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Es culpa del estrés de la planificación, de estar peleando con proveedores por los mejores precios, cancelar y confirmar la lista de invitados -malditos italianos que ni a tiempo llegan-, tolerar al contador de la familia que lo entrena como su reemplazo mientras espera su jubilación y a su propio jefe mitad niño pequeño.
Esta noche bajó la guardia con el alcohol por primera vez en mucho tiempo, de ahí a que terminara perdiendo los pantalones de su traje, pero ella era la mayor culpable por meter su mano donde no debía, eso y el maldito vestido que se abrió.
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