¡Hola! Aquí hay sexo oral entre Hinata y Sasuke y los fundamentos de la decisión de Ino. Traté de hacer que el lemon fuese romántico, emocionante e idealista aunque sin perder realismo descriptivo. Dudo que lo haya logrado, pero si te interesa leerlo muchas gracias y ojalá te guste el capítulo ;D. Si por el contrario deseas avanzar la historia en sí, pasa a lo siguiente.


Vocabulario:

Fruición: Goce muy vivo en el bien que alguien posee.

Célico: Celestial.

Irisar: Dicho de un cuerpo: Presentar fajas variadas o reflejos de luz, con colores semejantes a los del arco iris.

Acerbo: Áspero al gusto.

Voyerista: Persona que disfruta contemplando actitudes íntimas o eróticas de otras personas.

Cerumen: Cera de los oídos.


Esclava Sexual: Capítulo Cuadragésimo tercero, Primera parte


El frío nocturno era intenso, pero la bella fémina ni siquiera se había dado cuenta de tal cosa. A escasos centímetros de lo que le pertenecía, se concentraba en dar rienda suelta a la libertad total del ser y de sus deseos más prohibidos; experimentar a fondo la lujuria causada por el amor sin límites. Por eso, desde ahora, se dedicaría a vivir todo lo que sentía en centelleante plenitud. No habrían más sufrimientos, reconcomios o pecados.

Nunca más.

—Tengo el presentimiento de que esta vez lady Ino nos pillará... —dijo como resignada en vez de nerviosa—. Y lo peor es que no me importa...

Él, muy satisfecho por lo dicho, le acarició el pelo.

—De todos modos nada pasará. Ella tiene el sueño muy pesado.

La luz selenita era poquísima y la de la fogata no les alcanzaba a dar, pero los ojos albinos, poseedores de una vista superior a la común, se dedicaron a admirar la desnudez de esa latiente obra maestra de la fisiología masculina. Muchos segundos más tarde, cuando recordó que Sasuke no era tan solo un gran pene erecto, alzó sus luceros a fin de encontrarse con los brunos. Ambos enamorados, entonces, se miran yendo mucho más allá del significado del verbo en sí. Lo que de verdad hacen es tocar sus almas sin dar un solo parpadeo, sin mover músculo alguno, como queriendo redescubrir y memorizar con más precisión los detalles que los hacían únicos: cabello, tono de piel, nariz, labios, luceros. Fruto de la sublime compenetración que ahora mismo habían forjado, tuvieron la legítima sensación de que ambos eran dos piezas del mismo ser en vez de dos entes separados e independientes. Una especie de amalgama espiritual de la que ambos fueron plenamente conscientes y que necesitaban proyectar a través de la entrega carnal.

Motivada por esa mescolanza de amor y libídine que brillaba en Sasuke, comprendió que le estaba otorgando alguna clase de prerrogativa que le permitiría hacer lo que fuera con él. Fue justo cuando se disponía a cumplir esto, que su varón la conminó a ponerse de pie otra vez y la abrazó con una fuerza que la sorprendió. Tanta intensidad hizo que demorara un poco en corresponderle, pero finalmente reaccionó poniendo todo su espíritu en los brazos que lo rodearon.

Se mantuvieron así por un minuto o más, disfrutando de la alucinante complicidad que no tuvo reparos en estallar cual supernova. Mientras tanto, impulsadas por su alma, significativas palabras crecían por detrás de la boca masculina, pretendiendo salir como una confidencia amorosa que pudiera expresarle todo lo que sentía por ella.

—Soy tuyo, Hinata... —le dijo al oído con voz trémula—. Mi pecho, mi entrepierna, mi cuello, mi boca..., todo te pertenece. Si me desgarras el cuello a mordiscos, si me entierras un cuchillo en el corazón, si me das un terrible rodillazo en los testículos..., todo eso palidecería ante la felicidad que me provoca estar a tu lado. Siento que podrías asesinarme en este mismo instante y, aun así, moriría feliz.

Ella notó que su garganta le tiritaba y que sus orbes se remecieron. ¿A ese punto tan grande llegaba el amor? ¿Esos extremos de masoquismo podía alcanzar? ¿Ese nivel de entrega se había formado entre ellos? Entendía que en cualquier otro hombre lo dicho podrían sentirse como hipérboles o palabras vacías, pero Uchiha era alguien que toda su vida ejerció defensas contra todos, siempre en estado alerta, siempre manteniendo una fría distancia, siempre siendo incapaz de mostrar un mínimo de ternura. Dejarse vulnerable, mostrar los «puntos débiles» que él jamás exponía ante nadie, desarmarse de ese modo ante la mujer que amaba, implicaba una entrega que Hyuga valoró igual que a un tesoro dado por los cielos.

—Yo no sé qué decirte..., me dejas sin palabras... —Necesito inhalar profundamente al sentir que el aire le entraba de manera insuficiente—. Sólo sé que agradezco muchísimo la confianza que depositas en mí.

—Te la ganaste, mi ángel hermoso.

De repente se sintió cohibida por la sentimentalidad que agitaba las redes más profundas de su alma. La excitación estaba dando paso al amor en su estado más espiritual y, por ello, también se percató que el sexo de Sasuke había disminuido su tamaño. No queriendo eso por nada del mundo, buscó en sus adentros crear la alquimia que fusionara de modo perfecto libido y corazón. Entonces se acuclilló a un costado del miembro y, dispuesta a mantener el equilibrio, se aferró con su izquierda a la cadera masculina. Mientras tanto, su brazo y la diestra que lo culminaba se extendieron lentamente hasta tocar el suelo. Tuvo que hacerlo de ese modo pausado, pues la lesión causada por Orochimaru le ardía ante cualquier movimiento raudo.

Queriendo volver a sentir cómo la sangre era capaz de transformar al orgullo masculino en algo tan duro que asombraba, se envalentonó, acercó peligrosamente su rostro al órgano viril y, cuando estuvo a escasos centímetros, se remojó los labios con sinceras ansias. Sin embargo, justo cuando se disponía a probar lo que era suyo, sucedió un imprevisto que casi la estrella contra la erección. Habría sucedido de no ser porque se aferró con ambas manos a la cadera de él.

—Ay, p-perdona mi torpeza —dijo a sabiendas de que el corazón estaba impulsando toda su sangre al rostro—. Como es primera vez que hago esto pensé que podría de cuclillas... —Apenas terminó lo dicho decidió cambiar su posición actual hacia una más estable, colocando, por lo tanto, ambas rodillas en el suelo.

Una ternura insólita se apoderó de Sasuke. No sabía cómo su musa era capaz de engendrarle una emoción así incluso en un momento tan ardiente como el que iba a suceder. Conmovido de verdad, llevó una mano a un costado de su melena y se la acarició rezumando hermosa complicidad.

—Despreocúpate... —contestó en un expresivo e incitante jadeo—. Torpezas así te hacen todavía más hermosa y especial. —Remarcó una dulce caricia en la colorada mejilla y, sin estar conforme todavía, procedió a añadir otra afirmación que venía desde las profundidades más recónditas de su ser—. Para mí siempre serás lo mejor que existe, Hinata.

Ella entreabrió la boca, pero no para iniciar la felación sino por la inmensa terneza que la abordó. Las miradas, magnéticas éstas, se enlazaron de una manera excelsa y resplandeciente.

Inspiradísima, padeciendo aún más ganas de cumplir los deseos de ambos como si fuesen ley, sacó la lengua y, como una urgente e instintiva necesidad, comenzó a tantear la carne hirviente de su demonio por la parte inferior, desplazándola lentamente desde la base hasta alcanzar la punta, captando perfectamente los trazos que eran tersos y aquellos en que las venas sobresalían. El salado sabor no le fue desagradable para nada, puesto que no se esperaba algo dulce ni era fanática de ello.

Por exclusiva culpa de su boca, la virilidad de su amado volvió a cuadruplicar su habitual longitud y el flujo de corriente sanguínea se tornó tan caudaloso que empezó a latir como si tuviera un corazón propio por dentro. Asimismo, percibió que su temperatura aumentó y que su densidad se hacía casi tan dura como la de una viga.

¿En serio el falo no tenía ningún hueso por dentro?, se preguntó sin vergüenzas. Sabía que era ridículo y gracioso planteárselo, mas le pareció una pregunta de lo más legítima. Le era difícil asimilar que algo sin estructura ósea pudiera tener una rigidez tan grande.

Llevada por esa curiosidad vino a su memoria lo que era considerado el punto débil de todo hombre y que solía pasar desapercibido por culpa del atrayente miembro: los testículos. Los examinó visualmente comprobando que también eran grandes y que el izquierdo pendía unos tres centímetros más abajo que el derecho. Como queriendo comprobar el contraste que existía entre éstos y el pene, hizo que su izquierda los palpara esgrimiendo una ternura propia de un ángel. Supo entonces que eran, en comparación, mucho más blanduzcos.

Sasuke, entretanto, adoró la natural sensualidad que la curiosidad de Hinata despedía. No era una pretendida ni forzada, era completamente inherente a su ser. Asimismo sentir esa zurda en sus gónadas mientras la otra mano se asía de la suya para no desequilibrarse, le pareció de una maravillosa e incitante complicidad.

La mujer empezó a explorar los ovalados órganos entendiendo perfectamente lo delicados que eran, dándoles por ello el mimoso cariño que necesitaban. Índice, medio, anular y meñique se dedicaron a sostener el par, mientras el pulgar, moviéndose en constantes círculos, se convertía en el dedo más activo de los cinco. De repente, a medida que los masajeaba, su varón exhaló un gran y sonoro suspiro. Estimulada por su placer decidió cambiar lo manual por lo bucal: comenzó a tantearlos con sus labios, luego los besó de manera tímida hasta que finalmente se atrevió a dar suaves chupadas, mismas que se movieron desde el testículo derecho al izquierdo, otras de modo opuesto, y otras, las que más satisfactorias le resultaron a Uchiha, abarcando a los dos al mismo tiempo.

Un rato después, como si le faltara el aire, la fémina necesitó inhalar y exhalar unas bocanadas que secaron un poco los restos de saliva que había dejado.

—Hinata...

Al escuchar su nombre con esa voz tan jadeante y ronca, la musa alzó su mirada mientras que, por un acto reflejo, se mordía el labio inferior. Entonces respiró profundamente y esperó a que las perlas negras hicieran contacto con las suyas. En cuanto lo que ansiaba sucedió, trató de que él leyera un sugestivo «te amo», uno que pretendía rezumar erotismo a través de cada poro que la conformaba. Sin perder el sublime contacto visual, ascendió su cabeza hasta quedar frente al falo en vez de los testículos, dado que ahora sería el orgullo masculino, encarnado en esa ardiente carne palpitante, quien se llevaría toda la atención de su anhelosa boca. Y, como si apenas pudiera contener sus ansias, le dio al glande un corto beso que surgió de manera espontánea.

Después de eso, Sasuke, entrando a un ralentí que distorsionaba el tiempo, observó detalladamente como esos sugestivos labios carmesí comenzaban a esbozar la misma forma que tiene un anillo. A sabiendas de que aún era insuficiente, el amor de su vida abrió su boca mucho más y entonces fue él quien se mordió el labio inferior ante la expectativa de lo que pronto sucedería. Por inercia abrió más sus párpados, necesitado de grabar esto en su memoria para siempre.


Estás arrodillada frente a mí, completamente sumisa a la par de inspirada. Me encanta la devoción que exhalas y lo dulces que se ven tus ojos incluso en esta situación de carácter tan sexual. No creo en dioses, pero contemplarte me hace dudar por unos segundos de mi atea posición. ¿La razón? Es difícil imaginar que una criatura tan hermosa como tú no fuera creada por una inteligencia superior.


Ella, sin dejar de mirar los ojos morenos, se acercó peligrosamente al glande y, acto seguido, lo aprisionó entre sus labios lo que más podía alcanzar. Le sorprendió que apenas lograra introducir al miembro someramente a pesar de sus intentos por abarcarlo con más profundidad. O su boca era más pequeña de lo normal o lo de Sasuke era demasiado grande y grueso para ir más allá de la punta. No obstante, un gemido de su varón que fue más sonoro que todos los anteriores, le hicieron saber que chupar solamente esa parte sería más que suficiente para hacerlo alucinar.

Así, invadida por una suerte de fuerza superior a todo, se entregó en cuerpo y alma a la tarea de darle placer: desplazó lentamente su lengua por debajo de la cabeza con una suavidad y ternura inherentes a ella, descubriendo su suave piel y el tirante frenillo, para luego bañarlo cariñosamente con más salivación. Entonces empezó a chuparlo de una manera casi tímida, pero que, a medida que avanzaban los segundos, fue transformándose en succiones cada vez más osadas, potentes y ruidosas, siendo premiada por varoniles gemidos entrecortados, tan exquisitos como incitantes, que le hicieron saber que estaba haciéndolo bien a pesar de ser su primera vez.

El varón, reaccionando de un modo más inconsciente que consciente, le colocó la mano en su azulina melena y, desde la nuca, le formó una cola de caballo que sujetó con mucha fuerza. A ella el pelo le gritó, pero aguantó una protesta a fin de no cortar la magia ya creada. Anhelaba obsequiarle el mismo placer que él le había dado durante la tarde y, por tal razón, necesitaba a su macho lo más libre posible, incluso si eso significaba tolerar una parte de su descarnado sadismo.


Resuello mientras alzo mi rostro con la pretensión de observar el cielo un instante, pero éste es bloqueado por los ramajes descoloridos propios del otoño que estamos viviendo. Aun así, cierro los párpados y logro ver el firmamento plagado de titilantes estrellas sin esfuerzo. El éxtasis de tenerte de rodillas mientras me chupas la virilidad es simplemente indescriptible. Te juro que si fuera Karin u otra mujer la que me hace esto, resultaría poca cosa en comparación a todo lo que tú me haces sentir. No es un sentimentalismo idealizado, es una verdad absoluta: estoy más caliente que nunca porque eres tú la que me devora. Es tu boca, tu lengua, tus labios, tu nobleza, tu entrega, tu amor...


De improviso, hasta el más pequeño de los nervios de Uchiha alcanzó una sensibilidad tan grande que, como si hubiese alcanzado una conciencia superior, logró apreciarlo todo: la brisa acariciando y resfrescando su piel facial, la melodía del arroyo empleándose como un dulce coro que armonizaba con el sonido de las succiones, el perfume de las flores y de su chica mezclándose e intensificándose, la sensación de poder por tenerla arrodillada ante él, su lengua salivosa dándole chupeteadas cada vez más concentradas y precisas.

De súbito, la novata en estas artes sintió un arrebato de lujuria que la impulsó a darle un vigoroso apretón con sus labios. Como respuesta, Sasuke se retorció de pies a cabeza.

—P-perdón... —se disculpó apenas sacó al falo de su boca. No podía creer que se hubiese dejado llevar así.

—Tranquila... —la dispensó jadeando—, que lo aprietes así es placentero, espectacular... —añadió un susurro mientras mordía sus labios. La ráfaga que hizo vibrar cada una de sus terminaciones nerviosas seguía pulsando fuertemente. —Sigue de ese modo, Hinata...

La forma tan anhelosa en que él dijo su nombre, la conmovió, la apasionó y la enterneció. Todo al mismo tiempo. Escatimando éste, cerró más sus párpados a fin de seguir escuchando el grato premio auditivo que recibía a cada succión que realizaba. Poco después sintió que él dejaba de apretarle el pelo, tal como si un profundo relajo hubiese acaecido de repente. Esa diestra, antes opresiva, se dedicó a darle por varios segundos un grato masaje capilar.

Las desesperadas ansias que Hinata imprimía en cada chupada, le hicieron sentir al varón que sus venas se volvían más tórridas, que lo que ahora viajaba por éstas no era sangre sino el fuego indómito que ella le encendía. Provocado por esto, inició un vaivén de pelvis a sensual velocidad, apareándose con esa boca que comenzaba a enloquecerlo de verdad. En lo referente a la felación era un pequeño pesar que su órgano viril fuese tan grande, pues la máxima profundidad que podía alcanzar se limitaba únicamente al glande y un poco más. Aun así, resultaba una delicia.

—Oh, tu boca es fabulosa, Hinata. Me encanta cómo lo chupas... —dijo mientras sentía que cada succión se hacía más suave al entrar y más fuerte al retroceder.

Por alguna razón ella siempre sintió que el verbo «chupar» tenía una connotación vulgar, que sonaba feo, pero él lo había dicho de una manera tan deseosa y ronca que incluso le provocó un estremecimiento que se anidó entre sus piernas. Era increíble como las palabras cambiaban su concepto según la persona que las dijera. Por ser él, por ser Sasuke Uchiha el dueño de su ser, las tomó como una grata y seductora recompensa. Cada movimiento que simulaba la penetración le fue generando un furor uterino a la par de una entrega deleitosa; realmente lo disfrutaba tanto como él. Sí, por más pervertida que le sonara admitirlo, le estaba encantando darle sexo oral. ¿Sería una perra por eso? Por un momento se sintió sucia por gustarle esta acción mucho más de la cuenta, pero al diablo con la moralidad, ella también quería ser quién era de verdad, también anhelaba disfrutar del sexo siendo libre y sin cuestionamientos, de esos que las mujeres tanto sufrían siempre.

Aunque la fruición que ya sentía Sasuke era increíble, necesitó aumentarla aún más; enseñarle a su hembra que lo podía hacer todavía mejor.

—Apriétalo también, Hinata; hazlo como si quisieras extirparlo con tus labios... —indicó con una voz más ronca de lo normal—. Alterna chupadas y apretones, no sabes el placer que provoca eso...

Como si la aludida todavía fuese una esclava en vez de una mujer libre, obedeció rápidamente. Oprimió justo la zona que dividía el glande del cuerpo cavernoso, provocando en el varón un afiebrado acezo de placer. Llegó incluso a temblar por entero. Así, pasando de ser una chica tímida hacia una súcubo hambrienta, siguió alternando chupones, lamidas y deliciosas compresiones, intensificando el gozo de su hombre a escalas sencillamente maravillosas.

Entre incesantes jadeos que se intercalaban con gemidos, la fémina quiso abrir sus perlas blanquecinas a fin de verificar el placer que irradiaba su amado. Ver que su rostro distorsionado era la imagen más vívida del éxtasis le hizo darse cuenta de que deseaba hacer esto muchas veces más en el futuro. Le resultaba demasiado excitante verlo así.

Tocada por una inspiración que se hacía cada vez más descomunal, decidió añadir algo más: masajearle de nuevo los testículos con la zurda. Seguramente eso aumentaría el placer de su hombre a niveles que le hicieran perder la conciencia. Apenas lo hizo, un gemido más desproporcionado surgió de los labios entreabiertos de su guerrero, prendiéndola al punto de querer ser penetrada hasta el fondo de su matriz. Quedar embarazada ya no le era una preocupación, lo ansiaba inclusive.

—Oh, Hinata... —musitó mientras le echaba una ojeada rellena de amor.

Apenas Sasuke mencionó su nombre, la musa alza su mirada. Entonces a él lo asombra ver que, incluso en una situación tan ardiente, los perlas albinas y sus mejillas parcialmente sonrojadas seguían resplandeciendo inocencia. ¿Cómo es posible tal cosa? No entiende el por qué, pero el candor que vivía en Hinata le resultaba sumamente excitante. ¿Será por sus ganas de corromperla y profanarla como el demonio que era? No tenía la respuesta, pero sí sabe que lo cautiva hasta límites insospechados la pureza que irradia; la incólume pasión que emana por cada poro. Estaba completamente seguro de que podría convertirse en una prostituta y, aun así, seguir luciendo la misma candidez encantadora.


De golpe me sobreviene una imagen de ti con alas similares a las de un ángel, dado que, quiera o no, cursi o no, siempre te he relacionado con aquellos seres celestiales. Quizás por tu pureza; quizás porque ahora mismo me haces sentir el hombre más amado de este mundo; o quizás porque ahora mismo me provocas la vertiginosa sensación de estar yendo hacia el paraíso...


No pudo seguir pensando cuando sintió que Hinata le daba un nuevo apretón con sus labios, mientras la apasionada melodía lingual prosiguió por un tiempo imposible de determinar. La fiebre sexual estaba pronta a alcanzar una epifanía física, aunque, probablemente, iría incluso más allá de eso al abarcar también lo espiritual.

De improviso las percepciones del Uchiha parecieron trastornarse, pues, tan ido como estaba, juraría que oyó el aroma de su diosa, que olfateó el sonido de sus chupeteadas, que miró sus latidos desbocados, que saboreó su cabello a través de las manos, y, por último, que palpó con su lengua a la mismísima luz de su alma. Era como si sus cinco sentidos mundanos se hubieran fusionado en uno solo que rozaba la divinidad.

Sí, definitivamente esta sensación abrumadora tenía que ser algo perteneciente a lo célico. Era Hinata, ese ser angelical, esa mujer excepcional, esa chica demasiado pura para considerarla terrenal, quien lo estaba llevando hacia la epifanía del edén. Ella, gracias a su entrega, a sus ganas de darle placer, a la ruptura del egoísmo en pos de la generosidad, estaba creando un sentido superior a todos los demás, uno que provenía desde el mismísimo espíritu en lugar del cuerpo.


Estoy loco por pensar todo eso, ¿verdad?

Pero me encanta estarlo...

¡Y me encanta porque adoro como Hinata me hace sentir!

¡Porque la amo con todo mi maldito y contaminado ser!


Y así, sintiéndose más enamorado que nunca, empezó a latir en él una corriente que nació en el encéfalo, se desplazó por su sistema nervioso hasta llegar a la ingle y, centrándose ahí, daría inicio al bombeo que lo llevaría hacia una espiral orgásmica incontrolable.

Tuvo ganas de callar lo que venía, de faltarle el respeto a su musa y eyacular en su boca sin darle aviso alguno. La idea de que se tragara su simiente lo excitó a niveles incandescentes, empero, no quiso convertirla en una simple víctima de sus pasiones. Necesitaba tratarla como el tesoro tan preciado que le era.

—Aquí viene, Hinata... —le advirtió en un gemido trepidante justo unos segundos antes del momento culminante. El esperma bullía dentro de sus testículos, ansioso por liberarse.

Hubo tanto amor en su voz que la entregada mujer decidió ignorar sus palabras y terminar por completo lo que ya había empezado. Estaba tan estimulada, tan soberanamente caliente, tan malditamente enamorada, que no le importó si aquello iba a ser incómodo, no le importó si el sabor de su semen le resultaba desagradable, no le importó que su consistencia pudiera resultarle molesta; quería complacerlo, quería sentirlo estallar en su boca e ingerir todo lo que él estaba por ofrecerle.

—Quiero terminar lo que empecé... —le dijo mientras separaba su boca un poco para poder hablar. Sus palabras, empero, salieron casi ininteligibles.

—Oh, ¡Hinata! —El grito que soltó mientras decía su nombre pareció retumbar gracias a los árboles que los circundaban, formando un eco que a ella la estremeció hasta tocar la raíz de su corazón.

Sasuke, ya sin capacidad de hablar más, sacó lo masculino de esa preciosa boca mientras las corrientes preorgásmicas recorrían sus nervios convertidos en llamas intangibles. Luego, una placentera contracción hizo que la sustanciosa semilla siguiera su camino a través de cada órgano que componía el aparato masculino hasta, finalmente, eyectarse desde la punta del miembro, expandiendo, a su vez, el placer a niveles que tocaban lo sideral. Como si fuese poco, el éxtasis prosiguió en eléctricas sensaciones que siguieron reuniéndose en la zona inguinal y que se ramificaron a través del resto de su cuerpo. Vino otra alucinante contracción, y otra, y otra, y otra, y otra más, cada una disparando líquidos latigazos con una fuerza de placer tan enorme que era incluso mejor que vivir una experiencia extracorpórea. Su musa, sólo ella, lo había hecho destellar como a una estrella en su máximo esplendor.

Hinata, siendo privilegiada testigo del llamativo espectáculo visual, quedó tan asombrada como fascinada. Sus ávidos orbes observaron los chorros de simiente brincando a soberbia altura hasta estamparse en el tronco que estaba enfrente. De ser posible habría movido un ojo hacia la izquierda y el otro hacia la derecha, volverse bizca para captar el placer en la cara de su hombre al mismo tiempo que no se perdía de ningún detalle de su eyaculación. Sin embargo, como eso no le era posible, vio de reojo, y sólo por un momento muy breve, como los negros luceros estaban en blanco. Los iris y las pupilas se habían alzado hasta esconderse tras los párpados superiores. ¿Le ocurrió lo mismo a ella durante su clímax?

No quitó sus orbes albinos de lo que sucedía hasta que el último espasmo del orgasmo abandonó el cuerpo masculino. Ni en el mejor sueño erótico habría podido imaginarse que una eyaculación era así de llamativa. El único hecho efímero que podría fascinarla más que lo recién presenciado sería ver juegos pirotécnicos, aunque, de todos modos, tales artificios no la habrían hecho sentir que algo se disparaba en su intimidad como una ráfaga excitativa. Hasta quiso tocarse a sí misma mientras contemplaba eso, masturbarse por primera vez en su vida inspirándose en lo puramente visual.

La fuerza del guerrero se fue cuando la expulsión de su simiente concluyó, aunque remanentes escalofríos orgásmicos siguieron recorriéndole el cuerpo. Se dejó caer de golpe apenas sintió que sus piernas ya no eran capaces de sostenerlo y, a medida que su respiración alterada iba mermando, cerró la boca a fin de ingresar aire sólo por la nariz. Luego dejó que su mano descansara sobre el hombro de ella, entre los cabellos azulinos que ahí solían posarse. Volvió a abrir los párpados sólo cuando la sensación de vacío genital se hizo plenamente patente, encontrándose con una Hinata que seguía mirándole la punta del falo como si aún siguiera el proceso de la eyaculación. Su mirada denotaba asombro y curiosidad.

Poco después la mujer cambió la dirección de su vista, verificando que parecía haberle robado a Uchiha toda la fuerza vital a través de los chupetones que le brindó. Unos segundos más tarde fue admirando la relajación que se apoderaba paulatinamente en su rostro. Definitivamente quería verlo muchas veces más así: satisfecho por el gozo que, gracias a ella, brotaba por cada trazo de su ser.

Él la mira con ternura infinita brotando de sus ojos. Su corazón irradiaba emociones positivas, bombardeando sangre que, efervescente, burbujea amor en lugar de excitación. Cae derrotado ante el torbellino de fulgurante ternura que se apoderaba de su alma. Por ello no reprime una radiante sonrisa llena de felicidad que nació espontáneamente, mientras sus ojos, a pesar de ser negros, daban la genuina impresión de irisar.

—Oh, mi pequeña hermosa... —le dijo conmovido hasta decir basta. Su corazón palpitando con tanta fuerza que parecía estar por fuera del pecho en vez de por dentro.

Por un momento ella creyó que su ser daba un brinco sobrenatural, puesto que Sasuke, ni siquiera cuando hicieron el amor por primera vez, la había llamado de un modo tan tierno como «mi pequeña hermosa». Que ahora lo hiciera de una manera tan indescriptible terminó provocándole un clímax auditivo.

—Te amo tanto, Hinata... —Acercándose a duras penas, y como temblando, le pasó un brazo por encima del hombro, atrayéndola hacia sí por el costado.

Ella lo rodeó con los dos brazos, aprovechando de acurrucarse más contra su pecho. Ubérrima, pletórica, estaba. Y cuando alzó la mirada hacia él, volvió a ver esa expresión que jamás se le olvidaría en lo que le restara de vida: a Sasuke mirándola con una terneza inagotable. Nunca se imaginó que dar placer en vez de recibirlo pudiera serle tan fantástico, tan precioso y unidor.

Mientras disfrutaba de la complicidad forjada, la fémina volvió a fijar su vista en el álamo de enfrente, por cuyo tronco el semen comenzaba a deslizarse lentamente. También habían restos en el suelo, mismos que habían formado un camino alargado. Asimismo, la cálida temperatura del líquido sexual le quedó clarísima al ver que, gracias al gran frío del ambiente, despedía pequeños hilos de vapor sinuosos y ascendentes.

—E-es blanco y parece viscoso —comentó muy asombrada, pues era la primera vez que lo veía. En tiempos modernos lo dicho podía resultar un dato obvio y conocido por toda mujer adulta o adolescente, pero en su era no había educación sexual y mucho menos videos pornográficos que pudieran ilustrar algo así.

—¿Lo puedes ver en esta oscuridad? —cuestionó él con un asombro similar al de ella.

—Sí. Mi vista es muy buena —dijo con un orgullo impropio de ella.

—Demasiado —consintió él—. Y como puedes ver es como la leche. De hecho así se le dice vulgarmente.

Ella, reuniendo todavía más curiosidad, añadiría otra pregunta.

—¿Y es normal que salte de una manera tan fuerte?

—No lo sé, pero lo dudo. Mi potencia viril debe ser única —dijo a su modo vanidoso.

Totalmente desinhibidos, siguieron hablando con la confianza inherente a dos amantes que se querían demasiado como para tener complejos. Tras intercambiar algunos datos interesantes, Hinata quiso indagar sobre algo que le había parecido muy extraño.

—Por cierto... ¿Por qué no quisiste terminar en mi boca? —preguntó reviviendo la misma sorpresa que sintió en ese momento—. Y-yo de verdad estaba dispuesta...

—Porque te habría sido incómodo y quizás repulsivo si te llenaba la boca hasta el tope. Lo mejor es que lo vayas probando de a poco, así te irás acostumbrando a su sabor.

Como acto siguiente Sasuke indicó una porción de su semen, mismo que pendía suspendido desde el rojizo glande. Luego apretó su virilidad desde la base hasta llegar a la cima, haciendo que aún ahora, muchos segundos después, se liberara un último y pequeño rastro blanco que se unió al anterior.

—Unta tu dedo y cómetelo. Después, con toda sinceridad, me dices qué te parece.

En otra situación Hinata lo habría pensado con más detenimiento, pero ahora mismo seguía sintiéndose demasiado pervertida como para no cumplir lo dicho. De hecho, y en honor a la verdad más íntima, durante su eyaculación tuvo ganas de beberse todo lo que él disparó. Se imaginó recibiendo chorros así de potentes en su boca y su intrínseca curiosidad se preguntó como sería sentirlo de ese modo. Seguramente incómodo, pero habría sido toda una experiencia, una que ahora, tan estimulada como estaba, no le habría molestado vivir.

Sin pensarlo más o podría arrepentirse por seguir el recato que le habían inculcado desde la infancia, llevó su índice hacia el miembro y recolectó el último vestigio del clímax masculino. Antes de culminar su acción, miró tímidamente a su amado.

—¿No pensarás mal de mí si te confieso algo?

—¿Es en serio esa pregunta? —la castigó de modo verbal y ocular.

—Ay..., para una mujer no es tan fácil dejar atrás los tabúes...

—Nunca pensaría mal de ti —le aclaró finalmente—. Jamás de los jamases.

—Pues entonces te confesaré que sí tengo curiosidad por probarlo —dijo mientras su cara se tornaba como un tomate—. Me siento tan tuya que sería una mentira decir lo contrario...

Tanto las palabras dichas como el sugestivo tono empleado, hicieron que, pese al orgasmo reciente, Sasuke sintiera que su pene tenía ganas de despertar de nuevo. Y le resultó aún más significativo que su psique se estremeciera.

—Hazlo entonces.

Dejando atrás los prejuicios sexuales que señalaban que eso sólo lo hacían las degeneradas, Hinata se dispuso a liberar sus deseos sin culpas ni juzgamientos. Suficientes había tenido ya. Llevó el dedo untado frente a sus ojos y examinó atentamente aquello que era capaz de engendrar vida. Al tenerlo más cerca notó que el olor se le manifestó intenso y difícil de relacionar con algo más, puesto que era demasiado particular.

Miró otra vez a Sasuke y pudo ver como un halo de expectación rodeaba su semblante. De seguro el hecho de mirarla ingerir un poco de su esencia más íntima le resultaría excitante visualmente.

Sin dilatar más el momento esperado por ambos, encerró con sus labios la punta de su índice y su lengua se encargó de saborear la simiente. A consecuencia, sus cejas se curvaron sobre el entrecejo y sus labios formaron una mueca parecida a la que se hace cuando se prueba algo acerbo.

A pesar de que le resultó desagradable a Hinata, Sasuke igualmente disfrutó del inmenso placer psicológico que le significó ver a su hembra probando y degustando lo más íntimo de su cuerpo. Esa entrega total era demasiado seductora para cualquier hombre. La garganta femenina incluso hizo un sonido cuando se lo tragó, cosa que le encantó todavía más.

—¿Y qué tal? A pesar de que era sólo una pequeña porción parece que no te gustó mucho —dijo él con marcado tono de chanza, pues de antemano se esperaba esa reacción.

—Perdón..., quería excitarte mientras me veías bebiéndome lo tuyo —dijo exhalando culpabilidad—, pero es que sabe mal. No se parece a nada que haya probado antes.

—Tranquila, me gusta que seas sincera y me encantó verte saboreándolo —le acarició una mejilla de modo cómplice—. La vagina tampoco tiene un sabor a miel precisamente, pero uno se termina acostumbrando y hasta disfrutándolo mucho. Y la clave para que así suceda es muy simple: estar muy caliente.

—Y enamorado —complementó mientras se abrazaba a él de nuevo.

Él asintió, muy convencido de esa acotación.

—¿A ti te gusta la cerveza, verdad? —inquirió un poco después.

—Sí, y mucho —contestó extrañada por el cuestionamiento.

—Pues al final verás que el semen es como la cerveza: la primera vez nunca gusta, pero después te volverás adicta.

Hinata sintió que toda la sangre se le iba a las mejillas, las cuales le empezaron a hormiguear. Dudaba muchísimo eso de volverse adicta, pero la sola idea pasándole por la cabeza la llenó de vergüenza a una velocidad relampagueante.

—De todos modos —continuó Sasuke— si en el futuro me permites eyacular en tu boca, tienes que tragar el semen rápidamente. Si te disgusta mucho el sabor es lo mejor que puedes hacer.

Hinata, extrañamente, se alejó un tanto del pecho masculino.

—Todo eso lo descubriste y aplicaste con Karin, ¿verdad? —dijo segundos después y sin ocultar un puchero que denotaban celos.

—Así es, pero gracias a eso también soy capaz de darte el máximo placer posible. Uno no nace sabiéndolo todo, se aprende experimentando.

Siguieron conversando abiertamente y sin prejuicios sobre muchas cosas relativas al amor y al sexo, empleando, a su vez, mucho cariño en sus palabras. Sasuke realmente se transformaba en otra persona junto a Hinata, algo que a sus almas les encantaba demasiado. Tal como deseaba Hinata los dos estaban alcanzando, de la mano del otro, la total libertad.


Mientras hablamos, sé, con toda seguridad, que podría vivir millones de vidas o reencarnar en mil mundos distintos, pero jamás de los jamases podría ser más feliz que contigo, Hinata. Quiera o no y pase lo que pase, tú serás por siempre la mujer que ame. Eso está escrito como si fuera un designio decretado por las mismísimas estrellas.


De pronto, cuando ambos sintieron que los astros ya no ardían en el cielo sino en sus corazones, privaron a sus labios de toda palabra. A ambos les pareció que éstas sobraban. Ahora mismo, sólo sus emocionadas miradas tenían cabida en el otro, provocando que el mundo físico y el metafísico se unieran en una nueva dimensión que sólo la querencia a flor de piel era capaz de alcanzar. En ese otro lugar que ellos habían creado juntos ya no existía el dolor, la soledad, la culpa o corazones marchitados. Lo único que tenía derecho a existir era lo que llenaba sus adentros y que se desbordaba como un río aumentado por treinta y nueve días de lluvia.

Mientras lo anterior sucedía, Ino seguía entreoyendo en total silencio los murmullos de la conversación que sostenía la pareja. No era culpa de ella en todo caso: se había quedado dormida tiempo atrás, pero algunos gemidos destemplados la terminaron despertando. Ahora estaba desvelada y eso era responsabilidad de la pareja, ya que, si de verdad hubiesen querido evitarlo, pudieron irse a tener sus aventuras sexuales más lejos. Incluso tuvo la idea de interrumpirlos a fin de avergonzarlos un poco, mas desistió a sabiendas de que la mayor perjudicada sería Hinata. También desechó el pensamiento de espiarlos, aunque más por el temor de calentarse como una voyerista que por el pudor de verse descubierta.

—Esto es peor que ser pobre y que cuenten dinero delante tuyo... —se quejó entre un suspiro y una media sonrisa resignada. Le sería deshonesto negar que una carga de celos hizo acto de aparición, pero, más que eso, estaba envidiosa. Se alegraba por ellos porque ambos merecían ser felices, pero, siendo totalmente sincera consigo misma, también le encantaría experimentar el placer otorgado por un apasionado amor correspondido.

Y curiosamente la primera persona que vino a su mente para cumplir tal deseo fue...

Naruto Uzumaki.


Mucho más tarde, Hinata y Sasuke volvieron al lugar del fuego y le echaron más ramas a fin de que continuase ardiendo durante toda la noche. A medida que avanzaban las horas, y ya medio somnolientos los dos, se turnaron para que uno se echara una cabezada mientras el otro vigilaba. La alborada llegó sin dilaciones y entonces la rubia guerrera regresó desde el mundo onírico. Se desperezó y, mientras todavía lo hacía, fue saludada por Sasuke.

—No hay como dormir al calor de una buena fogata —comentó tras darle los buenos días—. Me hacía falta algo así —añadió tras dar un pequeño bostezo. Después pensó echar una broma respecto a lo que había pasado anoche, pero molestar a Uchiha no resultaba gracioso por sus reacciones frías o desdeñosas. Era mucho mejor hacer eso con Hinata gracias a la tímida vergüenza que solía abrumarla.

—¿Ya tomaste tu decisión? —cuestionó él.

—Sí, ya la tomé. De hecho desde ayer sabía cuál sería mi respuesta, pero necesitaba meditarla un poco más para que Hinata no quedara insatisfecha.

El de pelo bruno envió su mirada hacia las últimas brasas que iban consumiéndose. Ino lo notó pensativo, por lo cual decidió no interrumpirlo. A cambio irguió su espalda y comenzó a quitarse las legañas utilizando el pulgar y el índice en un movimiento parecido al de un alicate. Tras sentir sus ojos limpios parpadeó repetidas veces y entonces se incorporó. Volvió a mirar al que era su superior, pareciéndole curioso que todavía no le preguntara qué había decidido. ¿A qué se debería eso?

—Ino, estuve hablando anoche con Hinata y quiero decirte algo importante: si no deseas darle el aviso a Danzo puedes cancelar el viaje. —A lo dicho, los ojos celestes expandieron sus pupilas por la inercia que causaba el asombro—. Si te vas sola —continuó agravando su semblante— correrás peligro innecesario. Patrullas de reconocimiento podrían verte o incluso matarte mientras duermes.

Yamanaka sonrió con toda honestidad.

—Agradezco tu preocupación, Sasuke, pero me iré por otra ruta. Daré un largo flanqueo yéndome a través del desierto.

Él no alcanzó el punto de desorbitar su mirada, pero sí que abrió más sus ojos.

—¿Estás segura? Sabes que ese páramo es bastante complicado y tu sentido de la orientación no es muy bueno que digamos. —Le recordó implícitamente la vez que se había extraviado por esos lares.

—¡Oye! —exclamó ofendiéndose. Enseguida se cruzó de brazos mientras hacía una morisqueta de niña—. Si en esa ocasión me perdí fue porque en ese vacío de arena no tenía puntos de referencia, era la primera vez que iba y, para colmo, el cielo estaba nublado. —Sin brújulas en las manos la única forma de ubicarse era por medio del sol o de las estrellas. Sin la ayuda de éstos era difícil mantener el rumbo—. En cambio ahora sí conozco bien ese terreno —culminó su defensa alzando su voz sin querer.

La primera exclamación junto al posterior argumento terminaron sacando a Hinata de sus sueños, lo cual provocó la consiguiente disculpa de la rubia. A veces, cuando se sentía en excesiva confianza, se le salía la impulsividad que había aprendido a manejar gracias a su rol de soldado. La de pelo más oscuro le contestó que no se preocupara, que mientras antes supiera qué decisión había tomado mejor sería.

—Veo que estás muy ansiosa por conocer si viajo o me quedo, pero no sabía que tanto.

—La verdad es que sí —contestó la aludida presintiendo que la decisión no le sería favorable—, pero antes de que me revele su resolución me gustaría que recordara algo por favor. En realidad me gustaría que ambos recordarán esto —agregó enfocando al varón también.

—Te oímos —habló Uchiha tanto por él como por su compañera.

—Sasuke, Ino..., ¿es cierto que cuando una abeja te pica se muere? —cuestionó para confirmarlo, ya que no estaba del todo segura—. Según recuerdo eso pasa porque el aguijón se desprendía del cuerpo junto a su sistema digestivo.

—Así es —confirmó enseguida el general—. Precisamente por eso me encantan las abejas: están dispuestas a morir con tal de lastimar a quien les haga daño. Antes pensaba que sólo yo podía albergar tanto rencor.

—Lo malo es que por su afán de venganza terminan matándose ellas mismas. ¿No crees que lo mismo puede pasar con ustedes?

—¿Quieres decir que el rencor daña más a uno mismo que a quien va dirigido, verdad? —dedujo Ino.

—Exactamente, a eso me refiero. Si hay la posibilidad de cortar la guerra, ¿por qué no hacerlo? ¿Para qué arriesgar sus vidas y las de sus hombres?

—Si tengo que morir para hacerle a Danzo el daño más terrible que sintió en su vida, entonces créeme que lo haría feliz. —La rápida respuesta obviamente provino del último Uchiha.

Hinata suspiró resignadamente. Nada sacaba con alegarle.

—¿Y usted, señorita Ino?

—Siendo sincera también quiero vengarme del rey. No sé si a cualquier precio como lo haría Sasuke, pero sí sé muy bien que deseo hacerlo con todas mis fuerzas.

Hinata bajó su cabeza mientras daba un suspiro de insatisfacción.

—Su respuesta ya está muy clara entonces.

—Lamento decirte que sí, pero también me gustaría darte mis otras razones.

—¿Cuáles?

—Prefiero que el sapo asqueroso de Danzo siga siendo el rey. Él ya es un anciano, en cambio Sasori, su más probable sucesor, está en plenas facultades físicas y mentales. A eso súmale que los soldados lo respetan mucho más a él, cosa que acarrearía más tropas en nuestra contra —dijo mientras se tronaba el meñique—. Ese hombre es muy inquietante y te soy muy franca al decirte que me genera mayor preocupación que Shimura.

—No necesita decírmelo, lo comprobé por mí misma en el puerto. Ese tipo daba mucho miedo. Hidan también.

—En todo caso Hidan es un idiota que con suerte sabe sumar dos más dos. Cuando lo conoces como yo, lo que menos provoca es miedo sino lástima. Sasori, por otra parte, es muy inteligente y hay gente que lo ha visto hablar con sus marionetas como si estuviesen vivas. Según me contaron testigos, cuando hace eso su cariz se vuelve de lo más aterrador...

Hinata, por simple inercia, sintió como si una fría serpiente se desplazara por su columna.

—Creo que ahora puedo entenderla mejor. Me sigue sin gustar, pero si Sasori es tan peligroso lo mejor será que un viejo como Danzo siga siendo el rey —dijo menos desanimada de lo que Ino y Sasuke esperaban—. Por lo menos el hecho de saber que la guerra continuará sí o sí le quita un peso de encima a mi conciencia. —Llevó una mano a la zona que unía el cuello con el pecho—. Estaba sufriendo porque mucha gente iba a morir por confesarle a Sasuke lo que pretendía hacer Orochimaru.

—Sé que tienes tus principios a flor de piel —mencionó la blonda—, pero no puedes sentirte culpable por algo que es inevitable. Así que anímate, ¿vale?

—Te digo lo mismo que Ino —agregó el Uchiha.

—Gracias.

—No, gracias a ti por comprender que esto es lo mejor —replicó su amiga, dándole una sonrisa a través de sus ojos—. Además, también me iré por otra razón que me tiene preocupada: Chouji.

Tanto Sasuke como Hinata sembraron extrañeza en sus semblantes.

—¿Qué sucede con él? —preguntó la manumisa.

—La verdad es que le tiene pánico a los asedios y yo cometí el error de sugerirle a Sasuke que le dejara el liderazgo de la ciudad en lugar de dárselo a Juugo. Podría cometer algún error a causa de su fobia.

—¿Por qué no me dijiste eso? —quiso indagar el Uchiha.

—Por las prisas. Cuando lo recordé ya habíamos partido.

—¿Y por qué le teme a los asedios? —cuestionó Hinata esta vez.

—Su gordura se debe precisamente a un trauma respecto a eso. Cuando era pequeño, en una de las tantas guerras que hubo, su pueblo fortificado fue asediado por tropas enemigas durante varios meses. El agua no era problema porque habían muchos barriles llenos de ésta, pero las raciones eran pocas y fueron escaseando cada vez más. Gradualmente las personas iban muriendo de hambre, así que, para poder sobrevivir, tuvo que comerse la carne de esos caídos hasta que los refuerzos rompieron el asedio.

—Cielo santo —dijo Hinata llevándose una mano a la boca por la impresión.

—Comer carne humana, carne de tus propios familiares, amigos y conocidos, es algo que nunca se olvida. Sólo una vez me contó esa experiencia y me reveló que el sabor era de lo más horrible. Desde entonces siempre le tuvo miedo a los asedios y por eso mismo engordó, ya que, mientras más grasa corporal tengas, más tiempo durarás sin tener que comer.

—Y yo que pensaba que su gordura era sólo por gula —comentó Sasuke.

—Yo también creía lo mismo... —añadió Hinata, casi anonadada.

—La gente siempre tiene alguna razón para ser cómo es. La mayoría de veces no somos capaces de verlo, pero muchas personas tienen una historia compleja detrás de sus vicios, miedos y pecados.

La pareja asintió sin dudarlo. Ahora verían a Chouji con otros ojos en vez de juzgarlo por lo superficial.

—Bien, me gustaría darme una ducha antes de desayunar y emprender el viaje. Hinata, ¿quieres acompañarme? Me gustaría hablar algunas cosas contigo antes de despedirme.

—¿Bañarnos juntas? —dijo mientras su cara se coloreaba un poco.

—Claro, pero si no quieres también puedes quedarte en la orilla mientras yo lo hago.

—Esto..., bueno, yo igual tengo que lavarme. Es sólo que nunca lo había hecho junto a otra chica.

—Pues siempre hay una primera vez, ¿no? Además así admiraremos mutuamente nuestros cuerpecitos —bromeó a su particular estilo.

—Ay, pero en mí nada hay que admirar...

—No te pases de modesta, no cualquiera tiene tu soberbia delantera —se la indicó pícaramente.

Y así, tal como siempre le sucedía, la cara de Hinata quedó cubierta por un llamativo rubor. Poco después la soldado fue hacia uno de los morrales que colgaban de Trébol, sacando un par de pequeñas toallas y dos frascos de grueso vidrio. Uno contenía una crema artesanal en base a miel y flores que fungía como champú, y el otro una pasta violácea, mezcla de sales minerales con aceites de diversas plantas medicinales, que cumplía la labor de jabón.

Mientras Sasuke se ponía manos a la obra con su entrenamiento matutino, las chicas escatimaron el tiempo y se adentraron al tupido bosque. No tardaron mucho en llegar a un claro con un bonito manantial que Ino descubrió cuando cazó las liebres. Sin que la de ojos celestes se hiciera problemas comenzó a privarse de sus ropajes, los cuales colgó en la rama de un árbol alineados uno tras otro; sus negras bragas ocuparon la última posición. En cuanto quedó desnuda se acercó al agua y la tanteó con su pie izquierdo.

—Brrr, está heladísima. —Se abrazó al sentir que el frío se traspasó desde sus pies hasta el resto del cuerpo—. Mejor hubiésemos esperado al sol del mediodía.

Lo dicho por su amiga ayudó a que Hinata sonriera dejando su pudor atrás, pues le pareció divertido lo friolenta que solía ser. Poco después, por intrínseca curiosidad ante un cuerpo desnudo y gracias a que Ino le entregaba la espalda, no pudo evitar admirarle sus carnosas nalgas. Si usara pantalones más apretados sin duda que se robaría las miradas de la gran mayoría de varones. Cielos, si hasta a ella le estaban dando ganas de tocárselas. Se rió en sus adentros por el descarado pensamiento y, ya completamente motivada por la total naturalidad con que Ino se mostraba desvestida, decidió no quedarse atrás.

Así, se fue quitando sus prendas mientras veía como la guerrera se metía al manantial entre temblores y graciosas quejas. Esperaba que sólo estuviera exagerando, pero incluso si el agua estaba muy fría no iba a demostrar que le afectaba. «La mente es más fuerte que la temperatura», esgrimió como mantra.

Cuanto terminó de quitarse su última y más íntima prenda, sintió como le llegaba el típico silbido halagüeño que se empleaba ante una criatura muy hermosa. Se enrojeció inevitablemente, cosa que a Yamanaka volvió a parecerle divertida. Pensó que las mejillas de Hinata debían tener más venas de lo normal, pues sólo eso podría explicar la rapidez con la que cambiaban de color.

La que en un futuro también sería una guerrera se metió sin tantear el líquido y entonces comprobó que Yamanaka no había caído en hipérboles: estaba más fría de lo recomendable. Aun así se esmeró por resistir el embate aumentando el vigor de su voluntad.

Tras darse unas cuantas miradas de curiosidad gracias a la transparente agua que no ocultaba la desnudez, ambas, ya acostumbrándose del todo al bello cuerpo de la otra, abrieron los frascos, untaron sus manos con la crema que despedía olor a miel y flores, agacharon sus cabezas, y empezaron a lavarse sus largas melenas como sincronizándose.

—Señorita Ino... —dijo un rato después mientras volvía a erguirse. El agua caía desde su melena como una cascada.

—Por cierto, Hina —la interrumpió ella—, creo que ya es hora de que dejes de llamarme como lady o señorita. Somos amigas, ¿verdad?

—Oh, pero yo no podría tratarle de esa manera tan irrespetuosa.

—No se necesitan agregados o apelativos para que haya respeto. Sé que me respetas mucho, por lo cual te pido que dejes de llamarme así, sólo dime Ino a secas y tutéame con confianza.

Por parte de la civil se hizo un silencio que la militar aprovechó para refregar más su cuero cabelludo.

—Acepto —dijo finalmente Hinata—, pero que sea sólo entre nosotras. Delante de otra gente le seguiré llamando señorita Ino.

La florista no se sintió conforme, pero si Hinata había cedido antes lo justo es que ella también lo hiciera ahora. Seguramente más adelante, con mayor tiempo, podría llamarla por su nombre sin preocuparse por quienes estuvieran o no presentes.

—Como gustes. ¿Qué deseabas decirme, por cierto?

—Que estoy preocupada por usted... digo, por ti. —Se corrigió al recordar que debía tratarla de tú a tú—. Mil perdones por mi insistencia, pero deberías quedarte con nosotros por favor. Aún puedes cambiar tu decisión.

—Ya te di mis razones, Hina.

—Lo sé, pero esta vez no te lo pido para concluir la guerra sino por ti.

La frase recién dicha pilló a la de cabellos amarillos justo cuando hundía su cabeza por completo en el arroyo. Prosiguió su acción mientras aguantaba la respiración y unos segundos después se irguió acomodándose el pelo hacia la espalda. Lo mojado que estaba intensificó su color desde el rubio platinado hacia uno casi áureo.

—¿Por mí? —dijo mirándola mientras sus manos se deslizaban por su cabellera a fin de quitar los últimos rastros de «champú».

—Así es —contestó mientras la imitaba—. Por favor no te lo tomes a mal porque sé que eres muy fuerte, pero no creo que viajar sola te haga bien. —Se sentía muy extraña hablándole con tanta confianza, pero hizo su mejor esfuerzo para proseguir de esa forma—. Eso hará que los recuerdos con tu padre lleguen a cada momento. Lo que de verdad necesitas es compañía o puedes caer en un estado depresivo.

Yamanaka esbozó una sonrisa que lució muy tierna.

—Agradezco mucho tu preocupación, ¿pero no te parece incoherente que alguien con mi personalidad pudiera padecer una depresión?

—No descubro nada nuevo si digo que el martirio se lleva por dentro. Y me gustaría mucho apoyarte porque esos sufrimientos en que ni siquiera existe el desahogo de las lágrimas suelen ser los más terribles.

Los dedos de la hija de Inoichi, que antes masajeaban distraídamente su melena, se detuvieron. Se había conmovido.

—Muchas gracias, Hinata, en serio que te lo agradezco, pero soy una guerrera de élite y como tal debo comportarme.

—Nunca deberías olvidar que eres una persona antes que todo lo demás.

Por instinto Ino alzó su rostro hacia el cielo unos momentos, aunque sus párpados se cerraron para que sus ojos no dejaran entrar los últimos restos de champú. De todos modos no necesitaba ver el techo celeste para que le llegara una clara imagen mental de éste. Luego enjuagó por última vez su melena y entonces quedó libre para lavarse el resto del cuerpo.

—La verdad es que lo de mi papá siempre va a doler. —Le devolvió la mirada al tiempo que abría el cofre que contenía el lado más oculto de su personalidad—. Pero sé que a él no le gustaría verme hundida y en honor a su memoria me mantengo tan firme como siempre. Por eso no te preocupes por mí. Te agradezco mucho tus intenciones eso sí —sonrió cordialmente—, pero nada podría consolarme excepto una cosa: matar a Hidan y a Danzo. Cumplir esa meta me da más fuerzas de lo que tú o cualquier amiga podría.

Hinata necesitó dar un fuerte suspiro de resignación. Aunque todavía le costaba un poco, entendía que no todos podían seguir el camino de dejar atrás el rencor. Mucho menos el de perdonar.

—La venganza es lo mejor para calmar el dolor que se enquista en el corazón. Es una frase que Sasuke me dijo más de una vez cuando era su esclava. No la he olvidado.

—No suena bonito, pero es naturaleza humana. No todos podemos ser tan nobles como para dejarla atrás.

Siguieron hablando de aquel tema y de las distintas formas de superar el dolor, sincerándose mientras seguían bañándose. No sólo estaban desnudas físicamente sino también espiritualmente.

—Oye, Hina —avisó el lanzamiento de una pregunta en cuanto el ánimo se renovó, haciéndose más llevadero—, ¿por si acaso tú sabes si Sakura está interesada en Naruto?

La pregunta hizo que las cejas de la aludida respingaran un poco. Se dio cuenta de que era un tema que a Ino podía resultarle clave.

—Bueno, cuando convivimos me dijo que él gustaba de ella desde niños y que trató de conquistarla insistentemente, pero que siempre lo rechazó. Que entendía que podía verse como una decisión tonta porque era un gran chico, pero que no sentía la química necesaria con él como para ser su pareja.

—¿Y hasta qué edad fue perseguida por Naruto? —cuestionó mientras se jabonaba los senos.

Hinata no la imitó: empezó a lavarse el oído derecho, quitándose el cerumen con el meñique. Gotas de agua caían desde su lóbulo mientras lo hacía.

—No lo sé porque no se lo pregunté, pero cuando hablé con ella lo contó como algo muy lejano. Supongo que fue durante su adolescencia más temprana.

—Ya veo. —Dicho esto, ensimismó su mirada.

La de cabello oscuro le dio un tiempo prudente de silencio. Cuando éste se extendió en demasía, habló impulsada por su curiosidad.

—¿Por qué la pregunta?

Ino se llevo el índice al ombligo mientras se volvía boquituerta. Luego se rascó suavemente un carrillo.

—Quería saber qué onda con ella —contestó mientras se encogía de hombros—. Muchas veces no se piensa igual a los trece que a los veinte. A medida que se madura se puede cambiar de opinión y también de gustos. Sakura podría ser un ejemplo de eso.

—¿Y está dispuesta a luchar por Naruto si así fuera el caso?

Gran pregunta había hecho Hinata. Tan grande que Ino se tomó doce segundos para contestar.

—La verdad es que no lo sé —dijo finalmente—. Tendría que poner en una balanza que me importa más: si mi amistad con Sakura o lo que pueda llegar a sentir por Naruto. Es complicado porque la aprecio mucho también.

—Oh, yo pensaba que tenía dudas porque no quería iniciar una batalla perdida, pero en realidad quiere estar segura de no dañar a Sakura si es que siente algo romántico por Naruto —exhaló admiración otra vez—. Usted es muy noble, señorita Ino. Sasuke siempre alaba mi nobleza, pero su persona no se queda atrás.

—Gracias..., hago lo que puedo. —Llevó una mano detrás de su cabeza, media cohibida. Hyuga disfrutó de verla así, pues era algo muy raro—. Sin embargo, te dije que ya no me tratarás de lady o señorita —le recordó.

—Perdón, es la costumbre. —Se dio el tiempo de lavarse la entrepierna y entonces prosiguió procurando no olvidar que debía tutearla a partir de ahora—. ¿Sabes? Yo tampoco deseo que Sakura sufra, la quiero mucho y espero que también pueda ser muy feliz, pero, por favor, no te olvides de que también debes pensar en ti misma. Si ella no aprovechó su oportunidad cuando pudo no es culpa tuya.

Ella sonrió mientras asentía con un profundo movimiento de cabeza.

—Gracias por tu apoyo, Hina. De todos modos le preguntaré directamente a Sakura qué siente y después le revelaré que me gusta Naruto. Eso dejará las cosas claras entre nosotras desde el principio —aseveró y, dicho esto, se agachó para refregar sus pies—. Y si lucho por Naruto o me retracto, lo decidiré más adelante según qué vaya sintiendo. Además la elección más importante le corresponde a él, pues deberá decidir si quiere estar con Sakura, conmigo o con nadie.

—Tienes mucha razón, pero, pase lo que pase, le repito que no olvides lo siguiente: también debes pensar en ti misma.

Al ser comprendida, Ino sonrió naturalmente a manera de mudo agradecimiento. También irradió complicidad a través de sus ojos cielo.

—Lo sé, pero gracias por reafirmármelo. Siempre se ha pensado que la palabra «egoísta» tiene una connotación negativa, pero a veces, para ser felices, es precisamente lo que más se necesita.

—Es una gran verdad la que usted ha dicho..., perdón, la que has dicho, me han encantado tus palabras. Por eso mismo cuando me encuentre con Hanabi voy a luchar por lo que siento hacia Sasuke. Después de todo lo que he pasado tengo derecho a ser feliz sin ser juzgada.

—Así tiene que ser, Hina —dijo llenando de entusiasmo cada uno de sus poros—. Por cierto no le comentes a Sasuke que me gusta Naruto. Si se entera sé que se va a enojar mucho, dirá que no es para mí, que es un idiota de mierda, etcétera, etcétera. Tú ya sabes cómo se pone cuando escucha el nombre de Naruto.

—Sí, por supuesto que no le diré nada, pero tarde o temprano tendrá que saberlo.

—Se lo diré sólo cuando ya sea estrictamente necesario. Ni siquiera sé todavía si le gusto a Naruto y por eso quiero evitarme recriminaciones innecesarias.

—Sí, entiendo eso a la perfección.

—Por como lo conozco creo que reaccionará diciéndome algo así: «¿Qué mierda? ¿Te gusta el imbécil de Naruto? ¡Para eso mejor te quedas con una cucaracha!»

Hinata se rió a carcajadas como pocas veces lo hacía, aunque, más que por las palabras en sí, fue por la forma tan cómica en que Ino remedó la voz y la expresión enojada del Uchiha.

—Es muy probable que diga eso, pero al final lo entenderá. Sé que él quiere lo mejor para ti. Ni te imaginas cuánto te quiere, respeta y admira.

Ella sonrió al recibir esa caricia al alma. Luego, tan traviesa como solía serlo, le lanzó agua a su amiga como si sólo fuese una niña queriendo divertirse. Hinata, sorprendida pero no dispuesta a quedarse atrás, se dejó llevar realizando la misma acción. Las risas se prolongaron mientras se movían por el manantial tratando de esquivar los chorros lanzados por la «enemiga».

Un par de horas más tarde y después de desayunar, Ino le regaló sus armas primarias a Hinata. Ésta, absolutamente sorprendida, no quiso aceptarlas porque le pareció un honor excesivo, mas, ante la férrea insistencia de su amiga, las aceptó dándole infinitas y emocionadas gracias.

La blonda detalló el punto de encuentro en que se reunirían en un mes más y arregló otros detalles igual de importantes. Finalizados éstos, se colgó del cinturón sus katanas de repuesto y sujetó su arco a la espalda. Ya estaba lista para cumplir su misión junto a su fiel y negro corcel.

La despedida, tanto para Sasuke como para Ino y Hinata, fue demasiado emotiva. Los dos guerreros y la civil sintieron que el lazo que los unía se había vuelto aún más irrompible.


Continúa enseguida ^^