¡Hola! Aviso que a quien le interese profundizar la relación de Ino con Sai vaya al capítulo anterior. Si por el contrario sólo deseas leer sasuhina y el desarrollo de la historia principal, entonces parte desde aquí ;]
Como siempre espero que estén excelente y que todo les vaya muy bien durante este mes de julio. Ya respondí todos los reviews y agradezco muchísimo de nuevo a la gente que se da el tiempo de comentar. Sólo por ustedes es que continúo publicando capis continuamente.
Con el permiso de ustedes quiero dedicarle este episodio a mi querida amiga DrizzleDay. Sé que ya le había dedicado un capítulo antes, pero lo hago de nuevo por dos razones: la primera es que me hizo notar algo de lo que yo no me había dado cuenta: si no me equivoco, con este capítulo ES se convierte en la historia sasuhina en español más larga de esta página. Ya lleva más de 717,000 palabras (y eso que todavía faltan más xD).
No estoy muy seguro de si tener tanta longitud sea algo bueno (me hace pensar que soy demasiado descriptivo ^^u), pero prefiero tomarlo por el lado amable, pues cuando empecé este fic jamás pensé que iba a redactar tantas palabras, mucho menos que sería tan largo. Cuando empecé ES sólo tenía dos cosas claras: el principio y el final, pero no sabía qué iba a pasar en medio. De pronto la inspiración hizo que se me fueran ocurriendo ideas hasta que finalmente llegué hasta este punto, mismo que no sería posible sin el apoyo que ustedes siempre me dan a través de sus valiosos comentarios. Así que gracias de nuevo por todo.
La segunda razón de mi dedicatoria es que hoy Drizzleday está de cumpleaños, así que aprovecho de brindarle esta lectura como regalo. Amiga mía, ¿qué puedo decirte que no te haya dicho ya? Simplemente que eres muy importante para mí y que siempre estaré deseando lo mejor para tu vida, tanto en lo personal como en lo profesional. Y sé muy bien que esas buenas vibras son recíprocas ^^
Sin nada más que añadir, ojalá disfruten este capítulo estimadas lectoras y lectores.
Vocabulario:
Tula (De «tú la llevas», palabras que dice el perseguidor al que toca): Juego infantil en el que un niño persigue a otros hasta llegar a tocar con la mano a uno, que, a su vez, perseguirá a los demás. (Por cierto en mi país tula significa otra cosa, pero en fin xD).
Ojiplático: Con los ojos como platos, muy asombrado o sorprendido.
Cariacontecido: Que muestra en el semblante pena, turbación o sobresalto.
Bregar: Luchar con los riesgos y trabajos o dificultades para superarlos.
Alardoso: Ostentoso.
Zambombazo: Golpazo.
Capítulo Cuadragésimo sexto, Segunda parte
Paulatinamente Hinata fue retornando desde el mundo onírico hacia el real, aunque, eso sí, le estaba costando deshacerse de la modorra que insistía en dominar su cuerpo. Al parecer no había dormido lo suficiente y por ello pensó en retomar el descanso, pero al tantear el lado contrario de la cama notó que Sasuke brillaba por su ausencia. Y el frío total que yacía en las sábanas le informó, además, que debió levantarse muchos minutos atrás.
Ya completamente despierta, volvió ávidos sus ojos y los hizo viajar a través del cuarto, pillando a su prometido frente a la pequeña ventana. Por el ensimismamiento que despedía su semblante, supuso que se había perdido admirando el mar. Poco después se fijó que a sus pies estaba Leónidas, can con el que se había dado un emocionante reencuentro durante la noche y que ahora mismo parecía estar descansando plácidamente.
¿Desde qué hora estaría despierto Sasuke? ¿Se habría desvelado, acaso?
Anoche su novio, concentrado en sus deberes como líder de la rebelión, había llegado alrededor de las una de la madrugada. A pesar de la demora, ella lo esperó fielmente en aquella mansión cercana a la playa. Se mantuvo despierta anhelando arreglar lo sucedido durante la tarde de ayer, pero, una vez que él llegó, sólo obtuvo ásperos monosílabos. Se notaba molesto todavía, además de agotado y reacio a conversar, por lo cual comprendió que lo mejor sería componer las cosas mañana por la mañana. Por lo menos compartieron el lecho tal como, durante el último mes, lo habían hecho durante sus viajes por los bosques. Sin embargo, Sasuke no le dijo siquiera un «buenas noches» y, peor aún, le dio la espalda y se abandonó al sueño sin más. En nada le gustó aquello, pero no tuvo más remedio que dormirse anhelando que mañana fuese un día mejor...
¿Lo sería?
Se irguió dando un bostezo que por costumbre tapó con una mano. Se frotó los ojos hasta quitarse las legañas y, de manera puramente inconsciente, se pasó los dedos a modo de peine para que su pelo se viese más presentable. Salió de la cama y entonces dio cuenta de cuánto contrastaba el calor del lecho respecto al frío que había en el ambiente. Por ello le sorprendió que su hombre estuviese a pecho descubierto, teniendo a los pantalones como única vestimenta. Él siempre presumía de ser inmune a las bajas temperaturas, pero, además, era como si le gustara que su cuerpo batallara contra el frío cada vez que pudiera.
Hizo una mueca desaprobatoria y se calzó las pantuflas para levantarse. Cuando lo hizo dio unos pasos hacia el guardarropa y de allí tomó el chaleco más grueso. Se lo colocó y pensó en llevarle uno a Sasuke también, pero sabía de antemano que él rechazaría la prenda. Lo único que conseguiría sería irritarlo. Echó una nueva mirada y en uno de los compartimentos vio un gorro de tupida lana roja, que además tenía orejeras y una esfera blanca en la parte más alta. No dudó en ponérselo al tiempo que, con una sonrisa de por medio, recordaba lo friolenta que era Ino.
Sus ojos se posaron de nuevo en su prometido. Quizás no era el momento más apropiado para admirar su físico, mas no pudo evitar hacerlo. Le parecía que tenía la espalda más recia y hermosa que un hombre pudiese tener. En cuanto logró salir de su encandilamiento, avanzó hacia quien amaba. A consecuencia Leónidas abrió un ojo, mas no hizo movimiento alguno. Su canina mente comprendía que esa hembra era la pareja de su líder y que no representaba ninguna amenaza, de modo que seguiría durmiendo hasta que las ganas de orinar o defecar se le hicieran presentes.
Hinata llegó a su destino tras unos cuantos pasos y, agachándose, aprovechó de darle unas caricias en la oreja al bonito perro. Se irguió de nuevo un rato después, entendiendo que Sasuke seguía enojado. Era obvio, dado que no reaccionó a su presencia ni le dio el buenos días tan siquiera.
Se debatió entre abordar el asunto enseguida o dejarlo a un lado hasta que su varón estuviese de mejor humor. Decantándose por la segunda opción, se colocó al lado de él y echó un vistazo por la ventana. Tuvo que ponerse de puntillas, ya que por alguna razón, quizás para que los niños pequeños no escaparan a través de ella, la habían puesto a una altura de un metro con sesenta y cinco, dos centímetros más de lo que ella medía.
Hinata enfocó el horizonte y, pese a la gruesa niebla, logró ver las empalizadas, las zanjas, e incluso atisbos del ondisonante oleaje que saludaba a la orilla constantemente.
—Ahora entiendo por qué las fragatas de Danzo no se atreven a desembarcar: con tantas defensas sería una masacre si lo intentaran.
—¿Logras ver a través de esta niebla? —preguntó un sorprendido Sasuke casi sin poder créerselo, pues él apenas podía ver unos tres o cuatro metros por delante. No observaba el mar como cualquiera podría haber pensado, sino los movimientos ondulosos y fantasmales de la bruma. Le parecían llamativos.
—¿Tú no? —devolvió la pregunta como si lo suyo fuese lo más normal del mundo.
—No, y creo que nadie más que tú podría —aseveró convencido—. Nunca deja de impresionarme tu vista tan aguda. Te aseguro que ni siquiera un catalejo podría traspasar esta bruma.
Comentaron más al respecto hasta que el tema se consumió poco después. Por lo menos la capacidad de sus ojos blanquinosos habían logrado sacar a Sasuke de ese estado casi autista, pero, aun así, en ningún momento le había dado la mirada.
—¿Quieres que te prepare un desayuno? —ofreció antes de que la atención a lo circundante volviese a diluirse en él.
—No me hace falta, puedo hacerlo yo mismo más tarde —contestó sin más. Su voz se había vuelto más fría que antes.
—Yo pensé que hoy ya no estarías enojado... —comentó sin ocultar cierta tristeza.
—¿Hay algo más punzante que ver a la persona que amas desplegando complicidad con otra persona? —contestó dándole sus orbes por fin—. No me gustó que Naruto y tú estuviesen juntos y aún más desagradable fue ver que te puso una mano en el hombro sin que te la quitaras de encima. Había una convivencia complaciente entre ustedes, una comunicación que me enfureció hasta las entrañas y que aún ahora lo sigue haciendo.
—De verdad que lo siento mucho, amor —reiteró casi las mismas palabras que ayer—. Ya te expliqué por qué me acerque a él, pero si te pones así obviamente no lo volveré a hacer. Y si no le quité la mano de mi hombro fue porque Naruto no tenía malas intenciones, simplemente quería apoyarme tras decirme que el duelo contra ti era inevitable.
—No quiero volver a escuchar tus justificaciones, ayer ya te dejé todo muy claro: si te vuelvo a ver cerca de él, lo mataré enseguida. Punto. No hay más que hablar.
—No son justificaciones —replicó sentidamente—, es sólo que estás siendo injusto conmigo y me duele. Reaccionas como si yo quisiera serte infiel, cosa que jamás de los jamases haría. —Su faz se volvió entre compungida y ofendida—. Amor, solamente deseaba convencerlo de que no pelee contra ti. ¿Tanto te cuesta entender que no deseo perderte por nada del mundo? Hemos bregado tanto para que esto resulte; hemos sufrido, hemos peleado, nos hemos separado, hemos corrido peligro de muerte, hasta terminamos nuestra relación creyendo que era para siempre... —Bajó su cabeza mientras sus manos jugueteaban nerviosamente sobre su propio regazo. Sólo cuando tal movimiento se detuvo, volvió a alzar su bello rostro—. Entiende que yo no quiero perderte después de luchar tanto para estar juntos.
Uchiha se emocionó por la manera en que lo dijo. También tuvo la impresión de que ese gorro que tenía una lanuda esfera en la parte más alta, la hacía lucir más tierna de lo que ya era. Casi como si fuese una niña.
Aun así no se ablandaría de manera tan fácil.
—Si realmente no quieres perderme entonces lo más importante que debes hacer es no acercarte a ese idiota. ¿Acaso no te diste cuenta de que reaccionaría así o peor si te veía cerca de él?
—Pero es que no tiene sentido porque yo te amo a ti. Él no me interesa como hombre.
—Pues si Naruto te gustó una vez, ¿por qué no dos?
Hinata chocó su lengua contra la parte posterior de sus dientes incisivos. Se sintió un tanto ofendida y necesitó desahogarse de ese modo.
—En primer lugar yo no soy así. Y en segundo lugar lo mismo podría decir de ti respecto a Karin.
—Con Karin sólo fue sexo y nada más. Tú sabes perfectamente que nunca me proyecté con ella.
—A lo que me refiero es que el mismo argumento que me diste lo puedo usar en tu contra. Si te gustó antes, ¿por qué no dos veces?
—Te repito que de ella lo único que me interesó fue su cuerpo, así que tu argumento no es válido porque sé perfectamente que Naruto te gustó más allá de lo físico. Precisamente por eso no quiero volverte a ver cerca de él. ¿Te ha quedado claro por fin? —añadió lo último con un claro tono de fastidio.
—Eso yo lo entiendo y no tengo problema en no acercármele nunca más, sólo deseo que comprendas que yo te amo a ti y que eso no va a cambiar. Además a Naruto nunca le interesé como mujer porque él amaba a Sakura.
—Espera... —ordenó frunciéndole el ceño—. ¿Dijiste a Sakura? —preguntó dirigiéndole unos ojos que iban abriéndose gradualmente—. ¿Te refieres a la pelirrosa, verdad? —Necesitó confirmarlo, pues no estaba seguro de que ese fuese su nombre. Prácticamente ya había olvidado a esa chica.
—Así es. Naruto trató de conquistarla, pero ella jamás le correspondió —contestó inocentemente, sin atisbar que lo dicho podría acarrear problemas en un futuro.
Qué curiosas coincidencias se daban en este mundo, pensó Sasuke. Nunca se imaginó que esos dos siquiera se conocieran. Una lenta sonrisa se le fue formando hasta quedar estampada allí por nueve segundos, cosa que extrañó bastante a Hinata. Ésta dedujo que le causó gracia que su archirrival fuese rechazado por Haruno, aunque se equivocaba por completo: lo que al guerrero le resultó una divertida ironía fue que la pelirrosa se le hubiese declarado a él, precisamente al hombre que Uzumaki más detestaba. ¿Qué diría el rubio si supiera eso? Era un punto débil al cual podría sacarle mucho partido más adelante...
Volviendo desde su abstracción, el guerrero retornó su mirada hacia la viveza que solía tener.
—De todos modos ese enamoramiento hacia Sakura ya quedó atrás, ¿no?
—Creo que sí —contestó ella.
—Entonces Naruto perfectamente podría fijarse en ti.
—No tiene sentido porque yo jamás le gusté ni siquiera un poco. ¿Por qué pasaría eso justo ahora?
—Porque ahora eres distinta —replicó enseguida—. Antes puede que no le atrajeras, pero en la nueva Hinata sí que podría fijarse. Y asimismo, ese sarnoso podría ejecutar su venganza quitándome lo que más amo.
«Lo que más amo». Que dijese eso la conmovió tanto que sintió a sus latidos volverse mucho más intensos. Llevó su izquierda justo allí, permitiendo que ésta absorbiera parte de esa gran emoción que la estaba invadiendo. De lo contrario temía, genuinamente, que su corazón terminara saliendo a través de su pecho.
—Mi vida, yo nunca me apartaría de tu lado. —Colocó su diestra sobre el corazón de él, escuchando así ambos corazones que esta vez latían a ritmos distintos—. Y en segundo lugar Naruto jamás trataría de vengarse haciendo algo así de ruin. Él es buena gente.
—¿Y si lo intentase?
—Nada conseguiría porque te amo a ti.
A Sasuke le gustó mucho que lo dijera con tanta convicción. Poco a poco la molestia que yacía en su ser iba disipándose. No obstante, necesitaba poner una prueba sobre Hinata; observar su reacción ante la saña que ahora arrojaría.
—Sea como sea a Naruto lo voy a matar en nuestro siguiente duelo. Así tendré la total seguridad de que jamás puedas fijarte en él ni él en ti.
La que era hermana de Hanabi despegó sus labios un poco y la mano derecha se posó sobre el dorso de su zurda, ambas cruzándose sobre su propio busto.
—¿Pero no te das cuenta que quiero mantenerte a mi lado vivo? Parece que no comprendes que si luchan se matarán mutuamente. ¿No quieres entender cuánto me preocupas o qué es lo que te pasa?
—¿Y Naruto también te preocupa, no?
—Sí —confirmó sin hacerse problemas—. Él es una buena persona que no merece morir tan joven, pero obviamente mi máxima prioridad eres tú porque te amo con todo lo que tengo.
A pesar de esas significativas palabras, Sasuke no quedó conforme. No le gustaba que su futura mujer se preocupara por el destino de ese esperpento. La tirria le volvió.
—Pues sea como sea le ganaré de nuevo tal como hice en el duelo anterior. Y esta vez me aseguraré de enviarlo al otro mundo sin que nada ni nadie pueda evitarlo. Lo voy a matar y punto final.
Ella meneó su cabeza efusiva y sentidamente. A consecuencia, la esfera de su gorro se movió de un lado a otro de un modo que a Sasuke le resultó llamativo.
—¿Se te olvida la tremenda herida con la que llegaste esa noche crucial? ¿¡Se te olvida que casi mueres desangrado!? —Lo tomó del brazo con una fuerza que se le descontroló, tanto así que pasó a enterrarle las uñas sin querer. Aflojó entonces su agarre, aunque su ímpetu no hizo lo mismo—. Sabes muy bien que la parca te llevaba si Sakura y yo no lo impedíamos... ¡Y eso es precisamente lo que quiero evitar!
El último grito sonó desesperado, cosa que conmovió profundamente al pelinegro. Los ojos sufridores de Hinata le removieron las entrañas al punto que un suspiro le nació. Detestaba admitirlo, pero era cierto que Naruto le había hecho un daño que de milagro no lo envió a la tumba. Aun así...
—Ya aprendí la lección. La próxima vez llevaré cerillas para prender un fuego y me cauterizaré si es necesario.
—¿Y si en esta ocasión no es sólo un corte profundo? ¿Y si se atraviesan el corazón? ¿No te has puesto a pensar en eso? —Levantó un pie a fin de dar un pisotón al suelo, pero recordando que Leónidas descansaba tranquilamente alcanzó a detenerse—. ¿No te das cuenta de cuánto voy a sufrir yo si eso pasa?
Él alzó su barbilla.
—Ese es el precio que tú y toda mujer de guerrero debe estar dispuesta a pagar: en cualquier batalla la muerte puede caer encima. En mi caso es muy difícil que pase, pero tienes razón en que no soy inmortal. Puede suceder contra Naruto, contra Pain, o enfrentando a las incontables huestes de Danzo.
—Pues al menos quiero alejar el peligro que Naruto representa para ti. Te aseguro que yo le quitaría de la cabeza esa idea funesta del duelo a muerte. Así ninguno de los dos tendría que perecer en vano. Sin embargo, arruinaste el primer paso al hablarle de ese modo tan agresivo y despectivo. Así difícilmente podré convencerlo de que has cambiado.
—No me hace falta que lo convenzas de nada. Lo voy a matar aunque hacerlo me cueste la vida.
—Hablar contigo es como hacerlo con una pared cuando te pones así de terco. —Resopló sonoramente antes de continuar—. Ese orgullo desgraciado que tienes no es capaz de atender razones —añadió desatando toda su frustración a través de su semblante.
Uchiha empatizó al verla así. Normalmente Hinata era muy comedida y tranquila pidiendo cosas, razonando, debatiendo. Cuando alzaba la voz o explotaba era porque su frustración había sobrepasado un límite al cual era difícil siquiera llegar.
—En fin, no deberías preocuparte por esto todavía. —El varón trató de suavizar su tono comúnmente grave—. Ahora mismo hay dos amenazas más importantes que el combate contra ese subnormal: Danzo y Pain. Nosotros pelearemos después de la guerra.
Hinata cerró los ojos por un larguísimo momento. Después los abrió.
—Mi amor..., sé que puedo sonarte irritante, fastidiosa o cargante, pero entiende que no quiero perderte.
—No me perderás.
—Eso es lo que dices, pero sabes que la realidad puede ser muy diferente. Por eso mismo, si yo no puedo hablar con Naruto entonces le diré a Sakura y a Ino que lo convenzan de no pelear contra ti. Si él desiste, ¿tú estás dispuesto a desistir también?
Él dio unos pasos al sentirse demasiado estático. Cuando se detuvo se dio el tiempo de pensar su respuesta.
—Me gustaría mucho matarlo —dijo por fin—, pero si se acobarda yo no tendría razón para combatir contra él porque ya lo derroté. No soy yo el que quiere vengarse, es Naruto quien desea saldar cuentas conmigo.
—Entonces les pediré a ellas que hagan hasta lo imposible para que ese combate final jamás se realice.
—Haz lo que quieras mientras no te acerques a ese hijo de la tiña otra vez.
—¿Ni siquiera estando tú presente?
—Ni siquiera así. Y estoy hablando muy en serio, Hinata.
Ella suspiró sonoramente.
—Está bien...
—Aun así, ¿entiendes por qué no deseo que te acerques más a él?
—Lo entiendo, pero sólo a medias. Me explicaré: a mí también me disgustaría verte cerca de Karin sin que yo esté presente, sé que me darian ganas de gritarle a bocajarro que eres mío. Por ese lado lo comprendo porque creo que, tal como se lo dijiste a Naruto, es inevitable sentirse posesivo cuando amas a alguien. Sin embargo, hay algo que no termino de comprender...
—¿El qué?
—Le tienes un odio visceral y eso me resulta muy extraño. ¿Por qué sigues odiándolo tanto si ya le ganaste en combate? Haber logrado la victoria contra él debió calmar esa inquina que le tienes, pero cuando fijas tu vista en su persona es como si el fuego del infierno brillara en tus ojos. Y no estoy exagerando.
Se hizo un silencio. A Sasuke se le hendió un poco la mejilla izquierda al mover esa esquina de sus labios como si tratara de tocar la comisura contraria. Estaba meditando qué responder, pues Hinata le había hecho una pregunta muy interesante y apropiada para reflexionar.
¿Por qué lo odiaba tanto?
—Ayer, cuando estábamos poniendo las barricadas, noté el respeto que mis propios hombres le otorgaban —contestó convirtiendo su mano en un puño. Luego caminó hacia una pared, dándole la espalda a su musa—. ¿Sabes lo difícil que es ganarse el respeto de tus enemigos? ¿Sabes cuán difícil resulta que éstos acepten pelear contigo al lado? Es algo casi imposible, algo que yo jamás podría haber logrado. —El puño se le tensó al punto de que los nudillos se volvieron completamente blancos—. Ahora mis propios hombres lo admiran y no sólo por el gran guerrero que es, sino también por esa personalidad afable que tiene. Me enfurece mucho aceptar esto, pero ganarse el respeto del enemigo es algo que sólo un hombre extraordinario puede hacer. Y para mi eterna desgracia Naruto lo es.
Hinata quedó en completo mutismo. Jamás pensó que Sasuke fuera a confesarle algo tan íntimo. Por un largo no supo qué decir, qué añadir, qué replicar.
—Te lo dije una vez, ¿no lo recuerdas? —continuó él cuando el silencio se extendió—. Odio a Naruto porque representa todo lo que yo pude ser de no vivir esa maldita tragedia que ennegreció mi alma para siempre. Le tengo envidia; sí —confirmó girándose hacia su novia, quien tenía los ojos muy abiertos—, esa es la maldita verdad. Tengo envidia de esa nobleza que desborda, tengo envidia de esa sonrisa que suele desprender, tengo envidia de que incluso puede ganarse el respeto de sus enemigos... Y para rematarlo todo, también tengo envidia de que alguna vez te hayas fijado en él...
—Sasuke...
Hinata no pudo decir más que el nombre de su amado, puesto que de nuevo se quedó sin palabras. La envidia no era un tema en que se manejara bien, pues su carácter generoso sólo la hizo sentir algo así en contadísimas ocasiones. Ahora mismo sólo recordaba que, a veces, le hubiese gustado recibir de parte de Hiashi el mismo trato que Hanabi, pero no podría afirmar a pies juntillas que la envidiara, puesto que incluso se alegraba de que su hermanita no tuviese que sufrir los mismos menosprecios que ella.
Se quedó reflexionando por un largo rato mientras Uchiha volvía a darle la espalda, encerrándose otra vez en su propia burbuja de pensamientos.
—Sé que esto te sonará como una locura total —dijo Hinata por fin—, pero me atreveré a decirla de todas maneras.
—¿Qué cosa? —La miró de soslayo.
—Cuando ayer encaraste a Naruto noté algo que me llamó mucho la atención: a pesar de cuánto se odian, ambos se dieron la espalda con toda confianza. A un verdadero enemigo jamás de los jamases se le da la espalda porque sabes que aprovechará la ocasión para darte una puñalada. En cambio entre ustedes existe algo de lo que ninguno parece haberse percatado: un respeto que les hace confiar en el honor del otro, un respeto que pasa desapercibido porque se camufla entre el odio.
—¿Respeto a esa basura? —cuestionó incrédulo—. Tenías razón: lo que dices es una locura delirante.
—Sólo piénsalo un poco por favor: colaboraron para rescatar a los Yamanaka dejando al odio de lado. No sólo eso, ahora mismo están aliados con el fin de derrocar a Danzo.
Ya dándole su semblante por entero, Sasuke torció sus labios y comprimió el entrecejo.
—¿A qué quieres llegar con esto?
—Aunque no lo creas Neji y Rock Lee también se odiaban —dijo mientras su rostro se amargaba al recordar que quien tenía enfrente los asesinó. Aun así no dejó que su voz se quebrara y continuó—, pero al final terminaron formando una amistad a toda prueba. Sé que es difícil y que además suena demasiado utópico, pero ellos fueron la prueba de que un enemigo digno y respetable también puede volverse un amigo.
Hinata vio que un asombro destellante se apoderaba del rostro de Sasuke. El tamaño de sus órbitas parecía haber aumentado al doble.
—Muchas veces me sorprende ese optimismo tan ingenuo que tienes. Dudo mucho que tu primo y Rock Lee hayan peleado el uno contra el otro durante cinco años en una cruenta guerra. Dudo mucho que Neji haya destruido la nación de Lee hasta los cimientos. Dudo mucho que uno haya matado en combate a un sinfín de compañeros del otro.
Ella bajó su mirada hacia la punta de sus chanclas un momento, aunque esa vista poco duró ya que volvió a alzarla hacia los negros ojos.
—Tienes razón: me equivoqué al plantear que podrían volverse amigos. Eso es pedir algo imposible... ¿Pero por qué no intentar que el odio se disipe? ¿Por qué no tratas de aminorarlo en vez de aumentarlo?
Sasuke caminó hacia una esquina; esta vez afirmó su espalda en el muro y se cruzó de brazos.
—Porque no importa lo que haga, lo que Naruto más ansía en la vida es matarme y eso jamás cambiará. Y después de todo lo entiendo. Es más, si esto fuera uno de los cuentos de Ino él sería el héroe y yo el villano. Y por más que intente torcer eso, por más que trate de redimir mis pecados, el final feliz no me corresponde a mí sino a él. Uzumaki es un hombre mucho mejor que yo, aquel que si se lo propusiera podría quitarme lo que más amo en este mundo: tú. Y por eso es que lo odio y lo seguiré odiando como no tienes idea. —A lo dicho, terminó descruzando sus brazos para dar un puñetazo contra la palma de la mano contraria.
«Lo que más amo en este mundo». Aquella frase le hizo sentir a Hinata que sus rodillas tiritaban, pero, extrañamente, no de la forma en que anuncian una caída inminente sino de una que pretendía elevarla al cielo si ello le fuese posible. Era un temblor delicioso, distinto y emocionante, que pronto se le expandió también hacia los brazos y el mentón.
—Amor... —Caminó hacia él, hacia su cielo, y le tomó aquella mano que siempre estaba fría. Quería abrigársela tanto como a ese terco corazón—. Entiendo que me prohíbas hablar con Naruto..., ¿pero de verdad crees que podría fijarme en él? —preguntó esgrimiendo un tono que dejaba claro que la sola idea le parecía una demencia.
Se hizo un pequeño silencio, uno en que ambos percibieron sus aromas entremezclándose con el de la cercana playa.
—Mejor prevenir que lamentar —sentenció el Uchiha.
Ella metió por debajo de su grueso chaleco la helada zurda de él y, colocándola sobre su pecho, se dispuso a compartirle el calor que brotaba de su piel. Le fue igual que echarse nieve encima, pero aguantó el estremecimiento estoicamente. Iba a abrigársela a cualquier costo, pero, aún más que eso, deseaba que su prometido conectara con su corazón.
—¿Escuchas lo que te dicen mis latidos?
—«Estaré contigo hasta el final». Eso es lo que interpreto a partir de mis propios deseos..., ¿pero son los tuyos también?
—Ten total seguridad de eso. Jamás te atrevas a ponerlo en duda.
Extasiado, Uchiha la observó como si fuera la única estrella que existiera en el firmamento. Luego su mirada bajó hacia la boca de su musa, manteniéndose allí por poco más de medio minuto.
—Bésame, Hinata —pidió sentidamente, mientras su mano libre se dirigía cariñosamente hacia esa mejillas que solían sonrojarse—. Sólo bésame hasta que se me olvide el odio que le tengo a Naruto. Aunque sólo sea por unas horas olvidemos juntos tu dolor, el mío, la guerra. Bésame tal como si después llegase el apocalipsis.
Ella despejó ese mechón rebelde que solía taparle el ojo izquierdo. Entonces la negrura de esas pupilas atrapó al tono perlado de las suyas y, cautivada por la nebulosa de amor que surgió entre sus cuerpos, lo besó del modo ferviente que él le había solicitado, uno que causara una amnesia hacia todas las demás cosas que no implicasen amor y deseo.
Él, dejándose llevar por la pasión, le recorrió los senos con esa mano que estaba bajo el chaleco mientras la otra se posaba posesivamente en sus anchas caderas. Cuando el fulgor bucal que los llenaba brindó una milagrosa pausa, Uchiha quiso darse la oportunidad de comentar una curiosidad que arribó a su mente.
—¿Sabes algo? Es primera vez que pienso en lo apropiado que es tu cuerpo para engendrar.
Hinata no se esperaba un comentario así en un momento como este. Sintió que calor acudía a sus carrillos, cosa que le avisó que estaba sonrojándose otra vez.
—¿Por qué dices eso? —preguntó al tiempo que desviaba la mirada hacia la base del velador, mismo que se ubicaba a un lado de la cama.
—Porque tu cuerpo es demasiado femenino. —Sus ojos la recorrieron de pies a cabeza y viceversa varias veces, quedando maravillado por sus pronunciadas curvas—. Por ejemplo tus senos son grandes, aptos para amamantar por mucho tiempo. —Se los palpó desde la parte inferior hasta aprisionar los pezones entre sus dedos. Hinata no pudo evitar que un jadeo escapara de sus labios—. Tus caderas —la mano que estaba ahí le oprimió el lado derecho— son muy anchas y eso favorece que el parto no tenga complicaciones. Tu pelo es firme y resplandeciente —le acarició un mechón para luego olerlo ávidamente—, señal de una buena salud que también heredarán nuestros hijos. En realidad tu físico irradia una fertilidad sobresaliente; es como si todo tu cuerpo me pidiera a gritos que te convierta en mamá una decena de veces...
Esta vez Hinata se ruborizó a un extremo que pocas veces alcanzaba. De tener nieve a mano se la habría echado en las mejillas sin siquiera pensarlo. También tuvo que carraspear al sentir que la garganta se le apretaba de nerviosa emoción.
—¿De verdad quieres diez retoños? —preguntó a virtud de que todavía le costaba creerlo.
El cariz deseoso del último Uchiha mutó hacia uno más serio, ya que sólo así su musa podría convencerse de que su deseo era genuino.
—A decir verdad nunca me preocupó rehacer a mi clan, así que nunca quise hijos. Pero ahora quiero que des a luz una legión entera.
Hinata tuvo que toser un poco al sentir que se atragantaba con su propia saliva. Y es que la idea de tener tantos retoños sonaba muy inspiradora para Sasuke, pero, quizás por ser hombre, parecía no estar enterado de los datos poco alentadores que existían en sus tiempos: uno de cada tres niños moría antes de llegar a los cinco años y, asimismo, que la madre falleciera en el primer parto o en los posteriores era un riesgo plenamente latente. Sin embargo, ya hablarían de eso más adelante pues ahora mismo no deseaba arruinarle la ilusión. Buscó algún comentario alternativo hasta que pudo hallarlo unos segundos después.
—Me parece extraño que quieras ser papá de tantos niños. De hecho recuerdo que una vez Ino, en una conversación íntima que tuve con ella, me contó que siempre evitaste preñar a Karin... ¿Por qué?
A Sasuke pareció brotarle un ápice de... ¿melancolía? Hinata no estuvo segura de qué sentimiento lo abordaba, pero sí supo que su cuestionamiento le había tocado una fibra sensible. De pronto ambos quisieron leerse los pensamientos, o por lo menos eso indicaba que estuviesen inmersos en un profundo estudio visual mutuo.
—En primer lugar porque sentía, y en realidad aún lo siento, que seré un pésimo padre. —Hinata hizo ademán de protestar, pero él la silenció poniéndole un índice sobre sus carnosos labios—. En segundo lugar temo que mis hijos salgan como yo: agrios de carácter o, peor aún, llenos de odio. Y en tercer lugar nunca sentí que Karin fuera la mujer adecuada para eso, pues, como ya lo sabes, no había ningún enlace que nos uniera más allá del sexo. En cambio contigo... —Permaneció en silencio porque sintió que no había necesidad de seguir explayándose.
Aun así Hinata necesitaba escucharlo textualmente.
—Continúa por favor...
Él le apretó un poquito la nariz como castigo por no conformarse. Luego de un pequeño «auch» de Hinata, continuó.
—En cambio contigo me siento de un modo muy distinto. Tengo la seguridad total de que serás una mamá grandiosa y, además, también sé que te verías muy linda con barriga de embarazada. —Haciendo círculos con su mano, le acarició el lugar donde se ubicaba la matriz—. Sólo imaginármelo me genera una ternura que nunca sentí en mi vida.
—Sasuke... —musitó su nombre a la vez que se emocionaba de una forma increíble. Inmersa en esa marea que no era provocada por el cercano mar sino por el corazón, le dio otro beso que cabalgó de ida y vuelta entre lo tierno y lo fogoso, alternándose tales cualidades durante el largo tiempo que duró.
—Me gustaría preñarte ahora mismo... —susurró mientras una mano bajaba a fin de disfrutar de la curvatura de sus glúteos respecto a la espalda.
Hinata estuvo a punto de decirle «hazlo», pero sabía que embarazarse en medio de una guerra sería un acto muy irresponsable. No sólo su vida correría peligro sino también la de su hijo en formación. No obstante...
—¿Sabes? —le anunció a su amado que algo importante requeriría su atención. Él dejó de manosearla para concentrarse en sus luceros—. Sé que quedar encinta es muy peligroso ahora mismo, pero también traería una ventaja inesperada...
—¿Cuál?
—Podría evitar el duelo entre Naruto y tú.
Las cejas de Uchiha se tocaron sobre el entrecejo cuando su frente se comprimió.
—¿Cómo lo evitaría?
—Naruto desistiría de luchar contra ti si supiera que vas a ser papá. Estoy segurísima de que en tal caso no sería capaz de enfrentarte. Él podría convertirme en viuda porque yo soy adulta, pero no podría dejar sin padre a nuestro bebé. No se perdonaría hacerle un daño así de grande. Y lo mismo se aplica con Hanabi: sé que ella tampoco intentaría matarte si un día supiese que será tía.
Uchiha guardó absoluto silencio por alrededor de quince segundos. Lo dicho sonaba tan lógico que necesitaba reponerse del asombro que lo poseyó.
—¿Eso lo pensaste antes o se te ocurrió recién ahora? —cuestionó finalmente.
—Lo pensé anoche antes de dormir.
—¿Tanto quieres evitar ese duelo?
—Es obvio que no quiero perderte, ¿o acaso no te das cuenta que te amo como una loca y que mi máximo deseo es tenerte a mi lado por siempre? Por eso mismo me he rebanado el cerebro tratando de hallar soluciones para que ustedes no luchen a muerte. Nuestros hijos no pueden perderse el privilegio de tener un buen padre como sé que tú lo serás.
Sasuke se sumió en un asombro que le apretó la garganta.
—¿En serio piensas que seré un buen padre? —iteró sin poder créerselo.
—Sé que te esforzarás por lograrlo. Serás como el papá de Ino lo fue con ella —terminó sonriendo, confiando de lleno en lo dicho.
Curiosamente las lindas palabras que Hinata le dedicó no surtieron el efecto que ella esperaba. A Uchiha parecieron temblarle tanto los labios como los ojos y una expresión cariacontecida se apoderó de él. Mantuvo tal gestualidad unos segundos hasta que le dio la espalda, caminó hacia la pequeña ventana y echó un nuevo vistazo a la niebla. Ésta parecía que por fin comenzaba a despejarse.
—¿Qué pasa? —preguntó extrañada varios segundos después. No creía haber dicho algo malo sino todo lo contrario—. De repente tu semblante cambió del todo.
—Gracias por creer que seré un gran padre, pero esa es una falacia; algo que jamás podrá cumplirse.
—Amor... —musitó al ser tomada por sorpresa—. ¿Por qué dices eso ahora? Hace poco parecías muy ilusionado con la idea...
Uchiha dio un resuello corto pero muy sonoro.
—Tú lo has dicho: ser un gran padre es sólo una ilusión... —musitó triste e incrédulo—. ¿Cómo podría serlo alguien que hizo atrocidades terribles por venganza?
—Pero Sasuke... —Pasó los dientes superiores, como si fueran rastrillos, por encima del labio inferior—. Quedamos en que no íbamos a hablar más del pasado...
Él echó la cortina de sus párpados sobre los ojos.
—Mi problema es que tú me volviste más sensible. Tú despertaste una conciencia que estaba oculta en lo más profundo de mi cerebro y de tanto en tanto me da mucha tristeza pensar en todo lo que hice. Precisamente por pensar eso me desvelé buena parte de la noche. El que se arrepiente de lo hecho es doblemente miserable y creo que eso está pasando conmigo ahora mismo.
Ella, para sorpresa de Sasuke, pareció sentirse orgullosa de lo que recién había dicho.
—La sensibilidad puede ser molesta y dolorosa muchas veces, pero también nos hace más empáticos. Si sigues recorriendo el camino del arrepentimiento serás tres cosas que antes no eras: una buena persona, un gran esposo para mí y un gran padre para nuestros hijos. Sé que en el fondo todo eso quieres y yo te ayudaré a conseguirlo.
De pronto Sasuke quiso creer que sus ojos aumentaban de temperatura, lo cual provocaba que la imagen de Hinata se le volviera tan vaporosa como estando a cincuenta grados en un desierto. Pero no. No era calor sino emoción en forma de lágrimas, mismas que estaban acumulándose antes de derramarse. Orgulloso como siempre tragó saliva y parpadeó varias veces a fin de difuminarlas. Cuando su vista recobró su espectro normal, le clavó sus vibrantes pupilas a su adorada chica.
—Jamás pensé que un día llegaría alguien capaz de confiar en mí hasta el punto de creer que puedo ser todo lo que nombraste —contestó tratando de devolverle la sonrisa y, aunque no pudo, el temblor de su voz le mostró a Hinata que la sinceridad en persona se materializaba en su varón.
—Últimamente me has tratado con mucho cariño y yo misma vi con cuánto amor tratabas a tus perros a pesar de la maldad que te consumía durante esos días tan oscuros. —Miró a Leónidas, quien a su vez hacía lo mismo con un gesto lleno de curiosidad. Ésta, seguramente, se debía a la emoción que percibía en ellos—. ¿Entonces por qué no podrías ser así de bueno con tus propios hijos? ¿Por qué no podrías ser un buen marido?
Sasuke sintió que un nudo se le hacía en la garganta y tragó saliva para deshacerlo. También supo que más dosis de humedad se posaba en sus luceros. Sólo empleando éstos, volvió a decirle «gracias por tenerme tanta fe». Aunque necesitó agregar urgentemente algo más.
—Eres tan hermosa, Hinata —dijo suspirando de amor—. A veces creo que eres un sueño y no una realidad.
—Soy real, amor. Aquí me tienes. —Con mucha ternura, entrelazó sus manos entre las suyas.
—Es que muchas veces lo dudo porque sé que ninguna mujer, absolutamente ninguna, hubiera hecho por mí todo lo que tú has hecho. Por eso siempre te daré mi eterna gratitud.
A Hinata le gustó verle esa mirada semi acuosa. Definitivamente, eso de confiar en que sería un buen padre y esposo le había tocado el alma. De repente tuvo la necesidad imperiosa de abrazarlo abocando su alma entera en tal acción. Sabía que Sasuke era muy orgulloso y por eso no quería que se sintiera humillado si ella le veía algunas lágrimas deslizándose por sus mejillas. Cerró los párpados y se apretó contra su pecho, repitiéndole cuánto lo amaba y todo lo que le significaba. Él, a su vez, le dio el trabajo a sus dedos de acariciarle la espalda y a su boca de corresponderle con una voz lo más firme posible. Aun así, que se produjese un requiebro en ésta le fue imposible de evitar.
De este modo, la emoción se mantuvo por incontables minutos que ninguno de los dos olvidarían. Ambos lucharían para que este compromiso tuviera un futuro y eso nada podría cambiarlo. No importaba cuántas veces más el pasado intentara separarlos o hacerlos sufrir, a la decisión de estar juntos ya nada podría romperla.
Poco después se escucharon unos golpes muy suaves en la puerta, dados con la precaución propia de alguien que no sabe si del otro lado se está durmiendo todavía. Uchiha preguntó quién era y entonces Juugo anunció los dos motivos de su visita: entregarle las espadas que le había hecho y un importante elemento.
—Espera un momento —ordenó el de pelo negro sin alzar su voz. Después fue por una camiseta al armario y es que, a diferencia de Naruto, a él no le gustaba mostrar la «X» que llevaba en el pecho pues tal cicatriz demostraba que no era invulnerable. Las únicas excepciónes a esa regla eran Hinata e Ino.
—¿Por qué reemplazarás tus armas? —cuestionó su novia mientras se abrochaba la bata que unos segundos atrás se puso encima.
—Las espadas son como las personas, también envejecen y después de múltiples batallas ya es hora de que cambie las mías. Es posible que en un futuro combate se hagan trizas y debo evitar eso a toda costa. Es inevitable agarrarle cierto cariño a tus armas, pero hay que saber cuando jubilarlas.
Hinata lo entendió perfectamente.
—Debes confiar mucho en el trabajo de Juugo porque sé, de primera mano por cierto, que te gusta hacer todo por ti mismo.
—Sólo herreros excepcionales pueden hacer espadas excepcionales. Ellas tienen muchas partes que deben combinarse a la perfección: el pomo, la empuñadura, la espiga, la guarnición, los gavilanes, la virola. Por ejemplo el pomo es la parte más alta del mango —indicó la esfera que allí sobresalía— y tiene la función de equilibrar el peso de la hoja, que éste se sienta bien distribuido y facilite los espadazos. La acanaladura reduce el peso de la hoja —indicó un surco que se ubicaba a lo largo de ésta— sin que por esto pierda resistencia. Un día te lo explicaré todo con lujo de detalles; lo importante ahora mismo es que te des cuenta de que ser un gran espadero es un arte que no cualquiera puede dominar.
—Me quedó clarísimo.
Cuando la puerta se abrió, Juugo no tardó en entregarle sus nuevas tizonas al Uchiha. Él, apenas las desenvainó, quedó extasiado ante la preciosa visión. La empuñadura era cubierta por un lustroso cuero negro, el pomo imitaba la forma clásica de un diamante y, como colofón estaba la guarnición, aquella barra protectora de metal que dividía al mango de la hoja. Justo en esa pieza estaba escrita, en bajorrelieve, el nombre de Itachi. La otra espada tenía la misma disposición, luciendo el nombre de Suigetsu. Así, el herrero pelirrojo había cumplido a la perfección el pedido de Uchiha. Este último se adentró más en el pasillo y empezó a maniobrarlas de una forma que a Hinata la impresionó por lo complicado de los movimientos. La habilidad de un malabarista respecto a sus objetos se quedaba muy corta en comparación.
—Gracias, Juugo, te quedaron perfectas —dijo cuando concluyó su acción—. A partir de hoy lucharé con mi hermano y mi mejor amigo al lado mío —dijo imprimiendo espontánea solemnidad.
Al hombretón le pareció muy extraño que Sasuke le expresara gratitud abiertamente. Eso tampoco era propio del hombre que él había conocido.
—¿Cuánto oro te debo por tu magnífico trabajo?
—Nada de nada. Sé que Suigetsu así lo hubiese querido.
Uchiha insistió en pagarle hasta que Juugo se vio obligado a aceptar por lo menos la mitad de lo que se merecía.
—Aquí está el diario del que le hablé anoche —anunció el de dos metros mientras sacaba, de la mochila que llevaba en su espalda, el susodicho objeto. Por lo grueso que lucía, Hinata supo que muy liviano no debía ser.
Tras intercambiar algunas palabras más, el cristiano se retiró por el fondo del pasillo. A la fémina nunca dejaría de sorprenderle lo pacífico que se veía. Ni en tres vidas podría imaginarse que ese hombre sufría terribles ataques de furia en el pasado.
—¿Y ese libro? —preguntó en cuanto alejó a Juugo de sus pensamientos.
—¿Recuerdas el caso de las fantasmas?
Hinata sintió un escalofrío al recordarlas y un poco de susto también se le hizo presente, mas, para remediarlo, también trajo a su memoria que ellas eran víctimas más que criaturas espantosas.
—Imposible olvidarlo porque ellas siguen requiriendo justicia, aunque si alguien me dijera que eso pasó cinco años atrás le creería sin chistar.
—Yo también me lo creería —concordó—. Y contestando tu pregunta: este es un diario de vida.
—¿De Hiro? —nombró al principal sospechoso, mismo que, según recordaba, fue arrestado en Jiren apenas llegaron a esta ciudad.
—De una de las víctimas. —Dicho esto, su mano lo levantó hasta ponerlo a la altura de los ojos albinos—. Este diario es el que ayudó a resolver el crimen.
Hinata se volvió ojiplática instantáneamente.
—¿De verdad ya está resuelto? —preguntó con aquella voz propia del asombro—. ¿Es en serio?
—Cuando regresábamos de rescatar a los Yamanaka le encargué a Juugo, además de nuevas espadas, que investigase el caso. Le di los datos más relevantes, como que una de las chicas asesinadas vivía justo en esta ciudad. ¿Recuerdas ese último detalle?
—Sí.
—Juugo fue con un par de soldados, registraron la casa de esa fallecida concienzudamente y encontraron un diario de vida escondido en el entretecho. Allí la chica cuenta todo lo que pasó antes de embarcarse en Jiren. Ya no hay dudas de que el femicida es Hiro, mismo que trató de hacer pasar sus dos asesinatos como suicidios.
—Ya veo. Por eso es bueno tener un diario de vida. Siempre se corre el riesgo de que alguien más lo lea, pero dejas testimonios que pueden servir mucho para casos como estos.
Sasuke asintió con un sólido movimiento de testa.
—¿Y por qué las mató? —siguió indagando ella—. ¿Por qué hizo esa maldad?
—La chica mantenía una relación amorosa con Hiro, una que se suponía tan feliz que él incluso decidió pedirle matrimonio. Seguramente fue un modo de engatusarla con el fin de desflorarla. Ella aceptó la boda, pero lo que no sabía es que Hiro ya estaba casado en la nación de ultramar. Y seguramente, como buen marino, también debía tener una amante en cada puerto—. A medida que Uchiha iba contando, la faz de Hinata iba torciéndose en gestos de amargura y compasión—. Cuando la víctima descubrió la verdad decidió viajar a la nación más allá del océano para contarle todo a la esposa de Hiro. Ese fue el motivo del asesinato: evitar que contara la verdad.
—¿Entonces la mató sólo para que su esposa no se enterara de su infidelidad?
—El suegro de Hiro pertenece a un clan importante, por lo cual iba a tomar graves represalias si se enteraba de esas infidelidades. Era seguro que iba a quitarle la dote, cosa que le haría perder su estatus económico. Y no sólo eso: hasta podría matarlo por faltarle el respeto a su hija y a su clan.
Hinata bajó su cabeza a la vez que daba un sentido suspiro.
—Pobre chica. Confió en Hiro como un hombre al cual amar y él le pagó ese amor quitándole la vida. Es tan triste como siniestro... —comentó sin poder evitar un requiebro en su voz.
—Precisamente por eso debe haber vuelto al mundo terrenal: no podrá descansar en paz si su asesino no recibe el castigo que se merece.
—¿Y por qué la chica no viajó en otro barco? ¿Por qué justo viajó en el que Hiro trabajaba como marinero?
—Porque nunca se imaginó que él iba a ser tan malvado como para matarla. Y seguramente con la segunda mujer sucedió algo similar. Además Jiren es el único barco de pasajeros que existe en este reino y seguramente del mundo también. El noventa y nueve por ciento de los barcos son militares o de carga.
—Entiendo... ¿Entonces hay certeza absoluta de que Hiro es culpable, verdad? ¿No hay posibiidad de que exista una duda razonable?
—Toda la evidencia está en este diario de vida y es irrefutable. De hecho, hay tanta seguridad de su culpabilidad que será ejecutado el sábado.
—En seis días más... —musitó—. ¿Y con la segunda chica pasó lo mismo entonces? —preguntó recuperando el volumen normal de su voz.
—Es altamente probable. No se puede investigar más y comprobarlo porque ella no residía aquí, sino en la capital que ahora mismo está controlada por Danzo. Aun así está claro que Hiro la mató usando el mismo modus operandi.
—Ya veo... Fue una gran suerte que por lo menos una de las chicas tuviese casa aquí.
—Así es, pero de todos modos, a medida que la rebelión vaya conquistando ciudad por ciudad, igualmente habríamos desenmascarado a Hiro más temprano que tarde.
Esta vez fue ella la que asintió. Enseguida realizó una pregunta importante.
—¿Tú vas a leer el diario?
—No; yo tengo que ocuparme de otras cosas concernientes a la guerra, así que tú lo harás por mí. —Se lo entregó con cuidado, ya que el encuadernado no estaba del todo firme y corría el riesgo de desarmarse con un movimiento brusco—. De todos modos no es necesario que lo repases todo, Juugo ya subrayó con tinta roja lo que es relevante. Léelo y verificarás por ti misma la culpabilidad de Hiro.
—Lo leeré completo. Me gustaría conocer, a través de sus letras, al menos a una de esas mujeres que trataron de contactarse conmigo incluso después de muertas.
Sasuke asintió para luego agregar algo.
—¿Te cuento algo curioso? Los colegas de Hiro dijeron que era un hombre muy atento, siempre dispuesto a ayudar, de buen trato con el prójimo, tanto así que les cuesta creer que se trate de un asesino que mató a dos mujeres.
—Eso me parece muy raro... —comentó con suspicacia—. ¿Si es un femicida entonces por qué se comportaba tan bien? ¿No crees que pueden estar cometiendo un error?
—No seas tan ingenua, amor —aconsejó mientras le tomaba la mano suavemente—. La gente siempre juzgará lo que aparentas ser y no lo que en verdad eres. Basta con parecer bueno a ojos de los demás para camuflar la maldad que se lleva por dentro.
Hinata encontró que su novio había dicho una gran verdad.
—Tienes mucha razón. El mal tiene demasiadas caras que lucen amables. Ahora mismo se me viene a la mente Orochimaru, quien siempre me trató con una caballerosidad encomiable, pero en el fondo no dudó en darle a sus hombres la orden de matarme.
Sasuke hizo un gesto de concordancia.
—¿De qué modo liquidarán a Hiro? —preguntó ella a sabiendas que casos de asesinato recibían pena de muerte.
—En este reino somos tan misericordiosos que le damos al condenado la oportunidad de elegir entre cuatro ejecuciones: lapidación, morir en la hoguera, empalamiento, ser devorado por fieras. El último, por cierto, es un castigo que a los romanos les encantaba.
—Ya veo... —dijo presionando sus labios el uno contra el otro. Luego suspiró sonoramente—. ¿La lapidación es ser apedreado hasta la muerte, verdad?
—Exacto.
Hinata volvió a comprimir su boca hasta volverla blanca.
—Todas son maneras muy horribles de morir —comentó finalmente.
—Me parece hasta poco para alguien que mató a dos mujeres que lo amaban. —Hinata tenía toda la intención de protestar si era necesario, pero lo dicho simplemente la silenció de cuajo—. Además así hay que castigar a los criminales. Las penas deben ser disuasivas para que la gente no se atreva a cometer delitos. Lo que me propusiste una vez, eso de quitarles sólo la libertad, de nada serviría.
—¿Y cuál es la muerte más... conveniente? —Entrecomilló la última palabra utilizando sus dedos.
—Devorado por fieras.
—¿Es por qué puedes defenderte contra ellas como un guerrero, verdad?
—No —complementó su vocablo meneando la cabeza—. Estás esposado de manos y pies, y la boca la tienes amordazada. La idea es que los animales merienden a gusto sin que reciban ningún daño.
Hinata se estremeció un tanto. La forma tan cotidiana en que Sasuke lo decía la abrumó. Era como si tratara una minucia sin mayor importancia.
—Horrible... ¿Entonces por qué razón es la muerte más conveniente?
—Porque si expones tu cuello las bestias te mascarán la yugular por instinto. La sangre sale a chorros y mueres rápidamente. Además el cadáver no se desperdicia, ya que servirá de alimento a otro ser vivo.
—Supongo que esa es una forma de pensar muy lógica...
—Eso sí —anunció un apunte—: si las fieras son hienas o chacales es mejor elegir otra forma de morir.
Hinata frunció el ceño, extrañada quedó.
—¿Por qué?
—¿Sabes por qué esos animales tienen mala fama?
—¿Porque son feos?
—Puede que no alegren la vista, pero más que todo es por lo siguiente: la gran mayoría de animales cazadores, como el león, el tigre o el lobo, tratan de matar rápidamente a su presa mordiéndole el cuello y comienzan a comerla sólo cuando ya está fallecida. Las hienas y los chacales son diferentes: las devoran mientras todavía están vivas. Abren el vientre a dentelladas y entonces comen intestinos, estómago, hígado, etcétera, aunque, por lo que vi yo, tienen predilección por los genitales masculinos. Es lo primero que se comen de los hombres.
Hinata tuvo que llevar una mano para tapar la boca abierta por el espanto.
—¿Por qué hacen algo tan sádico? ¿Por qué no matan antes de comer?
—¿Quién sabe? Los animales no tienen concepto de sadismo o maldad, así que simplemente nacieron así. Yo supongo que el instinto los lleva a comer lo más pronto posible antes de que otros depredadores lleguen a robarles lo cazado. Además perderían mucho tiempo tratando de matar a sus presas porque sus fauces no pueden abrirse tanto como las de un león u otros animales.
—Es decir que te van destripando hasta que tu sistema orgánico colapsa... —musitó una conmocionada Hinata—. Es una muerte ominosa.
—Y una que puede demorar mucho tiempo. El ser humano tiene más resistencia de lo que crees, más si el condenado es joven y fuerte.
Hinata volvió a estremecerse mientras su rostro se arrugaba por una mueca llena de compunción.
—¿Tú cuál muerte elegirías? —preguntó Sasuke ante su silencio.
La fémina sacudió su cabeza, escapando así del estupor que la había abordado.
—Creo que todas son muy horribles, pero se me hace que la más atroz es la de morir quemado. Basta con acercar una cerilla prendida a la mano para darse cuenta de cuánto duele el fuego.
—La hoguera queda descartada entonces, pero todavía no me respondes. ¿Cuál muerte prefieres?
—A mí me gustaría morir mientras duermo, pero ya que sólo me das cuatro opciones elegiría morir devorada por fieras, siempre y cuando éstas no sean hienas ni chacales. Si se trata de esos animales entonces mi segunda opción es la lapidación.
—Coincido contigo. La hoguera es crudelísima y el empalamiento es tan deshonroso como hórrido. Si Hiro es inteligente elegirá ser devorado, ya que aquí no tenemos chacales ni hienas sino perros y tigres.
—Si te soy sincera me da lástima Hiro. Sé que mató a dos mujeres y que las pruebas son irrefutables, pero no sé si matarlo así podrá darles tranquilidad a las difuntas.
—Estoy seguro de que ellas quedarían muy conformes. Si de verdad llegaron desde otro plano existencial hasta aquí, es precisamente porque querían esto: justicia. Y no me vengas con eso de que el castigo es inhumano y excesivo.
A Hinata le parecía demasiado inicua esa justicia, pero no tenía ganas de debatirlo con Sasuke. Sabía que en eso jamás concordarían.
—Supongo que tienes razón —se limitó a decir.
Pese a la respuesta, Uchiha no quedó conforme.
—¿Recuerdas que en Jiren yo te ofrecí que, después de la guerra, me torturaras o mataras por lo que le hice a tus familiares?
—Sí, pero nunca haría eso. Siempre me ha parecido que el ojo por ojo es algo barbárico.
—Pero yo estaba dispuesto. Si haces un daño debes estar preparado para recibir lo mismo o peor de vuelta. El que la hace la paga, es así de simple.
—El problema es que eso se transforma en un ciclo de odio que nunca termina. Mi clan mató al tuyo y tú te vengaste agregando torturas. Por eso Hanabi ahora también quiere vengarse de ti y estoy segura de que, si tuviera la oportunidad, te torturaría hasta la muerte también. Después yo tendría que vengarme de mi hermana por asesinar al hombre que amo y mi padre tendría que vengarse de mí por quitarle a su hija favorita, y así sucesivamente hasta que ninguno de nosotros quede con vida. El ciclo de odio jamás se terminará si seguimos transitando ese oscuro camino...
—¿Pero a qué quieres llegar con esa reflexión? ¿Deseas que a Hiro se le perdone la vida? ¿De verdad crees que se merece un castigo más humanitario después de matar a dos mujeres que lo amaban?
—No creo que lo merezca y por eso acepto el destino que le toque. Sólo digo que si castigamos a un asesino de la misma forma o de una peor... ¿En qué nos diferenciamos nosotros de él?
—Nos diferenciamos en que nosotros castigamos un crimen; no fuimos nosotros los que matamos a dos mujeres porque sí. Si Hiro nada hubiese hecho, ahora mismo no estaría en esta situación ni tendría que pagar con la pena capital. Ahí radica la gran diferencia entre él y nosotros.
El argumento fue tan sólido que Hinata no pudo rebatirlo. Era verdad que había una diferencia entre cometer un crimen y castigarlo.
Como Uchiha no recibió respuesta supuso que ella había aceptado sus argumentos.
—¿Irás a ver la ejecución el sábado?
—¿Verla? —preguntó parpadeando sorpresa en sus ojos lunares—. No, yo paso.
—¿En serio te vas a perder el entretenimiento? —preguntó con un tono que dejaba claro que tal cosa le parecía extraño.
—No me gusta ver ese tipo de cosas, me parece sadismo en estado puro.
—Pues acá la gente de todas las edades se reúnen en torno a la plaza de los condenados para ver las ejecuciones. Luego los adultos se van a tomar cervezas y los niños se van a jugar a la tula. Es una tradición muy arraigada y estoy seguro de que en tu país hacían lo mismo.
—Pues no me parece que nenes vean cosas así. A nuestros hijos jamás les dejaré presenciar ese tipo de espectáculos tan morbosos y sadistas.
—Ya lo debatiremos más adelante, cuando tengamos retoños.
—Me parece bien porque ya discutimos suficiente por hoy —dijo ciertamente aliviada—. ¿Y qué haremos hoy? Entiendo que estarás muy ocupado, ¿pero podremos estar juntos un par de horas por lo menos?
—Precisamente durante dos horas te enseñaré algo muy importante para que tu esgrima se vuelva más versátil. Gastarás todo el día y los siguientes perfeccionando esa técnica que te servirá para derrotar a la pelirrosa.
—¿De qué se trata?
—Paciencia, ya te lo diré después del desayuno. Como bien sabes después tendré que encargarme de diversos asuntos militares: ver cómo obtener más agua, provisiones y caballos, pagos a las tropas, encargar misiones de sabotaje y espionaje, etcétera. No podremos vernos hasta bien entrada la noche. Hasta ese momento quédate dentro de esta mansión y no salgas aunque veas a Neji en la playa —le recordó, con tono de regaño, el motivo de que Orochimaru la capturase, hecho que ella le había contado durante su travesía por los bosques—. Y si por alguna razón necesitas salir ve acompañada por guardias.
—Está bien, prometo que te haré caso. —Alzó su mano de un modo firme y solemne—. No te preocupes, amor.
Él quedó muy conforme. Después de desayunar reposaron alrededor de media hora, dirigiéndose luego a una sala muy amplia que se utilizaba como campo de entrenamiento. Allí Sasuke le enseñaría una técnica muy complicada, pero que, aunque Hinata no la dominara, igualmente podría sorprender a Sakura y darle la victoria.
Durante la tarde, mirando por una de las pequeñas ventanas de la mansión, vio que Sakura estaba entrenándose no muy lejos, justo antes de las múltiples defensas puestas para evitar los desembarcos enemigos. Llevaba pantalones igual que ella, además. Sin dudarlo se dirigió hacia la salida de la mansión y, entonces, diez de los veinte guardias apostados por Sasuke le dijeron que tenían órdenes de no dejarla sola ni a sol ni a sombra. No tuvo más remedio que aceptarlos como escoltas aun cuando le parecía una protección excesiva.
Avanzó hasta que la figura de la pelirrosa fue haciéndose cada vez más grande en el horizonte. Estaba practicando en soledad, lanzando golpes al aire como si enfrente tuviera a un oponente. Aquello Sasuke solía llamarlo «luchar contra la sombra».
De repente Hinata necesitó quedarse quieta en su lugar durante varios segundos, asombrándose por la velocidad de brazos y piernas que presenciaba. Por lo que veía Haruno era muy ágil, tanto que no dudó en considerarla un poquito más rápida. Por poco margen, eso sí, pero a fin de cuentas lo era. Enseguida le echó la culpa a sus grandes senos por tal perjuicio. En cambio su futura rival tenía la ventaja de que los suyos eran más pequeños y eso, en lo relativo al combate, significaba sacarse un lastre de encima. Bastó sólo verla unos cuantos segundos más para tener la certeza de que el duelo contra ella sería mucho más difícil que el vivido con Hanabi.
Le pidió a sus guardaespaldas que le dieran unos minutos de privacidad, que podían vigilarla desde lejos sin problema. Así, mientras avanzaba hacia la pelirrosa, dio cuenta de que no estaba practicando con una katana como pensó en un principio, sino con una pesada espada tradicional. Si podía moverla con tanta ligereza, entonces el peligro de perder contra ella se agrandaba aún más.
Haruno detuvo sus movimientos apenas avistó a Hinata por el rabillo del ojo izquierdo. Se secó el sudor de la frente con el antebrazo y esperó a que llegase a su lado, acción que demoró menos de dos minutos.
—Hola, Sakura —saludó apenas supo que podría oírla—. ¿Cómo estás? —añadió mientras daba más pasos hasta ponerse a su lado.
—Hola, Hinata. Aquí practicando para enfrentarte —dijo con una sonrisa que destellaba confianza—. Ino me avisó que ambas tendremos un combate, así que me estoy poniendo al día.
—La idea fue de ella ya que, según dijo, lo idóneo para mejorar es tener una rival audaz que fuerce a mejorar, alguien que sea competencia.
—Sí, lo mismo me explicó a mí —dijo mientras asentía—. Por cierto, ¿tú estás bien? —añadió al recordar que no le había preguntado aquello.
—Lo estoy, gracias —dijo regalándole una grata sonrisa—. Vine aquí porque sé que te debo una explicación respecto a Sasuke.
Sakura se rascó insistentemente la oreja. Después encajó la espada en la vaina que llevaba cruzada sobre su espalda, puesto que, tratándose de un arma larga y pesada como la suya, le resultaba mucho más cómodo llevarla allí que en la cadera. Luego volvió a rascarse, aunque esta vez la punta de la nariz fue su objetivo.
—En honor a la verdad eso ya lo siento muy lejano —comentó mientras su mirada evadía las defensas para concentrarse en las olas—. Por cierto: te agradezco por las monedas de oro que dejaste en mi cama.
Hinata ya había olvidado por completo ese detalle.
—No fue nada, de verdad.
—¿Eso fue una compensación por lo de Sasuke? ¿O de verdad eres así de generosa?
Hinata frunció el ceño instantáneamente. Se sintió un poco ofendida, mas no deseaba generar una discusión. Para ello recordó cuánto la apoyó Haruno durante esos oscuros momentos en la mansión Uchiha, lo cual la ayudaría a suavizar sus futuras palabras.
—Te prometo que no fue una compensación. Ni siquiera pensé algo así porque lo hice de corazón.
Empleando el índice, Sakura se rascó una mejilla lentamente. No quiso decir nada más al respecto, aunque eso no significaba que evitase enviar un nuevo cuestionamiento.
—¿Es verdad que te emparejaste con el asesino de tu primo? —lanzó de manera mordaz. No hizo ningún esfuerzo para suavizar sus palabras o su tono.
—Así fue, Sakura —aceptó manteniéndole la mirada—. Y si quieres hacerme sentir culpable no es necesario, pues cargué ese pesar desde el mismo instante en que inicié el viaje con Sasuke. Sin embargo, a día de hoy ya acepté el amor que siento por él. Y nada, ni siquiera los reproches más encendidos, harán que eso cambie.
La pelirrosa no se esperaba una respuesta así de directa, tanto que más le pareció una advertencia a que no siguiera por ese camino. La chica que tenía enfrente no parecía la misma que había conocido. Lucía mucho más determinada y no estaba tartamudeando, cosa que la sorprendió bastante.
—Nosotras convivimos por más de dos semanas y durante ese tiempo te dije que Sasuke me empezaba a gustar. ¿Lo recuerdas?
—Sí.
—Quiero saber por qué me mentiste diciéndome que no tenías interés en él.
Hinata, a su vez, halló que la actitud de Sakura parecía muy distinta a cómo la recordaba en la mansión, ya más de tres meses atrás. Podía sentir una especie de tensión entre ambas, una que antes no existía. Sólo esperaba que eso pudiera difuminarse una vez que arreglasen las cosas.
—No creo que «mentir» sea la palabra más adecuada para definirlo —dio inició así a su contestación—. En ese tiempo el solo hecho de pensar que podía sentir algo hacia el asesino de Neji me enojaba y lastimaba al mismo tiempo. Simplemente no podía aceptar que sintiera algún tipo de conexión hacia Sasuke. Eso era y debía ser imposible. Sin embargo, esa noche en que casi se muere nos terminó uniendo de una forma que no podría explicarte. Empaticé con su dolor, él hizo lo mismo con el mío, y eso hizo que nos acercáramos más de lo conveniente. A veces los sentimientos no obedecen a la razón ni al deber moral. —Suspiró y exhaló lentamente—. Te doy mis disculpas si te sentiste traicionada, pero no creas que fue mi intención mentirte.
Un silencio se hizo por parte de Sakura. Iba a agregar una nueva crítica contra Hinata, pero alcanzó a atraparla entre sus labios. No valía la pena ya.
—Siendo honesta me da un poco de rabia, pero qué más da —suspiró tratando de dejar la negatividad atrás—. De todos modos Sasuke te eligió a ti incluso cuando le confesé que me atraía.
—¿Te... te le declaraste? —preguntó tan asombrada que se le enredó la lengua.
—¿No te lo dijo? —devolvió en el mismo tono. Esperaba que Uchiha se lo hubiese revelado, pero al parecer ni siquiera le dio importancia o bien su carácter reservado se lo impidió. Prefirió quedarse con la segunda opción.
—Nunca me contó eso —confirmó a la vez que movía su cabeza en negación.
—Antes de que se fuera se lo revelé, pero me rechazó diciéndome superficial —gesticuló con pesar—, que ninguna razón tenía para gustar de él y que era tan banal que sólo me importaba el vacío de la apariencia. Lo recuerdo muy bien.
Ensimismándose, Hinata bajó su cabeza sin que se diera cuenta de que lo hacía. Tuvo que morderse los labios por dentro para no esbozar una sonrisa y es que le fue muy significativo que Uchiha la rechazara sin darle importancia siquiera. Hasta se sintió agradecida por ello. Luego hizo hasta lo imposible para que sus labios no se curvaran ya que Haruno podría tomar eso como una burla. Finalmente, un pequeño ataque de tos le sirvió para camuflar su verdadero sentir.
—Sé que no eres banal —terminó diciéndole a modo de apoyo.
—Gracias. Sé que tengo muchos defectos y seguramente cuando niña sí lo fui, pero hoy en día soy más madura. Sé que no es lo físico lo que hace que una relación perdure. —Se dio una necesaria pausa al tiempo que metía una mano al bolsillo de su pantalón—. Lo que me dijo Sasuke fue duro para mí, pero tomé noción de que tal vez me fijé en él más que todo por las ganas de ya no estar sola. En el fondo era una atracción sin sentido.
—Creo que tienes razón porque en el fondo la soledad es algo que nos va consumiendo gradualmente. Por causa de ésta uno puede distorsionar las cosas y así resulta más fácil aferrarse a una ilusión que te ayude a huir del sufrimiento.
—¿No crees que eso pasó contigo?
—No. Yo amo a Sasuke con todo lo que tengo.
La respuesta fue tan instantánea y abrumadora que Haruno se sorprendió por ello. Sacó la diestra del bolsillo y se ajustó los guantes negros que llevaba, lanzando una pregunta al concluir su acción.
—¿Recuerdas que una vez te dije que Sasuke era más que sólo un hombre vil?
—Sí. Lo recuerdo.
—¿Te das cuenta de que yo siempre tuve la razón entonces? Yo lo supe ver, de hecho lo vi antes que tú.
—Tenías razón, es verdad —aceptó esa verdad, aprovechando de contentarla en el proceso—. Tú fuiste la primera en notar que Sasuke no era un demonio.
—Por la forma en que cuidó a Leónidas supe que no podía ser uno. Además, siempre escuché la leyenda de que los Uchiha tenían la facultad de odiar demasiado y que, precisamente por eso, también podían amar con igual intensidad. Esa era otra de las razones por las que me interesé en él: sabía que con amor él podría sacar a flote esa bondad escondida. Sin embargo, ahora mismo no me queda otra que felicitarte. Reconozco que aún me molesta un poco porque me hubiese gustado estar en tu lugar, pero tengo la madurez para aceptar la realidad.
—Ya veo... —musitó sin poder evitar cierta suspicacia—. ¿Entonces Sasuke ya no te gusta, verdad?
—Para mí siempre será el hombre más hermoso que existe, eso seguro —dijo espontáneamente, sin siquiera pensarlo un ápice. Hinata no pudo evitar hacer una pequeña mueca de molestia y es que también tenía su lado celoso—. De todos modos —continuó Sakura— no soy una necia como para no darme cuenta de que él sólo tiene ojos para ti. Supongo que entre ustedes existe una conexión demasiado especial, únicamente eso puede explicar que estén juntos a pesar de todo lo que pasó.
—Así es. «Y me alegra que lo tengas claro», añadió su mente.
—Además yo no soy tan atractiva como tú —precisó lamentándose—. Tengo pechos pequeños y mis curvas no son tan pronunciadas como las tuyas... Pero qué le voy a hacer, así nací. Lo único que destaca en mí son mis nalgas. Tú en cambio eres mucho más voluptuosa. Podrías tener al hombre que quisieras a tu lado.
Tal comentario le pareció curioso a Hinata. Recién había asegurado que no era banal y aun así le daba preponderancia al físico para explicar que Sasuke no se fijase en ella. ¿Una forma de consuelo quizá?
—Tú eres guapísima, Sakura, pero cada persona tiene diferentes gustos. La belleza es subjetiva, así que ni siquiera la mujer más bella del mundo podría gustarle a todos los hombres que existen.
—Supongo que tienes razón —dijo mientras se masajeaba el mentón.
Ambas, como si se hubiesen coordinado, observaron el mar al mismo tiempo.
—¿Si no es indiscreción qué pasó con Hanabi? —preguntó mirándola de soslayo—. Durante el tiempo que compartimos, ella vivía hablando cosas contra Sasuke y que jamás aceptaría una relacion tuya con él.
Aunando paciencia, Hinata se dio el tiempo de explicarle muchas cosas respecto a lo que pasó entre ella y su hermana menor.
—Ya veo —dijo la de ojos verdes una vez que la Hyuga concluyó su relato—. Imagino que para tu hermanita es muy complicado aceptar algo así —sopesó poniéndose en el lugar de Hanabi. No le cupo duda de que habría hecho exactamente lo mismo que la adolescente.
—Lo fue, pero confío en que las cosas mejorarán en un futuro. Pase lo que pase nuestro vínculo fraterno seguirá siendo muy fuerte, de eso estoy muy segura.
—Ojalá así sea.
—¿Seguiremos siendo amigas? —preguntó Hinata cuando el mutismo se adueñó de ellas—. No me gustaría perder tu amistad, Sakura, porque me apoyaste mucho cuando estuvimos en la mansión Uchiha y eso jamás lo olvidaré. Sin embargo, desde que llegué a la playa he sentido una especie de tensión entre nosotras...
La pelirrosa se abstrajo por un largo momento. Caminó unos pasos hacia el mar y se volteó para ver a su futura rival de ojos como perlas.
—A mí me gustaría seguir siendo tu amiga porque sé que eres una buena persona y me caes bien. Pero necesito un poco más de tiempo porque, siendo completamente honesta, todavía estoy un poco dolida contigo. Y no es tanto por «quitarme» a Sasuke —remarcó comillas con sus dedos, recalcando que lo decía metafóricamente—, sino porque debiste confiar en mí y decirme lo que de verdad sentías. A diferencia de ti, yo fui muy sincera contigo y te conté que él me atraía a pesar de que pudieses juzgarme.
—Mi situación era muy compleja, lo siento de verdad —dijo humildemente—. Comprenderé si ya no quieres ser mi amiga.
—No es que no quiera, pero a mi parecer lo mejor es dejar que la amistad fluya por sí misma otra vez. Dejemos que las cosas se vayan normalizando naturalmente entre nosotras. No lo forcemos.
—Entiendo a qué te refieres y te doy toda la razón.
Hinata quiso preguntarle respecto a Naruto, pero no quiso pecar de indiscreta. No obstante, sería Sakura la que iniciaría un tema que pronto pondría al blondo arriba de la palestra.
—Por cierto, te contaré que Ino me entrenó un tiempo y Naruto también lo hizo durante los dos meses de asedio. No he podido ocupar todo mi tiempo para practicar porque también he estado curando soldado malheridos, pero sí creo que soy muy hábil. A Hanabi le gané un montón de veces. En comparación ella pudo ganarme pocas.
—Lo sé porque mi hermana también me contó eso. De hecho me advirtió que yo no tenía posibilidades de vencerte, que me darías una paliza si lo intentaba.
Sakura sonrió orgullosamente sin poder evitarlo.
—Me alegra ver que tu hermana me tiene tan bien considerada, pero en todo caso nunca hay que subestimar al rival. Tú estás siendo entrenada por Sasuke y eso ya es una ventaja en cuanto a estrategia. Naruto es un cero a la izquierda si de tácticas se trata —bromeó con una sonrisa divertida.
Hinata sonrió también. La tensión del comienzo parecía que por fin empezaba a diluirse.
—¿Y cómo va todo con Naruto? Me refiero al ámbito personal.
—No es el mismo de antes —explicó mirando hacia la ciudad en vez del mar. Era como si quisiera ubicarlo—. Por ejemplo sonreía mucho más antaño. —Se detuvo un momento buscando las palabras más precisas con las cuales seguir expresándose—. Es más serio y su mirada luce distinta. Otras veces se abstrae durante mucho tiempo, como si se perdiera recordando el pasado. Antes no le pasaba eso.
—Yo igual lo hallé cambiado a pesar de que hable sólo un poco con él. Sonreía, pero sus ojos lucen opacos —lamentó con empatía—. Supongo que la guerra lo afectó mucho. Y también debe sentirse muy culpable por la derrota de nuestra nación.
—Es probable —dijo con un tono taciturno, aunque luego recuperó su semblante anterior—. De todos modos, y pese a lo malo que le tocó vivir en la guerra, ésta le sirvió para madurar bastante. A mí me gusta este nuevo Naruto y no el payasito que era antes.
—¿Te gusta como hombre? ¿Cómo posible pareja? —añadió como si no hubiera sido suficientemente clara.
Silencio. Sakura se sentó en el suelo, se desabrochó las zapatillas y se las quitó junto a los calcetines. Cuando sus pies quedaron libres, botó la arena que se le había metido en ambas cosas.
—Sinceramente no lo sé y prefiero no meditarlo estando en plena guerra. Naruto luce muy concentrado en ella y dudo mucho que tenga algo de interés por el amor. Por ejemplo años atrás me buscaba seguido y trataba de conquistarme siempre. Ahora ya no es así.
—¿Y extrañas eso?
—Era muy cargoso, pero la verdad es que ahora echo mucho de menos que lo haga. Extraño que su mirada le brillase cada vez que me veía...
Hinata se quedó pensando en Ino. Si aparentemente Naruto había perdido interés en Sakura, su amiga rubia podía tener posibilidades con él. Aun así, también era comprensible que el Uzumaki no estuviese interesado en tener una relación romántica ahora mismo.
—En fin... —dijo Haruno al sentir que estaba abriéndose más de la cuenta—, te deseo mucha suerte en nuestro futuro combate. Daré todo de mí para vencerte. Puede que te hayas ganado el corazón de Sasuke, pero por lo menos le demostraré que yo soy la más fuerte de las dos, que yo seré la sucesora de Ino Yamanaka, que yo me convertiré en la guerrera más fuerte de todas —dijo con una radiante sonrisa—. Sólo espero que no me tengas rencor si te gano.
A Hinata le pareció que la línea que separaba a la confianza de la arrogancia se había hecho muy tenue.
—Por supuesto que no. Si ganas te felicitaré de corazón.
—Haré lo mismo si yo pierdo. Y de todos modos, aunque caigas vencida, por lo menos puedes conformarte que eres una excelente arquera. Eso me lo contó Ino.
Ahora sí que a la de ojos lunares le pareció que Sakura estaba creyéndose más de la cuenta. Sabía que los guerreros solían ser presumidos, mas, a su juicio, la pelirrosa debería ser más modesta ya que aún no era una espadachín, sólo una practicante igual que ella. Pensó en decirle «¿Y con qué te conformarás tú cuando pierdas?», pero prefirió contener su réplica. Si le decía algo así estaría cayendo en lo mismo que su compañera. Ya se vería en el duelo si podría darle una lección de humildad o si Sakura tendría más razones para sentirse ufana.
—¿Tú no eres buena flecheando? —preguntó Hinata al dejar atrás sus anteriores pensamientos.
—Soy peor que un cero a la izquierda. Mi puntería es nula —admitió avergonzada.
Gracias a tal respuesta, Hinata pensó que tal vez había juzgado erróneamente a Sakura al calificarla como presumida. Confiar mucho en uno mismo tampoco es que fuera un pecado mortal.
—A mí me gustaría mucho ser casi tan versátil como Ino —dijo con ensoñación la que poseía senos más grandes—. Y digo casi porque sé que espía nunca seré, no tengo dotes de actriz, pero me gustaría mucho ser una gran espadachín como también una excelente arquera a caballo.
—Para mí lo último será imposible, pero me conformo con ser la mejor cuando se trate de esgrima.
Hablaron un largo rato sobre Ino y las armas hasta que Sakura alzó una mano por arriba de su cabeza y, con la debida precaución, miró al cielo sin que su mirada chocara directamente contra el sol. Gracias a la posición de éste dedujo la hora aproximada. Entonces se puso de pie, sacudiéndose la arena que se le había pegado al pantalón.
—Bueno, Hinata, me despido porque ya me toca revisar a los heridos y enfermos del asedio. Cuídate mucho, ¿sí?
—Tú también cuídate mucho, Sakura. Que tengas un gran día.
Hinata no quedó del todo conforme con la conversación, dado que la mitad del tiempo sintió una especie de ambiente incómodo entre ellas. Sólo al final éste había disminuido, pero aun así notaba a Sakura distinta en el trato. Además del tema de Sasuke, ¿también sería por el futuro combate que se estaba fraguando entre ellas? Después de todo, en cuanto a la esgrima ya eran rivales y la convivencia bajo esa condición solía generar roces.
—Sólo espero que podamos ser buenas amigas de nuevo —musitó esperanzada mientras la veía alejarse.
Cinco días han pasado desde aquella singular plática. Hoy, siendo viernes al mediodía, el duelo iba a darse pues mañana Sasuke e Ino moverían tropas a fin de ayudar a Gaara con el asedio que sufría. Después ya no habrían garantías de ver el combate o de que hubiese tiempo para realizarlo.
Sasuke y Hinata estaban en la mansión, esperando en la sala destinada a entrenamientos. Naruto y Sakura llegaron puntualmente a la hora previamente señalada. Sólo había que aguardar a Ino, quien también debía arribar dentro de poco.
Una vez que las féminas hicieron los saludos correspondientes, Sakura se acercó a Uchiha y se le puso enfrente.
—Señor Sasuke —se sintió extraña al privarse de la palabra «amo»—, le agradezco mucho que me haya dado la libertad. Estoy al tanto de que Ino fue quien lo hizo en primer lugar, pero también sé que usted consintió que así fuera.
Naruto hizo rechinar sus dientes. Le parecía hasta ofensivo que su amiga y discípula agradeciera por algo que todo ser humano debía tener: la libertad. Sin embargo, la esclavitud era una realidad y, aunque no le gustara, debía aceptar que Sasuke hizo algo bien por una vez en su vida.
Uchiha tenía conciencia de que Sakura le había salvado la vida dándole respiración boca a boca durante esa funesta noche, por lo cual no puso ni le pondría trabas a su libertad. Asimismo, lo que pasara o no con la pelirrosa era lo que menos le interesaba. Estuvo a punto de dar una de sus clásicas respuestas cortantes, pero, por el rabillo del ojo, pudo notar que Naruto apretaba un puño y eso le recordó que tal vez su gran rival todavía sentía cosas por ella. En un dos por tres retomó la idea de que esa pelirrosa podía ser utilizada como una gran arma psicológica en contra del blondo.
¿Qué mejor forma de dañarlo que quitándole a la mujer que aún debía amar?
Le puso las manos en los hombros, acto que sorprendió muchísimo tanto a Naruto como a Hinata. Pero la más asombrada fue Sakura, quien volvió a sentir ciertas cosas que pensaba extintas.
—Ino me dijo que tienes un gran potencial para convertirte en una guerrera como ella, por eso no me opuse a tu liberación —explicó sonriendo con la mirada—. En un futuro serás una aliada muy importante.
La de ojos blanquecinos tensó sus mandíbulas al sentir la desagradable mordedura de los celos. Estaba segura que su hombre estaba vengándose por lo sucedido días atrás, empero, no quiso hacer una escena. Ganas no le faltaron en todo caso.
—Aliada tuya nunca, eso sí —precisó el hijo de Kushina sin poder evitarlo.
—¿Y eso por qué sería? —pregunto Sakura, a quien no le gustaba que hablaran en su nombre sin pedirle permiso siquiera.
—¿Te parece poco que Sasuke extinguiera nuestra nación? ¿Te parece poco que matara a miles de nuestros compatriotas? ¿Te parece poco que torturara a los Hyuga sin piedad? —preguntó con un tono de voz indignado y ojos acusatorios.
—Pues ella se me declaró a pesar de eso —repuso un presuntuoso Sasuke, mirando directamente a su archirrival—. No creo que sea alguien tan malvado si tu amiga fue capaz de fijarse en mí —añadió tan cizañero como insidioso, logrando precisamente lo que buscaba: que Naruto rechinase sus dientes de rabia. Eso le dejó claro que su eterno enemigo aún sentía más que amistad por esa pelirrosa. Y eso sería una gran ventaja para atacarlo y humillarlo constantemente.
Hinata volvió a sentirse incómoda por la forma alardosa en que su prometido lo contó. De nuevo tuvo que aunar fuerzas de flaqueza para no armar un escándalo, pero igualmente le haría saber su molestia en un momento que fuese más propicio que este.
Mientras tanto el blondo odió a Sasuke, pero, aún más potente que eso, sintió una profunda decepción contra la mujer que más significaba en su vida y que, tiempo atrás, amó con todas sus fuerzas. Él, quien habría dado su vida gustosamente por ella, quien siempre se esforzó por tratarla igual que a una reina, quien por años se empeñó en cuidarla como si fuese un tesoro, siempre fue rechazado e incluso maltratado. En cambio a ese diablo pelinegro se le había declarado incluso cuando la había esclavizado. ¿No era acaso indignante? ¿No era acaso enfermizo?
—¿Es verdad eso, Sakura? —cuestionó sin querer creerlo. Se rehúsaba a hacerlo—. ¿Es verdad que este tipejo hijo de mil demonios te llegó a gustar?
La aludida, visiblemente incómoda y levemente sonrojada, torció sus labios de una forma y luego de otra. No esperaba que Uchiha arrojara esa verdad delante de todos, pero, como la chica inteligente que era, dedujo que seguramente su rivalidad con Naruto lo motivó a dañarlo de ese modo.
—Lo hice, es verdad, pero...
—¿Cómo pudiste? —La cortó lanzándole una mirada indignada. Estaba enojado como pocas veces—. ¿Cómo? —repitió incrédulamente—. Si tus padres están muertos, si tu casa fue destruida, es por culpa de ese desalmado.
—¿No que nunca le hablabas agresivamente a una mujer? —espetó Sasuke, disfrutando al máximo lo que estaba sucediendo—. ¿Qué pasó con tus ínfulas de nobleza incorruptible? —añadió a su estilo particularmente punzante.
El retoño del amor entre Minato y Kushina movió su cuello, tratando de calmarse.
—Perdona, Sakura —dijo mirándola fijamente. Luego retornó sus luceros azules hacia Uchiha—. Por lo menos yo reconozco mis errores, no como tú que sólo persistes en ellos porque eres un cobarde megalómano.
Sasuke sonrió amplia y genuinamente. Le era gozoso ver al Uzumaki así de irritado e impotente.
—A ver, Naruto —intervino la de luceros verdes antes de que su amigo terminara descontrolándose—: yo no te debo ninguna explicación, pero te la daré igualmente porque valoro mucho nuestra amistad. Sí, le dije a Sasuke que empezaba a gustarme, pero principalmente porque me sentía muy sola. Lo había perdido todo y necesitaba refugiarme en alguien. Tenía a Hinata, sí, pero ella estaba sufriendo sus propias miserias y hubiera sido muy egoísta de mi parte tratar de buscar consuelo en ella; era yo quien debía confortarla porque recién había perdido a su amado primo. Yo lo único que deseaba era tener unos brazos fuertes abrazándome, brazos de hombre que me hicieran sentir protegida y apoyada. Además Sasuke no fue el que mató a mi familia ni quien incedió mi casa, sino un soldado raso que ni siquiera pertenecía a su legión. Por último, él no me hizo daño alguno y de eso Hinata también es testigo.
«Prefiero no mencionar que casi me obligó a intimar con Hinata, pues aquí arderá Troya si lo hago», añadió su mente al recordar ese detalle que, aunque indoloro, sí fue aberrante.
—¿Es verdad lo último que dijo Sakura? —preguntó el de ojos azules mirando directamente los albinos de la Hyuga.
—Lo es —respondió la aludida.
—No me gusta que pongas en duda mi palabra —advirtió Haruno a su amigo—. No era necesario que le preguntaras.
—Lo siento, pero tenía dudas y deseaba despejarlas —defendió sin amilanarse. Aun así, el que también podría haber llevado el apellido Namikaze no estaba del todo conforme, pero, antes que seguir cuestionando, prefirió confiar en la palabra de ambas mujeres. Ellas se merecían eso.
De pronto se hizo una pausa larga en que la tensión acumulada recorrió columnas, retorció labios y apretó mandíbulas. El único que era indemne a todo ello fue Uchiha, cuyo semblante incluso parecía divertido.
—Para mí el gusto por Sasuke quedó atrás en el tiempo, algo que, más que nada, fue por las circunstancias que estaba viviendo en ese momento —continuó con una aclaración, misma que no era del todo verdadera a pesar de su aparente firmeza. Sin embargo, no valía la pena ilusionarse respecto a Sasuke porque ya estaba con Hinata. Tenía que seguir adelante y eso es lo que haría—. Aun así, no creo que sea tan terrible ni gravoso que me haya fijado en él como para que reacciones así, Naruto. Hinata misma terminó enamorándose de él a pesar de lo que pasó entre sus clanes —le recordó—. ¿Y sabes por qué? Porque Sasuke no es el malvado sin remedio que tú piensas, de hecho le agradezco mucho que no se haya opuesto a mi libertad —dijo mirando al pelinegro— y también le doy mi gratitud por sacarme de ese lugar inmundo en que el esclavista de Kakuzu me encerró. Eso es todo lo que tengo que decir respecto a este tema, así que no deseo volver a hablarlo de nuevo —concluyó dándole su verdosa mirada a su único amigo. No supo si la reacción de éste fue por celos o porque odiaba a Sasuke, pero le gustó pensar que se debía a lo primero. Aquello le sirvió para aclarar el asunto con una voz parsimoniosa y hasta grata.
Uzumaki rumió su rabia. Haruno era la tercera persona, contando a Hinata e Ino, que le decía que Sasuke no era tan maligno como él suponía, cosa que le resultaba muy difícil de creer. ¿Acaso su odio por él lo cegaba? ¿Era verdadera la posibilidad de que Sasuke pudiera ser una mejor persona en un futuro? ¿Su tirria hacia Uchiha le impedía aceptar que sí podía cambiar?
Aun cuando la última declaración de Haruno pretendía cerrarlo todo de cuajo, una especie de tensión siguió rasgando el ambiente. Afortunadamente la última persona que debía presentarse, Ino Yamanaka, entró por la puerta unos segundos después.
—Perdón por el retraso, pero estaba solucionando unos problemas con mis subordinados —explicó al tiempo que colgaba su abrigo en un perchero. Como nadie le respondió examinó los rostros que tenía por delante; no tenía que ser psíquica para darse cuenta de lo que enseguida mencionarían sus labios—. Siento el ambiente tenso... ¿Es idea mía o pasó algo?
—Nada importante, no te preocupes —contestó su pelinegro superior.
Ino no quedó convencida, pero decidida a relajar el ambiente comenzó a hablar despreocupadamente sobre cortarse el pelo porque ya estaba cansada de perder veinte minutos diarios lavándoselo. Sin duda que para una soldado era mucho más práctico tener el cabello corto. El tema logró su propósito, pues las chicas se animaron a decirle que no lo hiciera porque su pelo era precioso y que su cola de caballo era su sello más distintivo, cosa en que los dos hombres presentes también concordaron al ser cuestionados. Luego el protagonismo capilar derivó hacia Sakura.
—¿Sabes? —Ino anunció de ese modo que daría una propuesta—. Deberías hacerte el peinado de Hinata, un flequillo que te cubra la frente porque así pasaría desapercibida. Te lo digo en buena onda, eh —apuntó antes de que Haruno pensara que estaba burlándose.
Gracias a la última frase la pelirrosa retractó la respuesta que iba a lanzar, cambiándola por otra más gentil.
—Ese peinado —miró a Hinata— no me queda; haría que mi cara se viese más ancha. En cambio estos mechones —se tomó los susodichos— enmarcan mi rostro haciendo que se vea más estilizado.
—Pero podrías combinarlos, ¿no? Dejarte un flequillo y tus mechones laterales a la vez.
—No creo que me quedara bien, la verdad. Sigo pensando que con un fleco mi rostro se vería menos estético.
—Yo creo que con cualquier peinado te verías preciosa porque lo eres —señaló Hinata.
Intercambiaron muchas opiniones más hasta que Sasuke decidió intervenir. De lo contrario no dudó que podrían pasarse horas conversando. Tras ello, Naruto quiso hacer una petición que esperaba fuese aceptada por la Yamanaka.
—Ino, dos contra uno no sería justo, así que déjame a mí ser el instructor exclusivo de Sakura. Que esto sea un duelo de maestros entre Sasuke y yo; entre su discípula y la mía.
Convertir esto en una rivalidad exclusiva entre ambos guerreros le sonó peligroso a la blonda. Perder contra el otro, así fuese por medio de sus alumnas, les tocaría el orgullo y, en el peor de los casos, podría armarse el tan temido duelo mortal.
—Me da igual que Sakura tenga cincuenta maestros, Hinata ganará igual —aseveró el de negros ojos alardeando una confianza total en lo dicho.
—De todos modos Naruto tiene razón —puntualizó Ino—: es injusto que Sakura reciba consejos de dos guerreros de élite, así que yo me apartaré y me convertiré en la árbitra. Después de todo él tiene el derecho de ser su consejero y preparador, ya que la ha entrenado por más tiempo que yo. ¿Estás de acuerdo con eso, Sakura?
La aludida no se veía nada convencida, dado que ahora mismo el rubio no lucía del todo concentrado; si hasta parecía medio enojado con ella. Y como era lógico, esa falta de sintonía entre maestro y discípula haría que la consecución del objetivo fuese más difícil. Para empeorar las cosas, Sakura, haciendo uso de su poco tacto, dejaría las cosas aún más aproblemadas.
—A decir verdad preferiría que tú fueras mi manejadora, Ino.
—¿Por qué? —preguntó extrañada.
—Porque no creo que los consejos de Naruto me ayuden mucho. Él se pierde hasta en un camino recto.
—¡Sakura! —reprochó un avergonzado blondo—. No me dejes mal ante todos y menos ante Ino.
La mujer soldado se rio sin contenerse. Le pareció genial e inspirador que Uzumaki se preocupara más por no quedar en vergüenza delante de ella que por Sasuke.
—Coincido en que Naruto es despistado, pero te aseguro que es un genio cuando se trata de combates de uno contra uno —lo apoyó la vencedora de Hidan—. No lo subestimes.
—Muchas gracias por defenderme, Ino.
La aludida contestó sonriéndole ampliamente.
Haruno formó una pequeña mueca al ver esa complicidad entre ambos blondos de tonos distintos. Incómoda, se obligó a desecharla para volver a concentrarse en lo más importante. No estaba convencida, pero si Yamanaka le daba un voto de confianza a Naruto ella no quería ser menos. Él se merecía que confiase.
Una vez que la de pelo rosa aceptó la propuesta, Sasuke lanzaría una pregunta muy importante.
—Bien, ¿qué premio tendrá la ganadora? Tiene que ser algo importante, una cosa que valga mucho la pena.
—Yo propongo que si yo gano, ustedes dos —dijo Hinata mirando al Uzumaki y al Uchiha— nunca más tendrán un combate.
Motivados por la incredulidad, los dos guerreros más fuertes abrieron los párpados rápidamente. Y empleando una velocidad contraria por lo lenta, menearon sus cabezas en señal de negativa.
—Eso es imposible —dijo el pelinegro, siendo el primero en responder.
—Por esta única vez tendré que concordar con Sasuke —añadió su eterno rival—. Pase lo que pase, ese duelo a muerte no puede ser evitado.
Hinata lució notoriamente decepcionada, exhalando tal sentir por medio de un suspiro tan ruidoso que pareció arrojar sus pulmones en vez de aire. Tenía la pequeña esperanza de que uno de los dos pudiera aceptar su propuesta, pero la realidad, como siempre, se empeñaba en abofetearla.
—A mí no se me ocurre nada —dijo Sakura tratando de destensar ese ambiente que se había cubierto de una sombra lúgubre.
Afortunadamente Ino ya había ideado, antenoche, un premio perfecto y que ambos guerreros podían aceptar. Sin más dilaciones, habló.
—Les propongo algo a los dos —los miró alternadamente—: la que gane el duelo decidirá cuál de ustedes dos enfrentará a Pain. Enfrentar a un dios me parece el mejor premio al que pueden aspirar guerreros tan fuertes como ustedes.
Al instante los archienemigos clavaron ojos llameantes en el otro.
—Tal premio no tiene sentido porque, evidentemente, el que se encargará de vencer a Pain seré yo —sentenció Sasuke.
—¿Tú? No me hagas reír —replicó el de ojos azules—. El que lo derrotará seré yo.
—Tú no tienes el nivel necesario para vencer a un dios, pobre mamarracho.
—¿Quieres poner a prueba tus palabras? Con mis nuevas espadas te haré picadillo, pero dudo que te atrevas a aceptar.
—¿Qué dijiste, muerde almohadas?
—Basta —llamó Ino a la calma a la vez que se colocaba entre ellos con brazos extendidos—. Por eso dije que el premio de enfrentar a Pain tiene que apostarse aquí, pues sabía de antemano que ambos se pelearían por ser quien luche contra él. Precisamente para evitar un derrame de sangre innecesario es que Sakura y Hinata resolverán la pugna en nombre de ustedes. Ambos confían en la victoria de sus discípulas, ¿no? Pues no pongan trabas a que la ganadora decida quien enfrentará a Pain.
—Muy bien —dijo Uchiha esbozando su semblante más desafiante—. Acepto porque sé que mi alumna ganará.
—Por mi parte acepto también —contestó el hijo de Minato con igual seguridad—. Tengo claro que Hinata debe ser muy fuerte, pero creo plenamente en la victoria de Sakura.
—Perfecto, se zanja el tema del premio entonces —apuntó una aliviada Yamanaka, que ya casi sentía correr una gota de sudor por su frente.
—Eso sí —anunció un apunte el pelinegro—, quiero que el combate sea al mejor de cinco duelos. Uno solo es muy poco y no quedaré satisfecho con una sola victoria de Hinata. Quiero tres para que no quede ninguna duda de su grandiosa habilidad.
—Por mí de acuerdo —aceptó Naruto inmediatamente—. Mientras más combatan, más aprenderán.
Siguieron arreglando cosas de la batalla hasta que a Ino le llegó el turno de dictar las reglas, las que serían iguales que para el duelo contra Hanabi. La única excepción era la que Uchiha recién mentó: esta vez, para obtener la victoria, habría que ganar tres duelos.
—Y recuerden que los golpes a la cabeza están totalmente prohibidos —señaló Ino como conclusión a las normas—. Si tal cosa sucede será una derrota automática para quien cometa esa falta sin importar cuántos duelos ganados lleve. Por último, si sucede un empate, como por ejemplo dándose un golpe al mismo tiempo, ese duelo se reiniciará hasta que una logre la victoria. Es decir esto no termina hasta que haya una ganadora. ¿Comprendieron las reglas?
—Sí —dijeron las rivales una tras otra.
—¿Las aceptan?
—Sí —volvieron a decir, esta vez al unísono.
—Muy bien. —Dicho esto, miró a los varones en lugar de las duelistas—. Por último los maestros dispondrán de tres minutos para dar consejos a su discípula después de cada asalto. Ahora que los equipos vayan a sus esquinas correspondientes. Entretanto yo iré por una silla, así que espérenme un poco.
Ino dejó la enorme habitación siendo seguida por las vistas de Hinata, Sakura y Naruto, aunque el último concentrándose más en esas hermosas nalgas que se movían alternativamente. Al darse cuenta de que lo hacía levantó la mirada sintiéndose avergonzado. Le pareció increíble cuán dominante podía ser el instinto, pues verla justo en esa zona fue un acto espontáneo del que no tuvo ninguna conciencia.
Por su parte, Uchiha le ofreció su brazo a quien amaba y ésta lo tomó enseguida. Caminaron a través del larguísimo salón, digno de una mansión, hasta llegar a la esquina destinada. Hinata conocía muy bien este lugar ya que aquí había practicado muchas veces, aunque siempre le pareció muy frío e inánime. No habían pinturas, esculturas, repisas o muebles, sólo un piso de madera y paredes de un tono canela que hacían juego. Vacío era la palabra que mejor describiría esto.
—Ya sabes lo que debes hacer y, más allá de lo técnico, no dudes de ti misma y confía en tu victoria pase lo que pase —aconsejó Sasuke a su pupila, haciendo que ésta volviese a concentrarse en lo importante—. Recuerda que en combate debes tener ojos de tigre, Hinata. ¡Ojos de tigre! —exclamó efusivo como casi nunca lo era. De verdad quería verla ganar.
—Pase lo que pase los ojos de tigre no se irán de mí —le aseguró con gran determinación.
Él asintió. El duelo no había empezado todavía, pero sabía que muy pronto se sentiría muy orgulloso de ella. Había entrenado muy duro y a conciencia, superando pruebas brutales de equilibrio, de resistencia al agotamiento, de golpeo o de usar constantemente la izquierda, su mano menos hábil. En realidad se había equivocado con extender su presunción hacia el futuro: pasara lo que pasara, ya se sentía muy orgulloso de Hinata.
Finalmente Ino regresó con una silla entre sus manos, la colocó pegada a la pared y se subió en ella a fin de ver el combate desde una altura que le permitiera ver mejor cada movimiento.
—Damas y caballeros —habló la soldado como si fuese una presentadora dirigiéndose al público de un coliseo—. En el rincón derecho, de cabello rosa y con un peso de cien kilos...
—¿¡Cien kilos!? —reaccionó indignada la aludida.
—Eso es lo que te calculo a simple vista, frente de marquesina —declaró Ino con una sonrisa insidiosa.
—No confundas tu peso con el mío. A ti sí que se te notan cien kilos —contratacó hábilmente, ya muy habituada a la amistad molestosa que se había formado entre ellas. «Ino-cerda» añadió sólo en sus adentros, puesto que, aunque la blonda la había autorizado a tutearla, no quería faltarle tanto el respeto a quien la liberó y le enseñó los principios básicos de la esgrima.
—¿Cuánto pesas entonces?
—Cincuenta y siete kilos.
La rubia puso su mejor cara de incrédula. Aun así prosiguió con la cifra dicha.
—Con un peso de cincuenta y siete kilos, y una altura de un metro con sesenta y cuatro —ese dato sí se lo sabía—, la futura guerrera de pelo rosa... ¡Sakura Haruno!
Efusivos aplausos de Naruto se escucharon, mismos que resonaron por las paredes de concreto.
Acto seguido, Ino dirigió su zarca mirada hacia la de ojos albinos.
—Y tú, Hina, calculo que pesas unos cincuenta y dos kilos. ¿Estoy en lo correcto?
La aludida quedó asombrada.
—Acertó justo en el número.
—Es que soy muy buena adivinando cuánto pesa de verdad la gente —dijo mirando a Sakura, quien frunció los labios al sentirse incordiada nuevamente. No obstante, esta vez nada alegó e Ino prosiguió con lo suyo—. ¿Y mides dos centímetros menos que yo, cierto?
—Así es —confirmó lo dicho.
—Entonces en el rincón izquierdo, con un peso de cincuenta y dos kilos, y una altura de un metro con sesenta y tres, la futura mejor arquera del mundo, también conocida como la «domadora de demonios»... ¡Hinata Hyuga!
—¿Domadora de demonios? —dijo de una manera en que sólo escuchase su novio.
—No se puede negar que te queda bien el apelativo —comentó un divertido Sasuke.
—Que las contrincantes den pasos al frente y se saluden como buenas rivales —anunció la soldado mientras indicaba el lugar que estaba justo por delante suyo.
Haciendo caso, las aprendices caminaron hasta colocarse a un metro la una de la otra.
—Espero darte un buen combate, Sakura. Daré lo máximo de mí para poder ganarte.
—Lo mismo te digo, Hinata. Que gane la mejor y que la perdedora no se sienta mal, pues este será el primero de muchos duelos más. No somos enemigas sino competidoras.
—Muy bien, chicas, ese es el espíritu —dijo la árbitra—. Ahora colóquense en posición de combate a no menos de ocho metros de distancia.
Dicho esto ambas retrocedieron varios pasos y se aprestaron a dar inicio a la contienda.
—¡Que comience el espectáculo! —exclamó la de ojos celestes, emocionada por ver una lucha que presentía iba a quedarse grabada por siempre en sus retinas. Estas chicas serían sus sucesoras en el arte del combate y, al igual que ella, en un futuro podrían jactarse de destacar en un ámbito que se suponía exclusivamente masculino.
Durante el primer duelo Hinata comprobó la fuerza prodigiosa que poseía Sakura, tanta que le pareció similar a la de cualquier hombre fornido. Cuando su espada colisionaba contra la de Hanabi jamás sintió dolor de muñecas salvo cuando su izquierda contuvo el golpe final de su hermana. En cambio, cada choque contra la espada de Sakura provocaba que la energía cinética se le desplazara desde las hojas hacia las manos de tal forma que éstas quedaban tambaleando, cosa que la de ojos verdes aprovechaba para seguir atacando ferozmente y dominar el transcurso del combate.
Hinata hizo lo que pudo, mas le fue imposible contrarrestar la portentosa fuerza de su rival. Trató muchas veces de evitar el choque de espadas, pero, además de fortaleza física, Haruno también era muy rápida. Tras verse obligada a bloquear seguidillas de poderosos golpes, las manos se le fueron entumeciendo hasta que, producto de ello, Haruno le arrancó la katana de los dedos haciendo que cayera al suelo. Acto seguido, le detuvo la punta de la vaina justo sobre la zona donde su corazón habitaba.
—La ganadora del primer duelo es Sakura Haruno —anunció Ino desde su silla indicando con su mano extendida a la de luceros como jade—. A partir de ahora vayan a sus rincones. Tienen tres minutos para recibir instrucciones —añadió mientras sacaba un pequeño reloj de arena desde uno de sus bolsillos.
A diferencia de su musa, Uchiha no quedó sorprendido con el nivel de Haruno ya que no ofreció nada extraordinario. Su técnica no tenía nada de atractiva, más bien era muy simplona, pero eso no quitaba que resultase brutalmente efectiva. Se basaba simple y llanamente en su poderío físico superior para superar la defensa de Hinata. Ese estilo le recordó mucho a Kisame, pues él luchaba del mismo modo.
—Lo siento, Sasuke —se excusó apenas llego a su lado—, casi nada pude hacer esta vez. Ella tiene un poderío físico impropio de una mujer. Sé que la espada que está usando es pesada, y más todavía con la vaina puesta, pero aun así la mueve con una destreza encomiable. No hay comparación con Hanabi. Si hubiéramos peleado a un solo duelo ya habría perdido. Tengo hasta las manos adormecidas por los espadazos tan potentes que da —dijo mientras las abría y las cerraba intentando reavivarlas.
—Por lo visto Ino no mintió cuando nos dijo que Sakura tenía la fuerza de un hombre y que poseía un tremendo potencial. Aun así sé que puedes ganarle, pues perder ahora estaba dentro de mis cálculos. Quien tiene más fuerza siempre parte con ventaja y, precisamente por eso, quise que este duelo fuera al mejor de cinco. Ahora ya conoces cómo ataca y sabes qué estrategia utiliza, de modo que podrás leer sus movimientos con mayor facilidad.
—Sí, todavía confío en mi victoria —dijo ella tras respirar hondamente. A Sasuke le gustó mucho que Hinata no tuviera un rostro de derrota, al contrario, hasta se veía motivada—. Los ojos de tigre seguirán brillando en mí, ¿pero cómo podré ganarle?
—Primero que todo no te relajes porque te puede dar un calambre si los músculos se te enfrían después de tamaño esfuerzo y tensión. Alterna descanso y movimiento.
Hinata asintió y, al mismo estilo en que lo hacen los boxeadores actuales, comenzó a dar unos saltos pequeños y rápidos mientras movía el torso de un lado a otro. Dirigió su mirada hacia Haruno y vio que ella hacía lo mismo.
—En segundo lugar escucha atentamente esto —continuó Uchiha—: Sakura seguirá atacando del mismo modo porque su fuerza le da ventaja sobre ti. Confía demasiado en ésta y esa es precisamente su mayor debilidad. Si te fijaste bien sus golpes no son cortos y precisos sino largos y potentes. Eso hace que quede más expuesta a contrataques. Por eso pelea defensivamente, trata de esquivarla y contratacar cada vez que puedas. Lo más importante es que evadas a toda costa el choque de espadas o te volverá a ganar del mismo modo que antes.
—Ten por seguro que te haré caso. —Dejó de dar saltitos y empezó a estirar lentamente los músculos de sus piernas. Gracias a sus entrenamientos se había dado cuenta de que tenía una gran flexibilidad que antes desconocía—. ¿Crees que pueda agotarla si prolongo el combate?
—Por supuesto. Asegúrate de alargarlo y obtendrás la ventaja. Se nota que ella salió a ganarte lo más rápido posible y tú ya sabes el por qué —dijo recordándole una de sus múltiples lecciones.
—Porque no podrá mantener ese ritmo de ataque por mucho tiempo. Sus espada es más pesada y se agotará antes que yo.
—Exactamente —la felicitó con una sonrisa que reflejaba orgullo—. Ella salió preparada para una carrera corta, pero tú puedes transformar esto en un maratón que jamás olvide. Recuerda también que debes leer sus movimientos, anticiparte a éstos, y luchar del mismo modo en que Ino lo hizo contra Hidan. Tú viste ese combate y Sakura no; aprovecha esa ventaja.
—Sí.
Hinata le echó una mirada a su rival, quien lucía relajada y hasta sonriente. Estaba intercambiando palabras con Naruto exhalando una confianza absoluta. Por un momento, le pareció que Sakura medía dos metros en vez del uno con sesenta y cuatro de su altura real. Asomaba como una gigante a la cual sería muy difícil derrotar. Aun así, no iba a amilanarse. Si Ino había triunfado sobre Hidan pese a estar en notoria desventaja física, ella también podía hacer lo mismo con su adversaria.
—Y cuando llegue mi oportunidad..., ¿aplico la misma técnica que hice contra Hanabi? ¿O hago el movimiento de muñecas que me enseñaste?
—Deja el muñequeo para sorprenderla después. Ahora repite lo hecho contra Hanabi, pero bloquéala con las dos manos porque con una sola no podrás contenerla. Entonces engánchala con tu pie desde el talón y dale un empellón con todo tu cuerpo para derribarla.
—Eso haré. Y no te preocupes porque mi ánimo no decaerá ni me rendiré. Sé que puedo ganarle —sentenció con una seguridad abrumadora—. Tú dijiste que la mentalidad juega un rol muy importante y en mi mente Sakura no es tan hábil como yo.
Sasuke se sorprendió mucho. Pensó que a su prometida le entrarían dudas al sufrir una derrota, pero era al contrario: parecía que estaba encendiéndose ante el desafío, sintiéndose motivada por vencer a una rival tan fuerte como Sakura Haruno.
—Ya es tiempo —anunció Ino mientras mostraba el reloj de arena—. ¡Que el siguiente asalto dé inicio!
El segundo duelo se extendió por más de diez minutos. No fue uno frenético como el anterior gracias a que esta vez Hinata se lució contratacando de una manera muy peligrosa, cosa que llevó a Sakura a cesar sus ataques constantes y reemplazarlos por otros mucho más cuidadosos. Sin embargo, a pesar de lo pausado, la pelirrosa estaba comenzando a acusar el cansancio y la mejor prueba de ello era el sudor que brotaba desde su frente y de los cabellos, sumándose a los resoplos que resultaban notorios pese a sus esfuerzos por disimularlos.
A sabiendas que, de seguir así terminaría perdiendo, Haruno decidió realizar un ataque del todo o nada. Se abalanzó contra Hinata como una fuerza de la naturaleza, pero la discípula de Sasuke estaba bien preparada para recibirla. Bloqueó la espada de Sakura empleando la katana con ambas manos y, mientras los metales de las vainas se friccionaban, se dispuso a engancharla desde el talón a fin de provocarle la consabida zancadilla y rematar con el empellón. Todo iba a la perfección, pero Sakura, notando que su rival la derribaría en cosa de un segundo, gruñó desde las mismísimas entrañas, aplicó una fuerza descomunal, hizo retroceder a la katana y, entre ésta y su arma, terminó pegándole a Hinata un golpe devastador a la altura de la cintura. Fue algo tan potente que Hyuga lo sintió igual que un gancho al hígado, cosa que hizo tambalear sus piernas y caer al suelo de rodillas. Se llevó una mano al sitio atizado, mientras su rostro dejó ver que el dolor acudía a ella como si le hubiesen quemado la carne por dentro.
—¡Hinata! —gritaron todos los presentes al unísono a excepción de Sakura, quien quedó impactada por lo ocurrido. Miraba con la boca abierta como si no asimilara que su persona había provocado aquel daño indecible.
Avanzando un gran trecho en cosa de un segundo, Sasuke llegó con su novia para socorrerla. No se dio el tiempo de desabrochar los botones de la blusa sino de hacerlos saltar de una vez a fin de ver las consecuencias de tamaño golpazo. Sin embargo, la malherida no deseaba quitar la mano de ese punto.
—Déjame ver, Hinata.
—E-estoy bien —tartamudeó por estar apretando los dientes.
—Hinata, ese espadazo fue tremendo —dijo Ino, acuclillándose a su lado—. Déjame ver si no es algo grave.
—¡Perdón! —exclamó la pelirrosa apenas logró dejar atrás el asombró que la poseyó—. Yo me dejé llevar.
—¿Ah, sí? Pues yo también me dejaré llevar pelirrosa del demonio —dijo Uchiha poniéndose de pie y dispuesto a agarrarla del cuello. Cualquier condescendencia que tuvo con ella anteriormente quedó eliminada de cuajo.
—N-no, Sasuke —pidió Hinata con voz débil al tiempo que lo aferraba fuertemente de la mano—. Esto es un combate —prosiguió hablando con suma dificultad, entredientes todavía— y está bien que Sakura emplee toda su fuerza para ganar. Esto no me matará.
Uchiha cerró el puño que tenía libre, dándole una mirada asesina a la de ojos verdes.
—Agradécele a la compasión de Hinata que nada te haga —concluyó antes de volver a enfocarse en su amada.
Por supuesto Naruto nunca permitiría que Uchiha le tocase un solo pelo a Sakura, pero como se detuvo a tiempo no tuvo la necesidad de intervenir. Ahora mismo lo que más le interesaba era saber que la primera heredera de los Hyuga estuviese bien.
—Yo... lo siento de verdad —musitó la pelirrosa, sintiéndose culpable.
Como Hinata ya había sacado su diestra de la zona por tomar la mano de Sasuke, Ino aprovechó de mirar allí y la carne ya desprendía un vívido color rojo a pesar de que sólo habían pasado escasos segundos. Eso iba a transformarse en un moretón muy notorio y por ello se indignó también.
—Sakura —dijo la soldado, mirándola con ojos enardecidos al tiempo que se ponía de pie otra vez—, esto no es un duelo a muerte sino un combate reglamentado entre dos personas que se supone son amigas. ¿Qué diablos te pasa? Si tu golpe hubiera sido más arriba podrías haberle roto alguna costilla inclusive.
—Perdón, les juro que me dejé llevar por el calor del combate. Yo sólo quería sobrepasar su defensa o de lo contrario Hinata me iba a ganar haciéndome caer. Fue una reacción instintiva, no algo intencional.
—Después de molerte a golpes también te diré que fue una reacción instintiva —dijo Sasuke.
—Eso si yo te lo permito —advirtió Naruto. Una amenaza impulsiva podía dejarla pasar, pero jamás haría lo mismo con otra lanzada a plena conciencia.
—Basta por favor —pidió Hyuga, todavía sin recuperar el volumen normal de su voz—. Fue un accidente, algo que puede pasar en un combate tan intenso como el que estábamos sosteniendo. Sólo me quedará un moretón y ya está.
—Perdóname, Hinata —le pidió Sakura al tiempo que se arrodillaba para ponerse a su altura—. No era mi intención hacerte daño, te lo prometo.
La de mirada perlada la dispensó sin hacerse ningún problema, tan comprensiva y empática como siempre. Sin embargo, ni Sasuke ni Ino serían tan condescendientes como la «perdonadora compulsiva». Se enfrascaron en una acalorada discusión en que Naruto ejerció la labor de abogado. La de ojos como jade, mientras tanto, sólo se limitó a pedir sentidas disculpas una y otra vez.
—Sakura ha practicado mucho conmigo y se acostumbró a mi potencia física, por eso le cuesta controlar sus fuerzas —argumentó el blondo de nuevo tras varios minutos, tratando de concluir el asunto por fin—. Perdónenla porque ella no haría algo así con mala intención, de veras.
Haruno se conmovió mucho con la defensa constante conque el rubio la auxiliaba. Se había puesto en su lugar sin dudarlo siquiera un instante.
A pesar de las constantes explicaciones, Sasuke estuvo a punto de dejarse llevar por lo menos en tres ocasiones. Sólo los pedidos de su musa lograron que tal acción no sucediese. Mantuvo el puño cerrado fuertemente a fin de que parte de su ira se esfumara a través de ese acto. En el fondo sabía que cosas así podían pasar en entrenamientos y, por ende, aún más en duelos. No obstante, ver a Hinata dañada le había despertado al demonio que aún habitaba en sus adentros.
—Lo mejor es dejar el duelo hasta aquí y que quede en un empate —propuso Ino, ya más calmada también—. Hinata no podrá moverse igual después de ese golpazo.
—Concuerdo —aceptó Naruto—. Sakura es demasiado bruta y puede pasar otro accidente.
Haruno tuvo ganas de protestar esa afirmación, pero por esta vez lo dejaría pasar. Ahora mismo ser tratada de «demasiado bruta» era lo que menos le importaba en realidad.
—Yo también pienso que parar el duelo es lo mejor. No me importa que quede en un empate —apoyó la pelirrosa, conforme por haber demostrado ante todos que era más fuerte que Hinata. El empate era sólo un tecnicismo para maquillar la clara victoria que había obtenido. Sin embargo...
—Esto no se acaba todavía, yo no aceptaré un empate. Seguiré luchando hasta ganar —dijo Hinata desde el suelo, mostrando una convicción absoluta pese al dolor que ahora mismo la recorría.
Todos la miraron con asombro, pero el rostro más efusivo fue el de Naruto. Sus ojos azules gritaban que estaba frente a una loca de remate.
—Entiendo que le sienta mal a tu orgullo —dijo Ino—, pero no vale la pena que te fuerces a continuar ahora mismo. Si quieres pueden continuar el duelo unas horas más tarde, pero ahora necesitas reponerte de un impacto así. Eso no dejará que te muevas igual que antes.
—Ino tiene razón —apoyó Uzumaki—. ¿Cómo pretendes seguir luchando si ni siquiera puedes estar de pie?
—Puedo hacerlo. Puedo continuar y ahora mismo lo demostraré —replicó decididamente.
La hermana de Hanabi apretó los dientes y trató de incorporarse. Por inercia Ino trató de ayudarla, mas Hinata se soltó de su mano pidiéndole que no la subestimara. La blonda, entonces, respetó su voluntad sin poner más peros. Como acto siguiente la malherida inspiró profundamente y, al mismo tiempo que soltaba el aire en un resoplo, fue poniéndose de pie haciendo un esfuerzo. Le costó menos de lo esperado, se arremangó de nuevo y una decisión absoluta poseyó su semblante.
—¿Ven? Esto aún no termina —decretó sin que su voz ni sus piernas tambalearan.
Los presentes intercambiaron asombradas y preocupadas miradas.
—Aunque te hayas puesto de pie lo mejor es que no sigas, Hinata —aconsejó el rubio de tono mostaza—. Está claro que por ahora Sakura tiene la ventaja, pero si sigues entrenando podrás alcanzar su nivel, de veras.
—No quiero consuelos, Naruto. El combate todavía no termina y estoy segura de que puedo ganar.
—Ese golpe en la cintura te hará sufrir cada vez que te muevas —señaló Yamanaka—. Sé que quieres seguir, pero el resultado muy poco importa si el dolor se vuelve tu compañero de viaje.
—Me duele, es cierto, pero un simple moretón no incapacita mis movimientos. —Dicho esto, volvió a agarrar su envainada katana, se alejó varios pasos y entonces, lanzando estocadas a gran velocidad, demostró que era capaz de vencer al dolor y que su salud no estaba dañada. En efecto, y para sorpresa de todos, parecía estar igual que antes.
La determinación de Hinata no había mermado en ningún momento, seguía confiando en la victoria de una forma que a Sasuke incluso lo hizo sentir un repeluzno.
—Si quieres continuar podemos terminar el duelo al anochecer —propuso Sakura aferrándose a esa alternativa ya mencionada, puesto que, a decir verdad, tampoco deseaba que esto terminase en un empate. Quería demostrar, con todas las de la ley, que era mejor que Hinata.
—No voy a posponer esto. Ya vieron que aún puedo moverme, aún puedo golpear, aún puedo seguir luchando.
—Hinata..., no seas terca y concluyamos esto como un empate —aconsejó Naruto empleando la voz más apropiada para llegar a ella.
—¿Tú te hubieras rendido?
—No... —admitió tras varios segundos. Le hubiera encantado dar otra respuesta, mas tenía que ser sincero.
—Pues acepta mi decisión porque yo tampoco me rendiré. Mientras siga de pie seguiré peleando y eso ni tú ni nadie me lo va a impedir. —El golpe en su cintura le ardía como verdadero fuego, pero no estaba dispuesta a ceder. Al contrario, ahora tenía más ganas de hacerle sentir a Sakura Haruno el amargo sabor de la derrota—. Si vine aquí es para ganar, no me conformaré con menos.
La Hyuga se veía tan decidida que Uzumaki comenzó a entender que no daría marcha atrás. Por ello miró a la de ojos como jade a fin de darle un consejo.
—Sakura... —Esperó a que la pelirrosa le diese su verdosa mirada antes de continuar—. Sé que no era tu intención, pero se te pasó la mano. Te recuerdo otra vez que esto no es un duelo a muerte. Tienes que aprender a controlar tu fuerza.
—Es que me desesperé al ver que Hinata iba a ganarme —explicó sentidamente otra vez—. Sólo pensé en sobrepasar su defensa y nada más. Juro que no pensé que le pegaría tan fuerte.
—No controles tu fuerza, Sakura —pidió la mismísima Hinata, sorprendiendo de nuevo a todos los presentes—, quiero vencerte mientras luchas al cien por ciento o sino mi victoria no tendría sentido.
—¿Todavía crees que puedes tener la victoria estando medio muerta? —cuestionó un impresionado Naruto.
—Te equivocas: estoy media viva. Y muy pronto estaré viva del todo.
—Pero tendrás que ganar tres duelos seguidos, en cambio a Sakura sólo le falta uno. ¿En serio piensas que podrás lograrlo?
—¿Y quién dijo que era imposible? Puedo hacerlo. Sé que puedo hacerlo.
Naruto no tuvo más remedio que admirarla profundamente. A cualquier otro dos derrotas seguidas lo harían dudar de sí mismo y de sus capacidades. Hinata en cambio no: había perdido, pero en vez de buscar excusas, de llorar por impotencia o de esgrimir alguna artimaña para cambiar la realidad, seguía confiando plenamente en su victoria. Eso sólo podía hacerlo alguien muy fuerte.
—Si eso es lo que quieres no restringiré mi fuerza —aceptó Sakura, adelantándose a una posible respuesta de Uzumaki—. Es lo mínimo que puedo hacer para honrar tu determinación.
—Muchas gracias, Sakura. Te agradezco por verme como una rival que todavía puede dar lo mejor de sí y no como una florecilla que necesita ser cuidada. —Lo último lo dijo mirando a Naruto, quien se sintió un poco culpable—. Por favor no te contengas porque quiero ganarte dando tu máximo.
Sasuke lucía incluso más impresionado que Uzumaki. Aún recordaba muy bien lo dudosa que Hinata estaba antes del combate contra Hanabi, creyendo que perdería antes de siquiera pelear. Ahora, en cambio, su mirada destellaba vigor, resiliencia, fulgurante determinación. No importaba que hubiese perdido dos combates, sus ganas de vencer seguían tan firmes como antes. No existía debilidad alguna en su semblante. Se sintió muy orgulloso, tanto que incluso el resultado dejó de importarle. Si Hinata era capaz de mantener ese espíritu de lucha inquebrantable no importaba que perdiera ahora, más temprano que tarde lograría su objetivo de ser una guerrera admirable.
—Que el duelo prosiga entonces. Esa es su voluntad de guerrera y como tal hay que respetarla —sentenció el Uchiha, apoyando con todo a su novia.
Naruto no estaba conforme, preocupado por Hinata hasta decir basta. Aun así ella demostró que ese golpe no la incapacitaría para seguir luchando y, por ende, no deseaba faltarle el respeto. Ino, por su parte, se sintió tan orgullosa como Sasuke. Esa era la voluntad de fuego de una verdadera guerrera: jamás claudicar por más difícil que fuera el desafío.
El último de los Uchihas llevó a Hyuga hacia el rincón que les pertenecía y, tomándola desde las mejillas, entrelazaron sus miradas.
—Sé que ya estás decidida, pero tengo que preguntártelo por última vez antes de continuar: ¿estás segura de que no quieres luchar más tarde? —preguntó con un tono que delataba complicidad.
Ella se puso de puntillas y se inclinó hacia delante, un modo de acercarse más a los ojos de Sasuke.
—Completamente —reafirmó—. Sé que físicamente Sakura es más fuerte que yo, pero en todo lo demás estamos muy parejas. De hecho estuve tan cerca de ganarle que ella misma admitió que se desesperó —dijo con una sonrisa no acorde al golpe que recién había recibido, sino una que hasta parecía triunfante—. ¿Sabes?, ahora más que nunca quiero darme el gusto de derrotarla.
Sasuke asintió mientras sus ojos eran llenados por la satisfacción.
—Hazlo, pero créeme que no me importa si pierdes. Si mantienes esta actitud valiente ante la adversidad vas a llegar muy lejos. La perserverancia te hará sobrepasar tus propios límites.
—Lo sé. Ahora mismo recuerdo una frase que Orochimaru le dijo a sus discípulos y que calza perfecto para esta situación: «si quieres algo que nunca has logrado tienes que ser alguien que nunca has sido». Por eso, aunque tenga todo en contra, nunca más volveré a dudar de mí diferente a la chica timorata de antes y voy a demostrarlo.
—Ve por el triunfo entonces, pero, aunque pierdas, te aseguro que estoy y estaré muy orgulloso de ti porque estás dando muestras de una entereza que pocos tienen. Ahora mismo estás probando todo lo que vales.
Hinata pronunció aún más el brillo que había en sus ojos, sintiéndose apoyada por quien amaba. A diferencia de Naruto, Ino y Sakura, su prometido no la presionó para que abandonara el duelo, pero tampoco la había apoyado en su decisión de continuar. En cambio ahora la estaba respaldando al cien por ciento sin que le importara siquiera el resultado.
—Gracias, mi amor —le dijo para enseguida añadir un corto pero significativo beso. En cuanto separó sus labios de los masculinos, prosiguió—. Pero no me conformaré sólo con una victoria moral o halagos a mi esfuerzo; quiero una victoria real contra Sakura. Quiero ganarle y voy a hacerlo. Usaré cada gramo de energía en mi cuerpo para lograrlo. La enfrentaré con toda el alma.
—¿Tienes algo contra esa pelirrosa? Quieres ganarle a como dé lugar y no creo que sea sólo por ese golpe que te dio.
—De verdad que no tengo nada contra ella.
—¿Entonces por qué te arriesgas así?
—¿Sabes? He entrenado muy duro todos los días y obtuve mucha confianza en mí misma, pero, pese a eso, sigo sintiendo que hay una palabra que está lejos de mi alcance.
—¿Cuál? —preguntó muy intrigado.
Ella avanzó más hacia la pared, dándole la espalda a Sasuke. Alzó su cabeza hacia el cielorraso y cerró los ojos imaginando que la luna estaba allí a pesar de que sólo era el mediodía. Uchiha no podía ver su semblante ahora mismo, pero de algún extraño modo percibió que su musa estaba muy emocionada. Una especie de particular solemnidad brotaba desde ella.
—Fuerte... —dijo de repente sin darle la cara a su amado todavía y con un tono que parecía no ir dirigido a él, sino hacia sí misma—. Ese término siempre significó todo lo contrario a lo que soy. Era una palabra que me parecía muy distante, una con la cual nunca podría identificarme, una que estaba vetada para mí. Toda mi vida mi padre me dijo que estaba condenada a ser débil y patética. Sus sentencias se repitieron tanto en mi mente que terminé creyendo que tenía toda la razón... —Hinata se dio vuelta con los ojos brillantes por nacientes lágrimas no derramadas—. Sin embargo, si soy capaz de triunfar en este duelo podré tener la certeza de que no le gané a Hanabi sólo por tener más edad que ella. Por primera vez en mi vida palparé con mis manos lo que se siente la fortaleza. Por primera vez en mi vida sabré que realmente puedo llegar a ser una guerrera tan fuerte como Ino lo es, que aspirar a cumplir esa meta no es sólo una tonta ilusión...
Sasuke pasó demasiados años sin sufrir un solo escalofrío, tanto así que olvidó que existían. Su cuerpo sólo recordó esa sensación cuando murieron sus amados perros y cuando vio la firma de Orochimaru en la playa, situaciones que se caracterizaban por ser espeluznantes. No obstante, gracias a Hinata, descubrió que palabras dichas con una emoción tan tremenda también eran capaces de trastocar los nervios de su columna hasta volverlos de hielo.
—¿Puedo ser fuerte aunque tenga todo en contra? —continuó ante el silencio de su varón—. ¿Puedo serlo aunque casi nadie crea en mí? Si gano por fin descubriré la verdad... Si gano por fin obtendré la respuesta... —dijo apretando con más firmeza la empuñadura de su katana.
Sobre Uchiha gravitó un sentimiento de más amor por ella, cosa que creía imposible. Sus ojos se hubieran llenado de lágrimas de orgullo si no las hubiese contenido con dureza, dado que el semblante de Hinata era totalmente diferente al que muchas veces le vio. A pesar de ir perdiendo por dos duelos, a pesar del zambombazo cercano al hígado que le quitó las fuerzas por un largo rato, a pesar de tener las posibilidades notablemente en contra, no tenía miedo a perder sino ansias por ganar. Estaba actuando como una verdadera guerrera, una que era digna de su total admiración.
—Ve por esa pelirrosa del demonio con el cuchillo entre los dientes. Enfréntala con toda el alma, Hinata. ¡Sé que vas a ganarle! —aseguró dándole su apoyo total.
Ella, impulsada por la parte más irracional del amor, lo abrazó tan fuerte que Uchiha sintió que su novia deseaba destruirle el cuerpo. Por suerte su físico era tan firme como el de una montaña, pero, incluso si estuviese hecho de cristal, habría disfrutado el ser hecho trizas por tanto amor desatado.
—Lo haré; sé que la venceré —dijo ella sobre su pecho, hablándole directamente a ese corazón que sentía latiendo muy emocionado. Luego alzó sus ojos brillantes de lágrimas—. Y la victoria te la dedicaré a ti, amor mío.
¿Podría Hinata dar vuelta las tornas de un duelo tan difícil? ¿Podría ganarle tres duelos continuos a una mujer tan fuerte como Sakura Haruno?
Continuará.
