CONNOR
Ver a Hank al lado del puesto de comida rápida donde habían discutido semanas atrás hizo que Connor se sintiera como si algo se hubiera roto en su interior. A su viejo amigo se le iluminó la cara, Connor creyó que debía de sonreír, pero dudó un instante, lo que hizo que mostrara una sonrisa a medio lado, quizás la sonrisa más auténtica que había mostrado en su vida.
Hank se acercó hacia él y le abrazó, notó el calor que emanaba el hombre y tuvo que admitir que se encontraba bien, como si lo que estuviera roto dentro de él se arreglase durante un instante.
—Connor —dijo Hank sonriendo. El androide le devolvió el gesto—. ¿Cómo estás?
No supo que decirle ¿le mentía? ¿Decía la verdad? ¿O cambiaba de tema como si tuviera mejores cosas de las que hablar? Al fin y al cabo eso último era cierto. Sin embargo, decidió optar por la sinceridad.
—Estoy… —Se paró unos segundos a reflexionar—. Supongo que estoy mal.
Hank arqueó una ceja.
—¿Por qué? —preguntó al ver que el androide no respondía.
—Porque algo falla en mí si no recibo órdenes.
Sus párpados cayeron, aquello era demoledor para él ¿qué debía hacer cuando las opciones eran infinitas? ¿Cómo podía actuar alguien sabiendo que no tenía un camino marcado, un propósito que alguien le hubiera dicho?
Hank le observó, en silencio.
Connor miró sus manos y mantuvo una expresión perdida, de vacío.
—¿Cómo lo hacen? —Quiso saber.
—¿Hacer qué?
—Saber qué hacer cuando hay millones de posibilidades. ¿Nunca se lo ha preguntado? Es una locura, no paro de pensar qué debo de hacer. ¿Busco un lugar donde dormir? ¿Me desconecto en cualquier sitio para no malgastar energía? Si estoy vivo ¿debería de buscar algo que haga que me sienta así? Cada movimiento que doy es una probabilidad entre millones. ¿Cómo pueden vivir los humanos así?
Hank le puso una mano sobre el hombro.
—A todos los androides que han despertado —continuó Connor—, les resulta cómodo, fácil, como si hubieran estado preparados para este momento, en cambio yo me sentía mejor como una máquina —dijo echando la vista hacia Hank de nuevo—. ¿Realmente estoy vivo si creo que vivía mejor como una máquina?
A veces lo pensaba, a veces creía que él era un falso divergente. Era cierto que había tomado decisiones propias, pero desde la revuelta de Markus no había tenido una idea realmente propia, y ni siquiera durante la propia revuelta se había sentido cómodo, sólo había cambiado un jefe por otro.
—Connor —chistó Hank—. No soy una máquina, pero te puedo decir que todos esos miedos que tienes son propios de los seres humanos, es el miedo al futuro, el miedo a no saber qué va a ocurrir a continuación. A los humanos también nos gustaría ser a veces máquinas.
Con un movimiento rápido Connor quiso arreglarse la corbata, sin embargo, el brazo de Hank se lo impedía, lo que hizo que el androide se resignara a colocar su traje.
—No sé cómo ser yo mismo.
El hombre le volvió a abrazar.
—No te preocupes Connor, yo estaré a tu lado.
Y de nuevo, tuvo la sensación durante un segundo de que todo iría bien.
