Cap 9

El sol comenzaba a despuntar en el horizonte, llenando la habitación con una cálida luz dorada. Los primeros rayos acariciaban suavemente el futón, iluminando la escena. Ranma despertó lentamente, con una ligera sombra de confusión revoloteando en su mente y un calor que lo envolvía. Parpadeó un par de veces, aún algo desorientado, antes de dirigir la vista hacia la fuente de ese calor que lo sofocaba y había interrumpido su sueño.

Allí estaba ella, su prometida, completamente desnuda sobre él. Su piel suave y cálida descansaba contra la suya, también expuesta. Ella dormía plácidamente, su respiración era tranquila, un vaivén suave y rítmico, completamente ajena al mundo que los rodeaba. La paz en su rostro era tal que parecía alejada de cualquier preocupación.

Es real... de verdad ocurrió, pensó Ranma mientras sus recuerdos se ordenaban lentamente en su mente. Mientras la observaba, su pecho se llenaba de una mezcla de emociones: asombro, alegría, e incluso un leve nerviosismo. Aún asimilaba lo que había pasado entre ellos, las caricias, los besos, el calor compartido. Era imposible negarlo: ese momento, tan íntimo, había sucedido y estaba frente a él, reflejado en la imagen de su prometida durmiendo sobre su cuerpo.

Luego de contemplarla por unos momentos, convencido de que no seguía soñando, una suave sonrisa apareció en el rostro de Ranma al ver un mechón travieso cubriendo la cara de Akane. Con ternura, lo apartó, revelando sus facciones relajadas y serenas. Se quedó un instante más, disfrutando de la visión de su prometida descansando pacíficamente. Con sumo cuidado, se levantó, procurando no despertarla, y la arropó bien con la manta antes de dirigirse hacia el ofuro.

Mientras caminaba por la casa en silencio, su mente no dejaba de girar en torno a lo sucedido la noche anterior. Cada detalle, cada toque y susurro seguía tan vívido como el momento en que había ocurrido. No puedo creer que realmente pasó... pensó con emoción creciente, mientras el sonido del agua llenaba el pequeño espacio del baño. A medida que el vapor comenzaba a envolverlo, Ranma dejó escapar un suspiro, recordando no solo la pasión compartida, sino también el lado intenso de Akane, su enojo transformado en una especie de castigo que, sorprendentemente, lo había afectado de una manera extrañamente placentera.

Al salir del agua caliente y secarse el cuerpo, Ranma se acercó al espejo, observando su reflejo con curiosidad. No fue sorpresa encontrar los vestigios del "castigo" de su prometida sobre su mejilla: una zona de forma irregular enrojecida, donde aún se distinguían los tenues rastros de algunos dedos marcados en su piel. A pesar del evidente maltrato, y a diferencia de otras veces donde también había quedado con la mejilla en ese estado, una sonrisa traviesa apareció en sus labios, un reflejo involuntario de su satisfacción. Valió la pena, pensó, sus ojos brillando con una mezcla de diversión y autocomplacencia.

Ya vestido, Ranma regresó a la habitación en silencio. Sabía que aún era temprano, y no quería interrumpir el descanso de Akane antes de tiempo. Se sentó a su lado en el futón y comenzó a acariciar suavemente su rostro, su mano deslizándose con ternura por sus mejillas. El contacto era delicado, casi reverente, como si quisiera prolongar el momento lo máximo posible.

Pasaron varios minutos, durante los cuales él no dejó de acariciarla, su atención completamente centrada en cada línea de su cara y el ritmo de su respiración. Finalmente, ella abrió los ojos lentamente, aún entre sueños, encontrándose con la cálida y gentil mirada de Ranma, quien le sonreía dulcemente.

—Buenos días, Akane, ¿cómo estás? —preguntó Ranma con una sonrisa, inclinando su cabeza, luciendo muy adorable a los ojos de ella.

—Buenos días, Ranma —respondió ella, con los ojos brillando de felicidad al verlo. Se sentó sobre el futón, estirándose un poco, pero frunció el ceño cuando un ligero escozor recorrió su cuerpo por el roce de las sábanas.

—Creo que me duelen un poco mis… mis pezones —admitió, su tono suave pero travieso. A pesar de la incomodidad, una sonrisa cruzó su rostro—. Fuiste un poco rudo con ellos.

Ranma, ruborizado, bajó la mirada hacia los pezones de su prometida. En efecto, estaban irritados y enrojecidos por la intensa actividad a la que habían sido sometidos la noche anterior. Sintió una mezcla de culpa y diversión, pero no arrepentimiento. A pesar de la situación, una sonrisa se dibujó en sus labios.

—L… lo siento, seré más cuidadoso la próxima vez —dijo Ranma, intentando sonar sincero—. El baño ya está listo para ti. Puedo aplicarte una pomada para aliviar la irritación cuando estés lista, si gustas.

Akane miró sus pechos y rozó uno de los pezones con un dedo, acción que no pasó desapercibida para Ranma, avivando su interés. Ella sintió un ardor incluso con el tacto más suave.

—Sí, creo que la necesito. Creo que no estaba acostumbrada a tanto "estímulo" —dijo, algo afligida. Luego, fijó su mirada en Ranma, evidenciando la mejilla enrojecida de él, que resaltaba por encima de su rubor, aquello le hizo olvidar sus propias molestias. Quizás se sentía algo apenada por haberlo golpeado tantas veces tan fuerte. —¿Cómo estás tú, Ranma? ¿Te duele mucho tu mejilla?

—Akane, respecto a lo de la noche del viernes... —comenzó Ranma, su voz cargada de seriedad.

Su sonrisa se desvaneció, y Ranma sintió nuevamente una oleada de culpa. Sabía que debían aclarar lo sucedido, pero la reacción de ella la noche anterior no había dejado las cosas del todo claras.

—Lamento recordártelo de nuevo, pero quería pedirte nuevamente perdón —dijo con una expresión de arrepentimiento genuino.

—No sé, es extraño —respondió, su mirada reflejando confusión.

—Prometo que no volverá a ocurrir, Akane —añadió Ranma, claramente alterado por la reacción de su prometida.

—No es eso, es solo… que tengo sentimientos encontrados —explicó, haciendo una pausa como si sintiera vergüenza.

Ranma la miró, sin saber qué decir, temiendo que su prometida no pudiera perdonarlo.

—Sé que lo que hiciste estuvo mal y que debería estar furiosa. Pero la verdad es que… —hizo otra pausa, luchando por encontrar las palabras —me gusta saber que solo yo te hago sentir así y que no ha pasado con nadie más.

Ranma esbozó una leve sonrisa ante su palabras, pero pronto se desvaneció, reemplazada por una expresión de tristeza. Con la mirada baja, dijo:

—De todas maneras, no era la forma correcta de actuar. Lo correcto era tener tu permiso y que estuvieras consciente. No como un abusador pervertido cualquiera, Akane.

Visiblemente sonrojada y con la mirada en el suelo, levantó la vista con suma vergüenza. Su voz temblaba un poco cuando habló.

—La verdad es que no me molesta si quieres tocarme mientras duermo. Incluso si quieres... tener relaciones conmigo mientras estoy dormida, siempre y cuando me cuides. —Se mordió el labio, sintiendo cómo el calor subía a sus mejillas. —Si eres tú, está bien.

Ranma quedó boquiabierto, sus ojos se agrandaron y su rostro se tornó rojo. No podía creer lo que acababa de escuchar y sentía una mezcla de sorpresa y vergüenza.

—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó, su voz temblando con incredulidad, casi se había caído por la sorpresa. Akane debía estar loca, las hormonas le están bloqueando el buen juicio, aseguraba su inconsciente.

Ella suspiró, con una expresión de angustia y desesperación en su rostro. Sus mejillas estaban ardiendo mientras intentaba articular sus sentimientos.

—Es solo que... algún día, me gustaría despertar "sintiéndote", al menos una vez en mi vida. —Se ruborizó aún más, evitando mirar a Ranma por la vergüenza. Sentía que posiblemente la pervertida era ella.

Ranma soltó una risa irónica al escuchar aquella respuesta. Aunque parecía que estaba confirmando que ella había perdido la cabeza, no le molestaba en lo más mínimo. Ella, por otro lado, frunció el ceño ante su risa, sintiéndose ofendida.

—Perdón —se disculpó Ranma—. Es solo que eres realmente difícil de despertar. No sé si "sentirme" sea capaz de despertarte, considerando que estuve 20 minutos acariciando tu cabello y tus manos antes de que despertaras hoy, y realmente creo que solo despertaste porque se acercaba la hora en la que estás acostumbrada a despertar y no porque te hiciera cariño. Por cierto, no me pareció "adecuado" que te despertaras sola después de lo de anoche, por eso me quedé a tu lado.

Akane, al principio molesta por la risa de Ranma, sintió un escalofrío recorrer su espalda cuando un pensamiento inesperado cruzó por su mente. Su rostro palideció ante la idea que estaba comenzando a formar en sus pensamientos.

—¿Qué ocurre, Akane? —preguntó, alarmado al ver cómo el rostro de su prometida se descomponía.

—¡RANMA! —gritó, totalmente asustada—. ¿Qué pasa si alguien más me ha tocado y yo no me he dado cuenta porque no despierto? ¿Y si el maestro Happosai me ha…?

—¡No! Ni lo pienses, Akane. No debes preocuparte por eso —dijo Ranma mientras la tomaba por los hombros y la atraía a sus brazos, buscando distraerla de sus pensamientos—. Siempre estoy atento a lo que ocurre en tu cuarto cuando duermes para que nadie te haga daño. Vigilo constantemente a ese viejo degenerado. Especialmente desde aquella vez que te sacó durmiendo de tu habitación porque "quería dormir contigo". Y antes de que lo preguntes, no alcanzó a hacerte nada—. comentó mientras le daba un beso en la coronilla. Luego de un sonoro suspiro, agregó: —Es estúpidamente irónico y decepcionante… nadie se ha aprovechado de ti; te he tratado de cuidar de todos, pero se me olvidó cuidarte de mí mismo.

Ranma no le diría a Akane que también vigilaba a Ryoga cuando se transformaba en P—Chan. Antes de dormirse, se concentraba en detectar energías y auras para identificar cualquier irregularidad. Incluso, cuando su prometida dormía con el cerdo, su inconsciente lo despertaba varias veces durante la noche para asegurarse de que Ryoga no intentara nada. Afortunadamente, Ryoga nunca intentó aprovecharse de ella. Cada vez que corroboraba, el cerdo simplemente dormía.

Suspiró aliviada y se sintió mucho más tranquila al saberse segura. Acarició suavemente la mejilla magullada de Ranma, su dedo recorriendo las marcas visibles de la bofetada con una ternura que contrastaba con el dolor que él sentía. Soltó un sutil bufido, una mezcla de incomodidad y alivio ante el contacto delicado.

—Aun no me has respondido —dijo con una mirada inquisitiva y preocupada.

Ranma, entendiendo que se refería a la hinchazón en su mejilla, sonrió sin esfuerzo. —La verdad es que estoy bien, he tenido peores golpes —dijo, intentando sonar relajado. Sin embargo, no mencionó el leve escozor que sentía en su entrepierna, una consecuencia de la intensa actividad y el roce de la noche anterior. Se centró en disfrutar del momento cercano y de la cercanía con Akane, tratando de no dejar que las molestias físicas empañaran su alivio y felicidad.

Ranma se alejó momentáneamente, buscó uno de sus pijamas en la cajonera y se lo ofreció, ella inmediatamente se puso la camisa para cubrir su desnudez. Luego le ofreció una mano para ayudarle a levantarse. Se incorporó con cuidado, pero al dar el primer paso, sus piernas flaquearon levemente, Ranma la sostuvo firmemente sobre reaccionando un poco.

—¿Estás bien? —preguntó, su preocupación evidente en la voz.

—Aagg, creo que siento otro dolor—respondió tratando de sonreír y restarle importancia mientras cruzaba las piernas de forma instintiva.

—¿Te duele "allí abajo"? —inquirió Ranma con un tono de pudor.

Aunque avergonzada, entendió que no tenía sentido ocultarle nada a su prometido después de lo ocurrido. Con un pequeño suspiro, admitió:

—Creo que sí, me siento un poco adolorida allí abajo. No es mucho, no te preocupes.

—¡No puede ser, Akane! ¿Estás segura de que no es mucho? ¡Tenemos prueba de deportes hoy! —exclamó Ranma, su preocupación palpable.

—Puede que ya esté mejor para entonces —dijo con optimismo—. Además, tengo un partido de voleibol con mi equipo contra otra escuela y de verdad quiero participar. Puedo soportarlo, no es tan grave.

Ranma, aún preocupado por el bienestar de su prometida, sugirió con sinceridad:

—¿No prefieres que nos quedemos en casa y descanses?

Akane le dio un beso en la mejilla y sonrió.

—¡Debemos ir! Si no, nuestros padres recibirán una carta preguntando por qué no asistimos al examen, y eso traerá muchas preguntas. El ejercicio me ayudará a despejarme antes de los próximos exámenes—. Además no creo que descansar sea lo que realmente pase si nos quedamos, irrumpió sus pensamientos.

—Quizá no fue muy buena idea lo de anoche, considerando toda la actividad física que tendrás hoy —dijo Ranma con preocupación.

Akane bajó la mirada con nostalgia.

—N… no creas que me arrepiento de ello, bajo ningún motivo —respondió mientras levantaba el rostro de Ranma con una mano—. Es solo que… no quería perjudicarte ni hacerte daño.

—¡Pues si no quieres hacerme daño, no vuelvas a insinuar que no debimos hacer lo que hicimos anoche! —replicó molesta.

—No es eso, es solo que creo que debimos haberlo hecho mucho antes —comentó Ranma, sonriendo. —Hoy, tus ojos están más brillantes y hermosos que nunca, y parece que estás de muy buen humor, a pesar de que estuve mirando descaradamente tu trasero desnudo todo este tiempo, no me has golpeado.

El rubor en las mejillas de Akane se intensificó, y, con una risa nerviosa, le dio un pequeño empujón.

—Parece que no has aprendido nada... sigues siendo un pervertido —dijo con un tono algo molesta, pero sin evitar sonreír. —Mejor ve a calentar el desayuno. Yo iré por un baño.

—A sus órdenes —. Respondió cuadrándose divertido.

...

Mientras la pareja se dirigía a la escuela, Ranma caminaba junto a Akane, esta vez eligiendo el camino pavimentado en lugar del cercado metálico que solía recorrer. A pesar del impulso de tomarle la mano, sabía que el alboroto que causaría si alguien los veía sería inmenso. Sus pasos eran lentos, disfrutando de la tranquilidad de la mañana y del momento compartido. Ranma no podía evitar fijar su mirada en su prometida, observando cómo el sol iluminaba su cabello y acentuaba el brillo en sus ojos.

—¿Qué ocurre, Ranma? —preguntó sintiendo el peso de la mirada de su prometido y notando el rubor en sus mejillas.

—Solo pensaba en lo increíble que es saber que soy yo el que ha causado que camines así —respondió Ranma con una sonrisa pícara, sus ojos brillando con una mezcla de orgullo y ternura. Sus palabras estaban cargadas de un afecto sincero, y su mirada se mantenía fija en ella, disfrutando del momento.

—¡RANMA! —exclamó ella, su rostro enrojeciendo mientras intentaba ocultar la risa que amenazaba con escapar. La combinación de sorpresa y diversión en su expresión era palpable, y su corazón latía rápido por la mezcla de emociones.

Ranma, aun sonriendo, se pasó las manos por la cabeza en un gesto nervioso, sintiendo cómo sus palabras habían provocado una reacción tan cálida y espontánea en ella. —Otra cosa, Akane… quiero preguntarte algo.

—¿Y qué sería? —preguntó Akane, intentando desviar su rubor y su andar nervioso. Sin embargo, su esfuerzo fue en vano; la mezcla de emociones aún la afectaba.

—Me gustaría saber a quién le estás dando tus comidas de las clases de cocina —dijo Ranma, su expresión cambiando de juguetona a inquisitiva.

Frunció el ceño, claramente sorprendida por la pregunta. —¿Eeehh? —musitó, sin comprender del todo el motivo detrás de la inesperada pregunta de Ranma.

—Pues eso... —Ranma se detuvo, mirándola con atención—. Quiero saber a quién le estás dando tus comidas.

Akane titubeó, sintiendo cómo la auto decepción comenzaba a invadirla mientras su rostro perdía los colores lentamente. —¿Por qué te interesa saber a quién le doy mis comidas? —replicó, tratando de ocultar su incomodidad. —De todas formas, tú nunca las querías, da lo mismo, ¿no crees?

Una sombra de tristeza cruzó su rostro al recordar la realidad detrás de sus esfuerzos en la cocina. Ella había dejado de preparar las comidas no por falta de ganas, sino porque había perdido la esperanza de mejorar y de que Ranma alguna vez aceptara deseoso sus creaciones. Finalmente, se había rendido, desechándolas, la última sin siquiera probarla, sintiéndose derrotada en un área donde su perseverancia, que tanto la caracterizaba, había sido rota.

Continuaron caminando en silencio durante unos metros, el peso de la conversación pendiente colgando en el aire. Ranma, visiblemente nervioso, detuvo a Akane al tomarla suavemente del brazo. Su rostro estaba lleno de una mezcla de incomodidad y determinación.

—Es que... —empezó Ranma, su voz titubeante mientras desviaba la mirada—. Quiero saber... ¿hay alguien que no conozca que está interesado en ti?

Se sorprendió por la pregunta y una risa nerviosa escapó de sus labios. —Eeee... Ranma... ¿Qué importa eso? —preguntó, intentando sonar despreocupada. —Además, hacer que probaras mis comidas era todo un desafío. ¿Acaso querías comerlas tú? No lo creo... —añadió, con una nota de molestia en su voz, mientras trataba de ocultar la incomodidad y el leve resentimiento que sentía.

—¡No, por supuesto que no! ¡Cualquiera que quisiera probar tu comida, no una sino dos veces, debe estar loco! —replicó Ranma serio.

—¡¿QUÉ DIJISTE?! ¡¿Y ENTONCES QUÉ TE IMPORTA A TI QUE YO LE ESTÉ DANDO COMIDA A UN LOCO?! —exclamó Akane, con el rostro enrojecido por la furia mientras aceleraba el paso, sus pasos resonando con fuerza.

Ranma, decidido a resolver la situación, la detuvo nuevamente, pero ella lo apartó con un movimiento brusco, alegando que se hacía tarde para llegar a la escuela, sabiendo que aún tenían tiempo más que de sobra. Sin embargo, Ranma se plantó frente a ella, decidido a obtener una respuesta.

—Es que… no me gusta no ser la primera persona en la que piensas cuando preparas comidas —confesó Ranma, su voz temblando ligeramente con un toque de inseguridad.

Akane se detuvo, ¿estará celoso? pensó, tratando de calmarse. —Si esa es la razón, entonces debes estar tranquilo. Yo siempre pensé en ti cuando estoy en esas molestas clases —dijo con hastío.

—¡Bien! Supongo que es una respuesta, pero aún no me dices a quién se las das —insistió Ranma, claramente insatisfecho.

Ella frustrada, gritó con intensidad: —¡DIOS! ¡QUÉ INSISTENTE…! ¡NO SE LAS DABA A NADIE, SOLO LAS BOTÉ A LA BASURA! ¡YA ESTABA ABURRIDA DE FRACASAR UNA Y OTRA VEZ ASÍ QUE SOLO ME RENDÍ! —Sus ojos comenzaron a brillar con lágrimas, su voz quebrándose por la emoción.

—¡¿QUÉ?! Pero si tú eres la niña más testaruda que conozco, ¡no es propio de ti rendirte! —exclamó Ranma, sorprendido por la revelación.

—Pues esta vez solo me rendí. Hay límites en todas las personas… —dijo Akane, su voz temblando mientras trataba de contener las lágrimas. —Ya no quería que te burlaras más de mí y ya no quería sentirme una inútil.

Ranma sintió una punzada de culpa al ver la expresión herida de su rostro. Siempre había creído que conocía bien a su prometida, que la perseverancia que tanto admiraba en ella era inquebrantable. Pero, después de lo vivido en esas últimas horas, se dio cuenta de cuánto había subestimado el impacto de sus palabras. Las críticas y el menosprecio, aunque no intencionados, habían desgastado ese espíritu que valoraba tanto en ella. Si hubiera sabido el daño que causaba, se habría detenido mucho antes.

Con el peso de la culpa sobre sus hombros, Ranma se disculpó, su voz llena de sinceridad.

—Lo siento, Akane. No sabía que mis palabras te harían dejar de intentarlo. Creí que, sin importar lo que te dijeran los demás, nunca te rendirías, que eras inquebrantable. Fui muy injusto contigo —admitió, sintiendo la necesidad de enmendar lo que había hecho—. Te propongo algo… cocinemos juntos, sin presiones ni competencia, solo disfrutando el momento —añadió, esbozando una sonrisa que buscaba reconfortarla, dejando en claro que esta vez quería estar a su lado de una forma más cercana y comprensiva.

Ranma, decidido, buscó el contacto visual con Akane, intentando transmitirle lo mucho que significaba para él hacer las cosas bien. Tras asegurarse de que no había nadie alrededor, respiró hondo y, con todo el valor que pudo reunir, se inclinó para darle un suave y rápido beso en los labios, algo que jamás habría imaginado hacer en público.

—No acepto un no como respuesta —añadió con firmeza, aunque su voz ahora irradiaba una calidez sincera.

Sorprendida y completamente abochornada por la muestra pública de afecto, reaccionó como solo ella lo haría: le dio un golpe con su bolso, un gesto suave pero significativo que dejaba en claro su mezcla de emociones y el bochorno de estar a plena vista.

Mientras Ranma se sobaba la cabeza, una sonrisa se dibujó en su rostro al pensar: Si fuera de otra forma, ella no sería Akane.