"Te gustan los chicos guapos con una voz bonita
Como si intentara venderte algo
Algo que ya tienes
Pero si estás demasiado borracha para conducir, y la música es buena
Puede que te deje quedarte, pero solo por la noche
Y si te agarra la mano y te arrastra contigo
Puede que quiera un beso antes de que termine la canción
Porque el amor puede arder como un cigarrillo
Y te deje solo sin nada" (1)
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Draco soltó un gruñido adolorido una vez recobró la consciencia. Era capaz de asimilar unas cuantas cosas de la noche anterior, como el olor a humedad o el momento en que arañó las ropas de ambos; también recordaba la imagen de la gran luna frente a sus ojos, mientras él y Lupin la admiraban algo atemorizados.
Una vez se sentó en el suelo, cayó en cuenta de que Remus continuaba durmiendo, acurrucado contra una esquina de la habitación con la cabeza entre los brazos. Caminó hacia la trampilla y con la varita que dejó encima de un gran montículo de cajas, desbloqueó la puerta para avisarle a Tonks que la transformación acababa de terminar.
La mujer dormitaba en una silla frente al comedor. En cuanto Draco subió, se apresuró a envolverse en una manta que estaba encima de la mesa y despertó a la mujer con un ligero toque en el hombro.
—Buenos días —le saludo Draco, a lo que Tonks, recién despierta, entornó la mirada para reconocerlo—. Él sigue durmiendo abajo.
Tonks asintió, bajó al sótano y cuando subió de nuevo traía a Remus levitando con magia, también cubierto en una manta. Una vez lo dejó en el que parecía ser el dormitorio, regresó con una muda de ropa limpia.
—Vi que destrozaron sus ropas —aseguró la mujer—. Aquí te traje algo para que te vistas.
Se colocó la camisa y pantalones cortos que Tonks le entregó, los cuales no combinaban muy bien (o quizás fueran los tonos) (Draco estaba más que seguro que ni el amarillo o el naranja eran sus colores). Una vez los dos estuvieron afuera de la casa, en un pispas, volvieron en el gran terreno que rodeaba La Madriguera.
—Nos vemos en la noche.
Tonks le sonrió—. Nos vemos, Draco; trata de descansar.
Draco se despidió de la mujer, la cual desapareció casi de inmediato. Lo más probable era que siguiera preocupada por el estado inconsciente de Lupin.
Draco caminó tambaleante a través de los maizales que le hacían cosquillas en los tobillos y disfrutó, pese al usual dolor muscular, de las vistas mañaneras del sitio. Ese viento tranquilo, en donde no se apreciaba ni el más mínimo atisbo del bullicio habitual que reinaba en el hogar.
Al tocar la puerta, la señora Weasley lo recibió con una pregunta, que una vez contestó bien, lo dejó pasar. El olor del café recién preparado le humedeció la boca, pero prefería echarse un sueñito antes de tomar cafeína.
— ¿Cómo estuvo?
—Eh… bueno, podría ser peor…
Draco no se acostumbraba, en lo absoluto, a que alguien como la Señora Weasley fuera consciente de su licantropía. Se suponía que en ese hogar los únicos que lo sabían eran los dueños de casa, Harry y Hermione, y dos de sus molestos hijos, aunque en cuanto Charlie lo saludó por primera vez, Draco sintió que este sospechaba de él. Quizás era porque se codeaba a diario con bestias colosales debido a su trabajo.
—Me imagino —suspiró la Señora Weasley algo nerviosa. Se le notaba que ella tampoco estaba del todo segura de cómo responder—. Bueno, ¿Qué tal si subes e intentas descansar un poco?
Subió a la habitación y, tan pronto ingresó, su madre lo recibió con un fuerte abrazo. Hundió la cabeza en el pecho de su madre, con tal de embriagarse de su aroma familiar, le rodeó el fino cuerpo con los brazos y acalló los pensamientos con el suave vaivén de la respiración de Narcisa.
—Mi Draco…
Cerró los ojos y soltó un suspiro; después de eso, le fue imposible no quedarse dormido.
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Harry abrió los ojos debido al brutal alarido que emitió el señor Weasley en la mañana. Junto con Ron bajaron apresurados a la cocina, solo para caer en cuenta de que el grito fue producto de haber derramado una taza de café caliente sobre su camisa.
—¿¡Estás bien, papá?!
El señor Weasley asintió, y dejó el periódico a un lado ofuscado.
—Sí, lo siento chicos; los desperté.
—No se preocupe…
Harry tomó asiento frente al hombre junto a Ron y se sirvieron desayuno.
—¿Emocionados por la fiesta, muchachos? —les preguntó el Señor Weasley—. Yo voy a dejar un par de cosas en el Ministerio, pero estaré en casa a la hora del almuerzo.
Harry identificó en el rostro del hombre una curiosa expresión de orgullo. Era el semblante de un padre próximo a vivir uno de los eventos más importantes de su vida: la boda de un hijo. Se limpió con la varita la camisa, y se sirvió una nueva taza de café; le temblaban las manos debido a la emoción.
—¿Y mamá?
—Ya sabes como son las mujeres, Ronald —aseguró el señor Weasley—. Fueron a casa de la señora Rosemary para que las peinara.
—¿¡Todas?! —preguntó Harry sorprendido.
—Todas menos Narcisa, ella sigue en su recámara —les contó—. Eso me recuerda que Draco regresó hace poco, Molly me dijo que debe estar descansando.
Una sensación de alivio llenó la cabeza de Harry, saber que Draco había llegado sano y salvo era tranquilizador. Se sirvió un poco de leche en su taza y, sin darle mayores vueltas al asunto, comenzaron a hablar acerca de los planes del día.
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—¿Cómo está Draco?
Narcisa alzó la mirada de la novela que leía con cierto escepticismo. Harry siempre se preguntaba cómo era posible que la mujer se mostrara tan inmune ante todo lo que la rodeaba.
—Está descansando.
Eran poco más de mediodía. Harry estaba en ropa cómoda, sabiendo de antemano que en un par de horas iba a tener que cambiarse a una vestimenta formal. Sin saber que responder con exactitud, asintió y se quedó viendo a la mujer.
Pronto Narcisa soltó una risita breve y burlesca, muy similar a esas que Draco lanzaba cuando consideraba que Harry hacía algo estúpido. La mujer interpretó su silencio bastante divertida.
—A lo mejor ya despertó —dijo Narcisa—. Si puedes llevarle algo de comer, te lo agradecería un montón.
Harry esbozó una sonrisa y casi corrió a la cocina. La señora Weasley había preparado tantos bocadillos para la noche, que decidió sacar unos cuantos para Draco, además de prepararle una taza de café. Al encontrar "El Profeta" encima del mesón, decidió que también se lo llevaría a Draco. Puso todo en una bandeja y subió las escaleras. Fuera de la habitación en la que sabía Draco que estaba, se detuvo un momento antes de entrar.
Con los ojos cerrados, la boca semiabierta y el pelo revuelto por toda la almohada; descansaba Draco. Harry caminó lentamente hacia la cabecera de la cama, mientras procuraba meter el menor ruido posible para no despertarlo. Dejó la bandeja en la mesa de noche y se sentó en el borde del colchón, sin ser capaz de quitarle los ojos de encima.
Nunca se cansaba de analizar cada facción de Draco como si fuera la primera vez que le veía el rostro. Le resultaba casi adictivo hacerlo. El contar cada cicatriz y caer en cuenta de que tenía una nueva u otra se estaba desvaneciendo.
No tardó en que Draco comenzara a despertar. Como si le costara salir del sueño, batalló un poco en separar los párpados y analizar el panorama alrededor. No fue hasta que cayó en cuenta del singular peso que lo acompañaba al lado, que una sutil sonrisa somnolienta saludó a Harry.
—Buenos días… te traje el desayuno.
—Buenos… —trató de decir Draco con la voz algo reseca— ¿días?
—Tardes, mejor dicho, ya son más de las doce.
Draco se acomodó sobre la cama y miró al lado. Harry se puso de pie, descubrió las cortinas de la habitación y dejó la bandeja sobre las piernas de Draco sin saber del todo como actuar.
—Bueno, era eso, nos vemos.
—Espera un poco —se río Draco, que tomó el brazo de Harry antes de que se fuera—. ¿Y mi beso de buenos días?
Harry se sonrojó con levedad y posó una suave caricia en los labios de Draco. Al separarse, Draco le hizo un espacio a su lado para que se sentara y compartieran un rato juntos.
—¿A qué hora es la ceremonia?
—A las cinco —le contestó Harry, que tentado por las galletas de calabaza, sacó una del plato que trajo—… Las chicas están locas, despertaron tempranísimo y ya se están a arreglando.
Draco asintió, estiró los brazos y le dio un sorbo al café que Harry le preparó.
—Demasiado dulce —reconoció Draco, que dejó el café en la bandeja—, pero no está del todo mal para que lo hayas preparado tú.
Harry hizo un mohín con los labios y Draco le pellizcó la nariz. Guardaron silencio durante un par de minutos, antes de que Harry suspirara y le entregara la edición mañanera del diario.
En "El Profeta", como siempre, se mostraba el mundo yéndose al carajo, por lo que comenzaron a hablar acerca de recuerdos que les eran agradables de rememorar, esas memorias que les resultaban de fácil alcance, donde no debían rebuscar demasiado como para dar con una.
Sin siquiera darse cuenta, una vez Draco terminó de comer, acabaron recostados al lado del otro, con las manos firmemente agarradas (porque eso era lo único concreto e inamovible), sumergidos en un profundo silencio que lo hicieron recuperar toda la tranquilidad.
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Definitivamente, el verde era su color.
Narcisa sonrió al verlo en aquel traje verde oscuro de tres piezas. Aún traía el pelo suelto, mientras pensaba si dejárselo así o hacerse un recogido.
—Lástima que no podamos ir con este aspecto a la fiesta.
Draco suspiró. Daba igual, pelo tomado o no, de cualquier modo iban a tener que camuflar la identidad de Harry, su madre y él para asistir a la boda. Lo dejó suelto y se volteó para definir a su madre que portaba un vestido largo negro con mucho encaje que la hacía ver mucho más alta de lo que de verdad era. El rostro lo traía sin maquillar y no parecía tener intención de hacerlo.
Los dos se plantaron frente al espejo con una sonrisa lúgubre en los labios. Juntos salieron de la habitación y bajaron a la primera planta, en donde los Weasley iban de un lado para otro, mientras terminaban de ponerse los zapatos o de ajustarse las corbatas.
Draco separó una silla del comedor, se cruzó de piernas y analizó el panorama. Era divertido ver a toda una familia alocada por no estar aún listos.
Recordaba que la última vez que había asistido a un evento con sus padres vestido de etiqueta fue cuando él tenía doce, pero como estaba más ansioso por estrenar su nueva escoba y derrotar a Harry en cuanto lo viera el semestre siguiente, aquella fiesta pasó casi desapercibida en su memoria. Lo que sí sabía era que el contraste con su familia era abismal; si hacía memoria, podía ver a Dobby de puntillas sobre una silla, mientras lo ayudaba con el corbatín antes de salir.
En la mansión esos comentarios ligeros de tanto en tanto y las risas por una broma cualquiera eran inauditos.
Hermione esperaba tan aburrida como él apoyada en la encimera junto a Ginny. Las dos lucían tan hermosas, que le costó desviar la mirada de las telas de colores y del maquillaje sutil; ambas chicas cuchicheaban entre ellas, visiblemente entretenidas por la actitud desesperada de los gemelos, los cuales todavía no decidían si era mejor llevar el cabello hacia la derecha o la izquierda.
No tardó demasiado en que Ron y Harry bajaran al primer piso. Ron de inmediato se quedó paralizado en cuanto Hermione le hizo un gesto desde la cocina y Harry chocó con la espalda de Ron, haciéndolos caer de improvisto. Draco soltó una carcajada, se puso de pie y esperó con una sonrisa maliciosa en los labios.
Harry tampoco lucía para nada mal. Draco consideraba que cualquier hombre se veía decente en traje, incluso Harry Potter. Ese aspecto pulcro y ordenado le sumaba puntos, aunque no evitaba el hecho de hacerlo sentir extraño; prefería al Harry de sudaderas, pelo desenfrenado y pantalonesanchos, en lugar de ese muchacho que se veía tan incómodo en esa vestimenta que era capaz de trasmitirle el sentimiento.
Draco, en cambio, no podía sentirse más a gusto. Le gustaba la sofisticación que le otorgaba ese tipo de atuendos de etiqueta, en donde las personas, en lugar de fijarse en el innumerable número de cicatrices de su rostro, primero se quedaban estupefactas ante su porte elegante.
—Luces… —suspiró Harry, una vez se levantó del piso y lo miró parado al frente. Draco le guiñó un ojo a lo que Harry se sonrojó—mejor que con el uniforme.
Draco puso los ojos en blanco y junto a Harry se acercaron a Narcisa, para esperar a que llegaran algunos miembros de la Orden. Tonks y Lupin fueron los primeros en llegar, ya que eran los encargados de traerle a los tres las pociones que los ayudarían a pasar desapercibidos durante la celebración.
—Tome, señora Malfoy —dijo Tonks, entregándole a Narcisa un frasquito. Para la fiesta había optado por llevar el pelo largo y del mismo color azul que sus pantalones de cuero—. Cariño, ¿puedes sacar las dosis para los chicos de mi cartera?
Lupin asintió. Lucía mejor que cuando Draco lo vio esa mañana, aunque estaba algo ojeroso, y parecía no haberse dado cuenta que la chaqueta de franela café del traje que había escogido tenía un par de motas en la parte de los hombros.
Draco y Harry discutieron entre ellos una vez tuvieron ambas pociones en frente. Una vez eligieron, se las tomaron de un trago. No era tan desagradable como la matalobos, pero estaba seguro de que hubiese preferido nunca haberla bebido.
Al abrir los ojos, no pudo evitar reírse del aspecto que había adoptado Harry, que parecía el Weasley más feo que alguna vez había visto (y eso que había conocido a siete). Con el característico cabello rojo, más pecas que rostro y la nariz ganchuda.
Tanto a él como a su madre los disfrazaron como miembros de la familia de Fleur. Su madre era igual que una nereida salida de la espuma del mar y él, con el pelo rubio brillante, corto, sin cicatrices algunas y una estructura facial perfecta, llegó a asustarse de su belleza al verse en el espejo.
Eran como Tetis y Aquiles puestos en tierra. Draco se ajustó la corbata y se volteó a la pareja.
—Harry, tú eres Barny Weasley, primo de Ron; Draco y tu madre, son Renaud y Camille Delacour, respectivamente, parte de la familia materna de Fleur —les indicó Tonks, que rápidamente se guardó la evidencia y miró el reloj—, con esa cantidad bastará para la ceremonia y disfrutar un par de horas de la boda. Venga, ¡En marcha!
Mientras toda la familia salía, Harry se llevó a Draco hasta el final de la fila y comenzó a discutir con él.
—¡Eres un desgraciado con suerte! —gritó el chico en un tono cómicamente chillón—. Te tocó volverte una especie de Dios, mientras que yo soy el más feo de todos los Weasley.
Draco soltó una risotada que sonó algo extraña y al intentar hablar un extraño acento se apoderó de su voz.
—Oh, pego al menos puedes seguig hablando como una pegsona nogmal.
A Harry, con eso, le ganó la risa y entró a la carpa antes que él. La ceremonia todavía no comenzaba, pero la mayoría de los invitados ya habían llegado. Ron, rápidamente, se llevó a su supuesto primo al lado, mientras Draco cruzaba la instancia cerca de Narcisa, acaparando la atención de todos los invitados presentes.
Los padres de Fleur eran conscientes del fraude, pero aun así saludaron a Camille y Renaud como si fueran los de verdad.
—Oh, quegida, ¡que magavilla que hayas podido venig!
Narcisa esbozó una sonrisa y saludó de dos besos a su hermana—. No me hubiese pegdido pog nada del mundo la boda de tu niña.
—¡Y tu hijo! ¡Tan guapo que está!
—Muchas gagcias, Tia.
Tomaron asiento detrás de la primera fila y Draco observó a Gabrielle, la hermana menor de Fleur, que se volteó sonrojada a verlo. Tal parecía que los únicos enterados eran sus padres.
En cuanto la balada de piano comenzó, todos los invitados guardaron silencio y por un momento el universo entero se llenó de paz.
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El Ministro, al regresar a su oficina, soltó un suspiro cansado; dejó la taza de café sobre el escritorio y abrió la ventana para respirar algo de aire fresco.
Quería irse a casa tan pronto como pudiese, pero a pesar de haber logrado delegar lo que más pudo a sus subordinados, aún le quedaba hacer un montón de papeleo.
Se sentó y comenzó a revisar el primer fichero hasta que le llamaron a la puerta. Su secretaría seguía afuera, pero no le había avisado que recibiría visita a esa hora, a lo que frunció el cejo y preguntó en voz alta de quién se trataba. No obtuvo contestación.
Al final, volvieron a llamar y terminó permitiendo que entraran. Solo esperaba que no se tratara de ese tal Percy. No soportaría verle la cara a ese chico que solo seguía en ese puesto de trabajo por las conexiones de su familia con Harry Potter.
Una figura alta y delgada ingresó a la oficina, lo que lo hizo ponerse en alerta inmediata. Quiso gritar, pero otra persona mucho más baja, cubierta por una capucha negra, lo apuntó con la varita para silenciarlo.
—Buenas noches, Ministro Scrimgeour, encantado de conocerle.
Las figuras se abrieron paso para dejar a Voldemort ingresar a la oficina. Al verlo en persona, Scrimgeour se enderezó, mientras empuñaba la varita.
—Me gusta bastante este lugar, aunque gran parte de los funcionarios son incompetentes y, aún peor, sangres sucias —se río Voldemort, que de un simple movimiento desarmó a Scrimgeour—. Bueno, pero aunque me gustaría continuar la charla trivial, ¿Qué te parece si pasamos a lo importante? ¡Imperio! ¡De rodillas, Ministro!
El hombre cayó al suelo inmovilizado, aunque su habla regresó.
—¿Dónde está Potter?
—No te voy a decir nada.
—Oh… tranquilo, ya verás qué rápido te haré hablar y mañana saldrá en los titulares un nuevo Ministro. ¡Crucio!
La oficina se llenó de gritos ensordecedores, para terminar con un cegador destello color verde.
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—Ah… ya me quiego ig…
Draco bufó aburrido en la mesa. Hace media hora que comenzó el baile y todos parecían hipnotizados por los maravillosos pasos que daba Fleur junto a Bill en torno a la pista. La mayoría miraba a Fleur, pero no negaban que, pese a la cicatriz que cruzaba el rostro de Bill, el hombre continuaba siendo demasiado atractivo.
Poco a poco, el resto de los invitados se fueron uniendo y la música cambió de clásica a una más pop.
Se levantó de la mesa, le gruñó a un hombre de mediana edad que no dejaba de insistirle a su madre para ir a la pista y fue a buscar a Harry, quien estaba pegado a Ron en todo momento, enfrascado en una conversación bastante intensa con un grupo de adultos los cuales no lograba diferenciar demasiado bien.
—¡Dra- digo Renaud! ¡Aquí estás! —escuchó llamar a su espaldas. Se volteó y miró a Hermione, que lo tomó del brazo—. Te presento a Viktor Krum, estoy segura de que has escuchado de él.
Draco esbozó una sonrisa y vio el sonrojo en el rostro de Hermione. Claro que conocía a Viktor, al final de cuentas, él había su principal patrocinador de cigarrillos cuando comenzó a fumar.
—Así que tú eres el chico del que mi hermana está chillando hace rato —bufó Krum, que lo examinó con escepticismo—, es esa de ahí.
Abrió mucho los ojos al escuchar sobre una hermana desconocida. Hermione, visiblemente nerviosa, asintió.
—Viktor y su hermana, Nikola, vinieron como invitados de Fleur —prosiguió Hermione, a lo que Draco alzó una ceja—. Y bueno, Nikola, quiere conocerte.
—Que raro… ¿tu eres mayor que Fleur? Porque no recuerdo haberte visto durante el torneo de los tres magos.
—Soy un pag de años menog —aseguró Draco—. No llevagon de Beauxbatons a niños menoges de edad paga evitag lo que sucedió con el dichoso Hagy Potteg.
Detrás de Krum apareció una mujer bellísima, con ese aspecto singular de las estudiantes búlgaras que Draco conoció muy bien durante el torneo de los tres magos. Pelo negro, curvas poderosas, labios gruesos y contextura fiera. Eran esas mujeres que buscaban estar con un hombre búlgaro del talante de Krum, o, en su defecto, a un chico alto, delgado y hermoso como Renaud para que sean su adorno perfecto.
Draco suspiró y pensó en hacerse el que no sabía el idioma e irse, pero Hermione se notaba desesperada, así que tomó con delicadeza la mano de Nikola, en donde posó un suave beso, mientras no le quitaba los ojos a Hermione. "Me debes una" le dijo con la mirada y ella pareció entenderlo.
—Un placeg conoceg a una dama tan bella como usted, señogita Nikola.
Nikola dio un brinco de emoción y en dos tiempos sostuvo el brazo de Renaud mientras tiraba de él hacia la pista de baile. Hermione articuló un "gracias" silencioso, justo antes de dirigirse hacia donde Harry y Ron estaban. Todo apuntaba a que Nikola le estuvo insistiendo a Krum que los presentara a ambos y su hermano prefería dejarla en manos de un chico como Renaud (que parecía fácil de controlar) que con cualquier otro bastardo.
Sujetó con suavidad la cintura de Nikola y comenzó a balancearse por la habitación. Harry no lo miraba en absoluto, ya que parecía estar por completo involucrado en la conversación que mantenía con los invitados al fondo de la carpa. Draco se moría por saber que era lo que discutían entre ellos, pero Nikola pronto se lo llevó hacia una parte de la pista en donde le era casi imposible ver nada.
—¿Cuántos años tienes?
Draco se lamió los labios y se unieron al baile grupal. Había comenzado ese tipo de baile que tenía una coreografía específica. Tomó a Nikola en brazos y la levantó al mismo tiempo que todo el grupo.
—Diecisiete.
—Ah… así que ya eres mayor de edad… a mí me falta un par de meses para cumplirlos ¿sabes?
—No pageces menog.
—Lo sé… mi hermano aun me trata como una niña pequeña, pero te aseguró que se cosas que no son para nada infantiles.
Draco trató de moverse más cerca de sus amigos cuando hicieron la ronda. Nikola parecía estar divirtiéndose, aunque también tenía un tipo de expresión que conocía muy bien, pero que hace tiempo no tomaba en cuenta. Era esos ojos llenos de deseo, de querer que la persona del frente se la llevara afuera y entre los matorrales la tomara por completo. Hace tiempo que había dejado esa vida, por lo que se hizo el que no captaba aquellas indirectas. Draco la hizo dar vueltas y en cuanto volvieron a la danza de parejas, la chica se puso de puntillas mientras anticipaba un beso.
Sin embargo, un estruendo resonó por la habitación y la música cesó. Una estela de luz se ubicó en medio de la pista de baile y todos los invitados se voltearon curiosos.
—¡El Ministro de magia ha caído! ¡Scrimgeour ha muerto! ¡Todos váyanse, ahora!
Sin más, sombras comenzaron a penetrar la carpa, mientras lanzaban maldiciones a diestra y siniestra. Los invitados comenzaron a desaparecer de la carpa, al igual que los miembros de la orden se colocaban en guardia para proteger a quienes, presas del pánico y del shock, quedaron inmovilizadas.
Draco sacó la varita y tomó a Nikola del brazo para cubrirlos a ambos detrás de una mesa. La chica también sacó su varita y se aferró a las solapas del traje de Draco con una expresión llena de emoción.
—¡Me tengo que ig! ¡Quédate aquí y…! ¡Incendio! ¡No hagas nada estúpido!
Nikola asintió y antes de que Draco pudiera levantarse, sintió los labios de la chica presionados con pasión contra los suyos. Fue un beso dulce con gusto a vino.
—Si vienes a Bulgaria, te daré varios de estos.
Algo estupefacto, se levantó y corrió mientras desarmaba a los atacantes. Narcisa se acercó a donde la señora Weasley defendía con Ginny y Fleur, y entre las cuatro atacaron ofensivamente.
No pudo evitar voltearse un segundo a Nikola que le asestó un puñetazo a un hombre antes de que Viktor la tomara por la cintura y se la llevara del lugar.
Hermione y Ron estaban en guardia y lo esperaban junto a la puerta. Los ojos de Draco se clavaron en su madre, quien asintió y le dio su bendición antes de llegar a donde sus amigos. Hermione, tan rápido como pudo, los hizo aparecerse en un callejón oscuro, rodeado de bolsas de basura y dos vagabundos que estaban dormidos en una esquina.
—¿Dónde estamos? —preguntó Harry sin aliento.
—Londres —dijo la chica, que se quitó los tacones un momento y se apoyó contra la pared para examinar la calle principal—. Más específicamente en Tottenham Court Road…
Draco se limpió el sudor de la frente y comenzó a olfatear el ambiente. Más allá del nauseabundo olor basura, identificó la totalidad carencia a magia.
—¿Estamos en una Avenida muggle?
—¡No se me ocurrió otro sitio! ¡Venga! ¡Mejor avancemos!
Hermione comenzó a rebuscar en su minúsculo bolso algo, hasta que Harry la tomó del hombro como si estuviera loca.
—¡Pero todas nuestras cosas se quedaron allá!
—¡No seas tonto! Las traigo conmigo —bufó la chica—. ¡En mi bolso!
La chica metió la mano en el pequeño bolso y dio con un par de zapatillas que se puso. Los chicos se miraron entre sí muy impresionados.
—¡Luego les explico! Pero será mejor que primero vayamos a un lugar más seguro para hablar.
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Notas:
Lovers Rock: TV Girl.
Hola!
La mejor parte del capítulo es Nikola. No sé porque me divertí tanto escribiéndola, y eso que solo fueron un par de párrafos.
Una hermana para Krum. Para mí es un Headcanon el que Viktor sea un hermano sobreprotector.
Esper que les haya gustado el capítulo!
The Machine.
