Trigger Warning: Ya sé que dije que no avisaría más adelante, pero yo qué sé. A partir de aquí las cosas suben de nivel. Hay un poco de todo, así que leer a discreción, podéis encontrar relaciones heterosexuales, homosexuales, algo de voyeurismo...
INTIMIDAD
Lo supieron en cuanto los vieron llegar. Habían pasado varias semanas desde la fiesta de togas de Henry Cheng y los cuatro, los cinco si contaban a Noah, que aparecería en algún momento gracias a la energía combinada del bosque y Blue, se habían dado su acostumbrada cita semanal en Cabeswater.
El bosque soñado de Ronan era un oasis para los cinco, por razones un tanto diferentes y paradójicamente similares.
Gansey y Blue habían llegado primero, en el Camaro, pero habían decidido esperar en el límite, escuchando la llamada de los árboles, que ya intercalaban suficientes palabras en inglés como para poder entenderlos sin necesidad de saber latín, en lugar de sumergirse en su interior. El BMW de Ronan llegó rugiendo, casi un cuarto de hora más tarde lo que habían establecido. Blue estaba a punto de echárselo en cara a los dos chicos mientras bajaban del coche, pero se contuvo al verlos. Gansey, que también se había dado cuenta, apretó la mano que tenía entrelazada con la suya.
Era la sonrisa satisfecha de Ronan, sincera y plena.
La manera de caminar de Adam, un tanto torpe e incómoda.
El sonrojo feliz de ambos.
Gansey palmeó el hombro de Ronan cuando este se acercó en una suerte de masculina felicitación cómplice, contribuyendo a que su sonrisa se ensanchase con petulancia. Ronan llevaba desde la fiesta de togas sin dormir en Monsmouth Manufacturing y, aunque sabía que la mayoría de las noches soñaba en Los Graneros, otras tantas era a St. Agnes donde le llevaban sus pasos, siguiendo a Adam. También, porque este se lo había contado entre sobreentendidos y sonrojos, que ya llevaban varios días compartiendo y explorando sus cuerpos, entre la ternura, la impaciencia y la expectación, por lo que no le resultó difícil darse cuenta de que habían culminado sus deseos y fantasías.
Al alcanzarlos, Adam entrelazó sus dedos con los de Blue y, tras un instante de duda, se inclinó hacia ella para darle un leve beso en los labios. Luego, los cuatro se internaron en Cabeswater, que los recibió con alegría y susurros. El paisaje cambió respecto al exterior en respuesta a sus mudas e inconscientes peticiones: un riachuelo sonaba fresco y limpio, un sol radiante pero que no abrasaba llenó de sombras el suelo gracias a las copas densas de los árboles y un puñado de mariposas de colores danzaron a su alrededor. Blue tardó en darse cuenta de que, igual que ella caminaba de la mano con Gansey y a Adam, algo a lo que se había acostumbrado en las visitas anteriores a Cabeswater desde la fiesta de togas, Ronan había sujetado la de Gansey de la misma forma, algo extraño en él.
«Vulnerabilidad», pensó, cuando cruzó su mirada con la de él, mordiéndose la lengua para no soltar una invectiva provocadora como acostumbraba en su dinámica con el chico, contenta por sus dos novios y que todo hubiese salido bien. Los nervios de su estómago, eso sí, se acrecentaron. «No pienso hacer turnos», le había dicho a Gansey días atrás, pero no lo decía en serio. La inexperiencia y el no saber qué esperar al compartir ese nivel de intimidad con los tres chicos, tan diferentes entre sí, hacía que quizá fuese más realista esperar estar con cada uno a una vez, en lugar de con todos al mismo tiempo.
—Ha sido maravilloso —confesó Adam en un susurro, a nadie en particular, mirando hacia arriba, hacia las copas de los árboles de Cabeswater.
Los cinco, Noah ya había tomado forma corpórea cerca de ellos, estaban tirados en el césped, complacidos de estar dentro del sueño de Ronan. La excitación de este se transmitía a través de los árboles soñados y los impregnaba a todes. Noah enredaba sus dedos en el cabello de Blue, como acostumbraba. Adam tenía la cabeza sobre su regazo y las piernas sobre el de Ronan, que le acariciaba los muslos distraídamente. Gansey apoyaba la espalda contra un tronco, con los ojos cerrados, y respiraba con calma.
Hablaron de todo y nada, pero las palabras de Adam, referidas sin duda a lo que acababa de hacer con Ronan, pesaban en el ambiente, creando un silencio propio en la conversación que respetaban y reverenciaban. Y las palabras se adueñaron de sus pechos cuando la charla dio paso a los besos compartidos entre los cuatro bajo la atenta y complacida mirada de Noah, que irradiaba energía y felicidad como no lo habían visto jamás.
—Estoy preparada —dijo Blue a Gansey cuando se montaron en el Camaro, mientras este maniobraba para incorporarse al camino tras el BMW de Ronan.
—Yo también —asintió este, con una sonrisa nerviosa llena de incertidumbres.
Ocurrió en Monmouth Manufacturing. Blue se había escapado del 300 Fox Way y pedaleado hasta allí bajo una llovizna tan escasa como persistente. Todavía era temprano en la tarde. Adam estaba trabajando y Ronan en Los Graneros, probablemente soñando, así que cuando Blue entró en el viejo almacén, sólo Gansey estaba dentro, inquieto y nervioso, retocando una y otra vez pequeños detalles de su maqueta de Henrietta. Ni siquiera se veía a Noah por allí, aunque sí se percibía la corriente de brisa fresca que solía anunciarlo.
Ni siquiera fue consciente de en qué momento habían estado intercambiando torpes banalidades con risas nerviosas y en cual había terminado tumbada bocarriba sobre la cama de Gansey, sólo que había tenido que ver con los besos que rompían el silencio del almacén y el cabello del chico entre sus dedos y la piel de su espalda al meter la mano por debajo de la camisa y atraerlo más hacia ella.
Pronto, sólo estaba su aliento y el de Gansey sobre su piel erizándole el vello, rozándole con suavidad rincones que no sabía que podían reaccionar a un toque tan suave.
Sus dedos y los de Gansey acariciándose, buscándose y explorándose. Estremeciendo su piel con suaves toques que descubrían nuevas cotas de placer.
Sus besos y los de Gansey, sobre el dorso de su pie al descalzarla, sobre su tobillo, la cara interna de sus muslos, el ombligo, el pecho, la barbilla, los labios, el lóbulo de la oreja y después el cuello, al descender, y la clavícula, la cara interna del brazo y las caderas.
Un manojo de piel sensible y extremidades desmadejadas sobre la cama que reinaba en el centro de Monmouth Manufacturing, con Gansey moviéndose sobre ella, adorándola con calma y susurrando preguntas nerviosas que delataban cuán novato era él también.
También fue explorar las formas del cuerpo de Gansey, tocar a un chico por primera vez y comparar las diferencias consigo misma y las risitas desquiciadas y nerviosas al verlo desnudo, para desconcierto de este.
Fueron nervios cuando Gansey manoteó a un lado de la cama en busca de preservativos y luego se peleó con un paquete resbaladizo que se negaba a abrirse, a dejarse manipular y que provocó más carcajadas nerviosas a Blue, al mismo tiempo que la excitación de su estómago palpitaba por la anticipación y el deseo, por abrazar a Gansey con las piernas y recibirlo en su interior.
Se dejaron caer sobre la cama al terminar, desnudos y con sus extremidades revueltas entre sí y las sábanas, con una película de sudor cubriéndoles la piel y el aliento del otro jadeando en sus labios.
No les preocupaba que Ronan regresase o que Adam decidiese pasar por allí esa tarde al salir de trabajar, a pesar de que habían buscado un momento en el que pudieran estar a solas. Igual que Ronan y Adam no habían pretendido ocultar lo que habían hecho, ellos tampoco. Y, de pronto, a Blue le excitó la idea de que ambos chicos entrasen en la enorme sala, con la cama donde estaban en el centro sin posibilidad de ocultarse. De que sus dos novios gozasen de la vista de ellos dos desnudos y espléndidos tanto como le gustaría a ella verlos a ellos.
«No pienso hacer turnos», había dicho, y ahora no le importaría repetir con Adam y Ronan aquello que acaban de hacer Gansey y ella. Se preguntaba, y así se lo susurró a Gansey, cómo sería con cada uno de ellos, qué los diferenciaría, cómo sería cada uno de ellos, qué tan diferentes eran.
Y Gansey le susurró en respuesta sus dudas, sobre cómo se hacía con los chicos, qué creían esperar Ronan y Adam de él, en qué lugar le correspondía estar, si querían algo más fijo y concreto y ya se habían repartido sus roles o pensaban improvisar. Y Blue participó en sus dudas, y contestó como supo y tuvo la certeza de que algún día estarían los cuatro juntos y nada de aquello importaría, solo estar y regalarse unos a otros.
Una oleada de frío estremeció a Blue, que supo al instante que Noah estaba allí, con ellos. Siempre era así. Un momento Noah no estaba y al siguiente siempre había estado allí, con ellos, llenando con su presencia, gracias a la energía que extraía de Blue, la habitación.
—Hola, Noah —saludó con voz suave.
—Hola… —Los dos estaban desnudos y expuestos, pero para sorpresa de ambos, ninguno se sintió incómodo bajo la mirada de Noah. A lo mejor porque este no estaba examinándolos ni los observaba con avidez o lascivia, aunque sí parecía un tanto nervioso.
—¿Y tú, Noah? —preguntó Gansey. No concretó a qué se refería, pero Blue no tenía dudas y, a juzgar por el rostro pensativo de Noah, este tampoco—. Dijiste que habías besado a Blue. Aunque también que no estabas dispuesto a repetir la experiencia.
Noah se encogió de hombros. Luego se sentó en la cama, cerca de Blue, que sintió su piel enfriarse allí donde el chico la rozaba. Gansey y ella se acurrucaron juntos: la piel del pecho de Gansey unida a la de la espalda de Blue, sus piernas entrelazadas, el sexo de él, relajado, apretándose contra los glúteos de ella, excitante e íntimo. Noah aceptó la muda invitación y se tendió a su lado, vestido con su uniforme de Aglionby. Nunca le habían visto sin él y era probable que no pudiera elegir su vestimenta.
—¿Puedo? —preguntó Noah con timidez, con la mano suspendida sobre la piel de Blue. Esta asintió. Los dedos fríos del fantasma, que absorbían su energía con un electrizante toque, siguieron las curvas de su cuerpo, las líneas de sus caderas y se enredaron con bastante solidez en el vello de su entrepierna.
Blue suspiró, complacida por el tacto, y se estremeció bajo su tacto, permitiendo que Noah tantease a su antojo. Cuando el chico levantó la mirada con cierta vergüenza y excitación reflejada, Gansey asintió también y dejó que los dedos fantasmales, corpóreos gracias a la energía reflejada de Blue, recorriesen su cuerpo también y lo excitasen.
—Yo… —murmuró Noah al terminar su exploración, reacomodándose para tumbarse de nuevo junto a ellos y enredando sus dedos en el cabello de la chica, como acostumbraba. Gansey abrazó a Blue para ayudarla a mantener el calor que el fantasma le arrebataba poco a poco—. No sé si quiero. Si puedo —se corrigió a sí mismo, pero no lo hizo con pesar—. Pero estoy contento de veros, de lo que está sucediendo. De ser parte de ello, aunque sea así.
Las caricias de Noah habían despertado de nuevo los cuerpos de Gansey y Blue, que notaba la insoslayable evidencia clavándose en la parte baja de su espalda, pero ninguno contestó de inmediato a Noah.
—Quizá sí esté dispuesto a experimentar un beso más —dijo el fantasma, con media sonrisa.
Gansey tragó saliva y asintió. Noah se inclinó por encima de Blue para salvar la distancia entre ellos y sus labios fantasmales se posaron sobre los del chico, que los entreabrió de forma incondicional, ofreciéndole un beso completo y rendido, tal como era él mismo y como concebía su amistad con sus amigues. Novies. Lo que quiera que fuesen, a estas alturas, que le importaba un comino.
Noah se separó. Había algo de color en sus mejillas, incluso en la borrosa por la energía tratando de ocultar el golpe fatal.
—Tampoco quiero que os duela cuando… —dejó el final de la frase en el aire. Blue se mordió el labio inferior, creyendo comprender a qué se refería. Al fin y al cabo, ella le había animado más de una vez a continuar, a no quedarse allí, pero sí era la primera vez que el chico manifestaba su voluntad de hacerlo. Quiso decirle que no les dolería, pero no quería mentirle. Ronan no lo haría en su lugar, con su brutal honestidad que tanto le gustaba.
—¿Quieres quedarte? —preguntó, en cambio, tras intercambiar una mirada con Gansey, que asintió de manera imperceptible.
Gansey besó su nuca con calma, ignorando su propia urgencia y, cuando Blue se giró hacia él para devolvérselos, rodó sobre ella. Noah, tumbado a su lado, no apartó la mirada, sonriendo para sí mientras ellos se besaban, jadeaban en sus bocas y unían una vez más sus cuerpos sin ápice de vergüenza por estar siendo observados.
Y ambos supieron, en ese momento, que querían ser vistos por Adam y Ronan, verlos a ellos, verse el uno y la otra con ambos chicos también. Que ya no había tantas dudas sobre cómo iban a organizarse y hacer para estar todos juntes.
El placer del clímax se precipitó sobre los dos sólo por pensarlo. A su lado, Noah sonrió con felicidad y rozó con las yemas de los dedos la espina dorsal de Gansey, sudorosa por los rítmicos movimientos, en una caricia cariñosa que acompañó al chico cuando se rindió al éxtasis del placer y se derrumbó, con cuidado de no aplastarla, sobre el cuerpo de Blue.
A pesar de su revelación, Blue tenía la firme intención de no acelerar las cosas. Ni ella ni Gansey hablaron con los otros chicos sobre ello, aunque sí había ganado una apuesta a Ronan, que se había burlado de ella al afirmar que seguramente todavía no se había atrevido a hacer nada con Gansey o Adam. Tan sonrojada como excitada, con el fuego ardiente que le encendía de deseo el vientre solo de recordarlo, le había contado algunos detalles de la pasada tarde en Monmouth. Y, si Ronan hubiese osado no creerla a ella ni al furor rubor de las mejillas de Gansey, que parecía quemazón tras haber estado demasiado tiempo al sol, no le habría quedado de otra cuando Noah completó su relato de forma convincente, desvelando con su testimonio su presencia y su papel.
—¿Y a mí no me vas a besar? —había dicho Ronan, molesto por haber perdido. Noah se había encogido de hombros, con una media sonrisa en los labios, pero se adelantó y posó sus labios sobre los del otro chico. Adam había bajado la cabeza, pensativo, pero al final la había vuelto a levantar, mirando a Noah con determinación. Este, asintiendo, lo había complacido.
Esa misma tarde, aunque Ronan y Adam se habían quedado en la habitación del primero en Monsmouth y le pidieron a Blue que se quedase cerca, para que Noah pudiese materializarse mientras estaban juntos, si así lo deseaba.
A ella y a Gansey les había costado contenerse para levantarse y pedir entrar en la habitación también, corroborar con sus ojos los comentarios y las confesiones intercambiadas tras la provocación de Ronan. Unirse a ellos. Pero al final se habían quedado revisando el cuaderno de Gansey, más cerca de lo habitual entre ellos, con la mente enfocada en lo que estaba sucediendo al otro lado de la puerta que separaba la sala del dormitorio de Ronan.
No estaba dispuesta a acelerar las cosas. Las cartas habían dicho que no tenía que intentar controlar aquellos asuntos que estaban fuera de su control, y estaba dispuesta a hacerlo, a dejar que las circunstancias fuesen llevándolos en la corriente del tiempo y la vida a donde tuviesen que llevarlos. Al fin y al cabo, ella ya había determinado qué camino iban a seguir cuando los había besado y les había incitado a besarse entre ellos, cuajando aquello que flotaba sobre el grupo desde hacía semanas.
—¿Qué vais a hacer con Henry? —dijo Noah, que había aparecido sin que ninguno de ellos se diese cuenta.
—¿Con Henry? —preguntó Gansey, un tanto nervioso al oír el nombre de su compañero de clase. Tanto él como Blue habían hablado a menudo con él por teléfono y, cuando se encontraban en Aglionby, se detenían a hablar, aunque Ronan frunciese el ceño y pusiese mala cara. Además, el chico estaba obsesionado con quedarse a solas con Gansey para hablarle de su RoboBee, de viajes, preguntarle cosas o, simplemente, caminar en silencio. Y también a hacerle pequeños regalos: una gominola dulce tras un ejercicio físico, una botella de agua en un día caluroso o un café caliente si hacía frío o tenía sueño.
—Henry Cheng —insistió Noah.
El teléfono de Gansey sonó. Era Henry Cheng. Levantó la vista hacia Noah que, a pesar de poder atravesar la puerta del dormitorio de Ronan o materializarse en el interior, prefirió entreabrir cuidadosamente y colarse por ella con habilidad antes de cerrarla de nuevo. La boca de Gansey se secó al escuchar los jadeos y suspiros de su interior y Blue intercambió una mirada con él cuando la estentórea carcajada de Ronan que recibió a Noah se escuchó incluso allí fuera.
El teléfono no había dejado de sonar, insistente.
—¿Quieres hablar con él? —preguntó Gansey.
—Hay que planificar nuestro tour de ensueño, ¿no? —dijo Blue, encogiéndose de hombros con indiferencia, aunque en realidad estaba deseando hacerlo. No parecían capaces de hablar de otra cosa que de ese viaje que harían algún día, quizá al graduarse o en verano, pero es que no quería dejar el tema a un lado, ni siquiera cuando Henry confundía adrede Venezuela con India o fingía escándalo por el destino propuesto por Blue en el estado adyacente, más asequible para ella.
Estaba tan nervioso que le sudaban las manos y le temblaban los dedos y fue Blue quien tuvo que abrir el preservativo en su lugar. Adam, con una sensación de malestar en el estómago, que sabía a la perfección que se trataba de su orgullo y su inseguridad azuzando su ansiedad y hundiéndole la autoestima, la observó hacerlo.
Blue estaba desnuda y no parecía preocupada ni avergonzada por ello. Era guapísima, tanto como se lo había parecido la primera vez, más de un año atrás, cuando la había visto por primera vez en aquel restaurante y Gansey se había acercado a ligar con ella en su nombre y sin su autorización, pero desnuda todavía lo era más. Estaba seguro de que no iba a poder dejarla de mirar jamás y a la chica aquello parecía agradarle, en lugar de incomodarla.
Al contrario que él, que disimulaba fatal al cubrirse con un brazo las costillas que se le notaban en el pecho y la mano con la que trataba, inútilmente, de entorpecer la visión de su pubis. Era sorprendente que no le había preocupado aquello al estar con Ronan, quizá porque este era tan franco como honesto y la ausencia de comentarios era tan sincera y elogiosa como los comentarios que pudiera haber hecho. Ni siquiera era que le importase que Blue ya hubiese estado con Gansey y pudiera comparar, para su sorpresa, ya que había creído que eso le iba a suponer un problema mayor.
Solo era… timidez pura y dura.
Blue había terminado de extraer la viscosa goma del paquetito y levantó la vista hacia él, sonriendo. Estaban en el cuarto de ella, en el 300 Fox Way. Había bullicio fuera, amortiguado por la puerta cerrada, pero la chica le había asegurado que nadie les iba a molestar, lo cual le daba la inquietante sensación de que en aquella casa todo el mundo sabía lo que estaba ocurriendo allí dentro. O iba a ocurrir, aunque no sabía bien si iba a ser capaz si sus nervios seguían aumentando. La primera vez con Ronan había estado muy nervioso también, pero tal vez era porque habían ido escalando de otra forma sus encuentros, porque él no había sido la parte activa o porque la férrea seguridad del otro chico había disipado cualquier atisbo de su inseguridad, al final no había sido un impedimento. En cualquier caso, era una casa de médiums, todas muy buenas en lo suyo, así que dudaba que hubiese manera de hacer aquello sin que se enterasen y la propia Blue le había contado acerca de la tirada de cartas que habían hecho, así que trató de sacárselo de la cabeza. No era más presión ahí dentro lo que necesitaba, precisamente.
—¿Te lo pongo yo? —preguntó Blue, ladeando la cabeza, a medio camino entre la inseguridad y el deseo de hacerlo.
Adam dejó de respirar unos segundos.
Después, asintió con torpeza, embargado por una extraña sensación de vértigo que le nubló los sentidos.
Le gustaba aquello. Blue parecía segura a ratos, por tener ya algo de práctica con Gansey, y eso le tranquilizaba, aunque podría argumentar lo mismo respecto a Ronan y él. Pero, al mismo tiempo, la chica parecía dudar y explorar las novedades de aquello, como si fuera su primera vez.
«Porque es su primera vez», se recordó a sí mismo, y en su oído izquierdo, acallando la voz insidiosa que a veces lo molestaba, Cabeswater aprobó su pensamiento. «Y es mi primera vez con ella. Y habrá una primera vez más con Gansey».
Y, al pensar en que probablemente habría otra primera vez, una que deseaba desde aquellos primeros besos en la fiesta de togas y en la que, en realidad, no había pensado en ese momento, en la que estarían todos ellos, o al menos tres, tragó saliva. Quizá incluso Noah querría estar presente, como lo había estado con Ronan y él después de que Gansey y Blue les contasen cómo había sido su primera vez.
El tacto de Blue al colocarle el preservativo lo estremeció y tuvo que cerrar los ojos con fuerza para no dejarse ir, como le había pasado la primera vez que Ronan lo había acariciado, para regocijo y orgullo de este.
—Estás temblando.
—Estoy nervioso —reconoció Adam, abriendo los ojos y mirando a Blue.
—Yo también.
—También temblé con Ronan.
—Y yo con Gansey —admitió Blue, con una risita.
—Espero que no te llamase Jane. —La chica se rio más fuerte y aquello relajó el ambiente.
Blue caminó torpemente por la cama, de rodillas, y empujó el pecho de Adam para incitarlo a tumbarse. Este obedeció, sin apartar la mirada de ella, comiéndosela con los ojos.
—Te gusta lo que ves.
No era una pregunta.
—Podría mirarte el resto de mi vida.
Blue se inclinó hacia adelante y lo besó. Afirmó las rodillas a cada lado de las caderas de Adam y, buscando con la mano tras de sí, lo guio hacia su interior con un escalofrío de placer que él replicó en todo su cuerpo.
«No hay motivo para estar nervioso», pensó, «sino emocionado». Y se relajó, dejando que ella controlase el ritmo y la situación, tranquilo por lo rápido o lento que fuese aquello, más centrado en beberse a Blue con las caricias de sus manos, los roces de sus labios y los gemidos que esta exhalaba.
Gansey detuvo el Camaro frente a St. Agnes. Ronan había ido a Washington para visitar a Matthew. Durante las semanas anteriores, este se había cerciorado de recoger a Adam del taller, que siempre tenía el último turno y acababa cuando ya hacía horas que la noche había caído y la cena se había enfriado. Adam había abierto los ojos con sorpresa al verlo aparecer, pues había contado con regresar a casa en la bicicleta. Sin embargo, no había preguntado al respecto, limitándose a amarrar su sempiterna bicicleta dentro del taller después de que Gansey le prometiese hacerle de chófer el día siguiente, ya que era imposible encajarla en el maletero del Camaro.
—¿Qué tal fue? —Gansey había conducido en silencio y Adam lo había respetado, cansado, pero también cómodo. No habló hasta que se detuvieron, amparados por la oscuridad de una farola fundida, a unos metros de St. Agnes.
Había hecho la misma pregunta a Blue dos días antes, cuando esta le había dejado caer, en una de las ocasiones en las que habían estado juntos, que por fin se había animado a dar aquel paso con Adam. La chica había sonreído, nostálgica por el encuentro, antes de asegurarle que todo estaba bien. Gansey quería cerciorarse de que ambas partes recordasen su encuentro igual.
—Fue… especial —admitió Adam, mirándolo de reojo y sonrojándose. Le alegraba que, a pesar de lo sucedido durante el tiempo que duraba su amistad, los malentendidos y las dificultades, estuviesen en un punto en el que ambos podían hablar abiertamente de Blue con el mismo cariño y deseo.
Gansey tamborileó con los dedos en el volante, de una forma similar a cómo lo hacía Ronan. «Igual que lo hacía Ronan, de hecho», comprendió Adam al percatarse de que era un comportamiento aprendido por imitación, igual que él adoptaba la forma de hablar de Blue cuando estaba un rato con ella solo porque el afecto hacia esas cosas en sus cabezas sin que se diesen cuenta siquiera.
—Y… —Gansey estaba a punto de decir algo y Adam esperó, dejando que se tomase el tiempo necesario. Había tenido hambre antes de salir de trabajar y Gansey no había recordado traerle cena como solía hacer Ronan, pero ahora la sensación de apetito había sido sustituida por un aleteo de mariposas en su estómago que lo llenaba mucho más que toda la comida del mundo—. Con Ronan…
Dejó la frase en el aire. Adam trató de vislumbrar su sentido, no muy seguro.
—Fue especial también. Especial de un modo diferente. Y lo habría sido fuese cual fuese la circunstancia o el orden —añadió, no muy seguro de por qué lo hacía, aunque intuía que las dudas de Gansey iban por ahí.
—Fue… No… Tú… —Gansey frunció el ceño y se mordió el labio, apretando los dedos alrededor del volate. Un poco frustrado, Adam golpeó la sien contra el cristal del Camaro y dejó que la vibración se extendiese por su oído izquierdo, lo más parecido a oír por ese lado que podía conseguir—. No sé qué esperar.
—¿Necesitas más detalles? A Ronan no le importa que lo contemos si sois vosotros. —«Y a mí tampoco», pensó, excitado por la idea de hacerlo—. Vosotros nos contasteis algunas cosas, así que…
—Sí —suspiró Gansey, aliviado. Al parecer, Adam había acertado, pero cuando fue a explicarle que las primeras veces solo habían sido manoseos a oscuras bajo las mantas de su cama de St. Agnes, silenciosas y apresuradas y que después habían venido experimentos tan placenteros como torpes con sus bocas antes de decidirse a hacerlo del todo unos días después, Gansey siguió hablando—. Tú caminabas un poco raro aquel día en Cabeswater. Por eso lo supimos.
—Sí. Al día siguiente fue un poco incómodo —dijo Adam y, a pesar de ello, sonrió con nostalgia, deseando que se repitiese—, pero me gustó mucho. Tanto que ya hemos repetido un par de veces más.
—Me da miedo —confesó Gansey—. No sé qué hacer con un chico. Nunca me lo había planteado, yo siempre había creído…
—Yo también —asintió Adam, comprendiéndolo. Sólo que la seguridad y la honestidad de Ronan era tan apabullante que no se lo había planteado. Se había dejado llevar por él, convencido de que estaba a salvo si era con él.
Así que se lo contó. Lo que habían hecho Ronan y él, con detalles. Sus pantalones apretaban más y más mientras lo hacía, mordiéndose el labio y apartando la mirada cuando se sonrojaba demasiado o le embargaba la vergüenza. Hizo énfasis en lo mucho que le había gustado tras las incomodidades iniciales. Se encogió de hombros cuando Gansey le preguntó si debería ir arriba o abajo, pues él tampoco se lo había planteado. Había surgido así y Ronan lo había tenido más claro.
Luego se mantuvo en silencio, dejando que el otro chico, obviamente tan excitado como él, aclarase sus pensamientos y digiriese toda la información. Gansey apretaba el volante entre los dedos de una mano y se tocaba el labio inferior con el dedo índice de la otra, en un gesto familiar en él. Al cabo de un rato, este se reclinó hacia atrás con un suspiro y soltó el volante. Buscó la mano de Adam y entrelazó los dedos con los suyos.
—Creo que podría acostumbrarme a esto —dijo. Luego gesticuló al aire—. A que nos contemos lo que hacemos unos y otros, a que nos demos detalles. Es…
—Excitante. Dile a Blue que tiene mi permiso para contarte lo que hicimos el otro día, si quiere.
—Yo le diré que te puede contar lo que hemos hecho hasta ahora —dijo Gansey, mirándolo con los ojos brillantes—. Aunque me temo que hemos sido menos… ingeniosos que vosotros. O, mejor dicho, me parece que nos hemos saltado etapas.
—No creo que deban ir en un orden en concreto.
—Y tampoco creo que debiéramos haber obviado que había muchas más cosas que podíamos hacer. —Gansey se rio y Adam le apretó la mano—. ¿Probamos? Ahora.
Adam asintió.
Gansey se inclinó hacia él y Adam hizo lo mismo. Se encontraron a medio camino en un beso ansioso con más dientes que los que se habían dado con Blue y ambos supieron al instante que el otro estaba pensando en que había sido de imbéciles tratar a la chica de una forma diferente y que, probablemente, se iba a enfadar con ellos, con razón, cuando se percatase de ello, algo que ocurriría más pronto que tarde.
La mano de Gansey se coló por debajo de la camiseta de Adam. Este reaccionó y lo imitó, en una suerte de equilibrio entre dejar que llevase la iniciativa y, a la vez, mostrarle la seguridad que ya tenía gracias a su experiencia con Ronan. Adam hizo ademán de empezar él, pero Gansey negó con la cabeza y lo empujó para que dejase su espalda apoyada sobre el respaldo. La postura con la que salvó la distancia y la palanca de cambio de marchas del Camaro no le resultaba cómoda, pero no le importó. Para él, en ese momento sólo estaba Adam, sus pantalones desabrochados y el bulto de sus calzoncillos debajo de ellos.
Adam posó su mano sobre el cabello de Gansey, enredando sus dedos en él, pero no presionó, dejándole llevar su ritmo, explorar con los labios y la lengua primero, con la boca después. Se estremeció cuando lo abarcó tanto como pudo y se rio cuando Gansey se atragantó. La presión de sus dedos sobre el cabello le indicó a este qué le gustaba más y cómo guiarlo hacia el clímax, que Adam ahogó mordiéndose los nudillos y golpeando la nuca contra el cabecero del respaldo. Gansey no supo qué hacer con todo aquello que de pronto le empapaba los labios, los dedos y la ropa del otro chico, pero a este no pareció importarle, pues cuando todavía estaba pensando en dónde y cómo limpiarlos, fue el turno de Adam de corresponderle.
Y, como pudo advertir mientras le colocaba las manos en la cabeza y seguía el ritmo del chico sobre su regazo, la experiencia, incluso aunque fuese escasa, era un grado. Podría haberse arrepentido de no haber permitido que Adam le mostrase primero cómo había sido, pero cuando este se incorporó de nuevo sobre su asiento, limpiándose la comisura del labio con el dorso de la mano, ambos manchados de formas similares en sus manos, bocas y pantalones, dijo:
—Ha sido… —«Alucinante, emocionante, flipante»—. Especial. Muy especial.
Y, mientras se lo decía, Adam le miraba a los ojos. Gansey asintió.
—Ha sido especial de cojones.
Ambos se rieron con ganas y Gansey deseó que llegase su llamada nocturna con Blue para contarle lo que acababa de hacer, pero también estar así con Ronan y repetir con Adam. Y, como le comentó en voz alta a su novio, en la intimidad de cristales empañados del Camaro, lo necios y desconsiderados que habían sido ambos con Blue al no empezar su exploración de esa forma en lugar de ir directos a lo que consideraban el objetivo a alcanzar.
