-Ay!-se quejó débilmente al chocar con lo que pensó debía ser un poste de luz o un muro de contención, por lo duro que era. El impacto casi la hizo caer pero se las arregló para no hacerlo.
Se llevó la mano a la frente, un poco aturdida por el golpe. No recordaba que hubiera algo así en su camino. Quizás era su culpa por ir distraída mirando su teléfono.
Como sea, se dijo y levantó el rostro con el ceño fruncido, solo para descubrir que no se trataba de una pared de concreto frente a ella, más bien era un apuesto hombre quien la miraba fijamente, de seguro esperando una disculpa suya.
Una disculpa. Claro que debía disculparse!, es solo que, por alguna razón, su voz no encontraba salida en sus labios.
Sus ojos, de un particular tono azulado, se alejaron por un momento, parecían reconocer a alguien, en un punto distante tras de ella. Luego, su mirada regresó a su rostro.
No dijo nada. Solo la miró unos segundos más antes de marcharse.
Ella permaneció ahí, en la vuelta de la esquina preguntándose si es que había visto al hombre de su vida o solo a otro patán de la ciudad.
El teléfono retumbó en su mano devolviéndole a la realidad, sonrió al ver el nombre en la pantalla.
-Estoy por llegar, justo voy a cruzar la calle en este momento-respondió animada apenas la llamada se conectó y tal como dijo, cruzó la tranquila avenida y entró al lugar donde su cita de siempre la esperaba ya.
En un acto totalmente inédito en su existencia, el hombre se volvió antes de entrar a la tienda para ver a la joven de cabello corto entrar en el local, siendo recibida por una mujer apenas mayor, a la cual abrazó con cariño.
-Una reunión entre hermanas o amigas?- meditó mientras pagaba la caja de cigarrillos que, como siempre, dejó olvidada en el bolsillo de su chaqueta de cuero para cuando hiciera falta.
Nunca fumó en su vida, la peste le irritaba la nariz, sin embargo era un hábito aprendido el llevar siempre una caja con él. Los delincuentes en prisión apreciaban ese tipo de objetos.
Salió de la tienda y sin poder evitarlo volvió a mirar una vez más en dirección a ella. La descubrió sentada junto al cristal de la ventana, contando alguna anécdota y riendo alegre ante la otra chica de largo cabello castaño y por un segundo, solo por un segundo se imaginó a sí mismo ocupando el lugar frente a ella para apreciar mejor su dulce sonrisa.
-Concentrate-se dijo al notar cierta similitud con aquella chica del metro, pero continuó su camino sin más demoras.
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-Dime, acaso pedí a una pelirroja alguna vez antes?-sentado en su cómodo sofá el hombre melena castaña cuestionó sin prisa al nervioso sujeto frente a él.
-Señor, señor, verá, es que yo pensé...
-Pensaste? Tú?-lo interrumpió con una sonrisa burlona, inclinándose hacia él levemente.
Sí, ese sujeto era el encargado de proveerle jóvenes acompañantes a quienes solicitaran sus servicios y conocía muy bien sus gustos pero en lugar de buscarle a una chica de cabello negro se atrevía a llevarle a él, una mujer de cabellos rojos.
Qué descaro!
-Querida mía, ve con mi guardaespaldas. Recibirás tu paga, pero no es necesario que sigas más tiempo aquí-le anunció con amabilidad a la mujer.
Ella asintió aterrada, nerviosa y confundida. Salió de ahí sin perder ni un segundo.
Era la primera vez que se metía en un problema como ese y estaba segura que sería la última. Ni aunque en verdad necesitara el dinero volvería a estar en una situación así. Lo había hecho esperando no sabía bien qué, pero en definitiva no lo haría nunca más.
Miró hacia atrás antes de salir y vio el horror dibujado en el rostro del hombre que la otra noche se le había acercado en la discoteca para convencerla de unirse a su "agencia".
Esa noche se sentía aburrida entre el bullicio y la mala compañía. Entonces recordó haber guardado la tarjeta de aquel tipo. Le llamó por mera curiosidad y él, gustoso, se apresuró a proponerle reunirse con un cliente dándole apenas algunos detalles.
Antes de que la puerta se cerrara alcanzó a ver cómo el sujeto que la contacto era golpeado en el rostro por aquel imponente hombre, derribándolo en el acto.
-Toma el dinero-le ordenó el guardaespaldas-Y lárgate de una vez, has tenido suerte-añadió con mal gesto
-No hace falta que me paguen, ni siquiera he hablado con él-replicó nerviosa. Lo único que deseaba era salir corriendo de ahí.
-Solo tómalo y vete!-le gritó extendiendo el sobre desbordado de dinero
-De acuerdo-respondió con dudas y tomándolo salió sin mirar atrás. No sabía el nombre de ese tipo ni le importaba, solo quería marcharse pronto de ahí.
Ese hombre estaba loco de remate. Había algo en él, en su mirada vacía y retorcida que le erizaba el vello del cuerpo.
Detuvo un taxi y se marchó casi temblando de ahí.
Ni una locura más!-se dijo convencida, aunque en realidad, en lo más profundo de su ser, sabía que no renunciaría por lo pronto a sus líos nocturnos.
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-Y, cómo has estado, Akane? Escuché que en la oficina te echaban todos de menos.
-Lo sé, también yo los extraño. Es solo que aún no estoy lista para regresar al trabajo. Me da pánico tener que entrar al subterráneo. Y aún no puedo permitirme comprar un auto.
Su hermana le sonrió con cariño y le tomó de la mano. Ella le devolvió la sonrisa
-Sabes qué?, olvídalo. Mejor mira esto!-dijo al tiempo que sacaba una tablet de su bolso.-Son los modelos que escogí, qué opinas? Te gustan o los odias?
Akane tomó el dispositivo y, con la seriedad de un crítico de modas, evaluó los diseños.
-Me gustan todos, pero en mi opinión te verías muy linda en el número 6-concluyó con propiedad.
-También pensé lo mismo, de hecho estaba entre el 6 y el 1.-exclamó feliz Kasumi.
Ambas rieron de buena gana. Solían jugar de esa manera cuando eran niñas. Solo que ahora no se trataba de un simple juego, sino de la elección del vestido de novia de su hermana mayor.
-El uno me tentó, a decir verdad. Pero para mi opinión experta y conocedora, el 6 es el destinado para tí-aseguró llevándose la mano al mentón al tiempo que le guiñaba un ojo.
Durante los últimos meses, poder reunirse con su hermana en esa cafetería era lo mas lejos que había logrado llegar.
Era una vergüenza, pero se estaba esforzando por dar un paso a la vez fuera del cascarón.
