Bienvenidos a la primera entrega de una colección de relatos de "Remain Nameless".
Si aún no la han leído, esta colección sin duda les revelará algunos puntos de la trama.
(Este capítulo fue publicado por HeyJude19 en San Valentín, por ende gira en torno a esa fecha.)
Aquí hay tres escenas eliminadas de San Valentín:
La escena 1 tiene lugar entre los capítulos 13 y 14.
La escena 2 tiene lugar justo después del nacimiento de James en el capítulo 43.
La escena 3 tiene lugar entre los capítulos 47 y 48.
¡Espero que lo disfrutes!
Disclaimer: Como ya saben el mundo de Harry Potter le pertenece a J.K. Rowling, esta historia es de amablemente autorizó y tiene conocimiento de esta traducción. Como responsable de esta historia en español, no permito copias, o convertir tanto esta historia como Remain Nameless en un documento digital sea de uso personal, para compartir o vender. Les pido que si ven ambas historias en otro perfil bajo otro nombre o donde no se le dé crédito a HeyJude19, infórmenme. Ahora sí a leer.
En los gestos más pequeños
Jueves, 14 de febrero de 2008
Dios, este siempre fue el día más jodidamente extraño.
El café ni siquiera había abastecido la vitrina de pasteles con artículos adecuados, ni un bollo de arándanos a la vista, sino que ofrecía unas cuantas monstruosidades rosas o glaseadas de rojo, con la esperanza de apelar a las tendencias más insípidas del tipo de simplones que dan cualquier tipo de importancia a que el 14 de febrero sea una especie de ocasión prometedora.
Draco pidió su café negro habitual y luego esperó a Granger en su mesa. Se preguntó qué pensaría ella de esta supuesta "celebración". Tal vez podría entablar una acalorada discusión; sugerir que las mujeres usaban este día para engañar a sus pretendientes y hacer demostraciones extravagantes y poco sinceras de afecto con el único fin de satisfacer las expectativas sociales que rodeaban a esta festividad inventada.
Joder, estaba preciosa cuando se enojaba o se exaltaba en un debate. Con sus mejillas sonrojadas y sus ojos brillantes y esa boquita preciosa que se movía a mil por hora...
Tengo el control de esto.
Draco sacó un informe de exploración, esperando que las banales estadísticas y números en blanco y negro embotaran sus sentidos antes de que ella apareciera esta mañana.
En cambio, sus pensamientos se dirigieron al ballet del próximo fin de semana. ¿Quería ella asistir con él? ¿Cómo luciría Granger vestida para él?
No, no para él. No específicamente, en todo caso. Tal vez, ella solo querría verse bien.
Los informes de exploración no estaban dando resultado. Echó un vistazo a su alrededor. En la mesa de al lado había una pareja cogida de la mano.
Ella le había agarrado la mano cuando le había agradecido por ayudarla a superar su ataque de pánico.
La había agarrado de las piernas. La había ayudado a mantenerse a flote en ese momento, claro, pero el acto seguía siendo el mismo.
—Buenos días —su voz interrumpió sus pensamientos sobre la sensación de sus muslos bajo sus manos.
—Granger.
Parecía que había dormido bien unas cuantas noches desde su reciente crisis nerviosa: ojos más brillantes, mejillas más sonrosadas, cabello más prolijo.
Se preguntó cómo se las habría arreglado ella sola.
Se quitó el abrigo para revelar su elección de ropa de hoy: un suéter rojo. El rojo era un color llamativo. Granger generalmente se quedaba con los tonos neutros y pasteles para trabajar. No necesitaba llamar la atención con colores llamativos como el rojo, no, la personalidad de Granger era lo suficientemente audaz por sí sola para que el mundo la notara. Eso y su cabello.
Mientras recibía su té en el mostrador, Draco vio que el dueño le entregaba una bolsa de papel. Se preguntó cuál de esos obsequios innecesarios y excesivamente decorados se había comprado.
—Hoy nos sentimos festivos, ¿no? —hizo un gesto con la mano hacia su blusa mientras ella regresaba.
Ella bajó la mirada y se encogió de hombros.
—Es el día de San Valentín.
Su declaración le hizo pensar en un imbécil sin nombre con cara de presumido que acompañaba a Granger a una cena a la luz de las velas y le provocó una oleada de envidia injustificada en todo el cuerpo. ¿Sería esa su forma preferida de pasar esa velada en particular? ¿Ya tenía algún pretendiente educado aguardando por ella esa noche?
—¿Y tú estás… celebrando?
—¡Por supuesto que no!
Bien.
Tengo el control de esto.
Pero aparentemente no celebrar este estúpido día fue una fuente de vergüenza para Granger y requirió que realizara una explicación inconexa.
—No es que no puedas celebrar este día en soledad. No tiene nada de malo estar solo, y si lo piensas, todo es un poco artificial y sin sentido. El día de San Valentín no tiene por qué ser solo una celebración romántica con una pareja, el amor propio también es saludable.
Ella cerró la boca y Draco añadió una imagen mental de Granger practicando el amor propio en su cerebro. Su mente traidora destelló visión tras visión de sus manos rozando su cuerpo desnudo y acompañando gemidos entrecortados mientras se entregaba a su propio placer y...
Y ese camino de pensamiento no debería recorrerse en público, especialmente si se lleva un traje ajustado.
Tengo el control de esto.
—Entonces, ¿el suéter rojo fue solo una coincidencia? —preguntó, rescatándolos a ambos de su insinuación accidental.
—Bueno… es sólo una tontería del Ministerio, ya sabes, para levantar la moral, una pequeña reunión de mediodía en el departamento. Se anima a todo el mundo a vestirse de rojo y pensé que sería bueno participar en este tipo de cosas. Promueve la buena voluntad entre los colegas.
—Suena como si estuvieras tratando de convencerte de los méritos de esta reunión informal.
Ella se rió entre dientes y asintió;
—La verdad es que es bastante superfluo, pero como dije, es solo un día.
—Cierto.
Debería invitarla a salir ahora, pero eso sería una cita. Probablemente. Draco quería que fuera una cita, de todos modos.
El ballet de la semana siguiente no era una cita, sino un compromiso previamente acordado. Como amigos. Y pedirle a una bruja que saliera con él el día de San Valentín implicaba unas expectativas tan extrañamente pesadas que no estaba seguro de poder manejarlas.
La mañana continuó tan platónicamente como siempre, hasta el punto de separación junto al Caldero Chorreante.
Entonces, Granger decidió que la amabilidad sería su arma preferida ese día. De su reserva de consideración, siempre podía manejar con destreza la herramienta precisa para su destrucción interna mediante la benevolencia.
—Toma —dijo y le puso una bolsa de papel en la mano.
—Eh... ¿qué es esto?
—Un bollo de arándanos.
Se quedó mirando la bolsa que tenía en la mano y que contenía su postre favorito. Un pequeño obsequio que había requerido de una dulce previsión por parte de ella, porque aparentemente había previsto su mal humor esa mañana y había buscado remediar su estado de ánimo. Que esta bruja pudiera conocerlo tan bien, que se preocupara lo suficiente como para intentar cambiar su día, dejó a su boca vergonzosamente sin palabras.
Ella lo había pillado desprevenido, lo había dejado con la cabeza vacía y se había asegurado de que pasara al menos unos minutos preciosos considerándose el tipo más afortunado del mundo por haber recibido ese tipo de atención de su parte. Y precisamente ese día, cuando los pequeños gestos parecían tener un gran significado.
El último heredero de la línea Malfoy: conmovido por una encantadora morena y su preocupación por su bienestar.
—Está bien, gracias Granger.
Su solemne agradecimiento le valió un hermoso rubor y un entrañable paseo.
—No es nada, tenía uno reservado para ti porque sé que en las fiestas les gusta tener golosinas temáticas y ayer, cuando salía, mencioné que si les quedaba algo, conozco a alguien que estaría muy interesado. Probablemente le vendría bien un hechizo calentador, entonces debería tener un buen sabor.
Él no pudo evitar sonreír burlonamente.
—Diría que algún día te devolveré el favor del bollo, pero creo que ambos sabemos que eso no sucederá.
—Idiota.
Más tarde, en su oficina, calentó el bollo con una explosión de magia, y aunque sabía celestial, la sonrisa de despedida de Granger ya lo había calentado lo suficiente.
Tengo el control de esto.
Sábado 14 de febrero de 2009
Había hecho reservas en tres restaurantes diferentes. Dos en el Londres muggle y uno en Diagon. Por si acaso. Pragmático como siempre.
Porque le había preguntado muchísimas veces qué quería hacer ese día específico.
—Oh, podemos simplemente… estar juntos. Como cualquier otro día.
No fue de mucha ayuda, Granger. Canceló las reservas.
Una semana atrás, Draco había notado la pequeña bolsa de regalo en el fondo de su armario. Específicamente, el nombre de la boutique impreso en la bolsa. Como si no pudiera decidir si esta había sido una compra sensata y, por lo tanto, en lugar de guardarla con su otra lencería, la había dejado casi fuera de la vista hasta que decidiera si debía estrenarla o no.
Lo que significaba que ella había hecho un esfuerzo, pero no quería que Draco lo supiera en caso de que él no se sintiera cómodo correspondiendo.
Entonces, ¿cómo demonios iba a corresponderle? Los chocolates eran simplemente… comunes y corrientes y Draco no perdía el tiempo con cosas comunes. Además, probablemente se los comería todos de todos modos. Las flores eran un hecho, no permitiría que ella se opusiera a eso. Pero necesitaba algo más que todos los pequeños obsequios que le enviaba a su oficina varias veces a la semana. Sabía que las joyas la exasperarían, a pesar de la tentación de pasear por Gringotts y liberar algunas piezas impresionantes de sus bóvedas familiares.
Estoy bien con esto.
Incluso había llamado a Theo por Flu en pánico, pero el imbécil se rió en su cara y dijo;
—Primer día de San Valentín, ¿eh?
Draco, como el buen amigo que era, dejó que Theo se burlara un poco de él antes de amenazarlo con hechizarlo, y luego recibió un consejo inútil.
—Ya verás que no es gran cosa, amigo. No tiene por qué ser algo tan exagerado. Simplemente dile que la quieres y la aprecias y comparte una buena comida. Realmente no puedo darte un mejor consejo que ese".
Inútil. Absolutamente inútil.
Y no solo era un glorioso día de romance en un fin de semana, sino que fue un fin de semana en el que tenían la garantía de que absolutamente nadie los molestaría. Potter y Ginevra estaban ocupados con su nuevo mini-Potter. Todos sus otros amigos estaban en pareja y, por lo tanto, no les haría perder el tiempo.
Draco decidió recrear su primera noche en su casa, pero esta vez sin discusiones sobre elfos domésticos ni confesiones de amor a gritos.
Entonces Granger tenía que ir y arruinarlo de todos modos.
Su cabeza apareció en la chimenea, con el cabello más rebelde que de costumbre, la nariz hinchada y los ojos vidriosos.
—Lo siento mucho... —se agachó para sonarse la nariz—. No creo que deba verte esta noche. —desapareció de nuevo y él escuchó más sollozos—. Definitivamente estoy enferma.
—¿Podría ir a verte en tu lugar?
—No, sólo te contagiarás.
Draco no permitiría que algo tan insignificante como un resfriado le impidiera verla hoy. Ni ningún otro día.
—Voy a ir Granger.
Se arrepintió inmediatamente de esta decisión. No tenía idea de cómo cuidar a una persona enferma más allá de interrogar a su novia sobre su estado físico actual.
—Ya me tomé la temperatura —se quejó cuando Draco insistió en usar el hechizo en lugar de su termómetro muggle.
—¿Tomaste Poción pimentada?
—Por supuesto —insistió—. Estoy bien, de verdad, es solo un resfriado. No tenías por qué venir. Voy a acurrucarme en el sofá y a leer.
—¿Has comido?
—No tengo mucho apetito. De todos modos, no percibo ningún sabor.
Se dejó caer en el sofá y se cubrió el cuerpo envuelto en pijama con una de sus horribles mantas tejidas. Draco la miró con el ceño fruncido.
—Deberías comer algo.
—Probablemente —dijo y se sonó la nariz otra vez—. Simplemente no tengo energía.
Parecía más que patética con su pequeño equipo de té y un montón de pañuelos, hundiéndose en los cojines. Draco se quedó paralizado, inseguro de su papel allí.
Crookshanks estaba sentado en un sillón limpiándose una de sus patas. Detuvo su ritual para mirar fijamente a Draco.
Le toca a usted, señor. No tengo pulgares.
Su primer día de San Valentín y él ni siquiera podía cortejarla. Típico.
—¿Sopa? —preguntó en su dirección.
—¿Perdón?
—Sopa. ¿Te puedo traer un poco? ¿Te serviría de algo?
—Sí, pero ¿dónde estaría…?
—Lo pedí en el restaurante francés que te gusta —interrumpió—. Se suponía que sería una sorpresa.
Su admisión le valió una sonrisa radiante. Tras una rápida ronda de apariciones, regresó a su lado enfermizo en el sofá con sopa de tomate y baguette caliente para ella y mejillones en vino blanco para él. No se trataba de la gran cena a la luz de las velas en su majestuoso comedor rodeado de demasiados ramos de flores para contar, pero Draco pensó que tal vez prefería en secreto esta intimidad tranquila.
Con ella apoyada contra su costado y encorvada sobre una mesa de café para comer, los temores de Draco sobre que ese día en particular se disolvieron en la nada.
Granger pareció animarse con un poco de comida y, una vez que terminaron de comer, se hundió contra él con un suspiro de felicidad. Draco se movió para que ella pudiera recostarse a lo largo del sofá con la cabeza en su regazo.
Su mano cayó sobre su cabello y completó el acto instintivo de adoración que se manifestó al pasar los dedos por sus suaves rizos.
Dado que había hecho un trabajo estelar al brindarle comida y consuelo a su novia enferma, Draco sintió que se merecía un poco de provocación.
—Sobre ese pequeño detalle que llevas en bolsa con volantes en el armario. ¿De qué color es?
Ella se puso rígida.
—¿No has mirado?
—Por supuesto que no, pensé que te dejaría sorprenderme.
—Oro. Y es de satén.
El color favorito de Draco, por supuesto.
—¿Corsé o camisón?
—Corsé.
—¿Medias hasta el muslo?
—Mmmhmmm.
—Mierda.
—Lo siento, te lo compensaré cuando esté mejor.
—Descansa, amor. Lo necesitarás para todas las cosas malvadas que tenía planeado hacer.
—Idiota.
—Creo que me amas.
—No sé de dónde sacaste esa idea —bromeó—. Pero sí, resulta que te amo.
Draco no creía poder amarla más que en los momentos y horas que siguieron: Hermione roncando ruidosamente a través de su nariz congestionada sobre uno de sus mejores trajes y vestida con un horrible pijama.
Domingo 14 de febrero de 2010
Hermione se despertó sintiendo unas manos recorriendo su caja torácica y besos cálidos a lo largo de su garganta.
Un suntuoso desayuno ya los esperaba, dispuesto en el otro extremo de la habitación de Draco, tal como él les había pedido a sus elfos la noche anterior. Había sugerido un día tranquilo en su casa, aparentemente con la intención de mimarla y distraerla de cualquier responsabilidad.
Sus besos se hicieron más insistentes, exigiendo su atención: uno de los pasatiempos favoritos de Draco. Ella cedió y se arqueó hacia su boca y sus palmas.
—Sé que dije que te dejaría dormir un rato más, pero te ves demasiado bien así en mi cama —murmuró contra su oído.
Ella se rió entre dientes y se movió entre sus brazos para recompensar su cumplido con un beso.
—¿Desnuda, quieres decir?
—Hmm, sí, eso —confirmó Draco—. Pensé que podríamos pasar el día en la cama. —reforzó su argumento con un hábil movimiento de su lengua sobre sus labios.
Demasiado persuasivo, este hombre y sus habilidades para besar.
Aunque Hermione se sintió tentada a aceptar su sugerencia, su cerebro no pudo ignorar la lista de detalles de la boda que aún estaban por determinar.
—Pero tenemos que planificar tantas cosas para la boda y...
—Solo llevamos comprometidos un mes…
—Un mes y medio…
—Y tenemos mucho tiempo.
—Sí, pero…
—Está bien. Planeemos la luna de miel. Quiero hablar contigo sobre todos los lugares diferentes en los que puedo follarte. —defendió su postura moviendo la boca hacia sus pechos.
—Draco…
—¿Otra vez París? —sugirió contra su pecho—. Hicimos un gran trabajo con todos esos muebles, pero creo que el ascensor privado quedó trágicamente infrautilizado.
—Draco…
—Bien, una playa privada en Australia. Siempre he querido follarte en el océano.
—Draco...
—Mejor aún, un yate en el Mediterráneo, así que técnicamente estamos en el océano pero no corremos riesgo de ahogarnos.
—¡Italia! —interrumpió Hermione riéndose.
Él apoyó la cabeza en su esternón y la miró a los ojos.
—¿Italia? —repitió Draco y luego lo pensó—. Conozco algunos viñedos o podríamos reservar un palacio privado. ¿O ambos?
—Siempre y cuando tengamos tiempo para Venecia.
—¿Venecia? Pero tú ya has estado allí, igual que yo.
—Sí, pero la última vez estuve sola en mi conferencia, obviamente, y yo… bueno, me pregunté mucho sobre ver todas esas mismas cosas… contigo.
Hermione esperaba que su rostro se sonrojara levemente o que sus ojos se suavizaran como siempre que decía algo tan sentimental. No previó que la boca de Draco se abriera en una sonrisa lasciva, malvada y llena de intenciones premeditadas.
—Sí, siempre me he preguntado por aquella semana en Venecia. Tú sola en aquella habitación de hotel por la noche.
Deslizó una mano grande por su muslo desnudo.
—Recuerdo que dijiste que me extrañabas. Para distraerte. ¿Cómo exactamente…—le apretó la pierna—... se manifestó eso?
—Hmm —fingió meditarlo—. Supongo que tal vez me permití un poco de… autoestimulación en la cama.
Él quitó su toque.
—Muéstrame —le pidió. Draco se apartó de ella y se incorporó de costado.
Hermione lo miró fijamente por un instante, preguntándose si lo había escuchado bien.
—¿Quieres que te muestre... quieres observarme?
Él se mordió el labio inferior y le dirigió esa mirada que usualmente hacía que sus piernas se abrieran y gemidos escaparan de sus labios.
—Por favor, amor. Siempre quise verte hacer esto.
Draco permaneció de costado, con la cabeza apoyada en la mano, mientras la miraba. Hermione respiró profundamente para tranquilizarse y comenzó a acariciar su clavícula y la parte superior de sus pechos. Acarició su piel con las yemas de los dedos, dejando de lado cualquier timidez y concentrándose en la emoción de estar expuesta a él.
Ella sintió que él se endurecía contra el costado de su muslo mientras movía sus manos más abajo en su cuerpo.
Sus dedos rozaron la piel de su brazo.
—Lo estás haciendo muy bien, amor —murmuró y le plantó besos prolongados en el hombro.
Su propio toque alcanzó la cima de sus muslos, y escuchó y sintió la respiración de Draco entrecortada mientras ella rodeaba suavemente su clítoris unas cuantas veces antes de tomar dos dedos.
—Imagínate que soy yo quien te hace esto.
—Podrías ser tú —replicó Hermione.
—Mmm y tal vez si sigues siendo una buena chica me tocará a mí muy pronto.
Ella resopló con cierta frustración y se ganó una risa profunda y gutural. Él hizo rodar sus caderas contra ella, igualando el ritmo de los movimientos de su propia mano.
—¿Podrías…? Yo también quiero mirarte.
Su nueva experiencia compartida no duró mucho. Hermione lo observó mientras se acariciaba durante treinta segundos antes de correrse sobre sus propios dedos y gritarle que por favor entrara en ella. No necesitó pedirlo dos veces, ya que Draco obedeció de inmediato. La hizo correrse de nuevo con fuertes embestidas y murmurando frases de reverencia y declaraciones de amor justo antes de su propia liberación.
Después la abrazó fuerte y le susurró más palabras de elogio y gratitud por haberlo consentido. Hermione decidió que no separarse de los brazos de su prometido parecía el itinerario perfecto para el día de San Valentín.
—Lo admito, creo que tenías razón en lo de quedarte en la cama hoy. Esto es agradable, solo… nosotros. Sin planes, sin otras obligaciones.
—¿Estás segura? Solo estaba bromeando antes.
Hermione bostezó y se acurrucó más cerca.
—Estoy segura.
Draco suspiró dramáticamente.
—Granger… ¿sabes cuántas reservas tengo que cancelar ahora?
N/A: ¡Gracias por leer! Espero poder compartir más de esto y gracias a mi hermosa amiga/beta mrsbutlertron.
N/T: Espero que les haya gustado este primer capítulo, hasta ahora van doce capítulos y espero publicarlos lo más pronto posible. El siguiente es uno de mis favoritos.
Gracias por todo, me mantengo atenta a sus opiniones y reviews.
