¡Hola! Para variar se me fue la mano escribiendo, de modo que aquí dejo un capítulo para quien guste de las historias anexas. Por ende si te interesa la relación de Ino con Sai continúa leyendo. Si por el contrario sólo quieres leer el sasuhina en sí, abandona este capítulo y salta al siguiente ;]
Vocabulario:
Piélago: Mar.
Capítulo Cuadragésimo Sexto, Primera Parte
Apenas aparecieron los primeros quiquiriquí que anunciaban la pronta llegada del alba, la blonda guerrera se levantó, se vistió, se subió a su fiel corcel, se reunió con los nuevos rebeldes en las afueras de las montañas y dejó dos batallones apostados fuera de las zanjas y defensas puestas, cerca de una serie de colinas que parecían hermanas menores de las montañas. De esa forma si Danzo tenía la mala idea de intentar un nuevo asedio, esos hombres lo atacarían por la retaguardia y la masacre enemiga estaría asegurada.
Tras ello se dirigió de vuelta hacia la ciudad y cabalgó a moderada velocidad para no cansar a Trébol, llegando a la cárcel todavía siendo muy temprano. Entró por la puerta principal siendo saludada férreamente por los guardianes, avanzó a través del pasillo que llevaba hacia Sai y finalmente llegó al calabozo en que estaba retenido. Abrió la puerta de la sala y prendió tres antorchas, pues el cuarto apenas tenía una pequeña ventana enrejada que, para colmo, no dejaba pasar la luz solar hasta que llegaba la tarde. En cuanto la luz del fuego fue suficiente, colgó sus katanas en el perchero horizontal de armas. Su abrigo tuvo el mismo destino, aunque estuvo a punto de ponérselo de nuevo al sentir el ambiente muy helado todavía. No lo hizo sólo para demostrarle a Sai que aguantaba bien el frío, cosa que no era del todo cierta.
El de pálida piel aún estaba acostado y no necesitó abrir sus ojos para saber que la joven belleza había llegado a visitarlo. Sus pasos, mucho más livianos y sigilosos que el de los custodios, lo llevaron a reconocerla antes de que siquiera atravesara la puerta.
—Supe que mataste a Hidan, un logro realmente impresionante —le dijo él con un tono de felicitación, todavía sin abrir sus párpados—. Sabía que eras buena, pero no creí que tanto.
La fémina agarró la misma silla que en su anterior visita, abrió la celda usando la llave con la mano libre, atravesó los barrotes y tomó asiento cruzando una pierna sobre la otra.
—Ese es el error que muchos enemigos cometen conmigo: me subestiman por ser mujer y después ya es demasiado tarde para que puedan arrepentirse.
Sai se irguió sobre la cama y acomodó la almohada de tal manera que le afirmara la espalda de la forma más cómoda posible. Abrió los ojos y se quitó las legañas, mismas que le parecieron más ásperas que otras veces. Después repasó a Ino con su mirada: esta vez no llevaba botines sino botas, cuyo cuero estaba cubierto por una costra de barro. Sus pantalones hacían juego con su calzado, pues, pese a no tener lodo seco, lucían sucios y polvorientos de todas formas. La manga de su blusa tenía una línea vertical de sangre seca, un rasguño que de seguro fue cortesía de Hidan. Además el tajo en la tela debía remendarse, ya que coserlo no sería suficiente.
Era curioso: según sabía el duelo aconteció ayer por la tarde, pero por la pinta que traía cualquiera juzgaría que sucedió sólo unos minutos atrás. Se demoró un momento más observándole la cara y también el pelo algo humedecido por la niebla matinal. Parecía que recién había peleado contra una jauría de gatos y aun así le pareció el ser más hermoso que pisaba este mundo.
—No creas que soy cochina de nacimiento —bromeó riéndose, tan animada como siempre—. Si ando sucia es porque no he tenido tiempo de nada. Tuve que salir antes del amanecer para posicionar a mis escuadrones en sectores estratégicos.
—Lo que en realidad me extraña es que hayas venido a verme tan temprano.
—Durante dos meses no tuve oportunidad de hacerlo, así que deseaba agradecerte por decirme el pasillo que llevaba a las catacumbas del palacio. Si no fuera por ti no habría podido salvar a mi clan, aunque lamentablemente mi papá perdió la vida igualmente. —Al decirlo, su voz se agrió inevitablemente.
—Escuché a los carceleros rumoreando que Hidan fue el asesino de tu padre. Matarlo con tus propias manos debe tenerte más tranquila, ¿verdad?
Ino asintió dos veces con movimientos de cabeza muy sólidos.
—¿Estás mejor de tus lesiones? —preguntó ella queriendo cambiar de tema. Aún le seguía doliendo hablar de ello.
—Mi brazo está bien, pero la rodilla no se ha sanado como esperaba.
—Lamento oír eso. ¿Puedes caminar bien o has quedado definitivamente cojo? —Sabía que lo último sería muy doloroso para alguien que buscaba respeto como única meta de su vida.
—Por suerte no estoy cojo. Puedo andar relativamente bien aunque hacerlo me genera pinchazos molestos. Lo que se me hace imposible es correr.
Siguieron hablando más al respecto y de otras cosas tales como lo pequeña que era su celda, del asedio, del futuro que aguardaba a cada uno. Fue entonces que el de pálida piel preguntó si acaso podría quedar libre.
—Lastimosamente yo no tengo la llave que te puede sacar de aquí, es Sasuke quien puede hacerlo.
—Pero tú puedes convencerlo. Sé que tienes influencia en él.
—Desde luego que la tengo, pero no sé si tanta como tú esperas. Recuerda que tú ayudaste en el asesinato de su mejor amigo. Con lo vengativo que es Sasuke, será difícil que te deje libre.
—En primer lugar sólo cumplía órdenes, no fue algo personal. En segundo lugar yo no fui el que asesinó a Suigetsu. Terceramente te dije la verdad respecto al pasadizo secreto.
—Lo sé, y por eso haré lo que esté a mi alcance para que quedes en libertad —consintió sus argumentos—. Me gustaría darte la oportunidad de seguir tu propio camino en la vida.
—¿Y qué esperas a cambio?
—Que vivas sin hacerle daño a los demás.
Nuevo silencio. La cara de Sai no expresó ninguna emoción, pero su sorpresa fue delatada a través del silencio que lo poseyó.
—¿Y por qué crees que cumpliría eso?
—Porque, pese a que te lavaron el cerebro, no siento que seas una mala persona. Y, aunque no lo creas, tengo un don especial para juzgar correctamente a la gente. Incluso podría invitarte a mi legión si gustas. Aunque ya no puedas correr ni trotar, serías un gran aporte como arquero montado. Podríamos combatir juntos caballo a caballo.
Sai se sorprendió; sus pupilas contrayéndose lo demostraron.
—¿Y no temes que pueda traicionarte?
—¿Y qué ganarías haciéndolo? ¿Volver a ser un peón de Danzo en vez de vengar a tu amigo tan querido? Si eres tan estúpido, adelante, pero creo que en el fondo eres un ser inteligente que sabe perfectamente cuál es la mejor decisión.
Silencio otra vez.
—En todo caso Sasuke no aceptaría que luchásemos juntos. Sentiría que yo soy un peligro para ti.
—Puede ser, pero también confía en mí y respeta mis decisiones. Si le digo seriamente que te quiero a ti entre mis tropas, creo que hay grandes posibilidades de que termine aceptándolo. Después de todo nos dijiste la verdad respecto al pasadizo secreto y eso es un plus.
—Además necesitan soldados —añadió él.
—Exactamente. Necesitamos toda la ayuda posible, así que la tuya nos vendría de perillas. Eres un guerrero de élite también; quizás ya no tengas la peligrosidad de antes, pero incluso cojo seguirías siendo letal para cualquier soldado promedio.
—Primero veamos si Uchiha acepta darme la libertad. Si eso sucede, entonces decidiré si acepto la invitación a tu legión.
—Me parece muy bien. Y en todo caso no te sientas obligado, si quieres llevar una vida de civil también está perfecto.
Sai curvó sus labios de esa forma falsa que intentaba ser agradable. Era su modo de agradecerle su comprensión.
—Esa sonrisa es más falsa que patada de serpiente —rio divertida—. En serio: si no sonríes de forma sincera es mejor que no lo hagas.
—¿Por qué?
—En primer lugar así no generas confianza en el otro sino todo lo contrario, te mueve a sospechar. Además una sonrisa siempre debe estar relacionada a la alegría, no al acto de fingir. Haciendo lo último sólo le quitas a una sonrisa su verdadero valor.
—De acuerdo. No sonreiré más si no me nace.
—Eso me parece perfecto —dijo con ánimo de felicitación—. Bueno, Sai, ya me voy. Tengo muchas cosas pendientes por hacer.
—Espera un momento. Tengo que darte unos regalos.
—¿Regalos?
—Sí. Hice unos dibujos como obsequio para ti.
Ella parpadeó sorpresa dos veces.
—¿Y eso por qué? —atinó a preguntar.
—Siempre había dibujado para mí mismo, pero estar encerrado aquí me motivó a intentar algo diferente. Quería saber si dibujar para alguien más tenía un sabor distinto, si acaso podía inspirarme más. Por último, mi motivo principal era tocarte la fibra compasiva para que me ayudes a salir de aquí, de que convenzas a Sasuke de ello.
A Ino le gustaba esa sinceridad que desplegaba Sai. No se andaba con medias tintas, cosa que valoraba mucho en una persona.
—Bueno, en lo concerniente a lo último ya tienes mi respuesta, así que me enfocaré en lo otro: ¿te inspiró más dibujar para mí?
—Se siente diferente porque te generas expectativas. Es decir, quería que mis regalos te gustaran. En cambio cuando dibujo para mí no siento eso. Me fue novedoso.
—Eso es lo genial de probar cosas nuevas; me alegra que vayas descubriendo nuevas facetas en ti —dijo muy sonriente—. Y por supuesto que me encantaría ver los regalos que me dedicaste—. Se sintió genuinamente emocionada. Si mal no recordaba sólo su padre y Chouji le habían dado obsequios que atesoraba con todo el corazón. Eso sí, los hombres que engatusó durante sus misiones de espionaje también le dieron regalos, pero le fueron de tan poca significancia que apenas tuvo la oportunidad se los entregó a niños de la calle, quienes de seguro podrían obtener un buen dinero por ellos.
Sai abrió el único cajón de su velador. De allí sacó una serie de pergaminos pegados con engrudo y reforzados con una costura, los cuales cumplían la labor de cuaderno. Lo abrió por la mitad, avanzó algunas hojas y se detuvo en la primera que le regalaría a Ino. La sacó de manera lenta y cuidadosa, entregándoselo a la soldado. La celeste mirada de ésta demostró, a través de efusivos brillos, que le encantaba lo que veía.
El dibujo tomaba al mar como lugar de ubicación. Dominando la panorámica, de pie pero hundida hasta las caderas en el agua, estaba una mujer con alas, evidentemente las de un ángel, que curiosamente tenía una cola de caballo tan alta como la de Ino. Por arriba del ángel femenino, y contrastando contra la luna, había un delfín del que se deducía había dado un gran salto. La chica dirigía su vista hacia el animal y su brazo estirado daba la impresión de querer acariciarle la panza justo mientras realizaba aquel impresionante salto fuera del agua. La sonrisa que había en ella y el ánimo que también desprendía la criatura, dejaba claro que ambos estaban jugando muy felices.
A la rubia soldado le fue inexorable quedar boquiabierta. Si un día ese esbozo se convertía en una pintura no tuvo dudas de que se volvería una obra maestra.
—Pero Sai... —dijo apenas emergiéndole la voz—. ¿Estás seguro de querer regalarme esto? Es una maravilla indescriptible... —comentó conmocionada, ya que no se esperaba tanto nivel artístico. Y mucho menos se creía merecedora de algo así de hermoso.
—Por supuesto, lo hice pensando en ti.
—Pues no sé qué decirte... Un «muchas gracias» se me hace demasiado poco.
—Es bueno que te guste. Como puedes ver le puse mucho empeño. —Así, continuó explicándole detalles técnicos de cómo había realizado el dibujo hasta que después finalizó con una pregunta que a Ino le pareció interesante—. ¿Qué representa para ti lo plasmado?
—Felicidad, libertad, comunión entre dos seres diferentes —contestó observando los trazos. Luego sus ojos claros se desviaron hacia los oscuros de Sai—. El delfín no está en el agua sino en el cielo, lugar en que los ángeles viven. Y ella, en cambio, es quien está en el mar. Para mí es como si ambos estuvieran felices compartiendo sus mundos, dándoselos a conocer al otro.
Si Sai fuese más espontáneo habría abierto sus ojos efusivamente. La deducción de Ino había acertado de lleno en lo que él había pensado al hacer ese dibujo. Fue casi como si ella le hubiera leído la mente.
—Para mí el delfín eres tú —continuó ella—. Por eso lo dibujaste saltando con la luna de fondo: quieres ir más allá del agua, salir de ese mar de sangre en el que siempre te has desenvuelto. Así podrías conocer un mundo nuevo en que la luna y las estrellas brillen mucho más que antes.
—Tengo entendido que el arte es subjetivo —comentó un sorprendido varón—, por lo tanto cada persona puede sacar sus propias conclusiones e interpretar de distintas maneras el mismo dibujo y ninguna es correcta o equivocada. Sin embargo, debo decir que has acertado de lleno en lo que yo intentaba expresar. ¿Cómo lo has hecho?
—Simplemente «sentí» tu dibujo en vez de verlo. El haber hablado contigo antes también me ayudó a interpretarlo.
Siguieron profundizando más en lo concerniente al dibujo. Luego Sai le pasó otro, el cual también se ubicaba en el piélago. Allí había un bote, sobre el cual viajaba un niño pequeño que iba remando mientras miraba hacia el horizonte que tenía por delante. Ino no supo si fue sólo una impresión suya, pero le pareció que del chiquillo emanaba un brillo de esperanza. En segundo plano, pero casi opacando al niño, había un enorme lobo que también miraba fijamente hacia el frente. Parecía haber una gran complicidad entre el animal y el niño, aunque Ino no supo definir la razón exacta de que lo sintiese así. Lo que sí supo es que este regalo era tan precioso como el primero. Seguramente hasta Deidara y Sasori, quienes sólo apreciaban su propio arte, habrían hecho una excepción con este dibujo.
—Lo que esta obra me genera —inició la rubia un comentario— es algo similar al primero. En mi visión el lobo soy yo y el niño eres tú. ¿Estoy en lo correcto?
—En efecto esa fue mi intención —confirmó el varón—. Y es la loba quien le indica al infante hacia dónde remar, guiándolo hacia su destino.
—Eso es lo que quieres que haga contigo, ¿que te guíe?
—Me gustaría que lo hicieras. Todo esto de las emociones es muy nuevo para mí.
—En el dibujo —lo repasó con su celeste mirada— me parece que ambos tienen un fuerte lazo de amistad. Están solos en el mar con la única compañía de las estrellas y algunas nubes que dibujaste, y aun así no parecen preocupados sino felices. ¿Por qué?
—Porque estando uno en compañía del otro nunca estarán solos.
—Entiendo. La soledad es muy dura, por eso tener el apoyo de alguien siempre es reconfortante.
Él movió su cabeza a modo de asentimiento. Nuevamente hablaron más cosas, mismas que viajaron desde la soledad, un tema que Sai conocía muy bien, hasta llegar a la amistad, algo que sólo experimentó una vez gracias al chico que fue su compañero en Raíz. Después el castaño le entregó a la fémina un último dibujo, aunque éste era mucho más tétrico que los anteriores. Se trataba de un esqueleto armado con una espada que estaba luchando contra una persona viva que llevaba la misma arma, un hombre muy parecido a Sai mismo.
—Este dibujo representa la lucha entre sentirte muerto y querer vivir, ¿verdad?
Ino era mucho más empática de lo que parecía, ya que, a juicio del castaño, sólo esa cualidad le hubiese permitido interpretar con tanta asertividad cada dibujo mostrado.
—Has dado en el clavo otra vez.
—Por lo que veo el duelo está parejo, no se ve que ninguno tenga la ventaja —comentó mientras acercaba el pergamino más a sus ojos, examinándolo concienzudamente—. ¿Quién quieres tú que gane? ¿El esqueleto o la persona viva?
—Sinceramente me da igual.
—Pues no debería ser así. En esa lucha deberías apoyar a la vida.
—Ya estoy muerto, ¿así que por qué lo haría?
—No estás muerto aunque te esfuerces por parecerlo. Sácate de la cabeza las dañinas enseñanzas que Danzo te metió. Debes desaprender la ponzoña que te inculcaron. Date cuenta que tienes una vida y que eso es un don precioso, algo que debes aprovechar al máximo. Sé que tienes inteligencia de sobra para entenderlo.
—¿No te das cuenta que vivir es una batalla perdida? No importa lo que hagas, la muerte siempre ganará. En el fondo todos estamos muertos desde el mismo día en que nacemos.
—Bajo ese prisma tan radical ni siquiera nacemos porque segun tú ya estamos muertos. Pero lo cierto es que nacemos, crecemos, pasamos de niños a adolescentes y vamos madurando desde la adultez hasta la vejez. La muerte no es más que otra etapa de la vida.
—O la vida es una etapa de la muerte —retrucó.
—El caso es que ahora mismo tienes vida y deberías aprovecharla.
—¿Y cómo debería aprovechar mi vida según tú?
—Para cada persona el sentido de vivir es diferente. Por eso tú debes hallar el tuyo. Lo importante es que lo encuentres por cuenta propia y no por ser una marioneta del rey.
—Cambiaré la pregunta: ¿Cuál es el sentido de tu vida? ¿Ser recordada como la mejor guerrera que existió? ¿Que tu nombre permanezca a través de la historia? ¿Ascender al olimpo de la lucha para superar la leyenda de las amazonas?
Ella meneó su cabeza.
—El sentido de mi vida es mucho más simple de lo que crees: ser feliz es lo que quiero —sonrió al imaginar un futuro con un hombre que la amara y con unos niños revoltosos alrededor—. Y tú también deberías aspirar a serlo en vez de insistir en estupideces como las que te enseñó Shimura.
Se hizo un silencio que se prolongó durante muchos segundos. Él parecía estar reflexionando.
—Está bien —dijo por fin—, para la próxima dibujaré a la vida ganándole a la muerte.
—Lo importante es que lo hagas por convicción y no por complacerme a mí. Si todavía quieres que gane la muerte no tiene sentido. Debes desear, por decisión propia, que la vida sea la triunfadora.
—Lo tendré muy en cuenta —dijo seriamente. Ino asintió sintiéndose satisfecha; una pequeña sonrisa así lo demostró.
—Que digas eso es bueno. Muy bueno de hecho. Y por cierto, me acabo de dar cuenta que dos de tus dibujos involucran al mar. ¿No te parece curioso?
Sai se indicó la oreja derecha.
—Lo escucho todos los días, es normal que piense en él aunque no pueda verlo.
—Entiendo. En todo caso a mí el mar me parece muy inspirador. Me gusta su música, me parece tranquila y relajante. Es como si estuviese vivo.
En esta ocasión el tema fue el vasto océano. Incluso Kisame saltó a la palestra, pues, además de su aspecto que recordaba a los tiburones, también era famoso por ser el mejor comandante de las flotas navales del reino y probablemente del mundo. Cuando el tema marítimo se consumió, Sai anunció que aún faltaba una gran sorpresa...
—Por cierto te tengo un obsequio más. Espero que te guste.
—Es seguro que sí porque dibujas precioso —comentó Ino, sin imaginar que Sai estaba a punto de entregarle una vista en primer plano de su órgano sexual endurecido.
El varón avanzó cuatro hojas vacías hasta que llegó a la ofrenda que sería la guinda del postre.
—Toma —dijo al entregarle el pergamino, muy atento a devorar la reacción que ella tendría. Se le hacía muy interesante ver lo que pasaría.
La rubia belleza lo cogió entre sus dedos pensando que sería un dibujo igual que los anteriores y enorme fue su sorpresa al ver cuán equivocada estaba. Sus labios se tensaron enseguida y, por el calor que iba apoderándose de su cara, no se percató de que necesitó tragar saliva dos veces. Tampoco dio cuenta de que había quedado mirando el dibujo fijamente en vez de apartar su vista porque, quisiera o no, había llamado su completa atención. ¿Curiosidad o algo más? Los nervios que recorrían su cuerpo le avisaban que la segunda opción era más probable que la primera.
Por fin apartó su vista del dibujo y la enfocó hacia la pared. En sus mejillas sentía un calor digno de competir contra el de una fumarola, lo cual le hizo saber que toda la sangre del cuerpo se le había ido al rostro. Avergonzada y nerviosa como nunca, precisó esconder su cara tras la hoja. Ni siquiera sus ojos asomaron por arriba de ésta.
—¿Esto es... tu «nepe»? —cuestionó por lo bajo, aún sin asimilar que él le haya regalado algo así.
—Sí.
—¿Y es así de grande o sólo estás alardeando? —Quizás no estaba comportándose como una dama, pero necesitaba hacer esa pregunta para sacarse la duda de encima o ésta terminaría carcomiéndola.
—Es tal cual aparece en el dibujo. ¿Quieres verlo de verdad para comprobarlo?
—No —dijo enseguida, poniéndose todavía más roja.
—¿No te gusta?
Ino no supo qué responder. Si fuera sincera le diría que era grande, estético, tentador, erótico... ¿Para qué negarlo? Sin embargo, no quería sonar como una calentorra. Tenía una reputación que mantener.
—Me reservaré mi opinión. —Prefirió decir eso antes que mentir. Y no supo por qué, pues la mentira era un recurso que no dudaba en emplear cuando era necesario. No obstante, Sai la motivaba a ser lo más sincera posible por alguna razón. ¿Era para ganarse su confianza tal vez?
El hombre pálido, en tanto, se puso de pie y trató de verle el rostro caminando alrededor de Ino. Ella reaccionó poniendo la hoja por delante como si fuera un escudo, moviéndose en consonancia al movimiento de él.
—No sabía que una mujer como tú podía ser así de tímida —interrumpió sus pensamientos, rindiéndose al no conseguir su objetivo—. Me imagino que ahora mismo estás tan roja como una frutilla —añadió volviéndose a sentar en la cama.
La guerrera respiró profunda pero entrecortadamente, mientras sus hombros comenzaron a moverse de una forma rara. Se rascó la cabeza antes de mover su lengua.
—No sé qué concepto tienes de mí, pero no sé cómo puedo reaccionar ante un regalo tan... «especial» como este. De hecho todavía estoy procesando si debo ofenderme, darte una cachetada y dejarte solo. ¿Qué pretendes al darme esto?
—Tentarte a tener sexo conmigo —dijo como si fuera muy obvio—. Te lo dije la primera vez, ¿no? Tengo problemas para tener un orgasmo e incluso excitarme se me dificulta. Aunque no lo creas, para hacerte ese dibujo me costó endurecer mi pene y aún más difícil me fue mantenerlo así, pues la concentración necesaria para dibujarlo hacía que mi excitación se perdiera constantemente. Tuve que fantasear contigo para enderezarlo una y otra vez. Imaginaba que te tomaba de tu coleta, te dejaba horizontal y...
—Oye, no es necesario que me lo describas...
—Por lo visto eres mucho más pudorosa y vergonzosa de lo que pareces.
No lo era. De hecho, en toda su vida no recordaba haberse ruborizado tanto como ahora. Y en lo respectivo a los nervios, con Sasuke sí los había experimentado alguna que otra vez, pero siempre lograba disimularlos; prácticamente se había entrenado para no evidenciar los sentimientos que tenía por él. En cambio, recibir un dibujo así de «grande» se salía de lo lógico y por ello se inundó de sorpresa, emoción que le quitó de cuajo todo el control de la situación. Por ende los nervios fluyeron fácilmente a través de su ser, cohibiéndola inexorablemente.
—¿Por qué quieres hacerlo conmigo? —atinó a preguntar mientras aún sentía un calor incesante acosando su rostro. Estaba segura de que estaba coloradísima y pensar eso, a su vez, la ponía todavía más roja.
—Ya te lo dije antes: porque eres una mujer guerrera, algo que ninguna más es. Además te considero la chica más atractiva que he visto en mi vida y más aún cuando vistes de civil. Recuerdo bien lo preciosa que te veías atendiendo la tienda de flores. —Evocó esa imagen en su mente, lo cual lo conminó a agregar algo más—. Podría verte por meses enteros sin parar y no me aburriría.
Ino no pudo evitar sentirse sumamente halagada. Sus pupilas se volvieron trémulas de emoción, dado que jamás nadie le había dicho algo tan bonito. Pero lo que más la conmovió fue la sinceridad que exhalaban los luceros de Sai a cada palabra. Aun así...
—Definitivamente eres todo un caso —dijo tras dar unos carraspeos. Dejó el dibujo dado vuelta sobre la cama y, empleando sus manos a modo de abanico, se echó un poco de aire sobre su ardiente faz. Ya no tenía sentido disimular—. Sin embargo, yo no tendría sexo sólo por placer.
—¿Quieres tener una relación amorosa para hacerlo? —cuestionó extrañado, aunque sin demostrarlo por esa costumbre de no externalizar sus emociones—. Entiendo que puede ser así para la primera vez, pero después no es necesario.
—Soy virgen todavía.
Sai entrecerró levemente el ojo izquierdo. Tal afirmación lo tomó por sorpresa.
—Yo siempre pensé que Sasuke ya te había hecho suya.
Ino sentía que su enrojecimiento estaba mermando, pero tal afirmación volvió a dejarle la cara tan roja como un tomate maduro. No le sorprendería saber que su cuerpo se quedó sin sangre por habérsele ido toda a las mejillas.
—¿Pero qué dices? Nosotros somos compañeros, no pareja.
—Pues me extraña. Eres una mujer demasiado bella como para que no se haya fijado en ti.
—Gracias por el cumplido, pero las relaciones humanas van más allá de lo puramente físico. Son mucho más complejas.
—Lo normal es que me dijeras que Sasuke no te gusta y que por eso no tienen nada romántico, pero en ningún momento me has dicho que sea porque no te atraiga. Si sientes más por él, ¿por qué no se lo has dicho?
Jaque mate. Ino se había puesto tan nerviosa que se le olvidó completamente que Sai, como buen espía, estaba sacando conclusiones y obteniendo información a partir de sus reacciones, gestos y palabras. Su gran secreto, aquel que había guardado durante tantos años, había sido descubierto fácilmente por él. Se frustró consigo misma; la culpa era suya por querer engendrar una plática informal y espontánea. Eso le hizo bajar la guardia.
—Acepto que Sasuke es un hombre muy guapo, fuerte e inteligente —dijo tras mantener sus ojos cerrados un largo momento, abriéndolos ahora—, pero somos incompatibles. La amistad es el mejor tipo de relación que puede haber entre nosotros.
—¿No has pensado que deberías decírselo en vez de guardártelo?
—No. Y ya no vale la pena que lo sepa porque eso quedó atrás para mí.
A pesar de que Ino era experta en leer pensamientos ajenos a través de los gestos, la inexpresividad de Sai le dificultaba mucho realizar tal empresa con él. De todos modos, si tuviera que apostar se jugaría el cuello a que lo invadía una profunda incredulidad.
—Si no me crees está bien —comentó ella—. Sólo te pido que nunca se lo digas a Sasuke. Es algo muy personal para mí.
—Por lo que veo es todo un secreto —dijo asombrado de que Ino nunca se hubiese confesado, pues dudaba muchísimo que una mujer tan fuerte como ella le temiese al rechazo. ¿Entonces por qué nunca le reveló sus sentimientos a Sasuke? Se dijo que le haría esa pregunta para otra ocasión, ya que ahora mismo la blonda se había puesto a la defensiva. Para obtener una respuesta satisfactoria necesitaba insertarle una actitud más abierta y confiada, cosa que le tomaría tiempo—. Como te noto incómoda volveré al tema que más me interesa: ¿para tener sexo contigo tengo que pedirte una relación romántica formal? ¿Cortejarte y enamorarte?
Ino quedó muda y, como observar a Sai directamente la hacía sentir nerviosa, dirigió su mirada a sus uñas. Casi se distrae pensando en cortárselas un poco, pero su mente retornó hacia el asunto más importante.
—¿Y estarías dispuesto a hacer eso por mí?
—Sé lo que es cortejar, pero no lo hago bien. Tampoco creo que pueda enamorarte, así que normalmente no perdería mi tiempo en eso. Sin embargo, que seas virgen te hace aún más tentadora. Quizá podría hacer el esfuerzo.
—Sin embargo no tendría sentido.
—¿Por qué?
—Porque sabría que todo lo que haces es falso, que no te nace de corazón porque tu única meta es llevarme a la cama.
—¿Y eso no es lo que hacen todos los hombres? —preguntó alzando una ceja, verdaderamente intrigado—. Si un varón trata de conquistar a una chica es porque quiere sexo con ella, no hay más razón que esa. Lo mismo se aplica a las mujeres: si siente atracción hacia un hombre, o le coquetean a uno, es porque ese varón les parece apropiado para tener sexo. Los seres humanos son mucho más básicos de lo que piensas y al final toda relación amorosa se reduce a la búsqueda de sexo.
Yamanaka prolongó una «M» en sus labios.
—Creo que tu visión es demasiado simplista. Una pareja no se une únicamente para tener sexo sino también para planear una vida juntos, compartir sentimientos, proyectarse a futuro, llevar una vida de apoyo mutuo, alcanzar la felicidad más allá de lo puramente carnal. El sexo es muy importante, por supuesto, pero no es lo que mantiene a una pareja unida.
—¿Entonces quieres que te pida un noviazgo formal para tener una relación a largo plazo? ¿No sería mucho más simple copular por placer y ya?
—Lo siento, pero yo no podría tener sexo sólo por placer. Por lo menos no para mi primera vez.
—Pareces distinta, pero en el fondo eres tan complicada como el resto de mujeres. Tratan de mezclar lo carnal con los sentimientos; de darle al sexo un significado profundo que realmente no tiene. Intentas hacerte la difícil, pero en el fondo te gustaría dejar de ser virgen y vivir una experiencia sexual placentera. No seas hipócrita negando esa verdad.
—Te diré dos cosas respecto a eso —anunció sentándose a su lado, mirándolo a los ojos—. La primera es que para un hombre es mucho más fácil acostarse sin sentimientos de por medio porque no tienen que preocuparse de un embarazo no deseado, simplemente desaparecen y ya. Además el varón siempre siente placer, desde el mismo instante de la penetración ya les resulta placentero. Y sé que no es tu caso, pero es obvio que la gran mayoría de hombres siempre llega al orgasmo. Les resulta más fácil. En cambio para nosotras no es así: la primera vez duele o por lo menos es incómodo; nos da susto quedar embarazadas sin estar casadas; y si el hombre es malo en la cama, o sólo se preocupa por sí mismo como lo hace la mayoría, difícilmente una chica podrá llegar al clímax. Para rematar no son ustedes los que deben vivir el terrible dolor del parto. Así que, como puedes ver, no es por hacerme la difícil. Es normal que tome precauciones en torno al sexo y eso no me convierte en hipócrita. ¿No te parece?
—Si lo expones así tendré que darte la razón.
Que no objetara le gustó a Ino. Sai solía cuestionar a menudo, pero sabía cuándo aceptar argumentos contrarios.
—Lo segundo es que si las mujeres nunca decimos abiertamente nuestros deseos es porque esta sociedad nos obliga a ocultarlos. Los hombres nos clasifican como «mujer fácil» si nos entregamos rápidamente y perdemos el respeto ante ustedes porque nos valoran en base a nuestra virginidad o por la cantidad de hombres con los que tuvimos relaciones. Piensan que una mujer que se entrega rápidamente es una puta y que no sirve para una relación formal y seria, sino para pasar el rato y nada más que eso.
—En ningún momento he dicho que te vaya a considerar de esa forma si te acuestas conmigo.
—Pero lo piensas. En el fondo todos los hombres piensan igual respecto a eso.
—¿Conoces a todos los hombres del mundo?
—No.
—Entonces es imposible que tu afirmación sea correcta.
Ino esbozó una pequeña sonrisa. Sai le recordaba a Sasuke en su forma de debatir.
—Buen argumento. De todos modos aunque no sean todos no me negarás que una mayoría piensa así. Yo he escuchado muchísimas veces como mis soldados juzgan de fáciles a las chicas ardientes y de valiosas a las que esperan al matrimonio. También he oído muchas veces la típica frase de que unas mujeres son para la cama y otras para casarse.
—Puede ser que tu generalización esté correcta, es verdad, aun así insisto que siempre hay hombres que piensan distinto y yo me incluyo entre ellos.
A la soldado le gustó la seguridad con la que dijo tal afirmación.
—Aunque supongo que follarte se quedará sólo como una fantasía —concluyó él sin denotar decepción alguna. A Ino esa voz seguía haciéndosele demasiado fría todavía. Necesitaba más matices aflorando.
—Eres muy directo, así que yo también lo seré contigo: te encuentro un hombre muy guapo e interesante, pero aún tienes mucho que aprender de relaciones humanas. Y sí, quizás me gustaría tener sexo contigo si no fuese virgen, pero para mi primera vez prefiero hacerlo por amor. Llámame anticuada o que me hago la difícil, pero esa es mi decisión.
Sai se dio el tiempo de masajear suavemente su rodilla lesionada antes de contestar.
—De todos modos si cambias de opinión, mi muchacho —señaló su entrepierna— estará disponible para ti. Me gustaría mucho sentirme vivo contigo y te aseguro que también me esforzaría para que el acto sexual nos resulte placentero a los dos.
—Mira, he de reconocer que no es una mala oferta —dijo en un alarde de ruborosa sinceridad—, pero por ahora declino aceptarla.
—Recuerda que hay una guerra en curso ahora mismo. Por eso cada día tienes que vivirlo al máximo porque después puede ser demasiado tarde. Dudo mucho que puedas enamorarte pronto y no creo que quieras morir virgen, ¿verdad?
Ino abstrajo su mirada al recordar a un simpático rubio de ojos azules. El solo hecho de traerlo a su mente hizo que sus labios formaran una sonrisa innata.
—Pues a decir verdad sí hay alguien que me gusta, pero no sé si está dispuesto a concretar algo conmigo.
—Suerte entonces.
—¿Me lo dices de corazón o por compromiso?
—Por compromiso. Evidentemente preferiría ser yo el que te desvirgue.
—Ya veo que todo lo relacionas al sexo —dijo meneando su cabeza en desaprobación—. En realidad no me extraña viniendo de alguien que dice no tener sentimientos, pero si evitaras cosificarme sería mejor.
—¿Por qué?
—Porque si pudieses verme más allá que mera carne sería más fácil acercarnos.
Sai pareció esbozar un gesto de genuino interés.
—¿Un sentimiento se puede aprender?
Por alguna razón Ino estuvo a punto de tomarle una mano, mas decidió contenerse al último momento. Deseaba acercarse más a él, hacerle sentir el calor humano en un sentido tierno, acariciarle una mejilla con cariño, pero todavía no se sentía preparada a formar un vínculo con alguien tan dañado mentalmente. Humanizar a Sai le parecía una misión muy interesante aunque peligrosa al mismo tiempo. Si no quería ilusionarlo, o peor aún, ilusionarse ella misma, necesitaba mantener la debida distancia.
—Tal como dice la palabra los sentimientos se sienten, no se aprenden. Tienes que quitar esas trabas mentales que te puso Danzo encima, dejar de ser tan reduccionista y racional. Tal como lo haces cuando dibujas, simplemente déjate llevar por tus emociones. Tienes que sentir. Creo que hay alguien sensible en ti esperando salir a flote, tus trabajos tan bonitos me lo dicen —Miró de nuevo el dibujo de la loba y el chiquillo que, a diferencia del que tenía el pene de Sai, sí había quedado boca arriba—. La meta que debes buscar es volver a ser el niño que alguna vez fuiste.
Él la miró con un ápice de extrañeza. Como todo hombre perteneciente a Raíz desconfiaba del cien por ciento de las personas a excepción de Danzo. Sin embargo, había algo en Ino que lo motivaba a bajar sus barreras defensivas. No sabía si era culpa de ese notorio carisma, por su modo de mirarlo, o tal vez por el agradable tono de voz que usaba, pero sentía una conexión que quizás, solo quizá, no se reducía sólo a la mera atracción sexual.
—Bueno, Sai, ahora sí que me voy porque debo resolver algunos asuntos importantes.
—¿Me vendrás a ver de nuevo? —preguntó con un matiz diferente, menos frío; ese que Ino justamente estaba esperando escuchar.
—¿Te gustaría que lo hiciera?
—Sí.
—¿Por qué?
—Siéndote sincero ni yo mismo lo sé. Sólo sé que tú me provocas conflictos internos y eso me gusta.
Ino sonrió instantáneamente.
—Es muy agradable escuchar eso pues tal es mi idea: que te cuestiones para que puedas evolucionar como persona. Y sí que vendré a verte de nuevo, aunque no puedo asegurarte que sea pronto.
—Con que vengas me doy por satisfecho.
Ino asintió para después levantarse. Miró hacia el pie de la cama en donde habían quedado sus obsequios, tomando los tres que no iban a sonrojarla por sólo verlos. Los enrolló poniéndolos debajo de un brazo mientras descartaba al que estaba boca abajo.
—No aceptar un regalo da siete años de mala suerte.
—¿Eso no era respecto a los espejos?
—También a los dibujos.
—Esto... ¿Sabes qué diría alguien si me viera en posesión de un dibujo de tu verga? No es como si pudiera colgarlo en una pared igual que a un cuadro, eh.
—Pues guárdalo en un cofre con llave o algo así. Un regalo no puede ser devuelto y lo sabes.
Ella se rascó la frente al tiempo que su cariz se volvía pensativo. Al final decidió no causarle un desaire, aunque no sabía bien dónde iba a poner un dibujo de ese tipo. Seguramente tendría que hacerle caso a Sai y, en tanto permanecía como invitada en la mansión de la playa, comprarse algún cofre pequeño o mediano que le sirviera para salvaguardar su privacidad. Se dio vuelta dispuesta a irse, pero entonces oyó que él le decía algo más.
—Una última pregunta antes de que te vayas: ¿te gustó el dibujo de mi pene?
Ino sintió como la cara comenzaba a arderle de nuevo. Pensó en mirarlo de soslayo, pero al final optó por girarse a fin de darle la cara al completo. Por más vergüenza que pudiera sentir, deseaba ver bien qué reacción tendrían sus ojos.
—¿No se te hace evidente la respuesta?
—Quiero escucharla.
—¿Por qué?
—Porque eso me causaría una emoción.
Largo silencio, uno en que Ino, al sentir sus labios resecos, los remojó ansiosamente. Finalmente llegaron las palabras que de seguro Sai anhelaba escuchar.
—No debería decírtelo porque estoy quedando como una calentona ante ti, pero te seré honesta: tanto la calidad del dibujo como su contenido me gustaron mucho... —admitió con una culpabilidad que le hizo tragar un poco de saliva, mientras sus hombros, alternadamente, se movieron de una forma extraña.
A Ino le pareció que los ojos del castaño brillaban. Sí, definitivamente no había sido sólo una impresión suya... Sai estaba experimentando la emoción que tanto ansiaba.
—Gracias por ser sincera.
—No hay de qué —dijo tras carraspear—. Eso sí: no me des más dibujos de tu pene por favor.
—No entiendo. Si te gustó, ¿por qué no puedo darte más?
—Porque prefiero que me tientes siendo más humano que con lo que hay entre tus piernas.
—Pero dibujar mi miembro es más fácil que ser humano. ¿Cómo puedo conseguir lo último?
—Sólo siendo el niño que alguna vez fuiste. Sólo siendo Sai.
—Ya veo. Trataré de ser más espontáneo.
Ino sonrió con gran alegría. Sus dientes relucieron de hecho.
—Así que mi nueva espontaneidad me conmina a decirte que me gustas mucho, Ino Yamanaka. También pienso que verte desnuda debe ser el regalo más maravilloso que un varón puede recibir.
La barbilla de Ino tiritó pues la vergüenza le llegó sin desvíos, aunque también sintió que se derretía por esa sinceridad que destellaban esos ojos oscuros. Algo tenía ese hombre que la hacía sentirse como una adolescente.
—Muchas gracias por el cumplido —dijo con un leve temblor de voz—. Y créeme que estos días trataré de convencer a Sasuke para que te deje libre. Aun así no puedo prometerte que tenga éxito.
—Sea cual sea el resultado te agradezco que lo intentes.
—No hay de qué.
—Por cierto, para tu próxima visita haré que dibujes conmigo.
—¿Dibujar yo? Te van a sangrar los ojos porque soy pésima, te lo aseguro.
—Yo también lo era y sin embargo aprendí. La práctica hace al maestro y a mí me gustaría enseñarte.
Ino lo quedó mirando fijamente, volviendo a sentir que un calor se apoderaba de su faz.
—¿Pues por qué no? Siempre y cuando no me pidas que te dibuje mi vagina o algo así —terminó bromeando. Esa era la firma de su ser.
—No lo había pensado, pero es una excelente idea. Podría dibujarte desnuda o tú hacer lo mismo conmigo.
—Esto..., mejor me voy antes que se te ocurran más ideas locas —soltó con una sonrisita nerviosa. Agarró de los percheros tanto sus armas como el abrigo y se dispuso a irse velozmente—. Cuídate mucho, Sai —se despidió soslayadamente.
A medida que dejaba la cárcel atrás y se internaba a través de las calles que la llevarían a la mansión que le servía de posada, Ino fue pensando en ese particular hombre durante todo el trayecto. A decir verdad la idea de serle su modelo para que la dibujara desnuda le había parecido, además de original, algo entretenido y tentador...
Cuando llegó a su cuarto provisorio y cerró la puerta tras de sí, le fue inevitable quedar pensando si acaso valdría la pena perder su virginidad con él. Y aunque trataba de evitarlo, el dibujo de su miembro seguía dándole vueltas por la cabeza. Así le arribó la idea de repasar todos los bosquejos yendo desde los más bellos hasta el más erótico.
Como nadie la veía, los observó uno a uno hasta llegar al dibujo que la hacía sentir intranquila de algún modo. Respiró profundo al sentirse agitada mientras su vista quedaba pegada en el sexo masculino perfectamente allí trazado. No se percató de que estaba relamiéndose insistentemente, aunque, cuando tomó conciencia de ello, aprovechó su soledad para no culparse por ello. Se frotó los labios varias veces, sintiéndose cada vez más nerviosa al mantener su mirada en ello.
Diablos. Era innegable que Sai había logrado su propósito de tentarla a través de un simple dibujo. ¿Qué vergonzoso, verdad? Pero, quisiera o no, esa era la realidad. Asimismo debía reconocer que existía una tensión sexual muy potente entre ellos, una que la estimulaba a masturbarse encumbrándolo a él como el protagonista de sus fantasías más profundas.
De repente el pudor la atacó nuevamente, de modo que enrolló los dibujos y los guardó en el cajón del velador, pensando que quizá en la noche podría darse placer. Casi siempre lo hacía evocando a Sasuke, así que, ¿por qué no hacer lo mismo con Sai?
«¿Y por qué no motivarte pensando en Naruto también?», añadió su mente.
—Definitivamente soy una pervertida sin remedio... —Avergonzada de sí misma, se pegó un coscorrón mientras sacaba su lengua de un modo que a cualquier testigo le habría parecido muy chistoso. Luego partió a cumplir sus deberes militares a fin de calmar sus hormonas, mismas que en sus tiempos todavía se desconocían.
Continúa enseguida ^^
