Ice stars
Prologo.
Protagonistas.
Yamanaka.
Las cortinas de la enorme habitación se abrieron armoniosamente, haciendo brillar de manera espectacular a una niña rubia que tal como una princesa de cuento de hadas se levantaba radiantemente y llena de energía, para empezar un nuevo día.
—Señorita Ino, buenos días. —saludaron su par de mucamas al unísono, cada una llevando una bata y pantuflas correspondientes.
La pequeña ya adiestrada a aquella rutina se levantó con una sonrisa y se dejó asistir por su servidumbre, mientras que una tercera mucama le anunciaba que su desayuno estaba listo, el cual comería ahí mismo en su habitación en su pequeño comedor personal.
Pese a todas las atenciones, la niña no era malcriada, agradecía amablemente a su personal, después de todo era lo que su padre y madre le habían inculcado desde muy pequeña.
—Coma todo, señorita, recuerde que hoy le tocará también hacer mucho ejercicio.
—Sí. —asintió la niña feliz, terminando rápidamente con su avena, para luego seguir con su porción de fruta y su té.
—¿Ya se despertó la princesa de la casa? —interrumpió de repente un alegre hombre de cabello rubio opaco, junto con una mujer risueña.
—Papá, mamá… buenos días… —saludó la menor haciendo una reverencia al mismo tiempo que su servidumbre.
—Mi pequeña y hermosa Ino, he escuchado que has destacado notablemente en los entrenamientos, por eso te he traído un obsequio.
—¡¿Qué?! ¿Qué? —saltó la pequeña emocionada
—¡Tadá! —mostró su padre lo que tenía escondido tras él.
La niña quedó fascinada, pues lo que su padre le mostraba eran unos patines para hielo blancos, justo como los que quería, y no sólo eso, también estaban personalizados, pues tenían grabado su apellido en las laterales.
—¡Me encantaron! Gracias, papá…—se abrazó la menor a su padre.
—Lo que sea por mi nena, es hora del que el mundo comience a conocer a Ino Yamanaka, futura campeona olímpica de patinaje artístico sobre hielo.
—Sí, la futura campeona. —asintió la menor, viéndose así misma con el triunfo.
Ella haría todo lo que fuera posible para conseguir su objetivo.
.
.
.
Hyuga.
Una pequeña niña de cabello negro, se levantaba sin muchas ganas de su futón. Las campanas que estaban cerca del pequeño templo familiar habían sonado dando a entender que era hora de que todos los miembros que vivían en esa residencia se debían levantar, para posteriormente acudir al comedor familiar donde todos debía sentarse a desayunar sin excepción.
No tenía muchos ánimos, el cuerpo le dolía debido al entrenamiento que había hecho el día anterior, pero si no llegaba a tiempo su padre de seguro le reñiría enfrente de toda la familia y de su entrenadora que, aunque era muy paciente con ella, no podía hacer nada cuando el mandatario de la familia la corregía.
Se vistió con un yukata floreada, y como toda una recatada damita se presentó el comedor, donde ahí se encontró con el resto de la familia, pese haber llegado en tiempo, era la última en presentarse.
—Hinata, nuevamente al final. —riñó su padre, bebiendo de su té.
—Lo siento. —bajó la cabeza la pequeña avergonzada.
—Por favor toma asiento, Hinata, es mejor que comas bien, nos espero otro día largo de entrenamiento. —trató su entrenadora desviar la conversación.
Y tal cual, pareció funcionar, pues la pequeña vio que no hubo objeciones por parte de su padre, quien sólo siguió bebiendo de su té, hasta que el desayuno fue servido.
—Tienes que alimentarte bien. —aconsejó inesperadamente cuando comenzó a comer. —Kurenai, me ha informado que has mejorado en los entrenamientos.
—Sí, padre…
—Si realmente quieres patinar y ser una campeona, más vale que sigas esforzándote, quien no se esfuerza no gana.
—Sí, padre…
La niña siguió asintiendo a todo lo que su padre le decía, mientras rememoraba cómo había terminado en esa situación. Simple, en su familia, cada miembro destacaba en algo ya fuera en los deportes, negocios, estudios, ella había encontrado que era buena patinando cuando su primo Neji la llevó a una de sus prácticas, y le gustó, y a su padre pareció enorgullecerle que destacara en eso; sin embargo le había fijado una meta bastante ambiciosa, él quería que en un futuro se convirtiera en la nueva campeona olímpica, y ella, no quería defraudarlo, realmente quería que se sintiera orgulloso, así que, comiendo más animadamente su estricto desayuno balanceado, se dispuso a soportar el entrenamiento lo más que pudiera para alcanzar aquella meta.
"Algún día seré la campeona olímpica."
.
.
Haruno.
En un modesto edificio departamental, las pisadas resonaron escandalosamente sobre la madera a lo largo del angosto pasillo de uno de sus departamentos.
—Sakura, ya es hora ¡levántate! — gritoneó una mujer, abriendo escandalosamente la puerta de una habitación.
La pequeña que se encontraba en cama, se levantó refunfuñona con tan abrupta interrupción de sueño.
—¡Anda! Necesito que te vistas rápido y desayunes, necesito que me ayudes a hacer unas entregas antes de que vayas a la escuela.
—Mamá… llegaré tarde otra vez si me desvío. —berrinchó la menor, cubriéndose con la sábana. —Me dejarán de pie en el pasillo por una hora.
—No llegarás tarde si vas patinando… ¡anda! Ahí está tu uniforme… —le arrojó la mujer su vestimenta. —Rapidito, rapidito… recuerda que te puedes quedar con la propina, si es que te dan…
La niña se quitó la sábana de la cama, haciendo mala cara. En el país en el que vivía no era bien visto dejar propina, pero en el caso de sus padres, le habían enseñado que si alguien se lo ofrecía ella sin remordimientos debía tomarlo.
"el dinero no crece en los árboles" y "el que no trabaja no come" siempre le decían, así que perezosa, se puso la ropa del día, para luego ir a comer su modesto desayuno: Cereal con leche, completamente sola, pues su madre y padre se encontraban atendiendo su pequeño puesto ambulante de comida que quedaba la esquina de los condominios en donde vivían.
Terminando, se puso sus desgastados patines "quad" y patinó velozmente hacia el puesto.
—¡Ya estoy aquí! —anunció agotada, pues el estomago le dolió después de haber desayuno.
—Que bueno, justo a tiempo, son sólo tres entregas en las siguientes direcciones…
—¡Quedan muy lejos, mamá! Llegaré tarde otra vez.
—¡No! Que va… si alcanzas, ¡anda! —apuró su madre, dándole empujoncitos. —Y recuerda, no hables con extraños, ni con policías, nos regañarán si saben que mandamos a una niña de 8 años…
—7… mamá. —rodó la menor los ojos.
—Eso, 7… nos regañarán por andarte enviando a hacer mandados… ¿entendiste?
—Sí, sí… ¡Adiós!
La pequeña se despidió, cargando los pedidos dos en una mano y una en la otra, mientras que la espalda llevaba su mochila.
Cualquiera diría que era demasiado peso para una pequeña, pero la menor se movía sin problema, aun con los patines puestos.
—Veamos… a donde primero…
observó la primera dirección y pensó tomar la ruta de la dirección más lejana para finalizar con la que le quedara más cerca de la escuela. Teniendo planeada su ruta, acudió al primer domicilio en donde sólo le pagaron y agradecieron, luego, en el segundo, era una anciana que al verla "tan linda" le regaló unas galletas, y por último, el sujeto la iba a reprender por su tardanza, pero al ver que sólo era una pequeña se abstuvo de hacerlo y sólo le pagó.
—¡10 minutos, 10 minutos, 10 minutos! —si puedo hacerlo.
Aumentó la velocidad, mientras rezaba el poder alcanzar llegar antes de que tocaran la campana, y parecía que todo saldría cómo lo había planeado cuando vio la entrada a la institución, cuando de repente, cruzando entre calles, un bastón de madera se interpuso de la nada en su camino.
La pequeña niña, apenas esquivándolo dando un salto hacia el otro extremo, no pudo evitar resbalar después debido a la velocidad que llevaba.
—¡¿Qué le pasa?! —reclamó, pues claramente se percató que el dueño de aquel bastón lo había hecho a propósito.
Sin embargo, creyó al ver al dueño de este, consideró que había sido imprudente al levantar la voz, pues se traba de un hombre "viejo y feo" que comenzó a acercársele lentamente.
"¿Qué hago? ¿Qué hago?"
La menor tragó en seco, cuando aquel sujeto golpeó su bastón cerca de ella.
—Yo… yo… lo sie
—Niña… —interrumpió el hombre, viéndola fijamente.
Sakura, desde el suelo lo vio como un hombre inmenso, tembló del miedo, hasta que…
—Niña… ¿te gustaría ser la siguiente campeona olímpica de patinaje sobre hielo?
—¿Eh?
Continuará.
