Capítulo IV: Dos luciérnagas solitarias.

Los reflectores iluminaban la cancha, la misma que pronto sería ocupada por los equipos rivales que competirían por un mejor lugar en la tabla de posiciones. Por otra parte, los fanáticos estaban tan emocionados que lanzaban gritos y silbidos que mostraban su emoción.

Algo que estaba a punto de enloquecer a Aoi.

–Cambia esa cara, Aoi. –Sugería un animado Inosuke más extrovertido que de costumbre. –Te vas a poner más vieja.

Esa maldita vocecilla era lo que más le irritaba.

–¿Quieres que cante el himno de Kawasaki también? –Preguntó sarcástica por la idiotez que acababa de decir. –Lo siento, pero no me lo sé. –Añadió mordaz.

¿Le pedía que se animara? ¡¿Cómo?! Si estaba en la barra contraria al equipo que su camiseta marcaba. Ya había escuchado hasta del mal que se iba a morir por hacer dicha acción bajo presión.

–Puedes irte si quieres, no te detengo. –Dijo Inosuke sin importancia y una malévola sonrisa surcó su rostro.

Aoi regresó a ver a la fuente de sus problemas con rabia. No podía negar que la suerte estuvo de su lado y le dio un buen argumento cuando quisieron ir a lugares separados. Le dijo que él no pensaba ir a la barra de los Alvark y que si ella se iba no se hacía responsable ni por las "barras bravas" ni de que luego no se encuentren para regresar, después de todo él tenía el vehículo y el partido acababa entrada la madrugada.

–Eres irritante. –Espetó molesta.

–Gracias. –Hashibira lo tomó como un halago.

Regresó a ver a su colega. No lucía muy animada, al contrario, tenía el ceño fruncido y los brazos cruzados. Estaba seguro de que si en esos momentos se encontraba con un alumno del instituto lo castigaría sin motivos.

–¡Muévase anciana!

Un par de mocosos pasaron atropellando a la extraña pareja e insultando a la peliazul inspectora. Terrible error. Aoi era como una granada de contacto, al más mínimo roce explotaría, sin importarle si era un niño, adulto o anciano.

–¡Alto ahí, jovencitos!

Escuchó como gritaba y los individuos pararon en seco, aterrados. ¡Si eran un par de niños! Pobres infelices.

–Debería de darles vergüenza. –Aoi empezaba con su monólogo. –No solo van atropellando a la gente, sino que, además, le faltan al respeto. ¿Qué clase de educación les dieron en sus casas? –Preguntó indignada, cruzada de brazos – ¿De qué escuela vienen?

–Cállese, vieja bruja.

El otro joven se volteó para callar a Aoi.

–Niños desvergonzados, si fueran mis hijos les rompería la mandíbula por faltar el respeto a sus mayores. –Les regañó molesta.

Inosuke miraba a sus alrededores, las personas empezaban a prestar atención a la escena que estaban montando. Vergüenza ajena estaba empezando a sentir, y pensar que eso no ocurría muy a menudo en él.

–Dirá sus nietos. Mi madre no es tan vieja. –Siguió contestando el joven. –Deberían de prohibir entrar al estadio a las ancianas.

–¿Vieja? –Aoi estaba indignada.

–Aoi, cálmate. –Pidió Inosuke notando las furiosas miradas que le dedicaban a Kanzaki.

–Debería largarse con su camiseta de los Alvark, an-ci-a-na.

–Malcriado.

Aoi tomó coraje y avanzó hacia el muchacho, el cual, se regresó y la empujó con fuerza. Hubiera caído al piso de no ser porque Inosuke se interpuso en su trayectoria y la sostuvo.

–Oye, sé que puede ser exasperante. –Intervino Inosuke, previendo que las cosas se irían de las manos si no hacía algo. –Pero no deja de ser mujer y a las mujeres no se las toca.

Aunque tal vez se merecía las palabras del niño, Kanzaki no merecía el empujón. A él, su madre le había enseñado a tratar bien a las mujeres y en su presencia nadie maltrataba a una, ni por muy duras que fueran, como Aoi.

–Llévate a tu novia de aquí.

–Es de otro equipo, lárguense.

Los gritos enardecidos de la barra no se hicieron esperar, apoyando a los revoltosos niños. Muy a su pesar, sabía que era lo mejor, aunque no lo hacía precisamente feliz.

–Vámonos, Aoi. –Se la llevó a rastras a una zona neutral.

Ahora los dos estaban que ni siquiera se regresaron a ver.

–¡Buenas noches damas y caballeros, bienvenidos al emocionante partido de Kawasaki Brave Thunders vs Alvark Tokyo!

La voz del locutor del partido hizo estremecer a todos y cada uno de los presentes que gritaron eufóricos por el inicio del esperado encuentro entre los dos grandes ídolos de Japón.

El partido estaba a punto de comenzar.


–Creímos que ya no llegarías. –Comentó Stella Agatsuma mientras pasaba a Giyuu al comedor. La mamá de Zenitsu era una mujer rubia y de ojos del mismo color que los de su hijo.

–Me disculpo por eso, pero se atravesaron algunos contratiempos. –Se excusó de forma educada y neutral, aunque a evitaba a toda costa la penetrante mirada que le dedicaban ciertos ojos color púrpura.

–¡Mamá, ya tengo hambre! –Se quejó el rubio desde su asiento en el comedor. Llevaba una hora esperando la cena.

–¡Zenitsu! –Lo regañó Nezuko.

–No se preocupen chicos, en un momento ya serviré la cena. –Habló la señora Agatsuma.

Giyuu recorrió la casa con su mirada como si buscara algo… O, mejor dicho, a alguien. Lo cual no pasó desapercibido por la mamá de Zenitsu.

–Stella, ¿dónde está mi…? –Su pregunta fue interrumpida por el sonido del timbre.

–Debe de ser ella. –Afirmó la señora Agatsuma mientras se ponía de pie para dirigirse a la cocina. –Zenitsu, ve a abrir la puerta.

–Agh… –Se quejó el rubio azotando su frente sobre la mesa y se levantó para ir a abrir la puerta. –¿Sí…? Ah, tía Tsutako. Pasa.

–Hola pequeño Zenitsu. –Lo saludó tratando de ocultar su nerviosismo con una amable sonrisa y entró al piso.

Zenitsu cerró la puerta tras de sí y soltó un largo suspiro. Que sea lo que Dios diga. Pensó.


–Entonces… ¿Ya estas mejor Nezuko? Tanjiro me comentó que tuvo que faltar porque te enfermaste. –Habló Giyuu tratando de sacar un tema de conversación.

–Así es profesor Tomioka, ya me encuentro mucho mejor. Lamento si la ausencia de mi hermano le causó algún conflicto. –Contestó Nezuko algo apenada.

–Para nada, a parte de que Tanjiro es un buen estudiante, aun les tengo aprecio a los tres. –Recordó observando a Tanjiro quien había evitado verlo a la cara desde que llegó. No podía juzgarlo, fue él quien los dejó atrás sin siquiera despedirse. –Dicho eso, pueden seguir llamándome por mi nombre cuando estemos en privado. También pueden contar con mi apoyo para lo que necesiten.

–Primero te vas dejándonos atrás y ahora regresas pretendiendo que las cosas pueden ser como antes. –Habló por primera vez Tanjiro. No pudo evitar reprocharle, por más que lo intentó.

–Esa no era mi intención… –Contestó Giyuu formando una sonrisa triste en su rostro. Nadie le dijo que sería fácil. –Sé que una disculpa no es suficiente. Pero aun así quiero que sepan que lamento la forma en como hice las cosas. En ese tiempo tenía su edad y no analicé mejor la situación.

–No tiene por qué disculparse prof… Giyuu. –Intervino Nezuko recordando llamarlo por su nombre. –Los tres entendemos que todo lo hizo por amor, ¿verdad, hermano? –Diciendo lo último pellizcando el brazo de su hermano.

–¡Auch! –Se quejó de inmediato el pelirrojo. Iba a seguir reprochando, pero se detuvo ante la mirada inquisidora de su hermana. –Como sea.

Shinobu, Kanao y Mitsuri escuchaban la conversación sin tener intenciones de intervenir. Sin embargo, hubo una parte que llamó especialmente la atención de Shinobu. ¿Tomioka se había ido por alguien más? ¿Esa era su esposa? Al parecer Zenitsu no les había compartido toda la información.

El silencio fue interrumpido por Zenitsu que entró de nuevo al comedor y se sentó junto a Nezuko.

–¿Por qué tardaste tanto? –Le susurró su amiga.

–No me tardé. Sólo saludé a la tía Tsutako.

–Buenas noches. –Se escuchó una voz femenina que entraba al comedor a la par que la señora Agatsuma.

–Hola tía Tsutako. –Saludó Tanjiro.

–Buenas noches, señora Tsutako. –Saludaron los demás con educación como era costumbre. La mujer era la mejor amiga de la madre de Zenitsu, por lo que en algunas ocasiones la veían en casa de su amigo.

Sin embargo, Shinobu sí que se sorprendió al verla a pesar de ya conocerla. Al ver a Tsutako con detenimiento, se percató de que sus ojos eran del mismo hermoso color azul que los de su adorado profesor y el color de su cabello era del mismo negro intenso. No cabía duda de que eran hermanos.

Por otro lado, Giyuu se puso de pie inmediatamente para acercarse a su hermana. Tenía tantos años sin verla.

–Giyuu… Cuanto has crecido. –Se apresuró a hablar Tsutako al ver a su hermano frente a ella.

–Hermana Tsutako… –La llamó viendo los ojos llorosos de su hermana. Ante las miradas de los presentes, no lo dudó y la abrazó. Un abrazo tan fuerte que parecía como si su vida dependiera de eso. Por fin Giyuu ya no se sentía tan solo… Había vuelto con su hermana.


Tsutako se llevó a Giyuu un momento a la cocina para estar a solas. Ella era amiga de años de Stella Agatsuma, por lo que ya conocía la casa y su amiga le había permitido que entraran a la cocina para tener un poco de privacidad.

El silencio era estremecedor, y no era para menos. Por un momento el ambiente fue conmovedor, pero luego todo se volvió algo tenso. Después de todo, llevaban un poco más de una década sin verse. Lamentablemente la presencia de los alegres invitados no ayudaba a hacer menor la tensión que ya por poco y era palpable, a pesar de que las visitas se encontraban en el comedor.

–¿Cómo está el abuelo Urokodaki, Giyuu?

Preguntó por empezar algo. Tsutako estaba comenzando a desesperarse que la conversación con su propio hermano le resultase tan dificultosa.

–Bien. Te envía saludos.

Giyuu contestó banalmente a su hermana tratando de evadir las inquisidoras miradas de Kanroji y Kocho, que lo observaban a lo lejos con tanto interés como si fuera una de las maravillas del mundo. Afortunadamente Kanao, Tanjiro, Nezuko y Zenitsu estaban demasiado inmersos en su propio mundo como para recordar su existencia.

–La abuela pregunta que cuándo los visitarás. –Acotó el hermano.

–Tal vez luego de que Zenitsu se gradué. Después de todo yo seré su madrina. –Contestó Tsutako evadiendo el mirar de su hermano menor.

–Por lo que veo tu amistad con Stella permaneció. Me sorprendí cuando me contactó para que nos reuniéramos,

–Sí, ambas trabajamos en el mismo buffet de abogados de hace diez años.

–¿Así que te quedaste con las leyes?

–Sí. Y por lo que veo tú te volviste profesor.

–Así es. –Contestó con simpleza su hermano

Fin de la conversación, como si no tuvieran otro tema de que conversar. Nuevamente, tensión. Tsutako quería decir tantas cosas, pero no sabía cómo hacerlo. Giyuu ya no era el niño que recordaba, ahora era un hombre, uno que había sufrido mucho a lo largo de su corta vida. Lo peor es que parecían más extraños que hermanos. Qué frustración.

–Giyuu, yo…

–¡Mamá! ¡Tía!, ¿ya está la comida?

Zenitsu gritó desde la mesa reclamando el ya de por sí aplazado alimento y, como si fuese una orden, el olor de su sopa de fideos especial le llegaba indicando que la comida estaba lista.

–Ya está, cariño. –Informó la madre mientras entraba a la cocina. –Tsutako, Giyuu, por favor pasen a la mesa. –Invitó la mayor.

–¿No ibas a decir algo? –Preguntó Giyuu a su hermana tratando de volver a sacar el tema.

–Yo… –Observó al hombre delante suyo. ¿Qué decirle luego de no haber estado a su lado por tantos años? No sabía. –¿Te has cortado el cabello? Se te ve diferente Giyu. –Pudo percibir la decepción que marcaban los ojos de su hermano. –No malentiendas. –Se apresuró a decir conforme se preparaba para ayudar a su amiga a servir. –Estás más guapo así, digo, siempre fuiste el más guapo. –Reafirmó. –Sólo que cuando te fuiste a París tenías el cabello corto y ahora que te veo años después, lo vuelvo a ver largo como cuando eras mi pequeño hermanito.

Giyuu ladeó una sonrisa para su hermana en señal de resignación.

Luego de la muerte de su madre, su padre se hizo cargo de ellos. Sin embargo, como Tsutako ya era mayor, solía tener diferencias con su padre, por lo que un día simplemente los abandonó dejándolo solo siendo un niño. A eso agregarle la distancia en sus años en el extranjero. La poca relación que mantenían se volvió nula.

–¿Les ayudo con algo? –Indagó deteniendo su andar, como último intento.

–No, eres el invitado. Siéntate, Giyuu. –Contestó Tsutako

Giyuu suspiró pesadamente. A su hermana aún le resultaba difícil hablar con él, tanto o más que a él abrirse con ella.


La comida estaba deliciosa. Shinobu tuvo que recordarse tres veces las normas de etiqueta para contener las ganas que tenía de alzar el plato y terminar con el residuo que se dejaba por educación en el plato de comida.

Pero ese esfuerzo no se comparaba ni un poquito con el que había tenido que hacer al rechazar tres veces, y de manera cortés, las insistencias de la señora Agatsuma de que se sirviera otro plato. Sobre todo, si a su izquierda Mitsuri ya iba por el quinto y seguía hablando de la exquisitez del platillo.

Shinobu educadamente aceptó un plato y se negó a seguir comiendo a pesar de saber que no era ninguna molestia, puesto que la comida era, por mucho, los mejores fideos que ha comido en los últimos años. Y eso que a su casa habían llegado incluso chefs italianos y ninguno había podido llegar a un sabor ni a la mitad de bueno que ése.

Dirigió su mirada al pelinegro sentado junto a ella. Afortunadamente, Giyuu declinó la oferta de su hermana de sentarse como pilar principal, para luego sentarse a su lado por ser el único puesto libre.

Giyuu iba por su tercer plato y cada que podía lo miraba descaradamente. Luego él volteaba a verla y ella se le quedaba viendo y una media sonrisa socarrona se formaba en sus labios.

–¿Te gustó la comida, Giyuu?

La mamá de Zenitsu rompió su disimulado contacto visual al reclamar la atención del profesor. ¿Qué clase de pregunta era esa? ¿Qué si le gustaba? Nadie comería tres platos de lo mismo si no le gustara.

–Deliciosa, Stella. –Halagó Giyuu, haciéndole sacar una leve sonrisa a la mujer.

–Pues entonces debo de agradecerle a Tsutako por haberme pasado su receta especial. –Comentó la rubia mientras le guiñaba un ojo a su amiga.

–Eso explica porque tenía un sabor tan familiar. –Concluyó dedicándole un amable sonrisa a su hermana.

–Fue idea de ella servir esta cena. Me contó cuando le insistías que preparara esto cuando eras un niño –Agregó la señora.

–¿Es el favorito del profesor Tomioka, señora Tsutako?

Shinobu no pudo encontrar mejor momento para ser parte activa de una conversación entre Giyuu y su hermana. Y qué mejor que con una inocente y curiosa pregunta.

–Así es. –Contestó Tsutako con aires nostálgicos. –Giyuu solía exigirme que le hiciera sus fideos especiales cuando era un niño.

–¿Fideos especiales? –Preguntó curiosa. ¿Acaso no eran simples fideos extremadamente deliciosos?

–Sí, ¿o saben igual que los fideos de otros lados? –Preguntó sagaz a sabiendas que su plato era especial.

–No, definitivamente no.

–Supongo que Kanao y tú estarán acostumbradas a lo que les hace su mamá, pero estos que acabas de comer tienen ciertos ingredientes de más, unos cuantos menos y un ingrediente secreto, único y especial. –Intervino la mamá de Zenitsu.

¡Ja! ¿Su madre cocinando para ellas? Dudaba que su madre supiese si ha comido o no diariamente. Es más, le daría lo mismo si la viera vomitando en el retrete con tal de obtener mejor figura.

–¿Cuál es? –Preguntó a Tsutako ansiosa de saber.

–Si te lo digo, dejaría de ser secreto, ¿no crees? –Acotó Tsutako guiñándole un ojo.

–No lo quiso compartir ni con mi abuela. –Giyuu intervino en la conversación. –No se lo dirá a nadie. Aunque claro, ahora a excepción de Stella. –Agregó convencido. –Pero siempre consentía a su novio antes que a mí. –Concluyó Tomioka de forma burlesca provocando un sonrojo en su hermana.

–¿Acaso era celoso, profesor? –Lanzó la pregunta directa, sorprendiendo a los dos hermanos. –No me lo imaginaba en esa faceta.

Pero fue Tsutako la que, como si le hubiesen dado cuerda, contestó:

–Todos los niños pequeños sienten celos cuando sus hermanas llegan a tener algún novio. –Empezó a explicar Tsutako. –Pero nunca vi a alguien más celoso que Giyuu. A pesar de tener ya nueve años cuando yo tuve a mi primer novio en la universidad, muchas veces se comportaba como un niño de tres cuando estaba con mi pareja.

–Francamente, lo detestaba. –Confesó Giyuu mientras su hermana negaba con la cabeza.

Después de un momento de platicas en la mesa, los jóvenes habían decidido irse a la sala para dejar un momento a solas a los tres mayores.

–Voy por el postre. –Anunció Tsutako mientras se dirigía a la cocina.

–¿Ahora sí puedo ayudarte, hermana?

Preguntó Giyuu, sorprendiendo a su hermana, la misma que inmediatamente empezó a revolver el postre que preparaba para servir.

–No Giyuu. Ya te lo dije, tú eres el invitado de hoy y un invitado muy especial. –Le calmó su hermana, procurando concentrarse en el dulce que había llevado.

–¿Qué es? –Preguntó Giyuu refiriéndose al postre que degustarían.

–Oshiruko. –Fue su única respuesta.

Giyuu captó el olor del Oshiruko desde que llegó su hermana, sin embargo, necesitaba confirmarlo antes de emocionarse internamente por el familiar y delicioso olor de su postre favorito hecho por su hermana. Además, el simple olor le hizo recordar aquellos buenos recuerdos de su infancia compartida con su hermana.

–Gracias, hermana.

La conversación no podía seguir únicamente a base de pequeñas frases entre ellos.

–No te imaginas cuanto Oshiruko comí tratando de encontrar alguno que se parezca al tuyo, ni tampoco cuantos intentos fallidos hicieron la abuela y Alice. –Recordó el joven de ojos azules con nostalgia. –¿Por qué nunca quisiste compartir tu receta?

El postre estaba colocado en sus platos, listo para ser degustado y Tsutako Tomioka giró su rostro regalándole una sincera sonrisa a su querido hermano.

–Quería que al menos tuvieses un motivo para visitarme de vez en cuando, pero, ni siquiera eso funcionó. –Explicó cabizbaja, marchándose rápidamente a servir a los invitados sin decir palabra a su hermano menor.

Llegó muy rápido y procedió a servir un plato para su amiga, uno para ella y otro para Giyuu. Solo comerían los tres, aunque aún no supieran como hablarse mutuamente y agradecía profundamente a su amiga por no dejarla sola, la cual le dedicaba miradas de ánimo.

Pero ambos hermanos coincidían en que ese no era el momento para charlar. Después de todo, Giyuu había vuelto y el tiempo les sobraría para hablar, con paciencia.

Por ahora lo más importante era que estaban juntos, en lo posible. Un día, cuando el resentimiento saliera de su pecho y se recuperase de sus viejas y nuevas heridas, se enfrentaría cara a cara con su hermana mayor y le haría esa breve pregunta que había mantenido por años en lo más profundo de sus pensamientos.

"¿Por qué?"


En la sala, Mitsuri se encargaba de hacer lo que mejor hacía: hablar. Era increíble cómo no paraba por ningún motivo. En los escasos veinte últimos minutos había pasado de temas tan triviales como que el verde estaba a punto de ser el nuevo negro, según ella, algo que Shinobu refutó vehementemente.

–Entonces Zenitsu… ¿Se podría decir que el profesor Tomioka es tu tío? –Habló Shinobu para burlarse de su amigo. –O, ¿sigue siendo su hermano mayor? –Haciendo también esa pregunta para Tanjiro y Nezuko.

–Ninguno de los dos. –Reprochó Zenitsu. –A la única que considero como mi tía es a Tsutako. Ella ha formado parte de mi vida desde que tengo memoria.

–La verdad es que a veces no entiendo muchas cosas, pero me atrevería a decir que apreciaban mucho al profesor como para no poder perdonar que se haya ido. –Intervino esta vez Mitsuri. –¿O no es así, Nezuko?

–Sí conviví varias veces con Inosuke y Giyuu. Sin embargo, yo no formé un vínculo con él tan fuerte como Tanjiro y Zenitsu. Ambos siempre estaban detrás de ellos. –Recordó Nezuko. –Cuando éramos niños solo entendimos que se fue y ya. Pero considero que fue muy romántico dejar toda tu vida atrás para buscar al amor de su vida. –Reconoció con aires soñadores. –Deberíamos respetar su decisión.

Lo último lo dijo en forma de reproche observando a Tanjiro y Zenitsu.

–No lo odio por eso… –Habló por fin Tanjiro emitiendo un sonoro suspiro. –La verdad es que soy un remolino de emociones. Me da gusto volver a verlo porque creí que jamás aparecería. Pero entonces recuerdo como fue muy fácil para él dejarnos atrás, y la tristeza regresa.

–Puede que también haya resentido su partida. Sin embargo, yo no olvido como Tsutako lloraba en cada oportunidad. –Agregó Zenitsu.

Todos quedaron en total silencio sin saber qué más decir. Al parecer la partida de Giyuu era un tema que aún palpaba en sus amigos.

–Concuerdo con Mitsuri al decir que no podemos entender su situación. –Ahora fue Kanao quien se atrevió a romper el silencio. –Pero desde mi punto de vista, dudo que el profesor Tomioka la esté pasando bien. Tener que regresar y empezar de cero no es nada fácil. –Al ver que nadie decía nada, continuo. –No digo que deban perdonarlo ahora, sino que ponerse un momento en su lugar.

–Kanao tiene razón. –Intervino Shinobu. –Solo hay que dar tiempo a que las cosas se acomoden.

Ante los consejos de sus amigas, Tanjiro y Zenitsu solo guardaron silencio. Nada los obligaba a perdonarlo, pero por lo menos intentarían entender el por qué hizo las cosas así.

La noche siguió avanzando normal y todos los amigos seguían conversando sobre cosas triviales.

–¿Qué haces?

Nezuko sacó a Zenitsu de sus pensamientos abruptamente. Lo más seguro es que seguía pensando en el asunto de Giyuu.

–Pienso. –Fue la única respuesta del rubio.

–¿En qué?

–En… la universidad. –Mintió rápidamente Zenitsu.

–Wow, eso sí es extraño. –Se burló. –No. Mejor dicho, es imposible. –Reconsideró.

–Graciosa. –Refutó haciendo una mueca de disgusto. De vez en cuando él también podía pensar en temas profundos, aunque ésta no fuese la ocasión.

–Y, ¿en qué pensabas respecto a la universidad? –Cuestionó nuevamente.

–Nada… –Rápidamente se dio cuenta de su error y rectificó. Tenía que decir algo rápido y creíble. –Porque, no sé nada acerca de lo que estudiaré y ya queda nada de tiempo para graduarme.

–No digas eso. –Algo de lo que decía Zenitsu no terminaba de convencerla. –Aún faltan muchos meses para que el año escolar se acabe. Queda tiempo para escoger tu carrera.

–Claro, como tú sabes que estudiarás desde que te graduaste del preescolar. –Ironizó el joven.

–No es mi culpa, los niños son mi pasión y educarlos mi sueño. –Confirmó con añoro, dejando que sus ojos rosados brillasen por sí solos.

–¿No crees que educar a niños de cuatro y cinco años es algo difícil? Digo, hacerlos entender.

Zenitsu se imaginó a si mismo rodeado de niños gritones que no paraban de correr de un lado a otro, llorando, pegándose. Sólo de imaginarlo, un escalofrío recorrió su cuerpo.

–Si puedo hacer que tú entiendas las clases de química o matemáticas, puedo enseñar a quien sea. Y eso que soy un año menor que tú. –Se jactó orgullosa de sus logros.

–Si… –Contestó por inercia, hasta que cayó en cuenta de las palabras de su mejor amiga. –¡Oye! Eres mala. –Lloriqueó. –Extraño a mi dulce y tierna Nezuko. –Dijo colocando su mano y acariciando la pálida mejilla de su amiga, sin pensar si quiera lo que significaban esas palabras acompañadas de esa caricia para ella.

Ese mínimo gesto bastó para Nezuko se empezara a sonrojar. Frente a ella, estaban ese par de ojos dorados que el rubio tenía, mirándola con dulzura infinita, como si la quisiese como algo más que a una simple mejor amiga.

–¡Zenitsu, no tan cerca! –Le reclamó Tanjiro a su amigo suspendiendo por un momento la conversación que tenía con Kanao.

–¡Ni que me la fuera a robar! –Se quejó Zenitsu por la desconfianza de su mejor amigo para después voltear a ver a Nezuko. –¿Te pasa algo? –Preguntó el rubio preocupado llevando su mano a la frente de ella.

–¡Que lindos! –Chilló una estridente voz llamando la atención de los jóvenes. – ¿Ya le pediste ser tu novia, Zenitsu? ¡Que emoción!

Zenitsu rodó los ojos molesto. Únicamente a Mitsuri se le hubiese ocurrido semejante tontería.

–¡Mitsuri, cállate!

Pidió el joven haciéndole ademanes de que bajara la voz. Después de todo, su madre era otra loca obsesionada con que Nezuko sería su esposa o algo así. ¿Qué le pasaba a la gente que lo rodeaba? Había dicho en todos los tonos que la pequeña era como su hermana y que jamás la vería de esa manera.

–Entonces, esto en realidad sí era una cena romántica y esperabas el momento perfecto para ponerte a trabajar. Pero debías esperar a que nos fuéramos, pequeño Zenitsu. -Mitsuri dedujo sin complicaciones sus supuestas ideas ignorando la mirada molesta que le lanzaba Tanjiro.

–Estás loca. –Fue lo único que dijo el rubio. –Para tú información, hablábamos de universidades. –Soltó orgulloso, provocando que la risa de su amiga de cabello rosa parara en seco.

–¿Tú?, ¿de universidades? –No pudo evitar volver a estallar en carcajadas. –Al menos dime algo más creíble que eso. –Pidió casi sin poder respirar.

–Para tu información, sí. Hablábamos de nuestras carreras futuras. –Zenitsu sonaba ofendido. –Aún no sé qué estudiaré en la Todai. –Comentó tomando una pose altiva.

–La Todai no acepta…

–La Todai... –Hizo un silencio dramático, conociendo de primera mano cómo su amiga lo molestaría con el asunto. –Me ofreció una beca completa si es que juego baloncesto para su equipo. –Dijo orgulloso.

–¡¿QUÉ?! –Preguntaron todos a la vez.

–¡Mientes! –Sentenció Kanroji.

–Ya quisieras, dulzura. –Se burló el rubio dirigiéndose a la mesilla donde, abriendo un cajón, sacó un sobre que contenía la noticia. –Lee y llora.

Nezuko estaba sorprendida porque no se lo había dicho y regresó a ver a su amigo con reproche.

–Recién la recibí hoy y la guardé porque ni mi mamá sabe. –Se justificó rápidamente ante la mirada resentida de Nezuko.

–Pero… Pero… ¡N-no es justo! –Se quejó Mitsuri llorando en la falda de Kanao.

–Mitsuri, entiende que es una beca por su desempeño en baloncesto, te aseguro que tú ganarás un puesto por tu inteligencia. –Habló Tanjiro tratando de consolar a su amiga.

–Tanjiro tiene razón, no tienes por qué sentirte así. –Apoyó Kanao a su amigo mientras acariciaba los rosados cabellos de Mitsuri.

Ajena a los que sus amigos le decían, Mitsuri no podía creer lo que decía ese pedazo de papel. Era verdad, efectivamente Zenitsu estaba siendo invitado a la universidad de sus sueños sin hacer ningún esfuerzo o siquiera habérselo imaginado o querido alguna vez.

–¿Qué les pasa?

Shinobu entró a la sala luego de ir al tocador.

–¡Shinobu! –Mitsuri se acercó corriendo a su amiga gimoteando sonoramente. –A Zenitsu le ofrecieron una beca completa en la Todai.

Maldita fuera la suerte de Zenitsu, un flojo sin oficio ni beneficio; mientras que ella tendría que ganársela trabajando con el ser más pedante del universo.

–¿En serio? –Preguntó Shinobu incrédula observando a sus amigos.

Zenitsu asentía presuntuoso, Mitsuri pretendía llorar en su falda, Kanao y Tanjiro lucían igual de sorprendidos. Sin embargo, Nezuko lucía diferente, como si anduviese perdida en el tiempo y en el espacio. ¿Acaso ella también recién se enteraba?

–Felicitaciones, desobligado.

Shinobu felicitó sinceramente a su rubio amigo, aunque tuviera muchas cosas en la cabeza. Pero no podía perder su enfoque, ya consolaría a Mitsuri y luego hablaría con Nezuko, porque ninguna de las dos quedó muy bien por la noticia.

–Por cierto, ¿dónde están los adultos?

Giró a ambos lados pretendiendo buscarlos. Tenía que preguntar por todos puesto que sería muy extraño que sólo preguntara por el profesor. Si se ponía ansiosa antes de tiempo, podía arruinar todos sus planes.

–En la cocina. –Contestó Zenitsu como si nada.

–¿Qué es todo el alboroto?

Stella preguntó luego de apresurarse desde la cocina al escuchar tantos chillidos. Por su parte, Giyuu y su hermana también se habían asustado por el alboroto, el mismo que al parecer se trataba de Mitsuri que se encontraba abrazada a la falda de Shinobu.

–Nada mamá. –Zenitsu se apresuró a contestar. –Sabes que Mitsuri está loca, incluso su madre lo dice.

El rubio regresó a ver a sus amigos presentes lanzándoles una mirada de advertencia de no decir nada respecto a su conversación, la cual, los cinco entendieron y acataron, incluso la llorosa Mitsuri.

–Es que, escuchamos muchos ruidos. –La dueña de la casa aún no sonaba muy convencida con la explicación de su hijo.

–Son adolescentes Stella, déjalos.

Ahora Tsutako intervino apoyando a su sobrino adoptivo. Para ella, no había pasado desapercibida la mirada de precaución que el enano había lanzado a sus amigos y decidió apoyarlo.

–Ustedes y sus secretos. –Bufó molesta la madre refiriéndose al cerrado grupo de amigos. –¿Desean servirse un café?

–Stella, no creo que la cafeína sea buena en el organismo de seis niños. –Aconsejó Giyuu.

–No somos niños, profesor Tomioka.

Una voz aguda y femenina llamó la atención del joven maestro, haciéndolo girar a su derecha. Se encontró a Shinobu viéndolo desafiantemente, logrando atraparlo con ese par de ojos púrpura en los cuales, cualquier hombre podría perderse sin problema alguno.

Y él no era la excepción, aunque podía decir con mucho orgullo que a la joven le faltaba mucho para que pudiese ceder a todos sus caprichos. Un lobo solitario nunca dejaría de ser desconfiado, por muy atractiva que le resultase la presa.

–Son menores de edad y aún están bajo la tutela de sus padres. –Le recordó Giyuu.

–Eso no tiene nada que ver. Ya no tenemos cuerpo de niños ni pensamos como tales.

Ella tenía que demostrarle que no quería que le vea como una niña. Ella era una mujer y una muy antojadiza que obtiene lo que se le daba la gana. Y en esos momentos, lo que quería era a su profesor de matemáticas a su merced.

Tanjiro, por su parte, no pasó desapercibido la reacción ni las palabras de Shinobu. ¿Por qué tanto interés de su parte?

–¡Dos mío, miren que hora es! –La señora Agatsuma se asustó mucho al percatarse de cómo el tiempo había pasado soberanamente rápido, faltaban diez minutos para la media noche. Si qué pasaba volando el tiempo. –Nezuko, Tanjiro. ¿Alguien los recoge?

–No señora. –Contestó Tanjiro amablemente –Pero no se preocupe, recuerdo que mi hermana y yo vivimos en el edificio de enfrente.

–Entonces, no es que los corra, pero se hará más tarde y más peligroso si no se van ahora. –Concluyó la madre. –Zenitsu, por favor acompaña a Nezuko y a Tanjiro a su casa, me siento más seguro si ella va acompañada por los dos.

–Está de sobra que lo pidas, mamá. –Sentenció el rubio sonriéndole a sus amigos, pero se asombró al ver que Nezuko fue la única que no le correspondió la sonrisa.

–Shinobu. –Se acercó Kanao a su hermana mayor. –Yo le prometí a Nezuko que me quedaría a dormir en su casa. Tengo que ayudarle a ponerse al día con algunos trabajos del colegio.

–Está bien, vayan con mucho cuidado y nos vemos mañana. –Le dijo sonriente Shinobu a su hermana mientras la abrazaba.

–Bien, entonces nos iremos los cuatro. –Se acercó Tanjiro a Kanao sonriéndole amablemente.

–Vámonos Kanao. –Interrumpió Nezuko jalando del brazo a su amiga llevándosela a la salida sorprendiendo tanto a Tanjiro como a Zenitsu. ¿Qué le pasaba?

–Entonces… Shinobu, cariño, ¿alguien te recoge? –Preguntó preocupada la mamá de Zenitsu.

Sabía por Zenitsu que Kanao y Shinobu no eran precisamente bien cuidadas por sus padres, y eso que ambas eran una dulzura. Desgraciadamente, mucho más no podía hacer por ellas, así que solamente les daba la más calurosa de las bienvenidas cada vez que llegaban a su casa.

–No hay problema mamá, yo la llevo. –Apoyó Zenitsu mientras entregaba los abrigos de las visitas.

–Pero es muy lejos Zenitsu… Además, no puedes dejar que Tanjiro se vaya solo con Nezuko y Kanao. –Intervino ahora Tsutako, incluso ella ya estaba considerando ir a dejarla.

–No se preocupen, pediré un taxi. –Habló Shinobu sacando su celular para pedirlo por la aplicación.

–No, ¿cómo crees que te dejaremos ir así linda? –Agregó preocupada Tsutako. No eran horas de andar por la calle con una minifalda, menos por estos barrios. –Yo te acompaño.

–No se moleste…

–Claro que no se molestará porque yo te llevaré a casa.

Giyuu sorprendió a los presentes postulándose como acompañante de Shinobu. Incluso la propia Shinobu parpadeó un par de veces antes de convencerse de que el joven maestro se ofrecía sin sentirse obligado. Pero lejos de agradarle, se sintió herida en su autosuficiencia. No porque la hubiera defendido de esas brujas en los vestidores de la preparatoria significaba que siempre tendría el papel de la damisela en apuros.

–No es necesario, profesor Tomioka. De todos modos, agradezco su preocupación. –Negó de la manera más cortés que pudo.

–Insisto. –Dijo galantemente. –Como profesor, no puedo dejar que una de mis estudiantes vaya por ahí sola o en un taxi cualquiera a estas horas de la noche.

Qué frustración. Shinobu torció los labios, tenía que hacerle olvidar que eran profesor y alumna, o al menos fuera de la escuela. Si él no enseñaba matemáticas las veinticuatro horas del día.

–Así me quedo más tranquila. –Tsutako interrumpió su pequeña platica. –Después de todo Nezuko y Tanjiro viven cruzando la calle.

–¿Por qué nadie quiere llevarme a mí? –Mitsuri cuestionó indignada luego de recuperarse por la impresión que le había causado la noticia de la beca de Zenitsu.

–Porque vives en el piso de abajo. –Refunfuñó el rubio. –Pero ven con nosotros, te acompañamos al ascensor. –Se burló.

–Tonto. –Molestó Mitsuri a su amigo. –Gracias por todo, señora Agatsuma. La cena estuvo deliciosa. –Agradeció mientras salía.

–No es nada, y saluda a tu madre Mitsuri. –Se despidió.

–Igualmente gracias por todo señora. –Agradeció amablemente Kanao asomando su cabeza desde la puerta ya que Nezuko no la soltaba del brazo.

–Muchas gracias, señora Stella. Igual gracias Tsutako. –Habló desde afuera Nezuko. Que su hijo fuera un patán no significaba que debía ser descortés.

–Sabes que siempre estoy feliz de recibirte, hija. –Le sonrió con dulzura. –Las puertas de mi casa siempre están abiertas para ti.

–Con permiso señora Agatsuma, un gusto venir a visitarla. Igual para usted, Tsutako. –Se despidió respetuosamente Tanjiro regalándoles una sonrisa la cual fue correspondida.

–Ya vuelvo, mamá. –Se despidió Zenitsu.

–Lamento los inconvenientes que pudimos causarle señora, y le agradezco mucho. –Shinobu hizo una reverencia, demostrando la educación y elegancia que la caracterizaba. –Y también un gusto volver a verla señora Tsutako. –Agregó recibiendo una sonrisa como respuesta.

–No fue ninguna molestia, linda. –Aseguró la señora Agatsuma.

–Llévala sana y salva, Giyuu. –Le encargó Tsutako.

–Cuenta con ello, hermana…. ¿Aun no te irás? –Cuestionó al ver que no tenía intenciones de irse.

–No, quiero aprovechar mi visita para hacer un trabajo pendiente que tenemos Stella y yo. ¿Verdad?

–Así es. –Aseguró la mamá de Zenitsu. –Pero será mejor que se vayan, ya se hace más tarde.

–Gracias por todo Stella, estuvo delicioso.

–Cuando gustes. Me dio gusto verte después de tantos años.

–Hermana… –Esta vez Giyuu se dirigió a Tsutako. –Igual gracias a ti por todo.

Quiso abrazarla como cuando era un niño pequeño detrás de su hermana mayor. Sin embargo, no le hacía sentir que era algo natural, sino algo más para quedar bien ante los demás. De todas maneras, no le hizo el quite cuando su hermana lo abrazó fuertemente. Por desgracia, las heridas no se cerrarían tan pronto como pensaba.

–Visítame algún día Giyuu. Ya te anoté todos mis números y mi dirección. –Soltó bajito mientras sostenía el brazo de su hermano. –Aún tenemos mucho de qué hablar.

–Otro día, hermana. –Prometió sinceramente. –Adiós.

Los siete caminaron hasta el ascensor, donde despidieron a la alborotada de Mitsuri que se marchó refunfuñando molesta por todos los acontecimientos que habían ocurrido en la cena. Luego llegaron a la planta baja donde Zenitsu, Nezuko, Tanjiro y Kanao tomaron rumbo a la izquierda, mientras que Giyu y Shinobu tomaron la derecha en absoluto silencio.

Las calles estaban vacías, salvo por los bares y cantinas en las que ya se veía gente ebria dentro y fuera de ellos. Shinobu los miraba asqueada. Detestaba el licor. Desde el más corriente hasta el más fino, siempre traía terribles consecuencias, a pesar de que muchos lo miraban como una salida conveniente a sus problemas o interrogantes.

Regresó a mirar de soslayo al pelinegro que caminaba con ella, que se veía tan tranquilo y relajado, ni siquiera ponía disimuladamente sus ojos en ella a pesar de estar con una diminuta falda y su coqueta blusa. ¿En serio solamente la vería eternamente como una niña más de su clase?

–Ven a divertirte un poco con nosotros, muñeca.

–Pasemos un buen rato, no te arrepentirás.

–Tengo un amiguito que estoy ansioso por presentarte.

Repulsivo. Nunca entendió como es que los hombres podrían ser tan desagradables. Ebrios o sanos, daba igual, sólo buscaban una cosa con ella: sexo. Ya fueran esos borrachos o el infeliz de Douma. Y el único que quería que la mirara, le daba por seguir su estúpida vocación de maestro y pensar que todavía era una niñita.

Tan absorta estaba en sus propios pensamientos que apenas sintió como algo cálido caía sobre su delgado cuerpo y como sutilmente su adorado maestro tomaba su codo y la jalaba hacía él, pasando delicadamente su brazo sobre sus delgados hombros.

–Quédate cerca.

Pidió Giyuu con voz diferente a la normal, se escuchaba molesto. Aunque, a cualquier maestro le molestaría que le faltaran el respeto tan groseramente a sus estudiantes. Sin embargo, bastaba con mantenerla cerca, no era necesario que la abrazara.

–Ya falta poco para que la calle termine, por el momento, quédate cerca.

¿Faltaba poco? Sentir su cercanía, su calor y olor impregnados en su gabardina le hacían desear que el camino fuera eterno.

Él no podía verla como una estudiante nada más, no debía hacerlo.

Y ella se encargaría que no lo hiciese.


–¡Sí!

Se escuchó a toda una multitud encendida por el espectáculo que les brindaban los cinco jugadores de cada equipo defendiendo su territorio.

–¡Canasta!

Inosuke casi saltó del susto al escuchar el estridente grito de Aoi. Regresó a verla y tenía las manos alzadas vitoreando la canasta del empate de su querido equipo, los Alvark. No era para menos, es decir, él estuviese saltando de emoción como lo hizo con la primera canasta de su equipo, pero ¿Aoi? Asustaba y no sabía si más como la rígida inspectora o como la apasionada.

Después de todo, con esa canasta de los Alvark, ambos equipos quedaban empatados uno contra uno faltando escasos cinco minutos de juego.

–¿Dónde quedó el "triunfador rojo"? –Aoi se burló casi infantilmente.

–Aún no acaba, ganaremos. –Aseguró fieramente.

–Sí, claro. –Se burló de la seguridad de Inosuke. –Primero me verás halagando a Agatsuma.

–Eso sí que me gustaría ver. –Solo imaginarlo le daba risa. –Te tomo la palabra y verás cómo te la tendrás que tragar.

–Lo que diga. –La peliazul no podía escuchar más ridiculeces.

El partido cada vez se tornaba más candente. Tenía a la multitud con los nervios a flor de piel.

–¡Queda un minuto para terminar este magnífico partido señoras y señores; este espectáculo que nos han regalado ambos equipos es invaluable! ¡Al parecer los eternos rivales seguirán manteniendo un empate en sus partidos ganados uno sobre otro!

El comentarista gritaba casi igual de exaltado que el público presente. Sin embargo, la extraña pareja formada por Inosuke y Aoi aun mantenían esperanzas de ver al equipo del otro aplastado.

¡Vamos!, esas eran las palabras que tenían en mente con cada pase.

–¡Treinta segundos!

–Ya quedó en empate.

Comentó frustrado Inosuke mientras Aoi se cruzaba de brazos y apenas trataba de formar una sonrisa.

–Sí.

No era el resultado que ella esperaba tampoco, pero cualquier cosa servía con tal de no darle la razón al desgraciado de Hashibira. Que, por cierto, no la tenía.

–¡Diez segundos!

–Mejor vayamos saliendo. –Propuso Inosuke en tono desanimado, observando como más personas imitaban su idea. –Luego será imposible.

–¡Cinco segundos!

–Vamos… –Contestó Aoi igual de decaída que su colega. El partido fue alucinante para que terminara en un empate. –Nos robaron el partido.

–¡Ja! Eso debería decirlo yo. –Bufó molesto

Ambos volvieron a lanzarse sus miradas asesinas conforme empezaban a caminar en dirección a la salida del estadio.

–¡Anotacióoooooooooooooooooooooon! ¡Por increíble que suene!

Los educadores atropellaron a todos los que estuvieron en su camino con tal de estar nuevamente en frente de la cancha. Con amplias sonrisas en sus rostros, conscientes de que una de esas se borraría al descubrir el resultado.

–¡Faltando escasos tres segundos para concluir el encuentro, los Kawasaki Brave Thunders realizan un increíble milagro! –Exclamó el locutor eufórico.

Y así fue, Inosuke gritó eufórico y Aoi se quedó callada viendo como los miembros del equipo rojo se abrazaban victoriosos y el árbitro pitaba tres veces su silbato dando por terminado el encuentro.

–¡SI! –Gritó extasiado Inosuke.

–¡NO! –Chilló la estricta inspectora incrédula al espectáculo que estaba presenciando.

Y sin siquiera poder imaginárselo, sus pies ya no tocaron el suelo y se vio atrapada entre los musculosos brazos de Inosuke que no tardó en darle vueltas y apretarla poco a poco contra su cuerpo.

–¡Ganamos!, ¡ganamos! –Gritaba emocionado Inosuke conforme giraba a la mujer entre sus brazos. –¡Ganamos Aoi! –Se detuvo aprisionándola contra su pecho y haciendo contacto visual con ella.

–De acuerdo… ¡Pe-pero bájame!

Aoi estaba nerviosa, las mejillas le llegaban a molestar del ardor y en su estómago se estaba llevando a cabo la tercera guerra. Al notar que no la escuchaba, empezó a darle pequeños golpes para que la bajara.

Inosuke regresó a verla y frunció su ceño un poco molesto por la interrupción. ¿Qué esperaba el imbécil? ¿Cómo podría hacer para callar al profesor de gimnasia sin ser demandada luego por golpearlo o quién sabe qué más?

–¡Suélteme Hashibira!

Ordenó lo suficientemente fuerte para sacar a Inosuke de su extraño estado en el que se encontraba. Primero la miraba como si fuese a golpearla y ahora sonreía de tal manera que hacía lucir al Wasón cual vil payaso de circo.

Inosuke tomó entre sus dos dedos la delicada quijada y la giró para plantarle un sonoro beso en la mejilla a la amargada peliazul. Con eso no podía hacerle nada, además de insultarlo y eso era lo último que le importaba.

–Ganamos, Aoisita. –Para terminar con su número, utilizó un diminutivo para su nombre de pila, que ya de por sí, le molestaba que lo utilizase.

En tanto, la peliazul estaba estupefacta. Nunca, en sus veintiséis años de vida había tenido contacto físico con un hombre que no fuera de su familia y ahora, lo tenía de quien menos se lo hubiese imaginado, quien por cierto aún no le hacía caso en bajarla y seguía gritando eufórico luego de haber tomado un atrevimiento como tal.

Su respiración se tornó agitada, sus mejillas se pusieron tan rojas como tomates, le temblaba la mandíbula y sentía un extraño hormigueo recorriéndole por todo su cuerpo. Sin mencionar que su corazón latía trescientas cincuenta veces más de lo normal.

–Que buen partido.

Inosuke suspiró complacido. No sólo había podido vitorear el triunfo de su equipo, sino que también Aoi, se había callado. La regresó a ver entre sus brazos, lucía desconcertada e incluso… inocente. ¿Acaso nadie ha besado su mejilla antes? Si fuera así, tendría material para torturarla en los próximos cincuenta años.

–Bien, vámonos. –La soltó, lo suficientemente suave como para que no se cayese, pero lo suficientemente brusco para desestabilizarla. Parecía que aún no salir de su trance, qué diablos. –Me muero por verte elogiar a Zenitsu Agatsuma.

Esas palabras bastaron para traer a Aoi de vuelta a la realidad.

–¡Eso jamás! ¡Es usted un patán, un atrevido, un depravado abusivo! –Chilló con todas sus fuerzas mientras veía que Inosuke se marchaba y ella atrás de él reprendiéndolo. –¡Aprovechado! ¡Neandertal! –Porque eso era, un simple y vulgar neandertal.

El rubor se le fue instantáneamente y sus cejas volvieron a unirse en señal de enfado. Ésa era la inspectora Kanzaki que él conocía. La imagen de ella que había visto hacía unos momentos, pudo llegar a parecerse casi a una mujer.

–¡Estúpido! –Gritó lo suficientemente alto para que la escuchase medio estadio.

Casi…

La joven mujer no podía parar de insultar lo menos vulgarmente posible a su colega laboral. Tan bruto y escaso de decoro y materia gris. Detestaba que se hubiera aprovechado de su situación para humillarla, porque la sonrisa antes de besar su mejilla fuertemente fue malévola.

¡Quería matarlo!, No, quería hacer algo peor. Quería castigarlo como si fuese uno de sus estudiantes.

Y a pesar de que esos perversos pensamientos recorrían su cabeza, su corazón aún no podía dejar de latir alocadamente.

¿Qué le estaba pasando?

Esa extraña sensación que tenía al estar con Hashibira le estaba siendo imposible de controlar.


El viento enfriaba sin tenerle consideración a nadie y la luna alumbraba las oscuras calles. Un ambiente perfecto para los enamorados. Pero no era su caso ya que la persona que la acompañaba era su mejor amigo. El cual estaba considerando mudarse a Nerima para estudiar en la universidad más prestigiosa del país y dejarla.

–Nezuko, ¿estas bien? –Se atrevió por fin a preguntar Kanao quien llevaba todo el camino viendo a su amiga con el ceño fruncido.

–Sí, de maravilla. –Bufó molesta.

–Es por la beca de Zenitsu, ¿verdad? –Preguntó Kanao haciéndolo sonar más como afirmación.

–¿Tanto se nota?

–Bueno, nadie lo hubiera notado si no hubieras actuado tan agresivamente antes. –Lo dijo con un leve tono de burla.

–Kanao… ¿Sabes lo que eso significa?

–¿Que ya no veras a Zenitsu en un largo tiempo? Pues eso es algo que ya se tenía previsto. Sabes que nuestros amigos nos llevan un año de diferencia y para el próximo año ya se estarán graduando.

–Pero… La Todai está en Nerima. Ya no volveré a verlo recurrentemente como antes.

–Sabes que no solo es eso. También te molestó que no te haya avisado antes.

–¿Y tú porque luces tan tranquila? –Le preguntó para evitar esa afirmación. –También debería afectarte el hecho de que mi hermano se irá.

–Eso es porque ya soy consciente de que se irá, por lo que ya estoy preparada mentalmente. –Contestó tranquilamente Kanao, aunque mentía.

–Oh vamos Kanao. –Se quejó Nezuko inflando sus mejillas, le molestaba que su amiga se viera tan neutral.

Por otra parte, Tanjiro y Zenitsu caminaban detrás de ellas sin tener idea de lo que hablaban. El rubio se encontraba perdido en sus pensamientos mientras que Tanjiro lo veía confundido.

–¿Pasa algo? –Por fin preguntó.

–¿Por qué las mujeres son tan difíciles de comprender? –Se quejó de inmediato Zenitsu.

A ¿Será porque eres muy idiota? –Se burló Tanjiro.

–Ja, ja… –Rio falsamente el rubio. –Es en serio.

–¿Lo dices por Nezuko?

–Te juro que a veces es difícil comprenderla.

–Pues ve a hablar con ella. –Le sugirió Tanjiro.

–¿Y si me mata?

–No seas exagerado. –Rodó los ojos su amigo. –O por lo menos acércate… Kanao. –La llamó atrayendo inmediatamente su atención. –¿Puedes venir un momento? Quiero hablar contigo sobre algo. –Mintió. La verdad no tenía idea de lo que diría, pero tenía que hacer que Zenitsu se acercara a su hermana.

–Sí, ya voy. –Contestó Kanao un poco extrañada mientras iba donde Tanjiro, no sin antes decirle a su amiga que un momento regresaba.

Zenitsu por su parte se acercó sigilosamente a Nezuko.

–¿Tienes frío?

Zenitsu llamó su atención al notarla perdida en sus cavilaciones. El triste semblante de Nezuko le intrigaba.

–No.

La castaña contestó automáticamente. Apenas y se dio cuenta de que el rubio ya caminaba a su lado.

–No mientas. –Zenitsu la atajó y se quitó la chaqueta del equipo de baloncesto. –Estás tiritando. –Y se la colocó sobre sus delgados hombros.

Nezuko ni siquiera se había dado cuenta de eso, tan absorta estaba en sus divagaciones, que en esos momentos le daba igual si un diluvio o una nevada le caía encima, ni siquiera se hubiese dado por enterada.

–Gracias. –Susurró apenas.

–¡Te queda gigante! –Se burló el rubio. –Estás muy flaquita Nezuko. –Lo dijo sin un ápice de malicia.

Entonces, ¿era eso por lo que no la quería?, ¿por ser delgada? Ya había escuchado eso de que a los hombres les gusta tener de donde agarrar, pero… ¿por eso se iba? Ésos eran sus mudos pensamientos.

–¿Te pasa algo?, ¿te sientes bien?

Ahora Zenitsu sonaba preocupado, después de todo, su amiga apenas estaba saliendo de sus usuales y fuertes gripes.

–Estoy bien, Zenitsu. –Mintió la aludida para no preocupar a su amigo que aún la miraba con preocupación. –En serio.

–Más te vale. –Amenazó él. –Este viernes tenemos el primer partido de la temporada y está prohibido que faltes. –Sentenció.

–Entendido… –Contestó quedamente. ¿Qué había dicho?

–¿Segura que estás bien Nezuko? –Preguntó por última vez.

–Sí. Ahora vete que se hará más tarde. –Le ordenó rápidamente al ver que ya habían llegado a su edificio.

–De acuerdo, duerme bien. Sueña conmigo. –Bromeó igual que siempre, marchándose despreocupadamente mientras se despedía de Tanjiro y Kanao.

Nezuko le dio una última mirada a su amigo antes de que comenzara a subir.

–Hermano, Kanao, los veo arriba. –Se apresuró a decir Nezuko y subió casi corriendo las escaleras de su edificio dejando a Kanao y Tanjiro confundidos.

Una vez que se aseguró que no la verían, dio permiso a sus lágrimas que cayeran sin contenerse. Por eso no quiso hablar con él en esos momentos, porque era seguro que lloraría únicamente ante la idea de que el joven se fuera lejos de ella.

¿Zenitsu sería capaz de irse así nada más? ¿Ella nunca dejaría ser la amiga atenta que siempre escucharía todas sus tonterías?

No faltaría chica en la Todai que quisiese compartir sábanas con él. Y ella… y ella sería sólo la mejor amiga que se quedaría a terminar la preparatoria y que después se iría a estudiar en una universidad local.

Era evidente que una oportunidad así ningún ser humano cuerdo rechazaría y que ella, como amiga, debería estar saltando de alegría por él. Tendría que hablar con él, saber que tan serios son sus deseos de ir a la Todai y si de verdad deseaba eso, aprendería a felicitarlo sin que se le quebrara la voz.

–Eso no es necesario, siempre sueño contigo. –Susurró al viento esbozando una sonrisa.

También debía aprender a sonreír sin derramar lágrimas de dolor.


–Creo que mejor voy a…

–No. –Interrumpió Kanao a su amigo al ver sus intenciones de seguir a su hermana.

–Pero Kanao, ¿y si volvió a enfermar? –Dijo preocupado.

–Para nada, solo déjala un momento a solas. Ya verás que está bien. –Trató de tranquilizarlo. Al ver la expresión de su amiga, ella sabía mejor que nadie que Nezuko no quería ver a nadie por el momento.

–Está bien, pero… ¿Es seguro? –Preguntó aun dudoso mientras subía a su departamento junto con Kanao.

–Sí, no te preocupes, de todas formas, yo en un momento estaré con ella.

–Bien… Gracias Kanao. Y lamento haber interrumpido cualquier conversación que hayas estado teniendo con Nezuko. –Dijo algo apenado.

–No hay problema. Entiendo que lo hiciste para dejar a Zenitsu hablar con Nezuko.

–Aunque no creo que haya funcionado mucho. –Hizo una mueca de disgusto.

–Más tarde le preguntaré.

Subieron las escaleras en total silencio. A pesar de ser los mejores amigos, no sabían qué más decirse. Kanao empezaba a arrepentirse por haberle confesado sus sentimiento a Tanjiro.

Aunque ambos aseguraran que las cosas seguirían igual, no podía evitar ponerse tensa ante su presencia.

Llegaron al tercer piso y justo cuando Kanao se dirigía al departamento de sus amigos, Tanjiro llamó su atención. Se giró para ver a su amigo quien se encontraba en medio del pasillo observando el cielo.

–¿Sucede algo? –Preguntó mientras se posicionaba a un lado de él.

–¿No te parece que la luna se ve hermosa?

Kanao dirigió su mirada al cielo y sus ojos brillaron al verla. Durante el trayecto no se dio cuenta de lo grande y brillante que estaba la luna.

Por su parte, Tanjiro desvió su mirada de la luna y observó a Kanao quien estaba concentrada observando el cielo. Apreció como sus ojos brillaban y también admiró como su silueta era iluminada por la luz de la luna haciéndola ver hermosa.

Desde que conoció a Kanao se había enamorado de ella, pero jamás imaginó ser correspondido algún día. Pasaron los años y conoció a Akane quien fue su novia durante dos años. Tres meses han transcurrido desde que terminó con ella y todo parecía normal. Hasta el día que Kanao se le declaró.

Él casi podía jurar que hace tiempo superó el estar enamorado de Kanao. Sin embargo, la declaración de su amiga despertó algo en él que creía extinto y su temor lo obligó a rechazarla. Las cosas no habían terminado muy bien con Akane y no quería que pasara lo mismo con Kanao ya que ella era su mejor amiga.

¿Habrá hecho lo correcto? Esa pregunta llevaba días atormentándolo.


La claridad de la noche ayudaba a apreciar el fulgor de la iluminada y exclusiva ciudadela que ya se vislumbraba a lo lejos en su camino. No más de quince minutos caminando, atravesando el lago y ya estaría identificándose con el portero para que le permitiesen ingresar al privado condominio.

Shinobu suspiró desanimada. Hace ya un rato habían salido de la zona peligrosa y como si quemase, su adorado tormento la alejó de sí. Había asumido que únicamente por el frío le había permitido conservar su abrigo, el cual, por cierto, era muy cómodo y calientito. Además de tener impregnado su exquisito perfume.

–¿Por qué no llamas a tus padres y les dices que estás por llegar?

Giyuu preguntó a la aparentemente desanimada joven, ya que, a pesar de ser más de la una de la madrugada, no la había visto comunicarles a sus padres que llegaría tarde o que no se preocupasen porque él la llevaría. Así como tampoco había escuchado que su celular sonase y fuesen ellos los preocupados.

–Papá está en un viaje de negocios, o quiero creer que es así. Y si interrumpo las horas de sueño de belleza de mi madre, me regañará. –Contestó Shinobu como si fuese lo más normal del mundo.

–Yo también te regañaría si llegaras a esta hora sin avisar tu retraso. –Explicó a la joven.

–Quisiera que me regañara por eso. –Comentó Shinobu sin darse cuenta. Se detuvo frente al lago, observando como extrañamente había una sola y pequeña luciérnaga posándose sobre el agua. –Al menos así sabría que le preocupa que algo me pase.

Giyuu estudiaba a su joven alumna. El tono de su voz, cargado con amargura y reproche, el apagado semblante en su rostro que se ensombrecía con cada palabra que decía, el distanciamiento de sus padres. Eso ya lo había visto antes.

Sólo que aquella vez fue su reflejo en el espejo.

–Estoy seguro de que están sumamente preocupados por ti. Como te lo dije antes, eres una joven linda y si fueras mi hija te iría a dejar y recoger a donde estuvieses y eso te disgustaría. –Trató de sonar jovial esperando hacerla reír, pero lo único que obtuvo fue una amarga sonrisa. –Pero tu padre no está y estoy seguro de que por eso no lo hace.

Una ácida carcajada se escuchó y una altiva e incrédula Shinobu regresó a ver a su profesor con ¿burla? Sin contar que ya estaba harta de los aires paternalistas de su profesor.

–¿Por qué piensa eso? –Le daba risa y hasta pena la ingenuidad de su profesor.

Giyuu la regresó a ver con ternura. Después de todo, era una niña que quería un poco más de atención de sus padres. Seguro y ellos estaban atravesando por una separación.

–Porque sí. –Comentó teniendo una idea de cómo hablar con la joven. –Sabes, cuando mi madre murió y quedé a cargo de mi padre, tenía ocho años. –Rememoró el profesor. –Tsutako tenía veinte años y le costaba explicarme la situación. –Observó como Shinobu se mantenía muda y prosiguió. –Recuerdo que fue muy difícil para mí asimilar todo y mi hermana lejos de quedarse conmigo, simplemente se fue.

La joven observaba como Giyuu se sentaba en el césped y la imitaba observando aquel pequeño insecto que brillaba en el lago.

–Es raro. –Retiró su mirada del insecto para ver a Shinobu que lo miraba interrogante.

–¿Qué cosa? –Shinobu no entendía dónde cabía eso en su conversación.

–Que una luciérnaga hembra esté sola. –Confesó con simpleza, notando consternación en los ojos de su alumna. –Está comprobado que, por cada cien luciérnagas, solamente una es hembra y ésta no puede volar a diferencia de los machos, los cuales usualmente están rodeándola, queriendo cortejarla.

–Pues es inteligente, ¿para qué estar con alguien que sólo te usa a su conveniencia y luego te bota como si fueses cualquier cosa?

El comentario extrañó a Giyuu, ¿a qué se refería?

–¿Lo dices por algo en especial? –Preguntó casualmente. Sin embargo, la joven simplemente giró la cabeza para que no notara su molestia. El profesor entendió y decidió seguir con el tema anterior. –Bueno, la verdad es que no vuelan porque no tienen alas para aprender cómo hacerlo.

Shinobu se perdió observando al afortunado bicho, porque lo era. Después de todo, elegir entre todo un enjambre a uno solo que la tomara, la ilusionara con cariño, la usara y luego la botara. Tal y como lo hicieron sus padres y Douma con ella. Sí, la afortunada animaleja debería estar agradecida de estar sola.

–¿Y qué más pasó? –Shinobu recordó el principal asunto de su conversación.

–¿Qué cosa? –Ahora él se había perdido de la plática admirando al brillante insecto.

–Lo de tu familia. –Contestó ella con simpleza.

–Un día para otro mi padre empezaba a trabajar hasta tarde y mi hermana ya no tenía mucha comunicación conmigo desde que dejó la casa.

–Qué pasó después?

Giyuu regresó a ver a su estudiante y por algún extraño motivo, le pareció que había bajado las defensas. No completamente, pero si un poco.

No pudo evitar entristecerse luego de recordar tan tristes momentos cuando llegó a su adolescencia, en los que también llegó a pensar que nadie se preocupaba por él y que él no necesitaba de nadie.

–Prácticamente me crie solo durante toda mi infancia. En ese entonces mi papá trabajaba más horas de las normales y cuando llegaba a casa era a dormir. Incluso muchas veces estaba ebrio. –Recordó. –Crecí y las cosas seguían igual. Nunca me alzó la mano, parecíamos dos compañeros de cuarto que no se interesan entre sí en lugar de padre e hijo. Mi hermana llamaba eventualmente, pero solo hablaba cinco minutos con ella… Al menos tú tienes a Kanao.

Agregó al final Giyuu tomando por sorpresa a Shinobu que no esperaba dicho comentario, por lo que se apresuró a contestar.

–Bueno… Kanao y yo somos las hijas del "perfecto matrimonio Kocho". Muchas veces he pensado que lo mejor sería que se divorcien, pero para ellos la imagen lo es todo. Delante de invitados, socios o accionistas son el matrimonio más amoroso e interesado por sus hijas. Alardean de mis logros en natación y de los premios que ha ganado Kanao por su club de farmacéutica. Pero si les preguntaran cuándo y a qué hora práctico o cuantas horas estudia al día Kanao, no sabrían que decir, porque no les interesa. –Explicó. –Mi padre siempre está tratando de hacer más dinero para que nadie sospeche la infinidad de aventuras que tiene.

–¿Y tú madre? –La curiosidad lo venció.

–A ella no le importa nadie más que ella misma y su posición. –Confesó con amargura. –No le afecta las cientos de amantes que ha tenido mi padre siempre y cuando sus "amigas" le sigan diciendo lo afortunada que es por tener un esposo así. Y apuesto que tiene una aventura con su entrenador personal, porque últimamente le ha dado por "ir al gimnasio" a cualquier hora del día.

–¿Siempre ha sido así? –Preguntó el profesor sorprendido de todo lo que escuchaba. No podía ser verdad.

–No, eso es lo peor. –Para ese entonces Shinobu luchaba para que sus lágrimas no cayeran por sus mejillas. –Aún conservo recuerdos de cuando era una niña y vivía en un modesto departamento en la ciudad con mis dos hermanas.

Eso extrañó a Tomioka, ¿no se supone que solamente eran ella y Kanao?

–Mis padres se amaban y nos amaban a nosotras. Pero, mi hermana mayor Kanae enfermó gravemente, tanto que los gastos del hospital eran muy elevados, por lo que ya no se pudo hacer nada… Fue un golpe duro para nuestra familia. Después de eso, mi padre se puso tan mal que juró que no volveríamos a tener una carencia de ese tipo, por lo que llegó el ansiado éxito financiero y nuestra familia se fue al piso. Mi padre quedó tan segado por el dinero que se olvidó de su propósito inicial y de nosotras. Las infidelidades de mi padre acabaron con el amor de mi madre y poco a poco ambos se olvidaron de nuestra existencia.

Su vida no siempre había sido así y tal vez eso era lo que más le irritaba. Saber que sin su dinero o posición social hubiese podido conservar a sus amorosos padres. Al principio todo había sido lindo, tenía la colección de muñecas más grande de entre todas sus amigas, pero ¿a cambio de qué? Si tuviera que devolver todo lo que tiene por regresar el tiempo atrás y compartir con sus padres y hermanas más tiempo, no dudaría en hacerlo.

Giyuu no podía creer lo que escuchaba. Ella era una niña de no más de diecisiete años totalmente abandonada, era normal que se comportara de esa manera: orgullosa, altiva y hasta un poco frívola. Sin embargo, ahora que estaba junto a él, parecía un tierno borreguito asustado. Eso iba más allá de lo que se imaginaba.

Una sonrisa triste se formó en sus labios. Ya decía que su apellido no le resultaba familiar únicamente por su fama, sino por Kanae quien llegó a ser su compañera en la preparatoria. Prefirió no emitir un comentario al respecto y dejó a un lado el tema.

–Eres muy fuerte, Kocho. –Musitó Giyuu observándola con respeto.

Por fin había encontrado algo en lo que se diferenciaba de la difunta Alice. Shinobu Kocho era, por mucho, una de las personas más fuertes que había conocido. De nuevo, le recordaba a sí mismo.

–¿Y qué pasó después?

La cabeza de Shinobu descansaba sobre sus rodillas y la giró para ver a Giyuu. En esos momentos había olvidado su objetivo con él. Ya no lo veía como un capricho que desea conseguir, sino como la única persona con quien había podido abrir esa parte de su vida. La misma que, aunque para todos era una vida de princesa, para ella era una vida sombría. Y Giyuu era la primera persona a la que se lo contaba y no la veía con lastima, sino que con admiración.

–¿Después de qué? –Preguntó el pelinegro intrigado, se había sumido tanto en sus pensamientos que ya había olvidado por donde se había quedado en su relato, el cual, pensó ayudaría a Kocho a ver de otra manera las cosas. Sin saber lo diferentes que eran los casos.

–De que empezaras a perder contacto con tu hermana.

–Ah, creí que ya no le importaba a nadie. –Continuó sin reservas. –Tanto así, que, al ser mayor de edad, decidí que me iría sin consultárselo a mi padre. –Esbozó una sonrisa. –Hablé con mis abuelos, ellos sabían cómo me sentía y me brindaron todo su apoyo. Arreglé todo para ir a estudiar a París sin decirle a nadie. Tan resentido estaba con mi hermana que, una vez estando en el aeropuerto, le llamé diciéndole que me iba. Colgué y me fui convencido de que todos aquellos que decían quererme mentían. Hasta que la conocí…

–¿A quién?

–A ella, a Alice…

Alice. Ese dichoso nombre lo había escuchado antes. Claro, fue en el primer día de clases. Cuando tropezó con ella, la llamó así.

–¿Quién es Alice? –Preguntó inocentemente.

La joven pudo apreciar como los ojos de Giyuu se apagaban. Ni siquiera la veían a ella, su semblante se ensombrecía y se ponía de pie desviando la mirada hacia el oscuro cielo estrellado. Aparentemente, la confianza del profesor no era para tanto.

–Ya es tarde, deberías irte a descansar, Kocho.

Él sabía lo que hacía, estaba formando una barrera entre su alumna y él, la cual debía mantenerse así. De lo contrario, esto se le podía ir de las manos y se suponía que él era el adulto que tenía que controlar la situación. No se imaginaba a Kocho chantajeándolo por mejores calificaciones con tal de no revelar su vida personal. Pero, de todas maneras, no podía hacer que avanzara esto, más aún cuando ella se parecía físicamente a su fallecida esposa.

Mientras tanto, Shinobu captó rápidamente la indirecta y sintió unas terribles ganas de llorar. Pero no lo haría, ya que estaba acostumbrada a que las personas pretendieran estar a su lado para luego ignorarla. Ella le había hablado de la mierda de padres que tenía, le había confiado su vida en un momento inconsciente. ¡Incluso le habló de Kanae! y ahora la ¿alejaba? Por supuesto que él también le había hablado de un momento difícil. Pero para Giyuu eso ya se había acabado, ella aún vivía ese infierno.

A pesar de eso, ella era Shinobu Kocho y nunca le mostraría su decepción. Se levantó digna, cual princesa y se quitó el abrigo del pelinegro aventándosela al pecho.

–Gracias y lamento las molestias que pude haberle causado. –Dijo con voz áspera y ruda. –También lamento haberlo aburrido con mi vida. Puede olvidar todo lo que le dije hace un momento. –Le colocó la cereza al pastel al lanzarle la sonrisa más hipócrita de su joven vida.

Giró sobre sus talones y dispuso la marcha. Ella también formaba su propia barrera de protección, aunque una tímida lágrima ya rodase por su mejilla, la cual con disimulo secó rápidamente.

–Espera…

Sin previo aviso, Giyuu tomó el delgado brazo de su estudiante y la atrajo a su cuerpo. No como la vez anterior que sólo la mantuvo cerca, esta vez la estrechó con fuerza entre sus brazos hundiendo su cabeza en el cuello de Shinobu.

No podía dejarla irse, no así. Sabía que había hecho mal al ser tan brusco repentinamente, sobre todo cuando ella era una fina y delicada rosa que había guardado sus espinas para abrirse ante él y contarle sus pesares. Mientras él, como el débil humano que era, había sucumbido ante la tristeza únicamente con la mención de su difunta esposa después de que se había prometido protegerla, no herirla.

Sin embargo, le era demasiado difícil relacionarse con ella. Shinobu era excepcionalmente especial y sentir afinidad con ella era espontáneo. Estaba temiendo que la relación de profesor-estudiante se estuviera desvaneciendo y estaba dando paso a otra a la cual no podía darle ni nombre ni explicación.

¿Qué iba a ser? ¿Cómo hacer para protegerla sin involucrarse más de la cuenta?

–Eres una buena chica Kocho…

Lo susurró cerca de su oído, sólo para ella. Shinobu no aguantó más y dejó que dos lágrimas cayeran por sus mejillas mojando la ropa de su profesor a la par que sus trémulos brazos se aferraban con fuerza a su espalda.

En ese momento, la niña mimada pudo dar paso a que emergiera a una mujer que había luchado ante la soledad y que finalmente había encontrado un sostén en el cual apoyarse. No era momento para reconocerlo, pero un nuevo sentimiento estaba naciendo que iba más allá que el capricho, una calidez que brotaba de lo más profundo de su ser y que era la sensación más grandiosa que había sentido en los diecisiete años de su existencia.

Era extraño, pero él no quería dejarla ir ni ella quería que la soltara. Se quedaron por varios minutos así, mientras en el reflejo del río se observaba como una vacilante y trémula luciérnaga volaba para hacerle compañía a la otra que yacía solitaria, que luego de juntarse vacilantes, macho y hembra se fueron juntos por el lago.

Así, dos luciérnagas estaban matando la soledad. Una excusa barata con el que, por mientras, estaban ocultando esos sentimientos que, en este instante, no les interesaba poner un nombre.

Sólo querían permanecer abrazados, unos minutos más…


Próximo capítulo: Viernes 02 de agosto de 2024