Queridos lectores,

Espero que estén disfrutando de nuestra historia. Quiero dedicar un momento para comentarles sobre una evolución reciente en la trama, especialmente en lo que respecta a Severus Snape y Lucas.

Como han visto, Snape, a pesar de sus habituales reservas y desconfianza, está comenzando a ceder en lo que respecta a Lucas. Esto no solo muestra un cambio significativo en su actitud, sino que también refleja un conflicto interno que está comenzando a cuestionar sus propios sentimientos. La interacción con Lucas ha sido un punto de inflexión para Snape, revelando una parte de él que rara vez muestra: su capacidad para preocuparse y actuar con una humanidad que él mismo suele negar.

Ahora, surgen varias preguntas interesantes: ¿Está Snape realmente cuestionando su sentir hacia Lucas, y qué significa esto para su carácter en la historia? Esta duda interna añade una nueva capa a su desarrollo, invitándonos a explorar si este cambio es genuino o simplemente una faceta más de su compleja personalidad.

Por otro lado, Sirius Black ha estado jugando sus cartas de manera astuta. ¿Creen que Sirius está manejando bien la situación o está moviendo las piezas en un juego más grande? Sus acciones y decisiones a menudo están envueltas en una capa de ambigüedad que deja mucho a la interpretación. ¿Está siendo sincero en sus intenciones, o hay motivos ocultos detrás de su comportamiento?

Estamos ansiosos por conocer sus opiniones y teorías sobre estos temas. ¡No duden en dejarnos sus comentarios y compartir sus pensamientos!

Banda sonora:

Benson Boone-love of mine

Hozier-Who we are


Erin terminaba de contar lo que Snape le había dicho,-después me dijo que necesita la prueba que entregue al Ministerio, porque en sus palabras es un tónico, con restos de voldemort, que sirve como un un trasplante, no para revivir al mago, pero si hacer que quien lo use sea una clase de injerto con algunas de sus habilidades.., para un nuevo señor tenebroso… y que claro nadie sabe su uso o si realmente sirve y si él declara eso, seguro será tentador para mas de uno, porque es magia muy antigua…A cambio, me ofreció una bitácora de Rabastan, un registro que Lucius Malfoy le entregó como pago para que cuide de Draco y este lo perdone por ser una mierda de padre y asi el evitar testificar…- Erin continuo- me dijo también que Bellatriz Lestrange,puede que sigue viva, y claramente iría tras mi, y Lucas si se entera de su exitencia me afirmo que no le dijo nada de Lucas a Lucius…no le creo.-

Tras escucharla, Pierre, al igual que Erin, tenía la cara pálida. Con preocupación, preguntó por Lucas.

—Si eso es verdad, no crees que Bellatrix querrá ocupar el tónico en Lucas si sabe que es hijo de Rabastan ¿o si? —inquirió Pierre, su voz tensa.

—Si es verdad, no solo querrá ocupar en Lucas esa mierda, la mujer replicara la fórmula y querrá tener su criadero de injertos de Voldemort—respondió Erin.

-Tenemos que ser cuidadosos con esto-aseguró el mago.-pedire mas seguridad para las pruebas que diste…por cualquier malentendido, y si esa bitacora existe…sabes que lo mejor seria..-

—Lo primero que tengo que hacer es asegurarme de que Bella esta muerta y verificar lo de la bitácora- declaró.

Pierre asintió y se removió incómodo al escuchar aquello, con una nota de preocupación en su voz—. ¿Cómo estás tú? ¿Snape?-

Erin frunció el ceño, sacudiendo la cabeza. - No hay nada con él. No hay nada a demas de lo que me dijo que valga la pena hablar… no le creo, ni una palabra puede que sea todo un plan para liberarse, porque efectivamente, creo sabe más de lo que dice, aparte del tónico siento que Lucius sabe algo de él que Snape no quiere declarar…-

Pierre, con un tono que mezclaba preocupación y comprensión, replicó: —No puedes engañarme Erin. Debes sentirte mal después de todo lo que ha pasado con él..-

Erin rió con ironía.—Si antes tenía alguna remota idea de que podía haber algo más que sexo entre nosotros, ahora queda claro que no puedo sentir nada más por él- aseguro secamente

Pierre, con cuidado y delicadeza, le dijo—Las emociones no se apagan de golpe, Erin-

Erin rió de nuevo, pero esta vez con una mezcla de amargura y resignación.—Lo sé, Pierre. Pero irremediablemente cometí el error dos veces. Acostarme con un hombre que me mentía para sus propios fines, sólo puedo creer que Snape pensó al acostarse conmigo, podría perdonarlo y librarse de todo o usar todo para sus fines…-

Pierre la miró con tristeza y preocupación, reconociendo el dolor que Erin sentía.

—Disculpame, Erin, y que lo diga yo, pero no creo que Snape creyera que teniendo sexo contigo podría bajar tu guardia. No parece el imbécil que se cree capaz de eso. Quizás había algo de verdad en sus intenciones, después de todo…-

Erin renegó, sin darle crédito, y continuó.—No creerás que de verdad el hombre se interesó en mí….-

Pierre, con un toque de sarcasmo en su voz, comentó: —Tampoco es que seas un monstruo, cariño. No te menosprecies. Solo creo que el mago no mintió del todo; quizás solo fue víctima de su biología. Eres hermosa, lista... ¿crees que alguien pueda resistirse a eso?— Aseguró con pesar antes de continuar—. Mira, se acostaron y, por lo que se ve, fluyó bastante bien. Se dejaron llevar... por Merlín, ¿sabrán desde cuándo esa semilla de lujuria se instaló? Pero quizás, con el tiempo, se dio cuenta de que sería mejor decir todo lo que sabía o no complicar más las cosas…

Erin suspiró, visiblemente frustrada. —Puede que solo se fijara en mi exterior, no lo niego… pero eso es bastante dudoso, Pierre, especialmente cuando la primera vez que pasó fue justo después de volver de visitar a Malfoy—dijo, con una sombra de desconfianza en su voz.

Pierre, con una sonrisa irónica, se levantó de su asiento y, con exageración, intentó imitar a Lucius Malfoy: —¿De verdad crees que el plan fue algo como esto?— Adoptó un tono teatral—: "Severus, te acostarás con la mujer y, cuando esté vulnerable, le pedirás que nos libere. Luego le darás una bitácora falsa para eliminar la evidencia real"—suspiró con dramatismo antes de sentarse de nuevo—. Si me permites decirlo, eso no suena muy inteligente. Ni siquiera para Malfoy. Y si ese hubiera sido el plan, creo que habrían esperado a que la relación creciera un poco más, no a que solo pasara un par de veces… Creo que hay algo más detrás. Creo que ambos magos también tienen intereses reales—. Aseguró Pierre con tono firme.

Erin lo miró, insegura, y negó con la cabeza. —No lo sé, Pierre. Snape se la pasa diciendo que solo quiere irse de Hogwarts, pero se mete en mis clases; pareciera que está más interesado en la fórmula de la que supuestamente habla… ¿Qué tal si todo el tiempo era para él? Es un imbécil, incapaz de decir la verdad. Ex Mortífago redimido o no, sigue siendo alguien que no sabe cómo ser honesto. Ahora solo quiero que me entregue la ubicación de la bitácora, si es que existe. No puedo creer nada de lo que diga hasta confirmar algo—.

Erin sentía una creciente molestia al pensar que Snape podría haberla visto solo superficialmente, incapaz de ver más allá de su exterior. La frustración de no poder confiar plenamente en sus palabras y la sensación de ser tratada con ligereza solo incrementaban su enojo con una mirada de preocupación, respondió—como sea, no sé en quién confiar ahora, y quiero que me acompañes a buscar la bitácora. Sé que tienes mucho trabajo, pero no confío en nadie más, Pierre…

Pierre la miró directamente a los ojos, su expresión seria:

—Yo siempre he sido tu compañero y haré lo que me pidas, incluso si eso significa encarcelar a Severus Snape, el mago que renació de las sombras, si resulta que te mintió. Pero piensa en lo que te dije. Quizás hay algo más en todo esto. A veces, las verdades se esconden tras las máscaras de las personas, incluso las más cerradas, como la de Snape.

Erin, conteniéndose, suspiró profundamente y respondió:

—Necesito hablar con Dumbledore, necesito proteger a Lucas ya Draco. La Orden si es que funciona como Alkosto como me dijo es mi mejor opcion…no necesito paranoia sobre Bella para advertirla y los aruores de aqui no son confiables…-

-de acuerdo...hagamoslo…-aseguro Pierre


Con la ausencia de Snape y Erin, los rumores comenzaron a circular rápidamente por los pasillos de Hogwarts. En el vestíbulo de la Gran Comedor, un grupo de estudiantes murmuraba con sobre las posibles razones detrás de la repentina ausencia de ambos magos tras su duelo de magia.

—Dicen que el profesor Snape le gano a la profesora Dune —comentó una estudiante de Gryffindor, con una expresión de curiosidad.

—No, eso no es verdad —replicó otro—. He oído que la profesora Dune cansada de el y tras ganarle, le pidió a Dumbledore la renuncia-.

—¡No puede ser! —interrumpió una alumna de Hufflepuff—. Mi primo Deab Thomas que es su alumno dice que la profesora Dune y el quedaron empate y que le ale ha pedido que cuadra de su hijo, a pesar de su carácter, talvez solo lo pidio porque lo querrá como guardaespaldas-

Mientras tanto, en la sala común de los aprendices, Sirius les había dado el resto del día libre. Marcus Flint estaba en el centro de atención, narrando con exageración una versión distorsionada que había oído de su padre.

—Mi padre me ha contado que la profesora Dune ya había tenido aprendices antes, y ahora entiendo por qué solo nos enseña conjuros de protección y pociones revitalizantes —dijo Flint, con voz fuerte y convincente—. Sus antiguos aprendices fueron asesinados durante un enfrentamiento... ¡durante el arresto de Rabastan Lestrange! —Su voz subió de tono, buscando impacto—. ¡Es una traidora! ¿De verdad deberíamos confiar en ella?

Ginny Weasley, que estaba sentada cerca, rodó los ojos con frustración. —Ya basta, Flint, deja de decir tonterías —intentó intervenir, aunque sin mucha firmeza.

—¿Y tú qué sabes, Weasley? —replicó Flint con desdén—. Solo porque la mayoría de tus hermanos están en el grupo significa que entiendas algo de esto-

George, desde su sitio, añadió en tono burlón: —Oh, Flint, seguro tu padre también te contó que la luna está hecha de queso. ¿porque no mejor le hablamos a Lucas para que te enseñe tu lugar?-

—Bueno, aunque yo escuché que Dune estuvo fuera durante años —añadió Migen, una de las aprendices, alimentando las chispas de la conversación—. No me sorprendería si hay algo de verdad en lo que dice Flint-

—Es que nada de esto tiene sentido —dijo Dean Thomas, cruzando los brazos—... ¿por qué enseñaría en Hogwarts si fuera una traidora? No cuadra-

Hermione , que había estado en silencio, alzó la cabeza. —Si fue Auror, es posible que haya hecho cosas que no pueda contar. Pero eso no la convierte en traidora-

Harry se inclinó -Flint, mejor callate…Sirius nos dio el dia hay que disfrutarlo..-

Cho Chang, un poco más seria, comentó —No deberíamos difundir cosas así sin pruebas-

Draco Malfoy, que hasta entonces había permanecido sentado en un rincón, escuchó todo con creciente irritación. No podía permitir que se hablara de ella de esa manera. Se levantó con furia contenida y habló con una firmeza que nadie esperaba.

—¡Eso es una tontería! —exclamó Draco, su voz cortando el aire en la sala. Todos lo miraron sorprendidos, perplejos ante su inesperada intervención—. ¡No tienen ni idea de lo que hablan!-

La sala quedó en silencio por un momento, todos atónitos de ver a Malfoy defender a alguien que, para muchos, parecía estar en una posición cuestionable.

—¿Ah, sí? —Flint sonrió con malicia, levantándose de su asiento—. ¿Y ahora tenemos que creerle a un Malfoy? Todos sabemos que solo te aceptaron en este programa por lástima y la profesora Dune debe ser una más del séquito de tu padre…-

Ron soltó una carcajada irónica. —Bueno, Flint tiene razón en una cosa a ti te aceptaron por lastima Malfoy…-

Draco lo ignoró y se lanzó contra Flint, sin previo aviso. Los dos cayeron al suelo, intercambiando golpes mientras los demás estudiantes observaban, sorprendidos.

—¡Draco, basta! —gritó Hermione, corriendo hacia ellos, pero no logró detener la pelea a tiempo.

—¡Vamos, chicos, esto no tiene sentido! —exclamó Ginny, intentando intervenir, pero nadie la escuchaba.

Harry y Ron se miraron con resignación y fastidio para separarlos. George observaba la escena al fin trato de intervenir para ayudarlos

—¡Vaya manera de resolver problemas, Malfoy! —mencionó Lee Jordan desde el fondo, aunque sin intención de intervenir.

Draco logró conectar un puñetazo en la mandíbula de Flint, pero este le respondió con un golpe fuerte que lo tumbó al suelo. En ese instante, la puerta de la sala se abrió de golpe.

—¡Basta! —gritó Sirius, su voz resonando con autoridad—. ¡Ambos se irán a correr una vuelta alrededor del campo de Quidditch y luego tendrán que cumplir una guardia en Hogsmeade!

La sala quedó en silencio mientras Draco y Flint, aún respirando con dificultad, se levantaban con la ayuda de algunos compañeros. Aunque ambos seguían furiosos, aceptaron el castigo sin protestar. Mientras se marchaban, los murmullos comenzaron de nuevo.


Tras la conversación con Poppy, Snape apenas podía tolerarse a sí mismo. Las insinuaciones de la enfermera lo habían dejado furioso, y su frustración lo consumía. Pensó que quizás sería más fácil aceptar el trato que Dumbledore le había ofrecido y alejarse de todo lo demás. Estaba harto. Canceló todas sus clases de la tarde sin previo aviso y se dirigió a la oficina de Dumbledore, decidido a renunciar.

—Acepto el trato —dijo con tono cortante, apenas cruzando el umbral de la puerta—. Hazte cargo de todo, estoy harto. Me iré de Hogwarts.

Pero antes de que pudiera terminar, notó que no estaba solo. En la oficina, sentado en una de las sillas frente al escritorio, estaba Lucas, el hijo de Dune . El niño jugaba con algunos objetos mágicos que Dumbledore le había dejado para entretenerse. Lucas levantó la mirada al ver a Snape, sus ojos de un rojo intenso lo observaron con curiosidad.

Dumbledore, siempre calmado, lo saludó con una sonrisa tranquila. —Severus, me temo que éste no es el mejor momento para hablar de ese tema. Quizás deberíamos dejar esta conversación para más tarde.

Lucas, que había estado observando la interacción con gran interés, lo interrumpió, inocente pero con una agudeza que le resultó inesperada a Snape. —¿A dónde va, profesor Snape? —preguntó con voz clara—. ¿Por eso no cumplió el trato? Pensé que me cuidaría.

Snape se quedó helado. Las palabras del niño, aunque simples, lo atravesaron de una forma que no había anticipado. Lucas no era cualquier niño, y lo que dijo sonó más a un reproche que a una simple curiosidad infantil. Lo miró con una mezcla de irritación y confusión, incapaz de entender por qué aquellas palabras lo afectaban tanto.

El niño, perceptivo para su corta edad, parecía intuir que algo no andaba bien. Sus ojos, aunque compartían el mismo tono que los de Erin, no lo miraban con el desprecio que él solía percibir en ella. Había curiosidad, incluso una especie de expectativa, como si Lucas esperara que él cumpliera una promesa que ni siquiera recordaba haber hecho.

—Vendré más tarde —respondió Snape, tajante, girándose hacia la puerta para irse. Sin embargo, sus ojos se encontraron nuevamente con los del niño, y sintió una punzada de incomodidad. No estaba acostumbrado a ser observado de esa manera. Con inocencia, pero también con una inteligencia que lo desarmaba.

Antes de que pudiera salir, Minerva McGonagall entró a la oficina, aprovechando la interrupción. Observó la escena y, con su habitual pragmatismo, se dirigió a Snape. —Severus —dijo con su tono cortés pero firme—, ya que hoy te dio por cancelar tus clases, tal vez podrías ser útil. Sé que no te interesa lo que pase en esta escuela, pero muchos aún tenemos interés en que funcione bien este reinicio. ¿Podrías darle dos minutos al niño? Sólo necesito que Dumbledore firme unos documentos que están pendientes.

Snape estaba a punto de replicar algo mordaz, pero se detuvo. Las palabras de McGonagall le resbalaban, pero la mirada de Lucas no. Ese niño... algo en él lo desconcertaba profundamente. No era solo su parentesco con Erin, era su forma de mirarlo. No había juicio, no había resentimiento. Solo curiosidad, tal vez incluso una pequeña chispa de confianza. Como si, a pesar de todo lo que rodeaba a Snape, Lucas pensara que él cumpliría su palabra.

Snape suspiró, su enojo perdiendo fuerza por momentos. —Dos minutos, entonces —dijo con brusquedad, tomando asiento a regañadientes.

Snape, sin saber exactamente por qué, asintió con una mezcla de desdén y resignación. Aunque estaba frustrado por las palabras de la bruja , accedió a la solicitud. Se quedó en la oficina, observando cómo Dumbledore atendía a Minerva con papeleo, mientras permanecía en silencio, observando al niño jugar con el Sombrero Seleccionador, que parecía algo abrumado por las pequeñas manos que lo manipulaban. El sombrero, en su habitual tono reflexivo, murmuraba mientras Lucas lo colocaba torpemente sobre su cabeza.

—Tu fuerza e inteligencia son dignas de Slytherin, como la casa de tu madre —murmuró el Sombrero—. Pero veo algo de Gryffindor en ti también, aunque si sigues jugando conmigo de esta forma, podrías no recibir ninguna casa —añadió con un tono fastidiado.

Lucas reía suavemente, completamente ajeno al tono impaciente del sombrero. Su risa resonaba en la oficina, una mezcla de inocencia y despreocupación que, inexplicablemente, molestaba a Snape. No era solo la risa, era la escena en su conjunto: un niño demasiado a gusto en la oficina de Dumbledore, el juguete flotante de pociones que el anciano le había acercado con claras intenciones de fastidiarlo a él, sin embargo para el mago solo había una duda que no podía sacarse de la cabeza: ¿Dónde está Dune?

Snape frunció el ceño mientras Lucas agarraba los frascos del kit de pociones básicas y comenzaba a mezclarlos en un pequeño caldero. Aunque las pociones no eran peligrosas, estaba claro que un pequeño caos estaba por ocurrir. Dumbledore, siempre manipulador a su manera, había dejado esos juguetes a propósito. Snape lo sabía; el anciano estaba fomentando algo, una conexión que el propio Snape no deseaba tener.

—¿Acaso tu madre nunca te enseñó a usar un kit de pociones? —preguntó Snape con frialdad, su voz cargada de frustración.

Lucas, sin inmutarse, negó con la cabeza mientras seguía vertiendo ingredientes. —Mi abuelo Moody odiaba a los pocionistas, así que mi mamá solo me explicó lo básico —respondió el niño con la naturalidad propia de su edad.

La mención de Moody hizo que la incomodidad de Snape creciera aún más. Claro, el viejo paranoico que jamás confió del todo en él. Pero Erin... ¿por qué dejaría a su hijo con Dumbledore? Su mente vagaba entre las palabras de Weasley, quien había mencionado que Erin había pasado tiempo con Sirius Black. El solo hecho de imaginarla cerca de Black lo llenaba de una ira contenida.

Peor aún, era pensar que motivaba a Dune en ese instante, tras su revelación de que Bellatrix Lestrange estaba viva, dejando a Lucas en manos de Dumbledore mientras ella parecía estar preparándose para enfrentar todo eso.

¿Por qué confiaba tanto en Dumbledore? Snape miraba a Lucas, intentando analizar cada uno de sus movimientos, buscando algún rastro de menosprecio pero solo notaba Erin en él. Veía un niño que, a pesar de todo, parecía despreocupado, curioso, inocente. El reflejo de Erin no estaba en sus ojos, sino en la manera en que Lucas abordaba el mundo: con esa mezcla de curiosidad y desafio.

Snape observó cómo Lucas fruncía el ceño, frustrado por no obtener resultados con las inútiles instrucciones del juego. El niño había estado esforzándose, pero la poca claridad del manual y la simplicidad del juguete lo desmotivaban rápidamente. Snape, incapaz de ignorar la situación, exhaló con resignación.

—Para ser un buen mago no basta con ser un buen duelista —dijo, acercándose al pequeño caldero para inspeccionarlo—. También necesitas saber cómo manejar pociones.

Al echar un vistazo, vio que las fórmulas eran completamente ridículas: "Burbujeas Cósmicas" y "Chispas Mágicas." Suspiró, reconociendo que aunque era un juego básico y absurdo, Lucas estaba visiblemente emocionado. Snape lo miró con una mezcla de irritación y curiosidad, antes de rendirse a la idea de que, por lo menos, el niño no era completamente inútil.

—Elige una poción —dijo, esta vez con un tono más neutral, aunque aún cargado de fastidio.

Lucas, con los ojos brillantes, revisó el manual y rápidamente eligió la receta de "Chispas Encapsuladas." Snape puso los ojos en blanco, claramente poco impresionado por la selección, pero se inclinó para ayudarle de todos modos. Mientras lo hacía, notó que Dumbledore los observaba con una ligera sonrisa, disfrutando de la interacción de un modo que a Snape le resultaba profundamente irritante.

Pero conforme el niño comenzaba a mezclar los ingredientes, el enojo de Snape comenzó a disiparse, aunque no desapareció por completo. Era una distracción, una forma de evitar pensar en todo lo demás.

—Mezcla el polvo de chispas con el extracto de flores —indicó Snape, tajante, mientras vigilaba cada uno de los movimientos de Lucas con una mirada crítica. A pesar de la simplicidad del juego, el niño lo seguía con una sorprendente concentración. Eso, al menos, era mejor que verlo hacer tonterías.

A medida que el caldero burbujeaba y cambiaba de color, Lucas sonreía con emoción. Aunque el juego en sí era infantil y ridículo, Snape no pudo evitar cierta fascinación por el entusiasmo del niño y su habilidad para seguir instrucciones. Sus propios dedos, acostumbrados a la precisión, se movían de manera automática, corrigiendo los pequeños errores de Lucas y guiándolo sin mucho comentario.

—¿Así está bien, profesor Snape? —preguntó Lucas con seriedad, levantando la vista hacia él.

Snape lo miró un momento, evaluando. —No eres tan mediocre —respondió, con un tono menos cortante de lo habitual, casi como un reconocimiento.

El caldero, ahora lleno de burbujas brillantes y destellos, emitía una serie de pequeñas explosiones coloridas que iluminaban la mesa. Lucas estaba encantado, y pronto una serie de efectos siguieron: burbujas que flotaban con pequeños destello de estrellas, una planta que cambiaba de color de manera ridícula, y un tónico que transformaba el color de los mocos. El desastre que siguió hizo que el líquido se derramara por la mesa, provocando risas sinceras de Lucas.

Snape lo observó, en silencio, su ceño fruncido apenas suavizado por el caos controlado. El niño no era como esperaba.

Snape, aunque por fuera mantenía su habitual expresión de indiferencia, por dentro no podía evitar sentirse atrapado en lo absurdo de la situación. El juego de pociones era infantil, carente de cualquier utilidad práctica, y sin embargo, mientras trabajaba, sus pensamientos vagaban hacia terrenos más oscuros. Los ojos de Lucas, llenos de curiosidad y emoción, eran un espejo de los de su madre, aunque marcadamente diferentes. Erin había mostrado una frialdad y distancia en su última conversación, tan distinta de la apertura inocente del niño, que ahora lo miraba sin miedo ni resentimiento. Era desconcertante que alguien lo viera así, sin esa nube de juicio que siempre lo perseguía.

Mientras Lucas, entusiasmado, tomaba la mano de Snape y señalaba el caldero con orgullo, el mago no pudo evitar una punzada de tristeza. El niño estaba lleno de una vitalidad y una alegría que Snape apenas recordaba haber experimentado en su propia vida. En ese momento, Snape se encontró contemplando un pensamiento dolorosamente imposible y peligroso: cómo habría sido su vida si hubiera tenido la oportunidad de ser un padre. Si hubiera tenido un hijo que lo mirara con la misma devoción con la que Lucas miraba a Erin, tal vez su vida hubiera sido diferente. Pero ahora, se enfrentaba a la realidad de su tiempo desperdiciado, a la vasta distancia entre la promesa de lo que podría haber sido y la realidad de lo que era. Mientras observaba al niño, Snape no pudo evitar sentirse atrapado en la tristeza de una vida que no había tenido, pero que parecía estar al alcance de otros, como Erin, que estaba dispuesta a dejarlo todo por el amor que recibía de su hijo.

Pero rápidamente, Snape desintegró ese pensamiento como una ilusión ridícula y patética, una idea lejana y sentimental que no tenía cabida en su realidad dura y calculada. Era una visión demasiado frágil y distante para ser tomada en serio. Con un cinismo mordaz, el mago se obligó a despojarse de esas emociones, regocijándose en la amargura de su situación actual. A pesar de su resistencia, el niño frente a él no merecía el mismo trato severo que él se daba a sí mismo. Así que, aunque lo hizo con menos dureza de la que le hubiera gustado, Snape se dirigió hacia Lucas, su gesto menos implacable de lo que el mago hubiera querido admitir.

Lucas, entusiasmado, tomó la mano de Snape, señalando el caldero y las pociones con orgullo.

—Mira, profesor Snape, ¿cómo hicimos esto? —preguntó con una sonrisa amplia, los ojos brillando de satisfacción.

Snape, esforzándose por mantener su tono frío, respondió: —No está mal para un primer intento.

Probó la primera poción de burbujas brillantes, y cuando funcionó, simplemente cruzó los brazos, observando al niño mientras jugaba, claramente buscando aprobación. Snape, sin quererlo, notó que su propia atención se desviaba constantemente hacia Lucas, quien seguía mostrándole cada poción como si su validación fuera vital. Y aunque trataba de mantener una expresión neutral, no pudo evitar esbozar una ligera mueca de aprobación cuando la poción de "crece plantas de cristal" funcionó, seguida de la ridícula pero exitosa poción de mocos de colores.

—Cuando veas a Black, dale esta poción —dijo Snape con ironía, lo que provocó una risa contagiosa en Lucas.

A medida que avanzaban, Snape se sorprendió al notar lo natural que se había vuelto la interacción entre ambos. Lucas se sentía cómodo, y de alguna manera, Snape también. Mientras limpiaba la cara del niño, un gesto que realizó con más suavidad de lo que se habría permitido admitir, se percató de lo que estaba ocurriendo en su mente. La idea de huir, de mantenerse alejado de Dune, ya no parecía tan clara. Y peor aún, se mintió a sí mismo al pensar que el niño era simplemente un eslabón mas, un cebo que, si Dune creía que estaba relacionado con él, la haría venir tras de él.

Pero ¿era eso cierto? ¿O había algo más en esa conexión que no quería reconocer? La idea de pensar en el niño como un obstáculo y un detractor para que Dune lo cazara, para obligarlo a testificar era insidioso, una mentira que intentaba creer para no enfrentarse a lo que verdaderamente le inquietaba. Lucas no era solo un eslabón o una pieza que obstruía su partida, era una extensión de ella, y eso lo complicaba todo.

Minerva, desde una distancia discreta, observaba con incredulidad la escena, sorprendida por la forma en que Snape interactuaba con el niño. Dumbledore, quien había dejado de lado unos documentos, también los miraba, pero con un peso distinto en sus ojos. Mientras observaba a Snape, su desdén habitual suavizado por una ligera sonrisa mientras ayudaba a Lucas, una punzada de culpa lo atravesó.

Dumbledore pensó, con tristeza, que si las circunstancias hubieran sido diferentes, si se le hubiera dado una verdadera oportunidad, tal vez Snape podría haber sido un gran padre. Lo que estaba viendo era un destello de lo que podría haber sido: una conexión humana, rara vez vista en el hombre que había soportado tanto dolor y soledad. Y esa visión lo llenó de un profundo pesar por las oportunidades perdidas, las decisiones tomadas, y la vida que Snape nunca tuvo la oportunidad de vivir.

Pero Snape no compartía esos pensamientos. Para él, todo seguía siendo una red de mentiras que se contaba para evitar admitir la verdad. Con el niño de por medio, huir ya no era una opción tan fácil. Y tal vez, en el fondo, sabía que no era solo Lucas lo que lo mantenía anclado aquí.


Antes de regresar al castillo, Erin le pidió a Pierre que hiciera un favor, tenia que ver a Malfoy, asi que caminó con paso firme hacia las celdas subterráneas, donde Lucius Malfoy estaba prisionero, su mente llena de preguntas. Antes de entrar, le había pedido a Pierre que asegurara que Lucius estuviera esposado a una mesa y sin nadie que hiciera ronda , incapaz de moverse libremente. Pierre, siempre eficiente, había cumplido sin hacer preguntas, quedándose a una distancia prudente mientras Erin entraba en la oscura celda.

Al entrar, la luz tenue apenas iluminaba el rostro de Lucius, quien la recibió con una sonrisa arrogante y una mirada llena de veneno.—¿Volviste para asegurarte de que sigo respirando, querida? —escupió Lucius con sarcasmo, su tono despectivo llenando la celda Lucius la miró con recelo, una sonrisa sardónica jugando en sus labios.

—¿Te resulta más cómoda tu celda, Lucius? —le dijo con sarcasmo, sus ojos destilando desprecio—. Al menos aquí no te golpearán.

—¿Debo agradecerte por ello? —respondió con sarcasmo, intentando mantener su tono altanero. El mago la observó con desprecio, sus ojos resplandeciendo con una mezcla de odio y desafío. Pero Erin se mantenía en pie, inmóvil, estudiándolo. Sus gestos, su tono… todo indicaba que no sabía nada sobre Lucas. Si hubiera sabido algo, Lucius lo habría utilizado para manipularla, para controlarla inmediatamente.

-Dale las gracias a tu hijo que pese a ser una mierda con el, pidio clemencia…-aseguro Erin

—Tu negociador vino a verme —escupió con rabia continuó aludiendo a Snape—. Y no creo ni una sola palabra, no confio en ninguno- aseguro

Erin se acercó un paso más, dejando que la tensión creciera en el aire. Su mano se aferró con fuerza a la cadena que lo mantenía atado a la mesa, y con un tirón brusco, hizo que su rostro se estrellara contra la superficie metálica.

—Eres un porqueria, Lucius, entiendo un poco lo de Rabastan.. —susurró con veneno—. pero un padre que dejó que su hijo se convirtiera en lo mismo que tú: un mortífago-

Lucius levantó la cabeza lentamente, con una sonrisa distorsionada por el dolor. No parecía arrepentido, solo resignado.

—Hice lo que tenía que hacer —respondió, su tono frío—. Y Draco... él tiene su propio destino. Al menos yo acepto mis errores. No te debo ninguna explicación. Y más vale que Snape no me traicione, porque si lo hace, lo haré caer conmigo-aseguro lascivo.

Erin lo observó en silencio, su mente trabajando frenéticamente. Snape no le había dicho nada a Lucius, eso estaba claro ahora. Pero ¿por qué? ¿Qué estaba escondiendo Snape? Había tantas incógnitas que se agolpaban en su cabeza, dudas que la hacían tambalearse por dentro, aunque su rostro seguía siendo una máscara de hierro.

—Si no me crees, ¿qué haces aquí, Dune? —preguntó con un tono sombrío y lleno de desprecio—. ¿Vienes a burlarte de cómo destruirás a mi hijo? Sabes que tu pelea es conmigo y con Bellatrix. Ella juró que iría por tu cabeza y la de cualquiera que se cruce en su camino —dijo, su voz goteando veneno—. Yo ya estoy en la cárcel, no me importa si ella me encuentra…

Erin se inclinó hacia él, evaluándolo con una calma peligrosa, sus ojos resplandeciendo con una mirada calculadora.

—¿Y no has pensado que tal vez yo le dé el tónico a Draco? —siseó con cuidado, midiendo cada palabra. Estaba esperando que, si Lucius sabía algo sobre Lucas, ahora lo revelaría, aunque fuera en un arrebato. Como esperaba, Lucius se sobresaltó, el pánico llenando sus ojos. Trató de moverse, de abalanzarse sobre ella, pero Erin lo detuvo rápidamente, empujándolo contra la mesa una vez más. Su mirada era una mezcla de desprecio y satisfacción.

—Por eso tuviste que confiar en Snape, ¿verdad? —continuó Erin con una sonrisa sarcástica—. Has caído tan bajo que no te queda más remedio que confiar en el héroe que traicionó a todos los mortífagos. Qué patético te ves, Lucius.

Lucius intentó recomponerse, pero el destello de incomodidad en sus ojos traicionaba su fachada.

—Snape no confía en mí más de lo que yo confío en él —dijo fríamente—. Pero no tengo otra opción. Prefiero dejar a mi hijo en manos de alguien que no desapareció de la noche a la mañana, como tú, y que luego regresó de la nada… ¿Me pregunto qué te motivó a volver, Dune?

Erin sonrió gélidamente mientras se inclinaba más cerca, sus palabras cortando como cuchillas.

—No soy como tú, Lucius. Yo solo quiero justicia —replicó, aunque su verdadera intención era ver si Lucius sabía algo de Lucas. Pero su reacción la tranquilizó; no había indicios de que supiera la verdad.

Lucius respiraba con dificultad, su rostro aún presionado contra la mesa. Lentamente levantó la cabeza lo suficiente para mirarla con un desprecio helado.

—¿Justicia? —bufó con desdén—. Lo único que lamento es que Bellatrix no te haya cazado antes. Habría sido un peldaño menos que eliminar. Igual que Rabastan.

El comentario golpeó a Erin en lo más profundo. Por un momento, su expresión se endureció, incómoda por la mención de Rabastan. Pero no iba a darle el placer de verla afectada.

—Terminaré contigo, Lucius, pero no le haré ningún daño a Draco. Solo a ti —dijo con voz gélida, dejando clara su advertencia.

Lucius soltó una risa amarga, sus labios torcidos en una sonrisa burlona.

—Qué lástima que no tengas un hijo real, ¿eh, Erin? —dijo con veneno en la voz—. Por eso ahora intentas robarme al mío.

Erin, furiosa, lo empujó una vez más contra la mesa, su respiración pesada, controlando su impulso de hacer más daño. Sabía que Lucius no sabía la verdad sobre Lucas, pero sus palabras habían tocado una fibra sensible.

Antes de irse, lanzó una última advertencia, su voz baja y amenazante.

—No tengo nada contra Draco, pero con respecto a ti y Narcisa, esa es otra historia.-por tu bien, tambien espero Snape tenga claro sus prioridades y no ser tu nuevo compañero de cuarto.-

Con esas palabras, salió de la celda, dejando a Lucius en un silencio cargado de tensión.

Con una última mirada de desdén, se apartó de Lucius y se dirigió a la puerta, su corazón en conflicto. Pierre, que había estado escuchando desde afuera, la siguió de cerca cuando salió de la celda.

—¿Quieres que lo apresen a él también? —preguntó Pierre en voz baja, refiriéndose a Snape.

Erin negó con la cabeza, su expresión tensa y sus pensamientos llenos de incertidumbre.

—No, no… No todavía —murmuró, su voz apenas un susurro. Mientras se alejaba de las celdas, una duda persistente crecía en su interior. ¿Podía ser que Snape, después de todo, estuviera diciendo la verdad?

Pierre se despidió de Erin con su acostumbrada ligereza, sonriendo con una mezcla de afecto y provocación.

—Mañana temprano estaré aquí —dijo, lanzándole una mirada traviesa—. Pero, por favor, mientras tanto no te acuestes con Snape, ni siquiera por odio.

Erin, sin pensarlo dos veces, le dio un golpe en el brazo. Pierre rió, frotándose el lugar donde la golpeó, sin perder su aire burlón.

—se lo cachonda que te pone someter criminales, ya sabes —añadió con un tono juguetón.

Erin lo golpeó de nuevo, esta vez un poco más fuerte, pero Pierre solo alzó las manos en señal de rendición.

—Mañana iré a Hogwarts y nos iremos y si Snape no nos da las coordenadas, te juro que haré que lo encarcelen —dijo, su voz ahora más seria, aunque no perdió la sonrisa..

Erin asintió, dándole a entender que estaba de acuerdo. Tras despedirse de Pierre, volvió a Hogwarts con una mezcla de frustración y confusión que no lograba aclarar. Al llegar, se dirigió directamente a las estancias de Dumbledore, donde esperaba encontrar a Lucas. Al abrir la puerta, lo vio: el niño estaba ahí, pero ya era tarde y se había quedado dormido. Un suspiro de alivio escapó de sus labios al verlo a salvo, aunque el cansancio del día pesaba pesadamente sobre sus hombros.


Dumbledore, tras retomar su rol de cuidador de Lucas, parecía haberse distraído de la razón original de la reunión. Mientras organizaba algunas cosas, lanzó una pregunta hacia Snape con un tono despreocupado que apenas escondía la tensión subyacente.

—¿Estás listo para irte?

Snape lo miró con repudio, conteniendo su desprecio por la situación.

—No voy a huir —respondió con frialdad—. Esperaré a Dune.

Justo cuando se disponía a salir, Lucas, quien había estado observando en silencio, corrió hacia él. El niño, con la inocencia que contrastaba con la tensión del momento, lo miró con una mezcla de timidez y esperanza.

—¿Vas a volver otro día? —preguntó, alzando la mirada hacia Snape—. ¿Podremos jugar otra vez?

Snape, incómodo, no respondió directamente. Miró al niño un momento, sus ojos oscuros y carentes de la ternura que Lucas podría haber esperado. Antes de que pudiera decir algo, el niño le tendió un pequeño frasco, una mezcla que había hecho durante su tiempo juntos.

—Es lo que hicimos hoy —dijo Lucas, con orgullo en su voz.

Snape tomó el frasco sin hacer ningún comentario. Lo guardó en un bolsillo de su túnica, manteniendo su habitual semblante imperturbable.

—Ve con Dumbledore, Lucas —dijo finalmente, su tono cortante.

El niño, sin entender del todo la frialdad de Snape, se volvió hacia Dumbledore, quien observaba la interacción en silencio. Snape, sin mirar atrás ni despedirse de nadie, salió de la habitación. No tenía intención de prolongar la charla con Dumbledore ni de hacerle creer que su autoridad importaba más de lo estrictamente necesario.


Dumbledore, sentado en su escritorio, la observaba con su característica calma, como si todo lo que ocurría fuera parte de un gran plan que solo él entendía. Cuando ella se acercó, levantó una ceja inquisitiva.

—¿Cómo te fue? —preguntó suavemente—. ¿Al fin me dirás qué está pasando o solo te llevarás a Snape a una celda, como insinuó esta mañana?

Erin negó con la cabeza, dejando escapar un suspiro profundo, pero no respondió de inmediato. Estaba demasiado atrapada en sus propios pensamientos, tratando de comprender lo que realmente estaba ocurriendo con Snape. La situación con él era un enigma. No había dicho nada a Lucius sobre Lucas, y aunque eso no era una prueba definitiva de confianza, era suficiente para hacerla titubear. ¿Por qué no lo había hecho? ¿Qué ganaba guardando silencio? Cada vez que trataba de darle sentido, se encontraba aún más confundida.

—No puedo contarte todo aún, Albus —dijo finalmente, con la voz cargada de cansancio—. Ni siquiera yo sé exactamente qué está pasando... Pero Snape... No ha dicho nada a Lucius sobre Lucas, y aunque eso no me da razones suficientes para confiar plenamente en él, es... algo, solo te pido que le pidas a la orden, resguardar a Lucas y a Draco Malfoy- aseguro al fin.

Dumbledore la observó en silencio, permitiendo que sus palabras llenaran la sala, sabiendo que Erin necesitaba tiempo para entender lo que estaba ocurriendo dentro de ella. Erin, por su parte, solo sabía una cosa con certeza: su propia confusión y la incertidumbre sobre Snape estaban comenzando a desgastarla.

Dumbledore la miró, visiblemente removido. Entendía su necesidad de proteger a Lucas, pero la mención de Draco le resultaba más compleja.

—¿Por qué Draco? —preguntó con una leve inclinación de la cabeza.

Erin, evitando dar más detalles, respondió con un suspiro cargado de frustración.

—Su padre loco cree que quiero dañarlo, y no quiero que le pase nada —murmuró.

Dumbledore la observó en silencio durante un momento antes de asentir con comprensión.

—Convocaré a la Orden —dijo lentamente—, pero debes saber que, al hacerlo, involucrarás a muchos, y tendrán dudas.

—Lo sé —dijo Erin, con la mirada fija en el suelo—. Entonces les dirás que algunos mortífagos me están persiguiendo, y por eso tuve que salir hoy.

Dumbledore asintió en silencio, mientras Erin miraba de reojo un par de frascos que Lucas tenía frente a él, probablemente materiales de alguna poción en la que Dumbledore lo había dejado experimentar. Su mente seguía trabajando, intentando encontrar una solución a la maraña de problemas que la envolvía.

Dumbledore esbozó una sonrisa burlona mientras ella alzaba uno de los frascos con gesto pensativo.

—Para ser un traidor —dijo Dumbledore con tono juguetón—, Snape es sorprendentemente buen niñero, ¿no crees?

Erin lo miró con una frialdad que heló el ambiente, el hecho de que Snape había cuidado de Lucas, aunque solo fuera por un rato. No era algo que hubiera esperado de él. La simple idea la hacía sentir rara, descolocada. ¿Qué significaba eso? ¿Estaba cambiando algo en Snape o simplemente era otra de sus maniobras impredecibles?

—Parece que no valoras mucho tu vida —respondió, sus ojos brillando con una mezcla de ira contenida—. ¿De verdad crees que parte de cuidar a Lucas es dejarlo con ese imbécil traidor? Snape no es alguien en quien se pueda confiar.

Dumbledore, sin perder la calma, la miró con paciencia y firmeza.

—Por el contrario, Erin. Valoro mi vida lo suficiente como para dejar a Lucas en manos del único mago que, a pesar de todo, se mostró impecable en los pocos minutos que estuvo con él. Si eso te molesta tanto, no lo dejaré más bajo el cuidado de Snape... aunque no estoy seguro de que Lucas opine lo mismo.

Erin cerró los ojos un instante, intentando calmar el torbellino de emociones que la envolvía. Sabía que discutir con Dumbledore era inútil,sabiendo que discutir con el era como intentar mover una montaña, pero no podía dejar de lado la creciente sensación de incomodidad que Snape le generaba.

—De cualquier forma —dijo con sarcasmo—, parece que su niñera, si no acepta lo que pediré, podría terminar siendo compañero de celda de Lucius.

Dumbledore se levantó de su silla, y su expresión se volvió seria.

—No puedo permitir que eso ocurra, Erin. Y si llegara el punto, sabes que tendré que protegerlo.

Erin lo miró con intensidad, aceptando el desafío en su mirada. La situación se había convertido en algo personal, y sentía que estaba perdiendo el control. Cada decisión que tomaba parecía desmoronarse ante la incertidumbre de no saber en quién confiar.

—Puede que tú confíes en Snape, Dumbledore —dijo con la mandíbula apretada—, pero yo no...

Dumbledore mantuvo su compostura, sus ojos reflejando una sabiduría que Erin, en su frustración, no podía entender del todo.

—Quizás tú no confíes en Severus, pero yo lo hago —dijo con calma—. Y si algo he aprendido en todos estos años es que, a veces, confiar en quienes los demás consideran indignos es lo que nos salva.

Erin sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Recordaba las palabras de Alastor Moody, siempre tan desconfiado. Él también le había advertido sobre confiar en las decisiones de Dumbledore, y ahora esas advertencias resonaban con más fuerza.

—Tengo que hablar con Snape —dijo finalmente, con un tono más sereno—. Solo entonces podré decidir si estamos en la misma página... o no.

El peso de todo lo que se avecinaba presionaba su pecho. El futuro estaba lleno de incógnitas, y Erin sabía que cada paso que daba estaba lleno de peligros, no solo para ella, sino también para Lucas.


Erin apareció en su despacho, la tensión en el aire tan palpable como la frustración que sentía. Al llegar, sus ojos captaron de inmediato a Snape. Estaba sentado, pálido y visiblemente cansado, pero aún esperándola, como si no le importara cuánto tiempo hubiera pasado. A pesar de su malestar, Erin no pudo evitar notar algo más: el mago había intentado curarse solo. Los vendoletes apresurados y la manera en que se aferraba a su túnica con una mano delataban su terquedad.

Con un suspiro de resignación, se acercó, sin decir nada al principio, y comenzó a ayudarlo. Snape no se opuso, aunque su mirada se mantenía fría y desafiante. Mientras le aplicaba el ungüento de la mesa , su mirada noto algo inesperado: un pequeño frasco en su mesa, idéntico al que Lucas tenia. Erin lo observó por un momento, una sensación extraña revolviéndose en su interior. ¿Por qué tenía un frasco de esos? Se sintió confundida, algo incómoda, pero trató de apartar esos pensamientos.

—No creo que hayas estado esperando todo este tiempo para que nos quedemos callados—dijo finalmente Snape, su tono frío y distante, rompiendo el silencio. No la miraba directamente, como si estuviera tratando de no mostrar lo afectado que realmente estaba.

Erin, ignorando el comentario y el extraño frasco, terminó de aplicar el hechizo con precisión antes de hablar, su voz firme y determinada.

—He tomado una decisión —dijo, sin rodeos—. Me darás la ubicación de la bitácora, y hasta que la tenga, sabré qué hacer.

Snape cruzó los brazos, su semblante inalterado, aunque claramente irritado por la situación.

—No te la daré así como así —respondió con una calma gélida—. No sin ir yo también.

Erin lo miró, perpleja ante la audacia de su respuesta. El descaro del hombre la desconcertaba. ¿Cómo se atrevía a poner condiciones después de todo lo ocurrido?

—¿De verdad tienes la audacia de poner condiciones? —respondió ella, su tono cargado de incredulidad—. Después de todo lo que has hecho.

Una ligera sonrisa, fría y calculada, se formó en los labios de Snape.

—Así es. Nada me asegura que, una vez tengas la bitácora, me dejes en paz.

La frustración de Erin creció. Su mirada se endureció.

—Podría pedirle a Pierre que te haga prisionero en este mismo momento —dijo con un filo en su voz—. No me importaría lo que Dumbledore opine al respecto.

Snape soltó una risa baja, casi burlona.

—No necesito a Dumbledore para escapar, pero no tengo intención de hacerlo —respondió con su habitual calma glacial—. Si vas a las coordenadas, iré yo también, y eso es definitivo.

Erin negó con la cabeza, sin ninguna intención de ceder ante sus demandas.

—No voy a negociar contigo, Snape. No te lo mereces.

Snape entrecerró los ojos, su voz cargada de sarcasmo.

—¿Por qué? ¿Es porque te dije la verdad? ¿O porque antes de eso me acosté contigo? Al parecer, eso no te afecta mucho si te acuestas con cualquiera en Hogwarts. ¿No tuviste un buen desayuno con Black?

La insinuación la tomó por sorpresa. ¿Celos? La idea parecía absurda, pero la atacó en lo más profundo. Se reprimió mentalmente por siquiera considerar tal cosa. No, esto no tenía nada que ver con celos. Era simplemente el papel que Snape jugaba, manteniendo todo a distancia. Pero no tenía derecho a hablar de su vida privada.

La tensión entre ellos aumentó, cargando el aire de incomodidad y resentimiento.

—No, la verdad es que no me importa lo que ocurrió entre nosotros —replicó Erin, su voz más fría—. Lo que realmente me molesta es que sigas creyendo que puedes hablar de mi vida privada cuando tú mismo dejaste claro que solo fue sexo. Y, claro, no confío en ti, pero haré una excepción esta vez. No le dijiste nada a Lucius sobre Lucas, y eso es suficiente... por ahora. Pero si vienes, será sin tu varita. Tendrás que entregármela.

Snape se removió incómodo ante la falta de una negativa clara sobre Sirius. Esa revelación le quemó más de lo que estaba dispuesto a admitir. El hecho de que ella no negara de plano la insinuación sobre Black lo afectó más de lo que quería reconocer. Pensar en Erin con otro hombre, y peor aún, con Sirius Black, era más de lo que podía soportar.

Apretó los puños, irritado.

—Eso es ridículo —espetó, su voz cargada de impaciencia y algo más que no podía nombrar.

Erin no retrocedió ni un paso.

—Si no lo haces, pediré a Pierre que extraiga las coordenadas de la mente de Lucius usando Legeremancia —dijo, exasperada—. Además, no veo por qué te cuesta tanto. Si no mal recuerdo, ya has estado desarmado y sin ropa antes conmigo. No creo que esto te cueste mucho trabajo. A menos, claro, que solo estés dispuesto a dejar tu varita cuando te acuestas con una mujer.

La insinuación golpeó a Snape con fuerza. Después de unos tensos segundos de silencio, en los que parecía debatirse internamente, finalmente asintió. Sabía que Erin no iba a retroceder, y por el momento, no tenía más opción que aceptar sus condiciones.