¡Hola gente! Aquí dejo una actualización de un nuevo capítulo. Sin embargo tuve que dividirlo en dos partes, ya que, como siempre, se me pasó la mano escribiendo (más de 25,600 palabras ^^u).
En el capitulo anterior está escrita una escena de sexo oral (una felación de Hinata a Sasuke) y los fundamentos de la decisión de Ino, además de una conversación entre ella y Hinata. Si te interesa retrocede a la hoja anterior y de antemano te doy muchas gracias por leerlo. Si por el contrario quieres avanzar la historia en sí, entonces quédate y lee desde aquí.
También quiero dedicarle este episodio especialmente a Francisvict, quien ha estado apoyando esta historia desde sus inicios. Hace algunos capítulos que no sé de ti, pero espero que todo en tu vida esté yendo genial y que ojalá esta lectura sea una pequeña recompensa por darme tus interesantes opiniones. Muchas gracias por el apoyo, lo aprecio un montón ^^
Por último muchísimas gracias por hacerme saber sus opiniones por medio de sus reviews. Muy pronto estaré respondiéndolos todos como siempre. Cuento también que este capítulo, tanto en su primera parte como en la segunda, me gustó mucho hacerlo y me di cuenta porque, mientras plasmaba las letras, me emocioné varias veces.
Vocabulario:
Ascendiente: Padre, madre, o cualquiera de los abuelos o bisabuelos, de quien desciende una persona.
Romo: Que carece de punta o filo.
Esclava Sexual: Capítulo Cuadragésimo tercero, Segunda parte
Tres semanas después de que Ino partiera, Sasuke y Hinata cabalgaban a través de una pradera mojada por la lluvia que cayó unas horas atrás y que ambos habían capeado refugiándose en una gruta. Una vez que cesaron las lágrimas del cielo continuaron avanzando, aunque las nubes todavía grises se encargaban de avisar que no tardarían mucho en seguir descargándose.
La fémina, detrás de su hombre y sujetándolo desde el torso para no caerse, escrutaba sus alrededores a fin de detectar algún peligro. Todavía quedaba más de una semana para arribar a destino, pero ser precavidos era una necesidad que no podía dejarse de lado y menos cuando existían probabilidades de que Danzo hubiese enviado escuadrones de reconocimiento al percatarse de que Uchiha no estaba en la ciudad base. Fue entonces que, muy a lo lejos, sus ojos albinos detectaron un movimiento extraño. Parecía el de un cuadrúpedo de mediano tamaño y de color blanco.
—Detente un momento, Sasuke. Parece que viene un animal.
El varón nada lograba divisar, pero no dudó en hacer caso a sabiendas de que la vista de Hinata era mucho mejor que la suya. Jaló las riendas hacia atrás, indicándole así a Shakma que se diera una pausa. Esperaron unos segundos más hasta que la musa pudo dilucidar de qué animal se trataba.
—¿Un perro por estos lares tan alejados? —dudó Uchiha la información recién dada por ella—. ¿No será un lobo?
—¡Es Akamaru! ¡Es él! —exclamó muy emocionada.
—¿Lo conoces?
—¡Sí! Es el perro de Kiba, el que estaba herido y que acompañaba a Leónidas —dijo con una tremenda sonrisa. Como acto siguiente empezó a agitar su mano en lo alto tal como se hace al saludar a una persona que está muy lejos—. Parece que ya está completamente sano porque está corriendo rápido —añadió emocionada.
Pese a la intensa humedad yacente en el aire, el blanco can había reconocido el aroma de Hinata desde hacía dos kilómetros. Nada extraño, pues la conocía desde cachorro y por ende su memoria olfativa tenía muy grabada la dulce esencia de esa chica. Su misión era hallarla y lo había hecho.
La joven se bajó del lomo caballar y esperó por Akamaru hasta que el efusivo reencuentro se produjo. Se alegró al comprobar que su lesión ya se había curado y, mientras recibía unos lengüetazos en las manos, le regaló múltiples caricias en la barriga y en la espalda.
Shakma no reaccionó mal ni tuvo que encabritarse ante el recién llegado, pues estaba acostumbrado a la presencia de perros tras convivir con los seis de Sasuke. Akamaru tampoco le ladró al equino como solían hacerlo el resto de sus congéneres, dado que también había convivido con muchos a lo largo de su vida.
Sasuke suavizó su semblante y desmontó dando un salto. A diferencia de lo que podría esperarse, Akamaru también fue muy amistoso con él.
—Mira, le caes bien —sonrió contenta, aunque sorprendida también. Akamaru no solía actuar así con los desconocidos.
—Quizá Leónidas le contó cosas de mí —dijo él medio en serio, medio en broma.
La pareja le regaló varias caricias más y luego le ofrecieron, en uno de los platos metálicos, unos tasajos que el animal comenzó a engullir gustosamente.
—Si anda por aquí significa que Kiba no debe andar muy lejos —dedujo Hinata mientras veía como el cánido disfrutaba lo ofrecido—. Puede que incluso esté con mi hermana —agregó emocionándose de que tal idea fuese cierta.
—¿Y qué estarían haciendo por estos lares tan apartados?
—Quizás vinieron a rescatarme igual que tú. Es lo más lógico, ¿no crees? Seguramente cuando Akamaru termine de comer nos llevará directamente con ellos.
Sasuke adquirió un cariz pensativo.
—Puede ser, aunque de todos modos no me confío. Los enemigos pudieron capturarlos y obligarlos a tender una trampa usando a Akamaru —explicó una de las razones de su desconfianza y enseguida daría una orden—. Ocúltate detrás de esos árboles —indicó unos que estaban a unos cien metros—, iré a dar un rastreo.
—Tienes razón en que debemos ser precavidos, pero ni pienses en dejarme atrás —exigió con gran aplomo—. Yo tengo mejor vista que tú y lo sabes, de modo que si hay enemigos por aquí los veré desde mucho más lejos que tú.
Uchiha manifestó su disconformidad a través de un suspiro, pero no tuvo más remedio que aceptar que ella tenía razón, pues ya había comprobado que su rango de visión casi podía competir con el de un catalejo. No obstante, tenía que advertirle sobre el importante asunto del que hablaron durante estos veintidós días.
—Hinata... —llamó su atención antes de continuar.
—¿Sí? —le brindó su mirada moviendo su cuello hacia él.
—Debes tener muy claro que si realmente nos encontramos con Hanabi, ella te presionará de nuevo para que te apartes de mi lado.
Ella observó el cielo cubierto de nubes grises. ¿Terminaría adoptando el mismo color su reencuentro con su hermana menor?
—Lo sé —dijo mientras devolvía sus ojos al pelinegro—, pero sabía que tarde o temprano llegaría el momento de enfrentarla y ahora me siento bien preparada para hacerlo. Esta vez no te fallaré, Sasuke.
Él la tomó de las mejillas y le dio un beso lleno de emotividad.
—Te amo. —Se lo dijo por iniciativa propia, no por responderle a ella como habitualmente le sucedía.
—Y yo a ti.
De sopetón el aroma que los rodeaba ya no fue el de la pradera, ni el de los árboles cercanos. No. El ambiente se había repletado con aroma a trascendencia, a misticismo, a magia romántica.
Un rato más tarde se fijaron en Akamaru, quien se había terminado hasta la última ración. El hijo canino de Kiba quedó muy satisfecho, pues, aunque el guerrero le ofreció más carne seca, no quiso seguir comiendo. Entonces, desde la cantimplora, le vertió en el mismo plato agua lluvia recién recolectada, la cual bebió gustosamente.
La pareja se montó en el lomo de Shakma y avanzaron lentamente. El trote del corcel duró mucho más de lo esperado, pero finalmente, cuando Akamaru empezó a correr como un perro lo hace cuando se reúne con su mejor amigo, Hinata atisbó tres figuras humanas en la cima de un cerro. Le pidió a Uchiha que se detuviera y, cuando logró reconocer a quienes ansiaba, su corazón pareció dar un vuelco de trescientos sesenta grados dentro de su pecho.
—¡Son ellos! —exclamó abordada por bellas emociones.
Hanabi y Kiba descendieron corriendo el cerro al avistarla y, bajándose del caballo, Hinata también puso pies en polvorosa. La última persona, Hiashi Hyuga, daba unos pasos lentos y desabridos que denotaron su natural indiferencia.
Mientras tanto Sasuke mantuvo su posición sobre Shakma, sin perder el dominio visual de la llanura que se le extendía por delante hasta romperse en aquella loma. No preveía una emboscada, no había la menor señal que indicara aquello, pero no confiaba ni confiaría en el trío que asomaba. Aunque la guerra entre sus naciones ya había terminado, de cierta manera seguía considerándolos enemigos y era cien por ciento seguro que ellos pensaban lo mismo de él. Probablemente eso jamás cambiaría.
Finalmente las féminas Hyuga quedaron frente a frente y solamente a unos pasos una de la otra. La escena para ambas se volvió un desierto, pues de golpe y porrazo todo lo demás dejó de existir. La alegría del reencuentro las azotó de tal modo que volverse más expresivas sería una misión inalcanzable. La menor, sin dudarlo, se arrojó contra su hermana y la abrazó empleando más el alma que el cuerpo.
—Pensé que habías muerto, que nunca más volvería a verte —comentó la castaña mientras se separaba un poco de Hinata. Ésta notó, a la rápida, que en tan sólo dos meses su hermanita había estirado unos tres o cuatro centímetros y que sus pechos, antes pequeños, también aumentaron un poco más su volumen. Era algo propio del proceso que convertía a una niña en mujer, por supuesto, pero de todos modos le sorprendió la velocidad conque se estaba dando tal cambio.
—Yo también pensé que iba a morir, que nunca más te vería... Y no sabes cuánto me alegro de haberme equivocado —enunció mientras algunas lágrimas inevitables pulsaban por conocer sus mejillas.
El reencuentro prosiguió emotivo, extático. Luego, Hinata también saludó a Kiba con un abrazo y ambos se dedicaron palabras que sólo intercambiarían grandes amigos. Lamentablemente la magia creada se cortó apenas Hiashi arribó.
—No creas que vine a rescatarte, si te morías me daba igual. —Su hija favorita le echó una mirada de claro reproche como reacción, pero él se hizo el desentendido y continuó—. He venido sólo porque deseaba proteger a Hanabi de cualquier peligro.
—No tiene que aclarármelo, lo sé perfectamente —contestó Hinata con toda amabilidad. Sus palabras, a diferencia de antaño, en nada le dolieron.
Tanto Hanabi como Kiba criticaron a Hiashi por su actitud, mas el orgulloso líder Hyuga no dio pie atrás ni muestras de arrepentimiento. Poco después el trío puso atención al pelinegro que estaba a una treintena de metros y, por consecuencia, el ánimo de la castaña mutó a la velocidad que le correspondía a una adolescente temperamental. Dejó de lado la primera e instintiva alegría del reencuentro, se alejó un par de pasos y su rostro adquirió un cariz gravedoso. Hinata supo entonces que ahora vendría lo más difícil.
—¿Qué haces con Sasuke? ¿Se te olvidó tu promesa acaso?
—Él fue quien me rescató. Sin él seguiría como prisionera de Orochimaru, quien deseaba decapitarme para poner mi cabeza en otro cuerpo.
Lo locura dicha engendró un asombro de esos que no sólo se manifestaban con una apertura excesiva de los ojos sino también con escalofríos que tensaban la columna. Después, palabras más o palabras menos, comentaron sobre el alquimista a quien todos daban por muerto, incluyéndolos a ellos en tal presunción.
—De todos modos si no fuera por el Uchiha jamás te habrían raptado —puntualizó Kiba—. Orochimaru no te secuestró porque sí, lo hizo para llegar a él a través de ti. Es bastante obvio.
—No fue culpa suya que me raptaran —lo defendió enseguida mientras se giraba para echarle un vistazo—. Incluso puso guardianes alrededor de esa mansión para que no me pasara nada, ustedes mismos lo vieron. La única culpable fui yo porque salí a través de la ventana por mi propia cuenta.
«Y lo hice porque vi a Neji», agregó su mente dos segundos después. No quiso mencionarlo porque sabía que sus parientes no le darían crédito a sus palabras.
Como la discusión se prolongaba, Sasuke, sin que le fuese necesaria una invitación, se aproximó sin bajar de su caballo. Tal como lo esperaba su presencia más cercana erizó enseguida los semblantes del trío, cosa que tomó con toda naturalidad. Su contencioso ser estaba más que dispuesto a tener una reyerta contra ellos en lugar de buscar una absurda reconciliación que jamás podría darse.
—¿Por qué tanto odio? —preguntó con sorna mientras miraba a Hiashi—. Deberías agradecerme que dejé dada la orden de liberarte y también que rescaté a tu hija mayor.
—Calla, canalla, ¿también tengo que agradecerte que me sacarás un ojo y tus malditas torturas?
—Por supuesto que sí —dijo sin pizca de ironía—, porque después de matar a toda mi familia te merecías mucho más que eso.
Hanabi iba a intervenir en defensa de su progenitor, mas su hermana mayor alcanzó a cortar la futura acción.
—Por favor no peleen —dijo tratando de evitar el mal ambiente—. Reflotar el pasado de nada sirve ahora, lo que importa es que gracias a Sasuke estoy sana y salva. Sé que no les gusta escucharlo —miró a Hanabi y Kiba—, pero a él le debo mi vida.
La adolescente y su protector formaron profundas muecas de desagrado ante lo dicho. Al varón incluso llegó a formársele un hoyuelo en forma de «c» en su pintada mejilla derecha.
—Sea como sea me hiciste una promesa, hermana, y tienes que honrar tu palabra.
Ahora vendría lo más duro dentro de lo que ya era difícil. La mayor de las Hyuga, algo nerviosa, se peinó de tal modo que los dedos terminaron llegando hasta el final de su melena, cuya conclusión se ubicaba a la altura de su cintura. Luego cerró los ojos un largo momento como tratando de que nada la distrajera. Curiosamente nadie interrumpió su prolongado silencio, seguramente expectantes porque resolviera sus conflictos internos de una sola vez y para siempre.
De repente escuchó a su institutriz Kurenai, a su amiga Tenten, a su guardaespaldas Ko, incluso a su primo Neji; todos susurrándole que abandonará a Uchiha, que no tenía alternativa si realmente deseaba ser feliz, que la relación que los unía no tenía futuro alguno, empero, no quiere ni puede cumplir esos sentidos pedidos. Su antiguo ser quizás les habría hecho caso, pero el nuevo no.
Y lo iba a demostrar.
—No voy a dejar a Sasuke. Si te sientes traicionada te doy mil perdones, pero esta vez no voy a dar pie atrás.
A la mozuela le fue inexorable abrir los ojos de sobremanera. Por la seguridad que exhaló su hermana mayor en su sentencia, entendió que en esta ocasión las cosas serían diferentes a lo que ocurrió en la playa. Ahora lucía distinta, tanto que no logró atisbar siquiera un mínimo rastro de duda en sus luceros o en su talante.
—Hinata, no quiero pasar por la misma discusión de nuevo. Este asunto quedó zanjado una vez que me prometiste, por todos nuestros familiares muertos por cierto, que nunca más estarías con Sasuke —recordó seriamente, aunque no de un modo violento como sucedió dos meses atrás. Se veía más serena, más en dominio de sus emociones, pues la posibilidad de que su adorada hermana estuviera muerta le hizo reflexionar que jamás debió haberle alzado la voz. Incluso meditó en concederle el visto bueno a su relación con el asesino del clan Hyuga, pero esto último le era simplemente imposible de aceptar aunque lo intentara por incontables siglos.
—No voy a poder cumplir esa promesa. Lo siento mucho —dijo sin bajar su cabeza, su mirada manteniéndose muy firme en la de su hermanita.
Al escucharla Hiashi cerró sus puños, apretó los dientes y sintió que, bajo el parche ocular, su cuenca vacía volvía a arderle como incendiada en azufre. Kiba dio un sonoro suspiro de desaprobación y miró al cielo como si le pidiera paciencia. Sasuke, fiel a su estilo, no expresó nada por fuera aunque por dentro sonrió ampliamente. Hanabi, por su parte, se limitó a mover sus mandíbulas cerradas en un acto parecido al de un animal rumiante. Cuando recordó que pertenecía a la especie humana, renovó su alegato.
—¿De verdad le vas a faltar el respeto a todos nuestros familiares caídos? —Tuvo que hacer un enorme esfuerzo para realizar su pregunta sin emplear un tono agresivo—. Debes aprender a mantener tus promesas hasta el final, Hinata, porque la palabra es la ley de quienes tienen honor. —Trató de darle a su voz un tinte de consejo en lugar de recriminación.
—Así es —apoyó Kiba—. Una persona que no cumple sus compromisos nunca será confiable.
—Peor todavía: una persona que no cumple sus juramentos no vale absolutamente nada —complementó Hiashi entredientes—. Aunque no me sorprende verificar una vez más lo indigna que eres —lanzó para desdeñarla como siempre lo hacía. Luego se alejó unos pasos y se puso de espaldas como si Hinata no mereciera una mirada suya tan siquiera.
Uchiha pensó intervenir al ver que eran tres contra una, pero su musa necesitaba afrontar esto sola si realmente quería volverse fuerte. Confiaba totalmente en que podría salir airosa.
—Lo siento mucho, pero no voy a ser la primera ni la última persona que rompa una promesa. Es más, ¿quién en este mundo las cumple? —espetó aumentando la fuerza de su voz—. Creo que si hay una razón valiosa vale la pena no cumplir lo pactado. Y para mí Sasuke es la razón más valiosa de todas.
Hanabi sintió que la mandíbula inferior se le desencajaba. Las pupilas de Kiba se dilataron y Hiashi no demostró nada por estar de espalda, pero si le salía una joroba compuesta de furia a nadie le habría extrañado.
—No puedo creer lo que dices —espetó la menor—. Es que no puedo.
—Si estuviera separada de Sasuke me terminaría marchitando —explicó intentando que la adolescente se pusiera en el lugar del otro y no sólo en el de ella—. Y esa vez —se refería a lo sucedido en la playa— el hecho de saber que nunca más estaría con él hizo que mi corazón doliera de una manera completamente destructiva. No quiero repetir eso porque nada podría consolarme. Nada.
—¿De verdad vas a poner a este hombre, a este demonio —se corrigió—, por sobre nuestros seres amados?
—¿Crees que es fácil para mí? Me duele no poder cumplir la promesa que te hice y más me duele tener que estar enfrentándome contigo, porque sé que la moral dicta aniquilar lo que siento, ¿pero qué hacer cuando el corazón desea todo lo contrario? Y sí, a veces, al igual que tú, también siento que odio a Sasuke —el aludido abrió levemente los ojos—, pero, a diferencia tuya, no es por el pasado sino por amarlo tanto cuando sé que no debería hacerlo. Lo odio a él y a mí por eso, pero lo quiero tanto que el amor sobrepasa a ese odio con creces. Ya no puedo deshacer lo que siento por él porque, me guste o no, el amor que le tengo siempre será más fuerte que cualquier clase de rencor. —Los ojos comenzaron a humedecerse un poco como hacía tiempo no le pasaba. Sin embargo, eso no disminuyó en nada el temple que había reunido para este momento de enfrentamiento contra su propia sangre—. Si no puedes aceptar eso lo lamento mucho, pero no daré marcha atrás.
—Hinata... —musitó Uchiha, impresionado y conmovido por el amor y la templanza con la que emergió cada palabra.
—No me importa cuánto ensalzes al amor, lo cierto es que si quisieras abandonar a Sasuke podrías hacerlo. De lo contrario serías igual que un adicto al opio y eso es una enfermedad.
Aunque se pudiera pensar que las drogas eran algo propio de tiempos modernos, lo cierto es que al opio se le conocía incluso desde la época sumeria, tres milenios antes de Cristo. Hanabi, como la chica culta que era, estaba al tanto de los efectos alucinógenos que podía provocar a pesar de que nunca había visto a nadie empleándolo.
—Tal vez cuando ames a alguien con todas las fuerzas de tu alma seas capaz de entender mis razones —dijo Hinata endulzando su voz—. Ahora mismo eres muy niña para hacerlo.
Hanabi refunfuñó por lo bajo, dado que «niña» era un vocablo que, a su juicio, no se le debería aplicar a una mente tan madura como la de ella. Y le era aún peor cuando Kiba se la repetía hasta fastidiarla, diciéndole, además, que sólo era una mocosa caprichosa con ínfulas de adulta.
—En primer lugar no soy una niña, soy una mujer ya —dijo orgullosamente—. O por lo menos una adolescente que va en camino de serlo —se adelantó a cualquier protesta de su hermana o de Inuzuka—. Segundamente no necesito estar enamorada para saber que lo tuyo es una enfermedad. ¿Tengo que enfermarme de lepra para saber qué es? ¿Tengo que tener una gripe para saber lo que es? No. Un claro no. Lo mismo pasa con el amor: no necesito enamorarme para saber que estás enferma en vez de enamorada.
—¿Por qué dices que lo mío no es amor?
—Porque lo tuyo no es sano, Hinata, por eso no puedo considerarlo amor aunque me lo repitas miles de veces.
—¿Y por qué dices que no es sano?
—¿Te parece muy sano amar a quien mató a nuestro clan? Pero si eso no te basta, te daré otra razón: se supone que el amor nace para ser feliz junto a tu pareja, para construir felicidad juntos, y créeme que con un demonio jamás podrás alcanzar esa meta. Lo de ustedes sólo engendra tristeza y desgracia porque es una aberración —terminó dando un chasquido lingual. Luego movió sus aladares atrás de las orejas para mirarla con sus dos ojos rellenos de acusación—. Es como si ambos trataran de ir contra el destino, como si éste se empeñara, una y otra vez, en castigarlos por estar juntos a pesar del terrible pasado que los separa.
—Pues muy poco me importa que el destino y que todas las personas de este mundo estén en contra nuestra. Pasé toda mi vida pensando en los demás en vez de hacerlo en mí misma y ya me harté, Hanabi, simplemente me harté. Es mi vida y yo decidiré cómo vivirla.
La más joven necesitó resoplar tres veces. Si no lo hacía terminaría gritando a todo volumen y de verdad que no deseaba hacerlo.
—¿De verdad piensas que podrás estar toda la vida con alguien tan opuesto a ti como Uchiha Sasuke? Surgirán mil problemas entre ustedes, es más, el hecho de que lo hayas abandonado cuando yo te lo pedí demuestra lo frágil que es su supuesto amor.
—Y a pesar de que lo abandoné, Sasuke vino a rescatarme de todos modos —espetó—. ¿Por qué lo hizo si nuestro amor es tan frágil? ¿Por qué estoy luchando ahora por él si nuestro amor es tan débil? Contéstame, hermana. —Alzó su voz unos decibeles. Sus emociones empezaban a volverse más y más intensas.
La cuestionada tensó sus mandíbulas. Si algo le molestaba era que su mente no pudiese obtener una rápida respuesta, pero esta vez Hinata le había dado un certero varapalo. ¿Por qué insistían en estar juntos a pesar de tener todo en contra? ¿Por qué diablos?
—Cuando uno ama —continuó la mayor ante el silencio otorgado— sólo hay dos opciones ante cada problema que surja: que el amor se debilite o que el amor se fortalezca. Adivina qué opción hemos escogido nosotros.
Como para dejarlo aún más claro, Hinata envolvió la zurda de Sasuke con la diestra suya. Tal complicidad le resultó ofensiva a Hanabi, pero peor todavía fue para Hiashi, quien, mirando discretamente de reojo, tuvo que hacer un tremendo esfuerzo para no lanzarse a cortarles las manos como una fiera que deseaba destruir esa unión maldita. Se aguantó solamente por sus deseos de aparentar indiferencia, de mostrar que a estas alturas Hinata le parecía una poca cosa que no merecía su atención.
—Sasuke —la castaña lo miró directamente—, te lo voy a pedir de buenas maneras esta vez: deja en paz a mi hermana mayor. Sabes perfectamente que tú no eres capaz de hacerla feliz. Por su bien tienes que entrar en razón. Si realmente sientes algo por ella, déjala por tu propia voluntad. Ella merece un hombre bueno, una persona noble, no alguien corrompido severamente por el odio.
Por primera vez Sasuke no percibió veneno en el semblante de Hanabi. Ni rastros había de esa lengua que se volvía viperina cada vez que le dirigía la palabra. Entonces entendió que esta vez no estaba siendo dominada por ese rencor que él tan bien conocía y comprendía, sino por el amor que sentía hacia Hinata. Por ello su pedido vino con la pureza propia de una chiquilla que sólo deseaba lo mejor para su hermana. Aun así, él negó con su cabeza antes de responder verbalmente.
—Sólo la dejaría si ella misma me lo pidiera. Precisamente por eso aprobé que lo nuestro terminará en la playa, porque, a diferencia tuya, yo sí la respeto como para aceptar sus decisiones.
La puya lanzada afectó a Hanabi de tal modo que necesitó defenderse.
—No quiero que esté contigo precisamente porque la respeto, porque me importa muchísimo. —Su voz intercaló tonos graves y agudos debido a la emotividad que la estaba invadiendo, aunque siguió sin esbozar el rencor de siempre—. ¿No te das cuenta de que tú sólo le harás daño? En cambio Naruto es un gran hombre, alguien que evidentemente es mucho mejor que tú. —Sasuke recibió aquella verdad con una gruesa mueca de inconformidad, aunque, muy a su pesar, debía admitir que su rival lo superaba ampliamente en bondad. —Él sí puede hacer feliz a mi hermana —culminó su argumento.
—Pero a quién amo es a Sasuke —intervino Hinata y, bañada en una refulgencia de amor, hizo que su izquierda elevara la diestra de su prometido para que su hermanita viera aún mejor el tremendo enlace que simbolizaban sus manos unidas—. Simplemente lo amo como si fuera un designio escrito en piedra. Lo amo y quiero estar con él por el resto de mi vida.
—Ahí tienes tu respuesta —prosiguió Uchiha dándole a la adolescente una mirada que lucía incluso más determinada que antes—. Y por cierto... sé bien que Naruto es un clásico ejemplo de virtuosismo, probablemente nunca podré ser mejor que él en eso, pero sí te puedo decir algo con todas las fuerzas de mi alma: por Hinata seré el mejor hombre que puedo ser, el que realmente se merece a su lado. —Dicho esto viró su rostro hacia su pareja, pues las siguientes palabras serían únicamente para ella—. Vas a ver que jamás te arrepentirás de estar conmigo.
—Sé que así será.
Y allí aparecía de nuevo aquello que creaban cada vez que sus seres se conectaban con más intensidad: la trascendencia, la epifanía, la mutua devoción.
Hanabi, su padre y Kiba quedaron conmocionados al sentir tanta complicidad entre ellos. Realmente parecían una pareja enamorada hasta los huesos y algo así era muy difícil de destruir. La castaña necesitó cerrar sus ojos y pensar qué más hacer. Quizás debía insistir en lo de que Hinata siempre estuvo enamorada de Naruto y que sería mucho más feliz a su lado, pero, siendo franca, tenía claro de antemano que esa estrategia no resultaría. Fue entonces que llegó el apoyo de Kiba, ese hombre que la había cuidado de un modo que ella jamás podría olvidar.
—Sasuke, deja a Hinata para que pueda ser feliz —La voz del Inuzuka tampoco fue agresiva, hasta podría decirse que se trataba del consejo de un amigo—. Estando contigo Hinata siempre va a salir lastimada, quizás no porque tú la hagas sufrir ahora, pero sí porque el pasado siempre los perseguirá. Tú, yo, Hinata, todos sabemos que lo pasado siempre busca la forma de volver una y otra vez. En cada ocasión que ella recuerde a sus familiares, cada vez que evoque alguna anécdota con ellos, sentirá mucho dolor por saber que tú fuiste quien los mató.
Buen argumento había dado, probablemente mejor que cualquiera de la adolescente. Hinata ya había experimentado aquello al acordarse de su amado primo o del resto de sus familiares. Durante estas tres semanas hubieron cosas que quiso contarle a su pareja, pero no lo hacía porque sabía que reflotar el pasado no era conveniente. Sasuke mismo le confesó que con los Hyuga de más de cuatro décadas no tuvo piedad alguna, ¿entonces cómo hablar de Ko, de sus tíos o abuelos a sabiendas de que él los había torturado antes de matarlos? Los jóvenes del clan, por otra parte, tuvieron más «fortuna» al morir rápida y honrosamente en combate, ¿pero cómo hablar de Neji sin sentir un punzante dolor? Era imposible, lamentablemente.
—Como ya dije antes —inició su respuesta el último Uchiha— lo que pasó entre nuestros clanes fue terrible. —Miró fijamente a Hiashi, quien seguía dándoles la espalda—. Tengo muy claro que el pasado que me unió a Hinata dolerá por siempre, pero vivir el presente me importa mucho más. Y mi presente es que amo a Hinata con todo lo que tengo. Precisamente por eso lucharé para ganarme su perdón cada día de mi vida. Será muy difícil, eso es innegable, pero si ambos queremos estar juntos entonces podremos ganarle al pasado y a todo lo que esté en nuestra contra, incluyéndolos a ustedes.
—No podemos quedarnos enfrascados enternamente en lo sucedido porque eso impide avanzar hacia el futuro —complementó Hinata—. Sasuke y yo hemos hablado muchísimas veces este tema y, sin importar lo que digan, queremos unir nuestras vidas a pesar de todo.
Un silencio espectral tomó posesión del ambiente. Las palabras recién dichas eran muy potentes, pero mucho más lo fue la compenetración que continuaban mostraban ambos. Sus manos seguían entrelazadas y sus miradas lucían demasiado seguras como para causarles dudas. Hanabi juraría que leía lo siguiente en esos ojos iguales a los suyos y así también en los de negro color: «sigan por todo el tiempo que quieran, porque digan lo que digan y hagan lo que hagan nunca podrán separarnos».
Kiba, empero, no se rendiría todavía; aunque no por él sino por Hanabi. Tenía demasiado claro cuánto la lastimaba que su hermana mayor estuviese con el Uchiha y cuánto deseaba que volviese a su lado.
—Sabes perfectamente que la mujer adecuada para ti no es Hinata sino Ino. —Esas palabras causaron que la mayor de las Hyuga fuese absorbida por un gran asombro y, un instante después, también sintió que un singular pinchazo atravesaba su pecho—. Han sido compañeros por muchos años —prosiguió Inuzuka—, es tu persona de más confianza, han luchado y ganado batallas juntos, ambos son guerreros y por ende se entienden a la perfección, además de ser una mujer muy linda. Y, como si todo eso no fuera suficiente, ahora mismo te daré el mejor argumento de todos: Ino no tiene una hermana pequeña —miró a Hanabi— que estará sufriendo toda la vida porque su hermana mayor —miró a Hinata— tiene una relación con el asesino de su familia. Ino no tiene una hermanita que tendrá que romper un vínculo tan grande por culpa tuya.
Esta vez la que era adulta perdió la seguridad que yacía en su semblante. Por lo menos eso fue lo que el de ojos como rayas atisbó. Y en realidad no se equivocaba: cortar lazos con Hanabi también le sería muy doloroso a su mejor amiga, tanto que hasta le pareció ver que su mano se soltaba ligeramente de la del Uchiha. ¿Ideas suyas o una verdad tangible?
—¿Ahora eres tú quién decidirá con quién debo estar? No me hagas reír —espetó Sasuke sin amilanarse en lo más mínimo, aunque eso no era de extrañar—. Con Ino somos grandes amigos, aliados y compañeros. Nuestro vínculo es muy distinto al amor de pareja.
—Pues a mí no me lo pareció —insistió el dueño de Akamaru, quien, recostado sobre su panza y con lengua jadeante, observaba todo lo que sucedía con poca curiosidad. ¿Cuándo los humanos a su alrededor se darían cuenta que quería jugar con alguien? ¿Tendría que ladrar para avisarles?—. Cada vez que hablábamos mal de ti Ino te defendía con dientes y uñas, empleando un fervor que sólo una enamorada tendría —concluyó detonando el aplomo inherente al de alguien que sólo decía verdades irrefutables.
—Tonterías. Yo también la defendería con todo lo que tengo y eso no significa que esté enamorado de ella o ella de mí. Confundes una gran amistad con amor.
«Si supieras la verdad, Sasuke... Si supieras que ella sí te amó y que tal vez te ama todavía...», replicó Hinata de manera interna dado que tal cosa era un secreto de la blonda, uno que jamás podría revelar por respeto a ella.
—¿Tonterías? —cuestionó, incrédulo hasta el tuétano—. ¿Te has preguntado qué siente ella por ti realmente? ¿Estás seguro de que te ve sólo como un amigo? —insistió a fin de inculcarle dudas que abrieran la posibilidad de que Hinata fuera libre de su yugo.
Sasuke esbozó una media sonrisa burlona.
—¿Crees que tú conoces a Ino mejor que yo? No digas idioteces. Ella no es de las mujeres que se callarían un sentimiento así, tiene un carácter demasiado fuerte para eso. E incluso si fuera verdad tu tonta presunción, en nada cambiaría la situación de que amo a Hinata con todas mis fuerzas —sentenció categóricamente.
En efecto, y tal como antes sospechó Kiba, el agarre de la adulta a la mano del Uchiha se había aflojado un poco, pero apenas oyó sus últimas y decididas palabras el contacto volvió a vigorizarse. Sus labios, entretanto, plasmaron una sonrisa que, por tanta emoción desatada de improviso, incluso tiritó.
Inuzuka, más perceptivo que de costumbre, exhaló frustración al notar lo anterior. Hanabi hizo exactamente lo mismo que él. Otra vez comprobaron que ese demonio lucía demasiado seguro de sus palabras como para hacerlo titubear. No obstante, la castaña muchacha haría un nuevo intento enfocándose en lo de Ino y, dependiendo de qué sucediese, dejaría atrás el tema o lo continuaría.
—Sea como sea no estoy descubriendo un diamante en el barro si digo que amistades entre hombre y mujer son muy complicadas, tanto que mucha gente afirma que tal cosa no existe. Siempre habrá atracción entre sexos opuestos cuando existe una gran conexión, incluso si ésta pretende ser sólo amistosa.
Por alguna razón la mano de la jovencita pareció querer hacer un movimiento que le tapara la boca, como reaccionando tardíamente a una verdad que no debía decir. Probablemente, a consecuencia de esto, viró sus luceros hacia un lugar en que nadie había, se restregó el tabique de la nariz y finalmente se miró las uñas como si hubiera algo muy interesante en ellas. Kiba, por su parte, desabrochó el botón del cuello de su camisa como si de repente se sintiera sin aire.
Gracias a su alta percepción, Hinata se dio cuenta de que tal vez su hermanita no estaba hablando sólo de la relación entre Sasuke e Ino, sino también de la suya con Kiba. Tenía que reconocer que Hanabi ya era una adolescente y no sería tan raro que tuviera pensamientos de índole romántico hacia el hombre que le había salvado la vida y que la cuidó poniendo un esmero a toda prueba. De hecho, si no se equivocaba con las fechas, cinco semanas atrás había cumplido catorce años, edad que en sus tiempos significaba apta para «merecer hombre» y contraer matrimonio de modo legal. Aquella era una de las causas de la alta mortandad durante el parto: la mayoría de mujeres, muchas veces por obligación y otras pocas por un fulminante amor hormonal, se casaban muy jóvenes. Y precisamente esa falta de madurez física les impedía llevar a buen puerto un embarazo.
No tuvo que devanarse más los sesos para entender que era altamente posible que su hermanita sintiera una fuerte atracción por Kiba... ¿Pero y él? Conocía muy bien lo honorable que era su amigo y, a pesar de que ya fuese legal fijarse en Hanabi, de seguro pensaba que sería un pecado imperdonable hacerlo. Incluso si le gustara, cosa difícil de todos modos, él no iba a meterse en esos embrollos por respeto a su inocencia. No pudo seguir pensando en ello cuando advirtió que la discusión había proseguido sin su atención, escuchando sólo las últimas frases dadas por Sasuke.
—Yo soy inmune al atractivo de Ino y ella es inmune al atractivo mío. Punto final. No hay nada más que hablar.
«No..., ella no fue inmune a ti, Sasuke...»
—Sólo sé que eres tan egoísta —objetó una Hanabi ya repuesta de los pequeños nervios que parecieron aquejarla antes— que pretendes arruinarle la vida a mi hermana que estar con alguien que sí se adapta a ti y tu maldad, que sí puede manejarla sin sufrir.
—¿Y qué esperabas?, ¿que un demonio fuera generoso? —espetó esgrimiendo un acentuado sarcasmo—. No soy noble ni virtuoso, de hecho siempre he sido un energúmeno que busca venganza, pero aun así estoy dispuesto a dar lo mejor de mí para hacer feliz a Hinata y, te guste o no, ya se lo he demostrado con creces. Y te aseguro que después de la guerra lo haré con más fervor todavía—. Sus negros orbes bruñeron por su tremendo temple mientras la voz llegó a temblarle de indecible emoción—. Aunque no lo creas, Hanabi —recalcó su nombre—, amo a tu hermana con todo lo que tengo.
Tanto la aludida, como Kiba, y hasta el mismísimo Hiashi, quien sólo hacía de oyente, quedaron sumidos en un silencio espectral. ¿Le habían creído al pelinegro que tenían enfrente? ¿Por lo menos por unos momentos?
—Hinata ya te dejó de lado una vez. Si lo hizo entonces también lo hará después —advirtió la menor de los presentes tras un largo lapso.
—Lo hizo porque tú eres su hermana y yo sé muy bien cuánto significado tiene ese vínculo. Por eso entendí sus razones y por eso seguiré confiando en ella aunque me repitas lo mismo cien millones de veces.
La chiquilla resopló profundamente fastidiada. Su paciencia estaba llegando a su límite dado que esto se estaba alargando demasiado y no vislumbraba siquiera una mínima señal de poder triunfar. Sin embargo, aún no podía rendirse.
Todavía no.
—Tonterías —espetó finalmente. Como no pudo convencer a Sasuke, y a sabiendas de que tampoco podría, llenó su mirada con el rostro de su hermana mayor—. Voy a zanjar este asunto haciéndote una pregunta: ¿cómo crees que debe ser el amor?
La de cabello oscuro con tintes azulinos inundó sus facciones de confusión.
—No entiendo a qué te refieres —dijo mientras uno de sus hombros se levantaba levemente, acercándose a la oreja.
—Dime cuál es tu definición de amor. Así comprobaré que el tuyo es uno enfermo.
—¿Y qué sabrá del amor una mocosa inmadura como tú? —espetó Sasuke.
—¿Y qué sabrá del amor un maldito torturador como tú? —contrarrestó de inmediato.
—Pregúntaselo a tu padre —miró a Hiashi—, quien tiene mucha práctica torturando prisioneros de guerra y, peor aún, incluso a la segunda clase de su propio clan. Sin embargo, ¿te ama mucho, no? —remarcó un brillante sarcasmo que a la menor le fue peor que una bofetada.
En efecto, Hanabi sólo pudo apretar los dientes al no poder refutar lo dicho. La rabia que ya sentía contra ese pelinegro se incrementó aún más.
—Para mí el amor es cuidar al otro —inició Hinata su respuesta, dispuesta a cortar la nueva tensión que se formaba entre sus dos seres más queridos—, entregarle lo mejor de ti, alegrarlo en la tristeza, hacerle compañía en la soledad, apoyarlo cuando necesite ayuda. En síntesis el amor es darlo todo por la otra persona sin faltarte el respeto a ti mismo en el proceso.
Aquella definición removió las entrañas de la damita, sin dilucidar muy bien por qué. Su boca casi se entreabrió, pero suprimió aquel acto reflejo a fuerza de voluntad. Su asombro se debió a que había una persona por quien le gustaría hacer todo eso y más, alguien que enseguida llegó a su mente en cada frase entregada por Hinata...
«¿Acaso lo que siento por Kiba es...?». No quiso terminar la frase porque le dio susto. Verdadero susto. Tampoco deseaba reflexionarlo, ya que no era el momento de hacerlo. Tragó saliva y entonces concentró su mirada y pensamientos en su hermana. Retomó el tema más importante y se encargó de negar con la cabeza varias veces, aunque ello fue más por un instinto contencioso que por la convicción de tener un buen argumento en la punta de sus labios.
—Tu definición se me hace más parecida al masoquismo que a verdadero amor. El amor todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta —remedó una frase que había escuchado más de una vez—. ¡Mentira! Porque si haces todo eso pierdes tu dignidad por satisfacer al otro. Primero hay que amarse a una misma para poder amar al otro; es lo que todos dicen siempre y tienen razón.
—Por eso mismo agregue lo de «no faltarse el respeto en el proceso», pero, para poder objetarme, te quedas sólo con lo que te conviene —acusó decididamente.
—Es que no creo que un amor sano pueda darse con alguien como el Uchiha, no después de todo lo que hizo contra nuestra familia. Te estás humillando al estar con él, ¿no te das cuenta?
—No me estoy humillando por estar con Sasuke, al contrario, cada día me hago más fuerte gracias a su apoyo. En cambio ese señor que está ahí —miró a su padre, quien seguía de espaldas— sí que me humillaba cada vez que podía. Soportarlo sí que significa no amarse a sí misma.
La de pelo castaño resopló de impotencia. A su pesar nada podía replicar al respecto, pues ella misma había visto que Hiashi nunca fue un padre ideal con su primogénita.
—Quieras o no, Uchiha Sasuke, el pasado siempre te condena —lo apuntó con el dedo de una forma fuertemente acusatoria—. No se puede escapar de él.
—No se puede escapar de él, pero sí puede enfrentarse.
Otra respuesta a la que Hanabi no supo cómo afrontar. Empezaba a perder sus fuerzas y las esperanzas de darle la vuelta al destino.
—Realmente estás enferma, insana, demente —dijo dolorosamente mirando otra vez a su hermana mayor, bajando poco después su cabeza con decepción—. Esto que estás haciendo ahora sólo me lo confirma otra vez.
La adulta, cansada de que esto siguiera alargándose, cerró sus párpados y los mantuvo así por un largo momento. Luego se oprimió el pecho con una mano al tiempo que abría los ojos con un matiz similar al de su hermanita.
—Sí, soy una enferma. ¿Estás conforme ahora?
—Pero Hinata... —musitó apenas. No era su intención que su hermana mayor aceptara su acusación sino que hiciera algo por cambiarla.
—Y además soy la peor mujer que existe en todo el mundo —añadió encogiéndose de hombros—. ¿Qué más quieres que te diga? Seguramente tienes razón al decir que estoy enferma, pero te afirmo que esta enfermedad es la más adictiva y preciosa que un ser humano pueda padecer. Aunque sea algo equivocado, malo, insano, o pecaminoso..., lo que siento por Sasuke sigue ardiendo en mi corazón con una fuerza que sólo alguien que haya amado con toda el alma sería capaz de comprender. Y, como te dije antes, ese no es tu caso.
Sasuke sintió que una preciosa calidez se depositaba en su corazón. Hanabi, mientras tanto, guardó total silencio. Esas palabras la remecieron por una razón que no era del todo ajena a su comprensión. «Quizá sí lo entiendo aunque sólo sea parcialmente...»
—¿Apenas llevas dos o tres meses con él y piensas todo eso? —cuestionó Kiba esta vez.
—¿Entonces el amor se mide por el tiempo? ¿Mientras más tiempo más amas? ¿Eso me quieres decir?
—Eso es lo que digo. No tiene sentido que sientas todo eso cuando llevas conociendo a Sasuke por tan poco tiempo. Y también es un sinsentido comparar la fortaleza que tiene un amor afianzado por años con uno que apenas tiene dos o tres meses.
—No importa el tiempo, importa cuán fuerte es el sentimiento —objetó Hinata—. De hecho muchas parejas que llevan años juntas ni siquiera se aman ya —añadió con una seguridad despampanante.
—Argh, hablar contigo es como hacerlo con una pared —interrumpió una frustrada castaña—. Entra en razón por favor.
—Lo siento mucho, Hana —la llamó cariñosamente por su diminutivo—. Valoro nuestro vínculo de hermanas de una manera gigantesca, sabes que te amo con todo mi corazón, pero contigo yo no podré formar mi propia familia. ¿Acaso tú me besarás cada día? ¿Tú te casarás conmigo? ¿Tú me harás el amor? ¿Tú me darás hijos? ¿Tú envejecerás a mi lado?
Hanabi enmudeció y palideció al mismo tiempo. El silencio se hizo abrumador mientras Uchiha iba sintiéndose cada vez más orgulloso de su musa.
—Pero puedes formar una familia con cualquier otro hombre, no con un demonio.
—Para mí Sasuke es la persona correcta. Lo sé porque, aunque traté de negarlo mil veces con todas mis fuerzas, sólo existe una verdad ineludible en mi corazón: lo amo con todo lo que tengo. Y no es porque esté loca, necesitada de cariño, por alguna deuda pendiente o para escapar de la soledad. No. Lo amo porque me ha demostrado que alguien bueno vive en su interior.
El bombardeo de emociones no sólo estremeció a Hinata sino a todos los presentes. Sin embargo, aquello no impidió que Hanabi siguiera contendiendo.
—¿De verdad crees que podrás ser feliz con el asesino de nuestra familia? ¿Tan ilusa eres que pretendes lo imposible?
—Pues quiero creer que lo supuestamente imposible sí es posible —intervino Uchiha para sorpresa de todos—. Quiero imaginar un mundo en donde puedo resarcir mis graves pecados y vivir mi amor junto a Hinata. Quiero aferrarme a esa ilusión y, por más difícil que sea, voy a luchar para transformarla en una realidad.
—Pero... —Pese a su intención de protestar, Hanabi no supo qué hacer o qué decir.
—Basta ya, querida hermana, podríamos discutir por años y no sacaríamos nada porque sólo cuando te enamores podrás entenderme —contrarrestó con una voz tan calmada que a la jovencita sorprendió. Incluso parecía un tono amoroso—. Sólo entonces comprenderás que, aunque lo intentes con todas tus fuerzas, dejar de amar no es una decisión que le corresponda al cerebro sino al corazón. Puedo repetirme millones de veces que ya no amo a Sasuke o que debo dejarlo, pero sólo me estaría mintiendo a mí misma y a mis verdaderos sentimientos.
—Hinata... —musitó impactada por la fuerza de ese sentir que parecía incondicional.
—De verdad espero que puedas comprender algún día porque sigo y seguiré con Sasuke a pesar de que todo esté en nuestra contra. Perdóname, hermanita linda, pero tengo derecho a ser feliz.
Sasuke estuvo a un punto de aplaudirla efusivamente. Hinata, su Hinata, le había cumplido lo dicho un mes atrás. No lo defraudó esta vez; estaba peleando por él con alma, dientes y uñas. Se había convertido en una verdadera leona.
Hiashi no deseaba seguir perdiendo el tiempo, de modo que, acentuando la estampa soberbia que usaba en sus tiempos como líder del clan Hyuga, se volteó y caminó hacia la mozuela.
—Déjala, Hanabi. —Le puso una mano en el hombro como consuelo. Sabía que su hija menor debía estar sufriendo mucho porque siempre fue muy apegada a Hinata—. Esa que tienes enfrente ya no es tu hermana —sentenció muy seguro—, así que no vale la pena que insistas con una mujer que ni siquiera es capaz de cumplir su palabra. Es lógico que una traidora no tenga honor ni dignidad.
—Prefiero faltar a mi palabra y que me consideren como una deshonra antes que ser una débil patética que no es capaz de luchar por lo que ama —sentenció la aludida, incendiando sus ojos de ingente determinación.
—Hinata... no te reconozco —dijo la menor de edad moviendo su cabeza en señal de negación—. Tú no eras así.
—Ni yo misma me reconozco, pero me gusta mucho más lo valiente que soy ahora en vez de lo apocada que era antes.
La de pelo castaño sintió que ya no podía mantener la serenidad de antes. La frustraba en demasía que Hinata no atendiera a razones.
—Veo que estás demasiado cegada por este hombre —miró al Uchiha—, pero eso sólo me motiva aún más a matarlo para rescatarte de sus garras. —Los ojos de la joven adulta se abrieron a la vez que sus labios hacían lo mismo—. Sí, Hinata, si continúas con esta locura vas a convertirte en viuda gracias a tu propia hermana —amenazó muy decidida al tiempo que se imaginaba clavándole una espada al pelinegro general.
Si antes los luceros de Hinata lucieron atónitos, tras la última afirmación casi dieron un brinco desde las órbitas. Sasuke, entretanto, ya se esperaba una amenaza de ese tipo, por lo cual el asombro no pudo invadirlo como sí lo hizo con su pareja de oscuros pelos azulosos.
—Hanabi, no digas eso...
—¿Por qué no si es la verdad? Cada día de mi vida lo invierto en entrenar como una desquiciada para poder matar a ese diablo. —Lo apuntó fieramente con el dedo.
—¿Esta mocosa se está preparando para ser una guerrera? —preguntó Sasuke mirando únicamente a Kiba.
—Así es —confirmó el aludido—. ¿Hinata también, verdad?
—Sí. —Tras dar su respuesta, el guerrero perfecto pareció sumirse en sus propios pensamientos.
—Hanabi..., ¿en serio buscarás matar a mi futuro esposo? —Sus pupilas se volvieron trémulas—. ¿Realmente quieres quitarme al hombre que amo?
—¿Y qué si es así? En nada me importa lo que digas porque es lo que se merece. Eres tú misma quien, al elegirlo a él, estás buscando quedar viuda porque no voy a descansar hasta cumplir mi meta. Asesinaré a Uchiha Sasuke aunque tenga que morir para lograrlo. Me esmeraré para transformar tu ridículo sueño en una pesadilla.
—Cálmate, Hanabi —dijo Kiba al notarla cada vez más descompuesta—. Recuerda que una guerrera debe permanecer tranquila incluso en momentos de tensión.
—También me dijiste que una guerrera debía ser igual que el agua: tan pacífica como estando en un vaso, pero tan destructiva como un tsunami cuando era necesario. Y ahora mismo es muy necesario.
—Entonces nada sacamos con seguir hablando —repuso Hinata—, sólo terminarás alterándote más. Yo no cambiaré mi posición ni tú cambiarás la tuya. —Estuvo a punto de agregar que si tenía que defender a Sasuke de ella lo haría sin dudarlo, pero no quiso seguir echándole carbón al brasero. En lugar de darle una advertencia que las enemistaría aún más, prefirió despedirse de una forma que le recordara cuánto la quería—. Mucha suerte, Hanabi, si un día quieres retomar nuestra relación de hermanas, si un día eres capaz de entenderme y perdonarme, sabes que siempre estaré lista y disponible para ti.
—Muy bien. Si eso es lo que quieres, más no puedo hacer —finalizó tras dar un prolongado suspiro. Al parecer, el enojo tanto en su voz como en su talante habían desaparecido con esas últimas palabras—. A fin de cuentas la decepción es lo mejor para superar las esperanzas que tenía puestas en ti. Gracias por quitarme la venda de los ojos, ya que ahora puedo ver cómo eres realmente. Así nuestra separación me dolerá mucho menos.
A pesar de lo dicho, los ojos de la jovencita se volvieron llorosos. Estaba a punto de soltar lágrimas mientras sus labios se removían en un montón de pesarosas muecas sucesivas. Hinata sabía cuán orgullosa era su hermana, sólo la había visto llorar siendo pequeña; jamás después de los siete años. Contemplar su dolor provocó sufrimiento también en ella, tanto así que sus ojos también empezaron a ponerse lacrimosos.
—De verdad que lo siento mucho, Hanabi..., pero tengo que vivir mi vida —musitó al borde de un silencioso llanto.
La mozuela no pudo evitar recordar las veces en que su hermana mayor la cuidó cuando tenía alguna pesadilla, cómo la ayudaba cuando moldeaba en arcilla y la animaba diciéndole que una mujer también podía ser una gran escultora, las veces que le leía cuentos antes de dormir, o las ocasiones en que Hinata se le metía a la cama porque le tenía miedo a las truenos y entonces era ella quien tenía que hacer el papel de hermana mayor a pesar de ser la menor. Habían vivido muchas cosas juntas, siempre apoyándose mutuamente, y ese demonio de pelo tan negro como su alma se encargó de arruinarlo absolutamente todo. Le dolía el alma como sólo una hermana podría imaginar...
Dio un intenso suspiro y se pasó el antebrazo por los ojos para quitar el acuoso rastro de su dolor.
—Yo lo siento más que tú porque aquí se acaba nuestro vínculo, pero aun así te deseo mucha suerte. De verdad espero que no estés equivocada y que puedas ser feliz junto a ese hombre. —La voz se le partió inevitablemente—. Hasta siempre, hermana.
Sasuke le colocó una mano en el hombro a su musa, puesto que, a partir de ahora, Hinata necesitaría más apoyo que nunca. Estaba muy orgulloso de ella, había enfrentado a su hermana menor exitosamente, pero aun así no podía estar del todo satisfecho ni conforme. Nadie mejor que él sabía cuánto significaba un lazo fraternal y por lo mismo, aunque no quiera, le duele ver que esto terminaría en una separación definitiva, misma que le haría mucho daño a quien amaba.
Lo anterior se repetía del mismo modo con Kiba respecto a Hanabi. Le tenía un cariño inmenso y no quería verla sufriendo; aquello provocó que su mente diera a luz una idea que podía cambiar el rumbo de las cosas. Era algo que conllevaba cierto riesgo, pero tenía la seguridad de que Hanabi tenía chances mucho mayores que Hinata para salir airosa.
—Hermanas Hyuga —habló marcando una gran seriedad en su voz—, quiero proponerles algo que puede dirimir esta controversia para siempre.
—Kiba, no hay nada que pueda cambiar lo que ya está decidido —rechazó Hanabi al instante, sin querer darle siquiera la oportunidad de expresarse.
—Sí lo hay —repuso él—. Si ambas quieren ser guerreras, entonces decidan esto como unas.
—¿Qué? —dijeron ambas chicas al unísono por inercial reacción.
Acto seguido, todos los ojos enfocaron al Inuzuka. Tan sorprendidos como atentos, lucían. Él prosiguió al ver el gran interés que se había formado.
—Me refiero a un duelo no letal por supuesto. Si tú pierdes —miró a Hanabi fijamente— aceptarás la relación de Hinata con Sasuke, no les pondrás impedimentos para continuar su romance. Pero si eres tú la que pierde —miró a Hinata— tu relación con él se acabará para siempre y volverás de regreso con tu hermana menor.
—No todo puede resolverse a través de un duelo. —Se opuso Hinata de inmediato.
—¿Tienes miedo de perder? —cuestionó Hanabi, a quien la idea de Kiba le había parecido muy buena. Tenía absoluta confianza en que era capaz de derrotar a Hinata y traerla de vuelta a su lado.
Mientras se hacía un agrio intercambio de palabras, Sasuke se encerró en una burbuja de abstracción. Tenía unas tremendas ganas de ser egoísta como lo era la gran mayoría de las veces, sentirse vencedor porque Hinata ahora sí había luchado con dientes y uñas por él, pero también sabía que su musa iba a sufrir toda la vida por la ausencia de su adorada hermanita. Aquello sería una sombra eterna que mancharía su relación hasta el fin de sus días. Lo que había dicho Kiba, en cambio, significaba la posibilidad real de estar juntos sin más condenas.
Regresó desde su abstracción y observó a Hinata mientras seguía disintiendo con su hermana y con Inuzuka. Se había entrenado a conciencia, él mismo había visto sus esfuerzos cada día. Su gran talento era innegable y además contaba con una ventaja natural por ser mayor que Hanabi. El problema era saber cuán buena era la castaña. ¿Sería más rápida que su hermana mayor?
—Si Hinata se gana el derecho de estar conmigo —interrumpió Uchiha las voces femeninas, mirando fijamente a la de menor edad—, ¿la perdonarías?
La aludida entrecerró su mirada.
—¿A qué te refieres exactamente con perdonarla?
—A que no la juzgarás más por estar conmigo, a que retomarás tu relación con ella sin ponerle condiciones.
Silencio. La cabeza de la castaña se ladeó hacia un costado y una esquina de sus labios se curvó hacia abajo. Luego agitó su melena hacia atrás en un gesto de altiveza.
—Prometo que así sería. Y, a diferencia de Hinata, yo sí cumplo mi palabra —espetó mirando a la aludida con severo reproche—. Sin embargo, eres muy iluso si crees que podría perder contra mi hermana —dijo tratando de picarle el orgullo tanto al Uchiha como a la que podía ser su futura rival. Hacerlo serviría para que aceptaran el reto sin trabas.
—¿Cuánto tiempo llevas entrenando?
—Llevo tres meses preparándome para matarte —recalcó su intención de nuevo—. Jamás olvides eso porque deseo que sientas mi sombra acechándote de forma constante.
Uchiha, por un momento, se sintió plenamente identificado con su «cuñada». Eran casi las mismas palabras que él empleaba cuando hablaba de la venganza contra Danzo. A ambos los unía el mismo sentimiento y por eso logró empatizar con ella por primera vez. Quizás en un futuro le pediría disculpas tal como lo hizo con Hinata, pero no sería ahora ni tampoco en unos meses. Hanabi no estaba preparada para perdonar y por lo tanto pedírselo sería un acto completamente fútil.
—¿Y bien? —presionó Kiba—. ¿Aceptan el desafío?
—¿Cuáles serían las reglas del combate? —cuestionó Uchiha.
—¿Estás pensando en aceptar? —cuestionó una preocupada Hinata. Ella no podría vencer a su hermana menor en un duelo, eso lo tenía más que claro. Enfrentarla de modo verbal era una cosa para la cual se había preparado mentalmente por tres semanas, pero la idea de combatirla repentinamente hizo que reflotaran las inseguridades que tenía arraigadas en su psiquis desde la niñez.
Sasuke se acercó a la oreja de Hinata y le susurró algo que sólo ella pudo escuchar. «Confía en mí».
—Pero... —intentó replicar ella, a lo que su varón la silenció con un corto beso que irritó a todos los presentes.
—Es simple —habló Kiba refiriéndose al duelo a la vez que deshacía su molestia. Luego explicó las reglas detalladamente una por una, aunque haciendo hincapié en la más importante: no podrían atacarse a la cabeza porque un golpe ahí o en un ojo podría ser peligroso.
El aspecto de Hanabi lució muy conforme, ya que había peleado un montón de veces contra Sakura bajo las mismas condiciones. Y haberle ganado a la fuerte pelirrosa en varias de esas ocasiones aumentaba aún más su confianza.
Uchiha, entretanto, sopesó si valía la pena arriesgarse. Si Hinata llegaba a perder, él se sentiría como un pájaro al que le habían cortado las alas y que, para su gran pesar, debía conformarse con sólo caminar.
¿Valía la pena vivir eso si podía evitarlo?
Por el otro lado le llegaron múltiples razones que lo empujaban a aceptar el desafío. Entonces se dio el tiempo de observar a Hinata, quien a su vez, sumida en un estado de expresiva confusión, le devolvía la mirada. Y pese al semblante mortecino que exhibía su chica, confiaba en que podría salir airosa. Su gran potencial, sumándose a que había sido entrenada por el mejor guerrero de todos, lo conminaba a tenerle mucha fe. Ella iba a ganar, lo presentía más como un hecho concreto que como una esperanza, y por eso mismo dejó de lado su egoísmo para alcanzar la que iba a ser la mayor victoria de todas: la de su amor contra el rencor de Hanabi. Así tenía que ser y así sería.
—Aceptaré el duelo —inició su respuesta dispuesto a poner una condición— siempre y cuando luchen con espadas envainadas en vez de varas.
—Pero eso es muy peligroso —objetó Hanabi cambiando su semblante de confianza hacia uno de preocupación.
—De peligroso nada —refutó de modo tajante—. Es imposible que una espada envainada corte; puedes preguntárselo a Kiba y confirmarlo.
—Es cierto —reafirmó él—. Más de algún moretón no recibirían y si realmente aspiran a ser guerreras —miró a las dos alternadamente— tal cosa es muy poco comparado a todo lo que tendrán que soportar. Sin embargo —alzó la voz marcadamente—, no creas que no me doy cuenta de lo que pretendes, Uchiha. Lo cierto es que las espadas son más pesadas y eso le daría una ventaja a Hinata por tener la fuerza de una adulta plenamente desarrollada. A Hanabi, en cambio, le será más dificultoso maniobrar.
—Es una trampa para mí entonces —dijo la menor.
—¿Quieres ser una guerrera o una carpintera? —La provocó con hiriente sorna, a lo cual ella restregó sus dientes—. Si tanto miedo te da el simple peso de una espada puedes pelear usando una de las katanas de Ino, cuyo peso es de apenas un kilo. Supongo que hasta alguien tan débil como tú es capaz de maniobrarla.
Las tornas se habían cambiado, puesto que la abrumadora seguridad que Hanabi mostraba antes ya no era tan acentuada. Uchiha había empezado a trabajarla psicológicamente, además de herirle su gran orgullo.
—¿Tan débil como yo, dijiste? —cuestionó a su modo más temperamental—. Te voy a demostrar quién soy, Uchiha. Acepto tu condición y voy a ganar para que sufras toda la vida por haberme desafiado.
—Muy bien —dijo un satisfecho pelinegro—, pero la que se arrepentirá serás tú, mocosa.
—Pero Sasuke... —musitó Hinata, temiendo enfrentarse a su hermana. Ella siempre había sido superior en todo, ¿cómo podría pensar en ganarle siquiera? Sin embargo, su prometido le hizo una nueva señal de que confiara en él.
Mientras tanto Hiashi necesitó espetar lo siguiente:
—Sueñas despierto, Uchiha. Por supuesto que Hanabi le ganará a una mediocre como su hermana.
—Hinata no es mediocre porque tiene muchas virtudes —la defendió Kiba mirando directamente al cuadragenario. Su mirada felina era muy fuerte a pesar de que Hiashi fuese su superior en tiempos de guerra. No obstante hoy en día, cuando su nación había sido extinguida hasta las raíces, los rangos ya no tenían sentido.
—Kiba tiene razón, papá —añadió Hanabi empleando la misma fuerza del susodicho—. Aunque ahora esté enceguecida, mi hermana tiene muchas cosas buenas.
—¿Virtudes? ¿Cosas buenas? —cuestionó remarcando notorias dudas al respecto, empero, no quiso ahondar más en el asunto. Lo que menos le importaba era debatir sobre su hija mayor—. Sea como sea Hinata no nació para ser una guerrera. Su voluntad es la misma que la de un pichón contra un viento fuerte: se derrumba al primer soplido.
El dueño de Akamaru iba a responder, Hinata también se iba a defender, pero Sasuke se adelantó a los dos.
—Yo soy el mejor guerrero de todos —espetó orgullosamente— y sé reconocer muy bien quién tiene o no tiene potencial. Hinata lo tiene de sobra, lo he visto con mis propios ojos —los indicó con los dedos índice y corazón—. Hanabi va a perder —aseveró mientras deshacía su gesto anterior.
—¿Una chica timorata y pusilánime como Hinata vencer a Hanabi? No me hagas reír, Uchiha. —Hiashi chasqueó su lengua tras decir tal apellido, empleando un desprecio evidente.
—Y les diré algo más para que se enteren bien —continuó él usando la mejor arma contra el desprecio, la total indiferencia—: tengo la teoría de que Hinata se autoconvenció de que era más débil que Hanabi para que ésta pudiera destacar. Así el imbécil que tengo enfrente —miró a Hiashi— no la maltrataría.
—¿Qué estás diciendo? —Para sorpresa de tres personas, aunque no para Sasuke, la que cuestionaría lo dicho sería la misma Hinata—. Yo no podría equipararme a mi hermanita, mucho menos podría ganarle porque siempre ha sido muy fuerte. No prosigas con esta locura, aún puedes retractarte.
—¿Lo ves? Hinata misma reconoce que no podría vencerme —lanzó Hanabi acrecentando su ego—. De hecho una vez tuvimos una pelea, nada grave en todo caso, sólo fue una reyerta de niñas —precisó—, pero le di un empellón tan intenso que la hice retroceder a pesar de que yo soy más chica que mi hermana. Esa fue una de las cosas que me convenció de que yo soy la más fuerte de las dos.
Uchiha esbozó una media sonrisa tan burlona como ofensora.
—¿Qué edad tenían?
—No estoy segura, pero creo que yo tenía cinco y ella once.
—¿Y Hinata te devolvió el empujón?
—No...
—¿Por qué crees que no lo hizo?
—Por su carácter pacífico obviamente.
—Y ahí está la mejor prueba de lo que digo: Hinata, a pesar de tener más edad, no te devolvió el empujón porque nunca sería capaz de hacerte daño. Tú no eras ni eres más fuerte que ella, fue Hinata quien se autoconvenció de que eso era cierto. Reprimió su propia fuerza porque jamás te haría daño, porque deseaba protegerte siempre.
El asombro tiñó los ojos de las hermanas.
—¿Protegerme de qué?—espetó incredulidad—. Lo que dices es una tontería —añadió.
—¿Tontería? ¿Tanto miedo tienes de descubrir la verdad? Métete esto en la cabeza y repítelo hasta que lo asimiles: Hinata siempre fue más fuerte que tú, pero de manera subconsciente se volvió más débil para cuidarte, para hacer que te destacaras ante los ojos de tu padre.
La de pelo café dio un suspiro con sabor a fastidio y negó varias veces con su cabeza.
—Lo que dices es ridículo. ¿Crees que no me doy cuenta que sólo quieres generarme dudas para el próximo duelo? No soy tonta, Uchiha.
Sasuke sonrió de forma lacerante, aquella que deslumbraba prepotente vanidad.
—Lo verdaderamente ridículo es pensar que una mocosa de cinco años tenga más fuerza que una de once. Además, ¿por qué crees que Hinata aceptó entregarte el liderazgo del clan Hyuga de un modo tan fácil? La respuesta es tan sencilla que asombra: porque siempre, siempre —lo recalcó con más fuerza— te puso a ti por sobre ella misma.
—Cállate, eso no es verdad.
—La mente siempre trata de defenderse de lo que le provoca conmoción. Es muy obvio que reacciones así.
La mozuela cayó en la consternación durante varios segundos. Luego, muy dispuesta a indagar, miró a su hermana mayor.
—¿Es cierto lo que él dice, Hinata?
—Obviamente —se adelantó Uchiha— ella te dirá que no porque lo hacía de manera subconsciente, no adrede. Sin embargo, pongamos mi teoría a prueba ahora mismo. Sé que si Hinata se libera de las cadenas mentales que la han conminado a protegerte siempre, entonces te vencerá. Estoy segurísimo que si lucha en serio te derrotará sin dejar lugar a dudas.
—Sasuke, estás equivocado —reaccionó por fin la de cabello con tonos azulosos. Los argumentos del joven general la habían dejado enmudecida más tiempo de la cuenta.
Él la tomó de las mejillas haciendo que sus miradas se entrelacen.
—No lo estoy. De hecho estoy tan seguro que me estoy jugando mi relación contigo a este duelo. Y lo hago porque sé que ganarás.
—No hay posibilidad de que una mediocre como tú venza a Hanabi —intervino Hiashi hablándole directamente a Hinata, quien le otorgó su mirada—. Ella siempre ha sido fuerte, en cambio tú sólo eres una perdedora y seguirás siéndolo por toda la vida. Siempre has sido una mujer anodina e insignificante, y, tal como lo pensaba Neji, el destino no puede ser cambiado.
—Papá —recriminó la adolescente alzando su voz—. Me disgusta que le diga cosas así a mi hermana.
—¿Te disgusta la verdad?
—A quien le disgustará la verdad será a ti, Hiashi —advirtió Sasuke—. Muy pronto verás como tu hija favorita cae derrotada ante Hinata.
Él aludido sonrió de manera desafiante.
—¿Y cuándo será el duelo? —preguntó de modo altivo, completamente seguro de que su segundogénita sería la vencedora—. Quiero ver lo antes posible cómo esta mediocre es humillada por mi única hija —añadió utilizando su modo más cizañero.
—En unos veinte minutos —contestó el joven y pelinegro guerrero de élite.
—¿En tan poco tiempo? —preguntó la menor.
—Pero Sasuke... —esgrimió una protesta la mayor.
—Retrasar lo inevitable no hará ninguna diferencia —contestó—. ¿O qué pasa, mocosa? —La enfocó destellando soberbia—. ¿No quieres recuperar a Hinata enseguida? Gánale para quitármela de mi lado.
—Muy bien, me parece perfecto quitarte a mi hermana a la vez que te muestro de lo que soy capaz —aceptó la castaña, cuya mirada se veía muy segura. No había un solo rastro de vacilación en su talante desafiante.
El fruto del amor entre Mikoto y Fugaku quedó muy satisfecho con tal respuesta. Poco después aseveró:
—Primero hay que amarrar bien las vainas para asegurarnos de que las espadas no se salgan. Luego cada uno dará consejos a su pupila sobre la estrategia a seguir. Y ojo con esto —advirtió—: una vez iniciada la contienda no estará permitido dar más instrucciones. Miraremos en completo silencio el resultado para no desconcentrar a ninguna. Si alguien rompe esta regla significará que la persona que apoya perderá automáticamente.
—Es lo más justo —consintieron Hanabi y Kiba al unísono.
—¿Todo claro?
—No, Sasuke; necesito hablar contigo —dijo Hinata—. Tienes que echar atrás esta locura.
—Es obvio que la indigna no querrá luchar porque sabe perfectamente que es muy débil —afirmó Hiashi, mirando con soberano desprecio a quien aludía—. No por nada Hanabi siempre destacó mucho más en todo: fuerza, inteligencia, carácter, intrepidez, elegancia.
Para pesar de Sasuke, Hinata no respondió como debió haberlo hecho. Se quedó en completo mutismo. ¿Acaso le habían llegado las hirientes palabras de su padre?
—No lo diga así, papá —solicitó firmemente la adolescente otra vez. Esas palabras le daban mucha confianza en que conseguiría una victoria contra su hermana mayor, mas no le gustaba que su progenitor siguiera menospreciándola de esa manera—. Mi hermana tiene virtudes que yo no tengo: paciencia, ternura, nobleza.
—Cualidades que de nada sirven para la batalla o para ser líder —defendió el mayor de todos los que estaban ahí.
—Tendrás que tragarte tus palabras cuando veas que Hinata le gana a tu favorita, Hiashi —sentenció el más fuerte como una condena.
—¿De verdad sueñas que tu mujerzuela es capaz de ganar? —fue la implacable réplica del cuadragenario.
Uchiha, ya harto de los descalificativos que cada vez se volvían peores, no dudó en lanzar de inmediato una de sus venenosas respuestas.
—Agradécele a Hinata que no te castigo por tu osadía de hablar mal de ella, pero, aun así, no olvides el miedo que sentías siendo mi prisionero y cómo chillabas deshonrosamente cada vez que te torturaba.
Hiashi apretó sus dientes. Uchiha había dado perfectamente en el centro de su soberbia.
—Eres un hijo de puta —contestaron Kiba y Hanabi al unísono, violentados al máximo por tal comentario.
—Y tú tampoco olvides que yo fui la mano ejecutora que te hizo perder a toda tu familia y el que dio la orden de que fueras perseguido igual que un animal. ¿Hasta el día de hoy sigues traumado, verdad? —lanzó Hiashi sin dudar en ponerse a la misma altura ponzoñosa que el Uchiha. El rencor provocado por el orgullo herido lo conminó a ello.
El de cuatro décadas estaba jugando con fuego y se dio cuenta de eso apenas Sasuke llevó una mano a su arma primaria. Sin embargo, para su sorpresa no realizó la acción de desenvainarla.
—¿Ves como tiemblas ante la sola idea de que saque mi espada? —cuestionó mordazmente—. Eres tan cobarde que hasta un paso atrás diste.
—¿¡A quién llamas cobarde!? —se enardeció hasta las entrañas y, a diferencia de Uchiha, se dispuso a desenvainar el arma secundaría que Kiba le había regalado para defenderse. Sin embargo, fue éste mismo junto a Hanabi los que lo tomaron del brazo para que no convirtiera esto en un duelo a muerte, pues el resultado se apuntalaba como más que evidente.
Hinata, en el ínterin, se interpuso entre ambos y los miró alternadamente mientras decía lo siguiente:
—Les pediré esto con la mayor humildad: por favor no sigamos con los rencores. Me duele mucho eso —explicó tratando de calmar las aguas de la mejor forma posible.
—Lo siento, Hinata, pero no dejaré que esta escoria te falte el respeto cada vez que se le ocurra.
—La única forma de que esa traidora gane mi respeto es que venza a Hanabi, cosa que obviamente jamás pasará.
Sasuke estuvo a punto de sonreír, puesto que esa era otra motivación más que ayudaría a su musa en el futuro duelo. Entonces dirigió su negra mirada hacia ella.
—¿Lo ves? Tu ascendiente —usó tal palabra porque «padre» era una que le quedaba demasiado grande a Hiashi— ha dicho que si logras la victoria te ganarás su respeto. Ahora mismo tienes la posibilidad de demostrarle lo fuerte que eres. ¿Vas a desaprovechar eso?
—P-pero...
Sasuke la tomó desde las mejillas, clavándole los ojos e irradiando complicidad a través de éstos.
—Esta es la única forma de que acepten lo nuestro, la única forma de que te ganes el respeto de tu hermana y el de ese viejo.
—Pero yo no podré ganarle a mi hermanita —lamentó mientras bajaba su cabeza. Su respiración incluso se había acelerado un poco por el estrés.
La mozuela no pudo evitar sonreír un poco ante lo dicho, aunque fue Hiashi quien realmente lo disfrutó al máximo. Esa carencia de determinación era precisamente lo que hacía inferior a Hinata respecto a Hanabi. El triunfo ya estaba en el bolsillo porque eso jamás cambiaría.
—¿Quieres estar conmigo? —preguntó Uchiha, ignorando las sonrisas que notó de reojo.
—Más que cualquier otra cosa en el mundo —contestó alzando su mirada otra vez. Necesitaba hacerle ver la sinceridad de sus palabras.
—¿Quieres que Hanabi acepte lo nuestro?
—Sabes que sí.
—Entonces esta es la única forma. Gánale a tu hermana y nada podrá impedir que estemos juntos. Nada.
Hinata no quería decepcionar a Sasuke, pero la presión que estaba sintiendo ahora mismo le implantaba inexorables dudas.
—No quiero enfrentarla si eso significa que puedo perder a quien amo. No quiero perderte, Sasuke.
A Hiashi lo escuchado le pareció de una cursilería patética. En cambio a Hanabi, quien estaba dotada de una mayor empatía que el cuarentón, se le removió el pecho. Mientras más tiempo los veía juntos, más compenetración entre ellos vislumbraba. Y eso empezó a incomodarla profundamente.
—Vas a ganar, Hinata —afirmó con una seguridad exterior a toda prueba a pesar de que también tenía algunas dudas por dentro. No obstante, debía inyectarle confianza total a su musa para que pudiera ganar el futuro duelo.
—¿De verdad lo crees?
—Si no lo creyera no me estaría jugando nuestra relación. Yo he visto cuánto te has esforzado en cada entrenamiento, cuánto sudor has perdido, cuánto te has preparado.
Hinata no estaba nada convencida, pero no quería decepcionar la tremenda fe que Sasuke estaba depositando en ella. Suspiró mientras sus labios resecos se removían nerviosamente. Al sentirlos ásperos, coló su lengua entre ellos y la movió para humedecerlos. Miró a su hermana menor tratando de mostrar determinación, aunque su propósito falló. Sus dudas internas se reflejaron en su exterioridad.
—Está bien —dijo para luego dar un suspiro que no alcanzó a reprimir—. Pelearemos como guerreras para decidir esto.
Hanabi, mirándola con creída suficiencia, caminó hasta ella y estiró su meñique para sellar el trato. En la desaparecida nación de ambas se estilaba pactar de ese modo. La mayor dudó antes de ofrecer la misma acción, pero finalmente lo hizo.
—Muy bien —dijo la castaña mientras entrelazaba su dedo más pequeño al gemelo de su hermana mayor. Entonces lo jaló hacia sí suavemente—. Sólo espero que esta vez sí cumplas tu palabra.
—Si Hinata pierde yo mismo me alejaré de ella. Esa es mi promesa —aseveró Sasuke— y como bien saben podré ser lo peor que habita este mundo, pero ni siquiera mi enemigo más acérrimo puede acusarme de faltar a mi palabra.
—Sasuke... —musitó la de mayor edad sintiendo como un dolor se incrustaba dentro de su pecho. Presentía que las cosas saldrían muy mal, le era prácticamente una certeza.
—Excelente —dijo Hanabi, más motivada que nunca. Luego miró a su hermana mayor de un modo naturalmente desafiante—. Nuestra pelea decidirá si sigues con Sasuke. Y te aseguro que vas a perder.
Los dos grupos afinaron algunos detalles más del encuentro. Poco después Sasuke fue hacia Shakma y descolgó del cinturón de armas las dos katanas que Ino le regaló a Hinata. Tanteó las vainas y comprobó que gracias a su romo grosor no habría peligro de cortes. Así, sin desenvainar la segunda arma de la blonda, utilizó la gruesa cuerda para amarrar la empuñadura a la vaina, asegurando tal unión a través de una serie de fuertes nudos. Se la lanzó a Hanabi, quien la tomó entre sus manos sin dificultades. Ahora entendía por qué Ino usaba esas armas en vez de espadas normales: su ligereza resultaba ideal para mujeres. Y decidida a no perder valiosos segundos, comenzó enseguida a maniobrarla.
Uchiha tomó la otra katana y repitió el mismo proceso que realizó con la anterior. Sin embargo, antes de entregársela, le indicó a Hinata que lo siguiera hasta quedar bien apartados del trío rival, aunque sin perderse de vista los unos a los otros.
—Sasuke, ¿por qué hiciste esto? —dijo con un tono tan crítico como angustiado—. Yo no seré capaz de ganarle a mi hermanita. No importa todas las locuras que dijiste, lo cierto es que ella es más fuerte que yo porque...
—No —la interrumpió—, deja de pensar eso respecto a Hanabi. Atácala como si no la conocieras porque si te contienes para protegerla te derrotará.
—Es que eso es justamente lo que te quiero decir: Hanabi no va a dudar en atacarme con todas sus fuerzas y yo no podré hacer lo mismo. Ella sí puede superar esa barrera y eso la hace más fuerte que yo aunque no quiera. No debiste aceptar el desafío de Kiba —dijo lo último con voz muy apesadumbrada.
—Despreocúpate, sé que tú eres más habilidosa —dijo con una tranquilidad envidiable. Y no la estaba simulando.
—Pero es que yo no soy tan hábil como crees..., no voy a poder vencerla. Siempre me sentí más débil que ella —volvió a recalcar—, quizá si hubiera tenido más tiempo para concientizarme sería diferente... ¿Pero cómo quieres que rompa con ese sentir de un momento a otro?
Él, a modo de cómplice apoyo, le colocó una mano en el hombro.
—Confía en ti, Hinata. No importa lo que pensabas en el pasado, importa la actitud que tengas ahora. —Movió su mano cariñosamente por la zona clavicular—. Sasuke Uchiha te ha estado entrenando y esa ya es una garantía de que eres mejor que ella. Recuerda que tú eres una adulta; a Hanabi, en cambio, todavía le falta desarrollarse. Si sabes aprovechar esa ventaja ganarás.
Hinata necesitó ingerir la saliva que se le había acumulado en la boca, provocándose un sonido en cuanto lo hizo.
—¿Qué ventaja me da eso?
—Tus brazos son más largos por lo que tu alcance será mejor que el de ella. Tus piernas también lo son, así que tus pasos podrán acercarse o alejarse con menos riesgo. Tus músculos ya no están en proceso de desarrollo como los de una adolescente, así que también tienes mayor fuerza física que tu hermana. Si chocan armas ella estará en desventaja. Para rematar sé que tu técnica será superior a la suya, no en vano te he enseñado yo. Las únicas cosas que podrían hacerte perder es que ella tenga reflejos superiores a los tuyos o que tu resistencia al cansancio sea menor que el de ella.
Todo lo dicho sonaba muy lógico, cosa que hizo que Hinata rebajara un poco su dosis de inseguridad.
—¿De verdad crees que puedo ganar? —preguntó con supremas ansias. Por primera vez se estaba abriendo a la posibilidad de conseguir una victoria.
—Sí, lo creo con todas las fuerzas de mi alma, pero eso de nada servirá si tú no lo crees también.
—Lo sé, lo sé muy bien, pero es difícil no dudar. Siempre he visto a Hanabi como alguien superior a mí, ¿crees que es fácil cambiar ese concepto que siempre he tenido enraízado en mi ser?
—Pues supera esas dudas de una vez —sentenció dando un aplomo aplastante—. Te has esforzado mucho en cada entrenamiento para enfrentar a Sakura, yo mismo he visto cuántas veces has quedado bañada en sudor y a duras penas respirando. Sólo piensa que Hanabi es esa pelirrosa, eso te ayudará a combatirla.
—Está bien. Le ganaré a Hanabi —dijo a la vez que sus manos se movían para tomar posesión del arma que antes le perteneció a Ino.
Uchiha tuvo la certera impresión de que esas palabras emergieron timoratas, como si ella misma no se convenciera de lo que estaba diciendo. Que Hinata tomara la katana ofrecida le parecía una señal simbólica, pero si no lo hacía con el temple que se requería de nada iba a servir. Su mano era temblorosa inclusive. Por ello retuvo el arma entre sus manos, sin entregársela. Y sabiendo que ahora mismo estaba viviendo una tormenta en su interior y que por ende no estaría concentrada en el inminente duelo, haría algo para sacarla de ese estado lo antes posible.
—¡Ay! —chilló la fémina en cuanto sintió un pellizco en su brazo—. ¿Eso por qué fue? —preguntó mientras se sobaba el lugar adolorido.
—Por tu falta de convicción. Y agradece que no te doy unas nalgadas igual que a una niña pequeña sólo porque tus seres queridos están presentes. No quiero dejarte en vergüenza.
Como acto siguiente Uchiha lanzó la espada a unos metros de ellos, dejando claro que no iba a entregársela hasta que cambiara su actitud.
—Lo siento de verdad... —Se miró la punta de sus zapatos de charol—. Pero es que me has puesto en una encrucijada muy difícil de resolver.
—Es que no es difícil, sácate eso de la mente —ordenó como el militar que era—. Si escuchas la valentía que hay en tu corazón, incluso en condiciones terribles, puedes escalar cualquier montaña. No importa lo alta y escarpada que ésta sea.
—Es fácil para ti decirlo —renegó moviendo su cabeza—, tú siempre has tenido esa seguridad, esa arrogancia, de que nadie en el mundo puede vencerte, pero para mí, que siempre fui una persona insegura, es difícil de creer que puedo ganar no sólo esta, sino cada batalla que se presente en mi vida. Tú no lo entiendes porque nunca has tenido esas dudas sobre ti mismo.
—¿Crees que no? A ojos de mi padre siempre fui la sombra de mi hermano, pues él demostraba mucho más talento que yo en casi todo lo que se proponía. Es un caso muy similar al tuyo respecto a Hanabi. Sin embargo, toda esa basura de sentirte inferior son sólo trabas mentales que te impiden extraer tu verdadero potencial. Mírame a mí ahora —abrió sus brazos—, ¿crees que me permitiría ser sólo la sombra de Itachi? Jamás porque a fin de cuentas todo en esta vida es actitud, Hinata. Si tienes la actitud correcta puedes superar cualquier obstáculo y créeme que no son palabras vacías, es la más pura verdad. Sé que tú puedes ganar porque conozco de primera mano tu enorme talento. De lo contrario nunca me habría arriesgado a hacer esta apuesta.
—Sasuke... —musitó emocionada. No podía creer que él le tuviera tanta confianza a su destreza.
—Contéstame esto rápidamente, sin repensarlo.
—¿Qué cosa?
—¿Quién es la primera heredera del clan Hyuga?
—Yo lo soy.
—¿Tiene razón tu padre cuando dice que eres una mediocre?
—No. Por supuesto que no la tiene.
—¿Qué es más fuerte? ¿El odio de Hanabi o tu amor por mí?
—Mi amor por ti.
—Esas son las respuestas que quiero escuchar, mi amor. —Hinata se sintió tan bendecida al escuchar la última y cariñosa expresión. Que ahora mismo recordase, Sasuke nunca se la había dicho salvo cuando hacían el amor. Sin embargo, bajo esa situación los sentidos apenas daban espacio a un gramo de conciencia entre la animalidad que provocaba la excitación. No existía la capacidad de apreciar palabras tan hermosas en toda su dimensión, en degustarlas a fuego lento y saborearlas en todo su esplendor. Ahora sí pudo hacerlo.
—Gracias, Sasuke. Tus preguntas me hacen sentir que mi determinación va creciendo poco a poco.
—Así tiene que ser. Recuerda que en una pelea, además de la técnica, entra en juego el espíritu, la voluntad y la convicción. Hace que esas cosas ardan en ti, Hinata. Ellos no aceptan tu decisión porque no te respetan. Gánate el respeto de Hanabi y de tu padre y sólo entonces no te cuestionarán más.
—¿Pero y si por alguna razón pierdo? —Pasaron tres segundos y necesitó exclamar por un imprevisto—. ¡Ay!
—¿Quieres más pellizcos?
—No por favor —dijo mientras se sobaba otra vez.
—Entonces no piensas siquiera en esa posibilidad porque, incluso si pierdes, quiero que sepas que te amo con todo lo que tengo. Si ganas no habrá más problemas para nosotros, pero si caes derrotada no quiero que te sientas culpable porque diste lo mejor de ti. Incluso puede servir para que estés alejada de esta guerra, correrías menos peligro estando con ellos que a mi lado.
—Pero yo quiero estar contigo en la guerra y en la paz. Y por siempre.
Muy conmovido, el último de los Uchiha asintió con una sonrisa.
—Mira, una de las razones por las que acepté esto es porque sé que tarde o temprano tu hermana aceptará lo nuestro. Sí —reafirmó ante la sorpresa de ella—, se nota que Hanabi te ama más de lo que me odia a mí, así que con el tiempo recapacitará y te dará permiso para seguir conmigo porque querrá verte feliz. Si pierdes ahora no te sientas mal, sé que al final estaremos juntos. Por eso ahora da tu máximo esfuerzo y no tendrás arrepentimientos.
La verdad era que Sasuke no estaba nada seguro de sus palabras, ya que Hanabi aceptando la relación entre ellos asomaba como algo muy difícil, pero no dudó en aseverarlo con atronadora convicción, pues tal cualidad era lo que más necesitaba Hinata en este momento. Motivado por esto, posó su frente en la de su chica y sus palmas la tomaron desde las mejillas. Sus miradas se fusionaron bajo el mismo y poderoso sentimiento.
—Gracias, Sasuke, muchas gracias de verdad por sacarme la presión de encima. —Lo tomó del rostro al mismo modo en que lo hizo él—. El destino siempre es incierto, pero te juro que daré todo de mí para ganarle a mi hermanita. Y si desgraciadamente pierdo, la convenceré de que sólo contigo puedo ser feliz. Nunca me rendiré porque, tal como dijiste, quiero estar contigo por sobre todas las cosas. Y por eso trataré de ganar ahora. No —se corrigió enseguida—: voy a ganar y estaremos juntos aunque todo esté en nuestra contra.
—Así me gusta, Hinata. Esa confianza te permitirá obtener el triunfo. Recuerda que ganándole a Hanabi, tu padre se dará cuenta de que toda su vida cometió un tremendo error al menospreciarte. ¿Quieres demostrárselo?
—Sí, por supuesto que quiero.
—Esta es tu oportunidad de cambiar lo que piensa, de hacerle saber que eres muy fuerte. Pruébale quién eres realmente, demuestra todo lo que has aprendido, enséñale que eres Hinata Hyuga, la próxima mujer guerrera. Cambia tu destino, y aunque no puedas hacerlo, te juro que estaré muy orgulloso de ti porque lo intentaste con todas tus fuerzas. Y eso hará que te siga amando hasta el fin de mis días.
—¿Hasta el fin de tus días? —preguntó no porque tuviese dudas, sino porque deseaba escucharlo de nuevo.
—Hasta el fin de mis días, mi amor. —Después de mucho tiempo, Sasuke empezaba a usar esa cariñosa expresión con total naturalidad.
Hinata necesitó tragar saliva al tiempo que sentía que un par de lágrimas nacían en sus trémulos ojos. Separó sus manos de la cara del varón y se pasó el antebrazo para cortar de antemano cualquier posible lloro.
—P-perdóname por ser tan frágil, es que sentí... sentí algo tan grande en mi pecho, algo que se agigantaba, que se expandía de una forma que no puedo explicar.
—Tranquila. Ahora entiendo que eso es normal porque yo también sentí lo mismo.
Hinata sonrió alegremente.
—Oh, Sasuke, te amo y siempre te amaré. Esa es la única verdad existente en mi corazón y por esa ineludible verdad voy a ganarle a mi hermanita. Tenlo por seguro —agregó cerrando un puño.
El resto de las palabras masculinas ya no se enfocaron a eliminar todo rastro de duda en ella, sino en detallar la estrategia a seguir. Entre una seguidilla de cosas, la que más destacó fue que su musa se empeñara en hacerle creer a Hanabi que aún no sabía usar la izquierda, de ese modo podría sorprenderla en el momento preciso. Le recordó también un famoso dicho que existía entre guerreros: «domina la zurda y dominarás al mundo». Aquello se debía, principalmente, a que esa mano complicaba la defensa y el ataque de los oponentes, quienes, acostumbrados a enfrentar a una gran mayoría diestra, eran sacados de su zona de confort. Esto aún hoy en día podía verse en el boxeo, artes marciales en general, e incluso en otras disciplinas deportivas que ninguna relación tenían con el combate.
Tras hacer que Hinata realizara un necesario precalentamiento para activar al máximo sus músculos, Sasuke tomó desde el suelo la katana firmemente envainada y se la ofreció tras una pequeña y necesaria pausa.
—¿Estás lista?
—Lo estoy —contestó sin vacilaciones de por medio. A diferencia de la vez anterior, sus manos no temblaron siquiera un ápice al tomar el arma.
Uchiha sonrió satisfecho. Lucía más que preparada.
—Vas a renacer hoy, Hinata.
—Sí. Con tu apoyo lo haré.
—Sé que así será. Y pase lo que pase, nunca olvides que te amo muchísimo.
—Yo también te amo demasiado, mi amor. Y por eso ganaré. Lo haré por ti, por mí, por nosotros. —Una determinación inquebrantable brilló en sus ojos a cada palabra.
Un emocionado Uchiha posó su frente en la de ella, moviéndola cariñosa y suavemente de un lado a otro. Luego fueron sus cálidas narices las que realizaron la misma y cómplice acción.
Hanabi, desde lejos, los observó mientras Kiba y Hiashi le daban unas últimas instrucciones. Dejó de escucharlos al ver la gran complicidad que exhalaba esa pareja prohibida y, entonces, le pareció notar que el aura de su hermana mayor era muy distinta a la anterior. Incluso desde la distancia a la que estaba podía percibir un cariz nuevo en ella, uno que ya no lucía dubitativo sino determinado. Y, por un breve momento, se preguntó si la teoría de Uchiha estaba en lo cierto o era sólo un desquicio sin fundamento.
El demonio y el ángel siguieron entrelazándose por medio de sus miradas opuestas, perdiéndose en un exquisito limbo en que sus corazones latieron al mismo y maravilloso compás. Sus respiraciones efusivas impregnaron el aire con ese potente deseo de estar por siempre junto a la persona que se ama. El fantasioso sueño de dejar atrás el pasado, esa ilusión oculta en lo más profundo de sus corazones y expuesta en lo más superficial de sus pieles, estaba más cerca que nunca.
¿Pero podría Hinata alcanzar la victoria?
Continuará.
Notas Finales: Hola again. Yo desde siempre tuve la teoría de que Hinata se había dejado ganar en su famoso combate contra Hanabi y al rebuscar hace poco en Youtube vi que en efecto hay un momento en que Hinata podría haberle ganado a su hermanita y aun así detiene el golpe que iba a darle. Eso claramente indica que no quiere hacerle daño a Hanabi simple y llanamente porque la ama con todo el corazón y desea protegerla siempre. Por lo mismo quise plasmar eso a través de la teoría que Sasuke lanza aquí y, asimismo, me pareció excelente que las hermanas enfrentadas arreglen esto como guerreras. Novatas pero guerreras.
Eso sí, ya saben que amo el drama con toda mi alma y si Hinata pierde obtendría eso que tanto me gusta (inserten una risa malvada aquí xD), así que espero que no me maten si eso sucede. En este fic ya tengo todo calculado (salvo los destinos de personajes secundarios como Orochimaru, Kisame o Sasori), de modo que todo pasa por una razón. Por ejemplo, ¿se acuerdan de cómo cedió Hinata ante Hanabi la primera vez que se vieron? Eso fue porque en este reencuentro entre ellas deseaba dejar muy claro cuánto ha evolucionado Hinata desde esa ocasión, lo fuerte que se ha vuelto al no ceder incluso teniendo a tres en contra. Y que incluso va a enfrentar a Hanabi para demostrarle quién es realmente. Con Sasuke alentándola en eso último claro, pero para eso existe una compenetración entre ellos, para motivarse el uno al otro. En el caso de Sasuke a Hinata: ayudarla a superar sus límites, sus dudas, y dejar atrás sus debilidades.
Sin más que agregar, ojalá que tengan un gran mes de abril y les deseo una grata semana santa tanto a quienes son religiosas como a las ateas y agnósticas. Cuídense harto todos =]
