peligroso en mi interior —dijo sonriendo con gran confianza en sí mismo.

—Es una buena jugada —apoyó Sasori.

—Eso sí, decidiré si ataco o asedio cuando vea la situación en terreno —replicó Shimura y, queriendo dar una conclusión a todo lo dicho, continuó hablando de un modo más solemne—. Bien, señores, a priori las cosas no parecen favorables, pero si jugamos bien nuestras cartas podemos obtener una victoria contundente tanto en el sur como en el oeste. Usaremos una guerra de desgaste, obligando a los dos grupos a que ataquen en vez de defenderse. Gozamos de más recursos, mejor logística, mayor número de tropas y una gran cantidad de catapultas, así que cuando se queden sin víveres tendrán que salir de sus madrigueras. El tiempo juega a nuestro favor porque el poder económico lo tengo yo y eso tarde o temprano nos dará la victoria. Y en caso de cualquier complicación le pagaré a cada soldado el cuadrúple de lo que ganan a día de hoy. Sasuke, en cambio, no podrá hacer lo mismo.

—El problema de las lealtades basadas en el dinero es que en cualquier momento pueden darte la espalda.

—Gracias por ser tan positivo, Sasori —ironizó el monarca.

—Sólo puntualizo la realidad —objetó con aires de superioridad—. Concuerdo en que utilizar una guerra de desgaste es la mejor estrategia actualmente, pero hay que estar abierto a variantes porque el tiempo también nos puede jugar en contra. Mientras más días pasen, más reclutas conseguirá Sasuke para su causa.

—Y no importa que les ofrezcas su peso en oro a los soldados —continuó el experto en arcilla—, hay muchos que te abandonarán si ven que las cosas se ponen más difíciles de la cuenta. Preferirán seguir con vida que obtener un dinero que de nada les servirá en el otro mundo.

—Por lo que supe eso fue lo que le sucedió a Kakuzu, sus hombres lo abandonaron apenas apareció Naruto —finalizó el que parecía un veinteañero sin serlo.

—Kakuzu no era un rey que tenía un sinfín de recursos a su mano —repuso Danzo confiadamente—. Y no me importa cuánto tiempo nos tome obtener la victoria; ya aguantamos una feroz guerra de cinco años, por lo que resistir otros cinco años no sería tan terrible. Sin embargo, estoy seguro de que en menos de seis meses ya aniquilaremos a esos inmundos traidores.


Hinata tragó gruesa saliva con el fin de aliviar el árido desierto en que se le había convertido la garganta. Mientras tanto, su cuerpo no pudo evitar temblar por entero ante el agrio sabor de la futura pelea. Lucía nerviosa, tanto que Sasuke pensó que se arrepentiría o que podría pasar una hora entera sin contarle nada a menos que la presionara. Justo cuando la paciencia del guerrero tocó el límite, ella movió la lengua un segundo antes que él.

—Orochimaru matará a Danzo —soltó sin preparaciones. Alargar más el asunto podría resultar contraproducente, pues, a deducir por el semblante de Uchiha, la espera lo estaba volviendo más irascible.

El pelinegro general abrió mucho los ojos, convirtiéndose en la viva imagen de la perplejidad. Sus labios, que entreabiertos se movían de modo leve e involuntario, dieron atisbos de que pronunciarían alguna palabra, pero pasaron muchos segundos y ninguna llegó.

—Me dijo que iba a quitarte tu venganza —continuó explicando ella, empatizando con su primera y lógica reacción de asombro—. Según él eso te haría sentir muy vacío y por ende terminaría destruyéndote por dentro.

Verle salir otra cabeza a Hinata le habría causado menos impresión al Uchiha. Necesitó varios segundos más para retomar el control de su ser.

—¿Pero cómo fuiste capaz de olvidar algo tan importante? —reclamó airado mientras se movía de lado a lado como un león enjaulado y haciendo aspavientos con la diestra.

—Lo siento de verdad, pero se me olvidó por la tremenda discusión que tuvimos en nuestro reencuentro —explicó sin dejar de sostener la acusatoria mirada azabache—. Aunque créeme que habría preferido jamás recordarlo —añadió sentenciosamente, sintiendo que todo el nervio anterior se extinguió una vez soltado lo que la mortificaba.

—¡Has tardado dos días en decírmelo! —gritó desencadenando su frustración—. Dos días que pueden hacer una enorme diferencia —la apuntó con el brazo sano completamente extendido, pero tan tenso que los tendones resaltaron a pesar de no estar contraídos.

—¿Diferencia para qué? —cuestionó al no entender. Mantuvo un tono tranquilo que pretendía neutralizar la furia que había en la voz masculina.

—Tengo que llegar lo antes posible para darle el aviso al gusano de Danzo. No voy a permitir que Orochimaru lo mate. No lo permitiré por nada del mundo. Sólo yo tengo el derecho de matar a Shimura, sólo yo, ¡sólo yo! —repitió con un frenesí digno de una obsesión compulsiva. Apretó el puño desesperadamente, sufriendo al saber que el monarca iba a morir por una mano que no era la suya. Hinata comprobó, entonces, cuánta razón tenía el alquimista en lo que le dijo. Uchiha tenía miedo de que le quitaran su venganza, de que le arrebataran aquello que lo mantuvo con vida por tanto tiempo.

—Sasuke, sé que es muy difícil para ti aceptarlo, pero si Orochimaru mata al rey la guerra se acabaría. La vida de miles de soldados se salvarían.

Envueltos en el flamante calor de una nueva discusión que se iniciaba, ambos se miraron sin soltarse. Ímpetu contra ímpetu, alma contra alma, convicción contra convicción.

—¿Crees que me importan esas vidas? —Le encajó los ojos como endemoniado—. Esos anónimos no son más que piezas de ajedrez descartables, simples peones que sacrificaré en pos de cumplir mi venganza.

Hinata se indignó severamente y poco después sintió que los nervios de su espalda se apretujaban. Un masaje le habría venido de perillas, aunque ahora mismo no tenía cabeza siquiera para desearlo.

—Esos anónimos tienen familias —repuso dejando salir a su fiera interior, una que no era tan feroz como la de Sasuke pero que podía darle pelea perfectamente—. Son el hermano de alguien, el hijo de alguien, el primo de alguien —Necesitó darse un breve respiro para continuar con la misma fuerza—. Son novios, esposos, tal vez padres también.

—¿Y qué quieres? —espetó volviendo más bronca su voz—. ¿De verdad crees que dejaré a Orochimaru arrebatarme lo que he buscado desde siempre?

—Sólo quiero que te des cuenta que vale la pena sacrificar tu venganza si a cambio salvas miles de vidas. Ellos no son diferentes a nosotros, también tienen sueños y metas como cualquier otra persona, además de familias y seres amados que quieren volver a ver.

—Así soy yo y así es la guerra: cruel. ¿O recién te vienes a dar cuenta de eso?

—No puedes hablar de esa forma de los soldados; es inmoral, despiadado. ¿De verdad vas a matar a tanta gente sólo para cumplir tu enfermiza venganza?

—Por supuesto. Incendiaría al mundo entero con tal de obtenerla —sentenció con una mirada tan torva que parecía tener a Shimura justo frente a él. Luego sacudió ligeramente su cabeza para recordar que Hinata no era su enemiga a pesar de su reacción claramente reprobatoria.

—Yo de verdad llegué a pensar que deseabas cambiar, pero veo que contigo siempre me equivocaré.

—Me da igual lo que pienses en esto. Mataré a Danzo aunque tenga que sacrificar a cien mil hombres para lograrlo. A fin de cuentas no todas las vidas tienen el mismo valor.

—No puedo creer lo que dices... —dijo con voz diluida, la decepción incrustándose en su rostro. Hasta su sombra pareció perder vigor.

—Pues créelo porque yo digo las cosas tal cual son. Métete en la cabeza que hay dos tipos de hombres en este mundo: los importantes y los insignificantes. Los que mandan y los que obedecen. Ni más ni menos.

Hinata tensó sus mandíbulas para después dar un largo suspiro. Como siempre, Sasuke le había dado un golpe certero en forma de argumento. Su visión de la vida era muy distinta a la suya, mas, aunque sonase triste, quizás tenía a la razón de su parte cuando decía que no todas las vidas valían lo mismo. ¿O acaso un sirviente era igual de importante que un rey?

—Los que mandan y los que obedecen... —repitió lo último por inercia mientras su mente seguía tratando de hacer un análisis al respecto.

—Así es. A eso se reduce el funcionamiento de la sociedad humana y a eso se reducirá eternamente. Por eso los soldados rasos no son más que peones descartables en el tablero de los poderosos y ellos lo aceptan porque la vida es así, porque les han inculcado que la patria está antes que sus vidas, porque necesitan dinero o botines de guerra, porque les gusta luchar, por la razón que sea y la que más te convenga escuchar, pero aceptan su posición en el orden jerárquico del mundo. Para quienes gobiernan los soldados son sólo ganado desechable. Es más, el pueblo en sí lo es.

De pronto Hinata sintió que la boca y la garganta se le ponían secas. Optó por el remedio de pasarse la lengua por los labios e ingerir un poco de saliva.

—Pues yo no logro entender a esa gente que desperdicia todo lo que tienen en pos de líderes que no se preocupan siquiera un poco por ellos. No comprendo ni comprenderé que haya gente que prefiere morir como un peón en vez de luchar por vivir sus propias vidas. —Su zurda se hizo crujir la coyuntura del dedo medio con el pulgar. Repitió la acción dos veces más como una forma de aliviar la tensión—. Sacrificarse por reyes que sólo los usan para su propio beneficio es tan triste de ver. —De pronto, tomó al Uchiha de la mano en un movimiento sorpresivo. Éste trató de deshacer el contacto, pero Hinata lo aferró con más fuerza todavía—. Tú puedes ser distinto, Sasuke, tú puedes salvar miles de vidas si dejas que tu maestro mate al rey.

—Entiende que las guerras son así: por poder, por recursos, por territorio, elige tú cualquier razón, pero mientras el hombre exista también lo harán las guerras. Mi razón es tan válida o incluso más que cualquier otra —espetó con la firmeza que sólo podía tener alguien que posee la verdad—. Sé que te cuesta entenderlo, pero todo se reduce a una sola palabra: sacrificio. —Hasta ese momento su vista se fijaba en la blancuzca, pero tras lo dicho se dirigió hacia el boscoso horizonte que había engullido a Ino. Estaba seguro de que su compañera, como una militar de tomo y lomo, sí era capaz de comprender lo siguiente—. Para los civiles es sólo una palabra más, no entienden su real significado. Para los soldados, en cambio, es un código de honor. Un militar sabe que la vida individual tiene menos valor que la nación. Debe vivir por la patria, luchar por la patria y morir por la patria. Mientras les haga creer a mis hombres que nuestro reino será mejor después de la guerra, ellos no dudarán en dar sus vidas por conseguir tal objetivo.

Contrario a lo que se pudiera pensar, no fue Sasuke el que quitó su mano del agarre de Hinata. Fue ella quien lo hizo.

—Entonces todos los militares sufren un lavado de cerebro parecido al de Sai.

Él negó con su cabeza antes de contestar.

—Es muy distinto porque servir a la patria se hace por convicción. Que tú no entiendas ni compartas esa convicción no lo hace inválido.

—¿Pero siquiera se cuestionan por qué luchan? ¿Se cuestionan si siguen a un líder que hace el bien o el mal?

—La doctrina militar dice que cuando un soldado empieza a cuestionar, deja de ser un soldado. Sólo debe limitarse a obedecer las órdenes de sus superiores. Sé que no suena bonito —se adelantó a una eventual protesta que Hinata soltaría, ya que su rostro la anunciaba claramente—, pero sea como sea el ejército es un mal necesario. Guste o no siempre debe haber uno mientras existan hombres con ansias de poder.

—¿Y si el que manda es un malvado?

—Mala suerte —dijo encogiéndose de hombros, un gesto muy raro en él—. Ya hubieron y habrán muchos malvados al mando de ejércitos, pero mientras se obtengan victorias y riquezas a la gente le dará igual. Mata a una persona y serás un asesino deleznable; mata a miles y serás un conquistador admirable.

Esta vez Hinata nada pudo refutar, aunque la tristeza se reflejó en su semblante.

—¿Y qué pasa si el que manda es un incompetente?

—Si el que lidera es un inepto lo más probable es que lleve a sus hombres a la muerte. Precisamente por eso los oficiales tienen que ser buenos estrategas. Por ejemplo Naruto sabía que era un idiota consumado y por eso delegaba todas las tácticas de batalla a Shikamaru Nara, un tipo muy astuto que nos puso en aprietos un montón de veces. Que la guerra durara cinco años fue culpa suya en gran parte.

—¿Entonces los militares tampoco pueden rebelarse en caso de que sus líderes sean unos imbéciles?

—Es muy difícil que suceda. Para ejemplificarlo te contaré algo: hace cinco años, cuando recién se iniciaba la guerra contra tu nación, Hidan quiso atacar por sorpresa. Llevó a su legión a atravesar las montañas que rodeaban una ciudad importante y no dudó en hacerlo en pleno invierno y en medio de una terrible ventisca. Sus subalternos le advirtieron que el clima los mataría, pero él los llamó cobardes y se obcecó en ascender de todas maneras. Al final murieron más de la mitad de sus hombres sepultados por una avalancha.

Hinata no reprimió un gran gesto de espanto.

—Ahora entiendo mejor porque nunca me gustó la milicia. Esa gente pudo salvarse si hubiera seguido sus instintos en vez de órdenes. Es una trampa obedecer sin cuestionar; también lo es el patriotismo ciego.

—Precisamente por eso un guerrero es mejor que un soldado.

—¿Por qué? —preguntó extrañada—. ¿Acaso no son lo mismo?

—Un soldado sólo sigue órdenes, pero un guerrero sólo obedece a su corazón. Esa fue una de las lecciones más grandes que me dejó Itachi —recordó con marcada emoción, una que a Hinata le mostró una vez más lo importante que le era su difunto hermano—. Así que te pregunto: ¿qué prefieres ser tú?

—Una guerrera —contestó sin necesidad de pensarlo siquiera un segundo—. Nunca me limitaré a luchar por lo que otros digan, siempre lo haré por mis propios ideales y convicciones.

—Así debe ser. Y por eso mismo te diré esto: mi corazón me dice que, sin importar el costo, debo ser yo quien acabe con Danzo Shimura.

Hinata hubiese querido contestar enseguida, mas, como solía suceder, ese pelinegro la había puesto en jaque una vez más. Sin embargo, no iba a rendirse tan fácil, no cuando sentía que las vidas de miles de hombres recaían sobre sus hombros en este mismo instante.

—Entiendo..., creo que ahora sí te entiendo, pero tengo que insistir: tú puedes hacer la diferencia. Si prosigues con tu idea vas a cometer un error parecido al de Hidan, enviarás a la muerte a tus soldados.

—La diferencia es que Hidan no consiguió nada, en cambio yo sí obtendré lo que quiero —sentenció orgullosamente.

—¿De verdad vas a ser tan egoísta como para sacrificar las vidas de tus hombres? —dijo imprimiendo un tono de agravada incredulidad—. Eso no es lo que hace un verdadero líder.

«Eso no es lo que haría Naruto», agregó en su mente. Tuvo que morderse los labios para no arrojarlo.

—¿Egoísta? —cuestionó encendiendo su mirada—. Yo peleo en la vanguardia junto a ellos, arriesgándome a morir como cualquier soldado raso, no como el cobarde de Danzo que no es capaz de luchar sus propias batallas —controló el volumen de su voz a duras penas—. Jamás les pediría a mis soldados que hicieran algo que yo no.

Se hizo un breve silencio.

—Pero la diferencia que hay entre tu habilidad y la de guerreros comunes es colosal. Ellos tienen probabilidades mucho mayores de morir en batalla.

—¿Y eso es culpa mía?

Hinata alzó su cabeza hacia el cielo y empezó a moverla lentamente en círculos. Luego puso su mano por debajo de su melena, en la nuca, con el fin de darse un reponedor masaje. Era necesario pues discutir con Sasuke no sólo le robaba la energía, también la estresaba.

—Está bien. —Cansada de la reyerta que se extendía, decidió variar su método—. Supongo que tu venganza es mucho más importante que la vida del ganado... —Por primera vez comentó con un claro dejo de ironía.

—Lo es —sentenció muy seguro y decidido a ignorar el tono mordaz usado por la fémina. Le pareció extraño en un primer momento, pero, al igual que él, Hinata también tenía derecho a ser incisiva.

La empática mujer caminó unos pasos, alejándose de él y del arroyo al mismo tiempo. De pronto vio un caracol en la maleza a ras de suelo, alegrándose mucho de no haberlo pisado. Se agachó para observarlo más de cerca y descubrió que el molusco estaba «almorzando», moviendo su feliz boca mientras ingería su verde alimento.

Sasuke, interesado por aquello que llamó la atención de Hinata, se le acercó y entonces se sorprendió de verle una sonrisa.

—¿Ver un caracol te alegra? —cuestionó como si fuese una gran anormalidad.

—Pues ahora mismo ese animalito me da una dicha que tú nunca me darás —espetó sentidamente y sin dirigirle la mirada.

Él recibió el golpe esbozando una mueca de tristeza.

—Hinata... —susurró su nombre como si le hubiesen quitado el aliento de mala manera—, cualquier otra cosa la haría por ti, menos olvidar mi venganza contra Shimura.

Ella le dio los ojos, encajándoselos.

—¿Por qué no pude quedarme callada? Ahora tendré que llevar la muerte de miles de hombres sobre mi conciencia. Nunca debí contarte lo que se proponía Orochimaru —lamentó.

—Me lo dijiste porque sabías que no hacerlo era volver a traicionarme. Fuiste sincera porque tenías que serlo.

—Decidí contártelo porque creí que atenderías a razones, que querrías salvar la vida de tu gente, pero, como siempre, fui una ingenua al depositar expectivas en ti. Lo único que te importa eres tú mismo.

—No seas injusta —criticó con cierta aflicción—. Te he demostrado con creces que tú también eres muy importante para mí.

—Entonces deja que Orochimaru acabe con el rey. Es por el bien de todos, incluso el tuyo. No tendrás que mancharte el alma con más torturas y malditas venganzas.

Sasuke volvió a ponerse de pie.

—Mi alma ya está mucho más que manchada y todo será en vano si no concluyo lo que empecé. ¿No te das cuenta que necesito cerrar mi círculo de odio para aspirar a ser un hombre nuevo? Si no mato a Danzo, si eso queda pendiente, jamás podré vivir tranquilo porque mi rencor perdurará eternamente. Quieras o no, es así.

Hinata suspiró a la vez que se ponía de pie también. Aunque lo intentara por incontables años, tuvo claro que Uchiha no cambiaría de parecer. Se veía demasiado decidido.

—Lo siento mucho por tus hombres, pero también lo sentiré por nosotros.

—Es una pena que no puedas entenderlo. —Suspiró igual que ella, en su cara plasmándose un sentimiento de pesar. Hallando que no había nada más que decir, se giró en dirección a sus cosas. Tenía que prepararlas antes de largarse.

Apenas Hinata lo vio caminar, ella también apresuró unos pasos aunque cuidándose de no pisar a ningún caracol que pudiese aparecer.

—¿De verdad te irás? —Sus pies siguieron moviéndose hasta colocarse al lado del varón, dispuesta a no quedarse atrás—. Me dijiste que estarías conmigo durante este mes, que tratarías de mostrarme quién eres realmente.

—Eso fue antes de que me contarás lo que pretendía hacer Orochimaru —reprochó enardeciendo su mirada al tiempo que se detenía en seco—. Las circunstancias cambiaron radicalmente, Hinata, y ya no puedo perder más tiempo. Tengo que llegar a la ciudad y enviar a un mensajero para que le advierta a Danzo el peligro que corre.

—¿Te das cuenta que vas a salvarle la vida a tu máximo enemigo?

—Sólo para quitársela con mis propias manos.

Ella le agarró el brazo firmemente, cosa que sorprendió al miliciano.

—Te exijo que cumplas lo que me dijiste. Si te vas ahora nunca más tendrás otro beso mío, nunca más podrás tocarme y nunca más tendrás mi amor porque significa que tu venganza vale más que lo que supuestamente sientes por mí. En cambio si te quedas haré todo lo posible para que seas feliz conmigo.

—¿Me estás chantajeando?

—Sí, lo hago —admitió alzando la barbilla como si no sintiera ninguna vergüenza de hacerlo, incluso como si estuviera orgullosa de ello.

—Pues si realmente querías que estuviéramos juntos debiste aceptar el matrimonio cuando pudiste.

—Nunca te dije que no quisiera casarme, pero tu paciencia es igual a cero. Ni siquiera por mí eres capaz de aumentarla.

—Bah, ¿te parece poco que haya dejado mi orgullo de lado por ti? Al diablo con la maldita paciencia.

Hinata necesitó resoplar antes de volver a hablar.

—Te agradezco lo que hiciste, te doy infinitas gracias por eso, pero es legítimo que tenga mis dudas todavía. Aun así sabes que deseo estar contigo, pero tienes que demostrarme que tú también quieres lo mismo. Elige, Sasuke: ¿tu venganza o yo?

Sasuke apretó el puño con una fuerza capaz de triturar una castaña hasta volverla polvo.

—Ya te probé dos veces que me importas más que cualquier otra cosa: en Jiren estuve dispuesto a sacrificarme para que pudieras escapar. Y también vine a rescatarte de las garras de Orochimaru a pesar de los tremendos costos. —Su mejilla derecha formó un pequeño hoyuelo al contraerse—. Te he puesto por encima de mi venganza dos veces, pero esta vez no será así. Ahora no corres ningún peligro.

—Pues vas a provocarte un suicidio afectivo sólo por ese maldito rencor del que no te quieres deshacer —casi chilló de frustración—. Y de paso me matarás a mí también —añadió conservando el mismo tono.

Visiblemente amargada por la gran pérdida de vidas que provocaría la guerra, empezó a mover los dedos de su pie sobre la tierra, describiendo un círculo que apenas tenía la forma de uno. Sasuke, por su parte, pasó su mano por la frente de abajo hacia arriba, despejándola del mechón que solía cubrirla. Quisiera o no, ver tanta tristeza en Hinata lo afectó.

—¿Sabes qué más? Vuela lejos de mí, del pasado y de la tragedia. Vuela y sálvate de mi odio que sólo te contagia dolor —dijo bajando levemente su cabeza, aunque fue suficiente como para comprender que lo dicho le generaba pesadumbre—. Aún estás a tiempo porque yo no pienso retractar mi decisión —advirtió alzando la testa de nuevo, sus facciones volviéndose berroqueñas.

Hinata inspiró silenciosamente para después exhalar de un modo prolongado y sonoro. Miró hacia la izquierda, el lado opuesto a donde estaba Uchiha. Una sonrisa fantasmal se le formó.

—Tú mismo lo dijste antes de pedirme la mano: a estas alturas ya no vale la pena. Ya acepté todo el mal pasado que hiciste, ya acepté que mataste a mis familiares, ya acepté la muerte de Neji... —Su voz se había mantenido firme hasta que mencionó a su primo, momento en que se quebró inexorablemente, tanto que tuvo que darse un descanso de varios segundos—. Por eso te pregunto: ¿qué más daño puedes hacerme después de todo eso? A pesar de que tu decisión me parece horrenda no voy a retroceder de nuevo. Y menos cuando hace poco fuiste capaz de ponerte de rodillas para pedirme disculpas y matrimonio. Créeme que es algo que valoro muchísimo, te juro que es así.

Uchiha sintió que por sus venas corría una sensación de calor, pero no uno que pudiera relacionarse con la temperatura; fue algo tan especial que tratar de describirlo en palabras le hubiese costado décadas.

—Yo tampoco quiero volver atrás.

—Entonces quédate conmigo y deja que el destino dicte sentencia. Que Orochimaru quiera matar al rey no significa que lo conseguirá. Sé que Danzo es astuto como también un guerrero cualificado y, a diferencia de tu maestro, él tiene ambas manos disponibles. Dudo mucho que caiga así de fácil.

Uchiha tuvo ganas de cerrar el puño otra vez. Por alguna razón no lo hizo.

—Aunque la probabilidad fuese del uno por ciento, no puedo permitir que se concrete. Tengo que marcharme para avisarle a Danzo y no me importa lo que conlleve ese acto. Que te quede claro esto: por mi venganza sacrificaría a la humanidad entera sin piedad.

Sonaba tan egoísta y tan vil que Hinata pensó, legítimamente, que si le hiciera un tajo derramaría sangre negra en vez de roja. Y, aun así, no logró que su amor por él disminuyera siquiera un ápice. Trataba de hacerlo, en serio que lo intentaba con todas sus fuerzas, pero no podía asesinar lo que sentía por ese demonio. No podía eliminar las tremendas ganas de besarlo e incluso de hacer el amor aquí mismo.

¿Por qué?

Tuvo que sacudir sus pensamientos y mirar hacia otro lado o sus ojos se pegarían insistentemente a los labios masculinos. Se enfocó en la cuestión de por qué no podía dejar de amarlo, tratando de hallar una respuesta a tal misterio. Pese a que debatió consigo misma ferozmente, lo único que obtuvo fueron más preguntas.

Al ser consumido por su impaciencia, Uchiha dio un paso para largarse. Sin embargo, la joven lo detuvo arrojando un comentario.

—¿Sabes qué? Hay algo que me resulta muy extraño...

—¿Qué cosa? —cuestionó frunciendo parcialmente el ceño al tiempo que se giraba hacia ella de nuevo.

—Parece que mientras más me dañas, más te amo. ¿Será que ya estoy acostumbrándome a ser lastimada? ¿O acaso estoy condenada a amarte?

Sasuke se volvió boquituerto por muchos segundos. Después su pecho se hinchó con el fin de soltar un gran suspiro.

—A veces yo también me pregunto si estoy condenado a amarte.

—¿Pero yo también te hago daño? —Una mueca inquisitiva se apoderó de su faz.

—Me hace daño hacerte daño. —La respuesta fue clara, pero tuvo un aire ausente. Parecía habérsela dicho a sí mismo. Sólo después le encajó los ojos a Hinata—. Quizás no lo parezca, pero no deseo verte sufriendo. Esa no es mi intención para ti.

—De todas formas siento que ya soy tan fuerte que cada vez tolero mejor el dolor, que cada vez menos daño me puedes hacer aunque me digas las palabras más duras que se te ocurran.

Sasuke cerró los ojos por un largo momento, dando un suspiro en el entretanto. Cuando abrió los párpados de nuevo su mirada había cambiado su matiz, luciendo más severa, menos humana.

—Tu problema es que eres muy sensible; ya basta de preocuparte por gente que ni siquiera conoces —espetó con abierta intransigencia—. Tampoco deberías olvidar que sigo siendo un guerrero impiadoso y como tal me comporto.

Hyuga sintió una brisa helada sobre la piel de sus brazos desnudos y, por ello, se bajó las mangas que antes tenía por sobre los codos. Dio un notorio suspiro después.

—En el fondo creo que ese ha sido mi gran error: querer que cambies en un tiempo demasiado corto, el poner plazos irrealistas en ti. Por eso he decidido que ya no te presionaré ni te criticaré como antes.

Sasuke miró a Hinata como si una mujer desconocida estuviese hablando por ella. Por un lado le gustó lo que le dijo, empero...

—Sin ti seguiría siendo un sádico implacable, así que no dudes en criticarme cada vez que te parezca. Sin embargo, en este asunto no puedo dar marcha atrás.

—Entonces trataré de guiarte en vez de cuestionarte.

—¿Guiarme?

—Sí. —Dejando de lado su habitual timidez, le tomó la mano con sublime complicidad—. Siento que sueno muy incisiva y eso te pone a la defensiva. Por eso quiero decirte esto: si te quedas a mi lado no te exigiré nada a partir de ahora. Aceptaré que seas un demonio con tus enemigos, pero me gustaría que seas distinto conmigo. Mi sueño es que seas el mismo hombre que me demostró tanto afecto a bordo de Jiren.

Quedándose a las puertas de una respuesta, Sasuke tuvo que llevar una palma hacia su boca. Un segundo después le asomó una tos perruna que le tomó muchos segundos acallar. La expresión de Hinata saltó inmediatamente preocupada.

—No deberías dormir a la intemperie sin ningún abrigo y mucho menos en otoño. Estás pescando un catarro por pura terquedad. —Aunque las palabras eran propias de un reproche, el tono dulce empleado por Hinata le dio el sabor de un consejo.

—No exageres. Seguramente le brisa me hizo aspirar polen; aquí hay por todos lados. —Indicó las flores con un movimiento de cabeza.

—¿Por qué tienes que ser tan porfiado?

—Porque no estoy enfermo.

«La que está enferma y hace mucho tiempo eres tú, Hinata» fue lo que escuchó como un femenino susurro justo por detrás de su oreja izquierda. Fue un sonido tan diáfano y reconocible que necesitó darse vuelta y, apenas lo hizo, esperó ver a su hermana menor. Su boca se abrió cuando vio que nadie estaba detrás de ella y poco tardó en tomar noción de que la culpa se le había manifestado otra vez.

Cerró los párpados. ¿Cuándo desaparecería ese sentir?

«Ya basta. Nunca más me preguntaré lo mismo. Si estoy enferma que así sea, no quiero ningún remedio»

—¿Qué te pasó? —preguntó el pelinegro al notarla sumida en una silenciosa abstracción.

Ella reaccionó dando dos rápidos parpadeos. Luego le brindó su mirada albina por completo.

—A decir verdad creo que me enfermaste, Sasuke.

—¿Qué dices? Yo nada te he contagiado —contestó entre sorprendido y ofendido—. Ya te dije que esta tos fue por el polen.

Él leyó en sus delicadas facciones que algo importante le diría.

—Me refiero a que, después de todo lo que pasó, estar juntos es enfermizo. Mi clan mató a tu familia y tú mataste a la mía, pero aun así me preocupa que tengas una simple tos —dijo con un tono difícil de descifrar. ¿Resignación tal vez?—. Todavía me cuesta creer todo lo que me provocas, todo lo que te necesito, cuánto me gusta estar contigo a pesar de todo.

Uchiha guardó un silencio equiparable al de un ritual religioso. Se sintió sumamente conmovido y, producto de ello, pasó a teñir su negra mirada en renovada complicidad. Era imposible no hacerlo ante unos ojos tan emocionados y ante una voz tan sentida.

—¿Pues qué quieres que te diga? Si lo nuestro es enfermizo, me gustaría estar toda la vida enfermo.

Los labios de Hinata fueron poseídos por una modesta curva que, pese a no mostrar siquiera un poco sus dientes, lució bellísima después de la reciente tensión vivida.

—Yo dudo mucho que una enfermedad pudiera hacerte sentir tan conectada a otra persona, por eso no creo que lo sea. Y aunque lo fuera, confío en que un día ambos vamos a superar el pasado tomados de la mano. —Dándole más poder a sus palabras, enlazó su zurda con la diestra de él—. Sin embargo, para eso tienes que dejar las cosas en manos del destino. Si se te da la venganza contra Danzo está bien, pero si Orochimaru te la quita también estará bien. —Acarició los dedos de él con los suyos. Luego lo miró profundamente desplegando brillos de esperanza y anhelo. —No intervengas, sólo deja que pase lo que tenga que pasar.

Él alzó su cara hacia el despejado cielo y cerró los ojos. Sus pulmones, siendo corroídos por el polen o por un inminente resfrío, impulsaron un par de respiros carrasposos. Después, no dijo nada más durante un largo lapso.

—Tu silencio quiere decir que por fin aceptas lo que te digo, ¿verdad?

Bajó su vista hacia ella otra vez y por un momento que se prolongó más allá de lo imaginable, se olvidó de que debía matar a Danzo, de que Orochimaru le robaría su venganza, de que la guerra ya había estallado. Por un momento, todo eso palideció ante la ternura que tenía enfrente. Sin embargo...

—Nada me gustaría más, pero si no cumplo mi venganza perderé todo lo que sustentó mi vida desde niño —Para sorpresa de Hinata, la voz de Uchiha se escuchó algo quebradiza—. ¿Puedes entender eso?

Guiada por el amor, su mano tomó la del espadachín.

—Yo puedo ser lo que sustente tu vida a partir de ahora —le susurró enseguida, sus cuerdas vocales temblando un poco también.

—Lo serás si salgo vivo de la guerra.

—Sasuke... —Hizo un puchero que casi derritió al joven general. Éste tuvo que luchar fieramente para no dar marcha atrás.

—No insistas. —Endureció su voz, aunque le tomó mucho más esfuerzo del que debería—. Tú no aceptaste mi propuesta de matrimonio y yo lo respeté a pesar del enojo que me produjo. Ahora te toca a ti dar lo mismo porque mi decisión ya está tomada y nada me hará cambiarla.

Recordando que debía poner en práctica lo que dijo acerca de no presionarlo, Hinata no alegó esta vez. Aceptó por fin que no tenía caso seguir insistiendo.

—Entonces viajaré contigo —enunció una alternativa—. No tienes por qué ir solo.

Él parpadeó sorpresa tres segundos. Luego le quitó la mano y respondió de manera tajante.

—Sólo me retrasarías. Son sesenta kilos más que debería llevar mi caballo.

—Yo peso cincuenta.

—Un peso que de todos modos, uniéndose al mío, haría un total de ciento treinta. Shakma se retrasaría por días si nos lleva a los dos.

Hinata frunció los labios al sentirse cada vez más frustrada. Trataba de cambiar el destino, pero cada vez que lo intentaba quedaba contra la espada y la pared. Pasó un largo lapso cavilando mientras observaba a Sasuke, quien, a juzgar por lo abstraído de su semblante, hacía lo mismo que ella. De pronto el guerrero la miró empleando un cariz distinto, aquel que se tiene cuando llega una idea que sorprende incluso a quien la formula.

—Espera un momento... —dijo en un tono más bajo de lo normal—. Encontré la forma para proteger mi venganza y al mismo tiempo quedarme contigo...

La joven mujer separó sus labios un par de significativos centímetros.

—¿Cuál?

—Ino.

—¿A qué te refieres?

—Ella es la jinete ideal, pues pesa lo mismo que tú. Esa ligereza le permite cabalgar más rápido que cualquiera, incluyéndome. Llegaría algunos días antes que Orochimaru y podría advertirle a Danzo lo que le espera.

Hinata abrió los ojos al darse cuenta de que Uchiha tenía completa razón. No obstante...

—¿Pero no será peligroso para lady Ino marcharse sola? Mientras duerme nadie podrá vigilar por ella... —señaló temerosa.

Uchiha hizo algo muy raro en él: sonreír con la mirada.

—Descuida. Ella ha cumplido misiones mucho más peligrosas que esta. No en vano es arquera, espía y espadachín —dijo con tintes de admiración en su semblante—. Generalmente sé es bueno en una cosa o en la otra, pero ser grandioso en todas ellas es lo más cercano a lo imposible. Ni siquiera yo tengo su versatilidad.

Aquellas palabras eran tranquilizadoras sin duda alguna, mas Hinata no pudo evadir seguir sintiendo dosis anexas de preocupación.

—¿Estás seguro de que estará bien?

—Segurísimo —confirmó desbordando un enorme aplomo.

Hyuga quedó mirando las bellas mariposas que batían sus alas alegremente a unos cuantos metros de ellos. Dejó de lado los llamativos colores que la distraían para que su mente se enfocara de nuevo en su amiga.

—Yo lo pongo en duda porque Ino perdió a su papito hace poco. Puedes verla alegre y haciendo bromas por fuera, pero sé que sigue sufriendo por dentro. Ella necesita nuestra compañía, no viajar sola.

—Es una guerrera —dijo sin argumentar más, pues el significado de esa palabra era toda la explicación que se necesitaba.

—Es una persona antes que una guerrera. La gente oculta su dolor por medio de sonrisas y bromas más veces de las que puedas imaginarte.

—Entiendo lo que quieres decir, pero estás subestimándola. Si Ino te escuchara se sentiría ofendida.

—No lo creo.

—Pues díselo cuando llegue. Dile que te preocupa que su luto no la deje cumplir una misión y verás lo que sucede.

A los luceros de Hinata arribaron claras dudas, cosa normal teniendo en cuenta el desplante lleno de seguridad que irradiaba el pelinegro.

—Se lo diré de la manera más respetuosa posible. No creo que se ofenda si lo digo con tacto, algo de lo que tú careces por cierto —aprovechó de lanzar una puya que él de todos modos ignoraría.

—Prepárate a escuchar su respuesta entonces. No en vano Ino es una guerrera de élite. No en vano la misma noche en que murió su padre luchó como una diabla para rescatar al resto del clan Yamanaka. Sí —confirmó ante la impresionada mirada de Hinata—, ella vio a morir a Inoichi delante suyo, pero rápidamente se puso a luchar para proteger al resto de los suyos. —Convenientemente, omitió que debió pegarle una cachetada para hacerla reaccionar.

La Hyuga bajó su cabeza mientras llevaba una mano apretada a sus labios. No puso en duda el argumento del Uchiha esta vez.

—Está bien, aunque me duele como no tienes idea que vayas a sacrificar a tantos hombres por tu sed de venganza.

—Así son las guerras —sentenció fríamente.

Se hizo un silencio en que ambos permanecieron quietos en sus lugares, confrontándose con la mirada. Hinata estaba arrepentida de haberle contado la verdad y en sus adentros rogó para que Danzo muriera en manos del alquimista. Mientras tanto el pelinegro general, recordando que su cantimplora estaba casi vacía, decidió llenarla aprovechando que difícilmente volvería a encontrar un agua tan pura como la de ese arroyo. Terminado su acto miró de reojo a la mujer, compadeciéndose un poco al verla tan triste. Buscó afanosamente con qué darle calma a ese empático corazón, mas nada arribó.

—Espera... —dijo Hinata de improviso, sorprendiendo al varón por verla con un semblante renovado. Un brillo de esperanza relucía en sus ojos blancuzcos—. Tengo la solución perfecta para esto.

—Te escucho —dijo por deber más que por otra cosa.

—Dejemos que Ino decida. Tú estás cegado por la venganza y yo estoy cegada por la compasión. Ino, en cambio, puede ser objetiva y por eso tomará la mejor decisión.

—¿Crees que mi rebelión funciona como una democracia?

—¿Tienes miedo de perder? ¿Miedo de que Ino esté de acuerdo conmigo en vez de contigo?

Había empleado la carta precisa para ganar la partida: tocarle el orgullo.

—Está bien, acepto tu propuesta —dijo alzando el mentón—, pero te advierto que saldrás perdiendo igualmente. Ino también quiere vengarse de Danzo, pues fue él quien dio la orden de matar a Inoichi. Para nada le gustará la idea de que Orochimaru lo asesine.

—Sé que ella también quiere vengarse, pero su rencor no le nubla el juicio como a ti. Sé que al final tomará la mejor decisión, confío en que pondrá a los soldados por encima de sus deseos personales.

A Sasuke le sorprendió la seguridad con la que asomaron esas palabras. Cualquiera juzgaría que era Hinata quien llevaba conociendo a la blonda ocho años.

—Por más que trato de entenderte sigues siendo un misterio para mí —dijo como resignado—. No entiendo por qué te preocupas tanto por la gente de este reino, parece que se te olvida que nosotros fuimos los culpables de que tu nación desapareciera.

—Es por humanidad, Sasuke.

En primer lugar él volvió a verla como si fuese un bicho raro, pero gradualmente fue cautivado por los destellos que emitían esas perlas que irradiaban buenos sentimientos. Hinata era como un libro abierto: tenía toda la expresividad de la que él carecía y, a decir verdad, eso le encantaba. Por tal razón sus dedos de guerrero, como hechizados por una naciente ternura, se dirigieron al contorno de esos ojos excepcionales para brindarles una caricia dulce.

Durante un sinfín de años había odiado ese color albino tan característico de los Hyuga y ahora, en cambio, se estaba volviendo adicto. Las vueltas de la vida eran defnitivamente asombrosas.

—Eres tan noble como una niña pequeña —comentó al tiempo que su diestra se deslizaba hacia el suave pómulo de la musa—. Muchas veces hasta pareces una.

Ella se sonrojó a velocidad de relámpago y, pese a que las palabras venían con un tono de halago, necesitó replicar. Eso sí, tuvo que tragar saliva antes por la vergüenza.

—Sólo trato de hacer el bien y ponerme en los zapatos del otro. Nada más que eso.

—Lo sé, pero pocas personas hacen lo mismo que tú.

Así el Uchiha, instigado por la pureza que ella desprendía, necesitó acercarse para depositarle un significativo beso en la frente. Ella, muy conmovida, lo disfrutó tanto o más que cualquiera que haya recibido en su boca. Pasó otro largo rato que de todos modos sintieron corto. Cuando estaban juntos el tiempo psicológico siempre distorsionaba al real.

—¿Sabes? —Antes de continuar esperó a que le diera su total atención—. Desde un principio supe que al estar contigo estaría condenada a sufrir. —Dio un suspiro enorme, quizá el más grande que haya dado en su vida—. Sufrir por tu venganza —continuó la idea anterior—, sufrir por lo que le hiciste a Neji y a los míos, pero estoy dispuesta a soportarlo precisamente por gestos tuyos que derrochan amor —dijo refiriéndose a la caricia en su rostro y al beso en su frente—. Además ahora soy mucho más fuerte, así que ya no puedes dañarme como antes. No sólo voy a superar el pasado, sino también todo lo que se me ponga por delante en un futuro.

Lucía tan segura que terminó inyectando en las facciones de Sasuke un pronunciado asombro. Ya la había visto con esa estampa llena de aplomo antes, pero eran momentos que no duraban mucho. Ahora, en cambio, parecía que iba a conservar esa determinación por la eternidad.

—Espera un momento... Esta Hinata desconocida, tan llena de temple, tan impetuosa, me ha hecho pensar algo nuevo...

—¿Qué cosa?

—Me dijiste que yo necesito recuperar mi verdadera personalidad, pero pienso que lo mismo puede aplicarse a ti.

Ella parpadeó dos veces y luego se masajeó la esquina de una ceja.

—Explícate por favor.

—¿No crees que los constantes menosprecios de tu padre te bajaron tanto la autoestima que anularon tu verdadera personalidad? Por eso te volviste tímida e insegura cuando en el fondo eres fuerte y apasionada.

Hinata reaccionó tal como se haría al descubrirse un nuevo continente.

—Quizás tú también necesitas recuperarte a ti misma —continuó él, terminando de redondear su idea.

—Recuperar lo que mi padre me quitó... —masculló asombrada, tomándose un largo tiempo de reflexión que Uchiha no interrumpió—. Tienes razón, Sasuke. —Un brillo intenso lució en sus ojos y una sonrisa trepidó a su rostro—. Ahora más que nunca quiero desarrollar todo mi potencial. Dejar de ser la niña tartamuda y timorata en que me convirtieron y liberar a la verdadera Hinata: una mujer fuerte, decidida y sin miedo.

—Y he de reconocer que vas por muy buen camino, de hecho ya prácticamente no tartamudeas. Cada vez te noto más segura.

Ella asintió alegremente a pesar de no formar una nueva curva labial. Aun así se le notaba en el talante.

—Eso significa que los dos tenemos la misma misión: ser quiénes somos de verdad.

—Nuestras almas claman por ser vistas en desnudez. Y nuestros cuerpos también... —añadió de modo muy sugerente. La cara de ella respondió adquiriendo un brillante rubor que arribó casi instantáneamente.

Y pensar que tan solo unos minutos atrás le había dicho a Hinata que era demasiado sensible, pero él, ahora mismo, sentía que una corriente intangible le trepaba desde el pecho hacia los ojos; una emoción mística que le hacía sentir una ternura implacable, misma que lo impulsaba a querer envolverla entre sus brazos por horas y más horas hasta tocar el siguiente amanecer.

—Ahora que lo pienso... —Para gran fortuna del guerrero, su enamorada, sin saberlo, había interrumpido la naciente cursilería que consideraba indigna de él.

—¿Qué sucede? —cuestionó con mayor ronquedad en un intento de no delatar la exaltación que se acopiaba en su alma.

—Quizás a todas las mujeres nos quitan nuestra personalidad desde chiquitas. No podemos ser quienes realmente somos porque la sociedad nos juzga y reprime demasiado. No podemos aspirar a nada que se salga de lo establecido y toda nuestra vida intelectual se reduce a aprender las labores hogareñas o las buenas costumbres. Y, como si fuera poco, a la que intenta rebelarse la acusan de bruja enseguida.

Sasuke quedó pensativo por varios segundos, asintiendo después de éstos.

—Es muy posible —añadió verbalmente—. Este mundo sería mejor si las mujeres fueran más libres y tuviesen más influencia en las decisiones que nos rigen a todos.

Hinata abrió su boca en demasía. La mantuvo así tanto tiempo que pareció haber perdido el control de sus mandíbulas.

—¿De verdad ya no nos subestimas? —cuestionó más que impresionada por su cambio. Hacía tiempo que no escuchaba ningún comentario machista de su parte, cosa que antaño daba a diestra y siniestra, pero que ahora dijese algo así le resultó tan drástico como alucinante.

—No. Gracias a ti ya no lo hago —dijo con simpleza, sin imaginarse lo importante que le fue a Hinata su nueva actitud.

En efecto, ella volvió a sonreír grandemente. Después, tomándolo por sorpresa, le dio un beso en los labios.

—Te merecías un premio —expresó muy contenta cuando separó sus labios de los de él. Y sin dejar que más segundos se desperdiciaran, volvió a unir la boca a su par masculina.

Desde la proposición de matrimonio ambos habían atravesado por la alegría, la frustración, el consuelo, el gozo, el asombro, el rencor, la discordia, la tristeza, la reconciliación y la esperanza. ¿Con quién más podrían vivir esa vorágine de sensaciones? ¿Con quién otro podrían sentirse tan vivos?

—Dímelo, Hinata... —habló tras detener el beso, aunque su aliento siguió en desenfreno.

—¿El qué? —preguntó desprendiendo sublime complicidad ocular.

—Dime cómo vivir sin besarte, sin tocarte, sin mirarte... ¿Cómo puedo vivir sin tu presencia? ¿Me podrías enseñar a conseguir eso?

—¿Cómo podría enseñarte algo que yo tampoco sé? —Sonrió entre ojos que iban humedeciéndose lentamente, resignada a amar a ese hombre pese a todo—. Para bien o para mal yo tampoco puedo vivir sin ti.

Una miríada de feromonas los rodeó de estampida, incitándolos, en cuerpo y alma, a dejarse llevar por el más delicioso de los pecados. Poco después, como siguiendo tal dictamen, Hinata sintió en su trasero la presión posesiva de la mano diestra de su amado, quien la apegó contra sí hasta confundir los límites de sus cuerpos. La joven dama necesitó resoplar al sentirse embriagada por la cercanía de ese hombre que de algún modo siempre lograba extraer su lado animal...

Impulsados por el subidón de amatividad incontrolable volvieron a unir sus lenguas, pero esta vez de un modo mucho más vampírico. Parecían querer comerse el uno al otro aplicando una voracidad implacable. Sasuke ni siquiera le dio el tiempo de asimilar tanta pasión a Hinata: su mano le alzó el largo vestido y se infiltra para hallar el adorable tesoro que escondía entre sus piernas. Disfrutando de cada segundo palpó la vulva por encima de las delgadas bragas, redescubriendo su exquisito contorno. Por espontáneas reacciones, ella soltó gemidos que perdieron fuerza al ser ahogados por los besos del Uchiha. Si se podía devorar un gemido, él lo acababa de hacer.

Así, la carne de ambos se volvió efervescente y un calor excepcional se instaló en lo femenino y lo masculino. Lo primero humedeciéndose, lo segundo irguiéndose. Lo primero dispuesto a recibir a un inquilino al que extrañaba con fervor, lo segundo ansiando crear un fulgurante paroxismo para ambos.

—Oh, Hinata..., tú te has convertido en mi alma... —le susurró al oído con la desesperación propia de la excitación—. Ya no puedo estar sin ti.

—Y yo tampoco... —contestó con el mismo tono—. Hasta preferiría hundirme en el infierno contigo que volar al paraíso sin ti.

Sasuke sintió como la pasión se refrenaba un poco, siendo reemplazada por una emoción que le hizo temblar la barbilla. Le mordisqueó el lóbulo de la oreja dos veces y entonces le habló al oído de una forma tan jadeante como emotiva.

—Prefiero volar contigo hacia un lugar en que la venganza se olvide de mí y yo me olvide de ella. Un mundo en donde sólo existes tú, tu amor, tu cariño, tu ternura. —En sus tiempos todavía no existía el concepto de fuerza gravitacional, pero juraría que aquello que lo ataba a la Tierra estaba desvaneciéndose gracias a esa mujer excepcional—. Quiero volar contigo hacia ese paraíso al que jamás podré ir; déjame conocerlo tomado de tu mano, acceder a él en tu compañía, permíteme viajar adonde sólo un ángel como tú puede. Aunque sólo sea por unos segundos, llévame hacia donde no merezco estar.

Ella exhaló como si hubiera contenido el aire por incontables horas. Estaba emocionada, enternecida y excitada; todo al mismo tiempo.

—Pero yo no soy un ángel ni puedo llevarte a ese lugar, Sasuke —necesitó aclarar aunque se rompiera la magia de la idealización. Su sinceridad le impuso aquello—. Soy una humana pecadora como cualquier otra. Por eso sé que ahora mismo mi familia está juzgándome desde el otro mundo, pero vale la pena recibir miles de castigos si eso me permite estar contigo por siempre. —Le hubiera encantado acercarse hasta que sus ojos se tocasen de forma física; que, a través de esos órganos que expresaban el alma, palpara la revolución de sentimientos que provocaba en ella—. Aunque el averno sea lo que nos espera, no temeré si vas a mi lado.

—Intentaré que nuestro viaje sea al paraíso y no a las tinieblas. Tú te lo mereces —sentenció con su voz desmenuzándose en matices agudos y graves por culpa de la emoción que lo acorralaba—. Pase lo que pase trataré de renacer junto a ti.

—¿Renacer? —cuestionó sin captar del todo a qué se refería. Esbozaba una idea parcial que necesitaba ser completada.

—Sí, reconstruirnos desde cero el uno junto al otro. Pienso que esa es la única forma de ganarle al pasado para poder amarnos sin culpas: renaciendo.

Sonaba hermoso, idílico. Eso era lo que ambos necesitaban: renacer para escapar del pasado, de la prisión psicológica que pretendía enjaular sus sentimientos, de la condena fantasmal de sus familias. Por eso, durante esta agradable tarde en que eran rodeados por preciosas flores, los seres opuestos reiniciarían su relación buscando que la comprensión mutua fuese el estandarte. Sólo así, aleteando como dos fénix por el vasto cielo de la empatía, ascenderían hacia un amanecer que significaría un nuevo comienzo tanto para él como para ella.

—Vamos a superarlo todo gracias al amor, Sasuke.

—Es lo que más ansío.

—Entonces hazme renacer ahora mismo. Hazme renacer eternamente...

Y sin más dilaciones ambos se besan salvajemente; como renaciendo, ahora mismo, en criaturas sedientas de arrebato lujurioso. No más cadenas, no más pasado, no más futuro, no más condenas. Sólo mujer y hombre, sólo el presente, sólo la libertad de los instintos. Decididos a avanzar más que nunca antes, intentarían superar esa enfermedad que ellos mismos juzgaban como un amor tóxico, inmoral, pecaminoso, para transformarlo por fin en algo mucho mejor...

Un amor pleno y libre de culpas.


Continuará.


Notas Finales: Hola de nuevo, espero que se haya notado lo decisivo que ha sido este capítulo respecto a las voluntades de ambos. Posiblemente los dos siguientes capis estarán dedicados al viaje de regreso a la ciudad base, ya sea con Sasuke y Hinata estando solos o siendo acompañados por Ino, dependiendo de qué decida hacer ella (o mejor dicho de lo que yo decida como autor :P). Pretendo darle al ship la oportunidad de ser felices antes de que lleguen a la guerra, misma que será muy cruel y maldita (como todas las guerras).

Saludos gigantes y muchas gracias de nuevo por seguir apoyando o criticando este humilde fanfic ^_^