Disclaimer: Pertenecen a Maggie Stiefvater. Yo sólo quería jugar un ratito con elles.
Trigger Warnings aplicables a todo el fic salvo, quizá, este primer capítulo: Hay sexo explícito. La historia va de eso, de cómo tras darse cuenta de que se quieren de un modo diferente a la amistad platónica, van encontrando su camino al explorar mutuamente sus cuerpos y su sexualidad. Como he intentado narrar de forma diferente a como suelo hacerlo y es la esencia de la historia, no repetiré el warning en el resto de capítulos. Hay, por cierto, un personaje que, por su naturaleza, no siente deseo sexual como tal ni puede interactuar con el resto, pero sí les gusta mirarlo. Voyeurismo, vamos.
«Esta historia participa en la actividad multifandom del foro Alas Negras, Palabras Negras».
Los prompts eran: excitación [emoción], silencio [escénica], quemazón [verbo]. También cumple con: tarot y fantasma [fantástica].
Algunas notas de contexto previas, si no os importa: Me acabo de terminar los libros anteayer, como quien dice. Me encantaron. Quedé conforme con los pairings canónicos. Pero tenía la espinita del ¿y si la autora le hubiese echado valor con tantísima química como tienen los personajes? Y cuando llegué, en el cuarto libro, a la escena de la fiesta de togas, se me ocurrió esto. Así que he usado el canon a mi antojo: hago referencias constantes a lo ocurrido, pero podría ser una fiesta postcanon, en lugar de cuando ocurre. He obviado a Sierra y a la niña huérfana, porque no quería entorpecer el ritmo narrativo, así que vamos a suponer que están por ahí por Los Graneros, aunque no se las mencione. Así que las cosas del canon han ocurrido, aunque la fiesta sea anterior al final de los libros. No sé explicarme mejor, lo siento. ¡Espero que, a quien lo lea, le guste! Muchas gracias.
LA FIESTA DE TOGAS
La fiesta de togas de Henry Cheng no resultó ser lo que ninguno había esperado de una fiesta de togas, aunque Blue dudaba que hubiesen podido saber qué era una fiesta de togas antes de asistir a una por primera vez.
Gansey estaba allí un poco por inercia. Henry Cheng había insistido tantísimo en acercarse a él e invitarla, que no había podido o sabido negarse. Blue, que no terminaba de simpatizar con aquel chico, había ido arrastrada por Gansey. En su momento, había parecido buena idea, quizá un tanto encandilada por la emoción de que el chico se lo hubiese propuesto. Sin embargo, al detener el Camaro en la puerta de Litchfield House y ver a Henry Cheng salir vestido con una toga, Blue ya no estaba tan segura. Al fin y al cabo, eran alumnos de Aglionby. Chicos del Cuervo. No pintaba nada allí.
Adam, sentado justo a su derecha, parecía pensar igual que ella, porque contemplaba la ventanilla del Camaro con la mirada perdida y los labios entreabiertos en un rictus de duda. No hacía falta ser un lince para saber que se encontraba allí porque había sido incapaz de negarse a la petición de Gansey. O quizá a la de Ronan. O bien Ronan no había podido negarse a la propuesta de Gansey, por mucho que pareciese despreciar a Henry Cheng. O había seguido a Adam porque…
El tren de pensamientos de Blue se desbocó. El único que parecía contento de estar allí era Noah. No había ocupado su lugar en el Camaro hasta que estaban llegando, pero había hecho acto de presencia con solidez, provocando un escalofrío en Blue cuando tomó la energía que necesitaba de esta para poder aparecerse de forma corpórea. Este no había necesitado seguir a nadie. O quizá los había seguido a todos.
—¡Aparcad a la vuelta de la manzana! ¡Y cuidado no atropelléis a ningún gato! —gritó Henry Cheng desde la puerta de Litchfield House. Gansey asintió.
Ronan tamborileó con los dedos en el salpicadero con un ritmo frenético. Miraba de reojo a Gansey, claramente tratando de molestarlo, pero este se limitó a aparcar el coche y parar el motor. Durante unos segundos sólo el repiqueteo rítmico de Ronan interrumpió el silencio del vehículo.
Era una idea pésima.
—Bueno, ¿vamos a quedarnos aquí toda la noche? —dijo Ronan, despectivo. Abrió la puerta del Camaro y salió—. Será mejor que no hagamos esperar a tu novio.
Gansey no se molestó en contradecirlo. Cerró con un portazo. Blue sabía que era necesario dar un golpe fuerte a la puerta para cerrarla, pero cuando Ronan lo hacía… era capaz de resaltar la diferencia entre cerrar una puerta y expresar su disconformidad. Adam puso los ojos en blanco, pero abrió la puerta para bajarse también. Antes de hacerlo, rozó con el dedo el dorso de la mano de Blue, como dándole ánimos. O dándoselos a sí mismo.
Blue los siguió por el sendero hasta la puerta de entrada. Henry no los había esperado en la entrada, como cabría esperar de un anfitrión. Al llamar a la puerta, el chico los abrió, recibiéndolos con un exagerado gesto de bienvenida. Más nerviosa de lo que estaba dispuesta a admitir, Blue traspasó el umbral.
Y allí estaban. En medio de la fiesta de togas de Henry Cheng.
Blue no había sabido qué pensar antes de ir. Quizá en depravación preuniversitaria llena de personas retozando, en fiestas de ricos despreocupados o estirados pijos que no saben divertirse.
—¡Te has traído a Wendy! —exclamó Henry con entusiasmo al reparar en ella—. Busqué en Google cómo se ponen las togas de chica, por si venías. Y han venido Lynch y Parrish, qué alegría.
Ronan no parecía alegrarse en absoluto. Y Adam estaba tan fuera de lugar como se sentía Blue. Noah apareció al lado de ella. Y lo hizo como siempre lo hacía: de pronto había estado siempre allí y dejaba en ella un rastro de frialdad fruto de la energía que tomaba prestada para parecer sólido. Habituados a ello, ninguno de los cuatro lo miró, pero Henry Cheng sí lo hizo con cortesía.
—Y tú eres…
—Noah Czemy —dijo el chico con una amplia sonrisa.
Estupefactos, Adam, Ronan y Blue miraron a Henry con más atención. La opinión del segundo quizá no había cambiado, pero la de Blue sí. Había dos tipos de personas: las que veían a Noah y las que no. Y le gustaban más aquellas que sí lo veían.
—¿Quién más viene? —preguntó Gansey, más habituado a las fórmulas de cortesía y a reponerse y disimular la sorpresa que los otros tres.
—Bah, los sospechosos habituales —respondió Henry—. Nadie quiere ver a un simple conocido vestido con una sábana.
—Nosotros somos sólo conocidos —señaló Blue. Gansey la observó; aunque no sabía cómo interpretar su expresión, estaba seguro de que no presagiaba nada bueno. Ronan, en cambio, esbozó una sonrisa feroz, de las que ponía cuando estaba a punto de chocar los puños con ella. Adam suspiró discretamente, resignado.
—Contáis con el aval de Dick Gansey III, lo que nos hace casi amigos.
Al entrar, Henry Cheng les presentó a Cheng Dos, que se llamaba así porque su nombre también era Henry y era el segundo de Aglionby, no porque se apellidara Cheng, a Ryang, Lee al Cuadrado, Koh y a Logan Rutherford. Este fue lo suficientemente sensato como para callarse, pero Henry Dos carecía de aquel talento.
—Joooder —exclamó—, ¿tenemos chicas?
Gansey se tensó a su lado. Blue se irguió, amenazadora. Ronan soltó una carcajada que parecía más un ladrido, celebrando el conflicto por anticipado. Incluso Adam sonrió para sí mismo con una pizca de tristeza mientras negaba con la cabeza.
Aquello podría haber sido terrible.
Pero no lo fue.
De hecho, resultó ser una fiesta encantadora.
Toda la pandilla de Vancouver estaba vestida con sábanas y arrellanada en sofás tapados con más sábanas. Una escena en blanco y negro. Cabello negro, dientes blancos, sombras negras, piel blanca, suelo negro, algodón blanco. Un puñado de alumnos de la prestigiosa Aglionby holgazaneando.
La fiesta fue también Henry y su comitiva de chicos en toga guiándolos en un tour por Litchfield House.
Fue Blue casi ofendida echándole en cara a Henry que bromease sobre los coreanos, sobre sí mismo. Y Henry diciendo que prefería hacer los chistes él mismo que esperar a que los hiciesen los demás y estar furioso todo el tiempo.
Fue Koh enseñándolos a anudar una toga con una sábana y llevándolos a un dormitorio lleno de trastos para que se cambiasen. Koh no veía a Noah, pero no importaba, porque este no parecía tener interés en vestirse. Ni siquiera estaban seguros de que el chico fantasma pudiese prescindir de la ropa que llevaba para ponerse una toga por encima.
Fue Gansey dándose la vuelta al mismo tiempo que Adam para permitir que Blue se cambiase primero. Ronan ladeó la cabeza, petulante, pero la mirada furiosa de Blue lo hizo desistir, aunque esbozó media sonrisa macarra antes de girarse. Noah, extasiado en sus pensamientos, no parecía muy presente y Blue no estaba segura de que necesitase que él se girase. Al fin y al cabo, estaba muerto. Y también era el único al que había besado. Se desvistió rápidamente y se anudó la toga siguiendo los consejos de Koh. Fue más fácil de lo que esperaba.
La fiesta también fue Blue devolviéndoles el favor a los chicos y girarse. El dormitorio pesaba en un profundo silencio mientras lo hacían. Y, quizá, Blue sí miró por encima del hombro mientras se desvestían y entrevió la piel pálida de los omóplatos Gansey, las vértebras marcadas en la espalda de Adam y el brazo y la cadera tatuados de Ronan.
Y fue el hombro de Blue y su clavícula y sus piernas y su garganta y su risa. Su risa. Gansey no podía dejar de mirarla. Adam no podía apartar la mirada. Hasta la sonrisa satisfecha de Ronan perdía fuerza cuando Gansey, Adam o ella cruzaban por delante de él. Fueron los dedos de Gansey jugueteando con los de Adam mientras estaban de pie, muy juntos. La mejilla de Blue apoyada en el hombro de Adam. Ronan poniéndole una zancadilla a Adam. Y también las piernas de Blue por debajo de la sábana toga sobre el regazo de Ronan y este golpeando con el hombro a Gansey y Adam sonriendo.
Una leve excitación empezó a fraguarse en cuatro estómagos a la vez. Quizá cinco, porque la presencia de Noah, intermitente como su propia existencia, vagaba. Aparecía junto a Adam, luego estaba sentado cerca de Ronan, acariciaba el cabello de Blue, susurraba algo al oído de Gansey.
Fue dejarse llevar por música K-pop y ópera y hip-hop y baladas guitarreras de los ochenta, aunque Ronan refunfuñase por el gusto musical de Litchfield House. Fue una partida de billar en el suelo con palos de lacrosse y pelotas de golf y fueron películas con un proyector, quitándoles el volumen para improvisar doblajes.
Fue Gansey encontrándose con Blue en la escalera a la cocina. Fue el cuerpo de Ronan pegado al de Adam al acercarse por detrás para alcanzar un vaso. Fue la palma de la mano de Blue sobre el esternón de Adam.
—Pensé que serías más peludo —dijo en un susurro.
Y Ronan, que sí tenía un vello oscuro rodeándole las tetillas también oscuras, riéndose con una carcajada profunda y ronca. Adam sonrojándose. Gansey comprobando discretamente su propio pecho lampiño.
—Sentimos decepcionarte. Al menos, yo sí tengo las piernas un poco más animadas —dijo.
—Yo también —asintió Blue, y los cuatro, los cinco, porque Noah volvía a estar con ellos, se rieron en una carcajada.
Y también fue reír hasta el abandono, con los labios de unos rozando la piel de los hombros de otros, casi por casualidad. Jugando hasta que dejó de ser un juego.
Hasta que la boca de Gansey se detuvo peligrosamente cerca de los labios de Blue.
Hasta que Blue se descubrió con la mano sobre el vientre de Adam.
Hasta que Ronan inspiró el aroma de Adam y acarició la rodilla de Gansey.
Blue inspiró hondo. Se sentía caminar en el filo de un cuchillo.
Estaban desparramados en un sofá de tres plazas de la sala de estar. Henry y los demás estaban en la cocina, el baño o bien debatiendo filosóficamente sobre alguna chorrada en medio del pasillo con tanta vehemencia que sus palabras llegaban hasta ellos e interrumpían el silencio que imperaba entre ellos, tenso y repleto de excitación no resuelta. Como eran cuatro, se había sentado entre la pierna de Gansey y la de Adam, dejando reposar los pies sobre el regazo de Ronan. Los tres chicos estaban un poco apretados, pero a ninguno parecía importarles, aunque sus hombros desnudos se rozasen constantemente cuando Gansey movía la mano para acariciar el inicio del cabello de Blue. Adam no parecía saber dónde colocar las manos y Ronan tenía una mano sobre la pantorrilla de la chica y la otra sobre el muslo de Adam.
Fuera de la sala de estar seguía el ruido y la música, pero ninguno de ellos lo percibía, ensimismados como estaban una burbuja silenciosa donde sólo contaban sus respiraciones y el atronador latido de sus corazones.
Los ojos de Blue se encontraron con los de Gansey. La lengua de este apareció entre sus labios durante un microsegundo, humedeciéndolos, y una quemazón que parecía querer consumirla por entero se adueñó del abdomen de Blue. Los otros dos chicos estaban en silencio, pero ella podía escuchar sus respiraciones pesadas y sentir el aliento de Adam en las partes de su pie que quedaban al descubierto en la sábana.
Blue levantó la barbilla.
Gansey inclinó la cabeza.
Sus labios se rozaron antes de que Blue, olvidando su sensatez de la que tango se enorgullecía, transformase el roce en un beso decidido y ansioso. Fue Gansey quien entreabrió los labios para permitirla profundizar más.
Cuando se separaron, Blue miró a Gansey, atónita, y luego a Adam y Ronan. El primero los observaba con los ojos como platos y había dejado caer su mano sobre la sábana que cubría el muslo de Blue, sin ser consciente de dónde la había puesto y de que apretaba la tela fruncida entre los dedos. Ronan, por su parte, tenía una expresión insondable en el rostro que no sabía interpretar, que probablemente ni siquiera él mismo podría explicar.
—Adam… —murmuró Blue. Y, sujetando la tela de su toga a la altura de su pecho de forma similar a cómo él se estaba agarrando a la de ella, la atrajo hacia sus labios.
El aliento jadeante y cálido de Adam se estrelló contra la boca de ella antes de sus labios se uniesen en un beso más torpe, pero igual de inexperto, que el de Gansey. Ahora era la respiración de este al exhalar la que le cosquilleaba los cortos vellos de su nuca.
Al separarse, ambos respiraban agitados. Adam la miró, incapaz de reaccionar, con una expresión a medio camino entre la sorpresa y la de un conejo a punto de saltar campo a través.
—Joder, Blue —dijo Ronan con voz grave, y una carcajada resonó por su garganta.
—Te toca —invitó Blue a Adam, ignorando al otro chico de forma intencionada.
Moviéndose lo mínimo imprescindible y sujetándose a las togas de ambos chicos, tiró de Gansey y Adam para acercarlos. Estos, todavía atónitos por lo que estaba sucediendo, chocaron el uno contra el otro, pero en lugar de protestar o separarse por el golpe, entreabrieron los labios y se fundieron en un beso brusco y ansioso.
—Jo-der —repitió Ronan, y esta vez ya no se estaba riendo. Su voz sonó estrangulada y, cuando Blue lo miró, tenía el cuello tenso y enrojecido.
—Te toca —dijo Blue, esta vez mirándolo a él directamente. Ronan entrecerró los ojos y levantó una ceja. Sin apartar la mirada de ella ni cerrar los ojos, al contrario que habían hecho ellos tres, sujetó la nuca de Adam para girarle la cabeza y estampar sus labios contra los de él en un beso impetuoso y demandante.
Duró más que los tres besos anteriores juntos, hasta que Ronan se separó y, con una sonrisa petulante, fingió limpiarse la comisura del labio con desdén. Tras tres besos con tres personas, los tres los primeros de su vida, Adam estaba casi catatónico, pero Blue se lamió los labios con la lengua y repitió:
—Te toca.
—Eres un poco marimandona, Sargent —dijo Ronan.
—Te toca —insistió ella, impertérrita.
Con un resoplido, Ronan se incorporó, se inclinó por delante de Adam, apoyando su mano justo encima de donde tenía este la suya, sobre el muslo de Blue, y se besó con Gansey, que apenas llegó a reaccionar.
—¿Contenta? —Blue se limitó a levantar el puño, ofreciéndoselo para chocar como hacía él cuando quería elogiarla, pero Ronan entrecerró los ojos y torció el gesto—. Y una polla.
Y, inclinándose igual que antes, invadió con su lengua la boca de Blue durante unos segundos y luego se derrumbó, fingiendo indiferencia, en su sitio del sofá. Adam reaccionó y, sin quitar su mano del muslo de Blue, posó la otra sobre el de Ronan, que la tomó con la suya y entrelazó los dedos sin hacer contacto visual con ellos.
—Guau —susurró Gansey, todavía atónito.
—¿A qué sí? —dijo la voz de Noah al lado de ellos. Como siempre, había aparecido de pronto y siempre había estado allí. Blue se estremeció involuntariamente por el frío que le dejaba el fantasma al tomar de su energía para materializarse y Gansey la abrazó por la cintura para transmitirle su calor.
—¿Tú no te apuntas a la ronda? —preguntó Ronan, sarcástico. Noah no se dio por aludido, riéndose con una carcajada extraña.
—Bueno, yo ya besé a Blue antes de que lo hiciese ninguno de vosotros.
—¿Qué? —Gansey y Adam reaccionaron al mismo tiempo y ambos la miraron con expresión de sorpresa. Blue se sonrojó y Ronan aulló con una carcajada burlona.
—Pero, al menos por ahora, no estoy por la labor de repetir la experiencia —añadió Noah con un guiño.
—Ah, debéis pensar que somos los peores anfitriones del mundo —dijo Henry Cheng, entrando en ese momento en la sala de estar. Tras ellos, cargados con varios vasos de bebidas que ofrecieron, llegó el resto.
La mirada evaluadora de Henry Cheng pasó de los labios de Gansey a la piel de gallina de Blue, la mano de Adam en el muslo de esta y la que tenía entrelazada con los dedos de Ronan. Era un chico despierto e inteligente. A Blue le cayó mejor, incluso, por tener la delicadeza de haberse ausentado de forma intencionada. Y, quizá porque ahora ya lo conocía mejor, no se le escapó la mirada hambrienta que dirigió a Gansey y que este no vio porque todavía estaba demasiado concentrado mirando los labios de Blue, Adam y Ronan.
Y la fiesta también fue debatir sobre literatura y filosofía, a veces en serio y a ratos en broma, hasta que los párpados les pesaron por el sueño y la lengua se les entumeció por el alcohol, con los chicos de Vancouver.
Fue hablar sobre viajes que deseaban hacer, y Blue se sorprendió coincidiendo con Henry Cheng en su deseo de conocer otros estados, de visitar otros países, de llegar a Venezuela y pasar allí no días, sino semanas.
Fue regresar a casa, con Adam, el único sobrio de los cuatro, al volante del Camaro. Se detuvo en la puerta del 300 Fox Way y ninguno supo qué hacer ni qué decir hasta que Blue abrió la puerta y salió al frío relente nocturno. Los tres chicos la miraron con intensidad, pero ninguno dijo nada y ella tampoco ofreció repetir los besos de nuevo.
—Id con cuidado —dijo, finalmente, mirando a Adam.
—Hoy me quedo en Monmouth para no tener que echar varios viajes. Ronan también se queda allí en lugar de ir a Los Graneros —respondió este. Blue asintió, contenta, y una sensación de envidia se instaló en su pecho, pero no dijo nada.
Al final, dio una palmadita en el techo del Camaro, se despidió con un gesto de la barbilla y caminó hasta la puerta de entrada. Desde allí, se volvió hacia el coche. Donde había estado sentada, ahora estaba Noah, que parecía dormir una inexistente borrachera. Los chicos no se fueron hasta que entró en casa.
Nota: La mayor parte de los diálogos de este capítulo no me pertenecen: están sacados textualmente de la fiesta de togas canónica, adaptadas, eso sí, a la presencia del resto de personajes y al objetivo a conseguir.
