Creí escuchar

por Bulmapsut

:

.

.

5:00 de la madrugada. Tiempo de levantarse, tomar un breve desayuno y entrenar al borde de mis fuerzas. Una vez más, como todos los días, una vez más.

Hoy ha de ser diferente, hoy debo lograrlo, hoy… alcanzaré mi objetivo. Aquel por el cual me he desvivido todos los días desde hace más de dos años, mucho antes de que llegara el mocoso saiyajin a avisar sobre la amenaza de los androides.

Una vez más he de intentarlo, pero me encuentro al límite. No he de volver a ver esa Cámara a riesgo de desquiciarme, destruirla, hacerla añicos. Otra estrategia, es lo que haré, buscar otra estrategia.

Me levanto y siento los músculos pesados. Piernas, brazos y tórax son como sacos rellenos de algo que no me deja moverme, punzantes, doloridos y el escozor de las cortadas y heridas es tan molesto. Humanos arcaicos… deberían contar con tanques de recuperación. Pero no, aquí hay que sanar al natural. Me resta tiempo, me resta preparación y fuerzas, me resta todas y cada una de las oportunidades para ascender.

Transformarme, eso es lo único que queda por encima de todo. Superar al bastardo. Primero alcanzarlo y así entrenar aún más para acabar con él y con este maldito planeta. Sí, maldito, porque en él he vivido todas las humillaciones posibles…. por culpa de ese clase baja. Una vez que lo logre daré fin a todas las afrentas, a todas las injurias y recuperaré el honor que me arrebató ese "terrícola". Lo juro por mi maltrecho honor, si no, no he de llamarme príncipe saiyajin.

Se me han agarrotado los miembros de tanto machacarlos. La vista se me nubla al erguir la cabeza y colocarme en un costado de la cama. Las olas de mareo se apoderan de mi cabeza y recuerdo la intensidad del entrenamiento de ayer. Voluntad, tenacidad, aumento elevado de gravedad, robots reflectores de ki, ataques, poderes potentes y debilidad por heridas es una combinación que surca el filo del peligro. Esta vez no explotó la dichosa máquina como hace unos meses, pero quedé tendido por un par de horas en el suelo sin poder moverme y con la gravedad oprimiendo mi pecho y embotando mis sentidos, mientras desfilaban por mi cabeza numerosas escenas y personas, entre los más recurrentes esa lagartija y Kakarotto… y de pronto ahí estaba e-e…

¡Al diablo con todo! ¡Nada ha salido como lo esperaba! ¡Sigo atascado en este planeta de mierda con el constante recordatorio de que no soy el más fuerte del universo! Como de costumbre…

No me calzo los zapatos deportivos. No me visto la ropa de entrenamiento. Camino a tientas al baño y enciendo la luz… ojalá fuese así de fácil borrar las tinieblas de mi vida. Frente al espejo examino mi rostro. Lo que queda ahí no es lo que fue y no sabe lo que será, sólo es un par de ojos cansinos y una máscara impasible de resolución tediosa. Sí, he de entrenar, pero me niego, incluso mi cuerpo se niega, se subleva contra mí…y mi alma… mi alma también.

¿Qué me pasa?, que siento un calor dentro del estómago que sube lentamente y quema mi garganta. Me revuelve una impotencia y se cuela hasta mis huesos. ¿Es esto todo? ¿No queda más? No me atrevo siquiera a voltear a ver mi reflejo. Sé que no me gustará lo que vea… ¡no lo aguanto, no lo soporto! Sin siquiera sentirlo un puño se estrella contra el vidrio frente a mí, reduciéndolo a pedazos. Luego doy otro puñetazo, y otro, y otro más. No lo puedo controlar. No puedo seguir aquí… necesito… necesito algo que…

Regreso a la habitación para vestirme rápidamente y sin siquiera una segunda mirada sigo la ruta que me sé de memoria hacia fuera, no hacia la Cámara, sino hacia fuera del edificio, lejos de todo. Despego y me alejo, sabiendo que no quiero regresar, o más bien, no sabiendo a dónde ir, ni qué hacer, ni cómo respirar…

Pequeña, desde esta mañana

me he dejado arrastrar como un cretino

a nivel de la cuneta de las calles,

desde Montparnasse a Chateau d'Eau.

He bebido copa tras copa, tras copa

Zubrowska, Riesling, Piper.

Falto de todo, al límite de mí

he regresado a tu casa.

No supe cómo fue que mis pies me re-direccionaron al edificio, al conocido jardín de flores multicolores y extravagantes, las que tú y esa mujer terrícola que llamas madre cuidan con esmero. No lo pensé dos veces, tampoco es que pudiese pensar claramente. Sabía que allí se encargarían de mis heridas y de paso tal vez pudiesen hacer algo por sanar este escozor que me consumía las entrañas. De algún modo sabía que allí era bienvenido.

Y ahí estabas tú, tan solícita como siempre, tan condescendiente, a pesar del estado en el que llegué, a pesar de mis bruscos intentos de besarte… tan suave, tan cálida, tan pacífica. Entre tus brazos encontré el único resquicio de paz y beneficio. Siempre tan ávida, tan pronta.

Te cargo hacia mi lecho y recuerdo las veces en que tú y yo jugamos a seducirnos, a embaucarnos hacia una nube de besos y caricias juguetonas, salvajes, pasionales. Para mí eran una distracción de los arduos y cansados entrenamientos. Para ti… nunca supe lo que era para ti, pero en tus ojos veía que eran parte de un reto, ¿de cuál? En estos momentos no puedo dilucidar el para qué. ¿Era un reto por demostrar que podías hacerme caer, que ni siquiera un saiyajin se resistiría ante tus encantos? ¿O era el reto de hacerme ver que los humanos no eran tan insignificantes como pensaba, de hacerme dependiente de tu cuerpo tan risiblemente frágil pero endemoniadamente audaz? Jamás pensé que se desarrollaría de esta manera, lo que en un inicio fueron intentos de hacer ceder a mis pies aquel carácter tuyo: férreo, tozudo, altivo, se convirtió en un hábito dopante y… normal, casi… ¡rayos!… casi una necesidad…

Hechicera.

Yo, sólo deseaba un cuerpo,
sólo buscaba unos brazos,
una cama de consuelo,
delicias bajo las sábanas,
pero, ¡ay de mí!, en vez de eso:

Creí escuchar: 'te amo',
pensé: 'es problema suyo'.
Creí escuchar: 'te amo',
pensé: 'es problema suyo'.

Tú supiste desde el principio que lo nuestro no era nada especial, solamente un escape a nuestras debilidades, una necesidad que surgía entre los dos en forma de toque de electricidad, pero nada más. No me pidas ahora que te responda como no voy a hacerlo. No quieras convertirnos en una relación de afectos cuando somos únicamente un instante de ardor. Déjalo como está, así de sencillo, de natural, sin complicaciones, fluido como nuestros besos, terso como tu piel, liso como tu cabello sedoso. No insistas, ni siquiera te atrevas a mencionarlo. No arruines el momento tratando de colocarlo en una mística ilusión. Te lo prohíbo. Te lo exijo. No lo digas… no lo pienses… no lo sientas…no…

Poco importa que lo creas,
Poco importa que yo lo sepa.
Al límite de mí, falto de todo…
pero nada de 'eso' entre nosotros.

-o-o-o-o-o-o-

Sus manos cálidas y ásperas me provocan, su cuerpo compacto me provoca, sus ojos fieros me provocan y ese aroma suyo… Me hacen olvidar lo que es —lo que peligrosamente es— y se añade a esa mezcla atractiva el saber que me desea, que inconscientemente me desea más de lo que se admite. No sólo físicamente, también le atrae mi forma de ser, mi alma humana, límpida y pacífica. Se ha cuidado bien de demostrármelo y yo he caído en su embuste, me hizo pensar que únicamente me valoraba como un pasatiempo encandilador y preferido, pero pasa tiempo a fin de cuentas. Sin embargo, ahora que se descubre una milésima aquella emoción en sus ojos —pues como bien dicen: el vino hace hablar al corazón— la nube de "peros" y pretextos para con mis propios sentimientos se desvanece y sale a flote lo que yo misma me negaba a reconocer.

Estoy de acuerdo con ser un cuerpo.
Ofrecerte mis brazos ¿por qué no?
mi cama, vale, otra vez
para en juego ensuciar las sábanas,
pero me temo que para eso:

tendrás que escuchar 'te amo',
tendrás que escuchar 'te amo'.

Se lo digo así tal cual, a rajatabla y muerdo mis labios por ello. No me he dado cuenta que lo hacía, no lo he querido ni lo he planeado, pero al decirlo desaparece aquél peso que me aprisiona. Es que yo siempre he sido así, fácil de dar mi cariño y mi afecto y este saqueador se lo ha robado todo, a pesar de él, muy a pesar de él. Es al momento de decirlo cuando se asienta en mí la resolución. Sí, lo hago y tendrá que arreglárselas con ello, le guste o no, lo quiera o no, lo sienta o no.

V- Guarda silencio un poco, pequeño tesoro.

B- Lo tienes todo mal, una vez más.

Soy demasiado valiosa, ¡a ver aléjate!

V- De acuerdo, pero nada de 'eso' entre nosotros.

:

B- Ser un cuerpo, de acuerdo…

:

V- Sólo buscaba un par de brazos…

:

B- Mi cama, vale, de acuerdo…

:

V- Delicias bajo las sábanas…

:

B- Pero me temo que para todo eso
tendrás que escuchar…

:

-o-o-o-o-o-o-o-o-o-

.

.

.

La canción original es J'ai cru entendre ("Creí escuchar") de la película "Chansons d'amour". La escena final y esta canción (porque me recordó a esta pareja), es lo único rescatable de la misma —pero bueno, en gustos se rompen géneros, algo así literal— así que perdonarán esta pequeña debilidad de cambiar la letra original y adaptarla para esta pareja.