N/A: ¡Hola a todos, Jkalex está de vuelta! ¡Y ha vuelto con un muy buen humor! He aprobado mis exámenes parciales, he tenido varios días de descanso y, lo mejor de todo, ¡he terminado con mi novia tóxica! Dios, esa mujer era como un parásito que me hacía la vida miserable.

A las mujeres que estén leyendo mi historia, les pido encarecidamente que no sean tóxicas con sus parejas. Sea más segura de sí mismas.

En fin, no están aquí para que sean mis sacos de basura al escuchar mis mierdas, para eso están mis amigos. Ustedes están aquí para leer lo que escribo, así que eso les daré.

Espero le esté gustando esta historia hasta ahora. Deben de agradecer a elzerocrack y Silas-the-Sith 05, creadores de dos de mis fics crossover favoritos de ATLA y quienes fueron mi principal inspiración para escribir esta historia. No sé quiénes son muchachos, pero un abrazo no homo para ustedes.

En fin, sin más preámbulos... Let´s go!


Capítulo 3

La Capital de la Nación del Fuego

Percy

Mirara por donde mirara, lo único que Percy podía ver eran grandes porciones de tierra cubiertas de hielo y nieve.

Las montañas cubiertas de nieve se alzaban en el horizonte y, a sus espaldas, podía ver el mar extenderse hasta donde la vista alcanzaba, repleta de icebergs y bloques de hielo del tamaño de casas.

A pesar de nunca haber estado allí, Percy había leído sobre él en la escuela. Sabía que lo que estaba viendo era el hábitat de la Tribu Agua, aunque desconocía si se trataba del Polo Norte o el Polo Sur.

"Pero... ¿Cómo es que puedo ver esto?", pensó Percy, sintiéndose desconcertado "Yo nunca he estado aquí"

Lo sabía con certeza. De la misma forma que sabía con certeza de que él estaba soñando. Después de todo, estaba flotando a varios metros del suelo. No podía ver su propio cuerpo, aunque podía llegar a sentir la nieve caer del cielo y el frío aire que soplaba en el gélido páramo.

Hubo un punto en el paisaje que llamó su atención. A los lejos, pudo ver lo que parecía ser un pequeño pueblo en medio de la tundra. Una muralla hecha de hielo de alrededor cinco metros de altura rodeaba a un conjunto de tiendas hechas de piel de animal y decenas de iglús.

Cuando Percy se acercó, pudo ver a las personas pulular por el lugar. Vestían gruesas pieles hechas de animal para protegerse del frío y todos compartían la misma tez oscura que caracterizaba a las personas de las Tribus Agua. Los hombres acarreaban redes que contenían pescados y las mujeres que tejían pieles. Incluso hubo niños que se divertían jugando en la nieve.

Parecía ser una aldea sencilla y tranquila.

Percy vio como un par de niños, un chico y una chica de alrededor su edad jugaban en la nieve, arrojándose bola de nieve entre risas.

Fue entonces cuando la blanca nieve que caía del cielo se volvió negra. Todos detuvieron lo que estaban haciendo y miraron al cielo, sus expresiones anteriormente tranquilas y felices se volvieron una de creciente miedo y preocupación.

La niña que anteriormente se había estado divirtiendo jugando en la nieve miró con miedo al niño.

—Voy a buscar a mamá—dijo ella, asustada.

Corrió por el pueblo hacia uno de los iglús, su joven rostro reflejaba su creciente pánico.

Desde lo alto, Percy vio como varios barcos hechos de hierro se acercaron por el mar y arribaron en las costas, destrozando el hielo a su paso hasta detenerse. Las rampas cayeron y de ella bajaron decenas de soldados. Y a juzgar por sus uniformes negros y rojos, eran soldados de la Nación del Fuego.

Los miembros de la Tribu Agua no dudaron en agarrar sus armas, que consistían en lanzas y espadas hechas de hueso, y se dispusieron a repeler a los invasores en un intento de proteger su hogar.


Percy se despertó, sintiéndose ligeramente confuso por el sueño que acaba de tener.

"Fue un sueño, ¿verdad? Se veía tan... real"

Dio un fuerte bostezo mientras se removía y se colocaba en una posición más cómoda a los pies de un árbol del jardín, colocando sus brazos detrás de su cabeza y disfrutando de la cálida y agradable brisa.

— ¿Otra vez holgazaneando, Percy?

Percy dio un leve respingo y alzó la mirada para ver a su papá cernirse sobre él con una ceja arqueada. Sus manos estaban detrás de su espalda, sosteniendo su espada enfundada, por lo que le daba una apariencia algo imponente.

—Hey, papá—dijo él—. Yo solo estaba... descansando un poco.

—Tu descanso era de 15 minutos, no una hora.

Percy se rio entre dientes de manera algo nerviosa mientras se rascaba la parte trasera de su cabeza.

—Bueno, es que comenzó a soplar un agradable viento y estar a la sombra del árbol era demasiado cómodo. Y pues... me dormí.

Piandao negó con la cabeza con un suspiro, sabiendo que esta no era la primera vez que encontraba a Percy dormir durante la hora del entrenamiento. Y, probablemente, no sería la última.

— ¿Has terminado con los katas? —inquirió.

Percy se levantó, sacudió el polvo de su qi pao, el cual era idéntico al que vestía su padre, y tomó su espada enfundada que estaba a los pies del árbol.

—Sí. No entiendo por qué me haces hacer los mismos katas una y otra vez, papá.

—Como un viejo amigo solía decir, para que puedas llegar a dominar las complejidades del arte de la espada, primero debes de dominar la disciplina. Solo a través de la disciplina podrás construir una base sólida para que, a partir de ello, seas capaz de desarrollar algo más complejo. Algo único.

—Así que es por eso que no me has enseñado a empuñar la espada como tú lo haces—señaló Percy—. No me enseñaste tus movimientos.

Piandao asintió.

—Exacto. Mis movimientos son hechos para un hombre adulto, tú aún eres un niño.

—Ya veo...

—Además, tengo el presentimiento de que, si te enseño mi estilo, estaría limitándose en gran manera—agregó Piandao, para sorpresa de Percy—. Es por eso que he hecho tanto énfasis en que dominaras los katas. De esa manera, tendrías las herramientas para crear un estilo que mejor se adapte a ti. Dominar lo básico es el primer paso para desarrollar tu propio estilo. Y solo lograrás eso a través de la disciplina.

Percy asintió lentamente con comprensión. Ahora entendía por qué, durante todo un año, lo único que su papá le había enseñado eran las formas básicas de un espadachín. Ya sea la manera correcta de empuñar una espada o las formas de posicionar su cuerpo para tener una postura correcta durante el ataque, el contraataque y la defensa. Demonios, incluso le había enseñado cómo tenía que respirar.

—Bien. Ahora volvamos a tu entrenamiento.

— ¿Otra vez con los katas? —inquirió Percy, sonando algo desanimado.

A pesar de que entendía por qué su papá le hacía hacer aquellos ejercicios, eso no significara que no los encontrara tediosos.

Para su sorpresa, Piandao negó con la cabeza.

—No. Ahora tendrás un combate de entrenamiento. Puedo enseñarte los movimientos básicos en el arte de la espada, pero depende de ti el saber usarlas. Y la mejor manera de hacerlo es a través del combate.

Percy miró por los alrededores del jardín.

—Pero... Fat no está aquí. Y ya lo he vencido muchas veces.

Una sonrisa críptica estiró de los labios de Piandao.

—Lo sé. Has demostrado que has superado a Fat hace meses—llevó su espada frente a él y comenzó a desenfundarla—. Es por eso por lo que, a partir de ahora, yo seré tu oponente.

— ¿Usaremos espadas reales? —cuestionó Percy, mirando la espada de su papá.

—Esta es una espada sin filo, al igual que la tuya—explicó Piandao—. Prepárate, hijo mío. Porque no planeo ponértelo fácil.

Una sonrisa emocionada estiró los labios de Percy. Era la primera vez desde que había comenzado su entrenamiento que tendría un combate con su papá.

— ¿Estás seguro? —inquirió él, también desenfundando su espada sin filo—. No quiero que te sobre esfuerces y te lastimes la cadera, viejo.

—Aún soy lo suficientemente joven para enseñarle a un niño como tú un par de lecciones—respondió Piandao, adoptando una postura—. Hagamos esto interesante. El primero en dar cinco golpes elige la cena.

Percy sonrió y adoptó su propia postura.

—Espero que te guste el pollo komodo.

Piandao se rio divertido.

Ambos se miraron detenidamente, analizando la postura del otro. A los ojos de Percy, la postura de su papá era perfecta. No podía ver ninguna abertura por la que atacar y tenía el presentimiento de que, si atacaba precipitadamente, su papá lo vencería con un simple movimiento.

—Muy bien, Percy—elogió Piandao—. No te precipites en atacar. Un espadachín debe luchar con paciencia y una mente fría. A diferencia de un combate entre maestros, los combates entre aquellos que empuñan un arma son fugaces. Un solo golpe puede significar la diferencia entre la victoria o la derrota.

Percy asintió sin apartar la mirada de su papá o relajar su postura.

— ¡Maestro Piandao!

Piandao y Percy voltearon para observar a Fat acercándose a ellos rápidamente, la preocupación era evidente en su rostro.

—Fat, ¿qué ocurre? —preguntó Piandao, relajando su postura.

Fat se tomó unos segundos para recuperar el aliento antes de meter la mano dentro de su manga y sacar un pergamino enrollado.

—Un halcón mensajero acaba de llegar. La carta... tiene el emblema de la Familia Real.

Una expresión sombría adornó las facciones de Piandao al agarrar el pergamino enrollado y leerlo.

— ¿Papá? ¿Por qué alguien de la Familia Real te enviaría una carta? —preguntó Percy.

Cuando terminó de leerlo, Piandao volvió a enrollar la carta y miró a Percy con seriedad.

—El Señor del Fuego Azulon me ha convocado en la capital. Ha llegado el momento de saldar mi deuda.


— ¡¿Tu padre fue convocado por el Señor del Fuego?!

La sorpresa y emoción era evidente en la voz de Lee mientras se cernía sobre la mesa para mirar a Percy.

— ¡Baja la voz, tarado! —reprendió Hana, dándole un manotazo en el hombro—. ¿Acaso quieres que todo el pueblo se entere?

—De todos modos, tarde o temprano todos lo sabrán—replicó Lee en voz baja mientras se sobaba el hombro.

Percy, Lee y Hana se encontraban en uno de los puestos de comida del pueblo, el cual era el lugar de comida favorito de Percy y Lee. Curiosamente, la familia de Hana era dueña del lugar, por lo que eran bienvenidos por ser los amigos de Hana. Había sido su lugar de reunión desde que Percy había sido expulsado de la academia hace un año.

—Así que es verdad—dijo un hombre, quien se acercó a los tres sosteniendo un plato de onigiris—. El maestro Piandao irá a la capital por órdenes del Señor del Fuego.

—Papá—dijo Hana, sorprendida—. ¿Cómo es que lo sabes?

—Tu amigo no es muy discreto que digamos—dijo el padre de Hana mientras hacía un ademán con la cabeza hacia Lee.

Hana lanzó una mirada molesta a Lee, quien se encogió en su asiento mientras agarraba uno de los onigiris y le daba un mordisco de manera nerviosa.

El padre de Hana se rio de manera divertida al verlos.

—La verdadera pregunta es: ¿por qué el Señor del Fuego convocaría al maestro Piandao a la capital? —preguntó Hana, agarrando uno de los onigiris y dándole un mordisco.

—Si el Señor del Fuego ha convocado al maestro Piandao, debe ser porque reconoce su valor—dijo su padre.

— ¿Tú sabes algo, Percy? —preguntó Lee.

—Papá me dijo que tenía una deuda con el Señor del Fuego—respondió Percy, viéndose algo agobiado mientras miraba el plato de onigiri. Por alguna razón, no tenía hambre—. Me dijo que irá a la capital de la Nación del Fuego y que no sabe cuándo volverá...

Lee y Hana miraron a Percy con preocupación.

—Tú... ¿Irás con él? —preguntó Lee.

Percy lo miró, desconcertado.

— ¿Eh?

— ¡Me escuchaste! ¿Iras con tu papá a la capital de la Nación del Fuego? ¡Es una oportunidad única! ¡Podrás conocer a la Familia Real! Tal vez incluso puedas entrenar para convertirte en un miembro de la Procesión Real.

—Lee, no soy un maestro fuego—le recordó Percy—. Solo los maestros fuego son miembros de la Procesión Real.

—Pff, ¿y qué con eso? Has entrenado durante un año entero bajo la tutela del mejor espadachín de la Nación del Fuego. La Familia Real reconocerá tu valor.

A pesar de la firme declaración de Lee, Percy no se veía del todo convencido.

—Dejando de lado los delirios de este tonto, no es una mala idea—comentó Hana—. Si vas con tu padre, podrás seguir entrenando con él.

Percy consideró la idea. Si acompañara a su papá a la capital, tendría que dejar Shu Jin, su hogar, y sus amigos.

—Pero... ¿Qué hay de ustedes? —preguntó él.

Hana puso los ojos en blanco.

—Nosotros seguiremos aquí para cuando vuelvas, tonto.

—Hana tiene razón, Percy—concordó Lee—. No en lo de tonto, sino en lo otro. Nosotros seguiremos aquí. Y tú siempre has querido ser un gran espadachín, ¿no es así? Si te quedas aquí, tu padre ya no podrá enseñarte. Tienes que ir.

—Esta es tu oportunidad, chico—intervino el padre de Hana—. Si deseas algo con fervor, debes de estar dispuesto a ir a por ello.

— ¡Sí! —concordó Lee, emocionado—. ¡Y cuando vuelvas, tú serás un maestro espadachín y yo seré un maestro del fuego control!

Hana puso los ojos en blanco.

—Tal vez si bajaras unos cuantos kilos y le dieras más prioridad a tu entrenamiento, serías un maestro fuego más competente—señaló ella, pinchando la barriga de Lee y causando que él diera un respingo.

—Necesito comer para tener energía... —se defendió él débilmente.

— ¡Pues tú tienes un exceso de energía!

A pesar de que Lee había comenzado su entrenamiento como un maestro fuego por su familia desde hace ya un año, no había perdido mucho peso, ya que no había cambiado sus hábitos alimentarios.

Hana reprendió a Lee cuando él agarró otro onigiri y se lo llevó a la boca. Era extraño como, hace un año, ella los acosaba e intimidaba en la academia y ahora se había convertido en su amiga.

Percy no pudo evitarlo y se rio por lo bajo, llamando la atención de Hana y Lee, quienes dejaron de pelear para mirarlo con extrañeza.

—Gracias, chicos—dijo él sinceramente.

Ellos lo miraron confundidos por unos segundos, pero luego sonrieron.


Aquella noche, durante la cena, todo transcurrió normalmente. Fat había preparado pollo komodo y los tres cenaron en tranquilidad en una ligera charla.

Fue entonces cuando Percy hizo la pregunta que había estado en su mente todo el día:

—Papá, ¿cuándo te vas?

Piandao se detuvo en llevar una porción de arroz a su boca y colocó los palillos sobre el tazón.

—Mañana por la mañana—respondió—. He de partir lo más pronto posible. El Señor del Fuego Azulon no es conocido por su paciencia.

— ¿Sabes por qué te convocó? —preguntó Percy, dudoso.

—Sí. Lo hizo con la intención que entrene a un grupo selecto de personas en el arte de la espada. La intención del Señor del Fuego Azulon es la de crear un grupo élite de espadachines.

— ¡¿Qué?! ¿Te obligará a enseñar? No puede hacer eso... ¿O sí?

—El Señor del Fuego tiene toda la autoridad de ordenar a sus ciudadanos de hacer algo si lo cree conveniente para beneficio de la nación—señaló Fat—. Y nosotros, los ciudadanos, tenemos el deber de cumplir aquellas órdenes por el bien de nuestra nación.

—Y al ordenar formar un grupo de espadachines élite hará que el ejército sea más fuerte—reconoció Percy.

Piandao asintió.

—El Señor del Fuego debe estar planeando usar a este escuadrón de espadachines élite para invadir las Tribus Agua, donde los maestros fuego están en gran desventaja ante los maestros agua.

—Las Tribus Agua...

Percy pensó en el sueño que tuvo, de cómo la Nación del Fuego invadió a aquella pequeña aldea de la Tribu Agua. Así mismo, también pensó en sí mismo y en las habilidades que tenía.

"¿Qué fue ese sueño? Alguna clase de... ¿Premonición?"

Él negó con la cabeza. Eso sonaba ridículo incluso en su mente. Ahora, tenía que enfocarse en otra cosa.

—Papá—habló él con seriedad—. Quiero ir contigo.

Piandao no se vio sorprendido por tu petición.

—Presentía que lo dirías en algún momento—dijo él—. ¿Estás seguro de esto, hijo mío? Para instruir a este grupo de espadachines tendré que mudarme a la capital de la Nación del Fuego y vivir varios años allí. La vida en la capital será muy diferente a la vida que tenemos aquí en Shu Jin.

—Lo sé. Pero si tú vas, yo iré contigo. Ya lo he decidido.

Hubo unos segundos de silencio antes de que Piandao preguntara:

— ¿Por qué?

—Porque quiero ser un gran espadachín—dijo Percy con convicción—. Quiero llegar a superarte y solo lo haré si tú me enseñas. Si para hacer eso tengo que ir a la capital de la Nación del Fuego, entonces lo haré.

Piandao observó fijamente a Percy, como si estuviera evaluando su determinación. Percy le sostuvo la mirada. Sabía qué es lo que deseaba y no flaquearía ante este pequeño inconveniente.

— ¿Crees que es el camino correcto? —cuestionó Piandao—. Dejar atrás tu hogar y a tus amigos por tu ambición.

—Yo... no lo sé—admitió Percy—. Pero es la decisión que tomé.

—El camino correcto siempre es el más duro de seguir... —Piandao tuvo una mirada vidriosa por unos segundos, como si estuviera rememorando algo que pasó hace mucho tiempo—. Muy bien, Percy. Si esta es la decisión que has tomado, como tu padre y tu maestro, te apoyaré.

Una gran sonrisa se formó en el rostro Percy.

—Gracias, papá.

La cena transcurrió tranquilamente luego de esto. Al igual que todas las noches que Percy recordaba, cenó en compañía de Piandao y Fat, su familia.


A la mañana siguiente, Percy ayudó a su papá y a Fat a llevar las provisiones que necesitarían para el viaje en barco hacia la capital de la Nación del Fuego.

— ¿No vendrás con nosotros? —le preguntó Percy a Fat, sorprendido.

Fat negó con la cabeza.

—Alguien debe quedarse a cuidar el castillo. Y como mayordomo del maestro Piandao, es mi deber hacerlo.

Percy se sintió algo decaído por eso. Le hubiera gustado que Fat también los acompañara. El hombre había sido un constante apoyo toda su vida. Más que un simple mayordomo, Percy consideraba a Fat como un tío. Sería extraño no volver a contar con él.

—Descuide, joven Perseo—dijo Fat, con una inusual sonrisa tranquilizadora—. Cuando usted y el maestro Piandao vuelvan, todo seguirá igual que antes. Volveremos a ser nosotros tres como siempre lo ha sido.

Percy se sintió mejor ante las palabras de consuelo de Fat y asintió con una sonrisa.

—Extrañaré tus onigiris.

Fat se rio.

—Prepararé muchos de ellos cuando vuelvan, joven maestro.

Cuando llegaron al muelle, Percy se sorprendió cuando vio a una gran cantidad de la gente del pueblo esperándolos. Reconoció al señor Inari, el agricultor del pueblo. La señora Dishi, dueña de la tienda de comestibles donde siempre había comprado sus alimentos. El señor Norio, el pescador que siempre les vendía sus mejores pescados. Incluso habían venido Hana y Lee junto con sus familias. Había muchos más personas y Percy los conocía a todos. Eran personas que veía en su día a día y siempre lo saludaban.

—Todos... ¿Qué están haciendo aquí? —preguntó Piandao, desconcertado.

—Obviamente, venimos a despedir a la persona más reconocida de nuestro pueblo.

Un hombre dio un paso al frente. Era un adulto calvo con una tupida barba canosa y una sonrisa amistosa. Percy lo reconoció como el señor Bao, dueño de la tienda de armas.

—Bao... —dijo Piando—. ¿De qué estás hablando?

—No te hagas del modesto, maestro Piandao. Debemos de dar reconocimiento a quien se lo ha ganado. Esa es la creencia de nuestra nación. Ha pasado más de doce años desde que usted llegó a Shu Jin. Nuestro pueblo era pequeño, humilde y no muy próspero. Los mercaderes no llegaban hasta esta parte de las Islas de Fuego para comercializar. Pero cuando usted se instaló en el castillo abandonado del acantilado y creó su forja, nuestro pueblo se vio engrandecido debido a la calidad de sus creaciones. Maestros, artesanos, carpinteros, agricultores... todos ellos fueron atraídos por el potencial que tenía nuestro humilde pueblo. Ahora, gozamos de educación para nuestros hijos, casas para nuestras familias y campos de cultivo para todo el pueblo. Nos hemos vuelto un pueblo próspero. Y todo gracias a usted, maestro Piandao. Sé que no es mucho, pero acepte esto como un presente de todo el pueblo.

Bao le entregó un objeto cilíndrico envuelto en una tela. Cuando lo descubrió, Piandao abrió los ojos cuando vio una elaborada vaina de espada hecha de bronce forrada de piel. La cuña de la vaina, que parecía estar hecha de bronce pulido, tenía la intrincada forma de un dragón, cuyo cuerpo se enrollaba por toda la vaina.

—Encaja perfecto—comentó Piandao, colocando su espada en su nueva vaina—. ¿Cómo sabías las medidas de mi espada?

—Yo se las di, maestro—dijo Fat—. Cuando recibió la carta ayer, le encargué al señor Bao construir una funda especial para su espada. Irá a la capital para estar en presencia del Señor del Fuego. Debe mostrar una apariencia digna de su título, el mejor espadachín de la Nación del Fuego.

Era la primera vez que Percy vio a su papá quedarse totalmente perplejo. Todas las personas que habían venido lo habían hecho con la intención de despedirlo, obsequiándole una vaina realmente impresionante para su espada.

Percy sintió una sensación de calidez y orgullo llenar su corazón al ver como su padre era tan reconocido y respetado por todo el pueblo de Shu Jin.

—Se los agradezco a todos—dijo Piandao de manera solemne mientras realizaba una reverencia en señal de respeto a todos los pueblerinos presentes—. Me honran con este regalo.

Mientras su papá se despedía de todas aquellas personas que habían venido, Percy se acercó a Lee y Hana, quienes lo estaban esperando a un lado del muelle.

Al estar frente a ellos, Lee parecía al borde de las lágrimas.

—Percy... Tú... Vas a volver, ¿verdad? —balbuceó él entre sollozos.

—Por supuesto que lo haré, amigo—sonrió Percy—. Cuando papá termine lo que tenga que hacer, volveré. Tal vez tome algunos años, pero sin duda volveré. Te lo prometo.

Lee se sobó la nariz, recomponiéndose.

—Es... Está bien. Cuando vuelvas, ¡me habré convertido en un gran maestro fuego! ¡Ya lo verás! Será mejor que tú también te vuelvas un gran espadachín.

Percy asintió.

—Lo haré.

Extendió su mano con la intención de estrechar la de Lee, pero definitivamente no se esperaba un abrazo con la fuerza de un oso ornitorrinco.

—Te voy a extrañar mucho, amigo.

Percy le palmeó la espalda.

—Yo también.

Cuando Lee finalmente lo liberó, Percy se volteó a mirar a Hana, quien estaba cruzada de brazos a la vez que apartaba la mirada.

—Hey... —dijo Percy, sonando algo incómodo—. Sé que nunca fuimos los mejores amigos, pero... gracias por venir.

—Lee insistió en hacerlo—replicó Hana—. Actuaba como si nunca volverás. Pero lo harás... ¿Verdad?

Ella lo miró de reojo, expectante.

—Claro que lo haré. Lo prometo—Percy extendió su mano—. Hasta la próxima.

Hana miró su mano extendida por unos segundos, dubitativa. Percy pensó que no la estrecharía y comenzó a bajarla, pero se sorprendió cuando Hana lo agarró y lo envolvió en un firme abrazo.

—Vuelve a salvo, tonto—murmuró ella por lo bajo.

Percy quedó estático por un instante, Hana nunca había demostrado ese tipo de afecto. Antes de que pudiera devolver el abrazo, ella lo empujó.

—Ya lárgate antes de que yo misma te lance a ese barco—farfulló ella, cruzándose de brazos y dándole la espalda.

Si antes estaba confundido, ahora lo estaba aún más. Percy simplemente lo aceptó como una de las peculiaridades de Hana.

Caminó hacia el barco que estaba atracado al final del muelle y quedó anonadado al verlo. Era la primera vez que veía un barco hecho completamente de metal. La proa del barco, que tenía forma de punta, estaba descendida formando una rampa que daba a la cubierta donde se alzaba una alta torre de mando y el puente, con dos altas chimeneas por detrás.

A los lados de la rampa, se encontraban una docena de soldados vestidos con uniformes militares, que consistían en una coraza, escarcelas, brazaletes y hombreras. Aunque lo más llamativo eran sus cascos, que tenían una cresta en forma de llama y una placa facial en forma de calavera.

Cuando Percy se acercó con la intención de subir al barco por la rampa, uno de los soldados se interpuso en su camino.

—Oye, niño, ¿qué crees que haces? —cuestionó el soldado.

Percy arqueó una ceja al mirarlo.

— ¿Qué no es obvio? Voy a subir al barco.

—Este es un crucero de guerra, no un barco para turistas.

—Sí, ya deduje eso por mi cuenta.

—Mocoso insolente. Vete antes de que llame a tus padres.

— ¿Hay algún problema con mi hijo, oficial?

— ¡Ma-maestro Piandao! —farfulló el soldado cuando vio a Piandao acercarse. Rápidamente, hizo una reverencia a la vez que se inclinaba profundamente—. Es un honor tenerlo en nuestro barco, señor. A usted y a su... Espere... ¿Su hijo?

—Así es—asintió Piandao, colocando una mano sobre el hombro de Percy—. Este muchacho es mi hijo Perseo. Me acompañará en mi viaje y estadía en la capital.

—Así que has tenido un hijo luego de tu deserción—dijo una nueva voz—. Ciertamente, no me lo esperaba.

Percy vio a un hombre acercarse a ellos. Vestía el mismo uniforme militar que los demás soldados, aunque tenía unas ligeras modificaciones que demostraban su mayor rango. No tenía casco, por lo que era visible su cabello marrón oscuro recogido en un moño y sus prominentes patillas.

—Teniente Zhao—reconoció Piandao con una ligera inclinación de cabeza—. Ha pasado tiempo desde la última vez que nos vimos.

Capitán Zhao—corrigió el hombre de manera presuntuosa—. He sido ascendido a capitán hace cinco años. Te has perdido de mucho luego de tu deserción, Piandao.

Los ojos ámbares de Zhao reflejaban un claro con desdén al mirarlo. Claramente, a diferencia de sus subordinados, él no sentía aprecio o respeto hacia Piandao.

—Ciertamente, lo he hecho—reconoció Piandao con tranquilidad, sin verse afectado por la mirada del capitán—. He de suponer que estás aquí para escoltarme a la capital.

Zhao entrecerró los ojos con molestia.

—El Señor del Fuego Azulon me ha ordenado llevarte a la capital lo antes posible. Al parecer, es capaz de discernir que aún puedes ser útil para la Nación del Fuego. A pesar de tu dudosa lealtad.

—Entonces no perdamos el tiempo, capitán—dijo Piandao, aun con su mano en el hombro de Percy y guiándolo para subir por la rampa—. Nos espera un largo viaje hasta la capital.

Percy miró sobre su hombro y pudo ver a Zhao dándole una mirada despectiva a Piandao antes de resoplar y ordenar a los soldados que se preparen para zarpar.

— ¿Lo conoces, papá? —preguntó Percy.

—Conocí al capitán Zhao cuando él era un estudiante del exalmirante Jeong Jeong, un viejo amigo mío—explicó Piandao—. En aquel tiempo, Zhao era un joven que, aunque prometedor y talentoso, carecía de la disciplina que se necesita para dominar el arte del fuego control. Y al parecer, eso no ha cambiado en todos estos años.

Cuando Percy pisó la rampa para subir al barco, las olas comenzaron a agitarse. Una fresca brisa marina llegó a él, arrastrando el olor a sal que fue casi embriagador. Al llegar a cubierta, las olas golpeaban el casco con fervor, como si quisieran arrancarlo del muelle y arrastrarlo al mar.

Percy nunca había estado en un barco antes, pero podía llegar a entender cómo funcionaba el crucero de guerra. Era impulsado por la combustión del carbón, cuya energía movilizaba a las hélices que se encontraban debajo de la popa, lo que le permitía al barco moverse sin depender del viento y ni de las corrientes del océano.

Era una sensación extraña. Ya tenía el conocimiento, pero nunca antes se había puesto a pensar ello. Era como respirar, en cierta forma.

— ¿Estás listo? —preguntó Piandao, sacándolo de su ensoñación mientras se acercaba a su lado y miraban a las personas aglomeradas en el muelle, esperando su partida.

Percy asintió, mirando a Fat, Lee y Hana entre la multitud.

El crucero dio un fuerte bocinazo y de las chimeneas comenzaron a salir humo que se elevó en el cielo. Percy sintió el crucero vibrar bajo sus pies mientras comenzaba a alejarse del muelle, a alejarse de su hogar.

Sus amigos alzaron sus manos y la sacudieron en señal de despedida. Él les devolvió el saludo, sintiendo un nudo en su pecho crecer cada vez más a la vez que sus figuras se perdían en el horizonte mientras se adentraban en el mar.


Ha pasado un año desde que Percy comenzó su entrenamiento en lo que su padre llamó; El Camino del Guerrero.

En un principio, Percy se sintió emocionado. Finalmente, había comenzado su largo camino en convertirse en un gran espadachín como su padre. Se sintió lo suficientemente determinado para incluso llegar a superarlo algún día. Pero esa determinación fue puesta a prueba innumerables veces con los dudosos y poco ortodoxos métodos de enseñanza de su padre.

Hubo lecciones que las aprendió rápidamente, como considerar a su espada una extensión de su propio cuerpo. Su padre había dicho que de la espada era una simple herramienta, pero en manos de un maestro era el arma más versátil de todas. Que, al igual que la imaginación de una persona, no tiene límites. El único inconveniente que tuvo con esta lección fue que, no importara que espada empuñara, todas le parecían desequilibradas.

Si su padre decía que una espada era una extensión de tu propio cuerpo, entonces Percy sentía que tenía un brazo deforme. Cada espada que usaba le parecía demasiada pesada o demasiada ligera.

La segunda lección que su padre intentó, haciendo énfasis en intentar, fue la caligrafía. Alegando de que un guerrero debe de practicar una variedad de artes para mantener su mente despierta y viva. Su padre dijo que al escribir su nombre en papel estampaba su identidad en él y que debía de usar ese mismo principio con la espada, usándola para estampar su identidad en el campo de batalla.

La primera vez que intentó escribir su nombre sobre una hoja de papel, Percy terminó derramando todo el bote de tinta sobre la mesa. Supuso que su identidad era "hacer un desastre".

Aunque no pudo usar la caligrafía para despejar su mente como lo hacía su papá, encontró una alternativa en la música. Piandao reconoció que la música podía llegar a calmar incluso a la más agitada de las mentes. Así que Percy usaba su dizi, una flauta hecha de una caña bambú, para calmar su mente. Se había vuelto bastante bueno en ella y consideró conseguir pergaminos para aprender nuevas melodías.

La tercera lección fue, en opinión de Percy, extraña. Su padre lo había llevado a un acantilado con la intención de que pintara el paisaje que había frente a él luego de observarlo por unos meros segundos. A pesar de que sus dibujos parecían, en palabras de Hana, unos garabatos hechos por una persona sacada de un centro de salud mental, Percy podía captar el paisaje a su alrededor con precisión. Recordaba donde estaba cada montaña, cada cascada, cada árbol y cada roca luego de observarlo por solo unos segundos. Tenía una excelente memoria a corto plazo, una cualidad que su padre decía era vital para un espadachín.

Por suerte, ahora su papá había dejado de lado ese tipo de entrenamiento y solo se enfocaba en que adquiriera la mayor cantidad de experiencia en combate. Y tenía un enfoque muy cercano en esa parte del entrenamiento.

— ¡No bajes tu guardia! —exclamó Piandao, realizando un golpe descendente con su espada sin filo hacia la cabeza de Percy.

Pudo detener el golpe y desviarlo a duras penas. Cuando vio una abertura, atacó con un movimiento ascendente de su espada, pero Piandao lo evitó dando un paso atrás, golpeó la espada de Percy para desestabilizarlo y luego atacarlo una vez más. A pesar de llegar a defenderse del golpe justo a tiempo, debido a su frágil postura, Percy terminó tropezando y cayendo al piso. Al intentar levantarse, se encontró con la espada de su papá a escasos centímetros de su rostro.

—Te precipitas en atacar y eso compromete la estabilidad de tu postura—señaló Piandao—. Recuerda, Percy. Con una postura firme, no hay oponente que pueda derribarte, incluso si es más grande o fuerte que tú. Otra vez.

Percy apretó los dientes y asintió, empujándose a sí mismo a través del cansancio para continuar. Habían estado entrenando por horas en la cubierta del crucero y, a pesar de que le faltaba el aire por el duro entrenamiento, aún se sentía con suficiente energía.

Era extraño. Desde que había subido al barco en la mañana, su cuerpo se sentía más alerta que nunca. Su mente se sentía despejada y tranquila. Y con cada profundo respiro, la fatiga parecía menguar.

Nuevamente, se inició un intercambio de golpes entre maestro y aprendiz. A pesar de que no se sentía abrumado por su fuerza, Percy sentía como con cada golpe de su papá su postura se deslizaba y quedaba en una posición desfavorable. La velocidad y fluidez con la que Piandao atacaba le impedía mantener una postura sólida.

Su pequeño entrenamiento había atraído la atención de los soldados, quienes miraban el enfrentamiento entre padre e hijo con interés. Incluso Zhao miraba el duelo desde lo alto de la torre de mando, fingiendo mirar el horizonte hacia donde se dirigía el crucero.

—Tu postura es muy rígida—señaló Piandao, atacando las piernas de Percy y obligándolo a retroceder.

— ¡Me dijiste que mantuviera una base firme! —replicó Percy, usando su espada para detener un mandoble que iba a su hombro y respondiendo con una estocada que fue desviada.

—Firme, pero no rígida—corrigió, chocando espadas y luchando por dominar al otro en fuerza mientras sus espadas temblaban—. Debes de ser lo suficientemente flexible para cambiar tu postura entre el ataque y la defensa. E inteligente para discernir cuando usar cada uno.

Piandao puso más fuerza sobre su espada y rompió la postura de Percy, haciendo que él retrocediera.

—Calma tu mente y controla tu cuerpo—dijo Piandao, adoptando nuevamente una postura de ataque—. Otra vez.

"Ser flexible, pero a la vez firme..." reflexionó Percy, sin apartar la vista de su papá "Suena más fácil decirlo que hacerlo. ¿Qué se supone que es flexible y a la vez firme?"

Nuevamente, él no entendía las analogías que su papá usaba. Aun así, dio un profundo respiro intentando calmar a su agitado corazón. El fresco aire del mar despejó su mente y su cuerpo se sintió revitalizado, listo para continuar con su entrenamiento.


Cuando el sol se ocultó en el horizonte y la luna se hizo visible en lo alto del oscuro cielo despejado, Percy permaneció mirando por la borda del crucero al vasto océano que se extendía hasta donde sus ojos podían ver. Había pasado ya varias horas desde que había terminado el entrenamiento con su papá, pero aun así él no se sentía cansado. Era la primera vez que recordaba que se quedaba despierto hasta tan tarde en la noche. Ni siquiera sentía sueño, lo cual era extraño para él, porque la gran parte del día tenía sueño.

Curiosamente, se sentía cómodo en el crucero en medio del océano, más de lo que alguna vez se sintió en cualquier lugar. Lo llenaba con un sentimiento indescriptible, pero agradable. Como una sensación de pertenencia. Todo le resultaba tan... agradable. Desde las olas que rompían la proa del crucero, hasta el viento salino del mar que revolvía su cabello. Tenía el presentimiento de que, incluso si se quedaba despierto hasta que el sol emergiera en el horizonte, no se sentiría cansado.

— ¿Percy?

Él volteó para ver a Piandao acercándose con una mirada extrañada en su rostro.

—Papá... ¿Qué ocurre?

— ¿Qué ocurre? Ya son pasadas la medianoche, hijo, debes descansar. El descanso es tan importante como el entrenamiento... aunque creo que abusas un poco de eso.

Percy se rio entre dientes. Su papá no se equivocaba. No era infrecuente que tomara muchas siestas a lo largo del día o entre entrenamientos.

—No estoy cansado.

Piandao arqueó una ceja, escéptico.

—Oh, eso es... inusual. ¿Seguro que te encuentras bien?

Percy puso los ojos en blanco.

—Sí, papá, estoy bien. Es solo que no estoy cansado. Es más, siento que tengo demasiada energía.

—Ya veo. Bueno, si es así, podrías usar esa energía para entrenar. Aún tienes que dominar tu postura—Percy gimió con ligera exasperación por lo bajo—. O quizás... podrías hacer otro tipo de entrenamiento.

La mirada sugerente que le lanzó su papá, junto con la ligera inclinación de cabeza hacia el océano, fue todo lo que Percy necesitó para saber a qué se refería.

—No—fue su respuesta rotunda—. No quiero hacerlo. No después... de que lo que pasó la última vez.

Percy aún lo recordaba con demasiada viveza. El cómo sus emociones lo abrumaron y, en un solo instante, descubrió de lo que era capaz de hacer. Un momento que nunca olvidaría.

—Percy, sé que te sientes inseguro acerca de tus otros... talentos —dijo Piandao, colocando una mano en su hombro—. Pero no por eso debes rechazarlos. Es una parte de quién eres. Y rechazarlo, es rechazarte a ti mismo.

Percy apartó la mirada, sus labios formando una fina línea. No necesitaba que su papá se lo dijera, él ya lo sabía.

—Lo siento, papá, pero no quiero hacerlo —dijo él, apartándose de Piandao—. Volveré a mi camarote. Buenas noches.

Dejó atrás a su papá, sintiéndose extrañamente cansado.

Cuando su cabeza golpeó su almohada, no tardó mucho en dormirse.


Desde que dejó la isla de Shu Jing hace un día y medio, Percy sabía que vería grandes cosas en la capital de la Nación del Fuego. Pero las Grandes Puertas de Azulon estaban mucho más allá de lo que se hubiera imaginado.

La entrada a la capital de la Nación del Fuego era a través de un golfo, donde una gran estatua del Señor del Fuego Azulon se encontraba en medio de la entrada al mar, flanqueada a ambos lados por dos estatuas de dragones ubicadas en los cabos de tierra.

—Wow...

Percy no pudo evitar la exclamación cuando vio la enorme estatua que se cernía sobre él. Era como un colosal espíritu vengativo a punto de dejar caer su ira sobre el crucero, al cual empequeñecía con su inmenso tamaño.

—Es sorprendente, ¿no es así? —dijo uno de los soldados a su lado, mirando la descomunal estatua—. La estatua del Señor del Fuego Azulon es una de las muchas maravillas de nuestra nación. Es considerada un patrimonio de la Nación del Fuego desde el día en el que se construyó hace más de 50 años.

— ¿Cómo fue que lograron construir algo así? —preguntó Percy.

El soldado volteó a mirarlo. Su máscara facial en forma de calavera logró incomodarlo y le hizo preguntarse qué tan bien podrían ver con eso en la cabeza.

—Buena pregunta, niño...

— ¡Soldados, prepárense para desembarcar cuando atraquemos! —bramó Zhao desde lo alto de la torre de mando.

—Finalmente, tierra firme—comentó el soldado—. Aunque el viaje de venida fue mucho más corto de lo que esperaba.

— ¿En serio? —preguntó Percy.

—Sí, nos tomó 3 días ir hasta Shu Jin a buscar al maestro Piandao. En cambio, solo nos tomó 1 día y medio volver. Supongo que el océano y el viento estaban a nuestro favor.

El golfo dio paso a una bahía, donde entre las costas de tierra había una larga muralla que las cubría. En medio de la muralla, un arco se elevaba sobre el mar, siendo el lugar por donde el crucero atravesó para finalmente embarcar en uno de los numerosos puertos que había en la costa de la isla.

Cuando desembarcaron, Percy se sintió algo reacio en abandonar el crucero, su breve experiencia en el mar le resultó agradable. No obstante, lo hizo para seguir a su papá, incluso si el aire entre ellos era ligeramente incómodo luego de la conversación que tuvieron anoche.

Una vez en puerto, Percy miró a todos lados, pero no encontró la ciudad capital, solo altos muros de piedra que recubría toda la costa, flaqueado por torres de vigilancia que daba paso a una enorme plaza que actuaba como un cuello de botella hasta una alta muralla donde se elevaba una ornamentada barbacana.

—Supongo que la ciudad está detrás de esa muralla—dijo Percy.

—No exactamente—respondió Piandao—. Detrás de esa muralla está la Ciudad Portuaria, es donde viven la mayoría de los ciudadanos de la capital. Pero la residencia de la Familia Real y los nobles se encuentra en medio de aquel volcán en Hari Bulkan, también conocida como la Ciudad Caldera Real.

Él apuntó al volcán que se alzaba a lo lejos.

Percy miró a su papá, incrédulo.

—Es una broma, ¿verdad?

A juzgar por la expresión de Piandao, no estaba bromeado.

Por suerte, no tuvieron que caminar hasta lo alto del volcán. Cuando llegaron a lo que era conocido como la Plaza Real, un carruaje empujado por rinocerontes de komodo los esperaba. Abordaron en él y transitaron por el largo camino hasta la cima del volcán.

Al atravesar la barbacana que había en la Plaza Real y adentrarse en la Ciudad Portuaria, Percy vio que no había mucha diferencia con el pueblo de Shu Jin, solo que era mucho más grande, ya que las casas se extendían a lo largo del pie del volcán y hacia las colinas. Incluso las personas no eran tan diferentes, vistiendo los mismos atuendos y enfocados en sus propios asuntos. Solamente los niños se detuvieron a mirar con asombro al destacamento de soldados que escoltaban al carruaje empujado por rinocerontes de komodo.

Uno de los niños lo saludó animadamente cuando lo vio en el interior del carruaje. Percy le devolvió el saludo, algo vacilante.

—Se parece mucho a Shu Jin—comentó él, viendo como el mismo niño fue a reunirse con otros y comenzar a jugar con un balón—. Creí que sería un poco más... ostentosa, considerando que se trata de la capital.

—Los lujos y riquezas están reservados para los nobles que viven en la Ciudad Caldera—respondió Piandao, quien estaba sentado delante de él—. La Ciudad Portuaria es como cualquier pueblo que encontrarías en las Islas de Fuego. Es humilde y sencillo. A pesar de que es aquí donde se suministra metal refinado para construir tanques, buques de guerra y armas que ayudan a mantener las defensas en la capital y gran parte de la nación, vivir aquí es considerado... un estigma, ya que transmite un estatus social inferior.

—Entonces, si naces aquí, siempre serás alguien... ¿Inferior? —preguntó Percy, no agradándole mucho de que clasificaran a las personas debido al lugar donde vivían.

—No. Aquellas personas que se enlistan en el ejército y logran ascender en las filas o amasar una gran riqueza pueden mudarse a la Ciudad Caldera y vivir en la clase alta. La Nación del Fuego no distingue a sus ciudadanos basándose en cómo nacieron, sino en los méritos que consiguen para engrandecer a la nación.

—Como pasó contigo, ¿verdad?

Una leve sonrisa estiró de los labios de su papá y asintió, aunque Percy pudo ver un destello de tristeza en sus ojos.

El camino a la cima del volcán fue a través de un empinado y sinuoso camino de tierra, con numerosas torres de vigilancia a los lados del sendero donde los soldados lo custodiaban.

Al llegar a la cima del volcán, el carruaje atravesó otra barbacana y, cuando salieron del otro lado, Percy quedó totalmente asombrado al ver a toda una ciudad en la cumbre del volcán.

Las casas eran elegantes, hechas de piedra y ornamentadas con tejas rojas y doradas, recordándole al castillo de su papá en Shu Jin. Las calles de piedra eran intrincadas como un laberinto, llena de frondosos árboles que le daban una imagen de que la ciudad fue construida en medio de un bosque y no en la cumbre de un volcán inactivo. Incluso había varios lagos por la ciudad. Las personas, a diferencia de la Ciudad Portuaria, vestía ropas elegantes y lujosas. Las mujeres iban maquilladas, usando ostentosos tocados y collares, mientras que los hombres vestían finas túnicas de sedas de varias capas.

Percy miró su propio atuendo, preguntándose si sería adecuado en medio de tanta gente glamorosa. Pero a su papá no parecía importarle, y como vestía un atuendo casi idéntico al de él, pensó que estaba bien.

El carruaje avanzó por la carretera principal. A lo lejos, siendo el centro de aquella metrópolis, se alzaba de manera orgullosa e imponente el Palacio Real de la Nación del Fuego, lugar donde vivía el Señor del Fuego y la Familia Real.

Al contemplar aquel enorme palacio, junto con toda la elegante ciudad, un sentimiento golpeó a Percy, finalmente asentándose en él la comprensión de que estaba en la capital de la Nación del Fuego y de lo lejos que se encontraba de su hogar.

...

..

.


¡Y eso es todo por ahora, mis queridos lectores!

Finalmente, Percy ha llegado a la capital de la Nación del Fuego. Considerando que este capítulo es contando desde el punto de vista de Percy, intenté ser lo más descriptivo posible, sin ser demasiado abrumador, cómo era la capital a los ojos de alguien que lo veía por primera vez. Espero haberlo hecho bien.

En este capítulo, vemos a Percy 1 año después de comenzar su entrenamiento como espadachín. Lo lamento para aquellos que querían ver paso a paso como fue su entrenamiento, pero no me detuve mucho en eso. Aunque verán los frutos de ser instruido por el mejor espadachín de la Nación del Fuego en el próximo capítulo, tal vez.

Las habilidades de semidiós de Percy han comenzado a mostrarse con sus sueños y con la conexión con el mar que aún no puede explicar. Además, también he dado a entender de que Percy rechaza sus "habilidades especiales" ¿Por qué? Ya lo verán más adelante.

Espero les guste la mayor profundidad que le estoy dando al personaje de Piandao, cosa que no ocurre en la serie o en los comics, lo que me parece una lástima, ya que tiene un increíble potencial. Y quiero darle a Percy y Piandao una relación similar a la que tienen Zuko e Iroh, siendo tanto maestro y aprendiz como padre e hijo. Seamos sinceros, todos sabemos que Iroh fue más padre para Zuko que el propio Ozai. Eso es indiscutible.

Saben, he estado pensando en algo interesante. Una idea surgió en mi mente un sábado por la mañana en clases mientras tenía una sobredosis de café y fue concretado durante esa misma noche mientras estaba borracho.

En la serie Avatar, vemos que las Cuatro Naciones están grandemente influenciadas y basadas por varias culturas del mundo real. Como lo sería la antigua China y Japón para la Nación del Fuego, la India para el Reino Tierra, los Inuit para la Tribu Agua y el Tíbet para los Nómadas Aire.

Entonces, basándonos en las diferentes culturas de cada nación, ¿no sería interesante que cada nación tuviera su propio idioma?

En la serie, se utilizan los caracteres chinos tradicionales en la escritura para todas las naciones y la lengua hablada por todos es el inglés. Supongo que hicieron que todos hablaran el mismo idioma para evitar confusiones, considerando que el Equipo Avatar está compuesto por integrantes de las Cuatro Naciones. Pero, ¿cómo sería si cada uno hablara el idioma de su propia nación? ¿No sería eso interesante? He estado considerando agregar eso a mi historia, donde cada nación hable su propio idioma.

La Nación del Fuego hablaría "Fuegonés"

El Reino Tierra hablaría "Terrano"

La Tribu Agua hablaría "Aquariano"

Y los Nómadas Aire hablarían "Vientoñol" XD, sí, saqué eso de la Era del Hielo.

De todos modos, solo estoy divagando debido a una ocurrencia inducida por el café y el alcohol, pero díganme que opinan. Si les gusta, tal vez lo agregue eso a mi historia. Haría las cosas más difíciles, pero también mucho más interesantes.

En fin, eso es todo por ahora.

Y sin nada más que decir... ¡Hasta la próxima, guapos y guapas!