N/A: Hola a todos, papi JkAlex está de vuelta.
Lamento la tardanza, pero estoy en medio de una guerra contra los últimos exámenes parciales de la universidad. Y después viene el boss final: los exámenes finales.
¿Alguien tiene el número de dios? Porque quiero hablar con ese desgraciado.
No puede ser que el último examen parcial, aquel examen por el cual dependo para tener derecho a rendir el examen final de la materia más importante, sea un examen oral.
El examen no será oral, será anal. Y sin vaselina.
En fin, les traigo un nuevo capítulo de esta historia que realmente me está gustando escribir.
Y sin más preámbulos... Let's go!!
Capítulo 4
El heredero de la espada
Zuko
Zuko no podía creerlo. Hace menos de una semana, había descubierto la existencia de un hombre que se decía era invencible. Un verdadero prodigio en el arte de la espada que nunca había conocido derrota alguna. Alguien que era conocido como "El mejor espadachín de la Nación del Fuego". Y ahora, ese mismo hombre había llegado al Palacio Real bajo las órdenes de su abuelo para entrenar a un grupo de soldados y formar un escuadrón de élite de espadachines. Cabe decir que Zuko estaba realmente emocionado de conocer a aquel destacable hombre.
Todo eso lo sabía porque Azula le había presumido de que fue ella quien tuvo la idea de formar un escuadrón de élite de espadachines, ganándose el favor de su padre.
O al menos, eso es lo que ella le había dicho. Y debido a que fue su hermana pequeña quien se lo dijo, Zuko se encontraba dudando de la veracidad de sus palabras.
Después de todo, Azula siempre miente.
Aunque, a pesar de su dudosa razón, había una verdad en sus palabras, ya que Zuko había escuchado las conversaciones entre los guardias del palacio. Todos hablaban de solo una cosa; el maestro de la espada, Piandao, había llegado al Palacio Real.
La emoción en el rostro de Zuko era evidente mientras casi corría por los pasillos, buscando conocer a aquel hombre que era reconocido por ser el mejor espadachín de la Nación del Fuego. Sabiendo que se encontraría en el Salón del Trono hablando con el Señor del Fuego, Zuko fue directo allí con la intención de conocerlo.
Cuando llegó al Salón del Trono, vio a los guardias custodiando la entrada, pero también vio a alguien más. Era un niño que parecía tener alrededor de doce años, vestía pantalones rojos quemados debajo de un qi pao oscuro con bordes dorados. Su cabello, negro como la tinta, era rebelde y despeinado, sostenido por un simple tocado. Aunque lo que llamó la atención de Zuko fue que sostenía dos espadas envainadas, siendo una notoriamente más larga que la otra.
"Un momento, él no puede ser Piandao, ¿verdad? Es solo un niño" pensó Zuko, arqueando una ceja con confusión "Un discípulo, ¿tal vez?"
El niño miraba con curiosidad una de las muchas vasijas finamente ornamentadas a lo largo del pasillo hacia la Sala del Trono. Con sus dedos trazó el intrincado diseño en forma de dragón esculpido en la vasija.
—No toques esa vasija, niño—ordenó uno de los guardias.
—Solo estaba echando un vistazo—dijo el niño.
—Esa vasija es una antigüedad valiosa, elaborada en la época del Señor del Fuego Sozin el día de su ascenso al trono. Vale más que tu vida misma, así que no lo toques.
El niño puso los ojos en blanco.
—No era necesario una lección de historia—un gruñido del guardia fue la respuesta que recibió—. Relájate, no le haré nada.
—Solo mantente alejado y no toques nada.
—Bien—dijo el niño, alejándose de la vasija.
Zuko miró al niño por un segundo, pero luego lo ignoró y fue a la entrada del Salón del Trono, el cual estaba cubierto por cortinas con el emblema de la Nación del Fuego. Los guardias se pusieron firmes cuando lo vieron llegaran.
—Joven amo, lo lamento, pero el Señor del Fuego está en una reunión—dijo uno de los guardias.
— ¿Con quién? —demandó saber.
—Un invitado. Me temo que no puede entrar.
Zuko refunfuñó por lo bajo, pero no insistió. Fue a recostarse en una de las columnas con los brazos cruzados, esperando a que la reunión termine.
No tardó mucho en comenzar a tamborilear su dedo de manera impaciente, nunca se consideró alguien paciente. Y definitivamente no ayudaba mucho el hecho de que el niño que estaba frente a él caminaba de un lado a otro mientras golpeaba la punta de su espada envainada por el suelo, produciendo un constante y molesto repiqueteo.
— ¿Pararías con eso? —gruñó Zuko con irritación.
— ¿Parar con qué? —preguntó el niño, sin detenerse.
— ¡Golpear el suelo con tu espada! ¿No puedes simplemente quedarte quieto?
—Pues... no.
— ¡Solo detente! Es molesto.
El chico volteó a mirarlo y Zuko quedó intrigado ante el color de sus ojos. Era la primera vez que veía a alguien con ojos verdes.
— ¿Siempre eres tan gruñón? ¿O solo lo eres cuando no obtienes lo que quieres?
Zuko frunció el ceño con molestia y se acercó al chico.
— ¿Cómo te atreves a hablarme así? —gruñó él—. ¿Acaso no sabes quién soy?
El chico arqueó una ceja, sin verse alterado por el tono de su voz o intimidado por la ligera diferencia de altura.
— ¿Un adolescente gruñón y malhumorado? —inquirió él con sorna.
Zuko volvió a gruñir en voz baja, pero al darse cuenta de que lo hizo y al ver la leve sonrisa burlona del niño, su ceño se profundizó aún más.
Antes de que pudiera decir algo, las cortinas que daban al Salón del Trono se deslizaron y por ella salió su padre, acompañado de un hombre alto de piel morena que vestía de manera idéntica al niño con el que Zuko había hablado. Tenía el cabello negro atado en un moño, ojos grises y una barba finamente recortada. Su mirada era dura y firme, no como alguien de la nobleza o de la realeza, sino como la de un soldado. Zuko había visto esa misma mirada en los rostros de los altos mandos militares que habían luchado en la guerra durante años.
—Padre...
—Papá...
Zuko y el niño se miraron el uno al otro, sorprendidos.
— ¿Eres el hijo de Piandao? —preguntó Zuko.
— ¿Eres el hijo del príncipe Ozai? —preguntó a su vez el niño.
—Veo que nuestros hijos se han conocido, príncipe Ozai—comentó Piandao con ligera diversión, acercándose a ellos.
—Así parece—respondió Ozai con desinterés.
Piandao juntó las manos en una reverencia y se inclinó ligeramente ante Zuko.
—Es un placer conocerlo, joven Zuko. El príncipe Iroh me ha hablado mucho de usted.
Los ojos de Zuko se abrieron con sorpresa.
— ¿Conoces a mi tío?
Una pequeña sonrisa estiró de los labios de Piandao a la vez que asentía.
—Es un viejo amigo mío. Tuve el honor de servir bajo su mando en varias batallas. A pesar de no haberlo visto en años, me he mantenido en contacto con él a través de cartas.
Zuko miró al hombre con un nuevo interés. No sabía que su tío era amigo del mejor espadachín de la Nación del Fuego.
—Piandao—dijo Ozai con impaciencia.
—Oh, lo lamento, príncipe Ozai—dijo Piandao, inclinándose ligeramente antes de mirar a Zuko—. Mis disculpas, joven Zuko. Pero tengo asuntos que atender con tu padre. Perseo, andando.
El niño, ahora identificado como Perseo, asintió y le entregó a Piandao la espada más larga.
— ¿Qué asuntos? —preguntó Zuko con curiosidad.
—El príncipe Ozai quiere que conozca a las personas que entrenaré para formar un escuadrón de espadachines—respondió Piandao—. Veré si están... a la altura.
— ¿Acaso dudas de mi juicio, Piandao? —cuestionó Ozai, entrecerrando los ojos en su dirección.
—Por supuesto que no, su alteza. No tengo dudas de que escogió a buenos soldados, pero debo evaluar por mí mismo si serán buenos espadachines.
Esa respuesta pareció apaciguar a Ozai, ya que no dijo nada y se dispuso a caminar por el pasillo.
— ¡Padre! —llamó Zuko, acercándose a él—. ¿Puedo ir con ustedes?
Ozai lo miró sobre su hombro y Zuko hizo un esfuerzo en no encogerse ante la dura mirada de su padre.
—Haz lo que quieras, solamente no estorbes—espetó Ozai.
Zuko se quedó observando la espalda de su padre mientras él se alejaba por el pasillo, distintos sentimientos arremolinándose en su pecho y ninguno de ellos bueno.
Salió de su reflexión cuando Perseo se puso a su lado y lo miró de reojo.
— ¿Tu papá siempre es tan... imbécil?
Zuko frunció el ceño con fuerza cuando volteó a mirarlo con indignación.
— ¡¿Cómo te atreves a hablar así de mi padre?! —gruñó Zuko—. ¡Él es el príncipe de la Nación del Fuego!
— ¿Y eso le da derecho a tratar a su hijo de esa manera? —cuestionó él.
Zuko apretó los puños con ira. Su padre era el segundo príncipe de la Nación del Fuego, un miembro de la realeza. Alguien que estaba en el pináculo de la sociedad más grande de las cuatro naciones. Y aquí estaba un simple niño, un mero campesino que se atrevía a cuestionar su comportamiento. Debería de ser castigado severamente por tal atrevimiento.
Pero antes de arremeter contra el insolente niño, Piandao colocó una mano sobre el hombro de Perseo.
—Le ruego disculpe a mi hijo, joven Zuko—dijo Piandao en un tono aprensivo—. Tiende a ser bastante... irrespetuoso en ocasiones. Culpa mía. No le he enseñado como debe de comportarse en presencia de un miembro de la Familia Real.
Piandao le lanzó una mirada a su hijo, quien tuvo la decencia de bajar la mirada con vergüenza.
Zuko le lanzó una fugaz mirada al niño antes ante de resoplar y seguir a su padre.
El Palacio Real tenía muchas habitaciones, tantas que, cuando era un niño, Zuko se había perdido en más de una ocasión. En todas aquellas ocasiones, siempre fue encontrado por su madre, quien siempre lo consolaba debido a que, en su infantil mente, pensaba que nadie volvería a encontrarlo.
Ahora, no tuvo ningún problema en caminar por los pasillos del palacio hasta el patio al aire libre, donde los guardias realizaban sus entrenamientos diarios. Era el mismo patio que Zuko veía al mirar por la ventana de su salón de estudio, solo que ahora no había ningún guardia entrenando, sino que había alrededor de dos docenas de personas. Hombres y mujeres jóvenes de alrededor veinte años de edad que vestían el uniforme estándar del ejército, aunque estaban desprovistos de los cascos en forma de calavera característicos de la infantería.
Cuando vieron a Ozai llegar, todos se pusieron firmes y miraron al frente. Zuko fue y se paró a un lado de Perseo, quien dio un fuerte bostezo.
Él resopló al verlo, pensando que el niño necesitaba su siesta de la tarde.
—A juzgar por su edad, y por sus uniformes nuevos, estos hombres y mujeres son reclutas recién graduados—supuso Piandao al ver a los hombres y mujeres reunidos.
—Supones bien—confirmó Ozai—. Aunque estos hombres y mujeres aquí presentes no son simples reclutas recién graduados. Son los mejores reclutas de los distintos campos de entrenamiento a lo largo de las Islas de Fuego. Ellos son los mejores de la próxima generación.
—Ya veo... —Piandao caminó entre las filas de los reclutas, escudriñándolos con la mirada—. Puedo ver que todos ellos son maestros fuego.
—Obviamente. Los maestros fuego son superiores a los no-maestros. Un soldado maestro fuego entrenado es el equivalente a diez soldados no-maestros. Si deseo formar un escuadrón de élite, obviamente estarán compuestos por maestros fuego.
—Pero el escuadrón de élite que desea formar no es uno de maestros fuego, sino uno de espadachines, su alteza. Si estos hombres y mujeres, quienes demostraron ser capaces en el arte del fuego control, son entrenados en el arte de la espada... me temo que no podrán alcanzar su máximo potencial. Su enfoque estará divido entre su fuego control y su dominio en la espada.
—El enfoque de estos soldados estará donde yo les diga—sentenció Ozai con una mirada dura—. Si han demostrado ser aptos en el fuego control, el cual es arte superior, lograrán dominar el simple arte de la espada.
Piandao no se vio alterado ante el claro desprestigio al arte que había dedicado toda su vida. Su expresión se mantuvo controlada e impasible. Pero, por el rabillo del ojo, Zuko se percató de que Perseo no tenía el mismo control sobre sus emociones que su padre, ya que frunció el ceño y entrecerró los ojos con molestia al observar a Ozai.
—Su alteza, eso sería... contraproducente—habló Piandao, su voz no traicionando ningún sentimiento—. Estos soldados han pasado años siendo instruidos en el arte del fuego control, así como en tácticas y estrategias de combate militares basadas en su control. Ya poseen una base en la cual sostenerse. Debido a eso, su crecimiento como espadachines se vería obstaculizado, ya que usarían su fuego control como una muleta. No alcanzarán el nivel de habilidad en comparación con aquellos que ha enfocado toda su atención en su entrenamiento con la espada.
Ozai no dijo nada por unos segundos, entrecerrando sus ojos al mirar a Piandao. Zuko pensó que su padre lo castigaría por su osadía al ir en contra de sus deseos. Muchos otros han sido castigados por menos.
—Si estás tan seguro, entonces pongámoslo a prueba—propuso Ozai antes de apuntar a un soldado al azar—. ¡Tú, un paso al frente!
El soldado dio un leve respingo al ser señalado por el príncipe de su nación y dio un paso al frente de manera algo dubitativa.
— ¡S-sí, señor! —respondió el soldado.
—Tendrás un duelo. Veremos si las habilidades de alguien que solo ha entrenado en el arte de la espada supera a alguien que ha entrenado en el arte del fuego control.
— ¿M-me enfrentaré al maestro Piandao? —el nerviosismo era evidente en su voz.
Una sonrisa fría estiró de los labios de Ozai.
—No. Te enfrentarás a su discípulo.
Todos voltearon a mirar a Perseo, quien se vio igual de sorprendido que todos.
El nerviosismo del soldado se convirtió en incredulidad cuando vio quién sería su oponente.
— ¿Un niño?
—Ese niño ha sido entrenado por Piandao en arte de la espada—explicó Ozai, su fría sonrisa nunca abandonó su rostro—. Si deseo formar un escuadrón de élite de espadachines, sería justo comparar su nivel de habilidad con un maestro fuego recién graduado.
Ozai miró a Piandao como si estuviera desafiándolo a ir en contra de su argumento.
—Me parece justo—concordó Piandao.
—Su alteza... —habló el soldado, viéndose dubitativo—. ¿En serio quiere que me enfrente a él? ¡Es solo un niño!
Ozai le dio una mirada dura que hizo estremecer al soldado.
—Harás lo que se te ordena. Ese es tu deber como soldado de la Nación del Fuego.
El soldado bajó la cabeza, con resignación.
—S-sí, señor...
Zuko miró de manera conflictiva como el soldado fue y se paró frente a todos los demás soldados, quienes tenían una expresión conflictiva en sus rostros. ¿Sería justo que un soldado entrenado, a pesar de solo ser un recién graduado, se enfrente a un niño de doce años? Él volteó a mirar a Perseo, quien no parecía preocupado o nervioso mientras desenfundaba su espada y caminaba hacia el soldado.
—Percy... —llamó Piandao, causando que su hijo se detuviera.
"¿Percy?" pensó Zuko, confundido "Supongo que es un diminutivo de Perseo"
Piandao se acercó a su hijo, colocó una mano sobre su hombro y habló en voz baja, aunque Zuko aún pudo escucharlo debido a que estaba cerca de ellos.
—No te contengas—escuchó a Piandao decirle a su hijo.
— ¿Eh? ¿Por qué? —preguntó Perseo, o Percy, viéndose confundido por la petición de su padre—. Solo es un duelo amistoso.
—El príncipe Ozai intenta demostrar la superioridad que tienen los maestros fuego y desestimar el esfuerzo que implica empuñar una espada. Subestima el arte de la espada.
Zuko vio como una expresión seria se formó en el rostro de Perseo y asintió ante las palabras de su padre. Al parecer, incluso si se veía como un niño insolente, rebelde y perezoso, tenía su propio orgullo hacia el arte que practicaba.
—Así que no te contengas y ve con todo desde el inicio—dijo Piandao—. Usa tu postura de fuego.
Perseo volteó a mirar a su padre, la sorpresa era evidente en su rostro.
—¿Q-qué...? ¿Cómo sabes eso? —farfulló él.
Una leve sonrisa divertida estiró de los labios de Piandao.
—Puedes haber hecho un excelente trabajo en escondérmelo, hijo, pero Lee ciertamente no lo hizo.
Perseo refunfuñó por lo bajo sobre amigos bocazas.
—Pero... nunca lo he usado en una batalla real—dijo él, algo inseguro.
—Entonces es el momento perfecto para que lo hagas, ya que te enfrentas a un maestro fuego—Piandao lo empujó con suavidad por la espalda—. Puedes hacerlo, hijo. Creo que ti.
La inseguridad en el rostro de Perseo se desvaneció, dando paso a una de determinación. Él asintió y fue a colocarse frente al soldado, quien se veía inseguro de tener que enfrentar a un niño.
—Lo siento, chico. Nada personal—dijo el soldado, colocándose en una postura básica de fuego control—. Si te sirve de consuelo, te enfrentas a un maestro fuego entrenado.
— ¿Ah, sí? Pues no creo que nada te consuele cuando un niño no-maestro de doce años te patee el trasero—respondió Perseo, adoptando su propia postura.
Zuko miró la postura del niño, era inquietantemente similar a una postura de fuego control. Las piernas estaban separadas al nivel de los hombros y ligeramente flexionadas, dándole una base sólida. Agarró su espada con las dos manos, colocándola al nivel de sus ojos y dejando la hoja paralela al suelo a la vez que apuntaba hacia adelante, como si estuviera a punto de realizar una estocada.
—Mmm, interesante... —musitó Piandao, observando detenidamente la postura de su hijo.
El soldado frunció el ceño con molestia al oír la respuesta del niño y, cuando Piandao dio la señal para comenzar el duelo, rápidamente atacó con la intención de abrumarlo, enviando una gran ráfaga de fuego. Perseo también atacó, corriendo hacia adelante y haciéndose a un lado para esquivar la bola de fuego. El soldado no esperaba un ataque frontal y volvió a enviar múltiples bolas de fuego, los cuales Perseo esquivaba haciéndose a un lado sin detener su carrera.
Intentando detener el avance de su oponente, el soldado barrió una de sus piernas, enviando otra andada de fuego con la intención de desequilibrar al niño, pero él saltó por encima y cayó con fuerza hacia el soldado, blandiendo su espada en un golpe descendente. De no ser porque el soldado retrocedió en el último segundo, la espada habría impactado contra su hombro. Pero Perseo no desistió en su ataque, sino que continuó con una estocada al nivel del pecho. El soldado volvió a retroceder, intentando recuperar el equilibrio y una base sólida, pero el joven espadachín no desistió en sus ataques.
Zuko observó con total asombro como aquel niño que no parecía tener más de doce años abrumaba a un soldado entrenado, atacando con una fiereza digna de un maestro fuego. No solo eso, sino que también pudo ver las similitudes de sus ataques con los movimientos del fuego control. Era como si, en cierta forma, su espada reflejara las llamaradas producidas por un maestro fuego durante sus ataques. Entendía por qué Piandao lo había llamado "Postura de fuego".
El intenso intercambio de golpes continuó, donde el soldado intentaba abrumar a Perseo con sus ataques, pero él simplemente los esquivaba sin verse afectado por el calor de las llamas. A su vez, el joven espadachín atacaba fervientemente al soldado con ataques que lo desestabilizaban, golpeando partes de su armadura y obligándolo a retroceder.
El duelo terminó de manera abrupta cuando el soldado envió una bola de fuego a Perseo quien, en lugar de esquivarlo como lo había estado haciendo, blandió su espada con la suficiente fuerza para dividirlo por la mitad. El soldado quedó perplejo al verlo y Perseo aprovechó ese momento para pisar con fuerza y atacar con una veloz estocada al pecho. La punta de la espada impactó contra la coraza del soldado con tal fuerza que lo envió a volar varios metros hasta caer al suelo con un gruñido de dolor.
Cuando intentó levantarse, se encontró con la punta de la espada de Perseo a escasos centímetros de su cuello.
—El duelo ha terminado—sentenció Piandao.
Zuko tenía los ojos abiertos, al igual que todos los soldados presentes, procesando lo que habían visto. Ese niño había demostrado una habilidad impresionante para alguien tan joven, logrando vencer con pura habilidad a un soldado maestro fuego entrenado. ¿Eran esos los frutos de ser instruido por el mejor espadachín de la Nación del Fuego? ¿O era debido a que era su hijo?
El sonido de aplausos lo sacó de sus divagaciones. Los demás soldados aplaudieron el duelo, reconociendo las habilidades del joven espadachín. Perseo retiró la espada de la punta del cuello de su oponente y estiró la mano con la intención de ayudarlo a levantarse. El soldado lo miró, aun viéndose aturdido, pero aceptó la ayuda.
Zuko vio extrañado la muestra de consideración de Perseo, teniendo en cuenta la actitud insolente que había mostrado antes.
Cuando Perseo se acercó a Piandao, quien sonrió levemente al verlo.
—Una victoria honorable—asintió Piandao con aprobación—. Reconociste a tu oponente y mostraste el respeto adecuado... Aunque te burlaste activamente de él antes de pelear.
Perseo se rio, viéndose algo apenado.
—Interesante—comentó Ozai—. Dime, muchacho, ¿cuánto tiempo has entrenado con la espada para tener ese nivel de habilidad?
—Uh… Un año...—respondió Perseo, antes de agregar de manera tardía—… Señor.
—Ya veo. El hecho de que hayas avanzado tanto en tan poco tiempo demuestra tu habilidad y la de tu maestro al enseñarte.
—Me honra con sus palabras, su alteza—dijo Piandao, inclinando la cabeza—. Aunque la habilidad de mi hijo es algo enteramente suyo. De hecho, los movimientos que acaba de utilizar es algo que él mismo creó. Es un verdadero prodigio en el arte de la espada.
Zuko vio como Perseo bajó con cabeza con vergüenza ante las palabras de su padre, pero la sonrisa que había en su rostro demostraba lo alagado que se sentía.
Ignoró la punzada de envidia que sintió al ver aquello.
— ¿Es así? —Ozai miró a Perseo, con un nuevo interés brillando en sus fríos ojos—. Impresionante. Me recuerdas a mi hija Azula. Ella también es una prodigio en el arte del fuego control. Muy bien, Piandao, has demostrado tu punto. Entrenarás a reclutas no-maestros que acaban de iniciar su entrenamiento.
—12 discípulos—dijo Piandao—. Ese será el máximo de personas que podré entrenar. Más que eso sería contraproducente, debido a que tengo que instruir personalmente a cada uno.
Ozai entrecerró los ojos, claramente sin verse complacido por sus demandas, pero terminó asintiendo.
—Enviaré un mensaje a los mejores puestos de reclutamiento de las Islas de Fuego para que envíen a aquellos interesados en aprender de ti. El tiempo entre recibir una respuesta y la llegada de los reclutas será de 5 días. Hasta entonces, permanecerás en espera de nuevas órdenes.
—Como usted diga, su alteza.
—He hecho las preparaciones para que te hospedes en una de las muchas propiedades a las afueras del Palacio Real por un tiempo... indefinido. Dicho lugar pertenecía a la Procesión Real, por lo que tiene el espacio suficiente para alojar a un escuadrón completo. Será el lugar donde entrenes a estos reclutas.
—Aprecio que haya hecho todos los preparativos, su alteza—dijo Piandao.
—Tengo grandes expectativas con este escuadrón, Piandao. No me decepciones.
Piandao inclinó su cabeza.
—Me esforzaré por estar a la altura.
Ozai no dijo nada más, simplemente volteó y comenzó a alejarse.
Una vez que todos los soldados habían abandonado el patio, Zuko miró de manera expectante a Piandao, vacilando si debía ir a hablar con el hombre o no.
Fue en ese momento de indecisión que uno de los guardias del palacio se acercó a Piandao y Perseo. Intercambiaron un par de palabras y el guardia los guio hacia donde Zuko supuso sería el lugar donde ellos se hospedarían y Piandao entrenaría a los nuevos reclutas.
Tal vez podría pasar a visitarlos más tarde.
Una vez que hubo terminado sus lecciones de la tarde, Zuko no perdió el tiempo en guardar sus cosas en su habitación e ir al lugar donde Piandao entrenaría al escuadrón de espadachines. Rápidamente, corrió por los pasillos del Palacio Real hacia la salida, con emoción evidente en su rostro.
— ¿A dónde vas con tanta prisa, Zuzu?
Zuko se detuvo y volteó a mirar a la única persona que lo llamaba así. En su emoción por salir del Palacio Real, pasó por los jardines, donde se encontró con Azula y sus dos amigas, Mai y Ty Lee.
—No es asunto tuyo, Azula—respondió Zuko con un ceño fruncido.
—Entonces no estás haciendo nada importante, como siempre—dijo su hermana, acercándose a él junto con sus amigas—. Y es una coincidencia, porque justo ahora íbamos a poner a prueba la puntería de Mai. ¿Qué dices si ponemos una manzana sobre tu cabeza y ella intentará atinarlo con uno de sus cuchillos?
Azula sostuvo una manzana frente a su rostro con una sonrisa ligeramente maliciosa. Detrás de ella, Mai se removió de manera incómoda.
—Azula... no creo que sea buena idea—habló ella por lo bajo.
— ¿Hm? Pero si fuiste tú quien sugirió invitar a Zuko.
Mai se sonrojó evidentemente y apartó la mirada. A su lado, Ty Lee se rio entre dientes de manera divertida mientras la empujaba con el codo.
—No tengo tiempo para participar en tus tontos juegos—espetó Zuko con molestia.
Azula puso los ojos en blanco.
— ¿Y qué sería aquello tan importante que no puedes pasar tiempo con tu dulce hermanita?
Zuko soltó un bufido ante su descripción. Azula era todo menos dulce.
—El espadachín Piandao ha llegado hoy al palacio—respondió él—. Padre lo ha enviado a la residencia donde antes entrenaba la Procesión Real y, dentro de 5 días, comenzará a entrenar a los reclutas que formarán parte de su escuadrón de espadachines de élite.
—Ah, sí. Eso he oído. Aunque sigo sin entender tu interés por ese hombre, a menos que... —una sonrisa burlona estiró de los labios de Azula—. Ya veo. Quieres que él te enseñe. Como eres un incompetente en el fuego control, piensas que tal vez no serías un caso perdido en empuñar una espada.
Zuko apretó los puños con molestia al mirar a su hermana menor, quien se rio entre dientes por su reacción.
—Mejor desiste, Zuko. Un espadachín no podría vencer a un maestro. Tal vez podría vencer a un maestro tierra o a un maestro agua, elementos inferiores, pero ciertamente no podría vencer a un maestro fuego competente.
Zuko recordó el enfrentamiento de Perseo con aquel soldado. Recordó la manera en la que balanceaba su espada con seguridad y firmeza. Sus movimientos eran certeros y feroces, como un maestro fuego. Él lo supo inmediatamente al ver aquella demostración de destreza y habilidad.
Había quedado cautivado y un deseo ardió con intensidad en su corazón.
—Yo no estaría tan seguro—dijo él.
La seguridad de su declaración causó que Azula arqueara una ceja, viéndose ligeramente intrigada mientras veía a su hermano irse por el pasillo hacia la salida del palacio.
Las enormes puertas dobles de la propiedad donde sería la actual residencia de Piandao y su hijo se cernieron sobre Zuko, casi con imponencia. Se quedó observando por un minuto entero el emblema de la Nación del Fuego tallado en la puerta, considerando lo que estaba a punto de hacer, hasta que hizo a un lado toda duda y agarró la aldaba de hierro, golpeándolo varias veces para anunciar su llegada a los nuevos residentes.
Unos momentos después, una de las puertas se abrió y por ella salió el hijo de Piandao, Perseo, quien se vio algo sorprendido por la llegada de Zuko.
—Oh, eres tú—dijo él—. ¿Qué haces aquí?
Zuko frunció levemente el ceño ante la falta de modales del niño, pero lo dejó pasar. No quería discutir por trivialidades.
—Estoy aquí para ver a tu padre—anunció él—. ¿Está aquí?
—Está dentro, limpiando.
—Bien. Llévame ante él.
Perseo no se movió. En su lugar, arqueó una ceja.
— ¿Te mataría ser más amable al pedir algo? ¿No se supone que ustedes de la Familia Real son más educados que la gente común?
—Y se supone que ustedes, la gente común, deben de mostrar respeto por la Familia Real—replicó Zuko con molestia—. Soy el hijo del príncipe de la Nación del Fuego. Deberías mostrar más respeto.
— ¿Uh? ¿Por qué habría de respetarte? —cuestionó Perseo, frunciendo el ceño con molestia—. No has hecho nada para que lo haga.
Zuko apretó los dientes con ira.
—Insolente campesino...
— ¿Qué está ocurriendo aquí? —inquirió una nueva voz.
Zuko miró detrás de Perseo para ver a Piandao, quien tuvo una expresión curiosa en su rostro al verlo.
—Ah, joven Zuko, ¿a qué le debo su visita? —preguntó Piandao cortésmente.
—Yo... quiero que me entrene—declaró Zuko con seriedad—. Quiero aprender el arte de la espada.
Piandao y Perseo tuvieron una mirada algo perpleja en su rostro.
—Esto es... inesperado—dijo Piandao—. ¿Te parece si lo discutimos con una taza de té?
A Zuko no le gustaba mucho el té, pero aceptó la invitación del hombre. Pasó por la puerta y le envió una mirada ceñuda a Perseo, quien se lo devolvió de manera desafiante.
Cuando entró en la residencia, Zuko pudo ver que Piandao y Perseo habían comenzado con los preparativos para hacer de aquel lugar una academia enfocada en el aprendizaje del arte de la espada. El patio de tierra frente al edificio estaba repleto de postes de madera, algunos de ellos envueltos en cuerdas. Incluso había maniquíes de madera que vestían viejas armaduras de batalla.
Zuko siguió a Piandao hacia la casa de dos pisos, hecha de una combinación de madera y ladrillo, con techos de teja roja. Los pasillos de madera estaban pulidos y las puertas shoji estaban abiertas, dejando entrar el aire y la luz del sol al interior de la casa.
Se sacó las botas cuando vio que Piandao había hecho lo mismo y lo siguió hasta la habitación que daba una vista a un jardín trasero bastante simple, pero acogedor. En medio de la habitación, había una mesa de madera donde Piandao se arrodilló y tomó asiento sobre un cojín con las rodillas flexionadas.
—Por favor, tome asiento, joven Zuko—invitó Piandao.
Zuko aceptó la invitación y se sentó sobre uno de los cojines, imitando la posición del hombre.
—Es un lugar muy agradable—comentó Zuko, observando el interior del lugar.
—Lo es. Debo agradecer a su padre por las molestias que se ha tomado en preparar este lugar para mi llegada. Al parecer, lo veo bastante interesado en la formación de este grupo de espadachines.
—Mi padre, al igual que todos en la Familia Real, solo tiene en mente los mejores intereses para nuestra nación.
— ¿Y es por eso que has venido aquí hoy, joven Zuko? ¿Por los mejores intereses de la Nación del Fuego?
Zuko estaba a punto de responder que sí, pero la firme e imponente mirada de Piandao lo detuvo. Era como si lo estuviera escudriñando con la mirada y fuera capaz de discernir si decía la verdad o no.
Fue en ese momento que las puertas corredizas de tela se abrieron y apareció Perseo, cargando una bandeja que tenía tazas de porcelana y una tetera. Él colocó la bandeja sobre la mesa y comenzó a servir el té.
Zuko arqueó la ceja ante la muestra de cortesía del irrespetuoso niño, pero aceptó la taza de té y bebió un sorbo de ella. No estaba mal.
—Mmm, puedo ver que Fat te ha dado lecciones—comentó Piandao, dándole un sorbo a su té.
—Solo lo básico—dijo Perseo, sentándose sobre uno de los cojines—. No esperes que sea tan bueno cocinando como él.
—Tal vez debería solicitar al príncipe Ozai algunos sirvientes para este lugar. Ciertamente, lo necesitaremos si viviremos aquí por algunos años.
—O... podrías enviar una carta a Fat para que venga aquí. Sigo sin entender por qué se quedó atrás cuando podría haber venido con nosotros.
—Alguien necesitaba cuidar de nuestro hogar hasta que volviéramos, Percy.
—Podríamos hacer de este lugar nuestro hogar si Fat estuviera aquí. O al menos, hasta que volvamos a Shu Jin.
Piandao guardó silencio por unos segundos, considerando la idea de su hijo mientras miraba el jardín trasero.
— Tal vez lo haga—dijo él finalmente—. Este lugar necesita un toque hogareño que solo Fat podría lograr con su jardinería.
—Genial—sonrió Perseo, viéndose complacido antes de mirar a Zuko y luego a su padre—. Entonces, viendo que aún está aquí, ¿aceptaste entrenarlo?
—Aún no le he decidido, debido a que el joven Zuko aún no me ha dado una buena razón para hacerlo.
Piando miró a Zuko, expectante por su respuesta.
— ¿Ser el hijo del príncipe de la Nación del Fuego no es una razón suficiente? —inquirió Zuko, frunciendo levemente el ceño.
—Me tomo la libertad de elegir a mis discípulos—replicó Piandao con firmeza—. Dime, joven Zuko, ¿por qué deseas empuñar una espada? ¿Para poder ser más fuerte? ¿Para servir mejor a tu nación? ¿Para proteger a tu pueblo? Antes de aprender a empuñar una espada, primero debes encontrar una buena razón para hacerlo.
—Yo...
Zuko no pudo dar una respuesta inmediata porque ni siquiera había pensado sobre ello. Simplemente, se dejó arrastrar por el repentino deseo de querer aprender a empuñar una espada al ver a Perseo pelear con aquel soldado, pero... ¿Por qué quería hacerlo?
Él cerró los puños sobre su regazo y apretó los labios en una fina línea mientras mantenía la cabeza gacha.
—No lo sé—admitió en un tono derrotista—. Cuando estudié sobre ti, y aprendí todas las cosas impresionantes que habías hecho, pensé que eras alguien asombroso y... quería ser como tú...
Hubo un silencio en la habitación después lo que dijo. Tentativamente, Zuko levantó la mirada para encontrarse con la expresión contemplativa de Piandao. Sorprendentemente, Perseo tenía una expresión de empática en su rostro, como si comprendiera lo que estaba sintiendo.
—Ya veo... —dijo Piandao con suavidad—. Solo una última pregunta; ¿quieres aprender a empuñar una espada por ti o por alguien más?
Zuko reflexionó sobre ello. ¿Por quién quería empuñar una espada? ¿Era porque lo que dijo Azula era verdad? ¿Era debido a que quería demostrar que, a pesar de no ser bueno en el fuego control, podría llegar a ser un buen espadachín? ¿O tal vez porque quería que su padre lo mirara con el mismo reconocimiento con el que miró a Perseo cuando venció a aquel soldado?
Finalmente, él levantó la mirada con seriedad.
—Ambos—dijo con sinceridad—. Quiero hacerlo por los demás... y también por mí.
Piandao se vio imperturbable ante sus palabras por unos segundos hasta que una sonrisa estiró de sus labios.
—Muy bien, joven Zuko. Veamos si tienes lo que se necesita. Te propongo esto. Durante los cinco días antes de que los demás reclutas lleguen aquí, pasarás por unas pruebas para ver si tienes las cualidades necesarias para ser un espadachín. Si los tienes, serás mi décimo tercer discípulo.
Zuko se sintió eufórico ante la oportunidad que le presentó Piandao. Un fuego que nunca antes había sentido ardió en su corazón y endureció sus facciones.
—Gracias, maestro Piandao—dijo él solemnemente, inclinando la cabeza—. Aceptaré cualquier prueba que usted considere apropiada.
—Oh, no seré yo quien te dé las pruebas—dijo Piandao, con una sonrisa divertida—. Será mi hijo.
— ¿Qué?
— ¿Qué?
Perseo y Zuko se miraron mutuamente antes de mirar a Piandao, ambos viéndose igual de desconcertados.
—Papá, ¿estás seguro? —cuestionó Perseo—. ¿O solo estás diciendo locuras por el té de dudosa procedencia que encontré en la cocina?
Zuko miró su taza de té y lo dejó sobre la mesa, algo inseguro de volver a beberlo. Piandao, en cambio, simplemente se rio entre dientes con diversión.
—No, me escuchaste bien—dijo Piandao—. Serás tú quien le dé las pruebas al joven Zuko. Ya las conoces, Percy. Son las mismas pruebas que te hice a ti cuando decidí comenzar tu entrenamiento.
—Oh, sí... esas pruebas—refunfuñó Perseo con una expresión agria en su rostro, como si estuviera recordando algo desagradable.
—Veo que las recuerdas.
—Sí, pero no entiendo por qué quieres que sea yo quien lo ponga a prueba.
—Esto será una prueba tanto para el joven Zuko y como para ti, hijo. Para demostrar que finalmente has logrado dominar lo básico del arte de la espada, deberás de transmitir ese conocimiento a alguien más.
Perseo no se veía del todo convencido a juzgar por la expresión en su rostro.
— ¿Estás... seguro de esto? —preguntó él, algo vacilante.
Una sonrisa estiró de los labios de Piandao.
—Has logrado crear tu propia postura, hijo. No hay nada que no puedas hacer.
Los hombros de Perseo se desplomaron a la vez que soltaba un suspiro.
—Está bien, está bien—cedió él—. Esto será tan divertido...
Zuko frunció levemente el ceño ante su sarcasmo y no pudo evitar sentirse un poco inseguro al respecto. Claro, Perseo había demostrado ser increíblemente hábil con la espada, incluso venciendo a un maestro fuego entrenado, pero solo era un niño de doce años, sin modales e irrespetuoso.
Se sentiría extraño ser enseñado por alguien dos años menor que él, pero irónicamente fue Perseo quien lo impulsó a querer aprender a pelear usando una espada.
Solo esperaba que, debido a que Perseo era un prodigio al igual que su hermana, no esté igual de loco que ella.
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¡Y eso es todo por ahora, mis queridos lectores!
Espero les haya gustado el primer encuentro entre Percy y Zuko. Considerando la actitud insolente de Percy junto con su desprecio ante cualquier figura de autoridad y la actitud temperamental de Zuko, era obvio que no se llevarían muy bien en el comienzo. O al menos, eso es lo que yo creo.
¿Qué les pareció la primera pelea de Percy como espadachín? Ha pasado un año desde que comenzó su entrenamiento y, considerando los factores de: ser el hijo de un dios muy poderoso + ser un prodigio en el arte de la espada + la maldición de Aquiles + ser enseñado por el mejor espadachín del mundo Avatar= un Percy muy badass que creó su propio estilo al que llamé "Postura de Fuego". Un indicio bastante claro sobre cómo serán sus habilidades con la espada más adelante.
En otra instancia, a alguien más le parece genial del nombre de "Perseo". En mi opinión personal, es un nombre imponente y muy genial. Así que aprovecharé cada oportunidad para usarlo, siendo este capítulo un ejemplo claro, ya que Zuko no se siente en la suficiente confianza para llamarlo "Percy".
También toqué un poco más sobre el deseo de Zuko de querer aprender a usar una espada, puesto que en la serie no lo mencionan. En mi historia, Percy fue el desencadenante, pero Zuko también tiene sus propias razones, las cuales profundizaré más en el próximo capítulo.
Lo lamento para aquellas personas que querían ver el primer encuentro entre Percy y Azula, pero eso ocurrirá en el próximo capítulo. Considerando como fue el encuentro entre Percy y Zuko, ¿Cómo creen que lo será con Azula?
En fin, espero les haya gustado.
Y sin nada más que decir... ¡Hasta la próxima, guapos y guapas!
