La risa de Mérida hace que Elsa ruede los ojos.

—Anna, por millonésima vez, tiene un nombre de verdad, deja de llamarlo Don Gato —sabía que no llevaba recriminándole ese detalle demasiadas veces, pero quería terminar con toda esa tontería antes de que el problema se extendiera demasiado.

Su hermana sonríe mientras se oculta un poco tras su novia. —Es que no me acuerdo de cuál era.

Antes de que Elsa pudiera responder, Honeymaren se deja caer bruscamente a su lado en el gran sofá del espacioso apartamento de Mérida. —Empezaba con H y era raro, ¿Harold tal vez?

—Creo que era Harry —responde Luisa.

—¿Harry Potter? —propone entre risas Rapunzel.

You're a wizard Harry —responde de inmediato Hans con su mejor voz de anciano, logrando que la mayoría de las chicas estallen en risas mientras que Elsa se limita a rodar los ojos con molestia—. Oh, vamos nena, diviértete un poco, esto es sana diversión.

—A ver, es que el nombre sí que es raro.

—Ajá —asiente Hans, sonriendo con malicia.

—Y sí que empieza por H —añade, señalando a Honeymaren quien sonríe orgullosa.

—Solo suéltalo —gruñe Kristoff mientras se inclina para desordenar el cabello—, ¿qué tan malo puede ser?

Elsa dibuja una mueca en su rostro. —Hiccup Haddock.

—Joder —suelta de golpe Mérida, casi de inmediato—, sí que era malo.

—Creo que Don Gato es mil veces mejor.

—Chica, solo por eso deberías de intentar pasar de él —bromea Isabela, aguantándose mucho las carcajadas mientras Luisa le dedica una mirada de reproche por su comportamiento.

—¿Ese no era el que habíamos coincidido todos que era muy atractivo? —pregunta Kristoff con el ceño fruncido—. Aparte del ex-novio cachas de Rapunzel, evidentemente.

—¿Podemos dejar de mencionar a mi ex-novio?

—Rapunzel, nena, haber buscado otra excusa en ese momento, te vendiste tú sola —responde de inmediato Mirabel—. Podemos empezar a llamarlo "tu momento más humilde" ¿eso estaría mejor?

Rapunzel frunce el ceño confundida. —¿Cómo podría ser mejor eso?

—Bueno, tiene algo de gracia la verdad —comenta Anna con una sonrisa de oreja a oreja—. Tampoco es tan malo, nada puede ser peor que un tío llamado Hiccup Haddock que hemos decidido apodar Don Gato.

—Anna, de verdad que si un día me mato, será tu culpa.

Luego de haber estado en completo silencio por unos largos segundos, Hans finalmente pregunta. —¿Cómo siquiera gimes ese nombre?

El silencio toma por completo la habitación, las miradas de inmediato vuelan hacia el único pelirrojo del grupo de amigos.

—Eres imbécil —el insulto de Elsa es lo primero en llegar.

—Bueno, eso creo que Elsa lo descubrirá pronto —añade Mérida sonriente—, luego nos comentas, ¿vale? Que sabes que no te dejaremos en paz hasta que nos resuelvas esa duda

—Creo que prefiero mataros a todos vosotros.

Isabela ladea levemente la cabeza. —Como mujer lesbiana que soy, esa información no me sirve de nada, pero la verdad tengo curiosidad.

—Creo que deberías acostarte con él solo para descubrirlo —bromea Kristoff mirando fijamente a Elsa, con una sonrisa pícara en el rostro mientras que sus cejas suben y bajan burlonamente—. Ya sabes, por motivos científicos y filosóficos completamente profesionales. El hecho de que es evidente que te lo quieres follar cuanto antes mejor es irrelevante por completo.

Elsa se limita a hacerle una peineta, intentar lastimar físicamente de alguna manera a la masa de músculos y resistencia que era Kristoff Bjorgman era sencillamente una tarea ridícula en la que no invertiría su tiempo ni esfuerzo.

—Aunque, honestamente, nuestro querido Don Gato tiene pinta de los que prefieren apodos en la cama —comenta con fingida inocencia Mirabel.

—Oh, ¿cómo papi? —pregunta Hans inclinándose hacia Elsa, disfrutando la manera en la que las mejillas pálidas de su amiga se llena de color.

Honeymaren suelta una carcajada. —O tal vez algo más del tipo BDSM, como Señor Haddock.

Elsa se remueve incómoda por la manera en la que Honeymaren ronronea esas últimas palabras, se apresura a tomar uno de lo suaves cojines para poder taparse la cara y se regaña a sí misma nuevamente por sentir esa tonta necesidad y "responsabilidad" de contarle todos los avances de su vida amorosa a sus amigos.

—O tal vez algo más fuerte —dice entonces Mérida, con una sonrisa cruel—. ¿Te ves capaz de llamarlo amo?

El cojín termina impactando contra la cara de Mérida.

—Tengo fotos y vídeos de su gato siendo adorable —anuncia sacando su móvil de su bolsillo, decidiendo así también sacar de inmediato su as bajo la manga—, si queréis verlos y que os los envíe tenéis que prometer jamás volver a tocar este tema en la vida.

—¡Trato hecho! —responden todos mientras se apresuran a rodear a Elsa para poder ver la pantalla de su teléfono. Elsa suspira aliviada, está realmente sorprendida de que hayan aceptado tan fácilmente y de inmediato. Hans parece un poco decepcionado por haber aceptado a no molestar más con ese tema, pero un trato era un trato, eso era algo que esos dos sabían perfectamente.

Pero Elsa solo había dicho de no molestar con un tema en particular, otros temas seguían perfectamente abiertos. Lo cierto es que la mayor de las hermanas Queens debió de haber notado que algo cruel se le estaba ocurriendo a Hans cuando lo vio sonreír de oreja a oreja.

—Oye, pero todo el rollo de que te mole tanto el tío este y que seáis vecinos me hace preguntarme una que otra cosa.

—Miedo me das —masculla Elsa al ver la sonrisa juguetona en el rostro de su amigo, está tan centrada en prepararse para lo que sea que Hans estuviera planeando tirar en su dirección que ni tan siquiera se da cuenta de que Luisa ha tomado su móvil para seguir viendo los vídeos y fotos que había tomado del pequeño y encantador Chimuelo.

—¿Qué tan exclusiva eres en estos momentos? —pregunta con fingida preocupación, inclinándose un poco más hacia su amiga.

Elsa no puede evitar soltar una risa. —Pero bueno, ¿a ti eso que te importa? —cuestiona con doble sentido, decidiendo cortar un poco más la distancia entre ella y Hans.

Ante la mueca de Kristoff, es Hans quien se aparta a una distancia normal.

—No te hagas ilusiones, reinita —responde rápidamente, guiñándole un ojo—, es que me da mucha curiosidad qué piensas hacer con toda esa gente en la que te habías fijado, ¿ya te has decidido por tu vecino? ¿o todavía te interesan los demás?

Honeymaren se mete de inmediato en la conversación. —Muy buena pregunta, Hans, porque yo no iba de broma con lo de que me presentaras a esa tal Esmeralda —recuerda con una sonrisa coqueta viajándole de oreja a oreja—. Un poco triste que tú decidas ignorar a una chica como ella, pero, oye, tú sabrás.

Elsa suelta un pesado suspiro mientras se recuesta contra el respaldar del sofá.

—La verdad es que ni lo había pensado, ¿no sería muy apresurado sencillamente enfocarme por completo en el primero que he conocido? Ni siquiera he comenzado a hablar con los demás.

Isabela se mete en la conversación en ese momento. —Joder, pero sería incómodo que te viera saliendo a una cita o algo por el estilo, ¿no te molestaría ver a tías saliendo y entrando de su apartamento?

—Vamos a ver, que no es como si fuéramos ya pareja, no somos exclusivos ni nada, si ni siquiera llevamos una semana de conocernos.

—Pero le gustas —remarca con obviedad Isabela—. Elsa, nena, sabes que te quiero, pero tienes la horrible manía de ignorar cuando le gustas a alguien solo porque a veces te cuesta sentar cabeza en una sola persona.

Elsa desvía rápidamente la mirada lejos de Honeymaren e Isabela, sabía perfectamente que ambas habían tenido —si es que no los seguían teniendo— sentimientos muy intensos por ella, sabía incluso que ambas habían estado furiosas cuando, luego de años de coqueteos y tontear un poco, había terminado por empezar una relación seria con alguien completamente diferente. Sabía perfectamente que eso casi había arruinado su relación y que ella misma se pusiera tan pegajosa y coqueta cuando estaba borracha no ayudaba en nada para aliviar la tensión entre ellas. Y aunque aquello no era algo que había hecho por primera vez con ellas, nunca se había detenido a pensar que se le estaba haciendo costumbre.

Hans, que no puede evitar querer defender a su amiga de cualquier cosa —incluso de críticas completamente lógicas— decide bromear un poco para aliviar el ambiente. —Hombre, si a mí me llovieran los tíos y las tías como a ella también me costaría sentar la cabeza en una sola persona. Si es que la monogamia está muy sobrevalorada.

Honeymaren suelta una risotada. —Oh, ¿tú quieres soltar eso? ¿Estás seguro?

—¿Qué intentas insinuar?

—Hans, ¿te tengo que recordar que casi lo dejas con Kristoff porque te enteraste que se acostó con mi hermano antes de empezar a salir contigo?

El pelirrojo salta indignado en ese preciso momento. —¡Porque el imbécil de Rider sigue insinuándose a Kristoff cada vez que lo ve! ¡Me enteré que se habían acostado porque el muy cabrón me lo presumió en una fiesta! ¡Tu hermano es un roba novios!

—Digo yo que para ser un roba novios tendrías que robar un novio —comenta Rapunzel un poco por lo bajo, incapaz de contenerse las ganas de querer aportar algo a la extraña conversación.

—Ah, es que lo es, se acostaron cuando Kristoff y yo éramos pareja —aclara Anna con tranquilidad sin dejar de ver uno de los miles de vídeos del gato de Hiccup.

Kristoff se sonroja por completo cuando Rapunzel lo observa completamente incrédula, con la boca completamente abierta y todo. Lo único que lo tranquiliza es que la nueva novia de su amiga no parecía indignada o asqueada de él.

—Estaba borracho y llevaba meses finalmente planteándome cosas sobre mi sexualidad, y pues... siempre le he gustado a Rider —intenta justificarse como puede—. Pero que quede claro que fue consentido, íbamos igual de borrachos los dos, y cuando me desperté lo primero que hice fue confesarme con Anna.

—Bueno, me llamaste también justo cuando acabasteis, a las tres de la madrugada —comenta con una sonrisa burlona Anna—. Aunque supongo que puedes no contarlo porque estaba medio dormida y no te entendí absolutamente nada.

Kristoff sonríe con falsa dulzura. —Como siempre, puedo confiar en ti para que me recuerdes mis momentos más vergonzosos.

—Volviendo al punto que nos importa —suelta con algo de brusquedad Isabela, aunque con una que otra risa de por medio—. Elsa, cielo, aclárate si quieres algo serio o no con el tío ese, porque tendría todo el derecho del mundo a decidir mandarte a tomar por viento si ve que sigues quedando con otra gente cuando es claro que le gustas mucho.

Es entonces que Mérida se mete bruscamente en la conversación. —Aunque también está el detalle de que tampoco creo que sea la mejor opción sencillamente tirarse de cabeza por el primer tío que ha empezado a coquetear contigo. Vale que ahora te mola y te gustaría acostarte con él, pero ¿qué pasará en una o dos semanas cuando te des cuenta que es todo tensión sexual?

Elsa vuelve a cubrirse la cara con una almohada mientras masculla varias maldiciones. —¿Por qué no simplemente dejo que todo fluya con naturalidad? Si voy a una cita con alguien más pues tampoco debería de pasar nada. Si la verdad es que me sorprende que no tenga a tías saliendo 24/7 de su apartamento.

Es entonces que, de momento a otro, Luisa se levanta, lo hace con su vaso vacío en la mano así que la mayoría asume que solo va a servirse un poco más de bebida. Mientras se encamina a la cocina, va diciendo: —Tal vez porque no todo el mundo tiene esa pasión tuya por relaciones de una sola noche, Queens.

Mientras que sus hermanas se ríen, Elsa finge estar ofendida.

—¡Luisa Madrigal! —la llama levantándose levemente del sofá para seguir mirándola mientras se va a la cocina—. ¿Me estás llamando puta?

Ella se voltea con una sonrisa enternecedora. —Pero con todo el cariño del mundo.

Entre todas las risillas que resuenan por el apartamento, la de Elsa se escucha con más fuerza.


El silbido coqueto que Jack suelta causa que Hiccup gruña por lo bajo, tal vez se trate por todos los comentarios que el castaño sabía que se venían en ese momento, pero la cosa es que golpeó con más fuerza a aquel sujeto que llevaba ya bastantes horas rogando por clemencia sin importarle en lo absoluto que se había dicho a sí mismo como hace quince minutos que ya lo dejaría en paz y saldría cuanto antes de aquel condenado sótano apestoso.

—Pues sí que es tan guapa como insistes —dijo finalmente, sonriendo de lado y aún mirando fijamente la pantalla de su teléfono, el cual acababa de tomar justo cuando Hiccup estaba demasiado ocupado.

—Deja de perder el tiempo y ayúdame con esto —gruñe apuntando con la cabeza al resto de sujetos que ya habían perdido la conciencia, o tal vez la vida—. ¡Frost! —lo llama con rabia, no importa mucho que estuviera usando su nombre de verdad, no es como si ninguno de los sujetos amarrados en ese sótano llegaran a salir con vida para contárselo a nadie.

—Ahora comprendo por qué has estado como imbécil, lo que haría yo por tener mi diversión con ella —la sonrisa de Jack se extiende incluso más cuando logra escapar al menos por unos segundos del agarre de su jefe, sabía perfectamente que como lo atrapara terminaría peor que todos aquellos desgraciados a los que estaban prepararon para los interrogatorios de la señora Haddock.

Y aunque sabe que recibiría una buena paliza por ello, no puede evitar querer seguir tentando su suerte, alterando el humor de Hiccup.

—Las cosas que le haría yo a esa zo-

El teléfono se le escapa hasta estrellarse secamente en el suelo cuando una de las manos de Hiccup le rodea el cuello. Aunque se le va el aire, sonríe con burla. Tiene que admitirlo, en la vida lo había llegado a ver tan furioso como en ese preciso momento, incluso llegó a preguntarse por unos segundos si Haddock sería capaz de matarlo.

Aunque claro, muerto él, nada más que el caos y el desastre llegaría hasta las puertas de la familia Slange.

—Cuida tu puto lenguaje cuando hables de mi mujer —ordena mientras aumenta la presión de su agarre—. Es más, no te atrevas a volver a hablar de mi mujer. Si tan siquiera llegó a creer que has vuelto a hablar de ella haré que lamentes el día que la puta de tu madre decidió abrirse de piernas para el capullo de tu padre, ¿te ha quedado todo claro, Frost?

Desprovisto de aire y la capacidad de hablar, Jack solo asiente varias veces.

No se esperaba que Hiccup le diera un puñetazo en el estómago antes de soltarlo. Se dobló sobre sí mismo y cayó de rodillas en el suelo, tuvo que sujetarse en una de las mesas metálicas para no caer también sobre su rostro. Se quedó un largo tiempo recuperando el aire, aferrándose al oxígeno hediondo de aquel maldito sótano.

Se aseguraría que lo limpiaran bien en cuanto Haddock terminara de desquitarse con esos sujetos.

—Recuerda no matarlos —es lo primero que le dice cuando recupera todo el aire y se levanta algo tembloroso. En el rostro de Jack, una sonrisa se sigue forzando—. Tu madre los necesita con vida.

El diente que sale volando de la boca de ese pobre desgraciado es la obvia prueba de que Hiccup está escuchando absolutamente nada. Jack chasquea la lengua con molestia antes de encaminarse hacia el telefonillo viejo y oxidado de la habitación mientras se pasa una mano por la cara lleno de frustración.

Presiona el botón rojo y no empieza a hablar hasta que Fishlegs se lo indica.

—Creo que estos cinco ya están dispuestos a hablar con la jefa, venid a por ellos antes de que al bueno de Haddock le parezca correcto matarlos.

Escucha la risa de Fishlegs del otro lado, por lo que se asegura de dejar en dejar en claro que hablaba completamente en serio con ese tema, la respuesta apresurada y levemente sorprendida de Fishlegs es la confirmación que necesita de que no tendrá que molestar él en alejar a Hiccup de ninguno de los sujetos encadenados, alguien más se encargara de ese trabajo.

En cierto punto no culpaba a Hiccup en lo absoluto, podía ser un condenado psicópata dispuesto a cualquier locura, pero no era hipócrita en lo absoluto. No es como si él no hubiera sido mil veces peor cuando se obsesionó con ella tantos años atrás.

—¿Por qué no solo la traes aquí? —pregunta con desinterés mientras se enciende un cigarrillo—. Vives al lado de ella no tiene que ser tan difícil solo tomar lo que quieras. Te metes en su casa, la traes para acá, una que otra pastillita, una que otra jeringuilla, algo de escopolamina y afrodisíacos, y ya lo tienes, tu mujer —resalta esa palabra, esperando que sirva para no seguir enfureciéndolo— más que dispuesta a dejar que le hagas lo que te venga en gana.

—Llámame loco, Frost, pero a mí me gusta eso de saber que alguien se acuesta conmigo porque así lo quiere, no porque la haya forzado.

Jack no puede evitar soltar una carcajada que desde el punto de vista del sujeto amarrado parece absolutamente maniática. —¿Me estás intentando dar una charla de moralidad, Haddock? ¡Mira dónde estamos! —grita extendiendo sus brazos hacia arriba—. ¡Estás dándole un paliza a gente inocente para asegurarte que cuando la jefa les pregunte cuánto le han contado a la policía digan la verdad! ¡Eres un maldito asesino, contrabandista, traficante y mil cosas más! Eres parte de la peor escoria de la sociedad ¿de verdad quieres pretender que eres un sujeto decente solo porque estás engañando y manipulando a esa pobre ingenua? ¿O en verdad te estás convenciendo de que eres exactamente eso que ella cree?

La puerta del sótano se abre, Hiccup y Jack se hacen a un lado para que los hombres de Dagur lleven hacia la siguiente sala a esas cinco víctimas. Todos están cubiertos de sangre y Jack se asegura de recordarle a Hiccup de que esa sangre era culpa suya.

—Eres un enfermo que lleva meses acosando a una pobre chica, dime ¿se acostaría contigo si supiera que ya tienes listos a tus hombres para colocarle cámaras en todo el departamento en el momento que la lleves a una cita?

Lo aparta bruscamente de un empujón ante esa pregunta, se va en completo silencio, quitándose la chaqueta llena de sangre que había usado para no manchar su ropa. Jack rueda los ojos con algo de molestia, si había algo que despreciaba en este mundo, eran los idiotas que eran incapaces de mirarse al espejo y aceptar que el reflejo les devolvía la mirada de un monstruo.

Avanza apresurado para seguirle, ¿qué más podría hacer? Sencillamente le fascina poder tocarle las narices de vez en cuando al bueno y "caballeroso" Hiccup Haddock.

—No dejas de llamarla tu mujer, me ha contado Snotlout que le partiste a Dagur un vaso en la cabeza cuando también empezó a decir una que otra cosa...

Hiccup lo corta bruscamente. —Oh, ¿así que ya sabías que pienso hacer que todo el que hable de mi mujer se arrepienta de cada palabra? ¿acaso es eso lo que quieres, Frost? —pregunta bruscamente, finalmente deteniéndose, inclinándose un poco hacia él—. ¿Quieres que te mate? Porque, créeme, estaría más que encantado.

Jack se queda en completo silencio por unos largos segundos hasta que una sonrisa cruel y burlona vuelve a extenderse por su su rostro. —Si en verdad se convierte en tu mujer, ¿le contarás toda la verdad o seguirás engañándola?

Esta vez el empujón de Hiccup lo tira al suelo, pero Jack solo se rompe a carcajadas por tal respuesta tan infantil y rabiosa, se rompe en carcajadas porque, como siempre, ha logrado hacer que su jefe pierda todos los estribos y se deje llevar por la rabia. Hiccup odiaba como Jack parecía inmune a cualquier tipo de ofensa o ataque que alguien intentara llevar a cabo. No importaba cuántas amenazas cumplía, no importaba cuanto lo atacaba, Jack siempre respondía con una maldita sonrisa.

Saca el teléfono de su angelito cuando escucha una notificación, siempre lo lleva encima, es bueno tener una idea constante de qué está haciendo.

Gruñe por lo bajo cuando se da cuenta que es una notificación de la aplicación de citas que realmente había deseado que Elsa se hubiera desinstalado. Espera unos minutos quedándose completamente quieto, incapaz de seguir andando, y cuando se dio cuenta que nuevas notificaciones llegaban cada poco tiempo, decidió meterse en la aplicación para ver qué diantres estaba ocurriendo.

Aprieta el teléfono con tanta fuerza que tiene que regresarlo a su bolsillo rápidamente para evitar romperlo. Retoma su marcha, apretando los puños y dientes mientras la misma pregunta pasa una y otra vez por su cabeza.

¿Qué demonios hacía su angelito hablando con esa tal Esmeralda? ¿Por qué todavía no se había borrado la maldita aplicación para citas?

Lleno de frustración, se pasa ambas manos por la cara una vez llega a su habitación de la mansión, incluso tira un poco de su cabello porque darle un puñetazo a la pared teniendo en cuenta que se había abierto otra vez las heridas de los nudillos no era realmente buena idea.

¿Qué era exactamente lo que Elsa Queens necesitaba para darse cuenta que tenía que ser únicamente suya? ¿Qué era exactamente lo que todavía no la convencía de simplemente quedarse con él?

Tenía que solucionar todo el tema del resto de pretendientes para su angelito cuanto antes.