¡Hola y muy buenas! Aquí llega otro capítulo de esta fanfic. Quiero dedicarle este capítulo especialmente a Kisa Tsutaka, una colega ficker que tiene grandes historias sasuhina (se las recomiendo totalmente). Sé que todavía te falta para llegar hasta este capítulo, pero quiero agradecerte muchísimo cada comentario, crítica constructiva y buena onda que siempre me has dejado. Eres la única persona que ha comentado TODOS los capítulos de esta historia y te estoy muy agradecido por ello. Ojalá este capítulo te guste cuando lo leas, va dedicado con mucho aprecio y por eso traté de hacerlo lo mejor posible =)

Cuento también que ya corregí un par de escenas del capítulo 3 en que Hinata se fijaba en el atractivo de Sasuke (era algo que tenía pendiente de cambiar hace mucho). Me dio vergüenza releer eso después de que él casi la viola, así que no dudé en borrarlo. En ese tiempo iba publicando semana a semana revisando sólo una vez lo que escribía porque deseaba avanzar rápido la historia, así que se me pasaron detalles así. De todos modos seguiré corrigiendo ese tipo de cosas a medida que vaya revisando más capítulos.

Por eso mismo también edité el capítulo 12, haciendo que la recuperación de Sasuke demore 7 días en vez de uno solo, para que durante ese tiempo Hinata y él hayan limado asperezas fuera de pantalla antes de que aborden el barco. Pensé en hacer un salto en el tiempo de un mes o incluso de dos meses, pero creo que el fic perdería su esencia pues siempre he tratado de hacer ver esto como un amor incontrolable y demasiado apasionado como para contenerse. Pienso que si pasara un mes o dos aquella sensación de amor vertiginoso se perdería.

Más adelante también editaré el capítulo 14 para hacer el pedido de Hinata menos romántico y menos cursi. Respecto al tiempo habrá que agregar una semana más cada vez que nombro las semanas que han pasado entre ellos, pero eso lo haré mucho más adelante y de manera paulatina ya que no lo considero una prioridad.


Vocabulario:

Libar: Dicho especialmente de las abejas: Sorber suavemente el jugo de las flores.

Irisar: Dicho de un cuerpo: Presentar fajas variadas o reflejos de luz, con colores semejantes a los del arco iris.

Arriar: Bajar las velas, las banderas, etc., que están en lo alto.

Cunnilingus: Práctica sexual que consiste en estimular con la lengua o la boca los genitales femeninos.

Procacidad: Desvergüenza, insolencia, atrevimiento.

Acidulado: Ligeramente ácido.

Tumescencia: Erección del pene.

Extemporáneo: Impropio del tiempo en que sucede o se hace.

Trepidante: Que tiembla fuertemente.

Envite: Empujón.

Cénit: Punto culminante o momento de apogeo de alguien o algo.

Fosfeno: Sensación visual producida por la excitación mecánica de la retina o por una presión sobre el globo ocular.

Fogarada: Llama fuerte que levanta el fuego.


Esclava Sexual, Capítulo Cuadragésimo segundo


Circundándolos, había un maravilloso templo de la naturaleza que invitaba a los sentidos a perderse en la total admiración. Cómo no hacerlo si las violetas, margaritas, gardenias y demás flores, llenaban de recocijo el olfato de cualquiera que tuviese la suerte de pasar por esta fértil tierra que las alimentaba. Cómo no hacerlo si ver a los coloridos colibríes buscando néctar por aquí y por allá era una delicia para los ojos. Cómo no hacerlo si en el bosque que se yergue en el horizonte, el trinar de pájaros de diversas especies alcanza a propagarse por el ambiente como un dulce murmullo musical, mientras el riachuelo, como compitiendo, se empeñaba en cantarles su propia y armoniosa melodía. Cómo no hacerlo si la brisa tenía la temperatura precisa para envolver a sus pieles en el disfrute.

Y a pesar de todo lo anterior y de más descripciones maravillosas capaces de sumarse, ambos se atrevieron a hacer lo que sólo dos almas enamoradas podrían: ignoraron de raíz a la madre naturaleza y sus increíbles encantos en pos de admirar al otro. Mientras estuviesen inmersos en la mirada opuesta, nada, absolutamente nada, podría ser más bello que el inmenso sentimiento que estaban cultivando. El ser amado representaba a la belleza en sí misma, dispuesto y dispuesta, con sus meras existencias, a restarle méritos a lo tangible e intangible de su entorno.

—Eres tan linda y tierna, Hinata. Trata de imaginar la joya más preciosa y valiosa que puedas, y aun así no podría compararse a ti.

Lo dicho le causó una sensación de dicha increíble. Se sintió tan especial, tan única y querida...

—Ay... —se quedó sin palabras, completamente cohibida.

Una de las cosas en que Sasuke superaba a Naruto era en subirle la autoestima. Cada vez que la miraba sus ojos brunos denotaban deseo, ansias, ganas de vivir por ella; todas emociones que el alborotado rubio jamás le mostró. De hecho, para ser sincera, que él nunca se fijara en ella tan siquiera un poco, también colaboró a que su autoestima rondara por lo bajo en vez de por lo alto. Para rematar, su hosco padre le dijo muchas veces que no era atractiva, incluso la trataba de fea cuando andaba de mal humor y el Uzumaki parecía verificar esas palabras al no mirarla más allá de ser una amiga; nunca como mujer, nunca como alguien más significativa, nunca de la forma en que un hombre gusta de una chica. Y en esto no se refería a ciertos babosos que le dedicaban ojeadas lascivas cuando recorría las calles. Aquello nada le importaba, pues eran simples desconocidos que harían lo mismo con cualquier cosa que llevara puesta una falda. Se refería a un hombre que la viese más allá de la cáscara, que la hiciera sentir que era muy especial, que destellase verdadero significado al contemplarla...

Algo que ninguna otra mujer, sólo ella y nadie más que ella, pudiera obtener. Y era precisamente eso lo que Sasuke le estaba regalando a través de su emocionado semblante: adulación, excepcionalidad, embeleso, fascinación.

¿Qué mejor que tener a un hombre loco de amor y de deseo para subir una autoestima tan moderada como la suya?

—Y... y tú eres muy atractivo y varonil —trató de devolver el halago con lo primero que se le cruzó por la mente.

Como mirándolo por primera vez, y atreviéndose a dejar sus pudores de lado, lo recorrió de arriba hacia abajo y viceversa. Entonces volvió tomar completa noción de algo que solía desdeñar en pos de la química: las palabras irreflexivas que le dedicó eran tan ciertas como el aire que respiraba. Su rostro le resultaba muy agradable a la vista y su cuerpo, aún con ropa, cintilaba el tono atlético perfecto. Cualquiera podría deducir que Sasuke Uchiha había sido esculpido por los mismísimos dioses o, yendo incluso más allá, que era uno que se materializó sobre la faz de la tierra. La perfección física en un varón la representaba él. Añadiéndose a lo anterior, la valentía que tenía al desafiar a la muerte una y otra vez contribuía a potenciar todavía más su halo de atractiva reciedumbre. Ello la llevó a pensar que él podría vestirse enteramente de rosa y seguir irradiando un aura de masculinidad suprema.

—Y... y también eres muy viril. —Liberó sus recientes pensamientos mientras bajaba su cabeza, un movimiento atribuible a su inherente timidez.

—Y tú muy femenina —devolvió el cumplido felizmente. Luego le alzó el mentón antes de continuar—. ¿Sabes? Me gustaría tanto que nuestra relación durara por siempre, que nunca se fuera al pozo de los fracasos —le dijo para terminar depositándole un dulce beso en la frente. Su mano, un poco menos cálida que la piel de ella, le dio cariño en una mejilla.

Ella asintió por forma refleja.

—Tampoco deseo que fracase, te juro que no, pero incluso si lo hace no quiero arrepentirme de nada. Quiero vivir esto con todo mi ser. Por eso quise que te quedaras conmigo y que te descubrieras junto a mí. No sé qué pase en el futuro, pero sí sé que lucharé con toda mi alma para que lo nuestro triunfe.

—¿Incluso enfrentarte a tu hermana?

Eliminando cualquier tipo de duda, toma las manos de su amado y las aferra entre las suyas. Cada gesto, cada ademán, cada mirada, sobrecarga el aire con la pureza de su albina mirada.

—Incluso eso. Pase lo que pase esta vez no te fallaré.

Acto seguido, Hinata extendió el brazo a través del pequeño espacio que los separaba y su mano apartó ese mechón, tan rebelde como su dueño, que solía caerle por delante del ojo izquierdo. Lo acomodó tras la oreja y entonces, al obtener plena visión de las dos perlas negras, quedó embelesada por el sentimiento que se reflejaba en éstas.

El cortocircuito de emoción hizo que Sasuke olvidara el vocabulario, el alfabeto e incluso que disponía de un par de cuerdas vocales. Lo olvidó todo, absolutamente todo, a excepción de una cosa: contactar su alma con la de Hinata a través de sus vistas entrelazadas. Y le pareció increíble que algo tan simple pudiera resultarle tan significativo y unidor.


Hasta el detalle más nimio adquiere un valor mucho mayor cuando se trata de ti, mi ángel.


Inspirada por él, Hinata, como siempre sucedía cuando sus almas se conectaban a un nivel tan grande, llevó su otra mano, temblorosa ésta, hacia la otra mejilla. Entonces acarició con una dulzura sólo propia de un piadoso ángel. Sin embargo, ese mismo ser celestial quiso descender a los infiernos cuando, decidida a eliminar sus barreras, le planta un tentador y perfecto beso al tiempo que sus diez dedos se posan en la cintura de Sasuke. Su brazo, lesionado por el alquimista, le ardió por los movimientos recién hechos, mas, pese a ello, no le importó porque valía la pena mientras pudiera tocar esos labios de hombre que propagaban, a través de toda ella, un calor incendiario.

Por un momento él sintió que se habían intercambiado los roles acostumbrados, puesto que la avaricia que desataba la lengua de su musa exhalaba una posesión dominante, férrea, invasora, mientras la suya, quizás por la sorpresa, caía sumisa ante ella. Incluso tuvo el presentimiento de que si existiera un muro o un árbol, Hinata no dudaría en usarlos para acorralarlo.

Se sintió más deseado que nunca; por lo menos era la primera vez que ella se lo demostraba con tanto ahínco, y eso, a su vez, acrecentó su propio deseo por ella. Gracias a eso sus manos palpan, tocan, se extienden y se aferran a ella igual que las enredaderas a su soporte. El fuego de las estrellas no lograría compararse al que emanaba de él cuando estaba junto a su amada prometida.

Cuando cada centímetro ya endurecido de Sasuke se presionó contra ella, Hinata se vio obligada a detener el beso por haber perdido la totalidad de su aliento. Dirigió su albina mirada hacia abajo, con unas explícitas ansias que al varón estremecieron de raíz. Entonces ver esa imponente montaña carnal, aunque todavía estuviese cubierto por el pantalón, la llenó de la urgente de necesidad de apretarse todavía más contra él, de fundirse en un solo ser.

Por el clamor de los cuerpos que ya exigían verse y sentirse en desnudez, sus respiraciones fueron volviéndose cada vez más agitadas y efusivas. Y es que deseaban entregarse el uno al otro, calcar en sus memorias para siempre este único y bello momento en que ambos se unirían bajo el precioso alero del precioso paisaje que los rodeaba. Sin límites, sin fronteras, sin maldita cosa que los detuviera, vivirían el deseo perenne de hacer feliz a la persona amada hasta hacerla estallar de placer.

Sin embargo, aunque ambos ansiaban transformar el dolor pasado en centelleante felicidad presente, Hinata no podría alcanzar ésta siendo una irresponsable. Afortunadamente, aún no llegaba al punto en que la debilidad por la carne le borrase del todo su conciencia.

—Ay, Sasuke... —dijo en un jadeo mientras su mano soltaba el miembro. Ni siquiera supo en qué momento lo había agarrado—. Te juro que no quiero arruinar el momento, pero podría quedar embarazada... —advirtió con evidente preocupación—. Además lady Ino podría llegar en cualquier momento —añadió gesticulando decepción.

Las miradas opuestas coincidieron al lanzarse hacia el bosque al mismo tiempo, aunque la negra viró hacia el cielo tres segundos después. Al sol debía quedarle una hora u hora y media antes de apagarse.

—Por ella no te preocupes; si dijo que volvería al crepúsculo así será —afirmó muy convencido y enseguida abordó el otro obstáculo devolviendo sus ojos hacia ella—. ¿Hace cuántos días tuviste tu regla?

—Me llegó antes de tiempo, seguramente por el estrés del secuestro. Fue hace una semana o un poco más. Es mejor no arriesgarse.

—Joder... —apretó un puño—, alguien debería inventarse algo para prevenir los embarazos. Eso sí que sería útil.

Sasuke ni se imaginaba que, a pesar de lo necesarios que eran, los condones se inventarían muchos siglos después. Lo mismo sucedería con las píldoras anticonceptivas.

—Yo no creo en los amuletos que sirven para no embarazarse, pero quizás más adelante podría usar alguno. Nada se pierde.

—Se pierde el honor de la inteligencia. Esas cosas no sirven para nada —concluyó Sasuke con tremendo aplomo. Luego suavizó su mirada y continuó—. Sin embargo, podemos hacer otra cosa... —propuso dándose un aire misterioso.

—¿Otra cosa?

Sasuke se dejó caer sobre sus rodillas, llevó sus manos hacia el vestido de cuerpo entero de su musa, lo levantó y dejó que la tela le cubriera la cabeza, quedando de frente a las bragas de Hinata. Antes de que su diestra se fuera hacia el tirante que ajustaba la íntima prenda, Hinata sintió la necesidad de apartarse.

—¿Q-qué haces? —preguntó al tiempo que el rostro iba adquiriendo un fulgurante carmín.

—Voy a chuparte la vagina. Voy a comérmela.

—¿Pero qué dices? ¡N-no!

—Tú misma me dijiste que deseabas que fuésemos libres —dijo poniéndose de pie otra vez—, ser quienes realmente somos. Y, además, hacer esto no te dejará preñada.

—S-sí, pero...

—Liberarnos —la interrumpió decididamente— también incluye entregarnos sin complejos a todo lo que nos exigen nuestras bajas pasiones. Esto es lo que quiero en lo más profundo de mi ser: hacerte mía de todas las maneras posibles y por todas tus cavidades, incluso por aquella que duele más. —La dulce fémina no pudo evitar que sus ojos se expandieran a un extremo más que notorio—. Sí, Hinata, quiero ser libre contigo y que tú también lo seas junto a mí, desatar la perversidad que hay en el sexo, probar el placer hasta tocar sus puntos más prohibidos y pecaminosos.

La manumisa tuvo que cerrar la boca que había quedado muy abierta. Estaba sin palabras.

—Por eso me da igual que llegue Ino —continuó inspirado por ella—, es más, que se muera de envidia al verte gozando como una loca, que nos envidie por amarnos tanto. —Tuvo que detenerse un momento porque su pecho se infló y desinfló al soltar un involuntario suspiro—. Quiero que tú también te dejes llevar por el verdadero sentir, sin ataduras, sin los malditos atavíos que la moralidad nos impone. Destrozarte de placer, incitarte a pecar sin arrepentimientos. Quiero succionártela ahora mismo, masturbarte, que me lo chupes, que te tragues mi semen, hacerte sexo anal, que disfrutes cada sesión de sexo tanto como yo lo haré. Y tenemos un mes para hacerlo.

Hinata quedó impactada, anonadada. ¿Todo eso viviría con Sasuke? La pasión con que lo decía y la voz más enronquecida por lo excitado que estaba, la estremeció de raíz.

—Viviré para cumplir tus fantasías. —A la vez que la tomaba del mentón, le encajó sus ojos plagados de emociones—. Lo que me pidas te lo haré. Permítamonos ser en todo su significado...

—Sasuke..., es que...

La futura protesta fue interrumpida de cuajo. La lengua del varón empezó a consumir la femenina con voraz devoción, imaginándose que no era la boca de Hinata quien lo recibía, sino su vulva ya humedecida. De no ser por respetarla tanto, incluso se la habría chupado sin esperar a que le diese su permiso. Estaba seguro que, al propinarle un par de lamidas en su zona más sensible, su musa se dejaría caer por completo en sus fantasías más ocultas.

—Antes de que hables —dijo él apenas concluyó el místico beso—, déjame decirte esto: lo que te quiero brindar es una oportunidad que poquísimos varones ofrecen y que, por tanto, casi ninguna chica vive. La gran mayoría sólo se enfoca en su propio placer y ya, utilizando a la mujer sólo como un recipiente donde lanzar su esperma. Lo descubrirías si estuvieras con otro hombre. Yo, en cambio, deseo hacerte gozar cada día como si fuese el último, que te vuelvas adicta al sexo, a la carne de mi verga palpitante, al placer inimaginable que te ofrezco. Ansío demostrarte cuánto te amo a través del éxtasis al que te invitaré cada vez que tú lo desees.

Lo dicho por Sasuke era una gran realidad, pues los varones de su época se comportaban así. Además el sexo, en teoría, sólo debía emplearse para procrear. El placer consiguiente sólo era un efecto colateral y que no debía ser buscado como meta. Y mucho menos por las mujeres.

—Tu amor puede llevarme a vivir un placer que ningún otro podría replicar. ¿Eso es lo que quieres decir?

—Exactamente. Ante mí nunca tengas vergüenza de ser tú misma.

La fémina tuvo que desviar la mirada hacia un lado, puesto que sentía que Sasuke iba a robarle el alma. Su cara, para variar, le ardía en cada centímetro.

—Ay..., ¿quieres volverme una indecente? ¿Es eso?

—El sexo es mejor cuando es indecente.

Ella, sin poder deshacerse de sus nervios, empezó a sobarse un muslo sin darse cuenta. Quería liberarse del todo junto a él durante este mes, hacer lo prohibido hasta tocar el infierno de los condenados, transformarse en una golosa súcubo hambrienta de masculina carne íntima, puesto que, ¿qué mejor lugar que este para dar rienda suelta a la pasión y sus perversidades?

Sin embargo...

—Haré cualquier cosa que quieras menos una.

—¿Cuáles?

—Sexo anal. Ese será mi eterno tabú.

Uchiha, nada sorprendido, la rodeó hasta colocarse justo detrás de ella. Se acercó a su oreja y en un susurro jadeante le dijo:

—Te lo haría de una manera que te gustaría mucho... —Le presionó el pene entre los glúteos mientras le mordisqueaba la oreja gentilmente.

—L-lo siento. —Dio un paso hacia adelante y se giró para verlo—. Lo tienes demasiado grande para eso; me causarías mucho dolor y te juro que no lo digo por ser alharaquienta. —Por tales palabras Sasuke se sintió sádicamente orgulloso. Nunca estaba de sobra recordar el tamaño del que disponía, cosa que, a nivel subconsciente, lo volvía aún más egocéntrico—. La vagina está preparada fisiológicamente para recibir eso que tienes —continuó ella mientras le miraba la entrepierna— y aun así, y a pesar de lo mojada que estaba, me tomó tiempo acostumbrarme a lo tuyo. En cambio el..., tú sabes que sirve para otra cosa..., así que hacerlo por detrás es un no eterno y rotundo —terminó con una convicción sobresaliente, dejando de lado y por mucho a su carácter sumiso.

Él exhaló un sonoro respiro.

—¿Pero no te da curiosidad? ¿Cómo puedes saber que no te gusta si no lo pruebas una vez tan siquiera? Podríamos intentarlo algún día y si te duele mucho, pues no lo hacemos nunca más.

—Si me quieres convencer de hacer algo así, déjame decirte que dudo muchísimo que lo logres.

—No hay prisa. Al final de este mes me lo pedirás tú misma... —dijo a su modo desafiante. Hinata, por supuesto, iba a protestar, pero Sasuke le dio un corto beso en los labios a fin de acallarla—. De momento lo único que deseo es chuparte la vulva hasta dejártela como una pasa.

Qué chabacana sonaba una frase así, pero, por una razón desconocida, Hinata sintió que el interior de su vientre le brincó como queriendo competir con un resorte. Seguramente su forma de decirlo superó a la vulgaridad gracias a su voz más ronca, jadeante y anhelosa. Había un deseo en él que, además de excitar, también conmovía.

—¿No podemos esperar a estar casados...? ¿Esperar a que acepte tu propuesta de matrimonio?

Uchiha dio un gran y sonoro suspiro, formando después un gesto que la maltrataba claramente.

—Ay..., sé que te suena ridículo porque ya lo hicimos una vez —interpretó correctamente lo escrito en la cara del varón—, pero ya caí una vez en lo indebido y esta vez puede ser peor porque hay peligro de que llegue Ino. Me sentiré mal si nos ve haciendo una impudicia tan inmoral.

Si Ssuke fuese más expresivo habría alzado los brazos al cielo como suplicándole a los dioses que le dieran paciencia.

—Ella no llegará todavía, te lo aseguro —dijo al enfocarla de nuevo—. ¿O tanto miedo le tienes a disfrutar del sexo sin traumas? —preguntó llenando su rostro con un cariz más grave. Hinata leyó en sus ojos que, según lo que le respondiera, estaría dispuesto a dar marcha atrás.

¿Pero ella quería eso realmente?

—Es que..., Sasuke..., tú no me entiendes porque a mí me criaron de una forma mucho más recatada. Ya sabes, lo de actuar siempre como una señorita de bien, como una dama incorruptible. Y tú, por alguna razón, me haces perder los estribos y caer en la tentación. Te deseo como una loca, pero...

—Pierdes los estribos porque esto es lo que realmente deseas —la interrumpió exhalando su determinación de siempre—. Por eso mismo permítete ser quien eres de verdad: una pervertida que me desea tanto como yo a ti. No te reprimas ni uses caretas; no conmigo. Durante este mes seamos almas desnudas que desean entregarse, con toda sinceridad, hacia nuestros deseos más innombrables y perversos...

Como reaccionando a tales palabras la sangre femenil cambió la dubitación, filtrándose por sus venas un sentimiento romántico que le hizo palpitar el pecho entero.

—A veces hablas de un modo tan cultivado y bonito que me asombras...

—Eres tú lo que provoca eso en mí —la acercó más contra su cuerpo, apegándola como si quisiera fundirse con ella—. Nadie más podría sonsacarme una pasión así.

Se hizo un silencio que se prolongó más de lo esperado. Las dudas de Hinata al final provocaron que el arranque pasional de Sasuke se diluyera al punto que su erección perdió su razón de ser.

—Déjalo. Mejor entrenaré —dijo al tiempo que sus piernas ejercían unos pasos para cumplir lo dicho.

Hinata reaccionó acercándose a él y tomándolo del brazo de un modo firme. Finalmente comprendió que Uchiha tenía a la razón de su parte. Después de todo el amor también era arrebato, morirse de ganas de estar juntos, demencia por causa del otro, experimentar lo que con nadie más se podría. Además, el peligro de que Ino terminara viendo lo que estaban haciendo, de que los pillara por sorpresa en pleno acto obsceno, le añadiría una emoción adrenalínica difícil de contrarrestar.


Un temblor me recorre por entera mientras un crujido sideral lanza mi corazón. Tengo tantas ganas de abrazarte y de gritarte a quemarropa que también te necesito como una loca, que también deseo darte sexo oral, que no preciso de un mes para saber que deseo convertirse en tu esposa por esta vida y por todas las otras que pudieran venir. Te necesito, Sasuke, te necesito mucho más de lo que eres capaz de imaginar.


—Excúsame, ¿sí? Sé que mi cordura se vuelve una molestia muchas veces —dijo mirándolo con descollante emoción—. Reconozco que yo también me muero de ansias por experimentar sin límites y dejando todos los tabúes a un lado. Hagámoslo por favor...

Dicho esto, ella, sedienta de la lengua de su varón, se arrojó a su boca como lo haría un animal en celo en caso de saber besar. Y de haber podido no dudaría en alcanzar la eternidad pegada a sus labios. Incluso más todavía: de no correr peligro de embarazarse sería ella quien le haría el amor a Sasuke en este mismo instante, aprendiendo a moverse de tal forma que su semen le inundara la matriz sin que él tuviese que hacer nada más que estar quieto y gozando.

Entretanto, para Sasuke el sabor de su musa le resultó nuevo, puesto que ahora era el de una mujer que no sólo estaba enamorada sino que también estaba dispuesta a todo. Percibirla así de entregada le fue realmente el edén en la Tierra.

—Quiero hacerlo, pero aquí no por favor. Busquemos un sitio donde escondernos. No quiero que lady Ino piense mal de mí.

—Te la chuparé aquí y ahora —le susurró al oído, mientras la yema de su pulgar la tocaba, por encima del vestido, en su parte más privada.

—Ah... —jadeó dos veces más antes de poder continuar—, pero si nos descubre toda la culpa será tuya —advirtió mientras se ponía de puntillas con el fin de encajarle más los ojos—. Tú tendrás que inventarte algo para defender mi honra.

—No te preocupes porque haré que te libres de todo pensamiento culpable. Te haré sufrir una amnesia temporal.

—Sí, por favor, quiero olvidarme de todo pecado junto a ti.

—De todos modos no veas esto como un pecado, esas son tonterías que trata de imponer nuestra sociedad. Sólo sé libre sin miedos de por medio...

—De acuerdo, mi amor. No temeré a nada estando contigo.


A fin de cuentas creo que todo lo que se hace con amor es lindo si se hace precisamente con eso...

Con amor.


Y dejándose llevar por sus palabras le plantó sus labios otra vez, esgrimiendo un modo digno de una súcubo que estuvo enjaulada por milenios en el infierno sin probar la carne de ningún varón. Mientras tanto Sasuke creyó que ya era suficiente atrevimiento por parte de ella, pero esa pequeña mano bajando desde su fornida espalda hasta uno de sus glúteos le hizo dar un respingo casi imperceptible. Por un par de segundos llegó a pensar que era Karin quien tenía enfrente, dado que a ella le encantaba agarrarle las nalgas. A decir verdad no le agradaba que le hicieran eso, pero, tomando en cuenta que él hacía lo mismo con Hinata, la dejó ser por esta vez.

—¿Y eso? —preguntó él una vez que el ardoroso beso logró obtener una pausa.

—Dijiste que fuera libre, ¿no? —justificó mientras el color rojo se depositaba en sus pómulos—. A las mujeres también nos gustan las nalgas, pero casi todos los hombres son planos de ellas. En cambio tú...

No hubo más palabras, pues ella vuelve a unir su lengua con la de su par en la desesperación. Lo besa y lo toca tomando conciencia de que, en esta época azotada por las guerras y las pestes, pueden morir en cualquier momento. Uchiha también lo sabe y por eso ambos, hambrientos el uno del otro, se comen las bocas y las lenguas con una voracidad más animal que humana.

El tiempo quemó segundos e incluso minutos mientras el placer bucal les encendía la sangre aún más. Fue Sasuke quien lo concluyó o no le alcanzaría el tiempo para realizar el ansiado cunnilingus. Después de todo Ino no debía tardar mucho. Por eso llevó a su reina hacia la única roca que podía servirle de soporte, se dejó caer de rodillas al suelo y le levantó el vestido. Justo cuando iba a colarse por debajo de éste, Hinata, volviendo a su antiguo ser de timidez, necesitó hablar antes de.

—Ay, estoy muy nerviosa, Sasuke. No sé si te gustará hacérmelo. No creo que eso tenga un sabor dulce...

—Nunca me ha gustado lo dulce, así que no lo tomes como un favor. Voy a chupártela porque ansío dejarte temblando. Quiero lamértela porque me muero de ganas de hacerlo. Voy a succionártela tanto que desde hoy necesitarás pedírmelo cada día de tu vida.

Hasta la mismísima madre naturaleza pareció emocionarse con palabras tan apasionadas, pues el viento se detuvo de súbito, las flores parecieron erizar sus pétalos, el sonido del arroyo se paralizó por completo. No es que el tiempo hubiese entrado a un inusitado ralentí; se había extinguido de raíz. Pecaminoso o no, iban a deshacerse de cualquier atavío que significara raciocinio; solo vivir su amatividad a flor de piel tendría cabida en ambos. Nada más y nada menos.


Nos volveremos un poema al amor prohibido, a los deseos inconfesables, a la pasión que es capaz de destruir los tabúes de nuestra era.


Uchiha se volvió a inmiscuir debajo del vestido. Pensó que la luz diurna podría darle visión de lo que tenía enfrente, pero lo cierto era que la gruesa tela no era traslúcida. Hubiera preferido deleitarse mirándole la vulva a plena luz del día, ya que hasta ahora sólo había tenido ese placer ante antorchas que jamás iluminarían del mismo modo que el astro rey. No obstante, buscándole un lado positivo, esto de estar a oscuras también le resultó novedoso e intrigante.

Llevó su diestra a la cadera de su musa, ubicando el delgado calzón. En vez de quitárselo pensó correrlo a un lado de la vulva, pero arriar la prenda íntima le era un gozo ceremonial del que no deseaba privarse. También esbozó la opción de bajarlo con los dientes como lo hizo en la primera vez que se hundió en ella, mas no tenía mucho sentido si Hinata no era capaz de verlo. Así, tomó el tirante de la prenda desde el lado derecho y luego del izquierdo, bajándola de manera alternada hasta dejarla arremolinada en los tobillos, aunque, de tener visión, la habría soltado en sus muslos como una deliciosa prueba de que ella se le estaba entregando otra vez.

De pronto sintió que Hinata, seguramente por una manera instintiva, trató de cubrirse la zona púbica llevando una mano y cruzando sus piernas. Él, como respuesta, alzó su cabeza a fin de empujar esa mano vergonzosa hacia arriba, propósito que logró sin que ella insistiera en repetir su acción.

Hyuga no pudo reprimir un pequeño gemido cuando sintió como Sasuke resoplaba y jadeaba justo en su desnuda intimidad. Le tembló la pierna derecha cuando la mano de él se la acarició desde los tobillos hasta el nacimiento de los muslos.

—Prácticamente eres lampiña, Hinata. No sé por qué te quejabas si depilarte no te hace falta. —Aunque su voz salió amortiguada por el vestido, fue perfectamente audible.

—N-no es así...

Uchiha decidió cortar toda palabra que pudiera distraerla y concentrarse en lo único importante, profundizando la necesidad incontrolable de darle el gozo exquisito que su musa merecía y que sólo él era capaz de brindarle.

Luego de unos cuantos golpes de aliento para incendiar la excitación de su hembra aún más, experimentó de improviso unas ansias que lo sorprenden completamente; era algo que por Karin jamás logró sentir ni siquiera en sueños. Por ello la saliva empezó a acumularse en su boca de manera natural, proceso que también le serviría para neutralizar parcialmente la acidez intrínseca a la vagina, dotándola de un sabor más acidulado. Entonces, como poseído por una fuerza sobrenatural y sin darle aviso alguno, comenzó a devorarle lo más íntimo aplicando tanta pasión que el más fogoso de los besos habría parecido poca cosa. Su lengua, queriendo descubrir aún más a su hembra, se desató sin frenos y se aventuró a recorrer la vulva de abajo hacia arriba y viceversa. Lo hizo una, y otra, y otra vez, encendiendo en tan sólo segundos, y gracias a su lascivo apetito, una hoguera que el mismísimo infierno envidiaría. La prueba estaba en cómo su amada empezaba a revolcarse de satisfacción mientras su aliento se transformaba instantáneamente en sonoros, distorsionados y prolongados gemidos intermitentes.

Hinata, completamente alucinada por lo que empezaba a sentir, hizo que su izquierda, por encima del vestido, sujetara la cabeza de Sasuke y lo jalara un poco más contra su entrepierna. Fue un acto del que ella ni siquiera se percató, pues fue alimentado únicamente por la llama instintiva que le anulaba casi todo rastro de conciencia.

Tras un lapso difícil de cuantificar, el guerrero subió su boca hacia el lugar en que se ubicaba un órgano casi desconocido en sus tiempos: el clítoris. Posó la punta de su lengua en éste y, pese a lo pequeño que era, podría jurar que consiguió percibir los latidos de excitación que daba. No obstante, antes de centrarse en lamerlo y succionarlo, decidió meter lentamente su dedo medio a fin de explorar la vagina por dentro y entonces, tras desdeñar un quejido de su reina, notó su elevada temperatura, su pegajosa humedad, la prodigiosa estrechez que simulaba una virginidad que ya no poseía, pero lo que se le hizo más llamativo fue la rugosidad yacente en sus paredes. Le era un hecho muy curioso que algo pudiera ser tan rugoso y tan suave al mismo tiempo, características que rara vez iban de la mano.

A la vez que movía su dedo invasor en delicados círculos a fin de acariciarla y no de incomodarla, acopló sus labios al botón de placer con una perfección asombrosa. Sin poder evitarlo, ella soltó un gemido mucho más desquiciado que los anteriores, uno que aprovechó de enloquecerlo a él también. Tuvo que echar mano a los restos de su conciencia para que su lengua no mutara a un molesto tornado en vez de delicado placer. No deseaba romper por nada del mundo el umbral que separaba al deleite de la incomodidad, pues, de hacerlo, el concierto de reacciones espontáneas que le regalaba Hinata podría terminarse. Sus gemidos, sus jadeos, sus gimoteos, le significaban el mejor de los premios y no estaba dispuesto a dejar su adicción de lado. No ahora por lo menos.

El clítoris recibía una atención tan gratificante que la beldad no podía entender como Sasuke parecía conocerla tan bien como para tocarla en el punto exacto de ignición y derretimiento. Dudaba mucho que ella misma pudiera tener la misma destreza masturbándose, si es que alguna vez se hubiese atrevido a dejar sus complejos de lado.

De repente un par de estremecimientos se radicaron en los muslos femeninos y le apretaron la cabeza a Sasuke, haciéndole saber a éste que iba por magnífico camino. Su numen ya estaba perdida, ida, loca por la sobredosis lingual.


La alteración de tu cuerpo embellece esto en demasía. Por eso te beso más, te succiono más, te mamo más, te lamo más, te chupo más. A ti. A nadie más que a ti. Porque te amo, porque te adoro, porque tú eres la mujer más maravillosa que existe. Nadie, absolutamente nadie se compara contigo. Tú eres mi dueña y musa, la mujer más especial que existe en todo el planeta. Eres la hembra más deliciosa de todas, nunca dudes eso. Realmente lo eres desde la raíz de tus cabellos hasta la punta de los pies. Lo mejor que existe en este mundo eres tú.

Sólo tú.


Pasaron unos minutos y la ingente estimulación que recibía Hinata iba adquiriendo un in crescendo efervescente. Al ritmo de las ruidosas chupeteadas que recibía su órgano más sensible, necesitó restregar su sexo, desesperadamente, contra la boca de su hombre. La exquisitez no daba abasto para seguir aumentando y por eso tenía que liberarse pronto o, de lo contrario, sentía que iba a terminar muriendo.

Verla tan perdida en sus sensaciones hizo que Uchiha se motivara a ir todavía por más, aumentando un poco más la potencia de sus succiones. A su prometida no pareció disgustarle, pues los envites que ella le infligía no aminoraron. Es por ello que su lengua continuó marcando una cadencia que la guiaría, sin desvíos, hacia el anhelado cénit sexual.

Aun así, asomó un pequeño problema inesperado: Sasuke nunca pensó que estar bajo ese largo vestido terminaría quitándole el aire. Sin embargo, para su gran extrañeza, esa sensación de asfixia terminó excitándolo más. Y si esa falta de oxígeno lo hacía desfallecer, o incluso morir mientras chupaba lo más íntimo de su amada prometida, entonces se iría al infierno siendo y haciéndola feliz.

Alrededor de cuatro minutos más tarde unas vibraciones eléctricas que recorrieron el cuerpo de Hinata, le anunciaron que el punto culminante estaba a un tris de concretarse. Los dedos de sus pies se contrajeron, los párpados se le cerraron con más fuerza, sus piernas se tensaron y su boca se abrió más. Todas ellas señales de las inminentes contracciones orgásmicas que la convertirían en el placer personificado. No obstante justo cuando su alma daría un paseo por el pináculo del paraíso, Uchiha cortó sus lamidas y succiones, se sacó de encima el vestido que lo ocultaba y se puso de pie tranquilamente.

Ella abrió sus ojos dando dos rápidos parpadeos y, mientras todavía jadeaba como si tuviera un solo pulmón funcionando, una notoria mueca de confusión se apoderó de su cara. Sus cejas se movieron a tal punto que casi se tocaron sobre el entrecejo.

—¿Q-qué pasó? —preguntó sin que sus neuronas formularan alguna idea satisfactoria, aunque, cinco segundos después, pensó que Ino estaba llegando, cosa que le clavó la mirada en el horizonte. Se subió rápidamente los calzones, aunque, a fin de no mojarlos con su íntima humedad y la saliva remanente, los dejó en la parte superior del muslo y no donde correspondía.

—Presentí que ibas a llegar el orgasmo y por eso no continué. Quería dejarte justo en el mejor momento —explicó él como si fuese lo más natural del mundo.

Si la confusión de Hinata ya era intensa, se agigantó aún más tras lo dicho.

—¿P-pero por qué? Ya no me faltaba nada —regañó de una manera más dulce e inofensiva de lo que hubiese deseado.

—Por no aceptar el matrimonio cuando debías.

La belleza de ojos albinos, como muy pocas veces en su vida, tuvo ganas de soltar una palabra malsonante.

—No me creo que puedas ser tan vengativo —se quejó a la vez que realizaba una expresiva mueca—. Esto ya es el colmo.

Sasuke sonrió en sus adentros por la reacción dada por ella. Por lo visto su revancha había resultado a la perfección.

—Además —se preparó a dar una nueva justificación— tienes que recordar que soy sádico por naturaleza y eso no sólo se expresa en causar dolor, también en algo como coartar un orgasmo justo en el momento preciso... —sonrió maliciosamente.

—Pues si querías causarme un disgusto, lo has conseguido con creces. Eres muy malo, Sasuke.

Él trató de abrazarla contra sí para darle un consuelo, pero Hinata dio dos pasos atrás a fin de imponer distancia. Sasuke no reaccionó mal, pues sabía que se merecía mucho más que eso.

—Si quieres te puedo dar una razón extra: me estaba asfixiando bajo tu largo vestido. El aire prácticamente no entraba.

Esta vez Hinata pareció aminorar un poco el enfado que reflejaban sus ojos.

—¿Lo dices en serio?

—De verdad que no te miento. Por eso hagámoslo de otra forma ahora. Yo me acostaré boca arriba justo aquí —indicó el pasto que estaba al lado de la roca— y tú, arrodillada, me atraparás la cara entre tus muslos. Entonces pondrás tu sexo encima y entonces te lo chuparé como nunca —finalizó relamiéndose los labios seductoramente.

A Hinata le arribó un singular repeluzno al imaginarse tal posición. Ésta le pareció muy sugestiva, erótica e incluso dominante. Tendría a Sasuke justo bajo ella, entregado a renovarle el placer que antes le interrumpió malditamente. Sin embargo, también tenía su orgullo y por lo mismo no dudó en decir lo siguiente a la vez que amargaba sus facciones:

—No. Ya me quitaste las ganas de continuar. —De poder cruzarse de brazos sin que el derecho le doliera, lo habría hecho justo en este momento.

—No te hagas la rencorosa porque no te queda, así que sigamos porque te conviene.

Ella negó con su cabeza mientras el labio inferior le quedaba levemente expuesto hacia fuera.

—¿En serio quieres quedarte con las ganas? —insistió él—. Mientras más demoras, más probable será que Ino nos vea.

—Ay..., debería castigarte por ser un mala clase —siguió quejándose.

—Tú no eres así, tú eres un ángel —dijo con sus ojos iluminándose.

—Ahora mismo no lo soy —selló quitándole la mirada.

Uchiha decidió no responder de forma verbal. En cambio se acostó en la posición que antes describió y empezó a recrear los sonidos propios de la succión.

—Vamos, Hinata, te necesito de verdad —añadió después con un semblante sumiso que, para sorpresa de la fémina, lucía más verdadero que artificial—. Esta vez será hasta el final, te lo prometo.

Ella dio un gran resoplido. Lo cierto es que no sólo quería terminar lo que había empezado, sino que lo necesitaba como la sequía a la lluvia. Era una sensación muy frustrante haberse quedado a las puertas del clímax. Algún día, se dijo, le haría lo mismo a Sasuke. De eso no se iba a salvar. Sin embargo, lo cierto era que ahora mismo esa voz tan seductora y ronca no le dejaba otra alternativa que ceder. Por su propio bien tenía que hacerlo o se le terminaría reventando la hiel y de paso el útero también...

Se quitó la bragas del todo, dejándolas encima de la roca. Entonces se despojó del vestido sin detenerse en los resquemores o vergüenzas que antes tuvo. No quería perder el tiempo otra vez o empeoraría el peligro de que Ino llegase. Como acto siguiente, se acomodó de la mejor manera posible para atrapar la cara de Sasuke entre sus muslos y colocó su vulva encima de la boca masculina, cuidándose de no dejarle caer todo su peso encima. Él sintió un cosquilleo del vello púbico que le rozaba la nariz y la parte anterior a la barbilla, pero, sin perder siquiera un segundo, comenzó a lamerla de nuevo como si una sed tremenda le calcinara las entrañas. La sola sensación de esa cálida lengua inmiscuyéndose entre sus labios sexuales, hicieron que Hinata casi se cayera de bruces de no ser porque su izquierda estaba sujetándose a la roca. Mantener el equilibrio mientras recibía esas oleadas de placer iba a serle muy difícil.

—Muévete, Hinata —ordenó en cuanto logró despegarse un poco, aunque su voz salió algo amortiguada de todos modos—. Cabalga sobre mi boca.

Ella le echó una mirada para verlo, pero no lo consiguió del todo. Tuvo que inclinarse afirmando un brazo en el suelo y, acto seguido, se dio cuenta de que prácticamente tenía encerrada la cabeza de su amado en una llave hecha con sus muslos. Eso le dio una sensación de poder que, unida a esa entrega masculina que se esmeraba en darle un gozo inimaginable, la hizo sentirse en un místico cielo de satisfacción.

Así el último Uchiha, condenándola al clímax que esta vez le daría sí o sí, siguió compensándola por todo lo que la hizo sufrir desde que la conoció. Pagaría sus pecados contra ella alimentándose de su sexo cada vez que pudiera, succionándoselo hasta robarle la conciencia a través del máximo de los gozos. Era lo mínimo que podía hacer por esa mujer que se había convertido en su dueña.


Es en verdad curioso. Fuiste mi esclava, pero después de todo este tiempo siento que los roles se han invertido: ahora soy yo quien se siente tu siervo...

Y lo peor es que me encanta serlo.


Los gemidos y gimoteos ya salían de la boca de Hinata sin que hiciera el menor intento por evitarlo, al contrario, a cada expresión sonora, su demonio parecía mover su lengua con más ahínco y pasión. Era sencillamente imposible no rendirse ante el placer que esa boca era capaz de brindarle.

La adicción que estaba sufriendo por él le hizo descubrir un lado oscuro que ni siquiera ella misma sabía que existía, puesto que incluso llegó a desear que Ino los encontrara, que viera que Sasuke le pertenecía, lo que era capaz de hacer por ella, que comprobara cuán loco lo tenía su ser, su intimidad, su persona. Es por eso que, volviéndose egoísta como nunca lo era, se entregó a su ardiente procacidad con toda libertad, disfrutando de la avalancha de sensaciones que se producían en ella. Cada caricia de esa lengua invasora era tan certera que la hacía sentir que estrellas multicolores ardían en su vientre...

¿Exageraba? No tratándose de Sasuke Uchiha. Era como si él la conociera desde una reencarnación pasada y hubiese memorizado, con toda claridad, los lugares exactos donde lamer, presionar y chupar.

El orgulloso militar siente, embelesado, como su musa empieza a estremecerse por la exquisitez. Lo sabe por su necesidad cada vez más desesperada de restregarle la feminidad contra los labios. Aquello le da una fuerza salvaje que lo impulsa a chupársela como si se tratara de una deliciosa fruta, aplicando la misma avidez que tendría con una. Incluso puede que más. Bañó cada milímetro del sexo con su salivosa lengua, succionándola por la sed inaudita que lo consume. Recorre lo de ella de norte a sur, dándole voraces succiones que se esmeran por profanar su carne más intima. Pronto la lubricación cada vez mayor de ella se mezcla con la saliva, ayudando a incrementar las ruidosas chupeteadas que golpetean gustosamente los oídos de ambos.

La hermana de Hanabi necesitó cerrar los ojos por el fragor de placer que la inunda. Su ahora esclavo la hacía vivir una vorágine de sensaciones que se van expandiendo a través de cada terminal nerviosa de su cuerpo. Las succiones van aumentando de un modo que alterna intensidad, prolongación, sonoridad e incluso dosis de impiedad; la útima una cualidad que la hace retorcerse sobre sí misma y levantar su vulva a fin de no sentir la lengua de Sasuke tan abrumadora.

—N-no tan fuerte, por favor... —decidió solicitar en un mortecino hilo de voz.

Él retomó la energía adecuada para hacerla gozar sin contratiempos y entonces ella necesitó abrir los ojos un momento para observarlo. Otra vez tuvo que inclinarse y, ni imaginándolo por horas, habría encontrado algo más excitante que lo avistado: su macho estaba con los ojos cerrados, disfrutando genuinamente al ritmo de los gloriosos envites que ambos se daban contra el otro. Ella contra su boca; la boca de él contra su vagina.

Le fue tan llamativo el placer que exhibía ese rostro que por unos segundos no pudo siquiera parpadear, inmersa en el encantamiento de que su conciencia fuera ahogándose cada vez más. Si seguía así pronto su mente se pondría en blanco.

Y el calor que se le propagaba por cada rincón...

Cada vez más intenso, más insoportable, más insufrible. La asfixiaba, la angustiaba inclusive. El cuerpo ya no soportaría más la sobrecarga de placer. Necesitaba liberar toda la energía sexual acumulada hasta ahora a través de la exaltación orgásmica que iba gestándose en sus entrañas.


Me haces delirar tanto y al mismo tiempo me siento vacía sin sentirte a ti dentro mío. No concibo más placer que este, pero a la vez tengo unas ganas enormes de que me penetres hasta la saciedad. Incluso tengo ganas de decirte, de gritarte, que me embaraces, que deseo con toda la fuerza de mi corazón tener un hijo tuyo. Una decena de retoños en realidad.

Estoy loca, ¿verdad? ¿Quién piensa en tener hijos mientras presiente un orgasmo? Sólo yo seguramente..., pero te amo tanto que me haces perder la razón...


Volvió a concentrarse en la deliciosa tortura bucal a la que era sometida, sintiendo como él la invadía, la hacía suya empleando su boca, acariciándola con una habilidad tan desesperante que pensó que estaba próxima a reventar. Si sus latidos seguían así de descontrolados, estaba segura de que terminaría dándole un infarto...

Y lo peor es que no le importaría.

De repente sus ojos ya no pueden cumplir su función: los párpados se cierran a fin de que todo el placer se concentre en el resto de sus sentidos, pues la calorina sigue creciendo, se hace imparable y domina su cuerpo por las desesperadas ansias de explosionar e implosionar al mismo tiempo.

—Oh... Sigue así por favor... —suplicó cuando sentía que todo su ser entraba en estado de ebullición.

Él, obediente como nunca lo era, se divirtió chupando con más precisión el botoncito que palpitaba entre sus piernas, regalándole nuevos chisporroteos de placer que la hicieron temblar aún más.

Se estaba acercando cada vez más a la meta. Aun así abrió un solo ojo, como queriendo y no queriendo salir del trance paroxístico al que él la sometía. Necesitaba mirarlo otra vez por alguna razón ajena a su comprensión, de verdad que le encantaba observar el placer que exhibía su masculino rostro en cada succión. Qué ganas tenía de darle el mismo placer, ¡de chupárselo hasta el amanecer!

Ya no podía seguir respirando. Era como si sintiera a Sasuke en todas partes robándole el aire a la vez que toda la sensibilidad de su cuerpo se reunía en su zona más íntima. Si un ser humano podía experimentar una felicidad extracorpórea, entonces ella iba a hacerlo en escasos segundos. Por ello su mano se aferró a los desordenados cabellos brunos como si fuera su única oportunidad de sobrevivir a esto.

Uchiha sintió como las piernas de Hinata ya no sostenían su peso, aplastándole la boca y dificultándole la respiración, puesto que los movimientos de su princesa se volvieron tan vehementes que, en cada desesperado vaivén, pasaba a taparle la nariz también. Estaba completamente loca, pero no le importó en lo absoluto. Siguió devorándola como si nunca más pudiera hacerlo.

Ya casi está. Necesitó imperiosamente apretar los párpados, alzar su rostro hacia el cielo y apretar más su vulva contra la boca de su hombre. Entonces, a través de una estampida espiritual y corporal, todo se amalgamó: la conexión que tenía con Uchiha, el amor que desbordaban ambos, la significativa entrega masculina. Todo lo anterior convirtiéndose en el motor que dio inicio a la ascensión que borraría todo lo demás de su mente...

—Ah..., ¡Sasuke...!

Borraría todo excepto una cosa: el nombre de quien tanto amaba.

Por sus tórridas venas comenzó a viajar el placer en su más pura, apasionada y descarnada expresión, siendo arrojada hacia una espiral de contracciones que le puso alas a su alma y la elevó hacia una experiencia de éxtasis total. Por eso restregó su intimidad contra él de una forma agónica, mientras lo jalaba con fuerza desde el pelo para que le hundiera la lengua todavía más. Fue un acto reflejo; con una rudeza impropia de Hinata, pero muy propia del clímax.

Uchiha, entendiéndola perfectamente, incrementó el grosor de sus chupeteadas a fin de hacerla sucumbir, adorando, mientras tanto, esa melodía de suspiros y jadeos sintomáticos de gozo. Lamentablemente no puede ver la cara de su diosa distorsionada por la embriaguez del éxtasis. Aun así no le importa, pues cree, sabe, y presiente, que tendrá muchas oportunidades más para hacerlo.

Las respiraciones de Hinata continuan su salvaje agitación, mientras su genital, hecho agua, sigue sintiendo esa lengua que la lame con vampíricas ansias. Al parecer la intención de él es dejarla seca, que quede tan satisfecha que su cuerpo no pueda liberar más lubricación. Sin poder evitarlo jadeó una, y otra, y otra vez, mientras fosfenos aparecieron tras sus párpados cerrados. Nunca había sentido algo así, ni siquiera cuando hicieron el amor por primera vez. En esa ocasión, pese al orgasmo alcanzado, sintió en su vagina un ardor molesto e incómodo gran parte del tiempo. Ahora, en cambio, sólo pervivía en ella una sensación de gozo inigualable, inexpresable.


Si un alma puede volar al paraíso estando viva, la mía lo acaba de hacer.


—Oh, Sasuke..., te amo tanto...

Él comprendió que lo carnal se fusionaba con lo emocional. Habían personas que no podían separar ambas cosas y Hinata era una de ellas. Y quizás él también se le uniría en un futuro, pues le era imposible concebir que algo tan extático pudiese vivirlo con una mujer a la cual no amara. Separó sus labios de lo femenino y le dijo en un emotivo susurro:

—Yo también te amo, mi ángel...

Dicho esto, y cual abeja que sorbía el néctar, continuó libando a su flor con el fin de exprimir hasta el último remanente de placer que quedaba en ese trepidante cuerpo.

Hinata no logró mantener su columna erguida por más tiempo, pues las fuerzas le flaqueaban. Al sentir que su cuerpo caería hacia adelante, puso un brazo para evitarlo. Se sentía tan frágil que pensó, sinceramente, que su macho le había extraído hasta el alma. Por tal motivo no pudo resistir más a esa lengua tan insaciable en su clítoris, mismo que, por la sensibilidad aumentada por el reciente orgasmo, empezó a sentir incomodidad en vez de placer.

—No me chupes más por favor. Te juro que no puedo más...

Sasuke no parecía estar dispuesto a dejar su gula de lado, pues, cual paciente que sufría de sordera, continuó alimentándose de ella. La beldad no tuvo más alternativa que hacerse a un lado, dejándose caer sobre la maleza como si hubiera estado de pie por días enteros. Toda ella estaba empapada, acalorada, acezosa, mientras sus tendones aún sufrían temblores y relajaciones sucesivas. Tuvo que esperar un poco para que sus neuronas se conectaran las unas a las otras y así volvieran a tener la capacidad de hilar frases complejas.


Oh, Sasuke, gracias por descubrirme el placer del sexo oral, ese que las mujeres tenemos prohibido. Nunca pensé que romper tabúes pudiera sentirse tan rico...


Un lapso después Hinata ladeó su cuerpo y se afirmó cuidadosamente sobre el codo de su brazo sano, el izquierdo. A su vez, Uchiha hizo exactamente lo mismo aunque empleando el brazo derecho. Resultaba curioso que ambos tuvieran heridas parecidas, pero en zonas opuestas. ¿Era otra prueba del antagonismo que los separaba y que los unía al mismo tiempo?

Sus miradas, tan conectadas como los extremos de un hilo rojo irrompible, quedaron sumidas en una pletórica complicidad. Luego la extasiada mujer le acarició uno de sus fornidos hombros, agradeciéndole así todo lo que la había hecho experimentar.

—Sasuke..., s-siento que me robaste el alma y que luego me la devolviste mejorada —añadió sintiéndose más viva que nunca. Era simple y llanamente increíble lo que había experimentado.

El aludido brindó un semblante que mezcló perfectamente satisfacción con orgullo.

—Es lo mínimo que puedo hacer por ti después de todo lo que te hice sufrir.

—No recordemos más el pasado, mi amor, eso sólo nos trae dolor hasta en nuestros momentos de máxima felicidad.

—Tienes razón —consintió sin demora.

—Déjame descansar un poquito y después... después te lo chuparé yo —dijo ruborizándose a la velocidad que sólo sus mejillas podían conseguir.

—Dudo que alcancemos —corrigió muy a su pesar—. No sé si te has dado cuenta, pero el crepúsculo está cerca.

Hinata echó un ojo al cielo y comprendió que su prometido tenía razón: el sol, poseído por esa timidez que lo pintaría de azafrán, poco tardaría en ser despojado de su reinado por la criatura de nívea piel. Entre todo lo que hablaron y el cunnilingus recién experimentado, el tiempo había pasado volando. Después, recordando que Ino podría llegar, se irguió preocupada y enfocó su vista a lo lejos. Para su alivio aún no habían señales de la blonda.

—Es una lástima porque yo también quería hacerte sentir un placer infinito...

—Lo harás, pero tendrá que ser más adelante —dijo resignadamente, sin evitar un tinte de desencanto—. Por ahora me conformo con haberte hecho feliz.

Hinata no pudo evitar entreabrir su boca por la generosidad desplegada por él. Se le notaba en la cara que deseaba exigir su turno, empero, no deseaba hacerla pasar una vergüenza ante Ino. Conmovida, echó otra mirada hacia el boscoso horizonte y notó que los pájaros no cesaban su canto ni emprendían el vuelo como solían hacerlo en presencia humana. La rubia no debía estar cerca y tal predicción la motivó a decir lo siguiente:

—Quiero hacértelo. Todavía alcanzamos.

—¿De verdad? —Formulada su pregunta, se volvió ceñudo.

—Sí.

El miliciano no pudo hacer menos que asombrarse. Al principio Hinata temía en demasía que Ino pudiera llegar a verla, pero ahora, en cambio, era todo lo contrario. Aquello lo enorgulleció y lo incitó al mismo tiempo. No alcanzó tan siquiera a dar una respuesta cuando sintió que su miembro era manoseado ansiosamente por encima de la ropa. A consecuencia cerró los ojos lentamente, exhaló el aliento y se dejó llevar por las caricias y agarres que esa pequeña mano le estaba prodigando. Gracias a tanta impetuosidad, su entrepierna no quiso seguir siendo una simple colina y se transformó en un formidable Everest que, a diferencia de la gélida montaña original, era un hervidero de fulgurante y exacerbada pasión amatoria.

Hinata, incómoda por ese pantalón que trataba de contener lo incontenible, desabrochó la bragueta a fin de que el órgano viril no siguiera escondiéndose de su vista. Logró su objetivo jalándolo hacia afuera y entonces sus ojos lunares cobraron vida propia, deslizándose, como encadenados, a través de cada detalle de lo que ahora le pertenecía: su prodigioso grandor, la rosácea cabeza, el color más claro del resto del cuerpo, el sobresaliente par de venas que cruzaban sus costados, y, por último, la notoria palpitación que daba por desearla tanto a ella. Saliva se acumuló en su boca y, precisamente por eso, fue consumida por la vergüenza al sentirse una pervertida sin remedio. Luchó para apartar su vista del pecado llamado lujuria, empero, observarlo a plena luz del día y no en un camarote escasamente iluminado, le impidió cumplir la meta que se había propuesto. De hecho estaba tan concentrada que no se dio cuenta que ni siquiera había dado un parpadeo.

¿Así se sentían los hombres cuando miraban al desnudo un carnoso trasero o un par de generosos senos?

De repente sintió que algunas partes de su cuerpo, vagina incluida, empezaban a hormiguearle. Sasuke, mientras tanto, se moría por sentir los labios de su prometida exprimiéndolo hasta sacarle su blanca semilla, pero justo entonces, para su gran desilusión, vio de reojo que la Yamanaka se asomaba en el horizonte. Lanzó una maldición en sus adentros, sin más remedio que anunciar lo que sucedía.

—Vístete, Hinata. Ino ya viene. —Su voz, acostumbrada a vivir constantes situaciones mucho más peligrosas que una amiga viéndolo tener sexo, no demostró ninguna preocupación. Por lo mismo Hinata tuvo que replicar añadiendo dosis de incredulidad.

—¿Es una broma para asustarme, verdad? —preguntó sin alzar la cabeza, todavía oculta entre la maleza y el océano de flores.

—No. De hecho, con lo avanzado que está el crepúsculo es un milagro que no llegara antes.

—No puede ser... —musitó con la voz casi pasmada.

Sin echar ninguna ojeada de verificación, la beldad se calzó el vestido lo más rápido que pudo y, entre un par de torpezas producto de la ansiedad, alisó las arrugas que se le habían formado. Luego se colocó las bragas, se arregló el desgreñado cabello y por último empezó a palmotearse la cara. Todo lo hizo de un modo nervioso, como si estuviera tratando de ocultar las evidencias de un grave crimen.

—Tranquilízate —le dijo el general cual orden castrense—. Si te muestras así de ansiosa Ino descubrirá lo que hicimos, pero no por dejar indicios sino por tu actitud.

—Ay, tienes razón. L-lo siento.

—Sólo respira profundo y lento porque ella tardará a lo menos unos diez minutos en llegar hasta acá. El peligro sería que viniese corriendo, pero no tiene razón para hacerlo.

—Está bien. —Poniendo en práctica lo dicho, controló su ritmo respiratorio al tiempo que se echaba aire con una mano a manera de abanico.

—En serio, despreocúpate. Las flores servirán para camuflar el olor a sexo.

Y es que el cunnilingus, como también la felación o el sexo en sí, no eran inodoros. Por ello Sasuke se dirigió hacia el arroyo y se enjuagó la boca afanosamente, tal como se hace después de lavarse los dientes. Era una prevención necesaria, pues, de lo contrario, el aroma más íntimo de Hinata podría salir despedido cada vez que hablara.

La manumisa, ya más tranquila, escrutó el ambiente percatándose de que todo parecía estar en orden. No había nada que pudiera delatar lo que había sucedido apenas unos minutos atrás. También le echó un ojo a la entrepierna de Sasuke y vio que el titán que allí habitaba ya se había ido a dormir. Suspiró aliviada entonces.

Mientras tanto, buscando algo con qué disimular, el pelinegro militar tomó su espada secundaria, se sentó en la roca y empezó a afilarla como si nada hubiera pasado.

—Por cierto, antes de que hables con Ino debo advertirte algo —anunció él.

—¿Qué cosa? —Pese a la pregunta sus ojos siguieron enfocando a la figura de su amiga, quien iba agrandándose paulatinamente en el horizonte.

—Si decide irse nos quedaríamos completamente solos por un mes. Si tenemos alguna pelea ella no estará para consolarte.

Hyuga regresó su vista hacia él. De pronto pareció iluminársele.

—Pero estarás tú para hacerlo.

Sasuke parpadeó muy sorprendido.

—¿Tanta fe me tienes?

—Sí —confirmó al instante—. De hecho recién tuviste un acto muy generoso conmigo —dijo adquiriendo un rubor mientras sus piernas se estremecían al evocar de nuevo lo vivido— y eso significa que te importo de verdad. Por eso quiero creer que al final de todo seré recompensada. Sé que tomará muchísimo tiempo, años incluso, pero sigo creyendo que serás una gran persona.

El último Uchiha no contestó, pero por esta vez se permitió soñar que Hinata estaba en lo correcto, que su amor podía triunfar por sobre el pasado, por sobre Hanabi, por sobre la guerra...

Por sobre todo lo demás.

Finalmente la pelirrubia llegó sin retraso ni apuro adonde la pareja estaba. Sus manos mostraban dos liebres, cuyos cadáveres sostenía desde las largas orejas. Sus cabezas lucían las heridas, todavía sangrantes, de las flechas que les dieron fulminante muerte.

—Hola de nuevo —saludó con su entusiasmo habitual—. Cazarlas —expuso las presas por delante— me costó más de lo que pensaba. Tuve que tener mucha paciencia porque parecen tener un sexto sentido. —Dejó la futura cena sobre el pasto, justo al lado de una tribu de violetas, y después hizo lo mismo con el arco y el carcaj que llevaba en su espalda. Entonces les echó un mejor vistazo a sus compañeros de travesía. —¿Tu brazo está mejor, verdad? —preguntó a Sasuke en cuanto lo vio sin el cabestrillo.

—Así es. Por eso quiero empezar a moverlo antes de que se me atrofie.

La coronela asintió y caminó hasta quedar más cerca de Hinata, formándose un triángulo entre los tres. Las damas quedaron como la base del mismo, mientras el varón se convertía en el vértice más alejado. Después se hizo un silencio que a la soldado le resultó extraño.

—¿Pasa algo? —inquirió al notar que Hinata todavía no le daba la mirada. Se le observaba un poco encorvada, casi como si quisiera ocultar su cabeza dentro del cuerpo—. No me digan que siguieron peleando en mi ausencia —lanzó como un reclamo.

«Si supiera, lady Ino...»

—La verdad es que sí pasó algo —anunció Sasuke.

Hinata sintió que todos los vellos se le erizaban y sólo entonces pareció salir de su imaginario caparazón. Sus perlas se abrieron como si hubiera visto a los espectros de Jiren otra vez. No quería confesar por nada del mundo que recién había recibido un delicioso cunnilingus.

—¿Qué cosa? —Alzó su ceja derecha y, un par de segundos después, la izquierda se unió a su gemela.

—Dile tú, Hinata.

—¿Quieres que le diga? —cuestionó con el susto abrumándole las facciones.

—Sobre la decisión que debe tomar —respondió aclarando el malentendido. —¿No querías decírselo pronto?

La de ojos albinos reprimió una señal de alivio. Si hasta se había puesto tan lívida como un fantasma. Luego fijó su mirada en Yamanaka, dejando atrás lo sucedido recientemente y enfocándose plenamente en lo de Orochimaru y Danzo.

—Señorita Ino, la verdad es que me gustaría explicarle algo y que después tome una decisión.

—¿Es grave? —Sus labios, como reacción a su propia pregunta, adquirieron una línea recta más tensa.

—Lo es. De hecho es algo tan importante que puede cambiar todo el curso de la guerra.

Por inercia el semblante de la soldado se volvió más atento.

—Soy toda orejas —dijo mientras su mano comenzaba a juguetear con uno de sus pequeños aretes redondos, tal como si quisiera remarcar lo dicho.

Apenas Hinata reveló lo que planeaba hacer el alquimista, la Yamanaka miró a Sasuke como esperando a que le confirmara lo dicho. Éste, sin palabras de por medio, empleó su negra mirada para advertirle que su futura decisión debía favorecerlo a él. Sin embargo la aludida, como si no supiera leerle, se hizo la desentendida y se abocó a razonar los pros y los contras de avisarle a Danzo.

—Vaya... —Soltó un débil respiro al término de sus reflexiones. Cerró sus ojos y se masajeó los párpados tal como alguien que tiene cansados los ojos tras pasar horas viendo una pantalla. Y es que permanecer vigilante, esperando oculta el momento preciso para acabar con las liebres, también agotaba visualmente. Acto seguido, se quitó la cinta que creaba su cola de caballo y, tras sacudirse la cabeza, dejó su melena suelta cual cascada de pálido oro. No conforme todavía, empezó a darse un masaje capilar tal como si estuviese aplicando champú—. Por una parte me encantaría que la guerra termine y por otra me sentiría muy insatisfecha si fuese Orochimaru quien mata al maldito de Danzo.

—Pero...

—Ahora mismo no podría tomar una decisión, Hinata, porque es algo que necesito meditar a conciencia. Tengo que analizar bien las ventajas y desventajas, pues yo también quiero vengarme del rey de un modo en que sufra por todo lo que ha hecho. —Su diestra bajó desde su pelo y se convirtió en un puño fuertemente cerrado—. Quiero que ese maldito sea castigado, verlo sufrir lo indecible por lo que le hizo a mi papá, a mi clan y al de Sasuke, y también por toda esa gente que ha muerto y ha sufrido por su culpa. La cifra es de docenas de miles.

Ante esas vehementes palabras Hinata entendió que, pese a que la soldado dijo que iba a meditarlo, lo más seguro era que tomara la misma opción de Sasuke. ¿Podría cambiar eso?

—Por favor recuerde que podría salvar a sus hombres —insistió decididamente, recordándoselo como si lo hubiera olvidado.

—Entiendo perfectamente lo que quieres decir, pero esto es más complejo de lo que crees —refutó la soldado.

—¿Por qué lo dice?

—Porque si Danzo muere nada nos garantiza que la guerra se acabe.

—¿Es verdad eso?

Yamanaka se masajeó el lado izquierdo de la frente y entonces quedó ciega por unos segundos, ya que la palma interpuesta le quitaba la visión de ese ojo y el mechón del costado derecho hacía lo mismo con el otro.

—Lo es si lo pienso detenidamente. Te soy muy sincera al decirte que dudo mucho que la muerte de Shimura ponga fin al conflicto.

Muy extrañada, Hinata atinó a reaccionar esbozando un humilde pedido.

—Me lo explica por favor.

—Aunque fallezca otro tomaría su lugar. —Detuvo el masaje y, colocando su pelo delantero tras la oreja, hizo que sus dos luceros trabajaran en plenitud—. Él no tiene herederos, así que el siguiente en el escalafón al trono es Sasori, un maldito que puede ser aún más peligroso que el viejo de mierda ese. La pregunta que lo define todo es la siguiente: ¿él querrá convertirse en rey? Si la respuesta es afirmativa entonces puede volverse muy peligroso para nosotros. Sasori es un tipo tan calculador como Danzo y, a diferencia de éste, él sí cuenta con un gran respeto entre todos los soldados. Hasta temor se le tiene.

Hinata volvió a recordar al pelirrojo tan intimidante que se encontró camino a la costa. No quería verlo nunca más en la vida.

—Pero él es muy joven para ser coronado como rey —repuso mientras su cerebro era invadido por una imagen de su apariencia—. ¿Recuerda el encontrón que tuvimos cerca del puerto? Vi con mis propios ojos que Kisame o Hidan lucen más viejos que él.

—Que su apariencia no te confunda —intervino Uchiha—. Él tiene cuatro décadas y a día de hoy es el más antiguo de los élites que quedan.

Las cejas se le estiraron al serle difícil de creer que alguien que lucía como un veinteañero pudiera tener esa cantidad de años encima. ¿Cómo pudo obtener una facha tan juvenil? A él sí que deberían acusarlo de brujería y no a mujeres inocentes.

—Incluso si ese escorpión no quiere el trono entonces será cualquier otro, ya sea Hidan, Deidara o Kisame —conjeturó Yamanaka.

—¿En serio la guerra continuaría aunque caiga Danzo? —preguntó mientras se le formaba un inevitable semblante decaído.

—Hay una alta probabilidad —contestó la guerrera de cerúleos ojos—. Los partidarios de Shimura no van a apoyar a Sasuke sólo porque el rey muera, seguirán viéndolo como un enemigo a batir. Deidara, por ejemplo, odia a Sasuke con el alma entera. Sasori lo detesta por petulante y a mí siempre me ha menospreciado, recalcándome que una mujer jamás debería estar en el ejército. Hidan, por su parte, es un loco de mierda que nos odia a ambos por ofender un sinfín de veces a su porquería de dios llamado Jashin. Kisame es el único que tal vez podría detener la guerra; por así decirlo es el FE más «centrado» —hizo el signo de comillas con sus dedos—, pero los otros tres se opondrán si lo intenta. No dudarán en votar por continuar la guerra.

Ino y Sasuke todavía ignoraban que Kisame había adoptado una posición neutral, por lo que la posibilidad de que la guerra cesara era aún más lejana de lo que ya asumían.

—Como ves la muerte de Shimura cambiaría muy poco las cosas. Es iluso pensar lo contrario —complementó el pelinegro, sintiéndose aliviado por el excelente argumento que había dado la líder de los Yamanaka. Hinata no podría cuestionar su objetividad como sí lo hizo con él—. Es necesario acabar con todos los partidarios del rey, incluyendo a los soldados rasos bajo sus órdenes, para que este reino tome un nuevo camino de paz y prosperidad.

Hinata se acarició una patilla para luego tirarla con fuerza. Estaba frustrada y desanimada.

—¿De verdad la guerra es inevitable? Señorita Ino, dígamelo a los ojos por favor... —solicitó mientras se tanteaba el lóbulo de la oreja, mismo que le habían perforado en vano cuando niña, pues, a diferencia de su amiga rubia, nunca usaba aretes—. ¿De verdad la guerra es inevitable?

—Lo es —sentenció Sasuke sin dudarlo siquiera un segundo.

—¿Lady Ino? —esperó a que ella se lo confirmara.

La aludida respiró profundo. Hinata parecía ilusionada en obtener la paz y aquello la conminó a dar la siguiente respuesta:

—No puedo asegurar al cien por cien que sea inevitable, pero las posibilidades de detener la guerra son bajas.

—Pero vale la pena intentarlo aunque haya pocas esperanzas. Vale la pena, señorita Ino.

—Deja de lado tus inútiles ideales pacifistas. No sirven ahora —dijo un Sasuke ya frustrado con su insistencia.

—Es una decisión difícil —Ino habló rápidamente a fin de evitar una discusión entre ellos—, así que como te dije antes no puedo dar una respuesta ahora mismo. Necesito por lo menos hasta mañana para meditar algo tan importante a conciencia. ¿Estás de acuerdo, Sasuke? —cuestionó virando su mirada cielo hacia él.

—Está bien —asintió con un movimiento de cabeza, resoplando poco después—. Es cierto que no es algo que pueda decidirse de un minuto a otro —consintió a regañadientes. Esperar hasta mañana le sería desagradable tomando en cuenta que la paciencia no estaba entre sus virtudes.

—Pero si yo elijo no ir, ¿entonces lo harás tú? —cuestionó a su superior.

El de pelo moreno apretó sus mandíbulas.

—Aceptaré lo que decidas —siseó de mala gana—. Sea negativo o positivo, aceptaré lo que digas —recalcó otra vez.

—Bien, meditaré mi decisión hoy por la noche y, después de dormir, por la mañana, tendrán mi respuesta.

Un silencio relleno de expectativas invadió el ambiente, ambos opuestos preguntándose qué decidiría la lideresa de los Yamanaka.

—De todos modos me gustaría que mi elección no entorpezca su relación ni que termine enfrentándolos. La verdad, ya sea si me quedo o si parto, me encantaría verlos reconciliándose. Eso me haría creer que el amor siempre triunfa cuando nos esforzamos por ello. Serían toda una inspiración.

Tanto Sasuke como Hinata estuvieron a punto de quedar boquiabiertos. Ino, en estos momentos, parecía ser la hija más destacada de la ensoñación y aquello los conmovió inexorablemente. ¿De verdad ellos dos, con un pasado en común tan doloroso, y además siendo seres tan opuestos y que discutían a menudo, podrían ser una representación del amor que triunfa ante todo?

—Si terminaran casándose sería el logro más grande de la humanidad desde la invención del pan —concluyó con una animada sonrisa.

La pareja dispareja se miró de modo cómplice y luego compartieron el mismo tono con Ino. Los seis ojos, cada par de distinto color, destellaron una conexión excepcional.

—No sé si podremos estar juntos por siempre —dijo Uchiha—, pero sí te puedo asegurar que, pase lo que pase, nunca más habrá odio entre nosotros —sentenció con poderoso tesón.

La rubia curvó sus labios espontánea y efusivamente, mostrando sus dientes como consecuencia. Por ahora no necesitaba escuchar más.

—Bueno, chicos —cortó la sensibilidad que se esparcía por el ambiente—, entonces despellejaré las liebres porque estoy muerta de hambre. De buena gana me comería un elefante, no le dejaría ni la trompa —agregó divertida—. No creo que haya problema si nos movemos a la vera del bosque y preparo una fogatita, ¿verdad, Sasuke? —consultó por la costumbre de seguir sus órdenes más que por desear una respuesta—. Dudo que Orochimaru ande cerca y en caso de que vea el humo nos refugiamos en la floresta y santo remedio.

—Tranquila, él y sus lacayos deben tener terror de encontrarnos de nuevo. Saben que no les conviene.

Ino rio y, acto seguido, los tres se movieron junto a su equipo y caballos hacia el borde del bosque. Recolectaron de éste material inflamable y prepararon el fuego, mismo que les dio más trabajo del pensado ya que la humedad del lugar les conspiró en contra. Después Ino le enseñó a Hinata la forma más fácil de despellejar liebres o conejos y, además, aplicó sus conocimientos florales a fin de condimentar la carne. Finalmente el trío se dedicó a servirse el nutritivo alimento en toscos platos de metal, típicos del ejército.

—¿Creen que un día el ser humano pueda sobrevivir comiendo sólo vegetales? Sé que quizás peco de excesiva empatía, pero me da lástima tener que matar animales para alimentarnos.

—Lo veo muy difícil, pues no es culpa nuestra que el estómago humano esté adaptado para digerir la carne. No tenemos por qué desperdiciar esa función —arguyó Ino después de masticar y deglutir una parte de un muslo. Lo dicho por Hinata era algo que también reflexionó a través de los años y su respuesta anterior era la conclusión a la que había llegado—. Además los guerreros gastamos una gran cantidad de energía y por eso necesitamos mucha carne para ser eficientes. A mí también me dio un poco de pena cazar a esas liebres, se veían llenas de vida, pero así es el ciclo de la vida —dijo encogiéndose de hombros—. Lo único que se puede hacer es darles una muerte instantánea e indolora, que no alcancen siquiera a darse cuenta de que les llegó la hora. Eso procuro yo.

—También hay que comerse hasta el último trozo de carne para no desperdiciar esas muertes —añadió Sasuke—. Dejar sobras es la peor falta de respeto que se le puede hacer a la madre naturaleza.

Siguieron hablando de la cadena alimenticia, de los sentimientos animales y de cuán viable sería vivir sólo de vegetales. Preocupaciones como el sufrimiento de las bestias no era un tema que correspondiera a sus tiempos, pero Hinata, siempre impulsada por su gran empatía, solía pensar de una forma extemporánea. Posteriormente pasaron a otros temas más graciosos, comportándose como si esto fuese un día de campo en vez de un regreso hacia un más que probable asedio. Como era de imaginarse, la civil y la blonda eran las más parlanchinas de la tertulia, aunque incluso Sasuke se permitió participar más a menudo y de una manera mucho menos hosca que de costumbre. Por esta noche los tres disfrutaron de la paz, olvidándose totalmente de los sinsabores y desgracias que la iniciada guerra les llevaría.

Luego de un prolongado reposo destinado a la digestión, Sasuke se puso de pie dispuesto a ejercitarse un rato. Echaba demasiado de menos aquello.

—¿Vas a retomar los entrenamientos? —preguntó la militar mientras veía que su compañero empezaba su precalentamiento más típico: moverse de tal modo que el torso se disociaba de sus caderas.

—Así es.

—Ve de a poco en todo caso —aconsejó la que era civil—, no te excedas o tu brazo puede resentirse.

—Hay que entrenar de tal modo que la guerra parezca un descanso. Ese es mi segundo lema.

Las féminas, a sabiendas de que luchar contra la terquedad de Uchiha era una batalla perdida, no replicaron. A cambio los ojos cerúleos se llenaron con el rostro de Hinata.

—¿Por cierto cómo va lo de tus prácticas? Recuerdo que en el puerto me dijiste que deseabas ser una guerrera.

—Creo que voy mal porque desperdicié ese mes que estuve raptada. No quería que Orochimaru o sus hombres se percataran de que no soy tan indefensa como pensaban; eso les hacía subestimarme y podía aprovecharlo para escapar si se daba la ocasión.

—Esa fue una gran decisión —la felicitó al instante—. Yo habría hecho lo mismo de ser tú.

—Gracias —sonrió contenta. Tras ello, daría lugar a una puntualización—. Todavía no puedo mover bien mi brazo derecho, pero mañana retomaré mis prácticas también.

—Me parece muy bien —consintió guiñándole su único ojo ahora visible. El otro, como muchas veces, estaba cubierto por un mechón—. Por cierto —recordó algo importante— aprovecharé de contarte que estuve entrenando a Sakura y, como si fuera poco, también recibió lecciones de Naruto. Tienes que prepararte bien porque si no le perderás el paso. Y tarde o temprano ustedes dos tendrán que enfrentarse.

Hinata inundó sus ojos de sorpresa. Sasuke no hizo lo mismo, pero puso mayor atención mientras hacía flexiones con un solo brazo.

—¿Yo contra Sakura? —Tragó saliva tras decirlo.

—Sí, y te advierto que ha estado practicando mañana, tarde y noche. A decir verdad tiene mucho potencial como espadachín, puede que incluso más que yo.

Como respuesta a lo dicho, se abrieron notoriamente los párpados de la civil y del varón. Este último, mientras se volvía ceñudo, también se preguntó lo siguiente: «¿Será verdad o sólo está ensalzando a la pelirrosa para motivar a Hinata?». Le era inconcebible que otra mujer pudiera tener la capacidad de equipararse a Ino, muchísimo menos de poder superarla.

—Lo que dice me suena a imposible —reaccionó Hyuga por fin.

—Pues a decir verdad yo no tengo tanta fuerza como ella. Me he dado cuenta porque puede cargar y mover escudos pesados con mayor libertad que yo. Por alguna razón que desconozco tiene la misma fortaleza física que un hombre promedio.

—Oh, sí, eso es cierto. Recuerdo que una vez me dijo que había ganado mucha fuerza porque cargó leños desde niña y después, ya en sus labores de enfermería, tenía que llevar a hombres pesados de una cama a otra constantemente.

—Sí, también me contó eso, pero igual me sorprende porque no es una chica corpulenta ni alta. —Se tomó el mentón, quedándose pensativa unos segundos. Después le brotó una sonrisa—. Eso sí, como arquera deja muchísimo que desear. Más puntería tiene un borracho con vértigo —rio con ganas.

—En eso Hinata es extraordinaria —apuntó Sasuke desde el suelo, todavía ejercitándose.

—N-no es para tanto —dijo la aludida humildemente.

Ino hizo chasquear sus dedos, anunciando así la llegada de una idea que era, a su juicio, excelente.

—¿Sabes Hinata? La mejor forma de progresar es la competencia. Eso te motiva a dar siempre el extra. ¿Crees poder ganarle un duelo de entrenamiento a Sakura en tan solo unos cuarenta días más?

—Oh, no lo sé. La verdad no me siento preparada todavía. Seguramente ella ganaría. Además yo tengo más talento como arquera que como espadachín.

Justo cuando Ino iba a contestar, Uchiha se le adelantó.

—Por supuesto que Hinata le ganaría —destelló su acostumbrada prepotencia a la vez que se incorporaba—. Ser entrenada por mí le garantiza la victoria total.

—¿Estás seguro? —cuestionó la blonda con aire desafiante. Se le había despertado la vena competitiva.

—P-pero... —Hinata quiso hablar, mas había desaparecido del mapa para ambos soldados.

—Por supuesto. De hecho te desafío a ver quién es el mejor maestro. Estoy tan seguro de que Hinata ganará que apostaría cualquier cosa a su favor.

—¿Qué? —chilló la pupila como si le dijeran que debía besar a un sapo.

—Perfecto —aceptó la blonda irradiando una sonrisa llena de confianza. El gran potencial de Sakura le aseguraba aquello—. ¿Qué quieres apostar?

—Lo que quieras porque sé que Hinata vencerá.

La fémina de pelo más claro clavó un índice en su mentón y dirigió su mirada hacia el hermoso plenilunio. Pensó varias cosas rápidas, incluso una idea loca y pervertida —un trío para ser exactos—, pero fue algo que obviamente desechó al instante. Su mente inquieta y bromista le hacía jugarretas de ese tipo todo el tiempo, por lo que no se sorprendió. Después continuó meditando, pero ahora mismo nada interesante le arribaba.

—Ni idea de qué podría ser. Tendría que elegir algo con más calma.

—Estoy igual que tú —concordó el general—. Ya decidiremos más adelante.

—Esto... —Hinata por fin regresó a la existencia, pues negros y celestes le prestaron completa atención esta vez—. Yo no tengo deseos de enfrentar a Sakura. Yo lo que quiero es participar en la guerra.

Ino y Sasuke le echaron una mirada sorprendida como primera reacción; como segunda se miraron entre ellos diciéndose, casi de modo telepático, que ambos coincidirían con el otro.

—Eres buena arquera, pero te falta mucho para poder luchar en una guerra.

—Por eso es bueno que tengas una compañera de entrenamiento que tenga tu nivel —añadió Ino a lo dicho por su superior—. Como ya te dije la competencia es la mejor forma de ir progresando.

Hinata ya se esperaba ese tipo de respuesta, pero estaba preparada de antemano para refutarla.

—En la emboscada en Jiren te ayudé —dijo mirando al Uchiha—. Incluso maté a un hombre de un flechazo. —Se refería a Zetsu, quien estuvo a un tris de matar al guerrero perfecto por la espalda—. En mis adentros lo lamenté mucho porque nunca había quitado una vida, pero como ves lo superé porque fue en defensa propia. Puedo ser útil y lo sabes.

—Eso fue una situación desesperada, no algo que por voluntad quisiéramos, así que mi respuesta sigue siendo un no definitivo. Tú te quedarás en una casa esperando como debe ser. No me expondré a perderte.

—Pero también tengo derecho a vengar a mis compatriotas —replicó sin demora—. Hace unas horas tú mismo me recalcaste que tu nación destruyó a la mía. Bueno, quiero ayudar a vencer a los soldados que están a favor de Danzo.

Uchiha dio un suspiro a sabiendas de que le había dado justo en su punto débil y por la única razón por la que podría dar marcha atrás: la venganza. Sin embargo, Hinata estaba demasiado verde como para enfrentar un conflicto de esta envergadura. Sería una locura pensar lo contrario.

—La guerra no es un juego, Hinata. Es por lejos lo peor que ha podido crear el ser humano. —La hermana de Hanabi enviaría una protesta, pero Sasuke la cortó antes de que la hiciera—. Pero si insistes en querer ayudar entonces quédate en las tiendas de campaña y, después de cada batalla, venda y atiende a los heridos, llévales agua y comida, pero para la batalla en sí no puedo usarte. Sería una estupidez ponerte en peligro —Recalcó sus últimas palabras moviendo la cabeza en señal de negación.

—Pero yo puedo...

—Hina —intervino Yamanaka endulzando aquel diminutivo—, hacer lo que te dice Sasuke también es muy importante. En campaña un soldado no es nada sin una buena logística que lo apoye. Más allá de eso no puedes hacer por más que insistas en lo contrario. Sólo perderías tu vida en vano, tienes que ser realista.

—Pero puedo disparar flechas desde lejos.

—¿Sabes andar a caballo siquiera? —cuestionó con dureza la rubia soldado.

Hinata bajó su cabeza en vez de contestar.

—¿Puedes correr más rápido que uno?

—No...

—Los arqueros enemigos no andarán corriendo, usarán caballos y, montados en ellos, tratarán de flanquearnos para destruir nuestras defensas. Sé que eres buena arquera, Sasuke me lo dijo, pero es muy diferente hacerlo de pie o corriendo que galopando. Flechear así requiere un montón de práctica y de coordinación con el corcel. A mí me tomó muchos meses poder hacerlo.

—Como ves no tienes el tiempo suficiente de entrenamiento como para participar en una guerra. Si lo hicieras estarías condenada a morir inevitablemente —apoyó Sasuke de modo concluyente.

Hinata no tuvo más opción que esbozar un rostro de tristeza.

—Entiendo... —aceptó a pesar de lo difícil que le era.

—Sé que no es lo que quieres escuchar, pero uno tiene que conocer bien sus virtudes y defectos para poder aprovecharlos al máximo. Así puedes contribuir en lo que eres más útil. Te daré un ejemplo que a mí también me hiere el orgullo un poco: a mí no me gusta luchar en la primera línea porque carezco de la fuerza necesaria para resistir las constantes embestidas enemigas, puedo contener algunas, por supuesto, pero estamos hablando de hombres muy corpulentos que sobrepasan los ochenta kilos en la mayoría de los casos, hombres capaces de triturar el cráneo de un niño sólo con cerrar las manos y que en masa son una fuerza implacable. Si yo me pusiera en la vanguardia desperdiciaría mi talento, por eso lucho en la caballería disparando flechas como condenada y sólo después, cuando ya se descontroló todo y las filas enemigas pierden su orden compacto, entro en combate directo y causo estragos con mis katanas porque soy estupenda en batallas campales. Lo mismo aplica para Sasuke: su talento se desperdiciaría si estuviese en la caballería en vez de la infantería. No es tan bueno con el arco como sí lo es con la espada.

¿Qué podía objetar Hinata ante semejante argumento tan bien hilado? No le gustaba en lo más mínimo, mas la blonda la había convencido del todo.

—Está bien, lo entiendo.

—Me satisface que así sea —dijo Sasuke acercándosele para darle cariño en una mejilla—. Podría sacrificar a toda la humanidad para obtener mi venganza, pero nunca podría sacrificarte a ti. —Al verlo empleando esa manera tierna, Ino casi se ganó un viaje hacia la perplejidad. Tenía claro todo lo que él sentía por Hinata, pero que se lo expresara delante de ella y de una manera tan abierta le resultó sorprendente.

Lo dicho por el pelinegro sonaba tan egoísta y tan hermoso al mismo tiempo, tan malvado y tan amoroso, que la de ojos albinos se confundió y se conmovió, imponiéndose, a fin de cuentas, esta última emoción en su alma. Quizás no debía ser así, pero que ella le importara más que todo lo demás, más que el mundo entero, le rellenó el pecho de gratitud.

—Dedícate a mejorar —señaló Yamanaka— y quizás algún día, junto a Sakura y a mí, puedas pelear en otra guerra. Éstas nunca faltan, tarde o temprano llegan.

El tema del entrenamiento y de la guerra se extendió un buen rato, mismo que Sasuke aprovechó para alejarse otra vez y así ejercitarse sin distracciones. Luego se fue a hacer sus necesidades y, de paso, también aprovecharía de darse una ducha en el arroyo. Evidentemente el agua debía estar más helada que en las horas diurnas, pero a su juicio eso ayudaba a fortalecer el cuerpo y el espíritu a la vez.

Las chicas, mientras tanto, movieron sus bocas hacia el tema de la búsqueda de la felicidad y sus diversas variantes, hasta que Ino, llenando de entusiasmo cada uno de sus poros, saltaría con un comentario que le inculcaría sorpresa a su amiga.

—Por cierto, Hina, ya que hablamos de felicidad... —La punta de su manos le tapó la boca de un modo juguetón. Era como si quisiera y no quisiera decir algo.

—¿Sí?

—Es que bueno... —carraspeó significativamente antes de continuar—, me parece que la tercera espada de Sasuke te hará muy dichosa...

—¿Una tercera espada? —preguntó parpadeando muy confundida—. Que yo sepa él sólo tiene dos espadas.

Ino sonrió pícaramente mientras sus ojos exhalaban traviesa malicia.

—¿No lo sabías? Sasuke siempre lleva tres espadas.

—¿En serio? —cuestionó Hinata ingenuamente—. ¿Y cómo no la he visto? ¿Dónde la lleva?

—La tercera la trae escondida y no es de acero...

Hinata, al captar por fin a qué se debía esa cara de bribona, entreabrió sus labios mientras sus carrillos iban poniéndose terriblemente rojos. Había caído otra vez en las bromas de la rubia.

—Q-qué boba soy, debí darme cuenta de que hablaba en doble sentido... —dijo por fin mientras sus índices empezaban a entrechocarse sobre su regazo.

Ino por fin se dio la libertad de reírse a mandíbula batiente. La inocencia de Hinata la hacía un blanco perfecto para bromas así.

—Perdona, pero ya sabes como soy —se excusó agregándole una palmadita amigable en el hombro.

—No se preocupe, tendré que estar más atenta para la próxima vez —terminó sonriendo.

—Lo bueno es que dicen que las reconciliaciones son las mejores, así que te deseo buen provecho, picarona —le dio un pequeño codazo cómplice.

—Ay..., me está poniendo más roja que un tomate. —Sintió que esta vez no eran sólo sus mejillas las que ardían, sino que su cuerpo entero también.

—Pero ya hablando en serio... —asumió un cariz que denotaba la última cualidad—, tienes que prepararte porque la primera vez te va a doler y bastante. Sasuke te va a reventar.

Hinata creyó que era imposible que su ser adquiriera más calor, pero se equivocaba: un volcán había hecho erupción bajo su piel. ¿Cómo iba a decirle que ya lo había hecho antes del matrimonio? ¿Cómo confesar un pecado tan grande? De todas formas quería confiar en Ino al cien por ciento y aún más, puesto que se veía de mente muy abierta como para juzgarla. ¿Además con qué otra mujer podría hablar de sexo sino con ella?

—¿Le puedo contar algo sin que me juzgue?

—Cara de juez no tengo ni tendré —contestó tratando de ponerse más seria. Adivinaba que Hinata requería de aquello.

La manumisa empezó a frotarse los labios uno contra el otro, moviendo el inferior de modo horizontal. Le echó una mirada a la fogata que justo en ese momento crepitó anunciando que una de las ramas liberaba su savia. Entonces observó como la danzante flama cambiaba su tonalidad desde el naranja hacia un vívido rojo, a la vez que el humo se hacía un poco más denso y oscuro. Le pareció curioso, pero ver ese cambio químico y su consiguiente música crepitante le produjo un extraño efecto relajante. Sus nervios se fueron de cuajo.

—Le seré sincera porque confío en usted, lady Ino: la verdad es que yo ya lo hice con Sasuke —confesó bajando su mirada hacia la punta de sus pies.

Los luceros celestes casi brincaron desde las órbitas. Y si los dientes también tuvieran la capacidad de saltar de la boca, lo habrían hecho aprovechando que ahora estaba abierta al máximo. Dándose cuenta de lo último, recordó la frase con que su amado papá la molestaba cuando se asombraba mucho: «¡Cuidado que te comerás una mosca!». Entonces su palma se encargó de taparle la boca como si todavía no fuese capaz de cerrarla. Sólo segundos después sus mandíbulas lograron juntarse.

—¿Entonces ya no eres una señorita? —preguntó acentuando un tono de chanza, señal de que había recuperado la normalidad.

—Ay... —dijo al sentir que la vergüenza la golpeaba nuevamente—. No lo diga así por favor.

Ino dio unas inevitables carcajadas.

—Mira tú, no sabía que eras tan apasionada. Y yo que creía que ibas a esperar al matrimonio —se rio de nuevo—. Con razón se dice que las tímidas son las peores —siguió molestándola sin hacerse problemas.

—No sé qué me pasó, lo juro —dijo tapándose la cara entera con las manos. Estaba coloradísima.

—Eh, tranquila, que yo no te voy a juzgar. De hecho me das mucha envidia. Ojalá yo supiera lo que es coger con ganas mientras me olvido de todo lo demás.

Las últimas dos frases captaron el total interés de la Hyuga, haciendo que sus carrillos disminuyeran el calor que los agobiaba. La verdad le costaba imaginarse a Ino siendo casta cuando parecía una gran experta en todos los secretos de la vida, aunque, pensándolo mejor, era algo normal si Sasuke había sido su único amor hasta ahora.

—Mucho perdón si parezco indiscreta..., ¿pero usted es virgen aún?

Ella asintió con su cabeza para enseguida explayar aquel gesto.

—Todavía lo soy, aunque no puedo decir que sea una angelita —aclaró mientras su diestra dibujaba una auréola sobre su cabeza—. Ya me han dado toques íntimos y también me he masturbado muchas veces, pero jamás hice sexo oral ni me han penetrado. Siendo honesta me gustaría ser desflorada por un hombre al que ame, pero a veces pienso que idealizo mucho ese momento. De hecho, más de una vez he pensado en tener sexo sin amor por simple curiosidad. La muerte está a la vuelta de la esquina y la verdad no quiero morir casta, me gustaría saber qué se siente coger.

—Eso es muy válido también —opinó enseguida—, pero para mí la virginidad siempre fue muy importante, por eso me entregué a Sasuke por amor y dudo mucho que pudiese haberlo disfrutado del mismo modo sólo por sexo. Pero al fin y al cabo esa decisión le corresponde sólo a usted.

—Sí... —Su mente, buscando al candidato para ello, puso a Naruto en primer lugar y a Sai en segundo—. Por cierto, ya que estamos de sinceras... ¿Sasuke se dio el trabajo de excitarte hasta mojarte? ¿Te hizo ver las estrellas y todo eso? Por supuesto si no quieres responder está muy bien, sé que son cosas privadas y lo entenderé perfectamente —terminó guiñándole con desbordante complicidad.

Aquel era un tema muy íntimo que con otra persona guardaría celosamente, pero, ya que la soldado también estaba abriéndose sin restricciones, Hinata no puso trabas a confiarse en totalidad.

—La verdad me dolió mucho en un principio. Fue un bruto, pero afortunadamente ya estaba muy húmeda por la excitación. Y por suerte sí alcancé a ver las estrellas... —dijo lo último con inexorable vergüenza. Sus ojos bajaron hacia la fogata nuevamente, misma que dio una sonora fogarada.

—Me alegro mucho por ti, Hina. Por lo que sé lo peor pasa cuando te desvirgan en seco, ya que muchos hombres no se encargan de excitarte, te ven sólo como un recipiente donde descargar su semilla. Tienes suerte. Con Karin fue diferente según ella misma me contó. No voy a entrar en detalles para respetar su privacidad, pero sí te diré que le quedó doliendo por varios días.

—En todo caso al día siguiente yo igual sentí un ardor en mi entrepierna, uno constante aunque soportable.

—Uy —soltó instantáneamente—, por eso a mí eso de la primera vez me da un poco de miedo la verdad. Sé que te sonará gracioso porque soy una guerrera que no le teme ni a la muerte —se rió un poco nerviosa—, pero creo que más que por la relación sexual en sí, es por el miedo de quedar embarazada. Parir debe ser un dolor inaguantable, imagínate que te salga un bebé por allí —indicó el genital de Hinata en vez del suyo, como diciéndole implícitamente que ella tendría hijos antes.

—Ni que lo diga, a mí también me da mucho miedo eso.

—Puede que ya estés embarazada...

—Por suerte no lo estoy, me llegó mi regla dos veces ya.

—Qué bueno por ti, pero te digo que por Sasuke no te preocupes. Él podrá ser todo lo que quieras, pero tengo la total certeza de que nunca abandonaría a un hijo. Necesita rehacer a su clan después de la guerra.

—Pienso lo mismo que usted, pero ya sabe como es nuestra sociedad cuando se trata de meterse en la vida de los demás. Si no estás casada te apuntan con el dedo como si fueras una ramera y prefiero evitar eso.

—Tienes mucha razón —concordó de inmediato—. En todo caso, dejando las consecuencias de lado, debe ser increíble perder tanto la razón hasta el punto de que no te importe quedar embarazada ni nada.

—Es una verdadera locura, tanto que yo olvidé ese peligro completamente —precisó nerviosa mientras sus dedos jugueteaban con el reborde de su largo vestido—. E-es increíble lo que provoca la calentura en el cuerpo y en la mente...

Ino sonrió.

—Muchas gracias por confiar en mí, Hina. Sé que estos temas son complicados de hablar y más para gente tímida.

—Yo también le agradezco su confianza conmigo.

Al sentir que el calor ambiental disminuía un poco, Ino se dio una pequeña pausa a fin de echar nuevas ramas a la fogata y, de pie todavía, acercó sus manos para calentárselas. Por su parte, Hinata perdió su vista en el llamativo reflejo de las llamas danzando sobre el arroyo. Parecían tener vida propia.

—¿Sabes? —La soldado le dio el rostro sin que su cuerpo girase—. Mientras íbamos en botes al rescate de mi padre, pasaron unas siete horas aproximadamente. Así que para rebajar la tensión, Juugo aprovechó de contar algo que a mí me resultó muy interesante.

—¿Qué cosa? —preguntó dándole su completa atención a su amiga.

—Como ya debes saber él adoptó una nueva religión en sus viajes por otro continente. Se llama..., déjame recordar... —se tomó el mentón pensativamente y después chasqueó los dedos—, cristianismo. Así era. Está basada en un libro llamado Biblia y curiosamente tiene un solo dios en vez de muchos.

—Sí, recuerdo que él me dijo eso también.

—Parece que esa religión era la oficial en el imperio romano y desde su caída está propagándose más y más. En fin, el caso es que alrededor de ese libro existe una leyenda de que existen textos prohibidos. En uno se habla de que la primera mujer en ser creada, Lilith, fue borrada para siempre y la reemplazaron por otra llamada Eva.

—¿Y por qué hicieron eso?

—Porque era muy rebelde y un mal ejemplo para las mujeres. En el paraíso en que vivía se llevaba mal con su esposo, el primer hombre, pues cuando él deseaba tener relaciones sexuales con ella, Lilith se sentía ofendida por la postura sumisa que él siempre le exigía. Le reclamaba diciéndole algo así: «¿Por qué he de estar debajo tuyo si soy tu igual?». Como nunca lograron congeniar, Lilith, hastiada de que el primer hombre quisiera dominarla, se marchó de ese lugar.

Hinata se ruborizó parcialmente al recordar que tuvo a Sasuke y a su boca justo debajo de ella, prácticamente sometido a su voluntad. Había dejado su machismo atrás por ella y pensarlo así le inyectó una repentina e intensa dulzura.

—Es interesante —reaccionó por fin la civil— porque sería muy significativo que la primera mujer fuese así de impetuosa. Si se consideraba igual al hombre entiendo perfectamente porque la borraron de ese libro. No era conveniente una chica que cuestionara así la dominación masculina.

—Exactamente. Quizás todo sea un simple mito, pero me resultó particularmente interesante. Me sentí identificada con la tal Lilith.

Siguieron hablando del tema, sacando un sinfín de teorías e interesantes conclusiones. En cuanto arribó un silencio, Hinata recordó que, casi al inicio de la conversación, Ino le había advertido algo que sólo ahora, muchos minutos después y ya analizándolo un poco mejor, le pareció extraño. «Tienes que prepararte porque la primera vez te va a doler y bastante. Sasuke te va a reventar». ¿Cómo sabía lo último? ¿Por Karin?

—Señorita Ino..., usted me advirtió que mi prometido me causaría mucho dolor en mi primera vez. ¿Sabía eso porque Karin le contó su experiencia con él? —cuestionó sin ganas de quedarse con la duda.

—Bueno, la verdad es que no fue sólo por eso... —admitió mientras se rascaba un costado de la cabeza—. Ya que estamos siendo sinceras, ¿te puedo decir algo sin que te pongas celosa?

Ella asintió sin necesidad de pensarlo.

—Le puedo asegurar que con usted jamás lo sería. Me ha ayudado muchísimo y estoy segura de que también aconsejó a Sasuke para que pudiéramos reconciliarnos. Muchas gracias de verdad por todo el apoyo que me ha dado.

—Nada tienes que agradecer, lo hice con gusto. —Le dedicó una sonrisa bella sin ahondar más en detalles de lo que había hecho. Nunca le gustó jactarse de sus favores—. Y sobre lo otro no tienes porqué ponerte celosa, es nada más una anécdota que viví con Sasuke —le bajó el perfil al asunto—. Lo que te iba a decir es que, como tú ya sabes, por las guerras yo acampé un sinfín de veces junto a él. Y bueno... —A pesar de su despreocupada actitud anterior, algo excepcionalmente raro sucedió en ella: una fulgurante vergüenza llegó para silenciarla por varios segundos—. Como él duerme a la intemperie le vi muchas pesadillas, pero también, otras veces, le vi erecciones... ¡Pero siempre con el pantalón puesto, eh! —Como temiendo, se apresuró a aclarar un posible malentendido. Y enseguida continuó nerviosamente—. Por eso te decía que te prepararas porque sé que está muy bien dotado. —Ino se sonrojó cuando sintió que se había ido de lengua, pero se concentró en la fogata a fin de distraer su sensación de vergüenza. ¿Fue demasiado honesta, verdad?

Y eso que no quiso contarle que se masturbó muchas veces con esas imágenes que conservó vívidamente en su mente, fantaseando obscenidades con el hombre que también le robó el corazón a ella. Aquello pertenecía a su privacidad más íntima, como también el hecho de que su mirada, sobre todo en años pasados, se le iba hacia la entrepierna más veces de las que podía recordar. Su instinto era una cosa fuerte.

—Ya veo...

Aunque en un principio había dicho lo contrario, lo cierto es que la mordedura de los celos se hizo presente en Hinata. Sin embargo, en apenas segundos lograría desecharlos por completo. Yamanaka convivió por muchos años con Sasuke, era lógico que después de tanto tiempo juntos se produjeran algunos momentos comprometedores.

—Ay, Hina, no quería incomodarte —dijo al interpretar que su rostro mostraba aquello—. A mí por lo menos no me gustaría que una amiga me dijera que le ha visto erecciones a mi novio. A veces me paso de sincera —se disculpó humildemente. La prueba fue su cabeza más baja de lo normal.

—De verdad no se preocupe, no soy una celópata —reaccionó rápidamente—. O por lo menos no todavía —añadió como broma a la vez que esbozaba una linda sonrisa, acciones que sirvieron para distender el ambiente.

Yamanaka llevó una mano a su pecho y exhaló alivio, relajándose gracias a la calmada actitud de su amiga.

—Gracias por comprender. En todo caso —precisaría algo— es algo normal que a los hombres se les erecte mientras duermen. Muchas veces, cuando me paseaba entre las guardias nocturnas, les vi eso mismo a los soldados de mi legión.

—¿Y por qué les sucede eso?

—Sueños eróticos, supongo. Habría que preguntarle a un varón para confirmarlo, pero lo más lógico es pensar eso. Nosotras también los tenemos.

La elucubración de la rubia no era del todo correcta, puesto que la tumescencia servía como un mecanismo natural destinado a mantener el pene saludable y que ocurría con o sin sueños eróticos de por medio. De no existir esto, un estado de flacidez constante y prolongada acarrearía un deterioro de los cuerpos cavernosos, dificultando la erección o incluso provocando impotencia. Aunque, por supuesto, ni Ino ni Hinata tenían forma de saber eso.

Siguieron hablando un par de minutos más hasta que Sasuke llegó de vuelta por fin. Su pelo lucía mojado todavía, señal de que ya se había dado la ducha en el arroyo. A las dos chicas les pareció que el pelo mojado lo hacía lucir menos rudo y extrañamente más sensual.

Parlaron un poco más de cosas triviales aunque amenas, hasta que Ino anunció que se iría a dormir más temprano esta vez. Necesitaba meditar acerca de qué decisión tomar respecto al rey y, si partía, deseaba hacerlo en horas matutinas. Así, siguiendo a rajatabla su naturaleza friolenta, alimentó con más ramas el fuego y dispuso su saco de dormir más o menos cerca de éste.


Ya con la soldado dormida un buen rato atrás, Hinata y Sasuke se habían alejado hasta tocar el borde del bosque, justo en un lugar donde la prístina vista de la naturaleza sideral no fuera bloqueada por los frondosos ramajes.

La fémina estaba recostada sobre el pecho del varón y éste, a su vez, reposaba su espalda sobre el tronco de un alerce juvenil. La emotividad que surgió entre ellos, sumándose al paisaje brindado por la luna llena y las estrellas, habían convertido esta noche en una de esas que se atesoraban en la mente hasta el fin de los días.

Invadida por esa belleza cósmica que parecía inmiscuirse por doquier, Hinata decidió hablar de un tema que, después de escuchar las lecciones de Orochimaru, cada vez le generaba más y más curiosidad.

—¿Nunca te has preguntado cómo surgió el universo? ¿Cómo se dio el origen de todo o de las deidades que lo crearon todo?

—Claro que me lo he preguntado y creo que en el fondo todos los seres humanos nos lo hemos cuestionado muchas veces. Precisamente por eso se inventaron a los dioses: para llenar esos vacíos que nos resultan imposibles de esclarecer, pero un día, cuando todo tenga explicación, ellos desaparecerán porque ya no serán necesarios.

Hinata se esperaba una respuesta así por parte de él, pues ya conocía su posición ateísta.

—Pero enfocándote en ti como individuo particular, ¿tú cómo crees que nació todo lo que nos rodea?

—No creo que haya nacido, pienso que siempre estuvo aquí.

—¿Quieres decir que no hubo un principio?

—Esa es mi conclusión porque poner un inicio siempre nos llevará al mismo cuestionamiento insistente: «¿qué había antes del universo?» o «¿qué había antes de los dioses?». Es una pregunta infinita y una paradoja en sí misma. Incluso si llegásemos a encontrar una respuesta como una teoría que da inicio al todo, volveríamos a hacernos la pregunta de qué había antes. —Dicho su argumento, Sasuke tomó un mechón de Hinata y lo llevó hacia su nariz. El aroma le resultó más cautivador que el de cualquier flor.

—Entonces quieres decir que, por su carácter de paradoja, no hay respuesta.

—Por lo menos no una que sea satisfactoria. Es un contrasentido que no se puede resolver porque nuestras mentes, en su lógica, no pueden concebir algo sin un inicio. La eternidad y la infinitud escapan a lo que el género humano es capaz de imaginar. De cierto modo es parecido a preguntarse dónde está el principio y el final de un círculo. No lo hay, no lo tiene. Lo mismo pasa con el universo: no hay un principio porque, de una forma o de otra, siempre ha existido, existe y existirá.

—Por lo visto hay misterios que jamás podremos entender de cabo a rabo. —Suspiró con un poco de desilusión.

—Es probable, aunque siempre podemos intentarlo una y otra vez hasta aproximarnos a la verdad. Por ejemplo Orochimaru decía que la respuesta a lo anterior es mucho más fácil de lo que parece: no hubo un antes de la creación porque no existía el tiempo. Por lo tanto, sin éste no puede existir un antes o un después.

—Ahora que lo pienso suena muy lógico —concordó Hinata un lapso después—, pero es como si mi cerebro no quisiera aceptarlo y siguiera buscando un antes de todo, un algo que partió desde la nada.

—No lo hagas porque la nada no existe. Hasta tratar de describir a la nada la torna en algo. Por ende siempre ha habido algo y eso significa que el universo ha existido eternamente, ya sea en la forma actual o de otra que fue radicalmente distinta.

Hinata no estaba del todo convencida, pero no replicó al no tener algo que pudiera refutarlo. Prefirió abrazarse más a él mientras disfrutaba observando al inspirador firmamento. Estaba feliz.

—¿Sabes? En una de las lecciones que daba Orochimaru él dijo un par de cosas que me dejaron absorta.

—¿Qué cosas?

La joven puso su izquierda en el fornido pecho para acomodarse de una forma que le permitiera estar abrazada mientras miraba a su prometido. Necesitaba compartir su albina mirada con la de él.

—Él dice que la Tierra es la que gira alrededor del Sol y no al revés, que son nuestros sentidos los que nos engañan haciéndonos pensar lo contrario. ¿Puedes creer eso?

—¿Y cómo llegó a esa conclusión? —preguntó muy interesado.

—Quién sabe, no lo explicó porque enseguida pasó a otros temas. Por ejemplo también mencionó que el universo se movía por todas partes y que está en constante cambio en vez de ser inmutable. Pero lo que más me asombró fue que también dijera que era pequeñísimo, ¡pequeñísimo! —repitió con el tono que se le da a un disparate mientras sus manos se movían de izquierda a derecha en un intento de abarcar todo el firmamento—. Según él hay otros universos mucho mayores que conviven paralelamente al nuestro.

Uchiha se vio tentado a negar las afirmaciones del alquimista por simple sentido común, pero al final decidió dejar un saludable espacio a la duda.

—Parecen las palabras de un loco, es cierto, pero quizás esté en lo correcto porque estamos demasiado limitados. La realidad depende de nuestra percepción, por lo que habrá cosas que quizás ni siquiera en milenios podamos descubrir. Yo no podría refutar tajantemente lo que dijo porque genios como mi maestro sólo aparecen una vez cada varios siglos.

Hinata comprobó otra vez que, pese a odiarlo, Sasuke seguía teniendo un marcado respeto por el alquimista. Era muy difícil combinar ambas cosas, pero quizás también sentía algo parecido hacia Naruto. No en vano había aceptado aliarse con él.

—Sí, aunque es un malvado sin remedio debo reconocer que me impresionó su inteligencia. Por eso mismo grabé en mi memoria una definición que dio acerca del origen del universo. Me pareció sublime.

—La creación del universo es el todo y la nada fusionados —empezó a recitar Sasuke de memoria—, el antes y el después comprimidos, lo eterno y lo finito amalgamados, el espacio y el vacío unidos; todo lo anterior reunido en un solo punto de energía que, gracias a una ilógica fluctuación existencial, saltó desde el cero hasta convertirse en quintillones de estrellas. —Apenas finalizó quedó mirando a Hinata, cuya cara de asombro disfrutó al máximo—. No olvides que yo fui su discípulo —le aclaró—, así que también me aprendí esa definición porque la escuché varias veces.

Hinata, al percatarse de que su boca estaba abierta, la cerró.

—Vaya, y yo que quería sorprenderte —dijo para después sacar su lengua de forma divertida. Enseguida continuó empleando la misma forma animada—. No recuerdo muy bien todo lo que dijo, pero haré mi mejor intento: según Orochimaru el universo partió desde esa «fluctuación existencial» que tú recién nombraste, misma que surgió por azar o quizás por una decisión consciente. Si nos vamos por la segunda opción implicaría la existencia de dioses o de una divinidad suprema, o bien significaría que el mismo universo tiene una conciencia o una especie de conciencia.

—Continúa —le dijo en cuanto prolongó un silencio—. Esto se me hace muy interesante.

—Estaba ordenando mis futuras palabras —se excusó sonriendo—. El caso es que, de acuerdo a Orochimaru, para entender el origen del universo no se puede aplicar la lógica porque, para surgir, el universo tuvo que saltársela. Eso puede parecer magia o un sinsentido fantasioso, pero él explicó que su teoría era acertada porque iba en contra de nuestra lógica humana, pero no contra la lógica del universo. Para rematar dijo algo como esto: «aparentemente mi teoría contrapone a la lógica y la ilógica convirtiéndolas en enemigas, pero la realidad es que la creación del universo está por encima de ambas cosas. Las fusiona y a la vez las destruye, y precisamente por eso supera al intelecto de los seres humanos». Tu maestro decía que él era la única excepción capaz de entenderlo totalmente, y que lo mismo sucedía con la definición que nos aprendimos de memoria.

—No encuentro que sea difícil de comprender —dijo el general agregando una negación con la cabeza—. Si lo piensas detenidamente Orochimaru realizó una descripción llena de paradojas para recalcar que el origen del universo en sí es una total paradoja —aseveró muy convencido—. Es parecido a lo que sucedería si la nada existiera: esa nada pasaría a ser el todo porque no hay nada más que esa nada. Es paradójico, pero al mismo tiempo cierto.

—Se convierte en todo porque esa nada es lo único que existe... —dedujo certeramente tras unos necesarios segundos—. Lo entiendo, pero me reventará la cabeza si lo sigo pensando —dio una inevitable risita.

—Así son las paradojas —dijo con un tono sorprendentemente entusiasta.

Encantados el uno con el otro, siguieron hablando del universo y de los dioses, con Sasuke desde su posición atea y Hinata desde su agnosticismo. Haría falta Juugo para tener a la variante religiosa también.

No se dieron ni cuenta de cuánto tiempo pasó, pues fueron absorbidos por el sinfín de misterios que se escondían en las entrañas del cosmos. En el momento en que se hizo un silencio, Uchiha le dio un beso en la coronilla y su diestra le apretó afectuosamente un hombro. El perfume de Hinata, plenamente perceptible en sus fosas nasales, le hizo inhalar el aire con más fuerza. Tras permitirse un último suspiro con sabor a declarado amor, procedió a revelar lo que estaba sintiendo ahora mismo junto a ella.

—¿Sabes? Quisiera quedarme a vivir aquí y olvidarme de la guerra para siempre. Meterme al bosque, cortar árboles y hacernos una casa aquí, alejados de todo el mundo.

Hinata sonrió a la vez que una potente ilusión resplandecía en sus luceros.

—Sería maravilloso vivir en un sitio tan lindo como este. De verdad que sí. Aquí tenemos todo lo que necesitamos para vivir tranquilos: comida, agua, leña, un buen clima y un tremendo jardín. —Sonriente miró las flores, aunque sólo logró ver bien a las que eran iluminadas por la fogata. Las bañadas por la luz selenita apenas se distinguían un ápice.

—Suena tan hermoso, Hinata..., pero yo no pertenezco a un entorno como este sino al campo de batalla, a la sangre derramada por mi espada, a la venganza que tanto he ansiado —precisó anhelante mientras cerraba el puño, como si viese, en este mismo instante, a los enemigos que debía derrotar.

Hinata suspiró.

—Dudo mucho que todo eso pueda hacerte feliz.

—Yo también, pero ya no puedo huir de mi esencia vengativa.

—Por lo menos hazlo conmigo. No pensemos en la guerra todavía por favor.

—Tienes razón. Podemos pensar en otras cosas más... placenteras... —le susurró al oído de una manera sugerente. Acto seguido le plantó un beso que dejó a Hinata sin aliento. —¿Quieres que te la chupe de nuevo? ¿O prefieres que te masturbe? —preguntó dedicándole una mirada llena de amatividad.

Ella, inspirada por todo lo maravilloso que había sido este día, le dijo lo siguiente sin siquiera dudarlo:

—No, porque ahora... ahora me toca a mí... —musitó mientras un poco de sangre le maquillaba las facciones. Inquieta por sentirse tan atrevida, comenzó a mover su pie en forma rítmica tal como si estuviera siguiendo el compás dictado por el arroyo, que, gracias al silencio de la noche, aumentó su musicalidad.

¿Hinata imploraba locura?, se preguntó el pelinegro. ¿Le suplicaba darle una felación? ¿Eso era lo que decían los ojos? ¿O eso era lo que él, cegado por sus instintos, veía en éstos?

—¿De verdad quieres hacerlo? No quiero obligarte a nada —dijo ante la duda surgida.

La fémina parpadeó dos veces más rápido de lo normal.

—¿Desde cuando eres así de caballero? —Una vez superado el asombro, preguntó con juguetona timidez y sorpresa.

—Por ti quiero ser el mejor hombre que puedo ser. Ya sabes que tú me inspiras a conseguirlo.

—Ay, Sasuke...

El varón quedó fascinado por la multiplicidad de brillantes destellos que reflejó su numen. ¡Cuánta expresión había en sus ojos! Tanta que de haber podido se los sacaría ahora mismo, pero no para hacerle daño sino para guardarlos como el más precioso de los tesoros. Por todos los bosques hermosos que existían en este mundo, sintió amarla tanto, pero tanto, que ni escribiendo el libro más extenso de la historia sería suficiente para poder explicarlo.

Así, poco a poco, ambos fueron abriendo un cofre de amorosos suspiros que muy pronto se volverían mitad jadeos, mitad gemidos. Las respiraciones se encargaron de impregnar el aire con un excepcional deseo, aquel perenne y entregado que se proponía hacer feliz a la persona que se ama. Sin embargo, justo cuando Hinata buscaría lo que vivía entre la unión de esos pantalones, recordó algo muy importante y que había pasado por alto...

—Ay..., te juro que quiero hacerlo, pero lady Ino podría despertar y venir aquí...

—¿Y qué?

—Que podría vernos.

—En tal caso no habrá problema: hacemos un trío y ya.

—Sasuke... —dijo implementando un tono reprendedor y una mueca quejosa.

—¿Pero qué importa que nos vea? A Ino le caes muy bien, sabes que no te va a juzgar —simplificó el problema a su estilo al mismo tiempo que le acariciaba delicadamente la vulva.

Ella soltó un pequeño e inevitable gemido, pues los toques de Sasuke estaban consiguiendo el propósito de distraerla. Él tenía razón además, ¿qué más daba si la veía Ino? Sería muy vergonzoso, eso era seguro, pero si pasaba le pediría miles de disculpas. Se encargaría de explicarle que nunca quiso faltarle el respeto, pero que ese demonio disfrazado de hombre le quitaba lo dama y acrecentaba su animalidad hasta tocar un límite irresistible. Yamanaka la entendería; conociéndola como la conocía no iba a culparla. Sin embargo, solucionada su primera traba le llegó una segunda en forma de pensamiento intruso, mismo que terminó por volverla boquituerta. Y si pudiera cruzarse de brazos sin padecer dolor, también lo habría hecho.

—Tampoco quiero correr el riesgo de que Ino vea lo tuyo. Esa vista sólo la puedo tener yo.

—¿Te pondría celosa eso? —indagó tiñendo de interés sus ojos.

—Sí, y mucho —dijo sin esconderlo—. ¿O acaso te gustaría que otro hombre me viese desnuda?

En primer lugar Uchiha exhibió sorpresa, en segundo enojo y por último terminó asintiendo al comprenderla.

—Si alguien te mirara así lo mato —sentenció.

—Yo nunca llegaría a tanto y mucho menos con lady Ino, pero también tengo derecho a cuidar lo que es mío.

Sasuke se sorprendió por tales palabras ya que no se las esperaba de Hinata, pero le gustó mucho oírla así de posesiva. Por tal razón le regaló un delicioso y cómplice beso.

—En la tarde no nos descubrió, así que ahora tampoco lo hará. —En cuanto desunió los labios, puntualizó con una seguridad a toda prueba—. Después de todo de eso se trata el amor, ¿no? De arrebato, de morirse de ganas de estar juntos aunque haya peligro rondando.

—Tienes tanta razón, pero la señorita Ino está casi al lado nuestro. —La indicó a un costado del fuego, a tan solo veinticinco o treinta metros—. Ahora mismo hay posibilidades mucho más grandes de que nos pille...

—Mientras más demoras lo inevitable, más chance habrá de que ella se despierte y nos vea. Pero si te hace sentir mejor vamos detrás de esos troncos —los indicó con la mirada—, ellos cumplirán la labor de ocultarnos.

—¿Y desde allí podremos vigilar a lady Ino?

—Nos acomodaremos de tal forma que así sea. —Dicho esto se puso de pie y le ofreció su diestra a quien amaba.

Ella miró la mano y a su durmiente amiga rubia, repitiendo tal acción dos veces más como una prueba de su indecisión. Finalmente ésta se quebró y atrapó los dedos masculinos con los suyos.

—Que conste que eres un descarado —dijo con un tono que mezcló reprimenda y emoción al mismo tiempo. Sintió que la sustancia que en sus tiempos aún no recibía el nombre de adrenalina, comenzaba a pulsar a través de su sangre cada vez más ardorosa.

—Pero un descarado que te ama—aceptó la acusación anterior— y que te necesita como agua en el desierto —añadió mientras su faz adoptaba una expresión llena de mimo y de sentimientos inefables.

Mientras caminaban los pasos hacia el lugar escogido, Hinata sintió que un escalofrío la recorrió de norte a sur ante la sensación de ir contra su sentido común. Tenía el fuerte presentimiento de que esta vez Ino los pillaría en pleno acto, pero el hemisferio más emocional de su cerebro, el derecho, le gritaba que ni loca detuviera esto. Necesitaba hacerlo, ansiaba dejar temblando a Sasuke como él lo hizo con ella.

Una vez que llegaron a destino, Hinata pudo ver, pese a la casi total oscuridad yacente allí, que el pantalón de Sasuke ya estaba hinchadísimo. Aquello la sorprendió mucho, pues durante el trayecto no tocó a su hombre ni había sido su propósito excitarlo. Seguramente saber lo que iba a pasar dentro de unos minutos hizo que el tacto no fuera siquiera necesario, haciendo que lo puramente mental impulsara lo fisiológico.

—Tiene vida propia porque te deseo como no tienes idea, Hinata —dijo cuando se dio cuenta que la fémina, con la vista clavada en su entrepierna, tenía pinceladas de asombro escritas en su semblante.

—Y... y me encanta que así sea... —dijo jadeando y entonces, tentada por la debilidad de la carne, dejó que su mano agarrara firmemente lo enhiesto mientras se mordía los labios.

Así, sobrepasados totalmente por la fuerza de sus instintos, se besaron y tocaron como dementes incapaces de controlar sus pasiones. La misma naturaleza, por medio de la agitación de las hojas arbóreas, parecía temblar no por el viento sino por la expectación de lo que pronto sucedería. Fue Hinata quien, ansiosa por experimentar el pecado en su esencia más profunda, se puso de rodillas ante él mientras la desesperación, más enérgica que nunca, se adueñaba de su cuerpo para convertirla en una súcubo dispuesta a morir por darle placer al hombre que tanto amaba.

Sasuke disfrutó al verla quitándole el cinturón, alucinando de tal modo que su alma no tuvo reparos en destellar una frase que, cursi o no, a Hinata le resultaría incluso más hermosa que el plenilunio en la bóveda celeste.

—Te amo tanto mi ángel... Eres lo más maravilloso que existe en este universo y en todos los demás...

Ella detuvo los movimientos de sus manos y, sin cambiar su posición arrodillada, alzó su mirada dotándola de una excelsa e impresionante emotividad. El guerrero perfecto no necesitó tener los conocimientos de Deidara o de Sasori para saber algo con plena certeza: Hinata era la mejor obra de arte que un hombre pudiese presenciar.

—Yo también te amo demasiado, mi demonio que lucha para dejar de serlo. Por eso quiero estar contigo y ya no me importa ser castigada por ello. No deseo detenerme por nada del mundo y tampoco quiero que tú me detengas.

Los sentimientos de ambos, incluso en una situación de carácter tan sexual, escalaron hasta el cénit de lo emotivo. Ahora mismo el paraíso ya no estaba en el cielo sino con ellos, destellando de tal manera que parecía que las estrellas habían bajado del cielo para arder en el interior de sus ojos. Tanto amor desatado se desempeñó como el mejor combustible del sexo, provocando que sus espíritus siguieran incendiándose como un cometa al rojo vivo.

Hinata, protagonizando la destrucción total de los tabúes, liberó finalmente a su objeto de deseo del pantalón que lo encarcelaba. Absolutamente nada le importaba ya, nada excepto vivir, en centelleante plenitud, el significado más pervertido y lujurioso del amor. A escasos centímetros de lo más íntimo de Sasuke se relamió los labios, anhelosa por descubrir cuánto gozo era capaz de suscitarle...


Continuará.


Notas Finales: ¡Hola otra vez! Espero que les haya gustado la lectura. Como dije antes quería darles dos capítulos de felicidad a Sasuke y Hinata, así que en el siguiente concluirá esto y daré un salto en el tiempo para avanzar más la historia en sí. Habrá una gran sorpresa por cierto, tanto que ya estoy ansioso por escribirla :P

Un saludo gigante y como siempre muchísimas gracias por seguir leyendo esta historia a pesar de sus defectos ^_^