Capítulo 10.
Madara no tuvo tiempo para entender lo que acababa de pasar.
No habían pasado más de diez minutos desde su breve enfrentamiento contra el emperador blanco y su equipo cuando sus instintos de supervivencia junto a los gritos del Shinju estallaron repentinamente. Los siguientes momentos quedaron borrosos en su memoria, solo podía recordar el sonido de voces, relámpagos y algo que sonaba extremadamente familiar pero que no pudo identificar correctamente en la confusión del momento.
Cuando todo se calmó, una sensación antinatural de vacío lo invadió, esto no provenía de sí mismo, era como si algo externo lo estuviera drenando de su vida, aunque no literalmente, sentía que un agujero negro estaba atrayendo hasta el último rastro de emoción en los alrededores. El Shinju estaba inusualmente callado dada la extraña situación en la que se encontraban, pero no podía juzgarlo si estaba tomándose su tiempo para entender las cosas en lugar del propio Uchiha.
Esperaba que ese árbol tuviera algo importante que decir cuando recuperara el habla.
—Ahora que estamos solos, he venido a reclutarte, extranjero.— una voz infantil vacía de emociones rompió el silencio que se había impuesto durante algunos minutos.— Quiero tu ayuda para matar al Great Red.— el nombre hizo que algo cosquilleara en la parte trasera de la memoria de Madara, había escuchado ese nombre antes...
Los ojos ciegos del pelinegro se abrieron cuando la realización lo golpeó, y su postura se tenso cuando la gravedad de la situación en la que se encontraba lo alcanzó.
Ahora se daba cuenta que Kuroka había sido una bendición disfrazada, no solo porque le enseñó senjutsu, sino porque su conocimiento general era mucho más valioso. La nekomata pertenecía a una organización terrorista llamada Khaos Brigade, esta estaba llena de los renegados de varias facciones con objetivos diversos, pero el último objetivo de esta organización era desconocido para muchos miembros, Kuroka no era uno de aquellos que lo desconocía. Estaba seguro que si los más débiles se dieran cuenta sobre a lo que se habían unido huirían tan rápido como pudieran.
Número 2 del Top 10 de las entidades más fuertes del mundo: Dragón del Apocalipsis, Great Red.
La ambición de quien lideraba la Khaos Brigade era matar a un ser trascendental que era reconocido por todos los seres existentes como algo imposible de vencer. Y aunque el objetivo final era desconocido por muchos el líder no lo era. Kuroka misma había estado en presencia del líder y le había descrito con lujo de detalle la sensación que emitía gracias al Genjutsu.
Ophis, el Dragón Ouroboros, compartiendo el segundo puesto en el Top 10 con Great Red.
Si estaba en lo correcto, frente suyo se encontraba una de las entidades más fuertes de este mundo buscando algo de él. En su estado debilitado sería una presa fácil, pero aparentemente este ser buscaba algo diferente a asesinarlo, de ser el caso ya estaría embargo esta solicitud para unirsele era confusa, dudaba que un ser primordial que representaba el infinito necesitará ayuda para cualquier cosa, aunque sí su misión era matar algo con el epíteto de dragón del apocalipsis entonces quizás menos extraño.
—¿Si me niego?— las palabras salieron renuentemente de su boca, si molestaba a la entidad entonces moriría sin lugar a dudas, su regeneración no serviría contra una fuerza abrumadora, pero no quería involucrarse en una lucha sin sentido contra otra entidad de igual poder a la que se encontraba frente suyo.
—¿Qué es lo que deseas a cambio?— la confusión se mostró clara en el rostro de Madara, atónito por las palabras dichas en un tono simple.— Puedo darte poder si eso buscas, otras recompensas serán más complicadas de alcanzar.— antes de que pudiera reaccionar, sintió una mordedura en su pierna, y en ese momento sintió una avalancha de poder superior a la energía que había almacenado antes de invocar al rey del inframundo, su visión volvió al instante, permitiéndole ver con sus propios ojos al dragón infinito.
Había escuchado de Kuroka que tenía la apariencia de una niña pese a ser una entidad de edad incalculable, pero ver al Ouroboros parado frente suyo, con el rostro de una niña pequeña impasible era algo que seguía siendo extraño. Noto como desde una de las mangas del vestido del dragón humanoide sobresalía un cuerpo alargado, y luego de ver el lugar donde estaba siendo mordido notó que era una serpiente negra como la tinta que emitía un leve brillo púrpura.
Una vez la serpiente separó sus dientes de su piel, la afluencia de energía aparentemente ilimitada se detuvo, aunque una gran cantidad de energía seguía en su sistema siendo transformada rápidamente en chakra, el Shinju gruñendo en su mente sobre tener que trabajar horas extras para adaptarse a esta energía extraña. Ahora si bien tenía suficiente energía para seguir usando sus ojos sin problemas, conscientemente cortó la conexión de su chakra con sus ojos para volver a la ceguera, quizás para evitar que la energía extraña tuviera un efecto en sus ojos, o para evitar ver a una niña con ropas no aptas para su edad... nadie nunca lo sabría.
—¿Ahora crees que estoy obligado a ayudarte?— dándose algunos lujos, Madara creó una rama desde el suelo muerto para sentarse, tomando una postura relajada mientras seguía analizando la interacción en su mente.
—Si eso no te convence puedo otorgarte más poder... a no ser que tu objetivo sea otro, forastero.— era extraño pensar que alguien estaba tratando de convencerlo que unirsele, en su propio mundo fue temido e incluso servicio como el catalizador de una guerra, pero en este mundo no era nadie especial, un forastero como seguía llamándolo.
—A menos de que puedas crear paz mundial entonces no hay nada que puedas ofrecer.— soltó sus palabras con sarcasmo puro, en estos momentos su vida estaba en manos del dragón, no había nada que pudiera hacer para salir vivo si Ophis lo quería muerto, y de las muchas cosas que era Madara, alguien que se acobardaba y suplicaba por su vida no era una de ellas.
Si su tiempo se hubiera terminado, entonces finalmente podría ver a su hermano en la otra vida.
—Eso se puede arreglar.—
¿Qué?
—Una vez Great Red esté muerto los sueños de todos los seres vivos desapareceran, las próximas generaciones no tendrán ambiciones y se convertirán en marionetas para tu uso.— una pequeña mano se presionó contra su pecho donde su corazón se encontraria.— Si deseas control sobre el mundo entonces puedo ayudarte con eso.—
La mano de Ophis fue golpeada por el brazo de Madara, alejandolo efectivamente.
Los ojos grises del dragón infinito se encontraron con el Rinnegan del fantasma de los Uchiha, una mirada de desprecio absoluto tiñendo sus facciones mientras chakra azul era emitido en grandes rafagas de su cuerpo.— Algo que no comprende las emociones humanas y ve la falta de ambición como un final aceptable no merece cumplir sus propias ambiciones.— el veneno en la voz de Madara podría haber matado a un ser inferior, pero la pelinegra simplemente se quedó mirándolo con apatía.— De qué sirve una supuesta paz si el crecimiento se estanca, es estupido creer que la humanidad fue hecha simplemente para permanecer en un punto.— al escuchar sus propias palabras, los ojos del hombre se abrieron ligeramente antes de que su ira se frenará en seco, el chakra regresando a su cuerpo mientras sus ojos volvían a perder el brillo de la vista.— Tu ambición es una destinada al fracaso, aquellos a los que miras por debajo se alzaran y te derrotaran, aquellos como nosotros no estamos destinados a ganar.— dejando esas últimas palabras, Madara desapareció en un remolino de hojas, dejando a Ophis sola en el epicentro de la destrucción causada por Thor.
—"Nosotros"...— la niña se llevó un dedo y lo mordió en el facsímil de una expresión pensativa, aunque sin ninguna pizca de curiosidad o confusión en su mirada.— ¿Eso significa que aceptó mi propuesta?— el Dragón Ouroboros no sabía reconocer las emociones humanas, una de sus muchas fallas...
Seguía siendo de noche, su enfrentamiento contra el equipo del Emperador Blanco y la llegada del Dragón Ouroboros no habían tomado más de una hora en total, por lo que la luna estaba brillante en el cielo, iluminando el mundo debajo con su luz plateada. El cabello de Madara ondeaba en el aire mientras su mente volvía a su breve conversación con la niña dragón.
Había tenido suficiente tiempo para reflexionar en los meses que habían pasado desde su derrota, sus interacciones con los seres de este mundo fueron limitadas e hizo su mejor esfuerzo para que las cosas se mantuvieran así, pero simplemente caminar de vez en cuando por las calles de Kuoh le mostró un lado de la vida que nunca pudo experimentar realmente.
La paz era una ambición que muchos en su mundo buscaron, pero lo que todos fallaron en entender era el verdadero significado de esa palabra. Los shinobi nacieron en el conflicto y murieron por el conflicto, mientras existieran la sangre seguiría manchando sus manos, esa era la ley de su mundo, erradicar la muerte innecesaria y la violencia era imposible, los Shinobi no conocían otra forma de vivir.
Este mundo le había permitido ver una sociedad que muchos de su realidad consideran pacífica, pero el conflicto seguía existiendo, no solo entre los humanos sino también entre otras razas. Encontrar un significado verdadero de paz era imposible, era un término subjetivo.
Antes, Madara pensó que una vida en una ilusión perfecta donde todo se amoldara a los deseos de cada quien sería una paz real, sin importar la muerte consiguiente cuando el Shinju consumiera la vida de las personas atrapadas en el Tsukuyomi Infinito. Antes de ser derrotado habría aceptado el método de Ophis sin pensarlo dos veces, sin ambiciones la humanidad no buscaría conseguir más de lo que tenían, no existirían guerras, no existirían ganadores y por consiguiente, no existirían perdedores.
¿Pero ahora era distinto?
Si se guiaba por sus propias palabras hacia el Drago Infinito, había encontrado su respuesta.
No quería gobernar sobre un mundo donde todas las posibilidades de avance se cortaran de golpe, su propia naturaleza siempre lo forzó a seguir adelante frente a todas las adversidades, ya fuera en la vida o la muerte, Madara Uchiha nunca permitió que otras personas decidieran su destino sin pelear con uñas y dientes.
Y de todas formas había perdido.
Su situación era diferente a la de Ophis, argumentativamente una entidad inmortal y omnipotente, pero en el interior de su corazón sabía que su ambición era imposible de cumplir. Siempre que la vida se encontrará con una pared que amenazaba con detener su avance, de alguna forma encontraría la forma de atravesarla con pura tenacidad.
Naruto Uzumaki y Sasuke Uchiha eran más débiles que él, eran mucho más débiles que Kaguya, pero al final del día lograron derrotar a una diosa.
En este mundo existen herramientas capaces de matar dioses en manos de los humanos, si la vida se mantenía fiel a sí misma, el Ouroboros de alguna forma fallaría.
Issei Hyoudou fácilmente se pondría en contra de tal plan, ese niño tenía una ambición firme de proteger a sus amigos, muy parecida a la del niño Uzumaki. Tenía mucho en común con Naruto Uzumaki, eso simplemente clavaba un clavo en el ataúd del plan de Ophis, si ese niño encontrará a su propio Sasuke Uchiha entonces esta realidad estaría a salvo de cualquier plan de dominación mundial.
Ahora solo faltaba que reconsiderara como aplicar su propio plan de traer su propia versión de paz a este mundo. El conflicto era necesario para que cualquier especie evolucionara, pero las razas conviven en un estado de guerra fría en este mundo, sin derramamiento de sangre excesivo, pero con el suficiente recordatorio de que podría estallar una guerra en cualquier momento.
La idea le gustaba cada vez más y más, quizás arreglar unos detalles con el estado actual del mundo y podría considerar su misión autoimpuesta de traer paz a esta realidad como completada.
—[Entonces... ¿Cuando comenzamos a sacudir los cimientos de esta realidad?]— una sonrisa partió el rostro de Madara mientras abría sus ojos carmesí ante la voz del Shinju, sus ojos reflejando la luz de la luna mientras miles de posibilidades pasaban por su mente.
—Cuando ese dragón idiota trate de cumplir con su plan el mundo sera agitado como una lata de gusanos, no hay mejor momento para quitar las malas hierbas que cuando todos miran a otro lado.— la mirada de Madara nunca dejó la luna, ignorando completamente el hecho de que Ophis se encontraba parada a su lado, mirando a la luna imitando la postura intimidante del fantasma de los Uchiha con su cuerpo pequeño.
Definitivamente una de las existencias más fuertes del mundo no se encontraba a su lado mientras la insultaba, solo era su imaginación.
Fin del capítulo.
Sientanse libres de dejar una reseña.
