HARRY
-Snape despertó.
Levanté la mirada de la sección deportiva del profeta y vi a un Arthur muy serio en la puerta de la cocina. Sentí como mi mandíbula se desencajaba en una expresión estúpida.
-¿Funcionó? El medimago… Robert… dijo que…
-Sí, sí. Dijo que el nuevo antídoto tampoco iba a revertirlo -Arthur hizo un gesto con la mano, como si apartara una mosca -. La cosa es que está despierto. Y…
-¿Y? -le apremié dejando el periódico desordenado sobre la mesa. Casi derramo el zumo de naranja del desayuno en el proceso.
-Se ve diferente.
-¿Diferente? ¿Cuándo lo viste?
-Apenas me avisó Robert fui a San Mungo -contestó Arthur -. Necesitaba verle. Tenía que agradecerle… por t… todo.
Asentí. Sabía que Arthur iba a decir "por ti". Ahora era mi suegro, casi como mi padre y nuestra relación iba más allá de las palabras. Me había acercado mucho más a los Weasley desde la muerte de Fred; aunque no lo dijera en voz alta, sentía que mi deber era ser el hijo que perdieran por mi causa. Podría jurar que Arthur conocía mi angustia y la subsanaba con su comportamiento paternal.
-¿Qué tenía de diferente? -tragué saliva, sintiéndome nervioso. Snape estaba vivo. Bueno, antes también lo estaba. Pero el veneno de Nagini había puesto su cerebro en algo como un estado vegetativo. Los medimagos habían probado antídoto tras antídoto más por mi insistencia que por su fe en la recuperación de Snape.
-Se ve como si tuviera unos quince años menos -Arthur abandonó su posición de estatua y fue a sentarse a la mesa -. Se ve solo un poco mayor que tú.
-¿Cómo es eso posible? -pregunté, tratando de visualizar un Snape de cuarenta y tantos con aspecto de estar en sus veintes.
-Robert dice que el antídoto pudo hacerlo. Dice que ha venido cambiando las últimas semanas -Arthur se sirvió jugo y bebió un gran trago -. Dice que puede que eso haya restaurado su cerebro.
Dejé escapar el aire lentamente al percatarme de que había estado aguantando la respiración. Entonces entre ensayo y error habían traído a Snape de vuelta. Era lo que había estado esperando los últimos seis años y, sin embargo, ahora me estaba poniendo nervioso ante la idea de que estuviese despierto. Había ido a verlo una vez por mes desde que lo encontramos aún con vida en la casa de los gritos; casi muero del susto al escuchar el pitido que representaba su respiración después de haberlo dado por muerto.
-Mentalmente… ¿él recuerda?
-Se veía muy cuerdo. No sabe cómo sobrevivió a una mordida así.
- ¿Te dijo qué piensa hacer?
Arthur negó con la cabeza.
-No lo sabe -Arthur se rascó la barbilla, pensativo-. Creo que no sabe cómo afrontar que sepas tanto.
Sonreí con desgana: ni yo sabía cómo afrontar el saber tanto del hombre al que había odiado toda mi adolescencia. Tal vez era una suerte haber tenido seis años para reflexionar sobre los recuerdos de Severus Snape; eso me había permitido entenderlo y comprender que la vida en definitiva no era blanca o negra. Ahora que el hombre estaba despierto y aparentemente en sus cinco sentidos, necesitaba sino agradecerle, al menos dejarle en claro que no deseaba tener rencores. Necesitaba por lo menos lograr un acercamiento similar al que tenía con los Malfoy: una forma de ignorar bastante cordial después de salvarles el culo de Azkaban.
SEVERUS
Había despertado hacía unas doce horas presa del pánico, sintiendo los colmillos de Nagini en mi cuello y la sangre escapando por mi garganta, limitando mi respiración. Me vi rodeado de gente con batas blancas, tratando de calmarme mientras gritaba como un niño pequeño y aterrorizado. Después de un par de hechizos tranquilizantes, pude comprender que no estaba sangrando y que las heridas de mi garganta no eran más que un par de blancas cicatrices. La gente con bata blanca resultó ser el personal de San Mungo, donde había permanecido los últimos seis años siendo poco más que una patata postrada en cama, dependiente de quién sabe cuántas pobres enfermeras para mantener mi higiene personal.
Me llevé una sorpresa gigante, acompañada de más alaridos cuando entré al baño tambaleándome y vi un Severus Snape mucho más joven en el espejo. Creí que estaba loco o como mínimo en una pesadilla aportada por los encargados de castigar en el infierno. Porque estaba muerto, debía estar muerto y no en un baño de San Mungo con la apariencia de apenas estar abordando los treinta años. De nuevo los sanadores lograron convencerme de que estaba vivo y con demasiada suerte como para tener un cerebro funcional.
- ¿Profesor Snape?
Quise fingir que dormía al reconocer la voz de Potter.
-La enfermera dijo que está despierto.
EL click de la puerta al cerrarse sonó demasiado ruidoso en la silenciosa habitación. Como la presencia de Potter era perceptible hasta Saturno, me giré en la cama para quedar frente a él y le dirigí una mirada escrutadora. Esperaba un chillido de furia como los que Potter solía emitir en el colegio. Sin embargo, el chico solo se limitó a observarme con una mirada indescifrable.
-¿Qué quieres, Potter?
El joven dio un respingo. Se veía mayor, más fuerte, más seguro.
-Quería saber cómo estaba -dijo sin más.
Su voz, ahora que la detallaba, era también más madura y masculina.
-Podría decirse que vivo -mascullé. Por alguna razón, la frase tuvo un dejo de decepción que me asombró inclusive a mí.
-Yo… me ale… alivia verlo… bien, creo -balbuceó Potter.
-Supongo que debo responder gracias -dije con sorna.
Potter enrojeció un poco y carraspeó. ¿Qué mierda quería? ¿Por qué no estaba dando alaridos frustrados como cuando era un niño malcriado? Era perturbador verlo ahí parado con una mirada confusa.
-Yo…
-Escucha, Potter -lo interrumpí -. No sé qué estás haciendo aquí. No quiero tocar el tema de los recuerdos, si es por eso que viniste.
-Creo que debo agrad…
-No. No me tienes que agradecer nada -levanté la mano, indicándole que se callara -. No hagas esto. No te atrevas a hacerlo.
Potter abrió la boca y la volvió a cerrar, como pensándose mejor lo de soltar algún discurso lleno de cursilerías. Asintió varias veces y al final sonrió levemente. Y yo que pensaba que el que iba a quedar con retraso mental por falta de irrigación sanguínea era yo.
-Vale. Lo capto -continuó asintiendo.
Más silencio.
- ¿Qué piensa hacer? Digo, cuando le den el alta -el muchacho trataba de entablar una conversación amistosa, que me resultaba bastante incómoda.
-No sé.
-No va a ser juzgado… nosotros ya…
-Weasley me puso al tanto del juicio al comatoso. No necesitas repetirlo. No voy a agradecerte tampoco.
Potter levantó las palmas de las manos en gesto de paz.
-Sí, vale – se pasó la mano por el pelo. Tal como solía hacer su estúpido padre-. Hablé con la profesora McGonagall y… pensamos que tal vez… bueno, el puesto de DCAO está libre.
-Vete, Potter.
