Autoestima
‒ Na, realmente…Es demasiado‒ refunfuñó Emma ‒ No es posible
‒ Sin embargo, ese color te va perfectamente
‒ Sí, no, el rosa no va conmigo
‒ Bien, entonces, ¿probamos el mismo, pero en otro color?
‒ Ok
Snow señalizó hacia la costurera y en un giro de muñeca, el vestido cambió de color para adquirir un azul pálido
‒ ¿Y?
‒ Bueno…No, no estoy convencida con el vestido. Es…algo excesivo. ¿No tendría algo más sencillo? Sin encajes ni volantes…
‒ Hm, ya veo… ¿Quiere un escote?
‒ Ligero, sí. Y si es posible espalda y hombros desnudos
‒ Un corpiño, entonces…
‒ Emma, ¿no será…demasiado desnudo? Es una coronación
‒ ¿Y? Si tengo que pasearme con un vestido, mejor que esté cómoda con él
‒ Es verdad, pero…
‒ Prometido, cogeré un color discreto
La costurera hizo un movimiento de muñeca y de repente, un vestido ceñido, enlazado a la espalda, con una falda que descendía hasta el suelo en una mezcla de seda y tul apareció. Eligió el color bronce y algunos brillos dorados en el corpiño.
‒ Wow… ¡Me encanta!
‒ ¿De verdad? ¿Es lo que quieres llevar?
‒ Sí, absolutamente‒ sonrió Emma, al fin satisfecha tras una hora de infructuosos ensayos ‒ Me hace falta algún adorno
‒ ¿Adorno?
‒ Sí, voy a poner en evidencia a mis bebés‒ dijo Emma cogiendo sus pechos con sus manos abiertas
‒ ¡Emma!‒ regañó Snow, lo que hizo reír a Emma a carcajadas
‒ Estoy de broma. Pero quiero algo bonito alrededor del cuello
‒ Llevarás tu tiara, evidentemente
‒ Ah…Súper…
‒ Bien, el baile es mañana por la noche, hemos logrado conseguirte un vestido, ha sido una apuesta arriesgada
‒ ¿Una apuesta? ¿Quién ha apostado?
‒ Tu padre y yo. Él apostó a que no encontraríamos nada que te valiera. Yo tenía fe en ti
‒ Ah, bah, genial
‒ ¿Le envuelvo el vestido? ‒ preguntó la costurera
‒ Sí, por favor. Yo me voy, tengo que ir a ver a la niñera y negociar con ella para que mañana se quede con Hope
‒ ¿Por qué no se lo pides a Archie? Él no va a ir
‒ Hm, adoro a Archie, pero jamás lo he visto con niños, en cambio la niñera…
‒ Bien visto
‒ Bueno, venga, me voy. ¿Nos vemos mañana en el baile?
‒ Por supuesto. ¿No quieres que vayamos juntos?
‒ No, creo que yo llegaré algo más tarde, para disfrutar un poco de Hope
‒ Muy bien
‒ ¿Emma? ¿A qué debo el honor de esta visita de mi querida vecina?
‒ Ah, te vas a reír… ¿No tendrías algo de harina?
‒ ¿Harina?
‒ Sí, quería hacer una pila de tortitas para la niñera mañana, para agradecerle que se quede con Hope por la noche. No sé si es patético como regalo, pero estoy en blanco
‒ Es una atención encantadora, y sí, tengo. Entra
Emma asintió y entró para seguir a Regina hasta la cocina
‒ Entonces… ¿Preparada para mañana?
‒ ¿El baile? Hm, sí, creo. Y tú, ¿has optado finalmente por un vestido?
‒ ¡Hey! Sería algo hiriente si me dices que tú también has apostado para ver si encontraba o no un vestido
‒ ¿Una apuesta? No, en absoluto. Toma
‒ No tienes que dármela toda
‒ Más tarde me devuelves la que sobre
‒ ¿Tú tienes un vestido? ¿Cómo es?
‒ Eres muy curiosa. ¿Y el tuyo?
‒ Ah, sorpresa, pero es espectacular, y eso, eso será tú única pista
Regina se echó a reír.
‒ Encantador. Pero sabré contenerme
‒ ¿Vas…Vas a ir sola?
‒ Hm, exacto
‒ ¿En coche?
‒ No, en…‒ gesticula haciendo señas para desaparecer teletransportándose
‒ Ahhh, ok. Yo creo que haré lo mismo
Regina sonrió y Emma le correspondió antes de que se notara un corto silencio.
‒ Bueno, bah…Gracias por la harina. ¿Nos vemos mañana entonces?
‒ Sí. Estoy ansiosa por verte en tu vestido de fiesta
‒ ¿Ah, sí?
‒ Tus sempiternos vaqueros y tus botas comienzan a saturarme los ojos
‒ Ja, ha, en cambio, es lo que me sienta mejor
‒ No estoy yo tan segura
‒ Ok, entonces…Ok, hagamos esto: yo dejo de llevar el mismo tipo de ropa si…Si tú me concedes un baile
‒ ¿Perdón? ¿Quieres…Quieres bailar conmigo? Habrá muchos caballeros en potencia que estarán, estoy segura, encantados de bailar contigo
‒ Me importan un pepino los caballeros, yo quiero bailar con su Majestad. ¿Y? ¿Me concederás un baile?
Regina intentó descubrir alguna malicia tras esa petición, pero cuando vio la determinación en su mirada, casi se estremeció.
‒ Muy bien, concedido
Emma sonrió entonces y aplaudió
‒ ¡Súper! Prometido, ¿eh?
‒ Prometido
‒ Bien, entonces hasta mañana, Majestad‒ dijo haciendo una reverencia, lo que hizo sonreír a Regina. Cuando esta cerró la puerta, se apoyó en ella frunciendo el ceño: ¿Por qué su corazón latía tan acelerado? ¿Por qué imaginar bailar con Emma durante un baile la conmovía tanto? Era su amiga, solo sería un simple baile entre dos amigas, una diversión. Sí, solo podía ser eso
Al volver a casa, Emma sentía el corazón al galope. Estrechó contra ella la harina y se dio cuenta de lo que dejaba entrever su pedido. Bailar con Regina, ¿no sería extraño en ese acontecimiento? Regina había dicho que sí, ¿entonces no veía ella la extrañeza de la situación? O…No había nada extraño en ese pedido. Después de todo, ¿qué problema había que dos mujeres bailasen juntas? No era más que un baile, un único baile…Algunos minutos pegada a Regina.
Alejó bien rápido las visiones que comenzaban a invadir su mente y se concentró en el día siguiente. En un giro de muñeca, hizo aparecer su vestido y se miró en el espejo.
‒ Hm…El pelo, tengo que hacer algo con el pelo‒ Hizo aparecer un peinado de rizos perfectos, pero hizo una mueca ‒ Hm, no, muy de la vieja escuela‒ A continuación, hizo aparecer un nuevo peinado con un moño desaliñado dejando algunos mechones ondulados caer sobre sus hombros ‒ Sí, mejor‒ Imaginó su tiara sobre la cabeza y sonrió ‒ Podría ser. Más me vale-
Hizo desaparecer su vestido, el peinado y los adornos, rezando para no echarlo todo a perder al día siguiente. Debía ser sutil sin hacer demasiado. Después de todo, Regina era una reina, literalmente. Tenía una reputación que mantener…Es más…
Emma puso una mueca pensando en lo que podía pensar la gente. Se acordó de las palabras de Archie, pero no podía evitar pensar en ello: ¿todo esto valía el riesgo? Además…Ella no era nada más que una mujer corriente, una sencilla amiga…
Se dejó caer en la cama, con su mirada fija en el techo.
‒ Qué te crees, muchacha…‒ Posó sus manos en su rostro y gruñó ‒ Joder, soy una ridícula
No tuvo una noche serena. Cuando se despertó al día siguiente, no había dormido sino unas horas, las otras no fueron sino vueltas y más vueltas en la cama o idas y venidas a la cocina.
Y cuando el despertador sonó, se maldijo por no haber tenido más horas de sueño. Cuando se miró en el espejo, hizo una mueca ‒ Mierda…‒ Afortunadamente la magia sería su mejor aliado esa noche.
Tras haber llevado a Hope a casa de la niñera, agradeciéndole con la entrega de las tortitas caseras, se dirigió a la comisaría donde encontró a David peleando con Leroy.
‒ Ah…Veo que discutís…‒ refunfuñó Emma ‒ ¿Qué ha sido esta vez? ¿Ebriedad en la vía pública? ¿Delito de huida?
‒ No te lo vas a creer…Exhibicionismo
‒ ¿En serio? ‒ se giró entonces hacia Leroy, en la celda ‒ ¿En serio?
‒ No es lo que parece…‒ refunfuñó él
‒ ¿Ah? Entonces, ¿caminar por la calle en calzoncillos y camiseta no es lo que parece? ‒ replicó David
‒ ¿En calzoncillos? ‒ preguntó Emma ‒ Bah, vaya
‒ Valeeeee, pero noooo, no es…Había perdido mis pantalones
‒ ¿Y dónde los perdiste?
‒ No lo sé, si no, no los habría perdido
‒ ¿No estarán, por casualidad, en el mismo sitio que tu dignidad?
‒ Ah, ah, qué gracia
‒ También me lo parece. Escucha Leroy, eres muy amable, pero no has elegido el día. Así que, cuando hayas recobrado la memoria, saldrás, mientras, te quedarás a dormir aquí esta noche
‒ ¿Qué? ¡Emma, tengo una familia!
Emma frunció el ceño
‒ Tus amigotes no son tu familia, y algo me dice que ellos se portan bien lejos de ti y de tus botellas
‒ ¡Para! ¡Ellos me adoran!
‒ Síi, todo el mundo te quiere, Leroy…Pero te prefieren cuando estás en ayunas‒ sonrió Emma ‒ Venga, no te va a matar quedarte aquí una noche
‒ …
‒ De todas maneras, no tienes elección y no tengo tiempo ni paciencia de estar charlando contigo
Cerró las rejas de la celda de Leroy y suspiró.
‒ Bueno, hecho
‒ ¿Estás lista para esta noche? ‒ preguntó su padre ‒ Tu madre está muy nerviosa por ti
‒ ¿De qué tiene miedo?
‒ No lo sé
‒ Técnicamente, no sería mi primer baile…
‒ En efecto, pero conoces a tu madre
‒ Tiene miedo de que la avergüence, confiesa
‒ ¿Qué? No, no lo creo. Ya sabes, será tu primera gran salida después de…
‒ Sí, lo sé. Pero… ¿No está mal, no? Quiero decir…Tengo el derecho, ¿no crees?
‒ Evidentemente. Tienes derecho a divertirte, Emma
‒ Lo sé
‒ Hablando de eso… ¿Vas…Vas a hacer algo?
‒ ¿Algo?
‒ Para…Ya sabes
‒ Oh…Ohhhhh, ah, sí, eso. Yo…Está…En curso
‒ ¿En curso?
‒ ¡Sí, bueno, lo siento, no es tan fácil!
‒ No te enfades
‒ Ya, ¿estás seguro? Porque yo estoy francamente de los nervios
David sonrió
‒ Relax, todo irá bien
‒ Pero ¿sabes al menos de lo que hablas? No estamos hablando de un pequeño suceso, hablamos de…
‒ ¿Hablamos de…?
‒ De…Mí‒ se dejó caer en una silla ‒ Estamos jodidos
‒ ¿Por qué dices eso?
‒ Mírame…No…No estoy a la altura
‒ Por supuesto que lo estás. Eres Emma Swan, la Salvadora, la sheriff
Emma soltó una risita
‒ Wow, menudo CV. Como si todo eso me ayudara a sacar adelante algo como esto
‒ Deberías tener más confianza en ti. Estás mucho más a la altura de lo que te crees
‒ …
‒ Da igual lo que salga de ese baile, sea crucial o no, los vas a dejar a todos con la boca abierta esta noche
‒ Gracias
‒ Y si te puede tranquilizar…Tienes todo mi apoyo
‒ Gracias. ¿Crees que será igual con Snow?
‒ Creo que subestimas a tu madre. Ella no quiere sino tu felicidad
‒ Lo sé, como siempre. Pero hay un margen…
‒ Como te he dicho: relax
‒ Fácil para ti…
David la tomó en sus brazos
‒ Venga, es la hora. ¿Vienes con nosotros?
‒ ¿Sabes qué? Estoy tan nerviosa que voy a aceptar
‒ ¡Perfecto!
Emma nunca se había sentido tan mal en un vestido de fiesta, en un vestido que, por otro lado, era muy corto. La víspera se encontraba hermosa, incluso atractiva, pero en ese momento se encontraba torpe y para nada en su lugar. Orgullosa y segura de sí misma ayer, ahora, había perdido toda su seguridad.
‒ Cariño, ¿estás lista…? No podemos retras…Oh…Emma, estás magnífica
‒ ¿Ah, sí?
Snow se acercó y apretó un poco más su corpiño, y reajustó la tiara.
‒ Estás deslumbrante
‒ ¿Es para tanto? ‒ rio Emma ‒ No es más que un vestido
‒ Pero en ti es sublime. Deberíamos organizar más bailes para que todos te vean
‒ Tengo la impresión de que hablas de un animal de feria que quieres mostrar a todo el mundo
‒ No seas tonta. Pero ya sabes…En nuestro mundo hacíamos bailes para presentar a nuestros herederos para que ellos…se conocieran y simpatizaran.
‒ ¿Quieres decir que hacíais speed dating medievales?
‒ Puedes reírte, pero era así.
‒ ¿Y cómo hacíais? Alguien os gustaba y… ¿Cómo iba la cosa?
‒ Hm, bueno…En un primer momento, se hacía la reverencia. Cuanto más pronunciada era, se comprendía que mayor era el interés del uno por el otro, mucho más cuando era correspondido. A continuación, el baile. Era una especie de declaración.
‒ Un baile, una declaración…Ok, no está mal. ¿Y a continuación?
‒ Estaba la ofrenda, el regalo, si prefieres. No era raro que las chicas jóvenes se encontraran con una montaña de regalos a sus pies.
‒ Y ofrecer un regalo…Significa Tú me interesas y… ¿Envuelto tenía más peso?
Snow sonrió ‒ Grosso modo, sí. Pero…el toque final era la flor
‒ ¿La flor?
‒ Cuando el cortejo ha acabado, tras las reverencias, el baile, el regalo…Está la flor que es como una petición explícita. Aceptarla es decir Sí a una propuesta de relación
‒ Ok, ya veo. Y la flor, ¿cómo debía ser?
‒ Todas las flores tienen un significado: ya sea el color o el tipo. Una rosa, un tulipán, un jacinto…Amarillo, rosado o rojo…Cada color quería decir una cosa.
‒ ¿Y la que quería decir ¿Quieres salir conmigo? cómo era?
‒ Era un iris. El blanco y azul significaba la esperanza de un amor cercano, por lo tanto, una petición de una relación con el otro.
‒ Hm, ya veo…
‒ ¿Por qué tanto interés de repente? ¿Te planteas…?
‒ ¿Qué? No, por supuesto que no. Pero deberías estar feliz de que me interese por estas cosas. Después de todo, son mis raíces.
‒ Cierto, aunque, ahora que lo pienso, tu padre nunca me regaló un iris‒ dijo irónica Snow ‒ Venga, tenemos que irnos. ¿Lista?
Emma se miró una última vez en el espejo y sonrió
‒ Lista
Todo había sido pensado a lo grande para ese baile de coronación. Anna y Elsa daban la bienvenida a los invitados ataviadas en sus mejores galas. La inmensa sala de recepción enarbolaba brillantes estalactitas que pendían del techo, guirlandas luminosas en las paredes, en el techo y sobre el inmenso buffet que rodeaba toda la estancia. Una enorme fuente de hielo destacaba en el centro de la sala.
‒ Wow, no se han quedado cortos
‒ Una coronación es siempre un acontecimiento, así como las bodas‒ confirmó David
‒ Ya lo veo‒ sonrió Emma
‒ ¡Oh, aquí estáis! ‒ exclamó Elsa, ataviada con su vestido más hermoso ‒Las celebraciones van a comenzar
‒ ¿Ha llegado Regina?
‒ No, todavía no. Ha dicho que se retrasaba, creo que llegará pronto
‒ Genial…Voy a atiborrarme en el buffet‒ murmuró Emma a su padre
‒ No bebas demasiado
‒ Ja, ja, qué gracioso, papito‒ exclamó Emma mientras se alejaba
‒ ¿Qué le pasa? Está muy nerviosa. ¿Crees que es porque es su primer baile?
‒ No. Ya ha ido a otros
‒ ¿Entonces, qué?
‒ …
‒ ¿David?
‒ Ni idea. Es una princesa, después de todo, y es realmente el primer sitio donde la van a considerar como tal, más que la Salvadora
‒ Exacto. ¿Piensas que…?
‒ ¿Qué?
‒ Oh, Dios mío, David… ¿Emma quizás va a ser cortejada esta noche?
‒ ¿Perdón?
‒ ¿Te imaginas? Hay tanta gente importante aquí…Y si por casualidad uno de ellos…
‒ Si así fuera, Emma sabría qué hacer‒ sonrió David
‒ Me ha hecho muchas preguntas esta mañana: cómo era la galantería durante los bailes, el cortejo, etc…
‒ Cálmate, Snow
‒ Sí, perdón…Bueno, yo…Voy a saludar a los invitados
‒ Sí, haz eso‒ después él escaneó la sala para ver algunos rostros familiares y dirigirse a ellos.
Mientras, Emma atacaba el buffet: nerviosa como nunca, prefería tener la boca llena antes que tener que socializar con la gente. Pero caso perdido, apenas hubo llegado al buffet alguien se dirigió a ella
‒ Buenas noches, señorita
Emma se giró y miró a un hombre que exponía sus encantos
‒ ¿Perdón?
‒ Una bella recepción, ¿verdad?
‒ Sí, no está mal…‒ contestó a regañadientes Emma
‒ ¿Baila?
‒ No, como
‒ Oh. Entonces, ¿puedo ofrecerle una copa?
Emma puso los ojos en blanco
‒ No, gracias, yo…‒ pero se calló cuando escuchó una música y las puertas se abrían para dejar paso a su Majestad Regina, la Buena Reina. Su mirada no abandonó a la joven mujer en su vestido de seda color burdeos y con encajes negros.
‒ Mierda…‒ Perdió el habla y ni siquiera se dio cuenta de que el hombre que la había abordado se había dado por vencido y había desaparecido.
Nada más llegar, Regina fue asaltada por los invitados. Emma sabía que no tendría mucho tiempo para dedicarle así que no le dio más importancia y se volvió a girar hacia el buffet para picotear de aquí y de allá cuando de repente
‒ ¿Emma? ‒ se dio la vuelta y casi dejó caer el buñuelo que acababa de meterse en la boca ‒ ¡Estás…Esplendida!
‒ Ah, Regina…Yo…Gracias, también tú estás magnífica
‒ No tenemos muchas oportunidades de verte en tan hermosos atuendos…Habría que celebrar este tipo de veladas más a menudo
‒ Vaya, estás de acuerdo con mi madre…
‒ Ese vestido te queda magnífico
‒ Oh, bueno…Así lo esperaba
‒ Ah, ¿sí? ¿Por qué? ¿Piensas enredar a alguien en tus redes esta noche?
‒ Bah… ¿Por qué no?
Regina frunció el ceño, sorprendida
‒ Bien, bien…
‒ Majestad, Elsa pide veros‒ comentó un sirviente del palacio
‒ Voy. Emma, espero que nos volvamos a ver durante la velada
‒ También lo espero‒ le dedicó un pequeño saludo antes de que Regina desapareciera entre la multitud.
Sí, iba a ser complicado. Media hora más tarde, fue la llegada de Mulán lo que acabó por dar por terminada su motivación. La linda ayudante estaba, había que reconocerlo, magnífica: un corto vestido rojo escarlata y los cabellos recogidos en un moño. Sí, estaba magnífica y su corazón se encogió un poco más cuando la vio ir al encuentro de Regina y las vio conversar durante largo tiempo, incluso cuando algunos invitados se acercaban a saludar a la regente, Mulán no se apartó de ella.
Ella lo había pensado, había considerado la idea de que Mulán y Regina…Pero no se atrevía a creerlo. Las cosas estuvieron definitivamente claras cuando vio a Mulán proponerle a Regina que bailara con ella inclinándose en una hermosa reverencia.
Emma suspiró entonces y sintió, de repente, que se ahogaba. Cuando se disponía a salir, se cruzó con el hombre que le había propuesto, antes, bailar. Sin reflexionar, ella lo cogió del brazo y lo arrastró a la pista.
‒ Pero, euh…
‒ ¿Quiere aún bailar?
‒ Sí, pero…Ok…
Ella intentó no buscar con la mirada a Regina, prefiriendo focalizarse en la pajarita de su acompañante, pajarita que estaba ligeramente torcida.
‒ Mira, David, Emma ha comenzado su segundo baile con ese hombre ¿Lo conoces?
‒ No, que yo sepa. Pero según el blasón de su chaqueta, diría que viene de Arendelle.
‒ Hm… ¿Piensas que es un buen partido?
‒ Tengo la sensación de que es un sold…Espera, ¿cómo que un buen partido? ¿No piensas de verdad que…?
‒ ¿Qué? Pronto hará más de cinco meses. Está bien si Emma retoma su autoconfianza
‒ ¿De verdad lo piensas?
‒ Por supuesto. Realmente no tengo ganas de que se deje hundir por siempre en la soltería.
Miraron a su hija y si Snow tenía la sonrisa en los labios, David, en cambio, parecía más inquieto.
Al cabo del tercer baile, Emma decidió que ya era suficiente. Le dio las gracias educadamente a su caballero, al menos todo lo que pudo, antes de desaparecer en el buffet. Pero cuando vio a su madre, excitada, acercarse, se alejó y se perdió entre la muchedumbre. Daba igual a dónde fuera, alguien quería irremediablemente hablar con ella, cosa a la que no estaba muy dispuesta en ese momento de la velada.
Era tarde, y no había intercambiado sino unas palabras con Regina. Esta última había pasado la mayor parte de la noche pegada a Mulán, o al revés.
Si alguien la viera en ese momento preciso, diría que estaba celosa…Y tendrían razón. Y ese estado de celos era insostenible para la joven mujer. De repente, la sala le pareció demasiado pequeña, la gente demasiado numerosa, el ruido ensordecedor. Tenía que tomar el aire, alejarse.
Se escapó por la primera puerta acristalada que vio. A pesar de la brisa fresca que hacía, pareció revivir y rellenó sus pulmones de un aire salvador.
‒ Mierda…‒ suspiró agarrándose a la barandilla que daba al inmenso lago helado del castillo. Disfrutó entonces de la vista y admiró los fiordos bajo la luz de la luna. Hundida en su contemplación, no escuchó que la puerta se abría tras ella.
‒ ¿Emma?
Cuando escuchó esa voz familiar, Emma se tensó antes de darse la vuelta y ver a Regina mirándola.
‒ Hey, hola
‒ Te he buscado por todos lados…
‒ Oh, bueno, estoy aquí. Tenía ganas de tomar el aire. Ya sabes, yo y estos eventos…
Regina rio antes de acercarse y posar sus manos en la barandilla, imitando a Emma.
‒ Para alguien que no ama estos eventos, parecías aclimatarte bien
‒ ¿Huh?
‒ Ese joven caballero con quien bailabas. Me he dado cuenta de que encadenaste varios bailes con él.
‒ ¿Ah? ¿ Te has dado cuenta? Sin embargo, estabas tan acaparada a derecha e izquierda, no pensaba que tendrías tiempo de ver o hacer otra cosa‒ refunfuñó Emma
‒ ¿Estás siendo sarcástica?
‒ Por supuesto que no. Sé que tienes obligaciones y no me cambiaría por ti por nada del mundo.
‒ Imagino. Entonces, ¿quién era tu apuesto caballero?
‒ ¿Lo encuentras apuesto? Ni me he fijado. Y para responderte, no tengo ni idea.
‒ ¿Has bailado tres veces con él y no conoces ni su nombre?
Emma entonces sonrió. Regina había contado el número de bailes, señal de que no había echado un vistazo por encima, la había mirado y, es más, durante bastante tiempo, lo que era una pequeña satisfacción para Emma.
‒ ¿Por qué sonríes?
‒ Por nada‒ echó una ojeada tras ella ‒ Deberías entrar, la gente comienza a buscarte
‒ ¿Intentas deshacerte de mí?
‒ ¡No, por supuesto que no!
‒ Bien, porque no tengo la intención de marcharme
‒ Ah, ¿no?
‒ No‒ Emma miró a Regina que tenía la cabeza levantada, aspirando el aire fresco, el pelo al viento. Ella no la miraba, la admiraba ‒ ¿Qué? ¿Por qué me observas?
Emma inhaló entonces y se giró totalmente hacia ella y la contempló. Su corazón latía tan fuerte que pensaba que Regina lo podría escuchar. Hinchó sus pulmones, intentado encontrar todo el coraje del mundo, después hizo una reverencia como jamás antes había realizado.
Regina frunció el ceño, pero sonrió
‒ ¿Emma?
La bella rubia le tendió entonces la mano
‒ Majestad, ¿me concedería un baile?
Regina se quedó quieta, muda de sorpresa. Emma ancló su mirada en la de ella, bien decidida a esperar una respuesta positiva por su parte.
‒ Emma, tú…
‒ Me lo habías prometido
Pero lejos de huir, Regina le respondió con una graciosa reverencia antes de tomar su mano y posar la otra en su hombro. La segunda de Emma fue a posarse sobre la cadera de su acompañante. Y lentamente, dieron comienzo a un vals, o algo parecido. Emma rezaba para no arruinar el momento pisando a Regina. Sus ojos estaban clavados los unos en los otros, sin apartar la mirada. Hacía mucho tiempo que no estaban tan cerca físicamente. Emma estrechó su mano sobre la cadera de Regina, pegándola un poco más a ella.
‒ Estás magnífica esta noche‒ murmuró ella
‒ Ya me lo habías dicho
‒ Nunca te lo diré lo suficiente‒ sonrió Emma, creyendo vislumbrar un ligero rubor en las mejillas de la bella morena.
‒ Tú tampoco estás mal. Es un cambio
‒ No te acostumbres demasiado
‒ Una pena, estás más que seductora
‒ ¿De verdad? ¿Y lo consigo?
‒ ¿El qué?
‒ ¿Seducirte?
Regina estalló en una carcajada, un sonido que nunca abandonaría a Emma, antes de mirarla y colocarle un mechón tras la oreja.
‒ Seduces a más de uno.
Emma frunció el ceño, dándose cuenta de que Regina realmente no había contestado a su pregunta.
‒ Dime, ¿puedo hacerte una pregunta?
‒ Suéltala
‒ Tú…Mulán y tú…Vosotras… ¿Estáis saliendo juntas?
Regina paró el baile en seco y se alejó un poco
‒ ¿Perdón?
‒ No tengo nada en contra, en una buena chica y, además, tendrías todo el derecho. Eres una mujer extraordinaria, con carisma y…
‒ Emma, para
‒ …
Regina la miró
‒ No salgo con Mulán
‒ Ah… Ah, ¿no? Pero…Desde mi regreso de Nueva York, he visto vuestro acercamiento y…
‒ No es más que un acercamiento profesional y amistoso. No te disgustes, tengo también el derecho a tener más amigas, no solo a ti
‒ No, no, no. En fin, evidentemente que sí. Pero no lo decía por eso. Solo creía que…Estabais próximas y…Tú no la dejas indiferente
‒ …
‒ Mira, escucha, lo siento, no me incumbe. Lo siento, no debí…
‒ No salgo con ella, y no tengo la intención de hacerlo. Ya hemos dejado eso aclarado
‒ ¿Q…Qué?
‒ No tengo la costumbre de exponer mi vida sentimental. Pero para que todo esté claro entre tú y yo, y no haya más ambigüedades, ella se declaró hace tiempo y la rechacé.
‒ Pero… ¿Por qué? En fin, no, déjalo…
‒ No era recíproco
‒ …
‒ Sin embargo, hemos quedado en buenos términos
‒ Regina, lo siento, no quería…Pensaba que…
‒ ¿Acaso te habría molestado que saliera con ella? ¿O el hecho de que saliera con una mujer?
‒ No, por supuesto que no. Bueno…Te confieso que saber que salías con Mulán…
‒ ¿Sí?
Emma perdió entonces toda la seguridad que tenía antes del baile, derritiéndose como nieve al sol. Incluso tembló antes de tomar aire profundamente y de repente, tendió la mano e hizo aparecer una flor.
Regina la miró antes de cogerla.
‒ Es hermosa
‒ Es para ti, es un iris
Regina sonrió ligeramente antes de perderla y mirar, incrédula, a la bella rubia
‒ ¿Emma?
‒ …
Pasó su mirada de la flor a Emma y de Emma a la flor. ¿Acaso ella…? No, no podía conocer el verdadero significado.
‒ Emma, yo…
Y mientras que Emma esperaba una respuesta positiva, su corazón pareciendo querer estallar en su pecho, la bella morena dio un paso atrás, después otro…Murmuró un Lo siento, pero… antes de desaparecer en la gran sala, dejando a Emma sola y petrificada.
Se había arriesgado. Un riesgo que ni siquiera se había atrevido a correr hacía un mes. Cuando estaba en Nueva York, a fuerza del alejamiento y de las conversaciones con su hijo, Emma se había dado cuenta de que Regina era mucho más importante en su vida de lo que se habría imaginado. Y tras, finalmente, haber aceptado sus sentimientos, había decidido cambiar las cosas volviendo. Pero la llegada de Mulán a la ecuación le había hecho perder sus medios, forzándola, como esa noche, a pasar al estadio superior.
Declarándose, el riesgo era perder lo único que contaba para ella desde hacia tiempo: la amistad de Regina. Y esa noche, parecía que acababa de cruzar una línea que, quizás no podría cruzar de nuevo. Y ese hecho le partió el corazón. No solo acababa de perder, probablemente, la amistad de Regina, sino que parecía que tampoco iba a tener su amor.
Se dejó caer y hundió su rostro en sus manos y sollozó antes de sentir dos manos sobre sus hombros. Alzó el rostro y vio a su padre, apenado
‒ Emma…
‒ Papá, yo…Lo he echado todo a perder
Él se agachó para ponerse a su altura y la tomó en sus brazos
‒ No todo está perdido, cariño, mantén la esperanza
Ella sollozó sonriendo: su familia siempre había tenido una relación particular con la esperanza. Se secó los ojos, limpiándose de paso el rostro del rímel corrido.
‒ ¿Qué ha pasado?
‒ Ella…Me ha rechazado‒ sonrió tristemente ‒ Debí haberlo sabido. Lo he perdido todo
‒ No, no digas eso
Evidentemente que David estaba al corriente. Por supuesto su hija le había hablado de ello. No es que él no tuviera ya algunas sospechas desde su regreso de Nueva York. Evidentemente que ella se había confiado a él, pidiéndole consejos. Y como buen padre que era, a pesar de sus temores, la había apoyado.
‒ Vuelvo a casa…
‒ Tu madre se va a hacer preguntas
‒ Le voy a decir que la niñera ha llamado. Yo…No puedo quedarme aquí…
‒ Vas a tener que cruzártela
‒ Quizás, pero no aquí, no ahora. Yo… ¿Le explicas todo a Snow?
‒ Ningún problema. Hey, Emma, si quieres hablar, mañana estaré a tu disposición
‒ Gracias
Sonrió débilmente, se levantó, su padre le dejó un tierno beso en la frente, después se evaporó en un remolino de humo blanco que se disipó tan rápidamente que cuando Snow apareció tras la puerta de cristal no vio nada.
‒ ¿David? ¿Qué haces aquí? Busco a Emma, ¿no la has visto?
‒ Sí, acaba de marcharse
‒ Pero… ¿Por qué?
‒ La niñera la llamó, Hope tenía fiebre
‒ Oh, no… ¿Crees que debemos marcharnos también?
‒ No, Emma me ha dicho que quería que nos quedásemos. Ella se encargará muy bien de su hija.
‒ Lo sé… Una pena, esta velada es un éxito.
‒ Sí, un éxito‒ dijo él entrando de nuevo en la sala y cruzándose con la mirada de Regina que parecía que no le había quedado huella de ese momento pasado con Emma. La bella morena, copa de champán en la mano, conversaba con sus invitados, con la sonrisa en los labios. David cerró un puño, pero se contuvo. Sí, debía contenerse, por Emma.
Cuando apareció delante de la casa de la niñera, Emma se cambió rápidamente de ropa, después tocó. Cuando la niñera abrió, se sorprendió mucho al ver a Emma.
‒ Pero… ¿Su velada?
‒ Se ha acortado. No me encontraba bien. ¿Hope…Está despierta?
‒ Emma, es casi medianoche. Duerme desde hace ya tres horas
‒ Oh, sí, qué tonta…Yo…Voy a cogerla si no es molestia
‒ Ya lo sabe, si quiere descansar, puede recogerla mañana, no me molesta
‒ Lo sé, pero…Me gustaría llevármela, necesito muchos besos esta noche‒ sonrió ella
‒ Bien, hago su mochila, puede ir a buscarla, en la habitación de la puerta amarilla
‒ Entendido
Emma echó a andar por el pasillo y encontró fácilmente la puerta, las otras dos eran turquesa y violeta. Abrió despacio y vio la lamparita llenando de estrellas luminosas las paredes y el techo. Encontró fácilmente la camita de su hija que dormía profundamente. Dudó antes de cogerla, lamentando casi tener que despertarla por un capricho personal.
Pero la pequeña ni se inmutó. Ni siquiera abrió los ojos cuando su madre y ella dejaron el apartamento de la niñera. Una vez delante de su casa, echó un vistazo tras ella para ver el techo de la casa de Regina, e hizo una mueca: qué estupidez haberse mudado tan cerca de ella. Ahora, tendría que echar mano de ingenio para evitarla.
Cuando acostó a su hija, se arrodilló cerca de su cama y la miró amorosamente. Pensó en la relación privilegiada que tenía su hija con Regina. ¿Qué pasaría ahora? Al declararse, no había pensado sino en ella…Peor aún, no había imaginado sino una salida positiva a su demanda…Qué imbécil había sido.
Con ese extraño y moroso pensamiento se quedó dormida pegada a la cama de su hija.
Regina ya no tenía la cabeza para fiestas. A pesar de la presencia de los invitados y su sonrisa de fachada, no tenía sino un deseo, marcharse de allí para pensar. ¿A qué acababa de asistir? ¿De verdad Emma se le había declarado? Y de la manera más políticamente correcta y romántica, según sus tradiciones.
Cuando vio a lo lejos a David y Snow sentados a una mesa, ella se dirigió hacia ellos.
‒ Hey, buenas noches
‒ Regina, no hemos tenido tiempo de charlar. Estás esplendida con ese vestido y tu corona…Magnífica
‒ Gracias‒ sonrió ‒ Decidme… ¿Habéis visto a Emma?
‒ Oh, se ha marchado hace unos veinte minutos. Hope no se sentía bien
‒ ¿De verdad? Espero que no sea nada grave
‒ No, en fin, eso creo
El corazón de Regina se encogió: había rechazado a Emma de la manera más ruda posible, ignorándola. Y, evidentemente, ella había huido.
‒ Ya veo. Me hubiera gustado despedirme de ella
‒ ¿En serio? ‒ exclamó David, ligeramente a la defensiva
‒ ¿Perdón?
David se giró hacia su mujer y le deslizó al oído
‒ Voy a buscarnos otra copa
Después se alejó hacia el buffet, seguido por la mirada de Regina, quien, algunos segundos más tarde, se disculpó con Snow, pretextando tener que ver a algunos invitados. Después, echó a caminar hacia el buffet.
‒ ¡David! ‒ el joven se dio la vuelta ‒ ¿Qué fue eso?
‒ No la busques
‒ ¿Qué?
‒ Emma. Déjala que lo digiera un tiempo. No sirve de nada contactar con ella, sabes bien que no te responderá
‒ ¿Cómo…? ¿Estás al corriente?
‒ Necesitaba ver las cosas claras. Necesitaba apoyo
‒ Y… ¿Tú sabías? ¿Sabías qué pensaba hacer esta noche?
‒ Exacto
‒ ¿Y se lo has dejado hacer? En fin, David, es… ¡Una insensatez!
David se puso serio y se acercó a ella para ser discreto.
‒ Emma ha arriesgado todo lo que le importaba por ese momento. Le dije que no era una buena idea, que no era recíproco y que se arriesgaba a perderte como amiga. Pero…Tras la muerte de Hook, las cosas cambiaron. Ella habló y se liberó de un peso que llevaba a cuestas durante mucho tiempo.
‒ ¿Un peso? ¿Qué peso?
‒ Todo lo que debes saber es que lo que ha hecho esta noche no ha sido producto del azar. Lo ha reflexionado, y no es algo que venga de ayer.
‒ …
‒ Tienes el derecho a no sentir lo mismo, nadie te obliga. Pero dale tiempo para que lo digiera.
‒ ¿Qué peso, David? ¿Qué no me estás diciendo? ‒ insistió Regina
‒ No me concierne a mí hablarte de ello. Te respeto, Regina, y es por eso también que no intenté quitarle a Emma esto de la cabeza.
‒ David… ¿Piensas sinceramente que…? Pero ¡es una locura! ¡Hablamos de Emma! Y de mí, pero, en fin, es…
‒ Escucha, tienes el derecho de pensar lo que quieras, pero te lo ruego…Respeta la distancia con Emma. Esta noche se ha ido porque pensó que te había perdido definitivamente.
‒ …
‒ Así que, te lo pido una última vez: déjala
Tras eso, David se alejó, sin darle oportunidad a Regina para responder. Esta última frunció el ceño y pensó en las palabras de David. Eran grandes las ganas de aparecerse en el salón de Emma para aclarar las cosas, pero, él tenía razón. Si no quería perder definitivamente la amistad que tenía con Emma, debía darle tiempo. También tenia que revisarse a sí misma y lo que acababa de pasar. ¿Qué sentía ella realmente?
Emma habría preferido quedarse en casa y vegetar, pero tenía su orgullo y no quería mostrarle a Regina que lo ocurrido le había herido tanto. Así que, tras haber pasado la noche llorando, se había recompuesto y se había presentado en la comisaría, contra todo pronóstico, para retomar su trabajo.
‒ ¿Emma? ¿Qué haces aquí? ‒ se asombró David
‒ Bah, he venido a realizar mi trabajo. Ok, ok, no es algo deslumbrante, pero…‒ lanzó una ojeada a la celda vacía ‒ ¿Leroy se ha ido?
‒ Sí, lo dejé marchar cuando llegué. Echaba chispas, pero, al menos, anoche no hubo incidentes
‒ Eso seguro. A la espera de los próximos…‒ se sentó en su silla y encendió su ordenador antes de sentir una mirada sobre ella ‒ ¿Qué?
‒ ¿Por qué has venido? Habrías podido quedarte en casa
‒ ¿Y qué? ¿Hundirme y deprimirme? No, eso ya lo he hecho y no es muy alegre de ver‒ dijo recordando su estado comatoso y alcoholizado a la muerte de su marido.
‒ Ya sabes…Regina…
‒ No, stop. No necesito tu piedad, ni tus consejos. He fracasado, ok. No es la primera y visiblemente no será la última…
‒ Emma, ya sabes, si le dijeras la verdad a Regina, lo que me has dicho a mí, a Henry, y por lo que parece, también a Archie…Las cosas, quizás, serían diferentes.
Ella rio
‒ ¿Ah, sí? ¿Por qué? ¿Cambiaría ella de opinión? Como si no tuviera la impresión de que se estaría apiadando de mí. Muy positivo como comienzo de una relación, eh…No merece la pena.
‒ Escucha, no es más que mi opinión, pero creo que…No está todo perdido. Regina…Regina no tiene todos los puntos y estoy convencido de que es lo que le falta para…
‒ ¿Para qué? ¿Para decirse Ah, bueno, por cierto, sí, es posible que yo también sienta algo? Si se sintiera igual, no necesitaría eso.
‒ …
Cuando iba a añadir algo más, las puertas se abrieron y apareció Mulán
‒ Buenos días a todos
‒ Joder…‒ gruñó Emma ‒ Yo…Salgo un momento‒ Cuando iba a salir, dio media vuelta ‒ David, yo…finalmente voy a tomarme el día, ¿ok?
‒ Ok
A continuación, se marchó. Mulán miró a David
‒ ¿Algún problema?
David dudó y suspiró
‒ No, nada
Regina permaneció en su despacho todo el día, así como los tres días que siguieron al baile. Esperaba al mediodía con impaciencia, pero no se sorprendió al no ver a Emma aparecer con su bolsa de Granny's. Cada día, echaba una ojeada a la calle, esperando ver cierta cabellera rubia, pero como lo había imaginado, no vio nada.
Eran grandes las ganas de ir a su casa, de tener noticias o incluso…No…Era una tontería. La había rechazado aquel día y ahora quería tener noticias de ella. En fin, ¿realmente la había rechazado? Esa era la cuestión.
Entonces resonaron las palabras de David: Emma no le estaba contando todo. Ella lo sabía, lo había presentido desde la muerte de Killian que algo no iba. Pero, al parecer, la bella rubia jamás se había planteado hablarle, prefiriendo confiarse a su padre.
Su corazón se encogió ante la idea de quizás haber perdido a la única mujer que la comprendía de verdad, a la que apreciaba, a la que había detestado con anterioridad…
Se estremeció, y su tarde estuvo sembrada de visiones del baile en común y de repente…Apareció en su casa, en su habitación, y miró la flor que había colocado con cuidado en un jarrón, un iris. Se sentó entonces en el borde de la cama y la contempló, una y otra vez, ahondando en los recuerdos de la pasada noche y recordando ese instante en aquella terraza, bajo aquel cielo estrellado.
¿Cuánto debería esperar antes de volver a tener contacto con Emma? ¿Y cómo reaccionaría la bella rubia? Seguramente, y conociéndola, la echaría fuera y daría por concluida definitivamente la conversación.
Cuando se dio cuenta de que había abandonado precipitadamente su despacho, en un giro de muñeca, volvió allí, y se encontró a Mulán, de pie cerca del escritorio.
‒ ¿Mulán?
La joven se giró y le sonrió
‒ Majestad
‒ ¿A qué debo el honor de su visita?
‒ Tengo que hablar con usted. ¿Puedo?
‒ Por supuesto. Venga
Se sentaron en el sofá y Regina esperó a que Mulán hablara. Pero al ver que pasaba el tiempo y la bella asiática estaba muda, Regina perdió la paciencia.
‒ ¿Entonces?
‒ Oh, euh, perdón…Yo…No sé cómo ni por dónde comenzar
‒ ¿Mulán? Parece nerviosa
La joven la miró antes de inhalar profundamente
‒ ¿Emma…Emma acaso se ha declarado? A usted, quiero decir
‒ ¿Pe…Perdón? Pero…
‒ Es lo que pensaba‒ sonrió
‒ ¿Cómo?
‒ Hace tres días que parece que Emma…Me huye. Desde el baile, está a menudo ausente, ida tanto física como mentalmente. Y no es la primera vez que me doy cuenta. Y siempre es tras un encuentro con usted
‒ …
‒ Entonces, imagino que, durante el baile, pasó algo entre las dos
‒ Yo…No tengo la costumbre de compartir estas cosas
‒ Pero, entre usted y yo es diferente. Yo misma me he declarado y fui amablemente rechazada‒ sonrió ella ‒ No se preocupe, estoy acostumbrada. Pero…Emma, es diferente
‒ ¿Diferente? ‒ Regina se levantó de un salto para poner distancia entre ella y una Mulán demasiado curiosa, pero tan cercana a una verdad que Regina no estaba lista para escuchar.
‒ Regina, ¿por qué rechazar a Emma cuando es ella la razón por la que rechazó mi declaración?
‒ No es así en realidad
Mulán rio
‒ Ah, la negación. Creía que esa etapa solo era privilegio del duelo
‒ …
‒ Escuche, aprecio de verdad a Emma. Y he logrado pasar por alto el hecho de que esté celosa de mí, porque en su momento, sí, yo estaba interesada en usted. Pero, fue durante su ausencia, yo pensaba que sería más sencillo declararme si ella estaba lejos. Pero al parecer la distancia, por el contrario, ha acentuado la falta que una siente por la otra.
‒ Pero ¿de qué habla?
‒ Regina, por favor. Tenga, al menos, un poco de coraje. Estaba perdida sin ella durante su ausencia. La ha apoyado hasta el punto de acogerla en su casa.
‒ Es lo que haría por cualquier amiga.
‒ Cierto. Pero…De todas las casas de la ciudad, ha elegido vivir en su calle. Qué coincidencia, ¿no? Eso debió ponerle la mosca tras la oreja…Aunque, creo, que ya tiene una pequeña idea, pero usted rechaza la más mínima posibilidad de un idilio.
‒ …
‒ Regina, la aprecio mucho, la respeto. Tuve las agallas de declararme sabiendo que tenía pocas posibilidades frente a Emma. Jamás pensé que a ella también la rechazaría.
‒ …
‒ Probablemente tenga sus razones y…
‒ …no es recíproco
Mulán la miró, incrédula.
‒ Eso es lo que me dijo a mí. Pero, sinceramente no creo que sea el caso con Emma
‒ Ah, porque usted sabe mejor que yo lo que siento y hacia quién
‒ Realmente no. Estoy lejos de ser una experta y mi vida amorosa es tan caótica como la de Leroy‒ Regina sonrió ‒ Pero soy bastante perspicaz con otras cosas. Y he visto cómo mira a Emma. Sé cuando sus pensamientos están fijos en ella, cuando se preocupa por ella o, al contrario, cuando está feliz, sé por qué es.
Regina entonces se volvió a sentar y escondió su cabeza entre sus manos.
‒ Es absurdo…
‒ ¿Por qué? Formarían una hermosa pareja, poderosa y unida. Son…Como el calor y el frío, el día y la noche. Cuando se habla de su Majestad, se habla también de su Salvadora. Es…Lógico
‒ Lógico…‒ murmuró ella ‒ Pero…Improbable
‒ ¿Por qué? ¿Porque sois dos mujeres? ¿Porque es usted la regente de los reinos? Vamos, sabe bien que la gente es más abierta de mente aquí que allá. No es el problema en mi opinión.
‒ Ah, ¿no? ¿Y cuál es el problema entonces?
‒ Es usted. Ciertamente su miedo al compromiso
‒ Vaya, vaya. No sabía que los adjuntos del sheriff fueran también psicólogos‒ refunfuñó Regina
‒ Es irónico hasta qué punto puedo ayudar a los demás sin tener respuesta para mí misma. Pero estoy atenta a lo que me rodea, sobre todo con la gente que me importa. He pasado tiempo con usted, cuando la seguía en sus visitas por los diferentes mundos. He observado bien su comportamiento cuando Emma estaba ausente durante largos meses. Y he visto su mirada cuando Emma regresó: esa sonrisa y esa fluidez. No tiene nada de eso con nadie más. Debería haberlo tomado como una señal
‒ …
‒ Escuche…No la estoy empujando a nada, pero os veo a las dos, y me apena el sufrimiento de ambas
‒ ¡Yo no estoy sufriendo!
‒ Pero tampoco está feliz. Hace días que está así‒ Mulán se levantó del sofá y posó su mano en el hombro de Regina ‒ Debería regar sus flores, comienzan a marchitarse
Después, abandonó el despacho, dejando a Regina sola, fijando su mirada en el jarrón que acogía el iris casi marchito.
Como todas las mañanas, Emma se levantó sin ganas ninguna. Fue a buscar a su hija que ya estaba balbuceando y le preparó su biberón. Desde hacía tres días, se había hundido en una pequeña rutina que, infatigablemente, le hacía evitar a Regina, su casa o su despacho, y le iba muy bien. En todo caso, es lo que le gustaba pensar. Así que, una vez la pequeña vestida y lista para marchar a casa de la niñera, se tragaba una última taza de café, tan fuerte que le despertaba sus últimas neuronas dormidas, y después se marchaba.
Y cuando ya tenía a Hope en sus brazos, tocaron a la puerta.
‒ ¡Un minuto!
Soltó el biberón, pero no a Hope, pero quizás debió hacerlo cuando abrió la puerta y la vio
‒ ¡¿Regina?!
‒ Buenos días, Emma
