Hacía un Mañana más Brillante.

La noche avanza y la sensación de unidad persiste en el aire, como si todas las personas presentes fueran hilos entrelazados en un tapiz de celebración. Incluso aquellos que alguna vez miraron a Emilia con desdén ahora son parte de esta alegría compartida.

Las risas, los vítores y el vino fluyen mientras las celebraciones se suceden.

En medio del jolgorio, intento detener a Emilia, preocupado por su bienestar en medio de la euforia. Sin embargo, ella se libera de mi agarre con una determinación risueña.

—Mira lo que he creado —le comento a Rem, que está a mi lado, sosteniendo también una copa de vino. Otto se encuentra en medio de un intento de detener a Emilia, que parece estar decidida a aprovechar la fiesta al máximo.

—La señorita Emilia debe de haberse esforzado mucho, pero estará bien —responde Rem, tomando un sorbo de su copa. A pesar de mis preocupaciones, la emoción en el ambiente es palpable y contagiosa.

El transcurso de más de tres horas no ha hecho mella en la calidez y la energía del momento. A pesar de que mis pies empiezan a resentir los constantes bailes, no puedo evitar sonreír ante la alegre insistencia de las jóvenes y, sorprendentemente, también de las madres solteras, por compartir un baile conmigo.

Supongo que mi posición como alcalde de Irlam me ha vuelto un atractivo inesperado en esta celebración.

Rem, con su característica picardía, me lanza un golpe juguetón en el costado.

—Quién lo diría, ¿eh? Marco, el caballero que es tan solicitado por las jóvenes y las madres solteras. Tu fama está creciendo.

Sonrío con un toque de incomodidad, consciente de que esta situación es parte de mi posición y del ambiente festivo. Varias mujeres han pedido bailar conmigo, y para mantener el espíritu de la fiesta, he aceptado cada invitación sin importar quién sea.

Mi mirada se posa en Rem, apreciando el vestido que lleva. No puedo evitar notar lo elegante y hermoso que luce.

—¿Diseñaste ese vestido? —pregunto, intrigado por su habilidad para crear algo tan encantador.

Rem sonríe, una expresión que parece iluminar la noche.

—¿Te gusta? —responde, con una chispa traviesa en sus ojos, mientras me muestra su vestido con orgullo.

Rem es otra persona que ha cambiado mucho, pero no, cambiar no implica dejar de ser ella misma.

Lo que era no ha dejado de ser.

Cambiar no significa ser diferente, solo significa ser un poco más.

—A cualquier persona le encantaría ver a alguien tan hermosa como tú —le digo a Rem con una sonrisa, señalando discretamente a unos cuantos hombres que parecen estar deseosos de invitarla a bailar.

Ella responde con una risita, claramente divertida por mi comentario.

—Bueno, después de que me rechazaras, tengo que mejorar, ¿verdad? —me saca la lengua en un gesto juguetón—. Pero, en realidad, me siento cómoda con quien soy ahora.

Me inclino ligeramente hacia ella, extendiendo mi mano con una sonrisa mientras la miro directamente a sus brillantes ojos. Su sorpresa es evidente, pero se recupera rápidamente y acepta mi mano.

—Sé que te rechacé en el pasado —digo, ahora decidido a dejarme llevar—. ¿Me concederías el honor de bailar contigo?

Los ojos de Rem se abren con asombro por un instante, pero luego recupera su compostura y toma mi mano con gracia.

—Rechazar a alguien como el alcalde podría tener consecuencias, eres un tramposo —responde con una sonrisa juguetona, mientras yo me pongo de pie

Nos miramos el uno al otro, compartiendo una complicidad silenciosa mientras nos acercamos.

La música es suave y tranquila, un respiro bienvenido después de los ritmos más enérgicos que habíamos experimentado anteriormente. Nuestros cuerpos se ajustan naturalmente en el baile, pasos cortos que nos llevan a pequeñas vueltas

Siento su calor cercano, y cuando levanta la vista para encontrarse con mi mirada, la conexión entre nosotros se vuelve más profunda.

—Nunca imaginé que bailaríamos así juntos —comenta Rem con una sonrisa, mientras sus ojos se encuentran con los míos.

No hemos tenido una mala relación desde aquel episodio, y lo que dije entonces no fue para hacerle daño, sino más bien para que tomara distancia de ideas que no le hacían bien.

En este momento, cualquier persona que busque una relación conmigo estaría en peligro, y la presencia de Rem me recuerda dolorosamente a alguien a quien no quiero ver sufrir de nuevo.

—Bueno, somos amigos, así que está bien bailar —agrego con sinceridad, reconociendo que hemos logrado construir una amistad sólida.

Ella sonríe, y mi mirada se cruza con la de Otto, que me observa con una mirada penetrante.

—Otto, ¿Qué tal es? —pregunto, sonriéndole.

Mi naturaleza curiosa y chismosa sigue presente, nunca cambia.

Rem toma un momento para pensar mientras continuamos moviéndonos al ritmo de la música. El baile es una forma de sentir una conexión única con otra persona, una manera de comunicarnos sin necesidad de palabras.

Me doy cuenta de que Beatrice está dormida en una silla cercana, lo que me hace recordar mi infancia y las reuniones donde, inevitablemente, algún niño terminaba durmiendo en su asiento.

Incluso yo fui uno de ellos, al lado de los equipos de sonido.

De pronto, una risita escapa de mis labios sin previo aviso, llamando la atención de Rem.

—¿Marco? —pregunta ella cuando la canción llega a su fin, ofreciendo un breve descanso que, para mí, es más que suficiente.

Asiento con una sonrisa, consciente de que, en este momento, dejarse llevar por la alegría y la camaradería es precisamente lo que necesitamos.

—Lo siento, ver a Beatrice en ese estado me trajo un pequeño recuerdo feliz de mi propio mundo —explico mientras observamos a Beatrice dormida en la silla.

—Ella ha cambiado mucho, es innegable la transformación que ha experimentado —responde Rem, ambos compartiendo una mirada significativa en dirección a Beatrice.

Sí, todos vamos evolucionando con el tiempo.

Me pregunto si también tengo derecho a cambiar.

O si ya he perdido esa oportunidad.

—Entonces... —retomo la conversación, buscando la opinión de Rem.

—Es alguien muy agradable e inteligente, irradia un poco de tu esencia, lo que hace que la gente sienta que puede confiarle sus problemas —comenta Rem, colocando su mano en mi pecho como si intentara captar algo más allá de las palabras—. Tu presencia es como la de alguien que ha pasado por mucho, pero también como la de alguien que disfruta ayudar.

Me quedo asombrado por su observación y no puedo evitar abrir los ojos con sorpresa al escucharla hablar de mi "aura". Observo la espalda de Rem mientras ella continúa hablando, reflexionando sobre la imagen que proyectamos hacia los demás.

—Inspiras confianza porque sabes escuchar, y eso es realmente importante. Aunque lo que dices también es valioso, el simple hecho de escuchar hace que el corazón se alivie un poco —concluye Rem, ofreciéndome una última mirada antes de dirigirse hacia Otto.

La observo alejarse, agradecido por sus palabras y por esa perspicaz percepción que tiene de mí. Levanto el pulgar en respuesta a la mirada de Otto antes de suspirar con una sonrisa, mientras mi mirada se pierde en el cielo.

—Sí, todos avanzamos en la vida, pero hay cosas que a veces debemos sacrificar —murmuro para mí mismo, reflexionando sobre los caminos que cada uno debe tomar.

La fiesta continúa con vitalidad, y cuando los niños son llevados a descansar, los adultos permanecen, conversando y disfrutando de la compañía.

Observo a Emilia, quien parece estar manteniendo su compostura, tratando de no dejar que la celebración la lleve a excesos. Aprecio su autocontrol y el hecho de que haya aprendido a moderarse, lo que me hace sentir aliviado.

Sin embargo, un pequeño pellizco de dolor atraviesa mi corazón.

Luan y Crusch no están aquí.

Aunque no conozco realmente a Luan, sospecho que tiene un trasfondo profundo y verla en su situación actual me motiva a querer ayudarla. Y Crusch, por supuesto, también se encuentra ausente.

Pero, no importa cuántas emociones puedan surgir, mi deber no cambiará.

La mañana llega, bañándonos en el cálido abrazo del sol. La mayoría de las personas se han ido, quedando unas diez en total, compartiendo conversaciones animadas.

Emilia parece estar ya cansada, aunque sigue participando en las pláticas.

Rem se ha retirado junto a Otto, mientras que Alsten y Frederica continúan juntos. Lucas está con su esposa, el anciano también está presente, y Baltazar está acompañado por dos amigos.

La fiesta ha llegado a su fin, y es momento de dar una despedida. Subo al escenario, capturando la atención de todos los presentes.

Al contemplar el sol, mi mente viaja a otro tiempo, desenterrando recuerdos más antiguos de mi vida. El cálido abrazo de su resplandor me envuelve, y los recuerdos fluyen en mi mente con tal fuerza que no puedo evitar ser arrastrado por ellos.

Mi mente se sumerge en el pasado, me transporta a aquellos días en los que mi padre estaba presente, sentado conmigo en sus piernas. Puedo evocar su voz, su tono suave y amoroso.

Recuerdo su relato, tan vívido en mi memoria que mi corazón se contrae con nostalgia ante la frescura de aquel momento.

—Cuando el sol asoma su rostro dorado.

Su voz era tan dulce, y el aroma del café llenaba el aire, impregnando mis sentidos.

—Y la luz se vierte sobre el horizonte.

Recuerdo su mirada, fija en mí, mientras sostenía un libro de apuntes. Mi madre nos observaba con una sonrisa, irradiando amor y orgullo.

—Los cielos susurran una verdad inmutable.

Los lamentos se apoderan de mí. Los extraño a ambos, sin importar cuánto tiempo haya transcurrido.

Lamento no haberles mostrado mi éxito, no haber compartido con ellos mi triunfo y bienestar.

Lamento no haber visitado la tumba de mi madre, no haber acompañado a mi padre en su lucha en el hospital.

Sin embargo, en medio de mis lamentos, una sensación cálida me envuelve, un sentimiento que parece emanar del sol mismo. Sus rayos me acarician, como si quisieran abrazarme y traer a la superficie más recuerdos.

—Nace un nuevo día, un lienzo en blanco.

Las emociones que guardo en lo más profundo de mi corazón, las palabras no dichas y los gestos no expresados, parecen pesar cada vez más.

Sin embargo, sé que debo ser fuerte.

—En cada amanecer tienes la oportunidad de reinventarte.

Tengo que seguir adelante, tengo que avanzar.

—Y comenzar de nuevo —elevo mi voz, esforzándome por no dejarme llevar por el dolor—. No te estanques en el pasado.

Los extraño tanto...

Pero sé que no querrían que sufriera en su nombre. Dieron sus vidas por verme sonreír, por verme brillar. Hicieron todo lo posible para forjar en mí un hombre fuerte, feliz y capaz.

Su legado vive en mí, y es hora de recordarlo.

Una parte olvidada de aquel recuerdo emerge, una frase que resuena con significado en este momento.

—Por eso… —cierro los ojos por un instante y, al abrirlos, mi mirada se encuentra con la de Emilia—. Abre tus alas.

Nuestros ojos se encuentran, un intercambio silencioso de entendimiento y apoyo. Emilia sostiene su pecho, y su sonrisa irradia calidez.

—Hacia un mañana más brillante.