Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es Hoodfabulous, yo solo traduzco con su permiso.
Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to Hoodfabulous. I'm only translating with her permission.
Capítulo 3
Dulces Creaciones Swan
"Lo mejor en la vida familiar es captar una indirecta cuando se pretende darla, y
y no captar una indirecta cuando no es la intención."
~Robert Frost~
Bella Swan, 18 años
Mi madre y yo nunca nos llevamos bien después del día que fue pillada con James Cullen. Después de dos días de esconderse avergonzada en la casa de una amiga, finalmente regresó a casa. Cuando volvió, Alice realmente le dio su merecido.
Mi hermana tenía tres niveles con el que funcionaba: alto, medio, y bajo. No había términos medios cuando se trataba de mi hermana y sus cambios de humor.
Alice le gritó a nuestra madre, llamándola todo menos una mujer cristiana de Dios, mientras lanzaba cualquier cosa que podía alcanzar; libros, revistas, chucherías, y la colección de ángeles de mamá volaron. Todo se enfrentó a la idea de Mary Alice Swan. No se podía detener a Alice cuando ella comenzaba una diatriba, así que sabía que era mejor no interferir. Además, ella acababa de hacerse las uñas y esas eran unas hijas de puta muy largas y afiladas. Alice le dijo a mi madre las mismas cosas que ella me dijo a mí; yo era más madre para ella de lo que mamá alguna vez fue. Mi madre bajó la cabeza con fingida vergüenza mientras pasaba por mi lado rápidamente al subir las escaleras para esconderse en su habitación.
Mi madre no atacó a Alice como me atacó a mí. Mamá simplemente se quedó allí de pie y lloró, mirándome de manera acusadora desde donde me encontraba sentada en la escalera viendo todo lo que sucedía.
Alice se encerró en su cuarto también. No vimos ni una pizca de ella durante dos días hasta que finalmente abrí la puerta para encontrar a mi pequeña hermana, desnuda como el día en que nació. Su cuerpo temblaba en un rincón de la habitación mientras miraba fijamente al techo. Ella se encontraba en medio de sus crisis nerviosas y murmuraba en voz baja sobre que alguien la seguía.
Con un profundo suspiro, la puse de pie. Ignoré el montón apestoso de vómito que cubría la parte baja de su cuerpo mientras la cargaba hacia la ducha. Después de ayudarla a entrar, se estremeció cuando el agua tibia la bañó. Alice cayó al suelo de la ducha y llevó las rodillas a su pecho mientras se mecía hacia adelante y atrás en posición fetal. Los ojos de Alice estaban fijos y sin emoción mientras mascullaba sin coherencia. Me unía a ella en la ducha completamente vestida. Tomé una de sus manos flácidas y mojadas y la sujeté firmemente con la mía mientras le susurraba palabras reconfortantes.
Alice prácticamente había dejado la marihuana por drogas más serias y peligrosas con el paso de los años, principalmente estimulantes. Esto hacía difícil determinar si su episodio era un efecto de las drogas o si simplemente estaba teniendo una de sus muchas crisis nerviosas que había tenido desde que era una niña pequeña. Le rogué que me dijera si había consumido algo, pero ella no dijo nada hasta que mencioné sobre lavarle el estómago de nuevo. Eso pareció sacarla del país de las maravillas donde vivía. De pie sobre dos piernas resbaladizas, gritó sobre los tubos nasales y el carbón, saliendo de la ducha y cayendo de cara sobre la alfombra gigante en forma de flor en el suelo del baño. Mientras la perseguía, tomé un pie resbaladizo antes que ella se zafara de mi agarre y desapareciera detrás de la puerta de su baño. El sonido de su pesada cómoda siendo empujada contra el otro lado de la puerta me hizo renunciar a mi débil intento de capturarla.
—¿Qué está pasando? —preguntó mi madre con cansancio mientras salía a tropezones de su cuarto. Sus ojos borrosos se entrecerraron ante las brillantes luces del pasillo.
—Creo que necesitas llevar a Alice de vuelta a Salud Conductual —susurré, todavía molesta con mi madre, pero sabiendo que ella era la clave para ayudar a mi hermana a recuperarse—. Ya no puedo decir si es Alice o las drogas que la hacen actuar como lo hace.
—Tu hermana está bien. Ella solo es una persona emocional. Es como yo en ese sentido —dijo mi madre descuidadamente, pasándose los dedos por sus rizos cortos y castaños.
Sentí mi rostro arder cada vez más y más ante la negación de mi madre del estado mental de mi hermana.
—Mamá, ella pasa días sin dormir. Siempre está paranoica, hablando sobre que alguien la sigue cuando no hay nadie allí —dije—. La semana pasada ella se tiró al lago mientras yo estaba en la tienda, y nadó vuelta tras vuelta. Ella sabe que no tiene que nadar en el lago o en la piscina cuando no hay nadie aquí. ¿Y si le da un calambre? ¡La próxima vez podría ahogarse!
—Bella, tu hermana es energética... y un poco excéntrica. Los genios son excéntricos. Deberías dejar de estar celosa de ella. Es muy impropio de una jovencita —murmuró mi madre, frotándose los ojos para quitarse el sueño.
—¿ Celosa de ella? Mamá, acabo de encontrarla desnuda en un charco de su propio vómito. Eso es solo después de no salir de su cuarto durante dos días. Ahora tiene la cómoda frente a la puerta para impedirme la entrada. ¿Y a eso le llamas excéntrico?
—¿Qué sugieres, Dra. Swan? —preguntó mi madre. Se quitó el pijama y lo pateó hacia la esquina del baño, justo donde se quedaría hasta que yo lo llevara a lavar—. ¿No crees que sabría si algo realmente va mal con Alice? Soy una enfermera, Bella. Quiero decir, uno creería que tú lo sabes todo, pero no es así. Claramente.
—Mamá, no sabes todo pero yo sí tengo una buena memoria —dije, dándome unos golpecitos en la sien mientras mi madre entraba al baño y encendía la ducha—. Y si recuerdo correctamente, la última vez que Alice fue ingresada en Salud Conductual, el doctor le diagnosticó trastorno bipolar. ¿Recuerdas, mamá? Ella tomó las píldoras por un tiempo y realmente la ayudaron.
—¡Ese doctor es un charlatán! —siseó mi madre, fulminándome con la mirada mientras sujetaba la puerta de madera—. No voy a darle esas pastillas a Alice de nuevo. Se comportó como un zombi. No tiene nada malo. ¡Fin de la discusión!
Mamá cerró la puerta en mi cara, y la pesada madera golpeó dolorosamente la punta de mi corta nariz. La froté frenéticamente, enfadándome más, y pateé la puerta con mi pie descalzo. ¡Demonios, odio a esa mujer!
Nuestras discusiones incrementaron durante los siguientes años. Comenzaba a preguntarme si ella estaría secretamente feliz de que cumpliría dieciocho años pronto. Quizás me echaría de nuestra casa y a la calle. Nah, mi familia no dejaría que eso sucediera. Estaría muerta antes de que me echara a la calle. Ella tenía suerte de que Aro solo la desheredada de la familia Swan. Las cosas podrían haber sido mucho peores; al menos, no la mató. Recordaba sus palabras en la iglesia. Si alguna vez me pillaba metiéndome con un Cullen, él mismo me mataría. Mi tío era un hombre aterrador, y también un hombre de palabra. Por mucho que me amaba como si fuera su propia hija, no dudaba de que él terminaría con mi vida si había una posibilidad de que estuviera metida con un Cullen.
Resultó que ella no me echó. Ella misma se fue.
Con el paso de los años, ella se había dedicado cada vez más a su trabajo, pasando grandes cantidades de tiempo lejos de Alice y de mí. El año que pasé al último año de secundaria, mi madre anunció que encontró un trabajo nuevo y con mejor salario en un hospital en Birmingham, Alabama. Se encontraba a dos horas de distancia de donde vivíamos.
El horror me invadió al pensar en mudarme y pasar mi último año de secundaria en una escuela enorme, en una ciudad desconocida. Mis preocupaciones eran infundadas. Mi madre soltó una bomba aún más grande; nunca siquiera planeó llevarnos con ella.
— Bella tiene dieciocho años ahora. Y ustedes dejan muy en claro que no me necesitan ya que Bella hace todo por aquí —mi madre nos dijo una noche mientras estábamos sentadas en un semicírculo de sofás y sillones en la sala.
Miré a través de las puertas corredizas de cristal hacia el lago que había afuera. Era una noche tranquila, ni siquiera una onda rompía la superficie del agua.
—Una amiga de la escuela de enfermería vive en Birmingham —confesó mi madre, arrugando la nariz ante el olor de la comida que estaba cocinando en la estufa.
A ella nunca le gustó el repollo frito... y era exactamente por eso que lo cocinaba una vez por semana. Con los años, cocinar se había vuelto mi trabajo, aunque la mayoría del tiempo Renée se quejaba por las cosas que elegía preparar. El repollo realmente apestaba, pero era un olor que valía la pena soportar si eso significaba tener algún tipo de atención de mi madre, incluso si era negativa.
—Solo me quedaré con mi amiga mientras esté allí. —Se encogió de hombros mientras evitaba la mirada que Alice y yo compartimos—. Voy a trabajar siete días sí, siete días no, así que estaré en casa para verlas semana por medio. —Sonriéndonos, sus ojos brillaban con una felicidad que no había visto en mucho tiempo.
Tragué el nudo que se formó en mi garganta al ver esa sonrisa. La idea de que Alice y yo pasáramos todas las noches solas era un poco preocupante, pero la felicidad de Renée significaba todo para mí, así que simplemente asentí con la cabeza en respuesta. Ya estábamos en casa solas la mayoría del tiempo, aunque no por toda una semana a la vez. Aceptaría casi cualquier cosa mientras que recuperáramos a nuestra madre, la que pasaba tiempo horneando galletas con nosotras y construyendo castillos de arena en la pequeña playa que nuestro papi construyó para nosotras cerca del lago.
Ella nos dejó ese verano antes de mi último año de secundaria y el tercero de Alice; su coche deportivo rojo estaba repleto de sus pertenencias. Con un chillido infantil, nos abrazó a Alice y a mí tan fuerte que nos dejó sin aliento. Después de un beso en nuestras mejillas y murmurar un "las amo" que no había escuchado en años, se fue.
Estábamos en la terraza de madera que se desplegaba por el patio delantero, observando la carretera desierta que pasaba frente a mi casa hasta que el sol bajó en el horizonte. El cielo se cubrió de rojos, azules, rosas, y naranjas mientras el sol se hundía más allá del lago, trayendo consigo una luz azul garza. Los sonidos enternecedores de los grillos y los chotacabras resonaban desde los árboles que rodeaban la propiedad. Alice y yo eventualmente regresamos al interior de la casa donde nos dejamos caer en el enorme y suave sofá y nos quedamos dormidas una al lado de la otra, así como lo habíamos hecho de niñas.
Dos adolescentes solas, con múltiples problemas de padre ausente, puede ser algo muy peligroso cuando se las deja a su suerte. Desafortunadamente, me convertí en uno de los estereotipos. No era mi culpa... no realmente.
Simplemente había algo sobre un buen muchacho sureño que me volvía loca. Los amaba a todos, sin camiseta y bronceados, arando un campo con el tractor de su papá. Me encantaban sentados en las orillas de un lago lanzando un sedal. Me encantaban sentados frente a una fogata, tocando una melodía con una guitarra acústica. Me encantaban cubiertos de camuflaje, sosteniendo un rifle largo y elegante, caminando entre los pinos. Solo pensar en estos buenos muchachos me volvía loca de lujuria. Era como si las hormonas hubieran entrado un día y no se daban por vencidas.
Desafortunadamente, Mayhaw era un pueblo muy pequeño, lleno de viejas a las que no les gustaba nada más que chismorrear. Los jóvenes de por aquí tenían cuidado con sus ligues. Si tenías sexo, parecía que todos ya lo sabían antes de que tuvieras tiempo para volver a ponerte las bragas. Era por eso que cuando necesitabas una pequeña liberación física, lo hacías con alguien fuera del pueblo. Y usabas un alias. Mi alias era Marie. También deberías tener un cómplice cuando haces estas cosas, y la mía resultaba ser mi prima Kate.
Ahora, no quería sonar como una zorra o algo, porque no lo soy. Seguía teniendo mi virginidad orgullosamente. Pero eso no quería decir que no había hecho todo menos el acto principal. Mi alter ego a veces encontraba un participante dispuesto, siendo la zorra sucia que era, pero tener sexo de verdad era algo que planeaba esperar. Decían que siempre recuerdas a tu primero, y no quería recordar a un tipo sin nombre gimiendo sobre mí en el asiento trasero de su camioneta de mierda por el resto de mi vida.
Era verano, y había pasado mis días trabajando en la pastelería de mi abuela, rodeada de remolinos de glaseado y el aroma a crema de mantequilla. Una chica realmente podía perderse después de trabajar en una pastelería por un tiempo. Todos esos cupcakes, pastelitos y galletas... podían ser la perdición de uno, y había una chica gorda escondiéndose dentro de mí muriendo por salir.
Me lamí los labios y saqué el glaseado de una manga pastelera con boquilla de estrella, cubriendo un cupcake de chocolate con crema mantecosa y espesa de chocolate antes de colocarlo en una caja. Cerrando la tapa con un suspiro, llevé la caja hacia el frente de la tienda donde una mujer baja y robusta con una gran sonrisa se encontraba frente a la caja registradora, ya con la tarjeta de débito en mano. Alice le cobró y le agradeció, y la mujer salió de la tienda, un dedo ya jalando de la lengüeta para abrir la caja.
—Odio trabajar en la caja —masculló Alice afligidamente desde donde se apoyaba contra el mostrador.
—Sí, pero tienes prohibido temporalmente decorar pasteles —le recordé.
Caminé hacia los estantes llenos de pasteles que esperaban detrás del mostrador y eché un vistazo a los formularios de pedido pegados con cinta adhesiva al costado. Había varios que serían recogidos ese día.
—¡Lo juro, arruino un pastel de cumpleaños de un niño de cinco años y todas actúan como si hubiera cometido un pecado imperdonable! —gritó, alegrándose cuando sonó la campana sobre la puerta. Ella colocó una sonrisa falsa en su pequeño rostro y charló con un tono amigable con la mujer y el pequeño niño que entraron en la tienda.
Saqué un enorme pastel del estante, colocándolo con cuidado sobre el mostrador, y abrí la tapa para que la mujer lo viera. Después de una sonrisa de aprobación, ella masculló su agradecimiento, le pagó a Alice, y tomó el pastel. El pequeño niño me sonrió, le faltaban los dos dientes de adelante. Me reí de su adorable rostro mientras desaparecía por la puerta. Alice de inmediato comenzó a quejarse de nuevo, la expresión amigable había desaparecido mientras se dejaba caer sobre el mostrador.
—Le hiciste un pastel de tetas, Alice —le recordé con una ceja alzada cuando Kate apareció de la trastienda.
El delantal rosa que llevaba Kate estaba cubierto con una fina capa de azúcar glas, y ella sonrió ante la mención del infame pastel de tetas de quinto cumpleaños.
—¡No es mi culpa que no pueda leer tus garabatos! —Alice se quejó mientras jugaba con sus largas uñas rojas.
—¿Cómo es que leíste mal "Feliz Quinto Cumpleaños, Trevor"? —pregunté levantando las manos con disgusto para reorganizar la exhibición de paletas sobre el mostrador.
—Creí que decía "dibuja tetitas"... No sabía que querías que dibujara "gatitos". ¡Creí que quizás era para un viejo pervertido o algo! ¿Qué niño de cinco años quiere un gatito en su pastel de cumpleaños? —siseó. Alice se bajó del taburete y me fulminó con la mirada mientras se cruzaba de brazos—. A los niños les gustan los camiones y tractores en sus pasteles, no gatitos. Si me lo preguntas, le estaba haciendo un favor a ese niño. Necesitaba ser un poco más hombre.
—Por favor, Alice. Solo admítelo. Estabas perdida en el mundo de los sueños y no prestaste atención a lo que Bella escribió en ese formulario. —Kate se rio mientras se sacudía las manos con el delantal rosa brillante.
—Pero te perdono. ¡La expresión en el rostro de Nana! Creí que Nana estaba sufriendo un infarto ese día —dijo con una sonrisa—. ¡Y esa madre! ¡Te golpeó en la cabeza con su paraguas! Ese fue un buen día.
Kate sonrió divertida justo cuando escuchamos un sonido estrepitoso en la parte trasera de la tienda.
Todos nos encogimos y echamos un vistazo a través de la puerta hacia la trastienda para encontrar a Nana teniendo problemas para cruzar la puerta con un montón de cacerolas en los brazos. Un par cayó al suelo y me apresuré a pasar alrededor de mi prima y mi hermana para ayudar a nuestra abuela.
—¡Vengan a ayudar a una anciana! —gritó Nana mientras más cacerolas caían al suelo.
Tomé varias y las arrojé al fregadero grande que estaba cerca. Ella tropezó, ligeramente inestable mientras caminaba hacia el fregadero y dejaba el resto de cacerolas allí también.
—¿Sigues con vida, vieja? —preguntó Kate cuando entró en la habitación y enarcó una ceja hacia nuestra abuela.
Nana volteó, la miró con enojo, y se subió las gafas por la nariz. Sus ojos azules estaban lanzando rayos a la cabeza de Kate. Kate no se inmutó mientras miraba a Nana con indiferencia.
—¡Bueno, miren quién es! —arrulló mi abuela con una voz dulce y melosa—. Mi dulce y pequeña zorranieta, quiero decir, mi nieta.
Suspiré ante sus locuras, giré hacia el fregadero, y enjuagué las cacerolas con una pequeña sonrisa en mi rostro. A mi abuela y a Kate les encantaba molestarse la una a la otra.
—¡Qué bueno verte a ti también, Guardiana de la Cripta! ¿Cómo van las cosas en el cementerio? —preguntó Kate mientras extendía la mano y pellizcaba la mejilla de Nana. Nana se apartó de sus dedos con el ceño fruncido.
—Oh, bastante muerto. ¿Cómo van las cosas en el burdel? —bromeó Nana con una sonrisa maligna, su rostro ligeramente arrugado iluminado por la diversión.
—Todo está jodidamente genial en el burdel, abuela. Aunque el clima ha estado un poco húmedo y resbaladizo. Hace que sean tiempos bastante largos y duros. Con suerte, todo culminará bien... al final —Kate le dijo en un tono serio.
Se miraron la una a la otra por un largo tiempo, expresiones serias en sus rostros antes de estallar en carcajadas, lágrimas gemelas rodando por sus mejillas.
—¿Por qué no nací en una familia normal? —mascullé mientras sacudía la cabeza con disgusto, aunque no podía esconder la pequeña sonrisa que se asomó en mis labios.
Kate se rio y salió de la habitación para volver a decorar su pastel. Su cabello largo y rubio se movía de un lado a otro mientras se alejaba.
—Oh, lo normal está sobrevalorado —resopló Nana. Tomó las cacerolas y las secó con un paño de cocina limpio—. Y poco interesante. ¿Quién quiere ser aburrido y poco interesante? Yo no, eso es seguro.
Observé a mi abuela mientras secaba las cacerolas, su cabello negro rizado a la perfección, el olor de su permanente y tinte semanal flotando en el aire. Nana nunca salía de la casa sin su "rostro listo", a lo que ella llamaba maquillaje. Sus labios estaban pintados de un bonito rojo intenso que ella lucía perfectamente. Nana era hermosa en su avanzada edad, pero las fotos en blanco y negro de ella cuando era niña eran impresionantes. Ella y Alice podrían haber sido gemelas en su juventud.
—Creo que sería bueno saber cómo se siente la normalidad —admití, secándome las manos después de darle la última cacerola.
—Cielo, eres mi nieta favorita —susurró en voz baja mientras miraba por encima de mi hombro hacia donde se encontraba Kate, decorando un pastel redondo, al parecer ajena a nuestra conversación—. Eres inteligente y llegarás lejos en esta vida, pero eres demasiado estirada. También sé que no lees entre líneas ni captas muy bien las indirectas, así que lo voy a decirlo. Bella, necesitas tener sexo. Y necesitas tenerlo pronto.
Mis mejillas ardieron ante sus palabras. ¡Ah! ¡Si la gente de este pueblo supiera cómo hablaba Nana Swan a puertas cerradas! ¡Ella ciertamente no era la mujer cristiana ideal que las personas creían que era!
—Puedo oírte, Nana —dijo Kate por encima de su hombro, al parecer no tan ajena como creía—. Nos dices a todos que somos tus nietos favoritos, así que no vayas a hacerle esa mierda a Bella. Además, Bella nunca va a tener sexo. Está esperando al Sr. Indicado.
Kate resopló sarcásticamente mientras terminaba su diatriba y colocó la manga pastelera en la rejilla sobre su cabeza.
—No estoy buscando al Sr. Indicado —discutí mientras seguía a Nana a la habitación donde se encontraba Kate, lavando rápidamente el azúcar glas que se secaba rápido de sus manos.
—Y no soy estirada. Me gusta divertirme tanto como a cualquiera.
Kate se secó las manos con unas toallas de papel, las tiró al cesto de basura y puso los ojos en blanco.
Nana y yo seguimos a Kate hasta la caja registradora, donde Alice justo terminaba con otro cliente. La mujer salió de la tienda y nos dejó solas. Empujé a Alice del taburete y le robé su lugar. Ella me miró con enojo, desapareció en la parte trasera de la tienda y regresó con su propio taburete. Con la cabeza en alto, se sentó e ignoró la sonrisa maliciosa que le lancé.
La campana sobre la puerta sonó y todos volteamos para ver a nuestro primo Emmett entrar triunfante, luciendo una de sus estúpidas camisetas de zombi. Emmett estaba un poco obsesionado con el apocalipsis zombi y creía que era una verdadera posibilidad en el futuro. Dedicaba grandes cantidades de su tiempo a chatear en línea con otros psicópatas que compartían la misma creencia. Incluso llenó el sótano de sus padres con comida enlatada y seca.
Hoy la camiseta decía, "Cerebros, ñam, ñam, ñam", y tenía una imagen mal dibujada de un zombi que sostenía montones de cerebros en sus manos destrozadas, su boca rezumando la repugnante materia rosada. Sacudí la cabeza con decepción al ver a mi primo.
—¡Oh, es mi nieto favorito! —Nana arrulló mientras caminaba alrededor del mostrador para abrazar a mi enorme primo.
Ella pellizcó sus mejillas y las llenó de besos. Emmett sonrió, disfrutando de la atención mientras todas gruñíamos y poníamos los ojos en blanco.
Nana nos llamó un montón de perras celosas antes de inclinarse sobre la pequeña mesa que contenía álbumes llenos de fotografías de pasteles. Pasó lentamente páginas y páginas de pasteles que habíamos decorado con el paso de los años.
—¿De qué estaban hablando todas ustedes? —preguntó Emmett.
Emmett caminó alrededor de la vitrina de cristal, la abrió, y tomó un petit four de naranja. Le quitó el envoltorio y se lo metió en la boca. Emmett cerró los ojos y gimió de placer. Sus espesas pestañas aletearon dramáticamente.
—Todas tenían expresiones extrañas en sus caras cuando entré —dijo.
—Solo estábamos discutiendo que Bella nunca tiene polvos. —Kate se rio. Hizo una mueca cuando le clavé mi codo puntiagudo en las costillas—. Lo juro, necesitamos encontrar una fiesta fuera del pueblo. Necesito una liberación, si saben a lo que me refiero.
—Sé a lo que te refieres —Emmett le dijo con el ceño fruncido. Él tomó una galleta y lamió el glaseado—. Estoy cansado de follarme a las cinco zorras de siempre.
—Yo también —bromeé, asombrando a todos que me miraban.
—Pulgarcita y sus cuatro hermanas —expliqué, moviendo mis dedos.
—¡Agh! —Alice chilló y tuvo arcadas mientras me empujaba del taburete.
Me reí y puse los ojos en blanco justo cuando la campana sobre la puerta tintineó de nuevo. Nos enderezamos y le dimos a nuestros nuevos clientes unas sonrisas inocentes y deslumbrantes. Emmett sonrió a una de las adolescentes con ligero sobrepeso, quien se sonrojó ante su mirada. Todos actuamos como las personas normales que no éramos mientras yo empaquetaba las galletas para las chicas y Alice les cobraba. Le dieron a Emmett una última sonrisa con sus rostros sonrojados mientras se reían suavemente entre ellas y desaparecían por la puerta.
—Eso es lo que necesito —anunció, y todas nos relajábamos visiblemente en nuestra propia compañía—. Necesito una chica gordita. Las chicas gorditas son unas locas en la cama. Y sabes que esa chica sabe cocinar. Ya regreso.
Emmett salió trotando de la tienda. Su voz suave y masculina gritó mientras seguía a las dos chicas por la acera en la antigua zona del centro donde nuestra pastelería familiar estaba ubicada. Emmett nunca regresó a la tienda esa noche, así que asumí que consiguió a una "chica gordita".
El negocio repuntó un poco después de eso. Era un viernes, después de todo, y uno de los días más ajetreados para recoger pasteles. Emmett ayudaba a Nana a entregar pasteles a veces, pero no había muchas bodas o aniversarios ese fin de semana. Me mantuve ocupada repartiendo pasteles y empaquetando dulces mientras los clientes seguían llegando al mismo tiempo que el sol comenzaba a ponerse.
Alice siguió refunfuñando y quejándose de mal humor porque su espíritu creativo fue destruido por su incapacidad de decorar por unos días más. Fue la idea de Nana castigarla por el incidente del pastel de cumpleaños, y estaba segura de que había aprendido la lección por una vez.
Estábamos justo cerrando la tienda cuando Kate entró trotando entusiasmadamente desde la trastienda y me llevó hacia el baño mientras Alice se encontraba de espalda a nosotras.
—Hay una fiesta esta noche en Birchwood —susurró y sus ojos azules brillaban.
Cerró la puerta firmemente detrás nuestro y agitó su teléfono en el aire, indicando la fuente de información de dicha fiesta. O bien alguien llamó, le envió un mensaje, o ella lo leyó en Facebook.
—¿Y? sabes que no podemos ir a Birchwood —respondí, poniendo los ojos en blanco. Me preguntaba por qué intentaba mantener esto en secreto para Alice.
—Bella, esas reglas ya no se aplican —resopló Kate, cruzándose de brazos. Aferraba el teléfono en una mano—. Tú más que nadie deberías saber eso.
Enarqué una ceja ante su insinuación. Su cabello rubio y lacio brillaba bajo la bombilla que colgaba en el baño.
—Sé que ya no se aplican —espeté mientras lanzaba mi cabello largo y castaño sobre un hombro, molesta de que ella siquiera mencionara ese día—. Pero eso pasó hace casi dos años. Y nadie ha visto a ningún Cullen en Mayhaw desde que tu papi pilló a James en nuestra casa. Estoy dispuesta a apostar que el resto de los Cullen ni siquiera saben lo que pasó ese día. Es como si ni siquiera hubiera pasado. Si cruzamos ese puente y nos atrapan, comenzarán una guerra.
—No vamos a ser atrapadas —dijo Kate, tratando de convencerme—. Escucha, no se lo diremos a nadie. Solo serán Marie y Cassie esta noche.
Ella sonrió de oreja a oreja mientras mencionaba nuestros alias.
—Podemos escabullirnos después de que Alice se vaya a dormir. De esa forma, no tendrás que cuidar su demente trasero en otra fiesta —dijo Kate—. ¿Acaso no suena divertido, Bella? Seamos alguien más esta noche, como en los viejos tiempos. ¿Por favor? ¿Por favor?
Siempre viajábamos fuera del pueblo cuando interpretábamos los roles de Marie y Cassie, pero nunca íbamos a Birchwood. Kate sabía que cedería. Siempre lo hacía cuando usaba esos ojos de cachorro triste. Con un pesado suspiro, acepté y ella soltó un chillido, tomando mis manos y saltando arriba y abajo como un pogo saltarín. Me uní a ella, luciendo como una idiota, pero de repente estaba muy entusiasmada.
Intenté tragar el nudo de duda que se formó en mi estómago, y me dije a mí misma que todo estaría bien. ¿Y si nos cruzábamos con un Cullen? ¿Y si me cruzaba con Edward? ¿Me reconocería o me recordaría? Lo dudaba. Había un gran cambio en apariencia física entre los doce y dieciocho años. Incluso si fuéramos a cruzarnos, jamás lo sabríamos. No había visto ningún Cullen aparte de James desde que era una niña, y viceversa. Esto me daba una pequeña sensación de esperanza de que la noche no terminaría en un completo desastre.
—Solo hay un problema —susurré mientras Kate tomaba el pomo del baño, sus cejas fruncidas en confusión—. Alice. Ella nunca duerme.
—Eso solo déjamelo a mí —susurró con una sonrisa malvada.
Abrió la puerta y se asomó. Después de asegurarse de que no hubiera moros en la costa, salió del baño e intentó evitar a una Alice suspicaz que estaba ocupada limpiando la vitrina de cristal.
—¿Qué pasa? —preguntó Alice. Lanzó el paño húmedo sobre un hombro y plantó una mano en su cadera. Su mirada se movió entre nosotras dos—. ¿Por qué estaban escondiéndose en el baño?
—Oh, no nos estábamos escondiendo —Kate le dijo alegremente mientras pasaba por su lado—. Bella solo tenía una verruga que quería que yo mirara, para tener una segunda opinión y eso.
Mi rostro enrojeció y los ojos de Alice se abrieron aún más, mirándome con sorpresa.
Después de encogerme de hombros incómodamente, pasé junto a mi hermana y seguí a Kate hacia la habitación del fondo. Me quité el delantal rosa y lo metí en la lavadora, justo después de golpearla en la parte trasera de su estúpida y rubia cabeza. Kate soltó unas risitas y metió su delantal también. Nos despedimos de nuestra abuela y ella nos sonrió y desapareció por la puerta trasera de la pastelería.
—¡Oye, Alice! Bella y yo pensábamos en hacer una pijamada, como cuando éramos niñas. Tú, yo, Bella, y Makenna. ¿Qué dices? —preguntó Kate.
Kate me dio una sonrisa torcida y malvada y sus labios rojos se estiraron sobre sus brillantes dientes blancos. La pijamada debía ser parte de su plan.
Escuchamos a Alice soltar un chillido de emoción, y entró corriendo a la habitación dando saltitos sobre las puntas de sus pies.
Puse los ojos en blanco ante su entusiasmo y comencé a cerrar la tienda, poniendo llave a la puerta. Caminamos hacia el frente de la tienda y apagamos las luces. Las paredes rosas de la tienda se cubrieron de oscuridad.
—¡Sí! ¡Me encantan las pijamadas! ¡Oh, deja que le escriba a Kenna ahora mismo! —Alice vociferó con una voz irritantemente alegre.
Tiré de la puerta de vidrio detrás de nosotras, saqué mis llaves, y la cerré. Después de echar un último vistazo a la tienda, me di la vuelta y miré con un poco de emoción mientras Alice comenzaba a escribir frenéticamente. Las tres nos reclinamos contra mi Jeep mientras Alice hablaba con Makenna.
Aparte de las farolas que comenzaban a encenderse lentamente, la calle estaba oscura.
El centro de Mayhaw era una zona muy bonita, llena de edificios que fueron construidos a principios a los mil novecientos. Algunos de los mismos edificios seguía funcionando hoy, así como la farmacia Dillan's. La ciudad gastó mucho dinero de los contribuyentes llenando las aceras con grandes jarrones de piedra llenos de flores de colores que rebosaban por los costados. Habían pequeños árboles que decoraban la acera y brotaban de sus pequeños cuadrados de tierra. Todos los edificios eran de ladrillo, algunos de diferentes colores que otros. La mayoría de ellos eran contiguos, pero otros, como Dulces Confecciones Swan, tenían un callejón a un costado. Ese callejón realmente ayudaba a Nana a cargar pasteles en su gran furgoneta blanca cuando hacía entregas.
—¡Muy bien, ella está en camino! —dijo Alice mientras bailaba en su lugar y mecía sus caderas—. ¡Necesitamos unos refrigerios para la fiesta, y no hablo de papas fritas y salsas, chicas!
—Yo me encargaré de eso —le contestó Kate rápidamente, sonriendo la sonrisa que Alice le dio—. Las veré a todas en su casa en alrededor de una hora. ¿De acuerdo?
Ella dirigió la última pregunta hacia mí y asentí alentadoramente.
Nos separamos cuando Kate se subió en su ridícula camioneta bermellón. Había una calcomanía de un ciervo en el cristal trasero, haciéndola lucir más adecuada para un hombre que una chica de cuarenta kilos. Ella la encendió, y el motor rugió mientras se retiraba del estacionamiento y avanzaba por la calle.
Alice y yo nos subimos al Jeep y condujimos a casa. Ella estuvo dando saltos durante todo el viaje y yo torcí un largo mechón de cabello castaño pensativamente alrededor de un dedo.
Después de llegar a casa, Alice comenzó a correr como loca. Sacó paquetes de papas fritas y revisó nuestra colección de películas y CDs. Era triste, en serio, lo emocionada que estaba ante la posibilidad de una pijamada, y me preguntaba cómo planeaba Kate sacarnos de todo este desastre.
Makenna llegó unos minutos después. Ella tenía la misma edad que Alice, pero se parecía más a mí que mi propia hermana. Kenna era unos dos centímetros más baja que yo, alrededor de la altura de Alice, con una cabellera caoba hasta la cintura y ojos profundos color chocolate. Kenna siempre tenía una expresión aburrida en su rostro. Esto molestaba a las personas que no la conocían muy bien, les hacía creer que a ella no le importaba en absoluto las cosas que le decían. La verdad era que, ella simplemente estaba drogada todo el tiempo. Y esta noche no era una excepción.
—¿Qué pasa, fiesteras? —preguntó, sus ojos medio abiertos como siempre lo estaban, y bostezó mientras se sentaba en el sofá.
Alice prácticamente revoloteó a su alrededor, ignorando la manera en que Kenna fulminaba con la mirada a su prima.
—¡Levanta tu gordo trasero y ayúdame a elegir una película! —gritó Alice mientras la agarraba del brazo y la sacaba del sofá.
Makenna se cayó del sofá sobre su trasero, gimiendo cuando su trasero huesudo impactó en el suelo.
—¡Puedes ayudarme a encontrar mi esmalte de uñas! ¡Podemos pintarnos las uñas la una a la otra! —chilló Alice.
Alice siguió jalando del brazo de Makenna, ignorando la manera en que Kenna se puso de pie y se frotó su dolorido trasero. Alice la llevó hacia las escaleras.
Kate llegó mientras ellas no estaban. La camiseta rosa de Dulces Confecciones Swan fue reemplazada por una blusa plateada brillante. Tenía puesto un par de jeans ajustados y oscuros y botas bajas de cuero marrón. Kate llevaba su cabello lacio, y colgaba en una cortina rubia y brillante por su espalda. Su rostro era un desastre sexy y esfumado con sus pestañas largas rizadas y lápiz labial rojos sangre perfectamente pintados.
—Vengo con regalos —susurró.
Kate sacó una bolsa de su blusa donde estaba metida cuidadosamente en su sostén. La bolsa estaba enrollada y volteada mientras la sujetaba. Observé con incredulidad la marihuana.
—¿Eso es... morada? —pregunté, sacudiendo la cabeza en shock.
Ella sonrió, y se encogió de hombros.
—De hecho, sí, lo es. Unas caladas de esto y Alice se quedará dormida rápidamente. Makenna también, al menos después de que pasen los efectos iniciales. ¿Quieres un poco?
—Eh, negativo. Quiero pasar un buen rato, no morir. Sabes que no fumo cosas fuertes. Me quedaré con la regular —dije—. Esa cosa no va a lastimar a Alice o a Makenna, ¿verdad?
—Bella, Alice y Makenna pueden comer cinco kilos de veneno para ratas cada una y no les molestará —respondió Kate, poniendo sus bonitos ojos azules en blanco.
Ella se sentó frente a la mesa ratona, cruzando las piernas debajo de ella mientras comenzaba a enrollar un porro. Me senté a su lado y saqué mi propio porro de la caja King Edward escondida en un cajón debajo de la mesa ratona. Lo encendí y le di una profunda calada, cerrando los ojos mientras lo contenía.
Sí, me había convertido en una marihuanera recreacional desde el primer día en que Alice me animó a fumar con ella, rompiendo una de las tantas promesas que me había hecho a mí misma a lo largo de los años. Me ayudaba a relajarme y a olvidar cosas aunque fuera solo por un rato. Fumé toda la cosa antes de que Alice y Makenna siquiera bajaran de vuelta.
—¡Vaya, gracias por esperarnos! —Alice resopló sarcásticamente mientras dejaba caer su enorme bolsa de maquillaje sobre la mesa ratona.
—¡Pensé que podríamos hacernos un cambio de imagen! —chilló molestamente.
Makenna se ubicó fácilmente a su lado y soltó un quejido ante el entusiasmo de Alice. Kate finalmente encendió su porro y lo pasaron. Me reí cuando Makenna acusó a Alice de acapararlo, lo cual lo estaba haciendo. Alice puso mala cara y le tendió el porro. Kate le daba pequeñas caladas y hacía lo posible para evitar llamar la atención a ese hecho.
—Eso es de buena calidad, amigas —comentó Makenna mientras soplaba anillos de humo con destreza en el aire.
Kate y Alice murmuraron de acuerdo. Me recosté en el suelo contra el sofá, cerré los ojos, y disfruté de la maravillosa sensación de caer hacia atrás a pesar de que estaba completamente inmóvil. La sensación familiar de mi sangre palpitando por mis venas se apoderó de mi cuerpo, y sonreí ante la tranquilidad que me rodeaba.
Kate tenía razón; después de una hora de las constantes divagaciones de Alice, y tres partidas de Twister, Alice y Makenna se quedaron dormidas en el suelo. La baba caía de los labios de Alice y se acumulaba debajo de su boca. Me arrastré hacia donde estaba acostada y le tomé el pulso. Síp. Seguía con vida. Me desplomé en el suelo junto a mi hermana que roncaba y me reí de mí misma mientras Kate se reía entre dientes y sacudía la cabeza.
—Vamos, zorra sucia. —Se rio. Kate me hizo sentarme—. Es hora de ir a la fiesta, perra.
Me llevó hacia arriba, rebuscó en mi armario y arrojó varios artículos sobre su hombro y hacia mi cama desordenada. No me importaba qué llevara puesto, demasiado obsesionada con mi mareo como para que me importara una mierda. No era así todo el tiempo. A menudo disfrutaba vestirme y verme femenina. Jamás salía de casa sin maquillaje puesto, algo que posiblemente heredé de mi Nana Swan. Diablos, todos nos miraban todo el tiempo, de todos modos. Por mucho que odiaba las miradas, siempre supuse que bien podría darles algo agradable para mirar.
Dejé puestos mis calcetines color amarillo brillante, me puse unos pantalones negros ajustados, una camiseta negra sin mangas con volados en la parte delantera, y un par de botas negras hasta la rodilla. Después de ponerme un cinturón por encima de mi cintura, justo debajo de mis pechos, le eché un vistazo al espejo y le sonreí a la chica sexy que me devolvía la mirada.
Había otra razón por la que me encantaba la marihuana. Me hacía sentir como una jodida estrella del rock cuando en realidad solo era una don nadie de dieciocho años, atrapada en un pueblo perdido en los bosques del Mississippi, sin esperanza de un futuro decente.
Kate rizó mi cabello largo y castaño, y me puse un poco del maquillaje de Alice. Kate me aseguró de que me veía genial y salimos por la puerta principal. Dejamos a Alice y a Kenna dormidas en el suelo de la sala.
Fue algo bueno que hubiera fumado esa hierba temprano en la noche, porque cuando llegamos a esa carretera y comenzamos a subir a ese desconocido puente gris sobre el río, casi me da un ataque de pánico. Kate me miró con preocupación, me susurró que me calmara y preguntó si quería dar la vuelta y regresar a casa. Negué con la cabeza, el deseo tan fuerte de ser alguien más para variar me abrumaba mientras se apoderaba de mi cuerpo, mi corazón, y mi alma.
Kate tomó mi mano y chillamos mientras cruzábamos el puente. Las luces de las barcazas brillaban suavemente debajo. De repente, me sentía libre; era una sensación peligrosa, extraña pero aún así adictiva, parecido a la sensación que tuve la primera vez que fumé marihuana. Era una sensación que solo podía tener cuando había hecho algo malo, peligroso y completamente satisfactorio al mismo tiempo.
Mientras cruzábamos el puente, algo muy profundo dentro de mí me decía que todo estaba a punto de cambiar esa noche y que nada volvería a ser lo mismo.
¿Se viene el reencuentro?
Gracias por leer :)
