Entonces... 10 Meses después de La Unión
El cielo estaba encapotado y lóbrego, el viento viciado soplaba con fuerza, mientras que por todo el valle podía oírse el eco de la batalla en el patio, cada golpe dado con contundencia y sin contenciones. Alrededor de todo el patio se encontraban desperdigados los agujeros de los impactos, como creados por meteoros miniatura, aunque el jardín de flores permanecía impoluto, como ambos combatientes habían acordado en un pacto silente.
La Eriza rosa y el equidna rojo peleaban como si su vida dependiera de ello, como si con cada golpe buscasen noquear definitivamente a su adversario, así había demandado Knuckles que tendrían que ser los combates. Con el tiempo las peleas se tornaron no solo más agresivas, sino también técnicas. No se daban los golpes con la esperanza de que "algo" pasase, eran golpes con un objetivo. Un izquierdazo para reducir la defensa, un derechazo a la cabeza para desorientar, una patada en las rodillas para desequilibrar, un último golpe a la nariz para concluir. Hubiera sido un ataque efectivo de parte de Amy de no ser por la extraordinaria resistencia del equidna, que se mantuvo inmutable.
"Excelente", exclamó Knuckles detrás su guardia. "Pero no perfecto".
Amy apretó los dientes y procedió a repetir el ultimó golpe un par de veces más con mayor fuerza cada vez, pero el equidna no hacía más que ponerse aun más firme.
"Nah, ya lo arruinaste", dijo el Knuckles antes de desviar el último golpe de Amy y contraatacar con un izquierdazo a las costillas que resonó de forma aterradora.
La eriza rosa se retorció y retrocedió, manteniéndose inmóvil por un momento, aun afectada por el golpe. Knuckles frunció el ceño y avanzó para concluir con un ataque directo al rostro. Para su sorpresa, el golpe fue velozmente esquivado por la eriza, quien aprisionó el brazo del equina y, haciendo palanca, lo levantó por los aires para estrellarlo contra el suelo. El impacto hizo que la tierra de los alrededores saliera volando. Amy colocó una rodilla sobre el pecho del equidna y mantuvo su puño derecho preparado para seguir atacando. Pero todo su cuerpo se relajó cuando oyó la riza de Knuckles.
"¡Ja! Ok ok, esa no me la esperaba. Muy buena, muy buena", decía el equidna entre risas.
"¿Pensabas que no iba a poder levantarte?", respondía la eriza también con una sonrisa.
"Seh, por un momento olvide que acostumbras a llevar un martillo estúpidamente grande. ¿Sabes qué? quiero la revancha, esta no cuenta".
"¡Ni hablar! Quedamos en que si te vencía, terminábamos por hoy ¡Ya llevamos 4 horas peleando, me urge tomar un baño!", reclamaba la eriza mientras se levantaba de encima de knuckles.
"Ya ya, que llorona eres", respondía el equidna mientras se reincorporaba. "Vete, pero mañana serán como mínimo 8 horas".
"Que pesado eres, en ambos sentidos", Amy se sacudía la tierra de encima mientras se dirigía a la casa. "También deberías tomarte un baño ¡Apestas a perdedor!", dijo antes de sacarle la lengua al equidna.
"¿Tienes agua suficiente, siquiera?", replicaba Knux mientras se recostaba debajo del naranjo. "¿O la gastaste toda en tus flores?".
"¡Ni se te ocurra hablar mal de mis flores!", respondía Amy desde dentro de a casa.
Knuckles dio un vistazo al jardín de flores. Resultaba muy variado para lo modesto que era en tamaño, tenia desde rosas, gardenias, crisantemos y narcisos, hasta flores que solo se podían encontrar en Angel Island que el propio Knuckles recordaba haberle entregado a la eriza como regalo de ultimo minuto cuando olvidaba la fecha de su cumpleaños. Knuckles no lo iba a admitir jamas, pero el ver esas flores le reconfortaba a la vez que le dolía en el alma. En su corazón aun podía rememorar esa sensación que tenia cuando descansaba a la sombra de los arboles de aquella isla entre las nubes, el como se oía el cantar de los flickies y los Chao cuando jugaban, el como la brisa fresca de la mañana le acariciaba las púas, la calma que le embargaba. El recuerdo de su hogar perdido aun dolía, pero era más un dolor nostálgico que uno vivo, un dolor que le recordaba que hubo buenos momentos, y aquel modesto jardín mantenía presente ese recuerdo.
Muchas de las flores que tenia no estaban en su mejor momento, sobre todo las más delicadas, pero para lo hostil que se había vuelto el mundo, era un milagro que aun sobreviviesen. El manto verde de la cordillera más allá de la casa había desaparecido, dejando a la montaña como una roca gris y estéril. Aun con el cielo nublado, el ambiente seguía siendo árido, el aire era en ocasiones doloroso de respirar por lo reseco que estaba. Incluso el propio knuckles, acostumbrado a ambientes como el de Sandopolis o Lava Reet en Angel Island, admitió que por la tarde, cuando el sol era aun más inclemente, resultaba imposible entrenar, por lo que le permitía a Amy cuidar de las flores para que estas no desfallecieran.
La dedicación que Amy le imprimía al cuidado de las flores rosaba lo obsesivo a los ojos del equidna. Más allá del gasto absurdo de agua, lo más raro que Knuckles le había visto hacer a la eriza eran esos pequeños rituales: hablarle a las plantas mientras las podaba y regaba o el duelo que adoptaba cuando una flor perdía la batalla. El más extraño de esos rituales, sin embargo, era el que reservaba para esa curiosa Orquídea Añil que se encontraba en el mero centro del jardín. Después de que Amy terminaba de atender las otras flores, y tras darle un baño delicado a la orquídea, la eriza colocaba sus manos a ambos lados de la flor y luego hacia la peor imitación posible de Silver, concentrándose con todas sus fuerzas como si quisiera levantar la flor con la mente, transmitirle algo telepáticamente o invocar algo a su alrededor. No dejaba de hacerlo hasta que se agotaba mentalmente, y siempre regresaba a la casa con un semblante de derrota, al parecer estaba haciendo un esfuerzo fútil.
Aquella flor era totalmente desconocida para Knuckles, y Amy jamas le dijo de donde la había obtenido, pero seguramente, deducía el equidna, venia de alguien muy especial para ella. ¿De Sonic, quizá? No era costumbre del erizo velocista el hacer ese tipo de detalles, pero tampoco era descabellado. Ademas, no había otra alternativa, Amy cuidaba esa flor con devoción, razón de que fuese la que tenia mejor aspecto de todo el jardín. Mientras que las otras flores recibían un riego al día como máximo, Amy poseía una alarma que sonaba tres veces al día para indicarle que debía regar la orquídea.
Y ese era el problema. Por mucho que a Knuckles le gustase la vista de las flores, no eran tiempos para dedicarse a la jardinería, sino la supervivencia. La belleza de las flores no compensaba la perdida de la tan preciada agua.
"Tu misma dices que no estamos para gastar nada, y ya te he dicho de que dejes de hacer comida tan elaborada y que no uses tanta agua para las flores, que terminas gastando muchos recursos", exclamó el Equidna mientras reposaba con los ojos cerrados.
"La cocina y mis flores son lo único que me mantienen cuerda, Knux. Y hago con ellas lo que yo...".
La eriza se quedó callada de repente. Tras pasar unos segundos en silencio, el equidna empezó a preocuparse.
"¿Pasó algo...?", preguntaba Knuckles mientras se preparaba para levantarse.
De pronto Amy salió corriendo de la casa solo con una toalla tapándole el cuerpo y con una expresión de preocupación.
"¡Wow wow wow!", el equidna hacia lo posible para apartar la mirada por la vergüenza. "¿¡Qué rayos estas-!?"
"No hay agua...", replicaba la Eriza mientras se movía hasta uno de los laterales de la casa.
La noticia captó la atención del equina, quien de inmediato tomó una expresión más seria y siguió a la eriza.
Ambos fueron al pequeño cobertizo que se encontraba en el lateral derecho de la casa, donde generalmente Amy guardaba las herramientas de jardinería y demás cosas. Amy se dirigió al fondo del cobertizo y se arrodillo cerca de una pequeña rejilla de metal. Forcejeó un poco para abrir la rejilla y revelar el principio del complejo mecanismo de aguas blancas de su casa. Le pidió a Knuckles que le alcanzara una linterna que tenían cerca y con ella iluminó el medidor de agua, el cual estaba en rojo.
"Imposible", musitó Amy. "Mi tanque de agua se llena con un manantial cercano. No puede ser que el manantial se haya secado".
"En los tiempos que corren, no es tan imposible", respondió Knuckles.
"Por Gaia...", Amy pasaba sus manos por las púas de su cabellera con nerviosismo. "¿Qué vamos a hacer? ¡Ya incluso el mar se secó!".
"Eh, calma", quiso tranquilizarla el equidna. "Debe de haber más manantiales cerca de los cuales sacar agua. Puedo ir a revisar y-"
El Sonido de la alarma de riego interrumpió al equidna, de inmediato Amy se levantó y corrió fuera del cobertizo. Knuckles le siguió hasta que la encontró parada en medió del patio, mordiéndose las uñas mientras volteaba su vista entre la casa y su jardín una y otra vez, hasta que fue de inmediato dentro de la casa para volver a salir llevando una de las jarras de agua para beber. La eriza rosa fue junto al jardín y se arrodillo frente a la Orquídea Añil para luego verter casi todo el contenido de la jarra sobre la flor.
"¡Amy! ¿¡Qué demonios estas haciendo!?", reclamaba el equidna a sus espaldas.
"E-es que... necesitaba agua-", tartamudeaba la Eriza.
"¡Nosotros también! ¿Nos quedamos sin agua y lo primero que haces es desperdiciar lo poco que nos queda en una simple flor?"
"¡No es un desperdicio y no es una simple flor!", replicó a gritos la eriza.
El equidna se mantuvo en silencio mientras Amy removía la tierra alrededor de la orquídea de forma nerviosa pero siempre tratando la flor con delicadeza. Para knuckles no era raro ver a la eriza hacer este tipo de locuras "románticas", pero por ley estas eran dirigidas en su mayoría a Sonic. Aquello que presenciaba resultaba más... inquietante. No sabia si debía intervenir o si solo su falta de contexto lo estaba orillando presuponer lo peor. El equidna se limitó a soltar un suspiro de irritación.
"Ya, da igual. Vamos a salir a ver si podemos encontrar más agua. ¡Y por todos los cielos, ve a vestirte de una buena vez!".
Amy volteó a ver al equidna confundida, luego bajo la mirada hacia si misma, notando que solo llevaba una toalla puesta, lo que la hizo enrojecer de vergüenza y salir corriendo hacia la casa. Knuckles se quedó parado junto jardín, clavando su vista sobre la Orquídea Añil que firme y radiante, como si los males del mundo no le afectasen en absoluto.
Ahora...
El bartender tenia una rutina muy estricta. Como no había clientes debido a que a esas horas el calor del desierto era demasiado como para que nadie anduviese afuera, él hacia recuento de las botellas de agua que poseía y memorizaba su posición exacta en la estantería tras la barra. Luego procedía a limpiar las botellas, lo hacia seguido debido a que el polvo del desierto acostumbraba a colarse dentro del bar. La limpieza era exhaustiva, cuidando de que ni la más mínima partícula de polvo tocase las boquillas de las botellas. El agua de los clientes era un bien preciado, casi sagrado para el coyote, tanto así que aun después de todo su trabajo de limpieza, cuando se le veía cansado y sediento, no pretendía ni mirar las botellas por más tiempo del necesario, toda su sed la calmaba tomando de una triste botellita de plástico que ni siquiera guardaba en el pequeño refrigerador donde estaba la mejor agua para los clientes, quizá cuidando de no confundirla y tomar del agua prohibida por error.
Cuando se acercaba el crepúsculo y el sol empezaba a amainar, los clientes, en su mayoría residentes del mismo pueblito, llegaban al bar. No eran muchos, pero el coyote los atendía como si fueran la realeza y hacia todo lo que estaba en su poder para convencerlos de que compraran la mayor cantidad de agua que pudieran. Eso si, el coyote era selectivo, su principal objetivo eran aquellas personas que parecían traer consigo joyas o metales preciosos. A los que llevaban dinero de los tiempos antes de La Unión, billetes y ese tipo de cosas, los rechazaba de inmediato. A Knuckles esto no le sorprendía, de todos modos no existía banco que le diese valor a esas cosas, solo los tontos se aferraban a ese papel insignificante en los tiempos que corrían. Pero eso no era lo más interesante, ya que al parecer el Coyote no parecía actuar por intereses personales, nunca veía las joyas o los metales con codicia, siempre era con cierta apatía y desazón.
En una ocasión una señora yegua y sus dos potrillos habían llegado, estaban visiblemente cansados y sedientos, seguramente venia de fuera del pueblo y de muy lejos. El coyote no les vio con interés, ya que era claro que no llevaban nada de valor, pero la señora estaba desesperada por agua para sus pequeños, razón de que propusiera intercambiar el agua por una bolsa llena de manzanas que traía consigo. No le importaba la equidad de valor, estaba dispuesta a entregar toda la bolsa por solo un trago. Cuando la señora reveló las manzanas fue la primera vez que Knuckles vio al coyote observar algo con deseo. Tampoco era de extrañar, el pobre coyote solo había comido un par de galletas saladas en todo el día, a lo mejor era lo único que le alcanzaba comprar, puesto que evidentemente las ganancias del bar no eran para él. Aun con todo, el Coyote rechazó el intercambio a regañadientes, le era terminantemente prohibido el intercambiar la sagrada agua por algo que no sean joyas, oro o plata, por mucho que le pesase en el Alma.
En medio de todo el suceso, Sticks dio una mirada rápida a Knuckles. Su intención era obvia, no podía quedarse de brazos cruzados viendo todo eso. Knuckles le miró de vuelta, sin cambiar su expresión. Por unos segundos quiso hacerse el desentendido, no podían permitirse el desperdiciar las pocas riquezas que habían acumulado en sus viajes, ya que estas podrían ser útiles para negociar por otros bienes o información. Pero su honor pudo más que su razón (u orgullo) y, tras dar un bufido de exasperación, le pasó a Sticks por debajo de la mesa la bolsa en donde guardaban los pequeños tesoros que traían. Sticks le guiñó un ojo antes de levantarse y acercarse a la barra. De forma efusiva y amistosa se inmiscuyó en la conversación y propuso pagar por el agua de la yegua y sus hijos. El coyote estaba desconcertado y muy nervioso, a lo que Sticks le guiño también el ojo a él para que siguiera el plan. El coyote soltó un suspiro y aceptó el trato, sirviendo a la pequeña familia la mejor agua que tenia. Cuando Sticks terminó de pagar y estaba por retirarse, la yegua la retuvo preguntándole cómo le podía pagar tal acto de misericordia. Sticks dio una media sonrisa y dijo que con la mitad de las manzanas de la bolsa bastaban, a lo que la yegua aceptó alegremente.
Cuando Sticks se volvió a sentar en la mesa, con la bolsa de tesoros un poco más pequeña y llevando otra bolsa con las manzanas que le habían entregado, Knuckles expresó:
"La última vez".
"Si si", respondió Sticks haciendo de menos la amenaza del equidna.
Knuckles entonces se quedó mirando a la pequeña familia disfrutando del agua mientras comían algunas de las manzanas que les había quedado, lo que suavizó un poco su expresión de perpetuo enfado. Luego dio un vistazo al hambriento Coyote, cabizbajo intentando no mirar a la familia comiendo.
"De todos modos", decía el equidna mientras tomaba una de las manzanas de la bolsa. "En los tiempos que corren, la comida es más importante que los tesoros", concluía mientras lanzaba una manzana a la otra punta del bar para que fuese atrapada por el Bartender.
El joven coyote se mostró en un principio extrañado, pero cuando el equidna asintió en su dirección, supo que podía comer de la fruta, lo cual hizo con suma satisfacción.
"Blandengue", le susurraba la Tejón al equidna.
"Callate".
Cuando la noche cayó y el cielo se adornó con las estrellas, el joven coyote empezó su rutina de cierre, guardando las botellas de agua, relimpiando otra vez el polvo, entre otras cosas, siempre teniendo un ojo puesto sobre el reloj que colgaba en la parte más alta de detrás de la barra. Cuando tuvo todo listo, con mucho nerviosismo, se acercó a la mesa en donde Knuckles y Sticks se encontraban.
"Y-ya casi es hora", les dijo esquivando la mirada.
Ambos visitantes no hicieron más que levantarse y seguir al Coyote hasta la cocina, se les fue indicado que esperancen sentados en el suelo mientras él traía una soga para atarles y así pareciera que efectivamente habían sido capturados.
"¿Crees que sea buena idea?", cuestionó la tejón al Equidna. "¿No es mejor noquear a los tipos cuando lleguen?".
"No tenemos idea de adonde se refugian, que es nuestro verdadero objetivo. Ademas, ninguna cuerda es capaz de detenerme".
Mientras esperaban, Sticks revisaba su cámara fotográfica y Knuckles descansaba con los ojos cerrados. Por un breve momento que el equidna abrió los ojos, pudo notar en la otra punta de la cocina una flor rojiza dentro de una maceta. Su apariencia le era familiar, recordó que Amy en algún momento le había hablado de ella: "Rosa del Desierto", bastante resiliente al calor extremo, pero que aun así no estaba exenta de recibir cuidados. Hacia varios años que knuckles no había visto una flor, en todo los sitios que habian visitado la vegetación se había marchitado por completo, ni bosques ni jardines, un desierto eterno allá donde iban. Aquella flor, sin embargo, permanecía imperturbable, como si los males del mundo no le afectasen en absoluto.
Cuando el coyote entró de nuevo a la cocina, llevaba colgando en una mano la soga y en la otra traía la botellita de agua. El coyote se relamía los labios como lo hacen quienes ansían un poco de agua con todas sus fuerzas. Una sola botella para todo un día no era ideal, incluso en los momentos más calurosos de la tarde, el coyote procuraba no tomar más de un par de tragos para no quedarse sin el preciado liquido. Sin embargo, cuando pasó por en frente de la flor se detuvo un momento, por un segundo se le veía con duda, pero de inmediato vertió todo lo que quedaba en la botella de agua delicadamente sobre la flor, cuidando que quedase bien regada. En la botella no quedo más que un par de gotas que fueron las que el Coyote bebió.
La impresión que tuvo knuckles hizo que todo el cuerpo se le tensase, un aire melancólico se posó sobre su mirada.
"¿Pasa algo?", preguntó Sticks al captar el cambio de actitud del Equidna, pero este no respondió.
El coyote procedió a amarrar a Knuckles y a Sticks lo mejor que pudo. En un principio planeaba hacer un nudo que fuese fácil de romper, pero Knuckles insistió en que realizase nudos reales para que fuese más convincente, también propuso que colocase bolsas de lona sobre sus cabezas, desestimando las protestas de Sticks. Cuando todo estuvo listo, el equidna, incapaz de ver nada más puntitos luminoso de entre las fibras de la bolsa de lona, solo podía contar con su muy entrenado oído, y por el sonido de los pasos y la puerta cerrándose supo que el Coyote ya se había marchado.
"Esta es la mejor idea que has tenido en años, Knux", exclamó Sticks sin ocultar el sarcasmo en sus palabras.
"Cierra la boca y actúa como si estuvieses dormida, oigo algo acercándose..."
Un murmullo, un ligero rumor que se escuchaba a lo lejos y que se acrecentaba conforme pasaban los segundos, hasta el punto de volverse un rugido furioso y continuo. Era una maquina, Knuckles lo supo cuando estuvo lo suficientemente cerca, sonaba igual a las maquinas que Eggman utilizó para perturbar la paz de Angle Island hacía ya varios años. Cuando la bestia de metal dejó de sonar, el Equidna pudo oír pisadas en la arena, unas eran rápidas, ligeras e irregulares, otras eran pesadas y lentas, definitivamente eran ellos.
Tras sonar la puerta del bar abriéndose de par en par, se oyó a alguien gritar:
"¡Muy Buenas Noches, mi pequeño perrito del desierto! ¿Cómo llevas el negocio? ¿Nos tienes una fortuna? ¿Un tesoro pirata? ¿Las escrituras de un terreno que una reciente viuda te dio a cambio de un vaso de agua?", exclamaba con una incomprensible energía una voz chillona y estridente.
Bean..., dedujo Knuckles para si mismo.
"S-soy un Coyote, no un p-perro", respondió nervioso el bartender.
"Na-ah, eres un Canis Latrans, de la familia de los Cánidos, eres prácticamente el primo del hermano del cuñado del amigo de otro de nuestros socios, que es un perro, así que sin lugar a dudas eres un perrito. ¡Dato Curioso! ¿Sabias que todos los Cánidos son digitígrados? osea, que caminan sobre las puntitas de sus-"
Él otro visitante soltó un bufido largo.
Bark, dedujo otra vez el equidna.
"Ya, es cierto, a lo que veníamos. A ver, Socio ¿Donde está el dulce dulce brillante?".
Lo que se oyó a continuación fue el tintineo de las monedas y joyas que el Coyote había acumulado a lo largo de la semana, todo guardado en bolsas de lona dentro de la bóveda que estaba en el fondo de la cocina. Al menos dos bolsas de un tamaño considerable, fue lo que dedujo Knuckles por como sonaban. El tintineo se mantuvo mientras los visitantes rastreaban y revisaban las bolsas. Cuando terminaron se pudo oír a Bean chasqueando la lengua con un tono de decepción.
"Es menos de lo que esperábamos, pequeño perrito. Un 10% menos".
"¡N-no puede ser! Se que no vino tanta gente esta semana ¡Pero-!"
Bark interrumpió con un bufido imponente.
"Mi colega tiene razón, nos importa un jarrón de pepinillos a medio comer si vino más o menos gente. Tu y todo el pueblito tienen cuotas que cumplir".
"¡Pero cumplí con mi cuota!"
"Cumpliste con tu cuota de la semana pasada. Hubo un aumento. La economía, ya sabes como es".
"¿¡Cómo iba a saber que tenia que reunir más!?"
"¿Acaso no entiendes como funciona el capitalismo? ¡Crecimiento infinito, ganancias infinitas, deudas infinitas! ¡To the Moon!. Ley de la naturaleza, perrito".
Bark hizo un bufido corto, como queriendo llamar la atención de su colega.
"Mira nada más...". Se oyó como rastreaban dentro de la basura. "¿Una manzana? ¿En esta época del año, en esta hora del día, en esta parte del mundo y ubicada específicamente en tu basura?".
"Ah... ¿Si?", respondía dudoso el coyote.
"... ¿Me puedes dar una?"
Bark soltó otro bufido para encaminar la atención de su compañero.
"Cierto cierto cierto, tenemos comida de sobra en el refugio (aunque no manzanas). Ya, haz lo tuyo, grandote".
De pronto un fuerte estruendo resonó en todo el local, madera rompiéndose, vidrio cayendo al suelo y volviéndose trizas, liquido siendo derramado, y entre todo el alboroto estaba el quejido suplicante del Coyote.
"¡Por favor, por favor, no me maten!", luchó por decir el coyote, quien se oía como si estuviese siendo aplastado.
"Tranquilo, solo será un pequeñísimo castigo para no te portes mal la próxima. Estoy seguro de que aun puedes trabajar con un brazo roto ¿No crees, Bark?".
"¡No, por favor, no he hecho nada malo! ¡Cumplí con la cuota, cumplí con la cuota!".
"¿No me prestaste atención, perro? ¡Tienes un 10% menos de lo que deberías! Y ya vimos en donde lo gastaste ¿No? Comprando manzanitas".
Knuckles temblaba por la impotencia y la ira. Estaba a punto de romper las ataduras y hacer un desastre hasta que sintió que Sticks lo empujaba para llamar su atención.
"Paciencia, no lo arruines", le susurró.
"¡Por favor, no he hecho nada malo, no he gastado nada!", suplicaba el Coyote. "¡La manzana es...! ¡El Equidna! ¡Lo tengo! ¡Tengo al Equidna Rojo que buscan! ¡Tengo a la Bestia Roja! ¡Lo capturé para ustedes!".
"Oh ¿Ahora nos tomas por tontos? Que sea un brazo y una pierna, Bark".
"¡Lo juro! ¡Lo capture, esta...!", en medio de su frase el Coyote rompió en llanto, pero aun con la voz quebrada, prosiguió: "Esta en la cocina... por favor... esta en la cocina".
Se hizo un silencio denso que se mantuvo por varios segundos. Lo siguiente fue que se oyeron los pasos erráticos de Bean acercándose a la cocina. Tras oírse la puerta abriéndose y un breve silencio, se oyó a Bean gritar:
"¡Santos equidnas voladores, Bark! ¡Era verdad! ¡Y dos por uno! ¡Buen trabajo, perrito! ¿Quien es un buen chico, quien es un buen perrito?".
Bark soltó otro bufido, como de duda.
"Yo los veo bastante muertos. Oye perrito ¿Están muertos?".
"...no", respondió el coyote casi en un susurro. "Sedados... están dormidos...".
"¡Oh, muy ingenioso! Me gusta cuando la gente usa la cabeza para algo más que clavar clavos en la pared".
Bark respondió con un bufido de reproche.
"Ah, ¿Solo lo hago yo? Que raro, siendo algo tan útil... ¡En fin! Te salvaste de una ¿Eh, perrito? Con esto el jefe seguro se alegra bastante y la próxima semana te cobre el doble de la cuota de esta semana en lugar del triple ¡Vaya que eres afortunado! Bueno grandote, carga los regalos de nuestro socio en el camión mientras cobró la cuota de nuestros otros socios".
Las pasos de Bark se fueron acercando más hacia Knuckles hasta que este pudo sentir como lo cargaban y lo llevaban en un hombro. Mientras el gran oso polar salia de la cocina, knuckles sintió que su pie chocó con algo, lo siguiente que oyó fue el sonido de una maceta rompiéndose y tierra desperdigándose el suelo. Luego, mientras atravesaba el bar hasta la salida, lo último que oyó antes de ser encerrado en parte trasera del camión, fue el llanto silencioso del coyote.
Reflexiones Posteriores: Espero que estén disfrutando la lectura hasta ahora, la historia está tomando forma y se vienen cosas tremendas. Sin embargo, me gustaría tomarme un tiempo (No mayor a un mes, lo prometo) para madurar un poco más las ideas, releer los Archie Comics, los de IDW y otras cosas más por inspiración ¡Juro volver muy pronto! (Esto es más algo que me digo a mi mismo XD).
