Capítulo 5
Espada y Fuego
Las altas cadenas de montañas que adornaban el horizonte, junto con la ciudad que se asentaba en el valle, el cual tenía un elegante diseño arquitectónico donde predominaba el color verde y dorado, fue suficiente indicio para que Percy se percatara de que no estaba en la Nación del Fuego y que otra vez estaba teniendo uno de sus extraños sueños lúcidos.
Él no sabía por qué los tenía, nunca encontró un significado claro, pero... ¿Cuándo los sueños significaban algo?
Se sintió empujado hacia una de las casas que se encontraba a las afueras de la ciudad. Altas murallas protegían la enorme propiedad, donde había un inmenso jardín. La casa, si es que podía llamarse así, obviamente pertenecía a una familia realmente adinerada o que tenía un estatus social muy alto.
Percy flotó más allá de la puerta de entrada, donde pudo ver el enorme símbolo de un jabalí con alas sobre las puertas dobles custodiadas por guardias, quienes ni siquiera lo miraron cuando pasó sobre ellos. Mientras vagaba por la propiedad, vio que el jardín estaba muy bien cuidado, con estanques de agua y distintos pabellones al aire libre para que las personas pudieran sentarse a admirar el pacífico paisaje. Era tan hermoso como para competir con el jardín que él había visto en el Palacio Real de la Nación del Fuego.
Al final del jardín, una casa de dos pisos se alzaba de manera majestuosa, rodeado de varias casas hechas de piedra sólida. A través de una ventana circular, Percy pudo ver a una niña parada allí. Ella vestía un elegante vestido largo y holgado de mangas anchas, hecho de seda blanca y amarilla con detalles verdes. Su cabello negro estaba cuidadosamente peinado y atado en un gran moño sobre su cabeza, con dos mechones cayendo a los lados de su lindo rostro.
— ¡Papá, quiero ir a jugar con esos niños! —dijo la niña, apuntando hacia la ventana donde podía verse a un grupo de niños jugando con un balón.
Había un hombre parado frente a ella, quien al parecer era su padre, vestido de una manera igual de elegante. Con túnicas de seda color blanco y verde. Un pequeño sombrero adornaba su cabeza y un bigote largo y fino caía a los lados de su boca.
— ¡No entiendo por qué tengo que pasar cada día encerrada en esta casa! —continuó diciendo la niña, pequeñas lágrimas acumulándose en sus ojos mientras fruncía el ceño de manera afligida—. Me siento tan... tan sola aquí.
Su padre la miró con pena y tristeza por unos segundos antes de endurecer sus facciones y hablar con voz firme.
—Lo siento, hija. Pero así es como se debe hacer.
Percy no entendió a qué se refería el hombre, pero cuando se percató de que la niña no observaba a su padre directamente, sino que tenía la mirada fija en un punto en específico y sus ojos se veían nublados, él lo entendió.
Aquella niña era ciega.
— ¡Esto es imposible!
Un grito de frustración despertó a Percy. Abrió los ojos para observar cómo Zuko se levantaba abruptamente y agarraba la hoja de papel donde había estado pintado, arrugándola con ira para luego arrojarla. La bola de papel rebotó hasta caer cerca de los pies de Percy, donde él lo agarró y lo desenrolló.
—No está mal—comentó Percy, observando la pintura—. Aunque... ¿Qué es esto en el estanque? ¿Caca flotando?
— ¡Son los patos tortuga! —replicó Zuko, sonando aún más frustrado mientras le arrancaba la hoja de papel—. ¡Esto es estúpido!
Percy suspiró. No podía culpar a Zuko por su frustración y molestia, él mismo se había sentido así cuando su papá lo hizo pintar al comienzo de su entrenamiento para ser un espadachín. Aunque ciertamente no hizo un berrinche como Zuko.
Ambos se habían reunido en el jardín del Palacio Real para que Zuko comenzara con sus primeras lecciones para ver si tenía lo necesario para volverse un espadachín. Hasta ahora, Percy le había mostrado las dos primeras lecciones, la caligrafía y la pintura. Para él, no fue sorprendente que Zuko fuera bueno en la caligrafía, considerando que era un miembro de la realeza y había tenido una educación de la más alta clase.
—Oye, no te alteres—dijo Percy—. Lo estás haciendo bien. Ciertamente, mucho mejor que yo cuando comencé.
Zuko volteó a mirarlo y arqueó una ceja, escéptico.
— ¿En serio? ¿Tú?
—Claro. La primera vez que agarré un pincel para pintar, derramé toda la tinta sobre la mesa. Y mis pinturas eran tan horribles que un amigo tuvo que quemarlas para no dejar evidencia.
Un resoplido escapó de los labios de Zuko, aunque su expresión frustrada permaneció.
—Bueno, en mi caso es diferente. Soy un miembro de la realeza, de la Familia Real de la Nación del Fuego. Debería de poder dominar esos simples ejercicios sin ningún problema. Ciertamente, Azula lo haría...
—Azula... Tu hermana, ¿verdad? Tu papá mencionó que ella era un prodigio en el fuego control.
—Sí, ella es una maestro fuego por excelencia. Y todo el mundo la adora—dijo Zuko, frunciendo el ceño de manera sombría—. Mi padre dijo que ella nació con suerte y yo...
Él se interrumpió abruptamente, lo que llamó la atención de Percy, pero decidió no insistir en ello. Por la breve interacción que vio el día de ayer, Percy podía decir que la relación entre Zuko y su padre era tensa y distante, muy diferente a la relación que él tenía con Piandao.
Zuko chasqueó la lengua con desagrado y apartó la mirada con una expresión irritada en su rostro.
—No sé por qué te digo esto—espetó él—. No es como si lo entendieras, eres igual que ella.
Percy parpadeó.
— ¿Qué?
—Ambos son prodigios. No saben lo que es luchar por algo y fallar... una y otra vez. Siempre todo llega fácil para ustedes.
—Tú... ¿Crees que no sé lo que es esforzarse por algo? —cuestionó Percy, sonando irritado—. Conozco muy bien la frustración en proponerte a hacer algo y no conseguirlo.
Percy recordó los meses que practicó con Lee para crear su postura de fuego. Recordaba muy bien la frustración que sentía cuando no podía hacer un movimiento correcto o no poder extrapolar una técnica básica de fuego control a su propia postura de fuego. Lee siempre intentaba consolarlo, diciendo que debía tener paciencia al aprender una disciplina y debía sentirse orgulloso de lo que había logrado hasta ese momento, pero para Percy eso no era suficiente debido a que él no quería dominar al arte de la espada por sí mismo, sino por alguien más. Él quería hacer sentir orgulloso a su papá. Ser un digno hijo del mejor espadachín de la Nación del Fuego. Porque si no lo hacía, si no lograba ser un gran espadachín, no se sentiría digno de ser hijo de Piandao, se sentiría un... fracasado.
—Así que no me vengas con esa estupidez de que no sé lo que es luchar por algo y fallar—gruñó Percy, dándole una mirada intensa a Zuko—. En lugar de compararte con los demás y sentirte frustrado por tu falta de avance, ¿por qué no haces algo al respecto en lugar de quejarte?
Zuko abrió los ojos con sorpresa, como si no esperaba que alguien se atreviera a hablarle de esa manera. Para Percy no sería extraño, considerando que Zuko era alguien de la realeza que estaba acostumbrado que todos lo trataran con respeto y lo llenaran de alabanzas.
—Oh, Zuko, allí estás.
Ambos voltearon para observar a una mujer acercarse. Por su elegante vestimenta, definitivamente era un miembro de la Familia Real. Percy solo había visto a una persona portar un tocado tan elaborado con el emblema de la Nación del Fuego y esa persona era el príncipe Ozai.
—Madre, ¿qué estás haciendo aquí? —preguntó Zuko.
Percy miró a quién era la esposa del príncipe Ozai, ciertamente era una mujer muy hermosa. Aunque su belleza se veía algo opacada por el leve ceño fruncido que tenía en su rostro al mirar a su hijo.
—Te he estado buscando, jovencito—dijo ell—. La maestra Jia me informó de que te ausentaste en tus lecciones de hoy.
El tono de reprimenda con el que habló hizo que una expresión culpable apareciera en el rostro de Zuko y bajara la cabeza con vergüenza.
—Lo siento, madre... lo olvidé. He estado ocupado con algo más.
Fue entonces cuando la madre de Zuko se percató de la presencia de Percy y una sonrisa cordial estiró de sus labios.
—Oh, lamento no haberme percatado de ti, joven. Mi nombre es Ursa, soy la madre de Zuko. ¡Es tan agradable ver que mi hijo finalmente ha hecho un amigo!
— ¡Perseo no es mi amigo, madre! —replicó Zuko con vehemencia.
Ursa ignoró el reclamo de su hijo sin apartar la mirada de Percy.
— ¿Perseo? ¿Ese es tu nombre?
—Eh, sí. Un gusto conocerla... su alteza—dijo Percy, haciendo una reverencia, recordando sus modales a último minuto.
—El gusto es mío, joven Perseo—asintió con una sonrisa amistosa—. ¿Y a qué se debe tu presencia aquí en el Palacio Real? He de suponer que eres un invitado de mi hijo.
—Sí, estoy aquí para darle a su hijo un par de lecciones sobre ser un espadachín.
— ¿Un espadachín? —Ursa miró a su hijo con una ceja arqueada—. Él no me ha dicho que estaba interesado en aprender a usar una espada. Y mucho menos que había conseguido un maestro.
Zuko rehuyó de su mirada, viéndose algo avergonzado.
—Yo... planeaba decírtelo una vez que el maestro Piandao me aceptara oficialmente como su discípulo—dijo él, algo vacilante—. Por ahora, estoy en... un periodo de prueba.
Ursa miró de reojo la pequeña mesa de madera y los materiales de pintura que Zuko había estado utilizando.
—Y tu prueba consiste en... ¿Pintar? —inquirió ella con confusión.
—Es una prueba que consiste en plasmar en una hoja de papel el escenario que tiene delante de él luego de mirarlo por unos segundos. Un espadachín siempre debe tener claro en su mente la imagen del campo de batalla—explicó Percy con un encogimiento de hombros—. Sé que suena un poco tonto, pero es una de las lecciones básicas que mi papá enseña a todos sus discípulos.
Ursa miró a Percy, intrigada.
—Oh, así que eres hijo de Piandao. Supongo que también eres un espadachín al igual que él.
Una sonrisa tímida estiró de los labios de Percy.
—Espero serlo algún día.
—Bueno, me alegro de que le enseñes a mi hijo. Los espíritus saben que le vendría bien socializar con alguien de su edad. A diferencia de su hermana, él no tiene amigos.
— ¡Madre! —se quejó Zuko, con las mejillas sonrojadas en señal de vergüenza.
Ursa solo se rio por lo bajo, divertida por la reacción de su hijo. Percy también lo hizo, encontrando entrañable la relación que Zuko tenía con su madre. Una parte de él se preguntaba si así era tener una madre.
Mientras esperaba a que Zuko terminara sus clases, Percy permaneció en el hermoso jardín del Palacio Real, volviéndose a recostar en el mismo árbol que estaba cerca del estanque y dispuesto a volver a tomar una pequeña siesta.
O al menos, intentó tomarla.
Percy abrió los ojos, sintiendo algo estirar de sus pantalones. Cuando bajó la cabeza, vio a una bandada de patos tortuga bebés picotear sus pantalones y estirarlos.
—Hey, dejen eso—dijo él con irritación.
Se sacudió a los patos tortuga de los pantalones, aunque algunos quedaron aferrados a él. Unos fuertes graznidos lo hicieron voltear justo a tiempo para ver un pato tortuga más grande saltar sobre él y comenzar a picotearlo.
— ¡¿Qué demonios...?! ¡Suéltame!
Percy agarró al pato tortuga y lo apartó de él, aunque el animal aún intentaba picotearlo mientras se agitaba en sus patas y seguía graznando.
— ¿Cuál es tu problema?
El pato tortuga siguió agitándose, sacudiendo sus diminutas patas y su largo cuello. Solo cuando los patos tortugas más pequeños fueron al estanque de agua fue que dejó de intentar picotearlo y comenzó a agitarse para ir junto a ellos al estanque.
—Oh, eres su madre—dedujo Percy,
Él la soltó y el animal saltó directamente al tanque y fue con sus hijos. Cuando vio que estaban lo suficientemente lejos para no volver a molestarlo, Percy se acomodó a los pies del árbol donde había estado durmiendo y cerró los ojos con la intención de volver a hacerlo.
Luego de unos minutos, finalmente podía sentir que volvía a quedarse dormido cuando una voz se lo impidió.
— ¿Qué crees que estás haciendo?
Él abrió los ojos y levantó la cabeza mientras parpadeaba para aclarar su vista. Se frotó los ojos con somnolencia y vio que había tres chicas irguiéndose sobre él. A juzgar por las delicadas y elegantes ropas que vestían, sin duda eran de una clase social alta.
La del medio, quien al parecer fue quien le habló, fruncía el ceño con molestia con las manos en la cintura y golpeteaba su pie contra el suelo, esperando una respuesta.
— ¿Y bien? —insistió ella con impaciencia.
— ¿Acaso no es obvio? —dijo Percy, ahogando un bostezo—. Estaba intentando tomar una agradable siesta. Ahora, si no te importa...
Cerró los ojos, dispuesto a volver a dormir mientras acomodaba su espada envainada sobre su pecho y sus brazos detrás de su cabeza.
Un bajo gruñido de molestia de la misma chica fue señal de que no volvería a dormir.
—Me refiero a qué estás haciendo aquí en el Palacio Real—dijo la chica, con evidente molestia en su voz—. ¿Quién eres tú?
—Tranquila, solo estoy esperando a Zuko.
— ¿Z-Zuko? —farfulló la chica que estaba a la derecha—. ¿Está él aquí?
Ella tenía una tez pálida y el cabello negro como la tinta, atado con dos listones rojos que le daban un peinado de cuenco. Sus ojos ámbares miraban por los alrededores del jardín con ligero nerviosismo.
—No, está en clases—aclaró Percy, mirando extrañado el nerviosismo de la chica—. Nos iremos cuando las termine.
— ¡Oh! Entonces, ¿eres amigo de Zuko? —preguntó la otra chica.
Ella, a diferencia de la chica con los listones rojos, tenía una actitud más animada a juzgar por la sonrisa en su rostro. Tenía el cabello color marrón trenzado y atado a lo alto de su cabeza como una coleta.
— ¿Zuko con amigos? —se burló la chica del medio—. ¿Qué sigue? ¿Qué él sea bueno en el fuego control? No sea ridícula, Ty Lee, no hay manera de que Zuko tenga amigos.
La niña, Ty Lee, simplemente se rio por lo bajo, viéndose algo apenada.
—Sí, por supuesto. Tienes razón, Azula.
Percy parpadeó al ver a la niña. Había escuchado ese nombre antes.
—Azula... La hermana de Zuko.
Ella arrugó la nariz al mirarlo, como si la hubiera insultado de alguna manera.
—Desgraciadamente—respondió Azula, con evidente con desdén—. Me sorprende que alguien como tú, quien no parece tener modales, sepa eso.
—Puedo ver el parecido familiar—respondió Percy—. Ambos son igual de malhumorados...
Azula frunció el ceño con molestia y abrió la boca para hablar, pero Percy la interrumpió.
—... Y lo siguiente que harás será exigir respeto de alguna manera solo por ser la hija del príncipe Ozai.
Azula abrió los ojos con incredulidad y sorpresa. Ty Lee y la chica de los listones se pusieron tensan y se miraron mutuamente para luego retroceder.
Percy no tenía ninguna duda de que Azula arremetería contra él de la misma forma en la que hizo Zuko. Y lo habría hecho de ser porque en ese momento llegó Zuko, acompañado de su madre.
—Zuko, mira. Tu amigo Perseo te ha estado esperando—dijo Ursa con una sonrisa en su rostro.
—Por última vez, mamá, él no es mi amigo—dijo Zuko, sonando exasperado.
Ursa simplemente sonrió y miró a Percy.
—Joven Perseo. Es un placer volver a verte. Veo que conociste a mi hija Azula y sus amigas Mai y Ty Lee.
Azula se cruzó de brazos y apartó la mirada con desdén. Mai, la chica con los listones en el cabello, dio un saludo dubitativo, mientras que Ty Lee le sonrió y agitó su mano animadamente a modo de saludo.
—Ah, sí, las conocí, justo con los patos tortuga... —musitó él, antes de mirar a Zuko—. Bueno, ¿estás listo?
— ¿Otra vez me harás pintar? —inquirió él, con el mismo tono de exasperación.
— ¿Pintar? —Azula miró a su hermano con confusión y burla—. No sabía que estabas interesado en la pintura, Zuzu. Aunque tal vez muestres más aptitud que el fuego control.
Percy resopló con diversión por lo bajo.
—Zuzu...
— ¡Tú cállate! —le espetó Zuko a Percy antes de mirar a Azula—. Y no estoy interesado en la pintura. Es parte de mi entrenamiento para volverme discípulo del maestro Piandao y ser un espadachín.
Azula resopló.
— ¿Tú? ¿Un espadachín? —el escepticismo y la burla eran evidente en su voz—. ¿Qué te hace pensar que puedes serlo? Eres un maestro fuego mediocre.
Zuko no encontró una respuesta, simplemente frunció el ceño con molestia y bajó la cabeza.
—Bueno, pues vamos a averiguarlo—dijo Percy, colocando su espada envainada sobre su hombro y llamando la atención de todos.
— ¿Y quién eres tú para juzgar eso? —cuestionó Azula, volteando a mirarlo.
—Soy el hijo de Piandao—reveló él, para la ligera sorpresa de Azula—. Muy bien, Zuzu. Es hora de tu lección final. Veremos si tienes lo que se necesita para ser un espadachín.
Percy vio que la ceja de Zuko tembló con molestia ante el ridículo apodo, pero endureció sus facciones y asintió con determinación.
— ¿Cuál es la última lección? —preguntó él.
Una sonrisa estiró de los labios de Percy, causando que Zuko se pusiera tenso.
—Simple. Te enfrentarás a mí en un duelo de espadas.
Percy y Zuko se pusieron frente a frente en el mismo patio donde Percy se había enfrentado a aquel soldado maestro fuego hace un par de días. Allí sería el lugar donde él pondría a prueba si Zuko había aprendido los puntos más importantes de ser un espadachín. Si tenía lo necesario para convertirse en uno.
Aunque no esperaba tener audiencia.
A un lado del patio, estaban Ursa, Azula, Mai y Ty Lee, quienes se habían quedado a observar el duelo con distintos grados de curiosidad. Ursa había animado a ambos chicos, aunque les incitó a tener cuidado. Ty Lee se veía emocionada. Mai era poco más reservada, pero le había dicho a Zuko unas breves palabras de apoyo, aunque él no pareció escucharla. Azula, en cambio, no había dicho nada, pero mantuvo una mirada curiosa al inminente duelo.
Percy podía sentir la punzada en su nuca de que lo estaban observando, pero decidió ignorarlo a favor del inminente duelo que tendría.
—Curiosa elección—comentó él, observando las espadas que Zuko había elegido para el duelo.
Él empuñó un par de espadas dao. Había conseguido las espadas duales en la armería que había en el Palacio Real y, a diferencia de la propia espada de Percy, las espadas dao de Zuko se veían bastante afiladas.
—He decidido que estás serán las espadas que empuñaré—dijo Zuko, blandiendo ambas espadas.
—Aún queda ver si tienes lo que se necesita para empuñarlas—dijo Percy, desenvainando su propia espada.
— ¿Cuál es el punto de esto? Ambos sabemos que no podré vencerte en un duelo de espadas.
—Es para saber si aprendiste algo de las lecciones anteriores. ¿Recuerdas los puntos clave de esos tediosos ejercicios?
—Sí... Mantener la imagen del campo de batalla en tu mente, manipúlalo y úsalo a tu favor.
—Bien, ahora te diré lo mismo que mi papá me dijo cuando comencé a entrenar—dijo Percy, captando la atención de Zuko—. Tu arma es una extensión de ti mismo. Debes considerarla una parte más de tu cuerpo. La espada es una simple herramienta, pero en manos de un maestro es el arma más versátil de todas. Y al igual que la imaginación, no tiene límites.
En la distancia, Percy pudo escuchar a Azula resoplar con burla. Él la miró de reojo con molestia, pero luego miró a Zuko con seriedad.
—En guardia.
Adoptó una posición básica. No usaría su postura de fuego, ya que este solo era un duelo para poner a prueba Zuko.
Algo dubitativo, Zuko también adoptó su propia postura, con las piernas separadas a la altura de los hombros, las rodillas ligeramente flexionadas y los brazos abiertos mientras sostenía ambas espadas. Percy miró detenidamente su postura. Era frágil y llena de aberturas, definitivamente no era la de un espadachín, sino más bien la de un maestro fuego. Él podía verlo porque había practicado meses en extrapolar las posturas y movimientos básicos del fuego control a los movimientos de un espadachín. Y, aunque estaba lejos de ser un experto, tenía una base bastante sólida. Su papá se había encargado de ello.
Ambos se miraron fijamente por unos segundos hasta que Percy fue quien decidió dar el primer movimiento. Se acercó rápidamente e hizo una estocada a nivel del pecho que Zuko rechazó con una de sus espadas, mientras que con la otra intentó cortar a Percy con fuerza, pero él simplemente dio un paso a un costado y desvió la hoja de Zuko, haciendo que él casi pierda el agarre. Zuko no desistió en su ataque, intentando acertar un golpe sobre Percy con sus espadas dao de manera frenética y salvaje, pero Percy simplemente bloqueaba todos sus ataques con el mínimo esfuerzo.
Cuando Zuko usó ambas espadas para atacar a la cabeza de Percy, él simplemente se agachó y luego apuntó a sus pies, realizando un barrido con su espada, pero Zuko logró saltar y luego dejar caer ambas espadas con furia con la intención de abrumarlo, pero Percy levantó su espada y detuvo el ataque sin problemas. Sus hojas temblaron mientras forcejeaban hasta que Percy empujó con fuerza hacia arriba, dejando una apertura en Zuko que aprovechó para barrer sus pies con su espada y haciendo que cayera sobre el piso.
Cuando intentó levantarse, se encontró con la espada de Percy a centímetros de su cuello.
— ¿Qué es lo que intentas hacer? —cuestionó Percy.
— ¿A qué te refieres? —preguntó Zuko, frunciendo el ceño con confusión.
—Te dije que pongas en práctica lo que aprendiste de las lecciones anteriores, pero en lugar de eso solo atacas con furia con la intención de abrumarme. Esta no es una pelea de maestros fuego, sino una de espadachines. Así que pelea como uno.
Percy retiró la espada de su cuello y esperó a que Zuko volviera a ponerse de pie. Una vez que ambos estuvieron listos, Percy volvió a atacar con una serie de cortes y estocadas. Zuko apretó los dientes mientras intentaba defenderse del aluvión de ataques, aunque no tenía mucho éxito.
Un golpe particularmente fuerte sobre su pierna hizo que Zuko cayera sobre una rodilla con un quejido de dolor. Ese habría sido un golpe letal si la espada fuera una hoja afilada. Zuko alzó la vista para ver la espada de Percy descender sobre él y reaccionó justo a tiempo, levantando sus propias espadas para detenerlo, pero sus hombros temblaron debido a la fuerza del golpe. Debido a su posición, fue incapaz de reaccionar o defenderse cuando Percy lo pateó en el pecho, enviándolo al suelo.
Un quejido de dolor escapó de la boca de Zuko al caer, pero se levantó rápidamente, aunque Percy no cedió en sus ataques mientras seguía presionándolo, obligándolo a ceder terreno mientras se defendía o desviaba su espada, yendo hacia los límites del campo. Cuando Percy realizó una estocada a nivel del abdomen, Zuko usó ambas espadas para desviar con fuerza la hoja de Percy, haciendo que esta terminara incrustada en el tronco de un árbol.
Quedando levemente sorprendido por la maniobra y aun sosteniendo su espada incrustada en el árbol, Percy quedó totalmente expuesto, situación que Zuko aprovechó al atacar con sus espadas dao. Percy soltó su espada y giró alrededor de Zuko, esquivando sus espadas y luego pateándolo en la espalda. Zuko recuperó el equilibrio y luego intentó volver a cortar a Percy con una de sus espadas, pero no contó con que él ya había quitado su espada del árbol y lo usó para detener el ataque.
Zuko lo miró con intensidad mientras intentaba abrumarlo con ambas espadas y su mayor tamaño, pero Percy se mantuvo firme. Haciendo uso de la ventaja de tener dos espadas, Zuko intentó cortar las piernas de Percy con una de ellas, pero él lo evadió al saltar. Eso parecía ser lo que esperaba Zuko, ya que lo empujó con fuerza y logró que Percy trastabillara con una de las raíces del árbol al aterrizar. No perdió la oportunidad que se presentó frente a él cuando realizó un corte de tijera con ambas espadas, aunque no contó con que Percy se contorsionara hacia atrás, evadiendo el filo de sus espadas por apenas unos centímetros. Cayó al suelo y luego giró hacia atrás para poner un poco de distancia entre ellos y luego levantarse rápidamente.
—Bien—asintió Percy—. Usa el terreno a tu favor.
Zuko no respondió verbalmente, solo entrecerró los ojos y agarró con más fuerza las empuñaduras de ambas espadas, como si estuviera evaluando su siguiente movimiento.
Luego, hizo algo que dejó a Percy completamente perplejo.
Arremetiendo con rapidez, Zuko giró 360° y blandió ambas espadas con fuerza. Percy levantó su propia espada para detener el ataque, pero luego sucedió algo que lo dejó perplejo. Las espadas dao de Zuko se embutieron con fuego. La fuerza del ataque, sumando con el poder destructivo del fuego control, hizo que Percy apretara los dientes con fuerza cuando sus espadas chocaron.
Cuando las llamaradas de fuego se dispersaron, Zuko miró con incredulidad al ver a Percy aún de pie. Incluso cuando las llamas carcomieron las mangas de su ropa y su espada humeaba ligeramente, él se mantuvo firme sin ceder un solo centímetro, y sin mostrar indicios de incomodidad por el calor de las llamas.
— ¿Cómo es que tú...? —musitó Zuko, viéndose perplejo.
Con un movimiento fugaz, Percy usó su espada para desarmar rápidamente a Zuko, haciendo que sus espadas dao volaran en al aire antes de caer y quedar incrustadas en el piso a varios metros. Zuko se encontró al final de la espada de Percy, quien lo miraba con total asombro.
—Eso fue... inesperado—dijo Percy, parpadeando sorprendido para luego sonreír—. Y también asombroso.
Él bajó la espada bajo la mirada desconcertada de Zuko.
—Pero... usé fuego control—replicó él.
—Sí, pero peleaste usando las cualidades que definen a un espadachín, creatividad y versatilidad. No solo eso, sino que también fuiste más allá y demostraste... algo más.
Percy agarró las espadas dao y se las ofreció a Zuko, quien lo miraba algo atónito.
—Tal vez puedes ser un más que espadachín y un maestro fuego. Puedes usar lo mejor de las dos disciplinas y crear algo... único.
Aun viéndose atónito, Zuko agarró las espadas dao con ligera duda.
—Estás listo—asintió Percy con una sonrisa.
Zuko miró su reflejo en las espadas, luego a Percy y una pequeña sonrisa estiró de sus labios cuando le devolvió el asentimiento. Fue en ese momento donde Ursa, Mai y Ty Lee se acercaron a él, felicitándolo por las habilidades que había mostrado.
Por el rabillo del ojo, Percy se percató de que Azula se mantuvo al margen, mirando la escena con un ceño fruncido en su rostro. Luego, ella desvió su mirada hacia él, dándole una fría mirada escrutadora, haciendo que Percy se sintiera algo incómodo.
Cuando Percy regresó a la residencia donde se hospedaba con su papá, lo encontró en el patio practicando distintos movimientos con su espada jian.
Incluso ahora, Percy aún se sentía fascinado de ver a su papá entrenar. Todos sus movimientos eran suaves, elegantes y fluidos. Podía ver la destreza y delicadeza en ellos, incluso haciéndolo parece fácil. Se preguntó cuantos años su papá le había dedicado a su entrenamiento para poder perfeccionar sus movimientos de esa manera.
—Percy, has vuelto—dijo Piandao, percatándose de la presencia de su hijo—. ¿Qué tal te ha ido con el joven Zuko?
Percy hizo una mueca amarga, recordando sus lecciones con el temperamental miembro de la Familia Real.
—Pues... bien—dijo él—. La caligrafía no es un problema para él y, aunque se siente frustrado con la pintura, no lo hace mal. En cuanto al duelo con espadas... —recordó el enfrentamiento que tuvo con Zuko y una sonrisa estiró de sus labios—. Demostró las cualidades de un espadachín.
—Me alegro. Puedo ver que el joven Zuko tiene un gran potencial para ser un espadachín.
—Sí, también pude verlo. Pero también veo a un adolescente malhumorado y temperamental que se frustra porque las cosas no salen como quiere.
—Dale tiempo. Solo necesita a alguien que lo guie con paciencia y comprensión. Es un muchacho que solo busca el reconocimiento de su padre. Me recuerda a alguien...
La mirada no tan sutil de Piandao fue suficiente para que Percy se percatara de lo que quería decir. ¿Era así? ¿Zuko y él eran tan parecidos? Bueno, pudo ver similitudes en sus deseos de recibir reconocimiento de sus respectivos padres y estar dispuestos a trabajar duro por ello. Pero Percy no se consideraba alguien engreído y malhumorado como lo es Zuko.
—Bueno, hijo mío, has llegado en el momento perfecto—dijo Piandao, sacándolo de sus pensamientos—. Es hora de continuar con tu entrenamiento.
— ¿Mi entrenamiento? ¿Volveré a hacer ejercicios básicos?
La exasperación era notable en la voz de Percy. Luego de demostrar lo que era capaz de hacer el día de ayer en el duelo con aquel maestro fuego, pensó que finalmente se había librado de los ejercicios básicos.
—No—rechazó Piandao, para su evidente alivio—. Los ejercicios básicos son importantes, pero los practicarás por ti mismo luego. Ahora, lo que necesitas es dominar la postura que has creado.
Lentamente, una sonrisa emocionada estiró de los labios de Percy al escuchar a su papá.
— ¿Me ayudarás a hacerlo? —preguntó Percy con emoción.
Piandao sonrió y colocó una mano sobre su hombro.
—Por supuesto que te ayudaré. Como tu padre, no hay mayor orgullo para mí que ayudarte a alcanzar todo tu potencial. Y con todo tu potencial, también me refiero a tus otras habilidades.
Sabiendo a qué se refería su padre, Percy reflexionó por unos segundos sobre sus otras "habilidades". Desde el día que los descubrió, supo que era diferente, único. Piandao y Fat le habían dicho que tenía un don, que era especial, pero considerando que vivían en una nación donde el fuego era el elemento principal y el único aceptado, las habilidades de Percy solo lo hacían sentir como alguien no pertenecía y no merecía ser un ciudadano de la Nación del Fuego.
—Sabes lo que pienso sobre eso, papá—dijo él, sonando reacio—. Ser un espadachín es lo único que quiero ser. El único tipo de maestro en el que quiero convertirme es en uno de la espada.
Las facciones de Piando se arrugaron en una de triste comprensión.
—Está bien, hijo.
Percy se sintió agradecido de que su padre no lo presionara. Tal vez porque entendía el disgusto que sentía con respecto a ese tema.
—En cuanto a tu entrenamiento de espadachín, has avanzado a pasos agigantados este último año. Por como lo veo, tu postura de fuego, aunque notable, aún necesita ser pulida—señaló Piandao—. Hay dos maneras en las que puedes hacerlo. La primera es a través de la experiencia en combate y la segunda es practicando con un maestro fuego. Puedo ayudarte con la experiencia en combate, en cuanto a practicar con un maestro fuego... Tal vez podrías pedirle ayuda al joven Zuko.
Una mueca agria adornó las facciones de Percy al pensar en pedir ayuda al malhumorado y temperamental adolescente. Aunque su papá tenía razón. Para dominar su postura de fuego, necesitaba la guía de un maestro fuego. Después de todo, basó sus movimientos en el arte del fuego control y lo hizo con la ayuda de Lee, un maestro fuego novato que había comenzado su entrenamiento con él. Se preguntó que tanto aprendería de un maestro fuego hábil.
Aunque no se sentía particularmente emocionado de pedirle ayuda a Zuko.
—Yo... lo pensaré—dijo él finalmente.
—Bien. Ahora, prepárate. Entrenaremos hasta que el sol se oculte. Muéstrame de lo que es capaz la postura que has creado—dijo Piandao, adoptando una postura—. Yo mismo evaluaré que tan buena es.
Percy sonrió de manera desafiante mientras desenvainaba su espada para luego colocarse en su postura de fuego.
— ¿Crees poder seguir el ritmo? —desafió él, sintiéndose emocionado de enfrentar a su padre por primera vez, mostrando todo lo que era capaz.
Buenos, casi todo.
Piandao no respondió, solo le devolvió la sonrisa desafiante y atacó, iniciando el duelo entre padre e hijo.
Al día siguiente, Percy pasó por las puertas principales del Palacio Real mientras saludaba a los guardias, quienes simplemente asintieron y lo dejaron pasar, ya que lo conocían por ser el hijo de Piandao y, a sus ojos, un amigo de Zuko.
Percy no conocía ni siquiera una décima parte de la totalidad del palacio, pero recordaba el camino que llevaba al jardín, donde sería el lugar donde esperaría a Zuko para luego ir junto a todos los candidatos que habían llegado el día de hoy para convertirse en discípulos de Piandao.
En un principio, Percy no quería venir a ser el escolta de Zuko, pero había estado considerando la sugerencia que le había dicho su papá. Zuko era un maestro fuego y estaba interesado en volverse un espadachín, tal vez ambos podrían ayudarse mutuamente a mejorar. Percy lo ayudaría con su entrenamiento de espadachín y Zuko lo ayudaría a dominar su postura de fuego, mostrándole los movimientos de un maestro fuego que había entrenado por años. Sería una situación ganar-ganar para ambos.
Cuando llegó al jardín, se sintió complacido de ver que no había nadie allí. Podría esperar a que Zuko terminara sus clases y tal vez podría echarse a dormir una siesta.
Llegó al árbol que estaba frente al estanque y se recostó contra él, dispuesto a dormir. No veía a los patos tortuga de ayer, así que supuso que no volverían a molestarlo.
Se recostó allí por varios minutos con los ojos cerrados, pero no podía dormir, lo cual era extraño. Aunque el jardín era bastante relajante y no le molestaba quedarse en ese lugar por un rato más. Consideró sacar su flauta y tocar un poco, pero la llegada de alguien se lo impidió.
—Así que estás aquí otra vez.
Percy alzó la vista para ver a Azula, la hermana de Zuko. Era realmente parecida a su madre, con el cabello negro recogido en un moño y dos rizos que caían frente a ella, enmarcando su rostro. Sus ojos tenían un color dorado que consideró bonitos, aunque algo intimidantes. Algo inquietante para una niña que solo parecía tener doce años. Ella lo miró de manera inquisitiva, como si estuviera analizando la mejor manera de vencerlo en combate.
—Es un lugar agradable para tomar una siesta—dijo Percy, acomodándose a la sombra del árbol.
— ¿Eso es todo lo que haces? —inquirió Azula, una leve molestia filtrándose en su voz—. ¿Tomar siestas?
—Sí, la mayor parte del tiempo.
Azula frunció el ceño con molestia y apartó la mirada.
—No puedo creer que seas igual a mí... —refunfuñó ella por lo bajo, aunque Percy alcanzó a escucharlo.
— ¿A qué te refieres con igual a ti?
—No importa. Lo pondré a prueba yo misma.
Percy arqueó una ceja con curiosidad cuando vio a Azula pararse frente a él y mirarlo directamente con una seriedad que lo desconcertó.
—Te desafío a un duelo.
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