Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del webtoon y la novela "La emperatriz divorciada" de Alphatart y con arte de Sumpul, yo solo busco entretener y que más personas conozcan esta historia.
Capítulo 424. El Baño (1)
Mientras tanto, en el Imperio Oriental, Jasper recibía la magia curativa de Astoria.
En principio, Astoria debería haber llegado unos días antes, pero nada más salir del Imperio Occidental, cayeron fuertes lluvias en el camino que la retrasaron. Ahora es que finalmente pudo usar su magia curativa en Jasper.
—… ¿Cómo se encuentra?
Cuando Astoria exhaló y bajó las manos al terminar de usar su magia curativa, el Marqués Karl, que había observado con nerviosismo toda la escena, se apresuró a preguntar.
—¿Crees que Su Majestad se recuperará?
—No sé la respuesta a esa pregunta. Nunca he estudiado medicina, Marqués. Solo vertí mi mana sobre su cuerpo. Sus hombros, brazos y piernas están definitivamente curados.
—Ah, es cierto.
El Marqués Karl le acercó personalmente una silla a Astoria para que descansara y miró al Emperador Jasper con las manos fuertemente entrelazadas.
Jasper, que ahora tenía los recuerdos del Príncipe Heredero, estaba sentado en la cama con los ojos cerrados.
—¿Su Majestad...?
El Marqués Karl llamó cuidadosamente a Jasper.
El médico del palacio había dicho que la doble personalidad de Jasper tal vez se debía a un problema mental.
A simple vista, Jasper no había sufrido ningún golpe serio en la cabeza, por lo que el Marqués Karl coincidía con el médico del palacio. Aun así, todavía tenía una pequeña esperanza.
Eventualmente, Jasper abrió sus ojos. Incluso Astoria, que se abanicaba con una mano en la silla, miró a Jasper con curiosidad.
—Es inútil.
Pero las palabras que salieron de la boca de Jasper fueron rotundas.
Los hombros del Marqués de Karl, levantados por la expectativa, volvieron a decaer.
Jasper se encogió de hombros y tomó con calma un sorbo del café que tenía a su lado.
—Es un problema mental.
Jasper, que admitió sin vacilar que había enloquecido, preguntó al médico del palacio que estaba cerca,
—Médico del palacio, mi mente sólo estará mejor cuando vea a Isabella. Es lo más probable, ¿cierto?
El Marqués Karl y Astoria lo miraron al mismo tiempo. El médico del palacio sacudió la cabeza con una expresión reacia.
—Nunca dije que fuera lo más probable...
—¿Médico del palacio?
—… Pero para resolver el problema de Su Majestad, lo ideal sería ver a las personas que le causaron mayor conmoción.
Quienes causaron mayor conmoción a Su Majestad fueron Glorym y Isabella.
Ese pensamiento vino a la mente del Marqués Karl.
No había forma de encontrar a Glorym. Así que... no había otra opción que pedir ayuda a la Emperatriz Isabella a pesar de lo vergonzoso que sería.
Edward parpadeó un par de veces y preguntó.
—¿Es fácil?
Ya había hecho esa pregunta tres veces.
—Sí.
Y la he respondido tres veces.
No obstante, Edward todavía tenía una expresión de desconcierto. Parecía pensar, '¿realmente hay una manera de resolverlo?'
Sí, hay una manera. Pero primero...
—Necesito que me aclares algunas cosas.
—Dime, Reina.
—¿Sabes por qué el dragón de agua siempre destruye la represa?
Edward sacudió la cabeza con impotencia.
—Si lo supiera, habría buscado la manera de resolverlo, pero no lo sé.
Después de terminar de hablar, Edward preguntó inmediatamente como si se hubiera llegado a una comprensión.
—Oh, ¿sabes cuál es el motivo?
—Sin duda sería bueno saberlo, pero no cambia nada no saberlo.
—¿Qué?
Los ojos de Edward se movían de un lado a otro. Parecía no entender mis palabras. Sin embargo, se lo explicaré más adelante. Todavía tenía otras preguntas que hacer.
Los dragones tenían una inteligencia extraordinaria. Eran capaces de comunicarse perfectamente. No sé por qué este dragón se comportaba de forma tan violenta.
Bueno. Para que la otra parte esté dispuesta a hablar, uno debe mostrarse generoso.
—¿Alguna vez has pedido al dragón de agua que no destruya la represa?
—Por supuesto.
Edward respondió con una sonrisa amarga.
—Incluso construí un altar y le supliqué que no lo hiciera. También le ofrecí bastantes joyas de las que les gustan a los dragones.
—¿No funcionó?
—No. Sólo salió del agua convertido en persona para llevarse las joyas, y después volvió a derrumbar la represa.
—Para empezar, está claro que el dragón de agua está enojado. Sólo espera a que la represa esté terminada para destruirla. Incluso si le piden hablar, derrumba la represa.
—Sí. No sé si su nido se estrecha a causa de la represa, si odia la represa por lo ruidosa que es su construcción, o si simplemente no quiere ver la represa.
—Entonces, básicamente el problema es que al dragón de agua no le gusta la represa.
—Exactamente.
—Entonces haremos que le guste la represa.
—¿Qué?
Creo que Edward ha dicho, '¿Qué?' muchas veces. Luego, Edward preguntó confundido.
—¿Hay alguna manera de hacerlo?
... Realmente la hay y es muy fácil. Con esta solución, ese pueblo no tendrá que preocuparse más por las inundaciones.
—La próxima vez que construyamos la represa, la cubriremos completamente de joyas.
—… ¿Qué?
Quisiera saber el número de veces que Edward ha dicho, '¿Qué?'
Por su expresión mortalmente pálida, parecía encontrarlo una idea descabellada.
¿Sonaban tan absurdas mis palabras? Mi razonamiento no era nada extraño.
—Edward. A los dragones les encantan las joyas, ¿cierto?
—Así es.
—Puede que algunos dragones sean diferentes, pero el dragón de agua en cuestión no es un dragón inusual, ya que se llevó todas las joyas incluso enojado. Así que también le encantará la Represa de Joyas. Si construimos una represa que le guste, no la destruirá.
—Tienes razón, Reina. ¿Pero no sería demasiado costoso?
—Costará mucho menos que construir una nueva represa cada año durante décadas.
Nadie sabe con exactitud el tiempo de vida de los dragones, pero se dice que es de al menos miles de años.
Eso quiere decir que, si el conflicto de la represa continúa, serán las personas quienes no lo soportarán.
Edward abrió la boca, me miró aturdido y murmuró—Represa de Joyas...
NOTA:
Según mis calculos Edward dijo "Que" 5 veces.
