Despertó con un bip repetitivo y constante que resonaba suavemente en la habitación. Se sentía somnolienta y agotada, sus ojos permanecían cerrados, deseando poder volver a sumergirse en el sueño. Intentó darse la vuelta para recostarse de lado, pero dos sensaciones la detuvieron: un dolor punzante en su brazo izquierdo y un peso en sus piernas que le impedía moverse.
Con un suspiro profundo, sus pulmones se expandieron, y el ardor que sintió en sus costillas y músculos tensos resultó, sorprendentemente, placentero. Lentamente, abrió los ojos. No reconocía el techo que tenía sobre a ella, lo que despertó una chispa de miedo en su interior. El suave bip aumentó de frecuencia, llamando su atención, y descubrió un monitor a su lado, junto a una bolsa de suero cuya vía conducía a su brazo izquierdo. El dolor al moverse provenía de allí, donde su piel lucía un suave tono azulado.
Un rastro de confusión recorrió su mente mientras trataba de incorporarse, pero nuevamente sintió ese peso en sus piernas. Giró la vista hacia la zona y lo vio a él. Ranma estaba allí, recostado contra sus piernas, usando sus propios brazos como almohadas sobre la cama en la que ella estaba. Parecía profundamente dormido, sentado en una silla en una posición que claramente no era cómoda.
Su aspecto la desconcertó. Su cabello estaba desordenado, su característica trenza medio deshecha, y en su rostro se notaban signos de agotamiento extremo: ojeras marcadas bajo sus ojos hinchados, su piel pálida y, por algún motivo, lucía más delgado de lo que ella recordaba.
Pero ahí estaba, junto a ella. El simple hecho de verlo a su lado le hizo sentir una paz inmensa. No todo era desconocido. Ranma estaba allí, y eso era suficiente para calmarla, al menos por el momento.
Akane intentó levantar su mano derecha, pero notó que un aparato atrapaba uno de sus dedos, además, su brazo se sentía demasiado pesado, cayendo torpemente sobre ella. Frustrada, decidió usar el brazo que estaba conectado a la vía, con esfuerzo lo estiró hasta alcanzar los rebeldes mechones de Ranma. Apenas lo rozó cuando él despertó bruscamente, visiblemente alterado.
Ranma la miró primero con incredulidad, como si no pudiera creer lo que estaba viendo, y luego su expresión cambió completamente. Una sonrisa, llena de alivio y felicidad, iluminó su rostro agotado.
—Estás despierta —murmuró, su voz ronca por el cansancio, pero llena de dicha.
Akane lo observó en silencio, sintiendo cómo esa conexión profunda entre ambos volvía a hacerse presente, una sensación que la hacía sentir segura a pesar del dolor y la confusión que la rodeaban. Asintió, agotada, intentando esbozar una sonrisa, pero su cuerpo no respondía. Intentó moverse un poco, pero sus músculos parecían quejarse, como si no los hubiera usado en mucho tiempo.
—Debes tomarlo con calma, amor. Es mejor que te quedes tal como estás —dijo suavemente mientras presionaba el timbre al lado de la camilla para llamar a alguien.
Amor. Esa palabra resonó en su mente, y no pudo evitar sentir una cálida sensación que le agradaba. Le gustaba que la llamara así y, sobre todo, que estuviera allí con ella. Pero algo no estaba bien. Quería preguntarle muchas cosas, estaba confundida. No sabía dónde estaba, ni qué día era, ni cuánto tiempo había pasado, pues no creía que Ranma pudiera bajar de peso de un día para otro.
Miró a su prometido, buscando respuestas, pero estaba tan agotada que no pudo pronunciar palabra. Solo esperaba poder entender qué había sucedido.
Una alegre enfermera entró en la habitación, irradiando energía a pesar de la hora.
—Joven Saotome, buenos días, aún no amanece. ¿Qué lo despertó tan temprano el día de…? —Se detuvo en seco, quedándose sin aliento al ver a Akane despierta y que además le devolvía la mirada. Sus ojos se abrieron de par en par, sorprendida de ver a su paciente consciente después de tanto tiempo —¿Hace cuánto despertó?
—Recién, supongo… ella me despertó a mí —respondió Ranma, con alivio y asombro en su voz.
—Llamaré al médico, no deje que se mueva de allí —ordenó la enfermera, aún impresionada, antes de salir rápidamente de la habitación.
—¿Q… qu… qué pasó? —logró pronunciar Akane con voz rasposa y debilitada, una vez que la puerta se cerró tras la enfermera.
—Shh… te lo diré todo, pero primero te deben revisar —dijo Ranma sonriente.
Akane intentó protestar, pero inmediatamente una sensación extraña y desconcertante comenzó a invadir su pecho. Era como el alivio que se siente al tronarse una articulación, pero intensificado a niveles inimaginables. Su pecho se llenó de un regocijo profundo difícil describir, y su corazón empezó a latir con fuerza. La máquina a su lado comenzó a sonar muy fuerte, alertando del aumento en su frecuencia cardíaca. Un calor en su pecho se volvió insoportable, y en un intento desesperado por enfriarse, retiró bruscamente las frazadas que la cubrían.
—¿Akane? —preguntó Ranma, visiblemente asustado al ver que su prometida respiraba de manera irregular, como si le faltara aire. —¿Estás bien? —insistió, alarmado. Su mano se movió hacia el botón para llamar nuevamente a las enfermeras, pero se detuvo cuando ambos notaron algo sorprendente.
Del pecho y la cabeza de Akane emergieron pequeñas fuentes de luz que titilaban sincronizadamente. Estas emanaciones brillaban a través de sus cabellos, su frente y la camisa que llevaba puesta. Al principio, la intensidad de la luz era suave y difusa, Akane jaló parte de su camisa exponiendo la piel de su pecho en un intento por entender lo que estaba ocurriendo, las luces destellaron con mayor intensidad, creando un espectáculo de colores que parecían estar parpadeando en perfecta sincronización.
Ranma, al ver esta asombrosa visión, sintió que el pánico recién sentido por su prometida daba paso al alivio, comprendía bien lo que pasaba. Alejó su mano del timbre y la cerró sobre la de ella que jalaba la camisa entretanto observaba la danza de luces. Le decía a Akane que estuviera tranquila y que nada malo pasaría. Akane, por su parte, estaba desconcertada, intentando procesar el extraño suceso en su cuerpo. Su mirada estaba fija en las luces de su pecho, no reconocía claramente el origen de las emanaciones ya que aparentemente provenían de su piel y no de alguna máquina a la que estuviera conectada, sin embargo el efecto visual y la sensación en su pecho eran innegables, algo le estaba pasando ¿Cómo podía estar tranquila si de su cuerpo no salían nada más y nada menos que ¡luces!?
Las luces viajaron a velocidad media por el cuerpo de Akane, agrupándose finalmente en su pecho, o más bien sobre su corazón. Allí, titilaron unas cuantas veces más antes de explotar en una onda lumínica que recorrió rápidamente todo su cuerpo y luego desapareció. Ranma observaba interesado pero aliviado, su rostro reflejando la creciente tranquilidad mientras Akane seguía respirando profundo y rápido.
Para Akane, el fenómeno era desconcertante. No comprendía del todo lo que estaba sucediendo, y la falta de preocupación visible en Ranma le resultaba extraño. ¿Cómo podía él estar tan calmado frente a algo tan inexplicable? La sensación en su pecho era difícil de describir, pero era abrumadoramente positiva.
Cuando la luz se desvaneció, Akane se sintió renovada. La fatiga, la somnolencia y el agarrotamiento que había experimentado desaparecieron, dejándola con una sensación de vitalidad que no había sentido en mucho tiempo. Estaba como nueva, como si nada hubiera pasado. El cansancio y la debilidad se habían desvanecido, y el alivio la envolvía por completo.
—¿Ranma…? —preguntó Akane, todavía tratando de comprender el cambio abrupto en su estado. Su voz sonaba clara y fuerte, en contraste con la debilidad que había sentido momentos antes.
Ranma, complacido casi sonriente, se inclinó hacia ella y le acarició el rostro.
—¿Cómo te sientes? —preguntó, su voz llena de ternura y cuidado.
Akane asintió lentamente, su mirada llena de incredulidad por lo que acababa de experimentar. Aunque aún tenía muchas preguntas, el bienestar repentino era una señal positiva, y eso le daba un respiro necesario en medio de la angustia y el caos.
—Ranma… ¿qué fue eso? —preguntó Akane, aún tratando de entender el fenómeno que acababa de experimentar.
—También te lo explicaré luego —respondió Ranma con una sonrisa —Es un poco largo de explicar, y supongo que ya vendrán los médicos.
En ese momento, un grupo de médicos ingresó a la habitación, sus rostros reflejando asombro ante el milagro que estaban presenciando. Se dirigieron inmediatamente hacia la confundida Akane, preparándose para realizar una serie de pruebas y exámenes para confirmar su estado de salud.
—¡Señor Saotome, necesitamos que salga de la habitación por un momento! —ordenó uno de los médicos, mientras los demás comenzaban a preparar el equipo necesario para revisar a Akane.
Ranma miró a Akane con preocupación, el temor de que algo pudiera salir mal todavía presente en sus ojos. No quería separarse de ella, temía que cualquier cosa pudiera sucederle mientras no estaba cerca. Sin embargo, comprendió que los médicos necesitaban trabajar y que su presencia en la sala podría entorpecer el proceso.
—Está bien, —dijo Ranma con voz vacilante —regresaré tan pronto como se pueda.
Con un último vistazo ansioso hacia Akane, Ranma salió de la habitación, tratando de mantener la calma a pesar de la creciente preocupación que sentía. Sabía que se demorarían en revisarla, por lo que aprovechó de ir a casa para avisar a sus familias, comer y cambiarse de ropa.
Akane pasó la mañana yendo de una sala a otra sometiéndose a una serie exhaustiva de pruebas: físicas, motrices, neuronales, mentales, psiquiátricas, escáneres, análisis de sangre, etc. A pesar de la variedad y profundidad de los exámenes, los resultados fueron sorprendentes para el equipo médico: todo estaba en perfecto orden, como si nada hubiera pasado. Esto generó una mezcla de asombro e incredulidad entre los anonadados profesionales.
Cuando intentó obtener más información sobre su estado, los médicos le explicaron vagamente lo que había ocurrido, no le daban mucha información, todos parecían mas preocupados por realizarle exámenes que de explicarle la situación. No obstante la noticia la impactó profundamente, no podía creer que había estado inconsciente durante unas tres semanas. La última memoria clara que tenía era estar con Ranma, y luego, la interrupción de Ukyo, Shampoo y Kodachi.
Esa revelación le trajo una ola de vergüenza. Recordaba con claridad los momentos íntimos que había compartido con Ranma, y cómo esos momentos habían dejado de ser privados en la presencia de otras personas. Aunque su mente le decía que debía sentir terror por el ataque, la confusión y la vergüenza prevalecían debido a la falta de recuerdos claros sobre los eventos.
Finalmente, solicitó permiso para asearse. Sentía que no solo necesitaba refrescarse físicamente, sino también mentalmente, para enfrentar la situación con un poco más de claridad. Los médicos accedieron, y le proporcionaron una bata limpia, la indicación de que no se tomara mucho tiempo para el aseo personal y que lo hiciera acompañada de una enfermera con la expresa orden de no mojar su cabeza.
Mientras Akane se duchaba y se cambiaba de bata, se sintió un poco más tranquila. La frescura del agua y el cambio de ropa le ofrecieron una sensación de normalidad y alivio en medio del caos emocional.
Cuando la devolvieron a su habitación, innecesariamente en silla de ruedas, todo el ambiente estaba cargado de una mezcla de emoción y alivio. La familia de Akane, el doctor Tofu, el maestro Happosai, Ranma y sus padres estaban allí, esperando ansiosos. La atmósfera estaba adornada con regalos, globos y flores.
Su padre, visiblemente conmovido, no dejaba de llorar. Su llanto era tan intenso que Akane tuvo que suplicarle, que se calmara un poco. Él se disculpó, diciendo que tenía todo el derecho a llorar si una de sus hijas había regresado de la muerte.
Akane, aunque agradecida por el apoyo y el cariño, sentía que su padre estaba exagerando, como tantas veces antes. No se sentía como si hubiera estado al borde de la muerte; pensaba que había sido solo un golpe que, por alguna razón, la había mantenido inconsciente durante un tiempo algo prolongado, quizás se había estado alimentado mal y por eso había dormido tanto. La magnitud de las demostraciones de afecto la abrumaba, y no solo era su padre; todos estaban tan preocupados que el calor de su preocupación le resultaba abrumador. Sin embargo, este afecto le ofreció un consuelo invaluable mientras se asentaba en su habitación, intentando adaptarse a la realidad de, lo que consideraba ella la innecesaria "convalecencia" y al mundo que había alarmado sin querer en su ausencia.
No podían quedarse mucho tiempo; eran demasiadas personas para que todas permanecieran en la habitación. Después de unos momentos en los que le expresaron su cariño y le desearon una pronta recuperación, comenzaron a despedirse uno por uno.
Akane notó algo extraño cuando vio a su padre en medio del alboroto de las despedidas. Aprovechando la confusión, apartó a Ranma con una sutileza que no pasó desapercibida. Desde su cama, observó cómo intercambiaban palabras que no lograba escuchar, pero sus expresiones serias decían mucho. Su padre lo miraba con una mezcla de molestia y preocupación, mientras Ranma respondía con un sutil movimiento de negación con la cabeza, lo que parecía enfurecer aún más a su padre. La tensión era palpable, y Akane no podía evitar preguntarse qué estaba ocurriendo.
Ranma, por su parte, se veía más sereno y recompuesto. Se había aseado y cambiado de ropa. Akane no había notado cuánto había crecido su prometido; ahora que los tenía enfrente uno al lado del otro se le hizo claro. La estatura de Ranma era evidente ahora que lo observaba desde la distancia, le sacaba varios centímetros a su progenitor. Akane, sintió una mezcla de asombro y admiración. La figura de Ranma, ahora tan imponente y segura, le parecía a la vez familiar y nueva. Sentía una extraña combinación de orgullo y sorpresa al ver cómo había evolucionado, convirtiéndose en un hombre que podía enfrentar a su padre sin la intimidación que antes solía dominarlo. Aunque sintió contrariedad al tener a los dos hombres que amaba mucho en una evidente discusión, casi sintió que experimentó a lo que tía Nodoka se refería cuando decía que Ranma era todo un hombre y eso le gustaba.
No pudo seguir la conversación entre ellos debido a los constantes abrazos y despedidas. Su padre le dijo algo a Ranma, quien asintió con una expresión desafiante sin apartar la mirada. Finalmente la vista de Soun se dirigió hacia Akane, y sus facciones se relajaron de inmediato. Se acercó a su camilla y le dio un gran abrazo de despedida, mostrándole su amor y alivio.
Mientras tanto, advirtió que también los padres de Ranma estaban tratando de hablar discretamente con él. La conversación era tan seria como la que había tenido con su padre, pero en esta ocasión, Ranma solo asentía y mantenía la mirada baja. Finalmente, su madre le dio un beso en la mejilla antes de que se fueran, dejando a Ranma con una expresión pensativa.
—Papá… ¿qué estabas hablando con Ranma? Parecías molesto. Él no tiene la culpa de lo que me pasó —preguntó Akane con voz temblorosa y preocupada.
Su padre la miró con ternura, besando su frente con suavidad. —Lo sé, hija —dijo con un tono tranquilo pero serio —Ranma se quedará contigo y supongo que te pondrá al día de todo lo que ha pasado. Volveremos a visitarte mañana.
La habitación se fue vaciando poco a poco, y Akane se quedó con sus pensamientos, preguntándose qué había sucedido durante su ausencia y qué problemas habían surgido entre sus seres queridos.
Ranma, visiblemente agotado, soltó un suspiro profundo. Se acercó a la silla cerca de la ventana, que había sido su improvisada cama durante las últimas semanas y la acercó a la camilla de su prometida. Su cara más delgada, y las profundas ojeras debajo de sus ojos revelaban el cansancio de noches interminables. Se dejó caer en la silla con una expresión que mezclaba alivio y fatiga, frotándose los ojos con gesto cansado.
—Los doctores dicen que todo está en orden, que incluso podría irme ahora mismo, pero prefieren dejarme en observación un poco más —dijo Akane, intentando aligerar el ambiente. —Aunque sinceramente, me hubiera gustado estar en casa ya.
Ranma dirigió su mirada hacia ella —Me alegra mucho escuchar eso. Han sido semanas muy difíciles para todos —respondió esbozando una leve sonrisa que no logró esconder su cansancio del todo.
Akane se removió incómoda en la cama, sus ojos bajando hacia sus manos entrelazadas sobre las sábanas. —Sé que me golpearon en la cabeza, pero no recuerdo nada desde… desde que nos descubrieron —admitió con vergüenza, su voz apenas un susurro. —¿Qué vamos a hacer con ellas, Ranma?¿Qué les vamos a decir?
La miró por un instante, pero en lugar de responder de inmediato, se inclinó y la besó dulcemente en los labios. Akane no dudó en corresponder, sintiendo un alivio cálido en su pecho. El beso era suave, lleno de una ternura que ambos, especialmente Ranma, habían extrañado profundamente. Ranma terminó el momento con pequeños besos en sus mejillas, provocando unas risitas involuntarias de Akane, que rompieron la tensión en el aire. Luego, suspirando profundo, se apoyó pesadamente en el respaldo de la silla, claramente exhausto.
—Deberías descansar, luces cansado —le sugirió Akane en un tono suave y cariñoso, observándolo con preocupación.
Él hizo una mueca de contrariedad —Hay cosas que necesitas saber, Akane… Yo puedo descansar luego. En serio, luzco más cansado de lo que realmente estoy —intentó tranquilizarla, pero en su mirada se veía el peso de todo lo que habían atravesado en esos días. El recuerdo de las semanas pasadas lo invadió, y su rostro reflejaba la lucha interna que todavía libraba.
Comenzó a relatar lo que había sucedido, su voz cargada con el peso de tres semanas de caos y desesperación. Cada palabra resonaba como un eco de su dolor, de las noches sin dormir, y de la lucha constante por mantenerse fuerte. Akane escuchaba en silencio, su corazón encogiéndose con cada nuevo detalle.
—Luego de que nos descubrieran situación se tornó rápidamente caótica… —dijo, su mirada fija en un punto distante, relatando los sucesos como si los estuviera reviviendo, esos momentos desde la intromisión hasta que su prometida quedó inconsciente —Después de la golpiza que te dio Shampoo, te traje al hospital de urgencia. Te habían roto el cráneo, Akane. Te operaron de inmediato…
Akane abrió los ojos con incredulidad, llevando inconscientemente una mano a su cabeza. La mueca de sorpresa en su rostro era evidente. ¿Le habían roto el cráneo? ¿Cómo nadie se lo había dicho? Siempre había asumido que solo tenía una gasa por un moretón o un corte menor, pero… ¿una operación? Eso era algo gravísimo.
—Te han puesto unos cuantos pernos para unir tu cráneo. —continuó Ranma, evitando su mirada al ver la expresión de horror en su rostro —Te tuvieron que rapar media cabeza para la cirugía.
Ella se quedó inmóvil, procesando lo que acababa de escuchar. Su mente empezaba a llenar los vacíos. ¿Así que por eso todos me miraban con tanto cuidado? ¿Por eso mi padre estaba tan dramático? De repente, todo tenía más sentido.
—¿Me veo…? —Akane no terminó la pregunta, se había visto en el espejo pero no se vio la parte trasera de su cabeza, su mano siguió su recorrido hacia su cabeza, palpando la zona que estaba oculta bajo la gasa.
—No te ves mal, si es lo que te preocupa —Ranma interrumpió suavemente, adivinando sus pensamientos—Eres tan hermosa como siempre, Akane. Y... el cabello crecerá de nuevo. De hecho… te da un aspecto rudo bastante interesante —sonrió dulce entretanto ella lo miraba a sus ojos buscando alguna señal de mentira o consuelo superficial, pero Ranma hablaba con sinceridad.
Ranma continuó su relato con una gravedad que hizo que el ambiente se volviera más denso.
—Estuviste al borde de la muerte durante cinco días, Akane. La policía contactó a nuestros padres durante la primera noche… ellos interrumpieron su viaje y llegaron al hospital de inmediato, pero… no había nada que ellos pudieran hacer. Los médicos constantemente insinuaban que no ibas a sobrevivir —dijo, su voz apenas un susurro, cargada con la angustia de esos días que parecían interminables. Sus ojos reflejaban el tormento que había vivido en ese tiempo. —Te operaron, pero las probabilidades no estaban a tu favor.
Akane sintió que un nudo le apretaba la garganta. La idea de haber estado tan cerca de la muerte le resultaba irreal, como si estuviera escuchando la historia de otra persona. El solo pensar en su familia, impotente y angustiada, le desgarraba el alma, ¿Como pudo todo acabar así?
—Todo lo que recibíamos eran malas noticias. Los médicos repetían una y otra vez que no sobrevivirías, que tus heridas eran demasiado graves. Cada vez que veíamos al doctor, solo nos decía que no había mejoría.
Ranma hizo una pausa, cerrando los ojos por un momento, como si revivir esos días fuera casi insoportable.
—Después ingresarte... me consideraron el principal sospechoso de tus lesiones. —Bajó la mirada con una mezcla de frustración y vergüenza reflejándose en su rostro —El hospital presentó la denuncia que es lo que supuestamente hacen en casos graves como este. Tanto el personal médico como los policías pensaron que la situación era muy extraña y que yo estaba muy alterado como para que no estuviera involucrado. Me arrestaron esa misma noche y me retuvieron en la comisaría, sin poder hacer nada por protegerte de Shampoo... o de quien fuera que intentara hacerte más daño. Y eso... eso fue lo peor de todo, estaba muy preocupado por ti.
Akane abrió los ojos de par en par, incrédula ante lo que escuchaba. La idea de que Ranma hubiese sido acusado le resultaba absurda.
—¿Te... te llevaron detenido? —preguntó en un susurro, sintiendo una punzada de culpa.
Ranma asintió con un movimiento de cabeza.
—Pasé la noche en la comisaría. Al día siguiente, me interrogaron bajo cargos de intento de homicidio... y... —tragó saliva, rememorando la desesperación y vergüenza de aquellos momentos —también de violación.
Akane sintió que el corazón se le detuvo al escuchar aquellas palabras. El mero hecho de que alguien pudiera pensar eso de Ranma le provocaba una mezcla de incredulidad y rabia, todo había sido muy injusto para él.
—Pero… ¿cómo te liberaron? —preguntó con la voz entrecortada, queriendo entender cómo había terminado todo.
—Ukió... —Ranma hizo una pausa, recordando la intervención de su amiga —Ella fue la testigo clave. Declaró ante la policía, contó lo que realmente había pasado esa noche, que todo fue culpa de Shampoo. Gracias a ella y a nuestros padres... no acabé pasando más tiempo ahí. Ukió, en cambio, fue la que tuvo que quedarse para ser interrogada.
Ranma continuó con su relato, su tono grave pero más tranquilo al recordar los eventos que habían seguido tras su arresto.
—Aproveché el tiempo que estuve en la comisaría para tomar algunas decisiones, —dijo—Presenté una denuncia contra Shampoo y pedí una orden de alejamiento para Kodachi. Ella desapareció antes de que pudieran interrogarla cuando la fueron a buscar, y en su lugar, apareció un grupo de abogados. —Suspiró, claramente frustrado por la dificultad de lidiar con Kodachi.
Akane asintió, sintiendo un leve alivio al escuchar que al menos se habían tomado medidas para protegerse de ellas. Kodachi siempre había sido una mujer algo trastornada y Shampoo demasiado extrema en sus acciones.
—Estuve a punto de pedir una orden también contra Ukió, —Ranma confesó, bajando la mirada brevemente antes de continuar —Pero ella me interceptó antes de ir a confesar. Se disculpó, profundamente. Dijo que no quería interponerse más entre nosotros, que se sentía responsable y muy mal por todo lo que pasó... por tu estado. Me aseguró que, aunque estaba herida y molesta en ese entonces, jamás tuvo la intención de hacerte tanto daño.
Akane sintió una mezcla de emociones ante la disculpa de Ukió. No sabía si debía sentirse agradecida o enfadada con ella, pero había algo en la manera en que su prometido lo relataba que la hacía pensar que Ukió realmente se arrepentía. Ukió siempre fue la más cuerda de las tres.
—Estaba furioso en ese momento con ella, mucho. Insistió bastante en hablar conmigo ese día, pero cuando la ví, fue inevitable preocuparme por su aspecto, tuve que preguntarle por los arañazos que tenía en la cara y en el cuerpo. De verdad que estaba muy herida por todos lados —prosiguió Ranma —Me explicó que Shampoo había intentado seguirnos mientras te llevaba al hospital. Pero Ukió corrió tras ella y solo logró detenerla cuando le lanzó agua. Fue entonces cuando Shampoo al parecer la atacó a ella, furiosa. Luego apareció Mousse buscándola y me dijo que fue él quien la ayudó a quitársela de encima. Se la llevó antes de que las cosas empeoraran aún más.
—No sabía si agradecerle o no, —continuó, su tono más sombrío —Después de todo, Ukió también había sido parte de esa locura. Participó en todo, y no estoy seguro de que pueda perdonarla completamente. —Akane lo miró con preocupación, notando la tensión en sus palabras.
—Acepté su promesa, —siguió —Pero solo después de darle una advertencia muy clara... una amenaza directa, en realidad. Le describí muy detalladamente lo que le iba a pasar si no la cumplía. —Su voz adquirió un matiz duro al recordar aquella conversación. No era algo que Ranma disfrutara hacer, pero la situación lo había llevado a un límite que nunca pensó cruzar.
Akane, aunque sorprendida por la dureza de Ranma, entendió por qué lo había hecho. La preocupación por su bienestar supuso que lo había llevado a tomar decisiones drásticas y poco convencionales ante una situación tan poco convencional.
—Desde que la liberaron por ser menor de edad, Ukió ha estado viniendo todos los días, —explicó Ranma —Le han permitido las visitas y, en lugar de alejarse, ella insiste en traerme comida para que al menos coma algo. Así que Ukió me trae el almuerzo después de la escuela —Su voz se volvió más suave, pero también algo distante. Akane podía notar que, aunque agradecía el gesto, la herida aún no había sanado completamente.
—Nunca la dejé sola contigo, —añadió, su expresión firme —Siempre me aseguré de estar aquí, de que nada malo pudiera pasarte. No podía, ni puedo confiar en ella completamente, no después de lo que pasó.
Akane lo miró en silencio, agradecida por su protección, pero también sintiendo el peso de la situación. No podía negar que el conflicto había dejado una marca, y no estaba segura de qué pasaría en el futuro entre ellos. Una nueva inquietud cruzó su mente, su mirada se tornó de confusión y temor, mientras la pregunta que rondaba en su mente finalmente escapaba de sus labios:
—Ranma… si todo fue tan grave, y yo tenía tan pocas posibilidades... ¿cómo es posible que siga aquí, viva? —Recordaba claramente a los médicos hablando de ella como si fuera un milagro, un caso fuera de lo común, totalmente sorprendidos de solo verla caminar.
Explicar todo aquello era doloroso para Ranma, cada palabra traía consigo el recuerdo de los días oscuros y angustiosos que había vivido. Su mente revivió la desesperación, el miedo y la impotencia de esos primeros días en las que su mundo parecía desmoronarse. Cada noche había sido una lucha silenciosa, aferrándose a la esperanza de que Akane no muriera, a pesar de que los médicos no dejaban de insinuarle que debía prepararse para lo peor.
Pasó días rogando en silencio, orando con una devoción que jamás había experimentado antes. La angustia lo envolvía, como una sombra implacable que le recordaba constantemente lo cerca que estuvo de perder a la persona que más amaba. Aquella sensación de impotencia, el miedo paralizante y la constante espera, lo habían marcado de una forma que pocos podían entender. Solo alguien que hubiera estado al borde de perder a un ser querido podría comprender el profundo sufrimiento que lo consumía y las cicatrices emocionales que perdurarían para siempre en su corazón.
Sin embargo, al mirar a Akane, una ola de alivio lo invadió. Ella estaba ahí, viva, respirando frente a él. Sus ojos se encontraron, y en ese instante, todo el dolor y el miedo comenzaron a desvanecerse. Ese simple gesto, el contacto visual, le recordó que todo aquello ya era parte del pasado. Lo peor había pasado.
Sintió una gratitud tan inmensa que no encontraba palabras para expresarla. Verla a salvo, poder tocarla, hablar con ella nuevamente, lo hacía sentir completo de una manera que ni siquiera había comprendido hasta ese momento.
Agarró su mano y la entrelazó a sus dedos antes de comenzar a relatar el cómo fue que su situación cambió de rumbo.
….
Era la quinta noche tras el accidente. Como tantas noches antes, había burlado la seguridad para colarse en la sala de cuidados críticos y estar junto a Akane, aunque fuera en silencio, aunque fuera solo para observarla respirar. Cada sonido en el pasillo lo mantenía en alerta, con el riesgo de ser descubierto siempre presente, pero más que eso, temía que alguien más intentara aprovecharse de su estado indefenso para hacerle daño. Shampoo o cualquier otro enemigo podían estar al acecho, y él no se permitiría bajar la guardia.
Ranma, agotado por el cansancio y el dolor emocional, apenas pudo reaccionar cuando una figura entró en la habitación oscura habitación en silencio. Supuso que se trataba de una enfermera, como había ocurrido tantas veces antes, revisando los signos vitales o realizando alguna tarea de rutina. Oculto en un rincón en penumbras, esperó pacientemente, los ojos apenas abiertos por la fatiga.
Pero algo en la figura que se acercaba a la camilla de Akane le hizo darse cuenta de que no se trataba de ninguna enfermera. La sombra pequeña y ágil se movía con una precisión inquietante, tardó unos momentos debido al cansancio y la oscuridad en darse cuenta quién realmente estaba allí: la bisabuela de Shampoo, Cologne, estaba inclinándose peligrosamente cerca de Akane.
Ranma reaccionó de inmediato, saliendo de su escondite con una velocidad impulsada por la adrenalina. Sin pensarlo dos veces, le puso una mano firme en el cuello, sorprendiéndola al pillarla completamente desprevenida.
—¿Qué hace aquí? —gruñó Ranma, su voz lo suficientemente baja como para no alertar a nadie más en el hospital, pero cargada de furia contenida. Apretó el agarre en el cuello de Cologne, su mirada fija en ella, dispuesto a no soltarla.
Cologne, con la agilidad y destreza, se liberó de su agarre en un solo movimiento fluido, retrocediendo con facilidad. Ranma intentó atraparla de nuevo, pero su cuerpo agotado no respondía como quería. Sus reflejos no eran los de siempre, y la anciana lo sabía. Lo observaba desde el otro lado de la habitación, donde la luz de los monitores médicos parpadeaba suavemente sobre el rostro de Akane.
—Luces horrible y tus ataques son aún peores —comentó Cologne con tranquilidad, sin rastro de preocupación en su voz. Se cruzó de brazos, observándolo como si fuera un niño malhumorado, mientras el único sonido que rompía el silencio de la noche era el constante bip de las máquinas conectadas a Akane.
—La zorra de tu nieta tiene mucho que ver en cómo luzco —gruñó Ranma, apretando los puños.
Cologne entrecerró los ojos, notando el insulto pero sin responder a la provocación. Sabía que Ranma estaba cegado por la ira. —Deberías comprenderla un poco más… así son las cosas de dónde venimos… o más o menos así son —respondió, su tono sereno pero con una leve advertencia en las palabras.
Ranma soltó una risa amarga. —Me importa una mierda sus costumbres. Aquí estamos en Japón, no en su estúpida aldea de mujeres locas —espetó, con un desprecio que hacía eco en cada palabra.
La anciana dejó escapar un suspiro, como si estuviera tratando con un niño testarudo. —Te has vuelto muy grosero, Ranma. Pero no estoy aquí para corregir tus malas mañas —sus ojos se oscurecieron, apuntando hacia Akane —Vengo por ella.
El rostro de Ranma se endureció instantáneamente, su postura volviéndose defensiva. —No dejaré que le ponga un dedo encima. Prefiero hacer un escándalo y que todos sepan que me cuelo aquí cada noche. Que me lleven a la comisaría detenido de nuevo si hace falta, pero no permitiré que le haga algo a mi prometida.
—¿Tu prometida? —replicó Cologne, arqueando una ceja —¿Ya decidiste que te quedas con ella?
Ranma frunció el ceño, molesto por la pregunta. —¿Qué le hace pensar que hubo una selección? Nunca fue necesario ni siquiera dudarlo, nunca hubo comparación. Akane siempre ha sido superior, Akane fue la única que me cautivó y sin necesidad de tretas, a diferencia de lo que hacía su nieta. Si alguna vez mostré "interés" en otra persona, fue por ego, orgullo y estupidez, nunca por afecto.
Cologne esbozó una sonrisa enigmática, pero sus ojos mantenían un brillo frío. —Pues… "tu prometida" está muriendo. Yo digo que no le quedan más de dos o tres días de agonía. Solo vive gracias a las máquinas a la que está conectada, pronto sucumbirá.
El rostro de Ranma se deformó de furia y desesperación. —¿Qué mierda quiere? —preguntó, su voz quebrada ante el pronóstico devastador —¿Viene a corroborar el trabajo de su nieta? ¿Quiere asegurarse de matarla usted misma? Ni crea que se lo permitiría.
Cologne no mostró ninguna reacción ante sus palabras. —Todo lo contrario, jovencito… vengo a ayudarla.
Ranma soltó una risa amarga, incrédulo. —¿Ayudarla a qué? ¿A morir más rápido, vieja maldita?
—Deberías cuidar tu lengua, muchacho. No siempre estaré de buen humor —dijo con una calma inquietante —Vengo a salvarla, no quiero que muera.
Ranma parpadeó, confuso y agotado, su mente girando en círculos, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar. ¿Salvarla? ¿Por qué alguien como Cologne, la mismísima bisabuela de Shampoo, querría salvar a Akane, la mujer que supuestamente había deshonrado a su nieta?
—¿Por qué querría alguien como usted salvarla? —preguntó finalmente, su voz teñida de incredulidad. Soltó una risa amarga, irónica, cargada de rabia y confusión —¿Es alguna clase de broma? ¿Después de todo lo que han hecho?
Cologne no apartó la mirada, manteniendo la compostura imperturbable.
—No es una broma, Ranma. Las acciones de Shampoo fueron extremas, pero lo que busco es preservar el honor de nuestra familia... y salvar la tuya. Si Akane muere, la desgracia será para todos. Verás, muchacho, mi nieta hizo algunas cosas mal. Sí, debía matar a Akane, pero no de la forma en que lo trató de hacer. Según nuestras costumbres, ella debía haber llevado a la usurpadora frente al consejo superior de las amazonas, dar el beso de la muerte en presencia de una o más de las mandamases para validar el desafío, y luego pelear a muerte por el honor.
Cologne hizo una pausa, como si estuviera explicando algo demasiado complejo como para que él lo entendiera.
—Si la deshonrada muere, la usurpadora es libre para quedarse con el infiel, ya que se considera que es una buena luchadora y por ende superior a la deshonrada. Ser buena en combate es muy atractivo para nuestros hombres. Mujer fuerte más hombre fuerte implican hijos fuertes. Pero si la usurpadora muere, el infiel será sacrificado por no respetar las costumbres y por traicionar a una buena luchadora al escoger a una mujer que es menos fuerte y por ende menos digna. Se supone que si desafías a una mujer, es porque la consideras superior en combate. Y si la vences, ella te aceptará porque a nuestras mujeres les gustan los hombres fuertes. Una amazona jamás se comprometerá con un hombre que no pueda vencerla en combate.
Ranma frunció el ceño, su paciencia al borde.
—A mí no me importan sus costumbres. Y le recuerdo que yo nunca acepté ningún combate con ella. Ella fue la que me atacó mientras buscaba a la pelirroja; yo solo me defendí.
Cologne levantó una ceja, sin cambiar su tono.
—Pues, de todas formas cuenta. Debiste dejarte vencer y nada habría ocurrido —Ranma quiso objetar, encontrando ridículo el argumento, pero la anciana continuó sin inmutarse —El punto es que mi nieta actuó de manera desastrosa. Tienes que perdonarla; aún es joven y no sabía bien cómo actuar, ya que no es algo que ocurra con frecuencia en nuestra tribu, las mujeres suelen respetar el compromiso de las otras.
Ranma bufó, asqueado por la insinuación de que debía perdonar a Shampoo.
—Entonces, resulta que, además de no seguir el "protocolo", atacó a Akane mientras era sometida por otras dos chicas, ¿no es así? Eso no es nada honorable. Akane no pudo defenderse, eran tres contra una, no se supone que deba ser así... En fin, luego de la muerte de Akane lo que seguiría sería matarte a ti, pero, como todos saben, eres más fuerte que mi nieta. Es por eso que existe el "protocolo", porque si la deshonrada gana, las mandamases de la tribu intervienen en su nombre y eliminan al traidor. Mi nieta jamás podría ganarte sin pedir ayuda, y eso implicaría tener que dar explicaciones. Si te dejaba con vida, vendrían a buscarla para preguntar por qué aún no se ha casado y también le pedirían explicaciones. De cualquier forma, se enterarían de su actuar, perdería su reputación y la expulsarían.
—Pues toda su historia tiene una brecha, anciana —dijo Ranma, acentuando el adjetivo con desdén —Su nieta podría decir que nos mató tanto a Akane como a mí, y de seguro, conociendo lo locas que son sus costumbres, su tribu estaría orgullosa de que una de sus guerreras sea lo suficientemente fuerte para tomar venganza sin necesitar de su estúpido consejo.
Cologne asintió lentamente.
—En efecto... tienes razón. Estarían muy orgullosos y ella se convertiría en una de las guerreras más deseables de la tribu —contestó con calma.
—¿Entonces? ¿Por qué no regresa a su estúpida aldea y les dice a todos que también acabó conmigo? —dijo Ranma, acercándose lentamente con un susurro que sonaba amenazador.
—Porque tú nunca dejarías a mi nieta en paz, ¿no es así? —respondió Cologne, con una preocupación genuina en la voz —Si Akane muere, tú buscarás venganza, ¿verdad?
Ranma sonrió de lado, su mirada fija en la anciana con un brillo peligroso.
—Parece que me conoce bien, abuela... Pero también, podría matarme usted misma, si eso es lo que le preocupa. No crea que he pasado todos estos días aquí sin hacer nada más que lamentarme. He pensado mucho sobre lo que "quiero" hacer cuando todo acabe, para bien o para mal.
—¿Y tener sobre mis hombros a los dos únicos herederos entrenados del combate libre, descendientes directos del estilo de Happosai? —dijo Cologne con ironía soltando una riza burlesca —Sería una escalada de problemas que solo crecería más y más, y conllevaría a más venganzas. Es mucho más fácil decir que Mousse te venció en un combate por la mano de Shampoo. Mousse obtiene la mano de mi nieta, ella regresa a casa sin perder su reputación y se casa con un hombre que la ama. Sé que en un principio lo considerará igual de deshonroso, pero es su mejor opción considerando la situación. Además, con el tiempo, sé que el cariño que le tiene a Mousse crecerá mucho más rápido de lo que ella misma imagina. Por otro lado, si aceptas, Akane vive y ustedes quedan libres para hacer lo que quieran. Todo, claro está, si confirmas la historia de que fuiste vencido. Solo se difundiría en la aldea... eso espero. Mousse lo aceptaría por el bien de Shampoo, aunque se adjudique, en contra de sus principios, una victoria falsa.
—¿Y cómo pretende ayudarla? ¿Y por qué no vino antes a hacerlo? —preguntó Ranma, considerando la oferta de la anciana.
—No vine antes porque no supe nada hasta hoy —respondió Cologne con sinceridad —Solo vi ese día a Shampoo llegar herida, pero no me quiso decir nada. Mousse tampoco me decía nada. Estaba inquieta, Mousse trataba de consolarla y calmarla. Cuando llegaron los policías buscándola, supe que algo grave había pasado. Disuadí a los policías y les pedí a ambos que me explicaran qué había pasado. Envié a Shampoo de regreso a China. Sé que la denunciaste a las autoridades. Ella ya no podrá caminar libremente por Japón nunca más, especialmente porque es mayor de edad desde hace unos dos meses, por lo que probablemente acabará en la cárcel.
—Eso no estaría nada mal, ¿sabe? —dijo Ranma con rabia y un dejo de burla —Ver a Shampoo tras las rejas sería lo más justo y satisfactorio, aunque reconozco que sería insuficiente.
—¿Qué dices? —replicó Cologne algo molesta —Yo salvo a tu prometida, tú no tomas venganza contra Shampoo, no nos aparecemos más en tu vida y ella es libre en China, donde la ley japonesa no puede alcanzarla.
Ranma suspiró profundamente, contemplando las opciones y las posibilidades que se le presentaban. La rabia y el desprecio hacia la anciana eran intensos, pero sabía que no podía permitirse ignorar la oferta, especialmente cuando la situación de Akane era tan desesperada. Se encontraba furioso porque, a pesar de su desprecio, se veía forzado a considerar un acuerdo con alguien a quien consideraba el último de sus aliados.
No podía evitar recordar los días de agonía que había soportado. A pesar de sus ruegos y su esperanza, los días pasaban sin que Akane mostrara señales de mejoría. Cada médico parecía confirmar sus peores temores, sugiriendo con su silencio y sus miradas que no había salida. Las despedidas dramáticas de sus padres y hermanas con Akane eran un recordatorio constante de lo frágil que era la situación; se despedían con lágrimas y desesperanza, mientras él se aferraba a una esperanza que se desvanecía con cada día que pasaba.
Un nudo se formó en su garganta al recordar un momento en específico en que Nabiki llegó al hospital con un hermoso vestido blanco para Akane. Al principio, no entendió el significado del gesto. Lo que pensó que era solo un regalo para animar a su hermana una vez que despertara, pronto tomó un giro sombrío cuando Nabiki, con su habitual forma de ver las cosas, le explicó que era para cuando "tuvieran que llevarse el cuerpo de Akane de allí". El golpe de la realidad lo había paralizado por un segundo, hasta que la comprensión lo llenó de una ira desbordante.
La discusión que siguió fue brutal. En medio de su rabia, Ranma le gritó a Nabiki por su frialdad, acusándola de haber perdido la esperanza demasiado rápido. Las palabras volaron en ambas direcciones, con Nabiki defendiendo su postura y él incapaz de contener su frustración. Nabiki amaba a su hermana, pero ella era más consciente de la realidad y por supuesto mucho más racional. Mientras que Ranma solo se estaba aferrando a sus sentimientos. Las enfermeras intervinieron, amenazando con echarlos del hospital si no bajaban el tono.
Y esa realidad se imponía con una crueldad implacable, cada momento que pasaba sentía que quizás Nabiki tenía razón. Akane no respondía a los tratamientos, su pulso era errático e inestable, y su presión arterial continuaba cayendo. Cada alerta de las máquinas conectadas a ella era un golpe a su corazón, una manifestación tangible de la agonía que enfrentaba. Las lágrimas que solían traicionarlo, las que él trataba de ocultar, se habían vuelto una constante en sus noches ahora interminables.
Cologne le ofrecía una salida que era bastante convincente. La propuesta era un rayo de esperanza en medio de su tormenta personal, una oportunidad para salvar a Akane y evitar una venganza que aunque sentía que merecía ser ejecutada, sabía que solo traería más dolor y no le devolvería a su prometida.
—Yo aceptaría su "trato", —dijo Ranma, con voz cargada de advertencia —siempre y cuando Akane se recupere completamente. No quiero curaciones a medias. No quiero verla con secuelas, ni con pérdida de memoria. La quiero de vuelta tal como era: ágil, inteligente, hermosa, fuerte, apasionada, gruñona y explosiva, tal y como siempre la he conocido.
Cologne lo miró esbozando una leve sonrisa, su rostro marcando una determinación que no dejaba lugar a dudas. —Tranquilo, muchacho —dijo con confianza —Será como si nunca le hubiese pasado nada. Ahora, déjame hacer mi parte.
Bajo la constante vigilancia de Ranma, la anciana se acercó a la casi irreconocible Akane, cuyo cuerpo estaba marcado por hematomas que resaltaban en su piel pálida. Sus ojos, oscurecidos por la hinchazón y los hematomas, contrastaban con la frialdad de su rostro, mientras permanecía conectada a una serie de máquinas que emitían luces intermitentes y sonidos continuos.
Con manos expertas, comenzó a trabajar. Primero, depositó unas gotas de un brebaje que había traído bajo la lengua de Akane, lo que resultó un desafío debido al tubo endotraqueal que le ayudaba a respirar y que dificultaba la aplicación del líquido. Apenas las gotas tocaron el fondo de su boca, el cuerpo de Akane comenzó a vibrar y su pecho se movió con una respiración acelerada. Ranma, visiblemente preocupado, se estremeció al ver la reacción, temiendo lo peor. Las máquinas comenzaron a mostrar signos alarmantes, y el sonido de las alarmas comenzó a llenar la sala.
—Apágalas antes de que empiecen a llamar la atención —ordenó la anciana con urgencia. Ranma, con el corazón acelerado, buscó frenéticamente el enchufe del aparato y lo desconectó.
La tensión en el aire era palpable. Mientras las máquinas dejaban de emitir sonidos estridentes, Ranma se mantenía a un paso de la anciana, sus ojos fijos en el rostro de Akane, esperando cualquier señal de mejora o de complicación.
Después de administrar el líquido a Akane, Cologne bebió del mismo frasco, provocando en su propio cuerpo las mismas respiraciones agitadas. Sin perder tiempo, se inclinó sobre Akane y presionó con precisión algunos puntos en su pecho y cabeza. Del pecho de la anciana apareció una luz que se traslucía por sus ropas y que luego descendió dividiéndose camino a los brazos de la anciana, las pequeñas luces comenzaron a viajar lentamente desde sus codos visibles hacia los puntos de presión que unían el cuerpo de la anciana con el cuerpo de Akane, donde brillaron intensamente durante unos segundos, como si estuvieran acumulando más energía haciéndose levemente más grandes, y luego se apagaron, dando la impresión de que se sumergían profundamente en el interior de Akane cuyo pecho seguía subiendo y bajando.
Una vez las luces "introducidas" en el cuerpo de Akane, la anciana se apartó lentamente, y tanto su respiración como la de Akane se volvieron estables. Ranma notó que Cologne parecía debilitada; sus pasos vacilaban, y sus extremidades temblaban ligeramente. Por un instante, pensó que en cualquier momento se desplomaría. Casi sintió lástima por ella cuando sus piernas finalmente cedieron, y cayó al suelo.
—¿Qué fue lo que le hizo? —preguntó Ranma mientras, casi sin pensarlo, ayudaba a la anciana a ponerse de pie, sorprendido por su propio acto de compasión hacia una persona que supuestamente debía odiar con toda su alma.
—Es algo muy difícil de hacer —respondió con evidente cansancio —Le he dado gran parte de mi vitalidad. El brebaje prepara el cuerpo, acelerando el corazón para que la sangre circule más rápido, pero lo complicado viene después. Transferir vitalidad sin que se regrese ni absorberla de la persona más débil es lo que requiere mayor habilidad. Es una técnica muy antigua que solo unos pocos dominan. Se creó, y luego fue prohibida, porque algunos se aprovechaban de los enfermos, los débiles e incluso de los niños, robándoles lo poco que les quedaba de vida. Robar vitalidad es sencillo, ya que tiende a fluir hacia el recipiente más fuerte, pero hacer lo contrario exige un control extremo y mucha concentración.
—Pero... Akane sigue sin reaccionar —comentó Ranma, sintiendo cómo la frustración lo consumía.
—Demorará un poco en que ella se recupere completamente —explicó la anciana, su voz fatigada pero demostrando seguridad —Sin embargo, te aseguro que su cuerpo ya está comenzando a curarse a una velocidad sorprendente. Verás una mejora exponencial en los próximos días, y en unas dos o tres semanas debería estar prácticamente como nueva.
Hizo una pausa, respirando profundamente antes de continuar:
—Debería irme ahora. Aún tengo que ver a la joven Ukyo antes de regresar a China. Mi nieta al parecer la rasguñó en varios lugares, y no es justo que quede con cicatrices. Le daré una crema especial para que se recupere adecuadamente —dijo, mientras tomaba su bastón y se preparaba para salir.
Se dirigió a la puerta, sus movimientos evidenciando un agotamiento considerable. Con un tono de despedida, se volvió hacia Ranma, quien aún la observaba con una mezcla de gratitud y tensión.
—Quiero disculparme por lo de mi nieta, y aunque quizás no lo creas, te tengo mucho aprecio muchacho, al igual que a tu prometida. Me he divertido mucho con ustedes durante este tiempo, hicieron que mi estadía en Japón fuera muy interesante, definitivamente les echaré de menos —añadió con un tono suave, casi maternal.
Ranma, con el corazón agitado y el rostro marcado por la angustia, finalmente rompió el silencio. Su voz estaba cargada de una mezcla de agradecimiento y amenaza contenida:
—Abuela... antes de que se vaya, quiero que sepa que si ella muere o queda con algún problema, incapacidad o enfermedad, me aseguraré de vengarla de la manera más horrenda que pueda imaginar, no lo dude... —dijo con una seriedad y convicción que lentamente mutó a esperanza y agradecimiento —Pero si Akane vive... y es la misma mujer de la que me enamoré, le estaré eternamente agradecido.
Cologne, con una expresión de cariño, asintió lentamente, su mirada llena de determinación:
—Descuida, muchacho. Te prometo que ella mejorará —dijo mientras torcía el picaporte y comenzaba a salir de la habitación, sus pasos lentos y cansados resonando en el pasillo oscuro —A lo mucho le quedará una pequeña cicatriz en la cabeza, pero será casi imperceptible, incluso con su cabello corto. Seguirá siendo la chica hermosa que siempre ha sido. Les deseo lo mejor a ambos, fue un gusto conocerlos y compartir tantos momentos con ustedes.
Mientas él volvía a conectar la recién desconectada máquina y escuchando esas últimas palabras, Cologne se alejó, desapareciendo en la penumbra, dejando atrás un rastro de esperanza, alivio y una extraña sensación de vacío como cuando sabes una despedida será para siempre.
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