Disclaimer: Ni Evangelion ni sus personajes me pertenecen.
Misteriosamente tuya
El silencio, volviéndose ensordecedor, reafirmó su dominio al adueñarse de un hogar que, hasta hace muy poco, rebosaba de vida. Hikari, quien sostenía un par de valijas con sus posesiones personales, avanzaba con lentitud por la que fue su casa asimilando la cruda realidad al tener que irse de allí. Sin embargo, no teniendo razones de peso para quedarse, permanecer ahí sólo alimentaría su dolor.
Así pues, deteniéndose al llegar al final del pasillo, volteándose hacia la izquierda, Hikari se halló ante la puerta de la que fue su habitación. Ahí, parada justo en el umbral, Hikari se estremeció por lo extraño que se veían las cuatro esquinas del recinto al estar totalmente vacías. La ventanilla abierta, dejando pasar la brisa que venía del exterior, era lo único que mostraba algo de vitalidad en aquella soledad.
Si bien sabía que no le quedaba mucho tiempo, experimentando una profunda tristeza debido a los eventos recientes de los últimos días, Hikari caminó hacia la ventana para mirar el paisaje que tantas veces la acompañó al contemplar el atardecer. Sus ojos, luciendo rojizos por haber llorado sin descanso durante horas, ofreciéndole una tregua, se mantenían secos mientras ella le decía adiós a Tokio-3.
En otras circunstancias, reflejándose en los altos y futuristas rascacielos que coronaban la metrópoli, el sol brillaría por encima de todo al hacer notar su presencia; empero, al estar destruidos o sumamente dañados, aquellos edificios eran incapaces de reflejar ni la más ínfima centella. Tal panorama tan deprimente, empeorando su desconsuelo, causó que Hikari dirigiera la vista hacia las calles desoladas.
Pese a que era normal que los seres llamados Ángeles apareciesen ocasionalmente obligando a la población civil a refugiarse en los búnkeres de emergencia, la semana anterior, sin darles la oportunidad de recuperar el aliento, la ciudad se vio asediada por tres de aquellos monstruos que, en un corto y breve período, provocaron daños y destrozos considerables en la urbe tras su devastador paso.
Si ya de por sí la cotidianidad en aquella ciudad era afectada con regularidad por las batallas entre los Evas y los ángeles, la violencia desenfrenada que se desató recientemente, cobrando una gran cantidad de víctimas al desplomarse un número significativo de edificaciones residenciales, fue la gota que rebalsó el vaso para las poquísimas familias que todavía consideraban Tokio-3 como su morada.
Haciendo sus maletas, no queriendo esperar por el siguiente ataque a manos de aquellos malditos engendros gigantescos, los sobrevivientes de aquella semana de terror emprendieron la huida confiando que, entre más lejos se encontrasen de Tokio-3, más seguros y protegidos estarían de morir. Y los Horaki, no siendo la excepción, al tomar la decisión el padre de Hikari, se alistaron para irse también.
– La escuela se cerró hace días; de todas formas, casi nadie asistía a las clases con puntualidad–Hikari, hablando con ella misma, no apartaba su mirada de las fantasmales carreteras de la ciudad donde no se veía ni un automóvil ni un peatón pasar–ni siquiera pude despedirme de Asuka o Shinji, pero Kensuke tiene toda la razón, ellos dos deben estar dentro del cuartel de Nerv esperando a su próximo combate.
Hikari, desde que supo que Asuka, Shinji y Rei eran pilotos bajo las órdenes de Nerv, sin tan siquiera imaginar que todos los alumnos de la escuela, incluyéndola a ella, eran potenciales pilotos, siempre deseó mantenerse lo más alejada posible de todo lo relacionado con Nerv. Aunque algunos de sus amigos, como Kensuke, soñaban con unirse a Nerv para luchar, a ella le horrorizaba tan sólo imaginarlo.
Admiraba la valentía de sus compañeros, en especial la de Asuka, para entrar en aquellos robots enormes y pelear contra las bestias monstruosas que deseaban matarlos; no obstante, a diferencia de Kensuke, quien se emocionaba al inmortalizar con su videocámara dichos combates al ser para él un espectáculo, Hikari anhelaba una vida sencilla y ordinaria donde la normalidad fuese el pan de cada día.
Al morir su madre al ser muy pequeña, aprendiendo del ejemplo de Kodama, su hermana mayor, en Hikari brotó el deseo de llenar el espacio que la ausencia de su madre dejó en su familia. Pese a que le costó muchísimo trabajo al principio, gradualmente fue dominando las tareas domésticas al ayudar a su padre viudo. Así, entrando en la adolescencia, tal escenario fue moldeando la personalidad de Hikari.
La responsabilidad y la disciplina, volviéndose dos de sus rasgos más característicos, fueron lo suficientemente sobresalientes como para ganarse el puesto de delegada de su clase. De tal forma, convirtiéndose en la mano derecha de su veterano profesor, Hikari se aseguraba que los demás alumnos pusiesen atención y cumpliesen con los deberes que su maestro les asignaba al desarrollarse la lección.
A pesar que la mayoría pensaba que era una "maniática obsesiva" por su alto nivel de exigencia académica, unos pocos, como Toji Suzuhara y Kensuke Aida, la consideraban parte de su círculo de amistades. Años más adelante, a medida que Tokio-3 iba ganando población ante la promesa de ser la "ciudad del futuro", más chicos entraron en la escuela como fue el caso de Rei, Shinji y Asuka.
– Quizás nunca más vuelva a ver a ninguno de ellos, y si hubiese sabido que aquel día sería la última vez que vería a Toji, le hubiera dicho la verdad.
Kensuke y Toji, al ser los típicos bufones del salón, no eran los estudiantes más destacados de la clase. Sus calificaciones, siendo las más bajas, apenas eran lo suficientemente altas como para aprobar. Ambos, aburriéndose con extrema facilidad, preferían distraerse de distintas maneras: Kensuke, al ser un camarógrafo aficionado, grababa su diario vivir. Toji, amando el baloncesto, lo jugaba por horas.
Por mucho que apreciaba su amistad con ellos, al no renunciar a la seriedad que ya todos le conocían, Hikari solía reprenderlos por su pobre desempeño al castigarlos con asear el aula al concluir la jornada. Para ese entonces, sin sospecharlo, Hikari no se imaginaba que en su corazón nacerá un nuevo sentimiento muy natural en la juventud, el cual, haciéndola ver a Toji con otros ojos, la enamoró de él.
Dicho sentir se originó en una mañana de domingo que, pareciendo ser igual a muchas otras, comenzó para Hikari con una visita a una tienda de comestibles cercana a su casa para adquirir los ingredientes que necesitaba para preparar el desayuno de sus hermanas y su padre. Allí, tomando un par de botellas de leche y media docena de huevos, Hikari se enrumbó hacia la caja registradora para realizar la compra.
Al colocarse en la fila para tomar un lugar, Hikari, sin que se lo esperase, reconoció la chaqueta deportiva de color negro que Toji acostumbraba usar tanto dentro como afuera de la escuela. Suzuhara, parado varios metros por delante de ella, no se percató de su presencia al estar más ocupado vigilando a una inquieta niña que lo tomaba de la mano. Hikari, sin saber quién era ella, pronto pudo descubrirlo.
"Hermano", de esa forma lo llamaba la niña cada vez que se giraba hacia Toji para hablarle, tal cosa, sorprendiendo en demasía a Hikari, la llevó a comprender lo poco que conocía de él a pesar de ser amigos. Hikari, al haberse dejado enceguecer por su célebre rigidez, sólo se enfocaba en los deberes académicos propios y de los demás sin detenerse a pensar en las vidas personales de sus compañeros.
Así pues, aprovechando que Toji continuaba sin notarla, Hikari lo vio comportarse de un modo completamente opuesto a como actuaba en el salón de clases. El Toji Suzuhara holgazán y despreocupado que veía con regularidad, había sido reemplazado por un Toji Suzuhara serio y maduro que se preocupaba por cuidar de su hermana al dar la impresión de ser en realidad su padre.
Al verlo pagarle a la cajera, caminando hacia la salida de la tienda sin separarse de su hermana, Hikari no pudo evitar entender que ambos eran más parecidos de lo que nunca hubiese pensado. Al presentarse a clases al día siguiente, como era habitual en él, Hikari constató que Toji no realizó su tarea de historia. Empero, actuando con un estilo distinto, en lugar de castigarlo, Hikari le preguntó la causa de ello.
Toji, pasmado por la inesperada pregunta de Hikari, quien, como era rutinario, lo hubiera amonestado por no cumplir con sus estudios, le explicó, con franqueza, que debió encargarse del cuidado de su hermana menor. Hikari, al escucharlo, acabó de confirmar lo que ya presentía: los dos no eran muy diferentes. Sus madres murieron, sus padres trabajaban sin descanso y ellos cuidaban de sus hermanas.
– Me pregunto dónde estará Sakura ahora mismo, la pobre niña debe sentirse destrozada por lo que sucedió. Ojalá pudiera hablar con ella, Sakura es la única que puede comprenderme.
Al descubrir que Toji era mucho más que el haragán irresponsable que creía conocer, Hikari, al olvidarse de los temas escolares, conversó con él para conocerlo mejor. Fue así como averiguó el nombre de la hermana de Toji, Sakura, quien, en una casualidad muy triste para Hikari, perdió a su madre después de nacer al no recibir ella la ayuda médica adecuada ante la escasez de recursos tras el Segundo Impacto.
Teniendo ahora un vínculo más fuerte con Toji, uno creado gracias a la empatía, Hikari logró observar la gentileza y la bondad que Suzuhara guardaba en su interior. Asimismo, al vislumbrar que Toji debía hacerse cargo de Sakura la mayoría del tiempo, Hikari entendió la razón por la cual Toji lucía cansado en clase, inclusive, en algunas veces, se dormía sobre su escritorio al sucumbir debido al agotamiento.
La familia Horaki y la Suzuhara, increíblemente, eran un reflejo la una de la otra. Tal pensamiento, modificando la perspectiva de Hikari para ver las cosas, fue el siguiente paso en su enamoramiento por Toji, el cual, más mentalizado en su hermana y en jugar al baloncesto en sus ratos libres, todavía no era consciente de las emociones que despertaba en Hikari. Y así, con el paso de los años, muy poco cambió.
Ayanami, tratándose de una niña muy extraña cuya cabellera azulada la hacía resaltar, no hablaba con nadie al no mostrar ningún interés en formar amistades. Shinji, quien al principio era extremadamente tímido y distante, con dificultad, fue ganando confianza al acercarse a Kensuke y Toji. Y Asuka, al ser la última en aparecer, halló en Hikari una amiga con la cual liberarse levemente de su fachada como piloto.
En tanto ella y Asuka almorzaban juntas o charlaban en los recesos, Toji, haciendo lo propio con Shinji y Kensuke, mantenía una gran sonrisa en su rostro al pasarla bien con ellos. Hikari, sabiendo que no todo era felicidad y diversión para Toji al tener que encargarse de Sakura, lo miraba de reojo y con disimulo sin que pudiese impedir que su faz se enrojeciera al verse abrumada por el deseo de sincerarse con él.
Así, repitiéndose la misma rutina en la escuela, semana tras semana; mes tras mes, Hikari veía el cielo soleado por medio de las ventanas del salón preguntándole al destino qué debía hacer. Y en una ocasión, en lo que aparentaba ser una mañana más como muchas otras, Hikari obtuvo una respuesta. Una respuesta que, como si fuese una señal, le indicó que nada volverá a ser igual después de aquel día.
– ¿Suzuhara? ¿Toji Suzuhara está presente?
– Sí, aquí estoy.
Su anciano profesor, mirando en todas direcciones con sus ojos entrecerrados, buscó a Toji tan pronto como puso un pie en el aula. Como era natural, Toji, al escuchar su nombre, se extrañó al ser buscado por su maestro sin que hubiese cometido ninguna falta o travesura. Hikari, sorprendiéndose igualmente, volteándose hacia atrás para mirar a Toji, lo vio ponerse de pie al lucir un rostro pálido y preocupado.
– Solicitan tu presencia en la oficina del director, por favor, ve de inmediato.
Quedándose en silencio lo que era una habitación muy bulliciosa hacía unos segundos, Toji, robándose las miradas de sus compañeros, asintió sin decir nada al caminar hacia la salida para dirigirse a la dirección. Sin embargo, sin que lo imaginase él ni Hikari tampoco, cuando llegase al sitio donde aguantaban por él, no era el director de la escuela quien le esperaba para platicar con él en privado.
Durante el resto de la jornada, ausentándose por completo, Toji no fue visto ni en los pasillos ni en ninguna otra parte. Hikari, sumamente inquieta por lo que ocurría, intentó usar sus influencias como delegada de su salón para averiguar qué sucedía. Desgraciadamente para ella, no obteniendo más que evasivas y contestaciones dubitativas, nadie parecía saber qué era realmente lo que pasaba con Toji.
La incertidumbre y las dudas le impidieron enfocarse en las lecciones con la normalidad habitual. Cada cinco minutos, viendo de soslayo hacia la puerta, Hikari ansiaba que Toji entrase para que le devolviese la paz al verlo de nuevo. No obstante, como si la tierra se lo hubiese tragado, el atardecer llegó y las clases terminaron sin que Toji regresase. Aún así, necesitando saber qué pasó, Hikari siguió esperándolo.
Llegando a su límite, pensando en que debía volver a casa, Hikari abandonó el edificio caminando sola al haberse marchado Asuka y los demás una hora atrás, pero, no pudiendo seguir engañándose a sí misma, Hikari decidió aguardar un poco más al reclinarse en el tronco de un árbol cercano. Allí, mirando al sol deslizarse hacia el horizonte al irse ocultando, el sonido de unos pasos a sus espaldas la sobresaltó.
– ¿Hikari, eres tú? –Toji, apareciendo al cabo de una eternidad, reconoció con facilidad el par de coletas que conformaba el peinado de Hikari– ¿Qué estás haciendo todavía en la escuela a estas horas?
– ¡Toji! –Sonriendo, no teniendo la fuerza para ordenarle a sus labios que no sonrieran, Hikari dio un pequeño salto al escuchar a Toji hablándole– ¡Qué bueno verte, creí que algo malo te había sucedido!
– ¿Estuviste esperándome aquí todo este tiempo? –Suzuhara, genuinamente sorprendido por verla allí, la miró comportarse con una timidez que no era frecuente en ella.
– Bueno, como delegada de nuestro salón, es mi obligación asegurarme que todo marche bien y como te ausentaste el día entero, también es mi deber informarte de lo que te perdiste hoy en clase–Hikari, recurriendo a su puesto como delegada, lo empleó como coartada para justificar que estuviese ahí.
– Es muy amable de tu parte, pero no debes preocuparte por mí–Toji, acomodando la correa de su mochila sobre su hombro derecho, le afirmó a Hikari sin imaginar lo mucho que ella se preocupó por él.
Hikari, dolida por lo dicho por Toji, ladeando la mirada al ver hacia el suelo, se mantuvo callada al sentirse como una completa tonta, al decirse a sí misma, en sus adentros, que Suzuhara jamás le corresponderá a sus sentimientos. Toji, empezando a reanudar su caminata, pasando junto a ella con prisa, volvió a detenerse al darse cuenta que sus palabras no fueron las más gentiles en aquel momento.
– Perdóname, Hikari, no quise ser malagradecido contigo, es sólo que hoy pasaron muchas cosas que nunca imaginé que pasarían y mi hermana debe estar preguntándose por qué no he regresado a casa.
– ¿Qué fue lo que sucedió, Toji? –Percatándose que el estado de ánimo decaído que Toji mostraba no era nada normal en él, Hikari, girándose con rapidez, fue directo al grano al preguntarle al respecto– ¿Por qué te mandaron a llamar a la dirección?
– Lo siento, Hikari, pero no puedo quedarme a charlar ahora, mi hermana está sola en casa y debe estar preocupada por mí–Toji, contestándole sin aclarar las inquietudes de Hikari, evadió, deliberadamente, referirse al respecto todavía–aprovecho la oportunidad para avisarte que faltaré a la escuela por todo lo que queda de la semana, pero cuando vuelva y nos veamos de nuevo, te prometo que te contaré con lujo de detalles lo que ocurrió.
Una vez más, reflejando al exterior las emociones que burbujeaban dentro de ella, las mejillas de Hikari se tiñeron de un marcado tono rosado a raíz de las afirmaciones de Toji. Aunado a eso, lo que Toji dijo a continuación, intensificó, aún más, el rubor en su rostro.
– Sé que en ocasiones peleamos mucho, y en la mayoría del tiempo, me castigas con limpiar el salón por no hacer mis deberes, pero a pesar de eso, te tengo un gran aprecio–Suzuhara, mostrando una sonrisa sincera por primera vez en varias horas, le aseveró sin decir ninguna mentira–eres la única amiga que tengo y espero que siempre nos llevemos bien, me dolería mucho perder tu amistad.
No hallando forma de responder a eso, quedándose abrumada por lo expresado por Toji, Hikari lo oyó despedirse de ella al emprender el viaje de regreso a casa. Así pues, viéndolo alejarse en sus memorias al pensar en él, la Hikari de la actualidad sintió sus ojos humedecerse al recordar que esa fue la última vez que ambos se vieron. Aún así, negándose a llorar, Hikari prefirió continuar evocando el pasado.
Tal y como él se lo adelantó en aquella conversación, Hikari, al presentarse en su salón durante los siguientes días, constató que Toji se ausentó a clases, sin que nadie, aparentemente, supiese el motivo. Aprovechando que él no estaba allí, reviviendo en su mente la charla que tuvieron bajo la puesta del sol, Hikari, cansada de esconder lo que sentía, se armó de valor para confesarle su amor cuando él volviese.
A diferencia de chicas como Asuka, cuya confianza las hacía sacar a relucir su figura o cabello, Hikari, al ser una jovencita más humilde y recatada, planeó emplear sus destrezas en la cocina para aproximarse a Toji a tal grado que lograse superar la frontera de la amistad. Si bien Hikari temía que Toji no llegase a verla como algo más que una simple amiga, al menos le reconfortará el hecho de haber sido honesta.
Asimismo, al carecer de una madre que le preparase el almuerzo, Toji solía comprar comida en la cafetería todos los días, lo cual, ofreciéndole una ruta a tomar, Hikari planificó que invitará a Toji a almorzar junto a ella al ofrecerle una lonchera elaborada por ella misma. Y para garantizar que tuviesen privacidad, Hikari, al ser muy tímida, le pedirá a Toji que la acompañara a la terraza de la escuela.
Tal idea, generando que Hikari dejase de prestarle atención a las enseñanzas de su maestro, la embrujó al crear dicha escena en su cabeza. Ahí, en su imaginación, se vio a sí misma junto a Toji almorzando y charlando mientras se sonreían el uno al otro. Enseguida, aumentando el vigoroso latido de su corazón, Hikari vio que los dos se iban acercando, muy lentamente, hasta que sus labios se obsequiaron un beso.
– ¡Hikari! –Sacándola de sus remembranzas, forzándola a regresar a la época actual, una voz muy conocida para Hikari pronunció su nombre con urgencia al acercarse a su antigua habitación– ¿Dónde estás, Hikari? ¡Ya nos vamos, papá y Nozomi nos están esperando!
Instantes más tarde, asomándose por la puerta de la recámara, Kodama, quien se veía agitada por haber estado ayudando a su padre a cargar sus pertenencias en el modesto automóvil familiar, se detuvo a tomar un descanso luego de buscar a su hermana. Hikari, con rapidez, al no querer ser descubierta, secó sus ojos con su antebrazo derecho; empero, habiendo sido observada por Kodama, el tema no se eludió.
– Sé que es difícil marcharnos de casa, pero sabes muy bien que no podemos seguir viviendo en esta ciudad. Si nos quedamos aquí, podríamos morir la próxima vez que aparezca uno de esos malditos monstruos.
Kodama, para fortuna de Hikari, malinterpretó las lágrimas que notó en su hermana al creer que le entristecía la mudanza tan precipitada e improvisada que su familia estaba experimentando. Hikari, agradeciéndole al cielo por la confusión de Kodama, se limitó a darle la razón antes de caminar detrás de ella, para abandonar, definitivamente, el edificio residencial en el cual habitaron por varios años.
Así pues, mientras Kodama le ayudaba a bajar sus valijas por las interminables escaleras de la edificación al haberse descompuesto los elevadores, Hikari, sabiendo que una parte de ella siempre se quedará en ese sitio, volvió a rememorar sus últimos días allí al decidir qué platillo elaboraría para Toji. Desde guisos y sopas, hasta filetes de res o pescado, Hikari evaluó las alternativas al seleccionar la que más le gustó.
Aprovechando que su padre trabajaba y que sus hermanas ya estaban habituadas a verla en la cocina realizando los quehaceres del hogar, para Hikari fue muy fácil ocultar sus verdaderos planes al pensar en Toji. Habiendo escogido preparar algunos trozos de carne de cerdo condimentados con salsa, Hikari, procurando que ni Kodama ni Nozomi viesen lo que hacía, ocultó en su mochila la lonchera para Toji.
Casi sin poder dormir, luchando contra sus miedos que intentaban sabotear sus anhelos, Hikari se alistó para ir a la escuela sin imaginarse que esa será su última semana de clases. Apresurándose, ansiosa y muy nerviosa ante lo que pasará cuando esté a solas con Toji, Hikari corrió hacia su salón con una alegría y energía que no era nada común en ella, pero, tal cosa, se acabó tan pronto como llegó a su aula.
– ¿Toji no ha llegado? –Cruzando la puerta de su salón, sintiéndose caer del paraíso al infierno, Hikari se percató que la presencia de Toji brillaba por su ausencia.
– No, parece que hoy tampoco vendrá a clases. No es normal que se ausente de la escuela por tanto tiempo, algo debió sucederle–Kensuke, quien ya se encontraba en su pupitre, le respondió mientras jugueteaba con su videocámara–lo extraño es que Shinji, Asuka y Rei también están ausentes; aunque posiblemente se deba a que un nuevo Evangelion fue probado hace unos pocos días.
Tratándose de una chica que nunca sintió asombro ni admiración por los Evangelion, pasando por alto aquel detalle que, de haber sido más observadora, hubiese descubierto una horrenda verdad, Hikari se olvidó de sus otros amigos enfocándose únicamente en Toji. Así, sentándose en su lugar asignado, Hikari miró sus alrededores percatándose de la enorme cantidad de espacios vacíos que la rodeaban.
Lo que alguna vez fue un salón de clases repleto de alumnos, ahora, a raíz de la creciente violencia y crudeza de las batallas contra los ángeles, se estaba convirtiendo en un pueblo fantasma. Durante el resto del día, habiendo solamente un puñado de estudiantes presentes, las lecciones avanzaron a un paso lento y monótono, donde nadie, incluyendo al maestro, parecía no interesarse por nada.
Esa tarde, al volver a casa, sumergida en una absoluta desilusión, Hikari le mintió a su hermana mayor al decirle que no se sentía bien, lo cual, gracias a su reputación de responsabilidad y sinceridad, fue aceptado sin que se sospechase que fuese mentira. De tal forma, evadiendo cocinar esa noche, Hikari se tumbó en su cama comenzando a temer que Suzuhara y ella jamás volviesen a verse una vez más.
Y desgraciadamente para Hikari, la pesadilla apenas estaba comenzando.
Un par de días más, idénticos a ese, vinieron uno detrás del otro prolongando las preguntas de Hikari al no entender lo que sucedía con Toji, lo cual, usando como excusa su rol como delegada, la llevó a barajar la posibilidad de buscarlo en su propia morada para saber cómo se encontraba. Sin embargo, adelantándose a cualquier cosa que intentase hacer para investigar, la hecatombe arribó a Tokio-3.
Apareciendo de la nada, flotando sobre la ciudad con una delicadeza que difería con su bestial apariencia, un nuevo ángel se abrió camino al resistir los ataques que el ejército de la ONU efectuaba en su contra en un fútil esfuerzo por detenerlo. Hikari, como todos los demás civiles, se apresuraron a descender a los refugios en tanto las explosiones y los temblores sacudían la urbe hasta sus cimientos.
Si bien nada de aquello era algo nuevo, la intensidad y el nivel de destrucción que aquella criatura maligna dejaba detrás de sí, superaba, fácilmente, los destrozos provocados por sus predecesores. No obstante, por más que su propia vida corría peligro, Hikari, sin borrar de su mente el rostro de Toji, lo conservó en sus pensamientos al seguir esperando por el reencuentro que él le había prometido.
La batalla perduró por más de dos horas, donde, abrazando con fuerza a Nozomi que temblaba de miedo en sus brazos, Hikari no pudo hacer más que mantener la calma. Al regresar a la superficie, observando la magnitud de la devastación, la familia Horaki se apresuró a volver al edificio residencial donde vivían, descubriendo que éste, milagrosamente, seguía en pie mientras otros yacían demolidos.
En las peleas previas, gozando de una pausa de varias semanas o meses, la población de Tokio-3 podía sanar sus heridas y continuar con sus rutinas diarias regresando a una confortable y temporal normalidad; empero, no dándoles ni un leve respiro para que recuperasen el aliento, manifestándose desde la órbita terrestre, otro ángel más protagonizó una nueva contienda con los colosales Evas.
Fue así, al estar otra vez escondidos bajo tierra como hormigas, que la poca paciencia que les quedaba a los ciudadanos de Tokio-3, se acabó. Simultáneamente a que se percibían los retumbos y sacudidas que hacían cimbrar las columnas y paredes de hormigón del búnker, muchos de los ahí reunidos se hartaron de seguir viviendo allí y empezaron a insultar a Nerv, mientras otros, con decisión, planeaban irse.
Bunzaemon Horaki, quien se caracterizaba por ser un individuo en demasía tolerante, ante las circunstancias tan extremas e insoportables que sufría su familia, también comenzaba a considerar la opción de tomar a sus tres hijas y llevarlas lo más lejos de allí que pudiese. Aún así, como si estuviese adentro de una burbuja, Hikari, buscando a Toji entre los rostros de los refugiados, ignoraba el peligro.
Tal desconexión con la realidad, desafiando las recomendaciones de su hermana Kodama, quien, al ver como la ciudad se caía a pedazos, le argumentó que era inútil seguir presentándose en la escuela, la hizo ir de todos modos al necesitar saber dónde estaba Toji. Y al llegar a su salón a la mañana siguiente, no viendo más que a Kensuke y a un par de sus compañeros, era obvio que Toji continuaba desaparecido.
– Hikari, por favor no salgas del salón, me gustaría hablar contigo en privado un segundo.
Habiendo sonado la campana del receso, abandonando el recinto los escasos chicos que todavía se presentaban a clases, Hikari se vio tomada por sorpresa cuando su anciano profesor le pidió que no saliera del aula. Para ella, quien realizaba tareas adicionales para ayudar a su maestro, era común tener algunas charlas privadas con él; aunque, la que tendrá a continuación, no será como las anteriores.
– Lo que voy a decirte me fue dicho hace apenas unas horas. Me ordenaron no informar nada al respecto, pero sé que tú y Suzuhara eran muy buenos amigos y me parece justo que lo sepas.
No esperando que Toji fuese la causa para que hablasen en privado, Hikari, sintiendo un hormigueo muy intenso recorriéndola de pies a cabeza, también se pudo dar cuenta que las facciones de su anciano maestro; pese a su avanzada edad, reflejaban, con claridad, una profunda tristeza. Y haciendo aún más notoria la consternación que padecía, aquel envejecido hombre retiró sus gafas al soltar un suspiro.
– Toji no volverá a la escuela, él falleció hace unos días atrás cuando la ciudad fue atacada por otro de esos monstruos.
Hikari, quedándose en blanco mentalmente, ni siquiera fue capaz de articular ni una sola sílaba al escucharlo.
– No sé exactamente cómo ocurrió, al parecer el edificio donde vivía su familia se derrumbó con él dentro. Me gustaría saber más detalles, pero eso es todo lo que Nerv me dijo al respecto.
Todavía sin reaccionar, como si estuviese soñando, Hikari tampoco pudo hacer algo tan sencillo como parpadear, al intuir, en su interior, que aquello era una verdad mezclada con matices de una mentira.
– Sé que decirte todo esto es muy doloroso, pero ante la cada vez menor cantidad de alumnos, se tomó la decisión de cerrar la escuela. Así que pensé que era correcto que supieras lo que pasó con Suzuhara antes que los demás estudiantes sean informados del cierre definitivo de la escuela.
Luego de interminables días de espera preguntándose qué pasó con Toji, oír tal cosa, por más difícil que le fuese aceptarlo, le trajo una pizca de alivio a su corazón. Aún así, no pudiendo evitar que sucediese, los ojos de Hikari se humedecieron con rapidez al romper en llanto al sentirse caer. Su profesor, sabiendo que él era el culpable de su sollozo, la rodeó con sus brazos al ofrecerle un abrazo de consuelo.
Por el momento, necesitando vivir las primeras etapas del duelo, la lógica perdió toda importancia para Hikari al llorar desconsolada; sin embargo, más adelante ese mismo día, cuando estuviese en su habitación mirando hacia la nada al haber perdido toda esperanza de volver a ver a Toji, una nueva serie de preguntas tocarán a su puerta, las cuales, irremediablemente, acabarán sin ninguna respuesta:
¿Para qué fue convocado Toji a la oficina del director el último día en que se vieron?
¿La hermana menor de Toji, Sakura, se hallaba a salvo o también murió?
¿En qué sitio exactamente fue sepultado el cuerpo de Toji?
¿Había sucedido algo más que Nerv no quisiese decir?
– ¡Papá, papá! –Nozomi, la integrante más joven de la familia Horaki, llamó la atención de su padre al ver a sus hermanas aparecer finalmente– ¡Kodama y Hikari ya llegaron!
– ¡Al fin, ya era hora! –Bunzaemon Horaki, quien palpaba con impaciencia el volante del vehículo, dirigió su mirada al espejo retrovisor para ver como sus otras dos hijas, caminando con prisa hacia él, traían consigo las últimas maletas que faltaban– ¡Apresúrense, nos largamos de aquí de inmediato!
Hikari, observando a su hermana Kodama abrir una de las puertas traseras del módico automotor, se internó en éste al deslizarse por el limitado espacio vacío que quedaba en él, hasta colocarse, al cabo de unos segundos, en el asiento del costado opuesto. Kodama, siendo la última en entrar, se apiñó en su diminuto rincón al estar rodeada de valijas y demás equipaje que llenaba cada recoveco del auto.
– ¿Y adónde iremos, papá? –Nozomi; pese a ser la más pequeña de los cuatro, realizó en voz alta un cuestionamiento que los demás todavía seguían haciéndose en silencio– ¿Dónde viviremos ahora?
– La verdad aún no lo sé, pero estoy seguro de una cosa: cualquier otro lugar es mejor que seguir aquí.
Encendiendo el motor, pisando el acelerador para mover las ruedas, el padre de Hikari no se demoró en comenzar el éxodo al conducir por las desoladas y muy dañadas carreteras de una Tokio-3 que iba quedándose abandonada. No sabía con seguridad hacia dónde llevaba a sus hijas, pero sabiendo que hacía lo correcto, se dispuso a llevarlas a un lugar donde sus vidas no serán amenazadas por monstruos.
Hikari, siendo la única en no decir ni una palabra, se limitó a mirar por la ventanilla despidiéndose de aquella metrópoli donde descubrió sentimientos que, gracias a la adolescencia, le eran desconocidos con anterioridad. Así, Hikari le dijo adiós a la ciudad donde conoció a Toji; donde se enamoró por primera vez y donde su existencia quedó marcada para siempre al no poder confesarle su amor.
Toji murió allí y una parte de ella falleció con él; aún así, conservando sus dudas, Hikari era incapaz de acallar las voces en su cabeza que le susurraban que Nerv no había contado toda la verdad. No obstante, sin que tan siquiera pudiese imaginarlo, en unas cuantas semanas más, poniendo a prueba su salud mental al borrarse la delgada línea que separaba la realidad y la fantasía, Toji y ella volverán a verse.
Ni Hikari, ni su padre, ni sus hermanas podrán encontrar una explicación a lo que verán cuando el cielo se llene de cruces resplandecientes, muchísimo menos, cuando las personas en sus cercanías vayan desapareciendo, una tras otra, al derretirse. Y en medio de aquel caos apocalíptico, mirándolo aparecer frente a ella al ofrecerle un abrazo con sus brazos abiertos, Hikari, sin titubear, caminará hacia Toji.
Hasta entonces, emprendiendo un largo viaje que tardará horas al carecer de un destino establecido, Hikari, reclinándose en su ventana, cerró los ojos al recrear en su imaginación el almuerzo que ella y Toji jamás tuvieron.
Fin
Hola, les agradezco por haber leído esta historia. Habiendo pasado ya más de un año desde la última vez que les dediqué un fic a Hikari y Toji, volví a sentir el fuerte deseo de escribir otra historia más para ellos al ser mi segunda pareja favorita de Evangelion, pero, en esta ocasión, alejándome de la serie original y de las películas de Rebuild, quise utilizar como material de referencia a sus versiones del manga.
Anteriormente los había explorado en mis fics titulados: Al otro lado del río, El mañana nos pertenece y Todos mis futuros son contigo. Aunque, como dije antes, en esos fics me basé en NGE y Rebuild, por lo que la posibilidad de utilizar la muerte de Toji en el manga fue una idea muy tentadora para mí. Espero que esta pequeña historia les haya gustado, sé que esta pareja no es popular, pero me causa ternura.
Muchas gracias por leer y hasta la próxima.
