¡Hola! Este capítulo va dedicado a fictionInador, quien hace mucho no comenta pero que, cuando lo hacía, siempre fue de una manera muy efusiva y motivante. Espero que estés muy bien y que si sigues leyendo este fanfic te guste la lectura. Créeme que traté de hacerlo lo mejor posible para que esté a la altura de tu apoyo y buena onda.

Al resto les doy muchísimas gracias por cada comentario. Como siempre responderé todos los reviews dentro de poco ;]


Vocabulario:

Patidifusa: Que se queda parada de asombro.

Cenotafio: Monumento funerario en el cual no está el cadáver del personaje a quien se dedica.

Bluf: Fanfarronada, acción intimidatoria hecha por quien no cuenta con los medios para cumplir su amenaza.

Acullá: Allá o más allá. Usado en contraposición a adverbios demostrativos de cercanía, como aquí o acá, y también a los de lejanía, como allí o allá, cuyo significado puede intensificar. Ejemplo: «dispuso un dibujo aquí, un grabado allá, una foto acullá».

Quid: Esencia, punto más importante o porqué de una cosa.

Maquinación: Proyecto o asechanza artificiosa y oculta, dirigida regularmente a mal fin.

Erial: Dicho de una tierra o de un campo: Sin cultivar ni labrar.


Esclava Sexual, Capítulo Cuadragésimo cuarto


A fin de que el largo vestido de Hinata no entorpeciera el movimiento de sus piernas, Sasuke utilizó su navaja para cortarlo a la altura de las rodillas. Hiashi hizo exactamente lo mismo con la indumentaria de Hanabi, aunque su trabajo quedó más disparejo en algunos tramos, quedando el borde de la tela igual que una hoja dentada. Luego ambas chicas amarraron sus cabellos dejándose una coleta alta similar a la de Ino. El propósito, por supuesto, era que el pelo no les molestara durante el combate. Eran detalles más importantes de lo que pudiera parecer a primera vista y muy necesarios si querían alcanzar la victoria.

Ya preparadas se colocaron una frente a la otra a una distancia de siete metros, observándose profundamente. Tomaron sus katanas envainadas con ambas manos y justo antes de que Kiba diese la señal de partida, Akamaru se colocó entre ellas como si quisiera evitar la contienda.

—Tranquilo, amigo, será sólo un entrenamiento —le explicó a su can al tiempo que lo llevaba de vuelta a su posición. Allí lo abrazó para que no interrumpiera de nuevo el importantísimo duelo en ciernes. Le sorprendió su comportamiento, pues Akamaru había visto un sinfín de prácticas y sabía distinguirlas perfectamente de un combate real. Sin embargo, la grave forma en que Hinata y Hanabi estaban mirándose debió hacerlo pensar que iban a enfrentarse a muerte, por lo cual quiso evitar una desgracia.

Tras la interrupción la batalla se reinició sin percances. Hinata no dudó en utilizar una de las primeras cosas que Sasuke le enseñó: merodear al enemigo empleando círculos constantes. Aquello provocaba que el otro tuviera que estar cambiando la posición constantemente para quedar de frente al rival y además le hacía perder la iniciativa. Sin embargo, aún le faltaba mucha práctica como para sacarle real provecho a tal estrategia, cosa que Hanabi probó al defenderse y contratacar de buena manera.

El duelo prosiguió de modo muy lento, ambas siendo excesivamente precavidas por lo que se estaban jugando y teniendo más miedo de perder que ansias por ganar. En todo caso no resultaba sorprendente gracias a su condición de novatas. Esperar otra cosa habría sido muy iluso, ya que ni en sueños podrían compararse a soldados hechos y derechos. Sin embargo, cuando los nervios y la tensión fueron mermando, el duelo alcanzó mayor aceleración, ambas demostrando que conocían muy bien la teoría de la esgrima: las posiciones de ataque, defensa y contraataque, cómo dar las zancadas de acercamiento y las de retroceso, las diferentes guardias y sus variadas transiciones. Seguían siendo principiantes, desde luego, pero aplicar todo eso en tan poco tiempo de entrenamiento resultaba sobresaliente a pesar de la pausada velocidad imprimida.

El tiempo pasó y gradualmente Hinata pasó a tomar la ventaja, obligando a Hanabi a retroceder cada vez más a fin de que su defensa no fuese sobrepasada. No obstante, ese pequeño dominio no trajo consigo nada relevante salvo un cansancio que iba pronunciándose cada vez más. La primera prueba era que el sudor caía en forma de gotas, una tras otra, desde su barbilla hacia la pradera. La segunda era que estaba respirando por la boca. Eso comenzó a preocuparla, dado que Hanabi, aunque también transpirada y agitada, se veía más repuesta que ella y eso le jugaría en contra más temprano que tarde. Ahora entendía bien lo que Ino le dijo respecto a los senos: eran una molestia en combate. No tenía idea de cuánto pesaban los suyos, pero estaba segura de que la diferencia en el agotamiento entre ella y su hermana menor se debía al peso de sus pechos, considerablemente más grandes que los de ella.

Hanabi, por su parte, no tenía idea de cuánto tiempo llevaban peleando, pero a su perspectiva había sido una eternidad. La tremenda demanda física que estaba realizando también le había pasado la cuenta a su cuerpo, mismo que exigía llevar más oxígeno a sus músculos. Aun así, sabía que su hermana mayor estaba más afectada por el cansancio y eso la llevó a plantear una hábil estrategia de desgaste.

La joven adulta, buscando soluciones, recordó las palabras de Sasuke y las puso rápidamente en práctica. «Saber cómo respirar, hacerlo de la forma adecuada, es muy importante para que el agotamiento tarde más en llegar. Respira por la boca sólo cuando ya no puedas más de cansancio o el aire ingerido puede provocarte molestias en el estómago o incluso calambres. Si te pasa eso, date por derrotada». Enseguida, a fin de normalizarse, selló sus labios e inspiró únicamente por la nariz y exhaló por la boca. Mientras lo hacía, tuvo claro que si no torcía la dinámica de resistencia física en la que había caído, terminaría perdiendo.

En los siguientes minutos Hanabi pasó a tomar la iniciativa, pero, al igual que pasó antes con Hinata, no consiguió marcar la diferencia. Durante una pausa que ambas necesitaron, se lanzaron miradas de tonos distintos. La de pelos castaños casi no podía lidiar contra su asombro, pues se imaginó que, como mucho, demoraría un par de minutos en derrotar a su hermana mayor. Craso error sin duda alguna. Lo cierto era que el duelo ya llevaba dieciocho minutos.

—Has dado una gran pelea, Hinata —dijo mientras recuperaba el aliento—, realmente me has sorprendido.

—Lo mismo te digo, Hanabi, eres increíble.

—Lamentablemente para ti no falta mucho para que caigas porque ahora pelearé en serio.

—¿Qué dices? —preguntó la mayor mientras un ojo se le entrecerraba.

El semblante de Hanabi irradió natural supremacía.

—A decir verdad no quería ganarte rápidamente para que no te sintieras mal, pero ahora tendré que luchar sin contenerme más. Esto se está alargando más de la cuenta y ya es hora de concluirlo. —Dicho esto, cambió su guardia hacia una mucho más ofensiva.

Hinata, como inmediata respuesta fisiológica, recolocó la posición de sus pies y de su guardia.

—Sólo estás fanfarroneando. Sé perfectamente que tratas de meterme dudas porque estás sorprendida de lo fuerte que soy ahora, tanto que no has sido capaz de superarme.

La adolescente sonrió confiadamente.

—Tú no has cambiado, Hinata, sólo crees que lo hiciste —aseveró Hanabi con el firme propósito de mermar su determinación—. Pero la dura realidad es que sigues siendo la misma chica insegura de siempre.

La mirada de la adulta perdió un poco de vigor, pero entonces otro recuerdo clave llegó a su mente, uno que le serviría para no traer de vuelta el complejo de inferioridad implantado por su padre desde la infancia.


—Hinata, durante el duelo tarde o temprano llegará una pausa y estoy seguro de que Hanabi intentará meterse en tu mente y hacerte dudar, pero no olvides que tú también puedes hacer lo mismo contra ella. Estará sorprendida por tu nivel, no se esperará tanta destreza en ti, así que aprovecha ese momento para insertarle vacilación.

—¿Pero cómo podría hacer eso?

—Dile que ahora pelearás en serio, que siempre has sido más fuerte pero que ya no puedes seguir protegiéndola. —A lo dicho, las facciones de Hinata mostraron una gran expresividad—. Tocar el orgullo es un arma de doble filo porque puede provocar más convicción y enfoque, pero se nota que Hanabi es una chiquilla muy temperamental y apuesto que terminará ofuscándose.

—No creo que mi hermanita caiga en la trampa, ella es muy inteligente. Se dará cuenta de que querré irritarla.

—Si lo haces bien caerá, te lo aseguro. Hazla dudar de sí misma, enójala, y veremos qué pasa. Pero si tú no crees lo que dices ella tampoco lo hará. Por eso tienes que convencerte a ti misma para convencer a Hanabi.

Al verle claras dudas todavía, Sasuke hablaría de nuevo para disipárselas.

—Si de verdad quieres ser una guerrera, tienes que actuar y comportarte como una. Si hablas debes refrendar seguridad en cada palabra. Si actúas tienes que hacerlo sin vacilaciones. Si luchas es para ganar y por eso siempre debes sentirte superior a tu oponente. Demuéstrale esas tres cosas a Hanabi y la harás caer ante ti.

—Está bien, si ella intenta meterse en mi mente entonces le responderé con la misma moneda. Ojalá resulte.

—Resultará —afirmó muy convencido—. Hanabi será como una bestia en un lodazal: mientras más se ofusca, más se hunde. Y entonces aplicarás la técnica que te enseñé.


—Lo siento, hermanita, pero a partir de ahora seré yo quien luchará en serio.

La aludida abrió los ojos expresivamente. Lo que menos se esperaba era una respuesta como esa; no de parte de Hinata.

—Por favor..., estás sudada entera. Es obvio que has estado luchando a todo lo que puedes dar.

—No quería emplear mi mejor ataque porque te va a doler y te dejará un moretón muy feo, pero, créelo o no, en menos de un minuto caerás derrotada.

La jovencita no pudo evitar que esas palabras le provocaran cierto impacto, pues el aplomo conque su hermana mayor las dijo había sido muy grande. Parecía otra persona.

—Sólo estás haciendo un bluf para que me ponga a la defensiva y así recuperes aire, pero no te va a resultar, hermana —desdeñó simulando una confianza que por dentro no era tan firme como le hubiese gustado.

—Perdóname, pero ya no puedo seguir protegiéndote como cuando eras niña. Ya no, Hanabi.

Las palabras de Hinata emergieron de una forma tan sentida que esta vez a la adolescente le costó mucho ponerlas en duda. Su mano derecha apretó con más fuerza la empuñadura de la katana envainada; aquello le hizo ver a la adulta que sus palabras habían causado mella en su hermanita.

—Es mentira lo que dices. Yo nunca necesité tu protección porque siempre fui, soy, y seré más fuerte que tú.

—¿Mentira, dices? ¿Más fuerte que yo, afirmas? —Hinata imprimió un tono atípico en su voz y una soberbia innatural en su semblante. Sin embargo, haber convivido tantas semanas con Sasuke le ayudó a mostrarse genuinamente sobrada—. Llevas como media hora tratando de ganarme y no has sido capaz de hacerlo, en cambio yo en menos de un minuto te derrotaré.

—Calla, hermana, seré yo la que te vencerá en menos de un minuto. Prepárate a perder a Sasuke para siempre.

—Puedes intentarlo, pero yo ganaré y obtendré el derecho a estar con el hombre que amo sin que puedas recriminarme más. Y de paso demostraré que soy y siempre he sido más fuerte que tú.

—Cállate, eso no es verdad —replicó Hanabi sintiendo que las últimas palabras sí le habían llegado. Necesitó mirar un segundo a Kiba y a su padre, como tratando de buscar apoyo. En cambio Hinata no había mirado a Sasuke en todo el combate, decidida a mantener su enfoque y a concentrarse únicamente en alcanzar la victoria.

—¿Tanto miedo te da aceptar que soy mejor que tú? —la provocó Hinata, actuando perfectamente.

—Cada vez te reconozco menos. Creo que papá está en lo cierto cuando afirma que tú ya no eres la hermana que tanto amaba.

—Puede ser. De hecho normalmente no te hablaría así, pero creo que Hiashi —ni siquiera le llamó padre— te ha hecho muy soberbia. Te hace falta una lección de humildad y yo me encargaré de dártela.

La irritación en Hanabi trepidó sin desvíos, perdiendo parte de su calma y de su habitual confianza. Además su hermana mayor no era de las que alardeaba. ¿O la nueva Hinata era capaz de hacerlo? A pesar de su notorio cansancio no había perdido su semblante decidido. Lucía tan segura que eso logró inculcarle ciertos nervios.

—Tanto estar junto a Sasuke ha contaminado tu ser, pero no te preocupes porque yo te rescataré. Y lo haré porque te amo, hermana.

—Yo también te amo, pero te aseguro que no necesito ser rescatada.

Sin decir nada más, Hinata adoptó una pose que a Hanabi extrañó en demasía. Su flanco izquierdo estaba totalmente descubierto mientras colocaba la katana al lado derecho, lista para dar un mandoble.

En cosa de un segundo la menor sintió como varias ideas atravesaban su cerebro, pero el instinto le decía que tuviese mucho cuidado si Hinata acometía primero, pues, si sus palabras no eran un bluf, lanzaría su mejor ataque en este preciso momento. Preocupada por ello tomó la decisión más lógica: impedir la arremetida de Hinata atacando antes que ella.

Y eso era lo que Sasuke, como el guerrero táctico que era, ya había previsto y solucionado. Si su musa ejecutaba bien el plan trazado de antemano, entonces la victoría sería suya. Si en cambio fallaba la derrota sería el resultado. Por primera vez en su vida tuvo ganas de cerrar sus ojos durante una batalla, realmente no quería ver lo que sucedería, pero se obligó a tener los párpados bien abiertos. Jamás había estado nervioso por un duelo, ni siquiera por los más letales que había enfrentado, pues morir no era algo que le importara, incluso lo ansiaba, pero perder a Hinata...

Eso era otra cosa.

Eso sí le dolería demasiado.

Eso sí le masacraría el alma.

Y por ello le deseó toda la suerte del mundo. Aquí se decidiría todo por fin.


Como un novedoso regalo para Hanabi, quien cumplía seis años, Hiashi la llevó a visitar un circo de fenómenos recientemente instalado. El cuadragenario habría preferido ir únicamente con su hija menor, pero ésta le pidió que Hinata también los acompañara y, como era su día de cumpleaños, accedió a tal petición aunque no le gustara.

En primer lugar hicieron un recorrido por las jaulas de los leones, tigres, chimpancés y serpientes, aunque como habían sido capturados poco tiempo atrás, todavía debían ser amaestrados a través de diversas torturas para que cumplieran órdenes y, de ese modo, poder añadirse al espectáculo circense. La meta de éste era superar las potentes emociones que provocaban los afamados circos romanos. Después, gracias a la preeminencia que les daba el apellido Hyuga, evitaron al inmenso gentío que se amontonaba en los bancos de la galería, ocupando un lugar privilegiado en el palco. Allí vieron en primera fila la atracción principal: las criaturas que, debido a errores en sus secuencias genéticas, habían nacido con horribles deformidades. No eran considerados seres humanos, sino monstruos aberrantes que fueron maldecidos por los dioses. Por ello se exhibían como meros objetos de entretenimiento.

Ahora mismo, poco antes de que cayera el ocaso, los seis pies de distintos tamaños regresaban a su opulento hogar a través de las pavimentadas calles de su nación.

—Ese circo ha tenido mucho más éxito del que yo creía —comentó el único adulto, cuya cabeza mostraba una larga y bien cuidada cabellera castaña—. Al dueño se le ocurrió que en vez de matar a esas deformes criaturas infrahumanas, era mejor usarlas para diversión de todos.

La pequeña Hanabi, quien venía con una sonrisa de oreja a oreja, ya había visto espectáculos circenses tales como malabaristas, bufones, marionetistas, pero nunca algo tan espectacular como lo recién presenciado. Sabía que su sexto cumpleaños se le quedaría como un gran recuerdo durante toda la vida.

—A mí me encantó ver a la mujer lobo —se refirió a una chica que padecía de hirsutismo, enfermedad que causaba un crecimiento desmesurado de los vellos faciales y corporales—, a ese que tenía una cara por delante y otra por detrás —hablaba de la duplicación craneofacial— y el que me asombró fue ese ser horripilante que tenía tumores por todas partes. —Muchos siglos después tal trastorno recibiría el nombre de síndrome de Proteus, siendo el «hombre elefante» su más trágico exponente—. Sin embargo, el que me dio miedo —reconoció— fue ese que tenía a su hermano saliendo del estómago —aludió a un caso de gemelo parasitario—. Era espeluznante de verdad —agregó mientras se abrazaba a sí misma a la vez que un tenso escalofrío le recorría la espalda.

—A mí me impresionó más el de los tumores, qué criatura tan espantosa —disintió Hyuga.

—Todos eran horribles, pero los últimos dos eran el acabose de la fealdad. Me dieron ganas de matarlos —sentenció la pequeña.

—Eso es muy normal, Hanabi —dijo Hiashi comprensivamente—. Criaturas así no deberían existir ni deberían tener el permiso de vivir en este mundo. Por algo fueron castigados por los dioses. Deberían agradecer que nuestra nación es más piadosa que otras y que se les permite seguir con vida a pesar de que no deberían.

Lo de Hiashi no era una ironía, pues en el resto de países aquellas deformidades eran atribuidas a castigos divinos o maleficios demoníacos, por lo cual los afectados eran asesinados al nacer.

Hinata, cuya empatía había sido afectada de un modo mayúsculo, distaba mucho de concordar con los razonamientos de su padre y de su hermanita. De hecho, el silencio había tomado posesión de su boca durante todo el camino de regreso a la mansión Hyuga, pero aun así necesitó contradecir lo dicho por su progenitor. Ver personas desafortunadas que no tenían más opción que mostrarse y alimentar el morbo si querían seguir con vida, era algo que le resultaba repulsivo hasta las entrañas.

—Y-yo no sé si sea piadoso exhibirlos en un circo para que la gente se ría de ellos o que los escupa —recordó cómo alguna gente hizo lo último en varias ocasiones.

Hiashi dio un sonoro suspiro de fastidio.

—Y como siempre tenías que salir con tu enfermiza sensibilidad —recriminó duramente—. Deberías aprender de tu hermana menor, quien se divirtió mucho mirando a esos monstruos que ningún propósito tienen en este mundo. Por lo menos el dueño de ese circo les dio una finalidad a sus miserables vidas: entretener a la gente normal.

—L-lo siento, papá —se disculpó mientras bajaba su cabeza—, pero yo creo que nadie, por más deforme que sea, merece un trato así.

—¿Por qué no? —preguntó muy extrañada su hermana menor.

—Porque son seres humanos también.

—¿Entonces esos engendros aberrantes son personas dignas de respeto? —preguntó una muy asombrada Hanabi mientras miraba a su padre.

—No te dejes llevar por la debilidad de tu hermana mayor. Esos son monstruos y punto. ¿O has visto algún humano con dos caras alguna vez? ¿Una mujer cubierta de pelaje? ¿O a un hombre con tantos tumores que ni su rostro ni su cuerpo son reconocibles?

—No —contestó muy segura la pequeña.

—Así se habla —la felicitó efusivamente—, aunque tendré que repetirlo para que Hinata pueda entender lo obvio: esas criaturas son aberraciones que deben agradecer que nos sirven como entretenimiento en lugar de matarlos de una vez.

—Pero... —dijo la hija mayor, preparándose a decir algo en contra. Sin embargo...

—Basta, Hinata, no le contagies tu patetismo a Hanabi. ¿Tan blandengue eres que consideras seres humanos a esas bestias ominosas? —reprochó duramente—. Métete en la cabeza que ellos no son personas, son simples cosas. Tienen el mismo estatus jurídico que los esclavos —añadió con más rabia todavía. Y es que su hija mayor siempre le hacía pasar disgustos así.

Hinata también tenía una opinión contraria a la esclavitud, pero esta vez prefirió guardársela por su propio bien. No quería ser reprendida otra vez. Tal como solía sucederle, volvió a considerarse fuera de lugar e incluso fuera de época. Muchas veces se sentía una persona extemporánea, como si hubiese nacido demasiado pronto. Su alma parecía pertenecer a un supuesto futuro en que la moral era distinta, uno en que la gente fuese capaz de actuar con más humanidad.

¿O acaso el mundo sería por siempre igual de cruel?

Hiashi, al verle esa cara triste a su primogénita, tuvo la necesidad de continuar con el asunto para justificar ese maltrato yendo más allá de la ley.

—¿Por qué deberíamos tener piedad de esos monstruos cuando los mismísimos dioses no la tuvieron? Si nacieron deformes fue por un castigo divino, evidentemente.

—¿Y por qué los dioses castigaron a esas personas desde el nacimiento? ¿Qué mal pudo hacer un bebé?

—Las decisiones de las deidades escapan a la razón humana, pero yo creo firmemente que se trata de un castigo hacia los padres por sus pecados. Nada peor para ellos que tener un hijo deforme. Así también yo fui castigado por ser demasiado orgulloso y por eso recibí una hija tan débil como tú.

Hinata suspiró tristemente. Siempre era igual y no valía la pena rebatir salvo que quisiera ganarse más reproches. A Hanabi, entretanto, algo interno le decía que estaba mal la forma en que su padre trataba a su hermana mayor, pero por la autoridad que emanaba en cada palabra, no puso en duda sus afirmaciones. Sólo con varios años más encima, entendería cabalmente que los menosprecios de Hiashi a Hinata eran totalmente condenables.

—Esos seres deformes son la mejor prueba de lo que siempre dice Neji, ¿verdad? —preguntó Hanabi a su padre una vez que se hizo un largo silencio.

—Así es, esas criaturas son el mejor ejemplo de que el destino sí existe y que no puede ser cambiado. Me gustaría ver a todos esos ingenuos que opinan lo contrario decirles a esos infaustos que pueden ser felices en su condición. Ellos nunca podrán escapar de ese circo ni volverse seres normales aunque lo intenten con todas sus fuerzas. Sus irrevocables destinos serán los de entretener al gentío hasta el fin de sus días.

—¿Entonces yo nunca podré ser escultora por haber nacido mujer? —preguntó una desalentada cumpleañera.

—El destino es inmutable, Hanabi. Si naciste mujer, mujer permanecerás por el resto de tu vida. No puedes cambiar esa realidad, sólo puedes aceptarla. Por lo tanto nunca podrás ser una escultora.

—Qué lástima, yo quería serlo... —dijo tristemente.

Hinata tuvo ganas de decirle que intentara cumplir su sueño de todos modos, mas sabía que Hiashi sólo recalcaría que eso era imposible. Fue entonces que vio, sentado en una plaza y conversando alegremente, a Naruto junto a su único amigo, Shikamaru Nara, mismo que jamás lo discriminó por su condición de huérfano. Aún no podía olvidar cómo ese impetuoso rubio, tan solo unos días atrás, afirmó en plena feria y delante de todos que se volvería un gran guerrero y que lucharía por cambiar las injusticias del mundo. Incluso dijo, con tremenda seguridad de por medio, que en el próximo torneo infantil derrotaría a Neji Hyuga. Conseguir eso asomaba como imposible, pero el solo hecho de intentarlo a Hinata le parecía más que loable. Motivada por Uzumaki y su determinación, necesitó decirle algo a su padre:

—Y-yo creo que el destino no es tan estricto como Neji y usted afirman —dijo al tiempo que su mirada seguía enfocada en su rubia inspiración—. Naruto aseguró que se convertirá en un gran guerrero, que derrotará a Neji y que ganará el futuro torneo de niños. Él cree firmemente que el hado puede ser cambiado.

—Esas son tonterías que sólo un soñador idiota como él puede pensar, ¿o de verdad crees que ese niño enclenque podría derrotar a un Hyuga? —preguntó Hiashi sin imaginarse que, precisamente en dos semanas, Neji perdería ante ese chico al que tanto subestimaba.

—N-no lo sé..., pero me gusta pensar que tiene razón en lo de que el destino puede ser cambiado. Él lo intentará y para mí eso ya es admirable —dijo Hinata queriendo creer eso en lugar de lo que su primo siempre le recalcaba.

—Yo también quiero creer que puedo ser una escultora —dijo una entusiasmada Hanabi.

—Una cosa es creer y otra cosa es que esas creencias se vuelvan realidad. Cuando Neji venza a Naruto se darán cuenta de la realidad —advirtió un Hiashi muy seguro de sus palabras.

De repente se iluminó el cielo producto de un relámpago. Apenas unos segundos después resonó el correspondiente trueno, mismo que erizó la carne de Hinata. Tanto fue el susto que permaneció estática a mitad de la acera, olvidando completamente su capacidad de caminar.

Hiashi observó a su hija favorita, quien, a diferencia de su primogénita, no mostró ningún miedo pese a su corta edad. Lo que reflejaba su semblante era curiosidad más que nada. Sonrió muy orgulloso de ella, aunque cuando su mirada viró hacia Hinata la sonrisa se le borró de inmediato. De buena gana la habría dejado tirada y sola en medio de la calle, pero la de seis años adoraba a su hermana y sufriría mucho si eso sucedía.

—Hinata, ven —la llamó la pequeña castaña apenas la vio patidifusa, comprobando precisamente lo que Hiashi había pensado un par de segundos antes.

—Parece que los dioses desatarán su furia hoy —comentó el adulto sin prestarle atención a la reacción de su hija mayor. Consolarla o apoyarla sólo la haría aún más débil.

La de pelo con tonos azulinos avanzó por fin hasta alcanzar a su hermana y a su padre.

—P-perdón... —se excusó tímidamente—. N-no sé porque, pero me dan miedo las tormentas. M-menos mal que ya falta poco para llegar a casa.

A sus palabras, Hanabi se mofó animosamente.

—Yo soy más pequeña que tú y no les tengo miedo porque soy muy valiente —dijo con una sonrisa orgullosa para luego sacarle la lengua como burla—. ¿Verdad que yo soy más fuerte y valiente que mi hermana? —preguntó a su padre vanidosamente.

—Por supuesto. Tú naciste más fuerte que Hinata y ese destino tampoco puede ser cambiado.

Como solía pasar a menudo, Hiashi no dudaba en convencer a Hanabi de que ella era la única hija que valía la pena. Sin embargo Hinata, inspirada por las palabras de Naruto y la fuerza conque las lanzaba, se atrevió a decir lo siguiente:

—Un día ya no le temeré a las tormentas porque voy a superar ese miedo.

—Para no temerle a las tormentas tienes que sentirte más fuerte que una —contradijo Hiashi—. Y eso en alguien como tú es imposible de conseguir porque eres demasiado emotiva. La sensibilidad y la fortaleza no pueden ir de la mano porque son antónimos.

—Yo creo que sí podrá, papá. Confío en que mi hermana puede conseguir más temple —la defendió Hanabi—. Aunque nunca tanto como yo, por supuesto —aclaró orgullosamente.

—Sé muy bien que tú siempre serás la más fuerte de las dos —reafirmó Hiashi.

Ninguno de los tres allí presentes habría podido imaginar que esas palabras serían puestas a prueba muchos años después. Que Hanabi, en efecto, sería la tormenta que Hinata debería derrotar para alcanzar la anhelada felicidad.


Qué rara era la mente. ¿Por qué había llegado ese recuerdo olvidado justo ahora? ¿Quizás porque este era el momento en que cambiaría su destino? Sí, definitivamente eso tenía que ser: le demostraría tanto a su padre como a su hermana que ella sí era fuerte.

¡Les demostraría que siempre estuvieron equivocados!

Y para hacerlo tendría que jugarse la derrota o la victoria en un movimiento muy riesgoso, pues si su hermana menor sobrepasaba su defensa, si imprimía más fuerza que ella, perdería. Sin embargo, no había vuelta atrás.

La adolescente nunca menospreció a Hinata literalmente, nunca le dijo cosas feas como lo hacía su padre ni la trató de patética, empero, siempre la vio como alguien más débil que ella. Toda la vida la había subestimado y, dejándose llevar por tal sentir, se abalanzó descartando que Hinata fuese lo suficientemente hábil como para ejecutar una trampa o una finta. Así, dio un par de zancadas hacia su hermana atacando desde el desprotegido flanco izquierdo. Tanto Kiba como Hiashi cerraron efusivamente sus puños al ver que el éxito extendía sus alas hacia la castaña. Con una guardia tan desmesuradamente abierta hacia el lado derecho, Hinata no alcanzaría a bloquear. Ese era un hecho ineludible.

La joven adulta, empero, sorprendería a su rival realizando una técnica impresionante para una novata. Al mismo tiempo que Hanabi, ella también se movió hacia adelante para tomar una mejor posición y entonces pasó su katana desde la diestra hacia la zurda, cosa que pilló totalmente desprevenida a la adolescente, pues Hinata siempre fue inútil con la mano izquierda y durante el combate no dio ningún indicio de que eso hubiese cambiado.

Las katanas chocaron, aunque con la gran diferencia de que la menor empleaba ambas manos mientras la adulta sólo sostuvo el bloqueo con su izquierda. Su muñeca aguantó a duras penas el tremendo esfuerzo, pero lo hizo, y cuando la castaña trató de retroceder ya era demasiado tarde: la mano diestra de Hinata le dio un empujón a su hermana menor mientras la pierna derecha la enganchaba desde un tobillo, provocándole un traspié que la envió de trasero al suelo. Había sido un derribo muy parecido al del judo moderno, pero aplicado en el arte de la esgrima. Como acto siguiente la prometida de Sasuke pisó la katana de su rival y, cuando Hanabi quiso reaccionar, la punta del arma de su hermana mayor ya estaba sobre su pecho.

El silencio que se hizo fue absoluto. Ni Hiashi ni Kiba podían creer lo sucedido. Hinata, quien se suponía la más débil de ambas hermanas, había derrotado a Hanabi sin dar lugar a dudas. Lo peor es que no sólo se trataba de una victoria de ella, también era una de Sasuke. Ahora el pelinegro podría arrogarse el derecho de que nadie criticara su enfermiza relación, además de haber dejado claro que era el mejor estratega de los presentes. De hecho, su petición de luchar con katanas envainadas en lugar de varas fue precisamente para que ese movimiento pudiera resultar: el metal le permitiría a Hinata bloquear con una sola mano, cosa que la madera no.

El fracaso era humillante. Inaceptable. Tanto así que Hiashi sintió una intensa rabia contra Hanabi, una furia muy parecida a la que Hinata siempre le provocó. ¿Reaccionaría igual de acusador y prepotente contra su hija favorita? ¿Empezaría a verla como una perdedora igual como hizo con su retoño mayor?

La de catorce años no comprendió lo que recién había sucedido, hasta que, tras varios segundos, finalmente su cerebro logró procesarlo del todo: había caído ante su hermana. Bajó su mirada y dejó caer la parte baja de sus puños contra el suelo, sintiendo ganas de estrellarse la cabeza y de llorar como la niña que todavía era, pero eso haría aún más humillante su derrota. Por unos cuantos segundos fue incapaz de alzar la mirada hacia Hinata. Le dolía demasiado aceptar la derrota, no sólo por su orgullo sino también porque había perdido la posibilidad de recuperar a su amada hermana. Para peor de los males tendría que aceptar la relación que tenía con el asesino de su clan. Chilló de rabia y golpeó el suelo varias veces más con la parte más carnosa de su mano.

Sin que su físico pudiera aguantar más, Hinata se dejó caer de rodillas mientras la katana se soltaba de sus manos. Su respiración continuaba agitada; trató de regularla inhalando y espirando de un modo más lento y profundo. En cuanto supo que sus palabras saldrían de una forma inteligible, le puso una mano en el hombro a Hanabi mientras le decía lo siguiente:

—Perdiste porque tengo la fuerza de una adulta y las extremidades más largas. Lo primero me ayudó a bloquearte con una sola mano y lo segundo me permitió hacerte la zancadilla. Ahora mismo yo tenía la ventaja, pero si ambas tuviésemos la misma edad cualquiera de las dos pudo ganar.

Hanabi por fin irguió su cabeza y apartó la izquierda de su hermana dando un manotazo. Sus ojos exhibían notable rencor.

—Cállate. ¿Crees que necesito palabras de consuelo? ¿Crees que una guerrera necesita eso? No importan las circunstancias, el hecho es que ganaste.

—No es un consuelo, Hanabi, es la verdad.

—No sigas, Hinata —le dijo Kiba en tono de reproche—, sólo le herirás el orgullo. Dale tiempo para asimilar lo que pasó.

A pesar de su gran empatía, o precisamente por culpa de ésta, Hinata pensó que apoyar a su hermana era lo mejor que podía hacer, sin darse cuenta de que ser consolada precisamente por la persona que la había derrotado sólo lastimaría más a su hermanita. Tratándose de una chica tan orgullosa y temperamental como ella, era esperable y hasta comprensible su reacción.

—Oh... —musitó al darse cuenta de cuán certeras eran las palabras de su amigo—. Perdón, Hanabi, yo...

—Sólo cállate —bramó la menor.

Kiba le hizo una señal a Hinata para que se apartara, a lo que ella no dudó en hacer caso. Anheló que el rencor en los ojos de Hanabi pudiese extinguirse pronto. El Inuzuka, entretanto, se acercó a la adolescente y ella, mucho más receptiva con él, permitió que le posara una mano en el hombro y que le dijera palabras de ánimo.

Por su parte Sasuke llamó a Hinata a su vera y abrió sus brazos para recibirla entre éstos. Su musa estaba sudada entera, respiraba agitadamente, el cansancio apenas le permitía caminar, pero había ganado y eso merecía una celebración. Que Hanabi sufriera no podía opacar la felicidad de la victoria, una que tenía el enorme significado de poder estar juntos sin más condenas.

—¿Pero qué pasa, Hinata? —dijo apenas ella llegó a su lado—. Deberías estar alegre, pero tu cara es la misma que esboza alguien que perdió.

—Perdona, Sasuke, estoy muy contenta por dentro, pero no puedo evitar preocuparme por mi hermanita. No me gusta verla así de triste y frustrada.

—Se va a recuperar pronto, ya lo verás. Lo cierto es que Hanabi me ha sorprendido. Pensé que le ganarías más rápido, pero te ha tomado mucho tiempo. A veces hasta temí que fueras a perder.

—Sí, peleó muy bien, pero nunca dejé de creer en mi victoria porque si dudaba habría sido mi fin.

De repente y por sorpresa, Hinata sintió que sus piernas se volvían tan delgadas como un hilo y por ello sintió que iba a darse un costalazo contra el suelo. No obstante, Uchiha la afirmó contra su pecho antes de que sucediese. No se preocupó pues era normal que Hinata, tras ese tremendo esfuerzo físico sumándose a la intensidad de sus emociones, necesitara un soporte tras la batalla. Entonces despejó los mechones que caían por su frente y le dio un dulce beso justo ahí.

—¿Ves que sí podías ganar?

—Tenías razón, lo hice. Me cuesta creerlo, pero lo hice.

—Así es. Le has ganado a tu hermana y le has demostrado a Hiashi de lo que eres capaz. Esos dos nunca podrán olvidar este día.

—Y yo tampoco —terminó sonriendo por fin.

La consiguiente alegría poco tardó en expandirse por sus semblantes. Sasuke le acarició las mejillas en primer lugar, aunque luego sus dedos juguetearon con el azulino flequillo moviéndolo de un lado a otro.

—Hoy acabas de superar tu mayor desafío y no hablo de Hanabi, sino de las inseguridades que acarreabas desde niña. Transferir lo que se aprende durante los entrenamientos a un duelo es mucho más complicado de lo que parece y tú lo conseguiste. Soportaste la presión y alcanzaste el equilibrio necesario para rendir a tu máximo nivel. No sabes cuán orgulloso me siento de ti.

—Fue su entrenamiento, maestro —dijo con una gran sonrisa, que, cosa muy rara en ella, incluso dejó lucir sus dientes—. A partir de hoy siento que mi mayor obstáculo ya no es el resto sino yo misma. Tengo que ganarle a Hinata Hyuga cada día para seguir ascendiendo escalones en el arte del combate.

—Así se habla, mi amor.

Siendo poseídos por la espontaneidad estrecharon sin tapujos el abrazo, queriendo fusionarse al punto de que les dolía no poder hacerlo de verdad. Estaban invadidos por un sentimiento que deseaba estallar hasta tocar las nubes, pues el amor de ambos probó que ni siquiera el rencor sumado de Hanabi y Hiashi era capaz de separarlos.

—Por cierto te ves muy sensual toda sudada —le dijo al oído tras dos conmovidos suspiros—. Te haría el amor ahora mismo...

Hinata, muy fiel a su costumbre, terminó ruborizándose a velocidad relampagueante.

—No digas eso por favor, me pones nerviosa.

Sasuke sonrió para después, utilizando una ternura insólita en él, acariciarle los cabellos y las mejillas. Le sentaba muy bien ser un hombre más dulce, alguien que no temía demostrar sus emociones. Como todo guerrero que se preciara de tal, siempre sostuvo que hacer eso estaba mal, empero, la sola compañía de Hinata le hacía ver que se equivocaba: con ella podía caer en la otredad, ser quien realmente era sin malditas reservas. Y a decir verdad se sentía muy bien ser «otro», tanto que en nada le importaba lo que Kiba o Hiashi llegasen a pensar.

En tanto lo anterior sucedía, la otra cara de la moneda sufría la amarga derrota.

—No puedo creer que perdiera. No puedo creerlo —dijo sintiendo mucha vergüenza por el resultado que obtuvo. No deseaba mirar a Kiba a los ojos y mucho menos hacer eso con su padre, por lo cual sus ojos se mantenían sobre una mata de pasto. Las fuerzas le faltaban hasta para un acto tan simple como ponerse de pie.

Akamaru, a modo de perruno consuelo, empezó a restregar su suave pelaje contra las piernas de la chiquilla a la vez que le lamía el dorso de la mano. Luego se echó a su lado como diciéndole «te acompañaré hasta que puedas levantarte». Hanabi, a sabiendas que el can no tenía culpa de nada, se dejó llevar y le brindó algunas caricias en el lomo. Kiba, por su parte, trataba de animarla también.

—Tu hermana tiene razón: ganó porque tenía ventaja, pero tú diste una grandiosa pelea. De hecho deben haber combatido por una media hora. Fue un duelo estupendo, te lo digo de verdad.

—¿De qué sirve eso?, ¿de qué si termine perdiendo? —cuestionó mientras su diestra se detenía en la oreja derecha del blanco animal.

—Perdiste, sí, pero el duelo estuvo muy parejo y esta derrota te servirá para seguir mejorando. Ya lo verás. ¿Recuerdas cómo Sakura te ganó siempre las primeras veces? Luego te empecinaste en derrotarla hasta que pudiste hacerlo varias veces. Lo mismo sucederá con Hinata, en los próximos combates sé que le ganarás.

—¿Y qué saco con eso si la batalla más importante de todas la acabo de perder? —le preguntó mirándolo con ojos humedecidos.

—A Hinata no la has perdido, ella siempre estará disponible para ti pase lo que pase.

—Pero seguirá con Sasuke, ¿no lo entiendes? Esta era mi oportunidad de romper esa unión maldita y fracasé.

—Pero si de eso se trata ser un guerrero, Hanabi, precisamente de eso se trata.

Ella curvó sus cejas en un claro gesto de extrañeza.

—No te entiendo.

—Sé que es muy duro aceptar una derrota, pero todos los guerreros hemos pasado por ese proceso. Te aseguro que hasta Sasuke perdió combates mientras era un aprendiz igual que tú, pero un guerrero siempre, siempre —recalcó con suprema fuerza— se levanta desde la derrota para hacerse aún mejor. Si te hundes por esto significará que nunca tuviste madera para esto.

Hanabi movió su lengua por delante de sus dientes superiores. Luego suspiró.

—Entiendo lo que quieres decir, pero es que me duele mucho. Debimos estipular la contienda a la mejor de cinco duelos, pero estaba tan confiada en ganar que ni siquiera se me ocurrió.

—De nada sirve llorar sobre la leche derramada, así que enfócate en el presente para hacerlo mejor en el futuro. Las próximas veces derrotarás a tu hermana, estoy seguro porque aprendes muy rápido de tus errores. Sakura sabe eso mejor que nadie.

—No sé, Kiba... —dijo con la voz apagada—, ahora mismo dudo de todo, hasta de mí misma. Hinata siempre fue débil y ahora fui derrotada por ella, eso significa que yo soy incluso más feble que ella. ¿Cómo podré ver a mi padre a los ojos de nuevo? —Le echó una mirada por el rabillo del ojo y comprobó que el semblante del susodicho estaba severamente teñido por la decepción.

—Sácate de la cabeza que Hinata es débil porque ya no lo es. Ha cambiado y eso prueba que la fortaleza o la debilidad no son inmutables. A través del esfuerzo el débil puede convertirse en fuerte y el fuerte, si quiere seguir siéndolo, jamás puede olvidarse del trabajo duro. El mejor ejemplo es Naruto. ¿Recuerdas cómo todos se reían de él porque siempre perdía?

—Sí, lo sé...

—Yo fui el más burlón con él y al final ese maldito me dejó muy atrás —sonrió resignadamente—. Así que anímate, ¿vale? No llores porque esto es sólo un tropiezo en el camino, nada más que eso. —Empleando un cuidado impropio de alguien tan asilvestrado como él, le despejó unas tenues lágrimas apenas visibles.

Hanabi conectó su mirada albina con la negruzca de su amigo. A decir verdad lo que la adolescente más temía era la reacción que tendría su padre, pero Kiba había logrado que ese miedo se redujera drásticamente. Gracias a eso entendió lo importante que era contar con el apoyo de alguien para momentos así de difíciles, cosa que a Hinata le faltó muchas veces, sobre todo en su infancia cuando Neji aún la odiaba. Se sintió bendecida por contar con un amigo como ese hombre, que, aunque muchas veces la sacaba de quicio, en el fondo deseaba lo mejor para ella. Un nuevo par de lágrimas recorrieron sus mejillas, mas ahora no fue por el dolor de la pérdida sino por la gratitud del consuelo...

Aunque eso Kiba no tenía como saberlo.

—Vamos, no llores. Sé que superarás esto porque ya eres muy fuerte para tu edad.

—Ay, no estoy llorando, sólo me entró una basurita al ojo. —Esta vez empleó el dorso de su dedo índice para quitarse las lágrimas por su cuenta.

—Vamos, llorar es normal aunque entiendo el orgullo de negarlo. Cuando me pasaba a mí siempre preguntaba, «¿quién demonios está picando cebolla?».

Hanabi, pese a su abatimiento actual, logró esgrimir una pequeña sonrisa. Definitivamente ese hombre fastidioso siempre sabía qué decir para animarla y la agradable compañía de Akamaru también ayudaba mucho.

Inuzuka, contento al ver que su protegida abandonaba ese estado paupérrimo en que había caído, siguió alentándola. También la impulsó a repasar todos los recuerdos lindos que había vivido junto a su hermana mayor, pues no quería, por nada del mundo, que la derrota calara en Hanabi hasta el punto de engendrarle un rencor contra Hinata. Decidido a perseguir ese objetivo, anunciaría una interrogante relevante.

—¿Sabes, Hanabi? Me gustaría preguntarte algo importante.

—¿Qué cosa? —puso inmediato interés.

—¿Por qué has perdonado a tu padre a pesar de las cosas malas que hizo? Él torturó a prisioneros de guerra, también a la clase secundaria de tu clan, y además tú misma has visto lo mal que siempre trata a Hinata.

La chica de catorce primaveras dio un notorio suspiro.

—Sé que papá ha cometido muchos errores a través de su vida, pero él también tuvo sus propios sufrimientos. Desde pequeño fue criado de un modo muy duro; lo obligaron a respetar a rajatabla las reglas de nuestro clan y que la fuerza es lo más importante que hay en el mundo —Se dio una necesaria pausa, misma que también aprovechó para hacerle una pequeña trenza al largo pelaje de Akamaru—. Sacarse de encima los preceptos que han pasado a través de incontables generaciones del clan Hyuga le es muy difícil y yo no soy quien para juzgarlo. Eso no significa que apruebe las cosas malas que hizo, me duelen de hecho, pero sigue siendo mi padre y sé que me ama.

—La sangre es más espesa que el agua —dijo más para sí mismo que para ella. Luego, al ver la cara interrogativa que esbozaba su adolescente amiga, pasó a explayarse—. Es un viejo dicho que deja claro lo importante que son nuestros lazos familiares. Por lo mismo, ¿me permites obsequiarte un consejo? Te lo pregunto porque de nada sirve dártelo si no estás dispuesta a recibirlo.

—Si viene de ti por supuesto que estoy dispuesta, Kiba.

—Si puedes perdonar a tu padre por las cosas que hizo, haz lo mismo con Hinata.

Se hizo un gran silencio como también una quietud de acciones.

—Tendré que aceptar que esté con ese demonio, pero perdonarla son palabras mayores. Nunca podré hacer algo así mientras siga faltándole el respeto a la memoria de nuestros muertos.

—Honestamente creo que esos dos van a mantenerse juntos pase lo que pase. —Les echó una mirada antes de continuar—. No hay más opción que hacerse a la idea aunque la repudiemos con todo nuestro ser.

—¿Quién sabe? El futuro es incierto y Sasuke puede morir en la guerra o la relación terminarse por lo incompatibles que son ambos. La esperanza es lo último que se pierde y no me puedes quitar eso. Yo todavía creo que ese noviazgo enfermizo puede acabar.

—Apruebo eso, pero por mientras trata de entender a tu hermana tal como lo haces con tu padre. Hinata es una buena persona que no se merece tu rencor. Dirige eso contra Sasuke, jamás contra ella.

Hanabi comprobó otra vez que Inuzuka no era sólo un hombre al que le encantaba molestar. Aunque no lo pareciera, algo de sabiduría había aprendido a través de sus años de vida.

—Muchas gracias por tu consejo, lo aprecio harto de verdad. Te prometo que trataré de anular todo sentimiento negativo hacia ella.

Él sonrió muy satisfecho en tanto Hanabi, ya más compuesta, se ponía de pie por su cuenta tal como debía hacerlo una guerrera. Sin embargo, su renovado temple tendría que pasar por una prueba para subsistir: su padre se acercaba esbozando una mirada tan dura como las que solía darle a Hinata.

La chiquilla dio un suspiro, preparándose a recibir el mismo trato que su hermana mayor. Apretó sus labios esperando escuchar las consabidas recriminaciones, mas nada llegó. Entonces le clavó la mirada y, con todo el pundonor posible, le dijo lo siguiente sin vacilaciones.

—Perdóneme, papá, sé que lo he decepcionado. Entenderé perfectamente si quiere quitarme el apellido Hyuga y entregarle el liderazgo del clan a mi hermana.

Él de cuatro décadas suspiró sonoramente. Tenía muchas ganas de castigarla verbalmente, de enrostrarle lo decepcionante que fue el resultado de su duelo, que más no se podía esperar de una mujer y que le era una profunda desgracia no haber engendrado hijos varones..., pero Hanabi era lo último que le quedaba. Si soltaba su típico veneno ahora, si la criticaba tal como lo hacía con Hinata, terminaría quedándose completamente solo. Aquello lo conminó a quitarle gravedad a lo sucedido. De hecho, a él le resultaba mejor que la pérfida se mantuviese al lado de Sasuke para no verle más la cara.

—No esperaba que perdieras, pero apenas tienes catorce años recién cumplidos y puedes seguir mejorando. Y sé bien que, a diferencia de tu hermana mayor, tú sí honras al apellido Hyuga. Jamás le daría a ella el liderazgo de nuestro clan, mucho menos te desheredaría.

Mientras Hiashi hablaba alzando su voz esperando que Hinata escuchara sus palabras, lo cierto es que ella no le prestaba oídos. Los únicos vocablos que escuchaba eran los de Sasuke, aquellos que la motivaban a ser más fuerte al tiempo que la hacían feliz.

—De nuevo agradezco la fe que pusiste en mí. Gané porque siempre confiaste en mí; gané por la estrategia que tú diseñaste. Gracias de verdad, amor mío.

—El mayor trabajo lo has hecho tú misma, así que siéntete tan orgullosa como yo lo estoy de ti. —Sus manos, a manera de premio, le regalaban un grato masaje en la espalda—. Vas a ser una gran guerrera.

—Pero sin ti no podría haberlo logrado. Tú me hiciste creer en la victoria.

—Porque sabía que tenías el potencial necesario para ganar. —Tres segundos después la besó con una gran ternura. Sin contenerla, sin ocultarla, sin invocar una frialdad artificial—. Te felicito por lo que has conseguido, superaste tus dudas y complejos y eso no es fácil de lograr. Empezaste la pelea como una niña, pero la terminaste como una mujer.

Hinata curvó sus labios ampliamente. Sasuke notó que sus sonrisas empezaban a lucir sus dientes, que ya no tenían la timidez de antes. Eso le encantó.

—Me siento más fuerte y madura, es verdad, pero me pregunto si es verdad algo que solía decir mi padre.

—¿Qué cosa?

—«La sensibilidad no puede mezclarse con la fortaleza. Ambas cosas son antónimas».

—En el pasado yo pensaba igual que él, pero ahora me doy cuenta que fortaleza y sensibilidad pueden convivir perfectamente en el mismo ser. Tú eres la mejor prueba de eso, mi amor.

—Ay... —enrojeció inevitablemente—. ¿De verdad crees eso?

—Por supuesto. Eres tan fuerte que nada puede matar tu forma tan tierna de ser.

—Créeme que ser fuerte nunca matará quién soy... —sonrió—. Y por eso mismo haré esto...

Aunque como futura guerrera no deseaba verse vulnerable, dado que eso podría restarle credibilidad delante de sus familiares, quiso ser ella misma tras ganar una de las batallas más importantes de su vida y, por tal razón, se dejó llevar por su naturaleza sensible: soltó un par de lágrimas. En este preciso momento se sentía tan fuerte que podía permitirse aquello sin avergonzarse.

Uchiha poco tardó en notar que su pecho se humedecía un ápice. En un principio pensó que el sudor facial de Hinata era el causante, mas una corazonada lo llevó a levantarle el mentón.

—¿Y esto? —preguntó desconcertado. Pese a eso, su índice reaccionó rápidamente e interceptó una lágrima antes de que alcanzara la mejilla—. Pensé que estabas contenta.

Asombrando todavía más al pelinegro, ella le sonrió dulcemente.

—Créeme que no son lágrimas de tristeza sino de felicidad porque esta victoria nos permitirá estar juntos sin más condenas. No puedo evitar ser emocional, amor.

Él, desde su estrecha cintura, la atrajo contra sí aún más. Una sonrisa expresaron sus ojos.

—Y no tienes por qué reprimirte —consintió, mimándola sin ningún tipo de bochorno.

Finalmente Hanabi logró reponerse casi completamente y entonces caminó hacia su hermana, a quien veía de lo más acaramelada entre los brazos de Sasuke. Lucía muy frágil, mucho más de lo que su propio concepto de guerrera toleraba. ¿Contra esa mujer que desataba sus emociones sin control había perdido? ¿Contra ella que se refugiaba en los brazos de un hombre como si no pudiese vivir sin él? Todavía le costaba creerlo, aún más aceptarlo, pero lamentablemente para ella así había sucedido. Una mueca de disconformidad se le formó, aunque, extrañamente, su sabor de origen fue cambiando desde el rencor hacia una inusitada envidia. Tardó un poco en notarlo, pero Hinata se atrevía a hacer lo que quizás ella nunca podría: abrazar a Kiba y sentirse apoyada de una manera casi tan cómplice como la que tenía enfrente, aunque descartando, por supuesto, a algo tan íntimo como los besos.

Sólo necesitaba a Kiba como un buen amigo, ¿verdad?

Al quedar a sólo unos pasos de la pareja prohibida, miró a su hermana mayor y alzó su barbilla dispuesta a aceptar la derrota de la forma más honorable posible.

—Hoy fui la vencida, pero eso no significa que me vaya a rendir. Te aseguro que seguiré entrenando como una loca de remate para ganarte en los próximos duelos. No podrás usar el mismo truco otra vez.

—Hanabi, las próximas veces... —No pudo proseguir porque su hermanita la cortó de manera tajante.

—No te atrevas a decirme que voy a ganar porque te odiaré con todas mis fuerzas. Te quiero peleando al quinientos por ciento igual que ahora. Prométemelo o jamás te lo perdonaré.

—Está bien, Hanabi. Las próximas veces lucharé dando mi máximo tal como ahora. Es una promesa.

—Todavía tengo un gran margen de mejora y entonces demostraré que yo soy la más fuerte de las dos. Tú ganaste sólo porque tienes ventaja en fuerza y alcance, pero nomás deja que termine de desarrollarme. Ya no tendrás a la adultez de tu parte.

—Exactamente —apoyó Hiashi inmediatamente. Alzó la voz para hacerse escuchar desde la posición más lejana en que estaba—. Hanabi perdió sólo por ser menor que Hinata. Sin esa ventaja el resultado habría sido muy distinto.

—A la edad de Hanabi yo ya mataba a guerreros de dos metros de alto o incluso más sin ningún problema —irrumpió un sentencioso Uchiha—. Si ella fuese realmente más fuerte que Hinata habría ganado sin importar las circunstancias, pero ya vieron lo que pasó —añadió con el orgullo desbordándosele por cada poro.

—Aunque nos pese, todos aquí sabemos que eras un prodigio tan hábil como Naruto —replicó Kiba—. Sin embargo, Hanabi apenas lleva tres meses entrenando, nunca ha estado en ningún ejército, es del sexo débil y apenas tiene catorce años recién cumplidos y, aun así, te ha demostrado el tremendo potencial que tiene.

—Ibas muy bien, Kiba —dijo la castaña—, pero lo de «sexo débil» puedes metértelo por donde mejor te quepa.

—Perdón, es la costumbre —respondió el amigo de Akamaru mientras exhalaba culpabilidad, pues la jovencita, durante las habituales discusiones en que la guerra de los sexos era el tema principal, ya lo había aleccionado respecto a nunca usar ese ofensivo término—. El caso, Uchiha —lo miró a fin de retomar lo importante—, es que no puedes comparar a Hanabi contigo cuando han tenido tiempos de entrenamiento radicalmente distintos.

—Hinata se arriesgó con su último movimiento porque sabía que de seguir así perdería —añadió el cuarentón de larga melena—. Se notó claramente que mi hija menor tiene más resistencia al cansancio.

—Esas son sólo especulaciones para consolarte —espetó Sasuke con su altanería de siempre—. El hecho es que tu hija favorita perdió te guste o no. Si tanto criticaste a Hinata por no cumplir su palabra, imagino que tú no faltarás a la tuya. Aunque te duela hasta las entrañas, Hinata se ha ganado tu respeto.

—¿Por qué tendría que cumplir lo que dije cuando ella no cumplió lo que prometió?

—Nadie te obligará a aceptar que menospreciar a Hinata fue un grave error. Si no quieres allá tú, pero no tienes ninguna razón válida para hacerlo salvo que te hiere el orgullo reconocer la verdad. Hinata rompió su promesa por amor, ¿pero qué excusa tienes tú? Absolutamente ninguna.

Hiashi tensó sus mandíbulas. Iba a contestar algo para no dejar a Sasuke con la última palabra, pero alguien se le adelantó.

—Voy a cumplir lo que prometí y sé que mi padre también lo hará —intervino la chica de menos edad—. No obstante te dejaré algo claro, Uchiha: que haya perdido esta vez no significa que mi hermana ganará los duelos siguientes. Sakura también me venció muchas veces, pero después logré triunfar en varios combates.

—Dudo mucho que alcances el nivel de Hinata, pero, incluso si pudieses ganarle todos los combates que vengan, el más importante de todos lo perdiste y eso jamás cambiará, cuñadita. —La última palabra la lanzó para provocarla, lo cual surtió pleno efecto: Hanabi apretó sus dientes al tiempo que daba un gruñido.

—No te atrevas a llamarme de esa manera de nuevo —advirtió amenazante—. Poco me importa que termines casándote con mi hermana, nunca me consideraré como cuñada tuya, jamás de los jamases. Y no creas que por aceptar tu relación con Hinata significa que olvidaré mi venganza contra ti, eso nunca lo prometí. Mi meta de matarte sigue incluso más firme que antes.

Hanabi no tenía modo de saberlo, pero Sasuke admiró su temple. El guerrero perfecto no tuvo dudas de que esa chica se convertiría en una espadachín extraordinaria si la venganza seguía guiando sus pasos. Él era la mejor prueba de eso y, hasta cierto punto, se veía reflejado en ella.

—Te entiendo perfectamente porque yo sentía lo mismo que tú respecto a los Hyuga. La venganza es tu derecho así como también fue el mío. Sin embargo, te advierto que cuando me ataques tendrás que atenerte a las consecuencias porque yo me voy a defender. Trataré de no hacerte daño para que Hinata no sufra, pero si terminas perdiendo una mano no me eches la culpa. Y la misma advertencia va para ustedes dos —miró a Hiashi y luego a Kiba—, pero con la diferencia de que con ustedes no tendré piedad alguna. La señora Muerte los recibirá sin desvíos.

—Sasuke...

—Así son las cosas, Hinata. Y lo mejor es dejarlas claras desde un principio.

—¿Perder una mano? —cuestionó Hanabi—. Incluso si muero no me importaría si eso significa tu deceso, Uchiha Sasuke.

Kiba y Hiashi también dijeron lo suyo.

—Ya no peleen por favor —solicitó la que tenía la voz más suave de todos los presentes.

—Y tú, Hinata, no te creas la gran cosa por haberme ganado un solo duelo. Te aseguro que Sakura te derrotaría sin dificultades. Es más fuerte y rápida que tú —le indicó tranquilamente, ocultando su rabia interior a fin de sonar más objetiva—. Y lo sé muy bien porque ya he luchado contra ambas. Si la enfrentas te aplastará —sentenció mostrando una tremenda seguridad.

—Si es así no me dolerá. Créeme que me alegraría mucho por ella y la felicitaría de todo corazón por su gran habilidad.

Hanabi abrió sus ojos, quedó muda, suspiró; todo de forma secuencial. Para bien o para mal Hinata siempre sería así: generosa con el prójimo a un nivel que costaba mucho entender. De repente sintió que su ira se desvanecía del todo y que, como resultado de eso, una sucesión de recuerdos bellos con su hermana mayor le invadían la mente. Por tal razón se decidió a eliminar su agresividad, pues ella no se la merecía. Aunque le dolía como fuego que estuviese con Sasuke, seguía amándola muchísimo.

—En fin... —La adolescente bajó el volumen de su voz hasta parecerse al conciliador de Hinata—. Estoy agotada física y mentalmente. No quiero seguir pasando malos ratos —añadió mientras dirigía su cara hacia Sasuke. Éste, a su vez, decidió dominar su lado contencioso gracias al nuevo tono empleado por ella.

—¿Qué harán ahora? —preguntó Hinata viendo a Hanabi y luego a Kiba. A Hiashi, en cambio, lo ignoró por salud mental.

—Nos vamos lejos, hacia las naciones de occidente. Para ser sincera creo que no nos volveremos a ver hasta dentro de muchos meses.

Hinata dio su aprobación asintiendo con un movimiento de testa.

—Te extrañaré un montón, pero entiendo que te marches lejos. Este no es nuestro país y ahora mismo hay una guerra civil en curso.

—De hecho tú deberías venir con nosotros porque ir de regreso te significará un gran peligro. Después, si quieres, te reúnes con Sasuke de nuevo —lo dijo con evidente molestia.

—Acompañaré a Sasuke, hermana. Sé que todavía no tengo el nivel para luchar en una guerra, pero al menos puedo colaborar llevando agua y comida a los soldados. Además quiero que Sakura sea mi compañera de entrenamiento.

Hanabi suspiró mientras hacía una mueca desaprobatoria.

—De todos modos entrar a la ciudad es imposible —replicó Kiba—. Hidan está comandando un asedio y Sasori está buscándote a ti —miró a Sasuke— y a Ino por todos lados.

—Ya tenemos planes preparados de antemano respecto a eso —dijo el pelinegro general con toda seguridad—. Romper el asedio no será tan complicado como piensas.

—Ino nos dará información en un lugar secreto para ver cuál es la mejor medida a tomar —añadió Hinata.

—Si no les molesta quisiera ir con ustedes entonces —propuso Inuzuka—. O por lo menos díganme el lugar secreto para reunirme más tarde. Si optan por acabar con el bloqueo quiero ayudar.

—¿Qué dices, Kiba? —preguntó una alarmada Hanabi, imprimiendo un tono más alto del normal. Hiashi, por su parte, destelló silente curiosidad.

—¿Y por qué deseas luchar a favor de mi rebelión? —cuestionó Sasuke, tan suspicaz como siempre.

—Un guerrero no sirve de nada sin una batalla que pelear. Por eso mismo, al igual que Naruto, quiero colaborar con el derrocamiento del maldito Danzo.

El Uchiha y el Inuzuka cruzaron potentes miradas. El joven general sabía que el líder de los Lobos de Hierro era muy inferior a él respecto al combate, pero tras sus palabras lo consideró a su altura en lo concerniente al coraje. Sin embargo, ¿podría confiar en su honor? Si se descuidaba era factible recibir un ataque traicionero por la espalda o, peor aún, mientras dormía. Aunque Hinata vigilara con ahínco, si alguien como Kiba estaba cerca podría esquivarla fácilmente.

—Debes estar loco si realmente quieres luchar a favor de Sasuke —interrumpió la menor los pensamientos del pelinegro.

—Harías bien en recordar que esta nación ni siquiera es nuestra —añadió Hiashi—. Si ambos bandos se destruyen sería el mejor destino de todos.

—Mi papá tiene razón, Kiba.

—No para mí —refutó muy seguro—. Naruto está peleando ahora mismo y, ya que encontramos a Hinata sana y salva, no puedo dejarlo solo porque es mi amigo y compañero. Esta es mi oportunidad para acabar con los responsables de que nuestra patria fuese destruida: Danzo Shimura y sus partidarios.

—¿No te das cuenta que ayudarás a Sasuke en convertirse en rey? —repuso Hiashi—. Él será incluso peor que Danzo.

—Que Kiba participe o no participe en la guerra me da exactamente igual —intervino Uchiha—, pero sí te puedo decir que lo que menos me interesa es el trono. Tienes mi palabra al respecto.

—¿Y quién sería el monarca entonces? —cuestionó poniendo en duda las palabras recién recibidas.

—Ino es la más capacitada para ejercer el cargo.

—¿Una mujer como gobernante? —interpeló Hiashi, dejando claro en su tono cuánto le sorprendía lo dicho—. ¿Una reina sin un rey que la sostenga?

—¿Y por qué no? Ella ya ha demostrado de sobra sus cualidades. Es equilibrada: piadosa con quien lo merece e inmisericorde con quien no, así que no cometerá los graves errores de Hiruzen. Si él hubiese matado a Danzo en vez de exiliarlo cuando intentó derrocarlo la primera vez, nada habría pasado entre nuestros clanes. —Su vista se paseó lentamente desde Hanabi hacia Hiashi—. Además Ino es fuerte, inteligente, astuta, respetada; puede ser mejor que cualquier soberano varón. Si Cleopatra pudo, ¿por qué ella no?

Nadie tuvo objeciones a los argumentos del Uchiha. Después de todo, y gustase o no, tenía toda la razón.

—Bien, aquí nos separamos —anunció Sasuke ante el silencio formado. Después le echó una mirada a Kiba—. Si quieres unirte a la guerra serás bienvenido, pero con Hinata y yo no viajarás.

—¿Por qué no?

—Simple y llanamente porque no confío en ti. Prefiero ahorrarme un ataque letal mientras duermo.

Kiba se tomó mal lo dicho. Su gesto antes relajado pasó a endurecerse de inmediato.

—Te odio cómo no tienes idea, pero no soy un cobarde como para hacer algo así.

—Puede ser —aceptó a medias—. Tuve buenas referencias del honor de ti y de tu legión, pero aun así prefiero no correr riesgos. Además te informo que Orochimaru puede andar rondando por estos lares. Sería mejor que acompañaras a la mocosa y a Hiashi para asegurarte que lleguen a salvo a la antigua frontera.

—Es cierto —agregó Hinata—. Andaba con trece hombres cuando lo encontramos. Ahora deben quedar cinco, pero es muy probable que se junte con más secuaces —advirtió.

—En ese caso acompañaré a mi protegida. —A Hanabi le gustaba cuando Kiba le decía así, tanto que debió reprimir una sonrisa para no demostrarlo. Aquel vocablo sonaba mucho mejor que el de «niña»—. Sin embargo, díganme dónde está el lugar al que debo llegar más tarde. Participaré en la guerra sí o sí.

Uchiha fue hacia Shakma, extrajo un mapa hecho por los mejores cartógrafos del reino y le indicó un punto ya marcado a Kiba. Como dudaba que pudiera orientarse lo suficientemente bien, le entregó el pergamino sin que mediasen más palabras.

Después de algunos comentarios más, llegó la hora de la inevitable separación. Justo en ese momento una fina llovizna decidió acaecer.

—Hanabi, Kiba, cuídense mucho por favor. Y usted también, padre.

El último aludido nada dijo y el segundo le dedicó unas amigables palabras. La primera, en tanto, se puso a unos centímetros de su hermana dispuesta a soltar una pregunta que necesitaba liberar. De no hacerlo se le terminaría quemando el alma.

—Quiero que me respondas algo, Hinata, porque muchas veces dudo que estés en tus cinco sentidos.

—Créeme que estoy plenamente consciente de mi persona y de mis decisiones.

—¿De verdad es posible amar a alguien que tanto daño hizo a nuestra familia? —preguntó lanzando una nueva mirada de rencor contra Uchiha.

Hinata apretó sus labios hasta el punto de volverlos casi tan blancos como su piel. Luego cerró los párpados y, cuando los abrió de nuevo, tenía escrita una mirada de resignación.

—Aunque no quiera, aunque trate de odiar a Sasuke para olvidarlo, las heridas que me hizo sangran amor en vez de rencor. No puedo evitarlo, hermana.

Hanabi formó una mueca mientras su pecho se hinchó y deshinchó en cuanto soltó un sonoro suspiro.

—Ya veo.

La joven adulta notó su decepción, pero, por lo menos, agradeció que esta vez no la criticara explícitamente.

—Sé que Sasuke y yo jamás olvidaremos el pasado —dijo la que era más alta—, ¿pero quién sabe? Si ambos estamos dispuestos a perdonarnos día tras día quizá nuestra relación perdure por siempre.

—Él no tiene nada que perdonarte a ti. Absolutamente nada.

—Sí lo tiene porque fui una ignorante desidiosa que nunca trató de cambiar las cosas más injustas de nuestra familia. Además tú sabes que los hijos también deben pagar por los pecados de los padres; esa es la regla entre clanes.

—En fin, enfrascarnos en un debate sería una pérdida de tiempo por nuestras perspectivas tan opuestas —dijo para cerrar el asunto—. De todo corazón te deseo mucha suerte, Hinata. —La aludida por primera vez sintió que ningún rencor yacía en sus palabras. Sus ojos tampoco parecían contaminados.

—Gracias, Hanabi —sonrió levemente—. ¿Puedo darte un abrazo de despedida?

La chiquilla se tomó varios segundos para pensarlo. El orgullo, como siempre, la impulsaba a dar una respuesta negativa a pesar de que no sabía cuándo volvería a ver a su hermana mayor. Dudó entre ser afectuosa o desabrida, imponiéndose al final la última cualidad. La explicación la daría ahora.

—Si dudo tanto es porque todavía no me siento preparada para eso. Me sería incómodo.

—Oh..., lo entiendo, no te preocupes —dijo tan empática como siempre. Tuvo claro que Hanabi necesitaba más tiempo de asimilación para todo lo sucedido recientemente.

Por la respuesta obtenida, el semblante de la menor se relajó. No iba a darle un abrazo, pero a cambio estiró su mano diestra a fin de estrechar la de Hinata. Ésta no dudó en corresponder la señal de respeto.

—Cuídate mucho, hermana.

—Tú también, Hana.

Unos cuantos segundos después, Hinata contempló como sus seres queridos se alejaban de ella entre la llovizna. Esperaba volver a verlos más pronto que tarde, pero, incluso si su esperanza demoraba en cumplirse, estaba conforme conque su hermana no la criticase como antaño. Además su padre no le arrojó ningún menosprecio como solía hacerlo. Eso ya era un avance.

—Cuídense mucho por favor —les pidió a todos en la lejanía, sin que pudiesen escucharla ya. La emotividad la acosaba, mas, dando un suspiro mientras tomaba la mano de Sasuke, se dio la media vuelta y miró hacia delante. Ellos tenían su camino y ella también debía recorrer el suyo.


Siete días después del adiós, Hinata y Sasuke atravesaban un erial lleno de barro, mismo que se había formado por muchos sectores gracias a las lluvias de otoño. El guerrero maniobraba hábilmente a Shakma en diferentes direcciones, esquivando las pozas y dirigiéndolo hacia los lugares en que la tierra lucía más compacta. Aquello llamó la atención de Hinata, quien, tan curiosa como siempre, lanzó una pregunta.

—Sasuke, ¿manejar un caballo es difícil? Me gustaría aprender a hacerlo.

—Cabalgar hasta un niño puede hacerlo, pero galopar es más complicado. Eso requiere más práctica.

—He visto que cuando quieres avanzar de frente abrazas con tus piernas a Shakma, cuando quieres que se detenga jalas las riendas hacia atrás, cuando deseas doblar tiras las riendas hacia el lado al que virarás y cuando necesitas que dé media vuelta haces lo mismo que lo anterior, pero mantienes tensas las riendas hasta completar el giro.

—Te felicito —dijo animadamente—. Eres muy observadora, pero hay otros detalles importantes que también debes tomar en cuenta.

Así, mientras evadía los charcos, comenzó a explicarle muchas cosas respecto a la equitación, mismas que a Hinata le encantó aprender. Sin embargo, a pesar del sinfín de consejos recibidos aún no estaba conforme.

—¿Y para disparar flechas galopando como lo hace lady Ino?

—¿En serio aspiras a eso? —dijo muy sorprendido.

—Sí, me gustaría mucho.

—Yo preferiría que no. Hay gente que se ha caído galopando y por ello murieron o quedaron paralíticos. Son casos muy raros, excepcionales, pero han pasado y seguirán pasando.

—Entiendo eso, ¿pero si lady Ino pudo lograrlo por qué yo no?

Sasuke sonrió. Hinata empezaba a tener mucha confianza en sí misma. Al parecer su victoria ante Hanabi comenzaba a deshacer todas sus inseguridades acarreadas desde la infancia.

—Para galopar mientras te mantienes erguida con un arco y una flecha entre las manos se necesita un equilibrio a toda prueba. Constantemente tienes que maniobrar al caballo sólo con tu cuerpo, cargar las saetas, apuntar y disparar correctamente; todo al mismo tiempo. No exagero si te digo que eso toma varios años de práctica y de compenetración con tu corcel. Por ejemplo yo me considero un gran jinete, pero aun así no podría alcanzar el nivel de Ino.

—Tienes razón —aceptó al darse cuenta de que volverse una experta en montar era más difícil de lo que parecía—. Entiendo que debe ser muy complicado lo que ella hace, pero por lo menos me gustaría aprender a cabalgar. ¿Me podrías enseñar, amor?

—Por supuesto, pero hay que ir por prioridades. Ten presente que eso requiere tiempo y ahora mismo lo importante para ti es ganarle a la pelirrosa.

—Ay, creo que ese duelo será más difícil que el de Hanabi. Sakura ya es una adulta y tiene a la fuerza de su parte.

—La fuerza es sólo un factor más en el combate, podrás ganarle si la superas en técnica y velocidad.

Siguieron hablando de amena forma hasta dejar atrás al barrizal. Fue entonces que Hinata, al divisar en el horizonte un bosque, obtuvo una sensación distinta que le erizó los vellos instantáneamente. Supuso que el causante debía ser el frío viento otoñal, pero algo en su interior, una especie de sexto sentido, la avisaba que no se trataba de eso.

—Detén un momento a Shakma por favor.

En primer lugar Sasuke cumplió lo pedido y en segundo preguntó el por qué.

—No logro ver nada anormal —contestó ella—, pero por alguna razón me siento intranquila.

—¿Tienes un presentimiento?

—Creo que sí.

Muy sorprendido, Uchiha se ladeó para verla fijamente hacia atrás. No obstante, le dio la orden a su caballo de proseguir como si tuviese la seguridad de que nada peligroso ocurriría. Ello extrañó a Hinata, pues su prometido solía ser muy cauto en cuanto ella sentía algo raro en el ambiente.

—¿No crees que puedan haber tropas enemigas cerca? —preguntó Hinata.

—Lo dudo mucho. Aún estamos muy lejos de la ciudad base.

Viendo que el pelinegro lucía muy seguro, Hinata no tuvo ánimos de replicar. No deseaba ser tomada como una miedosa alharaquienta, mas, a cada paso que daba Shakma, mayor se volvía la extraña opresión que se depositaba en su pecho. De pronto, casi sin darse cuenta, el bosque que estaba en la lejanía pasó a estar en la cercanía. Entonces tuvo la intensa necesidad de ser abrazada o, en su defecto, de abrazarse a sí misma.

—¿Tendremos que pasar por ahí? Adentrarme en este lugar me da mala espina.

—¿Por qué? —preguntó Sasuke volviendo su cariz más circunspecto.

—No lo sé..., es como si mi cuerpo, mi alma, mi ser en sí, detectara que algo no está bien por aquí. Sé que suena muy raro, pero como yo siempre he sido sensible hay cosas que me llegan más.

—¿Qué es lo que detectas? —cuestionó con un interés incluso mayor al de antes.

—No sé cómo describirlo. Es como si hubiese algo distinto en el aire, como si aquí estuviera a punto de suceder algo o que pasó algo. ¿Nunca has sentido que un lugar te genera malas vibras en el cuerpo? ¿Cómo que el ambiente está enrarecido por alguna misteriosa razón?

—La verdad es que no.

—A mí sí. Pocas veces, pero me ha pasado.

—¿No crees que obtienes esa sensación porque el aire está más denso y frío?

—No se trata de eso, amor. No sé como explicarlo bien, pero es algo que va más allá de como esté el ambiente. Es como si existiera algo invisible que te hiciera palpitar el corazón más rápido, algo que te genera un nervio distinto, como si supieras de algún modo que algo anda mal aunque no hayan causas aparentes.

Uchiha detuvo al caballo y giró su cuerpo un poco para verla por encima del hombro.

—¿Es como lo que percibías antes de ver a los espectros de Jiren?

—Ahora que lo dices es muy parecido. —Nerviosamente, movió su cabeza de arriba hacia abajo—. Puedo detectar un ambiente tenebroso por aquí, algo que me cala los huesos vívidamente.

El general tiñó sus ojos de expresivo asombro, algo muy significativo tratándose de alguien que pocas veces padecía esa emoción.

—Shakma igual está un poco nervioso —dijo Uchiha tras ponerle más atención unos segundos—. ¿Te das cuenta que le cuesta quedarse quieto? —señaló los pequeños pasos que estaba dando sobre un imaginario círculo—. Eso es raro en él.

—Los animales tienen un sexto sentido que a nosotros nos falta. Quizá deberíamos ir por otro camino...

—Este bosque es gigantesco, así que tardaríamos mucho más en llegar si lo bordeamos. De todos modos me iré mucho más lento por precaución. Si tus ojos logran ver algo avísame de inmediato. No te preocupes porque conozco esta floresta como la palma de mi mano, por lo mismo ubico muchas vías de escape.

—De acuerdo.

Siguieron hasta quedar a un par de pasos de los árboles, los cuales dejaban la amplitud necesaria para que Shakma pudiese andar a sus anchas. Aun así Hinata seguía inquieta, ya que este bosque le generaba algo muy distinto a los demás que conoció. A ella le gustaba lo boscoso, la madre naturaleza en sí, pero no podía sacarse de encima la sensación de que en este sitio había una especie de energía negativa.

Sasuke hizo que Shakma se adentrara a paso mucho más lento del normal e incluso se detenía de vez en cuándo para formular a Hinata la siguiente pregunta: «¿Ves algo anormal?». Ella contestaba que no aunque sin dejar de lado un semblante plagado de preocupación. Así, continuaron avanzando mientras algunos cuervos los miraban desde las alturas. Malos augurios se atribuían a tales aves, pero Sasuke, siempre escéptico, tranquilizó a Hinata diciéndole que esas creencias eran absurdas y propias de gente inculta. Finalmente, tras muchos minutos, la fémina hizo saltar sus ojos cuando vio algo que resaltaba entre la tierra.

—¿Qué es eso? —preguntó alarmada. Entre una gran cantidad de hojas caídas por culpa del otoño, podía vislumbrarse, de manera escasa, una especie de estructura marmórea—. ¿Qué hace algo así en medio de un bosque? —añadió con un profundo tinte de asombro en su voz.

—No te preocupes, es algo muy conocido por mí —contestó con una tranquilidad a toda prueba—. ¿Logras ver algo más aparte de eso?

Hinata, recordando por fin que iba a ser una guerrera, se irguió un poco más sobre el lomo de Shakma y se dio el tiempo de escrutar ávida y pacientemente. Nada halló y así se lo informó a su prometido. Éste prosiguió el rumbo hacia aquella estructura desconocida y finalmente quedaron justo en frente. Las desteñidas hojas cubrían casi todo el mármol, pero no era necesario que estuviese descubierta para que Hinata entendiera que se trataba de una lápida.

Uchiha desmontó, se acuclilló y quitó las hojas con sus manos. Hinata también bajó del corcel y fue entonces que vio, en una placa de bronce pegada al concreto, unas letras escritas que la hicieron abrir los ojos efusivamente. Y aquello se incrementó aún más cuando toda la frase quedó al descubierto:


Creyeron que mataban a mi clan.

Pensaron que nos harían caer en el olvido.

Juraron que aquí enterraban a los Uchiha para siempre.

Pero lo que hacían era enterrar una semilla...

Una semilla de venganza.


Por debajo, incrustada en el metal, estaba la firma del hombre que amaba. Entonces un escalofrío recorrió a la mujer, quien necesitó enviar su vista hacia él con los ojos más que abiertos.

—Aquí fue... —No pudo continuar lo que pretendía decir. Su lengua parecía haberse enredado de una extraña manera.

—Sí. Aquí es dónde Itachi se separó de mí —confirmó los pensamientos de su musa. Luego miró hacia un lugar que un par de árboles impedían ver, pero que él lo tenía muy claro en su mente—. Por allá, en el flanco derecho, fue donde murió mi madre. Y más allá, en la misma dirección, murieron mi padre, mis tíos, mis primos, mis abuelos.

Se hizo un notorio silencio que nada tenía que envidiarle al vacío del espacio.

—Justo tras ese árbol que aún sigue en pie —indicó con el dedo— es donde me escondí para que tu clan no me atrapara. Ahora, después de tantos años, el pantano se ha empequeñecido gracias a que el bosque ha ido ganando terreno.

Hinata enmudeció por larguísimos segundos. Se dio el tiempo de imaginar lo sucedido, lo cual le provocó una seguidilla de suspiros.

—Entonces el mal presentimiento que tenía...

—No sé cómo lo haces, pero sí; probablemente, e incluso tantos años después, detectaste algo relacionado con la tragedia que pasó aquí, allá y acullá.

La penúltima vocal conquistó los labios de la fémina mientras un estremecimiento sacudía el resto de su cuerpo.

—O quizás fue tu semblante, tu propia energía, lo que me indicó eso...

—Sea como sea tienes un don especial, Hinata, algo que nadie más tiene.

Ella asintió al convencerse de que eso era cierto. Luego dio unos suspiros rellenos de pesar, pues, gracias a su habitual empatía, volvió suyo el sufrimiento de Sasuke. Éste, notando aquello, pasó a explicar el porqué pasaron a visitar este lugar.

—Amor, no te he traído aquí para que te sientas triste o reprocharte por lo que hizo tu clan. —La tomó de las manos cariñosamente, cosa que sorprendió a Hinata en demasía. En este sitio habían muerto los Uchiha, por lo cual pensó que el rencor volvería a reflotar en Sasuke—. Si estoy aquí es porque deseo cerrar contigo el ciclo de venganza que ha consumido mi vida desde niño. Todo mi odio contra los Hyuga se inició en este bosque y me parece significativo que justo aquí se termine.

Hinata notó que la grave y varonil voz de su amado se volvió un poco más aguda por causa de la emoción. Sus dos manos se entrelazaron con las de Uchiha, acariciándoselas sentidamente. Pensó en agregar algo a través de palabras, mas no supo qué decir realmente. Sólo esperaba que ese contacto de manos fuera lo suficientemente expresivo para demostrarle lo que estaba sintiendo.

—Jamás supe que pasó con los cadáveres de los míos, pero justo en los albores de la guerra hice este cenotafio para recordarlos tanto a ellos como a mi venganza. Ahora junto a ti, una descendiente del clan Hyuga, quiero dejar en claro que ni a ti, ni a Hanabi, ni a Hiashi, les haré daño. Mi odio contra tu clan se ha acabado, el único que persiste es el que tengo contra Danzo Shimura. Y eso fue porque tú me enseñaste que el odio podía dejarse atrás; tú eres la prueba de que sí es posible. Por eso también quiero pedirte perdón de nuevo por todo lo que hice contra los tuyos.

—Sasuke..., aunque sea difícil yo logro comprenderlo. Creo que cualquiera habría enloquecido de odio al vivir algo así. Yo también me disculpo de todo corazón por lo que hizo mi clan. La decisión correcta era oponerse a lo que pretendía el rey.

—Eso ya no importa. —Le besó la frente dulcemente—. Tras irnos de aquí nunca más volveré a mencionar esto porque no te traje a este lugar para recordar el pasado, sino precisamente para dejarlo atrás de forma definitiva. Sé que el camino para lograrlo será muy difícil, lento y complejo, pero, en este bosque tan significativo para mí y delante de la última reminiscencia de mi familia, te juro que lucharé para ser el mejor hombre posible para ti. Lo que más anhelo es cuidarte como esposa y única dueña de mi corazón.

—Sasuke..., me dejas sin aliento. Sabes que mi máximo sueño es estar contigo eternamente, pero no sé si tus familiares estarán felices de que unas tu vida a la de una Hyuga... —Miró hacia el cenotafio para luego bajar su cabeza por causa de la pena.

—Sé que al ver tu bondad ellos no se opondrían. —Se la alzó tomándola desde el mentón.

—¿De verdad lo crees?

—Estoy muy seguro —dijo al tiempo que lo reafirmaba con un movimiento de cabeza—. Por eso mismo me gustaría mucho que, delante de sus memorias, aceptaras mi petición de matrimonio formalmente.

—Por supuesto que acepto, mi vida —respondió mientras le besaba el dorso de la diestra. Sus ojos estaban a punto de soltar un par de emocionadas lágrimas—. Estoy convencida de que nuestro amor sanará todas las heridas que hubo entre nuestros clanes, que ambos, con la ayuda del otro, viviremos sin culpas lo que sentimos. Si nos esforzamos alcanzaremos la felicidad por más imposible que les parezca a todos los demás. Por eso acepto casarme contigo, Sasuke Uchiha, y lo hago porque deseo estar a tu lado eternamente.

Para el varón aquellas palabras fueron como un día de primavera en medio del más gélido invierno o como una grata lluvia entre las brasas del averno, provocándole una exaltación emocional que aceleró sus latidos como si de pronto le hubiese aparecido otro corazón. Motivado por tanta intensidad, estuvo a punto de estrujarla entre sus brazos con fuerzas desmedidas, pero alcanzó a contenerse a fin de no incomodar siquiera un apice a su futura esposa. Deseaba tratarla con la misma delicadeza que a un ángel, pues tal condición le confería.

Mientras tanto, un alborozo inconmensurable pareció envolver a Hinata. Abrazándose a su hombre sin restricciones, se imaginó un bello vestido de novia lila con un velo de seda transparente que no ocultara la felicidad yacente en sus ojos y, como guinda de la torta, un arreglo de flores hecho por Ino y su buen gusto. Esa visión, causada más por su alma que por su mente, la hizo sentirse entre las estrellas. Y aquello se incrementó todavía más cuando él la besó con una sorprendente dulzura.

Así, a través de sus labios, sellaron el compromiso que les permitiría cumplir la ansiada meta que asomaba como imposible: amarse aunque el destino y todo el mundo estuviese en contra.


El sexteto de viajeros conformados por una adolescente, un veinteañero, un cuadragenario, un perro y dos caballos, llegó a los inicios de una floresta lo suficientemente espaciosa como para que los últimos animales pudieran atravesarla.

Kiba, como solía hacer regularmente cada vez que llegaban al inicio de una zona boscosa, se bajó del que ahora era su corcel, se arrodilló, cerró los ojos y, tal como si fuera un rezo, le pidió permiso al espíritu del bosque para que sus acompañantes ingresaran y salieran sin percances. Se consideraba un hombre muy conectado a la naturaleza, por lo cual siempre le daba a ésta el respeto que se merecía. «Si respetas a la madre tierra, ella también te respetará a ti», era el lema que más de una vez le había dicho a Hanabi, quien, aunque no empleó el mismo modo ritualista que su protector, pronunció internamente las mismas palabras que él le había enseñado.

—Bien —dijo una vez que finalizó al tiempo que se ponía de pie otra vez—, creo que a partir de aquí ya no existe el riesgo de que Orochimaru y sus hombres puedan aparecer. De todos modos les dejaré a Akamaru para que les prevenga de cualquier peligro. Ya han visto el grandioso rastreador que es, así que no tengo dudas de que todo andará bien.

—¿De verdad piensas irte? —preguntó Hanabi sin ocultar un tono de aflicción.

—Tengo que hacerlo.

La de pelo café iba a iniciar un argumento que lo hiciera retractar esa decisión que le parecía absurda, mas Hiashi se lo impidió.

—Kiba, si realmente regresas intenta seducir a Hinata.

—¿Qué? —dijeron tanto Kiba como la adolescente, aunque la voz de la última fue la que sonó mucho más alto.

—¿Sabes lo que es seducir, no? —cuestionó el que había lanzado tal idea.

—Claro que lo sé, ¿pero seducirla para qué? Yo quiero a Hinata como una amiga, no me interesa como pareja —le aclaró al otrora general.

—¿No te das cuenta del por qué? —cuestionó como si se tratara de algo muy obvio—. Para quitársela a Sasuke y que él sufra mucho por ello.

—¡Pero, papá! ¿Cómo se le ocurre plantear algo así? ¿Está loco? —espetó una castaña severamente molesta.

—Hanabi tiene razón —dijo Kiba creyendo que la menor lo decía sólo por conllevar un riesgo de muerte—. ¿Quiere que Sasuke me mate? Si hiciera algo así entonces ese demonio me destriparía sin dudarlo.

—No lo hará porque Hinata no se lo permitirá. Ella te defendería, pues eres su mejor amigo. También te quiere mucho, así que ver la reacción asesina de Sasuke ante ti podría hacer que Hinata se aleje de él. Se separaría de ese demonio y él sufriría mucho si eso pasara. Todos ganan menos él.

Lo dicho sonaba peligrosamente lógico, tanto que hasta asomaba como una gran idea. Mientras el joven varón la sopesaba, Hanabi se mostraba totalmente contraria.

—De todos modos —Kiba anunció su respuesta — yo no me voy a prestar para ese tipo de cosas tan insidiosas y rastreras. Yo jamás jugaría con los sentimientos de Hinata de esa forma. Ella es mi amiga y quiero lo mejor para ella, pero ese no es el modo de conseguir que esos dos se separen. Además —aumentó el volumen de su voz al ver que Hiashi movió sus labios para iniciar una réplica—, aunque quisiera hacerlo dudo muchísimo que pudiese conquistarla. Yo no sé hacer ese tipo de cosas, mucho menos podría considerarme un galán seductor.

Mientras Hanabi daba un suspiro como si se sacara un peso de encima, Hiashi chasqueó la lengua en señal de total disconformidad. A Kiba le faltaba más maldad. Ya resignado buscó alguna alternativa y poco tardó en hallarla, sorprendiéndolo incluso a él mismo.

—Espera un momento..., ya que estás tan renuente se me acaba de ocurrir algo mucho mejor.

—¿Qué cosa?

—Ustedes dijeron que a Hinata siempre le gustó Naruto, ¿verdad? Incluso usaron ese argumento contra Sasuke cuando los encontramos.

—Así es —confirmó la menor. Kiba, entretanto, alzaba una ceja mientras sus finas pupilas felinas, tan suspicaces como todo su ser, pasaron a redondearse un poco.

—Naruto odia a Sasuke tanto o más que nosotros, él también quiere matarlo a como dé lugar, pero asesinar o torturar no son las únicas formas de venganza...

—¿A qué se refiere exactamente? —cuestionó el mejor amigo de Akamaru. Tenía una idea, pero necesitaba completarla.

—Dile a Naruto que seduzca a Hinata, que se la quite a Sasuke.

—¿Qué? —La pregunta llegó desde los dos más jóvenes, quienes además no pudieron evitar que sus ojos se abrieran más de la cuenta.

—Actualmente la mejor venganza que se puede hacer contra Sasuke es quitarle a Hinata para que sufra mucho. Y Naruto podría hacerlo.

Protector y protegida quedaron pasmados ante el maquiavélico ingenio de Hiashi.

—Matar a Uchiha suena muy bonito —continuó el mayor ante esos expresivos silencios—, pero, además de que es algo muy difícil de lograr, también será un premio momentáneo. En cambio imagínate esto: tu prometida te deja porque se enamora de tu máximo rival en la vida. Eso haría sufrir a Sasuke más que cualquier tortura. —Hiashi incluso se sobó las manos avariciosamente. Como si fuera poco rarísimas veces sonreía, pero esta vez sí lo hizo.

Las bocas más jóvenes se abrieron sobremanera, tanto que hasta llegaron a relucir sus campanillas al fondo de la garganta.

—Mi papá tiene razón —apoyó Hanabi en cuanto recuperó la compostura—. La mejor forma de hacer sufrir a Sasuke ya no es matarlo, es robarle a Hinata. Quitarle la vida palidece en comparación a eso.

El amante de los cánidos negó con su cabeza efusivamente.

—Se nota que no conocen a Naruto lo suficiente —objetó—. Él jamás se prestaría para algo así; sentiría que estaría utilizando a Hinata y es muy noble como para hacer eso. Además él nunca le prestó atención, siempre le pareció rara y tímida en exceso.

—Pero ella ya no es la misma persona, quizás la Hinata actual sí le guste y por ende no estaría utilizándola —repuso Hiashi—. Estoy muy seguro de que si Naruto lo intenta podría quitársela a ese engendro pelinegro.

—Lo repito: él no se prestará para eso. Además ni siquiera sabe lo que es seducir, es muy tonto para eso.

Hanabi lanzaría un argumento a favor de su padre.

—Pero si lo hace no tendría que arriesgar su vida enfrentando al Uchiha en un duelo que, muy probablemente, acabe con ambos.

—¿Evitar el duelo? —cuestionó Kiba—. Al contrario, eso le daría más fuerzas a Sasuke para matar a Naruto. Además puede que a Hinata le haya gustado ese bobo en el pasado, pero es evidente que eso quedó muy atrás para ella. Basta mirarla un minuto para darse cuenta de que el Uchiha ya es el dueño de su corazón.

—Si Hinata pudo fijarse en alguien tan maldito como Sasuke... ¿Por qué no podría hacer lo mismo con Naruto? Éste es mucho, pero mucho mejor partido que esa escoria —arguyó el de cuatro décadas.

El fanático de los perros llevó una mano al mentón. La mantuvo quieta ahí unos segundos para luego empezar a darse un abstraído masaje, mismo que le hizo saber que ya debía afeitarse. No obstante, también pensó que dejarse la barba no le sentaría mal y menos aún si seguía viajando por bosques y praderas.

—El momento ideal —contestó finalmente tras volver a enfocarse en lo importante— para ejecutar un plan así fue justamente cuando Hinata decidió terminar con Sasuke porque Hanabi la obligó. En ese momento puede que algo así hubiera dado resultado, pero ahora ya es demasiado tarde. No funcionará.

—De todos modos cuando veas a Uzumaki dile que Hinata siempre gustó de él —persistió Hiashi ahincadamente—. Eso puede hacerlo reaccionar, lo ayudará a darse cuenta de que ella es un gran partido para él, de que le sería una gran esposa.

—No me convence —lanzó Inuzuka— porque Naruto es demasiado torpe en ese tipo de cosas. Incluso si quisiera seducir a Hinata, no resultaría porque ella quiere al Uchiha.

—Es verdad, el plan es bueno pero no es factible. —Esta vez Hanabi apoyó a su amigo—. Detesto admitirlo con toda mi alma, pero parece que Hinata y Sasuke se quieren de verdad.

—Pero nada se pierde con intentarlo. —Hiashi volvió a irradiar suprema firmeza. Se ajustó un poco mejor su parche ocular y continuó—. Sólo dile que rescate a Hinata de las garras de Sasuke y Naruto lo hará. Él sabe, mejor que nadie por cierto, que ninguna mujer podría ser feliz al lado del Uchiha, todo lo contrario: la chica que esté a su lado está condenada a sufrir por toda la vida. ¿Crees que Uzumaki querría algo así para Hinata? No, él tratará de rescatarla de las garras de ese demonio pelinegro. Su forma de ser es así de generosa y debemos sacar provecho de eso.

—Eso último sonó muy tramposo —dijo Kiba agriando su rostro. Habría usado la palabra maquiavélico si ese término ya existiese, empero, aún faltaban siglos para que Nicolás Maquiavelo naciera.

—Es verdad —apoyó la menor.

—Si quieres ganarle a la vida así hay que ser, Hanabi —la aconsejó ejerciendo su rol de padre.

Se hizo un silencio que perduró varios segundos. El de ojos como rayas iba a protestar, mas no quiso desautorizar al cuarentón frente a su hija. Prefirió seguir orientándose hacia lo que era más importante en este momento.

—De todos modos Naruto no aceptará su plan —defendió empleando toda su terquedad—, estoy tan seguro de eso que hasta podría jugarme el cuello.

—Puede ser, pero para ese caso acabo de idear un plan B.

—¿Cuál? —preguntaron ambos jóvenes, muy interesados.

—Ustedes me dijeron que después de la guerra Naruto y Sasuke tendrán un duelo a muerte, ¿verdad?

—Sí —confirmó Inuzuka antes de que Hanabi hiciera lo mismo—. El último combate lo ganó Sasuke, pero sólo porque la espada de Naruto se rompió. De no pasar eso lo más probable es que se hubieran matado mutuamente.

—Ahí esta el quid del asunto: si queremos que Naruto le gane a Sasuke sin tener que morir en el proceso, la mejor forma es hacer que ese demonio se descontrole, que pierda el manejo de sus emociones.

El que tenía las mejillas pintadas se rascó una oreja. Luego se agachó un poco e hizo exactamente lo mismo con Akamaru.

—Pero Uchiha es muy analítico al luchar, eso no cambiará incluso si ve a Naruto coqueteándole a Hinata.

Hiashi, como todo general con vastos años de experiencia, era un experto en urdir planes de todo tipo: desde los más honorables hasta los más rastreros. Y ahora mismo mostraría cuán maquiavélica podía ser su mente.

—Puede ser, ¿pero qué pasaría si Naruto le roba un beso a Hinata delante de Sasuke?

Los ojos de Hanabi y Kiba se abrieron casi al punto de desorbitarse.

—Hasta puedo verlo claramente en mi mente —continuó un motivado Hiashi—: Uchiha reaccionaría cómo lo haría un demonio, o mejor dicho como cualquier hombre que se precie de serlo: dominado por la furia porque no tendría tiempo siquiera de asimilarlo. Se arrojaría contra Uzumaki impulsivamente, se enfrascaría en un duelo a muerte sin pensarlo. Y estando cegado por los celos sería mucho más vulnerable. Ese rubio podría conseguir una victoria total contra ese bastardo.

—Tendría mayores posibilidades de vencer a Uchiha porque éste perdería esa capacidad analítica que lo hace tan letal... —complementó Kiba por inercial razonamiento.

—Exactamente. Si quieres que tu gran amigo gane sin morir la mejor forma que tiene es enfrentar a un Sasuke descontrolado. Eso le dará mayores posibilidades de sobrevivir al combate, de lo contrario se matarán el uno al otro.

—Entonces no sería necesario que Naruto hiciera algo tan difícil como conquistar a mi hermana, basta conque le robe un beso para que la venganza se consume... —añadió Hanabi con voz diluida por la sorpresa e imaginándose tal escenario en una especie de cinema mental.

Hiashi sonrió confiadamente mientras Kiba y Hanabi extendieron un mutismo que les fue difícil de resquebrajar. Lo cierto es que habían quedado impactados porque el plan sonaba tan lógico como espectacular. Por primera vez Inuzuka abrió la posibilidad de que el blondo guerrero pudiera aceptar algo así. Su ojo derecho se entrecerró mientras los párpados del izquierdo permanecían en una inmutable normalidad. Finalmente, tras incontables segundos, movió su lengua en cuanto superó al asombro.

—Debo reconocer que su estrategia es muy buena —aceptó aunque no le gustara—, pero hay un problema insalvable.

—¿Cuál? —preguntó extrañado el mayor.

—Naruto es muy orgulloso. Jamás se prestará para algo así porque él querrá vencer a su archienemigo al cien por ciento, no a un Sasuke destemplado por los celos.

—Depende de cómo se lo pidas —apeló Hanabi—. Las palabras tienen mucha fuerza y el modo en que se dicen aún más. Si se lo explicas de un modo convincente puede ser que acepte.

Hiashi, al sentirse apoyado por su hija, volvió a enorgullecerse de ella.

—Por eso cuéntale que Hinata siempre gustó de él —prosiguió el cuadragenario—, es más, dile que siempre estuvo enamorada. La reacción que tenga Naruto te indicara si está dispuesto a llegar lejos en este plan. Si la seduce, Sasuke sufrirá mucho por perderla. Y si provoca un combate por un beso inesperado la victoria de ese rubio será más fácil. Ni él mismo, con lo tontorrón que es, puede negar que es una grandiosa maquinación.

—Sólo falta que lo convenzas para que acceda a cumplirla —añadió Hanabi.

—Suena muy lógico, es verdad —admitió Kiba, aunque seguía luciendo el mismo semblante dubitativo de antes.

—Sé que tienes dudas —dijo el otrora general—, ¿pero qué perdemos con intentarlo? Dile a Naruto este plan y veamos qué pasa.

—En todo caso tengo que meditarlo bien.

—Hazlo, pero sabes que en el fondo el plan es demasiado bueno como para desecharlo.

—Sin duda es genial —aceptó KIba esa verdad—, pero no podemos confiar ciegamente en que un Sasuke iracundo por los celos pierda. El combate puede prolongarse y entonces recuperará el control de sus emociones. Y si los dos mejores guerreros caen, la rebelión caerá también. Danzo sería el único vencedor.

—El futuro es incierto de todos modos —protestó Hiashi—. Shimura cada vez pierde más adeptos y la isla rebelde cada vez gana más. Creo que ese bastardo tarde o temprano se hundirá, ya sea a manos de sus propios hombres o por culpa de los isleños. Si no es ahora lo hará en un par de años.

—Usted mismo lo dijo: el futuro es incierto y en un par de años las cosas pueden cambiar mucho.

—De todos modos Danzo caerá asesinado o, en última instancia, morirá de viejo más temprano que tarde, ¿pero qué pasará si Naruto es derrotado de nuevo por Sasuke? ¿Crees que ese demonio le perdonará la vida dos veces?

—No, está claro que no —dijo Kiba muy seguro de ello.

—Y si Naruto muere nadie podrá detener a Sasuke de hacer lo que quiera. Ahora mismo dice que no le interesa ser rey, ¿pero quién te asegura que no cambiará de opinión? Por eso te diré esto con toda convicción: si tengo que elegir entre vengarme de Danzo o de Sasuke prefiero mil veces que sea contra este último. Shimura fue quien nos puso en esta situación, es un maldito total, pero el que eliminó a los nuestros de terribles maneras fue el Uchiha.

—Concuerdo —aseveró Hanabi también—. Me encantaría vengarme de ambos demonios, pero si tengo que elegir sin duda que también escojo a Sasuke como objetivo principal.

—Yo también odio mucho a ese sujeto, pero preferiría vengarme de Danzo antes que de él —replicó Kiba—. La razón es simple: eso no le haría daño a Hinata.

—Eso lo dices porque Sasuke no mató a tu familia —replicó Hanabi.

—Puede ser, pero, de un modo o de otro, él tenía una razón para hacer todo lo que hizo. Perder a tu familia por culpa de una traicionera emboscada es un dolor que ni siquiera intentándolo con todas mis fuerzas puedo imaginarme —dijo mirando a Hiashi sin condescendencias, señalándole a través de su mirada que él había sido el culpable principal.

—¿Vas a tratar de justificar a ese engendro sanguinario? —cuestionó un enardecido cuadragenario.

—Por supuesto que justificaré sus acciones, jamás lo haría, pero sí digo que no es anormal que se volviera un demonio después de lo que vivió. Sin embargo, ¿qué razón tiene Danzo para hacer todo lo que ha hecho? Ninguna salvo avaricia, ansias de poder y maldad intrínseca a su persona.

Siguieron debatiendo acaloradamente por algunos minutos, aunque ninguno de los dos cambió su posición. Dándose cuenta de esto, Kiba quiso cerrar el asunto dando una declaración innegable.

—Sea como sea al final la decisión dependerá de Naruto. Yo le detallaré este plan, pero él decidirá si quiere ponerlo en práctica.

—Si Naruto tiene los... —recordó que estaba ante su hija y cambió sus futuras palabras—, las agallas bien puestas, entonces no dudará en ejecutar el plan.

—Ya se verá —dijo el de ojos como rayas—. Por ahora me prepararé para partir.

—Kiba, me gustaría hablar contigo antes de que te vayas.

—Dime.

—Papá, ¿nos puede dar un poco de privacidad por favor? —dijo sin amilanarse y preparada para responder cualquier pregunta de su padre al respecto.

Tanto Kiba como Hiashi fruncieron sus ceños, aunque el último fue el más sorprendido. Estuvo a punto de poner peros, pero al final desistió pues las adolescentes eran criaturas de lo más extrañas. Seguramente le agradecería al Inuzuka por haberla salvado y cuidado durante un trío de meses, sentimentalismo que podría avergonzarla. De la funda que llevaba adosada a un costado del pantalón sacó una navaja y desde el morral del caballo extrajo un espejo y un jabón. Acto seguido, se dirigió hacia el arroyo que estaba más allá a fin de afeitarse tras tres días de no hacerlo.

—¿Qué pasa? Te veo muy seria —comentó el joven apenas Hiashi desapareció de su vista.

—Es normal que lo esté. Irás a una guerra y no sé si te vuelva a ver...

—¡Oye! ¿Tan poca fe me tienes? —dijo simulando sentirse ofendido, aunque, en honor a la verdad, apenas tuvo que esforzarse porque en realidad sí lo estaba un poco—. Sé que no soy tan fuerte como otros élites, pero te aseguro que no voy a caer fácilmente.

—Estoy segura de que así será, pero la verdad preferiría que te quedarás con nosotros —dijo sin esconder un tono triste—. Siento que aún tienes cosas que enseñarme. —Cerró los ojos y no pudo evadir un suspiro un tanto lastimero.

—Yo pensaba que te ibas a alegrar de no tener que soportarme más —se rio muy divertido—. Ya no tendrás a nadie que te esté fastidiando, lady espinilla.

Hanabi infló sus mejillas antes de resoplar fuertemente. Luego hizo una mueca más acorde a la de una infante que a la de una adolescente. Su maldición era que, durante los dos meses que pasaron buscando a Hinata, le salieron un par de barros en la cara. Eso era algo muy propio de la adolescencia, pero, por supuesto, alguien tan molestoso como Kiba no iba a ignorar semejante material para burlas. Desde entonces se había ganado ese mote, aunque por lo menos agradecía que sólo la llamara «lady espinilla» entre ellos, jamás delante de otras personas.

—Es cierto que es difícil soportarte; eres fastidioso, molestoso, latoso, tan inaguantable como un grano en la cara..., pero ya me había acostumbrado a tu presencia. Si sigo viva es sólo gracias a ti —le tembló la voz con lo último.

—Y a Akamaru también, no lo olvides. Él, como todo perro, da mucho más de lo que recibe.

—Sí, lo sé. —Miró al alegre can que, a su vez, le devolvió la mirada. Entonces la chica se hincó y le regaló afectuosas caricias en el lomo—. Sé que sin ustedes ya estaría bajo tierra.

—En serio: nada nos adeudas por eso. Sé que Akamaru lo hizo gustosamente y, en mi caso, jamás podría haberme perdonado si no te salvaba. Era mi deber como un hombre de honor cuidar a una niña.

Antes de responder, Hanabi hizo rodar sus ojos.

—No soy una niña —refunfuñó cruzándose de brazos.

Kiba se rio. Ya la conocía tan bien que se esperaba esa reacción tal cual fue.

—En fin, Hanabi..., así como tenía una responsabilidad respecto a ti, también tengo otra respecto a Naruto. Si lo abandono sin más no podría vivir con mi propia conciencia. Ésta me pasaría la cuenta cada día de mi vida.

—Naruto puede cuidarse solo, no te necesita para nada.

—¿No deseas que le diga el plan de tu padre? —preguntó muy sorprendido.

—Tú sabes cuánto quiero ver caer a Sasuke, pero no a cualquier costo; no si eso significa que te quedarás a luchar en una contienda que no te concierne. Sabes perfectamente que si vas puedes morir. Estamos hablando de una guerra.

—Agradezco mucho tu preocupación, créeme que sí, pero tengo que hacerlo. Naruto está completamente solo en una nación extranjera que fue nuestra enemiga acérrima. Él necesita ver una cara amiga, necesita luchar con alguien de su total confianza al lado.

—Pero yo todavía necesito tu apoyo.

Él movió su cabeza negativamente antes de poner en marcha una respuesta.

—Tienes a tu padre y seguirás progresando bajo sus consejos. A mí ya no me necesitas porque te has vuelto muy fuerte y además ya estás en proceso de maduración. Seguramente demorarás muchísimo en convertirte en una mujer —se rio muy divertido mientras ella respondía esbozando una expresiva mueca—, pero para tu edad ya eres fortísima y lo serás todavía más.

A pesar del entusiasmo que exhalaba Kiba en cada palabra, Hanabi desvió su mirada hacia el horizonte mientras daba un suspiro silente. Habría insistido en obtener lo contrario a la tristeza, pero su amigo y protector ya se veía muy decidido a partir. Era tan testarudo como ella y esta vez no iba a dar marcha atrás. Conocía de antemano cuándo estaba dispuesto a ceder y cuándo no.

El varón se hincó para hablarle al ser de cuatro patas.

—Amigo mío —le habló mientras le acariciaba una de sus largas orejas—, cuídala mucho por favor.

Él ladró un par de veces como si le estuviese contestando. Hanabi, al ver como se despedía de su hermano canino, remitió su última esperanza de que Kiba pudiera quedarse junto a ella.

—Cuida a Akamaru por mí, ¿sí? —dijo poniéndose de pie otra vez.

—Como si fuera un hijo. Eso te lo prometo. —Pese al amargor que sentía por la despedida, la chiquilla trató de sonreír un poco. No lo logró.

—Recuerda lavarlo todos los días para que las pulgas no lo usen como casa —dijo tan entusiasta como siempre.

Esta vez la chiquilla sí pudo sonreír. De hecho, la forma tan particular en que lo dijo casi la hizo lanzar una carcajada. No sabía cómo, pero Kiba de algún modo siempre lograba animarla.

—Aunque sé que no le gusta bañarse, yo me encargaré de hacerlo día por día.

Esta vez fue el turno del hombre para sonreír.

—Gracias —le contestó él a la vez que le daba una última caricia al fiel perro.

Una de las tantas razones por las que Kiba le gustaba a Hanabi, ahora mismo ella se daba cuenta, era por la relación que tenía con Akamaru. Lo trataba con un cariño y respeto únicos, no como amo y mascota sino como verdaderos amigos. Que fuese tan bueno con un perro le hacía pensar que era muy posible que, en un futuro, también pudiera ser un grandioso padre. Y pensar eso hizo que sintiera un súbito calor en el rostro. No quiso seguir imaginando cosas raras o el sonrojo se haría tan notorio que hasta un despistado como él se daría cuenta.

—¿Nos volveremos a ver? —preguntó ella con voz algo diluida.

Kiba le puso una mano en el hombro y le sonrió.

—Claro que sí —dijo repleto de confianza—. Seremos amigos por siempre, ¿sí?

Hanabi formó una mueca que le infló la mejilla izquierda, cosa que le pareció extraña a Kiba, empero, no le dio mayor importancia.

—Así será.

Él respondió ampliando su sonrisa. Luego lo hizo verbalmente.

—Cuídate mucho, Hanabi.

—Tú también cuídate harto. Por favor no dejes que te maten.

—No te preocupes. Ni la Muerte quiere soportarme —se rio muy divertido.

Ella, quisiera o no, se contagió con su animosidad. Luego, la sonrisa remanente se dispersó al verlo alejarse y fue sólo entonces que la preocupación de un presagio oscuro asomó. Tenía miedo de no volver a verlo, miedo de no contemplar su sonrisa nunca más, miedo de perder a quien había marcado su vida...

¿Hinata sentía algo mayor por Sasuke, verdad? Suspiró al obtener una respuesta que no le gustó, pero que comenzaba a abrirse ante sus ojos como una potente revelación: quizás el amor era una fuerza tan poderosa que llevaba a cometer actos ilógicos a la razón y ofensivos al sentido común. De repente sintió que se le apretaba un poco el corazón, que a alguna vena le estaba costando más de lo normal hacer circular la sangre.

—Kiba..., cuídate mucho... —musitó a un volumen tan escaso que nadie a más de diez centímetros podría haberla escuchado.


—Me parece que esa es la granja que buscamos —le anunció una chica de pelo con tonos azules a un hombre de negros ojos.

Los prometidos, tras varios días a bordo de Shakma, llegaban por fin al apartadísimo lugar que les serviría de momentánea guarida. Si todo transcurría en orden allí estaría esperándolos Ino, presta a informar los detalles del asedio y de lo que sucedía con las legiones Estigia y Relámpago, las comandadas por el pelinegro y la rubia respectivamente.

A medida que avanzaban Hinata logró avistar una gran alambrada de púas que abarcaba un terreno gigantesco. Por dentro podían notarse diversos animales de granja: cerdos en un espacioso chiquero, gallinas en un gallinero casi tan amplio como el anterior, patas comiendo dentro de su respectivo corral, ovejas y vacas pastando juntas por otra zona cercada y, próximos al portón de bienvenida, unos caballos se paseaban libremente por el sector más extenso, aunque más allá podía mirarse el respectivo establo en el que debían dormir cuando caía la noche. Por último, como si fuese el rey del lugar, asomaba un perro labrador que estaba echado en un montículo que le era muy útil para verlo todo.

La fémina sonrió como si hubiese visto el paraíso, pues precisamente esa era la clase de vida que deseaba tener en un futuro. Ya podía imaginarse criando y alimentando a sus propios animales. Poco después observó la hacienda principal. Era grande aunque no suntuosa, tenía cuatro chimeneas en lugares diametralmente opuestos, y, juzgando por lo joven que lucía la madera de las paredes, parecía construida recientemente. El color gris conque estaba pintada la mostraba fría por fuera, pero a pesar de eso la presintió muy acogedora por dentro. Quizá se debía a que siempre tuvo la impresión de que las casas campestres poseían un encanto que las citadinas no.

Ya casi llegando a la entrada, no logró percibir el mal olor que tantos animales debían producir. Posiblemente había una limpieza diaria tanto de ellos como del lugar en sí. Al llegar al portón jaló la cuerda que tenía una campanilla y, pese al pequeño tamaño de ésta, tintineó como si fuera una campana grande. El labrador los miró atentamente, aunque sin acercarse a ladrarles. Seguramente sólo actuaba al ver cosas sospechosas, así que el anunciarse mientras esperaban en la entrada no entraba en su lista de anormalidades. Varios segundos después aparecieron dos figuras femeninas de largos cabellos rubios. Una era joven y plenamente reconocible por ellos; la otra debía rondar los cincuenta años y tenía unos senos de un tamaño exageradamente grande, tanto que ni siquiera los de Hinata serían capaces de compararse.

Yamanaka saludó agitando una mano en lo alto, empero, sucedió algo que les pareció raro tanto al jinete como a su acompañante: ninguna sonrisa afloraba en su rostro.

—¿Tuvieron problemas para llegar? —preguntó la soldado tras acercarse y abrirles el portón de entrada—. Llegaron unos días más tarde de lo esperado.

—Tuvimos que dar varios rodeos por precaución —explicó Sasuke. Enseguida dio un salto para bajarse de su corcel y ayudó a Hinata para que hiciera lo mismo.

—Yo ya envié a dos emisarios para informarle a Danzo del peligro que corre con Orochimaru.

—Bien hecho.

Ino llevó a Shakma a la amplia cuadra que estaba a tan solo unos pasos y allí el equino saludó amistosamente a Trébol. Luego les dispuso más forraje en el comedero y después llamó a Chícharo, el can labrador. Éste los olió y movió su cola muchas veces a modo de efusivo saludo. Tanto Sasuke como Hinata le regalaron caricias en el lomo y en la cabeza. Terminada la presentación, el ser de cuatro patas volvió a su posición en el montículo. Parecía muy inteligente.

El trío caminó hacia la que parecía cincuentona y les extrañó que Ino estuviera más silenciosa que de costumbre. Podrían apostar que algo malo había ocurrido.

—Déjenme presentarles a doña Tsunade —dijo la coronela en cuanto llegaron con ella—, espía ya retirada. Ella fue quien me enseñó las artes del espionaje —dijo con aires de orgullo—. Y también fue la maestra de Karin —añadió.

Hinata parpadeó sorpresa y luego la observó detalladamente, notando que su semblante resaltaba mucha seguridad.

—Buenas tardes, bella señora —saludó empleando su natural elegancia.

—Buenas tardes, señorita Hyuga. Ino me habló mucho de usted.

—¿Cómo es posible tener unas tetas tan grandes? —cuestionó Sasuke tal anormalidad, mirándoselas a ceño fruncido. Lucía disgustado.

La pregunta fue desubicada y más tomando en cuenta que recién iban a presentarse, pero no era algo raro tratándose de alguien tan directo como Uchiha. En realidad sólo había expresado lo que todos pensaban al conocerla.

—Sasuke, sé más educado por favor —pidió su novia imprimiendo un tono de reproche, aunque en su boca asomaba casi como una caricia.

—Tranquila, no me molesta ni me ofende —desdeñó la aludida sin hacerse problemas—. Sé que mis senos llaman mucho la atención por lo grandes que son, es inevitable —explicó con cierto grado de diversión—. Sin embargo, y pese a que me cansa estar mucho tiempo erguida, estoy orgullosa de lo que tengo. Prefiero verlos desde el lado positivo y considerar su tamaño como un regalo del cielo en lugar de un castigo del infierno —terminó con una flamante sonrisa.

—De todos modos perdónelo, doña Tsunade —insistió una avergonzada Hinata—. Sasuke no es precisamente el tipo más caballeroso del mundo...

—No te preocupes, no soy sensible al trato brusco. A través de mis años he conocido a hombres muy hoscos —desechó cualquier preocupación. Daba la impresión de ser una mujer muy fuerte y experimentada en los constantes desafíos que solía poner la vida.

Tras intercambiar varias palabras más, la quincuagenaria los invitó al salón principal. Allí, sentado en una silla, conocieron a un señor que, para sorpresa de los novios, debía ser el habitante más anciano del mundo. Si él les hubiese dicho que tenía ochenta años, edad imposible de alcanzar en esa época, no les habría extrañado pues lucía profundos surcos en su cara. Además era de pequeña estatura y tenía un aire a cascarrabias incorregible.

—¿Usted es el esposo de doña Tsunade? —preguntó Hinata gracias a su natural curiosidad.

—No, muchachita —aclaró con su voz rasposa, una propia de su avanzada vejez—. A mis años con suerte puedo caminar al baño, así que no sería un buen marido —añadió con excelente humor. Al parecer lo de ser cascarrabias había sido una presunción equivocada—. Sólo oculto a Tsunade aquí porque Danzo mandó a capturarla muchos años atrás. Como no tuvo hijos se le acusa de que su vientre es infértil por hacer brujerías y pactos con el Diablo. ¡Menuda tontería!

Ino prendió la chimenea mientras caían las primeras horas del atardecer, y, acto seguido, conversaron un largo rato sobre diversos asuntos poco relevantes. Sasuke lo permitió, pues Hinata se veía muy contenta y parlar enseguida sobre la guerra interrumpiría esa dinámica. No obstante, cuando sintió que la charla se alargaba más de la cuenta tuvo la necesidad de ir hacia lo importante.

—Ino, dame tu informe —interrumpió empleando el lacónico modo militar.

Dicho esto, los semblantes de ambas pelirrubias y del anciano adoptaron instantáneamente un cariz de preocupación.

—Te pondré al tanto de todo, pero antes que eso tienes que escuchar algo muy importante.

Yamanaka esbozaba un rostro que Sasuke muy pocas veces le había visto, pues fuera cual fuera la situación su compañera solía ser muy optimista respecto a superar cualquier cosa. Aquella actitud sólo se había torcido cuando su clan fue raptado. Entonces el líder rebelde entendió definitivamente que algo grave estaba pasando.

—¿Y bien?

—Síganme —miró a su superior y luego a Hinata—, no seré yo quien se los dirá sino una vieja conocida.

Tanto Hinata como Uchiha fruncieron sus ceños. Como acto siguiente fueron guiados por la blonda hacia otro cuarto de la casa por un largo pasillo. A medida que avanzaban la curiosidad fue aumentando su volumen en sus mentes. ¿Qué estaría pasando?

Al llegar a la puerta que era su destino, Ino tocó de fuerte modo. La persona que yacía en el interior se hallaba durmiendo porque se desveló varias noches, hecho por el cual no salió a saludar. Emocionalmente estaba muy desgastada por funestos acontecimientos que le habían ocurrido.

—¡Sasuke llegó! —gritó al mismo tiempo que seguía tocando la puerta. Su amiga tenía el sueño muy pesado.

Unos segundos después se oyeron pasos haciendo crujir algunas tablas del piso. Apenas se abrió la puerta, tanto Hinata como Uchiha reconocieron enseguida a la persona que tenían por delante: era pelirroja, llevaba anteojos, tenía tez clara y luceros del mismo color que sus cabellos.

—¿Karin? —dijo Hinata como si le costara asimilar su presencia—. ¿Estás bien? —añadió una pregunta al verle unas ojeras y notar que su pelo lucía descuidado.

—¿Qué haces tú aquí? —cuestionó Uchiha volviéndose ceñoso.

—Pasen por favor —los invitó a la vez que caminaba de vuelta al lecho. Ahora mismo llevaba unas pantuflas, pero unos negros zapatos de tacón lucían en una esquina como también una maleta a medio abrir. Se sentó sobre la cama, cruzó la pierna izquierda sobre la derecha y dio un profundo suspiro. Su semblante lastimero dejó claro que algo muy preocupante sucedía—. Traigo noticias muy malas desde el otro continente —confirmó los pensamientos de los prometidos— y por eso mismo tuve que venir a refugiarme donde mi maestra.

Hinata dio unos pasos hacia la silla más cercana a Karin y, para no arrugar su vestido, lo estiró desde las nalgas hacia las corvas antes de sentarse. En nada le importaba aquello, pero por la fuerza de la costumbre realizaba ese acto inconscientemente.

—¿Qué pasó?

La pelirroja se volvió caridoliente a la vez que su mirada se desviaba hacia la ventana. Quedó mirando las vacas que pastaban tranquilamente, ajenas a toda preocupación humana.

—Pero habla, mujer, ¿qué pasa? —inquirió Uchiha, quien se había cruzado de brazos mientras afirmaba su espalda contra una pared.

—Es que llegó un dios... —murmuró sin mirarlos. Su vista seguía pegada en las afueras y más parecía hablar consigo misma que con los invitados—. Mi nación..., nadie puede detenerlo..., lo ha conquistado todo... —Se veía tan alejada del mundo que su cuerpo lucía vacío de alma. Ésta no estaba presente allí, sino reviviendo un atemorizante pasado.

—Espera —ordenó Sasuke a su modo más autoritario—. Concéntrate en nosotros y no en los recuerdos, respira hondo y háblame de forma coherente. Recuerda tus días de espía.

—Lo siento... —reaccionó cuatro segundos después, dándole su mirada rojiza a los ojos negros. Luego repitió su acción con los que eran celestes—. Ino, ¿me puedes traer un vaso de agua por favor?

—Claro.

En tanto el pedido se cumplía, Sasuke le puso más atención a la Uzumaki. No recordaba haberle visto un semblante tan apesadumbrado, incluso si sus recuerdos se remitían a la ocasión en que terminó su relación con ella.

Yamanaka regresó con un vaso de agua hasta el tope. Si no fuese por su gran equilibrio de guerrera el líquido se habría desbordado fácilmente por los bordes del vaso. Karin se puso de pie para tomar el objeto, aunque como su pulso no era tan bueno derramó un poquito sobre el piso. Después se tragó toda el agua de un solo sorbo y dejó el vaso encima de su velador. Entonces abrió un cajón del susodicho, sacó una bolsita de tabaco, papel de fumar, y se preparó un cigarrillo del mismo modo en que actualmente se hace con la marihuana.

Ni a Hinata ni a Sasuke les agradaba el olor del tabaco, pero no pusieron trabas a que Karin fumara. Su semblante taciturno informaba claramente que necesitaba de ese vicio para que sus nervios no colapsaran.

—¿Recuerdas al poderoso guerrero que te mencioné durante el viaje en Jiren? —dijo tras dar un par de largas humeadas. Por fin lucía más centrada y atenta a las personas que la rodeaban.

—Sí, lo recuerdo —contestó el pelinegro—. Usaba el seudónimo de Pain, ¿no?

Karin tragó saliva sonoramente mientras sentía que su columna se convertía en una estalagmita. Pensó que el frío sería tan breve como el de un repeluzno, pero se mantuvo congelándole las vértebras sin piedad. Era lo que escuchar ese nombre provocaba en ella. Abrió la boca dispuesta a hablar, pero un nudo en su garganta hizo que volviera a cerrarla. Tuvo que carraspear para que el flujo de su voz adquiriera una cadencia normal.

—Tuve que escapar de mi nación porque él ha conquistado todo el continente en apenas tres meses. Me vine junto a mi familia, pero ellos, a sabiendas de que esta nación está en guerra, partieron hacia los países del extremo norte. Yo, entretanto, decidí acudir donde mi maestra para tratar de informarte lo que pasa. Por suerte Ino estaba aquí también —la miró— y me dijo que no tardarías en llegar.

—Te lo agradezco, Karin —dijo Uchiha.

Ella asintió muy conforme. Sabía que esas palabras en boca de él significaban mucho más que en otras personas.

—Lamentablemente mi papá murió luchando en el frente cuando mi ciudad estaba a punto de caer. Sin su sacrificio y el del resto de hombres muchos no podríamos haber huido —dijo con la voz quebrada y sus ojos a punto de las lágrimas. Acto seguido, botó algunas cenizas en el cristalino cenicero.

—Lo siento mucho —dijo Hinata al tiempo que se levantaba de la silla y se sentaba en la cama, justo al lado de la pelirroja. Le sobó la espalda a modo de apoyo.

—Te doy mis condolencias también —expresó Sasuke. No sabía si la relación de Karin con su padre era tan entrañable como la de Ino con el suyo, pero, a juzgar por la tremenda tristeza que exhalaba su semblante, no dio dudas a que lo amaba mucho.

—Gracias.

—Karin, sé que te es difícil, pero necesito más detalles de ese guerrero —solicitó el líder de la rebelión—. ¿Estás segura que conquistó un continente entero en tres meses? Tal cosa me suena a una locura imposible.

—No para Pain —refutó lastimosamente—. Se proclama un deidad que ha descendido desde los cielos para acabar con la maldad del mundo y comenzará por el peor de todos los males: las guerras. Obviamente yo no pienso que sea un dios, pero cientos de miles sí lo creen y lo veneran igual que a uno. Para peor ha derrotado a los guerreros más fuertes de ese continente sin recibir siquiera un miserable rasguño.

Sasuke apretó la frente al extremo que un par de arrugas se formaron ahí a pesar de su piel todavía juvenil.

—¿Eliminar el mal del mundo? ¿Acabar con las guerras? Tal cosa es imposible. Sólo está utilizando esa excusa para justificar sus conquistas —aseveró mientras cerraba el puño. Su esencia de guerrero ya estaba ardiendo por las ganas de enfrentarlo y demostrar que ese sujeto era un ser humano como cualquier otro—. ¿Además cómo pretende alcanzar la paz? ¿Imponiendo el miedo en todo sitio?

—No lo sé la verdad, pero sí sé que hay demasiada gente que lo apoya ciegamente. Y tú sabes lo patriotas que son en el otro continente, pero, a pesar de eso, Pain está acumulando adeptos de una manera increíble. La gente lo admira, lo idolatra, lo mitifica, le rezan inclusive.

Se hizo un silencio. Sasuke ya adivinaba cuál era la información más importante que Karin deseaba entregarle, puesto que era muy lógico. Si el tal Pain ya había conquistado su continente, el siguiente sería...

—¿Cuándo llegará la invasión aquí?

—No lo sé porque todavía faltaba una isla importante por caer, pero, si sigue al mismo ritmo veloz de conquista que llevaba, me parece que treinta días es el tiempo mínimo en que puede estar por acá. Y más de dos meses no le tomará, de eso estoy muy segura.

—Es muy poco tiempo —dijo una Hinata que ya había sido dominada por una ingente preocupación. Se le notaba en la cara—. Esta nación seguirá en guerra para ese entonces.

—Así es. Y como ya derrotó a todos los reinos costeros ha capturado un sinfín de barcos. A este continente traerá a lo menos doscientos mil hombres, una flota jamás vista por el mundo. Aprovechará la guerra civil que hay en este país para derrotarlo fácilmente.

—Es algo que ha pasado un montón de veces —apuntó Tsunade—: pueblos conquistados porque se sumergieron en sus propias guerras internas en vez de unirse contra el enemigo en común. Una fuerza tan cohesionada como la romana empleó habilidosamente esa estrategia.

—Como ves si seguimos divididos, si continuamos en guerra, todos vamos a caer ante Pain —dijo Yamanaka esgrimiendo una gran seguridad.

—Y eso no es lo peor —avisó Karin—. Si la información que obtuve es correcta él no viene sólo a conquistar este reino, viene a destruirlo hasta los cimientos.

—¿Y eso por qué? —preguntó una alarmada Hinata.

—Porque Danzo le dio refugio a Hanzo La Salamandra, quien mató a un amigo muy querido de Pain. Por eso se dice que no tendrá piedad con este país...

De repente se hizo un silencio pesado, opresivo. La guerra había empeorado dramáticamente su matiz...


Continuará.


Notas Finales: Por fin se termina el viaje de regreso y entramos de lleno en la guerra, lo cual significa que este fanfic ya está en su fase finalísima :D. No sé cuántos capítulos quedan porque siempre se me pasa la mano escribiendo y tengo que cerrar muchas cosas (como la mini historia de las fantasmas), pero al ojímetro creo que serán entre cinco y siete episodios más.

¿Qué les parece el plan de Hiashi? ¿Naruto intentará salvar a Hinata conquistándola? ¿Lo hará para vengarse de Sasuke? O, más complicado aún, ¿la nueva Hinata le gustará de verdad al rubio?

Respecto a Pain créanme que ansiaba llegar a este momento en que anuncio su aparición, pues es por lejos mi antagonista favorito de Naruto. Lo encuentro un personaje muy interesante por su filosofía acerca de la paz y el dolor (su saga me parece la mejor además) y por eso quiero usarlo en este fic y plasmarlo desde mi perspectiva. Y por cierto si a alguien le preocupa que el fanfic pueda alargarse innecesariamente gracias a Pain les digo que será todo lo contrario, su aparición e inminente invasión hará que la guerra sea mucho más vertiginosa y creo que más entretenida, pues habrá dos peligros latientes: Danzo y él. Su aparición no es antojadiza sino imprescindible para el desarrollo de la historia y por eso mismo hice que Karin lo mencionara durante el viaje en Jiren, ya muchos capítulos atrás.

Por último les recuerdo que no duden en decirle a sus seres queridos cuánto los quieren, pues a veces se nos olvida hacerlo. En mi caso mi madre estuvo hospitalizada hace tres semanas. Afortunadamente ya está bien así que no se preocupen, pero nunca me imaginé que le pasara eso pues su salud hasta ahora había sido muy buena. Por eso tenemos que valorar cada día a esas personas que mucho nos significan. Sé que eso ya lo saben de sobra, pero creo que nunca esta de más recordarlo.

Saludos gigantes y cuídense mucho estimadas y estimados lectores =]