Capítulo 43: Entonces en medio del caos, un golpe de suerte no estará mal.
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Por un instante antes que todo fuera un caos pudo verlo, era un chico con un aspecto similar a Draco, aunque no totalmente. Su cabello era castaño oscuro alborotado y un poco rizado, sus ojos eran de color azulado, sus ropas eran muy similares a las de togas griegas con sandalias amarradas a sus pies.
Tenía un aire arrogante en su ser.
En su mano había una lanza, mientras una mujer parecía vigilarlo, no sabe porque, pero tiene el conocimiento de quien es ella.
Estigia.
Estigia tenía cabello de ébano que flotaba en la corriente fría. Su rostro parecía delicado y sublime. Sus ojos de obsidiana brillaron con odio absoluto.
El vestido morado y negro de Estigia ondeaba a su alrededor como humo volcánico. Su lápiz labial, sombra de ojos y rímel fueron elaborados por expertos en tonos medianoche. Estigia vestía una túnica negra de seda.
—Orion ya te lo dije, no vayas demasiado lejos —musita la voz suave de la deidad, mientras Orion solamente suelta una risa juvenil, debe tener alrededor de 15 años como el propio Draco.
Se ve joven y lleno de vida.
—Oh vamos madre, no haré nada malo, solo quiero una aventura; eso es lo que hacen los semidioses —explica el chico sentándose en una roca cerca del río, pero jugando con una manzana en sus manos.
Estigia parece cansada.
—Tu padre dijo…
—Mi padre que nunca está.
—Tu padre solamente te protege, mi niño, así como yo también quiero hacerlo —musita Estigia con un suspiro, pero Orion solamente come la manzana ignorándola.
Luego sonríe antes de lanzar su lanza que se incrusta en una roca al otro lado del río, rompiéndola por la mitad. Hace una especie de reverencia a su madre que solamente rueda los ojos, antes de sonreír.
Todo desaparece.
La memoria se esfuma.
Draco cae.
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Imagínate saltar a una fosa de ácido.
Ahora multiplica ese dolor cincuenta veces.
Draco aun no estaba cerca de entender lo que sintió al nadar en el Estigio.
Ni siquiera había querido entrar a este.
Tan pronto como el agua tocó sus piernas sus músculos se volvieron de gelatina y cayó con la cara por delante en la corriente mientras era arrastrado a esta en contra de su voluntad. Se sumergió completamente sin poder respirar bajo el agua.
La asfixia es horrible.
Todos sus vínculos parecen cerrados, solamente era él ahogándose en agua asquerosa mientras sentía que se disolvía en el agua, veía muchos rostros por todos lados o tal vez solo eran alucinaciones.
Bianca usando su arco.
Will en medio de la enfermería siguiendo a Michael y escuchando lo que decía en la enfermería.
Lavender estaba de brazos cruzados mientras regañaba a Anthony y Theo por algo de la cabaña, Theo estaba con el cabello un poco humeante.
El rostro de su madre.
—Draco —dijo su madre—. Te doy mi bendición.
Annabeth parecía preocupada en una silla, juntando sus manos como si pidiera algo a su madre entre súplicas.
Estaba perdiendo la pelea.
El dolor era demasiado.
Sus manos y pies se derretían en el agua, su alma era arrancada de su cuerpo.
No podía recordar quién era.
Cada vínculo parecía tan débil y al no sentirlos, solo sentía un terrible vacío, no estaba seguro quien era sin ellos.
¿Quién era Draco Malfoy sin sus vínculos?
—La cuerda, Draco, recuerda la cuerda —gritaba Nico en el fondo de su mente y eso pareció ayudar un poco.
No había podido pensar algo como Percy, al final del día se supone que Draco no tenía que pasar por esto, así que alguna cosa tomó el control por él; en el pecho justo donde estaba su corazón hubo un jalón. Usualmente los vínculos provienen de ahí, era el único lugar seguro que siempre resguardaba y la única opción cuando no tenía otras opciones.
La corriente le empujaba, pero no ya no estaba arrastrándose con ella.
Imaginó la cuerda en su pecho manteniéndose atado a la orilla.
Cuerda.
¿Cuál era su cuerda?
¿Quién era su cuerda?
Quiso pensar en Percy, pero el pensamiento fue tan violento e incorrecto que se sintió llevar por el agua otra vez, así que solamente extendió su mano alarmado, tiene que sujetarse a algo o simplemente será llevado por la corriente hasta desaparecer. No sabe si es la sangre de Estigia en sus venas provenientes de Orion Black o solo que por una vez en su vida que algo en su vida no quiere joderle.
Porque se sujeta de algo.
—Es un idiota. —Puede ver, sentir a Potter en medio de su habitación en Grimmauld Place—. Más le vale regresar, tengo mucho que charlar con él —gruñe con molestia soltando la Snitch de juguete que tiene, antes de atraparla cuando se aleja demasiado.
La imagen parece borrosa ahora.
Su pecho cálido.
La cuerda se tensó. Ahora podía ver a Potter más claramente.
Un recuerdo.
Draco recuerda haber estado entrenando con Lavender, Theo y Potter, mientras Lavender se encargaba de Theo, Draco se reía cuando Harry se había caído con una rama. Había caminado hasta él riéndose, pero le extendió la mano para ayudarle a ponerse de pie.
Su cuerpo sintió una descarga cuando sus manos se tocaron.
La sonrisa suave del chico, la emoción de su cuerpo.
Simplemente a su lado.
Eso era todo. Aceptaba su mano para levantarse, y trataba de no reírse.
Con una camiseta algo grande, unos jogger con tenis, su cabello despeinado como siempre, anteojos que no ocupaba y que ocultaban esos enormes ojos verdes que lo volvían locos.
—Eres demasiado torpe.
—Cállate, Draco.
Los recuerdos regresaron a Draco definidos y coloridos.
Dejó de disolverse.
Su nombre era Draco Malfoy, no estaba seguro que significaba, pero el calor de sus vínculos parecía regresar dentro de él, como órganos invisibles que ahora eran necesarios para poder sobrevivir; todo su interior se sintió caliente.
La imagen de Potter parecía ofrecerle la mano con una sonrisa divertida.
—¿Asustado Draco? —casi parecía ronronear al hablar, Draco se rió sin aire.
—Ni un poco —dice cuando toma su mano.
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De pronto emergió del río jadeante, derrumbándose en la arena con la respiración entrecortada. Nadie vino a su lado, no quiso pensar en eso, pero cuando levantó la mirada, solamente pestañeó sorprendido de ver esqueletos destrozados por todos lados, como si un campo de batalla acabara de suceder.
Levantó la mirada nervioso.
Su boca se abrió incrédula al ver a la distancia a Percy Jackson, su mejor amigo con la mirada más jodidamente aterradora del universo, con una rodilla sobre el pecho de Hades (ya saben señor del inframundo) y una espada justo sobre su cara.
Antes que este desapareciera.
La boca de Nico colgaba abierta similar a la de Draco.
—Tú acabas… con una espada… tú...
—Supongo que lo del río funcionó —dijo Percy divertido.
—¡Ah!, ¿sí? —dijo Nico con sarcasmo—. ¿Tú crees?
La señorita O'Leary ladró feliz y sacudió la cola. Entonces ambos chicos que eran sus primos voltearon a ver a su dirección, expresiones de igual alivio cruzaron por la mente de ambos antes de lanzarse sobre él, Draco estaba sentado en el suelo aun viendo incrédulo que Percy acababa de plantarle cara a un dios.
Pensó en Orion.
En que su madre era Estigia.
Se estremeció incrédulo.
—Draco, maldita sea me asustaste. ¿Qué hacías en el río? —chilla Percy luego de abrazarlo, para darle paso a Nico que se aferró a él como un koala luciendo algo lloroso, como si hubiera temido perderlo.
Draco pensó en la presencia de Nyx, pero solo negó con la cabeza, no había tiempo para eso.
—No estoy seguro, pero no estar muerto para mi es suficiente —habla dudoso, mira a su alrededor sin entender bien qué pasó, pero duda que algo pasara con él.
¿Tiene la maldición de Aquiles?
Piensa si de alguna forma tal vez la maldición de Aquiles no le afectó por la sangre de Estigia en sus venas por generaciones, leve, pero tiene que estar ahí. O tal vez la propia maldición de Patroclo es más fuerte, porque la verdad no siente nada diferente.
Mira el desastre que hizo Percy.
Sí.
No.
Simplemente sobrevivió, no obtuvo poderes sobrenaturales. Piensa con un gemido mental que ahora será más difícil ganarle al chico en alguna competencia de práctica.
—Me pregunto si también tienes la maldición, es raro, simplemente parece activarse para la lucha —habla Percy emocionado.
Draco lo duda.
Bastante.
Tienen otro problema en realidad.
Luego de poder tranquilizar a Nico, Percy parece listo para ir a luchar contra Luke, lo cual no anima a Draco que siente el peso de la estatua de Hermes en sus pantalones; milagrosamente ha sobrevivido todo este viaje. Pero, aunque lograran ir contra Luke, claramente ocupan ayuda. Percy señala a Hades que tiene dos diosas con él, pero Nico duda poder convencer a su padre.
Draco se alegra de que el favor que le debe a Hades no lo hubiera tomado antes.
Lo pensó cuando fueron capturados, pero quería confiar primero en Nico, dejar eso como salvavidas y aquí está.
—No solamente le debe una a Percy, dile que me debe un favor a mi persona y pienso tomarlo —asegura Draco con confianza, palmeando el hombro de Nico.
Este quiere luchar con ellos, pero al ver su rostro parece comprender que aquí podría ayudarles, o al menos piensa Draco egoístamente estar a salvo. Nico duda un poco antes de abrazarlo con fuerza, mientras Draco simplemente se derrite contra él y deja saber sus emociones por el vínculo que parecen aliviar a Nico.
Percy espera, luciendo como un héroe, confiado y con el mentón en alto listo para la lucha.
Lucha.
Draco mete su mano en sus bolsillos, la estatua de Hermes pesa, traga saliva y piensa en sus amigos. Cuando Nico se despide y Percy lo espera para luchar a su lado, Draco solo traga saliva sintiéndose inquieto antes de dar un paso adelante.
Es hora de luchar contra Luke.
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—He estado pensando seriamente sobre las novelas, creo que es adicto, deberíamos controlarlo, tal vez un centro de control de adicciones.
—No me imagino a Lucius Malfoy aceptando eso.
—Probablemente pueda convencerlo, sino mi madre y Nico lo harán.
—Tan optimista.
Draco solamente se encoge de hombros cuando salen del inframundo por el Central Park mientras toman un taxi y recorren la calle debajo de la quinta avenida luego con un perro del infierno gigante dándoles vueltas a su alrededor; los muggles no pueden verlos al menos, bendita sea la niebla y tiene que aprender a controlarla como Lavender.
Percy usó el teléfono.
Intentó que fuera Draco quien llamara, pero no se iba a enfrentar a la ira de Annabeth luego que Percy le dejara un mensaje de voz con su solicitud. Luego pudo llamarle y por lo que pudo escuchar, no parecía feliz por la falta de información del mensaje como tal, lo cual Draco asintió ganando un empujón de parte de Percy que lo hizo gruñir.
—Deberíamos ir por un helado.
—Annabeth nos matará cuando lleguemos.
—Eso es asegurado.
Se vieron de reojo divertidos, aún había tensión por lo ocurrido en el inframundo y a pesar de que Draco no quería, estaba seguro que eventualmente tendrían una charla sobre sentimientos al respecto. Pero al menos si algo llegara a pasar en esta lucha (lo cual no quiere) se siente un poco más tranquilo ante el respaldo de Percy, no quiere pensar en su cara aterrorizada por Draco.
No.
Ignorar eso.
Enterrarlo dentro de su mente en lo más profundo y seguir adelante.
No tienen tiempo para esto.
—Ya casi llegan al túnel de Queens y Midtown —comenta Percy cuando termina la llamada, luciendo un poco incómodo con Annabeth.
Idiota.
Ocupan una cita urgentemente y que Draco sea quien deba darle clases de amor, bueno, es patético.
—Sí quiero una hamburguesa —musita con tranquilidad ante la mirada incrédula de Percy.
¿Qué?
Si iban a ir a una guerra, podría al menos comer alguna hamburguesa y un poco de helado, que al final Percy termina aceptando a regañadientes; aunque el muy bastardo igualmente come de su pedido. Aunque sus padres han "desaparecido", Lucius debe haber dejado todo muy bien organizado ya que su tarjeta de crédito sigue funcionando para comprarse una comida.
Ya estaba avanzada la tarde cuando el taxi les dejó en el edificio Empire State.
La señorita O'Leary rondaba de arriba a abajo por la Quinta Avenida, lamiendo taxis y olfateando carros de hot dogs; mientras Draco terminaba de comer lo último de su batido. Nadie parecía notarla, aunque la gente se apartaba y lucía confusa cuando ella se les acercaba.
Percy le silbó para que viniera cuando tres camionetas blancas frenaron en la acera.
Decían "Servicio de fresas Delphi", que era el nombre para encubrir el campamento mestizo. Draco no había visto las tres camionetas juntas en el mismo lugar anteriormente, a pesar de que conocía que llevaban la producción fresca a la ciudad.
La primera camioneta estaba conducida por Argos, el jefe de seguridad con muchos ojos. Las otras dos las conducían Arpías, que básicamente eran demoníacos híbridos entre humano y pollo con malas actitudes. Usaban a las arpías para limpiar el campamento más que nada, pero también hacían bastante bien a través del tráfico de la ciudad.
Las puertas se deslizaron.
Un montón de campistas descendieron, algunos viéndose algo verdes por el largo viaje. Se alegraba que hubieran venido tantos: Pólux, Silena Beauregard, los hermanos Stoll, Michael Yew, Jake Mason, Katie Gardner, y Annabeth con varios de sus hermanos.
Quirón salió de la última camioneta, Su mitad de caballo estaba compactada en su silla de ruedas mágica, así que usó el ascensor para discapacitados.
La cabaña de Ares no estaba ahí, pensó Draco preocupado antes que Lavender saltara para abrazarlo, seguida de Will que no dejaba de buscar entre ellos; no estaba Nico, cuando la comprensión llegó al rostro de Will intentó no aparecer decepcionado, pero Draco lo notó.
Theo tenía el aspecto un poco nervioso, aunque intentaba usar su máscara de sangre pura para disimularlo, otros como Anthony parecían sin duda estar en el peor lugar del mundo.
Lo entiende.
Es como cuando tuvo su primera misión con Percy, nunca superas esa primera vez de luchar en el mundo mestizo.
—¿Lista para un poco de diversión? —pregunta Draco intentando ocultar sus propios nervios. Lavender tomó su mano, estaba temblorosa, pero sus ojos no dudaron en él en ningún momento y fue la propia confianza en ella sobre él, que al fin lo tranquilizo un poco.
—Oh Draco, siempre me divierto contigo. —La chica da un guiño divertido que le saca una sonrisa cálida.
Ve de reojo a los otros dos chicos de Hogwarts que a pesar de lo que diga cualquiera, son su responsabilidad y quiere llevarlos con vida cuando esto termine; Theo levanta el pulgar y Anthony simplemente parece luchar contra su instinto Ravenclaw.
Que debe gritarle que está en el peor lugar posible.
Ve al resto de campistas, un poco más de 40.
No eran suficientes para pelear una guerra, pero era el más grande grupo de mestizos que Draco hubiera visto reunido en un sitio fuera del campamento. Todos se veían nerviosos, y entendía por qué. Probablemente estaban enviando tanta aura de semidiós que cada monstruo en Norteamérica sabría que estaban ahí.
Percy y Annabeth parecían tener un momento, no romántico, si no uno incómodo.
Draco se aclaró la garganta, haciendo que Annabeth le sonriera y Percy se aclarara un momento.
—Gracias por venir, a todos. Quirón, después de ti —indica Percy al centauro.
Para sorpresa de ambos, este sacudió la cabeza.
—Vine a desearte suerte, muchacho, pero nunca he visitado el Olimpo a menos que sea convocado.
—Pero tú eres nuestro líder.
Él sonrió.
Draco se sintió un poco como un niño perdido cuando este lo vio también de reojo.
—Soy su entrenador, su maestro. No es lo mismo que ser su líder. Reuniré aliados donde sea posible. Quizás no sea muy tarde para convencer a mis hermanos centauros de ayudar. Mientras tanto, tú llamaste a los campistas aquí, Percy. Tú eres el líder.
Draco pensó por un mili segundo: «Joder estamos todos muertos», antes de recordar que se suponía que debería apoyar a su mejor amigo. Además, en lo que claramente Percy fallaría, para eso tenía a Annabeth y Draco a su lado, para ayudar a mantenerlo estable y apoyarlo en todo momento.
Quiso protestar, lo pudo ver en sus ojos, pero todos le miraron expectantes, incluso Annabeth.
Por un segundo el chico volvió a verlo casi con pánico en sus ojos y Draco sintió que el tiempo se congelaba. Recordó a ese niño de 12 años en el verano, que había parecido tan perdido al igual que Draco y seguido tercamente para ser su amigo; un poco como Potter pensó divertido. Pero, aunque sigue siendo dudoso en muchos aspectos, Draco en este momento no puede pensar en alguien más adecuado que Percy para liderar esta batalla.
Extraño.
Nunca imaginó que pensaría algo así.
Pero se encuentra pensando que confía totalmente en el chico de una forma tan certera, que sonríe levemente al chico y asiente ligeramente. Algo cambia en el rostro de Percy, un poco de sorpresa, antes de sonreír de igual forma a él como si estuviera agradeciéndole.
Tomó un profundo respiro.
—Muy bien, como le dije a Annabeth por teléfono, algo malo está a punto de pasar esta noche. Alguna clase de trampa. Debemos obtener una audiencia con Zeus y convencerlo de defender la ciudad. Recuerden, no podemos tomar un "no" como respuesta.
Percy le pidió a Argos que cuidara a la señorita O'Leary, con lo que ninguno de los dos se vio feliz.
Quirón estrechó la mano de Percy.
—Lo harás bien Percy, solo recuerda tus fortalezas y cuida tus debilidades.
Eso sonaba misteriosamente parecido a lo que Aquiles le había dicho. Había sido su mentor después de todo, así que sabe cosas.
Quirón se marchó no sin antes darle una mirada curiosa a Draco y se preguntó si sabría que Percy no fue el único en bañarse en el río estigio.
No es que algo pudiera cambiarlo a él.
Se sintió igual.
—Vamos —dijo Percy a los campistas.
Un guardia de seguridad estaba sentado tras un escritorio en el recibidor, leyendo un gran libro negro con una flor en la portada. Los miro cuando todos entraron con sus armas y armaduras tintineando.
—¿Grupo escolar? Estamos a punto de cerrar.
—No —dijo Percy—. Piso seiscientos.
Los observó.
Sus ojos eran azul claro y estaba completamente calvo. No podía decir si era humano o no, pero pareció notar sus armas, así que supuso que no era engañado por la Niebla.
—No hay un piso seiscientos, chico. —Lo dijo como si fuera un línea requerida en la que no creía—. Muévanse.
Percy se inclinó sobre el escritorio, Draco miró a Annabeth que se había sonrojado y cuando le dio una sonrisa burlona, esta le incrusto el codo con demasiada fuerza en el vientre.
Idiota.
Por eso era buena pareja para Percy.
Violenta.
Lavender y Will soltaron risas divertidas por el acto.
—Cuarenta semidioses atraen una horrenda cantidad de monstruos. ¿En verdad nos quiere esperando en su recibidor? —gruñó Percy.
Él lo pensó.
Luego presionó un botón y la puerta de seguridad se abrió.
—Que sea rápido.
—No querrá que pasemos por el detector de metales —agregó Anthony por bajo dudoso.
—Uh, no. —coincidió—. El elevador está a la derecha. Creo que conocen el camino.
Percy le lanzó un dracma dorado y avanzaron al interior.
Decidieron que les tomaría dos viajes subir a todos por el elevador.
Draco estaba en el primer grupo de brazos cruzados, mientras Theo parecía haber entrado a su modo Fangirl por la idea de que conocería el Olimpo en su primer verano en este lugar, la forma en cómo hablaba del primer verano como si hubiera otros le dejaba un poco de tranquilidad.
En el elevador sonaba una música distinta que en mi última visita, esa vieja canción disco "Stayin´ alive".
Frente a ellos el elevador se abrió, un camino de rocas flotantes guiaba a través de las nubes hacia el Monte Olimpo, levitando 2 mil metros arriba de Manhattan. Era la primera vez de forma física en el lugar, había participado en su propio juicio hace algunos meses, pero ahora que estaba aquí por su propia voluntad pensó en Luke.
En la estatua en su bolsillo.
Pensó en que deseaba ver este lugar en llamas por un instante, antes de suspirar y negar con la cabeza, no podría hacerle eso a Hestia. Pero si no fuera por ella, bueno, joder; mejor se concentraba en Zeus viéndolo de rodillas, esa mirada lo hizo estremecer de placer.
Las mansiones brillaban doradas y blancas contra los lados de la montaña. Jardines florecían en cientos de terrazas. Humo aromático ascendía de unos braseros alineados en las sinuosas calles. Y justo en la cima nevada se elevaba el palacio principal de los dioses. Lucía tan majestuoso que Theo apenas si contuvo un grito de emoción, pero algo estaba mal.
La montaña estaba silenciosa, sin música, ni voces, ni risas.
Annabeth estudió a Percy.
—Te ves… diferente —decidió y Draco casi se ahoga de risa—. ¿Dónde estuviste exactamente?
Las puertas del elevador se abrieron de nuevo, y el segundo grupo de mestizos se les unió, Draco saludó a Will que parecía algo inquieto pero firme en ayudar.
—Te lo diré luego —dijo Percy—. Vamos.
Tomaron el camino a través del puente en el cielo hacia las calles del Olimpo. Las tiendas estaban cerradas. Los parques vacíos. Una pareja de musas estaba sentadas en un banco tocando liras flameantes, pero sus corazones no parecían estar en ello. Un solitario cíclope recorría las calles con un roble arrancado de raíz. Un dios menor les vio desde un balcón y se apresuró a entrar, cerrando sus ventanas.
Pasaron bajo un gran arco de mármol con estatuas de Zeus y Hera en cada lado.
Annabeth hizo una mueca a la reina de los dioses.
—La odio —murmuró y Draco casi quiere estar de acuerdo con ella, antes de meditar.
—¿Te ha estado maldiciendo o algo? —preguntó Draco preocupado.
El año anterior Annabeth había conocido el lado malo de Hera, pero no había hablado de ello desde entonces; Draco no preguntó tanto para no hacer notar que claramente no era fan de Hera tampoco.
Si esa diosa supiera quien era su padre, está seguro que intentaría matarlo.
—Solo pequeñas cosas hasta ahora —dijo—. Su animal sagrado es la vaca, ¿cierto?
—Cierto.
—Pues ha estado enviando vacas tras de mi.
Percy trato de no sonreír.
—¿Vacas? ¿En San Francisco?
—Oh, sí. Usualmente no las veo, pero las vacas me dejan pequeños regalos por todo el lugar, en nuestro patio trasero, en la acera, los corredores de la escuela. Tengo que fijarme donde piso.
Eso sin duda no sonaba bien.
—¡Miren! —grito Pólux, apuntando hacia el horizonte—. ¿Qué es eso?
Todos se paralizaron.
Luces azules cruzaban el cielo hacia el Olimpo como pequeños cometas. Parecían venir desde todos los puntos de la ciudad, enfocándose hacia la montaña. Mientras se acercaban, se desviaron. Los observaron varios minutos y no parecían causar ningún daño, pero aun así era extraño.
—Como rayos infrarrojos —murmuró Michael Yew.
—Estamos en la mira.
—Sigamos hacia el palacio —dijo Percy.
Nadie custodiaba el salón de los dioses. Las puertas doradas y plateadas permanecían abiertas de par en par. Sus pisadas hacían eco mientras caminaban hacia la sala de los tronos. Por supuesto «sala» no era adecuado. El lugar era del tamaño del Madison Square Garden. En lo alto, en el techo color azul destellaban las constelaciones. Doce tronos gigantes formaban una U alrededor de un fuego. En una esquina, una burbuja de agua del tamaño de una casa flotaba en el aire, y dentro nadaba el Ofiotauro, mitad vaca, mitad serpiente.
¡MOOOOOO!
Dijo alegremente, girando en círculos.
Draco vio a Percy sonreír.
—¿Qué rayos? —sisea Anthony a su lado a lo cual Draco se encoge de hombros.
—Aprenderás rápido que mientras menos preguntes es mejor.
—Es un ofiotauro.
—Joder Theo eres un maldito nerd.
Entonces la calidez le rodeó y Draco no pudo más que sonreír al levantar la mirada.
—Hola de nuevo, Percy Jackson y Draco Malfoy. Ustedes y sus amigos son bienvenidos. —Hestia estaba junto al fuego, removiendo las flamas con una vara.
Vestía el mismo tipo de vestido simple color café que tenía antes, pero había crecido a una mujer adulta ahora.
La misma mujer que le había salvado la vida.
Se inclinó.
—Señora Hestia —fue Percy amablemente quien habló esta vez.
Sus amigos siguieron mi ejemplo.
Hestia los miró con sus brillantes ojos rojos.
—Veo que seguiste adelante con tu plan Percy Jackson. Portas la maldición de Aquiles —habló con calma, pero le dio una mirada preocupada a Draco y este se encogió de hombros.
Tal parecía que al igual que Draco, no estaba dentro de sus planes que él estuviera también bañado en el río estigia y aunque su pecho parecía más caliente ahora que antes de darse un chapuzón, eso no significaba que fuera una máquina como Percy.
Hasta ahora no se sintió invencible o algo por el estilo.
Los otros campistas empezaron a murmurar entre ellos: «¿Qué dijo? ¿Qué hay con Aquiles?»
—Debes tener cuidado —le advirtió Hestia—. Ganaste mucho con tu viaje. Pero sigues cegado a la más importante verdad. Tal vez una visión esté en camino.
Annabeth empujó a Percy.
—Umh... ¿De qué está hablando?
No pudo hablar más, este parecía quedarse congelado por unos momentos que hicieron a Draco gimotear cuando un dolor de cabeza inundó su pecho por causa del vínculo de Percy.
Fue solo unos momentos.
Antes que las rodillas del chico temblaran y Annabeth lo sostuviera.
—¡Percy! ¿Qué pasó?
—Vieron... ¿Vieron eso? —preguntó.
—¿Ver que?
Percy miró a Hestia, pero el rostro de la diosa era inexpresivo.
—¿Cuánto tiempo me fui? —preguntó.
Annabeth juntó las cejas.
—Percy, no te fuiste en absoluto. Solo miraste a Hestia por un segundo y colapsaste.
Todos lo miraron pensativos, Percy parecía dudar antes de ver a Hestia intentando claramente no lucir débil.
—Um, Señora Hestia —dijo—. Venimos por un asunto urgente. Necesitamos ver...
—Sabemos lo que necesitas.
Dijo una voz de hombre. Se estremeció, y casi quiso sacar la lanza, pero se detuvo porque pensó que podría ser una falta de respeto en este horrible lugar.
Arquitectónicamente lindo.
Malos recuerdos sin duda.
Un dios se materializó junto a Hestia. Se veía como de 25 años, con cabello rizado grisáceo y rasgos élficos. Vestía un traje militar de piloto, con pequeñas alas agitándose en su casco y botas de piel negra. En su brazo traía un largo bastón con dos serpientes vivas enrolladas en él.
—Los dejaré ahora —dijo Hestia, no sin antes darle una mirada preocupada que claramente no ayudó aliviar sus temores.
Algo malo pasaba y ocupaba hablar con ella.
Eventualmente.
No en medio de una guerra.
Hizo una reverencia al aviador y desapareció convirtiéndose en humo.
Hermes, el dios de los mensajeros, no se veía contento.
—Hola, Percy. —Su ceja se levantó como si estuviera molesto con este, pero Percy aprende algunas cosas ya que se inclina un poco.
—Señor Hermes. —Pareció pensar algo en su cabeza antes de suspirar—. Um, Hermes —dijo—. Necesitamos hablar con Zeus. Es importante.
Los ojos de Hermes eran fríos como el acero.
Draco rodó los ojos, tampoco quería hablar con Zeus si fuera el caso, pero no tiene tiempo para odiar a su padre biológico.
—Yo soy su mensajero. ¿Puedo tomar el mensaje?
Mala señal, Draco notó algunos semidioses moverse incómodos.
—Chicos —dijo Percy—. ¿Por qué no dan un chequeo por la ciudad? Verifiquen las defensas. Vean quien queda en el Olimpo. Encuéntrenos a Annabeth, Draco y a mí de vuelta aquí en 30 minutos.
Silena frunció el ceño.
—Pero...
—Es buena idea —dijo Annabeth rápidamente.
—Connor, Travis, ustedes dirijan.
A los Stoll pareció gustarles eso, Draco no se sintió realmente cómodo al respecto, pero asumir una importante responsabilidad justo enfrente de su padre. Usualmente ellos no dirigían nada excepto ataques con papel sanitario.
—¡Estamos en ello! —dijo Travis.
Acarrearon a los otros fuera de la sala de los tronos, dejándoles a Annabeth, Percy y Draco. Una parte de Draco quería quedarse, pero al final solamente suspiro sin poder sentirse totalmente cómodo en este lugar, puso una mano sobre el brazo de Percy que giró a verle confundido.
—Iré con ellos —anunció, porque tiene mucho que hablar con Lavender y responsabilidad con Theo o Anthony, también quiere vigilar a Will.
Silena…
Tiene mucho que preguntar aún.
Percy parece decirle que se quedara, pero luego vuelve a ver el trono del olimpo como si pensara en algo y termina asintiendo.
Da un paso antes de ser detenido por una voz.
—Malfoy. —Las palabras de Hermes lo estremecen, gira de reojo a lo que en alguna manera es su medio hermano quien luce un rostro serio y solamente un poco preocupado—. Ese vínculo. —Señala a su pecho, Draco se estremece ante las miradas preocupadas de sus amigos, pero no pueden ver el hilo gris hondeándose lentamente frente a él—. Dolerá mucho. —Es todo lo que dice Hermes antes de apartar la mirada.
No una disculpa.
No un consuelo.
Solo un hecho.
Draco se muerde el labio molesto maldiciendo a los olimpos antes de apresurarse a seguir a los demás.
No una disculpa.
Idiotas.
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Draco terminó sentado al lado de Will mientras lo ayudaba a acomodar los suministros médicos en el pequeño parque al borde de la montaña. El chico parecía un poco pensativo, así que Draco literalmente arrastró a sus amigos para ayudar en todo lo posible a la cabaña de Apolo, tiene la sensación de que muchos saldrían heridos y siempre es necesario tener médicos listos. Anthony le explicaba calmadamente a Theo sobre unas vendas, mientras este comenzaba a quejarse sobre el néctar y Lavender solamente suspiraba. Otros niños como Monica o Alejandro, estaban siguiendo a Lou y Cecil por ahí, mientras todos alistaban los puestos necesarios para la batalla.
Estaba cerca.
Draco rasco su pecho, justo donde picaba más, donde siempre veía sus vínculos.
—Entonces Nico está bien, qué bueno, hace semanas que no sabía nada de él —musita Will de repente, causando que Draco suspire.
Sin duda tendrá unas palabras muy serias con ese niño apenas lo encuentre, pero por ahora se encarga de sonreírle un poco torpe a Will.
Este no lo ve.
Solamente tiene el rostro preocupado.
—Vendrá a la lucha, él prometió que buscaría ayuda—bueno fue más como que Percy y Draco lo instaron a eso, pero por su propia seguridad no piensa decirlo.
Will era muy protector con su amigo.
—Tengo un poco de miedo, en la última lucha murió Lee… que pasa si eso se repite, si perdemos más personas. —El rostro de Will parecía agrio de preocupación, pero antes que pudiera decir algo fue alertado por los otros campistas.
Con una mirada intercambiada con Will, ambos se pusieron de pie para ver qué sucedía.
Los otros campistas se habían reunido en un pequeño parque en el borde de la montaña. Estaban recostados contra el barandal, mirando hacia abajo a Manhattan. La baranda tenía alineados esos binoculares para turistas, donde depositas un dracma dorado y ves la ciudad. Los campistas usaban todos y cada uno.
Draco podía verlo todo sin necesidad de los binoculares.
El río Este y el Hudson, marcando la forma de Manhattan, la línea de las calles, las luces de los rascacielos, el oscuro estrecho de Central Park en el norte. Todo se veía normal, pero algo no estaba bien. Lo sintió en los huesos antes de notar que era.
—No escucho… nada —dijo Annabeth que en algún momento había entrado corriendo con Percy.
Ése era el problema.
Aun desde esta altura, debería oír el ruido de la ciudad; millones de personas apresuradas por ahí, miles de coches y máquinas, el ronquido de una gran metrópoli.
No piensas en eso cuando estás en New York, pero siempre está ahí.
Incluso en medio de la noche, New York nunca está en silencio.
Pero lo estaba ahora.
Un escalofrío recorrió su espalda cuando Will puso su mano contra la manga de la camisa de Draco, temblando un poco.
—¿Qué fue lo que hicieron? —La voz de Percy sonó estrangulada e iracunda—. ¿Qué le hicieron a mi ciudad?
Bien, esto ahora era personal para él.
Aparto a Michael Yew de los binoculares y echó un vistazo.
—¿Están muertos? —pregunto Silena, atónita.
Un frío glacial cubrió a todos. Una línea de la profecía resonó en su oído: «Y verá al mundo en un sueño sin fin». Recordó la historia de Grover acerca de haberse encontrado con Morfeo en Central Park. «Tienes suerte de que esté guardando mi energía para el evento principal».
La realización llegó a su mente antes que la de Percy.
—No están muertos —dijo Draco alarmado—. Morfeo ha puesto a toda la isla de Manhattan a dormir. La invasión ha comenzado.
Y ahora sí.
La guerra iniciaba.
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La señorita O´Leary era la única contenta con la ciudad dormida. La encontraron hurgando como cerdita en un carrito volteado de hot dogs mientras que el dueño estaba acurrucado en la acera, chupándose el pulgar. Argos esperaba por ellos con sus cien ojos bien abiertos.
No dijo nada.
Nunca lo hacía.
Pero su cara dejaba ver con facilidad que estaba consternado.
—Sería mejor que regresaras al campamento —le dijo Percy luego de hacerle un resumen de la historia—. Protégelo lo mejor que puedas. —Argos le señaló y levantó las cejas efusivamente—. Yo me quedo —dijo con un bufido.
Argos asintió, como si esta respuesta le satisficiera.
Miró a Annabeth y dibujó un círculo en el aire con su dedo.
—Sí —coincidió Annabeth—. Creo que es el momento.
—¿Para qué? —preguntó Lavender al lado de Draco curiosa.
Argos rebuscó en la parte trasera de la camioneta. Sacó un escudo de bronce y se lo pasó a Annabeth. Se veía como un objeto ordinario, el mismo tipo de escudo circular que usábamos para "capturar la bandera".
Pero cuando Annabeth lo puso en el suelo, el reflejo en la pulida superficie cambió de cielo y edificios a la Estatua de la Libertad, que para nada estaba cerca de nosotros.
—Whoa —dijo Theo curioso.
—Un video escudo. Una de las ideas de Dédalo —dijo Annabeth—. Le pedí a Beckendorf que hiciera esto antes de… —Miró a Silena—. Um, como sea, el escudo desvía la luz solar o lunar de cualquier parte del mundo para crear un reflejo. Literalmente puedes ver cualquier sitio bajo el sol o la luna, mientras que la luz natural lo toque. Mira.
Todos se acercaron mientras Annabeth se concentraba.
La imagen se acercó y giró a la vez, así que sintió vértigo solo de verla.
Estaban en el zoológico de Central Park, después acercándonos a la 60 Este, más allá de Bloomingdale, después doblando en la Tercera Avenida.
—Whoa —dijo Connor Stoll—. Regresa. Haz un acercamiento justo ahí.
—¿Qué? —dijo Annabeth nerviosamente—. ¿Ves invasores?
—No, justo ahí: la tienda de golosinas Dylan´s. —Connor miró a su hermano—. Hombre, está abierto. Y todos están dormidos. ¿Estás pensando lo que yo estoy pensando?
—¡Connor! —le regañó Katie Gardner y Draco se cubrió el rostro con sus manos incrédulo. Karie sonaba como su madre, Demeter—. Esto es serio. ¡No van a atracar una tienda de dulces en medio de una guerra!
—Lo siento —murmuró Connor, aunque no se veía muy apenado.
—No es que nadie fuera a notarlo —murmuró Theo por lo bajo y Connor asintió a su lado.
La mirada de Katie los silenció a ambos.
Annabeth pasó su mano frente al escudo, y otra escena se desplegó. Paseo FDR, mirando a través del parque del Faro.
—Esto nos permitirá ver lo que pasa en la ciudad —dijo—. Gracias Argos. Esperamos verte en el campamento de nuevo… algún día.
Argos gruñó.
Les echó una mirada que claramente significaba «Buena suerte, van a necesitarla» y se subió a la camioneta. Él y las dos arpías conductoras se alejaron, serpenteando por entre las filas de autos detenidos que bloqueaban la calle.
Percy llamó a la Señorita O´Leary, y ella se acercó trotando.
—Hey, chica —dijo—. ¿Recuerdas a Grover? ¿El sátiro que encontramos en el parque?
¡WOOOOF!
—Necesito que lo encuentres —dijo Percy—. Asegúrate de que sigue despierto. Vamos a necesitar su ayuda, ¿lo entiendes? ¡Encuentra a Grover!
La señorita O'Leary le dio un descuidado beso húmedo, que pareció de lo más innecesario. Luego echó a correr hacia el norte.
Pólux estaba inclinado junto a un policía dormido.
—No lo entiendo. ¿Por qué no caímos dormidos también? ¿Por qué solo los mortales?
—Este es un enorme encantamiento —dijo Silena Beauregard—. Entre más grande el hechizo, más fácil es resistirlo. Si quieres dormir a millones de mortales, tienes que conjurar una delgada capa de magia. Dormir a semidioses es mucho más difícil.
La observaron curiosos.
—¿Cuándo aprendiste tanto sobre la magia?
Silena se ruborizó.
—No paso todo mi tiempo en mi guardarropa y soy amiga de Lavender.
—Percy —llamó Annabeth. Todavía estaba mirando el escudo—. Mejor ve esto.
La imagen de bronce mostraba el estrecho de Long Island, cerca de La Guardia. Una flota de una docena de veloces botes navegaba a través del agua hacia Manhattan. Cada bote estaba lleno de semidioses en armadura griega. En la popa del bote insignia un estandarte púrpura con una guadaña negra ondeaba en el viento de la noche. Nunca había visto ese diseño antes, pero no era difícil imaginarlo: La bandera de guerra de Cronos.
—Revisen el perímetro de la isla —dijo Percy—. Rápido.
Annabeth cambió la escena al sur de la bahía. Un ferry de Staten Island surcaba las olas cerca de la Isla Ellis. La cubierta estaba llena de Dracaenaes y una manada de perros del infierno. Nadando al frente de la nava venía un grupo de animales marinos. Al principio creí que eran delfines. Entonces vio sus caras como de perro y las espadas ceñidas en sus cinturas, y se dio cuenta que eran Telkhines; demonios marinos.
La escena cambió de nuevo. La costa de Jersey, justo a la entrada del túnel Lincoln. Cientos de monstruos diversos marcaban pasando las líneas de tráfico detenido: Gigantes con mazas, Ciclopes rebeldes, y dragones lanza-fuego, y para hacerles paso un tanque Sherman de la Segunda Guerra Mundial, quitando autos del camino mientras se adentraba en el túnel.
—¿Qué pasó con los mortales fuera de Manhattan? —preguntó Will curioso —¿Todo el estado está dormido? —Annabeth hizo un gesto.
—No lo creo, pero es extraño. Por lo que puedo decir de estas imágenes, Manhattan está totalmente dormido. Luego hay un radio como de 80 kilómetros alrededor de la isla donde el tiempo corre muy, muy lento. Entre más cerca estás de Manhattan, más lento es.
Ella les mostró otra escena, una autopista de New Jersey.
Era sábado por la noche, así que el tráfico no era tan malo como sería entre semana. Los conductores se veían despiertos, pero los autos se movían como a un kilómetro por hora. Las aves volaban en cámara lenta.
—Cronos —dijo Percy con amargura—. Él está ralentizando el tiempo.
—Hécate podría estar ayudando —dijo Katie Gardner—. Miren como los autos se alejan de Manhattan, como si recibieran un mensaje subconsciente de regresar.
Lavender y Theo se vieron un poco avergonzados por el tema.
Draco por otro lado preguntó qué rayos hacía MACUSA y porque no pensaba ayudarles, pero luego recordó lo ineptos que pueden ser algunos adultos y solamente gruñó por lo bajo.
—No lo sé. —Annabeth sonaba realmente frustrada. Odiaba no saber—. Pero de alguna manera han rodeado Manhattan con capas de magia. El mundo exterior quizás ni siquiera se dé cuenta que algo está mal. Todos los mortales que vengan a Manhattan serán ralentizados, tanto que no sabrán lo que está pasando.
—Como moscas en el ámbar —Jake Mason murmuró.
Annabeth asintió.
—No podemos esperar que llegue ayuda. —Percy se volvió hacia ellos.
Aunque la mayoría se veían consternados y asustados, y no podía culparlos.
El escudo les había mostrado al menos trescientos enemigos en camino. Había cuarenta de nosotros. Y estábamos solos.
—Muy bien —dijo Percy—. Vamos a sostener Manhattan.
Silena acomodó su armadura.
—Percy, Manhattan es enorme.
—Vamos a sostenerlo —dijo aun terco—. Tenemos que hacerlo.
—Él tiene razón —dijo Annabeth—. Los dioses del viento deben mantener a las fuerzas de Cronos alejados del Olimpo por el aire, así que intentará un asalto por tierra. Tenemos que cortar las entradas a la isla.
—Tienen botes —apuntó Michael Yew.
—Yo me encargaré de los botes —dijo Percy con el rostro seguro.
Michael frunció el ceño.
—¿Cómo?
—Solo déjamelo a mí —dijo Percy con confianza, aunque Draco sintió su interior dudar en el vínculo—. Tenemos que cubrir los puentes y túneles. Vamos a asumir que intentarán un ataque por el centro o los suburbios, al menos en la primera ocasión. Ése sería el camino más directo al edificio Empire State. Michael, llévate a la cabaña de Apolo al puente Williamsburg. Katie, la cabaña de Demeter tomen el túnel Brooklyn-Battery. Hagan crecer arbustos espinosos y hiedra venenosa en el túnel. ¡Hagan lo que tengan que hacer, pero manténganlos fuera de aquí! Connor, lleva a la mitad de la cabaña de Hermes y cubre el puente de Manhattan. Travis, toma la otra mitad y cubre el puente de Brooklyn. ¡Y no se detengan saqueando o robando!
—¡Aaaahhhhh! —Toda la cabaña de Hermes se quejó.
—Silena, lleva al grupo de Afrodita al túnel Queens-Midtown.
—Oh, mis dioses —dijo una de sus hermanas—. ¡La Quinta Avenida nos queda de camino! Podemos pasar por accesorios, y los monstruos, o sea, odian total el olor de Givenchy.
—Sin retrasos —dijo Percy divertido aunque intentando ocultarlo—. Bueno… lo del perfume, si creen que va a funcionar. —Seis chicas de Afrodita le besaron en la mejilla, emocionadas—. ¡Está bien, suficiente! —Cerró los ojos, tratando de pensar qué estaba olvidando—. El túnel Holland. Jake, ve con la cabaña de Hefesto ahí. Usen Fuego Griego, monten trampas. Lo que sea que tengan.
Él aceptó.
—Con gusto. Tenemos cuentas que ajustar. ¡Por Beckendorf! —La cabaña entera rugió con aprobación.
—El puente de la calle 59 —dijo— Clarisse… —Percy se quedó sin aliento.
Clarisse no estaba ahí.
Toda la cabaña de Ares, estaba en el campamento.
Draco suspiró.
—Lo tomaremos nosotros. —Annabeth dio un paso al frente, salvando a Percy de un silencio embarazoso. Se volvió a sus hermanos—. Malcolm, lleva a la cabaña de Atenea, activen el plan 23 por el camino, justo como te mostré. Mantengan esa posición.
—Entendido.
—Yo iré con Percy —dijo ella—. Nos reuniremos con ustedes, o iremos a donde sea que nos necesiten.—
Alguien en la parte de atrás del grupo dijo: —Nada de desviarse, ustedes dos.
Hubo algunas risitas, pero decidieron dejarlo pasar.
—Muy bien —dijo Percy—. Manténganse en contacto por celular.
—No tenemos celulares —protestó Silena.
Mientras Percy le daba un BlackBerry de una dama que roncaba y se lo lanzaba a Silena, a su lado escuchó a Anthony musitar algo como que esto era robar, pero al final de cuentas el fin justifica los medios; Lavender y Theo miraron al chico con duda mientras Draco se preguntaba qué tan diferentes podrían ser los Slytherin de Ravenclaw.
No mucho aparentemente.
—Ya tienes uno. ¿Todos saben el número de Annabeth, verdad? Si nos necesitan, tomen un teléfono cualquiera y llámennos. Una vez que lo usen, déjenlo y tomen algún otro si tienen que hacerlo. Eso hará difícil a los monstruos el ubicarlos.
Todos asintieron.
Pareció gustarles la idea.
Draco aplaudió ligeramente sorprendido de que su amigo tuviera tan buena idea y este le lanzó una mirada abochornado y molesta.
Travis se aclaró la garganta.
—Um, si encontramos un teléfono de veras bonito...
—No, no pueden quedárselo —dijo Percy cansado.
—Aw, hombre.
—Espera, Percy —dijo Jake Mason—. Te olvidas del túnel Lincoln.
—¿Qué tal si nos lo dejas a nosotras?
Draco estaba por ofrecerse, pero la voz de una chica se escuchó del otro lado de la calle, el rostro de Draco se tensó un poco mientras volteaba sobre su hombro, pero aunque la primera chica le hizo sentir incómodo, la segunda chica hizo que una sonrisa cruzara por su rostro al ver a Bianca en toda su gloria de cazadora.
La chica sonrió descaradamente
Una banda de 30 chicas adolescentes cruzó la Quinta Avenida. Vestían camisetas blancas, pantalones grises de camuflaje y botas de combate. Traían espadas en sus costados, un carcaj en sus espaldas y arcos preparados. Una manada de lobos blancos venía a sus pies, y varias de las chicas traían halcones en sus brazos.
La chica que lideraba tenía el cabello negro alborotado y una chamarra de piel negra. Usaba un anillo de plata en la cabeza como la tiara de una princesa, que no combinaba con sus pendientes de calavera o su playera «Muerte a Barbie» que mostraba una muñeca Barbie con una flecha atravesándole la cabeza.
—¡Thalia! —gritó Annabeth.
La hija de Zeus sonrió.
—Las cazadoras de Artemisa, reportándose al deber. —Hubo abrazos y saludos por doquier… o al menos Thalia fue amigable.
A las otras cazadoras no les gustaba estar cerca de los campistas, especialmente de los chicos, pero al menos no nos dispararon a ninguno, lo que tratándose de ellas fue una cálida bienvenida.
—¿Dónde estuviste el último año? —le preguntó Percy a Thalia—. ¡Tienes casi el doble de cazadoras ahora!
Ella se rió.
—Larga, larga historia. Apuesto a que mis aventuras fueron más peligrosas que las tuyas, Jackson.
—Completa mentira —dijo Percy.
—Ya veremos —le aseguró—. Después de esta, tú, Annabeth y yo: Hamburguesas con queso y papas fritas en el hotel de la 57 Oeste.
Ella sonrió.
Draco se apresuró a abrazar a Bianca, quien parecía emocionada de verlo, luego sobre su hombro vio a Will fijamente antes de verlo a él curiosa, pudo sentir la pregunta sin palabras en el vínculo y suspiro. Ella podría ser una cotilla, pero sin duda sigue al pendiente de Nico.
—Si ese es Will, luego hablaremos de eso —le susurró, a lo cual Bianca soltó una risa cantarina.
Aparte de Thalia, la única cazadora cómoda con ellos.
—Esos monstruos no sabrán qué les pegó. ¡Cazadoras, muévanse!
Thalia golpeó su brazalete de plata, y el escudo Égida se desplegó a su forma completa. La cabeza dorada de Medusa moldeada en el centro era tan horrible, que los campistas retrocedieron. Las cazadoras se fueron por la avenida, seguidas por sus lobos y halcones, y tuve la sensación de que el túnel Lincoln estaba a salvo por ahora.
—Gracias a los dioses —dijo Annabeth—. Pero si no bloqueamos los ríos de esos botes, custodiar los puentes y túneles será inútil.
—Tienes razón —dijo Percy por lo bajo.
Percy pareció dudar un poco, antes que la resolución apareciera en sus ojos y miró a los campistas, todos ellos serios y determinados.
Parecía pensar en algo preocupado, pero intentó lucir lo más calmadamente posible.
—Ustedes son los más grandes héroes de este milenio —habló con firmeza y Draco no pudo evitar sonreír por la idea de un discurso de héroe en este momento—. No importa cuántos monstruos vengan hacia ustedes. Peleen con valentía, y ganaremos. —Levantó a Riptide y gritó: —¡POR EL OLIMPO!
Draco notó como todos parecían más animados gritaron en respuesta, y las cuarenta voces resonaron por los edificios del centro de la ciudad. Por un momento sonó valeroso, pero murió rápidamente en el silencio de 10 millones de Neoyorkinos dormidos.
Miró la lanza de Aquiles en su mano.
Pensó en la maldición de Patroclo.
Su hundimiento en el río Estigia.
Volteó a ver el edificio donde estaba el monte olimpo abandonado, pensó un momento en Luke y se preguntó si ahora él podría ser considerado alguien peligroso; o al menos aún más de lo que ya era para estos. Apretó con fuerza la lanza antes de ver entre los autos abandonados, podría ir con la cabaña de Hermes a ayudarles, pero realmente quería estar al lado de Percy y Annabeth.
Es donde estará la peor lucha.
Piensa alarmado.
—Mira esta belleza —habla Lavender a su lado sorprendiéndolo, la chica estaba escabullida sobre un auto señalando dos motocicletas estilo pandillero del suelo.
Draco dejó de lado las motocicletas para ver a su amiga, mientras al lado de ella Theo parecía luchar por empujar a las personas con un nervioso Anthony.
—¿Qué rayos Lavender? —gruñe molesto—. Tienes que ir con la cabaña de Hermes con Theo, y Anthony se quedaría cerca de la cabaña de Apolo para ayudarles cuando necesitemos ayuda, no conmigo —comenta Draco incrédulo a lo cual Lavender suelta un bufido.
—Quisieras alejarte de nosotros, pero no, somos un equipo; además aprendí a usar una motocicleta el verano pasado con mi padre, sabía que serviría para algo —chilla la chica encantada.
Demasiado pequeña y de aspecto adorable, para ser posiblemente un arma mortal.
Draco gimotea, ve a Anthony y Theo, ambos con muy diferentes grados de emoción.
—¡DRACO POR AQUÍ! —dice Percy agitando la mano, mientras Annabeth tenía una Vespa.
Joder.
Bien.
Mira mal a Lavender quien sonríe encantadora antes de levantar una motocicleta, Theo rápidamente se sube detrás de ella emocionado de usar este vehículo muggle por primera vez. Percy se queja cuando ve a Draco montarse en otra motocicleta mucho más grande que la Vespa, y especialmente le hace pucheros a Anthony cuando este se sienta detrás de Draco.
Fue.
Extraño.
Pero Draco siguió a Percy en la Vespa mientras Annabeth estaba detrás de este, conducir era muy diferente a volar una escoba, como rápidamente descubrieron Anthony y Theo. Theo parecía aterrado pegado a Lavender, tan lleno de emociones, mientras Anthony se sujetaba tenso en su cintura viendo por toda la ciudad un poco preocupado.
Probablemente pensando en su madre.
Viajaron por Broadway en zigzag con el motor zumbando a través de la misteriosa calma. Los únicos sonidos eran timbres ocasionales de teléfonos celulares, como si se llamaran unos a otros, como si New York se hubiera transformado en un aviario electrónico gigante.
Su progreso era lento.
Muy seguido se topaban con peatones caídos en su sueño justo enfrente de un coche, y los movían para mantenerlos seguros.
Una vez se detuvieron a extinguir un carrito de pretzels que se estaba incendiando, todos dejaron que Percy lo hiciera mientras lo animaban ruidosamente haciendo que este se quejara. Unos minutos después se tuvieron que detener a rescatar un carrito de bebe que rodaba calle abajo sin rumbo, con la ayuda de la magia de Lavender que parecía mucho más fácil de manejar.
Resultó que no había bebé en él, solo el poodle dormido de alguien.
Anthony se rió cinco minutos seguidos de la histeria y el miedo que tuvieron.
Nadie lo culpó.
Iban pasando Madison Square Park cuando Annabeth dijo:
—Detente. —Se detuvieron a mitad de la 23 Este.
Annabeth desmontó y corrió hacia el parque. Para cuando la alcanzaron estaban viendo una estatua de bronce en un pedestal de mármol rojo. Probablemente pasó por ahí con Percy un millón de veces y nunca lo miró realmente.
El tipo estaba sentado en una silla con las piernas cruzadas. Usaba un traje de un estilo pasado, estilo Abraham Lincoln, con una corbata y largos faldones y todo. Una pila de libros de bronce estaba bajo su silla. Tenía una pluma para escribir en una mano y una larga hoja de pergamino metálico en la otra.
—¿Por qué nos preocupamos por… —preguntó Theo buscando el nombre en el pedestal—, William H. Steward?
—Seward —corrigió Annabeth—. Fue un alcalde de New York. Semidiós menor, hijo de Hebe, me parece. Pero eso no es importante. Es la estatua la que me interesa.
Se subió en un banco del parque y examinó la base de la estatua.
—No me digas que es un autómata —preguntó Percy.
Annabeth sonrió y Theo estaba preguntando que era autónoma, a lo cual Lavender intentó explicarle, aunque se notaba que ella tampoco sabía muy bien de su proceso. Draco vio de reojo a Anthony prestar atención y pareciendo captar mejor la idea.
Bufó.
Ravenclaws.
—En realidad la mayoría de las estatuas de la ciudad son autómatas. Dédalo las planto aquí en caso de que necesitara un ejército.
«¿Ejército?», la pregunta vino de un susurro preocupado de Anthony a su lado, sosteniendo la daga de bronce celestial que se le había otorgado.
No era un experto, pero era mejor que nada, supuso Draco.
—¿Para atacar el Olimpo o defenderlo? —preguntó Draco curioso, recibió una mala mirada de Percy y le dio una inocente.
Annabeth sonrió.
—Cualquiera de las dos. Este era el plan 23. Él podía activar una estatua y esta comenzaría a activar las demás en toda la ciudad hasta formar un ejército. Es peligroso, creo. Sabes lo impredecibles que son los autómatas.
—¿Estás pensando seriamente en activarla?
—Tengo las notas de Dédalo —dijo—. Creo que puedo… ah, aquí vamos.
Presionó la punta de la bota de Seward, y la estatua se puso de pie, su pluma y papel preparados.
—¿Qué va a hacer? —preguntó Lavender con ojos curiosos.
—¿Escribir un memorándum? —preguntó Percy y Theo soltó una risa que Draco silencio con la mirada.
—Estamos condenados —susurró Anthony.
—Sshh —dijo Annabeth—. Hola, William.
—Bill —sugirió Lavender emocionada.
—Bill… oh, cállate —les dijo Annabeth. La estatua sacudió la cabeza, mirándonos con sus ojos lisos de metal. Annabeth se aclaró la garganta—. Hola, eh, Alcalde Seward. Secuencia de comando: Dédalo veintitrés. Defender Manhattan. Empezar activación.
Seward saltó de su pedestal. Golpeó el piso tan fuerte que sus zapatos rompieron la acera haciendo que todos saltaran un poco.
Luego se fue tintineando hacia el este.
—Probablemente va a despertar a Confucio —supuso Annabeth.
—¿Qué? —pregunto al tiempo que Theo saltaba emocionado.
—Otra estatua, en División. El punto es, que seguirán despertando a otras hasta que estén todas activadas.
—¿Y luego?
—Esperemos que defiendan Manhattan.
—¿Ellas saben que nosotros no somos el enemigo?
—Eso creo.
—Es tranquilizante.
No, no lo era, pero Draco se subió a la motocicleta porque ocupaban recuperar terreno. Aunque Hogwarts tenía muchas cosas interesantes, luego de este verano duda que pueda encontrar algo que pueda sorprenderlo luego de este día.
Entonces una bola de luz verde explotó en el cielo nocturno.
Fuego Griego, en algún lugar del río Este.
—Tenemos que apresurarnos —dijo Lavender subiendo a su motocicleta antes de retomar el camino.
Se estacionaron afuera del parque Battery, en el punto más bajo de Manhattan donde los ríos Hudson y Este se juntan y desembocan en la bahía.
—Esperen aquí —les dijo a Percy antes de acercarse a la orilla y sumergirse.
Cosas de hijo de Poseidón, Draco no se sintió cómodo dejándolo ir solo, especialmente cuando el teléfono de Annabeth comenzó a sonar y eso solamente significaba problemas.
La chica contestó confundida y su rostro se puso pálido.
—La cabaña de Apolo ocupa ayuda ahora —dice tensa, lo cual hizo a Draco pensar solamente en alguien.
Will.
—Maldición. —Volteó a ver el agua del río, pero supuso que Percy podría solo y si fuera el caso podría aparecerse con él.
Aunque eso podría desmayarlo.
Sí, mejor no usar eso por ahora.
—Iré yo, quédate a esperar a Percy —gruñe corriendo donde están las motocicletas, pero antes de poder ir muy lejos, siente a alguien chocar casi con su espalda, casi pierde el paso antes de sentir a Lavender contra su espalda y empujarlo a la motocicleta.
—Vamos —gruñe moviendo la motocicleta, detrás de ella Theo arrastrando a un incómodo Anthony.
Draco no tiene tiempo de quejarse.
Se sube en la motocicleta, antes de ver tenso y asentir, tienen que irse ahora.
Es hora de luchar.
Continuará…
Como en este capítulo fue mucho de la historia original, decidí dejarlo un poquito más largo, como pueden ver aunque se centró más en el canon de Percy Jackson, pudimos ver unos pequeños cambios por ahí.
Algunos ya habían adivinado que Draco se sumergiría en el estigia.
Pero la pregunta será.
¿Qué pasara con él?
La maldición de Patroclo y Aquiles unidas no puede ser algo bueno, doble maldición en este caso, también contar que, en una muy pequeña parte de él, hay sangre del estigia, así que muchas cosas se combinaron en este capítulo.
Pudimos ver un poco de este miedo de Draco de que otros le tengan miedo que se explotara más adelante.
