Perdiendo lo virgen
Capítulo 1
Era una mañana templada de primavera, y el sol despuntaba por el horizonte, bañando la ciudad con una luz dorada y suave. Los pájaros cantaban sus melodías alegres, anunciando el comienzo de un nuevo día. El aire estaba impregnado de un sutil aroma a flores frescas, que se mezclaba con el olor del café recién hecho que se escapaba de la cocina.
En la casa de los Taisho estaba el hijo más joven, Inuyasha, sumido en un profundo sueño, abrazado por la calidez de su cama. De repente, su celular sonó abruptamente, interrumpiendo la tranquilidad que hasta entonces dominaba el ambiente. Inuyasha, sacado violentamente de su sueño, con los ojos entrecerrados y aturdido, extendió la mano para contestar la llama.
—¿Hola...? ¿Quién habla?—respondió con voz ronca
—¡No puedo creerlo, ¿sigues dormido? Ya estoy camino a la escuela, no pienso esperarte! — Exclamó con voz incrédula la persona al otro lado de la línea
—¿De qué mierda estás hablando, Miroku? Espera, dame unos minutos y te alcanzo— respondió Inuyasha sobresaltado y aún tratando de despertarse por completo mientra se vestía apresurada y torpemente —nadie puede llevarme a la escuela, necesito que me lleves, se llevaron los dos autos a la capital para el ascenso de Sesshomaru en la empresa. Lo hizo a propósito mi madrastra para que tenga que ir a pie a todas partes.
—Olvidalo, ya es muy tarde, yo me largo ya. Es el primer día de clases, no pienso manchar el comienzo de mi último año de preparatoria teniendo en mi contra a la directora — le dijo Miroku, con impaciencia.
—¡Genial, buen viaje! No te detengas por mí, campeón — replicó con sarcasmo, bastante irritado por los gritos, para después colgar.
El joven salió disparado de su habitación, apenas logrando agarrar su mochila y las llaves de su casa que colgaba del perchero. Mientras corría por el pasillo, su mente bullía con pensamientos sobre su mala suerte de no tener a nadie que lo llevara a la escuela. Las voces del personal de servicio resonaban en el fondo, intentando decirle algo, pero él estaba tan concentrado en su apuro que apenas las registró.
Con un último vistazo a la casa, donde sus padres solían estar pero ahora estaban ausentes, el joven cerró la puerta tras de sí y se precipitó hacia la calle. La gente del servicio intercambió miradas entre ellos, preocupados por lo que parecía ser una situación urgente, pero el joven ya estaba corriendo fuera de la casa, impulsado por la necesidad de llegar a tiempo sin detenerse a escuchar.
Definitivamente necesitaba llegar a tiempo. El año pasado la preparatoria había sido marcada por sus constantes retrasos y actitud irreverente, lo cual lo había puesto bajo el ojo constante de la directora, quien parecía tener algo personal en su contra. En ese momento, no quería darle ninguna excusa a esa perra para que lo volviera a molestar; su padre ya le había advertido que su estancia en la capital para sus estudios universitarios estaban en riesgo si no mejoraba en todos los aspectos, incluidos un mejor comportamiento y más disciplina.
Inuyasha era un chico algo mimado, de carácter rebelde y pocas cosas le importaban más que mantener su libertad. Sin embargo, a pesar de sus ansias de independencia, siempre se encontraba condicionado por los deseos de su padre que constantemente esperaba que cumpliera sus expectativas. Al mismo tiempo, vivía bajo la sombra de su hermano mayor, Sesshomaru, cuya perfección parecía eclipsar sus propias aspiraciones.
Por otro lado, la muerte de su madre cuando él tenía apenas 5 años, quien amante fue de su padre, trajo consigo dolorosos cambios en su vida, pues a pesar de ser aceptado en la casa principal por la esposa de su padre tras el fallecimiento de su madre, nunca logró integrarse a la familia. Aunque vivía bajo el mismo techo, siempre sintió un doloroso rechazo por parte de su medio hermano y la madre de éste.
Conforme creció, Inuyasha comenzó a entender el rechazo que su madrastra le demostraba: entendió la traición de su padre hacia ella y como, de cierta forma, Inuyasha era un constante recordatorio de dicha traición y entonces fue más claro para él la verdad dolorosa de su situación en aquella casa. Pero más allá de la frialdad familiar, lo que realmente lo atormentaba era el murmullo constante de chismes y la etiqueta social que lo envolvía, pues toda la ciudad, que era pequeña, estaba al corriente de su situación.
En un lugar donde todos parecían conocer su historia, donde los rumores se propagaban como fuego en la maleza seca, Inuyasha se sentía asfixiado. Cada mirada de compasión disimulada, cada comentario velado, aumentaba su sensación de ser observado y juzgado constantemente. La falta de privacidad y la imposibilidad de escapar de su propia reputación, que al mismo tiempo ni siquiera era suya, sino de su madre y su padre, lo sumían en una desesperación creciente.
El chico llegó justo a tiempo a la parada para ver cómo el autobús se aproximaba, subió rápidamente y se sentó cerca de la ventana. A través del cristal, observaba el paisaje que iba quedando atrás mientras avanzaba por las calles. Sus pensamientos divagaba en sus ansias de dejar atrás aquel entorno opresivo, buscando desesperadamente un lugar donde pudiera reinventarse y ser aceptado por quien realmente era, lejos de los ojos críticos de una comunidad que parecía condenarlo a vivir bajo un estigma que ni siquiera él había construido. Para él, la única vía de escape de aquel lugar era a través de sus estudios.
Perdido en sus pensamientos, de repente fue interrumpido por un sonido estridente en su celular que identificó rápidamente: era la alarma que normalmente usaba para despertarse. Confundido, miró la pantalla y se dio cuenta de que era demasiado temprano, muy temprano incluso para estar en el autobús rumbo a la escuela. Y lo entendió todo, había sido víctima de una broma de su estupido amigo.
Furioso, llamó a Miroku, quien al contestar no pudo contener la risa. Entre risas, le explicó que había sido sólo un plan para prevenir que estuviera muy a tiempo a clases, pero que no se preocupara, que pasaría por él a su casa más tarde.
—¡Imbécil! — le gritó Inuyasha por teléfono, olvidando donde se encontraba —ya estoy a dos estaciones de la escuela.
—¡Pero que ingenuo! — Esto sólo hizo que Miroku solo se reía más fuerte, sorprendido de que su broma hubiera tenido tanto éxito —¿Cómo es posible que no hayas visto antes la hora?
Inuyasha se enfadó aún más y advirtió a Miroku con un tono hostil que se preparara para las consecuencias. Sin embargo, se bajó del autobús avergonzado al notar que los otros pasajeros lo miraban curiosos, detestaba resaltar, siempre quería pasar desapercibido, aunque por uno u otro motivo, constantemente llamaba la atención de la gente.
Inuyasha caminó resignado los metros que faltaban para llegar a la escuela mientras maldecía en silencio a su amigo por la broma, se tranquilizaba pensando en cómo haría que Miroku pagará por ello. Ambos practicaban judo y kendo juntos y sabía que era más fuerte que Miroku; en los enfrentamientos de práctica tendría la oportunidad perfecta para ajustar cuentas de manera justa.
De pronto, su estómago le recordó que tenía hambre y comenzó a considerar dónde podría encontrar algo para comer, miro el reloj y, evidentemente, tenía tiempo de sobra. Fue directamente a la cafetería de la escuela pero justo en la entrada, una persona que corría descuidadamente chocó con él. Debido a que la persona era más pequeña, Inuyasha apenas retrocedió un paso pero la otra persona por el fuerte golpe salió proyectada hacia atrás. Inuyasha en un reflejo, logró sujetar de la muñeca a esta persona antes de que cayera al piso, preparado para reclamar el descuido Inuyasha le miró al rostro, pero antes de poder decir nada se detuvo al reconocer el rostro familiar.
—¡¿Kikyo?! ¿Qué haces aquí? — le dijo sorprendido a la chica, reforzando inconscientemente el agarre que tenía sobre la muñeca de ésta.
La chica, que iba a disculparse se quedó muda al mirar Inuyasha, se sorprendió al encontrarse ante un chico bastante guapo, con cabello largo y plateado y ojos dorados que la sostenía fuertemente. Sumado a aturdimiento por el choque, que éste la llamara por un nombre desconocido la intimidó aún más.
—Disculpa —le responde la chica tímidamente a un Inuyasha atónito — pero me estás confundiendo, yo no me llamó así.
—¿Cómo te atreves Kikyo? ¿cómo te atreves a desaparecer un año y regresar como sin nada?— le reprocho el chico, ignorando las palabras de la chica mientras le apretaba aún más el agarre.
—Oye, eres bastante descortés — le respondió la chica ya más bien asustada pero también muy molesta — antes de asegurar cosas o hacer escenas deberías fijarte mejor con quién estás hablando.
Fue después de estas palabras cuando Inuyasha finalmente la miró detenidamente y vio que, efectivamente, no se trataba de Kikyo; sin embargo, se parecía muchísimo. Era igual de hermosa, con cabello oscuro, piel blanca y figura esbelta. Su rostro era muy parecido al de la otra persona con la que había confundido, aunque era cierto que esta nueva chica aparentaba ser menos interesante, un poco más común.
Inuyasha estaba atónito por el parecido entre las chicas. Se sintió avergonzado, aflojó finalmente el agarre y tuvo la intención de disculparse. Sin embargo, Kagome, que ya se sentía incómoda por cómo la examinaba el chico finalmente se soltó bruscamente.
—Eres un rarito — le dijo la chica muy molesta —una excusa de pervertido
A estás palabras Inuyasha reacción muy molesto —en realidad fue un descuido muy estupido de mi parte, debo decir, porque Kikyo es hermosa, tu no eres nada junto a ella.
—¡Eres un grosero! ¡Un descortés!
—¿Yo? ¿Yo un descortés? Tu chocaste conmigo bruscamente, ni siquiera te has disculpado niña fea.
Kagome está a punto de replicar pero al recordar que efectivamente iba muy apurada vio su reloj y se alejó dignamente, no sin antes dedicarle una mirada de desprecio a Inuyasha, soltando una palabras llenas de veneno —No me sorprende que Kykio se haya alejado de ti hace un año. No me sorprendería que nunca quiera verte de nuevo.
Inuyasha, bastante herido por esas palabras de una desconocida estuvo a punto de responder algo muy ofensivo, pero la chica se alejó corriendo sin darle oportunidad de réplica al muchacho, quien la observó irse y se preguntaba cómo era posible que alguien que se pareciera tanto a Kikyo. En todo caso, sumado al evidente mal carácter de la chica, hizo que le desagrada intensamente esta desconocida sin siquiera conocerla.
Ambos se dedicaron un último pensamiento mientras se alejaban el uno del otro: "No quiero tener nada que ver con esta persona otra vez".
—
A pesar de haberse tomado su tiempo para desayunar, Inuyasha estuvo por lo menos veinte minutos a solas en su nuevo salón asignado. Miraba alrededor, estudiando cada rincón del aula vacía, mientras la impaciencia crecía en su interior.
Inuyasha nunca lo admitiría, pero tenía ganas de ver a Miroku, el chico que, por algún motivo, le había ofrecido su amistad de forma incondicional durante los últimos años. Mientras los demás lo criticaban y se alejaban de él, Miroku siempre había estado a su lado.
Había una razón detrás del aislamiento de Inuyasha, sumado a su carácter rebelde y distante, y es que era bien sabido que cualquiera que tuviera una buena relación con la madre de Inuyasha, la amante fallecida del señor Taisho, se convertía automáticamente en enemigo de la señora Taisho, quien tenía su propia lista negra.
Se rumoreaba que el señor Taisho iba a dejar a su esposa por la madre de Inuyasha, pero al morir ésta, él quedó destrozado, al borde de la quiebra e incluso de la muerte, y fue rescatado por la benevolencia y amor de su esposa. Ella no solo perdonó a su esposo por la infidelidad, sino que incluso aceptó al hijo que había tenido mientras la engañaba. Esto la posicionó como una santa ante el señor Taisho, quien volvió a retomar su amor hacia la hermosa mujer y se convirtió en cómplice de sus caprichos, incluso si eso significaba perjudicar social y económicamente a personas que simplemente habían sido amables con la amante, ya fuera por circunstancias o por cortesía.
Por eso, aunque no se sabía si era lo mismo con Inuyasha, muchos padres le prohibían a sus hijos que se relacionarán con Inuyasha. Temían las represalias de la señora Taisho y preferían mantener a sus familias fuera de su radar.
Sin embargo, Miroku era un misterio para muchos, nadie entendía porque este chico de la alta sociedad, guapo y de un carácter alegre, se juntaba con Inuyasha. Miroku nunca había prestado atención a esas advertencias. Para Inuyasha, Miroku era un chico inteligente y notaba cómo su relación no afectaba realmente las relaciones de Miroku con otras personas; era muy popular, tenía muchos otros amigos y éxito con las chicas.
Ya habían llegado varias personas al salón, pero Inuyasha, absorto en sus pensamientos, ni siquiera había intercambiado miradas con aquellos con los que había crecido. El bullicio de las conversaciones y risas llenaba el lugar, pero para él era un ruido lejano, perdido en el fondo de su mente. Sentado en un rincón, con el ceño fruncido, repasaba mentalmente su encuentro con la chica desconocida, era increíble su parecido con Kikyo.
Finalmente, la puerta se abrió con un leve chirrido y entró su amigo Miroku, un poco tímido, esperando represalias. El ambiente cambió sutilmente cuando los ojos de Inuyasha se posaron en él. Miroku dio un paso adelante, tratando de aparentar confianza. Inuyasha se relajó, su expresión endurecida se suavizó ligeramente, mientras esbozaba una sonrisa de lado, notaba el respeto que despertaba en su amigo y eso alimentaba su ego.
—Buenos días amigo —lo saludo el chico de cabello negro —¿Sin recentimientos?
—Claro que entiendo que todo fue una broma cualquiera, Miroku— le respondió de forma sarcástica —Así como espero que entiendas que el golpe que te daré más tarde en el entrenamiento no será nada personal.
Miroku se quedó helado ante tal comentario. La familiar chispa de travesura en los ojos de Inuyasha estaba ahí, pero también había una seriedad que no podía ignorar. Una pequeña lágrima asomó en su ojo, pero, como hombre, aceptó las consecuencias de sus actos. Había valido la pena, definitivamente se notaba que Inuyasha había salido apurado, su cabello revuelto, sin la corbata de uniforme y us ropa arrugada.
—Entiendo, Inuyasha — murmuró sonriente, tampoco le temía a Inuyasha, era más fuerte que él pero podía defenderse. —Hablando de otra cosa, ¿qué tal estuvieron tus vacaciones? Yo... he estado con una chica— cambió de tema abruptamente.
Inuyasha giró los ojos en un gesto de hartazgo. Si podía mencionar un defecto de su amigo, era esa fijación por las chicas; era, honestamente, obsesivo. Miroku había querido sonar casual, aunque su voz lo traicionaba y su tono altanero al mencionar que había estado con una chica se notaba que quería presumir.
—¿Con una chica, eh? Cuéntame más — dijo sarcástico el chico de cabello plateado, tono que a Miroku no le gusto.
—Vaya, parece que te pusiste celoso.
—No digas estupideces. Miroku, no tienes otro tema de conversación, siempre es lo mismo sólo que ocn diferente chica.
Miroku se pusó tenso ¿Acaso Inuyasha lo acusada de aburrido? Frívolo? El chico se ofendió profundamente por el comentario de Inuyasha. Sin embargo, había notado que cada vez que mencionaba algo relacionado con mujeres, Inuyasha se ponía tenso y evitaba profundizar en el asunto. Era algo que siempre había intrigado a Miroku, porque su amigo se trataba, finalmente, de un tipo atractivo. Después de pensarlo brevemente, una idea intrigante cruzó por su mente. "¿No será que su amigo es virgen?" reflexionó para sí mismo mientras clavaba su mirada a Inuyasha. Pensó que Inuyasha había estado con esa chica rara Kikyo por varios meses, y su relación parecía bastante íntima, aunque la duda persistía, porque Inuyasha nunca habló de estos temas abiertamente con él "¿Será que aún así...?"
No pudo contenerse más. Brincó hacia Inuyasha y, ahogando una risa traviesa, exclamó — Inuyasha ¡¿Eres virgen?!
La reacción fue inmediata. Inuyasha se sonrojó intensamente y, antes de que Miroku pudiera reaccionar, le soltó un golpe.
—¡Eso no es asunto tuyo! —gritó Inuyasha, claramente avergonzado y enfadado—. ¡Deja de decir esas estupideces!
Miroku, sobándose la mandíbula, se recuperó rápidamente, aún con una chispa de travesura en sus ojos.
—Vamos, Inuyasha, puedes confiar en mi —insistió Miroku, acercándose de nuevo—. Solo dime la verdad.
Inuyasha gruñó, sus ojos centelleando de ira y vergüenza.
—¡Ya te dije que no es asunto tuyo! —replicó, cruzando los brazos con fuerza—. ¿Por qué te importa tanto, de todos modos?
Miroku suspiró, sabiendo que no obtendría una confesión fácil.
—Solo quiero entenderte mejor, amigo. No hay nada de qué avergonzarse.
Inuyasha resopló de nuevo, girando y dando la espalda a su amigo, mientras este lo miraba, aún intrigado. La conversación había terminado, pero la semilla de la duda y la curiosidad ya estaba plantada. Inuyasha, con su reacción, había dicho más de lo que las palabras podrían expresar.
Antes de que MIroku pudiera volver a insistir la primera clase comenzó con la llegada del profesor Totosai, quien saludó a sus estudiantes con una sonrisa amable. Sin embargo, el ambiente entre los amigos era tenso debido a la pregunta privada que aún colgaba en el aire. Inuyasha no mantenía la mirada a su amigo, lo cual confirmó todo para Miroku.
Aprovechando un momento de distracción del profesor, Miroku se inclinó hacia Inuyasha y le habló en voz baja.
—Oye, Inuyasha, aún no puedo creerlo —dijo Miroku, con una sonrisa burlona—. ¿De verdad eres virgen? Te estás perdiendo de algo genial, amigo. Deberías hacerlo.
Inuyasha sintió que el calor subía a su rostro. Miró a Miroku con furia contenida y susurró entre dientes.
—¡Vete al diablo, Miroku!
Miroku se encogió de hombros, todavía con una expresión divertida.
—Vamos, no seas así. —Continuó, con un tono casi burlón—. ¿Sabes que eso te hace menos hombre, verdad? Qué aburrido debe ser ser tú.
Inuyasha apretó los puños, luchando por no levantar la voz y atraer la atención del profesor.
—¿Qué demonios te importa a ti? —gruñó, tratando de mantener la calma—. No es asunto tuyo.
Miroku soltó una risita.
—Solo digo, a tu edad, es un poco... exagerado, ¿no crees? Pero bueno, sigue así si quieres. Solo me divierte ver lo ingenuo que puedes ser.
Inuyasha cerró los ojos con fuerza, intentando ignorar a Miroku. Sabía que su amigo solo estaba divirtiéndose a costa suya, pero eso no hacía que los comentarios dolieran menos. Después de unos minutos de silencio, se inclinó Miroku nuevamente hacia su amigo y susurró con un tono burlón.
—Vamos, "Inuyasha el virginal" —dijo Miroku, usando un apodo cruel—. ¿De verdad no tienes curiosidad? Ni siquiera Sesshomaru sería tan aburrido como tú.
Inuyasha apretó los dientes, sintiendo la furia burbujear dentro de él. La comparación con su hermano mayor era una táctica baja, pero Miroku sabía que haría efecto.
—¡Está bien! —exclamó Inuyasha en un susurro furioso, girándose hacia Miroku—. ¡Acepto el reto!
Miroku sonrió ampliamente, celebrando su victoria.
—¡Así se habla! —dijo con entusiasmo—. Entonces, dime, ¿qué chica te gustaría para "estrenarte"? Sabes que eres guapo y fácilmente podrías conseguir a cualquiera.
Inuyasha miró alrededor del aula, buscando una posible respuesta, cuando de repente la puerta se abrió y la chica con la que había chocado antes entraba al salón, al tiempo que el profesor Totosai se volvia hacia la clase.
—Chicos, quiero presentarles a una nueva estudiante. Ella es Kagome Higurashi. Espero que todos la reciban bien.
Kagome entró al aula con una sonrisa tímida y un ligero rubor en sus mejillas. Sus ojos marrones brillaban con curiosidad y nerviosismo mientras miraba a sus nuevos compañeros de clase.
Inuyasha sintió que su corazón se detenía por un momento. Sus ojos brillaron al ver a Kagome, y antes de darse cuenta, murmuró:
—¿Qué tal ella?
Miroku la observó con atención y luego miró a Inuyasha, asintiendo con aprobación.
—Buen prospecto, amigo —dijo, sonriendo—. Creo que será un buen comienzo para ti.
Inuyasha no pudo evitar sentirse nervioso. La llegada de Kagome había cambiado el tono de la conversación, y mientras la clase continuaba, no podía dejar de pensar en ella. Había aceptado el reto de Miroku, y ahora tenía un objetivo en mente.
El maestro Totosai le señaló a Kagome dónde debía sentarse, un lugar justo frente a ese momento notó la presencia del chico con el que había chocado más temprano y lamentó su suerte. Suspiro pesadamente e intentando no cruzar miradas con él, se sentó en su lugar con evidente incomodidad que no pasó desapercibida por Miroku.
Inuyasha por su lado tampoco fue ajeno a la evidente incomodidad de la chica. Se sintió como un pelmazo, ¿Por qué mierda había aceptado un reto tan vacío? ¿Por qué siempre cedía a su enojo? Pero sobre todo ¿Por qué justo había elegido a la chica que le había causado un rechazo inmediato? Se lamento de ser tan patético.
Ahora era Inuyasha quien se sentía visiblemente incómoda, cosa que tampoco pasó desapercibida por Miroku, que observaba curioso a ambos chidos. Se sintió curioso ¿sería posible que algo pasará entre ellos? Sin embargo, a pesar de parecerle conocida, tenía la certeza que no la conocía. Miroku nunca olvidaba a una chica y menos si era hermosa
La clase avanzó tranquilamente a pesar de la tensión y cuando terminó, Inuyasha inmediatamente abandonó el salón, ignorando por completo a la chica. Miroku lo alcanzó en el pasillo decidido a aprovechar el momento.
-Inuyasha, Inuyasha, ya que eres un virgen, déjame decirte algo - comenzó Miroku, con una sonrisa astuta y un tono arrogante que inmediatamente irritó a Inuyasha -La primera impresión es crucial.
Inuyasha ignoró a Miroku, en realidad esperaba que su amigo olvidara todo, pero sospechaba que no sería así.
-Escucha - continuo reflexivo Miroku -¿por qué no hacemos una apuesta? Si logras cortejar a Kagome y conseguir que acepte una cita contigo, olvidaré el tema y no volveré a mencionar el hecho de que eres virgen.
Inuyasha finalmente miró a Miroku frunció el ceño, no muy convencido. La idea no lo convencía, pero la idea de poder dejar el tema atrás lo atraía. La verdad, Miroku de cualquier manera pensaba dejar el tema atrás, pero pensó que podía divertirse un poco más a costa de Inuyasha. Era un chico que a pesar de su seriedad y habitual bravura podía llegar a ser muy divertido si se sabía cómo motivar.
-Mira Miroku, yo acepto el reto… pero también tendrás que dejar de coquetear con cada mujer que vea durante un mes
-Muy bien - Miroku se inclinó un poco más cerca, bajando la voz para añadir un aire de confidencialidad -pero si fallas deberás hacer mis tareas y responsabilidades por el semestre, para que tenga tiempo de atender todas las citas que tendré, porque obviamente… así como te veo, pienso que perderás.
Inuyasha lo miró incrédulo, la idea de un reto le atraía, y aunque la situación con Kagome lo ponía nervioso, no podía resistirse al desafío lanzado por Miroku.
-Está bien, trato hecho- respondió finalmente, decidido a no dejarse intimidar mientras estrechaba las manos para sellar el trato
Justo mientras terminaban de platicar, Kagome salía del salón riendo y hablando con sus compañeros nuevos que estaban curiosos por conocerla. Através del bullicio sus ojos se encontraron con los de Inuyasha y ambos se quedaron paralizados, con una sorpresa evidente en sus rostros-
-Esto va a ser pan comido - murmuró Miroku, observando la escena con una sonrisa.
-Cállate, Miroku -masculló Inuyasha mientras regresaba al salón dando la espalda a su amigo.
Continuara...
Hola a todos, quiero ser muy breve: este es un fan fiction que hace como 15 años inicié, sin embargo en el universo de Naruto. La premisa me parece divertida, pero la verdad con el paso de los años me he alejado de Naruto pero Inuyasha me sigue gustando, entonces planeo reescribir la historia pero en el universo de Inuyasha. Esto implica efectivamente cambios en la historia, pero la premisa es la misma. Lamento a los que alguna vez, hace mil años, siguieron el otro fic, pero ese ya murió. Dependiendo del recibimiento de este primer episodio, decidiré si continuar. Les mando saludos a todos
