Respiré profundo y me enderecé un poco más en la silla. Trataba de elegir de manera acertada las palabras que iba a decir a continuación. Todo dependía de lo bien que se me diera mentirle a un tribunal completo. Pero era muy difícil concentrarme con todos esos ojos fijos en mí. Me sentía pequeña y frágil, tanto que casi habría querido tener a alguien sujetando mi mano.
—El 31 de agosto fue la primera vez que me involucré con el profesor Snape —dije con voz pausada.
—¿Se refiere a que en esa fecha tuvo un primer encuentro de tipo sexual con el docente Severus Snape? —inquirió el interrogador.
Sentí que se me subían los colores al rostro y me removí en el asiento, incómoda. El hombre a cargo del interrogatorio, Atticus Bletchley, no parecía nada cohibido a la hora de hacer sus preguntas. Incluso parecía disfrutar de llevar a los extremos el asunto, mostrándose más que especifico a la hora de abordar el tema.
—Sí. A eso me refiero —respondí, procurando sostenerle la mirada. Resultaba difícil, porque sus ojos eran casi tan negros como los de Severus.
—Entiendo —el hombre asintió —. Recapitulemos: según su versión de los hechos, usted y el profesor Snape mantenían una perfecta relación de maestro-alumna durante poco más de seis años, y durante ese tiempo no tuvieron ningún tipo de interés romántico antes de ese encuentro. Encuentro que se da el día… —me miró fijamente como instándome a intervenir. Como no dije nada, continuó —31 de agosto, durante su cumpleaños número diecisiete… ¿Esa fue su forma de celebrar, señorita… señora Heron?
Antes de que pudiera siquiera abrir la boca, una de las mujeres sentada en la fila del frente, intervino.
—Está extralimitándose en las preguntas, señor Bletchley —dijo Mafalda Hopkirk. Su mirada severa daba a entender que era más sensato no llevarle la contraria.
—¿Lo hago? —dijo el interrogador con expresión inocente.
—Sin duda —la funcionaria se envaró en su silla, mostrando toda su aura dominante —. No está siendo objetivo con sus preguntas.
—Concuerdo con la señora Hopkirk, señor Bletchley. Procure ser más objetivo a partir de ahora —convino Arnulfus Scrimgeour, jefe supremo del Wizengamot, quien hacia las veces de juez en mi audiencia.
—Me disculpo —dijo el hombre con una sonrisa —. Retomando… Señor…ita Heron, ¿entonces usted sólo fue a hacer una visita a su profesor ese día?
Miré hacia donde estaba sentada Hermione Granger. Mantenía una expresión neutral, con sus ojos fijos en mi escuálida persona, lista para intervenir a modo de defensa en el momento indicado. Yo estaba al tanto de lo mucho que ella odiaba estarse involucrando en este caso, que lo único que deseaba era hundir a Snape y que no lo había hecho solo por la continua súplica de Harry Potter. Vi cómo asintió casi imperceptiblemente.
—Sí —dije sin más.
—¿Por qué? Si no tenían una relación de pareja previamente, ¿qué fue a hacer a la casa del señor Snape? —preguntó Bletchley.
—Éramos amigos y quise visitarlo — mis ojos se desplazaron hasta la profesora McGonagall. Ella estaba sentada junto a Hermione y se veía pálida y con cara de pocas pulgas. Sabía que yo estaba mintiendo descaradamente desde el inicio del interrogatorio, y eso no le hacía ni pizca de gracia.
—Tengo relatos que dicen lo contrario. Usted parecía ser más un dolor de cabeza para el profesor Snape por su mal comportamiento —el hombre miró a los miembros del tribunal con una sonrisa que decía "cómo miente esta chica" —. Creo que usted no era alguien con quien Severus Snape quisiera mantener una amistad.
Tragué saliva cuando la multitud de personas me miró con la incredulidad grabada en sus rostros.
—¡Objeción! —Hermione se puso de pie —. Sus creencias no establecen una realidad.
—Ha lugar —dijo Scrimgeour. Asintió ligeramente con la cabeza y entrelazó los dedos sobre su regazo —. Esta es una audiencia para establecer el nivel de transgresión a la prohibición de relaciones de índole romántico entre docente-alumno. No estamos aquí para determinar si la señorita Heron era una persona con quien alguien quisiere mantener una amistad o no.
—Me disculpo —dijo Bletchley con una sonrisa zalamera —. ¿Cómo es que el profesor Snape y usted entablaron una amistad?
Miré en derredor, tomándome mi tiempo para responder, tal como Hermione me había indicado que debía hacer. Crucé mi mirada con varios de los asistentes, dejando ver el miedo que me embargaba. "El miedo en una chica con tu aspecto, conmueve. Hazles ver lo aterrada que estás de estar ante el tribunal", había dicho Hermione. Y eso estaba haciendo. Noté como muchos de ellos desviaban la mirada, incómodos.
—Yo no era una alumna particularmente brillante y me gané algunos castigos por ello —respondí, procurando mantener un tono ligeramente apesadumbrado al decir aquello. "Muéstrate triste por tu torpeza, pero no demasiado. Les traerás recuerdos de su propia falta de talento", fue otro consejo de Hermione —. El profesor Snape procuró que mejorará mi aprendizaje durante esos castigos. Y yo… me esforcé por caerle bien.
—Entiendo. ¿Cuál fue su motivación para caerle bien? —las cejas del interrogador se arquearon, en espera de mi respuesta.
Mis ojos volvieron a pasearse por el lugar, pero esta vez no sobre los asistentes, si no que se detuvieron en los candelabros que iluminaban la estancia. Evoqué cuanto había querido caerle bien a Severus, cómo mi corazón se aceleraba cada vez que lo tenía cerca, cuánto le había amado en ese entonces y cuánto le amaba justo ahora.
—Me enamoré de él. Solo yo me enamoré durante mucho tiempo —fue mi respuesta. Consciente de lo que estaba haciendo, enlacé mi mirada con la de Scrimgeour. Los ojos azul cielo del hombre parecieron opacarse un instante. Y supe que había conseguido hacerle rememorar su amor no correspondido. "Una maestra rechazó a Scrimgeour en su formación como auror. No es exactamente lo mismo, pero se sentirá identificado", fue otro de los tips de Hermione.
Un murmullo generalizado se expandió por la sala cuando los miembros del tribunal se pusieron a cuchichear por lo bajo acerca de la declaración.
—¿El señor Snape no le correspondió? —pude percibir la burla en el tono de voz de Bletchley.
—No —contesté sin dejar de sostener la mirada de Scrimgeour —. Puso distancia.
Scrimgeour apartó sus ojos de los míos. Pude ver al muchacho rechazado a través de sus facciones maduras. Y me sentí un tanto miserable por seguir las estrategias planteadas desde mucho antes de la audiencia.
—Entonces… explíqueme cómo es que usted dio a luz a un hijo de Severus Snape hace dos semanas.
El cuchicheo en el tribunal se hizo más fuerte. Tomé aire. Este era el momento en que debía salvarle el culo a Severus Snape, haciéndolo ver como la victima de una muchachita desubicada.
—Yo me negué a mantener la distancia —dije con seriedad y mis ojos se anegaron en lágrimas. No tuve que forzar el llanto, porque realmente sentí la necesidad de llorar. No era totalmente falso que era yo quien le había buscado en primera instancia, así que, el título de estúpida lo tenía en alto, lo suficiente para querer llorar cada vez que lo recordaba —. Yo le busqué una y otra vez. Incluyendo el 31 de agosto.
El interrogador guardó silencio un momento, como saboreando las palabras que tenía para decir.
—Entonces, ¿está admitiendo que usted se saltó todas las normas como estudiante? Porque acosar a un profesor hasta seducirlo es un acto punitivo ante las normas estudiantiles —dijo Bletchley con una fría sonrisa plasmada en sus delgados labios.
—¡Objeción! —saltó Hermione.
—No ha lugar, señorita Granger —Scrimgeour declinó la objeción de Hermione —. Continúe, señor Bletchley.
—La señorita Heron ha admitido ante este tribunal que acosó al señor Snape hasta que logró que se involucrara sexualmente con ella, faltando a las normas estudiantiles conscientemente —Bletchley miró al tribunal con cara de "que vergüenza esta muchachita", y añadió con un tono apesadumbrado bastante falso: — ¿deberíamos revocar su nivel educativo y condenarla a vivir como una muggle como sanción?
—¡Yo no me salté ninguna norma! —repliqué. Mis manos comenzaron a temblar y me resultaba difícil mantener la calma que tanto me habían insistido que debía tener.
—¿No? —inquirió Bletchley.
—No estaba en Hogwarts cuando tuve… cuando hice… al tener relaciones sexuales con él —dije con la cara hecha un rábano —Fue en vacaciones. El día en que me hice mayor de edad.
Bletchley soltó un bufido, lo suficientemente fuerte para que se escuchara por encima de los cuchicheos de la audiencia.
—¿Qué pruebas hay de eso, señorita Heron?
Hermione se levantó de su asiento, con un pergamino en la mano.
—Pido la palabra, señor Scrimgeour —solicitó la mujer. No parecía contrariada por la situación, si no más bien tranquila —. Tengo cómo probar el día del encuentro intimo entre Magdalena Heron y Severus Snape.
—Eso no es posible —graznó Bletchley.
—Adelante, señorita Granger —convino Scrimgeour, ignorando al interrogador.
Hermione asintió antes de mirarme con una expresión que decía: No te atrevas a abrir la boca.
—En este documento está la prueba que se realizó al pequeño Fitzwilliam Heron para establecer la fecha de su concepción — Hermione se acercó al lugar en el centro del tribunal, en donde permanecía Scrimgeour y le ofreció el pergamino.
Yo estaba desconcertada, intentando que mi expresión no cambiara para no levantar sospechas. ¿De qué prueba estaba hablando Hermione? ¿Qué le habían hecho exactamente al niño para obtener la evidencia que estaba mostrando en ese momento? ¿Y quién había dicho que se llamaba Fitzwilliam? No había querido ponerle nombre, porque no sentía la afinidad suficiente para llamarlo de otra manera que no fuese "el niño". Supuse que Beto era el responsable de aquello y me prometí darle un buen golpe en cuanto lo tuviese en frente.
—Efectivamente, dice que la fecha de concepción de Fitzwilliam Heron fue el 31 de agosto del año pasado —asintió Scrimgeour. Arrugó un poco el entrecejo, pero pareció ligeramente divertido —. No hay forma de demostrar que la relación entre Severus Snape y Magdalena Heron se inició antes de la fecha aquí descrita, salvo irrumpiendo en la privacidad de la mente de ambos implicados, cosa a la que me opongo firmemente debido a la ley que reza que esta es inviolable salvo contadas excepciones, entre las que no se incluye un problema de sábanas.
Vi unas cuantas sonrisas entre la multitud y muchos asentimientos de cabeza en aprobación al comentario de Scrimgeour.
—Pero fue una falta al… —comenzó Bletchley.
—Es la relación de una mujer recientemente mayor de edad con un hombre también mayor de edad, fuera de las instalaciones de la institución educativa, señor Bletchley. Continuar con esto es una pérdida de tiempo, si tenemos en cuenta las leyes que se rompen diariamente y que en realidad repercuten en la sociedad mágica —lo interrumpió Scrimgeour. A continuación, levantó la mano y dijo: —. Levanten la mano quienes estén a favor de levantar todos los cargos a Magdalena Anne Heron.
Casi todas las manos se elevaron en el aire, acompañadas de murmullos de aprobación.
—Teniendo en cuenta que se obtendrá el mismo resultado, mantengan la mano elevada quienes estén a favor de levantar los cargos a Severus Tobias Snape y de revocar la audiencia programada para el día de mañana.
Ninguna de las manos fue descendida.
—Bien. Se levantan los cargos contra Magdalena Anne Heron y Severus Tobias Snape —Scrimgeour me dedicó una pequeña sonrisa mientras las manos de los miembros del tribunal descendían. En cuanto el silencio volvió a reinar el jefe del Wizengamot añadió: —No sé cuál es el estado de la relación entre ambos involucrados actualmente, sin embargo, entiendo que no es el mejor dado el apellido del pequeño Fitzwilliam. Debo decir que, sin importar la situación en la que ustedes dos se encuentren, es mi deber como protector de la ley el velar por los intereses del menor, así que mi indicación es que sea reconocido como producto de ambos implicados. Que quede registro de que el nombre del niño a partir de ahora es Fitzwilliam Heron-Snape, con posibilidad de que se realice un cambio en el orden de los apellidos si es convenido a futuro por sus padres. No siendo más, se levanta la sesión.
Todos los presentes se levantaron y comenzaron a salir de la sala de audiencias, incluyendo al propio Bletchley quien, con una última mirada de repudio hacia mí, dio media vuelta y se dirigió a la salida. Supuse que me había ganado su odio de por vida, pero no era algo que me preocupara particularmente.
La profesora McGonagall y Hermione se acercaron al lugar donde yo permanecía sentada. Se sentía irreal haber sido absuelta de una forma tan sorpresiva y rápida. Hasta Severus se iba a librar de su propia audiencia. Estaba segura de que los trucos de Hermione habían tenido mucho que ver para determinar nuestra "inocencia", pero todavía me resonaba en la cabeza aquella prueba que lo había terminado de arreglar todo.
—Gracias —susurré en cuanto Hermione y la profesora McGonagall estuvieron frente a mí y la sala estuvo vacía.
—No me des las gracias, Lena —dijo Hermione haciendo una mueca —. Con esto he traicionado todo en lo que creo.
—Lo he hecho por Fitz. He pensado en que no es justo que crezca con el estigma de que su padre sea un reo y su madre una paria —dijo McGonagall con dureza.
Sentí de nuevo esa puñalada de vergüenza dentro de mí. ¿Será que nunca me iba a acostumbrar a ser juzgada por mis tonterías? Ya debería estar más que acostumbrada.
—De todos modos. Gracias —repetí —. ¿Puedo preguntar qué prueba le hicieron al niño?
La expresión de molestia de McGonagall y Hermione se convirtió en una mueca de culpabilidad.
—Harry convenció a la profesora McGonagall de que tomara una muestra del cabello de Fitz mientras dormías. No pedimos tu autorización, porque temíamos que te negaras. Ya sabes, por tu insistencia en proteger a Snape —admitió Hermione.
—Lo hice porque si arrojaba una fecha anterior, le habría podido refundir en Azkaban —dijo la profesora McGonagall sin pizca de vergüenza.
Asentí, conforme con la respuesta de ambas. No iba a enojarme por ello. Era lo que nos había salvado el pellejo. Sin embargo, el tema del nombre me causaba un poco de inconformidad.
—¿Quién dijo que el niño se llamaba Fitzwilliam? —pregunté con una mueca de desagrado.
—¡Han pasado dos semanas y continúas llamándolo "el niño"! ¡Es una persona, Heron! No es su culpa que tu vínculo con él sea casi nulo —me riñó McGonagall.
Bajé la cabeza, avergonzada nuevamente. No tenía argumentos en contra de las palabras de la directora del colegio. Yo solo me sentía como la mujer que debía mantenerlo con vida a través de lo que mi cuerpo producía para él. No era que lo odiara o que no lo quisiera, solo no me sentía vinculada con él, como si se tratase de un pequeño al que me habían encomendado cuidar, pero sin sentirlo totalmente parte de mí. Me clavé las uñas en el antebrazo izquierdo de forma inconsciente, como cada vez que me agobiaba la idea de mi desapego hacia el niño. Sentí cómo las heridas en proceso de curación se abrían y percibí la humedad de la sangre bajo el suéter oscuro.
—S-solamente no… me había decidido por un nombre —mentí.
—No tienes que mentir, Heron —dijo McGonagall. Su tono fue de censura, como cada vez que me recriminaba mi falta de apego maternal —. Debes tomar una decisión respecto a Fitz. Piensa lo que vas a hacer con él, porque no es justo para ninguno de los dos que seas poco más que una nodriza.
Me mordí el labio y parpadeé furiosamente, negándome a que las lágrimas acudieran a mis ojos.
—Lo sé —dije con voz plana.
Hermione no hizo ningún comentario respecto a la recriminación de McGonagall, se limitó a mirarme con pesadumbre antes de separarse de nosotras a la salida del ministerio de Magia, yéndose directamente a dar parte de las nuevas a Harry y a Severus, dejándome a solas de nuevo con la mujer que se estaba comportando como una madre, quien me había tomado bajo su cuidado mientras se definía mi situación legal. Pensé en mi propia madre, a quien no veía desde aquel día de navidad en que me habían echado de casa, y lo que me quedaba de buen humor se terminó de esfumar. ¿En qué cambiaba mi situación el haber sido exonerada? Seguiría siendo un problema para los demás.
Regresamos a casa de la profesora McGonagall por la red flu. Estaba tan absorta en mis pensamientos que apenas y reparé en Beto. El muchacho estaba sentado en el sofá con el niño en brazos. Parecía ansioso.
—¿Cómo ha ido todo?
—Le han levantado los cargos —dijo la profesora McGonagall al ver que yo no respondía y que me tomaba más tiempo de la cuenta para sacudirme el hollín de la ropa.
Ella me dirigió una mirada de culpabilidad mientras yo continuaba con mi labor de autolimpieza. Seguramente se sentía mal por haber tocado nuevamente el tema de mi poca habilidad materna, pero si era así no emitió una palabra de disculpa. Tampoco esperaba que lo hiciera, porque eso habría terminado de destruir el poco autocontrol que estaba esforzándome por mantener.
—¡Eso es maravilloso! ¡Te dije que todo saldría bien! —escuché decir a Beto. Le había dado la espalda, fingiendo que todavía necesitaba sacudir hollín de mis prendas —¿Viste, Fitz? Mamá es libre ahora.
Eso fue más de lo que podría soportar en un solo día. Me esforcé por contener el sollozo que subió por mi garganta, pero no lo conseguí. Salió como el aullido de un animal herido, mientras me sujetaba del borde de la chimenea para evitar que las rodillas me flaquearan.
—Lena, ¿qué…? —la voz de Beto sonó consternada.
La mano de McGonagall se posó en mi hombro. Me sacudí, alejándome de ella, yendo a dejarme caer sobre uno de los sofás de la sala. Me cubrí la cara con las manos, odiando la sensación de las lágrimas mojándome las palmas.
—No puedo —grazné con la voz gangosa —. Lo siento. Lo siento mucho.
—Lena —dijo suavemente McGonagall sentándose a mi lado —. Está bien. No es obligatorio poder con todo. Lamento haber sido tan dura contigo.
—Ayúdeme. Por favor… no puedo ser su madre —lloré todavía más fuerte.
—¿Qué quieres decir con eso? —soltó Beto horrorizado.
Me descubrí la cara y lo miré. Se aferraba al bebé con expresión de terror. ¿Por qué él sí estaba unido al pequeño niño? ¡Era yo quien lo había parido y casi me había muerto en el proceso! ¡Era yo quien tenía los pezones en carne viva por procurarle alimento a diario! ¿Cómo era posible que no lo quisiera de la manera en la que debería quererlo?
—No me siento como su madre —gimoteé con tono suplicante.
—¡Eres su madre! ¡Déjate de tonterías! —chilló Beto.
El niño comenzó a llorar, incómodo por la gritería.
—Rodríguez, ella no está bien —dijo con calma McGonagall —. No puede ser madre de nadie en estas condiciones.
—¿Entonces? ¿Qué planea hacer? —preguntó Beto furioso.
—Vamos a dejarla descansar un poco. Y tú y yo cuidaremos al bebé mientras ella se tranquiliza. ¿De acuerdo?
BETO
Iba a protestar, pero la mirada de la profesora McGonagall me bajó las ganas de decir cualquier cosa. Lena realmente necesitaba ayuda, eso era evidente. Nada más tenía que verla encogida en el sofá toda lágrimas y mocos. No recordaba haberla visto tan descompuesta antes, ni siquiera cuando lloraba por el maldito cretino con el que había concebido al niño que berreaba en mis brazos.
—De acuerdo —dije en voz baja. Me sentía un poco avergonzado de mi mismo por haber perdido el control. No debería haberle hablado de esa manera a la chica.
Me quedé en el salón mientras McGonagall llevaba a Lena a su dormitorio y logré calmar al niño con una nana de las que solía cantar mi abuela. Para cuando la profesora regresó, el pequeño Fitz ya estaba dormido. Se veía sereno y a gusto en mis brazos, con sus facciones diminutas en total calma. Me parecía de locos que Lena no sintiese amor por él. No creía que tuviese que ver con que se pareciera a Snape, porque yo mismo le quería con locura, aunque tuviese rasgos tan familiares con el murciélago. A lo mejor ella realmente estaba mal de la cabeza, tal como Theo había dicho. La depresión se estaba adueñando de ella y eso no le permitía vincularse con el pequeño.
—No voy a dejar que se lo regale a nadie —le advertí a McGonagall.
—Nadie va a regalarlo, Rodríguez —dijo la profesora.
—Por si lo estaba pensando —dije con tono más grosero del que habría querido.
—Haremos que funcione, Rodríguez. Hay que darle tiempo —dijo la directora mirando con ternura al pequeño en mis brazos.
